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Devocional | Diferencia entre sabiduría y conocimiento Comenzamos una nueva serie sobre la sabiduría: qué significa ser una persona sabia y cómo distinguir entre la sabiduría que viene de lo alto y la terrenal. El conocimiento se relaciona con la acumulación de información, pero la sabiduría tiene que ver con cómo aplicamos ese conocimiento en nuestra vida diaria. La Biblia enseña que la verdadera sabiduría se demuestra con una buena conducta y en sabia mansedumbre. Pidamos a Dios que nos enseñe a actuar con humildad y prudencia, guiados por Su Palabra, para que nuestras decisiones reflejen Su voluntad y no la sabiduría del mundo.

El Señor nos llama a detenernos, a hacer una pausa en medio del ruido, los afanes y las carreras del día a día, para recordarnos que Él es Dios. La comunión con Él es el propósito más alto de nuestra vida: conectarnos con su presencia, depender de su amor y descansar en su fidelidad. Cuando aprendemos a estar quietos delante de Dios, encontramos paz, fuerza y propósito. Que esta oración sea una oportunidad para reconectarte con la Fuente de agua viva, quien renueva tu alma y te llena de gozo y esperanza.

La muerte del profeta Eliseo nos recuerda que para el hijo de Dios, la muerte no es el final, sino una transición hacia la presencia eterna del Señor. Su último milagro —dar vida a un hombre que tocó sus huesos— nos enseña que el poder de Dios trasciende la tumba. En Cristo, la muerte ha sido vencida; quien muere en Él no muere realmente, sino que duerme para despertar a la vida eterna. Morir a nuestro viejo yo es el primer paso para que Cristo viva plenamente en nosotros.

El profeta Eliseo, aun en su lecho de muerte, enseña una de las lecciones más profundas sobre la fe y la herencia espiritual. Mientras coloca sus manos sobre las del rey y le ordena lanzar las flechas, nos recuerda que solo cuando nuestras manos están guiadas por las de Dios podemos vencer a nuestros enemigos.Así también, nuestros hijos son como saetas en manos del valiente (Salmo 127:4). Debemos formarlos, instruirlos y lanzarlos con dirección y propósito para que alcancen el blanco de la voluntad de Dios. La fe y la formación de las nuevas generaciones son el verdadero legado de quienes aman al Señor.

Al final de su vida, el profeta Eliseo nos enseña que el legado más grande no son los milagros ni las obras visibles, sino el carácter y la formación de quienes vienen después. La verdadera medida del discipulado no está en cuánto hacemos, sino en cuánto dejamos en otros. Este devocional nos invita a reflexionar sobre la paternidad, el liderazgo y la enseñanza: ¿qué ejemplo, principios y valores estamos transmitiendo a nuestros hijos y a las nuevas generaciones? Invertir tiempo en formar su corazón es el mejor legado que podemos dejarles.

El poder sin oración corrompe. En Damasco, Eliseo ve lo que un rey no puede ver: detrás de los planes políticos hay realidades espirituales, y cuando una nación se aleja de Dios, el caos se desata. Este devocional nos recuerda que debemos interceder “por los reyes y por todos los que están en autoridad” (1 Timoteo 2:1–2), pedir a Dios gobernantes con carácter y no solo con carisma, y clamar por misericordia sobre nuestras tierras. Ora por tu país, por tus líderes y por tu propio corazón, para que todos vuelvan al Señor.

El Salmo 34:1 nos invita: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca.” Orar es detenernos, priorizar lo eterno y reconocer que sin Dios no podemos avanzar. Hoy el Señor te llama a reordenar tus prioridades, a no dejarte distraer por el mundo y a volver al secreto de la oración. No es tiempo de correr, es tiempo de arrodillarse. Que tu corazón encuentre su ancla en Dios, no en lo material. Él transforma cada circunstancia en oportunidad para crecer.

2 Reyes 7:3–20: cuatro leprosos se atreven a moverse en medio del asedio, Dios hace huir al enemigo, y llega la abundancia tal como profetizó Eliseo. Ellos primero comen y esconden… pero se detienen: “Hoy es día de buenas nuevas y nosotros callamos”. La fe verdadera no se guarda: se comparte. También se cumple el juicio sobre el príncipe incrédulo. Pide hoy valor para anunciar lo que Dios ha hecho y ojos para reconocer Su provisión inesperada.

2 Reyes 6:24–33 introduce el asedio a Samaria: hambre extrema, un rey que culpa a Dios y a su profeta, y una palabra sorprendente de Eliseo que anuncia provisión. Esta primera parte nos confronta con una pregunta clave: ¿estamos cosechando consecuencias de nuestra desobediencia mientras responsabilizamos a Dios? Pídele hoy al Señor un corazón obediente y oído atento a Su voz.

2 Reyes 6 nos recuerda que Dios ve y sabe todo: los planes secretos del enemigo y también lo que a nosotros se nos escapa. Mientras el siervo de Eliseo solo vio ejércitos, Dios le abrió los ojos para ver carros de fuego alrededor. Pídele hoy al Señor: “Abre mis ojos para que vea” —su cuidado, sus caminos y su voluntad en lo cotidiano. No vivas solo por vista; camina por fe.

En tiempos de crecimiento, trabajo y visión, a veces “se nos cae el hacha”: perdemos filo, fuerza o, sencillamente, el instrumento con el que Dios nos puso a construir. En 2 Reyes 6:1–7, Eliseo nos enseña que Dios cuida tanto de lo grande como de lo pequeño: pregunta “¿Dónde cayó?”, señala el lugar de la pérdida y obra el milagro para que el hierro flote.Hoy el Señor puede mostrarte dónde se te cayó el filo, cuándo dejaste de lado la oración, y cómo recuperarlo. No es a la fuerza; es con Su presencia. Vuelve al punto de la caída, obedece Su voz… y recoge tu hacha.

La oración nos conecta con el poder de un Dios que no cambia, un Dios cuyo brazo no se ha cortado ni su oído se ha cerrado. Cuando oramos, no solo hablamos: recibimos. En su presencia, las cargas se sueltan, las heridas sanan y la fe renace.Este Viernes de Oración es una invitación a detenerlo todo, a doblar las rodillas y a poner el corazón ante Dios. Él sigue tocando vidas, restaurando hogares y levantando corazones cansados.Si estás agotado o con el alma herida, recuerda: el mismo Jesús que tocó al leproso sigue tocando hoy, trayendo aceptación, amor y sanidad completa.Puntos para meditar:La oración no cambia a Dios, nos cambia a nosotros.Donde hay rendición, hay milagros.Hoy no busques palabras perfectas, busca presencia.

Naamán fue sanado por fuera, pero su mayor milagro ocurrió dentro. Su piel quedó limpia, pero también su corazón. Descubrió que la verdadera sanidad no solo restaura el cuerpo, sino el alma, porque de nada sirve decir que somos salvos si seguimos enfermos en el corazón.Eliseo le muestra que la fe auténtica no se compra ni se aparenta: se vive con humildad, obediencia y gratitud. Dios no solo quiere limpiarnos de la lepra visible, sino también de las heridas internas que el orgullo, la dureza o la falta de perdón dejan en nosotros.

Devocional | Eliseo y el leproso Naamán La historia de Naamán nos enseña que no hay rango, éxito ni riqueza que puedan comprar la gracia de Dios. Su lepra representa lo que el orgullo es capaz de esconder, pero también lo que la obediencia y la humildad pueden sanar. Eliseo le muestra a Naamán que el verdadero milagro no está en los rituales, sino en creer y obedecer la palabra de Dios, aunque parezca sencilla.

En medio del hambre y la necesidad, Dios demuestra una vez más su poder para transformar la escasez en abundancia. A través de Eliseo, aprendemos que donde el hombre ve muerte, Dios trae vida; donde hay falta, Él multiplica. Este pasaje nos recuerda que la fe y la obediencia abren la puerta a los milagros diarios de la provisión divina.

A través de esta historia poderosa, vemos cómo Dios obra milagros en medio del dolor y nos enseña el valor de la fe, la perseverancia y la identificación con los que sufren. Eliseo nos recuerda que la verdadera compasión requiere acercarnos al corazón de los demás, tal como Cristo se identificó con nuestra humanidad.

Un tiempo para detenernos, doblar nuestras rodillas y rendir nuestro corazón delante de Dios. La oración es el lugar de encuentro con el Padre, donde encontramos paz, fortaleza y dirección para cada día.

La historia de la mujer sunamita nos enseña que servir a Dios con un corazón sincero nunca queda sin recompensa. Ella ofreció hospitalidad al profeta Eliseo sin buscar nada a cambio, pero Dios le concedió un milagro inesperado: un hijo. El Señor honra a quienes lo honran, y todo servicio hecho en amor será recompensado en su tiempo perfecto.

El encuentro de Eliseo con la mujer sunamita nos enseña que la fe no solo se vive en los momentos de necesidad, sino también en la generosidad y disposición de corazón. Ella reconoció al profeta como un hombre de Dios y decidió abrirle espacio en su hogar, mostrando que nuestros recursos, talentos y tiempo son instrumentos que Dios puede usar para extender su reino. La verdadera adoración no es solo con palabras, sino con una vida que entrega lo que tiene al servicio del Señor.

La historia de la viuda en 2 Reyes 4 nos muestra cómo Dios se interesa no solo en reyes y grandes autoridades, sino también en personas comunes, incluso en medio de la necesidad. El profeta Eliseo le recuerda que siempre hay algo en casa que Dios puede usar, aunque parezca poco. Este pasaje también nos confronta con una verdad poderosa: muchas veces nuestros hijos no rechazan a Dios, sino al Dios que les mostramos con una vida incoherente. El llamado es a vivir con integridad, a ser padres y madres cuyo testimonio inspire, y a creer que una vasija vacía en manos de Dios se convierte en abundancia.

La historia de Eliseo nos recuerda que los profetas tenían la tarea de mostrar lo que los hombres no podían ver. En medio de una crisis, la palabra de Dios reveló esperanza y dirección. Aunque los reyes no veían señales de lluvia, el Señor prometió agua, enseñándonos que su voz abre nuestros ojos espirituales para confiar en lo invisible. La Biblia es hoy nuestra voz profética que nos enseña a mirar más allá de las circunstancias y ver a Dios en cada detalle de la vida.

Este Viernes de Oración es un tiempo para reconocer que la mayor fortaleza de nuestra vida se encuentra de rodillas, cuando doblamos nuestro corazón delante de Dios. Es un día para buscar su rostro, rendirle todo y recordar que lo eterno es lo único que permanece. A través de la oración, afirmamos nuestro llamado, nos disponemos a ser usados por Dios y clamamos por la salvación de nuestras familias, nuestra ciudad y el mundo entero.

En este devocional vemos cómo Eliseo, enfrentando una crisis en la ciudad, pidió tres elementos: vasijas nuevas, sal y la palabra de Dios. Estos simbolizan la necesidad de un nuevo nacimiento, la pureza y preservación que trae la Palabra, y la proclamación profética que restaura lo que está dañado. La enseñanza es clara: para superar la esterilidad espiritual necesitamos corazones renovados, una vida purificada por la Palabra y la fe en el poder transformador de Dios.

En este devocional exploramos el profundo significado de la petición de Eliseo: “Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí”. No se trataba de poder humano ni de ambición personal, sino de reconocer su incapacidad y su necesidad del Espíritu Santo para cumplir el llamado de Dios. Veremos cómo este pasaje enseña sobre carácter, discipulado y el legado espiritual que se transmite de generación en generación.

En este devocional descubrimos la importancia del llamado de Dios en la vida de Eliseo y cómo ese mismo principio sigue vigente hoy. Elías echó su manto sobre Eliseo y él entendió de inmediato lo que significaba: dejarlo todo para servir a Dios. Ser llamado no es cuestión de casualidad ni de falta de opciones, sino de obediencia, diligencia y renuncia. Aprende cuáles son las señales que confirman un verdadero llamado y cómo Dios forma tu carácter para que seas un instrumento útil en Sus manos.

En este inicio de serie, exploramos la vida de Eliseo, un hombre común que Dios transformó en un instrumento poderoso. Aprendemos que Dios no llama a los desocupados, sino a los diligentes. Eliseo estaba trabajando cuando fue llamado, y ese carácter forjado en la rutina lo preparó para una vida de milagros. Hoy, Dios puede estar usándote, a través de cada situación cotidiana, para prepararte y llamarte. No subestimes el valor de tu trabajo y tu responsabilidad: es ahí donde Dios talla a sus profetas.

¿Qué significa estar quietos delante de Dios? Este devocional es una invitación a pausar, rendir nuestras fuerzas y aprender a confiar en el obrar divino incluso cuando no vemos resultados inmediatos. A través de la historia del profeta Elías y del pueblo de Israel, descubrimos que los desiertos son escenarios de provisión, y que en medio de las batallas, Dios nos llama a permanecer en quietud para ver su salvación. Hoy, Dios quiere recordarte que mientras tú estás en silencio, Él está obrando poderosamente a tu favor.

En la vida de Elías, cada lugar representa una etapa del camino espiritual que también nosotros debemos recorrer. Galaad, Gilgal, Jericó, Betel y el Jordán no solo son nombres geográficos, sino estaciones del alma donde Dios trata con nosotros, nos forma, nos fortalece y nos prepara para su propósito. Este devocional nos invita a entender cómo cada paso en el camino tiene un sentido y una lección para alcanzar la madurez espiritual.

Elías no murió, sino que fue llevado por Dios en una carroza de fuego—una escena majestuosa que representa la recompensa de una vida de obediencia. Este devocional nos invita a reflexionar sobre la verdadera paternidad espiritual, el discipulado y la misión de formar generaciones que permanezcan firmes en la Palabra. El legado de Elías nos desafía a ser discípulos que dejen huella en otros.

La historia de Acab y Jezabel nos muestra que, aunque los impíos parezcan triunfar por un tiempo, el juicio de Dios es ineludible. En este devocional, el juicio final cae sobre una casa llena de maldad, idolatría y abuso de poder. Dios usó al profeta Elías para anunciar un destino terrible que se cumpliría sin falta. Esta enseñanza nos recuerda que el Señor ve todo y que ningún mal queda impune.

A veces parece que los malos prosperan sin consecuencia alguna, y como el salmista en el Salmo 73, nos preguntamos por qué. Este devocional nos recuerda que Dios es justo y paciente, pero su juicio es seguro. A través de la historia de Acab y Jezabel, veremos que aunque Dios tarda, nunca olvida. Cada acción tiene su tiempo y cada corazón su retribución. No nos engañemos por la aparente prosperidad del impío; el juicio de Dios vendrá.

El relato del profeta Elías nos muestra que Dios no siempre se manifiesta en lo espectacular. En este devocional reflexionamos sobre las 7 razones por las que Dios no está en el trueno, el fuego ni el terremoto, y cómo Su presencia se revela de una manera más profunda y transformadora.Aprenderás a reconocer la voz de Dios en lo simple y en lo íntimo, entendiendo que no siempre habla en lo ruidoso, sino en el susurro apacible que cambia el corazón y fortalece la fe.

Dios no solo pregunta por nuestra ubicación física, sino por el estado de nuestro corazón, nuestras decisiones y nuestro caminar espiritual. En este devocional, el Señor interpela al profeta Elías: “¿Qué haces aquí?”. Una pregunta que también resuena en nuestras vidas cuando nos encontramos en lugares de oscuridad, justificación o desobediencia. Dios no habita en cuevas de desesperanza, sino en el monte alto con los quebrantados de corazón. Hoy es el día para salir de la cueva y subir al lugar donde habita Su presencia.

A veces el camino se alarga… no porque Dios lo haya planeado así, sino porque nuestras decisiones, emociones o falta de obediencia nos desvían. El profeta Elías emprendió un viaje que Dios nunca le pidió, y en su cansancio, Dios volvió a hablarle con amor: “Levántate y come, porque largo camino te resta”. Este devocional es una invitación a volver a depender de la fuerza del Señor y no caminar más en nuestros propios consejos. Si estás agotado, este mensaje es para ti.

No todos los desiertos son iguales. Hay desiertos a los que Dios nos lleva para formarnos… pero también hay otros a los que llegamos por nuestras propias decisiones, miedos o emociones. El profeta Elías, después de una gran victoria, cayó en una profunda crisis. Corrió, huyó y se aisló. Pero aun en su huida, Dios lo encontró. Este devocional es un recordatorio de que, incluso en nuestros peores momentos, hay una voz que nos llama, que nos sustenta y que nos dice: “Levántate y come”.

A veces sentimos que estamos en la cima espiritual: oramos, creemos, y vemos la mano de Dios obrando. Pero, al instante siguiente, enfrentamos el miedo, la duda o la desesperanza. La vida del profeta Elías nos muestra que incluso los siervos más fieles tienen altibajos. De la cima del Carmelo al desierto del temor, este devocional nos invita a reconocer nuestras flaquezas y volver nuestra mirada a Dios, que nunca falla y siempre sostiene.

La vida del profeta Elías nos revela el poder de una oración eficaz. En este devocional aprenderás cuáles son las 7 formas de orar que marcaron la diferencia en su ministerio y cómo esas mismas claves pueden transformar tu vida espiritual hoy.Descubre cómo la fe, la obediencia y la intimidad con Dios abren camino para que la oración se convierta en una herramienta poderosa capaz de mover montañas. Una enseñanza que no solo inspira, sino que también reta a buscar una vida de oración más profunda y efectiva.

La Biblia nos muestra a Elías orando con fe y perseverancia, incluso después de recibir la promesa de que llovería. Este devocional nos reta a no conformarnos con oír la promesa, sino a alinearnos con ella en oración. ¿Qué significa cuando Dios dice que viene la lluvia? Que su palabra está en camino a cumplirse, pero nuestra postura debe ser de vigilancia, fe activa y profunda comunión con Él.

La oración de Elías, sencilla pero cargada de fe y obediencia, trajo fuego del cielo. ¿Qué hizo distinta su oración? Santiago dice que “la oración del justo puede mucho”. Cuando oramos conforme a la voluntad y la Palabra de Dios, con un corazón sincero, Él responde. ¿Cómo está tu vida de oración? ¿Ora tu corazón o solo tus labios?

Elías reta al pueblo de Israel en el Monte Carmelo a decidir entre dioses falsos y el Dios verdadero. El desafío: invocar a sus dioses para que prendan fuego al sacrificio—y solo el Señor responde. Este fuego divino no solo autenticó al verdadero Dios, sino que puso en evidencia lo inútil de confiar en ídolos hechos por manos humanas. Ahora, surge una pregunta: ¿En quién ponés tu confianza hoy? ¿Tus conquistas, tus gustos, tus pasiones… o solo en el Dios que responde con fuego?

En este devocional, somos llevados al Monte Carmelo junto al profeta Elías, donde confronta al pueblo de Israel para que defina a quién va a servir: ¿al Dios verdadero o a los ídolos? Hoy más que nunca, los cristianos necesitamos responder la misma pregunta. ¿Vivimos para Dios con todo el corazón o tratamos de agradar al mundo y a Dios al mismo tiempo? No podemos tener un corazón dividido. Este mensaje te desafiará a tomar una decisión clara y radical por Cristo.

La Biblia dice: “Pero pida con fe, no dudando nada, porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:6).Hoy es viernes de oración, día de detenernos, de doblar las rodillas y de inclinar el corazón en la presencia del Dios vivo. No oramos a un ídolo muerto, sino al Dios todopoderoso que hizo los cielos y la tierra, el que venció la muerte y vive por los siglos de los siglos.La fe es el ingrediente indispensable en la oración: creer que Dios oye, responde y tiene la última palabra sobre todas las cosas. Por eso, este tiempo de búsqueda no es para correr ni distraerse, sino para beber del agua viva y ser renovados en Su presencia.

La bondad y la disciplina de Dios siempre exigen una respuesta. Algunos, al ver los juicios del Señor, reconocen su pecado y se vuelven a Él en arrepentimiento. Otros, en cambio, endurecen su corazón y se rebelan aún más. El rey Acab, en medio de una sequía devastadora, no se quebrantó ni buscó al Señor; culpó al profeta Elías y prefirió cuidar sus caballos antes que clamar por su pueblo.La pregunta es personal: ¿Qué produce en ti la corrección de Dios? ¿Te lleva a la humildad y al arrepentimiento, o a la dureza y al orgullo? Recuerda: los juicios de Dios son llamados de amor para que su pueblo vuelva a sus caminos.

La vida no se mide en décadas o en grandes logros, sino en la fidelidad de cada día. Dios habló de los “muchos días” de Elías en Sarepta para recordarnos que la vida se construye paso a paso, con disciplina diaria en la oración, en la Palabra y en la obediencia. El futuro de tu matrimonio, tus hijos, tu salud y tus finanzas se decide en lo que haces hoy. Aprende a vivir un día a la vez y a contar tus días con sabiduría para que cada jornada glorifique a Dios.

La viuda de Sarepta había visto un milagro, pero cuando su hijo murió culpó a Elías y hasta a Dios. El profeta no discutió: llevó al niño a su lugar secreto y clamó al Señor. Dios lo resucitó, y entonces la mujer declaró: “Ahora sé que eres un hombre de Dios”. La fe verdadera se reconoce no solo por lo que decimos, sino por cómo vivimos y cómo confiamos en el Dios vivo. ¿Pueden los que están cerca de ti ver a Cristo en tu vida?

La historia de la viuda de Sarepta nos enseña que la obediencia a Dios siempre va acompañada de fe. Elías llegó a una mujer que solo tenía un puñado de harina y un poco de aceite para preparar su última comida, pero obedeció la palabra del profeta y confió en Dios. El resultado fue un milagro: nunca faltó alimento en su casa. Así es el camino de la fe: no se basa en lo que vemos, sino en la fidelidad del Dios vivo. ¿Quieres ver milagros en tu vida? Empieza a obedecer, aunque parezca imposible.

Cuando la vida se pone dura y la carga es demasiado pesada, Dios nos invita a detenernos y a refugiarnos en su presencia. Así como Elías fue llevado al arroyo Querit para descansar y ser sustentado, también nosotros necesitamos ese lugar de paz y renovación. En medio de la ansiedad, la depresión o la frustración, Dios nos recuerda que Él da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna. Hoy es un día para arrodillarse, levantar las manos y decir: “Padre, en ti descanso, en ti confío, porque tú eres mi refugio y mi fortaleza”.

En 1 Reyes 17:8-10, Dios lleva a Elías a una nueva etapa: Sarepta de Sidón, un lugar extraño, difícil y lleno de retos. Allí no sería sustentado por un rico, sino por una viuda extranjera en medio de la escasez. El arroyo se había secado, pero Dios tenía un plan de refinamiento, para enseñarle que la provisión no depende de recursos visibles, sino de la obediencia y confianza absoluta en Él. Este pasaje nos recuerda que no debemos apresurarnos ni ir más rápido que Dios; su tiempo siempre es perfecto, y su provisión nunca falla.

En 1 Reyes 17:2-6, Dios le ordena a Elías apartarse y esconderse junto al arroyo de Querit. Allí, en soledad, fue sustentado con agua del arroyo y alimento traído por los cuervos. Elías aprendió que antes de enfrentar grandes batallas públicas, debía ser formado en secreto en la presencia de Dios. De la misma manera, nosotros necesitamos apartar tiempo para escondernos en la intimidad con el Señor. Solo allí somos fortalecidos, corregidos y preparados para cumplir el propósito divino.

En 1 Reyes 17:1, Elías declara con valentía al rey Acab: “Vive el Señor, Dios de Israel, ante quien estoy, que no habrá rocío ni lluvia estos años, sino por mi palabra”. Una afirmación así no nace de un impulso humano, sino de la convicción de que el Dios vivo respalda a quienes oran con fe. Elías, un hombre sujeto a pasiones como nosotros (Santiago 5:17), marcó la diferencia porque oró fervientemente. Su fuerza no estaba en su propia capacidad, sino en su fe y en la certeza de que Dios vive y escucha. Hoy, recordemos que la oración ferviente es el arma más poderosa del creyente.

Hoy comenzamos una nueva serie sobre la vida del profeta Elías. Su nombre significa “Jehová es mi Dios”, una declaración poderosa en tiempos de apostasía y de idolatría en Israel. Elías fue un hombre celoso por Dios, llamado a confrontar la idolatría de reyes como Acab y Jezabel, y a recordarle al pueblo que el Señor es el único Dios verdadero. En un mundo que cada vez más niega a Dios, necesitamos aprender de este profeta a mantenernos firmes, hablar con valentía y orar con fe inquebrantable.