Una Mejor Manera de Vivir es un devocional corto presentado por Robert Costa, con el fin de llevarte a la reflexión en medio de un día agitado.
La Biblia coloca el autodominio en el corazón mismo del espectro del amor, condenando la irritación.
Saber el valor que Dios le da a tu vida por encima de todas las cosas que podrían estar ocupando su atención, nos da una perspectiva especial.
La dimensión de un hombre no se mide por su capacidad de ganar y acumular, sino por su disposición de dar y de servir.
Nuestra relación con Dios se refleja en nuestras relaciones terrenales.
Así como tus diez dedos están unidos a tus manos, los mandamientos de Dios están todos conectados a la única gran ley del amor.
Del egoísmo brotan todos los males que existen en el hombre y en la tierra.
La cortesía es tener una consideración auténtica que fluye espontáneamente, no importa en dónde o con quién estemos.
En Jesús, Dios nos ha hablado con voz tan alta, que es difícil de ignorar.
Quizás es hora de que nos preguntemos si el éxito de la industria del entretenimiento justifica la lista de desastres personales que provoca.
Muchas veces Dios usa a seres humanos —a ti y a mí— como catalizadores en producir el cambio.
Si todos amáramos a los demás como a nosotros mismos, nuestras acciones serían diferentes.
¿De qué hablan cada día nuestras manos, en el trabajo, en la escuela, o en el hogar?
Dios es el Creador, y no hay poder capaz de competir con él.
¡Cuántos males podríamos evitarnos, y cuántas de nuestras bondades podrían ser mucho mayores, si cultivamos el valioso hábito de hablar cada día con nuestro Padre celestial!
Si dejamos que nuestra mente divague sin control alguno, fácilmente surgirán las ideas corrompidas.
Si hay alguien que tiene el derecho de avergonzarse de nuestra imperfección humana, es Jesús; sin embargo, él está orgulloso de relacionarse con nosotros.
Quizás es tiempo de examinar detenidamente lo que consideramos importante para ver si realmente lo es.
Aquel que dio su vida hace dos mil años, reina sobre todos los mortales, y ofrece su propia vida inmortal a todo aquel que confía en él.
¿Qué puede hacerse cuando la felicidad es solo exterior, mientras el espíritu gime por dentro?
Así como el dolor de la ostra da origen a las perlas legítimas, el sufrimiento humano —bien tomado— eleva, engrandece y da brillo al carácter del hombre.
No te dejes engañar, el error siempre está mezclado con un poco de verdad.
Dios no va a forzar a nadie a entrar en su reino.
Fuiste hecho a la imagen de Dios y eso te concede el privilegio de ser llamado hijo del Rey del universo.
¿Quién no ha sentido más de una vez que su vida perdía color y alegría porque la arena de los problemas asfixiaba su espíritu?
Por humildes que seamos, todos tenemos buenas posibilidades de desarrollarnos y de alcanzar una medida aceptable de bienestar y de íntima satisfacción.
Se requiere más valor y fuerza espiritual para perdonar que para expresar la venganza con que muchos pretenden hacer justicia.
Tú, que no quieres adelantar el día de tu funeral, tienes el derecho y el deber moral de conservar tu salud durante el mayor tiempo posible.
Quizá tenemos una imagen tan pobre de la fe porque es tan rara verla.
Creer en el diluvio es más que una lección de historia. También apunta al futuro y a la Segunda Venida de Cristo.
¿No hemos de soportar el sufrimiento físico o moral para aprender a simpatizar con el caído y para saber colocarnos en las manos del Todopoderoso?
Una palabra, un gesto, una sonrisa, un favor, un momento de compañía, todas estas son buenas maneras de amar al prójimo como a nosotros mismos.
Solo el Dador de la vida proporciona la liberación de los conflictos más íntimos.
La abundancia material no es el factor decisivo de la felicidad.
Cuando estamos más deseosos de recibir las bendiciones materiales, que las bendiciones espirituales que nuestro Padre nos ofrece, ¿no revelamos una mentalidad de “culto a los cargamentos” del corazón?
Dios es sabio y amoroso, y concede los deseos de corazones transformados e iluminados.
Tú puedes decidir las clases de influencias que permites en tu vida, y dejar que los principios de Dios te gobiernen.
Todos necesitamos recibir y dar una cuota mínima de afecto, sin la cual la razón enferma y se trastorna.
Los que recogen en mayor abundancia las bendiciones divinas son aquellos que miran a Dios por la fe y se toman de su mano de amor.
Los hechos siniestros que ocurren cada día pueden abatirnos y desconcertarnos. Sin embargo, a pesar de todo, hemos de vivir confiados y seguros porque el que todavía maneja el timón del destino humano es Dios.
Hoy, cuando al parecer la vida se nos ha hecho más fácil, cuesta mucho más vivir con un poco de alegría y tranquilidad.
Hay personas que piensan que no sirven para nada porque su condición o su apariencia física no son como ellos quisieran. Pero no importa nuestra condición, todos somos buenos para algo.
Cuán necesario es cultivar el amor, el sentido de fraternidad y de sensibilidad humana.
Si deseamos mantener la calma de nuestro hogar, hay dos cosas muy efectivas que podemos hacer: la primera, evitar toda discusión amarga; y la segunda, guardar silencio cuando alguno de la casa levanta la voz y ofende con su palabra.
Hay tanto que debe hacerse en el mundo, tanto dolor que aliviar, que lo que se necesita es mayor fortaleza espiritual y mayor capacidad para hacer el bien.
Dios desea ayudarnos, obra en nuestro corazón, y nos da la voluntad para vivir con integridad y transparencia.
Esta es la forma de asegurar nuestro bienestar: depender de Dios y confiar nuestra vida a su sabia dirección.
Si amamos a su divino Autor, la Biblia puede llegar a ser el libro más querido para nuestro corazón.
Si vienes arrastrando el vicio del alcoholismo, ¿qué motivación necesitas para buscar ayuda?
Seamos diligentes en hacer el bien, no para ganarnos el favor de Dios, sino como resultado de que hemos sido salvados y perdonados.
El sabio Salomón, a lo largo de todo el libro de Proverbios, parece decir: Vigila tus palabras y serás feliz.
La curva ascendente del progreso personal y profesional es lo que enciende la vida y mantiene el ánimo en la lucha.