Reflexiones sobre espiritualidad católica, catecismo y liturgia.
Si se pudiera resumir en dos palabras el concepto de redención se podría decir: Jesús resucitado. En la resurrección de Cristo se consuma la redención de la humanidad. Redimida la humanidad y restaurada su condición es llamada a buscar los bienes del cielo y a vivir la libertad de los Hijos de Dios.
El Papa Francisco nos recuerda que el clima es un bien común y que su cuidado depende de todos, porque las consecuencias del calentamiento global nos afectan a todos y especialmente a los más pobres.
El Papa nos invita a pensar en lo que le está pasando a nuestra casa común y reflexiona sobre el fenómeno llamado "rapidación" que es una aceleración alarmante de nuestros ritmos de vida que olvida el ritmo propio de las cosas y la naturaleza. Está aceleración nos hace olvidar que nuestro planeta es casa y no basurero.
El Papa nos invita a contemplar la creación como un espléndido libro donde Dios nos habla. Nos invita también a vivir está contemplación como una gozosa alabanza. El cuidado de la casa común nos incumbe a todos y esto implica pensar en la naturaleza pero también en quienes la habitamos, sobre todo los más pobres y frágiles.
En los numerales 7-11 de la encíclica Laudato Si, el Papa Francisco nos recuerda las reflexiones del Patriarca Bartolomé en torno al tema de la ecología. Nos recuerda también la figura y la vida de San Francisco de Asís en su relación con la naturaleza y los más frágiles que habitan en ella. Todo esto con la finalidad que comprendamos la urgencia del tema ambiental actualmente.
Hoy se celebra la fiesta del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. En este espacio queremos ofrecer una reflexión en torno a esta hermosa fiesta. Valoremos la presencia de Jesús en la Eucaristía, allí él nos ofrece su vida para acompañar la nuestra.
El Papa Francisco siguiendo el magisterio de los Papas últimos desde Juan XXIII nos hace recordar que el problema ecológico mundial se debe a nuestra manera de ver y tratar al mundo y a nosotros mismos. Una cultura que ha olvidado a Dios olvida también que el hombre no es Señor de la creación sino su huésped y administrador.
En el sermón de la montaña Jesús nos habla de muchas cosas, entre ellas, del adulterio y el divorcio y nos deja la enseñanza que el adulterio empieza en el corazón del ser humano y que va destruyendo la belleza del amor conyugal y la fuerza que este tiene para dar vida y felicidad. El divorcio aparece en segundo plano pero como consecuencia del mal uso de nuestras pasiones representa el fracaso del hombre que se de la guiar por sus deseos antes que por su capacidad de amar y ser fiel.
El quinto mandamiento prohíbe matar; sin embargo, Jesús le da un sentido nuevo: está prohibido también el maltrato y el.desprecio por el prójimo ya que son maneras de matar la vida y la dignidad de las personas. En ese sentido nos pide que nuestra justicia sea mayor que la de los fariseos la cual estaba limitada a la sola recitación de los mandamientos mas no a su cumplimiento.
Jesús envió a sus apóstoles a predicar la conversión y bautizar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No en los nombre de ellos como si fueran tres dioses, sino en el nombre del único Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe cristiana y el que ilumina todos los demás misterios, su aceptación y vivencia hará que el alma comprenda y ame a Dios que nos creó, nos salvó y nos ama y santifica.
Desde el 24 de mayo último el Papa ha convocado un año especial para reflexionar sobre la encíclica Laudato Si, en su V aniversario. Iniciamos el estudio de esta encíclica rogando a Dios su inspiración para comprender cabalmente las enseñanzas del santo padre.
San Pablo enseña que toda Escritura ha sido inspirada por Dios y que por tanto es útil para formar la virtud en el ser humano. Para ello es necesario que permanezcampos fieles a lo que ellas enseñan y también a lo que los apóstoles enseñaron acerca de la fe en Jesucristo. Estas dos fuentes de conocimiento hacen que el hombre acceda a la revelación de Dios para conocer lo que Dios quiere comunicarle para su salvación.
Cada jueves después de Pentecostés la Iglesia celebra la fiesta de Jesucristo sumo y eterno sacerdote. Con esta fiesta se nos recuerda que ante Dios tenemos un intercesor que conoce perfectamente nuestra necesidades y la manera de cómo presentarlas a Dios, precisamente porque en Él se unen la naturaleza divina con la humana. Asimismo se nos recuerda que nuestra misión es reproducir los mismos sentimientos y actitudes de Cristo para salvación nuestra y de nuestros hermanos.
Nuestra sociedad actual con sus crímenes y pecados acusa la necesidad que tenemos del Espíritu Santo. Él ha sido enviado para fecundar nuestra vidas y dar nueva vida a nuestros miembros. Él guiará nuestra vidas según el querer de Dios para vivir en paz y amor mutuo.
El episodio del encuentro de Cristo con los apóstoles a orillas del Tiberíades y el dialogo que Pedro tiene con Jesús es sobrecogedor. Ese es un momento en que el amor hace frente a la miseria humana para perdonar nuestros errores y hacernos libres para amar y trabajar por el bien de todos.
Hoy la Iglesia celebra la memoria de San Felipe Neri y su frase: "Preferisco il paradiso" (prefiero el paraíso) nos recuerda que la gloria de Dios es preferible a cualquier lujo o comodidad de esta vida y que alcanzarla vale muy bien cualquier sacrificio que debamos hacer. El Espíritu Santo hará que comprendamos esta verdad y que estemos dispuestos a aplicarla en nuestras vidas. Es la realidad de la vida eterna.
Al Espíritu Santo se le llamó en algún momento "El Gran Desconocido" porque la experiencia daba cuenta que muy poco cristianos conocían al Espíritu Santo y otros que le conocían no se dejaban guiar por él. Esta experiencia se mantiene ahora y es necesario cambiarla. Necesitamos dejarnos guiar por el Espíritu para vivir adecuadamente nuestra fe y para conocer y amar a Cristo Jesús el Señor.
La solemnidad de la Ascensión del Señor nos hace redescubrir el misterio de la encarnación: Jesús se ha hecho hombre para hacernos como Dios. Ha descendido a nuestra naturaleza humana para elevar nuestra condición a la naturaleza divina. Esto alienta nuestra esperanza y nuestro compromiso de fe.
Jesús nos invita a pedir al Padre en su nombre para recibir lo que pedimos. Sin embargo debemos considerar qué significa pedir al Padre en el nombre de Jesús, y lo que ello implica de cara a nuestra salvación.
La verdad de la revelación divina excede nuestras capacidades humanas; sin embargo el Espíritu Santo, que conoce lo íntimo de Dios, ayudará a nuestra razón y a nuestra fe a comprender la Verdad que nos salva. Lo hizo con los apóstoles, lo hace con la Iglesia, lo hará con nosotros.
Jesús habla de su partida y nos hace ver que es conveniente para nosotros, porque al irse nos enviará el Espíritu Santo. La acción de este Espíritu nos hará comprender los errores que tenemos respecto a nuestra idea de pecado, de justicia y de condena, las cuales sólo pueden ser bien entendidas desde la fe en Jesús.
Jesús nos presenta al Espíritu Santo como el paráclito prometido que, siendo Dios, nos dará testimonio de Jesús para que nuestro testimonio sea coherente en el momento de la prueba.
La vida del cristiano puede ser testimonio de dificultades y contradicciones en medio del mundo. Sin embargo el discípulo de Jesús se mantiene fiel y perseverante a pesar de esas dificultades.
El amor nos hace sentir bien y nos hace confiar en la persona que nos ama. Eso mismo aplica a Jesús que nos ama y cuida y por cuya bendición podemos andar seguros por la vida, a pesar de las dificultades.
El amor nos da la vida. El amor nos cambia la vida. La experiencia del amor encuentra su plenitud en dar la vida por los amigos. Jesús no sólo nos habla de esto sino que además nos da testimonio con su vida y sus actos.
Jesús nos dice que la unidad de nuestra vida a él puede producir frutos. Esos frutos son la realización de una vida nueva. Es el mensaje que hace más de 100 años nos dejó la Virgen de Fátima.
La paz de Dios es distinta a la que da el mundo. Ésta es sinónimo de merecimiento, aquélla es signo de gratuidad. Jesús nos deja está última como el regalo de Dios que surge de la conciencia de su amor por nosotros.
En la Biblia hay muchos testimonios de fe de las madres. Hoy nos ocupamos de dos: de la madre de los macabeos y de María, madre de Jesús y madre nuestra.
El corazón del hombre busca siempre el rostro de Dios sin saber, muchas veces, que en Cristo se refleja la más bella imagen del Padre y que, en tal sentido, El es el único que puede mostrarnos el misterio del amor de Dios.
Jesús nos da la paz que en estos tiempos nuestro corazón necesita. Frente a la amenza de la muerte, el Señor nos promete la vida eterna.
Jesús es la Luz que nos ilumina, pero a la vez es el reflejo de la gloria de Dios ya que en el permanece desde siempre. Por eso la salvación del hombre pasa por dejarse iluminar por Cristo enteramente.
En la vida hay situaciones difíciles pero éstas no son obstáculo para que Dios actúe por nuestro bien. Por eso nuestra fe y nuestra confianza deben ser plenos de tal forma que avancemos seguros por el camino de nuestra felicidad.
Jesús es el camino, la verdad y la vida y precisa ser recorrido, escuchado y vivido para ser salvación nuestra.
Jesús es el buen Pastor y la puerta del redil humano. Todos cuantos quieran entran en la vida de las personas para evangelizarlas, deberán ingresar por Jesús, asumiendo sus actitudes y sentimientos de Buen Pastor.
El trabajo es expresión de nuestra dignidad de Hijos de Dios y como tal contribuye a ella. Rogamos a Dios para que nos nos falte el trabajo que sustenta nuestras vidas con dignidad y para que acaben las formas escñavizantes del trabajo.
Jesús es el pan de vida; sin embargo, para creer en él necesitamos nacer de nuevo y aspirar a conocer sus pensamientos y su voluntad. El Espiritu Santo nos ayudará por medio de la lectura de la Sagrada Escritura a profundizar este misterio.
El hombre tiene sed de eternidad y sólo Jesús puede satisfacerla; sin embargo es necesario que la fe en él nos prevenga de la distracción de los bienes temporales.
Cristo nos ha dado el encargo y la responsabilidad de ser salvación para el mundo. El no cumplir con dicho encargo hace que el hombre que no conoce a Dios viva condenado a la esclavitud de sus pasiones.
Jesús sabe que el hombre es unidad de alma y cuerpo y por ello se preocupa de atender nuestras necesidades integralmente comprometiendo nuestro apostolado con la expresión de la caridad.
Jesús nos habla de las cosas de Dios porque procede de él. La felicidad del ser humano depende del crédito que demos a sus palabras y a su testimonio.
El hombre es capaz de hacer muchas cosas cuando ama o se sabe amado. Dios nos ama infinitamente y la vivencia de este amor salva nuestras vidas del caos y nos hace vivir felices, porque a ejemplo de Jesús, aprendemos que no hay mayor alegría que dar la vida por amor.
Nicodemo es un hombre bueno pero cobarde que puede representarnos a muchos que no decidimos manifestar nuestra fe en público y comprometernos con ella. Jesús nos urge al compromiso de una nueva vida recibida en el bautismo.
El domingo de la misericordia nos recuerda que la misericordia es una virtud y un don. Virtud humana que encuentra su fuente en el don de Dios.
Cristo resucitado nos urge a ir por el mundo Y proclamar la novedad del amor de Dios para salvar al hombre. El mundo necesita de este amor y cada cristiano tiene la misión de hacer llegar a todos este amor vivido y practicado.
Frente a las situaciones difíciles el hombre necesita la paz de Dios que Jesús nos comunica. Esta paz surge del encuentro con Dios, de la armonía con Él, con los demás y con uno mismo.
En la vida es necesario recordar y volver a determinadas circunstancias para renovar la fe y los compromisos personales. Jesús nos invita a volver al momento en el que nos encontramos con él para renovar nuestra fe.
La alegría cristiana encuentra su fundamento en la resurrección de Cristo. Hoy celebramos este acontecimiento que llena el corazón de gozo.
Recordamos la permanencia del Señor en el sepulcro y en torno a esta circunstancia meditamos el sentido de la alegría y la tristeza.
La Cruz de Cristo nos interpela a amar como Cristo nos amó y a dar la vida por la salvación del mundo.
La Pascua es la fiesta de la libertad, una libertad que se forjó en el sacrificio de Cristo y que nos enseña a amar y a valorar los dones de Jesús a su Iglesia y al mundo entero.
Audios preparados para el tiempo de Adviento del 2019.