El Mentidero, espacio para tejer historias del pacífico colombiano. Proceso sonoro y cultural que busca valorar a los portadores culturales de Tumaco y reconocer el conjunto de sus saberes y memorias que conectan con las raíces afrocolombianas.
El Mentidero: espacio para crear historias del Pacífico nariñense
Nacido en el municipio de Francisco Pizarro (Salahonda), a la edad de 16 años aprendió de su tío el arte de la sobanderia. Eladio repara huesos quebrados, soba niños descuajados y cura con hierbas y pomadas cualquier fractura, desgarre o tronchadura. Él recuerda que, “su tío le decía que aprendiera bien, porque con esto se mantendría en cualquier parte del mundo”. Hoy Eladio se siente orgulloso de ser sobandero y agrega que “las plantas medicinales son mis aliadas para poder sobar”.
“Yo leí mucho a Tomas Carrasquilla, Julio Verne y leí más que todo a Rafael Pombo, porque lo que él expresaba en sus escritos. Yo dije no…, yo tengo que aprender hacer esta vaina, a componer de manera distinta, porque los cuentos que narran los viejos de acá, hay que contárselos al mundo, y salió “Pachín” con el relato de la Tunda”, comenta “Pachin”, mientras recuerda sus inicios en la literatura. Francisco Kelly, o “pachín” Carabalí es el autor de cuentos y fábulas como El Pájaro Grande, Noche de Espantos, La Tunda Brava y Las Ánimas Benditas.
En la vida de Héctor Antonio Ángulo conviven la ciencia y los saberes tradicionales en torno a las plantas. Investigador Barbacoano nacido en 1950, de niño veía a su padre preparar los remedios para salvar la vida de muchas personas, eso hizo que se enamorara de las plantas medicinales. En los años 80 estudió en la universidad estatal de Moscú una maestría en fisiología humana y animal, posteriormente viajó a Cuba en donde se especializó en Planes de Mejoramiento. De vuelta en el país trabajó en varias universidades como investigador y en Tumaco fue rector del Instituto Técnico Industrial Nacional ITIN. Actualmente realiza estudios sobre el uso de las distintas plantas medicinales y comestibles que han sido utilizadas por los ancestros para curar distintas enfermedades.
María Edilma Palomino, cocinera tradicional de Tumaco, tiene un recuerdo, una nostalgia y un rostro detrás de cada plato, de cada sabor y de cada receta. “Todo lo que hago, lo hago con mucho amor, mucha pasión en honor a mi mamá, a mis tíos y a esas mujeres tumaqueñas que somos guerreras. Hay que seguir con este legado porque hemos nacido en el mar, en el río y en el campo. Mi tía Omaira me mandaba a buscar leña para encender el fogón y preparar los ricos sancochos de gallina criolla, usando el achiote, la chiyangua y el chirarán, aprendimos a encender un fogón, a quemar una gallina en leña, a sobarla con cascara de plátano y con jabón azul. De otras cocineras mayores como doña Martha, aprendí a preparar el arroz con coco envuelto en hoja blanca, y otras recetas tradicionales, porque hemos crecido con esto desde nuestras fincas”.
“Quiero recorrer el mundo a través de la décima, que mis creaciones me lleven a lugares como Venezuela, Cuba y otros países dónde se hace resistencia a través de la décima cimarrona”, así lo cuenta Telmo Santiago Ángulo, “el decimero menor”. A Telmo todo le inspira, el monte, el río, el mar, las mujeres, los hombres, la diáspora, el conflicto armado, la educación, la falta de servicios básicos y los problemas sociales. Como artista sueña con dar a conocer sus creaciones y que estas perduren en el tiempo, por eso, se ha propuesto escribir un libro con los pensamientos, versos, ideas y palabras que se refugian en sus décimas cimarronas.
Mujeres y hombres negros, habitantes de la mangleria y poseedores de la sabiduría africana, son los personajes que habitan la mente y las obras de teatro de Gustavo Cabezas. Este creador teatral desarrolla un proceso de investigación muy profundo de los saberes ancestrales y prácticas culturales de los pueblos del Pacífico colombiano, que luego traduce en escenarios y personajes que cuentan su relación con el agua, con el bosque, con la tunda, con el ribiel y otros mitos que describen a Tumaco y sus realidades cotidianas. En la actualidad Gustavo dirige la Corporación Calipso, desde allí realiza sus investigaciones en torno al patrimonio cultural de Tumaco
Aunque no nací en tus playas, ni en tus ríos ni en tus esteros Mi San Andrés de Tumaco, te juro te juro que yo te quiero. Bello puerto nariñense abrazado por el mar Con las playas más hermosas de este bello litoral. Oriundo de Trujillo, Valle del Cauca, este poeta se siente más tumaqueño que nadie. En sus creaciones aparecen dibujados los paisajes, el mar y los montes de Tumaco. Octavio también compone a la familia y escribe a la mujer, retrata su alma, sus luchas, sus resistencias y su capacidad de perdón y resiliencia.
Doña Kélida heredó de su abuela Agustina Quiñones el conocimiento tradicional y los secretos de las plantas. Desde pequeña conoció los beneficios del discancer y la flor de zapallo para curar el mal de ojo, con la hoja de espíritu santo sanaba el dolor de cabeza y aprendió a espantar el mal aire con la mata de chivo. Esta herencia le permitió convertirse en una gran sabedora de la curandería tradicional, ella sabe cómo lidiar con un dolor de estómago, conoce los síntomas del paludismo y con sus plantas alivia cualquier dolencia del cuerpo. Así es cómo Kellida Córtes aporta a la salud física, mental y espiritual de los tumaqueños.
Un día Yolima Palacios tomó papel y lápiz, miró su dolor a los ojos y le salieron cientos de palabras con el recuerdo de su hijo arrebatado por la guerra en 2012. Desde entonces, Yolima y su poesía se convirtieron en la voz altiva de muchas madres afectadas por la guerra. “Me di cuenta que Dios me había regalado el don de contar rimando, de crear con la palabra y de ayudar con la misma”.
Este intérprete de la marimba tiene una relación con el arte tradicional desde que estaba en el vientre. Alex Palacios Montaño es hijo de José Oberman Palacio, un bailarín de los ritmos tradicionales de Tumaco y de la Pregonera Lidia Betzaida Montaño. Este heredero de la danza, la música y el canto trajo en sus genes el poder de hacer sonar los cueros y de interpretar la marimba como muy pocos de su generación.
“Yo hice el curso completo para andar en el río y el mar, en los primeros viajes que hice con mi padre, que eran viajes a canalete, a mí me tocaba achicar (sacar el agua de la embarcación), qué trabajo para duro le digo, eso empezaba animado y terminaba bien mareado, pero siempre estaba la voz de mi padre que me gritaba - ¿Cómo vamos Antuco? llegamos o no llegamos -. Ese grito siempre me levanta el ánimo y las fuerzas para seguir en mi labor. Ya después que empecé a crecer, ya era parte de los que bogaban (remar) y lanzaba la red al mar”. Comenta entre risas Antonio Payan.
Isaac Castro es docente, trabajador cultural, defensor de la música tradicional afrocolombiana y un representante de sus ritmos por todo el mundo. Isaac es crítico a la hora de escuchar algunos de los nuevos ritmos del Pacífico Sur, está convencido que todo puede evolucionar pero sin perder la base, sin dejar de lado la raíz cultural, la historia y la identidad. Se puede mezclar, transformar y sobre todo disfrutar sin olvidar que los antepasados lucharon por mantener nuestra música como símbolo de resistencia.
Todo empieza en una finca de la vereda San José del Guayabo a orillas del río Mejicano en Tumaco, allí Miriam está a punto de parir y no hay canoas para ir hasta el caserío más cercano, así fue el primer parto atendido por Matilde Castillo. Ella se siente muy orgullosa de su saber, de lo que sabe hacer, un legado heredado de su hermana Gregoria de quien aprendió el oficio de la partería. La Maestra Matilde no recuerda cuantos niños y niñas ha recibido en sus brazos, de lo que sí está segura es de lo feliz que se siente ayudando a su comunidad.
Juan Carlos es un maestro en “el arte de contar historias” a través de la danza. Primero aprendió a sacar música gopeando un bombo, despues se enamoró de las notas dulces de una marimba, hasta que finalmente llegó a su destino que es la danza tradicional. Junto con el maestro Isaac Castro lideró la escuela de baile tradicional en el antiguo Centro Especial de Tumaco y después fue el instructor del grupo de danzas en el Liceo Nacional Max Seidel. Así es el camino trazado, caminado y sobre todo bailado por Juan Carlos Montaño, un maestro en en el arte de contar historias a través de la danza.
Harold Enrique Tenorio Quiñones. Por más que camine y por más lejos que viaje Harold Enrique Tenorio siempre lleva consigo las raíces musicales de Tumaco. Creció en medio de una familia de sabedores, desde muy niño se formó en danza y música tradicional, esto lo llevó a interesarse a profundidad por la cultura negra del pacífico colombiano. Estudió antropología y caminó por el mundo para reafirmar y construir un proyecto cultural alrededor de la música y sus raíces afrocolombianas, “con los africanos aprendí varias cosas, con los brasileños también, entonces cuando ya volví a Tumaco quise empezar a explorar lo aprendido y con lo que hay aquí empezamos a crear un laboratorio con otros géneros. Mi familia me ayudó y así surgió la música de Plu con Pla, la agrupación que dirijo”.
Nativo de la vereda Soledad Curay del Consejo Comunitario ACAPA, este hombre creció en medio de la ensenada de Tumaco, con sus playas, manglares, bajos, esteros y jornadas de pesca. Allí Onésimo también aprendió a preparar panela de coco, el rayao y la conserva. Luego, estos maestros del dulce le enseñaron a destilar la caña y convertirla en charuco y guarapo. “Siempre trabajamos en el núcleo familiar, este saber lo heredamos toda la familia, somos cinco hermanos varones y todos aprendimos a destilar charuco o viche como se conoce en otras regiones. Con los renacientes lo seguimos haciendo igual, para que queden con el legado y se mantenga la tradición y la cultura tumaqueña, en especial de La Ensenada”, comenta Onésimo.