Tribuna personal sobre actualidad, cultura y pensamiento. Ãrnica en pÃldoras para reflexionar unos minutos.
Convengamos que el sentimiento de culpa es no perdonarse a uno mismo y el rencor no perdonar al otro. Ambas encierran condenas que aconsejan ser descerrajadas. Y ello es as porque conseguirlo es un acto de higiene mental que nos permite liberarnos de la carga emocional que suponen. Y la llave en ambos casos es el perdón. Siendo tan evidente y resultando tan crucial hacerlo, ¿porqué nos resulta tan difícil? Hoy hablamos brevemente de como perdonar no significa justificar las acciones, sino liberarnos de su carga emocional. Al perdonar, no solo liberamos al otro de nuestra ira, sino también a nosotros mismos. El perdón es un acto compasivo y de sanación. Palabras que suenan obsoletas, pero no lo son en absoluto. Mientras no encontremos otras mejores, siguen siendo completamente válidas.
A diario, nos enfrentamos con infinidad de dilemas y conflictos que tenemos que tratar de resolver de la forma más eficaz. Nuestra capacidad intelectual nos permite, por lo general, analizar la información de modo adecuado, pero también poseemos sesgos y condicionantes que enturbian los resultados y la eficiencia en conseguirlos. Es lógico que desde siempre hayamos buscado técnicas para perfeccionar este proceso que no deja de ser una necesidad. El concepto Complex Problem Solving, CPS, se utilizó por primera vez por Dietrich Dörner, profesor de psicología, a mediados de los setenta. Es una disciplina que engloba muchas técnicas y herramientas como el Análisis de Causa Raíz, Diagrama de Ishikawa, Análisis Kepner-Tregoe o los Diagramas Sistémicos, entre muchas otras, pero siempre con un objetivo práctico. Así, el CPS se nos muestra al tiempo como una herramienta, una suma de habilidades y de procesos que tratan de ayudarnos a resolver complejas complejos. Es una herramienta porque nos ayuda de modo práctico, una habilidad porque una vez que lo aprendimos, podemos usarla repetidamente y un proceso porque sigue una serie de pasos.
Un tercio de españoles sufre trastornos, un 30% más que hace un año, y el país está a la cabeza internacional en estrés y consumo de antidepresivos.España es el segundo país europeo que más ansiolíticos consume por detrás de Portugal, y el cuarto en consumo de antidepresivos. Las prescripciones no han dejado de aumentar desde que hay registros. Este aumento es especialmente preocupante en la población joven. Entre los 20-24 años, el consumo de antidepresivos ha aumentado un 52% desde 2017, un 40,4% entre los jóvenes de 25-29 años.La patología que en mayor proporción limita a los españoles es la depresión. La sufre hasta un 17%, pero seguida muy de cerca del trío que forman la ansiedad, las fobias y el estrés postraumático, con un 16% de afectados, y con los trastornos alimentarios (anorexia y bulimia) en tercer lugar, con un 3% de perjudicados. Los porcentajes de afectación de estas dolencias son muy altos, pero es que, como ocurría con el dato general, se han disparado en los últimos doce meses, con aumentos de cuatro puntos en los dos grupos de patologías principales, lo que significa ascensos del 25%.La depresión en concreto y la salud mental en sentido amplio tiene muchos orígenes, pero la sensación de culpa y el rencor es sin duda uno de ellos. Imagino que estaremos de acuerdo en que la culpa es no perdonarse a uno mismo y el rencor es no perdonar al otro. Aunque parezcan distintas ambas encierran ataduras y aconsejan librarse de ellas.
eneralizar se hace necesario si tratamos de estudiar cualquier tema que incorpore el aspecto social. Lo malo es que inevitablemente incorporamos el error. Error que deriva en desastre cuando se trata de la generación de opiniones o de la toma de decisiones. Precisamente es parte de la dificultad en la comprensión de nuestra gestión política: el abuso de una simplificación en las temáticas y en sus explicaciones que ralla, a menudo, en la simpleza. Como siempre, entender el porqué es siempre buen arranque para comenzar a enmendar. Una buena parte se explica en el efecto Forer y sus principales características: el uso de la vaguedad, la universalidad y la validación personal. Y es que, generalmente, se busca información que valide las creencias personales, descartando la aquella que no lo hace. Razón por la que tendemos a leer periódicos o a seguir programas que concuerden con nuestras ideas. O aún peor con nuestros prejuicios. De esto e incluso al final, de don Gregorio Marañón, versa este episodio.
Si eres ciudadano español, esta semana habrás recibido. imagino que incluso leido, una carta abierta que aspira a ser una de las más famosas del tiempo presente. Dentro de un siglo ya veremos, porque la Historia es terriblemente selectiva.Al margen del contenido y las implicaciones, no creo que sea el lugar para hablar de ello, quiero usarla como ejemplo para hacerlo sobre la ventana de Overton y lel cambio permanante en lo que se considera aceptable o no en una sociedad y que termina modificando el marco legal de convivencia.En el texto de la citada carta, no tan extensa, algunas expresiones aparecen en media docena de ocasiones. Y es que el uso del lenguaje es fundamental para el cambio de las ideas. No es casual, de hecho, es un uso muy inteligente del mismo; del mismo modo, que hece un tiempo, dejamos de escuchar calentamiento global para hecerlo de cambio climático. No quiero entrar en el trasfondo, bastante estamos leyendo y escuchando en otros foros, solo reflexionar unos minutos sobre las dinámicas, no siempre espontaneas, que subyacen al cambio de de ideas consideradas socialmente aceptables en un momento y en un lugar concreto.
En 1944, con la segunda guerra muy avanzada, era evidente que el final esta próximo. Pero toda guerra tiene un coste inmenso y el cansancio de las naciones inmersas después de años flaquea. Es por ello que toda medida encaminada a reducir la duración es más que bienvenida.En este lejano 1944 en Washington decidieron apostar por una estrategia tan sorprendente como prometedora para acelerar ese final. ¿Por qué no boicotear desde dentro la productividad de los países enemigos u ocupados? Y no de una forma desorganizada, dejándolo a la iniciativa e improvisación de los simpatizantes de los Aliados. No. ¿Por qué no hacerlo de una forma calculada, organizada, planificada por expertos?Partiendo de esa premisa a principios de año la Oficina de Servicios Estratégicos de EEUU —la OSS, precursora de lo que sería la CIA— publicó un pequeño librillo, de una treintena de páginas, que tituló ‘Simple Sabotage Field Manual' (maniaul) . Eso es: un manual de campo para un “sabotaje sencillo”.De esas páginas podemos extraer muchas lecciones interesantes no solo para boicotear la productividad, sino, para en sentido contrario, incrementarla. De eso hablamos
Es evidente, que una de las fuentes principales de lo que denominamos pomposamente “Estado del Bienestar” de un país lo constituye el cuidado de la salud, necesidad básica y derecho primario irrenunciable. Nada que añadir. Para lograrlo adecuadamente se requiere de la planificación y la asignación eficiente de los recursos necesarios. Tampoco nada nuevo. Y es que es realidad, hablamos de un tema que no lo es en absoluto. Aunque su importancia es tan enorme que tratar de hacer algo de criterio sobre el mismo es siempre oportuno.
"En una negociación nadie debe salir humillado", "desconfía de los mediadores, suelen tener un bando", "nunca sabemos si el enemigo explicito es el enemigo ultimo", "cuando un accidente se repite, es mejor ser desconfiado. Lo normal es que no sea fruto del azar" y "nunca se debe simplemente «no» a quienes se aprecia" son algunas de las máximas que podemos leer en "50 leyes del poder en El Padrino" del sociólogo Alberto Mayol.Muchas de estas máximas llevan descritas hace muchos siglos, pero resulta refrescante verlas extraidas de las andanzas de los Corleone para prosperar. Como era de esperar muchas tienen aplicación directa en el mundo de la empresa, que no deja de ser de relaciones humanas.
La incorporación de la IA en los chatbots revolucionará el modo en el que interactuamos con los servicios públicos. Pero si las bases no son las adecuadas, por muy inteligente que sea el sistema no lograremos los resultados que buscamos.Lo primero que deberíamos analizar en profundidad son los procesos del servicio vamos a ofrecer y cómo convertirlos en una auténtica experiencia de dialogo. El diseño de interacción debe acompañarse de de una estrategia de contenidos para que el sistema el árbol de conversación que hayamos diseñado. Pero si lo primero era el modo de relación ahora hablamos del valor aportado en el mismo. Tan importante es que la interacción sea fluida y eficaz, como que la información que el sistema nos dé o las acciones que se permitan sean útiles.Para conseguirlo debemos desarrollar nuevas clasificaciones de todo el contenido público que dispongamos y crear nuevo, obviamente, con relaciones semánticas potentes y una taxonomía adecuada. Además el sistema deberá disponer de un arsenal de vocabulario correctamente adaptado para el usuario objetivo (nada tiene que ver el lenguaje que deberemos usar desde la Administración de Justicia o desde un servicio socio sanitario para mayores o para la información de becas universitarias) que encaje con el estilo y la profundidad del dialogo que buscamos desarrollar. La labor de una estrategia real de contenidos (la “línea editorial” completa de la corporación sin importar el canal, y el chatbot es uno de ellos) es absolutamente fundamental.Y por último, una insistencia: todo esto debe desarrollarse mediante un periodo dilatado de pruebas (ya hemos apuntado que lanzarlo antes de tiempo es un error grave) con usuarios de test reales, permitiendo que la IA aprenda y consiguiendo una interacción cada vez más contextual y fluida. Las prisas, una vez más, son malas consejeras.
Madurar en cualquier ámbito, el profesional no deja de ser uno más, tiene mucho de colectar vivencias. Dentro de esos conocimientos de rango aparentemente menor que terminan conformando lo que llamamos experiencia, hay algunos que te golpean como un canto en la sien. Otros, por el contrario, son lentos e incluso viscosos y nos invaden lentamente y al descuido. Muchos, se desprecian al principio por no tener ese atractivo de lo revolucionario, especialmente cuando eres muy joven. Pero no hay problema. Con el tiempo y algo de suerte, descubrimos su innegable utilidad. Lo malo es que solo que consiguen en primera persona, se aprenden tan solo después de vivirlos. Y es bien cierto. ¿Cómo transmitir a quien no lo ha experimentado que supone enamorarse o como te sientes después de un despido? Nada de esto está en los temarios de las escuelas de negocios, no se puede imaginar cuando firmas tu primer contrato, ni se incluyen en los manuales de “onboarding”. Pero este tipo de saber resulta fundamental y es el que nos termina haciendo consciente de que aunque nos habíamos medio preparado para afrontar problemas, en realidad, la vida nos enfrentaría mucho más frecuentemente, a dilemas. Por ello, no temas equivocarte, probar, errar, reiniciarte. Siempre se consiguen nuevos conocimientos que nos harán más sabios y si, todo va como debe, incluso mejores personas.
Todos aquellos que, de un modo u otro, nos dedicamos a la construcción de servicios digitales, imagino que coincidiréis en que muchos proyectos, demasiados sin duda, no terminan funcionando bien, se entregan tarde o superan el presupuesto. Es obvio que no hay formulas mágicas, sin duda yo no las tengo, tan solo dispongo de la experiencia de haber participado en un buen puñado de proyectos propios y conocer muchos otros ajenos, de los que poder extraer algunas lecciones muy elementales que he visto funcionan y que a pesar de su sencillez, no son fáciles de seguir: Entender adecuadamente lo que necesitan los usuariosAbordar la experiencia, de principio a fin, Hacer los sistemas de manera simple e intuitiva, Utilizar prácticas ágiles e iterativas, Disponer de presupuestos adecuados, Disponer de líderes claros y equipos experimentados, Elegir la tecnología más adecuada, Automatizar en la medida de lo posible las pruebas y las implementacionesUtilizar los datos para impulsar las decisionesSimples de enunciar, complejos de seguir.
Hay muchos momentos en la vida donde alcanzar un acuerdo se antoja como algo inalcanzable, tanto da que se trate de asuntos profesionales o personales. Y es que negociar no es sencillo. Es un proceso que se aprende y hay que mejorar como cualquier técnica, pero tiene también un sé qué de artístico; de intuitivo e innato. Los humanos nos pasamos la vida haciéndolo. Muchas veces sin darnos cuenta.
Viendo las noticias no es dificil percibir que en España somos más que capaces de alternar perfectamente lo sublime, incluso de lo heroico con el esperpento y de la bufonada. Y lo ha sido desde hace mucho.Nuestro siglo XIX, tan sorprendente como cercano dio muchos ejemplos en este sentido. ¿Sabías que Sevilla se separó de Madrid y Utrera de Sevilla? ¿Que Dos Hermanas abolió el Concilio de Trento y emitieron moneda propia, como también lo hizo Motril y Cartagena?. ¿Que Granada y Jaén se declararon la guerra. Guerra que, curiosamente, nunca ha finalizado formalmente? ¿Qué Cartagena marchó hacia Madrid y su armada puso proa hacia Alicante, a la que llamaba nación extranjera?
Ha llegado el tiempo, que lógicamente podremos posponer como solemos hacer con poco acierto, en que no tenemos más opción que definir en nuestra prestación de Servicios Sanitarios una nueva Atención Primaria. Una nueva Atención Primaria que debiera ser más y mejor en muchas cosas: más comunitaria, más domiciliaria, más acorde con los nuevos valores de la sociedad y de los profesionales, mejor diseñada para atender a una población diferente en entornos que requieren abordajes bien distintos (el rural y el urbano) y donde predomina la presencia de personas envejecidas con problemas crónicos y crecientemente sociosanitarios. Y esto es así por una de esas verdades de Perogrullo: nuestra sociedad ha cambiado y lo ha hecho profundamente en las últimas décadas. Posiblemente como jamás lo había hecho antesY en esta nueva Atención Primaria, la tecnología necesariamente jugará un papel relevante, incorporando nuevos roles profesionales, incluso nuevas profesiones, deberá estar diseñada para atender a una población diferente y donde predominará la presencia de patologías crónicas y problemas que hemos dado en integrar en eso que denominamos lo sociosanitario.
¿No sería bueno que en el ámbito de la gestión pública pensásemos en la relación con los usuarios como de largo recorrido donde tener en cuenta sus preferencias, su historia y la información que ya compartió anteriormente y que expresó querer seguir haciendo? En definitiva, incrementar la capacidad y la profundidad de interacción con los usuarios, personalizándola y más importante, anticipando sus demandas y necesidades. En este sentido, el Lead Nurturing, la técnica de Inbound Marketing basada en la creación de relaciones de valor con el objetivo de acompañar al usuario en el proceso, está orientada a la maduración de los leads y a la fidelización de los clientes. Con las adaptaciones adecuadas puede tener gran interés en el Sector Público y especialmente en la gestión sanitaria.
Comencemos el año nuevo recordando una verdad de dificil cuestión: nada permanece para siempre. Nada es, ciertamente, tan roqueño que no esté sometido a juicio y duda continua. Comenzando por la propia ciencia que hace de ese principio, precisamente, la clave de su éxito.Sin embargo, vivimos rodeados de muchas verdades aparentemente incuestionables, frente a las que si esbozamos una duda, aunque tibia, provocan el prejuicio y el descrédito, cuando no la vejación. Lo malo es que aún peor que negarlas o titubear sobre su certeza, es simplemente no querer tomar partido. Y no hacerlo por no disponer de opinión clara o simplemente criterio. Diría en mi defensa que es así porque si somos algo, es susceptibles de cambiar de opinión y de caer en la contradicción o, porqué no, incluso en el ridículo. Es derecho irrenunciable.Por todo ello me cuesta entender a aquellos que han encontrado la verdad con mayúsculas y nos miran entre la lástima y el desdén a los que no tenemos las cosas tan meridianas. Personalmente termino el año y comienzo el nuevo, prefiriendo estar con los diletantes, con los que no han llegado a nada definitivo antes que hacerlo con los que habitan permanentemente en la certeza. Como dijera Rousseau, prefiero ser persona de paradojas que de prejuicios.
El potencial de la Inteligencia Artificial y la robotización de procesos para mejorar actividades y digitalizar la economía es evidente. El potencial es inmenso y lo es en cualquier ámbito, pero hay una serie de sectores como son a Sanidad, el Sector Sociosanitario o la propia Administración Pública en sentido amplio donde resulta evidente.La pregunta que nos asalta de inmediato es: ¿qué procesos elegimos para automatizar, para “robotizar”? ¿cómo los priorizamos?Sobre estas cuestiones versan estos minutos de reflexión.
Zascandil es también el golpe repentino o la acción pronta o impensada. Observando el mundo que nos toca en suerte vivir parece que avanzasemos de zascandil en zascandil.Estoy dispuesto a debatirlo, pero diría que veníamos de una larga temporada de progreso basada en el consenso, en el pacto. No solo en España. Pareciera como que hemos dejado de hacerlo y me temo que mientras no volvamos al diálogo sincero y al consenso no instrumental, no táctico, las brechas que estamos provocando continuarán aumentando.Parece que ahora solo tengamos consignas, no ideas. Filiaciones, no consensos. Sumatorios de eslóganes, no estrategias razonadas. Tan solo bandos confrontados, buenos y malos perfectos, sin matices, sin paliativos. Como en una mala película o una pobre novela.Y es mala cosa porque hacer que grupos disjuntos busquen obtener fines comunes debatiendo y llegando a acuerdos no deja de ser la idea que tenemos de democracia. Posiblemente imperfecta, pero es que todo lo demás es, con suerte, una sucesión de totalitarismos pendulares que ceban problemas mayores que nos llevan en este continuo zascandil que comentamos.
Las organizaciones que prestan servicios relacionados con la Salud están incrementando, y lo harán más en el futuro, la gestión y la comunicación sustentada en tecnología. Esto es así, porque entre la multitud de beneficios derivados, uno de los más evidentes, es la aparición de nuevas capacidad para establecer relaciones más profundas con los distintos usuarios, no solo con los pacientes. Si tuviera que dar alguna recomendación al CIO, podría ser la de tratar de conectar tecnológicamente (e imaginativamente) los compromisos de usuarios y organización o la de utilizar más los “consumer journeys” como método eficaz para identificar y priorizar el análisis de la experiencia de usuario. Pero si tan solo pudiera dar uno sería decirle que el auténtico pecado es perder el tren de la innovación digital, porque no cabe duda que las organizaciones más eficaces construyen activamente las relaciones con el usuario y ya hoy, es ineludible una experiencia digital de usuario complementando a la física. Y lo será cada día más.
En ocasiones, el camino para el éxito es la cesión, incluso la derrota aparente. Esto es así en lo personal y en lo colectivo. Un buen número de ideologías que triunfaron en el pasado, algunas incluso lo siguen haciendo hoy, tuvieron el acierto de abandonar elementos, en ocasiones llamativos y hacer suyos los de la competencia, sin el menor escrúpulo, sin la menor sensación de rubor. Y esa estrategia les ayudó enormemente a triunfar.Al margen de la notable astucia y eficacia de estos modos de actuar, el inconveniente surge cuando lo utilizamos no con temas de aluvión, sino con ideas de base. Estos terminan por no significar nada y su ausencia nos abandona en la esterilidad de unos discursos que se convierten en mera propaganda. Todos hablan de libertad, todos de liberalismo, de inclusividad o de sostenibilidad. Y al final, terminan siendo meras muletas en el discurso y no diciendo nada. Y ese es el riesgo. Cuando el expolio lo hacemos con principios básicos que estructuran la vida en sociedad, el tema es mucho más grave porque nos descabalga de las ideas, de la estrategia y nos sitúa en el tacticismo.
En los años cincuenta se inició una provechosa amistad entre dos psicólogos que trabajaban en el ejército israelí, Kahneman y Tversky. Les llamaba la atención como las teorías de la racionalidad en el comportamiento no siempre explicaban adecuadamente la toma de decisiones y decidieron avanzar por otras vías. Así terminó surgiendo en 1979 lo que denominaron “Prospect Theory”, de base empírica y que aspiraba a reflejar más cómo la gente se comporta en realidad y no cómo debiera hacerlo si fueran perfectamente racionales, que ya partían de la base que no siempre.No es, pues, una teoría normativa. Sus diferencias esenciales con otras anteriores, como por ejemplo la Teoría de la Utilidad Esperada, se basaba a tres grandes cuestiones: la definición de las alternativas sobre las que versan las decisiones; la valoración que les damos; y la ponderación que les atribuimos. Trataban de dar explicación a situaciones tan cotidianas y curiosas como que la reacción social ante riesgos nuevos es mucho mayor aunque sean remotos que la de los ya conocidos y mucho más graves, como la sensación de satisfacción económica se basa más en la comparación con el bienestar de nuestros vecinos que en el propio, porque los inversores eran reacios a vender acciones con pérdida y proclives a vender las que arrojan plusvalías o porque la retención en un impuesto se percibe menos como una pérdida que si esa cantidad una vez recibida es recaudada.Un enfoque interesante, complementario sin duda, a los que parten de la perfecta racionalidad y que nos ayuda a tratar de hacer comprensible lo que sólo parecía anómalo.
La tecnología de Big Data es insustituible en el futuro de la provisión de servicios de Salud. Y es así, porque, en definitiva, hablamos de mejorar la atención, de reducir errores y variabilidad en la práctica clínica, de ahondar en el camino de la deseable medicina personalizada y basada en evidencias y, aunque suene menos elevado pero igualmente importante, de reducir los costes de hacer todo lo anterior.No hay que dedicar mucho esfuerzo para comprender el valor y, al tiempo, la complejidad de la información de la que hablamos. Pero conviene no olvidar que la mayor parte de los datos generados no son estructurados y la adaptación de técnicas analíticas utilizadas en otros sectores, todavía tiene que afrontar importantes retos y hay un gran camino por recorrer en el sector Salud.
¿Os imagináis una sociedad en la que los poderes públicos lograran que los ciudadanos sin la necesidad de coerción, hicieran todo aquello que redundara en el bien común? El superhombre de Nitzsche hecho carne.Este es el objetivo de la teoría Nudge o del "empujoncito" que, desde hace unos años, es tendencia en el mundo de las políticas públicas. El tema no es nuevo en absoluto: introducir nuevos comportamientos en la población ha sido históricamente un reto o una tentación, como se prefiera. Pero no es asunto sencillo. La mayoría de las medidas que han buscado incentivar comportamientos se han basado tradicionalmente en ofrecer incentivos positivos, como pequeñas recompensas económicas, o negativas como multas, sanciones o prohibiciones.El problema es que ¿no deberían los ciudadanos ser conscientes de que se están utilizando técnicas psicológicas para, desde los poderes públicos, encaminarles hacia determinadas direcciones? ¿No deberían incluso expresar su consentimiento al uso de este tipo de técnicas que condicionan su comportamiento? Y aún más, sin ese escrutinio, ¿cuál es la diferencia entre empujar y manipular?El problema moral al que nos enfrentamos es doble: ¿quien y en base a qué decide lo que es correcto o bueno o simplemente mejor? y, ¿no deberíamos disponer de medios más eficaces para controlar o al menos conocer esos mensajes que nos aturden, para auditarles y forzarles a una necesaria transparencia?
Parece evidente que no deberíamos abandonar los hábitos sensatos y probados que nos alejan de las bestias convirtiéndonos en seres civilizados por el hecho de habitar en entornos desconocidos. No deberíamos abandonar la cortesía, la amabilidad, el pudor, la sensibilidad, el tacto, el sentido del humor incluso por vivir en espacios virtuales.De eso trata la Netiquette, que en el fondo veréis que tras el neologismo se esconde vieja sabiduría.
¿Eres feliz en tu trabajo? Una aparente frivolidad, o como poco una simpleza, que no lo es tanto ya que hablamos de una actividad que ocupa una parte nuclear de nuestro tiempo y tiene tanta importancia en tantos y tantos aspectos de la vida.Un breve test para tratar de medir nuestra propia felicidad laboral. Adaptamos la escala de medición desarrollada en 1980 por el sicólogo Edward Diener y que, en mi opinión, sigue siendo igual de válida.
La democracia liberal dispone de limitadas capacidades para crear vínculos de lealtad y cohesión, pese a los bienintencionados intentos del patriotismo constitucional. Su exigencia de abstracción y racionalidad resulta poco eficaz para superar el modelo monista de tribu.Y es que las adhesiones racionales siempre tiene menos fuerza que las basadas en sentimientos. La racionalidad, tristemente, siempre pierde el primer asalto con la visceralidad.
No resulta muy conocido que conceptos tan habituales en la práctica sanitaria como son el consentimiento informado o la ausencia de coerción, por citar tan solo dos, tuvieron su origen en los famosos juicios de Núremberg.Efectivamente, los principios básicos que rigen la experimentación médica en humanos se iniciaron en los juicios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, por eso los conocemos precisamente como Código de ética médica de Núremberg o, simplemente, Código de Núremberg. Dediquemos unos minutos a conocerlos.
Como suele suceder, buscando la perfección, nos extraviamos y terminamos no teniendo ni una cosa ni la otra. A menudo lo bueno suele habitar junto a lo razonable, lo práctico., lo posible. Más que cambios revolucionarios preferimos los graduales, los que favorecen los siguientes, los que dejan poso.
Luis Landero decía con brillantez que la memoria y el olvido forman un tándem que reconstruye los hechos a través de la imaginación, de tal suerte que con las piezas que hemos sido capaces de conservar construimos nuevas realidades. Efectivamente es así. Lo realmente vivido, si que es podemos realmente hablar de certezas en lo pasado, se balancea entre lo que se recuerda, eso que llamamos memoria, y lo olvidado. Aparece así un nuevo elemento que no es, si me permitís el simil, líquido ni sólido, una especie de plasma de recuerdos sobre el que acostumbramos a situar los pilotes de nuestro presente. Tanto es así que podemos decir aquello de que cierta cosa ha podido ser verdad y no haber sucedido.
Es muy cierto que lo nuevo tiende a ser algo positivo, salvo dos excepciones: cuando lo nuevo es peor que lo que teníamos y si la novedad se convierte en un fin haciendo que olvidemos lo bueno que ya poseíamos.Contraponemos a menudo lo viejo con lo nuevo asimilándolo con lo malo y lo bueno por una cuestión semántica. Pero en ocasiones lo viejo es simplemente antiguo y en ocasiones clásico, ya sabéis aquello que no ha sido posible mejorar con el tiempo y se ha convertido en referencia y fuente de magisterio.Toda época, todo momento tiene sus valores, sus virtudes. No estaría de más reflexionar sobre la vigencia y completa validez de aquellas que los romanos llamaron cardinales. A saber: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. No sería mal empeño para el año que comienza.
Friedrich August von Hayek, nacido en Viena el último año del siglo XIX, fue un economista, intelectual y filósofo ganador del Nobel de Economía en 1974. Máximo exponente de la Escuela Austriaca es conocido principalmente por su defensa del liberalismo y por sus críticas a la economía planificada y al socialismo que consideraba un peligro para la libertad individual.La libertad fue, precisamente, uno de sus temas estrella. Pensaba que no sólo significaba que el individuo tuviera tanto la oportunidad como la carga de elegir sino también que debía asumir las consecuencias de sus elecciones. Libertad y responsabilidad eran caras de una misma moneda y, por tanto, inseparables
La revolución que estamos viviendo provocada por todo lo que englobamos bajo el nombre de Tecnologías de la Información y la Comunicación, esas famosas TIC, es tan increíble y nos impacta tan profundamente que, realmente, solo llegaremos a comprender su trascendencia con el tiempo. Este tipo de transformaciones, como fueron en su momento el arado, la imprenta, el conocimiento de la electricidad o el descubrimiento de la penicilina son tan disruptivas, tan increíblemente transformadoras que solo viéndolas con siglos de distancia podemos realmente comprender su importancia.Vivimos un momento similar. Y de todos los campos que se están viendo trastocados, uno de ellos es sin duda la Salud. Las TIC aplicadas a la atención y los cuidados han impactado enormemente en las últimas décadas. Ya en los últimos 90 del pasado siglo surgió un interés creciente por lo que se comenzó a llamar Telemedicina, una multitud de innovaciones que comenzaron a jugar papeles cruciales en la evolución y transformación en la provisión de servicios socio sanitarios. La Telemedicina está siendo ya una pieza clave no solo desde un punto de vista tecnológico, sino también sociocultural y económico, pues nos ofrece posibles soluciones a enormes retos y desafíos que nos enfrentan como son el creciente aumento de la demanda de servicios sanitarios fruto del incremento (para bien, por supuesto) de la cronicidad, el envejecimiento de la población (otra buena noticia que nos dice que vivimos cada vez más) o la necesidad de gestionar ingentes cantidades de información.
El grupo social en el que se vive determina el manejo de unos niveles de información concretos, el acceso a determinados privilegios o simplemente a determinados conocimientos, maneras de ocio o actividades laborales. En la medida que la sociedad concreta se conforme en esos círculos, en esos grupos cerrados, menos fluidos, más burbuja en suma, se dificulta la movilidad o la simple permeabilidad entre ellos. Las sociedades con castas, con rígidos estamentos, con segregaciones más o menos explícitas, del tipo que sea, hacen que los cambios entre ellos, sean poco menos que imposibles.
La mayoría de los retos con que nos importuna la vida, de los problemas, sean estos personales o colectivos, exigen desafortunadamente planificación, trabajo y complejos pactos que, en ocasiones, fuerzan a renuncias dolorosas. Sin embargo, en nuestra actualidad flexible, las respuestas mejor aceptadas pasan por aparentar que todo se resuelve con sencillez si lo deseamos con la fuerza suficiente. Como en tantos temas, un sencillo asunto de actitud.Pero lo cierto es que no basta con posponer un problema para resolverlo, como tampoco lo hace las líricas declaraciones o la corrección política en el lenguaje. No es grato de asumir, pero es más complicado de lo que nos dicen.
Muchas organizaciones están rotas. Cada parte funciona tan solo en base a sus problemas individuales, como silos. A menudo se crean estructuras para tratar de paliar este problema. De hecho, en cierto modo la burocracia, que tan mala fama arrastra, surge como un modo de luchar contra esa compartimentación. Pero se generan nuevos problemas que tratamos de solventar con nuevas estructuras, esta vez transversales.Pero la transversalidad no es una tendencia natural. La inercia es justo la contraria, la simplificación jerárquica y vertical. Y sonando a marketing de libro de aeropuerto, la solución termina encontrándose en el liderazgo. En rarísimas ocasiones colectivo y la mayoría de las veces, individuales. Porque liderar en estas ocasiones es tener la visión y la capacidad de priorizarlo todo al servicio del cliente por encima de todos esos compartimentos.
El bovarismo, político o no, no deja de ser la negación del principio de realidad. En el fondo es una patología y muy pocos son los gobernantes (y pocos también los gobernados) que escapan de ella. Siempre ha existido, antes incluso de que tuviéramos término para definirlo, pero se ha agudizado en estos tiempos en que la imagen es más importante que el discurso, pues el discurso se construye en función precisamente de la imagen. Si a ello añadimos el auge de la vida falsificada e hipertrofiada de las redes sociales, podremos afirmar que el bovarismo está en pleno desarrollo, en absoluta lozanía, pues en esencia tratamos sobre la vida que muchos no solo desearían vivir, sino que incluso han llegado a creer que están viviendo.
A menudo, el único (y no menor) beneficio que se esgrime en los procesos públicos de externalización es el de la eficiencia económica. Subyace la idea de que si dejamos que las fuerzas económicas actúen libremente, el servicio se prestará sin merma de calidad y con un ahorro económico sustancial. Pero conviene no olvidar que también hay riesgos como la dependencia de un único proveedor o de un pequeño grupo oligopolístico, o la pérdida paulatina del conocimiento sobre las funciones o servicios externalizados que dificulten la regresión del mismo.
En España tenemos una demografía tendente al drama que hará muy difícil sostener nuestro sistema de provisión de servicios. Vamos a necesitar necesariamente la inmigración para rejuvenecer una población envejecida y con tendencia a hacerlo más en el futuro próximo. Necesitaríamos crecer entre diez y quince millones en las próximas tres décadas. Habrá que hacerlo ciertamente con políticas de natalidad, pero también con una inmigración masiva y ordenada. Todo un desafío porque los actuales análisis apuntan en la dirección contraria: arribar al medio siglo con unos 45 millones si nada cambia y no aplicamos políticas activas.
Resulta poco acertado enseñar que siempre se gana, fundamentalmente porque no se cierto. Es una obviedad decir que a veces se gana y otras se pierde. Da pudor tener que enunciar una simpleza tan elemental. Por tanto conviene enseñar a ganar y enseñar a perder. Y que ambos resultados son posibles por el trabajo y el esfuerzo, pero también, por el azar.En cierto modo podríamos decir sin errar que en la actualidad, la felicidad es un negocio. La felicidad es una idea enormemente individualista que desdibuja las circunstancias particulares de cada uno de nosotros, el contexto de cada cual.
El mundo que hemos creado y habitamos nunca ha sido más sano, más educado, más tolerante, menos violento. Todo ello, con los peros que queramos, son realidades objetivas. Y sin embargo, a veces, tenemos la sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hemos incrementado nuestros niveles de criticidad y reducido los de tolerancia, consecuencia lógica de habitar sociedades confortables y cultas. Pero en ocasiones perdemos la perspectiva y hacemos mal, porque aunque quede mucho por hacer, conviene recordar que las cosas mejoran de modo incesante.
Los servicios burocráticos digitales están diseñados desde la perspectiva de la Administración y no desde las demandas de los usuarios. Para cambiar lo anterior deberíamos hablar a los usuarios, a los ciudadanos, en su mismo lenguaje; simplificar funcionalmente la interacción hasta el máximo de lo razonable; facilitar el acceso a través del canal que les resulte más conveniente y dotar de inteligencia a las operaciones.Haciéndolo asistiremos al surgimiento de una nueva generación de servicios públicos digitales fáciles de usar, inteligentes, diseñados desde el punto de vista de los ciudadanos y con la gestión del dato en el centro para anticiparse a las necesidades.
Stephen Carter daba tres sencillos argumentos para reconocer el comportamiento íntegro del que no lo es: distinguir, mediante la reflexión y el análisis, lo justo de lo injusto; ser capaz de actuar en consecuencia, aunque suponga un coste personal y finalmente, declarar sin ocultación, la adhesión a eso que consideramos justo o simplemente correcto.El nudo gordiano radica en la dificultad de disponer de un pensamiento crítico individual en el actual mundo hiperconectado que nos facilita un acceso increíble al conocimiento y, al tiempo, nos aturde y nos distrae permanentemente.
Generalmente la confusión surge espontaneamente. En otras, por el contrario, es un proceso trabajosamente perseguido. La razón de estas últimas es buscar nuestro cansancio y la aquiescencia por agotamiento, un silencio positivo en definitiva. Ser transparente, preciso es por el contrario un acto de la voluntad. Hay que querer serlo. Y aún buscándolo, no es siempre sencillo conseguirlo.
Hay sectores estratégicos que determinan las relaciones de poder internacionales: la energía, el agua o el control en la extracción de determinados minerales son claros ejemplos; pero el dominio de las tecnologías de computación y las telecomunicaciones es otro. La creciente presencia de China en los países de América Latina y el Caribe es evidente, como lo es la necesidad de que la UE articule su estrategia en la región en dos sentidos: intensidad y alcance. Deberían incrementarse las capacidades e instrumentos del Servicio Europeo de Acción Exterior con un mayor apoyo a las empresas europeas y en este sentido, el papel de España es fundamental.
La semana pasada moría con su discreción habitual un grande, Franco Battiato. En una escena musical cada vez más vulgar, subconjunto de una cultura que en general lo es, fundamentalmente porque se ha convertido en mercancía de zoco, en reality continuo, en hoguera de magnesio, era uno de los raros seres que todavía se ocupaba de la música por lo que debería ser y que llamamos ampulosamente arte, por esa capacidad de iluminar rincones desconocidos.
Los “hombres fuertes”, siempre idolatrados, nada quieren saber de quienes apelan a los dictados de la razón. Sucede así porque la emoción es siempre más fuerte que la razón, porque es fácil para la primera controlar la reflexión. Y es que no somos tan racionales como solemos presumir y, a menudo, construimos argumentos ex profeso para justificar lo que dicta nuestra visceralidad o el simple azar de los acontecimientos.
Desde hace dos mil años parece que no haya otra ética que no sea estoica. Y es que el estoicismo es una filosofía para la acción, es una línea de pensamiento que se impuso a las demás porque estaba pensada para ofrecer respuestas en tiempos complejos.
Es evidente que una de las bases principales de lo que denominamos “Estado del Bienestar” lo constituye el cuidado de la salud, necesidad básica y derecho primario irrenunciable. Nada que añadir. Mucho hemos hablado de nuestra Sanidad en los últimos meses, y no siempre con acierto, sobre su creación y evolución. Por ello, unos minutos de historia por eso de hacer criterio y disponer de un consenso certero sobre el que seguir debatiendo.
Muchos de los discursos que nos aturden tratan de moverse en lo trascendente y caen de bruces en lo ridículo. Tristemente en la mayoría de las ocasiones el debate no es de ideas, sino de slogans. En muchas ocasiones, las evidentes carencias se ocultan tras una actitud de puesta en valor de lo popular y estigmatizando de antemano cualquier esbozo de crítica como intolerante y elitista. La mediocridad no acusa ni la incapacidad ni la incompetencia. Lo que no deja de ser para ella una enorme ventaja. Lo malo del “correctismo” extremo y tantas y tantas fantasías ideológicas entre las que braceamos tratando de mantener la cabeza a flote es que la gente termina reaccionando por pura defensa moviéndose hacia extremos. Y desde ellos y desde la necesaria radicalidad que les acompaña es imposible llegar a nada sensato porque es imposible razonar con alguien que simplemente milita. Encontró la verdad tiempo atrás y su propio fin de la historia. A partir de este punto poco hay que hacer, porque todo está consumado y no hay movilidad posible en las piezas del tablero. Lo peor, o al menos lo que personalmente más me agota es que con ellos te pasa lo mismo que te sucedería si trataras de cambiar el sistema desde dentro: se nos condena a los veinte años de aburrimiento que cantaba Cohen.
Es interesante comprobar como algunos trances afectan por igual a un colectivo o a un simple individuo. Si la situación se dilata más de lo debido, termina afectando al estado de ánimo y convirtiéndose en un problema de abatimiento, incluso de pérdida de dignidad. En lo social, los populismos buscan aprovechar interesada y, en muchas ocasiones exitosamente, esa situación de desnudez identitaria.Lo primero es siempre solventar el problema de base y muchas veces las cuestiones de identidad terminan por solventarse por sí mismas. Y es que tratar de reconducir un sentimiento sin mejorar el declive que lo generó es tan estéril como tratar de convertir a la fe a quien está pasando hambre.
Lo que cuenta para la sensación de bienestar de un individuo no es solo la renta del mismo en términos absolutos, sino en relación a la de los demás.En la medida que dispongamos de una menor capacidad de percibir y analizar la realidad en toda su amplitud, en sus consecuencia, en sus interacciones, estaremos más a merced de percibir que nuestra renta desde una perspectiva relativa no es la adecuada, lo que nos puede llevar a consumir no lo que necesitamos o realmente nos hace felices, sino lo que nos digan otros, lo que se supone que tenemos que poseer.