En este podcast encontrarás una forma práctica y sencilla de acercarte a Dios. Escucha y comparte a aquellos que lo necesiten.
Un jardinero decía que lo más difícil no era sembrar, sino esperar. La semilla parece “desaparecer” bajo tierra, sin aplausos para la oscuridad del proceso ni para el silencio de los días. Sin embargo, justo allí sucede lo esencial: la raíz se afirma antes de que el tallo aparezca.Así actúa el Señor Jesús en nuestra vida. Cuando oramos, obedecemos y permanecemos, frecuentemente no vemos de inmediato la respuesta; no obstante, la fe echa raíz. Por eso, no confíes en la apariencia del “no pasa nada”; confía en el Dios que obra en lo escondido. Haz hoy lo que te corresponde: riega con oración, quita la mala hierba de los pensamientos que ahogan y recibe la luz de la Palabra. Cuando llegue el tiempo, brotará lo que Él plantó. Si otros crecen más rápido, bendícelos; cada semilla tiene su calendario.Recuerda que la fidelidad cotidiana es el terreno donde germinan los milagros discretos. En lugar de desenterrar la semilla para “ver si va bien”, vuelve a enterrarla con confianza. El Señor no olvida ninguna siembra hecha con fe. La Biblia dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”. (RV1960).
Visitar un taller de cerámica enseña teología. La pieza solo toma forma cuando permanece centrada en el torno; si se descentra, se deforma. El alfarero moja sus manos para evitar que la arcilla se quiebre, que la presión no la destruya, sino que la defina. Además, cuando hay una burbuja de aire, la revienta para que el horno no rompa la vasija. Nada es capricho: cada giro, cada toque, cada pausa tiene propósito.Así es el trato de Dios con nosotros. Cuando nos salimos del centro de Su voluntad, la vida tambalea. Por lo tanto, regresa al centro a través de la Palabra, la oración, la comunidad y la obediencia. Como resultado, no malinterpretes la presión del proceso: el Señor Jesús no aplasta, moldea. El agua de Su gracia te mantiene sensible, pero el fuego de las pruebas consolida lo formado. Además, si descubres “burbujas” de orgullo o autoengaño, permite que Él las exponga antes de que el horno de la vida te quiebre.De modo que, entrégate de nuevo dile al Señor: “Haz como quieras”. En las manos del Alfarero, el barro no termina en descarte, sino en instrumento útil. La Biblia dice en Jeremías 18:6: “¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano…”. (RV1960).
No siempre perdemos horas; a veces perdemos minutos que se escurren entre notificaciones, comparaciones y distracciones en piloto automático. Pero el tiempo no es enemigo; es talento para ser administrado para la gloria de Dios. Para progresar en esto, un joven decidió “rescatar” cinco minutos de cada hora. Por ejemplo, poner la pantalla abajo, tener respiración profunda, hacer una oración breve como: “Señor, ordénanos hoy” y una acción concreta de servicio. Al cierre de la jornada, había ganado casi una hora de vida intencional.El apóstol nos llama a aprovechar bien el tiempo porque los días son malos. Por lo tanto, practica pequeños hábitos de rescate: establece bloques de enfoque, silencia lo innecesario, pon un versículo visible y agenda pausas de oración. Por consiguiente, cambia el “no me alcanza” por “haré lo que sí puedo hoy con fidelidad”. La voluntad de Dios suele forjarse en micro-decisiones que, sumadas, dibujan una vida distinta.Además, pide al Señor Jesús sensibilidad para discernir interrupciones que son invitaciones como una conversación providencial, una necesidad frente a ti o una puerta entreabierta para el bien. Redimir el tiempo no es llenarlo de ruido, sino alinear minutos con propósito. La Biblia dice en Efesios 5:16: “Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos”. (RV1960).
Una mujer empezó a anotar, cada noche, tres agradecimientos específicos del día. No generalidades, sino detalles. Por ejemplo, “la conversación con su vecina”, “el correo que aclaró una duda”, “el atardecer desde la ventana del bus”, etc. Al principio le pareció poco espiritual; luego notó algo: su oración cambió de tono. La queja disminuyó, la adoración aumentó y la ansiedad perdió volumen. La gratitud no negó sus luchas; al contrario, las puso en perspectiva.De modo que, la fe no es amnesia del dolor, es memoria de la fidelidad de Dios. Por lo tanto, abre un cuaderno de gratitud. Anota lo pequeño y lo grande, lo esperado y lo sorpresivo. De modo que, cuando la mente quiera habitar en lo que falta, léele en voz alta lo que ya fue dado. La gratitud no es un accesorio devocional; es una disciplina que forma el corazón y afina la mirada para reconocer al Señor Jesús en medio de lo común.Además, comparte la práctica en familia o con amigos. Las mesas se vuelven altares cuando el agradecimiento toma la palabra. Finalmente, cuando no encuentres motivos, empieza por el mayor: Cristo y Su obra a tu favor. La Biblia dice en 1 Tesalonicenses 5:18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús”. (RV1960).
Una madre de agenda saturada decidió reservar quince minutos diarios para una cita con Dios con la Biblia abierta, una libreta y una taza de café. No era un retiro de fin de semana, ni una madrugada heroica; era constancia. Al principio le costó por la tentación de revisar mensajes “rápidos” o la culpa de no hacer más, pero también entendió que el alma no se alimenta por la acumulación ocasional, sino por pan cotidiano. Con el tiempo, esos quince minutos ajustaron su ánimo, afinaron su oído y reordenaron su día.Así también nosotros. El mundo nos empuja a correr, pero el Señor Jesús nos invita a permanecer. Por lo tanto, agenda tu cita: elige un lugar, un horario realista y un plan sencillo (lee un Salmo, un pasaje del Evangelio y anota una oración). Como resultado, cuando la prisa toque a la puerta, recuérdale que tu prioridad es escuchar primero la voz de Dios.La fidelidad no se mide por rachas extraordinarias, sino por pasos pequeños y constantes. Además, comparte lo que aprendas. Por ejemplo, una frase con tus hijos, una promesa con un amigo o una oración por tu equipo. La Palabra ingerida en secreto producirá fruto en público.La Biblia dice en Mateo 4:4: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. (RV1960).
En una tienda de segunda mano, un músico encontró un violín sin estuche, sin cuerdas y cubierto de polvo. Lo llevó a un artesano, el cual no se burló de sus grietas ni de su puente torcido. Al contrario, las estudió con paciencia. Luego, cambió el alma del violín (esa pequeña pieza interna que sostiene la resonancia), ajustó el puente, colocó cuerdas nuevas y limpió la madera con delicadeza. Cuando el músico volvió, el instrumento “sin voz” cantó. No porque ya no tuviera cicatrices, sino porque esas cicatrices habían sido redimidas por manos expertas.Así obra Dios con nosotros. El pecado, el dolor y los fracasos desalínean el corazón y nuestra resonancia se apaga. Pero el Señor no nos desecha, Él nos restaura. Por eso, entrégale tus grietas y permite que Él ajuste lo interno (tu alma), enderece lo visible (tus hábitos) y vuelva a templarte con Su gracia. La sanidad duele un poco porque requiere de una confesión honesta, de obediencia concreta y de perseverancia en comunidad.Por lo tanto, no declares “inútil” lo que Dios está reparando. Cuando el Señor te pone en Su banco de trabajo, no es para exhibir tus fallas, sino para afinar tu propósito. Así que, cuando vuelvas a sonar, no te gloríes en la madera, sino en el Artesano. La Biblia dice en Isaías 42:3: “La caña cascada no quebrará, y el pábilo que humeare no apagará…”. (RV1960).
Una palabra a tiempo puede enderezar una jornada torcida. Por ejemplo, un maestro que anima, un amigo que ora, un hermano que escucha sin juzgar. No resuelven todos los problemas, pero abren ventanas donde antes solo había paredes. Detrás de ese gesto hay algo profundo: el Señor Jesús usando voces humanas para llevar Su consuelo.Por lo tanto, toma el teléfono o escribe el mensaje que llevas posponiendo. Dile a esa persona: “Estoy orando por ti”, “cuentas conmigo”, o “¿cómo puedo ayudarte hoy?”. No subestimes el alcance de un acto sencillo; ya que Dios multiplica lo pequeño cuando nace del amor.Por esta razón, haz de la edificación un hábito, elige palabras que sanan, ofrece silencios que abrazan, comparte promesas que levantan. Si hoy eres tú quien necesita la llamada, pídesela al Señor y sé honesto con alguien de confianza. La comunidad no es lujo de la fe, es parte de su diseño. Ningún corazón fue hecho para cargarse solo. Por tanto, deja que tus palabras sean puentes y no paredes. Quizá para alguien, tu voz será la diferencia entre rendirse o seguir. La Biblia dice en Proverbios 12:25: “La congoja en el corazón del hombre lo abate; mas la buena palabra lo alegra” (RV1960).
En las calles el amarillo del semáforo no es adorno; es aviso. No significa “acelera”, sino “disminuye y decide con prudencia”. En la vida espiritual también hay señales amarillas. Por ejemplo, inquietudes persistentes, consejos sabios que coinciden, pasajes bíblicos que se repiten, etc. El Señor Jesús, por medio de Su Palabra y Su Espíritu nos invita a bajar la velocidad para escuchar con atención.Por lo tanto, cuando todo dentro de ti grite “¡ya!”, pon el corazón en modo discernimiento. Ora sin prisa, consulta a creyentes maduros, revisa tus motivaciones y pregunta con honestidad: “¿Busco la gloria de Dios o la mía?”. De modo que, si la paz del Señor no te acompaña, espera. Esperar no es perder el tiempo; es invertirlo en la dirección correcta.Además, recuerda que la voluntad de Dios no se contradice con Su carácter. Si para correr una puerta debes quebrar principios bíblicos, esa puerta no viene de Él. La verdadera guía produce fruto de justicia, no atajos de ansiedad. Así que, cuando el cielo ponga el semáforo en amarillo, no te frustres. Agradece el aviso, ajusta el paso y deja que la paz de Cristo arbitre tus decisiones. La Biblia dice en Salmos 27:14: “Aguarda a Jehová; Esfuérzate, y aliéntese tu corazón; Sí, espera a Jehová” (RV1960).
Una vasija con grietas suele terminar en la basura. Pero en manos de un artesano, esas grietas se convierten en líneas de historia. Así también ocurre con el corazón humano. Creemos que nuestras roturas nos descalifican, cuando en realidad pueden convertirse en ventanas por donde la luz de Cristo se ve con mayor claridad.El Señor Jesús no busca perfección aparente, sino vasos disponibles. Por lo tanto, no escondas tus fracturas: preséntalas. La confesión reparte el peso, la oración lo entrega y la obediencia diaria va sellando las fisuras con esperanza. Por eso, tu debilidad deja de ser excusa para convertirse en escenario del poder de Dios.Tal vez pienses: “¿Cómo podré servir con estas grietas?”. Precisamente porque existen, tu compasión será más profunda, tu consejo más tierno y tu fe más auténtica. De tal forma que, la gracia no maquilla; transforma. Además, cuando alguien vea tu vida y pregunte por la fuente de tu resistencia, podrás señalar no tu fuerza, sino el tesoro que te habita. De modo que, no deseches el vaso por estar agrietado. Ponlo en las manos correctas. Allí la fractura no se niega; se redime. La Biblia dice en 2 Corintios 4:7: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (RV1960).
En un parque de la ciudad hay un banco con pintura gastada. Si hablara, contaría historias de reconciliaciones. Por ejemplo, padres que volvieron a intentarlo, amigos que se pidieron perdón, matrimonios que eligieron sanar, etc. No son historias de finales perfectos, sino comienzos humildes. Allí comprendemos que la gracia no niega el pasado, pero sí le quita el poder de dictaminar el futuro.El Señor Jesús es experto en reescribir capítulos. Cuando fallamos, nuestra culpa grita “se acabó”, pero la voz de Dios susurra “empecemos de nuevo”. Por tanto, la vergüenza no es destino; es señal para volver a casa. Por ese motivo, la restauración requiere verdad (llamar pecado al pecado), arrepentimiento (cambiar de dirección) y comunidad (andar acompañados). Así que, la gracia no nos deja como estamos; nos levanta para caminar distinto.Hoy quizá necesitas ese banco al confesar sin excusas, presentar tu herida al Señor y al buscar la ayuda concreta. Si has sido herido, ofrece la posibilidad real de un nuevo trato. No siempre significa volver a lo de antes, pero sí quitar la espina del rencor. De modo que, escribe con Dios una página nueva. Las misericordias del Señor no se agotan; se estrenan cada mañana sobre quienes se rinden a Él. La Biblia dice en Miqueas 7:18: “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (RV1960).
Hay días en que nos levantamos como si cargáramos una mochila invisible. No tiene cierres ni bolsillos, pero pesa: preocupaciones por el trabajo, culpas no resueltas, temores que nadie ve. Caminamos con esa carga a cuestas y, sin darnos cuenta, ajustamos el paso a su peso. La vida se vuelve más lenta, las oraciones más cortas, la esperanza más baja. Sin embargo, el Señor Jesús no nos llamó a fingir ligereza, sino a entregar lo que nos abruma.Por lo tanto, detente y revisa tu mochila: ¿qué pensamiento te quita la paz?, ¿qué conversación postergas?, ¿qué culpa sigues cargando después de haberla confesado? Llévalo todo a la presencia de Dios. Vaciar la mochila no es irresponsabilidad; es obediencia. Por eso, practica tres acciones sencillas: ora con honestidad (di lo que realmente piensas), comparte con alguien maduro en la fe (la carga se divide cuando se habla) y ordena lo que sí puedes hacer hoy (el resto, entrégalo al Señor).De modo que, no intentes recorrer un maratón con piedras que Cristo ya te invitó a dejar. La gracia no solo perdona; también aligera. Y cuando la carga vuelva a aparecer, recuerda que soltar no es un evento único, sino una disciplina diaria de confianza. La Biblia dice en 1 Pedro 5:7: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (RV1960).
No todas las oportunidades vienen con rótulos luminosos. A veces, Dios deja una puerta apenas entreabierta como una conversación casual, una tarea pequeña o un servicio discreto. Esperamos la gran plataforma y pasamos por alto el pasillo estrecho que conduce a ella.La fidelidad se prueba en los umbrales. Por lo tanto, cuando veas una rendija de posibilidad, ora y avanza un paso. Tal vez no veas el salón completo, pero al cruzar, la luz crece. En consecuencia, abandona el perfeccionismo que paraliza y abraza la obediencia que camina. La voluntad de Dios suele revelarse mientras obedecemos, no antes.Además, recuerda que “poca fuerza” no es excusa, es oportunidad para que el poder del Señor Jesús se perfeccione. Él abre y nadie cierra; cierra y nadie abre. Nuestra parte es guardar Su Palabra y mantener Su Nombre en alto aunque el espacio sea pequeño.De modo que, no desestimes la puerta entreabierta de hoy. Podría ser el inicio de una historia que mañana llamarás milagro. La Biblia dice en Apocalipsis 3:8: “Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”.
Hay mesas que se alargan con una pieza adicional en el centro. Así es la hospitalidad cristiana: una vida que “extiende” su espacio para que otros quepan. No se trata solo de un comedor lleno, sino de un corazón dispuesto. La casa perfecta no transforma vidas, el amor sincero, sí.La hospitalidad abre puertas a conversaciones que sanan, a oraciones que levantan y a amistades improbables. Por lo tanto, no esperes tener “todo en orden” para invitar. Comparte lo que hay. Esto puede ser una sopa sencilla, un café honesto, una escucha sin prisa. En consecuencia, tu mesa puede convertirse en altar donde el Señor Jesús cura soledades y enciende esperanza.Además, la mesa extendida también se practica fuera de casa. Por ejemplo, en el trabajo, en la iglesia, en el vecindario, dejando un asiento libre para el nuevo, una palabra para el que llega tarde a la vida, una invitación para quien siempre queda fuera. Por lo tanto, la generosidad abre caminos que los sermones no siempre alcanzan.De modo que, prepara hoy un lugar más. El Reino se parece a una mesa donde hay sitio para otro.La Biblia dice en 1 Pedro 4:9–10: “Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”.
Quizá te ha pasado que escribes un mensaje largo para “poner en su lugar” a alguien. Cada frase afilada parece justa, cada argumento impecable. Estás a un clic de enviarlo… y el Espíritu te detiene. Entonces, apagas la pantalla, respiras, oras, relees. Descubres que parte de tu impulso no era celo por la verdad, sino necesidad de ganar.La sabiduría del cielo no niega la confrontación; la redime. Hablar la verdad “en amor” significa elegir el tono, el momento y la intención correctos. Por lo tanto, antes de enviar, filtra tu mensaje por tres preguntas: ¿es verdadero?, ¿es necesario?, ¿es edificante? Si falla en alguna, edítalo o no lo envíes.De modo que, practica la santa pausa. La blanda respuesta no es debilidad, es poder bajo control. Además, cuando debas corregir, empieza reconociendo tus propias faltas, ofrece caminos de solución y cierra con esperanza. La gracia no diluye la verdad; la vuelve audible.Hoy quizá el milagro no sea una gran reconciliación pública, sino un mensaje no enviado que evitó una herida. El cielo aplaude esas victorias silenciosas.La Biblia dice en Proverbios 15:1: “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor”.
Una vez me encontré un reloj antiguo sin manecillas en una tienda de segunda mano. Marcaba la hora en silencio, pero de ninguna hora. Me recordó a nuestras temporadas de espera y cuando la vida parece detenida. Por ejemplo, solicitudes sin respuesta, tratamientos largos, puertas que no se abren, oraciones sin respuesta, etc. Queremos que Dios acelere todo, pero Él nos enseña a habitar en el tiempo con fe.Esperar no es pasividad, es disciplina de confianza. Por eso, en la “sala de espera” del alma, ora con honestidad, cumple lo que sí te toca hoy y rehúsate a construir futuros imaginarios de miedo. Al contrario, transforma cada día en altar, presenta tu agenda, tus personas y tus cargas delante del Señor Jesús. Él no se retrasa, sino que nos prepara. Además, la espera purifica motivos, reajusta prioridades y hace espacio para la obediencia sencilla.De modo que, cuando el reloj de Dios parezca sin manecillas, recuerda que Sus promesas no pierden vigencia. Él obra en lo invisible, alinea circunstancias y fortalece tu raíz. Por lo tanto, no midas a Dios por tu cronómetro; mide tu corazón por Su Palabra.La Biblia dice en Salmos 31:15: “En tu mano están mis tiempos; Líbrame de la mano de mis enemigos y de mis perseguidores”.
Una discusión familiar terminó con una puerta cerrada y un abrazo que no llegó. Pasaron los días y el orgullo levantó muros, mientras el corazón pedía puentes. En la noche, la conciencia susurraba: “Pide perdón”. Pero la mente respondía: “Que lo haga primero”. Ese forcejeo interno lo conocemos bien: queremos paz, pero exigimos que el otro dé el primer paso.Sin embargo, el Señor Jesús nos llama a una valentía diferente: la del perdón que se adelanta. Perdonar no es aprobar la ofensa, es renunciar a cobrarla por nuestras manos y entregarla a la justicia de Dios. Por lo tanto, el perdón es una decisión antes que un sentimiento, ya que los afectos suelen llegar después de la obediencia.De modo que, si hoy hay un abrazo pendiente, ora y toma la iniciativa: manda un mensaje humilde, propone un café, baja el tono y eleva la gracia. Tal vez no controles la respuesta del otro, pero sí tu obediencia, y aun si el abrazo no llega de inmediato, la paz de Dios comenzará a habitar en tu corazón. El Reino avanza cuando un hijo(a) de Dios decide perdonar como fue perdonado. La Biblia dice en Efesios 4:32: “Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
Un músico contó que lo más difícil no era tocar frente a miles, sino la hora silenciosa después del concierto, cuando ya no hay luces ni ovaciones. En ese momento, dijo, uno descubre si toca para ser visto o porque fue llamado. La soledad posterior revela el motivo del corazón.La vida espiritual también se prueba cuando nadie nos aplaude. Por ejemplo, servir en lo escondido, perdonar sin reconocimiento y dar sin publicar. El Señor Jesús nos invita a vivir para la audiencia de Uno. Por eso, el valor de tu obediencia no lo define el ruido externo, sino la mirada del Padre.Practica hoy las disciplinas secretas: ora a puerta cerrada, bendice sin firmar y ayuda sin contarlo. Tal vez nadie lo note, pero el cielo sí. Además, cuando el cansancio susurre que “no vale la pena”, recuerda que la recompensa no es el aplauso, sino la presencia del Señor que te ve y te sustenta. De modo que, cuando el escenario quede vacío, permite que tu corazón siga lleno de adoración, porque la madurez se mide por lo que hacemos cuando nadie mira. La Biblia dice en Mateo 6:4: “Y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”.
Hay días en que todo parece retrasarse: semáforos eternos, filas interminables, reuniones que se mueven de hora. Sin embargo, más tarde descubrimos que aquel “atraso” nos libró de un problema, nos permitió un encuentro clave o nos dio oportunidad de servir a alguien. La providencia de Dios suele bordar a través de demoras que no pedimos.Cuando el plan se altera, nuestra ansiedad quiere tomar el volante. No obstante, la fe nos recuerda que el Señor gobierna incluso los minutos “perdidos”. Por eso, la pregunta no es “¿por qué me pasó esto?”, sino “¿para qué quiere Dios usarlo?”. A veces, el hilo rojo de Su propósito solo se ve desde el reverso del tapiz y requiere paciencia para esperar el resultado.Por lo tanto, entrégale tus horarios al Señor Jesús. Él no llega tarde. Él llega justo a tiempo para formar tu carácter, abrir la puerta precisa y cerrar las que no convienen. Mientras esperas, sirve donde estás, ora por quien tienes al lado y confía en que el plan de Dios no depende de tu reloj. La Biblia dice en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”.
Un guía de montaña explicó a su grupo que llevar un mapa es esencial, pero inútil si no sabes dónde estás parado. Por eso, además del mapa, cargaba una brújula. El mapa mostraba el terreno, pero la brújula indicaba la dirección. Solo con ambos podía trazar una ruta segura.La vida cristiana se parece a esa caminata. La Palabra de Dios es el “mapa” que revela la voluntad del Señor; el Espíritu Santo actúa como “brújula” que orienta nuestro corazón en decisiones concretas. Entonces, cuando intentamos avanzar solo con intuiciones, nos perdemos; cuando miramos el mapa sin obediencia, nos estancamos.Por lo tanto, abrir la Biblia cada día y someter la agenda al Señor Jesús no es ritual, es supervivencia espiritual.Por eso, antes de precipitarte, detente. Ora, consulta la Escritura, pide consejo sabio y toma el siguiente paso que sí conoces. Dios suele guiar paso a paso y no con reflectores de autopista. Así que, la obediencia de hoy prepara la claridad de mañana y aunque no veas todo el trayecto, la fidelidad del Guía es suficiente para avanzar con paz. La Biblia dice en Proverbios 3:5–6: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.
Después de una tormenta, un árbol del vecindario quedó torcido, con ramas rotas y hojas dispersas por el suelo. Muchos pensaron que habría que cortarlo. Sin embargo, pasaron las semanas y, contra todo pronóstico, comenzaron a brotar hojas nuevas. El tronco, aunque herido, seguía vivo. Nadie aplaudió su proceso; simplemente, en silencio, volvió a crecer.Así es el corazón que confía en Dios. La tempestad puede golpearnos. Por ejemplo, pérdidas, diagnósticos, puertas cerradas, pero la raíz que se aferra a la Palabra y a la presencia del Señor Jesús descubre que la vida de Dios late incluso en las grietas. Por lo tanto, la pregunta no es cuán fuerte fue el viento, sino cuán profunda es tu raíz.Dios no siempre evita la tormenta, pero promete sostenerte en medio de ella. Permite que Su “poda” forme carácter, que Su paciencia te enseñe a esperar y que Su gracia te levante. De modo que, no declares muerto lo que Dios solo está preparando para florecer diferente. La resiliencia del árbol no estuvo en su apariencia, sino en su raíz. Así también tú vuelve a la oración, a la comunidad y a la obediencia sencilla de hoy. La Biblia dice en Jeremías 17:7–8: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas… y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto”.
En algunas casas, cuando alguien ya no está, queda una silla vacía que parece hablar más que cualquier discurso. Un padre que partió, un hijo que se mudó, una abuela que ya no puede venir. Esa silla, silenciosa, recuerda las risas, los consejos y hasta los desacuerdos. Al principio, mirar hacia ese lugar duele. Pero, con el tiempo, aprendemos que el amor no termina cuando cambia la presencia física. El Señor usa incluso las ausencias para enseñarnos a amar más, a perdonar mejor y a valorar cada instante con los que aún están.Es así como la fe nos entrena para mirar la silla vacía de otra manera. No como un eco de pérdida, sino como un altar de memoria y esperanza. Allí oramos, damos gracias por lo vivido y nos rendimos a la voluntad de Dios, que promete cercanía en la aflicción. De modo que, cuando la nostalgia apriete, convierte ese espacio en lugar de encuentro con el Señor. Habla con Él, recuerda con gratitud y permite que Su consuelo te fortalezca para servir a otros que también extrañan.Por lo tanto, la silla vacía no es el final de la historia; es la ocasión para experimentar que Dios llena lo que parece imposible de llenar. La Biblia dice en Salmos 34:18: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu”.
Cuando la pandemia del 2020 paralizó al mundo, muchas iglesias cerraron sus puertas para reuniones, pero algunas las abrieron para otra misión: repartir comida a los hambrientos. No tenían abundancia, pero compartieron lo poco que había y alcanzó para miles de familias.Un voluntario lo expresó así: “No podíamos resolver todos los problemas, pero sí podíamos ser las manos de Dios para alguien”. Ese gesto encendió esperanza en los que recibían y en los que daban.Servir en tiempos difíciles es contracultural. El mundo nos enseña a guardar para nosotros; el Evangelio nos llama a compartir aun en la escasez, porque servir no depende de lo que sobra, sino del amor que sobreabunda en Cristo.Hoy puedes ser la respuesta a la oración de alguien. A veces un plato de comida, una llamada o una palabra de ánimo es todo lo que Dios necesita para tocar un corazón. De modo que, no subestimes lo que significa ser las manos de Dios en medio del caos. La Biblia dice en Gálatas 6:9: “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (RV1960).
Las cárceles no siempre tienen barrotes de hierro. A veces son de preocupaciones, deudas, soledad o enfermedad. Sin embargo, en medio de esas prisiones, en lo último que pensamos es en cantar. Pero el canto tiene poder porque conecta nuestro espíritu con el cielo.La Biblia narra que Pablo y Silas, encarcelados injustamente, decidieron orar y cantar a medianoche. Los demás presos los escuchaban. Ese canto no solo abrió puertas físicas, sino que encendió esperanza en los corazones.En el año 1967, Martin Luther King Jr. fue encarcelado tras una protesta pacífica. Según reportes, comenzó a entonar himnos en su celda y pronto otros se unieron. Lo que debía ser un lugar de desesperanza se convirtió en un coro de fe.De modo que, tus canciones también pueden romper cadenas. No porque cambien de inmediato tu situación, sino porque cambian lo que pasa dentro de ti. Cantar es declarar: “No estoy vencido, mi confianza sigue en Dios”. Entonces, ¿Te atreves hoy a cantar en medio de tu dolor? La Biblia dice en Hechos 16:25: “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (RV1960).
El hospital estaba en silencio. Solo se escuchaban pasos rápidos de enfermeras y el tic-tac de un reloj. En medio de ese ambiente, una madre de rodillas repetía entre lágrimas: “Señor, cumple tu propósito en él”. Su hijo luchaba por su vida en una cirugía de emergencia.Horas después, el médico salió y dijo: “Está estable. El peligro ha pasado”. La madre abrazó a su familia y lloró de alivio. Más tarde, el joven comentó que lo último que recordaba antes de desmayarse fue la voz de su mamá orando. Eso le dio paz en medio del dolor.Las salas de espera son lugares donde la fe se prueba de manera cruda. Allí descubrimos que la oración no siempre cambia las circunstancias de inmediato, pero siempre cambia nuestro corazón. La oración nos conecta con Dios y nos recuerda que no estamos solos.Quizás hoy estés esperando un diagnóstico, una respuesta o una puerta abierta. Sin embargo, que tu oración sea más fuerte que tu ansiedad. La fe que ora es la fe que descansa.La Biblia dice en Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios… y la paz de Dios… guardará vuestros corazones” (RV1960).
En julio de 1977, la ciudad de Nueva York quedó paralizada por un apagón total. Según relató The New York Times, miles quedaron atrapados en el metro. Entre ellos, una mujer recordó que un pasajero encendió una pequeña linterna. Esa luz, aunque mínima, fue suficiente para guiar a un grupo entero hasta la salida. Lo que parecía insignificante se convirtió en esperanza. Nadie habló de cuánta oscuridad había, sino de la luz que alguien se atrevió a encender.Así es nuestra fe. Tal vez pienses que tu luz es muy débil, que tu testimonio no impacta tanto. Pero en las manos de Dios, tu luz puede ser la guía que otro necesita para salir del túnel de la desesperanza. De modo que, no necesitas alumbrar toda la ciudad, solo ser fiel en el tramo donde Dios te puso.Hoy el mundo necesita menos quejas sobre la oscuridad y más creyentes que se atrevan a brillar. Tu pequeña luz puede ser el milagro de alguien más. La Biblia dice en Mateo 5:16: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (RV1960).
Un joven me dijo una vez: “Pastor, no entiendo por qué desperté hoy. Todo sigue igual en mi vida”. Lo miré y le respondí: “¿Te das cuenta de que abrir los ojos ya es un regalo? Dios te dio un día más porque aún no ha terminado contigo”.Cada amanecer es una carta abierta de Dios que dice: “Todavía tengo planes para ti”. El sol no pide permiso para brillar, simplemente aparece. Así son las misericordias del Señor: se renuevan cada mañana, aunque la noche anterior haya sido oscura.Quizá hoy sientes que no tienes rumbo o que tu vida perdió sentido. Pero si aún respiras, es porque tu historia no ha concluido. Dios sigue escribiendo capítulos de gracia en tus días, aunque tú solo veas puntos suspensivos.A veces el mayor milagro no es un cambio inmediato en nuestras circunstancias, sino el recordatorio de que seguimos aquí, sostenidos por Su fidelidad. Cada día es un “nuevo comienzo” disfrazado de rutina. ¿Decidirás ver tu día no como una carga, sino como un regalo? La Biblia dice en Lamentaciones 3:22-23: “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos… nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (RV1960).
En el año 1987, el periódico de Houston relató el caso de un joven acusado de robo cuya vida cambió por una carta. El juez que llevaba el caso recibió una misiva de un pastor local asegurando que conocía al joven, que este se había arrepentido y que la iglesia lo apoyaría en su rehabilitación.Conmovido, el juez decidió otorgar libertad condicional supervisada en lugar de prisión. Años después, aquel joven se convirtió en predicador itinerante, llevando su testimonio a prisiones y comunidades vulnerables.A veces, una palabra de intercesión abre una puerta que parecía cerrada para siempre. En las manos de Dios, una carta puede ser el inicio de una historia de redención.La Biblia dice en Santiago 5:20: “Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma…” (RV1960).
En abril del año 2011, en Bulawayo, Zimbabue, el pastor Samuel Dube predicaba en una reunión al aire libre cuando una fuerte tormenta sorprendió a todos. Según informó The Chronicle, en lugar de dispersarse, la congregación permaneció bajo la lluvia, mientras Dube continuaba empapado, proclamando el mensaje.Ese día, decenas entregaron su vida a Cristo. Algunos testigos afirmaron que lo que más les impactó no fue el sermón en sí, sino la perseverancia del predicador bajo el aguacero, como símbolo del amor de Dios que no se detiene ante las dificultades.Nuestro compromiso con el Evangelio se evidencia cuando seguimos adelante aunque el clima, literal o figurado, sea adverso. No se trata de comodidad, sino de fidelidad. La Biblia dice en 2 Timoteo 4:2: “Que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo…” (RV1960).
En el año 1994, durante una crisis alimentaria en Etiopía, la misionera Ruth Wallace trabajaba en Addis Abeba junto a una iglesia local. El periódico Addis Zemen registró que, al agotarse las reservas de harina, solo quedaba para hornear pan suficiente para un día. Wallace decidió usarla de todas formas, compartirla con todos y confiar en que Dios proveería.Esa misma tarde, un camión que había tomado una ruta equivocada llegó cargado de víveres, enviado por otra organización cristiana. El conductor, sorprendido, dijo que su destino original estaba a más de 100 kilómetros, pero un desvío inesperado lo llevó allí.Los presentes compararon el momento con la multiplicación de los panes en los Evangelios. Wallace lo resumió así: “Dios no se olvidó de nosotros; solo estaba preparando nuestra fe para recibir su respuesta”.Cuando parece que el recurso no alcanza, Dios demuestra que su provisión no tiene límites. La Biblia dice en Filipenses 4:19: “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (RV1960).
En enero del año 1983, seis excursionistas quedaron atrapados en la cueva Hidden River en Kentucky, debido a una crecida repentina. Según reportó un periódico local, el grupo estuvo horas buscando salida en total oscuridad. Uno de ellos, David Collins, llevaba una pequeña lámpara de queroseno. Esa luz, aunque débil, fue suficiente para guiarlos paso a paso hasta encontrar una salida secundaria.Collins declaró que, en medio de la oscuridad absoluta, aquella llama era “como la misma presencia de Dios guiándonos a salvo”. Sin ella, habrían esperado a rescate, con el riesgo de que el nivel del agua siguiera subiendo.La Palabra de Dios actúa de la misma manera. A veces parece una luz pequeña frente a la inmensidad de la oscuridad que nos rodea, pero es suficiente para llevarnos al camino seguro. No subestimes la luz que Dios ha puesto en ti: aunque parezca pequeña, puede salvar vidas. La Biblia dice en Salmos 119:105: “Lámpara es an mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (RV1960).
¿Has fracasado en el amor? ¿Te han roto el corazón? ¿Han traicionado tu confianza? ¿Han subestimado tu vida y te han causado mucho dolor? Si la respuesta a algunas de estas preguntas es sí, entonces, este mensaje es para ti. Aunque el ser humano sea egoísta, traicionero y orgulloso por naturaleza, aún se puede creer en el amor. Dios es amor y el que ha conocido a Dios puede conocer el verdadero amor. Su amor es infinito, incondicional e inquebrantable. Su amor es eterno, es inmensurable y muchas veces indescriptible. Pero, si tu corazón ha sido roto, Dios también lo puede sanar. Él es experto en sanar las heridas más profundas del alma. Jesús fue traicionado, vituperado, maltratado y subestimado. Sin embargo, nunca dejó de amar a los demás. Es más, Su amor fue tanto que lo llevó a al cruz pagando por las ofensas de todos como su hubiera sido un criminal. El amor de Dios es perfecto y colma nuestras imperfecciones. Su amor es real, constante y sorprendente. De modo que aunque hayas fracasado en el amor, Él te puede restaurar, levantar y dar una nueva oportunidad. ¿Conoces de este tipo de amor? La Biblia dice en 1 Juan 4:18, “ 18 sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor” (NIV)
Yo tengo una frase que comparto mucho que dice: “Es mejor hacer lo correcto y no lo conveniente”. A menudo, es más fácil hacer lo que nos convenga al momento, especialmente si no estamos afectando a nadie a nuestro alrededor. Pensamos que aunque no hagamos un daño notorio, hacer lo que conviene es lo mejor. Sin embargo, no todo lo que parece ser bueno es bueno y no todo lo que nos conviene es ético. Por otro lado, hacer lo correcto no es siempre lo más fácil y lo más aplaudido. El hacer lo correcto es contracultura y contracorriente. Es decir la verdad aunque duela. Es pronunciar un sí cuando es necesario. Es pararse firme con un “no” cuando sea lo indicado. Es regirse por principios, valores e ideales. Es permanecer en la verdad y no aceptar vivir bajo ninguna mentira. Es no vivir esclavo del pasado, ni de los errores del ayer, sino confiar, vivir en la verdad y proseguir hacia delante con una postura de fe. Es seguir la voz de Dios y hacer caso omiso a la voz del mundo, de la carne y del mismo enemigo. Entonces, ¿estas dispuesto(a) a hacer lo correcto y no solo lo que te conviene? La Biblia dice en 1 de Corintios 10:23, “23 Ustedes dicen: «Se me permite hacer cualquier cosa», pero no todo les conviene. Dicen: «Se me permite hacer cualquier cosa», pero no todo trae beneficio” (NTV).
En el año 2004, cuando el tsunami arrasó parte del sudeste asiático, una pequeña iglesia en Indonesia permaneció en pie mientras todo a su alrededor fue destruido. El secreto: su estructura había sido construida sobre roca sólida, y los miembros del pueblo la usaban como refugio. Fue símbolo de esperanza en medio del caos.Jesús habló de dos casas: una sobre la arena y otra sobre la roca. La diferencia no fue la tormenta, sino el fundamento. Una cayó, la otra resistió. Así también nuestra fe se prueba en las crisis, no en la calma.Quizá hoy estás enfrentando una tormenta inesperada: pérdida, enfermedad, incertidumbre. No se trata de evitar la lluvia, sino de edificar sobre la Roca. Cristo es ese fundamento inquebrantable. Si confías en Él, resistirás cualquier tempestad. La Biblia dice en Mateo 7:25: “Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca” (RV1960).
¿Has hecho rendir el dinero lo más que puedas? ¿Has hecho que valga la pena la inversión de tu dinero por más grande o pequeña que esta sea? Hace poco tiempo, tuve la oportunidad de tomar una clase en un seminario fuera del estado donde actualmente resido. Fue una buena y grata experiencia. Entre dichos momentos fue el tiempo que nos daban al medio día para comer el almuerzo. Por motivos de distancia, como buenos estudiantes, optamos por comer en la cafetería. El costo de la comida tipo buffet era de ocho dólares. Un bueno precio para la variedad que ofrecían en cada día. Uno de mis compañeros supo cómo sacarle provecho a esos ocho dólares. No solamente comía ensalada, su plato de entrada, sino que también repetía, tomaba fruta, hacía un sándwich para llevar y terminaba comiendo el postre, sin no ignorar la bebida que también estaba incluida. Todos, hasta el mismo, se reía y coincidíamos que si viviese allí en el plantel, la cafetería quebraría o lo vetaría de entrar después de algún periodo de tiempo. Esto es algo jocoso y hasta divertido, pero la verdad es que él sacaba provecho de sus ocho dólares. En la vida diaria, ¿sacamos el máximo provecho de las oportunidades, de las experiencias, de las relaciones y de todo lo que se nos presenta diariamente? A veces no lo hacemos. Pero aún más, ¿sacamos el máximo provecho de nuestra relación con Dios? ¿Nos alimentamos, como mi amigo, cada vez más de Su palabra? La Biblia dice en Mateo 4:4b, “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (RV1960)
“De qué te quejas, de qué te quejas” Estas fueron las palabras que resonaron de una madre desesperada y frustrada mientras su hija hacía un berrinche en un supermercado cercano a mi hogar. El llanto de la niña era manipulador y fingido, pero el grito de la madre era tan potente que todos los que estábamos presentes lo escuchamos. Más tarde, esa misma madre, con una mirada firme hacia su hija, le dijo: “El problema es que lo tienes todo”.Esta frase me hizo reflexionar, porque refleja nuestra actitud en muchas ocasiones. El problema es que tenemos todo y aun así queremos más. Si contamos con un techo sobre nuestras cabezas, ropa para vestir, buena salud y comida en nuestra mesa, somos privilegiados. Tenemos mucho más de lo que muchos anhelarían. Sin embargo, a menudo nos comportamos como esa niña. Nos quejamos, expresamos nuestro descontento con palabras y acciones.¿Qué debemos hacer al respecto? En primer lugar, dejar de quejarnos y cultivar un espíritu de gratitud en lugar de uno de queja. En segundo lugar, aprender a valorar lo que tenemos como un regalo divino. Luego, debemos apreciar los momentos únicos que la vida nos ofrece. Por último, practicar el contentamiento en lugar del descontento. La Biblia dice en Filipenses 2:14 , “Hagan todo sin quejarse y sin discutir”, (NTV).
La traición es una de las experiencias más dolorosas de la vida. Mientras que el rechazo, las burlas y el ridículo de extraños pueden herirnos, solo aquellos a quienes amamos o en quienes confiamos tienen el poder de traicionarnos y eso es lo que hace que la traición sea tan dolorosa. Esto es precisamente lo que sentía David cuando escribió el Salmo 41. Sus enemigos hablaban falsedades contra él, pero lo que más le dolió fue la traición de un amigo.Cuando los amigos chismean sobre nosotros, insinúan que hemos actuado mal o difunden mentiras, ¿qué podemos hacer? Algo importante para recordar es que nuestros amigos, al igual que nosotros, son imperfectos y pecadores. Por lo tanto, son propensos a cometer errores, creer en mentiras y lastimarse unos a otros. Entonces, ¿cómo podemos enfrentar el rechazo y la traición de una manera piadosa?En primer lugar, no debemos negar el dolor ni permitir que domine y arruine nuestra vida con ansiedad, amargura, ira o deseos de venganza. En segundo lugar, podemos llevar nuestras preocupaciones a Dios y pedirle que nos proteja, nos sostenga y nos sane (Salmo 41:2-4). Aunque no siempre entendamos por qué el Señor permite la traición, el vivirla nos enseña a buscar Su aprobación en lugar de la de los hombres.La Biblia dice en el Salmo 41:9, “Hasta mi mejor amigo, en quien tenía plena confianza, quien compartía mi comida, se ha puesto en mi contra” (NTV).
Vivimos en una era de increíbles avances tecnológicos. Cada día surgen nuevas invenciones diseñadas para hacer la vida humana más fácil. Desde llamadas automatizadas a servicios de atención al cliente, hasta cajeros automáticos, dispensadores de comida y teléfonos inteligentes, parece que las máquinas pueden reemplazar muchas de las tareas que antes realizábamos manualmente. Sin embargo, mientras algunos ven la tecnología como una amenaza que reduce gradualmente nuestra humanidad, otros la perciben como una herramienta invaluable para enfrentar nuestros mayores desafíos.La cuestión no es si la tecnología es buena o mala, sino cómo la utilizamos. El renombrado científico Albert Einstein expresó: “Se ha vuelto terriblemente obvio que nuestra tecnología ha superado nuestra humanidad”. Esas palabras, pronunciadas hace décadas, resuenan con aún más fuerza hoy. ¿Te imaginas lo que diría Einstein en la actualidad? La tecnología ciertamente ha puesto al ser humano en una posición privilegiada, simplificando muchos aspectos de nuestra vida.Dios, fuente de toda sabiduría, nos ha dado la capacidad de diseñar, explorar y crear para nuestro beneficio. No obstante, existe un privilegio aún mayor que cualquier avance tecnológico: el lugar que Dios nos ha concedido a través de nuestra fe en Cristo Jesús. ¡Ese privilegio supera cualquier ventaja que la tecnología pueda ofrecer! La Biblia dice en Romanos 5:2, “2 Debido a nuestra fe, Cristo nos hizo entrar en este lugar de privilegio inmerecido en el cual ahora permanecemos, y esperamos con confianza y alegría participar de la gloria de Dios”, (NTV).
En el año 2010, cuando un volcán en Islandia entró en erupción y paralizó vuelos en toda Europa, miles de personas quedaron atrapadas en los aeropuertos. Entre ellos, una joven estudiante con autismo, sola y sin recursos. Por eso, un empleado del aeropuerto notó su angustia y decidió ayudarla. Le compró comida, buscó alojamiento y contactó a su familia. Su gesto pasó inadvertido para muchos, pero para esa joven, fue un milagro.De manera similar, en tiempos de caos, Dios siempre levanta personas que reflejan Su compasión. Por ejemplo, Rut no abandonó a Noemí. El buen samaritano se detuvo cuando otros pasaron de largo y el Señor Jesús, en medio del clamor de la multitud, se acercó al ciego Bartimeo.Por lo tanto, si estás rodeado de incertidumbre, no pierdas de vista a quienes sufren a tu alrededor. Una acción guiada por el amor puede iluminar una vida entera. Por eso, decide hoy ser un reflejo de la misericordia divina. Aun en medio del caos, puedes ser luz. La Biblia dice en Mateo 5:16:“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (RV1960).
“¡No he tenido un buen día en mucho tiempo!” fue el comentario de un señor en el aeropuerto recientemente. Además, añadió: “Parece que hay más días malos que buenos”. Al escucharle, me puse a pensar en mi respuesta. Mi primera reacción fue decirle: “No hay días malos, solo días en los que necesitamos confiar más en Dios”. El señor me miró intensamente y pensé que mi comentario podría no haber sido bien recibido, pero luego me dijo: “Cuéntame de ese Dios, tal vez es lo que necesito”. Así empezó una conversación amena sobre la fe. Antes de abordar el avión, dijo: “Ya lo entendí, no hay días malos, solo días para aprender de Dios”.La Biblia nos enseña que cada día es una oportunidad para confiar en Él, porque Sus misericordias se renuevan cada mañana, y Su amor nunca se agota. Cada día nos brinda nuevas oportunidades y desafíos que nos acercan más a Dios.¿Recibirás cada día como un regalo de Su parte? Recuerda, no hay días malos, sino lecciones diarias de Su amor y fidelidad. La Biblia dice en el Salmo 23:6, “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre” (NTV).
Cuando Moisés se presentó ante Dios en la zarza ardiente, su primer instinto fue dudar. “¿Quién soy yo para ir ante Faraón?” preguntó, buscando excusas para evitar su llamado. Pero Dios le hizo una pregunta clave: “¿Qué tienes en tu mano?”. Moisés solo tenía una vara, pero en las manos de Dios, esa vara se convirtió en un instrumento de milagros.Cuántas veces hemos sentido que no tenemos lo suficiente para cumplir el propósito de Dios en nuestra vida. Nos enfocamos en nuestras limitaciones, en lo que nos falta, en lo que no sabemos. Sin embargo, Dios nunca nos pide que tengamos todo resuelto antes de obedecer. Él simplemente nos llama a confiar en que usará lo que ya tenemos, por pequeño que parezca.Entonces, no subestimes lo que Dios ha puesto en tus manos. Quizá tengas talento para hablar, para escribir, para animar a otros, para servir. Lo que Dios ha depositado en ti, aunque parezca insignificante, es suficiente cuando lo pones en Sus manos.¿Qué tienes en tu mano hoy? No esperes hasta sentirte “listo” para servir a Dios. Da un paso de fe con lo que tienes y deja que Él haga lo imposible. La Biblia dice en Éxodo 4:2: “Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara”(RV1960).
Todos tenemos recuerdos valiosos en la vida. Tenemos recuerdos de momentos, de personas, de situaciones y de lugares que han impactado y marcado nuestras vidas. La vida no se juzga por el tiempo, sino por los recuerdos de los momentos especiales que vivimos. Todas las cosas pueden terminar, pero los recuerdos pueden perdurar para siempre. En el vagón de los recuerdos tenemos momentos épicos que nos gustaría revivir, momentos desafiantes que no nos gustaría repetir y momentos traumáticos que nos gustaría borrar totalmente. Sin embargo, debemos tener en cuenta que el manejar nuestros recuerdos es muy importante para la vida, porque nadie puede volver a vivir exactamente lo vivido y mucho menos borrar totalmente el pasado. Por otro lado, nadie puede vivir de los recuerdos por más loables y bellos que estos sean. Entonces, ¿qué debemos hacer? Atesorar los recuerdos y momentos hermosos como lecciones para nuestro diario vivir. Sanar los recuerdos dolorosos que nos tienen a desanimar, a llenar de inseguridades o a troncar nuestro futuro. Por último, recuerdo que Dios puede cambiar tus recuerdos dolorosos por pensamientos de paz y sanidad.. La Biblia dice en Proverbios 16:3, “Encomienda a Jehová tus obras,Y tus pensamientos serán afirmados” (RV1960)
En el año 2005, el periódico The Nation de Malawi contó la historia del maestro Thomas Chirwa, quien, sin un edificio escolar, comenzó a dar clases bajo la sombra de un árbol enorme en su aldea. Con una pizarra portátil y unas pocas tizas, enseñaba lectura, matemáticas y pasajes bíblicos a niños que, de otra forma, no tendrían acceso a la educación.Lo notable era su constancia: cada mañana, sin importar la estación, reunía a sus alumnos y empezaba la jornada con oración. Las lecciones no solo formaban mentes, sino también corazones.Años más tarde, varios de esos niños se convirtieron en maestros, pastores y líderes comunitarios, y todos recordaban “la escuela bajo el árbol” como el lugar donde aprendieron que el conocimiento y la fe pueden crecer juntos.No siempre se necesita un aula perfecta para transformar vidas. Lo que se necesita es un corazón dispuesto y un mensaje que cambie destinos. Dios puede usar cualquier “árbol” de tu vida como aula para enseñar a otros. La Biblia dice en Proverbios 22:6: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (RV1960).
En 1978, la organización misionera Mercy Ships lanzó su primer barco hospital, el MV Anastasis, para llevar atención médica gratuita a comunidades costeras sin acceso a hospitales. Los archivos de Mercy Ships International registran que, en una de sus primeras misiones al Pacífico Sur, atendieron a una mujer que llevaba más de una década sin poder caminar debido a una infección no tratada.Con antibióticos y fisioterapia, la paciente recuperó la movilidad y volvió caminando a su aldea. Lo más impactante fue que pidió una Biblia para aprender más sobre el Dios de quienes la habían ayudado. Un voluntario comentó: “Ella no solo volvió a caminar físicamente; caminó hacia una nueva vida en Cristo”.Así es el Señor: llega al “puerto” de nuestra necesidad con provisión para el cuerpo y para el alma. A veces Su ayuda parece llegar por mar, otras por tierra o aire, pero siempre arriba en el momento justo.Tal vez hoy estás esperando un “barco” que traiga respuesta. Confía, porque Dios sabe dónde encontrarte.La Biblia dice en el Salmo 107:20: “Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (RV1960).
En septiembre del año 1960, el huracán Donna golpeó los Cayos de Florida con vientos de más de 260 km/h. Las crónicas del Miami Herald documentaron su paso devastador: casas destruidas, barcos hundidos y familias enteras sin hogar. Entre ellas estaba James Wright, quien, al regresar a lo que quedaba de su vivienda, encontró solo escombros… excepto por su Biblia familiar, intacta y abierta en el Salmo 46: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”.Wright declaró al periódico que aquel versículo fue un mensaje directo de Dios en el momento más oscuro de su vida. Esa misma noche, reunió a vecinos que habían perdido todo para leer juntos el pasaje y orar. Muchos dijeron que esas palabras fueron un refugio emocional cuando no quedaba refugio físico.Las tormentas físicas y espirituales son inevitables. Algunas arrancan techos; otras, esperanza. Pero la Palabra de Dios es el ancla que no se mueve, aun cuando todo lo demás se derrumbe. Si ella está firme en tu vida, ninguna tormenta te arrastrará lejos de Su presencia.La Biblia dice en Salmos 46:1: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (RV1960).
Hace algunos años un pozo artesanal construido por misioneros en la región de Turkana, Kenia, cambió la historia de varias aldeas nómadas. Antes del pozo, las mujeres caminaban más de 10 kilómetros diarios para recoger agua turbia, que muchas veces enfermaba a sus hijos. El pozo, excavado con herramientas simples y con ayuda local, proporcionó agua limpia y constante por décadas.Años más tarde, en una sequía severa, ese mismo pozo se convirtió en la única fuente de agua de la región, salvando vidas humanas y ganado. Los ancianos de la comunidad contaron que lo consideraban “el regalo más grande que Dios nos envió”.Así como el agua física sostiene el cuerpo, el agua espiritual que Cristo ofrece da vida eterna. En un mundo sediento de esperanza, nuestra misión es apuntar a la fuente verdadera. La Biblia dice en Juan 4:14: “...el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (RV1960).
En 1960, la misionera médica Helen Roseveare trabajaba en un hospital improvisado en el entonces Congo Belga. Una noche, una mujer murió al dar a luz, dejando a un bebé prematuro y a su pequeña hija huérfana. Sin incubadora y con pocas provisiones, el equipo necesitaba urgentemente una botella de agua caliente para mantener al bebé con vida.Mientras buscaban una solución, una niña del orfanato oró en voz alta: “Señor, mándanos una botella de agua caliente hoy, y una muñeca para la hermana, para que sepa que la amas”. Esa misma tarde llegó un paquete desde Inglaterra que contenía, entre otras cosas, una botella de agua caliente… y una muñeca. El paquete había sido enviado cinco meses antes.Roseveare contó más tarde que esa oración aumentó la fe de todos los presentes, recordándoles que Dios no solo conoce nuestras necesidades urgentes, sino que ya trabaja en la respuesta antes de que pidamos.La Biblia dice en Isaías 65:24: “Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído” (RV1960).
En el año 1960, un avión DC-3 de la Misión Aérea de Sudán transportaba medicinas y alimentos a aldeas remotas cuando sufrió una falla en pleno vuelo. El piloto, Bill Cameron, misionero australiano, logró planear el avión y aterrizar de emergencia en una estrecha franja de tierra junto a un río. Ninguno de los pasajeros resultó herido y toda la carga llegó intacta.Lo sorprendente es que, horas después, lugareños contaron que habían orado esa mañana pidiendo ayuda urgente, pues la aldea estaba al borde de quedarse sin suministros. El aterrizaje forzoso fue la respuesta inesperada: el avión quedó justo en el lugar donde más lo necesitaban.Este hecho, registrado en los informes de la misión, sigue siendo un testimonio de que Dios puede usar incluso lo que parece un accidente para cumplir Su propósito. No siempre entendemos la ruta, pero podemos confiar en que el piloto de nuestra vida sabe dónde aterrizar. La Biblia dice en Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (RV1960).
En un vuelo internacional en 2018, un pasajero sufrió un grave ataque cardíaco a mitad del océano. Entre los pasajeros se encontraba el Dr. Zhang Hong, cardiólogo chino, quien no tenía a mano el equipo médico habitual. Usando pajillas, cinta adhesiva y una máscara de oxígeno, improvisó un dispositivo para mantener la respiración y circulación del paciente por más de siete horas, hasta que el avión aterrizó.La situación exigía rapidez, creatividad y valentía. Zhang pudo haber esperado a que otros actuaran, pero entendió que el momento de ayudar era ese. Su acción salvó la vida del pasajero y mostró que, aun con recursos limitados, un corazón dispuesto puede hacer una diferencia eterna.En nuestra vida espiritual, muchas veces nos encontramos “en vuelo”, sin todo lo que quisiéramos para ayudar. Sin embargo, Dios nos equipa con lo esencial: Su amor, Su Espíritu y oportunidades concretas para servir. La Biblia dice en 1 Juan 3:18: “Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (RV1960).
En el año 1939, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, un joven británico llamado Nicholas Winton organizó una operación de rescate para salvar a niños judíos de Checoslovaquia. Con apenas 29 años y recursos limitados, logró coordinar trenes y permisos para llevar a más de 600 niños a salvo hasta Inglaterra. Uno de esos pequeños, con apenas seis años, lo llamó “el puente que me llevó de la muerte a la vida”.Décadas más tarde, en un programa de televisión, Winton fue sorprendido al descubrir que estaba rodeado de adultos que él había salvado siendo niños. Todos se pusieron de pie y las lágrimas y abrazos llenaron la sala.Dios nos llama a ser puentes entre la desesperanza y la salvación, entre el peligro y la seguridad. A veces ese puente se construye con palabras de ánimo, otras con acciones concretas y sacrificadas.Quizás hoy tengas la oportunidad de tender un puente para alguien que lo necesita. Hazlo, aunque no recibas reconocimiento inmediato. La Biblia dice en Proverbios 3:27: “No te niegues a hacer el bien a quien es debido, cuando tuvieres poder para hacerlo” (RV1960).
“¡No he tenido un buen día en mucho tiempo!” fue el comentario de un señor en el aeropuerto recientemente. Además, añadió: “Parece que hay más días malos que buenos”. Al escucharle, me puse a pensar en mi respuesta. Mi primera reacción fue decirle: “No hay días malos, solo días en los que necesitamos confiar más en Dios”. El señor me miró intensamente y pensé que mi comentario podría no haber sido bien recibido, pero luego me dijo: “Cuéntame de ese Dios, tal vez es lo que necesito”. Así empezó una conversación amena sobre la fe. Antes de abordar el avión, dijo: “Ya lo entendí, no hay días malos, solo días para aprender de Dios”.La Biblia nos enseña que cada día es una oportunidad para confiar en Él, porque Sus misericordias se renuevan cada mañana, y Su amor nunca se agota. Cada día nos brinda nuevas oportunidades y desafíos que nos acercan más a Dios.¿Recibirás cada día como un regalo de Su parte? Recuerda, no hay días malos, sino lecciones diarias de Su amor y fidelidad. La Biblia dice en el Salmo 23:6, “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre” (NTV).
En un concurso de arte, se pidió a los participantes que ilustraran la paz. La mayoría pintó paisajes tranquilos, pero la obra ganadora mostraba una tormenta feroz, con rayos y vientos y un pequeño nido protegido por una roca donde un pájaro descansaba en calma. Esa es la paz verdadera: no la ausencia de problemas, sino la confianza en Dios en medio de ellos.Dios nos promete una paz que sobrepasa todo entendimiento, una paz que no depende de nuestras circunstancias. Cuando entregamos nuestras cargas a Él y confiamos en Su soberanía, podemos experimentar tranquilidad, incluso en las situaciones más caóticas.Entonces, ¿qué tormentas estás enfrentando hoy? Lleva tus preocupaciones a Dios en oración y permite que Su paz guarde tu corazón y mente. Descansa en la seguridad de que Él está en control. La Biblia dice en Filipenses 4:7: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (RV1960).