Reflexiones de la Palabra de Dios, basadas en los textos de la liturgia católica, haciendo énfasis en la primera lectura o el salmo, enfocándolas en el actuar cotidiano y su puesta en práctica como camino de santidad a través de la configuración con el Corazón Misericoridioso de Cristo.
Juan Elías de la Misericordia Divina
Hoy Pablo nos invita a ser misericordiosos, humildes, magnanimos, pacientes, afables y sobre todo tener amor.La Palabra no se revela en el ruido, sino en el corazón que se ha despojado de sí para revestirse de Cristo.¿Estamos dejando que la Palabra nos transforme en compasión activa?
Hoy Pablo nos invita a mirar hacia lo alto: “Busquen los bienes de allá arriba, donde está Cristo.”La Palabra nos revela que el seguimiento exige renunciar a lo que nos ata, para vivir desde lo que nos eleva y no da libertad¿Estamos dispuestos a dejar lo terreno para abrazar lo eterno?
Hoy Pablo nos recuerda que hemos sido liberados por Cristo, quien es desde ahora raíz y fundamento de nuestras vidas, no por méritos propios, sino por su cruz.La Palabra se revela en el lugar del sacrificio, donde el amor renuncia para salvar. Y nos da la plenitud¿Reconocemos que nuestra libertad nace de la entrega de Cristo?
El Nacimiento de la Virgen María nos invita a reproducir la vida de Jesús, mediante la pequeñez que agrada a Dios.Pequeñez que nos hace rechazar el pecado, pequeñez que se reconoce criatura de Dios, pequeñez que recibe todo de Dios, pequeñez que se deja cubrir por la sombra del Altísimo; que se vuelve riqueza de humildad, confianza, abandono, y esperanza, pequeñez que le dice a Dios FIAT
La liturgia de hoy nos habla de sabiduría, libertad y seguimiento.En una cultura que idolatra el control, la Palabra nos invita a confiar.En una Iglesia que se nutre de la Escritura, el seguimiento de Cristo no es automático: exige discernimiento, renuncia y comunión.Esta semana, queremos preguntarnos: ¿Qué me impide seguir a Cristo con libertad? ¿Qué relaciones necesitan ser transformadas por la Palabra? ¿Qué decisiones debo tomar con sabiduría espiritual?
Hoy cerramos la semana XXII del Tiempo Ordinario con una exhortación a permanecer firmes en la fe, adheridos de la esperanza, arraigados en el Evangelio que hemos escuchado.La Palabra se ha revelado en lo pequeño: en la esperanza ante la muerte, en la vigilancia cotidiana, en la gratitud por los frutos, en la sabiduría que transforma, y en la reconciliación que nos devuelve la paz.¿Hemos dejado que esa Palabra nos habite? ¿La hemos escuchado desde abajo, donde Dios habla con claridad?
Paz y alegría … en Jesús, José y María.Hoy escuchamos uno de los himnos más bellos del Nuevo Testamento: Cristo es la imagen de Dios invisible, el primero en todo, el reconciliador del universo.La humildad nos permite reconocer que todo fue creado por Él y para Él.¿Vivimos como si Cristo fuera realmente el centro de nuestra vida?
Hoy Pablo nos regala una oración profunda: pide que la comunidad crezca en sabiduría espiritual, en fortaleza, en gratitud.La humildad no es estancamiento, es apertura al crecimiento.¿Estamos dejando que la Palabra nos transforme desde dentro?
Hoy escuchamos a Pablo dar gracias por la fe, el amor y la esperanza de la comunidad de Colosas. Estos frutos no nacen de estrategias humanas, sino de acoger con humildad la Palabra del Evangelio.¿Nuestra vida refleja frutos que otros puedan reconocer?El lema nos guía: “El que se abaja será elevado: la Palabra se revela a los pequeños.” Que el Espíritu nos ayude a recibirla y dejar que dé fruto.
Hoy San Pablo nos exhorta a vivir despiertos, sobrios, atentos. La humildad no es distracción ni pasividad: es vigilancia interior.¿Estamos atentos a la acción de Dios en lo cotidiano? ¿O nos dormimos en la rutina?
Hoy Pablo nos invita a mirar la muerte desde la fe: no como final, sino como tránsito hacia la comunión eterna.La humildad no solo es actitud moral, sino apertura escatológica: el que se abaja, confía en que Dios lo elevará.Que esta Palabra nos consuele y nos edifique; invoquemos al Espíritu Santo para que nos auxilie en esta tarea.
Hoy cerramos la semana XXI del Tiempo Ordinario con una exhortación sencilla y profunda: amar con sinceridad, vivir en paz, ocuparse de sus asuntos, trabajar con las manos,. San Pablo nos recuerda que la comunión con Cristo se verifica en lo cotidiano.¿Nuestra fe ha generado vínculos esta semana? ¿Hemos vivido en comunión con Él y con los demás?
La comunión con Cristo no se vive desde la comodidad, sino desde la santidad. La voluntad de Dios no es una idea abstracta: es una exigencia concreta que toca el cuerpo, el deseo y la relación con los demás. ¿Estoy dejando que Dios ordene mis afectos y decisiones?“No basta con haberlo conocido: hay que vivir en comunión con Él.” Y esa comunión se verifica en la forma en que vivimos la castidad, el respeto y la entrega. Que sea el Espíritu quien nos edifique con su luz.
Paz y alegría … en Jesús, José y María. Este jueves, San Pablo nos habla desde la Primera a los Tesalonicenses: su consuelo nace de la fe firme de la comunidad. No basta enseñar: también hay que dejarse sostener.¿Quién ha sido consuelo espiritual para ti? ¿Has orado por ellos como signo de comunión?El lema nos guía: “No basta con haberlo conocido: hay que vivir en comunión con Él.” Y esa comunión se expresa en el amor que intercede, en el vínculo que permanece, en la oración que une.
“Paz y alegría … en Jesús, José y María. Seguimos entrando por la puerta que es angosta, conscientes de que la fe, el amor y la esperanza, son ese trípode que sostiene a la comunidad, y que solamente el Evangelio, es capaz de traernos la nueva y definitiva propuesta de felicidad, y en continuidad con esto hoy, San Pablo nos recuerda que la Palabra de Dios no se recibe como una idea, sino como una presencia viva que actúa en quienes creen. La comunidad de Tesalónica no solo escuchó el mensaje: lo acogió como semilla que transforma. Vivir en comunión con Cristo implica dejar que su Palabra nos habite, nos cuestione y nos configure. Escuchemos la Palabra que nos edifica.”
Paz y alegría … en Jesús, José y María. Continuamos esta semana edificando sobre la Roca con la Primera Carta a los Tesalonicenses. San Pablo nos recuerda que el Evangelio, es fuerza transformadora de la sociedad, no se impone por fuerza ni por estrategia, sino que se entrega con ternura, como una madre que cuida a sus hijos. Vivir en comunión con Cristo implica anunciarlo desde la entrega, no desde el poder. Escuchemos la Palabra que nos edifica
Hoy iniciamos, después de nueve semanas acompañados por el Antiguo Testamento, la lectura del Nuevo con la Primera Carta de San Pablo a los Tesalonicenses, el escrito más antiguo que se conserva del Nuevo Testamento. Esta semana nos guía una afirmación que interpela: No basta decir que hemos conocido a Jesús: hay que vivir en comunión con Él.Hoy, San Pablo nos presenta una comunidad cuya fe,caridad y esperanza no se quedaron en palabras, sino que se volvió vínculo, eco, testimonio. Escuchemos la Palabra que nos edifica.”
Paz y alegría ... en Jesús, José y María. Bienvenidos a Edificando sobre la Roca, donde escuchamos y vivimos la Palabra de Dios. En este XXI Domingo del Tiempo Ordinario, abrimos el corazón al llamado de Jesús: entrar por la puerta estrecha, no como imposición, sino como camino de comunión.
Paz y alegría en Jesús, José y María.Hoy llegamos al final de un camino de siete días en el que la Palabra nos ha alimentado y purificado. Desde el domingo, hemos aprendido a recordar las maravillas de Dios, confiar en su mirada, discernir líderes fieles, obedecer con prudencia y permanecer con Él en fidelidad. La figura de Rut culmina su camino de fe con la bendición de formar parte del linaje mesiánico. Y proclama la dicha de quien teme al Señor y sigue sus caminos.
Al iniciar la semana, la Palabra nos llamó a dejar que el fuego de Cristo ardiera en cada uno, luego fuimos convocados a no olvidar las maravillas de Dios; después, nos mostró que Él nos llama más allá de nuestras limitaciones, y que el liderazgo verdadero nace del servicio humilde. Ayer aprendimos el valor de la obediencia sobre promesas precipitadas. Hoy, la fidelidad de Rut nos invita a descubrir que nutrirnos de la Palabra es elegir permanecer junto a Dios y su pueblo, con una confianza sin fisuras, ya que, la Palabra es fuego que purifica y raíz que sostiene.
Paz y alegría ... en Jesús, José y María.Continuamos esta semana, edificando con el fuego de la Palabra que purifica y es raíz que sostiene. Recordamos que el domingo escuchamos a Jesús que traía un fuego que deseaba con ansias que estuviese ardiendo, luego el lunes aprendimos a no olvidar las maravillas de Dios; el martes, que Él nos llama más allá de nuestras limitaciones; ayer, que el liderazgo verdadero nace del servicio y la fidelidad. Hoy, la historia de Jefté nos confronta con decisiones apresuradas y promesas imprudentes, junto al recorderís de que Dios se complace más en el corazón obediente que en los sacrificios externos.
Seguimos Edificando desde la Palabra de Dios que es fuego que purifica y esa Raíz que sostiene, el domingo Jesús nos manifestaba su deseo de que ardiera el fuego que venía a traer, luego el lunes, la Palabra nos llamó a no olvidar las maravillas de Dios. Ayer, aprendimos con Gedeón que, Dios ve en nosotros lo que todavía no vemos. Hoy, en la parábola de los árboles de Jueces, se denuncia la elección insensata de un liderazgo que oprime en lugar de servir. Y también se proclama la victoria que Dios concede al rey que confía en Él. Es un llamado a nutrirnos de la Palabra para discernir y acoger el liderazgo que brota de la fidelidad a Dios.
Ayer, la Palabra de Dios nos invitaba a reavivar la memoria de las maravillas que Dios ha hecho, para mantenernos fieles. Hoy, Gedeón nos muestra que Dios llama incluso a quien se siente pequeño e incapaz. Y nos enseña la dicha de morar en la casa del Señor: ahí se encuentra la fuerza para caminar. Es un día para aprender que el verdadero alimento está en acoger la mirada de Dios sobre nosotros.
Después del domingo, en que escuchamos que la Palabra enciende y purifica, hoy la Dios nos recuerda lo que sucede cuando el pueblo y nosotros le olvidamos y a sus obras, surge el caos. Entre la infidelidad y la misericordia, Dios sigue levantando jueces para rescatar a su pueblo. Es un día para dejarnos corregir y nutrir por la memoria viva de lo que Dios ha hecho por nosotros.
Hoy, el Señor nos habla con imágenes fuertes y directas: fuego, bautismo, división. Jesús dice: “He venido a prender fuego en el mundo, ¡y cómo quisiera que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). No es un fuego que destruye, sino que purifica, ilumina, transforma.En este domingo, la Palabra nos recuerda que seguir a Cristo no es una opción cómoda: es vivir encendidos por el Espíritu, incluso cuando eso implique ir contra la corriente, y a veces, enfrentar incomprensiones. Esta semana nos preguntaremos: ¿cómo dejar que la Palabra sea ese fuego que nos moldea y nos fortalece?
Llegamos al sábado, día de recogida, de contemplación, de fidelidad tejida. Esta semana hemos caminado con el pueblo de Dios y con María, la mujer fiel. El domingo nos llamaba a vivir como “pequeño rebaño” que confía. El lunes nos enseñó el temor reverente. El martes, la certeza de que Dios marcha con nosotros. El miércoles, que la obra continúa más allá de nosotros. El jueves, que la obediencia abre camino. El viernes, que María ha sido elevada como signo de esperanza.Hoy, Josué reúne al pueblo y les recuerda todo lo que Dios ha hecho. Es tiempo de memoria, de gratitud, de elección, de fidelidad, de proyectos. Cerramos la semana reconociendo que nuestra historia está tejida por la mano de Dios.
Hoy la Iglesia se llena de gozo al celebrar la Asunción de la Virgen María. Ella, la humilde sierva del Señor, es elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo. No es solo un privilegio mariano, es una promesa para todos los que siguen a Cristo. Ya que la victoria sobre la muerte empieza ahora; María es la primera en participar plenamente de la victoria pascual, pero todos estamos llamados a ello.Abrimos la Roca para contemplar a María como signo de esperanza, modelo de fe, y madre que nos precede en el camino. ¿Qué significa para ti que María haya sido elevada al cielo?
El domingo nos llamaba a vivir como “pequeño rebaño” que confía y vigila. El lunes nos enseñó el temor reverente. El martes, la certeza de que Dios marcha con nosotros. Ayer, contemplamos que la obra continúa más allá de nosotros. Hoy, la Palabra nos muestra el momento en que el pueblo cruza el Jordán: un paso decisivo, un acto de obediencia, una señal de que Dios cumple sus promesas.Abrimos la Roca para descubrir que la vida espiritual también tiene momentos de cruce: dejar atrás lo viejo, entrar en lo nuevo, confiando en que el Señor abre camino. ¿Qué Jordán estás llamado a cruzar hoy?
Abrimos la Roca para contemplar el misterio de la continuidad. Moisés muere, pero la obra de Dios sigue. Josué toma el relevo. El pueblo entra en la tierra. Dios no se detiene. ¿Cómo vivir hoy con la certeza de que nuestra entrega forma parte de una obra mayor?
El Señor nos enseña que el temor reverente es el fundamento de una vida espiritual auténtica. Hoy, Moisés, en su despedida, nos entrega una promesa que atraviesa el corazón: “El Señor tu Dios es el que marcha contigo; no te dejará ni te abandonará” (Dt 31,6).En este martes, abrimos la Roca para descubrir que la fidelidad de Dios no depende de nuestras fuerzas, sino de su presencia constante. En medio de los cambios, las transiciones y los miedos, Él permanece. ¿Cómo caminar hoy con esa certeza?
El Señor nos llama a vivir con confianza, vigilancia y entrega. Hoy la Palabra nos interpela directamente: ¿qué te pide el Señor tu Dios? No es una exigencia legalista, sino una invitación amorosa a caminar con reverencia, fidelidad y gratitud
La Palabra de Dios, nos introduce a un camino de reflexión, de docilidad y del gozo del Evangelio, hasta entregar nuestra propia vida por esta causa.
La Misericordia de Dios, es grande y quiere que el hombre Viva en plenitud, para ello, se invita a cosas muy concretas: a no confiar en el dinero, a no confiar en nuestras propias capacidades, a no dejarnos llevar por nuestras pasiones desordenada, invitando más bien, cada día, al Espíritu Santo para que nos guíe según la voluntad de Dios.
En la vida buscamos herramientas o seguridades que nos permitan vivir tranquilos, con gozo y disfrutar de todo lo que tenemos, lo único que puede darnos esto, es la sabiduría.
Dios, no nos trata como merecen nuestras culpas, es lento a la ira y rico en piedad y misericordia, ha dado al hombre la capacidad de actuar en conformidad, haciendo el bien y le exhorta al mejor estilo de vida, al de los hijos de Dios, al ser como Dios, ser misericordiosos como el Padre es, entonces, la mejor y más grande aspiración del hombre.
En la humanidad, existe una falta de entendimiento y esta se debe al orgullo que, nos impide vernos verdaderamente como hermanos y que ha trastornado todol equilibrio y que por medio de nuestros intereses egoístas nos va a incapacitando para el diálogo, sin embargo, al hacernos humildes y abiertos a la escucha y a la diversidad, sin encerrarnos en el miedo, experimentamos a Dios Como nuestra seguridad y valoramos lo que lo demás pueden aportarnos compartiendo la experiencia de la salvación en Cristo movidos por el Espíritu.
Después de las calamidades, Dios bendice a Noé, establece una alianza con él y deja una señal para que reconozcamos su misericordia.
Dios, se muestra generoso, trabajando en el ser humano y ofreciéndole la nueva forma de vivir, como un don de su misericordia
Al crecer la maldad en el hombre, su propio actuar genera la destrucción de la humanidad, sin embargo, Dios ,mueve la esperanza recreando al hombre a través de las aguas.
Una advertencia para que, no dejemos espacio al pecado, ni guardemos malos sentimientos, que ofrezcamos lo mejor de nosotros al Señor y así podremos vivir siempre en su presencia llenos de su misericordia y amparados bajo su gracia.
Poner la confianza en lo que es caduco y contingente, es una locura, en cambio, confiar en Dios que no falla, que cumple sus promesas, que trasciende todo, lo penetra todo y lo invade todo, nos consuela, nos conforta, nos trae bendición y sobre todo el gozo y la participación del Reino de Dios
El pecado, tiene una dinámica arrolladora que va destruyendo todo a su alrededor y trae consecuencias nefastas, para la vida del ser humano, sin embargo, Dios en su infinito amor y misericordia viene en auxilio del ser humano para redimirlo y salvarlo
Dios hace una obra maravillosa al crear al hombre y lo colma de gloria y dignidad, le confía la creación y espera en él a que sea su colaborador.
Dios es capaz de transformar el caos , El vacío, la tinieblas y la desolación en belleza, en armonía, luz y nos invita a dejarnos moldear por él
Dios nos capacita con muchos dones y nos acompaña para que nuestras vidas se conviertan en un testimonio de su gracia
Dios nos invita a llevar nuestra vida como la de Jesús, haciendo el bien en todo momento y para eso nos propone el sacrificio de de los labios con la alabanza, de las manos con la misericordia, y del corazón con la obediencia
El don más precioso: la Vida, solo se es posible, si se tiene al Hijo de Dios en nosotros, y tenemos al Hijo de Dios y si creemos en Él, en su venida al mundo como hombre, si participamos del agua del bautismo, de su Cuerpo y su Sangre entregados en la comunión y si vivimos en el Espíritu, que Dios nos da para que podamos permanecer en su amor.
El amor, como estilo de vida, nos permite desarrollar plenamente todas las facultades humanas, asemejándonos a Dios cada vez más en la persona de su hijo Jesucristo, que nos ha venido a salvar y a mostrar la gran capacidad del ser humano para amar.
El amor es un don, que convierte la vida en un gozo y precisamente Dios, nos muestra la esencia del amor, en un acto gratuito que ofrece al ser humano la mayor realización posible
La caridad y la libertad, son las fuentes con las que el Cristiano y todo ser humano debiesen inspirar y guiar sus decisiones y su modo de actuar.
Dios ha enviado a su Hijo, para darnos la libertad del pecado, del dolor, de la enfermedad, de la muerte, de nuestro enemigo, el diablo, y nos pide que conservemos esta libertad y la vivamos plenamente.