¿Un día que se repite continuamente? Nadie se cree que algo así le pueda estar sucediendo a Harry. Acompaña a Harry a través de su odisea por Alemania. Ayúdalo a salir del bucle temporal y aprende alemán.
Harry ha reconocido finalmente sus errores. Avergonzado, le pide disculpas a Julia. Está dispuesto a vivir atrapado en el tiempo… sin ella. Pero, ¿qué opina Julia sobre eso?
Harry no entiende a Julia. Desesperado, acaba sincerándose con su amiga Bárbara. Le cuenta lo sucedido durante las vacaciones. Mientras lo hace se le ocurre dónde podría estar el error.
Harry tiene que cambiar de táctica si quiere que Julia le haga caso. Con tal fin, compra un bello ramo de flores y le pide que hablen. La estrategia parece funcionar, al menos al principio.
Peor no le podían salir las cosas a Harry: Julia y su amiga lo sorprenden espiando desde el andamio y pierde así la oportunidad de conversar con su exnovia. Al menos, la portera escucha sus penas.
Encaramado a un andamio, Harry escucha cómo Julia le cuenta entre lágrimas a su amiga el inicio de la historia de amor entre ambos y lo simpático y encantador que era Harry cuando se conocieron.
Las palabras del oráculo hacen que Harry medite acerca de las cosas que ha hecho mal. Con la firme intención de reconciliarse con Julia viaja a Hamburgo, pero ella no quiere saber nada de él.
Anna lo ha logrado: ya no está atrapada en el tiempo. Harry, sin embargo, aún tiene que encontrar el camino hacia fin de la eterna repetición. En una nueva visita al oráculo pone todo su empeño, pero no lo consigue.
Anna ha perdonado a su madre por haberla dado en adopción cuando era niña. Con ello, espera dejar de estar atrapada en el tiempo. Pero despedirse de Harry no le resulta fácil. ¿Volverán a verse alguna vez?
Harry ha acompañado a Anna a la residencia para la tercera edad en la que trabaja su madre. El reencuentro entre las dos mujeres lo sigue espiando tras la puerta, hasta que una anciana le demanda cuidados.
La historia de Jakob les enseña a Anna y a Harry que para dejar de estar atrapado en el tiempo hay que aprender de los errores propios. Anna decide enfrentarse al oráculo, y éste le dice lo que tiene que hacer.
Harry y Anna esperan que Jakob les pueda revelar el misterio del oráculo y su importancia para salir del bucle temporal en el que se encuentran. Pero antes, el guardián ha de contarles su historia.
En la discoteca Delphi, Harry ha dado por fin con el oráculo y también con la persona que lo custodia, Jakob. El guardián está dispuesto a colaborar, y Anna y Harry rozan ya la solución a sus problemas con los dedos.
Harry y Anna deciden registrar la discoteca por cuenta propia. Harry hace un prometedor descubrimiento
Anna y Harry han recuperado la esperanza: la discoteca Delphi podría ser el lugar en el que se encuentra el misterioso oráculo. Sin embargo, lo que allí descubren no es exactamente lo que imaginaban.
Por los pelos. Después de que a Anderson se lo tragara el pantano, el bucle temporal salvó a Harry, en último minuto, de una muerte segura. Anna y Harry vuelven a Niederdorla.
El único oráculo que Anna y Harry encuentran en la ciénaga es el propio Anderson: ambos han caído en la trampa del neurólogo, que les espera en el pantano. Una peligrosa persecución se desata a través del lodo.
La visita al Pantano de los Sacrificios no transcurre muy bien. Harry se queda atrapado en el lodo y descubren que allí no hay ningún oráculo. Pero ellos están seguros: la ciénaga tiene que esconder alguna pista.
La próxima etapa es la localidad de Niederdorla, en el centro geográfico de Alemania. El lugar, sin embargo, no cumple con sus expectativas. No parece que suceda en él nada digno de mención.
La secuencia de números que Anna y Harry han encontrado en el auto de Anderson plantea nuevos interrogantes. El matemático Edgar, amigo de Anna, tampoco logra encontrarle un sentido a las cifras.
Anna y Harry consiguen escapar de Anderson en el área de servicio y robarle un sobre con un CD. Esperan que el disco les revele información acerca del oráculo, pero se alegran demasiado pronto.
Al teléfono, Anderson repite su oferta: Anna a cambio del oráculo. Ella insiste en que Harry acepte pero de camino a la entrega quedan atrapados en un embotellamiento, y después se les acaba el combustible.
Harry está aún en la cama cuando suena el teléfono: al parecer, Anna sigue atrapada en el tiempo. Ahora sólo les queda ver el lado positivo de las cosas y no perder la esperanza… además de desayunar como es debido.
Mientras Harry espera nervioso en el patio del banco, Anna vive de nuevo el día de su muerte. En cuanto el asesino hace acto de presencia, Harry interviene y Anna se ve confrontada con una desagradable sorpresa.
Para llevar a la práctica su plan, Anna y Harry reconstruyen la intervención policial en el banco. Un detalle que no encaja llama su atención y le da un vuelco al caso: ¿acaso contaba el atracador con un cómplice?
Ostrowski ha dejado de estar atrapado en el tiempo, así que Anna y Harry no pueden contar con su ayuda. Pero a Harry se le ocurre que tal vez Anna logre librarse de la trampa temporal si consigue evitar su asesinato.
En casa de Anna, Harry descubre los secretos de una lavadora. Al calor de un grog, Harry le cuenta a Anna la oferta que le ha hecho Anderson.
La búsqueda sigue en el zoológico. Tampoco ahí tendrán éxito nuestros detectives. Con todo, Harry hace una visita, inesperada, a sus animales favoritos.
La idea de localizar a los hijos de Ostrowski conduce a Anna y a Harry hasta un jardín de infancia. Allí, un educador les otorga algunos datos acerca del exminero, pero la información cuesta cara y Harry paga el precio.
Hasta el momento, todos los intentos de dar con Ostrowski han fracasado. Harry y Anna no avanzan. Y el mal humor de Harry alcanza su punto álgido cuando Anderson le llama para proponerle un indignante intercambio.
Anna y Harry llegan por fin al parque eólico en el que suponen que trabaja Ostrowski. Encaramado a lo alto de uno de los molinos descubren a un operario. Para poder hablar con él, Harry tendrá que trepar primero.
Anna y Harry van camino del nuevo lugar de trabajo de Ostrowski cuando se les estropea el auto. En el taller mecánico les dicen que el problema tardará en solucionarse. ¿Cómo llegar entonces al parque eólico?
Parece que Ostrowski ya no trabaja como minero. Harry acude a la oficina de empleo con la intención de descubrir a qué se dedica ahora. Pero tampoco eso es tan sencillo, puesto que las cosas siguen un orden.
Harry y Anna parten en busca de Karl Ostrowski. La pista los lleva a su lugar de trabajo, a 1000 metros bajo la tierra. En las profundidades aprenden mucho sobre la minería. Pero, ¿y Ostrowski?
Anna y Harry entran en la caseta del jardín de Anderson. Allí encuentran una cinta que contiene una interesante entrevista. ¡Por fin una pista! Ésta los lleva hacia la región del Ruhr.
Harry está invitado a a conoce a sus vecinos de “Schrebergarten” y disfrutar con ellos de un abundante asado y mucha cerveza. Por desgracia, eso también tiene sus consecuencias.
Harry sigue investigando en una colonia de “Schrebergarten”, y se sumerge en un mundo desconocido lleno de reglas, tareas y enanos de jardín.
Anna le propone a Harry que colaboren para salir de la trampa temporal. Con el fin de descubrir más acerca del oráculo, deciden registrar el despacho de Anderson, lo que indignará a su secretaria.
Anna quiere darle a Anderson una lección y le amenaza con su arma. Preso del pánico, el neurólogo les habla de un oráculo. En la escena irrumpe un guardabosques, y la cosa se complica.
Sólo ha sido un sueño. Harry se despierta en el auto junto a Anna. Durante un picnic ella le cuenta cómo quedó atrapada en el tiempo. Poco después, a Harry le espera una nueva sorpresa
Es jueves, 1 de mayo. Harry ya no parece estar atrapado en el tiempo, Julia vuelve y los dos se casan. A Harry le sale todo a pedir de boca. Tal vez demasiado.
Harry se despierta atado a la cama de un hospital y con el doctor Anderson dispuesto a practicarle a una operación cerebral. Totalmente indefenso asiste a los preparativos de la intervención. ¿Podrá escapar esta vez?
Perseguido por Anderson, Harry corre entre campos y praderas hasta que halla refugio en una granja. Allí, un granjero sospechosamente amable le enseña las instalaciones y le invita a tomar un té.