Sacerdote católico. Capellán en la Ciudad de los Niños. Parte de mi dedicación pastoral es con jóvenes universitarios.
La perfección a la que Dios nos llama es la del amor. Sabernos hijos muy amados, nos llevará a querer agradar a nuestro Padre Dios en todo lo que hacemos.
Si se arroja al demonio mudo, todo sale bien, se camina feliz, todo marcha. (Cf. Forja 127).
La vida de San José pone ante nuestra mirada la belleza de una vida fiel.
El Señor se nos da con todo su Ser en la Eucaristía. Nosotros queremos corresponder a ese amor con una vida generosa.
Tener la luz de Cristo que disipa las tinieblas. Iluminar a los demás con la seguridad que Cristo está siempre con los brazos abiertos para recibirnos.
¿Tú has sentido miedo? Yo muchas veces. Cómo hacer para superarlo. En el evangelio el Señor nos dice “Tranquilícense y no teman. Soy yo”. Tratar a Jesús nos dará mucha paz, seguridad y confianza.
“Va y vende cuanto tiene y compra aquel campo” (San Mateo 13, 44- 52). El señor nos enseña a descubrir el tesoro de la amistad con él y en él con todos los demás.
Este domingo la Palabra del Señor nos habla de la semilla que lanzó el sembrador, alguna cayó en buena tierra y dio mucho fruto. La buena tierra no se da por sí sola, hay que prepararla. ¿Cómo podemos trabajar en nuestra vida para llegar a ser esa buena tierra? Vamos a platicarlo en este podcast.
¿Te has preguntado alguna vez si eres una persona sencilla y humilde? ¿En qué consisten estas virtudes? ¿Son realmente importantes? La Palabra de Dios del próximo domingo nos lleva a meditar en estas virtudes mirándolas en Jesucristo. Él no solo fue humilde, sino que sufrió humillación y a través de esa humillación nos rescató de la esclavitud del pecado. “Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (San Mateo 11, 25-30). Hoy quiero compartirte un poco de la vida de Santa Teresita del Niño Jesús, que mostró a la Iglesia un camino de santidad en la humildad y sencillez.
Te has preguntado qué es lo que te hace realmente feliz. Si examinamos nuestra vida quizá podamos encontrar que los momentos de mayor gozo es cuando hemos sido generosos. El evangelio del próximo domingo nos recuerda “el que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará”.
¿Cómo es posible que un joven profundamente cristiano termine formando parte del cuerpo militar élite de la Alemania Nazi? La vida de este joven Alemán de nombre Gereon Goldmann confirma que se puede ayudar a los demás, hacer el bien y combatir el mal, en este caso el nazismo, incluso en los peores ambientes, como las SS. Nuestro Señor nos invita este domingo “no tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma”...
Padre, me siento cansado, desanimado, qué libro me recomienda para encontrar una luz. Recordé un libro que leí hace unos años “El hombre en busca de sentido” de Víctor Frankl. Él sostiene que “quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo”. “Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea”.
Jn 6, 51-58 “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él... El que come de este pan vivirá para siempre”. Celebramos la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, agradeciendo al Señor con toda nuestra vida su Amor que llega al extremo de quedarse para siempre con nosotros en la forma de pan y vino. Hacemos actos de Fe, esperanza y caridad. Señor creo firmemente que en la Eucaristía estás realmente presente con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.
Padre , ¿cuáles son las cosas que más le han enriquecido en su vid? Sin duda la amistad. La amistad es lo que más valoro en la vida, primero la amistad con Dios y de ahí con todos los demás. Es la mejor forma de disfrutar la vida, es a lo que le dedico más tiempo. Así nos enseña Jesús. Un amigo es un tesoro.
Jn Mc 12, 1-12 “¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente? El Señor nos prepara una viña y nos la deja para que la trabajemos y demos frutos de fe, buena conducta, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, amor fraterno, caridad. Quien encarna todos estos frutos es Jesús, Él quiere marchar con nosotros para ayudarnos, no lo rechacemos como hicieron los malos viñadores, al contrario, dejémosle entrar, solo con Él podemos edificar nuestra vida sobre roca firme.
Preparando la solemnidad de Pentecostés queremos fijarnos en sus frutos, que son los Santos. El Espíritu Santo continúa obrando en el corazón de los fieles las maravillas que realizó en los comienzos de la predicación evangélica.
Jn 21, 15-19 “Señor. tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas”. El Señor confía en Pedro, perdona sus negaciones pasadas y Pedro por tres veces confirma su amor al Señor, ahora con la experiencia de su debilidad, lo hace con toda humildad, “tú sabes que te quiero”. Cada uno queremos hacer este acto de Fe y de amor ante el Señor. Una consecuencia de este amor es cuidar de los demás, ayudarlos a que caminen hacia el Señor.
Jn 17, 20-26 “... que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno... que los amas, como me amas a mí”. Jesús sacerdote intercede ante el Padre para que nosotros participemos de la unidad perfecta de la Santísima Trinidad. Si lo pensamos despacio es para que nuestro corazón y nuestra cabeza rebosen de gozo y de paz. Todo el amor del Padre para nosotros, el mismo amor con que ama a Jesús es para cada uno de nosotros. Ante nuestras tristezas, preocupaciones, necesidades, acerquémonos confiadamente al trono de la gracia, a la presencia de Dios en nuestra alma.
Jn 17, 11-19 “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros”. La oración sacerdotal de Jesús en la última cena. Intercede por cada uno para que participemos en el amor de las tres Divinas Personas, “que sean uno, como nosotros”. Nuestra vida ha de ser un trato continuo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en medio de nuestras actividades ordinarias, que reflejemos ese amor de Dios.
Jn 17,1-11 “ Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo... y por el poder que le diste sobre toda la humanidad, dé la vida eterna a cuantos le has confiado”. Jesús hace su oración sacerdotal en esa perfecta comunicación entre las tres Personas Divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. En esa corriente de amor estamos incluidos nosotros. Jesús nos quiere dar la vida eterna, es decir el conocimiento del Dios verdadero.
Jn 16, 29-33 “En el mundo tendrán tribulaciones; pero tengan valor, porque yo he vencido al mundo”. En Jesús somos siempre vencedores. Él nos envía al Espíritu Santo que nos acompaña de continuo y hace presente en nuestra alma al Padre y al Hijo. Somos Templos del Espíritu Santo. Hagamos muchos actos de Fe en la presencia de la Trinidad Santísima en nuestra alma. Procuremos tener un diálogo continuo a lo largo del día con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
En esta ocasión te ofrezco una meditación que te pueda servir para hacer tu retiro en este mes de mayo. Basta que te des un espacio, una hora, para que en silencio delante del Señor puedas orar, repasar delante de Él y con la ayuda de su Madre Santísima los acontecimientos de estas últimas semanas, cómo te afectan y que espera el Señor de ti. Esta es la oración, como explicaba San Josemaría, conocerle y conocerte, tratarse. Que nuestra Madre Santísima, a la que honramos con especial cariño en este mes de mayo, nos acompañe en este propósito.
Jn. 16, 20-23 ...”ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría”. El Señor nos puede pedir cargar la Cruz a través de una enfermedad, la muerte de un ser querido, dificultades en el matrimonio, como sucedió a Santa Rita de Casia. Si permanecemos unidos al Señor, esa tristeza se convierte enseguida en una gran alegría. No dudemos en decirle al Señor SÍ a lo que nos pide, como hizo la Virgen Santísima.
Jn 16, 16-20 “Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría”. Jesús anuncia a sus apóstoles su próxima pasión y muerte que los llenará de dolor, pero a continuación vendrá la inmensa alegría de verlo resucitado. Jesús es capaz de transformar nuestras tristezas en alegrías unidos a él. Así lo comprendieron los Santos mártires mexicanos que hoy celebramos, San Cristóbal Magallenes y compañeros, que supieron ser fieles hasta la muerte al grito de “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”.
Jn 16, 12-15 “ ... cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena... Él me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío...” Jesús nos habla de la Santísima Trinidad, de la comunicación perfecta entre las tres divinas personas. Nosotros participamos de esa vida divina. Que la Virgen Santísima nos ayude a crecer en ese trato de amor a través de la oración.
Jn 16, 5-11 “Les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré”. En un primer momento el corazón de los apóstoles se entristece porque Jesús les anuncia que se va al Padre. Pero lo que el Señor les está transmitiendo es que se quedará para siempre, el Espíritu Santo lo hará presente en la celebración de la Eucaristía y de cada sacramento, en la oración, en la unidad de la Iglesia. Llenémonos de esperanza y gozo, su “amor perdura eternamente”.
Hoy recordamos a estos dos Santos de nuestro tiempo. La beata Guadalupe supo descubrir su vocación a la santidad en la vida ordinaria, como investigadora en ciencias químicas, y al mismo tiempo en las labores más sencillas del hogar y en la formación de muchas mujeres. El Papa San Juan Pablo II nos deja un ejemplo de amor a la Iglesia y a los hermanos en una entrega de su vida muy unido a la Cruz de Jesús. Hoy en el evangelio Jesús nos pide ser testimonio y esto lo conseguimos por la gracia del Espíritu Santo. Pedimos a estos santos que hoy recordamos, que como ellos, bajo la acción del Espíritu Santo demos testimonio de Cristo.
Pedimos al Señor nos conceda seguir celebrando con incansable amor estos días de tanta alegría en honor del Señor resucitado. Jn 14, 15-21 “... Yo rogaré al Padre y Él les dará otro Paráclito para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad”. No estamos huérfanos, tenemos a la Trinidad Santísima habitando en el centro de nuestra alma, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Sentirse huérfano, es no haber descubierto aún la presencia de Dios, su infinito amor en nuestra vida.
Jn 15, 12-17 “Nadie tiene Amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”... soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca”. Jesús maestro le agradecemos y pedimos por todos los maestros que dan la vida en la dedicación cotidiana a sus alumnos. Para que su fruto permanezca.
San Matías ocupó el cargo que dejó Judas. El Señor, que conoce los corazones lo eligió como testigo de su Resurrección, para desempeñar el ministerio de apóstol. Jn 15, 9-17 “Como el Padre me ama, así los amo yo. Permanezcan en mi amor... les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena”. Esta verdad basta para llenar en plenitud nuestra vida, somos amados con el mismo amor con que Dios Padre ama a Dios Hijo, ese Amor es el Espíritu Santo. Participamos del Amor de la Santísima Trinidad. Pedimos a San Matías aprender a permanecer en el Amor del Señor, a serle fieles. Que nuestra Madre Santísima nos lleve a gozar de la presencia de Dios en nuestra vida y se traduzca en frutos de caridad.
Jn 15, 1-8 “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante, porque sin mí nada pueden hacer”. Permanecer muy unidos a Jesús en la oración, en el evangelio, en la Eucaristía y en la caridad. El amor al Señor lleva al amor a nuestros hermanos. Unidos al Señor y unidos entre nosotros daremos frutos de santidad. La Virgen de Fátima nos pide rezar el Santo Rosario para la salvación de las almas. Ella nos mantendrá muy unidos a Jesús y entre nosotros.
Jn 14, 27-31 “La Paz les dejó, mi paz les doy...No pierdan La Paz ni se acobarden...” La Paz es la presencia de la Santísima Trinidad en nuestra alma. Jesús instituye la Eucaristía para quedarse con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. El Beato Álvaro hizo su primera Comunión un día como hoy. Él desde aquella primera vez que lo recibió hasta su última Misa que Dios le concedió celebrar en el Cenáculo de Jerusalén, donde el Señor instituyó la Eucaristía, fue creciendo en Amor a Jesús sacramentado. Que interceda por nosotros desde el cielo para crecer en Amor a Jesús cada día.
Jn 14, 21-26 “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Que el Espíritu Santo nos lleve a amar, que el motivo de cumplir los mandamientos y todo lo que el Señor nos pida sea el Amor.
Jn 14, 7-14 ... “yo estoy en el Padre y el Padre está en mí...Yo haré cualquier cosa que me pidan en mi nombre” Conocer a Jesús es conocer al Padre pues Él es Dios verdadero, de la misma naturaleza del Padre. Pedirle cosas grandes, vivir en su amistad, llegar al cielo. Esta víspera del día de las Madres pedimos por ellas, que el Señor les ayude en todas sus preocupaciones.
Consideramos en oración las oraciones y lecturas del próximo domingo para sacar todo el fruto que el Señor quiere darnos. Las lecturas de este domingo nos hablan de un crecimiento de la Iglesia por la acción sacerdotal de los discípulos. Todos los bautizados participamos del sacerdocio de Cristo “sacerdocio santo, destinado a ofrecer sacrificios espirituales por medio de Jesucristo”. Sigamos a Cristo, Él es el Comino, la Verdad y la Vida. Pidámosle que nos ayude a descubrir y vivir con fidelidad nuestra vocación en la Iglesia. Agradecemos por nuestras madres que han seguido esa hermosa vocación.
Jn 14, 1-6 “No pierdan La Paz... en la casa de mi Padre hay muchas habitaciones... Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Paladeamos las palabras del Señor, “no pierdan La Paz”. Él está en el centro de nuestra alma. Él es el camino para llegar al Padre. Conocerlo, tratarlo, seguirlo.
Jn 13, 16-20 “Después de lavarles los pies a sus discípulos, Jesús les dijo... si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos”. Jesús nos da una lección de humildad. Ser servidores de nuestros hermanos. Cuando servimos a un hermano, recibimos a Jesús y el que recibe a Jesús recibe al Padre celestial, en el Amor del Espíritu Santo.
Jn 12, 44-50 “... el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas”. Lo que nos queda es poner lo nuestro, querer esa salvación, disponernos a corresponder. El Espíritu Santo nos inspira constantemente, es el Amor entre el Padre y el Hijo en Persona. Estamos en esa corriente de Amor.
Jn 10, 22-30 “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”. Es necesario el silencio para escuchar la voz de Jesús buen Pastor. Reservar cada día unos minutos para un diálogo íntimo con Jesús, para meditar su evangelio.
Jn 14, 6-14 “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por mí”. Queremos tratar tan de cerca a Jesús como sus apóstoles que hoy celebramos. Jesús es el camino que nos lleva al Padre iluminados por el Espíritu Santo.
Jn 6,60-69 “El Espíritu es quien da la vida; la carne para nada aprovecha. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida, y a pesar de esto, algunos de ustedes no creen”. Experimentamos el desorden de la carne no nos deja sino tristeza, en cambio las cosas de Dios nos llenan de vida, de paz, de confianza. Que nuestra Madre Santísima en este día nos ayude a optar por la Palabra de vida eterna.
Para llegar al cielo tenemos una única puerta que es Jesús “quien entre por mí se salvará... encontrará pastos. Jesús participa su oficio de pastor a todos los bautizados. Por eso a todos nos corresponde en distintos momentos ser oveja pero también ser pastor. Hoy quiero compartir la experiencia de ver en nuestras abuelas a Cristo buen pastor. Dios nos las ha regalado y actúa a través de ellas para mostrarnos el camino al cielo. Quisiera que las valoráramos mejor y busquemos su compañía. Si el Señor ya las llamó, desde el cielo siguen presentes. Alabado sea Jesucristo.
Jn 6, 52-59 “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él”. El Señor es muy claro para decir que Él está verdaderamente presente en la Eucaristía, con su carne y su sangre. Sacramentalmente bajo las especies de pan y vino. En estos días de cuarentena podemos hacer comuniones espirituales, y recibiremos abundantes gracias. Que nuestra Madre Santísima y nuestro padre y señor San José nos lleven a tener más hambre de Jesús.
Jn 6, 44-51 “Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Pedimos a nuestra Madre Santísima tratar con gran cariño a Jesús en la Eucaristía, saberlo acompañar cada día, nuca terminaremos de corresponder a tanto amor. Hoy pedimos por todos los niños del mundo predilectos del Señor “de los que son como ellos es el Reino de los cielos”.
Jn 6, 35-40 “La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en Él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día”. La vida eterna es una vida dichosísima junto al Señor, que ya aquí en la tierra, ahora, comenzamos a saborear.
Comenzamos a escuchar el discurso del Pan de Vida que Jesús pronuncia en Cafarnaúm, después de la multiplicación de los Panes. El Señor sacia toda hambre y toda sed “Yo soy el pan de la vida”. Que María Santísima nos de la pureza, humildad y devoción con que ella recibió a Jesús.
Jn 6,22-29 “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse”. Purifiquemos nuestros motivos para seguir al Señor. No simplemente para que me de o resuelva tal o cual problema sino sobre todo para conocerle y cumplir su voluntad.
Quiero compartir el sentir de estos días de cuarentena a la luz de la Pascua de Resurrección. Hermanos esta cuarentena es solamente física, no espiritual, vamos a abrir nuestro corazón para recibir La Paz del Señor que el mundo no puede dar. En medio de la tristeza, como los discípulos de Emaús, sentiremos arder nuestro corazón por la presencia de Jesús Resucitado.
“Jesús distribuyó el pan a los que estaban sentados, hasta que se saciaron”. Jesús se preocupa de nosotros, de nuestro alimento, y quiere que le ayudemos para alimentar a la multitud. Quizá nos sintamos impotentes como Felipe, qué podemos hacer. Pero él toma lo que le damos con generosidad, lo multiplica y da de comer a la gente hasta saciarse. Jn. 6, 1-15
“... el Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna”. Jesús verdadero Dios y verdadero hombre es nuestro intercesor ante el Padre, por Él somos reconciliados y perdonados. Jn 3, 31-36
“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. Ver a Jesús en la Cruz entregándose por nosotros, con sus brazos abiertos para recibirnos. Abrir nuestro corazón con sinceridad para recibir todas sus gracias.