Materia Oscura es un programa especializado en Ciencia del periodista José Manuel Nieves. Universo, física, hallazgos, nuevas investigaciones... Todo pasa por el tamiz de Nieves.
A finales de este mes, China se apuntará un nuevo éxito espacial con el lanzamiento de la misión Tianwen-2, una ambiciosa expedición que tiene como objetivo un pequeño asteroide llamado 469219 Kamo‘oalewa. Un asteroide, por cierto, que no es como los demas. Se trata, en efecto, de uno de los siete cuasi-satélites conocidos de la Tierra y, lo que es aún más fascinante, podría ser el primer asteroide que vemos hecho exclusivamente de material lunar. Esta hipótesis, que pondría en jaque mucho de lo que sabemos sobre los impactos cósmicos, podría ser confirmada por los estudios de laboratorio de los fragmentos que Tianwen-2 recolectará y traerá de vuelta a la Tierra en aproximadamente dos años y medio.
La ciencia acaba de lograr una hazaña asombrosa: capturar el momento exacto en que dos corrientes eléctricas chocan entre sí para formar un relámpago. Este hito no solo nos acerca a comprender uno de los fenómenos naturales más espectaculares, sino que, por primera vez, revela el papel crucial que este proceso juega en la generación de poderosos rayos gamma, los más energéticos del Universo, aquí mismo en la Tierra.
Si hay un logro tecnológico que ha demostrado ser capaz de desafiar el tiempo, las distancias astronómicas e incluso la lógica de la ingeniería, ese es, sin duda, el de las Voyager 1 y la Voyager 2, las míticas sondas que la NASA lanzó en 1977 para explorar los confines del Sistema Solar y que hoy, 48 años después, siguen funcionando y enviando datos a la Tierra.
En un rincón cercano de nuestra vasta galaxia, apenas a unos 80 años luz de nuestro Sistema Solar, desde donde la luz tarda ocho décadas en viajar hasta nosotros, un equipo de astrónomos ha descubierto, gracias una vez más al polifacético Telescopio Espacial James Webb, un planeta como ningún otro que hubiéramos visto antes.Este mundo, bautizado con el nombre técnico y algo enigmático de WD 1856+534 b, ya había sido detectado en 2020.
Durante siglos, la Tierra ha sido conocida como el "planeta azul", una imagen definida en gran medida por los vastos océanos que cubren tres cuartas partes de su superficie. Pero, ¿y si este no siempre fue el caso? ¿Y si nuestros océanos fueron alguna vez de otro color, digamos que verdes? ¿Y si vuelven a cambiar de color en el futuro? Esas son las posibilidades que explora un nuevo estudio recién publicado en Nature Ecology & Evolution.
Durante décadas, un inexplicable misterio cósmico ha mantenido en vilo a los astrónomos de todo el mundo: ¿dónde demonios está la mitad de la materia visible del universo? Y ojo, que no estamos hablando de materia oscura, cinco veces más abundante pero invisible a nuestros ojos porque no emite radiación que pueda ser detectada por nuestros instrumentos, sino se la materia 'ordinaria', la que sí podemos ver con los telescopios y de la que están hechas todas las estrellas y galaxias del Universo Ahora, y tras un nuevo y minucioso análisis del firmamento, un equipo internacional de científicos ha logrado resolver el enigma. Y como a menudo sucede en ciencia, la respuesta estaba justo delante de nuestras narices.
A pocos km bajo nuestros pies existe un vasto océano de roca fundida y maleable. Un océano de más de 3.000 km de profundidad y sobre cuya superficie, como placas de hielo que se agrietan sobre el agua, flotan los continentes, aferrados a enormes losas de roca sólida llamadas placas tectónicas. Australia ostenta un título peculiar: es la masa terrestre que se mueve más deprisa sobre la faz de la Tierra. Viaja a una velocidad sorprendente: aproximadamente 7 centímetros al año, una cifra que, aunque pueda parecer insignificante, supera con creces el promedio de movimiento de las demás masas continentales, que se sitúa en torno a los 1,5 centímetros anuales. Para hacernos una idea, esta deriva australiana es similar a la velocidad a la que crecen nuestras uñas y nuestro cabello.
Lo sabemos desde hace mucho: en el corazón de nuestra galaxia, la Vía Láctea, reside un monstruo cósmico: un agujero negro supermasivo conocido como Sagitario A que tiene 4 millones de veces la masa del Sol. Pero este gigante no está solo. A su alrededor, en efecto, hay un denso velo de gas y polvo interestelar, una densa, opaca e impenetrable cortina que oculta a nuestros ojos un auténtico hervidero de actividad cósmica.La densidad de la materia en este entorno es tan alta que ha desafiado nuestras teorías sobre la formación estelar. Los modelos tradicionales, de hecho, sugieren que podría haber unos 300 agujeros negros de masa estelar en la región más cercana a Sagitario A, pero un nuevo estudio publicado en Astronomy & Astrophysics ha barrido estas estimaciones, proponiendo una cifra mucho más elevada: ¡millones, incluso miles de millones!
En la frontera franco-suiza, en el corazón del laboratorio europeo CERN, se libra una intensa batalla por el futuro de la física de partículas. El CERN, hogar del famoso Gran Colisionador de Hadrones (LHC), aspira a construir la máquina más grande jamás creada por la humanidad: un colosal acelerador de partículas que iniciaría operaciones en 2070 y empequeñecería al LHC.
Imaginemos un viaje en el tiempo, uno hace miles de millones de años. Imaginemos una luna mucho más joven de lo que la conocemos hoy, hace más de 4000 millones de años. En esa época el sistema solar era un lugar caótico, un autentico campo de tiro cósmico donde los asteroides y otros cuerpos celestes chocaban casi continuamente. Y la Luna, aún en su infancia, no era una excepción ante esto.
Desde su lanzamiento, el Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha cambiado radicalmente nuestra comprensión del universo temprano. Pero sus últimos descubrimientos podrían llevarnos a replantearnos las bases mismas de la cosmología, Y es que puede que todo lo que conocemos esté contenido dentro de un gigantesco agujero negro.
La tranquilidad del Sistema Solar podría estar siendo interrumpida por un vecino lejano, pero influyente: Alpha Centauri. Un estudio reciente revela que alrededor de un millón de objetos interestelares, con dimensiones superiores a los 100 metros, originarios de este sistema estelar vecino, se encuentran actualmente vagando por los confines de nuestra Nube de Oort.
Un nuevo estudio de rocas lunares, traídas a la Tierra por las misiones Apolo, ha revelado que nuestro satélite natural se solidificó hace aproximadamente 4.430 millones de años, coincidiendo casi exactamente con el momento en que la Tierra se estaba convirtiendo en un mundo habitable. Este descubrimiento ofrece una ventana única a los primeros y turbulentos tiempos de la Luna, un período crucial para entender la formación de nuestro sistema solar. Los autores de este trabajo se centraron en analizar la composición de rocas lunares, especialmente un residuo único llamado KREEP. Este acrónimo representa potasio (K), elementos de tierras raras (REE) y fósforo (P). El KREEP es un remanente del océano de magma lunar que se solidificó en las últimas etapas de enfriamiento, cuando aproximadamente el 99% del magma ya se había cristalizado.
Hace unos meses, en noviembre, en este mismo pódcast, nos preguntábamos por la esquiva naturaleza del tiempo. Y ahora un equipo internacional de investigadores acaba de dar un nuevo paso en lo que es, sin duda, uno de los mayores misterios de la física. Durante siglos, hemos dado por sentado que el tiempo avanza inexorablemente hacia adelante. Desde el amanecer hasta el anochecer, desde el nacimiento hasta la muerte, nuestra experiencia cotidiana nos dice que el tiempo es una flecha unidireccional. Pero, ¿y si esta percepción fuera solo una ilusión? Un reciente estudio de la Universidad de Surrey ha revelado una posibilidad fascinante: a nivel cuántico, el tiempo podría tener una simetría, permitiendo teóricamente que fluya en ambas direcciones.
En Abril de 2020 ocurrió algo excepcional. Se detectó el primer FRB dentro de nuestra galaxia, y no a cientos o miles de millones de años luz de distancia, como sucedía con todos los anteriores. Lo que permitió rastrearlo hasta un magnetar, un extraño tipo de cadáver estelar , llamado SGR 1935 + 2154 . El estallido, detectado por varios radiotelescopios de todo el mundo, fue tan poderoso que los instrumentos ni siquiera consiguieron medir su intensidad. La señal, según los investigadores, fue por lo menos un millón de veces más fuerte que el resto de los FRBs detectados hasta el momento, y la primera detectada dentro de la Vía Láctea. Tras largos meses de análisis, un nuevo estudio recién publicado en The Astrophysical Journal Letters confirma que el FRB procede, efectivamente, del magnetar SGR 1935 + 2154, un "cadáver estelar" que se encuentra a unos 30.000 años luz , dentro de nuestra propia galaxia. Lo cual llevó a pensar que también otros FRB podrían tener un origen similar.
El Universo en que vivimos nos envía señales continuamente. Algunas son claras y su origen es evidente. Otras, sin embargo, resultan misteriosas, y los científicos no son capaces de determinar de dónde vienen. Pero de todas ellas, las más intrigantes son, sin duda, los FRBs . De hecho, se trata de las señales más escurridizas y potentes jamás detectadas en el espacio, y aunque duran apenas unos pocos milisegundos pueden generar, en ese breve tiempo, la misma cantidad de energía que el Sol emite en decenas de años. Hasta ahora, nadie ha logrado averiguar qué clase de sucesos podría ser capaz de producir ondas de radio de tan extraordinaria intensidad.
En 1974, la misión Mariner 10 de la NASA voló hasta Mercurio y descubrió pruebas de que este planeta, que es ya el mundo más pequeño del sistema solar, se está encogiendo. La evidencia de que esto es así llegó en forma de altísimas pendientes, de kilómetros de altura, conocidas como 'escarpas' y repartidas por todo el planeta. Las pendientes están causadas por fallas justo debajo de los escarpes que se forman a medida que el planeta se contrae debido al enfriamiento térmico. En otras palabras, debido a que el interior de Mercurio se está reduciendo, su superficie (corteza) tiene cada vez menos área que cubrir. Y la respuesta son las 'fallas de empuje', en las que un fragmento de corteza es empujado, literalmente, sobre el fragmento adyacente.
Los planetas con agua líquida podrían haberse formado tan solo 200 millones de años después del Big Bang, a partir de los restos de las primeras supernovas. Lo cual implica que la vida, por lo tanto, podría ser muchísimo más antigua de lo que creíamos. Hasta ahora, los científicos pensaban que toda esta agua se fue acumulando gradualmente a lo largo de miles de millones de años como una combinación de hidrógeno, el elemento más abundante del universo, con el oxígeno fabricado en el corazón de las primeras estrellas y expulsado después cuando éstas murieron como supernovas. Es decir, que la formación de planetas no comenzó en serio hasta que las supernovas hubieron lanzado suficientes elementos pesados al espacio como para formar los primeros embriones planetarios alrededor de las estrellas. Nuestro sol y sus planetas, de hecho, surgieron cuando el universo ya tenía unos nueve mil millones de años, y el planeta más antiguo conocido surgió más de mil millones de años después del Big bang.
La Tierra es el único planeta que conocemos capaz de tener fuego. Sí, es cierto que puede haber volcanes empujando magma caliente a la superficie de Venus, el planeta más caliente del Sistema Solar, pero nunca ha habido un incendio allí. Ni en Mercurio, ni en Júpiter, ni ninguno de los otros planetas que rodean nuestra o cualquier otra estrella. La Tierra es un planeta único en muchos aspectos, pero uno de los más intrigantes es, precisamente, la presencia de fuego. Sin embargo, ni siquiera aquí el fuego ha existido siempre. ¿Por qué no era posible el fuego?
Uno de los mayores misterios de la ciencia, y algo que todos nos hemos preguntado alguna vez, es cómo y dónde empezó la vida. La vida es un fenómeno fascinante y, hasta donde sabemos, único en nuestro planeta Tierra. Sin embargo, considerando la inmensidad del universo y la multitud de planetas que existen, parece lógico pensar que podría haber vida en algún otro lugar. Sabemos que la vida existe aquí, en nuestro planeta azul, desde hace al menos 3.800 millones de años. Pero, ¿dónde y cuándo empezó este proceso? ¿cómo pasamos de un caldo primordial de químicos a organismos complejos como nosotros? Los científicos han propuesto dos grandes teorías para responder esta pregunta.
La mayoría ni siquiera cae en ello, pero cuando observamos nuestro entorno, ya sea la televisión, una estrella lejana o una conversación cara a cara en un bar, siempre estamos viendo el pasado, nunca el presente. Este fenómeno se debe a la distancia y al tiempo que tardan las señales en viajar hasta nuestros ojos y ser procesadas por nuestro cerebro. Cuando observamos algo, ya sea a la persona que tenemos enfrente o a una estrella lejana, lo que vemos son los fotones de luz que rebotan en esos objetos y llegan hasta nuestra retina. Todo esto lo sabemos hace ya mucho tiempo, y si ya era de por sí duro para nuestra definición de lo que es la realidad, la cosa se complica aún más con el trabajo de un equipo de investigadores de la Universidad de California, que han dado un paso más allá y afirman, además, que lo que vemos no es más que una ilusión del pasado, y no solo por lo que acabo de explicar, sino porque nuestro cerebro es demasiado lento para procesar en tiempo real toda la enorme cantidad de información y de estímulos visuales que recibe continuamente.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Princeton ha llegado a una conclusión que podría cambiar nuestra comprensión del universo para siempre. Sabemos que el universo se está expandiendo, pero estos científicos sugieren que esta expansión podría estar frenándose. No solo eso, sino que mucho antes de lo que nadie hubiera previsto, la expansión podría detenerse por completo y empezar un proceso de contracción que llevaría al universo a hacerse cada vez más pequeño, hasta converger en un único punto, en una singularidad conocida como Big Crunch. Este proceso, según los investigadores, podría ocurrir en términos cosmológicos «mañana mismo». En términos reales, dentro de unos 100 millones de años, lo cual es apenas una fracción de la edad del Universo. Lo más inquietante es que no nos daríamos cuenta hasta que fuera demasiado tarde.
Imaginad que el Sol se vuelve loco y amenaza con destruir la Tierra en el plazo de apenas unos cientos de años. Si algo así sucediera ahora, no habría forma de evitar nuestra destrucción, pero si ocurriera en el futuro, dentro de, digamos, unos cuantos millones de años, puede que la tecnología del futuro consiguiera salvarnos. ¿Pero a dónde ir? Encerrar a toda o a parte de la humanidad en una flota errante de naves espaciales vagando eternamente por el espacio no parece una solución muy adecuada. Pero, ¿Y si nos montamos en un planeta errante que esté de paso? Esa es la solución que la astrofísica Irina Romanowska cree que sería la mejor para garantizar nuestra supervivencia, y también la de otras civilizaciones inteligentes que podrían tener el mismo problema.
Una encuesta reciente hecha en EE.UU. decía que el 70% de los norteamericanos pensaba que el fin de la humanidad llegaría a consecuencia de una gran catástrofe, y muchos de ellos pensaban que esa gran catástrofe sería provocada por el hombre. ¿Cuándo se producirá? Esa es una de las preguntas que trataremos de resolver. Pero además reflexionaremos acerca de las múltiples amenazas que el ser humano podría enfrentar en un hipotético fin de su existencia. El clima espacial, por ejemplo, que es un concepto amplio y que, aparte de los asteroides, implica las tormentas solares y las lluvias de radiación espacial. Por no hablar de la radiación letal que nos barrería en caso de que explotara una supernova cercana.
Hay una serie de estudios que se preguntan quién dominaría la Tierra si el hombre desapareciera por completo del planeta. No sabemos qué nuevas especies evolucionarán en ese tiempo; de lo que sí estamos seguros es de que seguirá habiendo, igual que las ha habido siempre, bacterias. Y es que las bacterias siguen siendo, hoy, las criaturas más exitosas y más dominantes del planeta. Seguimos en la actualidad viviendo en la era de las bacterias, que están presentes en el mundo desde el origen mismo de la vida, hace casi 4.000 millones de años. Así que dentro de, pongamos, otros 250 millones de años seguirán estando exactamente igual.
Aunque todos los planetas nacieron alrededor de estrellas, durante la formación de los sistemas solares, muchos mundos fueron expulsados por fuerzas gravitatorias
Una nueva interpretación de la mecánica cuántica cambia la forma del multiverso y lo expande de forma exponencial.
Pequeños puntos brillantes que, de cerca, se ven como enormes esferas de gases ardientes. Gracias a ellas los planetas nacen y mueren. Las hay blancas, amarillas, marrones, rojas, azules e incluso negras. Pueden ser enanas, gigantes o supergigantes.
Ya lo decía San Agustín: "Si nadie me lo pregunta, sé lo que es el tiempo. Pero si alguien me lo pregunta, no sé cómo responderle." A día de hoy, incluso para los científicos, el tiempo sigue siendo un misterio. Las incógnitas son muchas: si es algo externo a nosotros, una especie de corriente en la que vivimos sumergidos, o si se trata más bien de algo interno, de una percepción, un truco de nuestro cerebro para ser capaz de percibir los cambios.
Perseverance tomó una imagen que revelaba manchas blancas, negras y, sorprendentemente, verdosas dentro de una roca. El inesperado hallazgo ha entusiasmado a los científicos.
Los axiones, partículas hipotéticas que podrían formar la materia oscura del universo pueden ser producidas y estar 'colgando' alrededor de las estrellas de neutrones, algunos de los objetos más densos del Universo
Los científicos creen que podrían haber señalado la edad de la cuenca de impacto más grande y más antigua en la luna a más de 4.320 millones de años atrás.
Uno de los vecinos más cercanos del Sol, la estrella de Barnard, parece tener al menos un planeta orbitando alrededor de él, así como otros tres posibles planetas que necesitan mayor confirmación
Cuando los astrofísicos simularon el ascenso y la caída de civilizaciones alienígenas, descubrieron que, si una civilización experimentara un crecimiento tecnológico y un consumo de energía exponenciales, pasarían menos de 1.000 años antes de que el planeta alienígena se calentara demasiado para ser habitable. Y lo peor, esto sería cierto incluso si la civilización utilizara fuentes de energía renovables, debido a la inevitable fuga en forma de calor, como predicen las leyes de la termodinámica.
Un nuevo estudio recién publicado en 'The Astrophysical Journal' por un equipo de investigadores capitaneado por Katherine Chworowsky, de la Universidad de Texas en Austin, le acaba de dar un auténtico balón de oxígeno a la vieja teoría del origen del Universo: algunas de esas primeras galaxias son, de hecho, mucho menos masivas de lo que parecían al principio. Y la 'culpa' de que nos parecieran mucho más grandes y pesadas la tienen los agujeros negros centrales de algunas de ellas, que hacen que parezcan mucho más grandes y brillantes de lo que realmente son.
Un equipo de investigadores dirigido por científicos de la Universidad de Cardiff acaba de descubrir que la naturaleza ya empezó a experimentar con la vida compleja 1.500 millones de años antes de lo que se creía. Los investigadores han descubierto restos fósiles de un ecosistema mucho más antiguo con animales en la cuenca de Franceville, cerca de Gabón, en la costa atlántica de África Central. Un ecosistema que prosperó allí hace 2.100 millones de años. El estudio se acaba de publicar en 'Precambrian Research'.
Un equipo de científicos estudia un nuevo método, basado en liberar partículas metálicas a la atmosfera de Marte, para avanzar en el sueño de la terraformación del planeta rojo
Hace apenas unos meses un equipo de físicos de las universidades de Alberta, en Canadá, y Praga, ha conseguido encontrar una 'inconsistencia' en las leyes de la física que permitiría aprovechar los agujeros de gusano para viajar en el tiempo.
La pregunta lleva décadas intrigando a los científicos pero, por fin, un estudio podría haber hallado una respuesta.
Un equipo internacional de astrónomos, utilizando datos del telescopio espacial Gaia, ha podido identificar, por ahora, los restos de media docena de galaxias, todas ellas devoradas por la Vía Láctea a lo largo de sus 13.000 millones de años de historia. Cinco de las 'víctimas' ya eran conocidas, pero de la nueva no había noticia alguna hasta ahora.
La vida en la Tierra ya se había extendido mucho antes de que el primer soplo de oxígeno aireara nuestro planeta. Los primeros restos fósiles de organismos vivientes se remontan hasta hace 3.760 millones de años, aunque son muchos los que piensan que la vida debió de originarse bastante antes, por lo menos hace 4.000 ó 4.100 millones de años. Desde hace décadas los científicos se preguntan "qué respiraban" todas esas criaturas anteriores a la Gran Oxidación, y resulta que hace un par de años un equipo de investigadores halló lo que parece ser la respuesta: arsénico. Un veneno para nosotros, pero que en aquella época lejana pudo haber impulsado la vida en el planeta.
Algo terrible y tremendamente destructivo sucede en la Tierra aproximadamente cada 27 millones de años. Un nuevo análisis recién publicado en la revista Historical Biology, en efecto, acaba de revelar que en nuestro planeta también las extinciones masivas de animales terrestres, como anfibios, reptiles, mamíferos y aves, siguen el mismo ciclo ya reportado anteriormente de extinciones masivas de la vida oceánica.
G2, una nube de gas descubierta diez años antes cerca del centro de nuestra galaxia, se dirigía directamente hacia Sagitario A*, el enorme agujero negro que duerme en el corazón de la Vía Láctea. La nube, en efecto, se estiró y se alargó a medida que se acercaba al agujero negro; pero luego, sencillamente pasó de largo
Un nuevo estudio demuestra que la vida en cualquier planeta no logrará sobrevivir a la muerte de su sol, pero que después podrá volver a surgir alrededor del cadáver estelar. Según un nuevo estudio de la universidad inglesa de Warwick, la vida aún sería posible después de que una estrella muera y se convierta en una enana blanca, aunque nada logrará sobrevivir durante las violentas fases de transformación. La mayor parte de las estrellas que conocemos, incluido nuestro Sol, acabarán convirtiéndose en eso, enanas blancas.
Pueden parecer fuertes y silenciosos, pero los tomates , igual que muchos otros frutos, 'lloran' y 'gritan' cuando sufren un ataque que pueda dañarlos. De este modo, avisan al resto de la planta para que tome medidas defensivas. Esa es la principal conclusión de un estudio dirigido en Brasil por la bióloga Gabriela Niemeyer Reissig y en el que se explica, con todo detalle, cómo el fruto del tomate envía señales eléctricas al resto de la planta para advertir de eventos dañinos, como por ejemplo, un ataque de orugas.
En las profundidades del Océano índico, justo donde el lecho marino se hunde en una gran depresión, existe un 'agujero de gravedad' de más de tres millones de km cuadrados. ¿Cómo es realmente? ¿Y se sabe qué lo propició?
Por primera vez en la Tierra, un equipo de investigadores ha descubierto una 'cascada de cráteres' causada por el impacto de un único asteroide. Hasta ahora, algo así solo se había visto en otros planetas. El escenario se encuentra en el sureste de Wyoming, en Estados Unidos, en una zona en la que se han encontrado ya varias docenas de cráteres de impacto, todos ellos formados hace alrededor de 280 millones de años.
Gracias a Einstein sabemos que el tiempo y el espacio están entrelazados y que, desde el amanecer de los tiempos, en la singularidad del Big Bang, el Universo se ha estado expandiendo. Esta expansión del espacio significa que en nuestras observaciones del universo primitivo el tiempo debería parecer mucho más lento que el actual
Los astrónomos no podían dar crédito a lo que estaban viendo: una enorme 'cavidad' en medio de la Vía Láctea, una especie de burbuja vacía de 500 años luz de diámetro y en cuyo interior no había ni una sola estrella. El equipo, integrado por investigadores del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian en Cambridge (Massachusetts) y de la Universidad de Wisconsin, estaban analizando mapas en 3D de dos conocidas nubes moleculares, las regiones en las que las nuevas estrellas se forman, cuando se toparon con el 'agujero'.
Los investigadores informan del hallazgo de una serie de objetos que, a primera vista, parecen asteroides, pero que al mismo tiempo están 'disparando' chorros de polvo y gas
En el centro galáctico, las estrellas viven apenas unos pocos millones de años, y suelen terminar sus días de forma violenta. Sin embargo, y precisamente allí, en medio de esas condiciones infernales, un enjambre de unas 20 estrellas, llamadas 'estrellas S', trazan órbitas elípticas que las llevan a pasar extraordinariamente cerca de Sagitario A*, Entre fascinados e incrédulos, los astrónomos no consiguen explicarse su origen. Ahora, un equipo internacional de investigadores de Japón descubre, en el centro de la Vía Láctea, que una de estas estrellas se llama SO-6 y su origen no es de nuestra galaxia.