Un podcast deportivista desde la grada de Riazor. De aficionados y para aficionados del Dépor. Del Deportivo de A Coruña, ¡qué duda cabe! Para no sufrir tu deportivismo en soledad: padecemos como tú, verbalizamos tu desesperación y, si podemos, nos reímos. Arsenio ya explicó todo esto mejor que n…
Los buzos tienen que emerger con cautela pues una salida apurada a la superficie puede amenazar su salud. En algún momento recordaremos esta temporada 2024/2025 como la de la descompresión. Ahora que se termina, así la sentimos Benjamín y Manuel que, sumergidos durante una década en un remolino de vicisitudes extraordinarias, nos condujimos por este curso de retorno al fútbol que llaman profesional con paciencia y relajo, haciendo las paradas debidas para aclimatarnos a un escenario extraño. Le hemos dado más de un mes de descanso al Yeti, al Deportivo y a nosotros porque, aunque han pasado muchas cosas en todas estas jornadas, en realidad no ha pasado nada. El Dépor está donde ya habíamos calculado hace tiempo que iba a estar, con las pulsaciones alejadas del riesgo de infarto que ha acompañado cada uno de los finales de temporada desde que este podcast es podcast. A nuestro alrededor, mucho deportivista desnortado, yonki de la adrenalina, que no se reconoce en este escenario de mindfulness y música de cuencos tibetanos donde nada altera el ánimo. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast identificó esta oportunidad para la salud cardiaca y mental y la aprovechó, conocedores como somos de que esto, en El Mejor Club del Mundo® durará poco. Más pronto que tarde tocará excitarse como siempre mientras el destino nos zarandea violentamente, sometiéndonos a experiencias que a otras aficiones dejarían de rodillas, oteando al cielo en busca de respuestas a los designios de un dios salvaje y cruel. Para el deportivista medio, lo que se dice un domingo cualquiera. No estábamos muertos, no, estábamos de parranda.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo y a nosotros a estas alturas ya nos paran por la calle como paraba aquella voz sensual a Antonio Banderas en un anuncio de colonia diciéndole: “Sei un diavolo”. Viejos, no tanto; sabios, desde luego. Si es que lo veíamos venir y mientras tanto a nuestro alrededor venga la burra al trigo: “¡Pleiof!”. Nos pronosticábamos en media tabla hace dos meses, nos pronosticábamos en media tabla hace un mes y nos pronosticamos en media tabla ahora, cumpliendo con la periodicidad mensual a la que parece haber decaído este podcast a veces porque las obligaciones profesionales nos aplastan, otras porque la salud nos lo impide y, la verdad por delante, porque cuando te adorna tal clarividencia como la que a nosotros nos ha sido otorgada, los altibajos emocionales de cada jornada se convierten a nuestros ojos en chiquilladas que no merecen nuestra distracción. Pesada es la losa que cargamos aquí, en nuestra nacarada torre de marfil desde la que oteamos cómo los resultados vienen y van, inconsistentes como es propio de la categoría, los árbitros se enredan con tecnologías del siglo XIX (el silbato) y del siglo XX (el vídeo), el Sol comete falta sobre los porteros y otras vicisitudes que, sí, son el alimento del día a día pero que, a la larga, en nada están empañando la vista de los que hace ya muchas semanas no vemos fútbol sino líneas de código verde desparramándose en los marcadores. Pasamos revista a una plantilla que descuenta las semanas para el verano y nos ocupamos a un más del debate que ya emociona en todas las tertulias deportivistas: ¿si Gilsanz ya es de Betanzos, eso lo descalifica para continuar en el banquillo o, precisamente por eso, una tapa de tortilla en la Ciudad de los Caballeros no tiene efectos negativos en él a ojos de los tecnócratas que desde hace años gobiernan los elenco del club en función de con quién te juntas y qué consumes? Si el entrenador seguirá o no va a depender de cuánto considere la dirección deportiva que ha exprimido los recursos a su disposición. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast es un buen ejemplo de este tipo de evaluación: dos tipos, un micrófono, ninguna pericia y aun así, aquí seguimos, exprimiendo.
Esto no lo habíamos visto venir: nosotros, que somos unos señores cualesquiera, entregados a su rutina y que, como tantos y tantas, encuentran en El Mejor Club del Mundo un escaparate de lo extraordinario, intercambiamos nuestra realidad con la del equipo como les pasaba a los protagonistas de las comedias ochenteras sobre cambio de sexo. ¡Cuánto sufrimos, Martín! ha tenido imprevistos, viajes, achaques, imponderables y, si se descuida, aún mete algún gol en el 90 para parecerse más a un partido del Deportivo. ¿Y entonces el Deportivo, qué? Pues el club ha sido en este mes y medio la purita normalidad, un coche de Scalextric que avanza inexorablemente por el carril que le ha sido delimitado, cumpliendo punto por punto todo lo que Benjamín y Manuel ya dijeron hace 45 días que iba a hacer: la rachita del Deportivo es no tener rachitas. Un punto de inflexión tras otro, inflexiona que te inflexiona, hasta dibujar una curva que parece el perfil del Dragon Khan. Ganar, empatar, perder, ganar, empatar, perder… “¡Ay, qué ahí está el playoff!” No. “Ojo, no nos pillen los de abajo”. No. Media tabla, inconsistencia, el brillo ocasional, las alegrías para los desplazados, el pan duro para los fieles de Riazor, el buen momento de este, y cómo se ha caído aquél, no sé si me convence el portero, el portero es el mejor del equipo, habría que probar alternativas a Villares, no podemos vivir sin Villares… “Que sí, que no, que nunca te decides”, como en el viejo merengue. “¿Dónde ha estado CSMP cuando se le necesitaba?”. Pues mirad, hemos estado encaramados en la atalaya de nuestra superioridad pronosticadora, satisfechos con haber visto venir la película de los de Gilsanz en estos seis partidos con apenas haber olido un poquito del trailer. Así que no había necesidad tampoco de que retornásemos. “¿Y por qué ahora?”. Pues porque siendo como somos, si nos dejamos llevar un poco más, la próxima vez que grabásemos iba a ser para contar cómo se enfrentaban Lucas Pérez y Yeremay en un PSV-Chelsea de Champions. Uf.
Un holandés, un francoaustraliano y un serbio entran en un club y preguntan: “¿Quién es el capitán?”. El chiste acaba en lágrimas y no en risas porque el mercado invernal del Deportivo 2025 se titulará para siempre como “El (nuevo) adiós de Lucas” y, partiendo de ese encabezado, ya todo lo demás es asunto secundario. Quizás haga falta la segunda venida de Roy Makaay; la fusión de Ziani, Coco Martins y Cocodrilo Dundee; y el equivalente futbolístico de Nikola Jokic para aceptar la idea de que El Mejor Club del Mundo (marca registrada) ha empeñado este plazo concedido por el campeonato para conseguir refuerzos en devaluarse con la salida de su mejor futbolista y mayor referente. Así que, de nuevo negada la posibilidad de transitar por la vida con normalidad, el equipo que parece que sí pero que a veces no, se ve abocado a realizar en mitad del torneo una transición abrupta entre lo que venía siendo y lo que tendrá que ser en el futuro, un futuro que se oteaba a medio plazo y que, de repente, es ahora, ya, right here, right now. Pasaron las semanas, los días, las horas, y Fernando Soriano no sabía qué ponerse hasta que, apremiado por el horario de cierre, decidió ponerse exótico sabedor de que a casi nadie amarga un sobre sorpresa. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast hace el post mortem de este feirón algo triste y repasa esa función gaussiana que es la trayectoria del Dépor en cada trío de partidos: nunca una planicie, siempre subidas y bajadas, tobogán de emociones y puntos que lo mismo inflexionan hacia arriba que hacia abajo. ¡Cómo no entregarse a fichajes incógnitos cuando cada partido es un misterio en el que resulta imposible adivinar la versión del Deportivo que aparecerá!: ora brillante, ora reincidente en las polladas, ora superior, ora superado, siempre inconstante. Y, aun así, punto a punto, verso a verso, huyendo de la zona de relegación. Sin Lucas, sin consistencia, sin las mejores versiones de Yere y Mella, sin sentido, eppur si muove!
Murió David Lynch y con él la única persona capacitada para convertir en película la cotidianidad de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), un laberinto de pasiones en el que nunca nada se puede dar por cierto y cada día es una oportunidad para la sorpresa. Y, sí, sorpresas, habelas, hainas. Cuando Lucas Pérez volvió, y lo hizo de la manera en la que lo hizo, todos creímos que a la tercera sería la vencida y nadie imaginó siquiera (recta final de su carrera, un gesto de amor al escudo sin parangón en el fútbol actual, la entrega total a su figura de adeptos y conversos) que este retorno no fuese a concluir con una retirada vestida de blanquiazul. Pero Lucas siente al Deportivo de tal manera que ha aceptado de nuevo su rol como figura transversal para explicar este club en el siglo XXI y, convertido en receptáculo carnal de todo lo extraordinario e intangible que alrededor del Deportivo moderno hay, se ha vuelto a marchar: no por voluntad propia, si no porque así debía suceder. Ha ocurrido de nuevo. Y nos parte el alma. Pero al mismo tiempo, ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast entiende mejor que nadie que este desenlace era el único posible y que si no lo supimos ver antes fue porque el Dépor está tan, pero tan por encima de todo cuanto constituye el mundo convencional que habitan todos esos otros equipos y aficiones, que a veces incluso a nosotros, sus sufridores, se nos nubla la vista. “¿No será capaz, no?”. Y siempre lo es, pues la capacidad del Deportivo para torcer ojetes es infinita. Estremecidos, pasmados aún, Benjamín y Manuel se encontraron, sin saber muy bien cómo, sentados de nuevo ante el micrófono y pensaron: “A nosotros nos están grabando”. Pues de nuevo la respuesta es sí: los grabaron y el resultado es esto que estáis escuchando. Lucas vuelve a no estar pero al mismo tiempo ya siempre va a permanecer en la mejor y más grande historia de un club hecho de terciopelo azul.
Termina el mejor año de nuestra vida (siendo nuestra vida un periplo de ocho deportivistas años de caída libre y súbito ascenso), un 2024 en el que enterramos la Era Cuánto Sufrimos y pudimos, al fin, celebrar. Para Benjamín y Manuel el festejo definitivo de ese feliz sepelio tuvo lugar en el escenario de ensoñaciones de su infancia, ahora devenido en teatro para realizaciones de su vida adulta. ¿Cuándo pudieron pensar ellos en ser actores de algo digno de suceder en el Cine París? Gracias a la Peña Deportivista ¡Cuánto Sufrimos, Martín!, se sintieron estrellas por un día, si no de celuloide, sí de micrófono. Acompañados por fieles, curiosos, invitados sorpresa e incluso herederos del demiurgo de una generación (la suya) de deportivistas, Arsenio Iglesias Pardo, brindaron por la Navidad en un episodio tan, tan, tan especial que incluso anuló el colofón amargo de una debacle ante un modesto equipo burgalés. En vivo, en directo, en amor y en compañía. Tan terrible como siempre, pero mejor que nunca.
Cien días de gracia a los gobiernos, un mes de gracia a los nuevos entrenadores. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast no atosiga, deja respirar y permite que los inquilinos del banquillo puedan desarrollar su labor sin que los importune la opinión de las dos auténticas lumbreras de sentido y sensibilidad que conducen este espacio de cabaré, gastronomía, música, apoyo emocional y, de vez en cuando, fútbol de gol. Benjamín y Manuel han visto desfilar ante sus ojos miopes seis partidos, seis, con los mismos picos y valles de una ecualización tan irregular como la de este artefacto sonoro con la que laceráis vuestros oídos. Victorias épicas, derrotas vergonzosas, empates por compasión. Un mes más tarde, aún no sabemos muy bien a lo que atenernos e, incapaces de apuntar con el dedo a la explicación lógica de este guirigay, nos rendimos en pleno diciembre a la canción del verano: la potra salvaje. Ojalá todas las lágrimas de estos años hayan regado una flor que nos dé tantos puntos como pétalos. Y en esas estamos, con un Deportivo que nos gusta menos pero puntúa más, con lo que acabará gustándonos más aunque juegue menos, si es que se nos permite explicarlo en términos del diccionario Español-Rajoy/Rajoy-Español. Mientras el Dépor Ellos escala la clasificación a trompicones, el Dépor Ellas contrata a un actor secundario de Ted Lasso para intentar cumplir con la profecía vinilada en el vestuario de Abegondo (“Top 8 Liga F”). Hasta la fecha, sale mal. En las oficinas de la plaza de Pontevedra tampoco tienen claro que haya salido bien el congreso extraordinario en el que la FIFA ha confirmado el Estadio de Riazor como sede del Mundial 2030 por nonagésimoquinta ocasión (y veremos si esta es la definitiva). En María Pita se descorcha champán mientras el deportivista que bebe agua en vaso reciclable en el campo municipal acaricia su asiento porque no sabe cuándo, cómo y por cuánto tiempo lo van a separar de él. Y, al final del día, ni un Perú-Honduras, ni un macroconcierto de Taylor Swift featuring Fito y Los Fitipaldis, le importan tanto como su relación con el Dépor. La misma que, en definitiva, nos trae de vuelta a vosotros un episodio más.
“¡Lo’an echao!”. Quién nos iba a decir que finalmente habríamos de ser nosotros los que acabaríamos replicando la expresión de pasmo con la que Imanol Idiákez se había dado a conocer entre el deportivismo. Coincidiendo con el anuncio de su fichaje por el Deportivo, circuló por las redes sociales un vídeo que recogía el instante de desconcierto en el que en plena calle, a las afueras del Estadio de la Romareda, el técnico vasco asimilaba la noticia aún caliente de su despido del club maño. Leyendo entre las líneas borrosas de uno de los episodios más rocambolescos de la historia reciente de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), y no será por situaciones dantescas entre las que elegir, adivinamos que su adiós forzoso a Riazor lo recibió con más enfado que sorpresa, pues lo intuía desde hacía un año y, si no llegó hasta ahora, fue porque se empeñó, que mira tú la mala idea que hay que tener, en devolver al equipo (y de paso a todo sus gestores y consejeros, que eso también hay que decirlo), al fútbol profesional. Ante la inaudita circunstancia de que un club recién ascendido flirtease con los puestos de descenso pese a los refuerzos hechos en verano para enfrentarse al regreso al fútbol que cuenta billetes, decidieron los gestores que el mismo hombre que los rescató merecía ser descolgado sin, ni siquiera (y quizás precisamente por eso, temerosos de que lo aprovechase, como solía hacer) un miserable ultimátum que llevarse a la pizarra. Se marcha del Deportivo uno de esos tipos que han sabido ejercer bien el papel de portavoz, que puso buena cara ante quienes lo recibieron de uñas y resistió también a quienes nunca dejaron de afilarlas contra él, y que disfrutó como uno más de nosotros el momento más feliz del Deportivo de los años 20. A él, que ató con uno de sus rizos la caja en la que tiramos al fondo del mar la Era Cuánto Sufrimos, le enviamos un abrazo y un agradecimiento muy sentidos. Lo que sucedió tras su extemporáneo despido y hasta la llegada de un autocar Gilsanz hasta el banquillo nos dejó sin palabras. Bueno, eso nunca. Benjamín y Manuel se desparraman a gusto en un episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast que dedican a aprender cómo se hacen las cosas en un club profesionalizado (la lección del club ha sido magistral, si “magistral” significa “circense”). Como diría Imanol: “Esto es un flipe”.
Inmaculado. Diez de diez. Hay, para qué negarlo, algo de belleza en la armonía aritmética con la que El Mejor Club del Mundo ha despachado la primera decena de partidos del campeonato. La cuenta es sencillísima: un partido, un punto. Y, sin embargo, esta suma no funciona porque la proyección a largo plazo nos condena al descenso y, por lo tanto, obliga a aprender cuanto antes la tabla de multiplicar los panes, los peces, los puntos. Precisamente entra en la categoría de milagro que el Deportivo pueda anotar goles con regularidad, al menos a la luz de lo visto en los últimos partidos donde porteros, árbitros, muñones por pies, miopías y otros factores han enseñado el camino al vertedero a las suficientes, por no decir abundantes, llegadas al área de los delanteros blanquiazules. Recuerda esta versión del equipo a otros deportivos no tan lejanos, aquellos repletos de buenas intenciones, rebosantes de potencial, pero no que a base de poner clavos en los que no colgaban ningún cuadro, lo que acabaron fue sellando la tapa del ataúd que los recogió tras despeñarse de categoría. “Era buen chaval”, decimos recordando alguna versión de Garitano, de Natxo, de Vázquez. Así que para curarse el miedo la afición se encomienda a la fe. La fe consiste en creer en lo que no se ve. Esto no es sino una perífrasis bíblica para hablar de Charlie Patiño, al que se le reza como a la Virgen porque, sí, está libre de mancha: no ha jugado (apenas), ergo no lo hemos visto, por lo cual, sí, le tenemos fe. Abraza el deportivismo la fe protestante en un inglés y esto contrasta con el deseo de descabalgar a Imanol de la burra, al mismo que antes del verano aplaudían cuando cabalgando la misma burra como Jesús al entrar en Jerusalén se confirmaba como redentor de nuestra caída a los infiernos. Van tantas imágenes religiosas seguidas que va a parecer que este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast tiene que oler a incienso. Nada más lejos de la verdad: Benjamín y Manuel incurren en los pecados habituales, tan veniales como siempre, mientras piensan si el mandamiento que aplica al robobo de la jojoya del Eldense es el de “no robarás” o el de “no darás falso testimonio ni mentirás”. Deportivo, líbranos del mal. Amén.
A ver, tenéis que entendernos. Para nosotros es como si hubiésemos enviado al Deportivo a la universidad. Hemos ejercidos de protectores y amantísimos padres todos estos años en los que lo acompañamos en cada tropiezo, cada decepción, para auparlo y ayudarlo a caminar erguido de nuevo, para que recupere la autoestima y se valga por sí mismo frente a aquellos que le quisieron hacer la vida imposible. Y, una vez cumplida la tarea correspondiente a la patria potestad que queremos creer que nos pertenece sobre la Era Cuánto Sufrimos del club, se nos debería volver a permitir recuperar algo de vida propia: ya no todo es la crianza, el llevar al equipo de la mano. Ahora tiene que resistir en el fútbol profesional y allí ya hay tiktokers, streamers y toda clase de influencers que lo pueden acompañar en el día a día sin tener que depender para todo de dos veteranos podcasters. Benjamín y Manuel solo le piden al Deportivo que llame de vez en cuando, que aplique la educación que le hemos proporcionado, y que no se meta en líos, mientras ellos dos procuran disfrutar de nuevo de algo de libertad, se reencuentran con las personas que eran en algún momento, joviales, llenas de ilusión, todo ello antes de comprometerse con la tutela y cuidados del club de su ciudad. Así que sí, papá y papá también pueden tener vacaciones. ¿Esperábamos algo mejor que una posición de descenso y solo dos victorias en ocho partidos a nuestro regreso? Desde luego, pero ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast cree en el refuerzo positivo, así que desde aquí te decimos: “Dépor, tranquilo, tú puedes”. Sabemos que tienes aptitud suficiente y la actitud necesaria. Tan solo tienes que centrarte en mejorar en aquellas asignaturas que más te cuestan, como la defensa del balón parado y el acierto en el remate. “Es que la Segunda es más difícil”, dirás. Ya, ya, si lo sabemos. Por eso te damos el tiempo que necesites, igual que nos lo hemos tomado nosotros. Pero bueno, toca ponerse las pilas. Tú y nosotros. Nosotros y tú. We are so back.
Se cierra el mercado, se abren los corazones. A tumba abierta, Benjamín y Manuel, viven en riguroso y exclusivo directo (solo es directo para ellos, el resto del mundo lo escucha bien reseso, para variar) el toque de la campana del verano futbolístico, el instante en el que mueren las ilusiones, donde todo lo que era potencial, para bien o para mal, pasa a hacerse carne (carne de banquillo, en muchos casos) y los sueños de un nueve goleador arrebatado a un equipo de Champions League cristalizan en un honrado ariete con poca puntería pagado conforme a una muy estricta contabilidad a otro equipo igual de desgraciado que tú pero con el hándicap de no ser El Mejor Club del Mundo (marca registrada). Es su forma de animarse a encarar la novena temporada de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, la única empresa del mundo que año tras año ni mejora ni empeora sus resultados: simplemente los iguala atada a una fórmula de ¿éxito? que la hace inmune al fracaso y, tal vez, a la gloria: dos señores, un micrófono, y ganas de hablar del Deportivo sin ningún fundamento pero al menos con la dignidad de no ponerse súper serios cuando lo hacen. Mientras ciudadanos anónimos de todas las edades sientan cátedra en las redes sociales y se atrincheran para la intermitente guerra de los 100 años de Twitter Dépor (¡racismo!, ¡edadismo!, ¡estupidez!), dos paisanos en perpetuo estado de inopia se sientan un viernes por la noche a llorar por un muchacho de Silleda porque eso es lo que hacen los hombres adultos y sentimentalmente maduros. Y así, con la tontería, se les escapan casi cinco horas de charla donde, si os fijáis, se puede apreciar claramente cómo van perdiendo fuelle minuto a minuto porque en la mediana edad, llegadas las horas lendoirescas y no siendo que tengas delante a unos señores del Bayern de Múnich, lo que el cuerpo pide es dormir. El caso es que, cuando se despertaron, el podcast todavía estaba allí, que diría Monterroso.
Estaban Benjamín y Manuel echándose una siesta playera debajo de la sombrilla, soñando con un libre directo de Lucas Pérez y con un ascenso festejado tres veces, cuando de repente un balonazo envuelto en arena les golpeó y los despertó del dulce letargo. Sacudiéndose aún la ensoñación, les pareció ver a Javier Tebas huyendo del lugar mientras dejaba escapar una risa malévola. ¿Cuán abnegado y duro es el oficio del podcaster deportivista que debe dejar de yacer en esa cama de laureles en la que durante años anhelaba dormir para, “oh, shit, here we go again”, enfrentarse una vez más a aquello que convierte la bendición de ser hincha de El Mejor Club del Mundo (marca registrada) en un camino de padecimiento? ¿Por qué no es posible gozar durante unas semanas más de ser deportivista sin tener que enfrentarnos a esa cosa tan vulgar y desagradable de la competición futbolística? ¿Acaso nadie ve que existe algo inherentemente malo y perverso en que el fútbol contamine el 90 por ciento de las semanas del calendario anual? ¿Debemos respetar un engendro bautizado como La Liga Hypermotion V (en serio, ¿en qué momento nos hemos vuelto todos así de idiotas para mudar la sobria dignidad de algo llamado Segunda División por el nombre de un recopilatorio de Pastis & Buenri?)? ¿No tiene la ONU algo que decir sobre la obligación de empezar a jugar a mediados de agosto un torneo con 22 equipos y playoffs que, si te descuidas, se morderá la cola como el Uróboros y acabará en verano de 2025? Esperad, que aún quedan más preguntas retóricas. ¿Es ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast el proyecto de dos señores un poco vagos a los que tanto fútbol se les hace algo de bola? Sí, tampoco hay que negar las evidencias. ¿Preferirían ambos enredar un poco más sobrerreaccionando a un amistoso contra el Rácing Vilalbés, leyendo rumores sin fundamento, repartiendo valerones al azar e indagando en dónde compran el pescado los fichajes del Deportivo? Ciertamente. ¿Pero estáis ante un nuevo episodio donde se habla, ¡qué remedio!, de pronósticos y dudas ante el primer partido de fútbol profesional, muy profesional, del Deportivo en cinco temporadas? Que estéis leyendo esto, así lo prueba. A disgusto, un poco a la fuerza, pero aquí estamos de nuevo metiendo la cabeza dentro de las fauces de la bestia. Nos persignamos y nos zambullimos. Fúbol, papá.
¿Abonos? Check. ¿Camisetas? Check. ¿Fichajes? Check. Ahora sí, ya es verano en el Deportivo y en ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast. Es el tiempo de los amores estivales, de encapricharse con cadetes que juegan unos minutos en un amistoso en Ourense y que prohijaremos ya en nuestro corazón hasta el punto de maldecir a todos los mayores de edad que jueguen en su posición. Es la estación de fantasear con trasladar cinco minutos de fútbol total contra un Segunda Comemierda a la nueva normalidad en la que bailaremos sin piedad a nuestros rivales del fútbol profesional. Es la época de la romería de San Mitroglú, en la que rogamos de rodillas por un pequeño rumor con el que elucubrar durante días, al que valorar sin conocimiento de causa y al que, de concretarse, poder empezar a llamar, desde el respeto, “tapón” porque no, aún no nos habremos olvidado para entonces de ese cadete que nos robó el corazón en un encuentro de pretemporada. Y todo esto lo haremos con la ligereza del estío, porque en estas semanas el podcast y el fútbol es de fogueo. Es puro artificio. ¿Es acaso inteligente comportarnos así? Puede que no. Pero también es artificial y no muy inteligente echarse en manos de lo sintético y de lo vago para tratar con asuntos que son cualquier cosa menos amores de verano. El compromiso del deportivismo con Arsenio es para toda la vida y, anunciando el club una gran ocasión para renovar esos votos, le pareció que el asunto podía despacharse con poco cariño y parece que mucho desinterés. El vídeo de un zorro generado por ordenador saltando entre jarras de cerveza para celebrar al mayor tótem popular del Deportivo forma ya parte de una serie de momentos para el olvido que se guardan en un cajón al lado de la celebración de González, el “He’s my friend” en Oporto, o el transfer de Javito. Benjamín y Manuel, que de meteduras de pata en ocho años de hablar al pedo saben bastante, conocen el perdón y la empatía y saben que tal vez tamaño bochorno sea tan solo causa del calor veraniego que a todos nos aturde. ¿Qué es lo mejor? Que aún queda verano para enmendarlo. ¿Qué es lo peor? Que aún sobra verano para empeorarlo. Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos.
Máxima empatía. ¿Quiénes somos nosotros para reclamarle a Fernando Soriano que renuncie a sus vacaciones y se ponga de inmediato a trabajar para, sobre la roca de Tajonar donde se consagró la ermita del primer ascenso, cimentar ya la catedral concatenada de la siguiente conquista? Pues nosotros no somos nadie, por supuesto, pero Juan Carlos Escotet, ¡ay!, ese es alguien: es el fókin presidente del Real Club Deportivo. Y esa, y no otra, es la noticia (acaso por importante, acaso por única) del ya largo verano deportivista que comenzó en mayo y que no parecía tal porque transcurre huérfano de fichajes. El Mandarín resultó ser El Mandamás. Es lo que tiene ir un par de veces a Riazor: él también sintió el picorcito. No hace tanto te llamaba “empresa escarallada” y ahí lo tienes ahora, pensando en que el día que se muera él también quiere su cajón pintado azul y blanco. Si hasta ha encomendado ya a sus bisnietos que continúen el legado que piensa construir como quincuagésimo presidente blanquiazul. Si, en una apuesta temeraria, se ha encargado de mentar ya el regreso a Europa. ¡Qué alguien controle a ese hombre desbocado de pasión y deportivismo y le explique de qué va todo esto! Benjamín y Manuel levantamos la mano como voluntarios y nos disponemos a contárselo todo y más y, ya de paso, a dictar una nueva crónica, cerrada ya la Era Cuánto Sufrimos con el ascenso desde la Comemierda, para registrar lo que ojalá podamos bautizar como la Era del Fénix Bolivariano (título provisional). Pero vayamos paso a paso, cumpliendo con los menesteres de cada estío: abriendo el feirón, calculando los valerones, tirando los platos, fichando las redes sociales de las incorporaciones (cuando las haya) y escrutando los rumores en Twitter veinticuatro siete. Y, ahora que hemos vuelto nosotros, Fernando, ahora sí, irá siendo hora de echarle un hueso a este perro, ¿no? ¡Guau!
La Era Cuánto Sufrimos tenía que terminar así: con un Deportivo apestando a alcohol que decidió curarse la resaca del ascenso tumbando con la displicencia del que se sabe inmortal al presuntamente mejor y más rumboso equipo de toda la categoría, de repente postrado en el césped ante la inevitabilidad de lo extraordinario que acompaña siempre a ElMejorClubDelMundo (marca registrada), que puede presumir desde ahora de otro nuevo hito en el fútbol mundial: la triple corona española. Habiendo entidades que exceden el siglo sin haber sido capaces jamás de coronar, resulta que el Deportivo es el único club campeón en las tres categorías que ha disputado y con ese registro inédito ha obligado una vez más a los cronistas a abrir un capítulo hasta ahora en blanco (desde ahora en blanco y azul) en el libro de la historia del deporte. Como diría un anónimo en la caja de comentarios: “Mamen”. Cumpliendo el pronóstico (primero aquí), los discípulos de Imanol se mantuvieron invictos en la coda del torneo y, tras triplicar las celebraciones por el ascenso (cosas de los conflictos entre lo público y lo privado), con varios titulares en la enfermería y el resto en la destilería, marcharon los nuestros a enfrentar al Castellón por aquello de compartir la alegría con los otros ascendidos y apostarse un trofeo sin ningún brillo que, ahora, visto cómo se ha conquistado (la exhibición de un Lucas devenido en caníbal; la concreción en la hostia de mano abierta con la que los nuestros castigaban en forma de cascada de goles el barroquismo del fútbol no tan total de los acompañantes de Haris Medunjanin; la risa floja al comprobar que para este equipo en esta temporada era imposible perder), adquiere un muy apreciable fulgor. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se zambulló en el barro con su club y, cuando emergió, trajo una copa en cada mano: la de 1912 y la de la Primera Comemierda. Hoxe, señores, é día de pesca: con Davox, PaVa, Cabeza Cubo de Hugo, Pies de Latas y Benjamín y Manuel. Estos dos últimos, en consonancia con el espíritu “todo vale” de este último triunfo, se marcan un episodio tan “a pijo sacado” como la goleada en Castalia: graban y poco más. Lo que aquí suena es la versión artesana de CSMP: sin posproducción, sin aditivos, sin recursos, sin filtros, sin vergüenza. Eso es: un poco sinvergüenzas. Como este Deportivo campeón que no le hace de menos a nada, y mucho menos a una alegría.
Nosotros, que al Deportivo se lo hemos dado todo y también se lo hemos pedido todo; nosotros, Benjamín y Manuel, que a vosotras y vosotros, oyentes de este podcast, quizás os hayamos dado algo en estos años pero nunca os hemos pedido nada (si acaso perdón), nos vemos ahora, aún embriagados, aún entusiasmados, aún felices, por siempre orgullosos de ser hinchas del ElMejorClubDelMundo (marca registrada), en la tesitura de solicitaros algo que creemos que, como el gol de Lucas Pérez que devolvió al Deportivo al fútbol profesional, es un acto de justicia poética. Os lo pedimos siendo conscientes de nuestra posición de privilegio porque, cuando hace ya ocho temporadas decidimos gritarle al viento nuestra desesperación, incapaces de asimilar el cúmulo de desdichas que se sucedían sin cesar alrededor del Dépor (incautos de nosotros que no sabíamos lo que el destino nos deparaba), el eco nos devolvió las respuestas de todas y todos los que aquí encontrásteis un refugio en la tempestad: “Yo creía que lo llevaba mal pero hay dos señores en A Coruña (una licencia literaria, ojo, pues en algún momento de nuestras vidas fuimos treintañeros) que, meus pobres, están fatal de lo suyo”. Y esas respuestas vuestras, ese contador de escuchas que representaba a un deportivista más buscando consuelo, esos mensajes en el buzón, esos tuits, esos saludos en la calle o en Riazor, a nosotros dos nos han hecho a lo largo de estos años querer aún más al Deportivo de lo que ya lo queríamos. Porque si algo nos ha enseñado este declive, es que, en unos tiempos extraños donde las herramientas para comunicarnos han servido para separarnos más, donde el lucro propio somete al bien común, el Real Club Deportivo de A Coruña es para unas cuantas decenas de miles de personas algo mejor que un equipo de fútbol dependiente de algo tan casual como los resultados: es un empeño colectivo. Es un relato que nos hemos conjurado en escribir juntos: no es el Cantar de los Cantares sino el A Pesar de los Pesares. El Dépor es un sentimiento que no puede parar y es la electricidad que todos sentimos al unísono en la piel cuando Lucas puso el punto final al cuento del héroe. Si nos emocionamos como lo hicimos el 12 de mayo es porque sabemos íntimamente que, a estas alturas de la centenaria historia del club, este éxito es ante todo un fruto de nuestra testarudez conjunta. Hemos rescatado al Deportivo del abismo en una demostración comunitaria que incluso hoy nos puede convencer de que han valido la pena los años de fatalidades para poder vivir una coincidencia así de grande en el deportivismo. Y, aun así, hoy ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast quiere ser egoísta. Confiamos en que este multitudinario nuevo aliento conducirá a una época pujante pero a nosotros nos gusta creer que si esto que hacemos tiene algún sentido, es el de haber ofrecido algo de fraternidad en los peores momentos, y por eso no queremos mirar atrás con rabia, sino celebrar todo lo vivido y aprendido. Creemos que esta época de penuria representa algo más que una “longa noite de pedra” y por eso os queremos pedir un favor: que recordemos siempre este tiempo vivido como “La Era Cuánto Sufrimos”. Muchas gracias por todo lo que habéis hecho por nosotros. Os queremos. Forza Dépor!
Ya lo sentimos por Cris y Henar pero, por aquello de darle la vuelta al mito bíblico, les vamos a tomar prestada una costilla a ver si a partir de una pieza de mujer somos capaces de generar un ascenso masculino, pues ellas han sido las primeras (y decimos primeras porque eso abre la posibilidad de que haya unos segundos) en poder gritar lo que, gracias a la nueva estrategia de redes sociales del club, hemos comprobado que es la arenga por defecto que cualquier futbolista trae incorporada desde que patea su primera pelota: “¡Vamos, hoxtia!”. Y colgadas de ese exabrupto festejaron las futbolistas del Deportivo el regreso a la máxima categoría del fútbol, acompañadas en todo momento de los suyos y las suyas, a pie de calle, sirviéndose del mismo grifo de cerveza que tú, botando a tu lado y con una naturalidad tan pasmosa que al pollaviejismo le devuelven los recuerdos del pelo largo y de la parafernalia corta. La afición festejó y respetó, pero incluso los más calmados sueñan a estas horas ya con, si se les fuese concedida la oportunidad, besar tan fuerte en los labios a Yeremay como para succionarle el aparato dental o abrazar a Davo, ¡a Davo!, como hace años que no abrazan a sus madres si se les permitiese la dicha de festejar una nueva gloria del Deportivo de aquí a unas pocas fechas. Deshoja el deportivismo una margarita de tan solo cinco pétalos convencido de que, esta vez sí, el destino de su corazón le devolverá una sonrisa. La primera prueba consistirá en enfrentarse a la letra escarlata impuesta por las aficiones del fútbol profesional convencidas de que los blanquiazules han maniobrado para enfrentarse a un equipo sin porteros que ha reactivado a un prejubilado de los guantes para hacer frente a la hidra ofensiva en la que, si cortas por sanción la cabeza de Peke, brota la coz zurda sana de Lucas para explotar la red. Benjamín y Manuel se preguntan si en Sestao aterrizará un dragón en el centro del campo y si contra el Barcelonabé la FIFA permitirá convocar a Cubarsí, Lamal, Ramallets, Cruyff, Schuster y Stoitchkov, pues no hay jornada no extraordinaria cuando de ella participa el Deportivo. Pero ocurre que ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast echa la vista atrás y solo divisa el rastro de victorias. Con el calderito de la ilusión manando y manando, se planta frente a lo extraordinario y le hace el gestito con la mano de Bruce Lee: “Muéstrame lo que tienes. Estamos preparados”. Aquest any sì.
Cómo de excepcional estará siendo todo que el Deportivo nos arrincona, nos desarma y nos fuerza a hablar de aquello que llevamos ocho temporadas evitando porque la mejor manera de evitar el dolor es no pensar en él. Y aquí nos tenéis, obligados a hacer ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast: The Football Episodes, una secuencia de programas alternativos a nuestra tónica habitual en los que consumimos la mayor parte de minutos hablando de fútbol, de cómo se juega, de los resultados que se obtienen, de los acontecimientos en un rectángulo de césped que antes se nos asemejaba a una cárcel de ilusiones y ahora parece una sucursal minifundista del paraíso en la tierra, un espacio de posibilidades en el que el Deportivo gana partidos y nos proporciona algo que acaso los filósofos llamaron felicidad pero que Benjamín y Manuel, mucho más modestos en sus aspiraciones mundanas, se conforman con bautizar como “un momento de maldita calma en ocho años de penurias, oh, dios mío, sí, gracias, por fin, no somos dignos, aunque un poquito sí lo somos, acaso sería mucho pedir, no es por ambición sino por salud mental, prolongar esto durante tan solo siete partidos más y permitirnos gozar de la modestísima manera en la que se gozan las cosas en la tercera categoría del fútbol pseudoprofesional, de un poco más de asueto, relajo, satisfacción y sensación de que no hemos venido al mundo tan solo a hacer penitencia por tanto años de gloria y siete copas, condenados como Prometeo a ser atados con las cadenas del infortunio y que el águila de la deportiveada nos devore el hígado cada domingo, y, siéndonos pues concedida tal gracia, tener un premio al final de este largo y tortuoso camino de quienes habiendo hollado el cielo fueron arrojados al abismo y tienen ya las uñas negras de tanto ascender por las paredes de un volcán en llamas, decíamos, en fin, un poquito de por favor, que nos coja la fortuna de los carrillos, nos los estruje, nos mire a los ojos y, sí, por fin, sí, nos sonría”. Que a ver, que nosotros no somos nada dramáticos y, si no puede ser, pues nada, pero que si sí puede ser, pues mal, lo que se dice mal, no nos venía. Es más, hasta nos vendría bien. Siete partidos quedan y, releyendo esto, algo nos dice que se nos van a hacer laaargos.
Cuando Akira Toriyama se murió (que es como decir que se murió el autor de un texto sagrado y de la mitología de mayor alcance global desde la Biblia), en varios lugares del mundo salieron los otakus a juntarse en las calles y elevar la manos al cielo en señal de respeto, evocando el más definitivo de los ataques de Son Goku, “a forza universal” para la Xeración Xabarín, también conocida como la “genki dama” en los círculos académicos. No cuesta trabajo imaginarse al deportivismo como esa misma “forza universal”, elevando sus manos al cielo con una convicción mística para trasladar una porción de su energía y sus anhelos a las pantorrillas de Yeremay Hernández Cubas, alcalde de Majadahonda, y fantasista primero del fútbol cuasi-profesional. Son ya muchos años de correr como Arale sosteniendo una caca pinchada en un palo para no creer que va siendo hora ya de espachurrar con una tremenda bola de energía alimentada de frustraciones, decepciones, inyustisias y algo de rencor, todos los demonios propios y ajenos que nos vienen sometiendo. La cosa se está alargando ya más que una pelea de Dragon Ball y por eso ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se ha conjurado para decidir que aquest any sì, que desta vai, que ya toca. Dos empates consecutivos los hemos encajado sin inmutarnos, como un Súper Saiyan, aquí nos las den todas. En nuestra cabeza han sido triunfos: el Deportivo sigue líder y hemos restado jornadas al calendario. Estamos cocinando el kame-hame-ha desde el inicio de la segunda vuelta y pobre del que se quiera poner delante, que lo barremos del mapa. No aflojamos. Lanzamos este episodio a poco de arrancar un partido en Cornellá porque vemos al Deportivo tan, tan fuerte, que lo imaginamos capaz de resistir hasta la legendaria mufa de Benjamín y Manuel, algo así como un ataque de Célula y Freezer juntos. Hemos juntado “as sete copas máxicas” y le hemos pedido un deseo al dragón Shenron. Confiamos más que nunca. Onda vital xa!
Lo que escuchan vuestros oídos: las protocolarias tres horas de Benjamín y Manuel hablando del Deportivo. Lo que escuchan nuestros corazones es a Albano y Romina (y muy probablemente a Massimo Benassi): Felicidad Es un viaje lejano mano con mano La felicidad Tu mirada inocente entre la gente La felicidad Es saber que mis sueños ya tienen dueño La felicidad Felicidad Felicidad Es la playa en la noche, ola de espuma Que viene y que va Es tu piel bronceada bajo la almohada La felicidad Apagar todas luces y hacer las paces La felicidad Felicidad Felicidad Es un trago de vino por el camino La felicidad Es vivir el cariño como los niños La felicidad Es sentarme en tu coche y volar con la noche La felicidad Felicidad Esta es nuestra canción Que lleva en el aire Un mensaje de amor Tiene el sabor de verdad, la felicidad Esta es nuestra canción Es como el viento, el mar y el Sol Tiene el calor de verdad, la felicidad PD: Ocho años de podcast para podernos permitir estar así de dentrísimo de esto (pase lo que pase en Tarragona a las pocas horas de publicarse este episodio; anulamos mufa).
Como dijo el profeta Rodolfo Bodipo, ¡arriba los corazones! ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast dice adiós al miedo, au revoir a la cautela, auf wiederhesen a la desconfianza, hello happiness y goodbye loneliness. Será la vitamina C de la piña, será su aroma tropical, será la perspectiva de un saltito sin fin, será reconocerse en posadolescentes blanquiazules que se disparan como balas por las bandas de Riazor y se besan el escudo, será una enajenación transitoria causada por tantos momentos de desasosiego o será que con el paso de los años uno es más consciente de que los breves momentos de felicidad plena no se cuestionan: se disfrutan duren lo que duren. ¿Qué ha cambiado aquí para que el más mustio de los Deportivos, acaso el peor que recuerden los archivos polvorientos de la Déporcueva secreta de Rubén Ventureira, se haya transformado en el equipo más en racha del fútbol continental hasta el punto de que si mañana un directivo de la UEFA se emborracha con Bitter Kas y le concede un puesto en las rondas eliminatorias de la Champions League, es muy capaz de destrozar cualquier lógica, despachar al Manchester City con la misma suficiencia con la que golea a todo un Fuenlabrada y a toda una SD Logroñés (no hay rival pequeño) y alzarse con la Copa? Ojalá que lo que haya cambiado sea la suerte pues las desgracias recientes de El Mejor Club del Mundo (marca registrada) no se pueden explicar totalmente por la impericia competitiva y sí, en un porcentaje alto, por una fatalidad continuada que solo puede ser el reverso a tanto gozo vivido en las décadas anteriores. Por eso cuando sale cara ya no se puede pensar en que en la próxima tirada de la moneada tal vez asome la cruz: hay que abrirse la camisa y recibir toda esta alegría en el pecho. Benjamín y Manuel, ebrios de gozo, eligen creer, eligen una racha histórica, eligen un ascenso para las épocas, eligen una Coruña convertida en capital mundial de la piña, eligen unos meses de eterno carnaval y eligen no perder un solo segundo en razonar que quizás no hay que venirse tan arriba tan pronto. Pero como dice el meme de Internet en el que alguien cierra con sus dedos los labios de una persona dispuesta a criticar, “let people enjoy things” (o “dejad que los chicos camelen”, en fariense). ¿Que le dimos al botón de grabar y acto seguido el Dépor Juvenil fue derrotado en una isla sin nombre? ¿Que tenemos una genitalia hipertrofiada por atrevernos a publicar esto antes de medirnos al Tarazona y arriesgar una deportiveada? Pues puede ser. Pero dejen a estos pollaviejas sabrosones disfrutar mientras saludan al platillo volante en forma de ananás y gritan “We want to believe!”.
Los dos perpetradores de este podcast fueron niños en los 80, una década prodigiosa en la que se hacían películas sobre tipos, tipos silvestres, que echaban pulsos. Así que para ambos es una cosa normal medir fuerzas con una virilidad demodé ante aquellos que amenazan con discutirles el timón sobre el destino de esa locomotora sin frenos que es el Deportivo. Pero aquí el que ha gritado que él es el halcón, ha sido Fernando Soriano. En un duelo de leyenda para ver quién daba menos palos al agua en enero, mirad cómo estaba la cosa de mal en El Invierno de Chacón que hemos acabado cediendo nosotros, vencedores sempiternos del Lacazán D’Or, el galardón al dolce far niente que sacamos de la vitrina (pun intended en la resaca de la visita al ¿campo? de Balaídos) cada vez que al Deportivo las cosas le van regular, esto es, habitualmente. Pero no fue así, con León como excepción a la norma, en este lapso de apertura de 2024, un mes que le ha servido a la Imanoleta para reivindicar que el diablo está en los detalles, en las cosas pequeñas como David Mella, un penalti sí pitado, un tiro del rival que por fin se va al poste y no a la escuadra, un gol anulado que por una vez nos beneficia, etc. Había motivos para asomarse al micrófono de nuevo y, sin embargo, vuestros podcasters de referencia notaban el silencio retador de Fernando Soriano como una bofetada con un guante en la cara: a ver quién tiembla antes. Y, la verdad, a 30 de enero hemos dicho que ya era suficiente porque no puede ser que nuestro orgullo os imponga a vosotros, los y las deportivistas, un bloqueo tan injusto. Así que grabamos, asumimos nuestra derrota para el beneficio de la audiencia y de la afición, pues solo entonces, cuando ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast separó los labios e hizo carne el verbo, ahí fue cuando Gru, nuestro villano favorito, dijo: “Pues irá siendo hora de firmar algo”. Helo ahí, un cierre de mercado en formato comprimido, límite 48 horas, que hemos renunciado a relatar a posteriori por temor a que no hubiese nada que contar. Benjamín y Manuel somos temerarios pero no unos irresponsables.
Que se vayan todos, incluido el año 2023. Nos despedimos de Arsenio y nos inmolamos en una prórroga legendaria en Castellón. Así se escribe la historia de uno de los peores años del Deportivo y del deportivismo, acostumbrado más que nunca a las catacumbas deportivas y empecinado en jugar al escondite con el éxito, zancallideándose a sí mismo en una rutina cómica que hace tiempo que dejó de tener gracia. Cómo de grave estará siendo la cosa que el año que se marcha ha podido ser acaso el peor de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, antaño un campeón de la impuntualidad, hoy en día la forma cristalizada de la inconstancia: de nuevo, sin duda, un reflejo del equipo que lo inspira. “Ridi pagliaccio”, entonamos con una mueca quebrada. No merece la pena regodearse en lo que ya fue y sí abrazar el porvenir sin ningún propósito especial de año nuevo con el que comprometerse. Si acaso, en lugar de apuntarse al gimnasio, no desapuntarse de Riazor. Poco riesgo hay en esa promesa: cuanto más tozudo es el Deportivo en ofrecernos disgustos, más nos empeñamos en correr a sus brazos. Por eso mismo queremos creer que en 2024 no hay que fijarse tanto en lo que tengamos que poner de nuestra parte, pues todo está hecho y dicho ya. Habrá, si acaso, que esperar que pongan los demás de la suya: los que tejen la fortuna, los que arbitran, los que deciden en los despachos, los que entrenan y, sí, también los que juegan. En algún lugar hay alguien lanzando una moneda al aire desde hace demasiados años con el escudo del Deportivo en una cara y un dedo corazón asomando de un puño en la otra. Y, caprichos de la estadística, miles de tiradas después, sigue saliendo cruz en nuestra puta cara. ¿Qué le pedimos a 2024, entonces? Pues algo de paciencia, que se ve que nos puede seguir haciendo falta. ¿Nada más? A ver, es que siendo parte de El Mejor Club del Mundo, marca registrada, no quisiéramos pecar de egoístas. Benjamín y Manuel somos más de dar, pues ya hemos recibido demasiados dones. Así que os regalamos el Cuento de Navidad (algo tardío, cosas del covid) y nos alejamos mirando al horizonte de lo que está por llegar.
Hasta el ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast vuelve (y no será por las ganas). A ver cuándo vuelves tú, ¿eh, Deportivo?
¿Se nos pasó el berrinche? Pues un poco sí. Es lo que tiene el “nosce te ipsum”. Llegaron las primeras tortas a mano abierta, los calderos de agua fría (que no de ilusión) y el Deportivo zozobró de una manera más terrorífica que cualquier noche de difuntos. El deportivismo amonestaba, “Deportivo, que nos conocemos”. Y el equipo no espabilaba, como si no supiese qué esperar de él mismo, porque ya no se reconocía como aquel que apuntaba a avasallador en el arranque de campeonato pues a cada nueva jornada mostraba la cara amarillenta y trémula de un flan de huevo. Así que, en lo que el club tardó en fichar un nuevo psicólogo, alguien en ese vestuario le miró la cara el enfermo y le diagnosticó el típico resfriado común futbolístico, el que padecen esos equipos que se creen ya maduros antes de tiempo y que solo se cura con un mucho de calma y otro tanto de guardarse de los errores propios para que aparezcan primero los ajenos y, a su abrigo, hacer que florezcan los aciertos o, al menos, lo parezca. Lo que viene siendo no encajar, aprovechar el balón parado para paliar la falta de puntería en juego y convencerse de que las ligas no duran solo diez partidos al igual que los encuentros de Copa no tienen por qué terminar en el minuto 90 (esto nos lo tenemos que creer, pues no había sucedido antes de grabar este episodio). Y así es como, un episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast más tarde, nuestra precaria salud mental colectiva parece preparada, ahora sí, para aguantar hasta el final de la temporada. Tan solo falta que el próximo artista que lleve el club al descanso de un encuentro en Riazor sea uno de esos que frota cuencos tibetanos a ver si somos capaces de calmarnos todos y todas de una santísima vez, Deportivo megacondioscoñoyabastadejugarasíconnuestrasemocionesygracias.
A más de 5.000 kilómetros de profundidad existe una esfera de hierro que es el núcleo de la Tierra. En la prodigiosa imaginación de Julio Verne nunca germinó la idea de que el grupo explorador capaz de hollar los misterios más íntimos del planeta hasta dar con el mismo centro del lugar que habitamos fuese un centenario club de fútbol de un rincón en el fin del mundo. Y, sin embargo, ahí está, perseverando de forma admirable en su tarea de perforación el Real Club Deportivo de A Coruña, el blanco y el azul de sus colores girando en una espiral mientras horada y horada, ajeno a las casi 30.000 voces de fieles que le imploran que se detenga. Pero él, erre que erre, no cesa. Su empeño en lo extraordinario es tal que, aunque tenga que desgarrar 30.000 corazones por el camino, hacer trizas sus ventrículos y aurículas, cava y cava, sacando tierra y más tierra, suficiente para enterrarnos a todas las víctimas de este descenso que amenaza con pasarse de largo y precipitarse al espacio exterior al asomar por el polo contrario. En un díptico para la historia universal de la infamia, antes rivales de tan mal acomodo como el Fuenlabrada y el Celtabé, el Dépor se precipita como atraído por el magnetismo de ese núcleo hacia abismos insondables. Al aficionado se le agota ya el repertorio de las muecas de espanto, y a ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, sempiterno bastión del conformismo mamador, se le agota la paciencia y la comprensión. Está el club en una encrucijada de difícil solución, atado por una paradoja que no parece que se pueda cortar como el nudo gordiano: el Dépor es porque es su gente, vive porque lo viven intensamente; pero el Dépor no alcanza a ser lo que de él esperan porque los anhelos son muy grandes y atenazan. La lógica deportiva, económica y social parece decir que el de Riazor es el favorito de la fortuna y, sin embargo, la realidad de la competición revela que, como en los relatos clásicos, el peso del destino convierte el camino del héroe en una tragedia. “Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero, que muero porque no muero”, decía la mística. ¿Es la solución a los males del Deportivo dejar de ser el Deportivo? ¿Hay que dejar de ser El Mejor Club del Mundo™ para volver a ser El Mejor Club del Mundo™? La respuesta aterra.
Todo lo que sea que no nos detenga la Guardia Civil después del final de este episodio, será un triunfo. Porque incluso cuando el Deportivo solo sabe empatar, el ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast sí que sabe ganar. A todas y todos los que hicieron posible que dos tipos con algo de vergüenza (poca), comenzasen a registrar sus desvaríos sobre el club de sus amores en un micrófono de plástico, rozando pierna alrededor de un portátil en una mesa de comedor, y hayan acabado años después convirtiendo sus desvelos por El Mejor Club del Mundo (marca registrada) en el germen de una pieza teatro musical retumbando a la sombra del Obelisco, en el epicentro mismo de A Coruña, nuestro agradecimiento infinito. Pabellones auriculares fueron sacrificados, señoriales instituciones herculinas fueron mancilladas, expectativas fueron sobrepasadas o defraudadas (según como se mire), en el día en el que Benjamín y Manuel grabaron una matiné que, quién sabe, quizás devenga en el acto deportivista más trascendente desde que en 1906 unos paisanos se juntaron en la Sala Calvet con ganas de mambo. El cuantosufriliberismo es un sentimiento, no podemos parar.
Llegó Sabit y mandó parar. No fuese el deportivismo a morir de ilusión, no fuesen esos más de 26.000 socios a sentir recompensada su inexplicable pasión, no fuésemos tan osados, ¡oh, nosotros!, la afición más arrogante del mundo como dicen por ahí, que tal parece que ser muchos y querer mucho a nuestro club molesta a los ajenos como molesta a los faltos de amor los besos en público de parejas de las que no forman parte y, en fin -reconduzcamos esto-, no osásemos, por supuesto, querer entusiasmarnos un poquito tras, ojo, un empate y una victoria. ¡Pero qué empate y qué victoria, nenos! Este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast es un niño que juega feliz en un patio y al que, aún no lo sabe, van a quitarle el caramelo que guarda en su mano. Escuchad cómo celebramos, cómo nos divertimos, cómo olvidamos la política Funko Pop subidos a las bicicletas de Yeremay. Y compadecednos, vosotros que sabéis lo que nosotros no sabíamos: que a Yeremay le han partido el peroné y a todos un poquito el corazón. Es El Mejor Club del Mundo tan extraordinario que hasta los colegiados se han convencido de ello y así es como le arbitran: de una manera única, diferente a la común. ¿Un gol partiendo de posición más dudosa que ilegal? Anúlese, no piensen que nos dejamos arrastrar por la electricidad de un estadio como Riazor. ¿Una sucesión de faltas de dureza creciente motivadas por la carencia de otros argumentos para contener al rival? Prémiese el arrojo del equipo local por emplear múltiples recursos para paliar un mal día que pinta a derrota. ¿Estamos pues ya llorando los del Dépor tras solo dos jornadas de torneo? Pues mirad: resulta que nosotros lo que queríamos era reír y en eso estábamos, pero somos despreciables cuando festejamos y también unos quejosos cuando pensamos que el reglamento no debería permitir una reiteración que deviene en un hueso roto. Son esos los marcos que, nos cuentan otros, deben delimitar la experiencia del deportivismo. ¡Vaya! No ver, no oír y no hablar, como si fuésemos los tres monos sabios del santuario de Toshogu. Y sucede que desde otras aficiones al deportivismo podréis pedirle lo que os plazca, pero aún no se conoce a nadie que haya conseguido que Benjamín y Manuel se callen la boca para no hablar tres horas seguidas del Deportivo y sus cosas. Y no será porque los propios deportivistas no se lo hayan pedido también en alguna ocasión. ¡Qué monos que somos!
Tu serie favorita no llegó a las ocho temporadas. Tu autora favorita no produjo ocho novelas siquiera. Incluso tu equipo favorito no ha llegado aún a alzar ocho copas (solo nos falta una). Es sabido que cuando acuestas un número ocho puedes ver el infinito y quizás no sea casualidad. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast estrena su temporada ocho y se encuentra en ese punto en el que todo resulta difuso. Demasiado lejos del principio como para comprender la magnitud del error de haber iniciado este camino en un instante ya difícil de recordar; sin capacidad de comprender si hay un horizonte para este empeño más allá de esta temporada que arranca con la rutina del que se levanta de la cama, echa un café, prepara un pis, se cepilla la cara y se lava los dientes, o quizás hayamos mezclado acciones y objetos, que es algo que pasa cuando uno actúa mecánicamente. A estas alturas de la película, el Deportivo ya ha anulado por completo nuestra voluntad y no nos cuestionamos nada: ¿arranca una nueva temporada de fútbol? También del podcast. ¿Salen los abonos? Pagamos. ¿Nos piden que contengamos las expectativas? Sin problema, hace tiempo que nos pinchas y no sangramos. Si nos dicen al empezar esto que la mitad de las ocho temporadas que íbamos a contar iban a transcurrir en Primera Comemierda habríamos respondido: “¿Pero usted con quién nos confunde?”. No por soberbia, sino por costumbre. De igual modo, si nos hubiesen dicho que, en la peor etapa deportiva y en medio del escarnio de rivales, trampas federativas y contubernios de lo más turbio del fútbol, hubiésemos sido capaces de celebrar un título oficial olvidado durante un siglo, tendríamos una respuesta igual de convencida: “Por supuesto. Somos El Mejor Club del Mundo”. Como el asceta al que los sobresaltos mundanos no le conciernen, así se maneja este podcast y la afición del Deportivo, a la que nada extraordinario le resulta ajeno. Allí donde los demás llegan ahora, nosotros hemos estado ya. ¿Que Rubiales es lo peor? Been there, done that. ¿Que qué vais a hacer ahora si las figuritas del fútbol se marchan a Arabia Saudí? Virgin Superliga enjoyers, estáis hablando con Chads del Monoconsumo Deportivista. ¿Que debutamos en una nueva temporada con un empate a ceros ante un rival menor, error arbitral mediante? Fingiremos estar sorprendidos o alterados si eso es lo que los ajenos requieren de nosotros. Pero la realidad es mucho más normal y sencilla que todo eso. ¿El Deportivo está? Pues estamos. ¿Cuántos años? Los que hagan falta. ¡Cuánto sufrimos, Martín!, tiempo presente.
Míralo a Moll, con noventa años a cuestas y entonando un tango. Fíjate en Scaloni, tan o más o fino ahora que cuando se paseaba en calzoncillos como campeón. ¡Qué pelazo de Bebeto, qué porte aún de Mauro Silva! Pasan los años para todos y parece que por todos ellos pasan menos, como si estuviésemos superponiendo a su imagen actual la de su juventud, cuando los veíamos correr vistiendo de blanquiazul. Y ahora te miras a tí, te fijas bien en el reflejo del espejo, y piensas en qué sería lo que viesen ellos de ti, veterano deportivista que viviste sus glorias, si te devolviesen la mirada. Pues atiende, Dagoberto, estas arrugas mías que se parecen a las tuyas me salieron tras un playoff en una noche de San Xoán. ¿La barriga prominente, dices, Leo? A ver, si tuve que renunciar a una esperanza ante el Albacete o en Castellón, tampoco me pedirás que renuncie a la cerveza. Y a vosotros, meus caras, ¿os sorprende esta expresión de pesadumbre, os extraña que no tenga ánimo de samba? Venid, venid, traed esas caipirinhas y permitidme que os explique lo que son tres años, para cuatro, en Primera Comemierda. El Deportivo de los pesarosos años 20 es un retrato de Dorian Gray en el que los viejos ídolos permanecen eternamente jóvenes mientras los que sostienen la pintura, los penitentes de Riazor, envejecen cinco años en una sola temporada. Así estamos cuando los vemos, que los abrumamos en busca de una inyección de vida para que no se no agriete el lienzo. Hablamos de manera distorsionada, como los abuelos cuando te cuentan que se cruzaron con un viejo amigo de su quinta: “Vi a este chico por la calle…”. Chicos de 80 años. Aficionados veteranos celebrando a los héroes de antaño a los que aún se imaginan goleando por el Deportivo, tan fascinados algunos por el reencuentro que hasta parece que se les olvidan los capitanes de hoy como Álex, que capeó nuestro peor momento para permitirnos que aún podamos seguir celebrando a aquellos. En fin. Terminaron los fastos de la nostalgia y ahora toca lo importante: enfundarse esa camiseta brasileña flúor que te marca la cintura sobrante, vencer a la pereza de un domingo en Sestao, y animar al Deportivo del Mandarín como antes lo hacías con el Deportivo campeón. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, la mirada limpia, la vista al frente, y los dedos cruzados llamando a la fortuna en la 23/24. Pavor.
Queridos deportivistas, Nos complace anunciar que, después de que nadie en el club nos lo haya pedido y ninguna demanda de vosotros, hemos decidido grabar un nuevo episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, tal y como habíamos acordado hacer. Hemos recibido silencio por parte del club y una modificación en la agenda laboral, ya que en veranito está la cosa algo más relajada, que ahora nos permite participar en esta grabación que tanto valoramos, sin la carga excesiva de compromisos que originalmente se nos habían asignado. Queremos subrayar y dejar absolutamente claro que nuestra decisión de grabar, tanto inicialmente como ahora, no se basó ni se basa en un deseo de beneficio financiero. No estamos recibiendo ninguna compensación económica (bueno, a ver, la publicidad institucional no la intercambiamos por estampitas de San Caetano) para perpetrar y consumar este despropósito. Nuestra insistencia irracional con el podcast se basa puramente en nuestro amor y falta de respeto por el club, la ciudad de A Coruña y todos vosotros, los leales seguidores del Deportivo. Lo último que deseamos es que nuestros actos supongan una carga de vergüenza ajena para el club que tanto amamos. Nuestra decisión esporádica de no grabar se toma siempre en respuesta a lo que percibimos como una contumaz capacidad por parte del Deportivo de reventarnos las pelotas con dramas cada vez más imprevisibles sin nuestro consentimiento previo. Los mensajes de apoyo que no hemos recibido de todos vosotros han desempeñado un papel clave y nos han dado absolutamente igual en nuestra decisión de volver a grabar. Nunca podríamos dejar de desilusionar a los seguidores blanquiazules que nos han mostrado tanto amor y apoyo a lo largo de los años.. Por todo ello, os anunciamos que, finalmente, seguimos con el plan previsto y aquí tenéis un nuevo episodio del CSMP para todos vosotros y a tiempo para disfrutar de un Trofeo Teresa Herrera que confiamos acabe siendo una gran fiesta además de un vodevil como el de las últimas horas. Gracias por su desesperación y su continuo apoyo. Nos escuchamos y leemos. ¡Forza Dépor! Denise y Terumi
“El que quiera estar, va a estar, y el que no quiera estar, no va a estar”. Si no nos encargamos de preservar en nuestro acervo el recuerdo de Carmelo del Pozo, por mucho que a algunos duela, corremos el riesgo de que las generaciones venideras consideren que una frase así solo pudo salir de los labios de M. Rajoy. De tan sencilla como parece, casi infantil, a menudo pasamos por alto que en apenas un lustro se ha convertido ya en un pilar absoluto del verano deportivista, como el debate por el precio de los abonos, las consideraciones fashionistas sobre el diseño de las camisetas, o los autoengaños resignados de “Pues yo este año paso de aguantar a estos inútiles y no renuevo” que tienen menos consistencia que la de una píldora de sacarina en el café caliente. “Entonces, Cuánto Sufrimos, ¿todos los veranos son iguales en el Deportivo?”. Pues no, queridos y queridas oyentes, porque incluso la misma mierda de siempre ofrece matices. Por ejemplo, en este estío en el que el Playa Club es una sucursal de Amnesia, parece que se consume más MDMA que Estrella Galicia e incluso cabría imaginar que Mike Oldfield estuvo afincado durante años en el Castrillón, el mantra carmelita se modifica: “El que no quiera estar, no va a estar, y el que quiera estar, pues a lo mejor se va a tomar por el culo también”. Y es así que este episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast consiste en Benjamín y Manuel embutidos en sendos disfraces de elefantes y entrando a la carrera como dos enajenados en una tienda de Sargadelos decididos a hacer añicos todo a su paso. El bulevar de los sueños rotos se hace más largo que la ruta jacobea entre un infinito ruido de cristales estallando. Y mientras tanto, en un rincón, dos señores que atienden por Soriano e Idiákez sorben de una taza (imaginamos que llena de infusión de valeriana) mientras se autoconvencen como el perrete en la habitación en llamas: “This is fine”. “¡Que se vayan todos!”, se bramaba. Moraleja: a veces hay que tener cuidado con lo que se desea porque por el camino puede que perdamos a sujetos contingentes, sí, pero también a los necesarios. Como Luisito Suárez, que también se ha ido. Arrivederci, neno.
Solo en el mejor club del mundo uno de los más memorables fracasos de una institución centenaria, en un partido para la leyenda del fútbol y de las enfermedades cardiovasculares, coronado por actuaciones individuales dantescas e igualmente inolvidables, puede convertirse en apenas una nota a pie de página en el tiempo que se tarda en pronunciar “rubéndelabarrera”. Que no es demasiado tiempo, por cierto. Casi tan poco como el que acostumbra a estar en el Deportivo el ya añorado entrenador que, en una primera etapa fugaz contentó a algunos y a otros no (en la grada y en los despachos) y en otra segunda, aún más fugaz, devino (cuatro titularidades canteranas mediante) en santo súbito porque, de tantas hostias como se reparten en esta delirante institución, por pura estadística alguien tiene que terminar convertido en mártir y, por ende, en símbolo. Y fue a ese símbolo que se aferró el deportivismo huérfano de alegrías, tan modesto en sus pretensiones, devenido apenas en mendigo de la más mínima caridad, que le basta con un poquito de apego local para sonreír. Pero la gestión tiene razones que la afición no entiende y, como si hubiese regresado el reflujo de aquel café con Luis Helguera dos años después, pues resulta que Rubén vuelve a no estar y el “que se vaian todos!” resultó en un “a ver, sí, pero no así”. El Deportivo, flamante campeón de una Copa de 111 años en esta misma temporada, navega sin timonel conocido, con incorporaciones que apenas se susurran más que anunciarse y que decide El Motorista Fantasma, Casper, el Patrick Swayze alfarero o cualquier otro ectoplasma que se nos pueda ocurrir, porque el asunto está adquiriendo ya cariz fantasmal. Y a estos dos humildes podcasters se nos pide una vez más que expliquemos qué está pasando, como si alguien pudiese a estas alturas de la película intentar racionalizar las circunstancias cotidianas de este club, que más que un club es una novela río, es un vodevil, es un rogue-like con escenarios generados procedimentalmente, es la foto que aparece al lado de la definición de “sorpresa” en una enciclopedia. ¿Qué puede hacer ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast ante tamaño despropósito? Pues sobre todo lamentarse porque cuantos más años pasan, es el Deportivo el que más se parece al podcast y no al revés, para desgracia de todas y todos. Ya avanzamos que no podemos estar a la altura de los acontecimientos. Y al mismo tiempo no nos sorprendería ser investidos presidentes en julio. Y a ti tampoco, y lo sabes. Deportivo, The Greatest Show on Earth.
1992. Se estrena “Sommersby”, un drama romántico ambientado tras la Guerra de Secesión estadounidense. En él se cuenta como una mujer interpretada por Jodie Foster que da a su marido por muerto en el frente, se sorprende un día al ver como regresa. Parece él, tiene la misma cara de Richard Gere, pero no se comporta como él. Antaño era rudo y violento, pero ahora es un amante amable y cariñoso. ¿Es este hombre realmente Jack Sommersby? A Coruña, junio de 2023. Se estrena “Playoff”, un thriller psicológico de alto voltaje en el que una multitud desquiciada enfrenta una eliminatoria a vida o muerte animando a un equipo que dice ser el Deportivo pero que no se comporta como el Deportivo. Su entrenador les habla como si de verdad, al fin, conociese sus anhelos más íntimos. Los futbolistas de la cantera saltan al campo. Álex Bergantiños toma las riendas. Todo el mundo les dice que es el mismo equipo, pero ellos no están seguros. No saben qué esperar. Los aficionados, a punto de precipitarse en los abismos de la locura, acuden a consultar con los dos más reputados investigadores de la psique blanquiazul. Benjamín y Manuel examinan la situación con una dedicación enfermiza, hablan y hablan, cantan, actúan, formulan mil hipótesis y desechan otras tantas, hasta que, resignados, descuelgan el monóculo y sentencian: “Uf, ni puta idea de lo que esperar, chorbos”. Y es así como ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast se presenta a las puertas de otro verano con los nervios del que no sabe si reír o llorar porque este equipo puede ser una cosa o la contraria con tan solo 15 días de separación. Tensiómetro listo, teléfono de emergencias en marcación rápida y trankimazin en la cartera. Recen lo que sepan.
Memorable: digno de memoria. Pues no, la verdad. Pasarán los años e intentaremos recordar estos meses y, puedes estar seguro, tendremos que hacer un esfuerzo para decir tu nombre. Que tampoco te parezca mal, Óscar. A nosotros nos daba la impresión de que para ti éramos simplemente otro añadido en una lista que nos recitaste más de una vez: “Todo un Betis B”, nos decías, como si nos tuviésemos que sentir impresionados por el calibre de tus hazañas. Como si no fuésemos más para ti que un Granada, un Castellón o una academia de Catar. Decías que tu coche vino solo hasta Coruña y a ti definitivamente lo que te pasó fue que no agarraste el volante a tiempo. Parecías empeñado en arrancarnos el velo de ilusión que nos ciega, como si fuésemos el emperador desnudo: “¡Miraos, asumidlo, ved cómo os ven los demás!”. Y quizás se te olvidó que, aunque paseemos nuestras vergüenzas al aire en Primera Comemierda, la parte importante de la proposición no es que estemos desnudos, sino que somos el emperador. Baños de realidad hemos sufrido muchísimos, créenos, pero mantener la convicción de que nuestro destino es otro es lo que nos reúne por decenas de miles en Riazor (aunque fuese para silbarte, sí). Un refuerzo positivo, una mentira piadosa, un cariño, un sentir que te dolía como nos dolía a nosotros quizás hubiese bastado. Fuimos viendo cómo se vaciaba nuestro calderito de la ilusión mientras se desbordaba tu caldero de la incomprensión, hasta que se derramó en Linares. Cuando Yukio Mishima entendió que sus arengas no eran compartidas, cometió un grotesco suicidio ritual japonés. Reconoceremos que hubo algo poético en el seppuku de Linarejos: el vientre abierto con el cambio de los laterales rozando el descuento; la decapitación con la zona mixta rabiosa. Mira cómo lo teníamos de claro en ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast que por primera vez en muchos años de programa hemos dado una noticia: descendimos de tu vespino con toda la calma y nos apostamos con el micro preparado esperando al cortejo que, conforme a lo previsto, pasó cuando tenía que pasar mientras se escuchaba a lo lejos una letanía de los Kaiser Chiefs: “Rubi, Rubi, Rubi, Rubi”. Y nosotros lo grabamos. ¿Nos recordarás? Es posible que no. ¿Nosotros a ti? Je t’aime, moi non plus, Óscar Cano.
Es viernes por la mañana. Tienes 45 años, estás trabajando desde tu casa frente a dos pantallas de ordenador, concentradísimo en tareas que te parecen extraordinariamente importantes. Te llega un mensaje al teléfono que no comprendes muy bien. Buscas en internet para tratar de entender lo que te están contando. Cuando lo descubres, te invade una pena muy grande. Suspiras. Intentas enfocarte de nuevo en lo que tienes que hacer. Vuelves a mirar hacia esa hoja de cálculo y hacia esos correos electrónicos tan urgentes. Vuelves a teclear para continuar con las tareas. Te sorprendes cuando al cabo de unos segundos te empiezan a caer unos lagrimones encima de las manos que reposas sobre el teclado. Tienes 45 años y estás llorando en el trabajo. O, afortunadamente, para evitar la extrañeza ajena, en el teletrabajo. Tienes 17 años. Estás en Riazor. Estás en Cuatro Caminos. Estás en María Pita. Estás gritando “Arsenio, Arsenio, Arsenio”. Estás siendo extraordinariamente feliz. Te explota el pecho de orgullo. No por haber ganado, sino también por haber ganado. Estabas igual de orgulloso cuando habías perdido. Eres deportivista porque la dignidad había sido extraordinaria en el fracaso gracias a él. La dignidad vuelve a ser absoluta en la victoria con él. “Arsenio, quédate”, le gritas. Y se queda. Pasan casi 30 años y no se va. Está cuando Riazor aplaude una encarnación del equipo en la que adivina orden y talento. Está cuando el club se comporta con humildad pero sin dejarse avasallar. Está cuando se ejerce la prudencia. Está en todos los que estuvimos con él entonces y ya nunca dejamos de estar, igual que está en los que se incorporan ahora porque quienes los llevan por primera vez a Riazor aún lo recuerdan a él. Está en ese estado de Whatsapp que no has cambiado jamás y que dice “Moi esixido”, porque así es como pasamos por la vida. Es viernes por la mañana, tienes 45 años y estás llorando porque te han dicho que esta vez sí, Arsenio se ha ido. Pero mañana juega el Deportivo y se han agotado las entradas. Te secas las lágrimas, te calmas y vuelves a darte cuenta: Arsenio no se irá jamás. Qué orgullo, joder, qué orgullo.
Con la sabiduría de un refranero popular y con la precisión de una zoóloga como Dian Fossey, Sonia y Selena nos explicaron que “cuando llega el calor los chicos se enamoran”. Benjamín y Manuel, los Sonia y Selena del deportivismo, saben también que cuando llega el calor, allá por la primavera, los deportivistas entran en un estado de hiperexcitación en el que confunden deseo y realidad y, por tanto, agonizan durante semanas porque aquello que anhelan y aquello que sucede no coincide con exactitud. Deseo: el ascenso del Deportivo. Realidad: cuatro puntos de desventaja con los líderes. Deseo: prenderle fuego a todo. Realidad: 18 puntos por disputarse aún. Es el sino de una afición que vive sin vivir en sí y tan alta vida espera que muere porque no muere. Jornada a jornada el equipo coruñés compite mientras su hinchada, tan animosa como desquiciada, lo jalea con cánticos a la vez que sostiene un cartel en los brazos como lo haría un apocalíptico desnudo en Times Square: “The end is nigh!”. Y mientras club y seguidores se hacen daño de tanto como se quieren, solo dos podcasters experimentados perseveran en la estoica fórmula que conduce al éxito: “De reojo, hijos de puta, miradlo de reojo”. Son ellos los únicos que mantienen la compostura y guardan las apariencias para que el interés de cualquier mirlo blanco con el dinero por condena no se esfume ante tal demostración de histeria. Si alguien se convence de pagar por algo que no tiene precio, porque a El Mejor Club del Mundo (marca registrada) no hay tasación que lo contenga, será gracias a que este ejercicio de mesura llamado ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast lo convenza de que hay lugar para la razón en medio de este sindiós. “¿Y esos minutos de arrebato en los que saturáis el micrófono con un rant interminable sobre los mundos de piruleta y la amarga verdad del canismo?”. Bueno, chavalada, somos señores mayores y como tal se nos reconoce el derecho de gritarle a las nubes. Solo os diremos esto: este equipo no gana un partido fuera de Riazor ni aunque se la dejen botando/votando a bríos a Arturo Pérez Reverte, de acuerdo, pero la realidad es que “eppur si muove”.
¿Cómo le explicas la teoría de la relatividad a un infante o a un advenedizo aficionado del Celta de Vigo? Pues de un modo tan, tan simple, que cualquiera, hasta el más obtuso podría entenderlo: usando al Deportivo que, en su condición de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), es la medida de todas las cosas. Por ejemplo, podría alguien defender que el club coruñés vive el peor momento de su historia pero todo es relativo porque, a la manera de Dickens, puede decirse que este es el peor de los tiempos pero es también el mejor de los tiempos: la realidad se pliega sobre sí misma de tal forma que un equipo hundido en la tercera categoría del fútbol, admirado como un fenómeno de feria por los aficionados rivales, es capaz de ser proclamado campeón oficial y sumar un nuevo título a sus vitrinas ante el gesto embobado, propio de la incomprensión, de todos aquellos que cometieron un día la osadía de reservar en sus instalaciones una estancia para una “sala de trofeos” y ahora, cien años más tarde, no saben dónde está la llave de esa habitación y tampoco la necesitan, resultando además que hace más de una centuria, esa institución hacia la que ahora miran con tanta altivez como fuese necesaria para camuflar la envidia, esa misma institución sí que necesitaba de una peana para colocar su primera pieza un siglo atrás. Es relativo también opinar que nada tienen que festejar 23.000 personas ante 2.000 invitados, porque sus alegrías no tienen ningún valor y resultan ridículas: y sin embargo, ¿no es esa misma muchedumbre a la que piden avergonzarse un valor en sí mismo que otros para sí quisieran en sus momentos álgidos pues, por supuesto, en sus peores crisis no son capaces de imaginarse que ellos pudiesen replicar tal adhesión? De nuevo, la relatividad. Ni siquiera el deportivismo escapa a ella: está relativamente próximo a incendiarlo todo y a la vez es relativamente factible que el equipo que lo pone de tan mal café pudiese ser líder del torneo en uno o dos fines de semana. Es también relativamente hora de que ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast publique un nuevo episodio, pero Benjamín y Manuel opinan que no hay que hacer las cosas ni muy pronto, ni muy tarde, tan solo en el momento justo. ¿Y ese cuál es? Pues depende, es muy relativo.
La media inglesa o el panti coruñés, que estira, estira y estira como la lycra su rendimiento en casa y encoge, encoge y encoge hasta quedarse en una cosa más pequeña, para guardarla en un cajoncito, cuando sale a explorar campos de fútbol que merecerían uno de esos documentales en los que un señor veterano de buen comer se aventura por terruños asilvestrados. No parecía que estuviesen las hechuras de este Deportivo pensadas para el porte de Óscar Cano, pero aunque le tire un poco de la sisa o se le arrugue en algún pliegue, al mirarse en el espejo se ve resultón. La horma comienza a encajar con el mejor de los calzadores: las porterías a cero. “Velaske yo soy guapa?”, inquiere esta encarnación blanquiazul. “Xeitosiña”, respondemos conformes. También es una lástima que, habiendo llegado a este punto, que nuestro trabajo nos ha costado, donde hemos sido capaces de separar obra y autor (o partidos y ruedas de prensa), de nuevo el deportivismo inconsciente y kamikaze se haya conjurado para contravenir todas las advertencias que este podcast viene lanzando reiteradamente: no se tiran petardos en presencia de los animales, no se empuja en las aglomeraciones, no se llenan los estadios ni se organizan “pseudo-finales” para un Deportivo en mitad de la temporada. Al Deportivo (¡arriba ese coro!) hay-que-mi-rar-lo-de-re-o-jo. Pero así estamos, con una docena de encuentros por delante pero todas las entradas vendidas para poner a prueba si esta versión inmaculada de nuestro equipo local puede resistir el gafe de una afición tan entregada que no sabe medir los tiempos y se empeña en sabotearlo. Benjamín y Manuel os proporcionan este asidero de sensatez en forma de episodio de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast por si fuese necesario un espacio seguro en el que encontrarnos el domingo por la noche después de jugar ante el Castilla. Ojalá no haya que rasgarse las vestiduras.
Unos cuantos años antes de que se inventase internet para que la pornografía fuese el vicio más fácil de satisfacer en la historia de la humanidad, la excitación erótica se aparecía a cuentagotas en escenarios insospechados. Será por eso que perdura en la memoria el eslógan de un anuncio de colonia para hombres con aroma, seguramente, a alcanfor: “En las distancias cortas es cuando un hombre se la juega”. A ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast no se le dan bien las distancias cortas. Benjamín y Manuel son ese Brian Wilson que decidió recluirse en el estudio a hacer magia y dejó que fuesen los otros Beach Boys los que se ocupasen de esas vulgaridades del directo porque lo de la exposición pública no era para él. Tampoco es para nosotros lo de tener que enfrentarnos cara a cara con algún ganador del Premio Evaldo (el dolor en la mano que perdura tras algún apretón demasiado fuerte y sostenido mientras clavaban su pupila en nuestra pupila, nos hace comprender ahora lo injustísimos que fueron en su día esos galardones: pedimos disculpas). ¿Es justa penitencia una tarde de cariñosos ajustes de cuentas tras siete años de escarnio y maldecir por nuestra parte contra el club de nuestros amores? Es, porque no se puede decir lo contrario. Sobre todo si es un pequeño peaje a pagar por constatar que uno de los propósitos fundacionales de esta aventura se ha cumplido: nacimos para unir al deportivismo, aunque fuese en nuestra contra. Y en una medida quizás pequeña, pero sin duda enorme ante nuestros ojos, lo hemos logrado. Lo vimos en toda la gente que, procedente de cualquier trinchera o grada, se juntó hace unos días para demostrar que, oísteis, chorbos, movemos peñita deportivista. Ser una excusa, aunque sea la más estúpida posible, para acercar personas es algo que colma el espíritu como el mejor gol del Dépor. Aunque resulte ñoño escribirlo, es así y no hay más grada de Preferencia que la que arde. “¿Y el Deportivo?”, preguntáis. Pues al Deportivo sí empiezan a dársele bien las distancias cortas (fijaos cómo estamos a punto de cerrar el círculo, ojo), porque ahora también gana fuera de casa con marcadores ajustados gracias a que (ahí vamos, atención) ha empezado a practicar con fruición “la petite mort” (¡tachán!, hemos atado el nudo sexual del comienzo). Otro anuncio de perfume boomer para terminar: “Cuando un equipo te regala victorias fuera de casa, eso es impulso”.
Hasta el rabo todo es toro, hasta el silbato final todo es Deportivo. Es inconmensurable este club, tan difícil de contener en los límites de lo racional que hasta los partidos se le quedan cortos. Como le debe de parecer a este comando de terroristas de la salud coronaria que 90 minutos bien exprimidos saben a poco, le ha dado por operar en los márgenes del fútbol, rascar el socarrat de los partidos, lamer los posos del café, aspirar las hojas del té, rebañar los últimos resquicios de cordura que nos mantienen atados a la realidad. ¿Un partido ganado, por fin, lejos de Riazor? No si el reloj sigue contando y nuestro equipo está sobre el césped. ¿Un empate frustrante en casa? Quizás. O quizás no si resulta que en 180 segundos de juego le cae un balón a Yeremay cerca del área. Es por cosas como las de estas dos pasadas jornadas que este podcast tiene sentido. Puede que tras siete años ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast haya encontrado un propósito más allá de acompañar al equipo en su descenso a los infiernos: somos un registro, una prueba pericial, una hostia de realidad que esgrimir cuando estemos ante el momento de la extremaunción, a punto de expirar. “¿Por qué ahora? ¿A qué tan pronto? ¿Cómo es posible? ¿Puede ser la vida tan solo este suspiro? ¿En dónde se ha ido mi lozanía? ¿Cómo he consumido mis mejores años?”. Y en ese instante, San Pedro, o quien le corresponda a tu fe, le dará al “play” del episodio 212. Y tú recordarás cómo se te murieron dos neuronas y te estalló un capilar en el descuento de un partido de Comemierda en San Fernando, cuando tu defensa hizo un flash-mob y se paró como una precioso grupo escultórico ante un remate solitario de cabeza. Y rememorarás todos los minutos de tensión contenida ante el Mérida con el estómago encogido y, entonces sí, asumirás que la carne es mortal, que polvo somos y que en polvo el Dépor nos convertirá y que, bueno, si tiene que ser así entonces, pues que así sea. Que lo pasamos mal, pero también lo pasamos bien. Y que peor sería estar a punto de doblar la servilleta y recordar que malgastaste tu vida no siendo hincha de El Mejor Club del Mundo. Así que venga, Deportivo, ametrállanos el electrocardiograma como solo tú puedes hacerlo.
Al Deportivo hay que mirarlo de reojo, sobre todo cuando juega fuera de casa. Al ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast hay que escucharlo ¿de reojo? ¿De reoreja? Sea como fuere, y sea también porque la superstición es una cosa muy íntima, así como sin querer queriendo (un poquito por la falta de tiempo, otro poquito por guardar un colchoncito emocional para los disgustos, lo que se conoce como “gardar das risas para as choras”) este podcast está cogiendo el hábito de congelar momentos medianamente felices para consumirlos en conserva cuando al Deportivo le da por estropear un fin de semana, lo cual acostumbra a coincidir con los partidos fuera de casa. Si hemos calculado bien, este episodio se publicará en tiempo y forma para que sea imposible escucharlo antes de que suene el pitido inicial en el campo del San Fernando. ¿Tiene algún sentido hacerlo así? Tiene. Sobre todo si eres de aquellos o aquellas que los domingos, delante del streaming, te preguntas con más frecuencia de la debida: “¿Por qué me hago esto?”. Esto, por si no está claro, es ver a tu club jugar a domicilio. Así que esto no es un episodio, es un analgésico para consumir por la vía que consideres oportuna (auricular, rectal, a tu gusto) una vez que haya sonado el silbato del árbitro en una de las réplicas del Multiverso El Palo en el que se convierte cada partido del rejunte lejos de Riazor. Porque en este capítulo el disgusto de Alcorcón quedó atenuado ya por la alegría de la victoria en casa ante el Rayo Majadahonda, así que Benjamín y Manuel están animados, esperanzados, como lo podrás estar tú independientemente de lo que suceda este domingo. Tú, oyente, eres Marty McFly. Nosotros somos tu condensador de fluzo. Tu válvula de viaje a un pasado reconfortante donde tienes la garantía de estar de buen humor con tu equipo. ¿Servirá eso para cambiar lo que va a ocurrir esta tarde en la provincia de Cádiz? No, pero sí esperamos que sirva para ofrecerte un poco de perspectiva. Las jornadas pasan, con sus altos y sus bajos, y al Deportivo lo que no podemos exigirle es que no deportivee. Sería ir en contra de su propia naturaleza. Así pues, ¿que perdemos hoy? Aquí tienes el CSMP para negar la realidad. ¿Que ganamos hoy? Pues tienes una victoria del Dépor y un episodio de tu podcast favorito en conserva. Si es que os quejáis de vicio.
Juega Lúcas Pérez y hay una ola en Riazor. ¿Qué es esto? ¿Estamos acaso en la temporada 2 de ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast? ¡Ay, los viejos buenos tiempos! Perlas por doquier, trincheras bombardeándose sin parar, Twitter Dépor con un nivel de toxicidad que ríete tú del accidente de Chernóbil y, esperad, que esto os va a hacer gracia si sois nuevos por aquí, el Deportivo en Primera División. Citando a Paul Rudd en un famoso meme de internet mientras se dispone a tragar una salsa picante que haría llorar a un indio con estómago de amianto: “Hey, look at us, look at us. Who would have thought, eh? Not me!”. ¿Quién lo habría dicho? Por seguir de cita en cita,y tiro porque me toca, vayámonos hasta la discografía de Nacho Vegas: nuevos planes, idénticas estrategias. Y es que este podcast y sus autores son ya tan viejos que, como en todas las historias que en el mundo han sido, ya pueden apreciar esa corriente subyacente que fluye bajo todo los grandes relatos y que de vez en cuando brota y que no es tanto un déjà vu como una constatación de que está todo inventado: el eterno retorno. ¿Va a ser el año nuevo como todos estos años viejos? ¿Seguiremos penando en Comemierda sin que los ecos de la excepcionalidad de El Mejor Club del Mundo™ lleguen a una audiencia mayor (aunque lo de Lucas poniendo dinero de su bolsillo para descender dos divisiones haya resonado en todo el planeta, casi tanto como los sollozos acomplejados de algunos sin vela en el entierro)? ¿Volverán las oscuras golondrinas (vale, última referencia de este texto, prometido)? Benjamín y Manuel no lo saben. Tampoco Miguel y Artabrias lo pueden afirmar. Pero aquí continuamos dispuestos a pensar en que, dentro de ese ciclo de coincidencias, en algún momento la aguja volverá a dar las 12 y comenzará otra nueva era virtuosa para este club y la caterva de trastornados que nos hemos empeñado en que este patrimonio de la humanidad no desaparezca. Que pase 2023, que aquí permanece CSMP dispuesto a recorrer, como diría McCartney (¡uy, vaya, faltaba otra cita, perdón!), el largo y tortuoso camino.
Alguna vez había que intentarlo, perder el miedo y enfrentarse a la gran pregunta. ¿Es ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast causa o consecuencia del declive del Deportivo? Nuestras intenciones siempre fueron las mejores. ¿Nuestros resultados? A ver, os hablamos desde el tercer año consecutivo en categoría comemierda, tampoco es que os tengamos que dibujar un esquema. Así que, aprovechando que las circunstancias eran las propicias (una mudanza de los estudios de grabación y unas vacaciones), decidimos abrir la cortina y dejar que la luz cegadora de la verdad nos friese las pupilas. Y, os vais a reír (o no), pero durante la mayor ausencia de este podcast en seis años, el Deportivo y el deportivismo han ganado una Copa del Mundo de forma vicaria (“de la mano del Scaloni toda la vuelta vamos a dar”) y una Copa España, el séptimo título oficial de la historia del club (entenderéis que a ninguna persona sensata le pueda parecer que merezca la pena esperar por la opinión de precisamente esta Real Federación Española de Fútbol; diga Rubiales misa, que nosotros estamos ya en Cuatro Caminos). Ah, y la Canoa navega con ritmo estable hacia la orilla del ascenso mientras los cruceros vacacionales que tan felices se las prometían comienzan a hacer aguas. Así pues, ¿qué? Pues que queríamos una respuesta y ya la tenemos. Benjamín y Manuel se callan la boca y el Deportivo vuelve a la senda de gloria que le corresponde. Es así, los resultados no mienten. “¿Se puede saber entonces qué hago leyendo esto, desgraciados, saboteadores de esperanzas, mufadores de triunfos?”, estáis diciendo. Ya, ya sabemos. Pero es que veréis: a nosotros nos gusta, aunque no lo parezca, ser cumplidores. ¿Y qué es la Navidad para el deportivismo sin el episodio especial navideño de CSMP? Pues ya os lo decimos nosotros: un roscón sin premio, un abeto sin estrella que lo corone, un pesebre sin niño, un timeline de Twitter sin gente de fútbol. Así que hacemos sonar la campana para que se arrimen Miguel y Artabrias y que no falte de nada: hay cata de turrones, hay canción, hay sorteo de lotería, hay cuento de navidad, hay jolgorio, hay tontería. Hay dos tipos que, ahora que han comprobado que su club sigue siendo ganador y puede llevarse alegrías, han decidido volver para cargar con todas las penas. Paz, amor y Arsenio para todas y todos.
“Que sepas que te escucho”. ¿Cómo puede reaccionar una persona cuando un amigo celtista de sus tiempos mozos al que hace años que no ve, le susurra al oído esas palabras mientras lo abraza fraternalmente, al modo en el que los mafiosos de las películas se demuestran respeto mientras anuncian un condena a muerte, entre beso y beso en la mejilla? ¿Ves, Deportivo, el peso que cargamos a nuestras espaldas por entregarnos a ti en cuerpo, alma y micrófono? Y entonces al podcaster deportivista no le queda otra que sentarse y cavilar sobre la responsabilidad de su tarea, sobre la necesidad autoimpuesta de poner el punto sobre la i del Deportivo, sobre la templanza que se requiere para guardar el billete para la Canoa en el bolsillo mientras se examina la línea de flotación de la nave, no sea que se vaya hundir aunque los grumetes se muestren entusiasmados y sostengan que viajan comodísimos en el nuevo vehículo de la fe blanquiazul. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast es un siamés con el club, va unido irremediablemente a él. O quizás tenemos delirio de grandeza. Puede que seamos realmente una protuberancia más vulgar, un juanete, una verruga, algo que brota del Deportivo y que lo molesta, pero al que cuesta arrancar. Así que no hay quien nos separe. ¿La más pírrica de las victorias a domicilio en Algeciras? Aguantamos. ¿Una eliminación en Copa del Rey que, de tan grandiosa en lo nefasto, bien merecería que fuese grabada en la placa de plata del trofeo que entregan al campeón, al lado del nombre del club vencedor? Ahí nos tenéis también escribiendo en la copa: “Nosotros vimos ascopenar al Dépor frente a un equipo con una camiseta hecha con lonchas de jamón”. ¿El fichaje estrella de la temporada aguanta once partidos antes de confesar que esto es demasiado duro para él? Pasamos por alto la rabia que nos da tal flojera y también resistimos. Piensan Benjamín y Manuel que el que se mueva no sale en la foto. Pero la verdad es que esto pinta más bien a daguerrotipo: se requiere mucha paciencia y no se puede estar muy seguro de que el resultado vaya a ser satisfactorio. Pero aquí nos quedamos, esperando, sabiendo que nos escuchan, ya sea para bien o para mal.
La media herculina: bien, gracias, en casa, y dando ascopena lejos de Riazor. Con la rutina del salary-man japonés, que ve la vida transcurrir en un ciclo eterno de obediencia a la empresa y sus horarios, para quien el primer día es igual que el último día y que todos los días, el deportivista del siglo XXI también ficha fin de semana sí y fin de semana también con la certeza de que no existe el sobresalto, de que todo va a transcurrir como se ha dispuesto que discurra: alegría contenida en el campo propio, sumando lo que se puede sumar; ganas de meterse las manos por la garganta y arrancarse a uno mismo las entrañas ante la performance abúlica de todas las visitas a campo ajeno. Una semana tras otra, un mes tras otro, un año tras otro, una temporada tras otra. Hasta que llegó Óscar Cano y ante un micrófono convirtió el agua en vino, dijo que el blanco era negro y ante el pasmo de la audiencia sostuvo que aquello que el Deportivo se encontró en la Meseta eran gigantes. No estaban la afición y la prensa para comulgar ni con gigantes ni con ruedas de molino, así que se vivió una semana con todos y todas más pendientes de las ruedas de prensa del entrenador que de la próxima alineación. Porque el deportivismo precisa alimento, y cuando no se lo proporciona el fútbol del equipo, sabe bien dónde procurárselo. Se despachó al Sanse según lo esperado, sin alardes, Cano acabó de afinar frente al micrófono y, entonces sí, vuelta a la rutina: coger el metro, fichar, trabajar, volver a casa, dormir y, por supuesto, a esperar un partido decepcionante en Algeciras. Está el Deportivo que necesita que lo sacudan un poco después de que haya vuelto a cambiar para que nada cambie. Aparentemente. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast saca el microscopio, porque con algo hay que llenar tres horas y pico, para intentar localizar esa diferencia infinitesimal que nos permita creer en que realmente estamos en una nueva etapa en esta temporada tan siesa, tan ni fu ni fa. Se habla de turrones, de Halloween, se canta una sintonía de María Teresa Campos, se hacen preguntas sobre el pectoral tatuado de Isi Gómez, se escucha cómo es vivir en un país bajo amenaza de golpe de estado (no, Donato, no, tranquilo, aún no, puedes volver a tu asiento) y se declama una carta bíblica. Las rutinas propias de este podcast, vaya, que tampoco nosotros somos las madres de la invención, que diría Frank Zappa.
“Se denomina Síndrome de miembro fantasma al cuadro de sensaciones, dolor, picor, disestesias, sensación térmica, que sienten algunas personas en un miembro amputado, que persiste pese a no tenerlo”. “Algunas personas”, generaliza un blog médico. En cambio, si estuviésemos leyendo, por ejemplo, el DXT Campeón, ahí diría “Benjamín y Manuel”. ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast, que sostuvo a un muerto en vida en su episodio anterior, se siente extraño ante una grada que el domingo pasado vestía ya de alivio y bailaba sobre la tumba de Borja, aquel muchacho que se hizo hombre en Riazor, que se bautizó en deportivismo cuando dejó que su corazón de secano, castellano, recio, se humedeciese con un llanto blanquiazul en sala de prensa. Borja lloró al fracasar por primera vez en su carrera (el hecho fundacional de cualquier deportivista, al fin y al cabo; todas nuestras glorias han venido precedidas siempre por una hostia terrible) y volvió a llorar al comprender que no le iban a dejar fracasar más con el Deportivo, siendo esto (todos los que estáis leyendo esto lo sabéis) algo mucho mejor que triunfar con cualquier otro club que no sea El Mejor Club del Mundo. Perder con el Dépor siempre superará a ganar con cualquiera. Que se lo digan a Óscar Cano, que ni el GPS del coche puso cuando recibió una llamada desde la Plaza de Pontevedra. Devenido en Michael Knight al volante de Kitt, dejó que la providencia lo guiase hacia su destino: cuentan los augures que este equipo era suyo antes de serlo, que no por casualidad seis de sus favoritos se vestían ya en este vestuario. Cano llegó, vio y venció. Y convenció. Porque vencer es convencer. Pero de esta persona habrá tiempo y tiempo para hablar. Aunque todo suceda tan rápido que no hay podcast que aguante el ritmo, dejadnos aún paladear un poquito la viudedad. “Doctor, nos duele aquí”. “¿Dónde es aquí? Ahí ustedes no tienen nada”. “Aquí, aquí. ¿No hay acaso aquí un entrenador jovencito, un abulense amante de los gatos?”. “Ahí solo hay una cicatriz. Y al lado de la cicatriz, un señor de Granada”. Volvamos al blog médico: “Las siguientes técnicas pueden aliviar el dolor fantasma en algunas personas…”. Ay.
Lo hemos vuelto a hacer. Um, esperad. Leyéndolo de nuevo, quizás ese “vuelto a” sobra. Solo lo sabemos hacer de una manera. No hay otra forma. Si ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast graba, algo sucede en el Deportivo. Somos el aleteo de una mariposa posada sobre el bigote de Antonio Couceiro. Apenas respiramos una brisa sobre nuestro fiel Yeti, y algo se descalabra en la plaza de Pontevedra. Pero este no es un episodio más, no. De cuantos ridículos hayamos perpetrado a lo largo de nuestra trayectoria, quizás ninguno sea del calibre de este. Asistid con sonrojo, aguantad el recochineo, si sois capaces, de escuchar una enfervorecida defensa de la continuidad de Borja Jiménez en el banquillo de El Mejor Club del Mundo (marca registrada), grabada desde un convencimiento en que este Dépor tecnocratizado era otra cosa, una más seria, que, de tan inocente, resulta estúpido y propio de dos mentes infantiles. Benjamín, que a estas horas se está despeñando con la Borjaneta por un terraplén, y Manuel, que por aquello de sostener la poca vergüenza que le queda a este podcast sí se había visto el sainete de Majadahonda y hace lo que puede por avisar de que algo huele a podrido en el banquillo de Riazor, sostienen desde la más absurda de las inopias que esta vez sí, que acaso sea ocasión de tragar veneno y hacer oídos sordos al runrún de los siempre quejosos y a las fuertes evidencias de los partidos y, aunque duela, hacer de tripas corazón y apostar por la calma en medio de la tempestad. Si a otros clubes les ha funcionado, ¿por qué a nosotros no? Pero resulta que, claro, durante esta grabación que, si pegáis la nariz al altavoz sentiréis cómo huele a resesa, no caímos en la cuenta de que el Deportivo no es otros clubes. Y ahí estuvo nuestro error. Sirva pues la exposición sin disimulo de nuestra metedura de pata para expiar el pecado de nuestro ridículo. Por si hace falta subrayarlo: el Deportivo despidió a su entrenador apenas 12 horas después de que este episodio se terminase de grabar. A Miguel, la viudedad borjiana no le deja arrestos siquiera para darle un golpe de actualidad a este capítulo, pero al menos Artabrias pone un broche de sensatez que, escuchándolo con atención, suena a suspiro resignado. El banquillo de Schrödinger: en este podcast, Borja es y no es ya entrenador del Deportivo. Si esto no es magia, que venga Juan Tamariz y lo desmienta.
La guerra a las puertas, la inflación galopante, la crisis del gas, el ascenso de la ultraderecha, el desalentador inicio de campaña del Deportivo… No está el mundo como para echar más leña al fuego. Conscientes de su enorme influencia, Benjamín y Manuel, decidieron no contribuir a atizar la caldera y guardaron silencio durante tres semanas, dejando que los acontecimientos se sucediesen de una manera natural. Hemos dado tiempo a que se celebren las exequias de la reina de Inglaterra, a que Tamara Falcó abra los ojos, y a que entre el otoño. Y, ahora sí, ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast desciende de su atalaya, desde donde ha contemplado en silencio y con respeto, el devenir de El Mejor Club del Mundo en estas primeras jornadas, dispuesto a dictar sentencia. Y lo que nos sale es decir: “Tranquilísimos”. Porque procuramos ser gente de palabra (¿de fútbol? Uy, no, para eso nos falta mucho palillo en la boca), así que nos atenemos a nuestro compromiso: el calderito de la ilusión, a resguardo; las expectativas, contenidas; ante el cabreo, empatía; la esperanza, dispuesta a ser defraudada. Nada hay en estos 11 puntos de 15 que nos asuste: ¿El juego pobre? ¿La defensa frágil y los delanteros obtusos? ¿Los bodrios fuera de casa? ¿Los rivales menudos que se suben a las barbas en Riazor? Check, check, check y check. Todo eso ya lo hemos visto ayer, hoy y (casi) siempre. Parece que como unos culoveoculoquiero cualesquiera se haya decidido en alguna parte (a nosotros no nos miréis), que el Deportivo tendría que haber sido el Córdoba en estas cinco jornadas. La cuestión es: ¿qué deportivista en su sano juicio querría que el Deportivo no fuese otra cosa que el Deportivo? ¿Quién puede preferir ganarlo todo arrasando (por ahora) en lugar de ser parte de El Mejor Club del Mundo (una vez más, con sentimiento)? Ninguno de los que asoman por este episodio, que somos los de siempre y otros cuantos que hasta nos han obligado a reabrir el Rincón del Prima, hacer doble sesión musical, y muchas otras cosas. Es todo tan extraordinario que, haciendo mejor arranque de temporada que en el curso pasado, el ambiente dice que el entrenador podría (o debería) perder el puesto con tan solo perder un partido (o sin ni siquiera perderlo). ¿Histéricos nosotros? Ja. Ja. Ja. Y luego aún tenemos que justificar por qué un episodio de esto tiene que durar cuatro horas.
“Al final las obras quedan, las gentes se van. Otros que vienen las continuarán. La vida sigue igual”. Pues aquí estamos otra vez. Porque resulta que en el Deportivo hay gente que se va, y muy a disgusto, por lo que parece; hay otros que vienen; pero los que nunca se van, los que ven la obra perpetuamente inacabada y se empeñan en continuarla, los sísifos que levantan la roca una y otra, una y otra vez, de esta condena llamada Deportivo, se llaman ¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast. Y, mirad, con la mano en el corazón, ya bastante ardua es la tarea de sostener la cordura de todo el deportivismo que se enfrenta a este monstruo para la razón llamado Real Club Deportivo a costa de perder la cordura propia, como para tener que inventar fórmulas que, año tras año se demuestra que no rompen el sortilegio. Así que Benjamín y Manuel han asumido que, como ya decía el mantra de Julio Iglesias, la vida sigue igual y no hay por qué empeñarse en cambiarla. Nosotros vamos a hacer lo mismo de siempre, que bastante hemos bailado ya al son de los ritmos impredecibles de este club. Y ahora, por favor, que el que se mueva de una vez, el que ponga algo de su parte, sea el Dépor. Por favor. Sabemos que Miguel y Artabrias estarán de acuerdo con nosotros. Este podcast, que ya es más vuestro que nuestro, entra en la temporada siete de su ya larga vida sobre raíles, abandonado en brazos de lo que su club disponga, entregado a la ley del mínimo esfuerzo. ¿Sabéis la pegatina esa que llevan algunos coches americanos? “God is my co-pilot”. Pues eso, ponemos el pie y el micrófono en un nuevo curso con una mano sobre el corazón y la otra sobre los ojos, tapándonos la vista. Deportivo, tú guías, tú dispones. Nosotros y otros 20.000, solo somos pasajeros.
Un episodio más y, por tanto, un día más cerca de la tesis doctoral que vendrá a justificar nuestra existencia: “¡Cuánto sufrimos, Martín! Podcast: una aproximación ontológica a la renovación de los formatos audiovisuales desde la fenomenología del absurdo”. Deadline Day o, en román paladino, Cierre de Feirón. Medios de comunicación de todo el mundo ofrecen cobertura en directo e instantánea sobre los traspasos tardíos del mercado de fichajes de fútbol. Periodistas y entertainers reaccionan en vivo a ojos y oídos de todo el mundo para gozo de sus fieles porque, esto es ya cosa sabida, hace tiempo que el aficionado al fútbol disfruta más del juego cuando no se juega. El deportivismo tiene un máster en la materia: lleva años alimentándose de posibilidades y ensoñaciones porque la realidad deportiva es demasiado amarga como para conformarse con ella. A lo que íbamos. Benjamín y Manuel se vuelven de nuevo a quemar las manos sosteniendo la antorcha para iluminar caminos por donde puedan avanzar aquellos que siguen aún palpando paredes del laberinto en la oscuridad. No elegimos esta misión de pioneros, pero parece que nos ha sido encomendada. Así que ahí vamos otra vez: hoy os presentamos el único “reaccionando al mercado de fichajes” hecho en directo a propósito para ser consumido en diferido. ¿Tiene algún tipo de sentido? Quizás. Vosotros ya sabéis quién es Pablo Martínez. Nosotros no tenemos ni idea. A vosotros ya se os apagó la fiebre por Lucas Pérez. Nosotros aún creemos en su fichaje. El tiempo se pliega sobre sí mismo, no se distingue qué es presente y qué es pasado. Y es justo que sea así, porque este es un formato venido del futuro. Escuchad como hasta Miguel y Artabrias retuercen las posibilidades del medio. En fin, ya lo sabéis: este podcast tiene por norma ser irremediablemente caduco y, es precisamente por eso, que es perpetuamente perenne. Así se cierra El Verano del Tobillo de Trilli y la temporada seis de este invento. Ojalá la séptima sea la de la buena suerte.