Devocionales cortos para tu comunión diaria
Nehemías 13:6-7 (La Palabra) Por aquel entonces no estaba yo en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes había yo regresado a la corte real. Pasado un tiempo pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén… PENSAR: En el último capítulo de Nehemías nos encontramos en un punto crucial del camino. Ya está reconstruida la muralla, Nehemías ya regresó a ocupar su puesto como copero del rey de Persia, y después de un tiempo vuelve a pedirle permiso para visitar Jerusalén. Al llegar, se encuentra con problemas graves, que tienen que ver con la identidad del pueblo de Dios. La pregunta fundamental, que guía las reformas de Nehemías es: “¿Acaso somos como todos los pueblos?” ¿Acaso el pueblo de Dios es totalmente igual que todos los pueblos del mundo? Sabemos que, como humanos, tenemos muchísimas cosas en común con todos los pueblos. Necesitamos nuestro contacto con la tierra, trabajar y alimentarnos. Igual que todos los pueblos vamos envejeciendo con el paso del tiempo. Nos sometemos también a la misma realidad de enfermedades. Igual que todos los pueblos del mundo, también sufrimos las pandemias. (A muchos cristianos también les ha afectado esta enfermedad de COVID-19). En un sentido sí somos igual que todos los pueblos. Pero en otro sentido no. Porque tenemos una misión. Esta misión se desprende de la voluntad de Dios de bendecir al mundo, del amor de Dios al mundo. De tal manera ha amado Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El pueblo de Dios tiene la misión de dar a conocer esta buena voluntad de bendición de parte de Dios. Por eso, aunque sí somos en un sentido iguales a todos los otros seres humanos, no somos idénticos a todos porque entre nosotros hay una relación especial con Dios. Nuestra identidad que nos hace ser distintos a los demás pueblos es que conocemos, fomentamos y cultivamos la relación con Dios. Como cristianos sabemos que la relación con Dios es a través de Cristo, porque nadie conoce al Padre si no es por Cristo. Nadie puede tener acceso a Dios si no es por Cristo. Entonces, por eso, como pueblo de Dios, encontramos nuestra identidad en la relación que tenemos con Dios gracias a Cristo. Así, al leer este capítulo nos veremos reflejados en el corazón de Nehemías que mira que algo está mal cuando regresa a visitar Jerusalén y se encuentra con varias pesadillas. Sí hay una muralla reconstruida, pero algo pasa que no está bien. ¿Qué es lo que está en juego? Son áreas que Nehemías identifica y hace todo lo que puede por corregirlas (según su entendimiento y según sus recursos). Él hizo todo lo que pudo. Y lo que él hizo no significa que sea lo que nosotros debemos hacer. Él hizo lo que pudo, y con los recursos que tenía a su alcance. Nosotros tenemos otro tipo de recursos, y también debemos hacer lo que podemos para librarnos del peligro de olvidar nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, danos la visión de guardar la identidad y misión de tu pueblo en este mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 13:6-7 (La Palabra) Por aquel entonces no estaba yo en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes había yo regresado a la corte real. Pasado un tiempo pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén… PENSAR: En el último capítulo de Nehemías nos encontramos en un punto crucial del camino. Ya está reconstruida la muralla, Nehemías ya regresó a ocupar su puesto como copero del rey de Persia, y después de un tiempo vuelve a pedirle permiso para visitar Jerusalén. Al llegar, se encuentra con problemas graves, que tienen que ver con la identidad del pueblo de Dios. La pregunta fundamental, que guía las reformas de Nehemías es: “¿Acaso somos como todos los pueblos?” ¿Acaso el pueblo de Dios es totalmente igual que todos los pueblos del mundo? Sabemos que, como humanos, tenemos muchísimas cosas en común con todos los pueblos. Necesitamos nuestro contacto con la tierra, trabajar y alimentarnos. Igual que todos los pueblos vamos envejeciendo con el paso del tiempo. Nos sometemos también a la misma realidad de enfermedades. Igual que todos los pueblos del mundo, también sufrimos las pandemias. (A muchos cristianos también les ha afectado esta enfermedad de COVID-19). En un sentido sí somos igual que todos los pueblos. Pero en otro sentido no. Porque tenemos una misión. Esta misión se desprende de la voluntad de Dios de bendecir al mundo, del amor de Dios al mundo. De tal manera ha amado Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, Cristo Jesús, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El pueblo de Dios tiene la misión de dar a conocer esta buena voluntad de bendición de parte de Dios. Por eso, aunque sí somos en un sentido iguales a todos los otros seres humanos, no somos idénticos a todos porque entre nosotros hay una relación especial con Dios. Nuestra identidad que nos hace ser distintos a los demás pueblos es que conocemos, fomentamos y cultivamos la relación con Dios. Como cristianos sabemos que la relación con Dios es a través de Cristo, porque nadie conoce al Padre si no es por Cristo. Nadie puede tener acceso a Dios si no es por Cristo. Entonces, por eso, como pueblo de Dios, encontramos nuestra identidad en la relación que tenemos con Dios gracias a Cristo. Así, al leer este capítulo nos veremos reflejados en el corazón de Nehemías que mira que algo está mal cuando regresa a visitar Jerusalén y se encuentra con varias pesadillas. Sí hay una muralla reconstruida, pero algo pasa que no está bien. ¿Qué es lo que está en juego? Son áreas que Nehemías identifica y hace todo lo que puede por corregirlas (según su entendimiento y según sus recursos). Él hizo todo lo que pudo. Y lo que él hizo no significa que sea lo que nosotros debemos hacer. Él hizo lo que pudo, y con los recursos que tenía a su alcance. Nosotros tenemos otro tipo de recursos, y también debemos hacer lo que podemos para librarnos del peligro de olvidar nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, danos la visión de guardar la identidad y misión de tu pueblo en este mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Una función esencial ESCUCHAR: Nehemías 12:8 (La Palabra) Los levitas eran: Josué, Binuí, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías que, con sus parientes, se encargaban de los himnos de acción de gracias. PENSAR: Dios quiere que cultivemos la gratitud por todo y en todo. Pero ¿cómo podemos agradecer en todo tiempo? Para muchos de nosotros –especialmente en este terrible momento del mundo, en estos tiempos trágicos de pandemia—no es fácil ni parece algo natural dar gracias. Tenemos voces de lamento, tenemos preguntas, en algunos casos tenemos quejas… tenemos dudas, una voz que no es de alabanza al Señor. No es fácil agradecer a Dios en todo tiempo. Por eso existen los agradecedores designados, los músicos cristianos, los cantantes del coro, porque nos ayudan a dar gracias, aún cuando no podemos hacerlo. En este tiempo tan difícil, los cantantes de los coros han tomado la voz del pueblo de Dios y han ofrecido himnos de acción de gracias. Ellos nos representan. En lugar de negarnos a agradecer, decidimos agradecer con la voz de nuestro hermano o hermana que va a cantar. En su canto estamos representados, porque hay tiempos como este, en los que no es fácil agradecer. De este modo se cumple algo lindísimo, el pastoreo mutuo. Quiere decir que los himnos y cánticos tienen una función pastoral. Cuando la palabra de Cristo mora en abundancia en nuestros cantos, realizamos la función de pastorearnos unos a otros. Si alguien toma el micrófono y canta una alabanza a Dios en el culto público, está pastoreándonos, porque nos dice: “A pesar de todas las adversidades y tragedias, no dejamos de creer que Dios nos ama. A pesar de la destrucción, no soltamos la convicción de que la misericordia del Señor se renueva cada mañana”. Esta actitud nos pastorea, cuando cantamos al Señor a pesar de los tiempos difíciles. Sabemos que hay muchas preguntas y misterios. Le decimos al Señor: No entiendo por qué está pasando esto, estas tragedias terribles, pero la voz de los agradecedores designados nos afirma –‘da gracias al Señor, porque su amor es eterno; para siempre es su misericordia'. Por lo tanto, en este momento, cuando parece que todo se ha derrumbado, lo que nos corresponde hacer es aferrarnos a la única convicción que todavía queda en pie, que Dios renueva su misericordia cada mañana. Así decimos con el profeta Jeremías: “Algo viene a mi mente que me llena de esperanza: que tu amor no se acaba, tu compasión no se agota. Todos los días es nueva por tu gran fidelidad”. Participemos en este ministerio de dar gracias. Hay quienes, entre nuestros familiares, vecinos o amistades, que no agradecen a Dios. Hagámoslo nosotros. Seamos ese pueblo sacerdotal que fue redimido por la sangre del Cordero. Cristo nos hizo sacerdotes y sacerdotisas para representar a nuestro pueblo y a nuestro mundo delante de Dios. Demos la mano, el corazón y la voz para quienes tienen el corazón quebrantado, para quienes sienten que no les sale la voz. Los antiguos israelitas celebraron la reconstrucción de la muralla de Jerusalén. Nosotros tenemos mucho que celebrar. Celebramos lo que Dios ha hecho por el mundo en JesuCristo, y lo hacemos con nuestra vida y con nuestros cánticos. Con nuestras acciones y con todo el corazón. ORAR: Dios, enséñanos la bendición de agradecer en todo tiempo, para nuestro bien. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Una función esencial ESCUCHAR: Nehemías 12:8 (La Palabra) Los levitas eran: Josué, Binuí, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías que, con sus parientes, se encargaban de los himnos de acción de gracias. PENSAR: Dios quiere que cultivemos la gratitud por todo y en todo. Pero ¿cómo podemos agradecer en todo tiempo? Para muchos de nosotros –especialmente en este terrible momento del mundo, en estos tiempos trágicos de pandemia—no es fácil ni parece algo natural dar gracias. Tenemos voces de lamento, tenemos preguntas, en algunos casos tenemos quejas… tenemos dudas, una voz que no es de alabanza al Señor. No es fácil agradecer a Dios en todo tiempo. Por eso existen los agradecedores designados, los músicos cristianos, los cantantes del coro, porque nos ayudan a dar gracias, aún cuando no podemos hacerlo. En este tiempo tan difícil, los cantantes de los coros han tomado la voz del pueblo de Dios y han ofrecido himnos de acción de gracias. Ellos nos representan. En lugar de negarnos a agradecer, decidimos agradecer con la voz de nuestro hermano o hermana que va a cantar. En su canto estamos representados, porque hay tiempos como este, en los que no es fácil agradecer. De este modo se cumple algo lindísimo, el pastoreo mutuo. Quiere decir que los himnos y cánticos tienen una función pastoral. Cuando la palabra de Cristo mora en abundancia en nuestros cantos, realizamos la función de pastorearnos unos a otros. Si alguien toma el micrófono y canta una alabanza a Dios en el culto público, está pastoreándonos, porque nos dice: “A pesar de todas las adversidades y tragedias, no dejamos de creer que Dios nos ama. A pesar de la destrucción, no soltamos la convicción de que la misericordia del Señor se renueva cada mañana”. Esta actitud nos pastorea, cuando cantamos al Señor a pesar de los tiempos difíciles. Sabemos que hay muchas preguntas y misterios. Le decimos al Señor: No entiendo por qué está pasando esto, estas tragedias terribles, pero la voz de los agradecedores designados nos afirma –‘da gracias al Señor, porque su amor es eterno; para siempre es su misericordia'. Por lo tanto, en este momento, cuando parece que todo se ha derrumbado, lo que nos corresponde hacer es aferrarnos a la única convicción que todavía queda en pie, que Dios renueva su misericordia cada mañana. Así decimos con el profeta Jeremías: “Algo viene a mi mente que me llena de esperanza: que tu amor no se acaba, tu compasión no se agota. Todos los días es nueva por tu gran fidelidad”. Participemos en este ministerio de dar gracias. Hay quienes, entre nuestros familiares, vecinos o amistades, que no agradecen a Dios. Hagámoslo nosotros. Seamos ese pueblo sacerdotal que fue redimido por la sangre del Cordero. Cristo nos hizo sacerdotes y sacerdotisas para representar a nuestro pueblo y a nuestro mundo delante de Dios. Demos la mano, el corazón y la voz para quienes tienen el corazón quebrantado, para quienes sienten que no les sale la voz. Los antiguos israelitas celebraron la reconstrucción de la muralla de Jerusalén. Nosotros tenemos mucho que celebrar. Celebramos lo que Dios ha hecho por el mundo en JesuCristo, y lo hacemos con nuestra vida y con nuestros cánticos. Con nuestras acciones y con todo el corazón. ORAR: Dios, enséñanos la bendición de agradecer en todo tiempo, para nuestro bien. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Agradecedores designados ESCUCHAR: Nehemías 12:46 (La Palabra) Pues ya desde antiguo, desde los días de David y Asaf, había responsables tanto de los cantores como de los cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. PENSAR: La palabra “agradecedores” no existe oficialmente, pero sirve para identificar a quien tiene la tarea de dar gracias. Desde tiempos del rey David y del salmista Asaf se había designado la función de cantores, adoradores, alabadores, personas que se dedicaban a dar gracias a Dios. Se requiere la función de los agradecedores, porque la devoción, la piedad, la oración, la adoración es un asunto comunitario. No es cosa de lo privado solamente, de lo que ocurre en lo secreto de nuestra habitación, sino que se trata del culto público, de una devoción comunitaria. Participamos en una fe que no es exclusiva ni subjetiva. Sí es cierto que nos hemos bautizado de uno en uno, y hemos decidido seguir a Cristo de uno en uno, pero hemos decidido entrar a un cuerpo, hemos sido injertados en un tronco, que es Cristo, y formamos parte de una viña, que es la viña del Señor. Por eso hay agradecedores designados, que nos recuerdan que este asunto de alabar a Dios es comunitario. Estamos uniéndonos con el pueblo que alaba a Dios. También se requiere esta tarea porque es una labor de representación. Los agradecedores profesionales representan a todo el pueblo. Representares el verbo con el que mejor entendemos la función sacerdotal. El sacerdote representa. Representa al pueblo ante Dios, y también, de alguna manera, a Dios ante el pueblo. Por eso en esta función de agradecedores designados, de cantores, los coros que dedicaron la muralla de Jerusalén representaban a todo el pueblo. Estaban expresando lo que está en el corazón de todos: el reconocer la presencia y la agencia de Dios, la buena operación de Dios en la vida. Como iglesia realizamos la función sacerdotal cuando intercedemos por nuestros amigos, parientes, y congéneres que no creen. Como dice el poema “Tú”, de Amado Nervo, damos gracias a nombre de quienes no pueden hacerlo: Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa hondura del vacío y en la hondura interior: Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa; Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor. Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer; Tú en la capilla fúnebre y en la noche de bodas; Tú en el beso primero y en el beso postrer. Tú en los ojos azules y en los ojos obscuros; Tú en la frivolidad quinceañera, y también en las graves ternezas de los años maduros; Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén. Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo». ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe! ORAR: Fortalece nuestro corazón, para realizar la función de agradecerte en todo tiempo, Señor. En el nombre de Cristo nuestro único y suficiente salvador. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
ESCUCHAR: Nehemías 12:46 (La Palabra) Pues ya desde antiguo, desde los días de David y Asaf, había responsables tanto de los cantores como de los cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. PENSAR: La palabra “agradecedores” no existe oficialmente, pero sirve para identificar a quien tiene la tarea de dar gracias. Desde tiempos del rey David y del salmista Asaf se había designado la función de cantores, adoradores, alabadores, personas que se dedicaban a dar gracias a Dios. Se requiere la función de los agradecedores, porque la devoción, la piedad, la oración, la adoración es un asunto comunitario. No es cosa de lo privado solamente, de lo que ocurre en lo secreto de nuestra habitación, sino que se trata del culto público, de una devoción comunitaria. Participamos en una fe que no es exclusiva ni subjetiva. Sí es cierto que nos hemos bautizado de uno en uno, y hemos decidido seguir a Cristo de uno en uno, pero hemos decidido entrar a un cuerpo, hemos sido injertados en un tronco, que es Cristo, y formamos parte de una viña, que es la viña del Señor. Por eso hay agradecedores designados, que nos recuerdan que este asunto de alabar a Dios es comunitario. Estamos uniéndonos con el pueblo que alaba a Dios. También se requiere esta tarea porque es una labor de representación. Los agradecedores profesionales representan a todo el pueblo. Representares el verbo con el que mejor entendemos la función sacerdotal. El sacerdote representa. Representa al pueblo ante Dios, y también, de alguna manera, a Dios ante el pueblo. Por eso en esta función de agradecedores designados, de cantores, los coros que dedicaron la muralla de Jerusalén representaban a todo el pueblo. Estaban expresando lo que está en el corazón de todos: el reconocer la presencia y la agencia de Dios, la buena operación de Dios en la vida. Como iglesia realizamos la función sacerdotal cuando intercedemos por nuestros amigos, parientes, y congéneres que no creen. Como dice el poema “Tú”, de Amado Nervo, damos gracias a nombre de quienes no pueden hacerlo: Señor, Señor, Tú antes, Tú después, Tú en la inmensa hondura del vacío y en la hondura interior: Tú en la aurora que canta y en la noche que piensa; Tú en la flor de los cardos y en los cardos sin flor. Tú en el cenit a un tiempo y en el nadir; Tú en todas las transfiguraciones y en todo el padecer; Tú en la capilla fúnebre y en la noche de bodas; Tú en el beso primero y en el beso postrer. Tú en los ojos azules y en los ojos obscuros; Tú en la frivolidad quinceañera, y también en las graves ternezas de los años maduros; Tú en la más negra sima, Tú en el más alto edén. Si la ciencia engreída no te ve, yo te veo; si sus labios te niegan, yo te proclamaré. Por cada hombre que duda, mi alma grita: «Yo creo». ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe! ORAR: Fortalece nuestro corazón, para realizar la función de agradecerte en todo tiempo, Señor. En el nombre de Cristo nuestro único y suficiente salvador. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Dedicar el trabajo ESCUCHAR: Nehemías 12:27, 43 (La Palabra) Para dedicar la muralla de Jerusalén se solicitó la asistencia de todos los levitas desde sus respectivos lugares de residencia, y se los trajo a Jerusalén para celebrar la fiesta de la dedicación con alegría, con acción de gracias y con cánticos, címbalos, salterio y cítaras. … En aquel día se ofrecieron solemnes sacrificios e hicieron fiesta porque Dios los había colmado de gozo. También se alegraron las mujeres y los niños, y el júbilo de Jerusalén se percibía a gran distancia. PENSAR: En el capítulo 12 de Nehemías vemos los nombres de quienes formaron dos coros para dedicar la muralla. Iban cantando, agradeciendo y alabando a Dios, marchando alrededor de la muralla en direcciones opuestas para encontrarse justo ante el templo del Señor. La celebración era tal desborde de alegría que se percibía a gran distancia. ¡Qué tremenda alegría poder dedicar el trabajo de reconstrucción de la muralla a Dios! Nos hace pensar en la importancia de dedicarle a Dios el trabajo que hacemos. Sea que nuestra ocupación sea estudiar o trabajar, siempre que nuestro trabajo sea honesto, debemos dedicárselo al Señor. En aquel tiempo, el pueblo terminó la reconstrucción de la muralla, pero faltaba hacer la ceremonia de dedicación. Ellos querían entregarle a Dios su trabajo. Así debemos hacer nosotros también. Si estamos estudiando, el día que nos entreguen el certificado de nuestro estudio, hay que ofrecerlo a Dios en oración. “Esto es tuyo, Señor. Te lo dedico y consagro a ti. ¿Qué puertas me abrirá este certificado de estudios? Que sean de acuerdo con tu voluntad, y que todo sea según lo que tú mandas, según tu buena voluntad de bendición”. Nuestro trabajo más importante no es nuestro oficio o empleo terrenal, sino conocer, servir y amar a Dios. A través del empleo, de la ocupación y del trabajo que hacemos debemos conocer, servir y amar más a Dios. Si el oficio o empleo que tenemos nos permite conocer, servir y amar al Señor, entonces ese trabajo está bien. ¿Puedes dedicar tu trabajo al Señor? Dedicar el trabajo a Dios es reconocer su presencia en nuestra vida. Es reconocer la realidad de Dios, su cercanía, su providencia y su autoridad. La vida de quien se conduce ignorando a Dios, desoyendo su palabra, sin tomar en cuenta la buena voluntad de Dios, va por un camino que no produce fruto, va por un callejón sin salida, que no conduce a nada, que no tiene sentido. Es como el tamo que arrebata el viento… En cambio, en el camino del dichoso, del bienaventurado, se da fruto a su tiempo y su hoja no cae. La persona feliz reconoce a Dios en todos sus caminos. Medita en lo que Dios ha dicho, y que lo ha dicho en JesuCristo. La historia de Jesús llena su vida por la mañana, tarde y noche. Y cuando sueña, pide a Dios poder soñar con el reino y la voluntad de bendición de Dios para el mundo. Es importante no ignorar a Dios, sino reconocer su palabra, vivir de frente a Dios. Por eso dedicamos nuestro trabajo al Señor, porque reconocemos la realidad y la importancia de su presencia. ORAR: Queremos vivir felices y dedicarte nuestro trabajo para conocerte, servirte y amarte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Dedicar el trabajo ESCUCHAR: Nehemías 12:27, 43 (La Palabra) Para dedicar la muralla de Jerusalén se solicitó la asistencia de todos los levitas desde sus respectivos lugares de residencia, y se los trajo a Jerusalén para celebrar la fiesta de la dedicación con alegría, con acción de gracias y con cánticos, címbalos, salterio y cítaras. … En aquel día se ofrecieron solemnes sacrificios e hicieron fiesta porque Dios los había colmado de gozo. También se alegraron las mujeres y los niños, y el júbilo de Jerusalén se percibía a gran distancia. PENSAR: En el capítulo 12 de Nehemías vemos los nombres de quienes formaron dos coros para dedicar la muralla. Iban cantando, agradeciendo y alabando a Dios, marchando alrededor de la muralla en direcciones opuestas para encontrarse justo ante el templo del Señor. La celebración era tal desborde de alegría que se percibía a gran distancia. ¡Qué tremenda alegría poder dedicar el trabajo de reconstrucción de la muralla a Dios! Nos hace pensar en la importancia de dedicarle a Dios el trabajo que hacemos. Sea que nuestra ocupación sea estudiar o trabajar, siempre que nuestro trabajo sea honesto, debemos dedicárselo al Señor. En aquel tiempo, el pueblo terminó la reconstrucción de la muralla, pero faltaba hacer la ceremonia de dedicación. Ellos querían entregarle a Dios su trabajo. Así debemos hacer nosotros también. Si estamos estudiando, el día que nos entreguen el certificado de nuestro estudio, hay que ofrecerlo a Dios en oración. “Esto es tuyo, Señor. Te lo dedico y consagro a ti. ¿Qué puertas me abrirá este certificado de estudios? Que sean de acuerdo con tu voluntad, y que todo sea según lo que tú mandas, según tu buena voluntad de bendición”. Nuestro trabajo más importante no es nuestro oficio o empleo terrenal, sino conocer, servir y amar a Dios. A través del empleo, de la ocupación y del trabajo que hacemos debemos conocer, servir y amar más a Dios. Si el oficio o empleo que tenemos nos permite conocer, servir y amar al Señor, entonces ese trabajo está bien. ¿Puedes dedicar tu trabajo al Señor? Dedicar el trabajo a Dios es reconocer su presencia en nuestra vida. Es reconocer la realidad de Dios, su cercanía, su providencia y su autoridad. La vida de quien se conduce ignorando a Dios, desoyendo su palabra, sin tomar en cuenta la buena voluntad de Dios, va por un camino que no produce fruto, va por un callejón sin salida, que no conduce a nada, que no tiene sentido. Es como el tamo que arrebata el viento… En cambio, en el camino del dichoso, del bienaventurado, se da fruto a su tiempo y su hoja no cae. La persona feliz reconoce a Dios en todos sus caminos. Medita en lo que Dios ha dicho, y que lo ha dicho en JesuCristo. La historia de Jesús llena su vida por la mañana, tarde y noche. Y cuando sueña, pide a Dios poder soñar con el reino y la voluntad de bendición de Dios para el mundo. Es importante no ignorar a Dios, sino reconocer su palabra, vivir de frente a Dios. Por eso dedicamos nuestro trabajo al Señor, porque reconocemos la realidad y la importancia de su presencia. ORAR: Queremos vivir felices y dedicarte nuestro trabajo para conocerte, servirte y amarte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Las responsabilidades ESCUCHAR: Nehemías 11:22-24 (La Palabra) El responsable de los levitas en Jerusalén era Uzí, … pertenecía a la descendencia de Asaf, encargada del canto en el servicio del Templo de Dios. Con relación a ellos existía un mandato del rey que reglamentaba cómo tenían que actuar cada día los cantores. En cuanto a Petaías, hijo de Mesezabel, de la descendencia de Zera, hijo de Judá, era el delegado del rey para todo lo que tuviera que ver con el pueblo. PENSAR: Los repobladores de Jerusalén asumían los riesgos de vivir ahí, y también al menos tres responsabilidades, que encontramos en el capítulo 11 de Nehemías. La primera es la de protección y defensa. Aparecen los nombres de los hombres de guerra de cada familia, y porteros o guardianes de los accesos a la ciudad. Esa es la primera responsabilidad. Proteger y defender a la comunidad. Las amenazas que recibe la comunidad pueden ser ataques enemigos, o calumnias, o desánimo, problemas o divisiones, chismes, o tentaciones. Hay que estar en estado de alerta. Es nuestra responsabilidad ser esos guerreros guardianes de las puertas de la ciudad. Las puertas son el contacto que tenemos entre el adentro y el afuera de la comunidad. Es proteger a la comunidad para que pueda servir mejor al mundo. También está la responsabilidad de relacionarnos con la realidad. Se menciona a Petaías, que tenía el don de las relaciones públicas. Sabía escuchar ambos lados de un asunto y mediar desapasionadamente sin ser arrebatado o impulsivo. Estaba encargado de los asuntos políticos, de la relación entre el pueblo y el rey persa. Sabía negociar y representar ambos lados de un asunto. Como iglesia tenemos que saber relacionarnos con las autoridades del país. Hay que hacer provisión para el largo plazo de la iglesia. Para eso se requiere el compromiso de quienes tienen habilidades para relacionarse con la realidad política. Además, la iglesia local debe vincularse con redes, asociaciones y denominaciones más allá del plano local, para ayudar a la supervivencia del ministerio de la iglesia. Hay quienes tienen este don para relacionarse con la realidad del mundo, para atender los asuntos prácticos del lugar de culto, el pago de la renta, de la luz, del agua, etc. La tercera responsabilidad es la de mantener el culto. En el texto se habla de cantores profesionales. No tienen esa tarea por sus grandes dotes musicales, sino como una responsabilidad esencial de todo el pueblo de Dios. Son los encargados de mantener la gratitud constante a Dios. Su responsabilidad oficial es ser los “agradecedores” profesionales. La iglesia evangélica tiene esa función. Debemos ser adoradores en representación de todo el pueblo (creyentes y no creyentes) y también de todo ser vivo en el planeta. Como dice Amado Nervo en su poesía: “Por cada hombre que duda, mi alma grita: ‘Yo creo' ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!” “Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos…cargar con las debilidades de quienes no la tienen todavía” (Ro 15:1). Esa es nuestra labor sacerdotal. Adoremos a Dios, hagamos oración, porque es nuestra responsabilidad como representantes de nuestro pueblo y de todo nuestro mundo. ORAR: Señor, ayúdanos a cumplir la tarea de proteger a tu pueblo, de relacionarnos con el mundo, y de adorarte en Espíritu y verdad. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Las responsabilidades ESCUCHAR: Nehemías 11:22-24 (La Palabra) El responsable de los levitas en Jerusalén era Uzí, … pertenecía a la descendencia de Asaf, encargada del canto en el servicio del Templo de Dios. Con relación a ellos existía un mandato del rey que reglamentaba cómo tenían que actuar cada día los cantores. En cuanto a Petaías, hijo de Mesezabel, de la descendencia de Zera, hijo de Judá, era el delegado del rey para todo lo que tuviera que ver con el pueblo. PENSAR: Los repobladores de Jerusalén asumían los riesgos de vivir ahí, y también al menos tres responsabilidades, que encontramos en el capítulo 11 de Nehemías. La primera es la de protección y defensa. Aparecen los nombres de los hombres de guerra de cada familia, y porteros o guardianes de los accesos a la ciudad. Esa es la primera responsabilidad. Proteger y defender a la comunidad. Las amenazas que recibe la comunidad pueden ser ataques enemigos, o calumnias, o desánimo, problemas o divisiones, chismes, o tentaciones. Hay que estar en estado de alerta. Es nuestra responsabilidad ser esos guerreros guardianes de las puertas de la ciudad. Las puertas son el contacto que tenemos entre el adentro y el afuera de la comunidad. Es proteger a la comunidad para que pueda servir mejor al mundo. También está la responsabilidad de relacionarnos con la realidad. Se menciona a Petaías, que tenía el don de las relaciones públicas. Sabía escuchar ambos lados de un asunto y mediar desapasionadamente sin ser arrebatado o impulsivo. Estaba encargado de los asuntos políticos, de la relación entre el pueblo y el rey persa. Sabía negociar y representar ambos lados de un asunto. Como iglesia tenemos que saber relacionarnos con las autoridades del país. Hay que hacer provisión para el largo plazo de la iglesia. Para eso se requiere el compromiso de quienes tienen habilidades para relacionarse con la realidad política. Además, la iglesia local debe vincularse con redes, asociaciones y denominaciones más allá del plano local, para ayudar a la supervivencia del ministerio de la iglesia. Hay quienes tienen este don para relacionarse con la realidad del mundo, para atender los asuntos prácticos del lugar de culto, el pago de la renta, de la luz, del agua, etc. La tercera responsabilidad es la de mantener el culto. En el texto se habla de cantores profesionales. No tienen esa tarea por sus grandes dotes musicales, sino como una responsabilidad esencial de todo el pueblo de Dios. Son los encargados de mantener la gratitud constante a Dios. Su responsabilidad oficial es ser los “agradecedores” profesionales. La iglesia evangélica tiene esa función. Debemos ser adoradores en representación de todo el pueblo (creyentes y no creyentes) y también de todo ser vivo en el planeta. Como dice Amado Nervo en su poesía: “Por cada hombre que duda, mi alma grita: ‘Yo creo' ¡Y con cada fe muerta, se agiganta mi fe!” “Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos…cargar con las debilidades de quienes no la tienen todavía” (Ro 15:1). Esa es nuestra labor sacerdotal. Adoremos a Dios, hagamos oración, porque es nuestra responsabilidad como representantes de nuestro pueblo y de todo nuestro mundo. ORAR: Señor, ayúdanos a cumplir la tarea de proteger a tu pueblo, de relacionarnos con el mundo, y de adorarte en Espíritu y verdad. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Los riesgos ESCUCHAR: Nehemías 11:2 (La Palabra) Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: Las familias sorteadas (una de cada diez) y quienes decidieron repoblar la ciudad de Jerusalén en tiempos de Nehemías, sabían que debían mantener un orden y disciplina para que la ciudad funcionara. Las calles y plazas públicas debían estar limpias, la gente tenía que organizarse para los asuntos de la polis, de la realidad política de la ciudad. El pueblo los bendijo, porque debían ser gente dispuesta a vivir en orden y disciplina, gente valiente, arrojada y decidida. La ciudad habría de ser blanco de ataques. Así, aquellos pobladores tomaban valientemente el riesgo de ser pueblo de Dios. Hoy en día también, toda persona que decide formar parte del pueblo de Dios por la fe en Cristo, se somete a un orden y disciplina, y también es blanco de ataques. Quienes formamos parte de una iglesia evangélica en América Latina sabemos qué significa dar la cara y asumir la identidad de ir en contra de la corriente de la sociedad. La gente que pertenece al pueblo de Dios por la fe tiene que someterse al orden y disciplina de vivir gobernados por la palabra de Dios, y también sabe que puede recibir ataques por su decisión de vivir como pueblo de Dios. Por eso hay que tener puesta toda la armadura de Dios. El corazón debe estar guardado con la coraza de justicia, la retaguardia asegurada con el cinto de la verdad, la cabeza (nuestro entendimiento) guardado con el casco de la salvación, calzados los pies con el evangelio de la paz, listos para caminar en la misión, protegidos con el escudo de la fe, y tomando la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Sólo así podemos enfrentar los riesgos que implica vivir en esta Jerusalén de Dios. Recordemos que cada vez que en el Antiguo Testamento se habla de Jerusalén, pensamos en la iglesia, que es el pueblo de Dios por la fe en Cristo. La Jerusalén que en tiempos de Nehemías está siendo reconstruida representa hoy a la iglesia, que necesita nuestro compromiso para la reconstrucción. En esta reconstrucción hay riesgos que hay que asumir con compromiso. Reafirmamos nuestro pacto de vivir como iglesia una vez más. Puestos los ojos en Jesús, y vestidos con toda la armadura de Dios, para resistir los ataques del enemigo de nuestras almas. ORAR: Señor, que hoy podamos asumir valientemente los riesgos de ser pueblo tuyo en medio de una sociedad hostil. Danos toda tu armadura, para resistir este tiempo tan desafiante. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Los riesgos ESCUCHAR: Nehemías 11:2 (La Palabra) Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: Las familias sorteadas (una de cada diez) y quienes decidieron repoblar la ciudad de Jerusalén en tiempos de Nehemías, sabían que debían mantener un orden y disciplina para que la ciudad funcionara. Las calles y plazas públicas debían estar limpias, la gente tenía que organizarse para los asuntos de la polis, de la realidad política de la ciudad. El pueblo los bendijo, porque debían ser gente dispuesta a vivir en orden y disciplina, gente valiente, arrojada y decidida. La ciudad habría de ser blanco de ataques. Así, aquellos pobladores tomaban valientemente el riesgo de ser pueblo de Dios. Hoy en día también, toda persona que decide formar parte del pueblo de Dios por la fe en Cristo, se somete a un orden y disciplina, y también es blanco de ataques. Quienes formamos parte de una iglesia evangélica en América Latina sabemos qué significa dar la cara y asumir la identidad de ir en contra de la corriente de la sociedad. La gente que pertenece al pueblo de Dios por la fe tiene que someterse al orden y disciplina de vivir gobernados por la palabra de Dios, y también sabe que puede recibir ataques por su decisión de vivir como pueblo de Dios. Por eso hay que tener puesta toda la armadura de Dios. El corazón debe estar guardado con la coraza de justicia, la retaguardia asegurada con el cinto de la verdad, la cabeza (nuestro entendimiento) guardado con el casco de la salvación, calzados los pies con el evangelio de la paz, listos para caminar en la misión, protegidos con el escudo de la fe, y tomando la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios. Sólo así podemos enfrentar los riesgos que implica vivir en esta Jerusalén de Dios. Recordemos que cada vez que en el Antiguo Testamento se habla de Jerusalén, pensamos en la iglesia, que es el pueblo de Dios por la fe en Cristo. La Jerusalén que en tiempos de Nehemías está siendo reconstruida representa hoy a la iglesia, que necesita nuestro compromiso para la reconstrucción. En esta reconstrucción hay riesgos que hay que asumir con compromiso. Reafirmamos nuestro pacto de vivir como iglesia una vez más. Puestos los ojos en Jesús, y vestidos con toda la armadura de Dios, para resistir los ataques del enemigo de nuestras almas. ORAR: Señor, que hoy podamos asumir valientemente los riesgos de ser pueblo tuyo en medio de una sociedad hostil. Danos toda tu armadura, para resistir este tiempo tan desafiante. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
No aparece un nombre ESCUCHAR: Nehemías 11:1-2 (La Palabra) Los jefes del pueblo decidieron establecerse en Jerusalén, mientras el resto del pueblo lo echó a suertes, de manera que uno de cada diez fijara su residencia en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve en sus respectivas ciudades. Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: El capítulo 11 de Nehemías es una lista larga de nombres de los pobladores de Jerusalén y villas aledañas. Pero nos llama mucho la atención que no aparece el nombre de Nehemías, ni de su familia. Él regresó a su trabajo como copero del rey en Persia. No tenía la intención ni el permiso de quedarse a vivir permanentemente en Judea. Como líder, hizo su trabajo de manera que él no fuera indispensable para la supervivencia del pueblo. El liderazgo cristiano no debe concentrar su atención sólo en sí mismo ni en su familia. Es muy común en el pueblo evangélico ver a la persona que pastorea y a su familia como el núcleo de la iglesia. Permanecen ahí generación tras generación concentrando la vida y ministerio de la iglesia. Demuestran mucho compromiso, sí, pero hacen que familia pastoral e iglesia sean sinónimos. Pero en este capítulo, donde están los nombres de los repobladores de Jerusalén, no aparece el nombre de Nehemías ni de sus familiares. El buen liderazgo procura mayor participación del pueblo en la vida y ministerio de la iglesia. Nehemías pensaba tanto en el corto como en el largo plazo. No se trata sólo de organizar un evento aislado, un congreso grande, una fiesta de tabernáculos en Jerusalén, ni de ocupar la región temporalmente, como un campamento de verano. Se están estableciendo pensando en el largo plazo. Hay que tomar en cuenta el largo plazo en nuestra visión. Las iglesias deben pensar en cómo mantenerse mucho más allá de la duración de la vida de la persona que pastorea. El pastor no debe ser indispensable. El día de mañana, los nombres del liderazgo y la membresía de la iglesia deberán ser otros. Por eso es importante que las iglesias locales se vinculen con redes, asociaciones y organizaciones denominacionales, para dar estabilidad a la obra en el largo plazo, porque las personas que hacen la labor pastoral no duran para siempre. Hermano, hermana, ¿estamos haciéndonos indispensables para el funcionamiento de la iglesia? ¿O estamos preparando a la iglesia para sobrevivir nuestra inminente partida? ORAR: Señor, bendice a tu pueblo para que permanezca a través de tiempos cambiantes y nuevos desafíos. Levanta más líderes, siervos y siervas de tu reino para tu gloria. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
No aparece un nombre ESCUCHAR: Nehemías 11:1-2 (La Palabra) Los jefes del pueblo decidieron establecerse en Jerusalén, mientras el resto del pueblo lo echó a suertes, de manera que uno de cada diez fijara su residencia en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve en sus respectivas ciudades. Bendijo el pueblo a todos aquellos que se ofrecieron voluntariamente para residir en Jerusalén. PENSAR: El capítulo 11 de Nehemías es una lista larga de nombres de los pobladores de Jerusalén y villas aledañas. Pero nos llama mucho la atención que no aparece el nombre de Nehemías, ni de su familia. Él regresó a su trabajo como copero del rey en Persia. No tenía la intención ni el permiso de quedarse a vivir permanentemente en Judea. Como líder, hizo su trabajo de manera que él no fuera indispensable para la supervivencia del pueblo. El liderazgo cristiano no debe concentrar su atención sólo en sí mismo ni en su familia. Es muy común en el pueblo evangélico ver a la persona que pastorea y a su familia como el núcleo de la iglesia. Permanecen ahí generación tras generación concentrando la vida y ministerio de la iglesia. Demuestran mucho compromiso, sí, pero hacen que familia pastoral e iglesia sean sinónimos. Pero en este capítulo, donde están los nombres de los repobladores de Jerusalén, no aparece el nombre de Nehemías ni de sus familiares. El buen liderazgo procura mayor participación del pueblo en la vida y ministerio de la iglesia. Nehemías pensaba tanto en el corto como en el largo plazo. No se trata sólo de organizar un evento aislado, un congreso grande, una fiesta de tabernáculos en Jerusalén, ni de ocupar la región temporalmente, como un campamento de verano. Se están estableciendo pensando en el largo plazo. Hay que tomar en cuenta el largo plazo en nuestra visión. Las iglesias deben pensar en cómo mantenerse mucho más allá de la duración de la vida de la persona que pastorea. El pastor no debe ser indispensable. El día de mañana, los nombres del liderazgo y la membresía de la iglesia deberán ser otros. Por eso es importante que las iglesias locales se vinculen con redes, asociaciones y organizaciones denominacionales, para dar estabilidad a la obra en el largo plazo, porque las personas que hacen la labor pastoral no duran para siempre. Hermano, hermana, ¿estamos haciéndonos indispensables para el funcionamiento de la iglesia? ¿O estamos preparando a la iglesia para sobrevivir nuestra inminente partida? ORAR: Señor, bendice a tu pueblo para que permanezca a través de tiempos cambiantes y nuevos desafíos. Levanta más líderes, siervos y siervas de tu reino para tu gloria. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:30, 32 (La Palabra) …se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos…. así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado. PENSAR: En tiempos de Nehemías y la reconstrucción de la muralla de Jerusalén, en la vida del pueblo judío pasó a primer plano el día de reposo. Esto tiene mucha relevancia para nosotros hoy, porque la práctica de guardar un día de culto significa que con Dios no sólo hay lugares santos, sino también hay tiempos santos. Para los israelitas, el templo de Jerusalén era un lugar santo, un pedacito del cielo en la tierra. Era una presencia divina en el mundo: la casa de Dios. Pero la práctica de guardar el día de reposo afirma que, con Dios, más que procurar acudir a un lugar santo, hay que respetar un tiempo santo. En nuestra relación con Dios, observar el tiempo santo se convierte en algo más importante que tener un lugar santo. El Señor Jesús dijo que los verdaderos adoradores no se distinguen por el lugar en donde adoran, sino porque lo hacen en espíritu y en verdad (Jn 4:23). Esto nos presenta la posibilidad real de vivir una vida de adoración aun sin tener un lugar santo. Aunque nuestro lugar de reunión esté con sus puertas cerradas por el momento, como muchas iglesias durante el confinamiento. Eso no significa que no hay tiempo santo, y que no podemos adorar a Dios. En nuestra disciplina semanal, reconocemos que llega el día del Señor, inclinamos el corazón y hacemos oración en reconocimiento de la bondad y la maravilla de Dios. Vivimos el tiempo santo, a pesar de no estar físicamente en un lugar santo, como muchas personas que hoy en día no pueden salir de su casa para ir a la iglesia. Eso es lo valioso de guardar un día para el Señor. Debe formar parte de nuestra disciplina espiritual el reconocer, honrar y vivir el día del Señor. Para los cristianos es el primer día de la semana, como indicador de prioridad, porque dedicamos a Dios las primeras horas de cada semana, y así afirmamos que Dios tiene el primer lugar en la vida. El domingo decimos “El Señor resucitó”, y como es el primer día de la semana, renovamos nuestra fe en el Señor. Alineamos de nuevo nuestra vida según los propósitos del reino de Dios. Corregimos lo que se tiene que corregir. Buscamos por la confesión el perdón de nuestros pecados y comenzamos una nueva semana recargados de la alegría del Señor, que es nuestra fuerza. En este tiempo difícil, cuando muchas personas todavía tienen que guardar confinamiento, y quedarse sin reuniones presenciales, tal vez no podemos acudir a un lugar santo, pero efectivamente sí entramos en un tiempo santo. ORAR: Señor, queremos adorarte en espíritu y en verdad, no sólo en los templos y lugares santos, sino reconociendo tu presencia aún en nuestros lugares de confinamiento. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:36-38 (La Palabra) Nos comprometimos asimismo a presentar cada año en el Templo de nuestro Dios los primeros frutos de la tierra y de cualquier clase de árbol, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, tal como está escrito en la ley. Los primogénitos de nuestras vacas y ovejas los traeríamos al Templo de nuestro Dios para los sacerdotes que ofician en el mismo. También nos comprometimos a traer a los almacenes del Templo de nuestro Dios, y con destino a los sacerdotes, lo mejor de nuestra harina, de nuestras contribuciones, de los frutos de cualquier clase de árbol, del vino y del aceite. A los levitas les entregaremos el diezmo del fruto que produzca nuestra tierra; ellos mismos lo recogerán en todas las poblaciones donde trabajamos. PENSAR: La ética mínima a la que se comprometieron Nehemías y el resto del pueblo incluía definir claramente la identidad familiar que corresponde a los hijos de Israel, presentar diezmos y primicias del fruto de su trabajo, para sostener el culto, respetar el día de reposo, y observar las prescripciones del año sabático. Ellos consideraron que eso era lo más importante de toda la ley. En el intento de afirmar su identidad como pueblo, observamos que no incluyeron en su ética mínima los dos grandes mandamientos de la ley, según el Señor Jesús: Amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Nos preguntamos por qué pusieron énfasis en estos puntos. Para explicar el énfasis de este compromiso, hay que pensar que hay acciones y significados. Una cosa es el gesto, el acto de presentar primicias y diezmos, y otra cosa es lo que significa esa acción. Las primicias son los primeros frutos de las cosechas. Es el primer canasto de naranjas o de manzanas. El diezmo es la décima parte de toda la ganancia. Separar el diezmo y ofrendar las primicias son acciones cargadas de significado. Preocuparse por el asunto de con quién se van a casar nuestros hijos e hijas también es un gesto que tiene significado. Todos estos actos son indicadores de prioridad. Todas estas acciones tienen significado. Señalan hacia algo que es importante. Es algo que tiene prioridad. Son acciones que indican que queremos poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. El problema sería que es posible que el pueblo se quede en la acción solamente y que no conozca el significado. Puede ser que el pueblo piense que agradar a Dios es simplemente cumplir con la ética mínima, sin entender cuál es el significado que sustenta esa conducta. De hecho, eso es lo que el Señor Jesús criticó a los escribas y fariseos. Se concentraban tanto en el diezmo que hasta asfixiaban a las viudas extrayéndoles a la fuerza el diezmo (hasta del comino), pero por dentro tenían el corazón descompuesto. Eran como sepulcros pintados de blanco. Por dentro, todo podrido, aunque por fuera, observan el diezmo. Una cosa es necesaria sin dejar de hacer la otra. Es decir: hay que realizar la acción, pero sin perder de vista su significado. ¿Dónde queda la prioridad? Dice el proverbio: Por sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. La prioridad según la Palabra no son los aspectos externos, porque éstos se pueden fingir y convertirse en rituales fríos y sin sentido. Pero si la acción sale del corazón, según la cosmovisión de la Palabra, lo más importante está ahí, e indica quién es la persona más importante de nuestra vida. ORAR: Señor, ayúdanos a mirar hacia adentro, para ver las prioridades que indican nuestras acciones. Que podamos dar sentido a todos nuestros actos de adoración. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:36-38 (La Palabra) Nos comprometimos asimismo a presentar cada año en el Templo de nuestro Dios los primeros frutos de la tierra y de cualquier clase de árbol, así como los primogénitos de nuestros hijos y de nuestro ganado, tal como está escrito en la ley. Los primogénitos de nuestras vacas y ovejas los traeríamos al Templo de nuestro Dios para los sacerdotes que ofician en el mismo. También nos comprometimos a traer a los almacenes del Templo de nuestro Dios, y con destino a los sacerdotes, lo mejor de nuestra harina, de nuestras contribuciones, de los frutos de cualquier clase de árbol, del vino y del aceite. A los levitas les entregaremos el diezmo del fruto que produzca nuestra tierra; ellos mismos lo recogerán en todas las poblaciones donde trabajamos. PENSAR: La ética mínima a la que se comprometieron Nehemías y el resto del pueblo incluía definir claramente la identidad familiar que corresponde a los hijos de Israel, presentar diezmos y primicias del fruto de su trabajo, para sostener el culto, respetar el día de reposo, y observar las prescripciones del año sabático. Ellos consideraron que eso era lo más importante de toda la ley. En el intento de afirmar su identidad como pueblo, observamos que no incluyeron en su ética mínima los dos grandes mandamientos de la ley, según el Señor Jesús: Amar a Dios con todo el ser y al prójimo como a uno mismo. Nos preguntamos por qué pusieron énfasis en estos puntos. Para explicar el énfasis de este compromiso, hay que pensar que hay acciones y significados. Una cosa es el gesto, el acto de presentar primicias y diezmos, y otra cosa es lo que significa esa acción. Las primicias son los primeros frutos de las cosechas. Es el primer canasto de naranjas o de manzanas. El diezmo es la décima parte de toda la ganancia. Separar el diezmo y ofrendar las primicias son acciones cargadas de significado. Preocuparse por el asunto de con quién se van a casar nuestros hijos e hijas también es un gesto que tiene significado. Todos estos actos son indicadores de prioridad. Todas estas acciones tienen significado. Señalan hacia algo que es importante. Es algo que tiene prioridad. Son acciones que indican que queremos poner a Dios en primer lugar en nuestra vida. El problema sería que es posible que el pueblo se quede en la acción solamente y que no conozca el significado. Puede ser que el pueblo piense que agradar a Dios es simplemente cumplir con la ética mínima, sin entender cuál es el significado que sustenta esa conducta. De hecho, eso es lo que el Señor Jesús criticó a los escribas y fariseos. Se concentraban tanto en el diezmo que hasta asfixiaban a las viudas extrayéndoles a la fuerza el diezmo (hasta del comino), pero por dentro tenían el corazón descompuesto. Eran como sepulcros pintados de blanco. Por dentro, todo podrido, aunque por fuera, observan el diezmo. Una cosa es necesaria sin dejar de hacer la otra. Es decir: hay que realizar la acción, pero sin perder de vista su significado. ¿Dónde queda la prioridad? Dice el proverbio: Por sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón, porque de él mana la vida. La prioridad según la Palabra no son los aspectos externos, porque éstos se pueden fingir y convertirse en rituales fríos y sin sentido. Pero si la acción sale del corazón, según la cosmovisión de la Palabra, lo más importante está ahí, e indica quién es la persona más importante de nuestra vida. ORAR: Señor, ayúdanos a mirar hacia adentro, para ver las prioridades que indican nuestras acciones. Que podamos dar sentido a todos nuestros actos de adoración. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:31-34 (La Palabra) Un compromiso de no casar nuestras hijas con gentes paganas, ni casar nuestros hijos con sus hijas, así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado; un compromiso de no cultivar la tierra y de perdonar todas las deudas el séptimo año. Nos impusimos, además como norma, dar cada año la tercera parte de un siclo para el servicio del Templo de nuestro Dios, con destino a los panes presentados, a la ofrenda y al holocausto perpetuos, a los sacrificios de los sábados, de los novilunios y de otras festividades; y también para otras ofrendas sagradas, para los sacrificios de expiación de todo el pueblo y para cualquier obra del Templo de nuestro Dios. PENSAR: Observamos en el capítulo 10 de Nehemías que se define una especie de “ética mínima”. En este compromiso firmado se mencionan unos cuantos mandamientos selectos. No aparecen los 614 mandamientos de la ley. Se hace una especie de selección lo más compacta posible de la ética mínima para poner en evidencia (según ellos) que están obedeciendo los mandamientos de Dios. Esta lista breve está compuesta de la decisión de no realizar matrimonios con personas extranjeras, es decir, mantener una separación para definir su identidad de pueblo; además, presentar sus primicias y diezmos para la provisión de los sacrificios en el templo y para sostener todo el sistema sacerdotal. Que no falte la leña, el incienso, los panes de la proposición, y los animales del sacrificio. Además, respetar el día de reposo. Es decir, no hacer trabajos ni negocios en el día sábado, y finalmente, respetar también el año sabático. Se trataba de un año en el que no se cultivaba la tierra y se perdonaban las deudas. Se liberaba a la gente que había tenido que venderse como esclava, para que no fuera esclava de por vida. Esta es su ética mínima. Aquí ellos expresaron lo que consideraban lo más importante de toda la ley: Guardar el día de reposo, sostener económicamente el sistema del templo, mantener la separación étnica y familiar sin mezclarse con los extranjeros, y recordar los años sabáticos. Para ellos, el compromiso de andar con Dios se reducía a estos puntos. En el tiempo de Nehemías se estaban sentando los fundamentos de lo que llegaría a ser el judaísmo del segundo templo, con el cual chocó de frente el Señor Jesús con sus enseñanzas y su ejemplo. El Señor Jesús también expresó un resumen de toda la ley, pero para él tenía como lo más importante la justicia, la misericordia y la fe. Toda la ley depende de un par de mandamientos que el Señor Jesús identificó así: Amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. ORAR: Señor, enséñanos a identificar y a cumplir fielmente los mandamientos más importantes de tu ley. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:31-34 (La Palabra) Un compromiso de no casar nuestras hijas con gentes paganas, ni casar nuestros hijos con sus hijas, así como de no comprarles nada, ni cereales ni otras mercancías, si lo traían a vender en sábado o en otro día sagrado; un compromiso de no cultivar la tierra y de perdonar todas las deudas el séptimo año. Nos impusimos, además como norma, dar cada año la tercera parte de un siclo para el servicio del Templo de nuestro Dios, con destino a los panes presentados, a la ofrenda y al holocausto perpetuos, a los sacrificios de los sábados, de los novilunios y de otras festividades; y también para otras ofrendas sagradas, para los sacrificios de expiación de todo el pueblo y para cualquier obra del Templo de nuestro Dios. PENSAR: Observamos en el capítulo 10 de Nehemías que se define una especie de “ética mínima”. En este compromiso firmado se mencionan unos cuantos mandamientos selectos. No aparecen los 614 mandamientos de la ley. Se hace una especie de selección lo más compacta posible de la ética mínima para poner en evidencia (según ellos) que están obedeciendo los mandamientos de Dios. Esta lista breve está compuesta de la decisión de no realizar matrimonios con personas extranjeras, es decir, mantener una separación para definir su identidad de pueblo; además, presentar sus primicias y diezmos para la provisión de los sacrificios en el templo y para sostener todo el sistema sacerdotal. Que no falte la leña, el incienso, los panes de la proposición, y los animales del sacrificio. Además, respetar el día de reposo. Es decir, no hacer trabajos ni negocios en el día sábado, y finalmente, respetar también el año sabático. Se trataba de un año en el que no se cultivaba la tierra y se perdonaban las deudas. Se liberaba a la gente que había tenido que venderse como esclava, para que no fuera esclava de por vida. Esta es su ética mínima. Aquí ellos expresaron lo que consideraban lo más importante de toda la ley: Guardar el día de reposo, sostener económicamente el sistema del templo, mantener la separación étnica y familiar sin mezclarse con los extranjeros, y recordar los años sabáticos. Para ellos, el compromiso de andar con Dios se reducía a estos puntos. En el tiempo de Nehemías se estaban sentando los fundamentos de lo que llegaría a ser el judaísmo del segundo templo, con el cual chocó de frente el Señor Jesús con sus enseñanzas y su ejemplo. El Señor Jesús también expresó un resumen de toda la ley, pero para él tenía como lo más importante la justicia, la misericordia y la fe. Toda la ley depende de un par de mandamientos que el Señor Jesús identificó así: Amar a Dios con todo el ser y amar al prójimo como a uno mismo. ORAR: Señor, enséñanos a identificar y a cumplir fielmente los mandamientos más importantes de tu ley. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:1;29-30 (La Palabra) En consecuencia, hicimos un firme compromiso que pusimos por escrito y que fue sellado por nuestros jefes, levitas y sacerdotes. … El resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, donados, y todos los que se separaron de las gentes del lugar para seguir la ley de Dios, junto con sus mujeres, hijos, hijas y todos los capacitados para entender, se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos. PENSAR: Ya hemos visto que el pueblo redescubrió la ley de Dios. Hubo asambleas en las que se leyó y explicó la Palabra de Dios. También hubo una respuesta del pueblo. Hubo confesión y arrepentimiento, y efectuaron la fiesta de los tabernáculos. Se dieron cuenta que había todo un estilo de vida que ellos no conocían, como el perdón de las deudas y el no cobrar usura en los préstamos. Este redescubrir las Escrituras no sirve para nada si no hay un compromiso. Hoy vemos que la gente hizo un compromiso firmado, un documento donde se dice que prometían seguir los mandamientos de Dios. Es un gesto importante. No hay que quedarse sólo admirando la belleza de la Palabra, sólo considerando su sabiduría y nada más. No es suficiente ser admiradores de la Palabra. El pueblo dio un paso más, y firmaron un compromiso. En el texto bíblico aparecen 84 nombres de quienes firmaron este compromiso. Este acto fue considerado por el filósofo político del siglo XVIII, Rousseau, como las raíces que explican la existencia de un “contrato social”. Los judíos hicieron el compromiso de vivir gobernados por la ley de Dios. Hoy en día, también nosotros practicamos el acto de hacer compromiso. Procuramos que cada año, en el mes de enero, recordemos el pacto de la iglesia. Hacemos el acto de firmarlo como un gesto de compromiso de caminar juntos en la fe cristiana y cuidarnos unos a otros en un pastoreo mutuo. Así entendemos la iglesia, como el grupo de creyentes que hace pacto. Nos comprometemos a caminar juntos y cuidarnos unos a otros en nuestra relación con Cristo. Comprometerse es la respuesta apropiada ante la iniciativa de Dios de venir a buscarnos para rescatarnos en JesuCristo. No quedemos sólo como espectadores, sólo como admiradores de la palabra de Dios. Tomemos hoy la decisión de formar parte de esta gran obra de Dios para bendecir al mundo. ORAR: Señor, queremos responder hoy con nuestro compromiso agradecido por tu amor. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 10:1;29-30 (La Palabra) En consecuencia, hicimos un firme compromiso que pusimos por escrito y que fue sellado por nuestros jefes, levitas y sacerdotes. … El resto del pueblo, los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, donados, y todos los que se separaron de las gentes del lugar para seguir la ley de Dios, junto con sus mujeres, hijos, hijas y todos los capacitados para entender, se adhirieron a sus parientes y a sus jefes comprometiéndose con solemne juramento a caminar en la ley de Dios que fue dada a través de Moisés, siervo de Dios, y que mandaba guardar y cumplir todos los mandamientos del Señor, nuestro Dios, sus ordenanzas y estatutos. PENSAR: Ya hemos visto que el pueblo redescubrió la ley de Dios. Hubo asambleas en las que se leyó y explicó la Palabra de Dios. También hubo una respuesta del pueblo. Hubo confesión y arrepentimiento, y efectuaron la fiesta de los tabernáculos. Se dieron cuenta que había todo un estilo de vida que ellos no conocían, como el perdón de las deudas y el no cobrar usura en los préstamos. Este redescubrir las Escrituras no sirve para nada si no hay un compromiso. Hoy vemos que la gente hizo un compromiso firmado, un documento donde se dice que prometían seguir los mandamientos de Dios. Es un gesto importante. No hay que quedarse sólo admirando la belleza de la Palabra, sólo considerando su sabiduría y nada más. No es suficiente ser admiradores de la Palabra. El pueblo dio un paso más, y firmaron un compromiso. En el texto bíblico aparecen 84 nombres de quienes firmaron este compromiso. Este acto fue considerado por el filósofo político del siglo XVIII, Rousseau, como las raíces que explican la existencia de un “contrato social”. Los judíos hicieron el compromiso de vivir gobernados por la ley de Dios. Hoy en día, también nosotros practicamos el acto de hacer compromiso. Procuramos que cada año, en el mes de enero, recordemos el pacto de la iglesia. Hacemos el acto de firmarlo como un gesto de compromiso de caminar juntos en la fe cristiana y cuidarnos unos a otros en un pastoreo mutuo. Así entendemos la iglesia, como el grupo de creyentes que hace pacto. Nos comprometemos a caminar juntos y cuidarnos unos a otros en nuestra relación con Cristo. Comprometerse es la respuesta apropiada ante la iniciativa de Dios de venir a buscarnos para rescatarnos en JesuCristo. No quedemos sólo como espectadores, sólo como admiradores de la palabra de Dios. Tomemos hoy la decisión de formar parte de esta gran obra de Dios para bendecir al mundo. ORAR: Señor, queremos responder hoy con nuestro compromiso agradecido por tu amor. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:34-37 (La Palabra) Nuestros reyes y nuestros jefes, nuestros sacerdotes y antepasados incumplieron tu ley: no atendieron tus mandamientos ni las advertencias que les hiciste. Les habías concedido un reino y una gran prosperidad en una tierra fértil y espaciosa; pero no te sirvieron ni se apartaron del mal. Pues bien, hoy vivimos como esclavos en la tierra que diste a nuestros antepasados para que comieran sus frutos y gozaran de sus bienes. ¡Hoy vivimos en ella como esclavos! Produce frutos abundantes, pero son para los soberanos que has puesto sobre nosotros a causa de nuestros pecados. Disponen a su capricho tanto de personas como de ganados, mientras una tremenda angustia se apodera de nosotros. PENSAR: Aunque el capítulo 9 de Nehemías termina con un paisaje sombrío y lleno de angustia, la historia del pueblo de Dios no termina así. Al leer este pasaje sentimos el anhelo por la venida de la salvación de Dios. Dios habría de traer una liberación integral y plena. No sólo para sacar a Israel de la esclavitud de los imperios del mundo, sino para sacar al corazón humano de su opresión y esclavitud al pecado y la culpa. Esa salvación ya vino al mundo, y es el Señor Jesús. En su ministerio, Jesús interpretó correctamente la historia de Israel y cumplió cabalmente lo que significa la elección para cumplir una misión. Elección con misión. Es la misión de ser bendición a todas las familias de la tierra. Dios nos repara para bendecir. En la sinagoga de Nazaret, el Señor Jesús dio un par de ejemplos al respecto. En medio de una terrible sequía y hambruna, el profeta Elías fue enviado por Dios, para que aprendiera una lección, a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. También de Sidón venía la reina mala Jezabel, devota de Baal. La lección para Elías y para todo israelita, es que no todas las mujeres sidonias son iguales, y que Dios ama y bendice a todas las familias de la tierra. El profeta fue enviado a ayudar a una mujer de la misma región de donde provenía la reina mala, Jezabel, aunque en Israel también había viudas. Así se cumple la misión de Israel, de ser bendición a todas las naciones. El otro ejemplo del Señor Jesús es un capitán del ejército enemigo, Naamán el sirio. Eliseo fue usado por Dios para sanar la lepra del militar enemigo de Israel, aunque en Israel también había leprosos. Así también se cumple la misión de Israel, de ser bendición al mundo de Dios. Cuando el Señor Jesús dio esos dos ejemplos, la gente en aquella sinagoga estuvo a punto de matarlo, porque había ofendido el tipo de judaísmo nacionalista que comenzó a formarse en el tiempo de Nehemías y Esdras. Ofendió la interpretación de la historia de Israel que sólo se queda en la elección, pero no se da cuenta de su misión. Si Dios nos ha reparado, es con el fin de ser bendición a otros. Pensemos cómo podemos ser bendición para alguien el día de hoy. ORAR: Dios, guárdanos de perder de vista nuestra misión de ser bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:34-37 (La Palabra) Nuestros reyes y nuestros jefes, nuestros sacerdotes y antepasados incumplieron tu ley: no atendieron tus mandamientos ni las advertencias que les hiciste. Les habías concedido un reino y una gran prosperidad en una tierra fértil y espaciosa; pero no te sirvieron ni se apartaron del mal. Pues bien, hoy vivimos como esclavos en la tierra que diste a nuestros antepasados para que comieran sus frutos y gozaran de sus bienes. ¡Hoy vivimos en ella como esclavos! Produce frutos abundantes, pero son para los soberanos que has puesto sobre nosotros a causa de nuestros pecados. Disponen a su capricho tanto de personas como de ganados, mientras una tremenda angustia se apodera de nosotros. PENSAR: Aunque el capítulo 9 de Nehemías termina con un paisaje sombrío y lleno de angustia, la historia del pueblo de Dios no termina así. Al leer este pasaje sentimos el anhelo por la venida de la salvación de Dios. Dios habría de traer una liberación integral y plena. No sólo para sacar a Israel de la esclavitud de los imperios del mundo, sino para sacar al corazón humano de su opresión y esclavitud al pecado y la culpa. Esa salvación ya vino al mundo, y es el Señor Jesús. En su ministerio, Jesús interpretó correctamente la historia de Israel y cumplió cabalmente lo que significa la elección para cumplir una misión. Elección con misión. Es la misión de ser bendición a todas las familias de la tierra. Dios nos repara para bendecir. En la sinagoga de Nazaret, el Señor Jesús dio un par de ejemplos al respecto. En medio de una terrible sequía y hambruna, el profeta Elías fue enviado por Dios, para que aprendiera una lección, a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. También de Sidón venía la reina mala Jezabel, devota de Baal. La lección para Elías y para todo israelita, es que no todas las mujeres sidonias son iguales, y que Dios ama y bendice a todas las familias de la tierra. El profeta fue enviado a ayudar a una mujer de la misma región de donde provenía la reina mala, Jezabel, aunque en Israel también había viudas. Así se cumple la misión de Israel, de ser bendición a todas las naciones. El otro ejemplo del Señor Jesús es un capitán del ejército enemigo, Naamán el sirio. Eliseo fue usado por Dios para sanar la lepra del militar enemigo de Israel, aunque en Israel también había leprosos. Así también se cumple la misión de Israel, de ser bendición al mundo de Dios. Cuando el Señor Jesús dio esos dos ejemplos, la gente en aquella sinagoga estuvo a punto de matarlo, porque había ofendido el tipo de judaísmo nacionalista que comenzó a formarse en el tiempo de Nehemías y Esdras. Ofendió la interpretación de la historia de Israel que sólo se queda en la elección, pero no se da cuenta de su misión. Si Dios nos ha reparado, es con el fin de ser bendición a otros. Pensemos cómo podemos ser bendición para alguien el día de hoy. ORAR: Dios, guárdanos de perder de vista nuestra misión de ser bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:5-8 (La Palabra) Esto es lo que dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: — Decídanse a bendecir al Señor su Dios: Desde siempre y para siempre sea bendito tu nombre glorioso, que sobrepasa toda bendición y alabanza. Tú eres el Señor, sólo tú. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuanto hay en ella, los mares y todo cuanto hay en ellos. A todas las cosas das vida y te adoran los ejércitos del cielo. Tú eres el Señor, el Dios que escogió a Abrán, a quien sacaste de Ur de los Caldeos y pusiste por nombre Abrahán. Viste que te era fiel e hiciste alianza con él, para darle a él y a su linaje la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del guirgaseo. Y siendo como eres leal, has cumplido tu palabra. PENSAR: En su repaso de la historia, los levitas mencionados en este texto expresan un rasgo del judaísmo que se estaba formando en ese tiempo, y que llegaría a chocar con las enseñanzas y orientaciones del Señor Jesús. Se hace referencia a la elección de Abraham, pero sin decir qué propósito tenía esa elección. No se dice para qué fue elegido Abraham y su descendencia. Ahí se encuentra la principal debilidad de esta perspectiva de la historia. Se habla de una elección, pero no se habla de misión. La elección debe ir de la mano con la misión. En el repaso de estos levitas, no aparece la misión de Israel. Esta es una falla grave. Es interpretar la historia sin la función. Elegidos sin misión. Ahí está la gran enfermedad que no sólo amenazó al judaísmo en la antigüedad, sino que también nos amenaza hoy a nosotros. Es pensar que Dios nos perdona, nos ama y nos bendice, sin pensar en el “para qué” de esa bendición. Es pensar en la elección sin la misión. En los últimos capítulos de Nehemías y Esdras comenzó a perfilarse este tipo de judaísmo nacionalista y anti-misionero, que el Señor Jesús confrontó. Abraham fue elegido para ser canal de la bendición de Dios a todas las familias de la tierra. Esto es muy importante, porque quiere decir que no es Abraham mismo quien es elegido por sus propios méritos para ser bendecido, sino que el objeto final de la intención de toda elección es el mundo. Dios elige a Abraham para bendecir al mundo. Del mismo modo, Dios nos perdona si nos arrepentimos y nos acercamos al Señor, para que así nos convirtamos en una bendición al mundo de Dios. El repaso de la historia que hacen estos levitas termina con un acorde en tono menor. Es una pintura en tonalidades oscuras, negras y grises. El horizonte es trágico. Los israelitas viven en la tierra prometida, pero en esclavitud. Están a la espera de la llegada de la salvación de Dios, que vendrá en el Señor Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos olvidado tu propósito de bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:5-8 (La Palabra) Esto es lo que dijeron los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías: — Decídanse a bendecir al Señor su Dios: Desde siempre y para siempre sea bendito tu nombre glorioso, que sobrepasa toda bendición y alabanza. Tú eres el Señor, sólo tú. Tú hiciste los cielos, lo más alto de los cielos y todos sus ejércitos; la tierra y cuanto hay en ella, los mares y todo cuanto hay en ellos. A todas las cosas das vida y te adoran los ejércitos del cielo. Tú eres el Señor, el Dios que escogió a Abrán, a quien sacaste de Ur de los Caldeos y pusiste por nombre Abrahán. Viste que te era fiel e hiciste alianza con él, para darle a él y a su linaje la tierra del cananeo, del hitita, del amorreo, del ferezeo, del jebuseo y del guirgaseo. Y siendo como eres leal, has cumplido tu palabra. PENSAR: En su repaso de la historia, los levitas mencionados en este texto expresan un rasgo del judaísmo que se estaba formando en ese tiempo, y que llegaría a chocar con las enseñanzas y orientaciones del Señor Jesús. Se hace referencia a la elección de Abraham, pero sin decir qué propósito tenía esa elección. No se dice para qué fue elegido Abraham y su descendencia. Ahí se encuentra la principal debilidad de esta perspectiva de la historia. Se habla de una elección, pero no se habla de misión. La elección debe ir de la mano con la misión. En el repaso de estos levitas, no aparece la misión de Israel. Esta es una falla grave. Es interpretar la historia sin la función. Elegidos sin misión. Ahí está la gran enfermedad que no sólo amenazó al judaísmo en la antigüedad, sino que también nos amenaza hoy a nosotros. Es pensar que Dios nos perdona, nos ama y nos bendice, sin pensar en el “para qué” de esa bendición. Es pensar en la elección sin la misión. En los últimos capítulos de Nehemías y Esdras comenzó a perfilarse este tipo de judaísmo nacionalista y anti-misionero, que el Señor Jesús confrontó. Abraham fue elegido para ser canal de la bendición de Dios a todas las familias de la tierra. Esto es muy importante, porque quiere decir que no es Abraham mismo quien es elegido por sus propios méritos para ser bendecido, sino que el objeto final de la intención de toda elección es el mundo. Dios elige a Abraham para bendecir al mundo. Del mismo modo, Dios nos perdona si nos arrepentimos y nos acercamos al Señor, para que así nos convirtamos en una bendición al mundo de Dios. El repaso de la historia que hacen estos levitas termina con un acorde en tono menor. Es una pintura en tonalidades oscuras, negras y grises. El horizonte es trágico. Los israelitas viven en la tierra prometida, pero en esclavitud. Están a la espera de la llegada de la salvación de Dios, que vendrá en el Señor Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos olvidado tu propósito de bendición para tu mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:1-4 (La Palabra) El vigésimo cuarto día de ese mes se reunieron los israelitas y ayunaron vestidos de sayal y cubiertos de polvo. Se separaron los del linaje de Israel de todos los extranjeros y, en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus antepasados. Durante una cuarta parte del día, estando de pie en su sitio, leyeron el Libro de la Ley del Señor, su Dios; durante otra cuarta parte del día reconocieron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios. Luego subieron al estrado los levitas Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. PENSAR: En nuestro repaso del libro de Nehemías llegamos a la sección final, en la cual veremos elementos de lo que llegó a ser el judaísmo del tiempo del Señor Jesús. Veremos que comenzaron a sentarse las bases de una religión que el Señor Jesús criticó con sus enseñanzas y su ejemplo. Hay que tener presente que, si Dios nos ha mostrado misericordia, es para que, a su vez, nosotros también vivamos en misericordia. Nos enfrentamos en este capítulo con una especie de rendición de cuentas, de enmendar, de acercarse y reconciliarse. Como en toda relación, es necesario reconocer errores, tener la humildad de decir: “Me equivoqué. Perdóname. No lo voy a volver a hacer. Reconozco que estuvo mal”. Esos ingredientes aparecen en todo el capítulo nueve. El pueblo de Israel reconoció que había fallado en su relación con Dios, y prometió corregir su camino. En toda confesión de errores se hace un repaso de los sucesos. Es el repaso de la historia. En el capítulo nueve tenemos una versión de la historia de Israel, la versión de los levitas mencionados. Ellos tomaron la palabra y estuvieron dirigiendo la oración pública durante una cuarta parte del día. Habían celebrado la fiesta de los tabernáculos, un gran campamento en el que salían a vivir en casas de campaña, afuera de sus residencias. Así experimentaban un poco de las incomodidades del pueblo durante su peregrinaje por el desierto, y la confianza plena en Dios. Ayunaron por su arrepentimiento, por los errores de generaciones anteriores que condujeron hacia la situación en la que se encuentran: Están en la tierra prometida, pero son esclavos del imperio persa. Dios les había dado esa tierra para que fuera un espacio para vivir la libertad, pero ahora no pueden ser libres. En el repaso de la historia reconocen que han fallado y piden perdón. Le cuentan a Dios la historia, como si Dios no la conociera. Como si no supiera los detalles y como si Dios no tuviera una interpretación distinta a la que ellos están dando. Al menos hay un par de detalles en este recuento de la historia, que saltan a la vista. Son manifestación de la bondad de Dios que permanece por generaciones, lento para la ira y grande en misericordia y compasión. Uno es que el pueblo cae, y el otro es que Dios se encarga de liberarlo. Así es en nuestra relación con Dios. Dios nos levanta cada vez que caemos. ORAR: Señor, quisiéramos contarte la historia que ya conoces bien. Te necesitamos hoy. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 9:1-4 (La Palabra) El vigésimo cuarto día de ese mes se reunieron los israelitas y ayunaron vestidos de sayal y cubiertos de polvo. Se separaron los del linaje de Israel de todos los extranjeros y, en pie, confesaron sus pecados y las culpas de sus antepasados. Durante una cuarta parte del día, estando de pie en su sitio, leyeron el Libro de la Ley del Señor, su Dios; durante otra cuarta parte del día reconocieron sus pecados y adoraron al Señor, su Dios. Luego subieron al estrado los levitas Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Bunní, Serebías, Baní y Quenaní e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. PENSAR: En nuestro repaso del libro de Nehemías llegamos a la sección final, en la cual veremos elementos de lo que llegó a ser el judaísmo del tiempo del Señor Jesús. Veremos que comenzaron a sentarse las bases de una religión que el Señor Jesús criticó con sus enseñanzas y su ejemplo. Hay que tener presente que, si Dios nos ha mostrado misericordia, es para que, a su vez, nosotros también vivamos en misericordia. Nos enfrentamos en este capítulo con una especie de rendición de cuentas, de enmendar, de acercarse y reconciliarse. Como en toda relación, es necesario reconocer errores, tener la humildad de decir: “Me equivoqué. Perdóname. No lo voy a volver a hacer. Reconozco que estuvo mal”. Esos ingredientes aparecen en todo el capítulo nueve. El pueblo de Israel reconoció que había fallado en su relación con Dios, y prometió corregir su camino. En toda confesión de errores se hace un repaso de los sucesos. Es el repaso de la historia. En el capítulo nueve tenemos una versión de la historia de Israel, la versión de los levitas mencionados. Ellos tomaron la palabra y estuvieron dirigiendo la oración pública durante una cuarta parte del día. Habían celebrado la fiesta de los tabernáculos, un gran campamento en el que salían a vivir en casas de campaña, afuera de sus residencias. Así experimentaban un poco de las incomodidades del pueblo durante su peregrinaje por el desierto, y la confianza plena en Dios. Ayunaron por su arrepentimiento, por los errores de generaciones anteriores que condujeron hacia la situación en la que se encuentran: Están en la tierra prometida, pero son esclavos del imperio persa. Dios les había dado esa tierra para que fuera un espacio para vivir la libertad, pero ahora no pueden ser libres. En el repaso de la historia reconocen que han fallado y piden perdón. Le cuentan a Dios la historia, como si Dios no la conociera. Como si no supiera los detalles y como si Dios no tuviera una interpretación distinta a la que ellos están dando. Al menos hay un par de detalles en este recuento de la historia, que saltan a la vista. Son manifestación de la bondad de Dios que permanece por generaciones, lento para la ira y grande en misericordia y compasión. Uno es que el pueblo cae, y el otro es que Dios se encarga de liberarlo. Así es en nuestra relación con Dios. Dios nos levanta cada vez que caemos. ORAR: Señor, quisiéramos contarte la historia que ya conoces bien. Te necesitamos hoy. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:10 (La Palabra) Les dijo además: — Vayan a comer manjares escogidos, beban vinos generosos e inviten al que no disponga de nada para sí. Hoy es un día consagrado a nuestro Señor; no se entristezcan porque la alegría del Señor es la fuerza de ustedes. PENSAR: ¿Cómo vamos a salir adelante para vencer la crisis de esta terrible pandemia? Se requieren grandes cantidades de energía para el trabajo de reconstrucción. Hay que reconstruir la vida que está en pedazos, hay que reconstruir la sociedad y sus relaciones económicas, su pulso vital. Hay que reconstruir las amistades que se han visto afectadas por el aislamiento, hay que reconstruir las perspectivas de vida de jóvenes y señoritas que han de encontrar en el evangelio el sentido de su vida. Hay que reconstruir la iglesia, que ha recibido golpes fuertes en su vida comunitaria y su convivencia como congregación. ¿Cómo levantarnos, cómo reanimarnos? La única fuente de energía capaz de proveer todo el combustible que se requiere para la reconstrucción es la alegría del Señor. Es lo único que nos puede hacer mirar un mejor futuro, ahora que todo está nublado en el horizonte. De manera que la alegría se convierte en un asunto muy serio. Hay quienes piensan que la alegría es un detalle decorativo en la vida, que no es esencial. Pero no se trata de un tema accesorio, o secundario, sino que es un tema central. Sin la alegría del Señor no puede haber reconstrucción. ¿Qué es la alegría del Señor? Fundamentalmente se refiere a las ganas de vivir, como producto de la presencia de Dios en nuestra vida. Son las ganas de salir de la cama, las ganas de trabajar, de hacer algo con nuestra vida, de movernos, de pensar que se puede vivir de una mejor manera… todo eso es alegría. Pero cuando se trata de “la alegría del Señor” estamos refiriéndonos a que toda esa fuerza proviene de conocer, servir y amar al Dios que es bueno y misericordioso, al Dios que puede transformar en milagros los peores desastres. La alegría del Señor es nuestra fuerza porque nos llena de alegría saber que el enorme poder de Dios está a disposición de su inmenso amor. Nos provoca una enorme alegría esa acción de Dios, de poner su poder al servicio de su misericordia, su fuerza al servicio de su amor. Por eso nos da alegría el Señor. Cuando vemos que, con su poder levanta al caído, transforma a quien se acerca al Señor para ser tocado, para tener la evidencia de su salvación. Eso es una gran fuente de alegría. ¿Y por qué tenemos alegría en el Señor? Porque Dios es bueno y para siempre es su misericordia. Porque se especializa en entrometerse en nuestros asuntos para bendecirnos. Porque protege a la viuda, es padre y madre de huérfanos, es quien cuida los pasos de los inmigrantes en cualquier parte del mundo; por eso nos inunda la alegría del Señor y nos llena de esperanza. ORAR: Dios, abre nuestros ojos para ver por qué podemos alegrarnos en ti. Que hoy podamos vivir la alegría de la esperanza fundada en tu inmenso amor por el mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:10 (La Palabra) Les dijo además: — Vayan a comer manjares escogidos, beban vinos generosos e inviten al que no disponga de nada para sí. Hoy es un día consagrado a nuestro Señor; no se entristezcan porque la alegría del Señor es la fuerza de ustedes. PENSAR: ¿Cómo vamos a salir adelante para vencer la crisis de esta terrible pandemia? Se requieren grandes cantidades de energía para el trabajo de reconstrucción. Hay que reconstruir la vida que está en pedazos, hay que reconstruir la sociedad y sus relaciones económicas, su pulso vital. Hay que reconstruir las amistades que se han visto afectadas por el aislamiento, hay que reconstruir las perspectivas de vida de jóvenes y señoritas que han de encontrar en el evangelio el sentido de su vida. Hay que reconstruir la iglesia, que ha recibido golpes fuertes en su vida comunitaria y su convivencia como congregación. ¿Cómo levantarnos, cómo reanimarnos? La única fuente de energía capaz de proveer todo el combustible que se requiere para la reconstrucción es la alegría del Señor. Es lo único que nos puede hacer mirar un mejor futuro, ahora que todo está nublado en el horizonte. De manera que la alegría se convierte en un asunto muy serio. Hay quienes piensan que la alegría es un detalle decorativo en la vida, que no es esencial. Pero no se trata de un tema accesorio, o secundario, sino que es un tema central. Sin la alegría del Señor no puede haber reconstrucción. ¿Qué es la alegría del Señor? Fundamentalmente se refiere a las ganas de vivir, como producto de la presencia de Dios en nuestra vida. Son las ganas de salir de la cama, las ganas de trabajar, de hacer algo con nuestra vida, de movernos, de pensar que se puede vivir de una mejor manera… todo eso es alegría. Pero cuando se trata de “la alegría del Señor” estamos refiriéndonos a que toda esa fuerza proviene de conocer, servir y amar al Dios que es bueno y misericordioso, al Dios que puede transformar en milagros los peores desastres. La alegría del Señor es nuestra fuerza porque nos llena de alegría saber que el enorme poder de Dios está a disposición de su inmenso amor. Nos provoca una enorme alegría esa acción de Dios, de poner su poder al servicio de su misericordia, su fuerza al servicio de su amor. Por eso nos da alegría el Señor. Cuando vemos que, con su poder levanta al caído, transforma a quien se acerca al Señor para ser tocado, para tener la evidencia de su salvación. Eso es una gran fuente de alegría. ¿Y por qué tenemos alegría en el Señor? Porque Dios es bueno y para siempre es su misericordia. Porque se especializa en entrometerse en nuestros asuntos para bendecirnos. Porque protege a la viuda, es padre y madre de huérfanos, es quien cuida los pasos de los inmigrantes en cualquier parte del mundo; por eso nos inunda la alegría del Señor y nos llena de esperanza. ORAR: Dios, abre nuestros ojos para ver por qué podemos alegrarnos en ti. Que hoy podamos vivir la alegría de la esperanza fundada en tu inmenso amor por el mundo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:11-15 (La Palabra) Los levitas tranquilizaban a todo el pueblo diciendo: — ¡No lloren ni se entristezcan! Este es un día consagrado. Se retiró todo el pueblo a comer y a beber; invitaron a otros y dieron muestras de una gran alegría porque habían entendido las palabras que les habían enseñado. Al día siguiente se reunieron los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes, los levitas y el escriba Esdras para profundizar en las palabras de la ley. Y en la ley promulgada por Moisés encontraron escrito que los israelitas debían habitar en cabañas durante la fiesta del séptimo mes y que, por tanto, debían hacer correr la voz por Jerusalén y por todas sus ciudades para que salieran al monte y trajeran ramas de olivo y de acebuche, de mirto, de palmeras y de otros árboles frondosos para hacer cabañas, según lo prescrito. PENSAR: La fiesta consistía en tener que vivir por una semana afuera de la comodidad de la casa, en el patio, la terraza, la plaza pública, bajo techitos hechos de ramas, para experimentar lo que el pueblo vivió en el desierto: que su vida depende de Dios. No depende de la comodidad de la recámara, la refrigeradora, la alacena, o del grifo de agua. Así sólo damos por sentado que los recursos vitales son nuestros, y eso es una mentira. La fiesta de los tabernáculos tenía como finalidad que el pueblo recordara que todo lo tenemos por gracia. Redescubrir, recuperar y comprender las Escrituras tiene efectos tremendos en la vida. El primero es concebir la vida como una celebración en generosidad. Se han dado cuenta que lo que se describe en las Escrituras es muy diferente a lo que están viviendo, y eso los ha entristecido, pero los maestros les dicen: “¡No se entristezcan! ¡Alégrense, y celebren la fiesta del Señor!” Debían hacer manjares deliciosos para compartir generosamente. Debían invitarse unos a otros y compartir la maravillosa bendición de ser pueblo de Dios. Cuando se comparte con generosidad siempre hay abundancia, y hasta sobra. Conocer las Escrituras es una invitación a la generosidad. No se puede andar en los caminos del Señor y ser tacaño o egoísta. La falta de generosidad no concuerda con el carácter del Dios que se revela en las Escrituras. Dice la canción: “Dios nos ha salvado y no podemos ser egoístas”. El segundo efecto es la confianza en humildad. Vivir fuera de la casa por una semana implica reconocer que todo lo que tenemos nos viene de Dios. Sustento y abrigo, todo es por gracia. ¿Qué seríamos sin la gracia de Dios? En el ministerio, en la vida como padres y madres de familia, como hermanos y hermanas, miembros de una iglesia, como seres humanos, nuestra vida sería una desgracia si no reconociéramos que todo es por gracia de Dios. Perdón y liberación de la culpa, pero también la posibilidad de conocerle, servirle y amarle, con todas nuestras limitaciones y errores, somos lo que somos por la gracia de Dios. La fiesta de conocer a Cristo es la fiesta de la gracia de Dios. Toda la vida debe vivirse así, en celebración de la gracia y el perdón de Dios, con generosidad y humildad, porque todo lo que nos sostiene con vida y salud proviene de Dios. ORAR: Señor, enséñanos a vivir hoy con generosidad y confianza la fiesta de conocerte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:11-15 (La Palabra) Los levitas tranquilizaban a todo el pueblo diciendo: — ¡No lloren ni se entristezcan! Este es un día consagrado. Se retiró todo el pueblo a comer y a beber; invitaron a otros y dieron muestras de una gran alegría porque habían entendido las palabras que les habían enseñado. Al día siguiente se reunieron los cabezas de familia de todo el pueblo, los sacerdotes, los levitas y el escriba Esdras para profundizar en las palabras de la ley. Y en la ley promulgada por Moisés encontraron escrito que los israelitas debían habitar en cabañas durante la fiesta del séptimo mes y que, por tanto, debían hacer correr la voz por Jerusalén y por todas sus ciudades para que salieran al monte y trajeran ramas de olivo y de acebuche, de mirto, de palmeras y de otros árboles frondosos para hacer cabañas, según lo prescrito. PENSAR: La fiesta consistía en tener que vivir por una semana afuera de la comodidad de la casa, en el patio, la terraza, la plaza pública, bajo techitos hechos de ramas, para experimentar lo que el pueblo vivió en el desierto: que su vida depende de Dios. No depende de la comodidad de la recámara, la refrigeradora, la alacena, o del grifo de agua. Así sólo damos por sentado que los recursos vitales son nuestros, y eso es una mentira. La fiesta de los tabernáculos tenía como finalidad que el pueblo recordara que todo lo tenemos por gracia. Redescubrir, recuperar y comprender las Escrituras tiene efectos tremendos en la vida. El primero es concebir la vida como una celebración en generosidad. Se han dado cuenta que lo que se describe en las Escrituras es muy diferente a lo que están viviendo, y eso los ha entristecido, pero los maestros les dicen: “¡No se entristezcan! ¡Alégrense, y celebren la fiesta del Señor!” Debían hacer manjares deliciosos para compartir generosamente. Debían invitarse unos a otros y compartir la maravillosa bendición de ser pueblo de Dios. Cuando se comparte con generosidad siempre hay abundancia, y hasta sobra. Conocer las Escrituras es una invitación a la generosidad. No se puede andar en los caminos del Señor y ser tacaño o egoísta. La falta de generosidad no concuerda con el carácter del Dios que se revela en las Escrituras. Dice la canción: “Dios nos ha salvado y no podemos ser egoístas”. El segundo efecto es la confianza en humildad. Vivir fuera de la casa por una semana implica reconocer que todo lo que tenemos nos viene de Dios. Sustento y abrigo, todo es por gracia. ¿Qué seríamos sin la gracia de Dios? En el ministerio, en la vida como padres y madres de familia, como hermanos y hermanas, miembros de una iglesia, como seres humanos, nuestra vida sería una desgracia si no reconociéramos que todo es por gracia de Dios. Perdón y liberación de la culpa, pero también la posibilidad de conocerle, servirle y amarle, con todas nuestras limitaciones y errores, somos lo que somos por la gracia de Dios. La fiesta de conocer a Cristo es la fiesta de la gracia de Dios. Toda la vida debe vivirse así, en celebración de la gracia y el perdón de Dios, con generosidad y humildad, porque todo lo que nos sostiene con vida y salud proviene de Dios. ORAR: Señor, enséñanos a vivir hoy con generosidad y confianza la fiesta de conocerte. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:9 (La Palabra) El gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban a la gente dijeron a todo el pueblo: — Hoy es un día dedicado al Señor, su Dios. No se entristezcan ni lloren. Y es que el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. PENSAR: ¡Qué bueno que hay ministerio educativo en la iglesia! En el capítulo ocho de Nehemías se mencionan 26 nombres de maestros que explicaban el texto. Esto es maravilloso. Es una bendición tener maestros. Es un don que Dios le da a su pueblo, para que comprendamos las Escrituras. Aquellos maestros explicaban al pueblo las Escrituras en dos sentidos. Primero, para aplicar el texto al momento que se vive. El pueblo se dio cuenta que estaban viviendo sin obedecer a las Escrituras. Estaban en el séptimo mes y no estaban celebrando la fiesta de los tabernáculos. Por eso había que aplicar el texto. No sólo se trataba de leer el texto con nostalgia de tiempos pasados. Tal vez por eso se ponían a llorar, rememorando las glorias pasadas. O tal vez se ponen a llorar precisamente por arrepentimiento, por sentirse tan lejos del tipo de vida que describe la palabra. El punto es que los maestros les ayudaron a aplicar el texto al momento que estaban viviendo. Así también nosotros debemos aplicar los textos sagrados a nuestro tiempo. Además, para obedecer de manera concreta lo que manda la palabra. Si decimos que la Biblia nos manda someternos unos a otros, tenernos paciencia mutuamente, amar a nuestros enemigos, pues hay que obedecer de manera concreta. La Biblia nos manda perdonar y no guardar rencores, no provocar a ira a nuestros hijos, sino criarlos en la disciplina y la amonestación del Señor, amar a nuestra esposa y dar la vida por ella tal como lo hizo Cristo por su iglesia, respetar a las personas que trabajan bajo nuestra supervisión, y no ejercer agresiones ni maltratos, ni amenazas ni insultos, hay que obedecer todos estos mandatos concretos. Por eso también entendemos la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En la historia de Cristo se han cumplido todas las prescripciones para el sacrificio, porque nuestro Cordero, JesuCristo, ha sido el sacrificio perfecto, y ya no es necesario seguir sacrificando ovejas. De ese modo hay también formas de leer las Escrituras para saber aplicarlas a nuestro momento y para obedecer de manera concreta. El Señor es el mismo ayer, hoy y por los siglos; el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán. Su intención es eterna, su mandamiento permanece para siempre en su sentido espiritual, que nos revela el corazón de Dios. Así, el pueblo se dio cuenta que era necesario hacer una fiesta en el séptimo mes. No sabían nada sobre esa fiesta, y quisieron obedecer. Y así fue. Vieron que tenían que poner en práctica los mandamientos de las Escrituras y no quedarse sólo en las lágrimas, sino pasar a la práctica. ORAR: Dios, gracias por tu palabra de vida y por los maestros y maestras que nos ayudan a aplicarla hoy. Ayúdanos a encontrar tu corazón en el fondo de cada mandamiento. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:9 (La Palabra) El gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras y los levitas que enseñaban a la gente dijeron a todo el pueblo: — Hoy es un día dedicado al Señor, su Dios. No se entristezcan ni lloren. Y es que el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. PENSAR: ¡Qué bueno que hay ministerio educativo en la iglesia! En el capítulo ocho de Nehemías se mencionan 26 nombres de maestros que explicaban el texto. Esto es maravilloso. Es una bendición tener maestros. Es un don que Dios le da a su pueblo, para que comprendamos las Escrituras. Aquellos maestros explicaban al pueblo las Escrituras en dos sentidos. Primero, para aplicar el texto al momento que se vive. El pueblo se dio cuenta que estaban viviendo sin obedecer a las Escrituras. Estaban en el séptimo mes y no estaban celebrando la fiesta de los tabernáculos. Por eso había que aplicar el texto. No sólo se trataba de leer el texto con nostalgia de tiempos pasados. Tal vez por eso se ponían a llorar, rememorando las glorias pasadas. O tal vez se ponen a llorar precisamente por arrepentimiento, por sentirse tan lejos del tipo de vida que describe la palabra. El punto es que los maestros les ayudaron a aplicar el texto al momento que estaban viviendo. Así también nosotros debemos aplicar los textos sagrados a nuestro tiempo. Además, para obedecer de manera concreta lo que manda la palabra. Si decimos que la Biblia nos manda someternos unos a otros, tenernos paciencia mutuamente, amar a nuestros enemigos, pues hay que obedecer de manera concreta. La Biblia nos manda perdonar y no guardar rencores, no provocar a ira a nuestros hijos, sino criarlos en la disciplina y la amonestación del Señor, amar a nuestra esposa y dar la vida por ella tal como lo hizo Cristo por su iglesia, respetar a las personas que trabajan bajo nuestra supervisión, y no ejercer agresiones ni maltratos, ni amenazas ni insultos, hay que obedecer todos estos mandatos concretos. Por eso también entendemos la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En la historia de Cristo se han cumplido todas las prescripciones para el sacrificio, porque nuestro Cordero, JesuCristo, ha sido el sacrificio perfecto, y ya no es necesario seguir sacrificando ovejas. De ese modo hay también formas de leer las Escrituras para saber aplicarlas a nuestro momento y para obedecer de manera concreta. El Señor es el mismo ayer, hoy y por los siglos; el cielo y la tierra pasarán, pero sus palabras no pasarán. Su intención es eterna, su mandamiento permanece para siempre en su sentido espiritual, que nos revela el corazón de Dios. Así, el pueblo se dio cuenta que era necesario hacer una fiesta en el séptimo mes. No sabían nada sobre esa fiesta, y quisieron obedecer. Y así fue. Vieron que tenían que poner en práctica los mandamientos de las Escrituras y no quedarse sólo en las lágrimas, sino pasar a la práctica. ORAR: Dios, gracias por tu palabra de vida y por los maestros y maestras que nos ayudan a aplicarla hoy. Ayúdanos a encontrar tu corazón en el fondo de cada mandamiento. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:1-8 (La Palabra) Se congregó todo el pueblo, de común acuerdo, en la plaza que está delante de la Puerta de las Aguas y pidieron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, la que había dado el Señor a Israel. Era el primer día del séptimo mes y el sacerdote Esdras trajo el Libro de Ley ante todos los hombres y mujeres reunidos, ante todos los que estaban capacitados para entender, y lo leyó en la plaza que está delante de la Puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y los capacitados para entender. Los oídos de todo el pueblo prestaban atención. Esdras, el escriba, se encontraba en pie sobre un estrado de madera que se había levantado para la ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anaías, Urías, Jelcías y Maasías, y a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. Esdras abrió el libro ante los ojos de todo el pueblo (pues sobresalía por encima de ellos) y, al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie. Bendijo Esdras al Señor, Dios grande, y todo el pueblo respondió: “Amén, amén”. Alzaron sus manos, se inclinaron y adoraron al Señor rostro en tierra. Josué, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodiyías, Maasías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán, Pelaías, e incluso los levitas, explicaban la ley al pueblo que se mantenía atento. El Libro de la Ley era leído con claridad y [los levitas] explicaban su sentido de manera que comprendieran la lectura. PENSAR: El pueblo se identificaba por sus relaciones de parentesco, por haber sobrevivido el exilio, por el retorno a Jerusalén después de estar dispersos varias décadas, pero no conocen aquello que es la fuente de su identidad. Es la fe que se registró de manera escrita en los textos sagrados. Cuando escuchan de nuevo las Sagradas Escrituras, en una asamblea que duró toda la mañana de lectura y explicación de los textos del Pentateuco –las palabras de vida que Dios había dado a Moisés—entonces se dan cuenta de que hay algo que no concuerda con su vida. Las Escrituras retratan un estilo de vida que es extraño para ellos. Después de muchas capas de tradiciones y costumbres que no son de origen bíblico, a lo largo de generaciones se acumularon hábitos y formas de ser, iniciativas y relaciones que no son las ordenadas por Dios, y que no tienen nada que ver con la intención de Dios para su pueblo. Tanto en la manera de ser del pueblo como en el testimonio que debían dar al mundo sobre el amor y los caminos de Dios. Se dan cuenta que las Escrituras están por encima de la tradición. Celebraron la fiesta de los tabernáculos; algo que no se había hecho desde el tiempo de Josué. El tiempo de la monarquía –cientos de años-- fue una época de olvido de la palabra escrita en las Sagradas Escrituras. Por encima de lo que aprendieron de sus padres, hay algo más importante. Esto tiene que ver con nosotros en América Latina. Muchos somos muy celosos de las tradiciones, y no queremos dejarlas. Nuestra forma de creer, la iglesia a la que asistimos, en muchos casos son cosas que nos dejaron nuestros padres y abuelos. Pero si la verdad de las Escrituras nos muestra un tipo de vida que es mucho más auténtico que la idolatría, entonces, debemos elegir las Escrituras por encima de la tradición. ORAR: Señor, reconocemos que tu palabra es más importante que nuestras tradiciones. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 8:1-8 (La Palabra) Se congregó todo el pueblo, de común acuerdo, en la plaza que está delante de la Puerta de las Aguas y pidieron al escriba Esdras que trajese el libro de la Ley de Moisés, la que había dado el Señor a Israel. Era el primer día del séptimo mes y el sacerdote Esdras trajo el Libro de Ley ante todos los hombres y mujeres reunidos, ante todos los que estaban capacitados para entender, y lo leyó en la plaza que está delante de la Puerta de las Aguas, desde el alba hasta el mediodía, en presencia de los hombres, las mujeres y los capacitados para entender. Los oídos de todo el pueblo prestaban atención. Esdras, el escriba, se encontraba en pie sobre un estrado de madera que se había levantado para la ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matatías, Sema, Anaías, Urías, Jelcías y Maasías, y a su izquierda estaban Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. Esdras abrió el libro ante los ojos de todo el pueblo (pues sobresalía por encima de ellos) y, al abrirlo, todo el pueblo se puso en pie. Bendijo Esdras al Señor, Dios grande, y todo el pueblo respondió: “Amén, amén”. Alzaron sus manos, se inclinaron y adoraron al Señor rostro en tierra. Josué, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodiyías, Maasías, Quelitá, Azarías, Jozabad, Janán, Pelaías, e incluso los levitas, explicaban la ley al pueblo que se mantenía atento. El Libro de la Ley era leído con claridad y [los levitas] explicaban su sentido de manera que comprendieran la lectura. PENSAR: El pueblo se identificaba por sus relaciones de parentesco, por haber sobrevivido el exilio, por el retorno a Jerusalén después de estar dispersos varias décadas, pero no conocen aquello que es la fuente de su identidad. Es la fe que se registró de manera escrita en los textos sagrados. Cuando escuchan de nuevo las Sagradas Escrituras, en una asamblea que duró toda la mañana de lectura y explicación de los textos del Pentateuco –las palabras de vida que Dios había dado a Moisés—entonces se dan cuenta de que hay algo que no concuerda con su vida. Las Escrituras retratan un estilo de vida que es extraño para ellos. Después de muchas capas de tradiciones y costumbres que no son de origen bíblico, a lo largo de generaciones se acumularon hábitos y formas de ser, iniciativas y relaciones que no son las ordenadas por Dios, y que no tienen nada que ver con la intención de Dios para su pueblo. Tanto en la manera de ser del pueblo como en el testimonio que debían dar al mundo sobre el amor y los caminos de Dios. Se dan cuenta que las Escrituras están por encima de la tradición. Celebraron la fiesta de los tabernáculos; algo que no se había hecho desde el tiempo de Josué. El tiempo de la monarquía –cientos de años-- fue una época de olvido de la palabra escrita en las Sagradas Escrituras. Por encima de lo que aprendieron de sus padres, hay algo más importante. Esto tiene que ver con nosotros en América Latina. Muchos somos muy celosos de las tradiciones, y no queremos dejarlas. Nuestra forma de creer, la iglesia a la que asistimos, en muchos casos son cosas que nos dejaron nuestros padres y abuelos. Pero si la verdad de las Escrituras nos muestra un tipo de vida que es mucho más auténtico que la idolatría, entonces, debemos elegir las Escrituras por encima de la tradición. ORAR: Señor, reconocemos que tu palabra es más importante que nuestras tradiciones. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:69-72 (La Palabra) Algunos cabezas de familia hicieron ofrendas para la obra. El gobernador dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales. Los cabezas de familia aportaron al presupuesto de la obra veinte mil dracmas de oro y dos mil minas de plata. El resto del pueblo donó veinte mil dracmas de oro, dos mil minas de plata y setenta y siete túnicas sacerdotales. Los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, gente del pueblo, donados y todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades. Al llegar el séptimo mes, residían ya los israelitas en sus respectivas ciudades”. PENSAR: Como gobernador, Nehemías dio el ejemplo de generosidad al ofrendar para sostener el sacerdocio. Además, todo el pueblo ofrendó demostrando su compromiso con el ministerio. Ofrendas monetarias y de vestimentas –recursos para sostener la obra. ¿Por qué la comunidad demuestra compromiso? ¿Cuál es la razón para ofrendar, incluso haciendo grandes sacrificios personales? Lo hace porque cree que el ministerio vale la pena. El ministerio es algo en lo que sí hay que invertir para ayudar. La comunidad ofrenda como respuesta a la gracia de Dios. Antes no éramos pueblo, pero ahora somos pueblo de Dios. Participamos en la maravillosa historia de la gracia de Dios. Antes no conocíamos a Dios. Por medio del ministerio de la iglesia, de la comunidad de fe cristiana, que da testimonio del evangelio, nos llegó la buena noticia del amor de Dios, que nos invita a formar parte de su familia, para vivir la vida de un modo nuevo, una nueva vida. Por eso, ofrendamos como testimonio de que somos pueblo de Dios. Ahora que conocemos al Señor sabemos que no debemos malgastar en vanidades, sino consagrar nuestros recursos para la obra de Dios. Que sigan sonando las canciones de Dios. Que siga habiendo transmisiones en las que se predica el evangelio. Este es un tiempo desafiante y no va a terminarse pronto. Por eso nos sostenemos en la esperanza. El exilio duró setenta años. El pueblo tuvo paciencia y esperó en el Señor, por su identidad segura de pertenecer a Dios. La esperanza la demostramos con nuestro compromiso. Vamos juntos en esta prueba de resistencia y paciencia. Lo que nos hace ser pueblo no es nuestra reunión presencial, ni nuestro edificio, sino la conexión espiritual y la bendición que Dios quiere dar al mundo por medio de la iglesia, como un pueblo entre los pueblos. Estamos dispersos en el mundo para ser bendición. Primero a quienes viven con nosotros bajo el mismo techo. Luego, a nuestros vecinos y otros contactos a quienes debemos contagiar la esperanza, edificar, dar paciencia, fortaleza, tolerancia, amabilidad, comprensión y paz. ORAR: Gracias, Dios, por lo que haces por el mundo. Nos comprometemos con esta obra. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:69-72 (La Palabra) Algunos cabezas de familia hicieron ofrendas para la obra. El gobernador dio para el tesoro mil dracmas de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta túnicas sacerdotales. Los cabezas de familia aportaron al presupuesto de la obra veinte mil dracmas de oro y dos mil minas de plata. El resto del pueblo donó veinte mil dracmas de oro, dos mil minas de plata y setenta y siete túnicas sacerdotales. Los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, gente del pueblo, donados y todos los demás israelitas se establecieron en sus ciudades. Al llegar el séptimo mes, residían ya los israelitas en sus respectivas ciudades”. PENSAR: Como gobernador, Nehemías dio el ejemplo de generosidad al ofrendar para sostener el sacerdocio. Además, todo el pueblo ofrendó demostrando su compromiso con el ministerio. Ofrendas monetarias y de vestimentas –recursos para sostener la obra. ¿Por qué la comunidad demuestra compromiso? ¿Cuál es la razón para ofrendar, incluso haciendo grandes sacrificios personales? Lo hace porque cree que el ministerio vale la pena. El ministerio es algo en lo que sí hay que invertir para ayudar. La comunidad ofrenda como respuesta a la gracia de Dios. Antes no éramos pueblo, pero ahora somos pueblo de Dios. Participamos en la maravillosa historia de la gracia de Dios. Antes no conocíamos a Dios. Por medio del ministerio de la iglesia, de la comunidad de fe cristiana, que da testimonio del evangelio, nos llegó la buena noticia del amor de Dios, que nos invita a formar parte de su familia, para vivir la vida de un modo nuevo, una nueva vida. Por eso, ofrendamos como testimonio de que somos pueblo de Dios. Ahora que conocemos al Señor sabemos que no debemos malgastar en vanidades, sino consagrar nuestros recursos para la obra de Dios. Que sigan sonando las canciones de Dios. Que siga habiendo transmisiones en las que se predica el evangelio. Este es un tiempo desafiante y no va a terminarse pronto. Por eso nos sostenemos en la esperanza. El exilio duró setenta años. El pueblo tuvo paciencia y esperó en el Señor, por su identidad segura de pertenecer a Dios. La esperanza la demostramos con nuestro compromiso. Vamos juntos en esta prueba de resistencia y paciencia. Lo que nos hace ser pueblo no es nuestra reunión presencial, ni nuestro edificio, sino la conexión espiritual y la bendición que Dios quiere dar al mundo por medio de la iglesia, como un pueblo entre los pueblos. Estamos dispersos en el mundo para ser bendición. Primero a quienes viven con nosotros bajo el mismo techo. Luego, a nuestros vecinos y otros contactos a quienes debemos contagiar la esperanza, edificar, dar paciencia, fortaleza, tolerancia, amabilidad, comprensión y paz. ORAR: Gracias, Dios, por lo que haces por el mundo. Nos comprometemos con esta obra. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:4-6 (La Palabra) La ciudad era espaciosa y extensa pero la habitaba poca gente y apenas si había casas reedificadas. Por inspiración de Dios convoqué a los nobles, a las autoridades y al pueblo para hacer un censo por familias. Encontré el registro genealógico de los que habían regresado a Jerusalén al principio y en él estaba escrito lo siguiente: “Estos son los pertenecientes a la provincia [de Judá] que regresaron de la cautividad adonde los había desterrado Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad… PENSAR: El capítulo siete de Nehemías es impactante porque Nehemías se quita a sí mismo del centro del escenario. En el capítulo anterior, los enemigos lo acusaban e inventaron el rumor falso en cuanto a que él quería ser el rey. Ahora lo vemos dando varios pasos hacia atrás, y poniendo a otros en el escenario. Delegar, designar tareas, reducir su protagonismo en la historia, es algo maravilloso para cualquier gran líder, cuando sabe retirarse a tiempo. Qué gran tragedia cuando un líder nunca suelta el poder, sino que se estaciona para siempre sin dejar que el pueblo avance. También es trágico el caso de grandes líderes que cuando salen del escenario, sus discípulos resultan ser todo lo contrario a lo que enseñó el líder. Es cierto que, de un grupo de doce discípulos, al Señor Jesús le tocó un Judas. Pero es trágico cuando al ver todos los discípulos de un buen maestro observamos que no pudo producir discípulos a su imagen y semejanza. Nehemías presta atención a la necesidad de salir del escenario a tiempo, y dejar a otros a cargo de la obra. Por eso piensa más allá de sí mismo. La obra debe continuar más allá de nuestra presencia física. Él pensaba en cómo regresar a su puesto de copero del rey de Persia, y sabe que la obra no puede depender total y completamente de él. Por eso distribuye funciones. Todo buen liderazgo piensa en cómo formar a la siguiente generación. Porque ellos y ellas estarán al frente del proyecto. Dios también participa en este proceso de renovación de liderazgo, porque el criterio para definir el liderazgo no es ningún mérito humano: vehemencia, fortaleza, personalidad, preparación, títulos, sino su temor de Dios, y su participación en el evangelio. Es por inspiración de Dios que Nehemías realizó esta gran convocatoria del pueblo para reafirmarles su identidad. No se trata de un censo arrogante como el que inició el rey David, para gloriarse de su fuerza. Es más bien un conteo de daños, un censo de humildad. Un repaso de quiénes hemos quedado con vida después de esta gran tribulación, para recordar nuestra identidad como pueblo de bendición, y nuestra misión de ser bendición al mundo de Dios. ORAR: Dios, aquí estamos. Cuenta nuestro nombre para participar en tu bendición al mundo. Ayúdanos a no perder de vista el objetivo de todo buen liderazgo en tu pueblo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:4-6 (La Palabra) La ciudad era espaciosa y extensa pero la habitaba poca gente y apenas si había casas reedificadas. Por inspiración de Dios convoqué a los nobles, a las autoridades y al pueblo para hacer un censo por familias. Encontré el registro genealógico de los que habían regresado a Jerusalén al principio y en él estaba escrito lo siguiente: “Estos son los pertenecientes a la provincia [de Judá] que regresaron de la cautividad adonde los había desterrado Nabucodonosor, rey de Babilonia, y que volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad… PENSAR: El capítulo siete de Nehemías es impactante porque Nehemías se quita a sí mismo del centro del escenario. En el capítulo anterior, los enemigos lo acusaban e inventaron el rumor falso en cuanto a que él quería ser el rey. Ahora lo vemos dando varios pasos hacia atrás, y poniendo a otros en el escenario. Delegar, designar tareas, reducir su protagonismo en la historia, es algo maravilloso para cualquier gran líder, cuando sabe retirarse a tiempo. Qué gran tragedia cuando un líder nunca suelta el poder, sino que se estaciona para siempre sin dejar que el pueblo avance. También es trágico el caso de grandes líderes que cuando salen del escenario, sus discípulos resultan ser todo lo contrario a lo que enseñó el líder. Es cierto que, de un grupo de doce discípulos, al Señor Jesús le tocó un Judas. Pero es trágico cuando al ver todos los discípulos de un buen maestro observamos que no pudo producir discípulos a su imagen y semejanza. Nehemías presta atención a la necesidad de salir del escenario a tiempo, y dejar a otros a cargo de la obra. Por eso piensa más allá de sí mismo. La obra debe continuar más allá de nuestra presencia física. Él pensaba en cómo regresar a su puesto de copero del rey de Persia, y sabe que la obra no puede depender total y completamente de él. Por eso distribuye funciones. Todo buen liderazgo piensa en cómo formar a la siguiente generación. Porque ellos y ellas estarán al frente del proyecto. Dios también participa en este proceso de renovación de liderazgo, porque el criterio para definir el liderazgo no es ningún mérito humano: vehemencia, fortaleza, personalidad, preparación, títulos, sino su temor de Dios, y su participación en el evangelio. Es por inspiración de Dios que Nehemías realizó esta gran convocatoria del pueblo para reafirmarles su identidad. No se trata de un censo arrogante como el que inició el rey David, para gloriarse de su fuerza. Es más bien un conteo de daños, un censo de humildad. Un repaso de quiénes hemos quedado con vida después de esta gran tribulación, para recordar nuestra identidad como pueblo de bendición, y nuestra misión de ser bendición al mundo de Dios. ORAR: Dios, aquí estamos. Cuenta nuestro nombre para participar en tu bendición al mundo. Ayúdanos a no perder de vista el objetivo de todo buen liderazgo en tu pueblo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:61-65 (La Palabra) Entre los que regresaron de Tel-Mélaj, Tel-Jarsá, Querub, Addón e Imer sin poder demostrar que su familia y su linaje eran israelitas estaban: ciento cuarenta y dos descendientes de Delaías, Tobías y Necodá. Y por lo que se refiere a los sacerdotes, los descendientes de Jobaías, Cos, Barzilay (que tomó mujer entre las hijas del galaadita Barzilay y fue conocido con el nombre de ellas) indagaron en sus registros genealógicos y no los encontraron, así que fueron excluidos del sacerdocio. El gobernador les dijo que no comieran manjares consagrados hasta que se presentase un sacerdote para consultar el Urín y el Tumín. PENSAR: La iglesia no está compuesta sólo por los seres humanos, sino que Dios está en medio de su pueblo, en el centro de todo, dando vida y fuerza, sabiduría y dirección. En el largo capítulo siete de Nehemías hay una instancia en la que se nota la importancia de la participación de Dios en su pueblo. Hay un grupo de sacerdotes que no pudo probar con documentos su pertenencia oficial al pueblo de Israel ni al sacerdocio. Se perdieron las “actas de nacimiento”. Con todo el caos de la conquista y el exilio, se perdieron los papeles. Todos esos movimientos súbitos, drásticos y violentos por los que pasó la población dejaron como resultado que hubo personas que no tenían documentos oficiales de identidad. Entonces, la decisión que tomó Nehemías fue esperar para consultar al Urim y Tumim. Este era un recurso que tenían en ese tiempo para averiguar la voluntad de Dios. Aparentemente eran piedras especiales por las cuales, en un contexto de oración, los sacerdotes podían discernir la voluntad de Dios. Lo más importante aquí es que, para tomar esta decisión tan importante, se considera seriamente la realidad de la presencia de Dios en medio de su pueblo. ¿Serán o no serán realmente descendientes de familias sacerdotales? No tenían el documento escrito, el acta, el papel. Pero sí tenían la presencia de Dios, para confirmar –por medio del Urim y el Tumim, si son del pueblo de Dios y si pueden participar del sacerdocio. Por eso nos llama mucho la atención esta conjunción entre pueblo y Dios. Son dos los integrantes que conforman la iglesia. No es sólo el pueblo, sino que es el pueblo y su Dios. Es la presencia de Cristo, por su Espíritu Santo, en medio de la comunidad de la fe, actuando, hablando, consolando, fortaleciendo, dirigiendo, dando discernimiento y sabiduría para ver quiénes han de ser parte del liderazgo. Hemos hecho mucho énfasis en que la iglesia es la congregación de los creyentes, y es algo que celebramos, porque la importancia recae no en los edificios ni en los programas, sino en la gente. Sin embargo, hay que recordar que la iglesia no se compone sólo del elemento humano, sino que en medio de nosotros está el Espíritu Santo y la palabra de vida que se encarnó en Cristo Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos pensado sólo en términos humanos al hablar de tu pueblo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:61-65 (La Palabra) Entre los que regresaron de Tel-Mélaj, Tel-Jarsá, Querub, Addón e Imer sin poder demostrar que su familia y su linaje eran israelitas estaban: ciento cuarenta y dos descendientes de Delaías, Tobías y Necodá. Y por lo que se refiere a los sacerdotes, los descendientes de Jobaías, Cos, Barzilay (que tomó mujer entre las hijas del galaadita Barzilay y fue conocido con el nombre de ellas) indagaron en sus registros genealógicos y no los encontraron, así que fueron excluidos del sacerdocio. El gobernador les dijo que no comieran manjares consagrados hasta que se presentase un sacerdote para consultar el Urín y el Tumín. PENSAR: La iglesia no está compuesta sólo por los seres humanos, sino que Dios está en medio de su pueblo, en el centro de todo, dando vida y fuerza, sabiduría y dirección. En el largo capítulo siete de Nehemías hay una instancia en la que se nota la importancia de la participación de Dios en su pueblo. Hay un grupo de sacerdotes que no pudo probar con documentos su pertenencia oficial al pueblo de Israel ni al sacerdocio. Se perdieron las “actas de nacimiento”. Con todo el caos de la conquista y el exilio, se perdieron los papeles. Todos esos movimientos súbitos, drásticos y violentos por los que pasó la población dejaron como resultado que hubo personas que no tenían documentos oficiales de identidad. Entonces, la decisión que tomó Nehemías fue esperar para consultar al Urim y Tumim. Este era un recurso que tenían en ese tiempo para averiguar la voluntad de Dios. Aparentemente eran piedras especiales por las cuales, en un contexto de oración, los sacerdotes podían discernir la voluntad de Dios. Lo más importante aquí es que, para tomar esta decisión tan importante, se considera seriamente la realidad de la presencia de Dios en medio de su pueblo. ¿Serán o no serán realmente descendientes de familias sacerdotales? No tenían el documento escrito, el acta, el papel. Pero sí tenían la presencia de Dios, para confirmar –por medio del Urim y el Tumim, si son del pueblo de Dios y si pueden participar del sacerdocio. Por eso nos llama mucho la atención esta conjunción entre pueblo y Dios. Son dos los integrantes que conforman la iglesia. No es sólo el pueblo, sino que es el pueblo y su Dios. Es la presencia de Cristo, por su Espíritu Santo, en medio de la comunidad de la fe, actuando, hablando, consolando, fortaleciendo, dirigiendo, dando discernimiento y sabiduría para ver quiénes han de ser parte del liderazgo. Hemos hecho mucho énfasis en que la iglesia es la congregación de los creyentes, y es algo que celebramos, porque la importancia recae no en los edificios ni en los programas, sino en la gente. Sin embargo, hay que recordar que la iglesia no se compone sólo del elemento humano, sino que en medio de nosotros está el Espíritu Santo y la palabra de vida que se encarnó en Cristo Jesús. ORAR: Señor, perdona si hemos pensado sólo en términos humanos al hablar de tu pueblo. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:1-3 (La Palabra) Tras reconstruirse la muralla y colocar las puertas, se designaron los porteros, cantores y levitas. A Jananí, mi hermano, y a Jananías, jefe de la fortaleza de Jerusalén, que era un hombre íntegro y que sobresalía entre los demás por el respeto a Dios les ordené lo siguiente: — No se abrirán las puertas de Jerusalén hasta que el sol caliente y deberán cerrarse con los correspondientes barrotes antes de que se ponga. Se establecerán, además, centinelas de entre los habitantes de Jerusalén para que hagan guardia cerca de su casa. PENSAR: El capítulo siete de Nehemías es extenso y contiene muchos nombres, seguidos de cantidades de descendientes. ¡Qué maravilla, que de uno pueden salir cientos y miles! Participamos, por gracia de Dios, en la historia del pueblo de Dios, de generación a generación. Al encontrarnos con listas de nombres en la Biblia, hay que leer con paciencia esos nombres, porque lo importante es que la historia del pueblo de Dios tiene nombres y apellidos. Son personas de carne y hueso. Las personas son lo más importante. El libro de Nehemías no se trata de ladrillos, cemento, piedras, concreto y planos de construcción. Más bien se trata de personas. El pueblo de Dios no consiste en un edificio material, en una construcción. El pueblo de Dios está compuesto por personas reales, con nombres. En la obra del Señor, lo más importante son las personas, y no los proyectos. No los edificios ni los programas, sino las personas. No son las estructuras ni las articulaciones de la doctrina, sino las personas. Esto significa que, ante esta pandemia, nos vemos obligados a preguntarnos ¿qué es la iglesia? La pregunta se pone sobre la mesa ineludiblemente. Si no es el evento presencial del culto, si no es la música ni la predicación, si no es el espectáculo emotivo cuando estamos reunidos, entonces ¿qué es? Si no es el edificio con techos altos, ventanales adornados, luminarias y decoraciones hermosas, entonces ¿qué es la iglesia? Lo más importante son los nombres de las personas, como en el largo capítulo siete de Nehemías. Por eso, como herederos del puritanismo del siglo XVII, los evangélicos del siglo XXI confesamos que la iglesia es la comunidad de los creyentes. En aquel siglo, los puritanos redescubrieron esta verdad teológica sobre la iglesia. La iglesia no es principalmente la institución, ni la estructura organizativa, ni el edificio, sino la comunidad de los creyentes, la familia de la fe. Hoy en día, ante el embate de la pandemia, tenemos que hacer este mismo redescubrimiento. La falta de reuniones presenciales no ha cancelado la existencia de la comunión de la iglesia. Dios tiene un pueblo en el mundo, formado por personas con nombres. Y Dios mismo también participa. La iglesia no está compuesta sólo por los seres humanos, sino que Dios está en medio de su pueblo, también en la iglesia, en el centro de todo, dando vida y fuerza. Por eso la iglesia no es sólo una “asociación religiosa”, grupo humano que comparte las mismas creencias. No es así. Dios mismo también está presente en la iglesia. Por eso dice que cuando la reconstrucción terminó, se designaron tareas para el funcionamiento de las puertas. Pero la característica principal de los encargados de esa tarea no era ni su linaje familiar ni sus habilidades militares, sino porque eran hombres íntegros que tenían temor o respeto a Dios. El ingrediente principal del liderazgo debe ser que tengan respeto por Dios. Así fueron también los primeros diáconos, llenos del Espíritu Santo, modelo de fe. El liderazgo de la iglesia no depende de la elocuencia, capacidad, estudios, fuerza de voluntad, o personalidad que se impone, sino su temor de Dios, su relación con el Espíritu Santo, su fe en Cristo, la presencia de Dios en su vida. ORAR: Señor, enséñanos qué es lo más importante en nuestro ministerio. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 7:1-3 (La Palabra) Tras reconstruirse la muralla y colocar las puertas, se designaron los porteros, cantores y levitas. A Jananí, mi hermano, y a Jananías, jefe de la fortaleza de Jerusalén, que era un hombre íntegro y que sobresalía entre los demás por el respeto a Dios les ordené lo siguiente: — No se abrirán las puertas de Jerusalén hasta que el sol caliente y deberán cerrarse con los correspondientes barrotes antes de que se ponga. Se establecerán, además, centinelas de entre los habitantes de Jerusalén para que hagan guardia cerca de su casa. PENSAR: El capítulo siete de Nehemías es extenso y contiene muchos nombres, seguidos de cantidades de descendientes. ¡Qué maravilla, que de uno pueden salir cientos y miles! Participamos, por gracia de Dios, en la historia del pueblo de Dios, de generación a generación. Al encontrarnos con listas de nombres en la Biblia, hay que leer con paciencia esos nombres, porque lo importante es que la historia del pueblo de Dios tiene nombres y apellidos. Son personas de carne y hueso. Las personas son lo más importante. El libro de Nehemías no se trata de ladrillos, cemento, piedras, concreto y planos de construcción. Más bien se trata de personas. El pueblo de Dios no consiste en un edificio material, en una construcción. El pueblo de Dios está compuesto por personas reales, con nombres. En la obra del Señor, lo más importante son las personas, y no los proyectos. No los edificios ni los programas, sino las personas. No son las estructuras ni las articulaciones de la doctrina, sino las personas. Esto significa que, ante esta pandemia, nos vemos obligados a preguntarnos ¿qué es la iglesia? La pregunta se pone sobre la mesa ineludiblemente. Si no es el evento presencial del culto, si no es la música ni la predicación, si no es el espectáculo emotivo cuando estamos reunidos, entonces ¿qué es? Si no es el edificio con techos altos, ventanales adornados, luminarias y decoraciones hermosas, entonces ¿qué es la iglesia? Lo más importante son los nombres de las personas, como en el largo capítulo siete de Nehemías. Por eso, como herederos del puritanismo del siglo XVII, los evangélicos del siglo XXI confesamos que la iglesia es la comunidad de los creyentes. En aquel siglo, los puritanos redescubrieron esta verdad teológica sobre la iglesia. La iglesia no es principalmente la institución, ni la estructura organizativa, ni el edificio, sino la comunidad de los creyentes, la familia de la fe. Hoy en día, ante el embate de la pandemia, tenemos que hacer este mismo redescubrimiento. La falta de reuniones presenciales no ha cancelado la existencia de la comunión de la iglesia. Dios tiene un pueblo en el mundo, formado por personas con nombres. Y Dios mismo también participa. La iglesia no está compuesta sólo por los seres humanos, sino que Dios está en medio de su pueblo, también en la iglesia, en el centro de todo, dando vida y fuerza. Por eso la iglesia no es sólo una “asociación religiosa”, grupo humano que comparte las mismas creencias. No es así. Dios mismo también está presente en la iglesia. Por eso dice que cuando la reconstrucción terminó, se designaron tareas para el funcionamiento de las puertas. Pero la característica principal de los encargados de esa tarea no era ni su linaje familiar ni sus habilidades militares, sino porque eran hombres íntegros que tenían temor o respeto a Dios. El ingrediente principal del liderazgo debe ser que tengan respeto por Dios. Así fueron también los primeros diáconos, llenos del Espíritu Santo, modelo de fe. El liderazgo de la iglesia no depende de la elocuencia, capacidad, estudios, fuerza de voluntad, o personalidad que se impone, sino su temor de Dios, su relación con el Espíritu Santo, su fe en Cristo, la presencia de Dios en su vida. ORAR: Señor, enséñanos qué es lo más importante en nuestro ministerio. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 6:15-19 (La Palabra) El veinticinco del mes de Elul, al cabo de cincuenta y dos días, se concluyó la restauración de la muralla. Al enterarse nuestros enemigos y las gentes de nuestro alrededor, se llenaron de temor y reconocieron que esta obra se había realizado gracias a nuestro Dios. En aquella época muchos de los principales de Judá se carteaban con Tobías y éste con ellos. En Judá había muchos partidarios de Tobías porque era yerno de Secanías, hijo de Araj, y Jojanán, su hijo, había tomado por mujer a la hija de Mesulán, hijo de Berequías. Me contaban lo bien que Tobías hacía las cosas y, a la vez, le informaban de mí. Él, por su parte, seguía enviándome misivas atemorizadoras. PENSAR: La tentación es distracción. Consiste en poner en duda tanto nuestra identidad como pueblo amado de Dios, como también nuestra misión de ser canales de la bendición de Dios al mundo. La tentación tiene como objetivo desvalorizar nuestros esfuerzos por servir a Dios. “Eso que haces no sirve; es poco. Estás desperdiciándote en tus esfuerzos”. En el caso de Nehemías la tentación era la de mirar la construcción de la muralla sólo como si fuera un proyecto personal de Nehemías. Como si todo se tratara sólo de un capricho suyo, un afán de acumular más y más poder, y de convertirse en un “rey”. Nehemías sabía muy bien que él no era el centro del proyecto; él no era el objetivo final de la reconstrucción de la muralla. Aquel trabajo no servía a los intereses de una agenda personal. “¿Estás trabajando sólo por ti, enfocado en tu propio beneficio?” Es la pregunta del acusador. La respuesta es NO. Son mentiras, inventos del acusador. Si acaso estamos trabajando, no es para servirnos a nosotros mismos, sino para servir a Cristo. Cristo es quien ocupa el trono de nuestra vida, y ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros. Entonces, lo que hacemos como pueblo amado por Dios, es participar en el amor que Dios le tiene al mundo. Tenemos que identificar nuestras acciones como parte del proyecto de bendición de Dios a su mundo. Sea que trabajemos en el ministerio “religioso”, o en un trabajo “secular”, cada cosa que hacemos –siempre y cuando sea un trabajo honrado y honorable— podemos decir que estamos canalizando el amor de Dios por su mundo, por medio de nuestro trabajo. Sea cual sea nuestro empleo u ocupación, por medio de nuestro trabajo, debemos manifestar que Dios ama al mundo. Si no logramos hallar la conexión entre nuestro trabajo y el amor de Dios por su mundo, tal vez deberíamos buscar otro trabajo. Le pedimos al Señor que “en la tentación no nos deje caer”. Dios no es quien nos “mete en las tentaciones”. La traducción del Padre Nuestro debe ayudarnos a entender que se trata de no caer, de mantenerse firmes, de pie, en el momento de la prueba de nuestra fe. Las rodillas firmes, ante el embate de la peor, de la más cruel, sutil y común de las tentaciones, que atenta contra nuestra identidad y nuestra misión, y que consiste en pensar que Dios no nos ama, roguemos al Señor que nos ayude a mantenernos firmes, sin caer. Respondamos como Nehemías diciendo: “Eso que estás diciendo son sólo inventos y mentiras”. Para manifestar el amor de Dios por su mundo todavía nos queda mucho que hacer. ORAR: Dios, ayúdanos a demostrar a quienes viven con nosotros que tú les amas. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 6:15-19 (La Palabra) El veinticinco del mes de Elul, al cabo de cincuenta y dos días, se concluyó la restauración de la muralla. Al enterarse nuestros enemigos y las gentes de nuestro alrededor, se llenaron de temor y reconocieron que esta obra se había realizado gracias a nuestro Dios. En aquella época muchos de los principales de Judá se carteaban con Tobías y éste con ellos. En Judá había muchos partidarios de Tobías porque era yerno de Secanías, hijo de Araj, y Jojanán, su hijo, había tomado por mujer a la hija de Mesulán, hijo de Berequías. Me contaban lo bien que Tobías hacía las cosas y, a la vez, le informaban de mí. Él, por su parte, seguía enviándome misivas atemorizadoras. PENSAR: La tentación es distracción. Consiste en poner en duda tanto nuestra identidad como pueblo amado de Dios, como también nuestra misión de ser canales de la bendición de Dios al mundo. La tentación tiene como objetivo desvalorizar nuestros esfuerzos por servir a Dios. “Eso que haces no sirve; es poco. Estás desperdiciándote en tus esfuerzos”. En el caso de Nehemías la tentación era la de mirar la construcción de la muralla sólo como si fuera un proyecto personal de Nehemías. Como si todo se tratara sólo de un capricho suyo, un afán de acumular más y más poder, y de convertirse en un “rey”. Nehemías sabía muy bien que él no era el centro del proyecto; él no era el objetivo final de la reconstrucción de la muralla. Aquel trabajo no servía a los intereses de una agenda personal. “¿Estás trabajando sólo por ti, enfocado en tu propio beneficio?” Es la pregunta del acusador. La respuesta es NO. Son mentiras, inventos del acusador. Si acaso estamos trabajando, no es para servirnos a nosotros mismos, sino para servir a Cristo. Cristo es quien ocupa el trono de nuestra vida, y ya no vivimos nosotros, sino que Cristo vive en nosotros. Entonces, lo que hacemos como pueblo amado por Dios, es participar en el amor que Dios le tiene al mundo. Tenemos que identificar nuestras acciones como parte del proyecto de bendición de Dios a su mundo. Sea que trabajemos en el ministerio “religioso”, o en un trabajo “secular”, cada cosa que hacemos –siempre y cuando sea un trabajo honrado y honorable— podemos decir que estamos canalizando el amor de Dios por su mundo, por medio de nuestro trabajo. Sea cual sea nuestro empleo u ocupación, por medio de nuestro trabajo, debemos manifestar que Dios ama al mundo. Si no logramos hallar la conexión entre nuestro trabajo y el amor de Dios por su mundo, tal vez deberíamos buscar otro trabajo. Le pedimos al Señor que “en la tentación no nos deje caer”. Dios no es quien nos “mete en las tentaciones”. La traducción del Padre Nuestro debe ayudarnos a entender que se trata de no caer, de mantenerse firmes, de pie, en el momento de la prueba de nuestra fe. Las rodillas firmes, ante el embate de la peor, de la más cruel, sutil y común de las tentaciones, que atenta contra nuestra identidad y nuestra misión, y que consiste en pensar que Dios no nos ama, roguemos al Señor que nos ayude a mantenernos firmes, sin caer. Respondamos como Nehemías diciendo: “Eso que estás diciendo son sólo inventos y mentiras”. Para manifestar el amor de Dios por su mundo todavía nos queda mucho que hacer. ORAR: Dios, ayúdanos a demostrar a quienes viven con nosotros que tú les amas. Amén. IR: Nuestra manera de vivir debe testificar del gran amor de Dios por su mundo.
Nehemías 6:10-14 (La Palabra) Después de esto fui a casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mejetabel, que se encontraba recluido en casa. Me dijo: — Reunámonos en el Templo de Dios, en el interior del santuario, y cerremos sus puertas porque esta noche van a venir a matarte. Pero yo le contesté: — ¿Ha de huir alguien como yo? Uno como yo no puede refugiarse en el santuario para salvar la vida. ¡De ninguna manera entraré! Y es que, en realidad, me di cuenta de que no hablaba como portavoz de Dios, sino que intentaba traicionarme porque había sido comprado por Tobías y Sambalat. Había sido contratado para intimidarme y hacerme pecar al comportarme de ese modo. Pretendían con ello crearme mala fama y desprestigiarme. ¡Ten en cuenta, Dios mío, todo lo que me han hecho Tobías y Sambalat! ¡Acuérdate, también, de la profetisa Noadías y de los demás profetas que me intimidaban! PENSAR: Como Nehemías nunca fue a la reunión de los enemigos, éstos hicieron otro plan. Le pagaron a Semaías para que fingiera ser profeta. Tal y como hoy en día abundan los charlatanes que se dicen profetas y sólo hablan lo que se les ocurre en el momento. Nehemías acude a visitar a Semaías por una razón pastoral. Estaba recluido en casa. Aquel no era tiempo para estar encerrado en casa, como si hubiera una pandemia como esta, que nos impide tener reuniones presenciales. Nehemías no tenía forma de comunicarse con alguien encerrado, como lo hacemos ahora por las conexiones en línea. Así que fue a visitar a Semaías, para animarle a salir del encierro y participar en la reconstrucción, para hacer lo que le toca en remozar y fortalecer la muralla. Luego Nehemías se dio cuenta de que Semaías estaba fingiendo. Su encierro no obedecía a una enfermedad ni a una necesidad pastoral. Era sólo un gancho para llamar la atención de un pastor diligente. Semaías plantea la idea de irse a refugiar en el lugar santo, para evitar un supuesto intento de asesinato. Nehemías no era sacerdote. Además, inferimos que debía haber sido eunuco, porque trabajaba como copero del rey persa. Esta situación personal habría desbaratado su autoridad; lo habría desprestigiado si se hubiera encerrado en el lugar santo del templo. Nehemías pudo discernir la mentira y la farsa del plan de Semaías. Toda tentación es un intento de distraer al siervo o sierva de Dios para que no cumpla su misión. La tentación se centra en dos puntos. Ataca la identidad –¿quién eres? — y ataca la misión --¿qué haces? Toda tentación tiene que ver con identidad y misión. Igual que las tentaciones al Señor Jesús. “¿En realidad eres el Hijo de Dios?” La tentación que enfrentamos hoy en día consiste en el ataque a nuestra identidad. ¿En verdad eres hijo o hija amada de Dios? ¿Qué dicen los rumores? ¿Qué se dice acerca de ti, mi hermano, mi hermana? ¿Son falsos? ¿Están amenazando tu labor, para distraerte de tu tarea? ¿Realmente eres un siervo o sierva de Dios? ¿Formas parte de ese pueblo de los cristianos, y esa es tu identidad? Porque hay rumores que ponen en duda tus verdaderos intereses… Ante los rumores, sólo nos corresponde afirmar aquello de lo que estamos seguros: “Es cierto que tengo muchas imperfecciones, áreas de oportunidad y fallas. Pero hay algo que es una certeza, una convicción, una realidad ciento por ciento segura: que esta mañana, Dios ha renovado su amor por el mundo y por su pueblo. Dios está enamorado, y hoy se ha vuelto a enamorar”. Ese amor renovado de Dios nos dice quiénes somos. Somos los amados de Dios. ORAR: Señor, ayúdanos a encontrar nuestra identidad en tu amor renovado por el mundo. Amén. IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.
Nehemías 6:10-14 (La Palabra) Después de esto fui a casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mejetabel, que se encontraba recluido en casa. Me dijo: — Reunámonos en el Templo de Dios, en el interior del santuario, y cerremos sus puertas porque esta noche van a venir a matarte. Pero yo le contesté: — ¿Ha de huir alguien como yo? Uno como yo no puede refugiarse en el santuario para salvar la vida. ¡De ninguna manera entraré! Y es que, en realidad, me di cuenta de que no hablaba como portavoz de Dios, sino que intentaba traicionarme porque había sido comprado por Tobías y Sambalat. Había sido contratado para intimidarme y hacerme pecar al comportarme de ese modo. Pretendían con ello crearme mala fama y desprestigiarme. ¡Ten en cuenta, Dios mío, todo lo que me han hecho Tobías y Sambalat! ¡Acuérdate, también, de la profetisa Noadías y de los demás profetas que me intimidaban! PENSAR: Como Nehemías nunca fue a la reunión de los enemigos, éstos hicieron otro plan. Le pagaron a Semaías para que fingiera ser profeta. Tal y como hoy en día abundan los charlatanes que se dicen profetas y sólo hablan lo que se les ocurre en el momento. Nehemías acude a visitar a Semaías por una razón pastoral. Estaba recluido en casa. Aquel no era tiempo para estar encerrado en casa, como si hubiera una pandemia como esta, que nos impide tener reuniones presenciales. Nehemías no tenía forma de comunicarse con alguien encerrado, como lo hacemos ahora por las conexiones en línea. Así que fue a visitar a Semaías, para animarle a salir del encierro y participar en la reconstrucción, para hacer lo que le toca en remozar y fortalecer la muralla. Luego Nehemías se dio cuenta de que Semaías estaba fingiendo. Su encierro no obedecía a una enfermedad ni a una necesidad pastoral. Era sólo un gancho para llamar la atención de un pastor diligente. Semaías plantea la idea de irse a refugiar en el lugar santo, para evitar un supuesto intento de asesinato. Nehemías no era sacerdote. Además, inferimos que debía haber sido eunuco, porque trabajaba como copero del rey persa. Esta situación personal habría desbaratado su autoridad; lo habría desprestigiado si se hubiera encerrado en el lugar santo del templo. Nehemías pudo discernir la mentira y la farsa del plan de Semaías. Toda tentación es un intento de distraer al siervo o sierva de Dios para que no cumpla su misión. La tentación se centra en dos puntos. Ataca la identidad –¿quién eres? — y ataca la misión --¿qué haces? Toda tentación tiene que ver con identidad y misión. Igual que las tentaciones al Señor Jesús. “¿En realidad eres el Hijo de Dios?” La tentación que enfrentamos hoy en día consiste en el ataque a nuestra identidad. ¿En verdad eres hijo o hija amada de Dios? ¿Qué dicen los rumores? ¿Qué se dice acerca de ti, mi hermano, mi hermana? ¿Son falsos? ¿Están amenazando tu labor, para distraerte de tu tarea? ¿Realmente eres un siervo o sierva de Dios? ¿Formas parte de ese pueblo de los cristianos, y esa es tu identidad? Porque hay rumores que ponen en duda tus verdaderos intereses… Ante los rumores, sólo nos corresponde afirmar aquello de lo que estamos seguros: “Es cierto que tengo muchas imperfecciones, áreas de oportunidad y fallas. Pero hay algo que es una certeza, una convicción, una realidad ciento por ciento segura: que esta mañana, Dios ha renovado su amor por el mundo y por su pueblo. Dios está enamorado, y hoy se ha vuelto a enamorar”. Ese amor renovado de Dios nos dice quiénes somos. Somos los amados de Dios. ORAR: Señor, ayúdanos a encontrar nuestra identidad en tu amor renovado por el mundo. Amén. IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.
Nehemías 6:5-9 (La Palabra) Sambalat, por quinta vez, envió a su criado con una carta abierta, que decía: — Corre por ahí la voz —y Gasmú lo confirma— que tú y los judíos piensan rebelarse y que esa es la razón por la que están reconstruyendo la muralla. Comentan incluso que pretendes ser su rey para lo que has designado profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén: “¡Judá tiene ya rey!”. Antes de que lleguen al rey estos rumores, ven y dialoguemos. Contesté a Sambalat: — Nada de lo que dices es verdad; son simples invenciones tuyas. Lo que pretendían era atemorizarnos pensando: “Terminarán por desanimarse y no acabarán la obra”. Así que hazme poner más empeño. PENSAR: Los enemigos llamaron a Nehemías a reunirse con él. Algunos hoy en día pensarían que ese tipo de reuniones equivale a las órdenes de Jesús cuando un hermano se desvía, y “hay que hablar con él”. Se le llama para amenazarle, para asustarle o para hacerle daño. Así, Nehemías siempre se negó a ir a esas reunioncitas, diciendo: “No tengo tiempo para eso”. Él sabía de las malas intenciones de sus enemigos. Esa invitación a reunirse era una distracción. Nehemías tuvo la sencillez de la paloma y la sagacidad de la serpiente para detectar las malas intenciones de quienes le llamaban a reunirse. No se trataba de una “acción pastoral” para restaurar a un hermano, ni de una “llamada de atención” de parte de una autoridad espiritual. Más bien, tenían la intención de desviarlo, distraerlo de su tarea, y hacerle daño. El mensaje de Sambalat es ridículo, porque es mentira. Es un rumor, confirmado por uno de ellos mismos, Gasmú, que pudiera ser Serapio, el conejo Castañuelas, Bugs Bunny o Pirongapio: que los judíos querían rebelarse y que Nehemías quería ser rey. Es una mentira acerca de la identidad de Nehemías y de la naturaleza del trabajo de reconstrucción. Mentiras sobre la identidad y misión. Ante la mentira, la respuesta de Nehemías es simple: “Nada de lo que dices es verdad”. Es necesario señalar la mentira de las acusaciones contra el ministerio de un líder, y afirmar la verdad de la identidad y la misión del verdadero liderazgo del pueblo de Dios. “Somos siervos de la luz que no se apaga. Nada puede contener este tremendo poder. Y nuestras manos, palabras y fuerza, pertenecen a la causa de la paz y el amor”. Los enemigos hicieron otro plan. Contrataron a profetas falsos, que fingieron, con charlatanería y mentiras, dar supuestos mensajes de Dios a Nehemías. Pero él no hacía caso a esos profetas y profetisas. Sólo se mantenía orando: “Señor, hazme poner más empeño en mi labor. Afirma mis pasos”. Cuando el líder tiene una buena comunicación con el Señor, no hay charlatán ni profeta que le haga desviarse de su misión. Como el apóstol Pablo cuando llevaba la ofrenda de las iglesias a Jerusalén, y le salían al encuentro algunos que le anunciaban lo que le pasaría en Jerusalén. Él respondía: “De ninguna cosa hago caso … con tal que acabe mi carrera con gozo” (Hch 20:24). Sigamos reconstruyendo la muralla y la vida del pueblo de Dios, sin distraernos con sospechas sobre nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, ante las calumnias y rumores, haznos poner más empeño en nuestra labor. Amén. IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.
Nehemías 6:5-9 (La Palabra) Sambalat, por quinta vez, envió a su criado con una carta abierta, que decía: — Corre por ahí la voz —y Gasmú lo confirma— que tú y los judíos piensan rebelarse y que esa es la razón por la que están reconstruyendo la muralla. Comentan incluso que pretendes ser su rey para lo que has designado profetas que, refiriéndose a ti, proclamen en Jerusalén: “¡Judá tiene ya rey!”. Antes de que lleguen al rey estos rumores, ven y dialoguemos. Contesté a Sambalat: — Nada de lo que dices es verdad; son simples invenciones tuyas. Lo que pretendían era atemorizarnos pensando: “Terminarán por desanimarse y no acabarán la obra”. Así que hazme poner más empeño. PENSAR: Los enemigos llamaron a Nehemías a reunirse con él. Algunos hoy en día pensarían que ese tipo de reuniones equivale a las órdenes de Jesús cuando un hermano se desvía, y “hay que hablar con él”. Se le llama para amenazarle, para asustarle o para hacerle daño. Así, Nehemías siempre se negó a ir a esas reunioncitas, diciendo: “No tengo tiempo para eso”. Él sabía de las malas intenciones de sus enemigos. Esa invitación a reunirse era una distracción. Nehemías tuvo la sencillez de la paloma y la sagacidad de la serpiente para detectar las malas intenciones de quienes le llamaban a reunirse. No se trataba de una “acción pastoral” para restaurar a un hermano, ni de una “llamada de atención” de parte de una autoridad espiritual. Más bien, tenían la intención de desviarlo, distraerlo de su tarea, y hacerle daño. El mensaje de Sambalat es ridículo, porque es mentira. Es un rumor, confirmado por uno de ellos mismos, Gasmú, que pudiera ser Serapio, el conejo Castañuelas, Bugs Bunny o Pirongapio: que los judíos querían rebelarse y que Nehemías quería ser rey. Es una mentira acerca de la identidad de Nehemías y de la naturaleza del trabajo de reconstrucción. Mentiras sobre la identidad y misión. Ante la mentira, la respuesta de Nehemías es simple: “Nada de lo que dices es verdad”. Es necesario señalar la mentira de las acusaciones contra el ministerio de un líder, y afirmar la verdad de la identidad y la misión del verdadero liderazgo del pueblo de Dios. “Somos siervos de la luz que no se apaga. Nada puede contener este tremendo poder. Y nuestras manos, palabras y fuerza, pertenecen a la causa de la paz y el amor”. Los enemigos hicieron otro plan. Contrataron a profetas falsos, que fingieron, con charlatanería y mentiras, dar supuestos mensajes de Dios a Nehemías. Pero él no hacía caso a esos profetas y profetisas. Sólo se mantenía orando: “Señor, hazme poner más empeño en mi labor. Afirma mis pasos”. Cuando el líder tiene una buena comunicación con el Señor, no hay charlatán ni profeta que le haga desviarse de su misión. Como el apóstol Pablo cuando llevaba la ofrenda de las iglesias a Jerusalén, y le salían al encuentro algunos que le anunciaban lo que le pasaría en Jerusalén. Él respondía: “De ninguna cosa hago caso … con tal que acabe mi carrera con gozo” (Hch 20:24). Sigamos reconstruyendo la muralla y la vida del pueblo de Dios, sin distraernos con sospechas sobre nuestra identidad y nuestra misión. ORAR: Señor, ante las calumnias y rumores, haznos poner más empeño en nuestra labor. Amén. IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.
Nehemías 6:1-4 (La Palabra) Cuando Sambalat, Tobías, el árabe Guesén y el resto de nuestros enemigos se enteraron de que había sido reconstruida la muralla y tapadas todas las brechas (aunque por entonces todavía no habían sido colocadas las hojas de las puertas), Sambalat y Guesén me enviaron un mensaje para que me entrevistara con ellos en una de las aldeas de la vega de Onó. Sin duda tramaban hacerme algún daño, por lo que les envié mensajeros con esta respuesta: — La obra que tengo entre manos es de gran envergadura y no puedo bajar. ¿Por qué he de interrumpir la obra y abandonarla para ir a entrevistarme con ustedes? Cuatro veces me vinieron con este mensaje y siempre respondí lo mismo. PENSAR: Nehemías tenía mucho quehacer. Conocemos esa situación, cuando estamos cargados con muchas tareas y trabajos que tenemos la responsabilidad de realizar. También entendemos qué significan las distracciones. En el capítulo seis del libro de Nehemías aprendemos una forma de resistir a las distracciones, que son tentaciones. Las tentaciones son distracciones, son el afán del enemigo de que no estemos concentrados, cumpliendo nuestra tarea, viviendo la bendición de Dios. La tentación busca que estemos distraídos, con las fuerzas dispersas, con nuestra atención dispersa. Se dice que el secreto de los domadores de leones en los circos era la utilización de una silla. Levantaban una silla para mostrarle las cuatro puntas de las patas de la silla al león. El león no sabía a cuál de los cuatro puntos debía ponerle atención. De manera que la atención del león quedaba dispersa. Por eso el domador podía hacer los trucos de circo con el león, porque la atención del león no estaba concentrada. Algo parecido le pasa al creyente con las tentaciones. Son distracciones que no nos permiten concentrarnos ni en nuestra identidad ni en nuestra misión. La pérdida de concentración tiene que ver con quiénes somos –nuestra identidad, y qué hacemos – nuestra misión. ¿Quién eres? Y ¿Qué estás haciendo? Son las dos preguntas que rigen nuestra reflexión del capítulo seis de Nehemías. Es una historia fascinante. Ya estaba terminada la muralla, pero aún faltaban las puertas. También conocemos bien esa situación. Los proyectos de construcción nos hacen sentir que nunca acabamos. Siempre hay detalles pendientes que faltan. Es un buen signo, porque la obra de Dios siempre está en proceso. Nosotros mismos somos obras inacabadas. Dios sigue trabajando en nosotros. Tengamos paciencia unos con otros, porque Dios todavía no termina su buena obra en nosotros. Dios está realizando en nosotros transformaciones para su gloria, haciéndonos más y más a la imagen de su Hijo amado, JesuCristo. Los enemigos hicieron un plan para distraer a Nehemías. Una y otra vez enviaron un mensaje con mentiras y con la invitación a reunirse con ellos. Nehemías siempre respondió diciendo: “No me distraigan, porque tengo mucho quehacer”. ORAR: Señor, ayúdanos a fijar nuestra mirada en Cristo, para evitar toda distracción. Amén. IR: Dios quiere bendecir a todas las familias de la tierra, y nada puede detener ese plan.