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De las memorias de los políticos mexicanos del siglo XX, hay unas que sobresalen: las de Gonzalo N. Santos. No porque no sean autocomplacientes, lo son; no porque no sean una justificación de los actos de gobierno, sino porque a diferencia de las otras, están escritas sin tapujos, sin recato, en un lenguaje crudo y coloquial. Es más, pareciera que tienen como objetivo el vanagloriarse de los actos de corrupción, de las formas de hacer política: con el presidente, servil; con los enemigos, implacable; con los que no entienden, plomo, la bala para resolver diferencias.
Gonzalo N. Santos, personaje maligno, codicioso e implacable, fue uno de los últimos caciques de la Revolución mexicana; controló durante muchos años a la clase política y a la prensa de su natal San Luis Potosí.
Extracto de las memorias de Gonzalo N. Santos.
Santos es el villano cegado por la ira, es, también, lo que nos heredó la Revolución: personajes para quienes la justicia social se logra a punta de balazos, mientras hacen alarde de hombría y machismo.