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mirando la vida desde la perspectiva de Dios

samuel hernández clemente


    • Jun 1, 2025 LATEST EPISODE
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    • 43m AVG DURATION
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    La CENA más cara del universo

    Play Episode Listen Later Jun 1, 2025 45:43


    La cena más cara jamás servida no tuvo lugar en un palacio, ni estuvo adornada con cubiertos de oro ni manjares exóticos. Fue servida en un aposento alto, con pan sin levadura y vino sencillo. Pero su costo… su costo fue infinito. Fue la cena que el Hijo de Dios compartió con sus discípulos antes de ir a la cruz. Y cada vez que la celebramos como iglesia, volvemos al centro de nuestra fe: Cristo crucificado, resucitado y glorificado.“Así, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga” — 1 Corintios 11:26Cada vez que participamos de la Cena del Señor, somos testigos vivientes de un sacrificio que no se puede medir en dinero, ni en méritos humanos, ni en honor terrenal. El costo fue la sangre del Hijo eterno de Dios.Jesús no solo ofreció pan y vino: ofreció su cuerpo quebrantado y su sangre derramada. Lo que parece un acto simbólico, en realidad anuncia una verdad escandalosa y gloriosa: ¡Dios murió por nosotros! La cena del Señor es un recordatorio no de una victoria barata, sino de un rescate costoso.Participar de la Cena es proclamar la cruz con nuestros labios cerrados y nuestros corazones abiertos. Cada migaja de pan y cada gota de la copa apuntan al Gólgota, al Cordero inmolado, al precio que pagó por nuestra redención. Y eso nutre nuestra fe: no fuimos comprados con oro, sino con la sangre preciosa de Cristo (1 P 1:18-19).La Cena más cara del universo fue pagada por el Salvador más glorioso. En ella encontramos sustento para seguir creyendo, consuelo para seguir esperando y comunión para seguir amando. No hay alimento más necesario, ni cena más dulce, ni esperanza más segura.Cada vez que participamos, no solo recordamos, sino que nos fortalecemos en la fe y avanzamos hacia la gloria. Porque el que murió por nosotros vive, y volverá a sentarse con nosotros, esta vez como Rey de reyes y Señor de Señores en su banquete eterno.

    FIESTA sin llanto y DICHA sin fin

    Play Episode Listen Later May 28, 2025 55:43


    Fiesta sin llanto y dicha sin fin / Lucas 16:19-31La cruz es el camino a la corona. La aflicción es pasajera, pero la gloria es eterna.“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez.” — Lucas 16:19La escena es de esplendor, lujo y placeres. El rico del relato de Jesús no es presentado como un criminal ni un blasfemo; simplemente, como alguien que vivía para sí. Su vida era una continua fiesta, pero sin Dios. Tenía todo, menos lo único necesario.La Biblia no condena la riqueza, pero sí la idolatría del corazón. Cuando el alma se vacía de Dios, se llena de placeres pasajeros. El problema de este hombre no fue el banquete, sino el olvido de su miseria espiritual. Vivió como si la eternidad no existiera. Ignoró al pobre Lázaro en su puerta, pero sobre todo, ignoró a Dios en su corazón.“Y había también un mendigo llamado Lázaro… deseando saciarse de las migajas… y los perros venían y le lamían las llagas.” — Lucas 16:20-21Qué contraste. Lázaro, cuyo nombre significa “Dios es mi ayuda”, vivía en la miseria absoluta. Sin embargo, su corazón pertenecía al Señor. Aunque su cuerpo era afligido, su alma era sostenida. Fue ignorado por los hombres, pero conocido por Dios.Cuando murió, fue llevado por los ángeles al seno de Abraham, símbolo del consuelo eterno de los redimidos. Su pobreza fue solo temporal; su recompensa, gloriosa y eterna.Muchos creyentes pasarán por la vida con más lágrimas que risas, más pruebas que victorias terrenales. Pero su epitafio eterno será glorioso: “Recibió males, pero ahora es consolado.”El consuelo de Dios no es momentáneo, sino eterno. No es superficial, sino profundo. Y no depende de lo que sufrimos aquí, sino de lo que Cristo ganó allá, en la cruz. Cada lágrima que derramamos por Su causa será enjugada por Su mano.“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor…” (Apocalipsis 21:4)

    Una cena de CARIDAD (no apta para fariseos)

    Play Episode Listen Later May 24, 2025 52:27


    UNA MESA DE GRACIA, NO DE MÉRITOEn Lucas 14, un hombre que escuchaba a Jesús exclamó piadosamente: “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios” (v.15). Pero Jesús respondió con una parábola que desnudó el corazón de quienes presumían de su justicia. Aquel que se sentía seguro de estar entre los comensales del Reino, en realidad no entendía quiénes eran los verdaderos invitados.Cristo describe una gran cena preparada con generosidad. La mesa está servida, pero los primeros convidados se excusan con argumentos mundanos: un terreno que atender, unos bueyes que probar, una boda recién celebrada (v.18–20). Todos ellos representan a quienes valoran más sus asuntos que el honor de sentarse a la mesa del Rey. Aquí el fariseísmo se desenmascara: es la religión de quienes creen tener derecho al banquete, pero no tienen hambre de gracia.El Evangelio no es para los que creen merecerlo, sino para los que no tienen nada que ofrecer.He aquí, una invitación para los que no tienen nadaAnte el desprecio de los primeros, el dueño de casa —imagen de Dios mismo— abre su convite a los pobres, mancos, cojos y ciegos (v.21). ¡Qué imagen tan clara de los que reconocen su necesidad espiritual! Ellos son los que saben que no pueden llegar por sus méritos. No traen dotes, ni vestidos finos, ni logros religiosos. Solo traen su quebranto, su miseria, y una disposición humilde a recibir.Así es la gracia del Nuevo Pacto. En la Cena del Reino no hay lugares reservados para quienes confían en su piedad externa. No es apta para fariseos que oran de pie dando gracias por no ser como los demás (cf. Luc. 18:11), sino para pecadores que claman a Dios pidiendo misericordia.Cristo es un Salvador perfecto; pero sólo para pecadores verdaderos. Y estos son los que Él mismo invita: "venid a mí".He aquí una cena de caridad que humilla el corazón.Cuando uno se sienta en esta mesa, no se jacta, se quebranta. Es una cena de caridad, es decir, de amor gratuito. Aquí no hay rangos ni méritos, sino un mismo pan para todos: Cristo crucificado por los indignos. Comer de este pan es participar de su muerte (1 Cor. 10:16), es renunciar a todo orgullo, es confesar: “Señor, yo no soy digno... pero di la palabra, y seré sano”.Esta mesa —como símbolo del Reino— es una constante humillación al ego religioso. Por eso los que se creen llenos no se sientan. Solo los vacíos son llenados. Solo los pobres en espíritu son saciados. Es que la puerta del cielo es baja: sólo pueden entrar los que se agachanVEN A LA CENA DE CARIDAD; TODO ESTÁ PREPARADO PARA LOS POBRES E INDIGNOS QUE BUSCAN A CRISTO.El mensaje del Evangelio es claro y urgente: “Venid, porque ya todo está preparado” (v.17). No se nos pide traer nada, solo venir. ¿Te sientes indigno? Estás en el grupo correcto. ¿Te duele tu pecado? Este banquete es para ti. ¿Sientes que has fallado demasiado? Cristo preparó su mesa no para los limpios, sino para lavar con su sangre a los sucios.No te excuses más. No alegues ocupaciones. No esperes a “estar mejor”. Ven tal como estás, con corazón sencillo y espíritu quebrantado. La Cena está servida. El Señor recibe con gozo a los que se reconocen pobres y necesitados.

    Estrecha es la puerta, pero AMPLIA ES LA MESA

    Play Episode Listen Later May 21, 2025 46:19


    Estrecha es la puerta, pero AMPLIA ES LA MESA"Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios." (Lucas 13:29)Lucas 13:291. Una advertencia solemne: la puerta es estrechaEl contexto de este glorioso versículo está marcado por una advertencia del Señor:"Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán" (Lucas 13:24).Cristo no ofrece un cristianismo fácil, ni una salvación superficial. La puerta es estrecha porque requiere el abandono del yo, del pecado, y de toda justicia propia. Esta puerta angosta es Cristo mismo (cf. Juan 10:9), y solo los que se rinden a Él con fe sincera y arrepentimiento verdadero pueden entrar.Esto nos recuerda que la salvación no se gana por linaje, mérito ni tradición religiosa. El mismo pasaje muestra que muchos hijos de Israel —por confiar en su identidad étnica o prácticas externas— quedarían fuera, mientras que forasteros de toda nación serían bienvenidos. Esta es la paradoja gloriosa del Reino: estrecha es la entrada, pero sorprendente y amplia es su hospitalidad.2. Una promesa gloriosa: la mesa es ampliaDespués de advertir sobre la puerta angosta, el Señor Jesús declara: "Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur..."Aquí la imagen se ensancha. Desde todos los rincones de la tierra, el Reino de Dios reunirá a sus redimidos. La puerta es estrecha, pero la mesa es amplia. La gracia es selectiva en su entrada (pasa solo por Cristo), pero no es exclusiva en su alcance geográfico, cultural o social.La mesa representa comunión, reposo, gozo. No es solo una entrada al Reino, es un banquete de amor. Y quienes se sientan allí no lo hacen como sirvientes ajenos, sino como hijos adoptados, herederos del Rey.3. Una esperanza viva: la comunión del Reino es real y eternaNo se trata solo de un futuro lejano. En Cristo, ya participamos de ese banquete por medio de la comunión con Él y su Iglesia. Cada vez que nos sentamos a la mesa del Señor, anticipamos el banquete eterno. Pero también se nos recuerda que no todos los que se sientan en las bancas de la iglesia hoy estarán en esa mesa si no entran por la puerta angosta.VEN A LA MESA; HAY SALVACIÓN, REPOSO Y DICHAExamina tu corazón: ¿Has entrado realmente por la puerta estrecha? ¿O estás cerca de la mesa sin haber pasado por Cristo?Celebra la gracia de Dios: Si has sido traído desde lejos, si fuiste hallado en el norte o el sur, si viniste desde una tierra lejana o una vida pecaminosa, agradece que fuiste invitado y recibido.Anuncia la buena noticia: El banquete aún no está completo. Hay más invitados que deben entrar. Predica, ora y vive con el anhelo de que muchos más se sienten a la mesa del Reino.

    Este Rey come con sus siervos

    Play Episode Listen Later May 20, 2025 44:54


    LOS SIERVOS COMEN EN LA MESA DEL REYEstén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que cuando llegue y llame, le abran en seguida. BIENAVENTURADOS AQUELLOS SIERVOS a los cuales su señor, cuando venga, halle VELANDO. (Luc 12:35-37)Nuestro Señor Jesucristo nos llama a una vigilancia activa. "Ceñidos vuestros lomos" es la imagen de un siervo que no ha deshecho su atuendo de trabajo. No está en descanso. Está presto, atento, listo. Y con lámpara encendida: no se duerme en la oscuridad del pecado, sino que vela con luz en medio de la noche. El corazón regenerado no se conforma con saber que Cristo vendrá, sino que lo espera como quien ama Su regreso (2 Tim. 4:8).Cristo pronuncia bienaventurados —felices, dichosos— a aquellos siervos a quienes Él encuentre velando. ¿Por qué? Porque no se trata solo de siervos fieles: son amigos atentos, hijos que esperan al Padre, esposas sabias con aceite en la lámpara. Están velando, no por miedo al castigo, sino por amor a la presencia del Señor.Este pasaje tiene un giro sorprendente, en el verso 37 dice: “De cierto os digo que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá a servirles”. ¡Qué glorioso intercambio! El Señor se convierte en el siervo. Cristo, que ya una vez nos sirvió en la cruz, ahora nos hace sentar en Su mesa y Él mismo nos sirve. Esta es la herencia de los que velan: comer con Él, ser saciados por Él, gozar de su presencia.“El Señor no solo recompensa el servicio, sino que Él mismo se convierte en la recompensa”

    plato hermoso, corazón MUGROSO

    Play Episode Listen Later May 14, 2025 47:41


    En el Reino de Dios no hay lugar para el fariseísmo, esa actitud religiosa que se conforma con las apariencias externas pero descuida la limpieza del corazón. Así lo dejó en evidencia Jesús cuando fue invitado a cenar por un fariseo (Lucas 11:37). Aquel hombre, representante de una religión centrada en el ritualismo y la reputación, se escandalizó al ver que Jesús no cumplía con los lavamientos ceremoniales antes de comer. Pero el Señor, conocedor de los pensamientos, respondió con una reprensión penetrante: “Limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de maldad”. Este breve episodio revela una verdad fundamental: la hipocresía religiosa, aunque socialmente aceptada, es incompatible con el Reino que Cristo vino a inaugurar. El fariseísmo no tiene lugar donde reina la gracia, la humildad y la transformación del alma; pues el Evangelio no adorna la superficie, sino que regenera lo profundo del ser.La comunión con Cristo no es un derecho, sino un don. Cada encuentro con Él es una manifestación de su amor condescendiente, una invitación a una mesa que no merecíamos, y una oportunidad para experimentar la verdadera limpieza del alma.VAYAMOS A CRISTO; SIN MÁSCARAS NI VANAGLORIAAmado lector, la advertencia de Cristo es clara: no basta con el plato hermoso si el corazón está mugroso. No hay comunión verdadera sin limpieza verdadera. Y no hay limpieza verdadera sin Cristo.El fariseísmo sigue vivo donde hay religión sin redención, apariencia sin arrepentimiento, ortodoxia sin obediencia. Abandónalo. Ven a Cristo. No necesitas una reputación impecable para acercarte a Él, sino un corazón quebrantado y humillado. A Él no le atraen los vitrales del alma, sino la sinceridad de un pecador que reconoce su suciedad.Ven a la mesa del Señor, no con las manos limpias de tus obras, sino con el alma abierta a su gracia. No escondas tu suciedad bajo la religión. Entrégala a Aquel que “vino no a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).

    PURA VIDA

    Play Episode Listen Later May 7, 2025 43:21


    “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.” (1 Juan 5:12)La verdadera vida —la pura vida— es un don de Dios que fluye únicamente por medio de Cristo, quien dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10). Este ensayo busca honrar a nuestro Señor Jesucristo reconociendo sus múltiples dádivas de vida, y exaltándolo como Aquel que nos da espíritu, nombre, sustento, esperanza y gloria eterna.1. Gracias a Jesucristo: Por su Espíritu de VIDADesde el Génesis hasta el Apocalipsis, la vida humana y espiritual se muestra como obra directa del Espíritu de Dios. Cuando Cristo resucitado se presenta a sus discípulos, sopla sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo” (Juan 20:22), remitiéndonos al aliento de vida original (Gén. 2:7).El Espíritu Santo es llamado en Romanos 8:2 “el Espíritu de vida en Cristo Jesús”, y es por Su acción vivificante que pasamos de muerte a vida (Efesios 2:1-5). En la teología reformada, reconocemos que sin este nuevo nacimiento por el Espíritu, ningún ser humano puede ver el Reino de Dios (Juan 3:3-6).2. Gracias a Jesucristo: Por inscribirnos en el libro de la VIDALa Escritura habla del “libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 13:8), una imagen celestial que representa la elección, redención y seguridad de los santos en Cristo. Aquellos cuyos nombres están escritos en este libro fueron amados desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4-5), y en él están seguros porque sus nombres fueron sellados con la sangre del Cordero.Esta inscripción no es fruto de nuestras obras, sino de la gracia soberana de Dios (Filipenses 4:3), asegurándonos que nadie puede borrarnos de su memoria salvífica. Cristo nos promete: “No borraré su nombre del libro de la vida” (Apoc. 3:5). ¡Qué consuelo para el corazón creyente!3. Gracias a Jesucristo: Por concedernos el agua de VIDACristo se presenta a la samaritana como el dador de agua viva (Juan 4:10), y en Apocalipsis 22:17 se nos invita a recibir “gratuitamente del agua de la vida”. Esta agua representa la gracia vivificante del Evangelio que sacia el alma y la limpia, purificándola de su impureza por medio de la fe.El agua viva que Cristo da no se agota, sino que salta para vida eterna (Juan 4:14), y testifica que solo en Él se encuentra la satisfacción plena del corazón humano.4. Gracias a Jesucristo: Por devolvernos el árbol de la VIDAEn el Edén, el árbol de la vida fue cerrado por causa del pecado (Génesis 3:24), símbolo de la separación del hombre caído respecto a la comunión con Dios. Pero en Cristo, el nuevo y verdadero Adán, el acceso a este árbol ha sido restaurado (Apocalipsis 2:7; 22:2).Este árbol representa ahora la vida eterna y la sanidad de las naciones por medio de la obra redentora de Cristo. Él es el mediador del nuevo pacto, por quien la humanidad redimida vuelve a tener comunión con el Dios viviente.5. Gracias a Jesucristo: Por otorgarnos la corona de VIDAFinalmente, a los que permanecen fieles en la fe, Cristo promete una corona de vida (Apocalipsis 2:10; Santiago 1:12). No se trata de una recompensa por méritos humanos, sino del premio de gracia dado a aquellos que aman a Dios y perseveran en las pruebas. Es la glorificación de los santos, la plenitud de la vida eterna en presencia del Salvador.Esta corona no se marchita (1 Pedro 5:4), y es garantizada por Aquel que venció la muerte. “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).HAY VIDA EN JESUCRISTO¡Pura vida! No como un mero deseo optimista, sino como una exclamación de fe. ¡Gracias a Jesucristo tenemos espíritu vivificado, nombre eterno, agua que sacia, árbol que sana y corona que glorifica! Todo esto proviene de Él, es sostenido por Él y nos lleva de regreso a Él. “Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas” (Romanos 11:36).

    Jesús es VIDA

    Play Episode Listen Later May 5, 2025 34:55


    El mensaje de la resurrección de Jesucristo no es un mero símbolo de renovación o esperanza sentimental; es el acontecimiento central de la historia redentora. El sepulcro vacío es la firma divina de que el sacrificio del Cordero fue aceptado, la muerte ha sido vencida y la nueva creación ha comenzado. Bajo el acrónimo VIDA, exploraremos cuatro gloriosas implicaciones de la resurrección de Cristo para todo creyente.¡JESUCRISTO VIVE!¡Alabado sea Jesucristo!Él es la VERDAD que fundamenta nuestra fePor su INTERCAMBIO somos redimidosSu DOMINIO permanecerá por siempreSerá AMPARO y fortaleza en la vida y en la muerte.La tumba está vacía, el trono está ocupado, y la muerte está vencida.Jesús es VIDA, y quienes están en Él no morirán en vano ni en derrota, sino en victoria, ganancia y dicha.

    Camino del CALVARIO

    Play Episode Listen Later May 3, 2025 37:55


    El camino del Calvario no fue solo una caminata cuesta arriba hacia una cruz de madera. Fue una jornada sagrada, donde el amor de Dios se mostró con toda su fuerza. Cada paso que dio Jesús fue un acto de obediencia, un gesto de amor, una señal de esperanza. No fue un viaje improvisado. Desde antes de que el mundo comenzara, ya estaba en el corazón de Dios que su Hijo seguiría ese camino por nosotros. En esa senda, el Siervo del Señor, el Cordero escogido, cumplió el plan perfecto del cielo.

    Ven a la MESA

    Play Episode Listen Later Apr 30, 2025 43:09


    El sacramento de la Santa Cena, también llamado la Mesa del Señor, es uno de los momentos más sagrados y profundos en la vida de la iglesia cristiana. Instituido por nuestro Señor Jesucristo la noche en que fue entregado, este sacramento no es una simple ceremonia simbólica ni una tradición vacía, sino un medio de gracia por el cual Cristo mismo se nos da espiritualmente para fortalecernos en la fe.La advertencia apostólica: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (1 Corintios 11:28), no es un llamado al legalismo o al perfeccionismo, sino a una reflexión reverente y evangélica. Por ello, urge responder con claridad: ¿qué significa participar “dignamente”? ¿Qué nos hace dignos de participar de la Mesa del Señor?¿QUÉ NOS HACE “DIGNOS” DE PARTICIPAR DE LA MESA DEL SEÑOR?1. No nuestros méritos, sino nuestras carenciasContrario a la lógica del mundo, en la Mesa del Señor no se honra al fuerte, al exitoso o al justo, sino al necesitado, al humilde y al pecador arrepentido. No nos acercamos como quienes merecen un premio, sino como mendigos que extienden la mano para recibir misericordia.Como afirma el Catecismo de Heidelberg: “¿Quién debe venir a la Mesa del Señor? Aquel que está descontento consigo mismo por sus pecados, pero confía que estos le son perdonados por Dios por causa de Cristo” (Pregunta 81).2. No nuestra justicia, sino nuestra necesidad de perdónSomos "dignos" no por la ausencia de pecado, sino por la conciencia profunda de nuestro pecado y la fe viva en el perdón de Dios. Tal como los pobres son dignos de compasión y los enfermos de cuidados, los pecadores contritos son dignos del consuelo de Cristo.Jonathan Edwards lo expresó así: “Los sacramentos no son premios para los santos, sino alimentos para los hambrientos”. Participar indignamente es hacerlo con arrogancia o hipocresía, no con necesidad.3. Nuestra condición de miserables nos lleva a la mesa, no para exaltarnos, sino para humillarnosLa dignidad del creyente en la Cena no nace de sí mismo, sino de la dignidad de Cristo. Somos como el leproso que clama: “Si quieres, puedes limpiarme” (Marcos 1:40). No venimos con la frente en alto, sino con el rostro en tierra, como el publicano que se golpeaba el pecho diciendo: “Dios, ten misericordia de mí, pecador” (Lucas 18:13).Y he aquí el misterio glorioso: Dios no desprecia al corazón quebrantado. Cristo no vino a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento (Lucas 5:32). Entonces, la gloria, la alabanza y el mérito pertenecen enteramente a Él. Nuestra dignidad es la gracia de Cristo aplicada a indignos.

    Un jolgorio o un VELORIO

    Play Episode Listen Later Apr 29, 2025 51:12


    ¿A dónde prefieres ir, si pudieras elegir entre un salón de fiesta o una funeraria?En la fiesta hay risa, en el funeral hay reflexión.En la pachanga hay brindis, en el sepelio hay un corte de caja.En el banquete hay ruido y confeti; en el cementerio hay silencio y polvo.En el jolgorio cantamos "¡La vida es un carnaval!", en el velorio concluimos "La vida es como neblina""Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete, porque aquello es el fin de todos los hombres; y el que vive lo pondrá en su corazón." (Eclesiastés 7:2)

    Nos vemos en el PARAÍSO

    Play Episode Listen Later Apr 23, 2025 40:01


    La Biblia no escatima en palabras sublimes cuando se refiere al destino final de los redimidos. A lo largo de sus páginas, el cielo, la gloria eterna, el paraíso, la nueva creación, y la morada celestial son términos que surgen con frecuencia, y todos ellos apuntan a una realidad gloriosa: el consuelo definitivo para el pueblo de Dios. Esta variedad de expresiones no es fruto de una confusión semántica, sino del intento divinamente inspirado de mostrarnos la riqueza multiforme de la herencia que está reservada para quienes sean fieles hasta la muerte en la esperanza de la resurrección, la vida eterna y el gozo perpetuo.

    Una historia de dos funerales

    Play Episode Listen Later Apr 22, 2025 59:02


    Había pompa, había flores, había discursos. El ataúd era lujoso, y los asistentes bien vestidos. Al funeral del rico no le faltaba nada… excepto esperanza. A unas cuadras de allí, casi nadie se enteró de la partida de aquel mendigo cubierto de llagas, cuyo cuerpo fue depositado en la tierra sin ceremonia ni elegancia. Dos funerales. Dos historias. Un destino eterno contrastante.Cristo nos relató esta parábola para abrirnos los ojos más allá del sepulcro. Lo que para el mundo es el final, para el alma es sólo el comienzo. Entre la muerte y la resurrección hay un estado intermedio: o una fiesta celestial, o un tormento consciente (Lucas 16:22-23). Lázaro fue llevado por los ángeles al “seno de Abraham”, un símbolo de reposo y comunión eterna con los justos. El rico despertó en el infierno, en medio de llamas y desesperación. La diferencia no estaba en sus condiciones sociales, sino en su relación con Dios.

    ¿Aceptas un NO por respuesta?

    Play Episode Listen Later Apr 11, 2025 42:23


    La oración no es una herramienta para forzar la voluntad de Dios, sino una expresión de rendición a su gobierno y autoridad.En un mundo donde se exalta la autosuficiencia y el derecho a reclamar lo que uno cree merecer, la oración cristiana se presenta como un acto contracultural: un diálogo humilde con el Dios soberano. Cuando el creyente ora, no lo hace para imponer su voluntad, sino para conformarse a la voluntad de su Señor. Jesús mismo nos enseñó a orar diciendo: “Sea hecha tu voluntad, así en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10). Esta sencilla petición encierra una teología profunda: la oración cristiana verdadera está marcada por la humildad, la confianza y la sumisión.Quien ora con fe no exige, sino que se entrega. El cristiano ora como lo hizo el Señor en Getsemaní: “Padre, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39). Nuestro Salvador, perfecto en obediencia, mostró que la oración no consiste en arrancar un “sí” de los labios del Padre, sino en rendirse con paz al “no” que a veces Él, en su sabiduría, pronuncia.DIOS NO SIEMPRE RESPONDE “SÍ”, PERO SIEMPRE RESPONDE CON GRACIAUna de las pruebas más difíciles para la fe no es cuando Dios tarda en responder, sino cuando responde con un “no” claro y rotundo. ¿Cómo reaccionamos ante la negativa de Aquel a quien clamamos? Muchos tropiezan porque creen que la oración debe darles lo que desean. Pero Dios, en su amor, muchas veces nos niega lo que pedimos para darnos algo mejor: su presencia, su consuelo y su formación.El apóstol Pablo supo lo que era clamar intensamente por algo bueno y recibir un “no” divino. Tres veces rogó para que se le quitara su aguijón, y la respuesta fue: “Bástate mi gracia” (2 Corintios 12:9). Dios no lo despreció. No ignoró su súplica. Simplemente le respondió con un “no” que estaba impregnado de gracia suficiente y poder transformador. El “no” de Dios no es ausencia de amor, sino manifestación de su sabiduría y propósito eterno.

    Busca las cosas de ARRIBA

    Play Episode Listen Later Apr 9, 2025 39:52


    Orar no es llamar a una pizzería.Vivimos en una época profundamente marcada por el consumo instantáneo. Desde el sofá de casa podemos pedir una pizza, una serie de televisión o un taxi con solo tocar una pantalla. Esta cultura de inmediatez, comodidad y satisfacción personal ha contaminado incluso nuestra vida de oración. Muchos cristianos, sin darse cuenta, abordan la oración como si se tratara de un "servicio al cliente celestial", un lugar al que acudimos solo para presentar pedidos, quejas o sugerencias. Sin embargo, orar no es llamar a una pizzería. No es levantar el teléfono espiritual para recibir una entrega de bendiciones a la puerta de nuestra vida. Es, más bien, un medio de gracia, un canal por el cual Dios obra en nosotros para prepararnos para la gloria.Orar es parte de nuestro proceso de santificación - Si la oración es un medio de gracia —como lo ha enseñado históricamente la Iglesia Reformada—, entonces no puede reducirse a un acto utilitario. La oración no existe para hacer nuestra vida más cómoda, sino para hacernos más semejantes a Cristo. En palabras del obispo J.C. Ryle: "La mayoría de los hombres al morir piensan ir al cielo; pero pocos se paran a considerar si en verdad gozarían yendo al cielo. El cielo es, esencialmente, un lugar santo; sus habitantes son santos y sus ocupaciones son santas. Es claro y evidente que para ser felices en el cielo debemos pasar por un proceso educativo aquí en la tierra que nos prepare y capacite para entrar."La oración es parte de ese proceso educativo. Es una escuela de santidad, donde aprendemos a despojarnos del hombre viejo y a vestirnos del nuevo, creado según Dios en justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24). En cada momento de oración sincera, el Espíritu Santo alinea nuestros afectos con los del cielo. Poco a poco, orar nos enseña a amar lo que Dios ama y a desear lo que Dios promete.Orar es buscar las cosas de arriba; el apóstol Pablo escribió a los colosenses: “Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2). Este mandato da forma a la verdadera oración cristiana. No oramos simplemente para obtener respuestas, sino para que nuestros afectos sean elevados. No buscamos sólo que se abran puertas en la tierra, sino que nuestros ojos se eleven al trono de la gracia, donde Cristo intercede por nosotros (Hebreos 4:16; 7:25).Debemos corregir el error del consumismo espiritual; cuando nuestras oraciones se reducen a listas de supermercado o cartas a Santa Claus, algo anda mal en nuestro entendimiento de Dios. En vez de confiar en su providencia, reclamamos lo que creemos merecer. En lugar de deleitarnos en Él, lo tratamos como un medio para alcanzar otros fines. Tal postura es una negación práctica del primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3), pues hemos hecho de nuestros deseos un ídolo y del Dios soberano un mayordomo celestial.

    Tu POSTURA es lo de menos

    Play Episode Listen Later Apr 5, 2025 41:39


    En muchas culturas religiosas, la oración ha sido acompañada de ciertos gestos corporales que buscan expresar reverencia, humildad o fervor. Levantar las manos, arrodillarse o incluso postrarse en tierra son manifestaciones visibles de una actitud de adoración. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica, aunque estas posturas pueden ser útiles y simbólicamente ricas, la postura externa es lo de menos. La Escritura enseña que Dios no se impresiona por la forma sino por el corazón contrito y confiado que se presenta ante Él.La Escritura enseña que la esencia de la oración no está en el gesto, sino en la actitud del alma. El Salmo 51:17 nos recuerda que “los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”.En la oración, no se trata de “convencer” a Dios mediante cierta postura, ni de repetir fórmulas ni rituales externos que lo obliguen a actuar a nuestro favor. La verdadera oración nace del reconocimiento de la soberanía absoluta de Dios, de su sabiduría, su bondad, y de nuestra profunda necesidad de Él.Orar es someterse a Su voluntad, no imponer la nuestra. Como Jesús mismo oró: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Luc. 22:42). La mansedumbre no es debilidad, sino fortaleza rendida. Es saber que Dios sabe mejor, aunque su respuesta a nuestras súplicas no sea la que esperábamos.Dios es libre y soberano. Él no está atado a nuestros tiempos, formas o deseos. No hay postura, horario ni lugar que garantice la respuesta divina según nuestros términos. Como enseña el Catecismo de Heidelberg:“La oración verdadera es aquella que brota del corazón sincero, en el cual reconocemos nuestra necesidad, confiamos en la promesa de Dios y nos apoyamos solamente en Cristo, nuestro Mediador” (Heidelberg, P. 116–117).Dios puede responder “sí”, “no”, y cada una de esas respuestas será perfecta y misericordiosa. Nuestra paz no está en que Dios haga lo que pedimos, sino en que nos escuche conforme a Su voluntad perfecta (1 Jn. 5:14–15). La oración es más que un medio para obtener cosas: es un medio de gracia y comunión con Dios. El creyente no ora para manipular, sino para rendir su alma ante el trono de la gracia (Heb. 4:16), para encontrar consuelo, corrección, dirección y paz.Orar con mansedumbre es orar sabiendo que el Señor es bueno, aunque nuestra súplica no sea concedida de inmediato. Orar con dependencia es reconocer que sin Él no podemos nada (Jn. 15:5), y que en Él lo tenemos todo, aun cuando las circunstancias no cambien.LA DEVOCIÓN NO ES UNA POSE...La postura es lo de menos. Lo que Dios busca es un corazón rendido, confiado, dependiente. Si nuestras manos están levantadas, pero nuestro corazón está orgulloso, nuestra oración es ruido vano. Pero si nuestra alma se inclina en humildad, aun en el silencio o la informalidad, Dios está allí, escuchando con atención de Padre amoroso.La oración no es un acto mágico, ni un mecanismo de control. Es la expresión viva de una fe sometida a Cristo, confiada en Su soberanía y encendida por el Espíritu. Que oremos en la sala, en el cuarto, en el campo o en medio del tráfico —lo que el Señor ve es el corazón. Y un corazón humilde y confiado, nunca será desechado.“Dios no escucha nuestras oraciones por la elegancia de nuestras palabras, ni por la intensidad de nuestros gestos, sino por la fe sencilla que se apoya en Su misericordia” – Juan Calvino

    DESHAZTE del Cristo de bolsillo

    Play Episode Listen Later Apr 2, 2025 50:33


    Desde el 2008, la televisión mexicana ha transmitido la serie La Rosa de Guadalupe, una producción donde, en relatos breves, se presentan diversas problemáticas familiares que, de manera "oportuna" y milagrosa, son resueltas por la intervención de la célebre rosa, acompañada de su característico vientecito y una música angelical digna de un comercial de detergente celestial. Todo se arregla en un abrir y cerrar de ojos, como si la fe fuera un boleto de lotería que, con un poco de viento divino, garantiza el premio mayor.Desde la trinchera evangélica, resulta casi instintivo señalar esta forma de religiosidad como ingenua, engañosa, irreal y francamente fanática—una devoción supersticiosa que roza lo pagano. Nos indignamos con razón. ¡Qué disparate convertir la fe en un amuleto para emergencias, en una especie de botón mágico para activar milagros cuando más conviene!Pero, un momento. Si nos ponemos estrictos y escudriñamos nuestros caminos (Lamentaciones 3:40), quizá descubramos que en la iglesia "no-guadalupana" e idealmente "cristocéntrica" también se cuela una devoción igualmente fanática, supersticiosa y ficticia. ¿Acaso el Jesús de muchos "creyentes" no es más bien un Jesús de llavero, un Cristo de bolsillo, un Dios de complemento? Un recurso de emergencia, listo para usarse en caso de necesidad: enfermedad, desempleo, crisis matrimonial, o un diagnóstico desfavorable.Pero, ¿y cuando todo está en orden? Cuando hay salud, trabajo y estabilidad, cuando la agenda está repleta de reuniones, compromisos y un maratón de series pendientes en Netflix, ¿dónde queda Cristo? Pues bien guardado, junto a la llanta de repuesto, el extintor de incendios y el botiquín de primeros auxilios. No estorba, no incomoda, pero está disponible para cuando realmente se necesite. Y así, sin darnos cuenta, hemos fabricado una fe que no se distingue en nada de la superstición de la Rosa de Guadalupe.Pero Cristo no es un accesorio. No es un talismán. No es el equivalente celestial de una póliza de seguros contra desgracias. Él es el Rey de reyes y Señor de señores (Apocalipsis 19:16). No gobierna solo sobre una pequeña parcela de nuestras vidas, ni se conforma con los espacios vacíos en nuestra agenda. No es una aplicación de asistencia espiritual que abrimos solo cuando el WiFi de la vida falla. Su Señorío lo abarca todo: mente, alma, corazón y fuerzas (Marcos 12:30). Su gloria exige todo nuestro ser. No lo honramos con una oración exprés cuando la urgencia nos aprieta, sino con una vida entera rendida a su voluntad.Así que, si hasta ahora tu Cristo ha sido una versión miniatura, un simple adorno en el llavero de tu vida, es momento de dejar atrás esa devoción infantil y superficial. Miremos al Cristo real, al Cristo bíblico: soberano, majestuoso, digno de toda honra y gloria. Y moldeemos nuestra oración de manera que refleje esa realidad: "Sea hecha tu voluntad" (Mateo 6:10). Porque Jesús no es un auxilio de bolsillo. Es el Señor del universo. Y lo que demanda de nosotros no es una visita ocasional, sino una entrega total.

    ¿Qué es orar con FE?

    Play Episode Listen Later Mar 28, 2025 56:38


    La oración de fe no es una fórmula para garantizar que Dios cumplirá nuestros deseos, sino una expresión de confianza en su carácter y su voluntad. Jesús mismo nos enseñó a orar diciendo: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10). Orar con fe significa acudir al Padre con plena seguridad de que Él oye y responde, pero también con humildad para aceptar que su respuesta será siempre conforme a su perfecta sabiduría.Algunas corrientes contemporáneas han tergiversado la enseñanza bíblica sobre la oración, promoviendo la idea de que los creyentes deben “demandar”, “reclamar” o “arrebatar” bendiciones como si Dios estuviera obligado a concederlas. Sin embargo, esta actitud es ajena a la Escritura. La verdadera oración de fe no se fundamenta en la autosuficiencia del hombre ni en su capacidad de declarar o decretar, sino en la soberanía y bondad de Dios. El Señor Jesús, en su oración en Getsemaní, nos dio el ejemplo supremo de sumisión al orar: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).El Dios de la Biblia no es una máquina de conceder deseos egoístas, sino un Señor de bondad y misericordia, que en su perfecta sabiduría gobierna y bendice a su pueblo según lo que realmente necesita. Como afirma Romanos 8:28, “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. La verdadera fe en la oración no busca manipular a Dios, sino descansar en su voluntad, confiando en que siempre es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:2).

    CONTEMPLA a Dios

    Play Episode Listen Later Feb 24, 2025 29:50


    ORAR ES EJERCITAR NUESTRA CONTEMPLACIÓN DE DIOSLa oración cristiana no es un simple ritual ni un medio para satisfacer nuestras necesidades. Es, ante todo, una respuesta de la criatura a la revelación de su Creador. Cuando oramos, nos encontramos con Dios en la intimidad de la fe, maravillados por su grandeza y humillados por su gracia. La oración es el ejercicio espiritual por excelencia en el que el alma contempla a Dios con asombro y admiración, rindiéndole el homenaje de la dependencia y la obediencia.RESPONDEMOS LA REVELACIÓN DE DIOSDios se ha dado a conocer por medio de su Palabra y, sobre todo, en la persona de Jesucristo (Hebreos 1:1-2). No oramos a un Dios desconocido, sino al Dios vivo y verdadero que ha hablado, que se ha acercado y que nos ha hecho suyos en Cristo. La oración es el eco de su voz en nuestro corazón; es la fe que responde: "¡Heme aquí, Señor!" Cuando nos postramos en oración, lo hacemos porque primero Él nos ha llamado.ORAMOS EN RECONOCIMIENTO DE SU PROVIDENCIANuestro Dios no es un espectador distante, sino el soberano que gobierna con sabiduría y amor. En la oración, reconocemos su mano en cada detalle de nuestra vida. Nos acercamos con gratitud porque todo lo que somos y tenemos proviene de Él (Santiago 1:17). Contemplar su providencia en oración nos libra de la ansiedad y nos llena de confianza: "Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará" (Salmo 55:22).ORAMOS EN SUMISIÓN A SU AUTORIDADOrar no es imponer nuestra voluntad a Dios, sino rendirnos a la suya. Jesucristo nos enseñó a clamar: "Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10). La oración contemplativa nos coloca en la postura correcta: no somos señores de nuestra vida, sino siervos del Rey eterno. En la presencia de Dios, el alma aprende a descansar en su sabiduría y a amar su voluntad, incluso cuando no la comprendemos.ORAMOS EN DEPENDENCIA DE SU MISERICORDIASomos hijos necesitados de la gracia de Dios en todo momento. Nuestra oración nunca es un acto de autosuficiencia, sino un clamor humilde: "Señor, ten misericordia de mí" (Lucas 18:13). Cuando oramos, no nos presentamos con méritos, sino con las manos vacías, confiando solo en Cristo. Su misericordia nos sostiene, nos restaura y nos fortalece.CONTEMPLA A DIOSLa oración contemplativa es mucho más que hablar con Dios; es quedar absortos en su gloria, rendidos en su providencia, sometidos a su autoridad y dependientes de su misericordia. Que al orar, lo hagamos con asombro y admiración, como aquellos que han sido traídos a su luz admirable."Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza; y su grandeza es inescrutable" (Salmo 145:3).

    La Divina PROVIDENCIA

    Play Episode Listen Later Feb 7, 2025 42:01


    Amparados en Su Providencia. La oración y la confianza en la providencia divina están íntimamente vinculadas, pues orar es reconocer que nuestras vidas están en manos de un Dios soberano y sabio, cuyas decisiones son siempre para nuestro bien y su gloria (Romanos 8:28). En la oración rendimos nuestras preocupaciones, confiando en que su voluntad perfecta es mejor que nuestros deseos limitados. Al presentar nuestras peticiones con humildad y gratitud, descansamos en el hecho de que Él gobierna todas las cosas con amor y cuidado providencial (Filipenses 4:6-7). ORAR ES RECONOCER QUE NO TENGO EL CONTROL La verdadera oración comienza con la humildad de reconocer que no tenemos el control sobre nuestras vidas ni sobre el curso de los eventos que nos rodean. Este reconocimiento, lejos de ser una derrota, es el fundamento de una relación auténtica con Dios. "Muchos son los planes en el corazón del hombre, pero el propósito del Señor es el que prevalecerá" (Proverbios 19:21). Cuando venimos en oración, abandonamos la ilusión de autosuficiencia. Esto es un acto profundamente contracultural en una sociedad que exalta la independencia y la autonomía personal. La confesión de nuestra impotencia es, en realidad, un grito de fe que reconoce que Dios es el Soberano Señor de toda la creación. ORAR ES CONFIAR EN LOS PLANES DE DIOS Nuestra oración, cuando está bien orientada, no busca cambiar la voluntad de Dios, sino que nos alinea con sus propósitos eternos. "Sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados" (Romanos 8:28). La providencia de Dios no es caprichosa ni indiferente. Él tiene un plan perfecto, aunque a menudo esté oculto para nosotros. En la oración aprendemos a confiar en sus designios, incluso cuando estos nos parecen incomprensibles o dolorosos. ORAR ES ESTAR DISPUESTO A ACATAR LA AUTORIDAD DE DIOS La oración genuina siempre incluye la disposición de someter nuestra voluntad a la de Dios. Nuestro Señor Jesucristo nos dio el ejemplo supremo en Getsemaní: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39). Este acto de rendición es el punto culminante de la oración. No venimos a Dios para imponerle nuestras agendas, sino para aprender a decir con sinceridad: "Hágase tu voluntad." Al hacerlo, reconocemos que su autoridad es absoluta y que su sabiduría es infinita. ORAR ES DESCANSAR EN EL CUIDADO DE DIOS Finalmente, la oración nos conduce al descanso. Después de presentar nuestras necesidades y rendir nuestra voluntad, el alma encuentra paz en la certeza de que Dios cuida de nosotros. "Echad toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). Descansar en el cuidado de Dios es el resultado de entender su providencia: nada escapa de sus manos amorosas. Cuando oramos con esta confianza, podemos enfrentar la vida con serenidad y gratitud, sabiendo que el Dios que gobierna el universo es también nuestro Padre celestial, que siempre busca nuestro bien.

    Siempre a mi lado, nunca abandonado

    Play Episode Listen Later Feb 5, 2025 30:44


    SIEMPRE A MI LADO, NUNCA ABANDONADO. La doctrina de la oración nos enseña a confiar plenamente en el amparo y la presencia constante de Dios. Cristo cuidará de nosotros en todo lugar, en toda circunstancia y con todo su amor. Al vivir en esta realidad, la oración deja de ser una mera formalidad y se convierte en el dulce refugio de un corazón que sabe que nunca está solo. CRISTO CUIDARÁ DE MÍ EN TODO LUGAR El salmista declara: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, tú estás” (Salmo 139:7-8). Esta afirmación de la omnipresencia de Dios es el fundamento de nuestra confianza en la oración. No importa si estamos en la tranquilidad de nuestro hogar o en tierras lejanas, en la soledad de la noche o en medio de una multitud, Dios siempre está a nuestro lado. La oración no está limitada por geografía. Como hijos de Dios, podemos acudir al trono de la gracia desde cualquier lugar, seguros de que nuestro clamor será escuchado. Jesucristo, quien prometió estar con nosotros “todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), nos garantiza su presencia constante. CRISTO CUIDARÁ DE MÍ EN TODA CIRCUNSTANCIA La vida cristiana no está exenta de pruebas, pero en medio de las tempestades tenemos la certeza de que Dios nos escucha y cuida. El apóstol Pablo escribió: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). La oración no solo nos permite presentar nuestras necesidades, sino que también nos recuerda que el Señor es soberano sobre cada circunstancia. En la alegría y en el dolor, en el éxito y en la adversidad, podemos confiar en que Cristo cuidará de nosotros y nos sostendrá con su mano poderosa. CRISTO CUIDARÁ DE MÍ CON TODO SU AMOR El amor de Cristo por nosotros es infinito y constante. En Romanos 8:38-39, Pablo afirma con valentía: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Cuando oramos, nos sumergimos en ese amor inagotable. Cada palabra, susurro o lamento presentado ante Dios es recibido con compasión y ternura. La cruz de Cristo es la prueba definitiva de ese amor que no tiene límites, y la oración es el medio por el cual somos constantemente recordados de su cercanía y cuidado.

    ¿Con quién crees que HABLAS?

    Play Episode Listen Later Jan 30, 2025 29:01


    En 2019, la cantante cristiana Christine D'Clario generó controversia cuando, al orar por la sanidad de un amigo, expresó: "No aceptaremos un no por respuesta". Este tipo de declaración plantea preguntas profundas sobre la actitud correcta que debemos tener al orar. ¿Es esta una expresión de fe o una postura que contradice la enseñanza bíblica? La Escritura enseña que debemos orar con fe (Santiago 1:6) y perseverancia (Lucas 18:1-8). Sin embargo, la fe genuina nunca busca imponer su voluntad sobre Dios, sino confiar en que Él hará lo que es mejor, incluso cuando no entendamos sus caminos. Nuestro Señor Jesucristo nos dio el ejemplo perfecto en Getsemaní: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:39) ¿CON QUIÉN CREES QUE ESTÁS HABLANDO? Cuando oramos, nos dirigimos al Dios soberano, sabio y bueno, que gobierna el universo con justicia perfecta. No es un genio en una lámpara que concede deseos; es el Creador del cielo y de la tierra, cuyo propósito eterno es siempre para su gloria y el bien de su pueblo (Romanos 8:28). Por tanto, nuestra actitud debe ser la de hijos que confían plenamente en su Padre, no de consumidores que negocian una transacción. La Escritura nos recuerda: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.” (1 Pedro 5:6) CLAMAR, NO DEMANDAR. La oración es clamar ayuda, no proponer una transacción. Pedimos con confianza, pero siempre bajo la luz de su voluntad soberana. Cuando decimos "sea hecha tu voluntad" (Mateo 6:10), no estamos mostrando una fe débil, sino una fe robusta que descansa en la bondad infinita de Dios. Orar es pedir un favor, no demandar un derecho. Nadie tiene derecho a exigirle a Dios; todo lo que recibimos de Él es por pura gracia. Recordemos las palabras del apóstol Pablo: “¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 9:20) "SEA HECHA TU VOLUNTAD" La oración es uno de los privilegios más preciosos de la vida cristiana. Es la oportunidad de presentarnos ante el trono del Dios Todopoderoso, quien nos invita a hablarle como Padre amoroso. Sin embargo, nuestra actitud al orar revela mucho sobre nuestra teología y comprensión de quién es Dios. ¿Es Él un sirviente celestial obligado a satisfacer nuestras exigencias? ¿O es el Soberano Señor que obra conforme a su voluntad perfecta y sabia? Más importante que las palabras que usamos o la postura que adoptamos al orar, es nuestra actitud ante Dios. La oración es el acto humilde de reconocer nuestra dependencia absoluta del Señor, confiando plenamente en su voluntad perfecta. Dejemos de lado las demandas y abracemos la paz que trae decir con reverencia: "Sea hecha tu voluntad, Señor". La verdadera fe no busca controlar a Dios, sino descansar en Él y honrarle a Él.

    La oración CORRECTA

    Play Episode Listen Later Jan 24, 2025 41:52


    La oración cristiana no es simplemente un acto religioso o un ritual vacío; es la expresión viva de nuestra comunión con Dios. A través de la oración, nos acercamos al trono de gracia (Hebreos 4:16) como hijos adoptados por medio de Cristo, dirigidos por el Espíritu Santo. Para que nuestra oración sea bíblica y agradable a Dios, debemos atender tres aspectos fundamentales: el Dios correcto, las ideas correctas y la actitud correcta. 1. Debemos orar al Dios correcto: el único y verdadero Dios La oración cristiana tiene como único destinatario al Dios trino: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (Mateo 28:19). No basta con tener sinceridad; debemos asegurarnos de que oramos al verdadero Dios revelado en las Escrituras. Orar a ídolos, ideas humanas de la divinidad o conceptos ambiguos sobre Dios es ofensivo para Él (Éxodo 20:3-5). Jesús nos enseñó a orar al Padre celestial: "Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre" (Mateo 6:9). Esta dirección nos recuerda que la oración no es un diálogo con un poder impersonal ni con una fuerza cósmica, sino con el Dios personal y soberano que se ha revelado en Cristo. 2. Debemos orar con las ideas correctas: conforme a las Escrituras Nuestra oración debe estar fundamentada en la verdad bíblica. No podemos acercarnos a Dios con ideas que contradigan Su Palabra, ni con deseos egoístas o carnales. Santiago nos advierte: "Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites" (Santiago 4:3). La Escritura nos guía en cómo orar correctamente: Con fe: "Pero pida con fe, no dudando nada" (Santiago 1:6), debemos orar también conforme a la voluntad de Dios: "Si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye" (1 Juan 5:14) - y así mismo, nuestra oración debe estar saturada de acción de gracias: "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias" (Filipenses 4:6). 3. Debemos orar con la actitud correcta: humildad y mansedumbre El Dios soberano no se impresiona con nuestras palabras elaboradas ni con la cantidad de nuestras oraciones. Él busca corazones humildes que reconozcan su total dependencia de Su gracia. El salmista declara: "Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu" (Salmo 34:18). Jesús mismo enseñó que el fariseo, quien oraba con orgullo, no fue justificado; pero el publicano, que clamó: "Dios, sé propicio a mí, pecador", fue escuchado (Lucas 18:9-14). Esta actitud de mansedumbre reconoce nuestra necesidad constante de Dios y Su misericordia. ORAR ES CLAMAR POR LA MISERICORDIA DEL REY La oración cristiana no es un monólogo vacío ni una transacción comercial con Dios; es un acto de adoración y comunión. Cuando oramos al Dios correcto, con las ideas correctas y con la actitud correcta, encontramos que nuestra oración se convierte en una experiencia de acercamiento al Rey de reyes, es un privilegio y honor - La oración es el medio principal por el cual los hombres invocan a Dios y aprenden a confiar en Él, mostrando así su dependencia de Su bondad y misericordia. Oremos, entonces, con confianza, sabiendo que en Cristo tenemos acceso al Padre y que el Espíritu Santo intercede por nosotros conforme a la voluntad de Dios (Romanos 8:26-27).

    Sin volver ATRÁS

    Play Episode Listen Later Jan 22, 2025 31:54


    SIN MIRAR ATRÁS La vida cristiana es una jornada marcada por el llamado a la piedad, entendida como devoción, fervor y consagración a Dios. En su segunda epístola, el apóstol Pedro nos exhorta a añadir piedad a nuestra fe como una virtud indispensable (2 Pedro 1:6). Este llamado no es opcional, sino una manifestación de nuestra unión con Cristo y un reflejo de nuestra esperanza eterna. "No mirar atrás" significa vivir con la mirada fija en Cristo, avanzando en nuestra devoción a Dios con perseverancia, urgencia e integridad. 1. Piedad es Perseverancia: Buscar a Dios Continuamente La piedad no es un acto aislado, sino un hábito constante. Pedro nos llama a confirmar nuestra vocación y elección a través de una vida que no cesa en buscar a Dios (2 Pedro 1:10). Esta perseverancia implica reconocer que nuestra fortaleza para vivir piadosamente proviene de Su poder divino, que nos ha dado "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad" (2 Pedro 1:3). Vivir piadosamente significa no desmayar ante los desafíos, sino avanzar con la certeza de que Dios obra en nosotros para cumplir Su propósito. La perseverancia en la piedad es evidencia de una fe viva y de un amor genuino por nuestro Salvador. 2. Piedad es Urgencia: Buscar a Dios Prioritariamente Pedro advierte acerca de los falsos maestros y el peligro de ser arrastrados por doctrinas que desvían nuestra atención (2 Pedro 2:1-3). Por ello, la piedad demanda urgencia: debemos priorizar nuestra búsqueda de Dios por encima de todas las cosas. El cristiano que vive piadosamente reconoce que la comunión con Dios no puede esperar. Cada día, al enfrentar la tentación de priorizar lo temporal sobre lo eterno, debemos recordar las palabras de Pedro: "Pero vosotros, amados, sabiendo esto de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos caigáis de vuestra firmeza" (2 Pedro 3:17). Buscar a Dios urgentemente refleja un corazón que entiende la brevedad de la vida y la inminencia del regreso de Cristo. 3. Piedad es Integridad: Buscar a Dios Completamente La piedad no admite una devoción dividida. Pedro nos insta a vivir "en santa y piadosa manera de vivir" mientras esperamos la venida del Señor (2 Pedro 3:11). Esto significa que toda nuestra vida, en pensamiento, palabra y obra, debe estar consagrada a Dios. La integridad en la piedad implica rechazar la hipocresía y vivir de acuerdo con la verdad del evangelio. Así como Pedro describe a los falsos maestros como aquellos que "tienen el corazón ejercitado en la avaricia" (2 Pedro 2:14), los creyentes piadosos deben cultivar un corazón ejercitado en justicia y santidad, buscando a Dios completamente. “NO VUELVO ATRÁS” El llamado a la piedad es un llamado a "no mirar atrás", sino a avanzar con perseverancia, urgencia e integridad hacia la meta de nuestra vocación en Cristo Jesús. Sin embargo, esta perseverancia no es una obra que realizamos en nuestras propias fuerzas. Pedro nos recuerda que es Dios quien nos ha llamado por Su gloria y excelencia, y que Su Espíritu Santo nos capacita para vivir piadosamente (2 Pedro 1:3). Que nuestras vidas sean un continuo crecer " en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18), y que caminemos en piedad, no mirando atrás, sino firmes en la esperanza que Él nos ha dado.

    Como la FLOR

    Play Episode Listen Later Jan 16, 2025 33:24


    ¡Bienvenidos al primer episodio del 2025! Han pasado apenas 15 días desde que comenzó este nuevo año, y estamos a buen tiempo de hacer una pausa y reflexionar sobre nuestra fragilidad y nuestra necesidad de un refugio firme. Partamos de una sencilla verdad: somos como la flor del campo. Como dice el salmista: "El hombre es semejante a la hierba; sus días son como la flor del campo, así florece. Pero cuando el viento pasa sobre ella, deja de ser, y su lugar ya no la reconoce" (Salmo 103:15-16). En este episodio, exploraremos un acrónimo que resume nuestra condición: [F]ugaz: Nuestra vida es breve. [L]imitado: No tenemos el control total. [O]lvidadizo: Tendemos a distraernos. [R]esponsable: Cosechamos lo que sembramos. Estas realidades no deben desanimarnos, sino llevarnos al lugar donde encontramos verdadero refugio y referencia para la vida: Jesucristo. Él es el mismo ayer, hoy y por los siglos. En nuestra fugacidad, Él es eterno; en nuestras limitaciones, Él es todo suficiente; en nuestro olvido, Él nos da su palabra; y en nuestro proceder, nos guía en gracia y santidad. Aprendamos a vivir con la seguridad de que a pesar de nuestras limitaciones y fragilidades, estamos en manos de quien dirige la historia y gobierna sobre todas las cosas. ¡Comenzamos!

    Bajó el CORDERO, rugió el LEÓN

    Play Episode Listen Later Dec 27, 2024 43:30


    El mensaje de Navidad, y sus implicaciones, podría resumirse en estas breves líneas: Vino el cordero y vino el león trajo paz y trajo división regala el cielo por sustitución no es condimento ni decoración será tu juez o tu salvación

    ¿Qué niño es este que ha NACIDO?

    Play Episode Listen Later Dec 21, 2024 43:32


    Navidad significa que el objeto de nuestra adoración se ha encarnado; se ha hecho visible, palpable, cercano - podemos comer con él, platicar con él - él puede tener hambre, sudar, dormir, cansarse, y morir; es en todos los sentidos, la plenitud de la divinidad en carne y hueso. (Colosenses 2:9). Este niño es el puente entre lo eterno y lo temporal, entre lo celestial y lo terrenal - el Dios infinito, eterno y omnipotente ha tomado forma humana. En palabras de Juan, "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Juan 1:14). Este niño, Jesús, es Dios hecho visible, palpable y cercano.

    Contempla al REY; nadie como Él

    Play Episode Listen Later Dec 19, 2024 56:50


    El gesto de postrarse y adorar al niño Jesús por parte de los magos no es solo una escena histórica, sino una llamada profunda a todos los creyentes. Al ver la entrega total de los magos, estamos llamados a hacer lo mismo: entregarnos sin reservas a Cristo. El Rey que nació en Belén, que bajó del cielo para redimirnos, merece nuestra fe activa, nuestro conocimiento personal, y nuestra adoración genuina. La verdadera entrega a Cristo no es una cuestión de palabras o de intenciones superficiales. Es un acto de total rendición, en el que nuestras vidas son ofrecidas como sacrificios vivos, santificados y agradables a Dios (Romanos 12:1). Como los magos, que le dieron al Niño regalos de oro, incienso y mirra, nuestra entrega debe ser costosa, sacrificial, y llena de amor hacia el Salvador. El llamado de los magos es un eco a través de los siglos para toda la cristiandad: entregarnos, postrarnos, adorar y seguir a Cristo con un corazón sincero y comprometido. Cristo es el Rey que vino para redimirnos, y ante Él, la única respuesta verdadera es la de una vida entregada por completo en adoración. Que este llamado nos inspire a vivir con una fe activa, un conocimiento personal del Salvador y una adoración genuina, rendidos ante el Rey que vino a redimirnos. Que nuestra vida sea una ofrenda de adoración continua, a la altura de lo que Él merece. "Venid, adoremos al Señor" (Salmo 95:6).

    Y POSTRADOS le adoraron

    Play Episode Listen Later Dec 16, 2024 56:49


    El viaje de los magos de oriente hasta la presencia del Hijo de Dios recién nacido representó fe, obediencia, entrega y valentía. La travesía, por larga o incómoda que pudiera haber sido, no se evadió ni se postergó - sin peros ni reservas se dispusieron a seguir el astro de fulgor que les guiaba; eso requirió fe - aquellas profecías del pueblo de Israel que pudieron haber tachado de leyendas o mitos, fueron creídas y se aferraron a la convicción de que efectivamente se estaban cumpliendo las palabras de los profetas. Su actitud ante el Verbo encarnado fue de devoción sincera; le adoraron, se postraron, le entregaron sus "tesoros" en reconocimiento de la dignidad y honor de aquel ser supremo nacido en humildad. Y con valor contradijeron las perversas intenciones de Herodes al no revelarle dónde podía encontrar al niño. Los discípulos de Cristo no estamos llamados a menos; fe, obediencia, entrega y valentía siguen siendo parte de las demandas del evangelio de Cristo.

    Nuestra historia está en buenas manos

    Play Episode Listen Later Dec 13, 2024 56:58


    El relato de la Navidad es un recordatorio de que Dios no solo gobierna la historia, sino que entrelaza cada detalle con soberana precisión para cumplir su propósito eterno. El embarazo de Elisabet, la gestación de Juan el Bautista, el censo de César Augusto, la estrella que guió a los magos, el parto de María en Belén y hasta las vidas de Simeón y Ana: nada de esto fue una casualidad, sino la obra providencial de un Dios que escribe la historia con perfección infinita. Mientras el mundo habla de "alineaciones cósmicas" o "coincidencias asombrosas", los cristianos afirmamos con confianza: "Dios tiene el control de la historia." El primer Adviento trastornó los planes de todos sus protagonistas: José enfrentó un embarazo que no esperaba, María aceptó con fe un llamado que jamás planeó, los pastores dejaron sus campos para ver al Mesías, y los magos recorrieron largas distancias sin saber adónde llegarían. Incluso Herodes, con todos sus planes de grandeza, se encontró frente al Rey verdadero que trastornaría sus aspiraciones. Este "nacimiento no planificado" desde una perspectiva humana era, en realidad, el eje central de la agenda divina: el nacimiento de este Niño en un pesebre cambiaría todas las demás historias. En temporada de Adviento, recordemos que nuestras vidas también están en las manos del Soberano. Dios puede trastornar nuestras agendas, desbaratar nuestros planes y cambiar nuestras expectativas, pero lo hace con un propósito mayor que nosotros mismos: su gloria y nuestra redención. ¿Cómo responderemos? Con humildad y asombro, con reverencia y gozo, confiando en que nuestro Dios soberano está cumpliendo su agenda divina y que nuestra historia está en las buenas manos del Salvador.

    Le hemos visto y hemos VENIDO

    Play Episode Listen Later Dec 11, 2024 55:11


    La revelación de Cristo, el Rey nacido en Belén, transforma el corazón humano y lo llama a una respuesta ineludible: ante su majestad, somos adoradores o permanecemos indiferentes; quedamos absortos de asombro o menospreciamos su gloria. Los magos de Oriente no solo vieron la estrella; su visión les movió a la acción. Reconocieron que la revelación de Cristo demanda mucho más que una mirada pasiva: demanda un corazón dispuesto a buscar y adorar. Vieron la señal, pero emprendieron un arduo viaje desde tierras lejanas, con un solo propósito: postrarse ante el Rey eterno. Aquí se revela una verdad profunda: no es lo mismo ver que venir. Muchos se conforman con observar de lejos, permaneciendo como espectadores indiferentes, pero los verdaderos adoradores vienen a Cristo. En su búsqueda, los magos encontraron no solo un Rey, sino gozo indescriptible y una salvación que transforma. La pregunta para nosotros hoy es clara: ¿seremos espectadores o adoradores? ¿Nos quedaremos mirando, o vendremos con todo nuestro ser a rendirle homenaje al Rey nacido para traer luz a un mundo en tinieblas?

    Señora IGLESIA; siga ADELANTE

    Play Episode Listen Later Nov 29, 2024 26:18


    SEÑORA IGLESIA; SIGA ADELANTE La iglesia, como el cuerpo de Cristo y columna de la verdad (1 Timoteo 3:15), tiene un llamado continuo y urgente a perseverar en los fundamentos que la distinguen como pueblo santo y consagrado al Señor. Este llamado no es un mero ideal, sino una demanda de fidelidad que emana del carácter de Dios, quien es santo, justo y perfecto (1 Pedro 1:16). En este breve ensayo reflexionaremos sobre la importancia de perseverar en santidad, adoración, doctrina y obediencia, pilares que sostienen la vida y misión de la iglesia. 1. SANTIDAD: EL DISTINTIVO DE LA IGLESIA La santidad no es opcional para la iglesia; es su esencia. Hemos sido llamados a ser santos porque Dios es santo (Levítico 19:2). La iglesia no debe conformarse a los patrones de este mundo (Romanos 12:2), sino vivir como un pueblo apartado para Dios, rechazando el pecado y abrazando la justicia. Esta santidad no se alcanza por nuestras propias fuerzas, sino que es obra de la gracia de Cristo en nosotros, a través del Espíritu Santo (2 Corintios 7:1). Perseverar en santidad es vivir en continua comunión con Dios, confesando nuestros pecados y creciendo en conformidad a Su voluntad. 2. ADORACIÓN: TODA LA GLORA ES DE DIOS La adoración es el centro de la vida de la iglesia, pues ha sido creada para la alabanza de Su gloria (Efesios 1:12). Perseverar en adoración significa no solo congregarse con reverencia para cantar, orar y escuchar la Palabra, sino también vivir una vida que refleje el señorío de Cristo en todo lo que hacemos (1 Corintios 10:31). Una iglesia que persevera en adoración no se distrae con las formas del mundo, sino que busca glorificar al Dios trino con un corazón contrito y un espíritu humilde (Salmo 51:17). 3. DOCTRINA: LA VERDAD NOS HACE LIBRES La iglesia es llamada a ser guardiana de la doctrina bíblica, permaneciendo firme en la enseñanza apostólica (Hechos 2:42). La fidelidad doctrinal es esencial, ya que la sana doctrina no solo guía a la iglesia en la verdad, sino que también protege contra el error y las herejías que amenazan la pureza del evangelio (2 Timoteo 1:13-14). Perseverar en doctrina nos librará del fanatismo, del error, del engaño y la superstición; no fundados en suposiciones o especulaciones sino confiando en la autoridad de la Escritura, que es suficiente, clara y eficaz para toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17). 4. OBEDIENCIA: LA FE EN ACCIÓN La obediencia es la evidencia de una fe genuina. Cristo mismo enseñó que quienes lo aman guardarán sus mandamientos (Juan 14:15). La iglesia es llamada a vivir en obediencia activa, no solo en aspectos externos, sino también en la disposición interna del corazón. Perseverar en obediencia significa caminar en conformidad con la Palabra de Dios, incluso en medio de pruebas y persecuciones, confiando en que sus mandatos son buenos y llevan a la vida (Salmo 119:105). FIRMES Y ADELANTE. El llamado de la iglesia a perseverar en santidad, adoración, doctrina y obediencia es una manifestación de su identidad como pueblo redimido por Cristo y habitado por el Espíritu Santo. Este llamado no es una carga, sino un privilegio, pues nos permite reflejar al mundo la gloria del Dios vivo. Como dijo Juan Calvino: “Nuestras vidas no son nuestras; debemos, pues, vivir y morir para Dios”. Que la iglesia persevere fielmente hasta el día en que su Señor regrese y la encuentre irreprensible, como una novia preparada para las bodas del Cordero (Apocalipsis 19:7-8).

    ¿Tienes mente de tiburón?

    Play Episode Listen Later Nov 27, 2024 55:55


    El autor de Eclesiastés se presenta como un empresario de la existencia, alguien que buscó el éxito invirtiendo en todos los "mercados" que la vida debajo del sol ofrecía: placeres, riquezas, proyectos grandiosos, y conocimiento. Pero su balance final fue desolador: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad" (Eclesiastés 1:2). Su error no fue la falta de ambición, sino la orientación de su inversión. Todo lo que persiguió estaba limitado al horizonte temporal y terrenal: "debajo del sol". Este "tiburón" quedó atrapado en un negocio sin rendimientos eternos porque descuidó lo más importante: el temor a Dios y la obediencia a Su Palabra, que el Predicador finalmente identifica como "el todo del hombre" (Eclesiastés 12:13). Aquí radica el verdadero éxito: no en acumular ganancias efímeras, sino en invertir en lo que tiene valor eterno. ¿Dónde estás invirtiendo tu vida? Hoy, las aspiraciones humanas frecuentemente se limitan a la carrera profesional, el reconocimiento social, y la acumulación de bienes materiales. Pero, ¿cuál será el balance final de estas inversiones? Jesús advirtió: "¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?" (Marcos 8:36). La mentalidad de tiburón no es suficiente si se dirige solo a las aguas superficiales de esta vida.

    Santos ciudadanos con patria celestial

    Play Episode Listen Later Nov 19, 2024 41:08


    Vivir como ciudadanos del cielo y conciudadanos de los santos implica una tensión entre nuestras responsabilidades terrenales y nuestra identidad eterna. Como peregrinos en este mundo, mantenemos nuestra mirada fija en Cristo, mientras cumplimos fielmente nuestra misión de ser embajadores de Su reino. 1. Nuestra ciudadanía está en los cielos El apóstol Pablo declara con claridad: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20) - Como creyentes, somos extranjeros y peregrinos en este mundo (1 Pedro 2:11). Esto no significa que descuidemos nuestras responsabilidades aquí, sino que nuestra identidad, lealtades y metas finales están alineadas con el reino de Dios. Vivimos conscientes de que nuestra patria definitiva no es terrenal, sino celestial, y que nuestras prioridades deben reflejar esa realidad. 2. Estamos exiliados en Babilonia, Sodoma y Egipto. La Biblia usa las figuras de Babilonia, Sodoma y Egipto para describir el mundo en su rebelión contra Dios: Babilonia representa la frivolidad y el materialismo, una sociedad enfocada en el lujo y el placer (Apocalipsis 18:3). Sodoma simboliza la perversión y el rechazo de la moralidad divina (Génesis 19:24-25). Egipto personifica la esclavitud y opresión del pecado (Éxodo 1:13-14) - Como cristianos, somos llamados a no conformarnos a este mundo, sino a ser transformados mediante la renovación de nuestra mente (Romanos 12:2). Vivimos como exiliados que resisten las influencias destructivas de estas "ciudades" mientras mantenemos nuestra esperanza en el reino venidero. 3. Rogamos por la paz de la ciudad Jeremías escribió a los exiliados en Babilonia: “Procurad la paz de la ciudad a la cual os hice llevar cautivos, y rogad por ella a Jehová; porque en su paz tendréis vosotros paz” (Jeremías 29:7) - Aunque somos ciudadanos del cielo, estamos llamados a ser agentes de paz y reconciliación en nuestras comunidades terrenales. Esto incluye orar por las autoridades (1 Timoteo 2:1-2), buscar el bienestar común y ser instrumentos de gracia en nuestras esferas de influencia. 4. Obedecemos a Dios antes que a los hombres. Cuando las leyes humanas entran en conflicto con la ley divina, los cristianos deben obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5:29). Esto no implica rebeldía innecesaria, sino una firme lealtad al Señor, incluso en el sufrimiento. Nuestra sumisión a las autoridades terrenales es condicional y siempre está subordinada a nuestra lealtad al Rey celestial. Mantener nuestra fidelidad a Dios en un mundo que lo rechaza puede traer oposición, pero es un testimonio poderoso de nuestra esperanza eterna. No podemos obedecer rectamente a los hombres si no obedecemos primeramente a Dios. 5. Nuestra nación necesita a Cristo El mundo, con sus sistemas, valores y estructuras, está lejos de los propósitos de Dios. Sin embargo, la esperanza del evangelio es que Cristo es la única solución para la transformación de las naciones (Mateo 28:19-20). Los cristianos, como sal y luz del mundo (Mateo 5:13-14), tienen la misión de proclamar el señorío de Cristo en todas las áreas de la vida. Vivir con Cristo como Rey significa que nuestras palabras y acciones proclamen Su verdad. Oremos y trabajemos para que nuestra nación experimente el poder redentor del evangelio. A los cristianos, nuestra ciudadanía celestial nos plantea el imperativo de vivir con un sentido de propósito eterno. Cada decisión que tomamos, cada acción que realizamos en esta tierra debe estar impregnada del anhelo de glorificar a Dios y de hacer visibles los valores del reino en este mundo.

    Agonizando DEBAJO DEL SOL

    Play Episode Listen Later Nov 16, 2024 39:43


    La frase "debajo del sol", repetida a lo largo del libro de Eclesiastés, describe la existencia humana desde una perspectiva terrenal y limitada, excluyendo a Dios del panorama. Es la vida que busca significado en las cosas temporales, que anhela satisfacción en lo creado, pero que termina frustrada por la futilidad y el vacío de todo esfuerzo separado del Creador. Este concepto nos muestra una existencia marcada por el nihilismo, la monotonía y la desesperanza, donde la plenitud y el propósito son siempre esquivos. Sin embargo, esta oscuridad apunta a la luz: en Cristo, la vida bajo el sol encuentra su redención, sentido y plenitud. ¿QUÉ ES LA VIDA "DEBAJO DEL SOL"? 1. Un desesperante vacío "Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad." (Eclesiastés 1:2) El Predicador expresa una verdad desconcertante: toda actividad humana, desde una perspectiva meramente terrenal, es vanidad. La palabra hebrea para "vanidad" (hevel) transmite la idea de algo pasajero, sin sustancia, como un vapor que desaparece. Sin Dios, la vida carece de propósito último, convirtiéndose en un ciclo interminable de intentos fallidos por alcanzar lo inalcanzable. Este vacío existencial es el eco de un corazón creado para algo eterno, pero atrapado en la transitoriedad. 2. Un fastidioso cansancio "Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír." (Eclesiastés 1:8) El esfuerzo humano, aunque promete satisfacción, nunca logra cumplirla. El ojo que mira siempre desea más; el oído que escucha nunca se sacia. En su búsqueda insaciable de sentido, el hombre se agota, pero no encuentra alivio. Este cansancio refleja el profundo vacío espiritual que solo puede ser llenado con aquello que trasciende lo terrenal. Jesús, al ver esta sed, invitó a los cansados y cargados a venir a Él para hallar descanso (Mateo 11:28). 3. Una empresa fracasada "No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después." (Eclesiastés 1:11) El Predicador señala una verdad desconcertante: las obras y los logros humanos son olvidados con el paso del tiempo. Generaciones enteras nacen, viven y desaparecen, dejando pocos rastros de su existencia. Sin una conexión con lo eterno, incluso los mayores logros son como huellas en la arena, borradas por las olas de la historia. Esta empresa fallida clama por algo más duradero, algo que solo Cristo ofrece: un propósito eterno que trasciende el tiempo y la muerte. Saciedad, descanso e inmortalidad: solamente en Cristo En Cristo, la vida bajo el sol encuentra su redención. Él es el Pan de Vida y el Agua Viva que satisfacen el hambre y la sed de nuestras almas (Juan 6:35; 4:14). En Él, hallamos descanso verdadero, pues Su yugo es fácil y Su carga ligera (Mateo 11:28-30). Y en Él, recibimos inmortalidad y propósito eterno: "El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25). Cristo transforma la vanidad en propósito, el cansancio en descanso y el fracaso en victoria eterna. En Él hallamos la plenitud que nuestros corazones anhelan, la esperanza que sostiene nuestras almas y el significado eterno que trasciende la vida bajo el sol. "En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11). Amén.

    Crisis existencial

    Play Episode Listen Later Nov 15, 2024 51:48


    El libro de Eclesiastés, atribuido a Salomón en su vejez, nos muestra el testimonio de un hombre que, a pesar de su sabiduría y riquezas, pasó por una crisis existencial profunda. Salomón buscó significado en todo lo que el mundo ofrece "debajo del sol": placeres, logros, riquezas, y conocimientos, pero descubrió que todo era "vanidad de vanidades." Esta frase, que se repite a lo largo del libro, expresa una frustración que nos confronta y desafía en nuestras propias búsquedas de propósito en un mundo temporal. Eclesiastés es, en muchos sentidos, un espejo de la experiencia humana sin Dios. Al explorar todas las avenidas posibles de felicidad terrenal, Salomón llega a la conclusión de que nada en este mundo puede satisfacer el alma humana. Esto no es una reflexión pesimista, sino una advertencia compasiva para nosotros, hijos de Dios. La crisis existencial de Salomón nos enseña que la búsqueda de significado sin mirar más allá de este mundo inevitablemente nos lleva al vacío. "Debajo del sol" no se encuentra el sentido último de la vida, porque nuestra vida fue diseñada para encontrar propósito "sobre el sol," en el Dios eterno y en Su voluntad para nosotros. Al final de Eclesiastés, Salomón nos deja la clave para evitar su error: "Teme a Dios y guarda Sus mandamientos" (Ecl. 12:13). En lugar de perseguir sombras pasajeras, somos llamados a volvernos a Dios y vivir en Su presencia, pues Él es la fuente de todo significado duradero. Salomón nos invita a no esperar a la vejez ni a acumular las frustraciones de una vida enfocada en lo terrenal para llegar a esta conclusión.

    Que tu TUMBA sea ganancia

    Play Episode Listen Later Nov 11, 2024 52:33


    Cuando el fiel cristiano entrega su último aliento, la tristeza se transforma en paz profunda, la sombra del luto cede paso a una esperanza viva, la gratitud eleva el llanto y la victoria triunfa sobre el fallecimiento. Pues morir en Cristo no es derrota ni fracaso; La TUMBA será reposo, alivio, victoria, ganancia y acceso al paraíso para quien hizo de Cristo su todo en todo. ¿Qué es la TUMBA para el cristiano? Triunfo sobre la agonía Para el creyente, la muerte no es el fin ni una derrota. Es el cumplimiento de la promesa de Cristo, quien venció la muerte y el pecado en la cruz, dándonos una esperanza invencible. La tumba deja de ser un lugar de derrota y se convierte en un símbolo de victoria, donde la agonía es absorbida por el triunfo del Salvador. La muerte, entonces, es el último enemigo vencido, y al dejar este mundo, el cristiano experimenta la realización de esa victoria. Unión con Cristo En la muerte, el creyente entra en una unión más plena y cercana con su Salvador. Si bien en esta vida estamos unidos a Cristo por fe, en la muerte esa unión se hace más tangible y gloriosa. Como lo expresó el apóstol Pablo, “Estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor” (2 Corintios 5:8). Esta es la recompensa última de la fe: estar para siempre en comunión con Cristo, nuestro Redentor y Rey, quien nos recibe en Su presencia eterna. Momentánea tribulación La muerte y el dolor que le acompaña son transitorios para el cristiano. Pablo nos enseña que "esta leve y momentánea tribulación produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria" (2 Corintios 4:17). La muerte, aunque real, es pasajera frente a la eternidad. La breve despedida de los seres amados será pronto reemplazada por una eternidad de reencuentro y comunión en Cristo. Bienvenida al paraíso La tumba no es un abismo de oscuridad, sino la entrada a la patria celestial. Jesús prometió a quienes le siguen: "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; voy, pues, a preparar lugar para vosotros" (Juan 14:2). Al dejar esta vida, el cristiano entra en el gozo del Señor, en la compañía de los santos, y en el descanso prometido. Es una bienvenida amorosa, un abrazo eterno de parte de nuestro Padre. Alivio de toda aflicción En la presencia de Dios, "enjugará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no existirá más" (Apocalipsis 21:4). La tumba es, en última instancia, el fin de todas las aflicciones, enfermedades y dolores. Para el cristiano, la muerte es la puerta al alivio perfecto, el momento en que el sufrimiento de este mundo termina para dar paso a la paz perfecta y eterna. Si preguntan ¿Qué es la tumba para la cristiana grey? Confesamos que es el Triunfo, la victoria colosal, que es la plena Unión con Cristo, nuestro Redentor y Rey; sólo un lapso Momentáneo mientras llega el día postrer, es la honrosa Bienvenida al paraíso celestial y es Alivio del sollozo y el final de todo mal

    Todos se van al cielo?

    Play Episode Listen Later Nov 6, 2024 50:15


    ¿DESCANSE EN PAZ? Cuando observamos una lápida con las siglas "QEPD" (Que en paz descanse), surge una pregunta trascendental: ¿están realmente todos los fallecidos descansando en paz? Esta frase, comúnmente acompañada de la expresión "ya está en un lugar mejor," implica que todos los muertos han alcanzado una paz celestial y eterna, pero ¿es realmente así? ¿Llegar al cielo es un proceso automático tras la muerte? La Biblia, fuente de verdad, nos enseña que no todos los seres humanos acceden automáticamente a la gloria, sino que existen ciertas condiciones y verdades que Dios mismo ha establecido para la entrada a la vida eterna en el cielo. La Escritura deja claro que el camino al cielo es exclusivo y demanda ciertas realidades que describiremos a continuación: La verdad central de la fe cristiana es que sólo se llega al cielo a través de Jesucristo. Jesús dijo: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6). La fe reformada enfatiza que solo Cristo es el mediador entre Dios y los hombres, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1 Timoteo 2:5; Juan 1:29). Sin Cristo, no existe esperanza de vida eterna, pues Él es el único medio por el cual somos reconciliados con Dios. Su sacrificio en la cruz y su resurrección son la base de nuestra esperanza de resurrección y entrada al cielo. SOLO EN CRISTO HAY ENTRADA A LA GLORIA El cielo no es una certeza automática para todos los fallecidos, sino una promesa reservada para aquellos que han sido redimidos por la gracia de Dios en Cristo. Entrar en la paz celestial depende de nuestra relación con Él y de haber recibido Su justicia. Así, al observar las palabras "QEPD", podemos recordar la seriedad de esta promesa y llevar la esperanza a otros en esta vida, invitándolos a conocer a Cristo, quien es el único camino hacia el descanso eterno en la presencia de Dios.

    ESPERAMOS la resurrección

    Play Episode Listen Later Oct 30, 2024 45:28


    La muerte, aunque dolorosa por el luto, la separación y la despedida que provoca en quienes quedan, es para los redimidos de Cristo un paso hacia el alivio, la victoria y la ganancia eterna. 1. LA MUERTE es una separación momentánea. La muerte, desde la perspectiva cristiana, no es más que una separación temporal del cuerpo y el espíritu. El alma del creyente entra inmediatamente en la presencia de Dios, mientras que el cuerpo, sembrado en corrupción, descansa en la tumba, esperando la resurrección gloriosa (2 Corintios 5:8). Esta separación no es definitiva, sino una fase transitoria que anticipa la plena redención de nuestra naturaleza, cuando cuerpo y alma se reunirán en la perfección de la vida eterna. Esta comprensión de la muerte alivia el temor, ya que, lejos de ser una disolución final, es una transición que nos lleva hacia la visión beatífica de nuestro Señor. 2. LA MUERTE es un punto y coma, no un punto final. Para el creyente, la muerte no es un fin absoluto, sino un "punto y coma" en el curso de la vida eterna, en el sepulcro no se encuentra el final de nuestra historia, queda pendiente una eternidad. En Cristo, hemos pasado de muerte a vida (Juan 5:24), y aunque experimentemos la separación momentánea del cuerpo y el alma, sabemos que el propósito de Dios no ha concluido. Este momento de pausa apunta hacia una continuación gloriosa. La vida eterna, prometida por Cristo y comprada en la cruz, asegura que el creyente transita de una existencia terrenal a una celestial, de manera que la muerte pierde su poder de aniquilación y se convierte en una puerta a la gloria. 3. ESPERAMOS la resurrección de los muertos y la vida perdurable La esperanza cristiana no se limita a la inmortalidad del alma, sino que se extiende a la resurrección gloriosa del cuerpo. Esperamos con ansias el día en que Cristo, quien es "la resurrección y la vida" (Juan 11:25), restaurará nuestros cuerpos mortales a una forma incorruptible. Esta esperanza en la resurrección está firmemente anclada en la promesa de que seremos hechos semejantes a Él, participando en Su victoria sobre la muerte (Filipenses 3:21). La vida perdurable que nos aguarda no será una existencia etérea, sino la plenitud de la vida humana en un cuerpo resucitado, libre de toda aflicción, enfermedad y muerte. NINGUNA TUMBA será una morada definitiva. En cada tumba, se leen dos fechas: la del nacimiento y la del fallecimiento, que marcan los límites de la vida terrenal. Pero hay una fecha aún no inscrita, una que será compartida por todos los redimidos y que cambiará la historia del universo: el día de la gran resurrección. En ese día glorioso, los cuerpos dormidos en Cristo serán levantados incorruptibles, y aquellos que aún vivan serán transformados. Esta será la verdadera culminación de nuestra esperanza, cuando los redimidos de Cristo despierten a la vida eterna en los cielos nuevos y tierra nueva. Como dice la Escritura, "muerte es tragada en victoria" (1 Corintios 15:54), y se nos concederá disfrutar eternamente de la presencia de nuestro Dios, libres de toda sombra de dolor y tristeza. Este día, el día final, unirá a todos los creyentes en un júbilo eterno que nunca tendrá fin.

    PARTIR de aquí, LLEGAR con Cristo

    Play Episode Listen Later Oct 28, 2024 47:39


    El luto de un funeral cristiano reconoce la separación dolorosa y la pérdida de la compañía terrenal, pero está lleno de consuelo y esperanza. Sabemos que el ser amado que partió en Cristo descansa en paz, acogido en el amor eterno de Dios. Para quienes quedan, el funeral es una despedida momentánea; para el creyente fallecido, es la bienvenida a la plenitud de gozo y descanso en la presencia de Cristo. Aunque sentimos el vacío de la ausencia, nos consuela saber que en la morada celestial hay una celebración. Por eso, como Pablo nos exhorta, "no os entristezcáis como los que no tienen esperanza" (1 Tesalonicenses 4:13). En 2 Corintios 5:1-2, Pablo describe el cuerpo humano como una "morada terrenal" que se desmorona, en contraste con la "casa eterna en los cielos" hecha por Dios. Esta afirmación no solo alienta a ver nuestras aflicciones presentes a la luz de lo eterno, sino que nos recuerda que nuestra verdadera pertenencia y residencia no están aquí. La esperanza cristiana es el gozo seguro de que, aunque nuestra carne se debilite, Dios ha preparado para nosotros una vida gloriosa, incorruptible y sin fin en Su presencia. Cada tribulación y aflicción momentánea, nos hace anhelar más y más la redención plena en Cristo, que nos ha prometido cielos nuevos, tierra nueva y resurrección para dicha eterna. 1. Cuando estemos ausentes en la tierra, estaremos presentes en Cristo En 2 Corintios 5:6, Pablo asegura que mientras estemos "ausentes del cuerpo" estaremos "presentes con el Señor". Este es el consuelo absoluto de la fe cristiana: la muerte no es un fin oscuro sino una entrada directa a la presencia de Cristo. Aquí encontramos una promesa tan vibrante como cierta, por la cual podemos vivir con paz y morir con confianza. Esta esperanza da razón para vivir con fe aquí, deseando con anhelo estar en comunión directa con Cristo. Cada paso en esta vida nos prepara para el momento en que seremos "arrebatados" a la visión plena de Aquel que amamos, donde toda sombra de dolor, pecado y separación quedará atrás para siempre (Filipenses 1:21-23). 2. La esperanza en la resurrección no es fe ciega; el sepulcro de Cristo es la garantía La resurrección de Cristo es la piedra angular de nuestra esperanza. No es una ilusión ni un deseo incierto; es una certeza establecida en la historia. Al resucitar, Cristo venció a la muerte y abrió el camino para todos los que creen en Él. Su tumba vacía es la garantía irrefutable de que los que están unidos a Él en la fe también resucitarán. La promesa de una vida nueva y glorificada descansa en el hecho histórico de Su victoria sobre el sepulcro, lo cual da fundamento sólido a nuestra esperanza de la vida eterna. Como declara el apóstol Pedro, "nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos" (1 Pedro 1:3). 3. La tumba es triunfo sobre la agonía y unión plena con Cristo La tumba es el lugar donde el creyente encuentra la consumación de su esperanza. En Cristo, la muerte no es una derrota, sino la victoria definitiva. En Su resurrección, Cristo transformó la tumba de un símbolo de desesperación en el umbral de la vida eterna. Al unirnos plenamente con Él, nuestra identidad y gozo hallan su cumplimiento y perfección en Su presencia. Así, la tumba es tanto un símbolo de fin de la agonía como el inicio de una vida sin fin. Como declara Pablo, "para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Filipenses 1:21); el creyente entra en la gloria donde todas las luchas cesan y el gozo eterno con Cristo comienza.

    TRIUNFO sobre la muerte

    Play Episode Listen Later Oct 27, 2024 50:24


    La muerte, el enemigo último del ser humano, desafía y amenaza el sentido mismo de la existencia; sin embargo, en la fe cristiana, Cristo resucitado ha despojado a la muerte de su victoria y a la tumba de su aguijón. La resurrección de Cristo se convierte en el fundamento firme de una esperanza que no vacila, una esperanza que impulsa al cristiano a enfrentar la muerte con valentía, paz, y una certeza de triunfo. Los cristianos no celebramos la muerte, la vencemos en Cristo. En la fe cristiana, la muerte no es un tema de celebración ni de exaltación. Cristo, en su compasión y autoridad divina, enfrentó la muerte no solo como un evento, sino como un enemigo a vencer. La Escritura declara: "El postrer enemigo que será destruido es la muerte" (1 Corintios 15:26). La resurrección de Cristo, por tanto, es la evidencia irrefutable de que la muerte ha sido conquistada y, en Cristo, los creyentes son también vencedores. Por ello, un cristiano no enfrenta la muerte resignado, ni mucho menos participa de festejos paganos en honor a la muerte; al contrario, encaramos al sepulcro con la certeza de que en Cristo la muerte ha sido despojada de su poder. En un funeral cristiano hay lágrimas, pero también esperanza. La fe no niega el dolor; Jesús mismo lloró en la tumba de su amigo Lázaro (Juan 11:35), mostrando que el lamento y el amor están entrelazados en los corazones que quedan en la tierra. Sin embargo, la diferencia en un funeral cristiano es la presencia de la esperanza, pues aunque hay separación, no hay desesperanza. El cristiano confía en las palabras de Cristo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá" (Juan 11:25). Las lágrimas en el funeral cristiano son el reflejo de un amor profundo, pero el consuelo es el recuerdo de la promesa del reencuentro y la vida eterna en Cristo. Solamente en Cristo el "descansa en paz" es una certeza. Expresiones como "descansa en paz" son comunes al despedir a quienes han partido, pero solo en Cristo esa paz es una realidad segura. La paz verdadera y eterna está exclusivamente en el que venció a la muerte y el pecado en la cruz. La Escritura lo confirma al decir: "Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él" (Romanos 6:8). Para el cristiano, esta es una certeza: en Cristo hay reposo y paz, y los que duermen en Él están verdaderamente descansando, porque están en la compañía de su Salvador. Los fieles difuntos no están muertos, solo duermen. La Escritura emplea la metáfora del sueño para hablar de aquellos que han muerto en Cristo, indicándonos que su estado es temporal. Jesús mismo usó este lenguaje cuando dijo de Lázaro: "Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle" (Juan 11:11). La muerte, por tanto, no es el final, sino reposo, alivio y dicha en el Paraíso, en espera de la resurrección. La esperanza cristiana no se desvanece en el dolor de la muerte, sino que se fortalece en la promesa de que, al igual que Cristo resucitó, los que han creído en Él también serán levantados para una vida gloriosa en cielos nuevos y tierra nueva. ¡CRISTO VIVE! En la resurrección de Cristo, la muerte ha sido despojada de su dominio, y los cristianos pueden vivir con una paz radicalmente firme frente al dolor y la pérdida. La esperanza de la vida eterna no es una ilusión, sino una promesa segura, arraigada en la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado. Esta es la fortaleza del creyente: que en Cristo, aún ante la muerte, se es más que vencedor, y se puede proclamar con gozo: "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15:55).

    LA LUCHA QUE NOS UNE

    Play Episode Listen Later Oct 23, 2024 52:42


    El pasaje de Romanos 13:12-14 nos invita a considerar la vida cristiana como una batalla espiritual en la que la iglesia está activamente involucrada. La metáfora del apóstol Pablo, que nos insta a desechar las obras de las tinieblas y vestirnos de las armas de la luz, ilustra una realidad presente para los creyentes: la vida cristiana es una lucha constante contra el pecado y la tentación. Sin embargo, esta lucha no se libra ni se gana en nuestras propias fuerzas, sino por la gracia de Dios y en la comunión con Jesucristo. En este contexto, Pablo destaca cinco áreas clave en las que la iglesia y el creyente deben pelear y perseverar para caminar en santidad y ser victoriosos en esta lucha: diligencia, sobriedad, castidad, abstinencia, y dependencia de Cristo. A continuación, exploramos cómo se pelea y gana esta batalla espiritual en cada una de estas áreas. 1. DILIGENCIA: "La noche está avanzada y se acerca el día" (v. 12) La iglesia pelea esta batalla entendiendo que no hay tiempo que perder. La llamada es a actuar con prontitud: desechar las obras de las tinieblas y vestirnos de las armas de la luz. La diligencia en este contexto es más que disciplina; es un llamado a la acción inmediata y decidida, sabiendo que el tiempo es corto y que cada momento cuenta para la eternidad. 2. SOBRIEDAD: "No en glotonerías y borracheras" (v. 13) La sobriedad es otro aspecto esencial de la lucha cristiana. Pablo menciona que debemos andar “no en glotonerías y borracheras”, lo que simboliza el autocontrol y la moderación en todas las áreas de la vida. La sobriedad va más allá de evitar el exceso en el consumo de comida o bebida; es un estado de alerta espiritual que nos permite discernir entre lo bueno y lo malo, y actuar conforme a la voluntad de Dios. 3. CASTIDAD: "No en lujurias y lascivias" (v. 13) La castidad es esencial en la lucha contra el pecado sexual. Pablo exhorta a los creyentes a vivir "no en lujurias y lascivias", lo cual se refiere a una pureza de vida que rechaza toda forma de inmoralidad sexual. La castidad, tanto para los solteros como para los casados, es un reflejo del carácter santo de Dios y una evidencia de la transformación que Cristo trae a nuestras vidas. 4. ABSTINENCIA: "No proveáis para los deseos de la carne" (v. 14) La abstinencia aquí se refiere a rechazar los deseos desordenados de la carne, es decir, las inclinaciones pecaminosas que buscan gratificación inmediata y egoísta. Pablo exhorta a los creyentes a no proveer para los deseos de la carne, lo que implica una renuncia consciente y continua de los impulsos carnales que nos alejan de Dios. 5. DEPENDENCIA de Cristo: "Vestíos del Señor Jesucristo" (v. 14) La clave para ganar esta lucha es nuestra dependencia de Cristo. Pablo concluye este pasaje con un poderoso llamado: "vestíos del Señor Jesucristo". Este es el fundamento de toda perseverancia: no podemos ganar la batalla espiritual en nuestras propias fuerzas, sino solo a través de la obra de Cristo en nosotros. Vestirse de Cristo significa abrazar su justicia, caminar en su luz y confiar en su poder para vencer el pecado. NO DEJEMOS DE LUCHAR La iglesia pelea y gana esta batalla mediante la diligencia, la sobriedad, la castidad, la abstinencia y, sobre todo, confiando en Cristo, quien ha vencido al pecado y a la muerte. Al caminar en la luz de su gracia y poder, la iglesia se mantiene firme en su lucha hasta que llegue el día final en que veremos plenamente la victoria en Cristo.

    El GOZO que nos une

    Play Episode Listen Later Oct 21, 2024 52:09


    El gozo cristiano que une a los creyentes no es algo que pueda ser producido por esfuerzos humanos, estructuras institucionales o activismo religioso. No se puede fabricar por métodos, programas o actividades, porque este gozo proviene exclusivamente de una relación personal con Jesucristo. Es el resultado de comprender nuestra redención por medio de Su sangre y de experimentar la renovación que viene de su gracia perdonadora. Intentar generar gozo mediante el esfuerzo humano es un intento vano. Como dice el Salmo 16:11, es solo en la presencia de Dios donde encontramos plenitud de gozo. Este gozo es un don que fluye de la centralidad de Cristo en nuestras vidas. Al buscarlo a Él, como nuestro Señor y Salvador, experimentamos el gozo verdadero que nos une como cuerpo de creyentes. Solo en Cristo encontramos la fuente inagotable de gozo que satisface el alma, y este gozo no puede ser sustituido por nada que el mundo o las instituciones humanas puedan ofrecer. El apóstol Juan, en su primera epístola, nos revela una verdad fundamental sobre la vida cristiana: el gozo que experimentamos como hijos de Dios está profundamente arraigado en nuestra relación con Él, en la redención que nos ha sido otorgada por medio de Cristo y en la continua renovación de nuestras vidas por la gracia divina. 1 Juan 1:6-9 nos invita a meditar sobre estas realidades y a descubrir la fuente genuina de nuestro gozo. Este gozo no es superficial ni transitorio, sino profundo y duradero, porque tiene su origen en la obra de Cristo y en nuestra comunión con Él. Así, la clave para vivir en el gozo cristiano no está en el activismo o la autoexigencia, sino en vivir en comunión con Cristo, recordando que Él es nuestra paz, nuestro redentor y nuestro renovador. ¡En Él está la fuente de todo nuestro gozo!

    La FE que nos une

    Play Episode Listen Later Oct 16, 2024 32:04


    Sin doctrina bíblica no puede haber fe genuina en Jesucristo; y sin una fe arraigada en Cristo no podríamos tener verdadera comunión como iglesia - si no estamos unidos en el credo que confesamos como iglesia, somos un gremio, una cooperativa, un club social, una comparsa, un colectivo o un patronato, pero no una IGLESIA. Porque la iglesia que somos y la fe que abrazamos son asuntos inseparables. (1 Juan 1:3-5) LA FE NOS UNE COMO IGLESIA La Iglesia es unida por una fe común que nos conecta con Dios El Padre y su Hijo, Jesucristo. No se trata de una mera comunión social o cultural; es una comunión espiritual fundada en la fe en Cristo y su obra redentora. Esta fe compartida trasciende las diferencias humanas y crea una unidad profunda entre los creyentes, ya que todos participamos de la misma gracia salvadora. La Iglesia, como cuerpo de Cristo, es la asamblea visible de aquellos que han sido llamados a esta fe, y por medio de ella disfrutamos de una comunión no solo con Dios, sino también con los hermanos en Cristo. LA FE NOS LIGA A DIOS Y A CRISTO La fe verdadera no es un simple asentimiento intelectual a doctrinas, sino que produce una vida de comunión activa con Dios. Esta comunión es el centro de una religión viva, la cual no es una serie de rituales vacíos, sino una relación vibrante con el Dios vivo. En la vida del creyente, la fe conduce a una relación de intimidad con el Padre y el Hijo, una experiencia que transforma todas las áreas de la vida. El apóstol Juan nos recuerda que la base de esta comunión es la verdad del evangelio: "lo que hemos visto y oído"—el testimonio apostólico de la vida, muerte y resurrección de Cristo. Esta es la fe que confesamos juntos como Iglesia y la que nos une en una comunidad de adoración y servicio. LA FE NOS DISTINGUE DEL MUNDO Hay que tener bien claro, que la fe cristiana se caracteriza por su naturaleza antitética en relación con el mundo. El apóstol Juan declara que Dios es luz y que no hay tinieblas en Él. Esta verdad define la separación clara entre la vida en Cristo y la vida en el mundo. El mundo está inmerso en tinieblas—en pecado, engaño y rebelión contra Dios—mientras que aquellos que han sido llamados a la fe en Cristo son trasladados a la luz. Esta antítesis se manifiesta en la conducta y valores del creyente, que deben reflejar la pureza, santidad y justicia de Dios. Vivir en la fe implica rechazar las obras de las tinieblas y caminar en la luz de la verdad y la santidad. La Iglesia, como comunidad de fe, está llamada a ser una luz en medio de un mundo oscuro, mostrando con su vida y testimonio la diferencia radical que Cristo ha hecho en nosotros. ESTO CREEMOS, ESTO PROCLAMAMOS La fe que nos une como Iglesia no está destinada a ser guardada en secreto, sino que debe ser proclamada al mundo. La Iglesia ha sido comisionada a llevar el evangelio a todas las naciones (Mateo 28:19-20). El mismo mensaje que nos trajo comunión con Dios y con otros creyentes es el mensaje que debemos anunciar con fidelidad. Como Juan y los apóstoles, hemos sido llamados a testificar lo que hemos visto y oído acerca de Cristo. La fe que confiesa la Iglesia es una fe misionera, comprometida con la proclamación del evangelio en todo lugar y circunstancia. Esta es la fe que nos une y que debe ser extendida, para que otros también entren en la comunión de los santos. Es un llamado a ser testigos de la verdad que transforma vidas, proclamando que Jesús es el camino, la verdad y la vida.

    No hay cristianismo PASIVO

    Play Episode Listen Later Oct 14, 2024 46:41


    Las obras en la vida cristiana no son el fundamento de nuestra salvación, sino una consecuencia necesaria y evidente de la obra redentora de Cristo. Necesitamos comprender la relación entre las obras y la fe cristiana, para darle a la obediencia y a nuestra conducta el lugar y proporción adecuados dentro de la vida cristiana: 1) Salvación: no por obras, pero no sin santidad La salvación es por gracia, mediante la fe, y no por obras (Efesios 2:8-9). Esto significa que ningún esfuerzo humano, ninguna obra moral, puede ganarnos el favor de Dios o contribuir a nuestra justificación. Somos declarados justos solo por la obra de Cristo, quien cumplió perfectamente la Ley de Dios en nuestro lugar. Sin embargo, la Escritura es clara en que aunque no somos salvos por las obras, tampoco somos salvos sin ellas. Santiago 2:17 afirma que "la fe sin obras es muerta". Las obras, entonces, son la evidencia de una fe viva, una señal de que el Espíritu Santo está operando en el creyente, transformando su vida hacia la santidad. Así como el árbol se conoce por sus frutos, un verdadero cristiano debe ser conocido por sus obras de amor, justicia y misericordia, como fruto de la obra redentora de Cristo. 2) En la iglesia no hay "miembros pasivos" La iglesia es el cuerpo de Cristo, donde cada miembro tiene un papel y una función específica (1 Corintios 12:12-27). No hay lugar para la pasividad en la comunidad de creyentes. La Escritura nos exhorta a que, al haber recibido dones espirituales, los usemos para edificar a los demás (1 Pedro 4:10). Ser un seguidor de Cristo implica un llamado activo a la obediencia, a la adoración, al servicio, a la participación en la misión de la iglesia, y al compromiso con el bienestar espiritual y material de los demás. En el cristianismo no somos espectadores, sino participantes en la obra de Dios en el mundo. La pasividad espiritual es incompatible con la vida nueva en Cristo, ya que Su Espíritu nos impulsa hacia el amor, el servicio y la santidad. 3) La santidad se conjuga en presente continuo La santificación, el proceso por el cual somos conformados a la imagen de Cristo, es una obra continua en la vida del creyente. La santidad no es un estado estático que alcanzamos una vez, sino una realidad dinámica que debe manifestarse diariamente. En Filipenses 2:12, Pablo nos exhorta a "ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor", lo que implica una vida de constante crecimiento en la gracia y en la obediencia a Dios. Este "presente continuo" de la santidad refleja el llamado diario a morir al pecado y vivir para Cristo (Romanos 6:11). La santidad no es solo una meta futura, sino una práctica diaria, donde las obras de justicia, amor y servicio revelan la transformación continua que el Espíritu Santo está obrando en nosotros. EL EFECTO DE LA OBRA DE CRISTO. Es así, que las obras en la vida cristiana son el fruto, el efecto inevitable de la obra redentora de Cristo. Aunque no son la base de nuestra salvación, son una evidencia clara de que hemos sido salvados, llamados a vivir en santidad, obediencia y servicio. Lejos de la pasividad o el antinomianismo, los creyentes son transformados de manera continua por la gracia de Dios para reflejar Su santidad en todo lo que hacen. Así, nuestras vidas dan testimonio de la gracia de Dios en Cristo, llevando gloria a Su nombre.

    ORA sin cesar, pero vete a TRABAJAR

    Play Episode Listen Later Sep 30, 2024 43:55


    La oración es una de las disciplinas vitales en la vida cristiana. A lo largo de la historia, los cristianos han enfatizado correctamente la importancia de una vida de devoción y oración, entendida como un medio para cultivar una relación íntima con Dios. No obstante, el pietismo, en su deseo por profundizar en las disciplinas espirituales, a veces cae en un error común: usar la oración como una excusa para evadir responsabilidades. Frases como “vamos a dejarlo en manos de Dios” o “esperaré a que Dios lo resuelva” pueden sonar piadosas, pero si no van acompañadas de acción, pueden convertirse en una forma de negligencia disfrazada de espiritualidad. El mandamiento de "orar sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17) no anula la responsabilidad del creyente de actuar con diligencia en su vida diaria. Por eso, es necesario orar, pero también es esencial levantarse, ocuparse, trabajar y esforzarse en los asuntos que Dios ha puesto bajo nuestra administración. Considerando estas realidades, hay tres preguntas que debemos hacernos respecto a nuestra vida de oración: La pregunta clave es: ¿nos importa nuestra relación con Dios? Orar sin cesar implica mantener un corazón en constante comunicación con Él, no solo cuando tenemos necesidades, sino para glorificarle en todo y reconocer su mano en todas las áreas de nuestra vida. La verdadera oración no se queda en palabras, sino que fomenta una obediencia activa, donde la comunión íntima con Dios nos motiva a actuar conforme a su voluntad. A menudo, nuestra expectativa al orar es recibir un "sí" a nuestras peticiones, pero Dios, en su soberanía, muchas veces nos responde con un “no”. Este es un aspecto de la oración que muchos evitan enfrentar. Sin embargo, un "no" de Dios no es menos amoroso ni menos perfecto que un "sí". Aceptar un "no" como respuesta a nuestras oraciones es un acto de fe y humildad, reconociendo y confiando que Dios sabe más que nosotros, actúa mejor que nosotros desea lo mejor para nosotros y gobierna sobre nosotros. Esto no significa que dejemos de actuar. Muchas veces, Dios utiliza nuestras circunstancias difíciles para llevarnos a un mayor crecimiento y madurez espiritual, y para enseñarnos a confiar en su plan a pesar de no comprenderlo completamente. ORAR SIN CESAR NO SIGNIFICA DEJAR DE TRABAJAR Ora, pero también actúa – ora, pero no te quedes de brazos cruzados – confía en Dios, pero ponte a trabajar. La oración es indispensable en la vida cristiana, pero nunca debe convertirse en un pretexto para la pasividad o la irresponsabilidad. Dios nos ha dado capacidades, recursos y oportunidades para actuar, y espera que trabajemos diligentemente mientras confiamos en Él. Como dice el apóstol Pablo en Filipenses 2:12-13, debemos “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”, sabiendo que es Dios quien obra en nosotros tanto el querer como el hacer. Orar sin cesar significa vivir en una actitud constante de dependencia de Dios, pero también de responsabilidad ante Él. Por tanto, ¡ora sin cesar, pero vete a trabajar!

    Dios NO es tu sugar daddy

    Play Episode Listen Later Sep 27, 2024 44:02


    Dios es Padre Supremo, no un sugar daddy. Es decir, que aunque clamamos "Abba Padre" y tenemos su ternura y amor asegurados por gracia y obra de Cristo, él no es manipulable, no es débil de carácter ni anda urgido de nada. Este Padre es benefactor personal, dador de vida y salvación - no hemos de verlo como un simple patrocinador de deleites temporales ni como cumplidor de caprichos frívolos. Él es Padre de huérfanos, consolador de quebrantados, salvador de pecadores; Su Hijo no bajó del cielo por una aventura, sino por una esposa - por una relación de Pacto por un pueblo que le ama, le admira y le valora como el supremo bien. ÉL no es un medio para obtener un fin, él es el BIEN MAYOR. Sus bendiciones son gratas porque vienen de Él, el cielo es hermoso porque ahí está Él, la vida es maravillosa en comunión con Él y la gloria será eterna dicha en la presencia de Él - el premio mayor es ÉL. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1Jn. 4:10)

    BUSCA bien

    Play Episode Listen Later Sep 25, 2024 41:43


    ¿ESTAS BUSCANDO BIEN? "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (Mateo 7:7-8). Jesús nos presenta en este pasaje una promesa divina que resuena con esperanza: "buscad y hallaréis". Sin embargo, estas palabras también son una invitación a reflexionar profundamente sobre el carácter de nuestra búsqueda y a responder con discernimiento, responsabilidad y urgencia. 1) HAY QUE BUSCAR LO QUE VALE LA PENA La vida está llena de muchas cosas que podemos buscar: éxito, reconocimiento, riqueza, y placeres efímeros. No obstante, Jesús nos llama a buscar lo que verdaderamente vale la pena, aquello que tiene valor eterno. Es un llamado al discernimiento, a diferenciar entre lo pasajero y lo perdurable. En este sentido, necesitamos sabiduría para saber qué buscar. No todas las búsquedas conducen a la vida; algunas llevan a la frustración y a la insatisfacción. El apóstol Pablo nos advierte que debemos "poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Colosenses 3:2). El reino de Dios es ese tesoro escondido, la perla de gran precio (Mateo 13:44-46), que, cuando lo encontramos, nos llena de gozo eterno. Es un recordatorio de que nuestra búsqueda debe ser principalmente una búsqueda de Dios, quien verdaderamente sacia nuestra alma. 2) HAY QUE BUSCAR EN EL LUGAR CORRECTO Muchas veces buscamos en los lugares equivocados. Como seres humanos caídos, es fácil dirigir nuestra búsqueda hacia el mundo, esperando que nos ofrezca lo que solo Dios puede dar. Buscamos significado en lo creado en vez de en el Creador. Pero Jesús nos da una perspectiva celestial: nuestra búsqueda debe estar centrada en el reino de los cielos. El reino de Dios es el lugar correcto para dirigir nuestros corazones y esfuerzos. Jesús nos recuerda: "No os hagáis tesoros en la tierra... sino hacéos tesoros en el cielo" (Mateo 6:19-20). La paz, la justicia, el gozo y la esperanza que necesitamos solo se encuentran en la presencia y la voluntad de Dios. El que busca el reino de los cielos recibe dirección para su vida, encuentra propósito en sus afanes, y halla consuelo en medio de las tribulaciones. No hay otro lugar donde encontremos el descanso para nuestras almas. 3) HAY QUE BUSCAR EN EL ORDEN CORRECTO Jesús nos da una clave fundamental en el Sermón del Monte: "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (Mateo 6:33). Este llamado a la búsqueda no es una tarea secundaria en nuestras vidas, es una prioridad suprema. Nuestro problema no es que busquemos demasiado, sino que buscamos mal. Dios no está en contra de que busquemos cosas buenas para nuestra vida, como el bienestar, la salud o la seguridad, pero nos llama a ponerlo a Él en el primer lugar. Es en ese orden donde todas las demás cosas adquieren su verdadero valor. Si hacemos de Dios nuestra primera búsqueda, hallaremos que Él es suficiente para todas nuestras necesidades. 4) HAY QUE BUSCAR DILIGENTEMENTE El verbo "buscar" en el texto implica una búsqueda continua, con diligencia y perseverancia. No es un simple intento pasajero; es un esfuerzo persistente, lleno de responsabilidad y urgencia. Jesús añade dos acciones más: "pedid" y "llamad". Estas palabras nos enseñan que la búsqueda espiritual requiere esfuerzo. No se trata de una búsqueda pasiva, sino activa. Dios no esconde Su rostro de aquellos que lo buscan con sinceridad. En Hebreos 11:6 se nos dice: "Dios es galardonador de los que le buscan". Sin embargo, este buscar requiere una actitud seria. No podemos permitir que la apatía o la procrastinación nos lleven a ignorar la urgencia de la vida espiritual. Hoy es el día de buscar, no mañana. Que nuestra oración diaria sea esta: "Señor, enséñanos a buscarte por encima de todo, a valorarte más que cualquier otra cosa, y a buscar con diligencia Tu reino, sabiendo que en Ti lo hallamos todo".

    En el mundo, pero NO MUNDANOS

    Play Episode Listen Later Sep 21, 2024 46:03


    Jesús intercede perpetuamente por su pueblo – en Juan 17 encontramos un destello de la clase de oraciones que hace Jesucristo ante el Padre Celestial a favor de sus redimidos. La iglesia, por lo tanto, confiando en la supremacía y mediación de Cristo puede asumir la identidad y carácter que le ha sido otorgada como PUEBLO DE DIOS; cuerpo de Cristo, luz del mundo, sal de la tierra, embajada del Reino de los cielos y campamento de los santos. EL PUEBLO DE CRISTO Jesús declara: "He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste". Desde la eternidad, el pueblo de Dios ha sido elegido por el Padre y entregado al Hijo. Esta verdad es fundamental para entender nuestra identidad como creyentes: no somos del mundo, sino que pertenecemos a Cristo. Esta pertenencia no es fruto de nuestros méritos, sino de la gracia soberana de Dios. Somos aquellos que Cristo ha redimido y a quienes ha dado a conocer el nombre del Padre. Esto nos confiere una identidad espiritual que trasciende cualquier relación terrenal. EN EL MUNDO, PERO NO DEL MUNDO. Finalmente, aunque estamos en el mundo, Jesús ora por nuestra protección: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Juan 17:15). Esta oración nos asegura que, aunque enfrentamos tentaciones y pruebas, Dios nos preserva. La protección divina no implica que estemos libres de dificultades, sino que el poder de Dios nos sostiene en medio de ellas. Nuestra confianza no está en nuestra capacidad de resistir el mal, sino en la gracia de Dios que nos guarda y nos mantiene fieles a Él. A través de la intercesión de Cristo y el poder transformador de la Palabra, somos capacitados para vivir vidas santas y fieles, testificando del evangelio hasta el día en que estaremos eternamente con nuestro Señor.

    ÍDOLOS culturales

    Play Episode Listen Later Sep 18, 2024 56:29


    La idolatría es un tema de suma importancia en la Biblia, y el hecho de que Dios lo colocara en el primer mandamiento revela su gravedad: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3). La adoración exclusiva a Dios es la base de una relación correcta con Él, y la idolatría, en su esencia, es cualquier forma de desviar esa adoración. En las Escrituras, la idolatría no se limita a la adoración de imágenes físicas, sino que abarca todo aquello que ocupe el lugar de Dios en el corazón humano. En una cultura secularista como la nuestra, los ídolos han adoptado formas más sutiles pero igualmente poderosas, influenciando los valores, los vicios y los estándares sociales. LA IDOLATRÍA COMIENZA EN EL CORAZÓN Ezequiel 14:3 nos muestra la raíz de la idolatría: "Estos hombres han levantado ídolos en su corazón". Este pasaje revela que la idolatría no es solo un acto externo, como inclinarse ante una imagen de barro o metal; es una cuestión interna que afecta los afectos, las prioridades, la identidad y las metas de vida de las personas. Ezequiel 20:16 añade que el corazón de Israel se desvió hacia los ídolos, lo que llevó a la profanación de los mandamientos de Dios. El corazón humano, cuando no está centrado en Dios, tiende a buscar satisfacción en otras fuentes, que pronto se convierten en ídolos. En una cultura secularista, la idolatría se manifiesta de manera más sutil. No se trata de postrarse ante imágenes, sino de rendir culto a cosas como el éxito profesional, el placer, la fama o el bienestar personal. La idolatría se anida en el corazón cuando nuestras prioridades y deseos están orientados hacia aquello que reemplaza a Dios como el centro de nuestras vidas. La idolatría moderna se refleja en el desvío de la devoción a lo que promete una vida mejor, aunque sin Dios. UN ÍDOLO ES UN SUSTITUTO DE DIOS Jeremías 2:13 describe la tragedia de la idolatría con estas palabras: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua”. Un ídolo es cualquier cosa que ocupa el lugar de Dios en nuestra vida, algo que sustituye su autoridad y cuidado. En lugar de beber de la fuente de agua viva, que es Dios, el ser humano prefiere cavar cisternas rotas, que son incapaces de satisfacer las verdaderas necesidades del alma. En la cultura secularista, estas cisternas rotas se presentan bajo la forma de metas, placeres y valores que prometen felicidad y realización, pero nunca pueden retener la “agua” que el ser humano necesita. La apariencia física, el dinero, el poder, el placer y la aceptación social son solo algunos ejemplos de ídolos modernos que reemplazan a Dios en la vida de las personas. Sin embargo, como esas cisternas rotas, todos estos ídolos son incapaces de satisfacer plenamente las profundidades del corazón humano. TODO EN CRISTO, TODO A CRISTO. La idolatría, lejos de ser un problema del pasado, es un peligro constante en la cultura secularista. Los ídolos modernos —apariencia, consumismo, comodidad, salud y popularidad— desvían el corazón de su verdadera fuente de satisfacción: Dios. Sin embargo, cuando Cristo ocupa el lugar central en nuestras vidas, nuestra devoción produce una cultura piadosa, donde el bien mayor es Él, y todas las cosas se valoran en función de si le honran o le deshonran. Al adorar a Cristo, somos liberados de los falsos ídolos que la cultura nos presenta y entramos en una vida plena, donde cada aspecto de nuestra existencia refleja la gloria de Dios.

    Es de santos poner CANDADOS

    Play Episode Listen Later Sep 12, 2024 50:02


    En medio de una cultura de engaño, idolatría y libertinaje, el cristiano enfrenta constantes desafíos a su devoción y santidad. Vivimos en una época donde lo bueno es llamado malo y lo malo es promovido como virtud. Por eso, es esencial que el creyente ponga "candados" en su vida, sus hábitos, sus pensamientos y relaciones, no para limitar su libertad en Cristo, sino para protegerse de las influencias dañinas y preservar su fidelidad a Dios. Estos candados son fundamentales para mantener una vida piadosa: 1. LAS ESCRITURAS: NORMA DE FE Y CONDUCTA El primer y más crucial candado es la Palabra de Dios. Las Escrituras son la regla infalible que guía nuestras creencias y nuestras acciones. En un mundo donde la verdad es relativizada y el pecado es normalizado, la Biblia permanece como el estándar inmutable de lo que es verdadero y recto. El salmista reconoce esta verdad cuando escribe: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Salmo 119:105). La Palabra ilumina nuestro sendero, protegiéndonos de caer en el error y la oscuridad del pecado. Por eso, el creyente debe atesorarla, estudiarla y aplicarla, manteniéndola como un candado que asegura su devoción y santidad. 2. EL CONSEJO SABIO DE HERMANOS Y MAESTROS CRISTIANOS El segundo candado es el consejo sabio de aquellos que comparten nuestra fe. Dios nos ha dado la iglesia como una comunidad de creyentes donde encontramos apoyo, corrección y aliento mutuo. Proverbios 11:14 nos recuerda que "donde no hay dirección sabia, caerá el pueblo; mas en la multitud de consejeros hay seguridad". El aislamiento espiritual nos hace vulnerables a los engaños del mundo y a las artimañas del enemigo. Pero cuando nos rodeamos de hermanos y maestros cristianos que nos guían con sabiduría y verdad, encontramos una barrera protectora que nos ayuda a caminar en el camino correcto. Estos consejeros nos ayudan a ver las áreas de debilidad, a discernir la voluntad de Dios y a corregir nuestros pasos cuando nos desviamos. 3. CAUTELA, PRECAUCIÓN Y ASTUCIA Finalmente, el cristiano debe ser cauteloso y astuto en su andar. Jesús mismo nos exhortó a ser “astutos como serpientes, y sencillos como palomas” (Mateo 10:16). Esto significa que no debemos caminar por la vida con ingenuidad, ignorando los peligros y males que nos rodean. Vivimos en una cultura que constantemente busca seducirnos con falsas promesas de placer, éxito y libertad. La astucia cristiana no es una malicia, sino una precaución consciente de que el enemigo es real y sus engaños son sutiles. Andar con cautela es poner un candado a nuestra ingenuidad, discerniendo cuidadosamente los mensajes y valores que nos rodean, y rechazando lo que no se alinea con la verdad de Dios. SEAMOS SABIOS, PORQUE LOS DÍAS SON MALOS El mundo que nos rodea no es neutral; es un ambiente hostil que a menudo llama bueno a lo malo y promueve el engaño como si fuera verdad. Como cristianos, no podemos permitirnos ser ingenuos. Debemos caminar con precaución, con los "candados" de las Escrituras, el consejo de hermanos fieles y la astucia en nuestras decisiones. “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios” (Efesios 5:15). La devoción y santidad requieren protección activa, y la prudencia es clave para perseverar en un mundo que busca apartarnos de Cristo. No nos dejemos seducir por los atractivos engaños del mundo, sino que, con estos candados, guardemos nuestra fe y crezcamos en piedad y santidad, siempre en obediencia y dependencia de nuestro Salvador.

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