Mensaje bíblico semanal de fe y esperanza para acompañarte en el camino de la vida.
La Transfiguración revela a Jesús como la gloria de Dios encarnada, mostrando quién es y qué vino a hacer. El sermón aborda dos puntos clave: primero, el significado de la Transfiguración, revelando a Jesús como el puente entre Dios y la humanidad, y segundo, cómo podemos responder y vivir a partir de la Transfiguración, escuchando a Cristo y viviendo conforme a Su Palabra cada día.
¿Qué sucede cuando morimos? Para los creyentes, el pecado se queda en la tumba porque el pecado no es eterno. Aunque seremos sembrados en corrupción, Dios nos levantará, y sin que perdamos la esencia de lo que somos, nos dará un cuerpo libre de corrupción. Esa será nuestra restauración total y definitiva para toda la eternidad. Esa será la hora del reencuentro de todos los hermanos y hermanas del pueblo de Dios. Viviremos eternamente sin pecado, sin dolor, y con Cristo en medio de nosotros.
San Pablo basó su mensaje en la obra más magnífica de Dios: la muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo. Dios nos perdona nuestros pecados porque Cristo murió por nosotros en la Cruz. Pero esa muerte sacrificial no tendría ninguna validez si Jesús no hubiera resucitado de entre los muertos. La resurrección corporal de Cristo es el sello de aprobación de Dios de que Cristo hizo plena satisfacción por los pecados de todo el mundo. Eso te incluye a ti y a mí.
Jesús toma prestado el bote de un pescador y desde allí enseña a la multitud. Luego, en el mismo bote, realiza una pesca milagrosa que deja asombrados a los presentes. Después de esto, llama a aquél pescador a dejar sus redes atrás y convertirse en un "pescador de hombres." Es lo mismo que hace el Señor en las barcas de nuestras vidas. Él viene a nosotros, nos enseña Su Palabra, obra fe y maravillosos milagros en nuestras vidas a través del perdón de nuestros pecados, y finalmente nos llama a predicar sus buenas noticias de salvación a todas las personas.
José y María presentan a Jesús en el Templo, obedeciendo las leyes de purificación y dedicación. Este acto muestra su humildad y fidelidad a la ley, subrayando a Jesús como cumplimiento de las profecías y esperanza de la redención prometida. Esa esperanza se transformó en realidad para el pueblo de Israel y para toda la humanidad.
Las palabras de las Sagradas Escrituras: "¡El gozo del Señor es nuestra fuerza!" vienen a los que estamos en un mundo oscuro, triste, agresivo, y violento. Nos damos cuenta de que no hay a qué aferrarse para tener un poco de alegría que perdure. Solo Dios la puede dar. Solo Dios ha vencido en Cristo, al diablo, al pecado, y a la muerte. Solo Dios es eterno y, por su gran misericordia, comparte con sus hijos el cielo para toda la eternidad. ¡Cómo no estar contentos! A pesar de todo lo que pasamos, podemos estar alegres en el Señor. Él es la fuente de nuestro regocijo. Y para que la alegría sea completa, Dios nos alienta a "compartir todo con los que nada tienen".
En las bodas de Caná, Jesús realiza su primer milagro transformando el agua en buen vino. Esta obra es el principio de sus señales que tienen como fin manifestar la gloria de Dios y llevar a muchos a creer y tener vida eterna en él. El milagro de Caná nos muestra la generosidad y provisión del Hijo, y nos prepara para beneficiarnos de sus señales mayores, es decir, su muerte y resurrección. Jesús es la gran señal de Dios en la tierra. Es lluvia de bendición.
En este domingo los cristianos recordamos el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo. La cultura y creencias erradas nos hacen pensar que el Bautismo es una obra humana, es decir, algo que hacemos nosotros por Dios y no la obra del Señor en nosotros. Por eso nos preocupamos más por la fiesta, los padrinos, y la parafernalia, y dejamos a un lado lo mejor del Bautismo: la gracia. De principio a fin, el Sacramento es la obra de amor de Dios por nosotros, quien --sin esperar nada a cambio-- envió a Su único Hijo a cumplir toda justicia con su vida, bautismo, muerte y resurrección.
Este sermón "El preadolescente en el templo"," se centra en Lucas 2:40-52, donde se narra la fascinante historia de Jesús como un niño de 12 años. Jesús se encuentra en el templo, asombrando a los maestros con su sabiduría. El sermón reflexiona sobre la transición de Jesús hacia la vida adulta, su relación única con Dios como su Padre y cómo este episodio desafía la comprensión tanto de sus padres como de quienes lo rodean. Se invita a los oyentes a atesorar a Cristo, recordando su obediencia y amor constante.
Dios no amenazó a Jesús para que obrara la salvación ni le ofreció un premio. No hubo negociaciones en la Santa Trinidad sobre cómo mostrar el amor de Dios por la humanidad. Dios actuó con simpleza: se hizo bebé, hombre, y habitó entre nosotros alumbrando con su sabiduría divina nuestro camino.
¿Por qué no obra Dios en una forma un poco más drástica para eliminr las injusticias? A veces pensamos que Dios llega demasiado tarde al rescate. Pero Dios obra la salvación del mundo a su manera, en sus tiempos y usando los medios que él mismo se propuso usar desde la eternidad.
Jesús dijo: "A la sabiduría la reivindican sus hijos". Juan el Bautista y Jesús son los hijos de la sabiduría. Parecía una sabiduría tonta, austera, y liberal al mismo tiempo. En Cristo, la sabiduría de Dios incluyó vergüenza, derramamiento de sangre y muerte. Incluyó todo lo que parecía debilidad, pero, en realidad, fue lo más fuerte del mundo, tan fuerte que venció al diablo, a la muerte y al infierno. Hoy, la obra de misericordia de la iglesia reivindica lo que Jesús hizo al morir y resucitar. Hoy, Dios nos ilumina con el Espíritu Santo para que sigamos proclamando la sabiduría de Dios en Cristo.
El Dios eterno y santo se metió en la historia de este mundo atribulado y desesperanzado, donde la mentira y la mezquindad abundan, entrando en el seno de una joven virgen de nombre María. Dios se hizo carne, ser humano como nosotros pero sin pecado, para padecer nuestras tristezas y dolores y para cargar con el castigo que nuestro pecado merecía.
¿Cómo ves el futuro? ¿Has tratado de imaginarte cómo será tu existencia en los próximos años? Los discípulos de Jesús, que lo habían dejado todo para seguirlo, así se lo preguntaron a su maestro. Y la respuesta de Jesús les dio mucho en qué pensar.
Jesús volverá en el día final a juzgar a los vivos y a los muertos. Aunque muchos han jugado a adivinar, los creyentes no sabemos ni el día ni la hora de este regreso de Cristo. Tampoco nos compete a nosotros saberlo. Lo importante es que escuchemos a Jesús invitarnos a estar despiertos y preparados. Cuando nuestra fe se duerme a causa del pecado, nuestra relación con Dios se ve afectada y también nuestra preparación para nuestro encuentro con Él. Vivir despiertos es caminar confiados en las promesas de Jesús y encontrarlo en la vigorosa Palabra de Dios y en los Sacramentos.
Jesús no quiere perdernos, no quiere que nos desanimemos ni que suframos en vano, como tampoco quiere que su sufrimiento y muerte en la cruz por los pecados de la humanidad sean en vano.
Jesús se sentó frente al tesoro del templo a mirar cómo la gente traía sus ofrendas, estaba mirando sus corazones, no sus manos ni sus monedas ni su lujosa vestimenta. Jesús podía y puede leer el corazón. ¿Podemos nosotros leer el corazón de Dios? Jesús ofrendó su vida en silencio. Fue ejecutado. Lo dejaron colgado de unos clavos, desnudo. Jesús murió sin nada. Pero, Dios nos presta sus ojos para ver la motivación y las intenciones de Jesús. El Espíritu Santo nos ayuda. Dice: "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor suave" (Efesios 5:2).
El sermón sobre las bienaventuranzas inicia con el contexto de esta enseñanza de Jesús, enlazando con el Antiguo Testamento y el Sermón del Monte. Se explora el contenido de las bienaventuranzas, destacando las actitudes de los que forman parte del reino y las bendiciones prometidas. Finalmente, se revela la clave: Jesús cumple la Ley en favor del ser humano haciéndonos dichosos para Dios.
Bartimeo, el ciego sanado por Jesús, inmediatamente siguió tras Él. ¿Hasta dónde lo siguió? Es posible que, apenas unos días después, Bartimeo haya acompañado a Jesús en su entrada triunfante a Jerusalén y haya visto la limpieza del templo, y luego Su crucifixión y muerte. ¿Qué ha hecho Cristo por ti que te impulsa a seguirlo? ¿Hasta dónde lo sigues? ¿Qué ves cuando vas tras él?
Esfuerzo y posibilidad van tanto de la mano, como imposibilidad y milagro. El esfuerzo lo podemos hacer nosotros, pero el milagro solo lo puede hacer Dios, pues solo Dios hace posible lo imposible.
Jesús sabe que no somos buenos a la manera de Dios, por lo que viene a traernos la paz de saber que él tiene cuidado de nosotros y con mucho amor nos envía a usar los dones recibidos para cambiarle la vida a nuestro prójimo.
La pregunta de los fariseos sobre el divorcio en Marcos 10 proporciona a Jesús una oportunidad para remontar la discusión acerca del diseño divino del matrimonio. Aunque la ley de Moisés permitió el divorcio debido a la dureza del corazón humano, esto no era parte del plan original de Dios. Se destaca la importancia de recibir el reino de Dios con la humildad y confianza de un niño al recibir y depender de la gracia Divina.
Dios no hace favoritismos, no mira a unos con compasión y a otros con odio. Dios no está en nuestra contra, sino a nuestro favor. La vida, muerte, y resurrección de Jesucristo es la muestra más contundente de su amor por nosotros.
Los discípulos ven las grandes obras de Jesús y quieren ser como él. Pero no entienden que el más importante en el reino de los cielos no son las personas poderosas que imponen su autoridad sobre otros. Jesús tiene que enseñarles a sus discípulos que los primeros son los siervos de todos. La obra más grande de Jesús es su servicio hasta la cruz, donde da su vida para el perdón de nuestros pecados. Jesús nos da su Espíritu Santo para hacernos discípulos que sirven al prójimo, compartiendo con ellos sus buenas nuevas de salvación y toda buena obra.
¿Qué heridas nos acompañan desde hace mucho tiempo?¿Qué traumas nos tienen acorralados con miedos y frustraciones?¿Qué arrastramos en nuestro corazón y por qué no le traemos nuestro dolor y nuestras incertidumbres a Jesús?¿Será porque Jesús no siempre respondió a nuestros ruegos como esperábamos? Muchas veces los cristianos hemos clamado:"Dame más fe, Señor", y tal vez, ese sea el mejor reclamo que le podemos hacer a Dios. Miremos a Jesús y a sus promesas y escuchemos sus palabras:"Para quien cree, todo es posible".
Jesús escucha y responde las peticiones que los corazones sinceros. Él siempre tiene los oídos abiertos para las personas de toda raza y cultura. Y, cuando escucha nuestro clamor, siempre obra para bien.
El sermón se centra en Marcos 7, donde Jesús discute con líderes religiosos sobre las leyes de limpieza y pureza del Antiguo Testamento. Destaca que todos experimentamos una sensación de impureza y ansiamos la limpieza, pero los esfuerzos humanos no son suficientes. Jesús señala que la verdadera limpieza debe venir desde adentro. Concluye enfatizando que solo Jesús puede purificarnos, como lo muestra su sacrificio en la cruz.
Los seres humanos somos lo que las tradiciones y costumbres han hecho de nosotros. Ya sea la comida que comemos, la forma en que nos vestimos o el tipo de música que escuchamos, seguimos las costumbres heredadas o adoptadas. ¿Son malas las tradiciones? ¿Son buenas las tradiciones? Todo depende de lo que hagamos con ellas.
Cada vez que comemos su cuerpo y bebemos su sangre, Cristo viene a morar con y en nosotros. Por eso, cuando muramos, el Cristo vivo dentro de nosotros nos levantará de los muertos: porque él no muere más, y porque su poder para resucitar sigue y seguirá intacto. En el sacramento de la Santa Cena Cristo nos provee pan, carne y un lugar adónde ir. Su propio pan, su propio cuerpo, su propia casa.
Cristo, el pan de vida, borra nuestras culpas, calma nuestras ansiedades, diluye nuestros miedos y restaura nuestras debilidades, para que encaremos esta vida temporal con la esperanza firme de la vida eterna.
Dios, en su infinita misericordia y amor por todos sus hijos, nunca olvida nuestras necesidades esenciales. Él provee. En lo poco o en lo mucho, Él se ocupa de sostenernos para esta vida con el pan de cada día, y para la venidera con la fe en Jesucristo, que es el pan de vida para la eternidad.
Cuando nos parezca que estamos transitando por un desierto, recordemos las bendiciones que encontramos en la Palabra de Dios, en el Bautismo y en la Santa Comunión: dones de la gracia de Dios que nos permiten permanecer firmes en la fe.
¿Qué te tocó de la herencia de Dios? Sin que nos merezcamos nada, Dios nos lavó con la sangre de Cristo para que podamos ser sus hijos dignos de estar en su presencia, nos dio la paz que puede cantar en el dolor y que tiene esperanza a pesar de las lágrimas, nos llenó de compasión hacia nuestro prójimo, y nos dio valor para que no dejemos caer los brazos en nuestro compromiso cristiano.
Con su muerte en la cruz y su triunfante resurrección, Cristo nos compró de nuevo para Dios. Él pagó el precio de nuestra libertad. Somos esclavos libres al servicio de Dios y del prójimo. Somos esclavos felices.
La transformación espiritual que experimentamos por medio del Espíritu Santo nos libera del poder del pecado y nos capacita para vivir una vida nueva en Cristo, animándonos a crecer en nuestro caminar con Dios y a reflejar su amor y carácter en todas nuestras acciones.
Para muchos, la cruz de Cristo es locura y escándalo. Pero quienes creemos en ella por el poder del Espíritu Santo la abrazamos con gratitud, porque ella es nuestra posesión más preciada y perfecta de perdón y bendición.
Así como Dios buscó reconciliarnos con él cuando éramos sus enemigos, así también nosotros ahora somos llamados a amar a nuestros enemigos y a llevar la paz que de Él recibimos y compartir sus dones incluso con quienes nos molestan y desean nuestro malestar.
Aunque sufrió intensos dolores físicos, emocionales, y espirituales que lo hicieron sudar sangre y aunque cayó bajo el peso de la cruz y fue colgado como un repulsivo criminal, Cristo no fue débil. En realidad, su pasión fue su punto fuerte, pues sus hombros se llevó a la cruz todos los pecados de todas las personas del mundo, para comprarnos con su muerte la reconciliación con Dios.
Nuestra fe cristiana no nos lleva a aborrecer ni a ser indiferentes ni a despreciar a nuestro hermano. No andamos por la vida concentrados solo en nosotros mismos, sino que andamos con el corazón abierto y generoso para ser de apoyo y de ayuda al hermano que tiene necesidad.
Dios nos ha amado tanto que nos ha librado del temor al castigo, para que vivamos según el fruto del Espíritu Santo que incluye ante todo el amor. Sin miedo a ser condenados por Dios, somos libres para vivir según el Espíritu Santo en amor al prójimo.
La perspectiva del ser humano no tiene en cuenta la perspectiva de Dios. Aunque queramos hacer el bien a la manera de Dios, no alcanzamos a hacer algo que resplandezca por su santidad. Sin embargo, en Cristo Dios practica su misericordia y perdona a todos los pecadores arrepentidos.
¿Cómo encontramos paz en medio de nuestros conflictos y aflicciones? Viviendo en amor obediente a Dios. Porque amamos, escuchamos y obedecemos su Palabra, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, viene a vivir con nosotros, trayendo sus dones de perdón, paz y amor.
¿Te imaginas cómo viven las personas que no conocen la compasión de Dios, que piensan que deben llevar su culpa a la tumba, que tiemblan ante la perspectiva de la muerte porque no conocen al Padre ni a Cristo, ni saben nada del cielo glorioso que Dios tiene para sus hijos en la eternidad? A ellos Dios nos ha llamado a darles testimonio de nuestra fe, guiados por su Espíritu Santo.
¿De qué forma puede Dios transformar nuestra tristeza? ¿Cómo podemos ser conscientes del amor de Dios en medio de la de tristeza o soledad? El Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo, habita en nosotros para darnos consuelo en toda aflicción y también nos prepara para que demos consuelo a los que sufren.