Meditaciones para gozar con la venida del niño Dios.
Pidamos al Espíritu que nos lo creamos. Los cristianos no creemos ideas, sino hechos. El hecho de que en un lugar que podemos tocar -la gruta, en Belén, Palestina-, un día concreto, Jesús nació. Pidamos al Espíritu que nos lo creamos. María, a partir de ese día, solo vive para Jesús. Es una loca de Jesús. Y así es quien nos enseña a ser cristianos: vivir locos con la persona de Jesús, y que sea la fuerza de nuestro corazón.
No creo en Dios, creo en Dios que se hizo hombre y nació como hombre. Dios se ha vuelto loco -como dice el villancico-. Nuestro Dios está a nuestra altura: es perfectamente hombre, hermano, con quien compartimos nuestro ser humanos. Sin la humanidad de Cristo, no caminamos bien hacia Dios. Ha experimentado frío, cariño, repugnancia, cansancio, sueño, emoción por el amanecer, tristeza… Es alguien que me puede abrazar y a quien puedo abrazar: podemos tutearnos.
Tras agradecer una vez más a Dios todo lo vivido en el año terminado, pedimos fe para ver sus misterios de amor, esperanza para confiarlo todo en la acción salvadora de Cristo, y caridad que crecerá cada día que somos fieles. Apoyados en palabras de tres santos, somos guiados. Nos proponemos vivir el año con nuestros ojos fijos en los ojos de Santa María.
No amarle como nos gustaría, o imitando a otros, sino con nuestras limitaciones y en nuestras circunstancias: Él no quiere otra cosa.
Dios es un misterio que se hace visible a través de la Encarnación. Pero aun así sigue siendo invisible para los que no son humildes y limpios de corazón. Es necesaria la actitud de los niños para conocer a Dios que se revela.
Las palabras de Sofonías dan razón de la alegría de la navidad: viene un guerrero que salva, que además se goza y se complace en ti. ¡Apresúrate en venir, Señor!,¡que me apresure yo en recibirte!
Antes que pecadores, somos amados de Cristo!
Esperemos en Dios que nos dice que si le buscamos de todo corazón, le encontraremos.
Levantemos las compuertas, recibamos al niño que nace. Que Él sea el centro de nuestras vidas. Tengamos la mirada siempre fija en Él y no en nosotros; tengamos la mirada siempre fija en los demás y no en nosotros. No nos repleguemos sobre nosotros mismos; miremos a ese niño, adorémosle, hoy ha nacido el Mesías.