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Lectura de poemas de autores de todo el mundo. (2020)

Yéiber Román


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    20. «Ellos insisten en que estás vivo...», de Sara Uribe

    Play Episode Listen Later Jul 5, 2020 0:58


    Ellos insisten en que estás vivo porque los enceguece el miedo. Ellos repiten y repiten que vas aparecer cualquier día de éstos pero cuando callan los rasga el miedo. Ellos se atreven a argumentar que lo más probable es que te hayas ido con otra mujer pero los desmiente su propio miedo. Reprueban que busque tu cadáver y es miedo. Ellos no quieren fotografías ni que sus nombres se publiquen y yo los entiendo porque tienen miedo. Y yo no los entiendo porque necesito saber dónde estás. Ellos dicen que sin cuerpo no hay delito. Yo les digo que sin cuerpo no hay remanso, no hay paz posible para este corazón. Para ninguno.

    19. «Utilidad del luto», de Andrea Crespo

    Play Episode Listen Later Jun 27, 2020 1:06


    Qué útil será el luto cuando se vuelva perenne La Vida Bohème cuando nos ahorremos separar las prendas la angustia de la úlcera el permiso para adentrarnos en el silencio cuando nos decidamos por un renacuajo que se parezca a nosotros (pero sin haber perdido nada todavía) cuando admitamos la morbosidad de vernos huérfanos cómo se escuchará ese lamento de MADRE quizás tenga hipos de memoria o se le olvide hablar qué fecundos los niños soldados no pueden decir turpial ni bandera de piojos ni qué de pinga estas violencias en las que no sabemos reconocernos mientras crece el cementerio del este yo escucho el rumor de los hombres cuando le tuercen el cuello al cisne cuando ya es muy tarde y dicen dame una muerte que pueda izar en el aire

    18. «Los daños colaterales», de Harry Almela

    Play Episode Listen Later Jun 5, 2020 2:02


    Buenas tardes. Buenas tardes, señoras y señores pasajeros. Sé que esto es molesto y aburrido, e incluso sabemos que en el Metro estas cosas no se permiten. Pero son escasas mis alternativas. No soy un delincuente aunque mis harapos confiesen lo contrario. He venido desde mi pago hasta esta ciudad de hachas y cuchillos en el aire, a entregarles lo único que ya puedo ofrecer. Soy sobreviviente de la última guerra y aún conservo en mi cuerpo los fragmentos de misiles que me abatieron desde el cielo. Por respeto a sus incendios cotidianos no les haré mirar mi tierna herida en el costado. Quiero ofrecerles un mendrugo de lo que aún poseo. Soy su guardián mientras pasa esta tormenta. En cada uno de estos legajos encontrarán unas palabras. Son unos breves poemas que ustedes leerán sin costo alguno. Los he escrito con la emoción de que ya nada podrá protegernos. Sólo espero una limosna desde su corazón. Desde su corazón, repito. No aspiro a ninguna recompensa material. Si no los leen, en verdad no importa. Este es mi trabajo, mi blanca cosecha de maíz, mi hambre y mi alimento. Me ha sido dado recoger estas botellas en el mar y lanzarlas de nuevo para que encuentren otra playa. Llevo la cruz de mis heridas hasta donde me alcance una dignidad que no aspira a recompensas. En la próxima estación me bajaré y terminará esta molestia. Cambiaré de vagón y así el resto del día. Gracias a todos por sus atenciones, y hasta luego.

    17. «A las órdenes del viento», de Raquel Lanseros

    Play Episode Listen Later May 22, 2020 0:51


    Para todos los que sienten que no están al mando Me habría gustado ser discípula de Ícaro. Hubiera sido hermoso festejar las bodas de Calixto y Melibea. Me habría gustado ser un hitita ante la reina Nefertari el joven Werther en Río de Janeiro la deslumbrante dama sevillana por la que Don José rechazó a Carmen. Yo quisiera haber sido el huerto del poeta con su verde árbol y su pozo blanco el inspector fiscal con el que conversara Maiakovski. Me habría gustado amarte. Te lo juro. Sólo que muchas veces la voluntad no basta.

    16. «Los rotos (con Anne Sexton)», de Ben Clark

    Play Episode Listen Later May 12, 2020 0:59


    Todas las divisiones son mentira salvo la que divide los cuerpos en dos grupos incomprensibles entre sí. Aquellos que se han roto y los que no. Los rotos no pedimos demasiado: que se nos quiera, sí, que los que no han vivido la fractura tengan paciencia si mascullamos viendo las noticias o hacemos el amor con un poco de miedo. Entenderás, entonces, ciertas cosas. Por qué en casa las tazas no se tiran y por qué a veces quiero estar solo después de que suene un portazo. Los ritos de los rotos, amor mío. Ademanes que espero que no comprendas nunca.

    15. «Anatema», de Raymond Carver

    Play Episode Listen Later May 11, 2020 1:51


    La familia entera sufría. Mi mujer, yo mismo, los dos niños, y la perra cuyos cachorros nacieron muertos. Nuestros asuntos, como siempre, iban mal. A mi mujer la dejó su amante, el profesor de música manco que era su único contacto con el mundo exterior. Mi propia novia dijo que no podía aguantar más, y volvió con su marido. El agua estaba cortada. Todo aquel verano la casa se cocía. Los ciruelos se habían secado. Nuestro arriate de flores estaba pisoteado. Al coche se le estropearon los frenos, y la batería fallaba. Los vecinos dejaron de hablarnos y nos cerraron la puerta en las narices. Los de las tiendas nos devolvían los cheques y luego dejaron de traernos el correo. Sólo el sheriff pasaba de vez en cuando- con uno u otro de nuestros hijos en el asiento de atrás, rogando que no los dejásemos solos. Y luego a la casa entraron ratones a miles. Seguidos por una serpiente cornuda. Mi mujer se la encontró tomando el sol en el cuarto de estar junto al televisor estropeado. Lo que hizo con ella es otra cuestión. Le cortó la cabeza allí mismo en el suelo. Y luego la cortó en dos cuando siguió retorciéndose. Vimos que no podríamos resistir más. Estábamos hundidos. Queríamos ponernos de rodillas y decir perdónanos nuestros pecados, perdónanos la vida. Pero era demasiado tarde. Demasiado tarde. Nadie querría escuchar. Tuvimos que ver cómo se venía abajo la casa, el suelo se abría en dos, y luego nos dispersamos en las cuatro direcciones.

    14. «Un pico extraordinario», de Valeria List

    Play Episode Listen Later May 9, 2020 0:59


    El señor aseguró con un mecate los tubos oxidados de la batea. Mientras subimos el cerro en la pickup, se va revelando el volcán. La nieve se le está cayendo a trozos. Lo derretido deja huecos en los costados y se ve moteado el contorno. Vamos con la esperanza de tocar un último pomo de nieve. Las puntas de los dedos se sienten como si un ave de carroña picoteara cada una al mismo tiempo. La conversación se va acabando porque todas quieren taparse la boca. Hace tanto aire que las cejas empiezan a fruncirse los cuerpos tratan de encogerse y no pueden, la camioneta es vieja y hay que agarrarse con fuerza. La angustia de este clima extraordinario en sus rostros me indica que fue buena idea venir con mis amigas a este lugar.

    13. «Av. Francisco Solano», de Abigail Ledezma

    Play Episode Listen Later May 2, 2020 0:45


    Tuviste miedo de pasear con el vidrio bajo. Tienes miedo de ver tanta basura. Tendrás miedo de contar las ojeras en los pasillos. Escuchaste tu música en inglés, y piensas sobre la sirena que altera tu simulacro de calma. Voltearás y verás otra cicatriz, no de los descosidos bordes de esta tela ahuecada que llevamos puesta como ciudad sino de esta gente ajena que no quieres ver. Huiste, otra vez, a tu burbuja portátil de música grunge.

    12. «Zanahoria rallada», de Miyó Vestrini

    Play Episode Listen Later May 1, 2020 1:24


    El primer suicidio es único. Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de morir. Te pasan un tubo por la nariz, con fuerza, para que duela y aprendas a no perturbar al prójimo. Cuando comienzas a explicar que la-muerte-en realidad-te-parecía-la-única-salida o que lo haces para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia, ya te han dado la espalda y están mirando el tubo transparente por el que desfila tu última cena. Apuestan si son fideos o arroz chino. El médico de guardia se muestra intransigente: es zanahoria rallada. Asco, dice la enfermera bembona. Me despacharon furiosos, porque ninguno ganó la apuesta. El suero bajó aprisa y en diez minutos, ya estaba de vuelta a casa. No hubo espacio donde llorar, ni tiempo para sentir frío y temor. La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor. Cosas de niños, dicen, como si los niños se suicidaran a diario. Busqué a Hammett en la página precisa: nunca diré una palabra sobre tu vida en ningún libro, si puedo evitarlo.

    11. «Canto a la muerte de Mario», Ricardo Sarco Lira

    Play Episode Listen Later Apr 29, 2020 2:01


    Ansío espero desde hace mucho ya una llamada que me diga que mi Mario se murió «Lo encontraron… … es una pena… … tan joven… … puede identificarlo?» Pero no llega Hay algo en el cruel destino que me roba de ello De con júbilo ver el pesar en mi rostro de encontrar las miradas hondas en la mesa de la abuela y de alegres exclamar lo tristes que nos sentimos ya que Mario no está Por eso pido que suceda (yo le ayudo) pero distinto al tato de Gaby Mario no pide manteca ni da indicio alguno de querer morirse de una puta vez Sin embargo duermo tranquilo Sé que Mario se muere y que en su partida no habrá gloria ni heroísmo Será un hecho sencillo perdido en los anales de la historia nadie escribirá sobre ello y los niños jugarán tranquilos en el parque y en la Cota 905 acribillarán a una lacra por sapo Mario sólo dejará una casa sucia mi mano de madre triste y un olor como de mierda con naranja Porque Mario se muere como yo (como todos) se va oxidando se va pudriendo por dentro Le supura el rostro hacia adentro con todo lo dicho y le nada tras los ojos (amarillos) masa viscosa y fría Y mientras sujeto la mano gorda y amarilla de Mario y la aprieto mientras me mira con ese odio hueco y vacío miro ansioso el teléfono esperando que suene que repique y que una voz del otro lado me diga me grite que mi Mario se murió

    10. «Planes de futuro», de Rosa Berbel

    Play Episode Listen Later Apr 28, 2020 1:47


    Tenemos cuarenta años y un trabajo que odiamos que nos hace pagar las facturas, llegar a fin de mes, tener eso que llaman dignidad y que se siente igual que la tristeza. Tenemos un trabajo y un piso en la playa, pero ante el mar soñamos un milagro: nuestra ropa en la arena como entonces y quedarnos así a la intemperie, uno enfrente del otro, con toda la extrañeza de los cuerpos desnudos, con esta luz precaria, con un amor que existe y no nos basta. Tenemos cuarenta años y dos hijos que corren, que gritan y que lloran porque la arena está demasiado caliente, porque nosotros discutimos, porque no hay nada aquí que nos divierta. Tenemos casa, hijos y demasiado miedo a la muerte, a los contratos temporales, como la gente normal, miedos de gente feliz, miedos felices, como este insomnio dulce de los días antiguos o esta nostalgia común y rutinaria. Tenemos cuarenta años y un país que no nos nombra, no cogemos aviones porque hemos olvidado cómo decir te quiero en otras lenguas, la violencia del viaje, cómo dormir tranquilos en hoteles lejanos donde nadie nos llama por las noches. Tenemos cuarenta años y una vida feliz feliz sin contratiempos, una vida segura, equilibrada. Pero después del amor, de la rutina, la propiedad privada y el verano, la realidad regresa inconformista.

    9. «Nueve», de Gabriela Rosas

    Play Episode Listen Later Apr 27, 2020 1:08


    Los blandos se queman por dentro muerden sus labios viven de emociones de noche sueñan que otros blandos existen los más experimentados se disfrazan siempre pero su máscara no los habita un blando sin su máscara es una cena perfecta los blandos llevan los labios húmedos cuerpos incendiarios besos que suman a la vida años en cada recuerdo los blandos se castigan ellos mismos para evitar que el resto duela son más ridículos con la ropa puesta ellos saben que la ropa es ridícula y todo el mundo sabe que algo les duele leen libros duros y cuando cierran los ojos no encuentran noche los blandos tiran piedras queman cauchos dentro de sus ojos y agotan sus tímpanos intentando escuchar el amor.

    8. «Sé del mar reventando contra un muro», de Cristina Gutiérrez Leal

    Play Episode Listen Later Apr 26, 2020 1:11


    Sé del mar reventando contra un muro cómo me asusta cuando levanta demasiado su oleaje cuando enfría sus aguas y es imposible. Sé de gente buena acodada en puentes contemplo sus miradas cristalinas y la mía se envidria me siguen enfermando mis ojos litorales mis costas. He visto desde un balcón un río que divide tres países abrí ya muchas veces mi puerta para saludar desconocidos ya estiré una nueva lengua ya me senté lo más al norte posible ya estuve en la última calle de un país ya fui todo lo insular que pude ya he puesto toda mi fe en un viaje ya he querido volver y abrazar corro tras un nuevo paisaje que se alborote en mis ojos vivo huyendo de este lugar que soy pero el desarraigo no me cura no me cura.

    7. «Gangrena», de Rubén Darío Carrero

    Play Episode Listen Later Apr 24, 2020 1:19


    Parece un domingo, todo está cerrado y conversamos para escuchar que estamos vivos. Las conversaciones sobre Dios, sobre el yogurt con aceitunas y los dolores en la espalda encerrados en la casa. María Fernanda me mira y sonríe con sus labios incurables por la diabetes y el miedo a las manchas en las piernas. Olvidamos a Dios y la parcialidad de sus ojos la primera vez que conversamos sobre la gangrena. «La insulina llegó ayer de Colombia». Así volvimos al lenguaje. La frase palabrea como el sonido de una sílaba y la pierna hormiguea como la mordida de un león. Las conversaciones son el futuro porque el mundo está en otra parte. Las manchas desaparecen con el ungüento de las farmacias en los mapas porque aquí no pasa el día y todo es una espera, un caballo, una encomienda. Hoy tampoco llegan los barcos de Indonesia. Conversar con María Fernanda es un día con los pies sobre la tierra y Dios sabe a yogurt en las conversaciones sobre la gangrena.

    6. «VI», de Rodrigo García Marina

    Play Episode Listen Later Apr 23, 2020 0:59


    Nota de autor: leer este poema en presente simple del indicativo ahora es tan doloroso que espanta mi abuela toma flores y recetas de homeopatía que probablemente le curen la demencia senil le devuelvan la vida, hace una dieta estricta, su homeópata –debe ser un artista– se ha montado un gran negocio como un liquen adherido a sus escamas: vive de ella mi abuela vive de hacer que recuerda es mi persona favorita a veces sin quererlo mientras leo a Herta Müller mascullo su nombre.

    5. «Ars poética», de Rafael Cadenas

    Play Episode Listen Later Apr 23, 2020 1:05


    Que cada palabra lleve lo que dice. Que se a como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido. No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es. Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir la verdad. Seamos reales. Quiero exactitudes aterradoras. Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas. Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restrégame la estafa. Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme. Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.

    4. «La fiesta», de Arturo Gutiérrez Plaza

    Play Episode Listen Later Apr 22, 2020 1:35


    La fiesta se apagó temprano. Fui por hielo y al volver todos habían desaparecido. Los vasos a medio tomar apenas estaban fríos. La música sonaba distante. Nunca supe dónde, pero sonaba. La podía escuchar junto a las voces de mis amigos. ¿Pedro, qué te hiciste? Un cartel al fondo prohibía las despedidas. El hielo se hizo agua y nadie llegó. Yo sabía que estaban escondidos. ¿Eduardo, dónde te has metido? De niños correteábamos sin que nos vieran y, por ser tímidos, en las fiestas nos resguardábamos del bullicio. ¿Qué hubo cambiado desde entonces? Ya saldrán, no me afanaré en buscarlos, ni debajo de las camas, ni en los húmedos rincones donde jugábamos con las hormigas. Federico, de ti no he sabido. Ya volverán. La música sigue a lo lejos, allá, allá va, callada, casi, pero aún suena. Tal vez, escuchándola, se perdieron o quedaron dormidos. Pronto vendrán. Entretanto, no hurgaré, no descubriré sus escondites. Los dejaré tranquilos. Nadie dirá adiós. Ya vengo, volveré con más hielo, prepararé sus bebidas.

    3. «La ética y la muerte», de Sharon Olds

    Play Episode Listen Later Apr 21, 2020 1:26


    No es algo malo su muerte. Ni bueno, ni malo. Queda fuera del mundo moral. Cuando las enfermeras vacían la bolsa del catéter y vierten el fluido ámbar y pálido en una taza para medir, no hacen algo bueno ni malo: es sólo su cuerpo. Incluso cuando el dolor crispa su rostro, su boca cuando hace un chasquido, su quijada al contraerse, no son malos, no hay alguien haciéndoselo, no hay culpa, ni vergüenza: sólo placer o dolor. Es el mismo reino del sexo, de los impulsos nerviosos, un reino sin iglesia, en él lo besamos, en él acariciamos su cabello pringoso, su mujer y yo, una a cada lado, secando restos de saliva en sus labios blancuzcos. Su cuerpo nos siente atenderlo fuera del mundo de la moral, como si le hiciéramos el amor en un bosque, escuchando desde una pradera remota los cánticos distantes de una asamblea: gotas más pequeñas que las más pequeñas gotas de rocío cubren su cuerpo cuando nos inclinamos a tocarlo.

    2. «Me perseguían en las sombras», de Francisco Pérez Perdomo

    Play Episode Listen Later Apr 20, 2020 0:41


    Con sus caras de perro y sus brazos de serpientes me perseguían en las sombras. Allí ululaban como un viento maligno. Un ruido aciago con furor penetraba en mis oídos y atrozmente me torturaba. Se enardecían mis terrores atávicos. La cabeza me empezaba a dar vueltas perdida en el espacio, giraba sin control aturdida por aquellas bestias de tinieblas. Dentro de mí me confinaban en una tierra desolada.

    1. «Adiós», de Arturo Gutiérrez Plaza

    Play Episode Listen Later Apr 19, 2020 1:08


    Cuando dices «adiós» no escucho una palabra, veo un muñón macerado largamente, hasta humillar en cartílagos los huesos. Siento un dolor escondido y perdido en el aire como el de un brazo o una pierna que de pronto ya no está, pero insiste en su cosquilleo. No, no escucho una palabra ni me hallo en un lugar gentil, dispuesto para aliviar tronchaduras. Me arrastro hacia el descampado. Cuando dices «adiós», una abrupta amargura toma mi garganta y me impide gritar mientras me veo en las pupilas de los ahogados. Entonces, solo entonces, como si un pelotón acorazado hubiese aplacado la insurrección de mis sentidos, me entrego a la derrota y vuelve la calma. Solo entonces escucho tu amable renuncia.

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