El conocimiento científico crece gracias a la labor de miles de personas que se esfuerzan por encontrar respuestas a los enigmas que plantea la Naturaleza. En cada programa un científico conversa con Angel Rodríguez Lozano y abre para nosotros las puertas de un campo del conocimiento.
Cuando pensamos en drones operados a distancia, en ordenadores capaces de realizar cálculos increíbles, en máquinas que imitan el pensamiento humano y toman decisiones por sí solas, o en catamaranes que navegan con seguridad por mares y océanos, tendemos a creer que se trata de inventos modernos. Sin embargo, las ideas que dieron origen a estos artilugios —y a muchos otros— ya vieron la luz a finales del siglo XIX y principios del XX gracias a una persona tan genial como desconocida: Leonardo Torres Quevedo, un pionero en matemáticas, aeronáutica, telecomunicaciones y automática, que desplegó su portentosa imaginación hasta el punto de ser considerado “el más prodigioso inventor de su tiempo”. Hoy, el matemático y profesor de Historia de la Ciencia Francisco A. González Redondo nos cuenta su historia en Hablando con Científicos..
Los simpáticos y pequeños perezosos que hoy se cuelgan de las ramas de los árboles tropicales, moviéndose con extrema lentitud, tienen una historia evolutiva fascinante que incluye bestias enormes, capaces de pesar hasta 4 toneladas. Hace miles de años, los perezosos gigantes recorrían con paso tranquilo pero firme las llanuras y bosques de Sudamérica. Hoy solo sobreviven dos especies, pequeñas y completamente adaptadas a la vida en los árboles. ¿Qué ocurrió con sus parientes gigantes? ¿Cómo y por qué desaparecieron? Estas son algunas de las preguntas que intentan responder Alberto Boscaini y Juan López Cantalapiedra, dos de los científicos que firman un reciente artículo en la revista Science.
Nuestra vida cotidiana depende de herramientas: desde el móvil hasta una simple cuchara. Pero dependencia tal vez comenzó hace 6 u 8 millones de años, cuando la línea evolutiva de los humanos se separó de la de los chimpancés. No tenemos restos arqueológicos de aquellas primeras herramientas, pero los chimpancés actuales nos ofrecen pistas valiosas, porque, en su forma de elegir, modificar y usar objetos, podemos imaginar cómo pudieron ser aquellas primeras tecnologías. Hoy tenemos el placer de conversar con la doctora Alejandra Pascual-Garrido, investigadora del comportamiento de los primates y autora de un reciente estudio, publicado en iScience, que explora cómo los chimpancés salvajes seleccionan y fabrican herramientas. Su investigación revela un nivel sorprendente de comprensión técnica en estos animales y nos invita a repensar lo que sabemos sobre el origen de la tecnología y la cultura en nuestros propios antepasados.
Hoy nos vamos al rincón más austral del planeta, donde el hielo, los volcanes y los pingüinos comparten un entorno tan increíble como delicado: la Isla Decepción, un volcán activo en pleno océano Austral. Allí se encuentra la Base Antártica Española Gabriel de Castilla, a la que llegó un grupo de científicos que participan en un proyecto con un nombre bastante peculiar: DICHOSO. Entre ellos está nuestro invitado de hoy en Hablando con Científicos, el investigador Manuel Díez Minguito, que ha formado parte de una expedición equipada con lo último en tecnología: mareógrafos, correntímetros, drones… todo para recoger datos y entender cómo fenómenos naturales —como el deshielo o la actividad volcánica— y los impactos provocados por el ser humano están afectando los ciclos del carbono y los nutrientes en uno de los océanos más fríos y extremos del planeta.
¿Qué puede llevar a una persona con recursos suficientes a robar algo que no necesita y exponerse al riesgo de ser descubierta, con la tensión y vergüenza que ello implica? Hablamos de cleptomanía, un trastorno psicológico poco estudiado, caracterizado por la incapacidad de resistir el impulso de robar objetos que tienen poco valor para su uso personal o económico. Aunque puede parecer un problema sencillo, la investigadora Lucero Munguía, nuestra invitada hoy en Hablando con Científicos, y su equipo han llevado a cabo el estudio de un grupo de 150 mujeres como problemas de cleptomanía y ha comprobado que esas personas sufren un trastorno mucho más complejo, situado entre la impulsividad y la compulsividad. Además, los tratamientos tradicionales no siempre funcionan: las recaídas y abandonos son frecuentes. ¿La clave? Entender que no es simplemente “querer robar”, sino una manera que esas personas de regular lo que sienten por dentro.
Cuando decimos que “somos polvo de estrellas”, no es una metáfora: es una realidad. Los átomos que forman nuestro cuerpo y todo lo que nos rodea se originaron en distintos procesos cósmicos a lo largo de miles de millones de años. Tras el Big Bang, el universo produjo hidrógeno, helio y trazas de litio. Más tarde, en el núcleo de las estrellas, la fusión nuclear generó elementos más pesados como el carbono y el oxígeno. Al morir, algunas estrellas explotaron en supernovas, formando elementos aún más pesados como el oro o el uranio. Otros se forjaron en colisiones de estrellas de neutrones, eventos extremos que también enriquecen el cosmos. Hoy, incluso somos capaces de crear elementos artificiales en laboratorios. Esta historia fascinante es la que cuentan Enrique Nácher González y Sergio Pastor Carpi, investigadores del IFIC (CSIC – UV), en su libro “La formación de los elementos químicos”.
Hace entre 6 y 7 millones de años, humanos y chimpancés compartieron un ancestro común. Desde entonces, ambos evolucionaron por caminos distintos, adaptándose a sus respectivos entornos. Un estudio internacional, en el que participó Aida Andrés, investigadora del University College of London y nuestra invitada en Hablando con Científicos, analizó el ADN de chimpancés salvajes extraído de muestras fecales de poblaciones repartidas en distintos hábitats africanos, como selvas densas o zonas abiertas y más áridas cercanas a la sabana. Los resultados revelaron la existencia de adaptaciones genéticas locales, especialmente frente a enfermedades como la malaria. Estas diferencias muestran cómo los genes cambian según el ambiente. Los hallazgos contribuyen a entender tanto la evolución de los chimpancés como la del ser humano.
El alcohol ha acompañado a la humanidad desde hace miles de años. Sin embargo, sabemos que es una sustancia tóxica que afecta, entre otros órganos, al hígado y al cerebro. Pero, ¿te has preguntado qué le hace realmente al cerebro si eres un adolescente, o si afecta por igual a los hombre y a las mujeres? La tesis doctoral defendida por Milagros Galán Llario, nuestra invitada en Hablando con Científicos, aborda de lleno esta cuestión y ofrece datos sorprendentes. Su estudio no solo muestra cómo el alcohol puede dañar más al cerebro adolescente en comparación con el de una persona adulta, sino que también revela diferencias notables entre machos y hembras. Para llegar a estas conclusiones, Milagros Galán ha llevado a cabo una serie de experimentos con animales de laboratorio que evidencian el efecto protector de una molécula que, administrada en determinadas circunstancias, podría ayudar a proteger el cerebro frente a algunos de los efectos nocivos del alcohol.
La historia de las aves terrestres extintas está llena de criaturas de todos los tamaños, muchas de ellas auténticos gigantes, como los colosales moas de Nueva Zelanda o el ave elefante de Madagascar. Aunque hoy han desaparecido, sus restos fósiles nos revelan que pertenecieron a aves incapaces de volar, que podían superar los tres metros de altura y ponían huevos de hasta 30 centímetros, mucho más grandes que los de un avestruz. Antonio Monclova, nuestro invitado en Hablando con Científicos, nos propone en su libro Historia de las aves terrestres extintas un viaje apasionante a través del tiempo, desde los orígenes de las aves en plena era de los dinosaurios hasta la desaparición de algunas de las especies más sorprendentes que hayan existido.
Hace entre 1,1 y 1,4 millones de años, un homínido del que no se tenía noticia hasta ahora vivió en el oeste de Europa. No sabíamos nada sobre él hasta que, en el yacimiento de la Sima del Elefante, en la Sierra de Atapuerca (norte de España), aparecieron sus primeros restos: primero fue un trozo de mandíbula, luego una falange, y más recientemente, una parte más grande del lado izquierdo de la cara. Antes de este descubrimiento, en otro yacimiento cercano llamado la Gran Dolina, los paleoantropólogos habían encontrado restos del Homo antecessor, que vivió hace unos 850.000 años. Pero este nuevo homínido es aún más antiguo, y todo apunta a que se trata de una especie diferente. De momento, se le ha dado el nombre provisional de Homo affinis erectus. El hallazgo ha sido publicado en la revista Nature, en un artículo encabezado por Rosa Huguet, nuestra invitada hoy en Hablando con Científicos.
Hoy es un programa especial porque se basa en una conversación que mantuve hace tiempo con una de las personas más destacadas de la comunidad científica española en el campo de la Química: Don José Elguero Bertolini, profeser de investigación del CSIC. En un compendio de artículos agrupados en un libro que se titulaba “La Ciencia en tus manos”, José Elguero escribía lo siguiente: “La imaginación de los químicos, unida a la naturaleza combinatoria de su disciplina, conducirá a la explosión de moléculas fascinantes. Cada vez que surge una molécula original, sus combinaciones son exploradas buscando las más bellas, las más dramáticas. En la elección de cómo y de qué manera combinar los fragmentos se distinguen los grandes químicos de los otros.”
El agua dulce de los ríos llega cargada de nutrientes a mares y océanos, proporcionando a las plantas y animales marinos el alimento necesario para vivir. Los primeros en beneficiarse son los organismos más pequeños, conocidos como fitoplancton, que está formado por plantas microscópicas y algas que flotan en la superficie del agua. Estos diminutos seres constituyen la base de la cadena trófica, alimentando a pequeños animales marinos, que a su vez son consumidos por depredadores más grandes, como peces, aves marinas e incluso ballenas. Cuando el aporte de agua dulce se ve alterado, la vida marina se resiente. Un estudio liderado por Diego Macías y sus colegas del Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea analiza las consecuencias que escasez de agua dulce, debidas al cambio climático y al uso humano de los recursos hídricos, puede tener sobre la vida marina y los recursos pesqueros del Mediterráneo.
La historia de la ciencia está llena de descubrimientos asombrosos, muchos de los cuales han sido el resultado de la casualidad. Mireia Ortega, nuestra invitada en Hablando con Científicos y autora del libro La Ciencia y el Azar, nos sumerge en un fascinante recorrido por algunos de los hallazgos científicos que se produjeron, al menos en parte, gracias a acontecimientos inesperados. El fósforo blanco, los rayos infrarrojos, la anestesia, la penicilina, las microondas o la viagra son algunos de los hallazgos en los que, a través de anécdotas bien documentadas y explicaciones accesibles, Mireia nos muestra cómo la serendipia – es decir, esos hechos felices que ocurren fruto de la casualidad – ha jugado un papel crucial en el avance del conocimiento.
La mayoría de nosotros ha visto alguna vez una rana y, con suerte, ha observado en alguna charca a sus crías: diminutos renacuajos que nadan agitando sus largas colas. Y, si ha logrado observar su evolución, habrá visto como poco a poco, los renacuajos van cambiando, primero aparecen unas pequeñas protuberancias a los lados que se van convirtiendo patas al mismo tiempo que su cola se acorta. Cuando la metamorfosis completa su ciclo, surge una nueva rana, sin cola, preparada para crecer, aparearse y tener más renacuajos. Aunque este es el ciclo reproductivo típico de muchos anfibios, la realidad es que existe una enorme variedad estrategias reproductivas en este grupo, y la naturaleza siempre tiene formas sorprendentes de adaptarse. Este es el caso que nos presenta hoy Marta Miñarro, investigadora predoctoral en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC). Ella ha descubierto un nuevo método de reproducción en una rana endémica de Filipinas.
La Meseta Antártica es uno de los entornos más extremos de la Tierra, con temperaturas que pueden descender hasta -89°C, vientos huracanados y una sequedad comparable a la de los desiertos más áridos. A pesar de estas condiciones hostiles, algunos microorganismos han desarrollado estrategias para sobrevivir en el hielo, adaptándose a la falta de luz y nutrientes. Este ambiente es análogo a los de Marte y lunas heladas como Europa (Júpiter) o Encélado (Saturno), donde el frío, la radiación y la falta de una atmósfera densa dificultan la existencia de vida. Por ello, la Meseta Antártica es un laboratorio natural que ayuda a los científicos a entender cómo la vida podría persistir más allá de la Tierra. Un equipo del Centro de Astrobiología, liderado por Víctor Parro, nuestro invitado en Hablando con Científicos, ha recorrido 2.578 km por la Meseta Antártica con un laboratorio móvil montado sobre un trineo impulsado por el viento, analizando restos de vida microbiana con la mirada puesta en la búsqueda de vida en otros mundos.
Las corrientes de chorro son bandas de viento de alta velocidad que fluyen en la atmósfera entre capas más lentas. En el caso del Atlántico Norte, la corriente de chorro suele situarse entre los 8 y 12 kilómetros de altitud, donde el aire fluye de oeste a este a velocidades medias de 110 a 250 km/h, aunque en invierno puede alcanzar hasta 400 km/h en eventos extremos. Este “río de aire”, que suele tener varios cientos de kilómetros de anchura, es fundamental porque influye en la trayectoria de las tormentas y en la distribución de temperaturas en América del Norte y Europa. Marina García-Burgos, nuestra invitada en Hablando con Científicos, ha estudiado con simulaciones climáticas cómo cambiará la corriente de chorro del Atlantico Norte bajo la influencia del cambio climático y revela que, a principios del invierno, la corriente de chorro tiende a desplazarse hacia los polos, mientras que, a finales del invierno, se observa una migración hacia el ecuador. Estos cambios pueden influir en la secuencia de periodos húmedos y secos, así como en la intensidad de las tormentas en Europa y América del Norte.
En mi estudio disfruto de una temperatura agradable gracias a un sistema que extrae calor del exterior y lo inyecta en el interior, desafiando el flujo natural del calor. De manera similar, los frigoríficos expulsan calor desde el interior al exterior para mantener los alimentos fríos, usando gases especiales que, aunque efectivos, contribuyen al efecto invernadero. Una alternativa innovadora son los cristales plásticos iónicos, materiales sólidos y flexibles con propiedades térmicas únicas. Estos podrían revolucionar la refrigeración al ser más sostenibles y eficientes. Josep-Lluís Tamarit y su equipo en la Universidad Politécnica de Cataluña investigan estos materiales como una alternativa prometedora y sostenible para sistemas de enfriamiento. Os invitamos a escucharlo.
Hoy tenemos doble celebración: por un lado, alcanzamos el programa número 500 de Hablando con Científicos, y por otro, conmemoramos los 10 años de un ambicioso programa de investigación que ha permitido observar con el Telescopio Espacial Hubble a los planetas gigantes del Sistema Solar. Si las 500 entrevistas publicadas en Hablando con Científicos nos han llevado a explorar los más variados y sorprendentes mundos de la ciencia gracias a sus protagonistas, hoy nos embarcamos en un fascinante recorrido por Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, guiados por las imágenes obtenidas por el Telescopio Espacial Hubble durante la década de actividad del programa OPAL. En este viaje especial, nos acompaña un guía experto: el investigador de las atmósferas de los gigantes gaseosos y profesor del New Mexico Tech, Raúl Morales Juberías.
En el Mar Mediterráneo, las praderas submarinas, especialmente la especie Posidonia oceanica, son fundamentales para proteger las costas y el medio ambiente. Estas plantas marinas, que forman densos “bosques” bajo el agua, cumplen múltiples funciones esenciales. Actúan como un escudo natural que reduce la fuerza de las olas, protegiendo las playas de la erosión y mitigando el impacto de tormentas. Un trabajo de investigación firmado por Miguel Agulles, nuestro invitado en Hablando con Científicos, revela que, si las praderas submarinas del Mediterráneo desaparecieran, el impacto de las olas durante los eventos extremos sobre la costa se duplicaría al desaparecer el efecto protector que ahora poseen.
Los chimpancés, nuestros parientes más cercanos en el árbol evolutivo, siguen sorprendiendo con sus habilidades cognitivas. Un estudio realizado en la Estación Biológica Dindefelo, Senegal, ha revelado un comportamiento fascinante de los chimpancés cuando cazan hormigas guerreras para alimentarse. Las hormigas guerreras son insectos sociales que construyen nidos bajo tierra, ocultos entre rocas, raíces y hojas caídas. En el hábitat de sabana de Dindefelo, estos nidos son escasos y difíciles de encontrar, lo que obliga a los chimpancés a utilizar la memoria espacial y episódica, junto a herramientas elaboradas con ramitas que insertan en los nidos para extraer a los insectos. La investigación demuestra que los chimpancés no solo son capaces de recordar la ubicación de los nidos de hormigas guerreras ocultos, sino que también regresan a ellos a lo largo de varios años. El estudio ha sido publicado en la revista Communications Biology y el primer autor es Andreu Sánchez Megías, estudiante de doctorado de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona e investigador en el Instituto Jane Goodall España en Senegal.
Imaginemos un viaje por el espacio interestelar, observando las estrellas como enormes fábricas donde se forjan los elementos químicos que componen toda la materia que conocemos. Desde el comienzo de Universo, las fraguas estelares han ido convirtiendo los átomos más pequeños, hidrógeno y helio fundamentalmente, en átomos cada vez más pesados. Y no solamente se han limitado a crearlos, además los han ido diseminando por todo el Cosmos. Así, poco a poco, el Universo se fue enriqueciendo de carbono, oxígeno, nitrógeno, hierro y toda la variedad de átomos que ahora nos forman a nosotros y a nuestro pequeño mundo habitado. Cada átomo tiene su propia historia que investigadores como Adriá Casanovas, nuestro invitado en Hablando con Científicos, se esfuerzan en descubrir. Adriá se ha centrado en estudiar cómo se creó un átomo muy pesado y especial cuya formación ha intrigado a los científicos desde hace tiempo: el Plomo 204, un tipo de átomo clave para comprender el origen y evolución de nuestra galaxia y el Sistema Solar.
Cuando hablamos de emociones pensamos en sentimientos como la alegría, la tristeza, el miedo, el amor o la envidia, por mencionar algunas de las más comunes. Para muchos de nosotros son sentimientos típicamente humanos, aunque la ciencia nos está demostrando que también forman parte de la vida de muchos otros animales como perros o delfines, por ejemplo. En un mundo en el que la inteligencia artificial (IA) está cobrando cada día más protagonismo, muchos se preguntan: Ya que la IA puede resolver ecuaciones, crear imágenes inéditas, escribir relatos originales, generar música o mantener conversaciones más o menos inteligentes con los humanos, ¿puede aprender a tener o sentir emociones? El investigador Alberto Hernández, nuestro invitado en Hablando con Científicos, propone, en un artículo publicado en Scientific reports, un marco genérico de autoaprendizaje emocional para máquinas. Os invitamos a escucharlo.
Aunque Marte es conocido por su superficie desértica y árida, su atmósfera alberga fenómenos sorprendentes, como la formación de nubes. Estas nubes, similares a los cirros terrestres, tienen una textura tenue y un brillo característico al reflejar la luz solar, incluso llegan a generar fenómenos de halo. El estudio de las nubes marcianas, gracias a misiones como el rover Perseverance y su instrumento MEDA, ha revelado datos inesperados. Uno de los hallazgos más destacados es la variación en la abundancia de hielo de agua en la mesosfera marciana durante el solsticio de verano, a altitudes superiores a los 35-40 km. Estas variaciones están asociadas con el calentamiento de la atmósfera durante el periodo estival. Hoy exploramos estos fascinantes descubrimientos con Daniel Toledo, investigador del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA) y miembro del equipo científico de la misión Mars 2020, quien nos ayudará a comprender cómo estas observaciones contribuyen a desentrañar los secretos del agua en el clima marciano.
Los cetáceos son animales sorprendentes en muchos sentidos. Algunos, como las ballenas, tienen un tamaño enorme, tan grande que se han ganado el sobrenombre de “gigantes del mar”. Otros, como los delfines y las orcas, destacan por su inteligencia y su capacidad para desarrollar soluciones únicas a problemas complejos. Además, hay cetáceos que se comunican mediante un lenguaje sofisticado, con el que transmiten cultura y enseñanzas de generación en generación, de forma similar a los seres humanos. Aunque puedan parecer peces, en realidad son mamíferos. Respiran aire, tienen sangre caliente y cuidan a sus crías alimentándolas con leche materna. Pero sus habilidades van mucho más allá, como podemos aprender en el libro Historia de las ballenas y otros cetáceos, cuya autora, Ana J. Cáceres, es nuestra invitada en Hablando con Científicos.
Los microorganismos son los ingenieros invisibles que habitan en cada rincón del planeta, en una cantidad y diversidad inimaginables. Se estima que existen más de un billón de especies distintas, y el número total de individuos es tan grande que requeriríamos un número con 30 ceros para expresarlo. La inmensa mayoría de estas especies aún son desconocidas para la ciencia, lo que garantiza trabajo para los microbiólogos durante muchos años. Olga Sánchez, nuestra invitada en Hablando con Científicos, es catedrática en la Universidad Autónoma de Barcelona y ha publicado recientemente un artículo sobre estos fascinantes microorganismos, incluidos los que habitan en las profundidades del océano. Hoy nos habla sobre estos minúsculos habitantes, tanto marinos como terrestres, la mayoría de los cuales viven aportando beneficios a otros seres vivos, incluidos los humanos.
Todos esperamos que un terremoto haga vibrar el suelo bajo nuestros pies; es algo normal, y para medir ese movimiento existen los sismómetros. Sin embargo, estos aparatos detectan muchas otras vibraciones que no tienen nada que ver con movimientos sísmicos: la traca final de las fiestas del pueblo, la euforia de la afición local cuando su equipo marca un gol, los saltos de la multitud en un concierto, el paso de un camión de gran tonelaje, etc. Estos son pequeños movimientos del terreno que se suman a muchos otros, como los generados por las olas del océano, la lluvia, el viento y otros fenómenos naturales. Así, junto a las ondas generadas durante un terremoto, los sismómetros detectan muchas otras vibraciones en forma de un ruido de fondo difícil de interpretar: el ruido sísmico. Hasta hace poco, el ruido sísmico se descartaba en los estudios por considerarse una señal inoportuna, pero ahora, gracias a investigaciones como las de Jordi Díaz, nuestro invitado en Hablando con Científicos, se ha convertido en una fuente de información muy interesante.
Lo que somos está contenido en nuestro ADN, una inmensa biblioteca distribuida en 23 pares de “salas”, nuestros cromosomas, donde las instrucciones se escriben con un alfabeto de solo cuatro letras. En el ADN hay más de 6.000 millones de estas letras. La información se copia en cada célula desde el embrión, en un proceso que no está exento de errores. Normalmente, estos errores no tienen consecuencias, pero en muy raras ocasiones, el cambio de una sola letra puede tener efectos dramáticos. Ese es el caso de la progeria, una enfermedad genética extremadamente rara que provoca un envejecimiento prematuro. En el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, Ignacio Benedicto Español y su equipo buscan nuevas vías para tratar esta enfermedad.
Los íberos, una civilización que habitó las regiones costeras orientales y meridionales de la península Ibérica durante la Edad del Hierro (siglos VIII-I a.C.), solían incinerar a sus muertos y enterrar las cenizas en necrópolis. Pero no actuaban así con los recién nacidos. En varias excavaciones se han encontrado restos de bebés enterrados sin incinerar en el interior de las viviendas. ¿Qué sucedió con estos niños? ¿Tuvieron una muerte natural o fueron sacrificados siguiendo algún ritual macabro? La respuesta a este enigma se encuentra en un estudio publicado en Journal of Archaeological Science, cuya autora principal es la estudiante de doctorado Ani Martirosyan, nuestra invitada en Hablando con Científicos.
Venus, nuestro planeta vecino y el segundo en orden de distancia al Sol, ha sido objeto de fascinación para los seres humanos debido a su brillo y movimiento en el firmamento. Aunque similar a la Tierra en cuanto a tamaño, las condiciones en Venus son extremas: su atmósfera densa y rica en dióxido de carbono genera un efecto invernadero descontrolado, con temperaturas superficiales que superan los 450 °C y una presión atmosférica aplastante. A pesar de estos desafíos, numerosas misiones espaciales han intentado desentrañar sus misterios. Ahora, la Agencia Espacial Europea (ESA) se prepara para su próxima misión: EnVision. Una de las personas involucradas en la misión es Gabriella Gilli, investigadora del Instituto de Astrofísica de Andalucía, quien hoy nos acompaña en Hablando con Científicos.
La visión de nuestra galaxia ha cambiado radicalmente desde que en 1995 se descubrió el primer planeta orbitando alrededor de una estrella distinta al Sol. Desde entonces, el número de exoplanetas descubiertos crece a tal ritmo que la posibilidad de encontrar alguno semejante a la Tierra, y con alguna forma de vida, ha dejado de ser una idea descabellada. ¿Por dónde empezar la búsqueda? Parece lógico pensar que debería comenzar por las estrellas situadas más cerca del Sol. En 2016, se descubrió un planeta del tamaño de la Tierra, situado en la zona habitable, alrededor de Próxima Centauri, la estrella más cercana a nosotros. Ahora le toca el turno a la siguiente: la estrella de Barnard, situada a tan solo 6 años luz del Sol. Un artículo publicado en Astronomy & Astrophysics, cuyo primer autor es Jonay I. González Hernández, investigador del IAC, revela la existencia de un exoplaneta con un tamaño tres veces superior al de Marte alrededor de la estrella de Barnard, además de la posible presencia de otros tres candidatos más.
En los confines del universo, cuando éste apenas estaba en su más tierna infancia, una galaxia ha llamado la atención de los científicos. Se conoce como GS-10578, aunque entre el grupo que la estudia es más conocida como “la galaxia de Pablo”, en honor a la persona que lleva años investigándola, Pablo G. Pérez González, investigador del Centro de Astrobiología (CAB) y nuestro invitado en Hablando con Científicos. Se trata de una galaxia poco corriente porque la mayoría de sus más de 200 mil millones de soles se formaron muy temprano en la historia del universo y pronto dejó de crear nuevas estrellas, un signo inequívoco de vejez. Utilizando los datos obtenidos por el telescopio James Webb, Pablo G. Pérez González y un grupo internacional de investigadores han detectado que el agujero negro supermasivo que hay en el centro galáctico está expulsando el gas y el polvo, privando a la galaxia del “alimento” necesario para la formación de nuevas estrellas.
La mayor extinción de la historia sucedió hace 252 millones de años, cuando la Tierra era muy diferente a como la conocemos hoy, con un inmenso continente solitario y un extenso océano a su alrededor. Los científicos la llaman la extinción masiva del Pérmico-Triásico, pero también la conocen como “La Gran Mortandad”, porque casi todas las criaturas que vivían en aquel momento desaparecieron. ¿Cuál fue la causa de tal desastre para la vida? ¿Cómo los hemos descubierto? ¿Qué nos enseña de cara al futuro? José López Gómez, científico del CSIC responde a estas preguntas en un libro titulado “La vida al borde del abismo”, cuyo contenido comenta hoy con nosotros en este nuevo capítulo de Hablando con Científicos.
Posiblemente no hayas oído hablar, hasta ahora, de que muchas plantas tienen capacidad para elevar su temperatura por encima del ambiente. Esa capacidad para generar calor se denomina termogénesis, un fenómeno fascinante que ha jugado un papel crucial en la evolución de la polinización por insectos. Un estudio publicado en Nature Plants y firmado en primer lugar por David Peris, nuestro invitado en Hablando con Científicos, ha examinado las características de las plantas termogénicas actuales y las ha comparado con los linajes de plantas fósiles. El resultado indica que la capacidad para generar calor en algunas plantas es un fenómeno que se remonta 200 millones de años atrás, mucho antes de que tuviera lugar la aparición de las primeras plantas con flores.
Posiblemente no hayas oído hablar, hasta ahora, de que muchas plantas tienen capacidad para elevar su temperatura por encima del ambiente. Esa capacidad para generar calor se denomina termogénesis, un fenómeno fascinante que ha jugado un papel crucial en la evolución de la polinización por insectos. Un estudio publicado en Nature Plants y firmado en primer lugar por David Peris, nuestro invitado en Hablando con Científicos, ha examinado las características de las plantas termogénicas actuales y las ha comparado con los linajes de plantas fósiles. El resultado indica que la capacidad para generar calor en algunas plantas es un fenómeno que se remonta 200 millones de años atrás, mucho antes de que tuviera lugar la aparición de las primeras plantas con flores.
Cerca de Antequera existe un monumento que rivaliza con las construcciones megalíticas más emblemáticas del mundo: el Dolmen de Menga. Mientras que las piedras más grandes utilizadas en la Gran Pirámide de Egipto alcanzan las 70 toneladas, y las de Stonehenge llegan a 40 toneladas, los pobladores neolíticos del sur de la península ibérica, mil años antes, colocaron una enorme losa de 150 toneladas que forma el techo de la cámara principal del Dolmen de Menga. ¿Os podéis imaginar el volumen de conocimiento y la capacidad técnica de las personas que diseñaron, esculpieron, transportaron y colocaron semejante roca hace entre 5800 y 5600 años? Un artículo publicado en Science Advances, cuyo primer autor es José Antonio Lozano Rodríguez, nuestro invitado en Hablando con Científicos, propone una interpretación completamente innovadora de cómo se construyó este monumento colosal.
Es impresionante pensar que unas pocas y frágiles mariposas, descubiertas en una playa de la Guayana Francesa, permitieron desvelar que habían llegado hasta allí después de un viaje de al menos 4,200 km desde África, volando sobre las aguas del océano Atlántico. Y es posible que la distancia recorrida fuera aún mayor, teniendo en cuenta que estos insectos inician su larga migración en Europa, cruzan el Mediterráneo y sobrevuelan el Sahara, en un viaje de al menos 7,000 km. Esta increíble odisea fue realizada por la mariposa ‘dama pintada’ (Vanessa cardui), también conocida como ‘mariposa cardera’. Pero no menos sorprendente, quizás, es descubrir cómo un equipo de investigadores, liderado por Gerard Talavera, nuestro invitado en Hablando con Científicos, logró, tras diez años de estudio, desentrañar el extraordinario viaje realizado por estas pocas mariposas encontradas en la Guayana Francesa.
Imagina que tu vida tuviera un largo periodo de desarrollo, en el que, una vez nacido, experimentarías un crecimiento tan lento que tu infancia que durara 70 años. Una vez completado este proceso, la pubertad transcurriría en solo unos pocos días, antes de que emergieras con un cuerpo de adulto para vivir una vida corta y frenética, hasta que la muerte te sorprendiera. Durante esos meses de madurez, no comerías ni beberías, consumiendo la energía almacenada durante tantos años de infancia en la búsqueda de una pareja con la que aparearte y reproducirte. Dicho así, parece un cuento macabro. Sin embargo, en la naturaleza existen criaturas que llevan una vida semejante: los efemerópteros, unos insectos de vida semiacuática que, en estado adulto, pueden emerger a la vez formando una nube de miles de millones de individuos, capaz de ser detectada por radares meteorológicos.Félix Picazo, profesor en el Departamento de Ecología de la Universidad de Granada habla de ellos en un capítulo titulado “Lo bueno, si efímero, dos veces bueno,” incluido en el libro “Artrópodos”.
Marina Mosquera, directora del Institut de Paleontología Humana i Evolució Social (IPHES, Tarragona) e investigadora principal de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca nos invita hoy a visitar, una vez más, ese lugar, único en el mundo, que alberga un tesoro arqueológico de valor incalculable. La investigadora recalca que no se trata de un único yacimiento, sino de un conjunto de ellos, cada uno de los cuales contiene una valiosa información sobre los seres humanos que habitaron o pasaron por el lugar en distintos momentos durante un periodo de un millón cuatrocientos mil años. Cada yacimiento cuenta su propia historia y así queda reflejado en la colección de relatos que investigadores de los distintos yacimientos ofrecen en libro titulado: ATAPUERCA. El gran tesoro arqueológico que ilumina los secretos de la evolución humana. El libro ha sido coordinado por Marina Mosquera.
A lo largo de la historia de la Tierra, el clima ha experimentado fluctuaciones significativas, a menudo de una magnitud impresionante. Regiones que en algún momento fueron densos bosques tropicales, en otros se convirtieron en desiertos o quedaron cubiertas por un espeso manto de nieve. Sabemos que han existido glaciaciones separadas por períodos más cálidos, y que grandes catástrofes han alterado las condiciones climáticas en amplias regiones o incluso en todo el planeta. Si estos cambios han ocurrido siempre, en mayor o menor medida, ¿por qué estamos tan preocupados por el cambio actual? Para responder a esta pregunta, es fundamental conocer la historia de las personas cuyas ideas, descubrimientos y estudios han generado el conocimiento necesario para comprender los retos presentes y futuros que el clima nos plantea. De esto hablamos hoy con Ángel León Panal, autor del libro Historia del Cambio Climático.
Más de 200,000 especies de animales polinizan las flores de todas las plantas del mundo. Solo de abejas, se conocen más de 20,000 especies, “el doble del número de especies de aves conocidas”, comenta Ainhoa Magrach, investigadora del Centro Vasco para el Cambio Climático y nuestra invitada hoy en Hablando con Científicos. Desgraciadamente, las poblaciones de polinizadores están en declive en muchos lugares y detrás de ese declive se esconde el ser humano. A pesar de esas preocupantes noticias, son muchas cosas las que podemos hacer para luchar contra el descenso de polinizadores y Ainhoa Magrach las cuenta hoy en este programa.
Los neandertales del paleolítico medio eran cazadores-recolectores que solían cambiar de lugar con frecuencia, dejando atrás restos de su presencia. En cada estancia temporal, dejaban evidencias en forma de huesos, herramientas líticas y hogares donde se reunían al calor del fuego. Determinar la secuencia de sus movimientos es difícil para los arqueólogos porque los métodos de estudio suelen tener márgenes de error de miles de años. Sin embargo, los fuegos que alimentaron sus hogares ofrecen una oportunidad para el estudio de periodos más cortos. En el yacimiento arqueológico de El Salt, en Alcoi, Alicante, habitado por neandertales hace 52.000 años, Ángela Herrejón Lagunilla y su equipo han utilizado análisis arqueomagnéticos de seis hogares para determinar intervalos de tiempo entre ellos, revelando una ocupación de 200 a 240 años. Este avance ayuda a entender la temporalidad y los patrones de ocupación de los neandertales en El Salt.
La astrofísica Luisa María Lara López (IAA) habló hace siete años de la misión Rosetta y su encuentro con el cometa 67P/Churyumov-Guerasimenko y ahora nos presenta Comet Interceptor, una misión de la ESA cuyo lanzamiento está programado para 2029 con el objetivo de interceptar y estudiar un cometa o un objeto interestelar que se acerque al Sol por primera vez. La misión se lanzará a bordo de un Ariane 6 y esperará, en el punto de Lagrange 2 (L2), a millón y medio de kilómetros de la Tierra, a que los astrónomos terrestres descubran un objetivo adecuado. Cuando eso suceda, Comet Interceptor saldrá a su encuentro y desplegará un conjunto de tres sondas equipadas con instrumentos científicos avanzados que facilitarán una visión tridimensional del visitante espacial y tomarán datos del cometa y de su entorno.