Quien no escuchó la frase "Dios los cría y ellos se juntan"... Comodoro, la ciudad del viento, tiene su propia versión "Dios los cría y el viento los amontona". Pero no siempre. Hay comodorenses que eligen que el viento sea la fuerza impulsora que los desparrame por el mundo. Por Rocío Barquin.
El recorrido de Manuel cruza varios países, culturas y -por supuesto- estilos gastronómicos. Después de recorrer Latinoamérica y trabajar en varios países, decidió probar en España, la tierra de sus abuelos. Su camino personal lo llevó a alejar a los animales de su dieta y ahora su propósito es demostrar que un menú vegano está lleno de sabores, texturas y nutrientes. Su amor por los asados (por lo que significa para los argentinos ese momento compartido con amigos y familia, no por poner carne a la parrilla) lo llevó a meterse de lleno en un proyecto que lo ilusiona: crear chorizos veganos. Por supuesto, también está desarrollando un pan que sea el perfecto compañero, para que nadie se quede sin disfrutar de un riquísimo choripán.
Desde chica, Micaela tenía un “plan de vuelo” bastante claro: quería ser azafata y volar por todo el mundo. Y no en cualquier aerolínea, sino en Emirates. La pandemia no la detuvo y se convirtió en tripulante de cabina. Tras algunos meses volando por Argentina, y apenas cumplió los 21 años -que es la edad mínima requerida por esa compañía aérea internacional- se postuló para ingresar y fue aceptada. Casi antes de que pudiera darse cuenta estaba desembarcando en Dubai para seguir el entrenamiento que finalmente la pondría en la ruta soñada.
Mientras viajaba por América del Sur, Leandro conoció a Coby y el itinerario de su viaje cambió para siempre. Los dos con corazones viajeros, siguieron uniendo destinos, pero esta vez juntos. Después de recorrer Sudamérica, viajar por Europa y atravesar Argentina de punta a punta se instalaron -por ahora, asegura Leandro- en los Países Bajos, cerca del pueblo natal de ella.
Desde chica, Lujan aseguraba que quería ir al espacio, un sueño que nunca dejó de lado y que hoy la hace caminar por el campus de la Universidad de Boulder, en Colorado, Estados Unidos, de donde egresan la mayor parte de los astronautas que ingresan en la NASA.
Ignacio es Geólogo y forma parte del equipo que estudia las rocas que se encuentran en los bordes de la Fosa de las Marianas, el área más profunda de los océanos de nuestro planeta, con sus más de 10 mil metros de profundidad que se adentran en la corteza terreste. A principio de los 90' realizó una maestría en Estados Unidos, y luego volvió a dar clases en la Universidad San Juan Bosco, para finalmente instalarse en Texas para realizar su doctorado, y donde aún reside.
Cuando salió de Comodoro, lo hizo encantado por el clima de la costa mexicana, donde se instaló algunos años. Pero la curiosidad lo llevó a trabajar en granjas de cannabis en Estados Unidos, donde conoció a su esposa. Tras viajar en una van por el país, decidieron formar una empresa y ahora sus productos derivados del cannabis pueden conseguirse en todo el territorio norteamericano.
Francisco vive en Varsovia hace 5 años, donde sus raíces lo llevaron a descubrir una cultura que mezcla cuestiones muy modernas con tradiciones muy antiguas. La costumbre de comprar un pez vivo para engordarlo y comerlo en navidad se mezcla con los puestos callejeros de kebab, un mosaico que se plasma en una ciudad que combina altos rascacielos, bosques y un pasado bajo el comunismo.
Cuando se recibió de arquitecta, Rocío realizó un viaje para conocer esos edificios icónicos que había estudiado durante su carrera. Pero volvió de su travesía con algo más que fotografías: una inquietud irrefrenable por recorrer y descubrir lugares y costumbres. Adora sorprenderse con las cosas más simples y los pequeños detalles que marcan diferencias, algunas veces sutiles y otras no tanto. Fue en Punta del Diablo, Uruguay, donde decidió "hacer base" por temporada y reune los ahorros que la lanzan, año tras año, a una nueva aventura.
Malen vive en Berlín hace 6 años. Llegó siguiendo el deseo de emigrar y buscando nuevos desafíos junto con su pareja. La ciudad la sorprendió porque ella llegaba con "una imagen diferente de Europa, un poco idealizada", pero pudo instalarse y en algunos meses ya había conseguido estabilidad económica. Por eso destaca la previsibilidad de Alemania, y valora que "podemos saber cuantos van a ser nuestros costos de acá a un año y eso te da tranquilidad, comodidad, te permite planificar una vida... y eso es una gran diferencia", al tiempo que reconoce que extraña la calidez de la gente en Argentina, porque allá "son correctos pero poco amables, el trato es más frío".
Flavia dejó Comodoro para irse a estudiar y las vueltas de la vida la llevaron a radicarse en los Países Bajos, donde formó su familia y emprendió su propio negocio. Desde la tierra de los quesos y lácteos asegura que extraña el dulce de leche argentino y que le encanta la organización y previsibilidad de Holanda, aunque a veces eso puede saturar y se añora la espontaneidad.
Después trabajar 5 temporadas en el Club Gimnasia y Esgrima, Juan Manuel Hernández decidió probar suerte en España y se mudó con su familia a Bilbao. Sin embargo, una propuesta laboral lo llevó a Suecia, donde vive hace algunos meses. El idioma no fue una barrera imposible de franquear, tanto el euskera del País Vasco, como el inglés que usa para comunicarse en Suecia. Sin embargo, lo que sí será imposible -asegura- será acostumbrarse al olor de los arenques fermentados, que huelen como basura olvidada al sol y que para los suecos son una delicia de su gastronomía.
Hace algo más que una década que su espíritu aventurero la llevó a Estados Unidos. Hoy, instalada en Virgina formó su familia y reconoce que sigue siendo una persona muy demostrativa aunque los besos y los abrazos no abunden entre amigos y conocidos, que no es fácil entender su estilo de humor y que -superada la barrera inicial- uno se sorprende porque allí las cosas funcionan y que es muy común que alguien te diga cosas lindas sólo para alegrarte el día. Aunque ha visitado algunas playas, asegura que el olorcito a mar que se siente apenas uno baja del avión en Comodoro es algo único y que atesora para siempre.
Siempre supo que quería viajar, conocer lugares, gente, costumbres, vivir nuevas experiencias. La búsqueda internacional de trabajadores que inició Qatar fue para ella una oportunidad que no dejó pasar.
Anastasia vive en Barcelona hace algo más de dos años. Nunca había imaginado que allí se reencontraría con ese amor que siente por los espacios abiertos y naturales que tanto disfrutaba en Comodoro. Valora poder correr por la montaña en un parque natural a solo 10 minutos de su casa, aunque reconoce que le encantaría poder llevarse hasta allá los paisajes comodorenses. Las particularidades del habla, los mercaditos de barrio con productos regionales, y las distintas costumbres suman a una cotideanedidad donde se abrazan las diferencias.
La curiosidad por sumergirse aún más en la cultura de sus abuelos, y el deseo de conocer cosas nuevas, llevo a Ariel hasta Gales y allí se instaló 20 años atrás. Aunque la geografía y los escenarios son diferentes -y sus costumbres también- Ariel asegura que en cada lugar donde se siente contento y relajado encuentra algún parecido con su Comodoro natal.
Ignacio vive en Australia desde hace unos 7 años. Cuando era adolescente participó de la travesía del Gandul, el catamarán construido en Comodoro que unió esta ciudad con España en el 500º aniversario de la llegada de Colón a América, y su espíritu viajero siempre se mantuvo activo. Ahora, desde las costas del pacífico sur, menciona que las diferencias culturales no son tan exageradas y que a los australianos les gustan muchas de las costumbres "latinas" de los argentinos, como las demostraciones de cariño y compartir reuniones sociales. Una costumbre que le llamó la atención y que aprecia es que el día, para ellos, arranca varias horas antes de tener que ir a trabajar, haciendo alguna actividad que les guste y que disfruten.
Silvia vive en Barcelona hace dos años. Llegó para completar su maestría y se sorprendió por el movimiento artístico de la ciudad, no reservado para un pequeño grupo sino compartido por toda la comunidad. Reconoce que el idioma fue una pequeña barrera al inicio y que tuvo que hacer cursos de catalán, porque se encontró con lugares donde no se hablaba español. Destaca cómo la sociedad en su conjunto valora a los artistas, de cualquier disciplina, y cómo el libro y la lectura forman una parte central de su vida.
Mica es fotógrafa profesional de bebés y decidió probar una experiencia nueva viajando y conociendo otros lugares. Se anotó en un programa que ofrece trabajo como niñera y ahora vive con una familia de Atlanta, Estados Unidos, cuidando a sus hijos. Lo que más la sorprendió fue la existencia de un "momento de silencio", donde los chicos se retiran a sus habitaciones a jugar solos, sin hacer desorden ni ruido. Lo que más extraña, además de los amaneceres y el mar de Comodoro, es el contacto físico, los abrazos espontáneos con los seres queridos, y menciona que incluso entre padres e hijos no es frecuente que se abracen por lo que suelen pedir un "cuddle time", tiempo para acurrucarse.
Llegó hace algunos años con una visa de trabajo provisorio y las expectativas de viajar y recorrer. "En algún momento la cabeza me hizo click y me fui quedando", reconoce Sofía. Valora la seguridad -económica y personal-que ofrece el país, al tiempo que extraña poder expresarse en su propio idioma, las sobremesas argentinas, las facturas en el desayuno y las empanadas.
Owen dejó Diadema para ir a estudiar a Buenos Aires y hace un año viajó a Berlin para obtener su segundo título universitario. Desde Alemania, cuenta como es ser un "estudiantre-trabajador", como él se define, cuales son los puntos fuertes de una ciudad "que te permite ser vos mismo" y que es -junto a la comida- lo que más extraña de Comodoro.
Federico es geólogo y un proyecto de investigación lo llevó al norte de Suecia. "La mitad del año es con nieve y temperaturas bajo cero", cuenta y destaca que la zona es conocida por las auroras boreales que iluminan los cielos. Relata que la mayor diferencia que encuentra es con los sabores de la comida, que son más fuertes por los condimentos que utilizan, y que cuesta acostumbrarse un poco más al hielo. Sobre todo, extraña la espontaneidad de las juntadas con amigos y los ensayos con su banda de rock alternativo los domingos.
Hace 5 años que Julia vive en la capital alemana y cuenta que la elige todos los días por la seguridad que le brinda vivir ahí. "Berlin me da muchas libertadas, no estoy mirando para atrás cada vez que camino en la calle", valora, aunque reconoce que "ser inmigrante es difícil". Probablemente por esto, desarrolló una empatía especial hacia todos aquellos que abandonan su país -por el motivo que sea- y ahora forma parte de un numeroso grupo de alemanes que regularmente va a las estaciones de trenes a brindarles la bienvenida a los miles de ucranianos que comenzaron a llegar refugiándose de la guerra.
Cynthia es arquitecta. El posgrado de dos años que comenzó en Alemania tras recibirse se extendió y participó en varios concursos y proyectos arquitectónicos en Europa y Estados Unidos. Ya habían pasado diez años cuando decidió que era tiempo de volver a Argentina, porque quedarse en el extranjero nunca había sido su idea. Pero el amor tenía otros planes y cuando estaba preparando la mudanza conoció a quien ahora es su esposo. Hoy, 20 años después de ese primer viaje, cuenta que extraña los paisajes costeros y la cercanía a la playa, al tiempo que destaca la seguridad con la que se vive en los países donde residió.
Se adoptan las costumbres de los distintos países, pero se mezclan con tradiciones bien propias.
Tulio vive en Oslo desde el 2017, donde se mudó buscando una experiencia profesional y personal. Reconoce que "acá se vive muy tranquilo", y señala que es esa misma estabilidad, ese "las cosas están bien así, para qué cambiar", una posible causa de que se muestren algo distantes a la hora de conocer gente y eso complique a los extranjeros integrarse a la sociedad. Sin embargo, resalta el sentimiento de comunidad que existe incluso en ciudades grandes, como Oslo, y su predisposición a colaborar para encontrar entre todos la solución a cualquier problema.
Gabriela vive en Houston hace 3 años. Se fue de Comodoro hace unos 20 porque al esposo le ofrecieron un trabajo en México. "Nunca pensamos que íbamos a estar tantos años afuera", reconoce. Luego mudarse cada 3 ó 4 años a un país diferente, arma un 'mix' con lo que más le gustó de cada uno, con la playa de Comodoro a la cabeza, la naturaleza de Australia, la amabilidad de los mexicanos, la comida árabe y el orden que se disfruta en Houston.
Alejandro está viviendo en Lima desde hace tres años. Asegura que nunca se conformará con la impuntualidad de los peruanos -ni se comprará un auto porque el tránsito es muy agresivo- pero destaca su cultura de trabajo y la gastronomía. Señala que hay costumbres muy diferentes -y que tuvo que explicarle a sus amigos que el asado es un ritual y que no pueden caer tan tarde- pero valora el sentimiento y la afinidad que los une. "Se quiere mucho el argentino con el peruano, es una relación que viene de san martin de Malvinas, hay mucha historia". La pandemia lo obligó a reinventarse y ahora fabrica y vende alfajores argentinos, y la gran aceptación lo hacen planificar una expansión del emprendimiento en los próximos meses. Las cosas que extraña de Comodoro son las más cotidianas; el sol, un poco de viento, las actividades habituales con la familia y amigos, y considera que "extrañarlas hace que uno las valore más".
Carolina está instalada en Franca hace poco tiempo. Se mudó junto a su pareja, que es jugador de básquet profesional, cuando un contrato en un club le abrió esa posibilidad. "Lo vimos como una oportunidad profesional y personal", señala. Su formación le permite trabajar de manera remota en una agencia de marketing digital y eso la mantiene conectada con Comodoro y Argentina, y también con su familia, ya que es un emprendimiento que lleva adelante con sus hermanos. Reconoce que no entiende mucho el idioma y por eso la interacción "cara a cara" se complica un poco, pero a la vez destaca que es mucho más fácil aprenderlo cuando todos a su alrededor lo hablan. Confiesa que -además de la familia y los amigos- la naturaleza patagónica y el mar es lo que más extraña de Comodoro. "El mar, me da sensación de paz y amplitud, en las ciudades que no hay mar es cómo que no se donde mirar un horizonte", dice.
Con el flamenco en la sangre, Florencia ahorró y finalmente pudo viajar a la tierra de sus abuelos, no con poca resistencia por parte de sus padres que imaginaban que iba a suceder lo que realmente pasó: aunque compró boleto de ida y vuelta, nunca regresó. Su formación en baile y canto le sirvió como puerta de entrada a un instituto, donde enseguida consiguió trabajo como profesora. "Se extraña el día a día, lo espontáneo de los encuentros con amigos", reconoce pensando en sus tiempos en Comodoro, al tiempo que valora la tranquilidad que diariamente, y en cualquier horario, se vive en el lugar que eligió para vivir hace 5 años.
Leonardo vive en Miami hace 21 años, casi la mitad de su vida. Llegó muy joven con la curiosidad de probar algo diferente y se encontró con un lugar con muchas oportunidades, que le permitió también disfrutar "del sueño del pibe", como él lo llama, que es hacer música. Reconoce que el trabajo ocupa muchas horas de su día y extraña las "pequeñas cosas" cotidianas de Comodoro, como ir a visitar a un amigo sin avisar, tomar unos mates espontáneos, u organizar una salida de pesca. "Si realmente quieren, acá pueden tener la oportunidad, y cambiar, está en uno hacerlo", dijo.
María José se fue a vivir a Holanda hace dos años, con su esposo y su bebé de 6 meses. Aunque reconoce que los nuevos inicios son difíciles y que "no siempre estoy encantada de vivir acá", asegura que fue una buena decisión. Confiesa que extraña la playa -"porque para mí como la de Comodoro no hay"- y que le gusta la limpieza, la organización y la seguridad que se vive en todo el país.
Daniel vive en Aruba desde hace varias décadas. La isla, a solo 20 km de Venezuela, pertenece a las Antillas Holandesas y en ella se vive una realidad más parecida a la europea que a la latinoamericana. Mar, playas, calor y una brisa que envuelve todo en un clima paradisíaco son algunas de las cosas que más le gusta a Daniel del lugar que eligió para vivir. El orden y la seguridad son otras. Menciona que no tuvo problemas en adaptarse, aunque reconoce la amistad entre arubianos no se parece para nada a la que estamos acostumbrados.
Pablo llegó a Francia a finales del 2015 y a mediados del 2016 abrió su cervecería. Cuenta que los franceses son muy "protocolares" a la hora de relacionarse y conocer personas, pero que él es tan sociable que cambió un poco la forma en la que hacen amistades en el pueblo de 2mil habitantes en el que vive, cerca de Burdeos. En su relato se entremezcla lo espectacular de vivir rodeado de monumentos históricos y castillos de cientos de años con la añoranza de "ese cielo naranja mirando el mar de Comodoro que no lo ves en ningún otro lado".
Las experiencias de los comodorenses por el mundo pueden tener cosas en común y son únicas. Buenas y no tanto, sorprendentes, satisfactorias, graciosas y también crudas. En este episodio recordamos algunas de las anécdotas que compartieron en la primera temporada de este podcast.
La pandemia sorprendió a Gonzalo Cativa en Buenos Aires con su banda, una gira programada por Europa suspendida, y su novia en Alemania visitando a su familia. Siete meses después se reencontraría con ella en Berlín, pero antes la banda consiguió un contrato con una discográfica alemana, grabó un nuevo álbum que está en pleno proceso de mezcla y que anticipa una presentación en septiembre del 2021 y 3 meses de gira. "La música siempre viene primero", asegura, y menciona que es el factor principal a la hora de elegir Berlin -o cualquier lugar- para vivir. "Al final del día, uno lo que quiere es vivir donde puede hacer lo que lo hace feliz, y compartirlo con la gente que aprecia", dice.
Quique Ruiz tiene 22 años y vive en Utah, Estados Unidos, desde los 19. Allí se fue a jugar al fútbol de manera profesional a un club de Salt Lake City. Pero él dejó Comodoro varios años antes. Con 14 años se fue a jugar a San Lorenzo de Almagro, en Buenos Aires, y a los 17 por primera vez se mudó al exterior cuando lo compró un club de Chile para jugar en primera. "Siempre tuve mis objetivos claros, quería ser un jugador profesional, jugar en primera, y eso me llevó a alejarme de mi ciudad, de mis amigos, de mi familia", cuenta, y agradece la posibilidad que tuvo en cada uno de sus destinos "de crecer como persona y como jugador". "Si se da la posibilidad de vivir una aventura en otros países, bienvenido sea", expresa, reconociendo que eso dependerá de su próximo pase. Sin embargo, si tuviera que dejar Salt Lake City sabe sin dudarlo que se llevaría: "la tranquilidad, la paz que se siente acá, no es una ciudad con mucho tráfico ni ruido, no es agobiante, la gente anda tranquila"
Cecilia tiene 40 años y vive en Israel hace 20. "Acá vas por la calle y podés escuchar hablar en ruso, en árabe, en español, hay mucha gente de todos lados y eso me encanta porque podés aprender del otro", valora sobre la variedad de culturas de las personas que componen el país. En el día a día, menciona que se trabaja mucho, pero que también se disfruta mucho de la vida al aire libre y de viajes cortos de fin de semana. "Acá hay una sensación de seguridad que no sentimos en Argentina", menciona.
Lara estaba en Barcelona haciendo un Master en Turismo, y pensaba regresar a Comodoro un año más tarde, al terminarlo. Sin embargo, en una escapada con amigos a Bélgica conoció a Nicolás, y su historia cambió para siempre. Él dejó todo en su ciudad para vivir en España con ella, y luego ambos decidieron construir su vida juntos en Wavre, Bélgica.
Matías Quinzio tiene 35 años y vive en Hamburgo, Alemania, hace 5 años. De Comodoro se fue a los 18 años al terminar la escuela secundaria, a estudiar Diseño de Imagen y Sonido en Buenos Aires. Seis años después, al recibirse ya, continuó viviendo en esa ciudad por un tiempo y volvió a Comodoro, por algunos meses para preparar la aventura que debía llevarlo a recorrer América Latina, en un colectivo con un grupo de artistas. Se bajó del colectivo un par de estaciones antes, en Chile, para perseguir un proyecto personal en Guatemala, y de allí a California a cumplir su sueño de aprender a surfear. Regresando en camioneta a Guatemala, conoció a una mujer alemana con la que compartió parte de su viaje y una historia de amor "de película" que cambió su rumbo. Para él, la vida es un viaje, una aventura "y cuando uno viaja hay caminos que surgen todo el tiempo, hay bifurcaciones", pero no necesariamente eso se traduce en kilómetros sino más bien en un recorrido interior. Luego de 5 años de vivir en Hamburgo, reconoce que "me acostumbre a la ciudad, pero no me acostumbro al clima todavía", considera que "uno echa raices sin darse cuenta ni planearlo" y sin que eso signifique que el viaje ha terminado. "Es el día de hoy que sigo un viendo por donde va el camino... Después de 5 años, sigo encontrando cosas que me desafían, o que aprendo".
Alejandro Cabero vive en Kansas hace 18 años. Viajó con hijo pequeño y su esposa, psicóloga y maestra, que tenía una beca laboral. Aunque secretamente tenía el plan de quedarse sólo un par de años y luego probar en España, finalmente se quedó en Estados Unidos. Considera que, como en cualquier lugar, adaptarse o sentirse bienvenido tiene mucho que ver con una actitud personal. “Tenés todas las condiciones para amargarte la vida y todas las condiciones para ser feliz, vos elegís”, sintetiza. Cuando cuenta las satisfacciones que encuentra en su trabajo dentro del sistema educativo, en su tarea periodística para ESPN y sus colaboraciones en diferentes revistas deportivas alrededor del mundo y con el emprendimiento gastronómico que inició con su esposa, es fácil adivinar cuál fue su elección.
Katja dejó Comodoro para ir a Buenos Aires a estudiar cine, y en 2018 una beca la llevó a París, ciudad que la enamoró y a la que se propuso volver. Ahora, instalada en la capital francesa desde 2019, reparte su tiempo entre la fotografía de moda y la dirección de fotografía en cine. Valora que “cada lugar tiene una luz en particular, un color de ciudad” y que en ese sentido París brilla en cada rincón, al tiempo que reconoce que se extraña “el mar y la luz de la ciudad” de su sureña Rada Tilly.
“Cada vez que subo al escenario digo que soy de Comodoro, soy muy orgulloso de mis raíces”, cuenta Caril Paura, instalado en Miami desde hace 20 años. Su vida siempre fue la música, y con ella recorrió algunos paises.
Santiago se fue de Comodoro a fines del 2012, cuando comenzó a estudiar Comunicación Social en La Plata. En 2018, cuando sólo le faltaba la tesis, decidieron junto a su hermano Julian vender todo para irse a vivir a Croacia. Volvió a Argentina por 6 meses para finalizar la tesis, recibirse y luego volver en mayo del 2020. Pero la cuarentena por la pandemia obligó a posponer su viaje y le dio la posibilidad de volver a convivir y disfrutar de su familia, hasta que encontró el momento de viajar cuando el verano en Argentina estaba por terminar. Ahora, instalado en Split, cuenta cómo es vivir en un país cuyos escenarios naturales dieron vida la popular serie Game of Thrones.
“Acá lo primero es agradecer, y después ver lo que falta y cómo se puede conseguir”, cuenta Natalia que desde hace 15 años vive en Ciudad de México. Pero esta comodorense dejó su ciudad natal mucho antes, cuando se fue a estudiar relaciones internacionales a Buenos Aires, y luego una maestría la llevó a vivir en Alemania y visitar otros países de Europa. Viviendo en un clima de eterno verano, reconoce que extraña las playas, el aire fresco y el azul de los cielos de Comodoro y Rada Tilly, y -por supuesto- la posibilidad de volver a la ciudad para que su familia conozca a su hija, que nació en plena pandemia.
Javier no iba a permitir que la hiperinflación de los ‘80 frustrara el viaje en velero que tenía programado hacer con sus amigos al terminar su carrera como profesor de Educación Física, y -aunque el grupo no lo acompañó- con una mochila al hombro y el pulgar de su mano más que dispuesto recorrió Brasil. Su siguiente meta fue ir al mundial de fútbol de Italia'90, y luego a los Juegos Olímpicos de Barcelona dos años después. De a poco, fue cumpliendo cada una, incluso -y de manera inesperada- ese viaje en velero que se había cancelado tantos años atrás, aunque en otras aguas. Vivió en Roma, allí se casó y nació su hijo, y la vida lo llevó a enamorarse de una isla brasilera, donde construyó una posada pensando en llenarla con los amigos de Comodoro que vayan a visitarlo. Además de la familia y los amigos, la lista de ‘cosas que se extrañan' la encabeza la morcilla y el helado de dulce de leche, y esos paisajes únicos de la Patagonia, donde la inmensidad es protagonista. Y si, también cuenta que extraña un poco el viento, y asegura que los comodorenses siempre lo llevamos con nosotros, a cualquier lugar a donde vayamos, esos “gestos” -como sostener las puertas de los autos cuando las abrimos- que evidencian que las ráfagas siempre serán parte de nuestra vida.
Rulo Acosta viajó a España por primera vez en 2003 para jugar al rugby y volvió a Argentina en 2006. Doce años después, ya casado y con dos hijos pequeños, le propuso a su esposa repetir la aventura. Aunque reconoce que no fue fácil convencerla, finalmente se instalaron en Denia, donde viven hace 3 años. “Arrancamos de nuevo”, señala y menciona que fue complicado porque allí se habla valenciano, además de castellano, y eso fue particularmente confuso para su hijo más pequeño y difícil para el mayor, que debió comenzar primer grado. Lo que más lo sorprendió cuando llegó es que los precios apenas habían variado desde su primer estadía, “acá no hay inflación”, remarca. Confiesa que extraña la salida a bares con amigos para escuchar algunas bandas locales, algo que en Denia no es usual, aunque allá los bares tienen su encanto, con mesas en la playa y un clima que permite disfrutar un trago a la orilla del mar.
Franco tiene 32 años y hace casi seis que está instalado en Londres. Asegura que su mudanza se dio casi por casualidad, y que cuando llegó comenzó a desechar esas ideas prearmadas que llevaba del lugar. Reconoce que la imagen de "señor inglés" que tenía no era real, y que el nivel de exigencia laboral y profesional que pensaba que tendrían en Inglaterra, tampoco. Aún con su costumbre de ‘dar siempre más' en lo que hace, Franco creía que no iba a alcanzar el nivel del primer mundo. "Pero me di cuenta que estaba errado, que nosotros, los argentinos, los que venimos de países donde la peleamos mucho, somos valorados muchísimo por la forma que tenemos de buscarle la vuelta para sacar las cosas adelante"
Desde Miami, donde vive hace varios años, Carlos cuenta que “no quería saber nada de dejar Comodoro” pero circunstancias laborales lo llevaron a vivir a Brasil en el año 2000. Allí nació su segunda hija, y luego el “tren de la oportunidad” lo hizo instalarse en Venezuela, Colombia (con viajes frecuentes a Perú, Ecuador y Bolivia), Brasil nuevamente y Estados Unidos. Aunque agradece que en cada uno de sus destinos fue muy bien recibido, asegura que “lo que más cuesta es el desarraigo, no importa donde estés, siempre te sentís extranjero”, pero al mismo tiempo conocer tanta gente, costumbres, cultura, te permite percibir las cosas de otra manera y pararte desde un lugar diferente. “Lo que pasa en tu vida está ahí porque vos lo convocaste; de vos depende lo que quieras hacer con eso”, considera.
Silvina Bustos es comodorense, partió a Misiones para estudiar la Licenciatura en Génetica, la necesidad de investigar y culminar su carrera la llevó a São Paulo, Brasil. Envió mails a Buenos Aires para integrarse en algún equipo e investigar, pero no le contestaron y en São Paulo pudo culminar su tesis de grado y siguió estudiando. Lo que más extraña es el trato cercano de los argentinos y el mate.
Thiara estudio en Córdoba, al terminar viajó a Brasil y su camino cada día se sumó más oportunidades. Así llegó a Vancover, Canadá.
La capacidad de poder adaptarse a distintas situaciones y encontrarle varias salidas a un problema es algo que Rocío considera uno de los puntos más fuertes de los argentinos, y que agradece haber incorporado. Rocío tiene 31 años y vive desde el 2017 en España. Primero en Barcelona, luego en Madrid, y planea mudarse próximamente a Alemania, con su pareja. Viajar es algo que siempre quiso hacer, y reconoce que es una decisión muy personal “porque te puede ir mal, podés sentirte sola, extrañás, y no tenés la red de contención que tenés en tu casa”, pero al mismo tiempo, considera que es un camino enriquecedor, de autoconocimiento, y que te impulsa a valorar de donde venís y a donde querés llegar.