Podcast by Dr. Rolando D. Aguirre
Recuerdo la primera vez que intenté montar en bicicleta. Después de varios intentos fallidos, caí al suelo y estaba listo para rendirme. Un familiar, sin decir una palabra, me levantó, me limpió las lágrimas y me dijo: “Estoy aquí contigo”. Esas palabras llenaron mi corazón de fuerza y me dieron el valor para intentarlo de nuevo. El amor de Dios actúa de manera similar en nuestras vidas. En Jesús, Dios nos muestra un amor que no nos abandona, un amor que nos levanta en nuestras caídas y nos anima a seguir adelante. Su llegada al mundo en un humilde pesebre es la mayor prueba de un amor incondicional y eterno que transforma vidas. En este tiempo de Adviento, deja que el amor de Dios te sostenga y te impulse a extender ese mismo amor a los demás. Cuando levantamos a otros con palabras y acciones de amor, reflejamos el corazón de Cristo en un mundo que lo necesita desesperadamente. La Biblia dice en 1 Juan 4:10: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros".
En una noche tranquila de invierno recién llegado a los Estados Unidos, recuerdo sentarme al lado de una chimenea mientras contemplaba cómo el viento soplaba fuertemente afuera y la nieve descendía notablemente. El silencio era casi tangible y en ese momento sentí una paz profunda que me hacía reflexionar sobre la grandeza del Dios de toda la creación. Es así como en la primera navidad, la llegada de Jesús trajo una paz que trasciende todo entendimiento. Él no prometió la ausencia de problemas, pero sí la certeza de Su presencia constante en medio de los problemas. Su nacimiento marcó el inicio de una paz que calma nuestras tormentas internas y nos llena de seguridad en Su amor eterno. En este Adviento, busca momentos de silencio para conectarte con Dios. Permite que Su paz inunde tu corazón y tu mente. Así como en esa noche de invierno encontré consuelo en el silencio, encuentra en Jesús la paz que necesitas para cada día. La Biblia dice en Isaías 9:6:"Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz".
Cuando era niño, me encantaba escuchar historias. Mi abuelo siempre decía que las historias tienen el poder de cambiar nuestra forma de ver el mundo. Recuerdo una vez que me contó cómo un mensaje inesperado había cambiado su vida y lo había llenado de esperanza. En la primera Navidad, los pastores recibieron un mensaje que cambió sus vidas: el Salvador había nacido. A través de los ángeles, Dios proclamó que Su promesa se estaba cumpliendo y los pastores, sin dudarlo, corrieron a ver a Jesús. Ese mensaje de gozo y esperanza sigue siendo una realidad para nosotros hoy. Dios aún nos habla, recordándonos que Su amor y salvación están disponibles para todos. En esta temporada de Adviento, escucha Su mensaje en tu corazón. Corre hacia Jesús como lo hicieron los pastores, y permite que Su esperanza transforme tu vida. La Biblia dice en Lucas 2:10: "Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo".
Recuerdo una Navidad cuando recibí un regalo inesperado de un amigo de la infancia. Era algo simple, pero lo importante no era el contenido, sino el amor y la intención con que fue entregado. Sentí que ese regalo representaba algo mucho más grande que el objeto en sí: simbolizaba una conexión, un cuidado y un amor sincero. El Adviento nos recuerda el regalo más grande que hemos recibido: Jesús. Dios, en Su infinito amor, nos envió a Su Hijo como una muestra tangible de cuánto nos valora. Este regalo no vino envuelto en papeles brillantes, sino en la humildad de un pesebre. Su llegada trajo esperanza, paz y salvación para todos nosotros. Hoy, reflexiona sobre este regalo de amor divino. Así como Dios nos dio a Su Hijo, nosotros también podemos dar amor, gracia y esperanza a los demás. Permite que esta temporada de Adviento sea una oportunidad para expresar Su amor a través de tus acciones. La Biblia dice en Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna"
En 1831, Harriet Tubman nació como esclava en Maryland. Años más tarde, escapó hacia la libertad y dedicó su vida a guiar a otros esclavos por el "ferrocarril subterráneo". Una de sus herramientas más importantes para navegar en la oscuridad era la estrella del norte. Harriet miraba al cielo y confiaba en que esa estrella la llevaría al lugar seguro que buscaban. Aunque enfrentó peligros y desafíos, nunca perdió la fe en que Dios la guiaba a través de Su creación. En el Adviento, recordamos la estrella que guió a los sabios hasta el lugar donde Jesús estaba. Esa estrella no era solo un fenómeno celestial, sino una señal de que Dios estaba cumpliendo Su promesa de enviar al Salvador al mundo. Así como la estrella del norte dio dirección a Harriet Tubman y esperanza a quienes la seguían, la estrella de Belén nos dirige hacia Jesús, nuestra esperanza eterna. Hoy, Jesús es nuestra estrella, nuestra guía en medio de los desafíos e incertidumbres de la vida. Él nos asegura que Su presencia nunca nos faltará y que Su luz siempre nos llevará a Su propósito. Así como los sabios siguieron la estrella hasta Jesús, nosotros somos llamados a seguir Su luz y confiar en Sus promesas. La Biblia dice en Mateo 2:10: "Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo."
Cuando era niño, solía jugar bajo la sombra de un árbol grande en el patio de mi abuelo. Ese árbol no solo daba sombra, sino también protección y frescura. Recuerdo mirar hacia arriba y ver la luz del sol filtrarse entre las hojas, recordándome que incluso en la sombra había luz. Ese árbol era un refugio donde podía sentirme seguro y tranquilo, incluso en los días más calurosos. Jesús nos ofrece esa misma esperanza en nuestras vidas. En tiempos de incertidumbre, Su sombra es un refugio, y Su luz siempre está presente, guiándonos y dándonos fuerza. Su llegada al mundo trajo una esperanza que nunca se apaga, una promesa de que incluso en nuestras dificultades, Su amor prevalece. En este Adviento, recuerda que Su sombra te cubre y Su luz te guía. Busca momentos de tranquilidad para experimentar esa paz y esperanza que solo Él puede dar. Así como el árbol era un refugio en mi infancia, Jesús es el refugio eterno que nos sostiene en cada temporada de nuestras vidas. La Biblia dice en Salmo 91:1: "El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente."
Recuerdo un apagón cuando era niño. La oscuridad llenó toda la casa, y por un momento sentí miedo e incertidumbre. Sin embargo, mi madre encendió una pequeña vela en la mesa y todo cambió. Esa luz no solo iluminó el lugar, sino que también llenó el ambiente de tranquilidad. Lo que parecía ser caos y confusión, de repente se transformó en calma y dirección. En nuestra vida espiritual, Jesús es esa luz que disipa las tinieblas de nuestras almas. Al comenzar este tiempo de Adviento, recordamos que Su nacimiento marcó el inicio de una esperanza que nunca se extinguirá. Como lo proclamaron los ángeles a los pastores en Lucas 2:11, Jesús no solo es el Salvador, sino también la luz que guía nuestras vidas y renueva nuestra esperanza diaria. Esta luz no es solo para nosotros; es un llamado a reflejarla en un mundo lleno de oscuridad. En esta temporada navideña, somos invitados a dejar que Su luz ilumine nuestras propias áreas de sombra y a compartirla con quienes nos rodean. No importa cuán grande sea la sombra que enfrentes, Su luz es siempre más poderosa. La Biblia dice en Juan 8:12: "Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
Una verdad dice: “El que se entrega por completo, jamás regresa igual”. La entrega es una manifestación tangible del amor. Cuando te entregas, lo haces con todo tu ser: sin reservas, sin excusas, y sin esperar nada a cambio. La entrega demuestra compromiso y transforma tu carácter. Si te cuesta entregarte, podría ser porque el egoísmo o el miedo te detienen. Dios, en cambio, nos dio el ejemplo perfecto de entrega al dar a Su Hijo Jesús por nosotros. Cuando vivimos una vida entregada a Dios y a los demás, experimentamos un amor más profundo y pleno. ¿Qué área de tu vida necesita más entrega hoy? La Biblia dice en Gálatas 2:20, “Mi antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí” (NTV).
Una frase dice: “No permitas que las decepciones de hoy apaguen tus sueños de mañana”. Todos enfrentamos decepciones: personas que nos fallan, sueños que no se cumplen, o expectativas que no se materializan. Pero en lugar de dejarnos vencer, debemos aprender de estas experiencias. Reconoce que también has fallado a otros y que las decepciones son oportunidades para crecer y madurar. Perdona a quienes te han fallado y no te dejes atrapar por la amargura. Dios es fiel y nunca te dejará decepcionado. Su fidelidad nunca falla y puedes confiar plenamente en Él. La Biblia dice en Deuteronomio 7:9, “Reconoce, por lo tanto, que el Señor tu Dios es verdaderamente Dios. Él es Dios fiel, quien cumple su pacto por mil generaciones y derrama su amor inagotable sobre quienes lo aman y obedecen sus mandatos” (NTV).
La expresión “sin pena” se usa para describir a alguien sin vergüenza ni miedo. En nuestra relación con Dios, se nos invita a acercarnos a Él con esa misma actitud. No se trata de arrogancia, sino de una confianza total en que podemos ser sinceros y abiertos con Él. Dios no quiere que ocultes nada. Puedes ser completamente honesto en Su presencia, sin fingir ni poner barreras. Él te conoce mejor que nadie y te ama de todas maneras. Ven sin pena y entrégale tu corazón. En Dios, tu honestidad se transforma en libertad y gozo. La Biblia dice en Romanos 12:9, “No finjan amar a los demás; ámenlos de verdad. Aborrezcan lo malo. Aférrense a lo bueno” (NTV).
Vivimos en un mundo lleno de condiciones. Todo parece depender de algo como el tiempo, dinero, relaciones, salud, posición, etc. Pero el amor de Dios es completamente incondicional. Él te ama sin reservas, sin importar tu pasado o tus fallas. El amor de Dios no tiene límites ni barreras. Jesús dio Su vida por nosotros sin condiciones. No hay nada que puedas hacer para ganar o perder ese amor. Ven a Dios con un corazón sincero y permite que Su amor incondicional transforme tu vida. Su amor nunca cambia y siempre puedes contar con Él. La Biblia dice en Romanos 5:8, “Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (NVI).
En el fútbol, se marca “fuera de lugar” cuando un jugador se adelanta antes de tiempo. A veces, en la vida, nos encontramos adelantándonos a los planes de Dios. Queremos respuestas y soluciones rápidas, pero eso no siempre es lo mejor. Es bueno tener expectativas y metas, pero debemos aprender a esperar el momento adecuado. La paciencia es una virtud que requiere confiar en el tiempo perfecto de Dios. Corre la carrera de la vida con diligencia y deja que Dios te guíe en cada paso. Dios es tu árbitro, asegurando que todo ocurra en el tiempo correcto. La Biblia dice en Deuteronomio 5:33, “Manténganse en el camino que el Señor su Dios les ordenó que siguieran. Entonces tendrán una vida larga y les irá bien en la tierra donde están a punto de entrar y que van a poseer” (NTV).
La incomodidad es un sentimiento que todos hemos experimentado. Estar fuera de nuestro entorno o enfrentar situaciones desconocidas nos puede hacer sentir vulnerables. Jesús vivió incomodidades, especialmente cuando enfrentó la hipocresía religiosa y el rechazo en Su propia ciudad. Pero a pesar de sentirse incómodo, nunca dejó de cumplir Su misión. Dios usa nuestra incomodidad para enseñarnos lecciones importantes y hacernos crecer. Si te sientes incómodo, no dejes que eso te paralice. Usa esa experiencia para fortalecer tu fe y aferrarte al propósito que Dios tiene para ti. Dios está contigo, incluso en las situaciones más incómodas de tu vida. La Biblia dice en 2 Corintios 10:3, “Es verdad que vivimos en este mundo, pero no actuamos como todo el mundo” (TLA).
¿Te has dado cuenta de que a veces estás físicamente en un lugar, pero mental y emocionalmente en otro? Nuestra mente divaga, atrapada en preocupaciones o distracciones digitales. Ser totalmente presente es un desafío en una era donde todo compite por nuestra atención. Estar presente requiere un compromiso consciente. Necesitamos valorar a las personas y los momentos a nuestro alrededor. Desconectarnos de las cosas que nos distraen y prestar atención a lo que realmente importa. No se trata solo de estar físicamente allí, sino de conectar con todo nuestro ser. Dios promete acompañarnos con Su presencia y darnos descanso en medio de nuestras cargas. La Biblia dice en Éxodo 33:14, “Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso” (RV1960).
“Suficiente” es una palabra que usamos tanto en momentos de satisfacción como de frustración. Podemos decirlo con gratitud, reconociendo lo que Dios nos ha dado, o usarlo para marcar un límite y poner fin a algo que nos afecta. Tal vez necesitas decir “suficiente” a un hábito destructivo, una relación tóxica o una situación que te lastima. Hoy, toma un momento para agradecer por lo que tienes y por lo que Dios ha provisto. Suplir tus necesidades es parte de Su amor y cuidado. Luego, identifica las áreas de tu vida en las que necesitas establecer límites. No tengas miedo de decir “suficiente” cuando algo no contribuye a tu bienestar. Dios es tu sustento y siempre será suficiente para ti. La Biblia dice en el Salmo 145:3, “¡Grande es el Señor, el más digno de alabanza! Nadie puede medir su grandeza” (NTV).
A veces, nos encontramos diciendo: “No hay nada más que hacer”. Sentimos que hemos agotado todos nuestros recursos, que nuestras opciones se han acabado y que la situación no tiene solución. Puede ser una crisis financiera, una enfermedad incurable o una relación rota. Es fácil caer en la desesperanza cuando parece que no hay más alternativas. Pero Dios es el especialista en intervenir cuando ya no queda nada. Cuando todo parece perdido, Él es capaz de hacer lo imposible. Puede proveer lo que falta, restaurar lo que está roto y dar vida donde todo parece muerto. No te rindas cuando sientas que no hay más; recuerda que Dios siempre tiene la última palabra. Con Él, lo que parece un “fin” es solo el comienzo de algo nuevo. La Biblia dice en Jeremías 32:17, “¡Oh Señor Soberano! Hiciste los cielos y la tierra con tu mano fuerte y tu brazo poderoso. ¡Nada es demasiado difícil para ti!” (NTV).
Sin darnos cuenta, a veces decimos o hacemos cosas que afectan a otros. Podemos hablar de manera imprudente, ser inoportunos o herir sin intención. Estas acciones revelan nuestra limitación de conocimiento y nuestra humanidad imperfecta. “Sin saberlo” también nos recuerda cuán vulnerables somos a los errores y cuánto nos falta por aprender y crecer. Aun así, hay cosas que sí sabemos que están mal y que, a pesar de todo, seguimos haciendo. Son esos hábitos y pecados que elegimos mantener. Pero Dios, en Su omnisciencia, conoce nuestras faltas y nuestras luchas. Él entiende lo que ocultamos y lo que no comprendemos. Podemos confiar en que Su sabiduría y amor nos guían, incluso cuando estamos perdidos o actuamos sin intención. Confía en que Dios, quien lo sabe todo, puede llevarte hacia un camino mejor y más sabio. La Biblia dice en Daniel 2:22, “Él revela cosas profundas y misteriosas y conoce lo que se oculta en la oscuridad, aunque él está rodeado de luz” (NTV).
Henry David T. escribió: “La mayoría de los hombres llevan una vida de silenciosa desesperación”. Todos conocemos ese sentimiento de estar al borde del abismo emocional, ocultando nuestra angustia tras una fachada de tranquilidad. Pero, como nos recordó Mahatma Gandhi, “la verdad y el amor siempre han ganado”, y esa esperanza es lo que nos ayuda a seguir adelante. La desesperación surge de la espera prolongada y de la incertidumbre. Es ese sentimiento que amenaza con consumirnos cuando las cosas no salen como esperábamos o se demoran más de lo deseado. La espera puede llevarnos a la frustración y a decisiones precipitadas de las que luego nos arrepentimos. Pero cada momento de espera es una oportunidad para aprender algo valioso. Pregúntate: ¿qué me está enseñando Dios en este tiempo? En lugar de rendirte a la desesperación, espera en el Señor. Él tiene un propósito incluso en los momentos de incertidumbre. La Biblia dice en Oseas 12:6, “Y tú, vuelve a tu Dios, practica la misericordia y la justicia, y espera siempre en tu Dios” (LBLA).
La vida moderna se mueve a un ritmo vertiginoso. Estamos constantemente corriendo de un lugar a otro, atrapados en un ciclo de un sin fin de tareas y responsabilidades. Este ritmo acelerado nos deja agotados, estresados y ansiosos, viviendo sin disfrutar el presente. Nos sobrecargamos con compromisos innecesarios, tratando de cumplir con todo y olvidando lo que es realmente importante. Un consejero recomienda algunos pasos para desacelerar: primero, detente y reflexiona sobre cómo simplificar tu vida. Tómate el tiempo para pensar en lo que realmente importa y cómo puedes hacer espacio para ello. Segundo, elimina actividades que solo consumen tu tiempo y no te aportan valor. Finalmente, prioriza tus relaciones más significativas y asegúrate de darles el lugar que merecen. Simplificar tu vida te permitirá enfocarte en lo esencial. Dios quiere que vivas sin ansiedad, confiando en Su provisión y paz. Ora y pide Su guía para equilibrar tu tiempo. La Biblia dice en Filipenses 4:6, “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios” (LBLA).
La palabra “literal” se usa para describir algo que es absolutamente cierto y real, sin exageraciones ni interpretaciones. Muchos jóvenes en América Latina la utilizan para subrayar la veracidad de sus afirmaciones. En la vida, hay cosas que son literales y otras que no lo son. Lo literal implica autenticidad y algo que no necesita justificación o aclaración. Como creyentes, estamos llamados a vivir de manera auténtica y verdadera. Nuestro “sí” debe ser sí y nuestro “no” debe ser no. Debemos procurar que nuestras palabras tengan un valor real y sean respaldadas por nuestras acciones. Esto significa ser personas de integridad y coherencia, reflejando la verdad en todo lo que hacemos. Vivir literalmente la verdad significa amar sinceramente, reír sin reservas, servir con compromiso y compartir con generosidad. Aunque fallamos en nuestro intento de ser auténticos, Dios siempre es veraz y fiel. Puedes confiar en Su palabra literalmente. La Biblia dice en 3 Juan 1:4, “No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad” (RV1960).
¿Te han fallado alguna vez? Tal vez alguien se comprometió a estar ahí para ti, pero en el momento más crítico, no cumplió. Como dice una frase: “Conoces realmente a una persona por cómo te trata cuando te necesita y cómo lo hace cuando ya no le sirves”. La realidad es que todos, en algún momento, hemos sido decepcionados, y también hemos decepcionado a otros. Las promesas rotas y las expectativas no cumplidas son experiencias humanas universales. A pesar de que pongas tu mejor esfuerzo en ser confiable, es inevitable que a veces falles y que otros también te fallen. Sin embargo, no dejes que la decepción te robe la capacidad de confiar y de esforzarte. Si alguien te ha fallado, no significa que debas cerrar tu corazón o dejar de hacer el bien. Dios te llama a vivir con integridad, a esforzarte siempre, y a servir con todo tu ser, a pesar de las decepciones. Mantente firme y dedicado, sabiendo que tu labor nunca es en vano. A diferencia de las personas, Dios jamás te fallará. Su carácter es inquebrantable y Su fidelidad, eterna. Confía en Él siempre. La Biblia dice en Números 23:19, “Dios no es un hombre, por lo tanto, no miente. Él no es humano, por lo tanto, no cambia de parecer. ¿Acaso alguna vez habló sin actuar? ¿Alguna vez prometió sin cumplir?” (NTV).
Alguien afirmó: “El sentido de la vida se encuentra en vivir con sentido”. Tristemente, muchas personas desconocen el propósito de su existencia; no saben de dónde vienen ni hacia dónde van. Todos nacimos con un propósito más allá de solo crecer, reproducirnos, trabajar, pagar cuentas y morir. Dios nos ha creado con un diseño especial y un propósito particular. Cuando entendemos esto, nuestra vida cobra valor, porque quien sabe quién es, entiende cuánto vale. Nuestro propósito en la vida incluye crecer, servir, compartir y amar a los demás. Incluso la adversidad tiene un propósito. Si vivimos con intención, evitamos malgastar nuestros esfuerzos en lo trivial. Descubrir nuestro propósito es esencial a cualquier edad, ya que se convierte en una cura para muchos males. Dios desea que descubras tu propósito. Tan importante es el día que naces como el día que descubres para qué has nacido. Esta respuesta está en nuestro diseño; nuestros dones y talentos revelan nuestra capacidad para servir a Dios y a los demás. Si no has encontrado tu propósito, sigue buscando. Si ya lo has encontrado, afírmalo. Y si lo estás viviendo, permanece firme. La Biblia dice en Jeremías 17:10: “Pero yo, el Señor, investigo todos los corazones y examino las intenciones secretas. A todos les doy la debida recompensa, según lo merecen sus acciones” (NTV).
¿Has conocido personas que sienten la necesidad de incluir una grosería en cada frase? Hablar de forma corrompida no proviene de lo alto. La boca y el corazón están conectados; como dice la Escritura: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). Las palabras corruptas son como una fruta podrida (Mateo 7:17-18), sin valor y dañinas. No siempre son groserías, pero a veces negamos a Cristo con nuestras palabras, como Pedro cuando dijo: “No conozco a ese hombre” (Mateo 26:74). Otras veces, nuestras viejas actitudes resurgen y permitimos que de nuestra boca salgan palabras deshonestas. Al venir a Cristo, nuestra manera de hablar debe cambiar. La boca del pecador puede estar llena de amargura, pero cuando alguien confía en Cristo, sus labios se abren para confesar que Jesús es el Señor y glorificar a Dios. Jesús transforma el corazón y, al hacerlo, transforma también nuestra forma de hablar. La clave está en llenar el corazón de bendición, conocer la Palabra de Dios y profesarla con poder. El apóstol Pablo nos aconseja sazonar nuestras palabras con la gracia de Dios. Así, nuestras palabras reflejarán el cambio que Él ha hecho en nosotros. La Biblia dice en Colosenses 4:6, “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno”(RV1960).
¿Has conocido a alguien que se deje controlar por la ira? Aristóteles dijo: “Cualquiera puede enojarse, pero enojarse con la persona correcta, en la medida correcta, en el momento correcto, por la causa correcta y del modo correcto, no es fácil”. La ira es una reacción emocional a algo que nos molesta, y aunque no es pecado en sí misma —incluso Dios puede airarse justamente (Deut. 9:8)—, la Biblia compara la ira con el fuego, un fuego que puede propagarse y destruir si no es apagado por el perdón amoroso que proviene de Dios. La ira latente se convierte en malicia; la ira descontrolada en furia. Es posible enojarse sin pecar, pero debemos resolver el asunto rápidamente, sin dejar que el sol se ponga sobre nuestro enojo. Tanto la mentira como la ira dan lugar al diablo. Horacio decía que “la ira es una locura momentánea”. Salomón, en su sabiduría, aconseja: “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). Por lo tanto, no practiques la ira, ya que de ella no sale nada bueno. En cambio, pídele a Dios que controle tus emociones. Te aseguro que Él te ayudará. La Biblia dice en Romanos 12:19, “19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (RV1960).
Muchos conocemos la frase: “No todo lo que brilla es oro”. Nos recuerda que no todo lo que parece valioso lo es realmente. Esta gran verdad nos invita a reflexionar sobre la autenticidad. Aunque algo se vea lindo y reluciente por fuera, eso no garantiza que lo sea por dentro. La autenticidad es la cualidad de ser genuino, original y único; es lo opuesto a la apariencia engañosa de lo cual uno puede desconfiar. ¿Qué ven los demás en ti? ¿Proyectas lo que realmente está en tu corazón? Tal vez tu respuesta es “no”. Quizá tu corazón está cargado, herido o agotado. Quizá presentas una cara amable al mundo mientras en tu interior te sientes roto o emocionalmente herido. La buena noticia es que Dios desea sanar tu corazón. Él quiere enmendar tus heridas, llevar tus cargas, aliviar tus dolores y calmar tus frustraciones. Solo necesitas acercarte a Él con un corazón sincero. Te aseguro que Él nunca te rechazará. La Biblia dice en el Salmo 51:17, “17 El sacrificio que sí deseas es un espíritu quebrantado; tú no rechazarás un corazón arrepentido y quebrantado, oh Dios” (NTV).
Una vez vi una caricatura que me hizo reír. En ella, un hombre pedía que lo llevaran para aliviar la carga en sus hombros. Una camioneta se detiene y lo invita a subir. Alguien en el vehículo le pregunta: “¿Por qué no sueltas el morral con tu pesada carga?” El hombre responde: “Es que siempre me gusta cargar todas mis cargas”. Más allá de lo cómico, esta caricatura me hizo reflexionar: muchas veces actuamos igual en nuestra vida espiritual. Como creyentes, presentamos nuestras cargas a Dios porque Él cuida de nosotros. Pero, al igual que el hombre en la caricatura, aunque oramos y le dejamos nuestras cargas, seguimos llevándolas. Nos apegamos a nuestras aflicciones, incertidumbres y temores, sin dejarlos completamente en manos de Dios. Sin embargo, Jesús ya cargó con nuestros pecados, nuestras aflicciones y todos nuestros temores en la cruz. ¿Dejarás que Él cargue todo lo que te agobia? La Biblia dice en Mateo 11:29-30, “29 Pónganse mi yugo. Déjenme enseñarles, porque yo soy humilde y tierno de corazón, y encontrarán descanso para el alma. 30 Pues mi yugo es fácil de llevar y la carga que les doy es liviana»” (NTV).
¿Te has sentido alguna vez sin fuerzas? Como si no pudieras seguir adelante o sin ganas siquiera de levantarte de la cama. Creo que todos, en algún momento, nos hemos sentido así. Algunos, sin fuerzas físicas; otros, agotados emocional o espiritualmente. No estás solo. Una estadística reciente indica que más del 60% de las personas han experimentado una pérdida de fuerzas emocionales. Parece que, en el siglo XXI, las enfermedades emocionales superan incluso a las físicas. Entonces, ¿qué hacer cuando te sientes sin fuerzas? Primero, reconoce que es algo común al ser humano. Identificarlo es el primer paso. Segundo, levántate por obediencia y compromiso y busca ayuda. A veces, una simple conversación, unas palabras de aliento o una oración pueden cambiar cómo te sientes. Además, pídele a Dios que multiplique tus fuerzas. Él se complace en fortalecernos, alentarnos y suplir nuestras carencias físicas, emocionales y espirituales. La Biblia dice en Isaías 40:29, “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas” (RV1960).
A veces, simplemente nos quedamos sin palabras frente a eventos, noticias o circunstancias inesperadas. La vida tiene una forma peculiar de sorprendernos. Entonces, ¿qué hacer cuando ya no hay palabras? Una respuesta sencilla es "esperar". La espera puede ser difícil, incluso angustiante, pero también se convierte en un instrumento donde Dios nos enseña, nos anima y nos fortalece. Cuando faltan las palabras, siempre queda el silencio. Es en ese salón de espera y en el silencio donde Dios se hace real, llenándonos de Su paz y haciendo palpable Su presencia. En ese silencio, en el susurro apacible, escuchamos Su dulce voz y Sus promesas se vuelven más reales. Ahí, nuestras dudas se disipan y comprendemos que nuestros esfuerzos por sí solos nunca son suficientes. Cuando se acaban nuestras palabras, es cuando comienzan las palabras de Dios. Él irrumpe en el silencio si le permitimos hablar de manera clara y veraz. Si te has quedado sin palabras, no te preocupes. Dios nunca se queda sin qué decir. Quizá Él permite tu silencio para que realmente escuches Su voz. Entonces, ¿le estás escuchando? La Biblia dice en Salmo 29:4, “La voz del Señor es potente; la voz del Señor es majestuosa” (NTV).
Me fascina el canto titulado “Jesucristo basta”. A veces, solo necesitamos recordar el poder en el nombre de Jesús. Cuando Él está, es suficiente. Él nos libra de nuestras aflicciones, escucha lo más profundo de nuestro corazón y nos comprende como nadie. Suple todas nuestras necesidades, nos levanta en los momentos más difíciles, quita nuestros temores, nos protege, guía y sana nuestras dolencias. Él es suficiente. Además, cargó nuestros pecados en la cruz, llevando sobre sí nuestras enfermedades. ¿Crees que Jesucristo basta? Si tienes dudas, recuerda que Él sanó a enfermos, dio vista a ciegos, levantó a paralíticos, limpió a leprosos y liberó a endemoniados. Incluso resucitó a muertos y, en su poder, hasta las aguas del mar le obedecieron. Su nombre fue, es y siempre será suficiente. Su sacrificio nos garantiza un lugar en el cielo, que nos ofrece gratuitamente, donde nos espera para estar con Él por la eternidad. Así que, ¿crees que Jesús basta? La Biblia dice en Filipenses 2:10-11, “10 para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre” (NTV).
No sé si tú eres como yo, pero me encanta usar ropa vieja, especialmente esos zapatos que ya he usado por mucho tiempo y que se sienten tan cómodos. A veces, incluso teniendo algo nuevo, prefiero lo viejo, simplemente por la familiaridad. Pero luego, al probar lo nuevo, me doy cuenta de sus beneficios y de lo que he estado dejando pasar. En nuestra vida de fe sucede algo similar. Aunque tenemos una nueva vida en Jesús, a menudo luchamos para vivirla en plenitud. Nos refugiamos en el ayer, en errores o experiencias pasadas, o en lo que nos resulta cómodo en lugar de abrazar lo nuevo que Dios nos ha dado. Con nuestra nueva identidad en Cristo, también recibimos una nueva autoridad y una posición distinta. Nuestro pasado ya no nos define; nuestra naturaleza pecaminosa ya no es nuestra vestidura. Ahora, tenemos acceso a nuevos recursos espirituales y una nueva vestimenta de vida que Dios nos ofrece diariamente. Deja de ponerte el ropaje viejo y elige la vestimenta nueva que Dios tiene para ti. Al hacerlo, caminarás en novedad y plenitud de vida. La Biblia dice en Colosenses 3:10, “10 Vístanse con la nueva naturaleza y se renovarán a medida que aprendan a conocer a su Creador y se parezcan más a él” (NTV).
No todos tienen la misma versión de las cosas. Tres personas pueden estar en el mismo lugar, vivir el mismo evento, participar en el mismo programa o incluso comer el mismo platillo, y cada una lo describirá de manera diferente. Las versiones varían según la percepción, el entrenamiento, las emociones, la personalidad y muchas otras variables que forman parte de nuestra experiencia humana. Sin embargo, aunque tengamos diferentes versiones, Dios no cambia. Él siempre tiene la misma versión de nosotros porque nos ama incondicionalmente. Él nos mira a través de Su Hijo, Cristo, quien pagó en la cruz por todos nuestros pecados. Su veredicto sobre nosotros es el mismo: “Perdonados” por la sangre de Jesús. Dios ha extendido Su misericordia y Su amor, nos ha buscado y rescatado, aun cuando no lo merecíamos. Así que, aunque nuestras versiones y las de otros cambien, es reconfortante saber que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre. Sus promesas se cumplirán y Su fidelidad nunca falla. ¿Creerás en Él? La Biblia dice en Isaías 25:1, “Oh Señor, honraré y alabaré tu nombre, porque tú eres mi Dios. ¡Tú haces cosas maravillosas! Las planeaste hace mucho tiempo, y ahora las has realizado” (NTV).
Una vez escuché una frase que decía: “El éxito de tu liderazgo se mide por el éxito de tu sucesor”. Me impactó, porque muchas veces pensamos que el éxito de un líder recae solo en él o en ella, pero el principio de la sucesión es clave en el liderazgo. ¿Te has detenido a pensar en quiénes serán tus sucesores? No solo en tu familia, sino en lo laboral y ministerial. ¿Quiénes tomarán la batuta cuando ya no estés o cuando Dios te llame a Su presencia? ¿En quién estás invirtiendo para que sea tu sucesor? El Señor Jesús fue un experto en esto. Escogió a doce discípulos para caminar con ellos y enviarlos a predicar. Les mostró cómo ministrar a otros, enseñándoles con ejemplos claros y contundentes. Los guio en momentos difíciles, mostrándoles con Su vida lo que significaba someterse al Padre y ser fiel hasta la muerte. Aunque Sus discípulos no entendían todo en su momento, cuando Jesús ascendió al cielo, Sus lecciones cobraron luego un verdadero sentido. Jesús no los dejó solos; les mostró el camino y los preparó para continuar Su obra. Y tú, ¿en quién estás invirtiendo? ¿Cuáles serán tus sucesores? ¿A quiénes enviarás después de ti? La Biblia dice en Marcos 3:14, “14 Luego nombró a doce de ellos y los llamó sus apóstoles. Ellos lo acompañarían, y él los enviaría a predicar” (NTV).
Recuerdo las palabras de una hermana después de la muerte de mi madre: “Cuando no entiendas lo que esté pasando, solo habla con Dios y deja todo en Sus manos”. Es un consejo simple, pero profundo. A menudo, en momentos de prueba, frustración y espera, recuerdo estas palabras: hablar con Dios. Hablar con Dios es algo impresionante. Él es el Creador de todo lo que existe, el Rey de reyes, el Señor de señores, y Su Palabra tiene poder supremo. ¿Sabías que tenemos acceso directo a Él? Mientras que ante un rey humano nadie puede presentarse sin una agenda y una revisión previa, nuestro Padre celestial nos recibe en cualquier momento. Podemos clamar a Él en el nombre de Su Hijo Jesús. Jesucristo vino a salvar lo que se había perdido, murió por nuestros pecados y resucitó. Él eliminó la división entre el cielo y la tierra. Ahora, a través de Jesús, tenemos libre acceso al trono de la gracia de Dios. Tu Padre celestial desea hablar contigo y escuchar tu voz. ¿Deseas conversar con Él? La Biblia dice en Jeremías 33:3, “3 pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir” (NTV).
“¡No he tenido un buen día en mucho tiempo!” fue el comentario de un señor en el aeropuerto recientemente. Además, añadió: “Parece que hay más días malos que buenos”. Al escucharle, me puse a pensar en mi respuesta. Mi primera reacción fue decirle: “No hay días malos, solo días en los que necesitamos confiar más en Dios”. El señor me miró intensamente y pensé que mi comentario podría no haber sido bien recibido, pero luego me dijo: “Cuéntame de ese Dios, tal vez es lo que necesito”. Así empezó una conversación amena sobre la fe. Antes de abordar el avión, dijo: “Ya lo entendí, no hay días malos, solo días para aprender de Dios”. La Biblia nos enseña que cada día es una oportunidad para confiar en Él, porque Sus misericordias se renuevan cada mañana, y Su amor nunca se agota. Cada día nos brinda nuevas oportunidades y desafíos que nos acercan más a Dios. ¿Recibirás cada día como un regalo de Su parte? Recuerda, no hay días malos, sino lecciones diarias de Su amor y fidelidad. La Biblia dice en el Salmo 23:6, “Ciertamente tu bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor viviré por siempre” (NTV).
Recuerdo cuando era pequeño y visité el mar por primera vez fue una experiencia increíble. Con todo mi entusiasmo, corrí hacia el agua, pensando que sería como nadar en una piscina. Pero, para mi sorpresa, las olas me envolvieron y me hundieron de tal manera que llegué a pensar que me iba a ahogar. Salí del agua rápidamente, pero no sin haber tragado una buena cantidad de agua salada. ¿Alguna vez has sentido que te ahogas? Tal vez no físicamente, pero sí en tu vida emocional, familiar, laboral o incluso espiritual. Una vez escuché una frase que me impactó: "Si sientes que te ahogas y ya no puedes más, recuerda que Jesús caminó sobre las aguas". Cuando te sientas así, recuerda que no estás solo. Jesús está contigo. Él es quien te levanta, te sostiene y te da aliento. Es Él quien puede sacarte de las profundidades de tus problemas, dolores, malas relaciones y decisiones erróneas. Él es quien te sostiene con Su mano y camina contigo en todo momento. Así que, si sientes que te ahogas, solo clama a Jesús. Él está listo para llegar a tu rescate. La Biblia dice en el Salmo 25:5, “Guíame con tu verdad y enséñame, porque tú eres el Dios que me salva. Todo el día pongo en ti mi esperanza” (NTV).
Últimamente he reflexionado mucho sobre la expresión “A pesar de”. He notado cómo, a pesar de nuestras debilidades, incoherencias, afanes, ansiedades, errores y malas decisiones, Dios sigue obrando. A pesar de nuestra terquedad, indecisión, incredulidad, temor, inseguridad y complejidad, seguimos avanzando. De hecho, "a pesar de todo lo que Dios sabe sobre nuestro pasado, presente y futuro, Él nos ama y nos llama a seguirle, sin importar lo que suceda". A pesar de todo, Dios me ama. ¡Qué verdad tan poderosa! No importa lo que haya hecho, lo que esté haciendo o lo que haga en el futuro, Dios seguirá amándome. Su amor no depende de mis acciones o decisiones, sino de lo que Él ya hizo por mí. A pesar de mis muchas fallas, desobediencia y pecado, Dios me sigue amando. ¿No te llena de alegría conocer esta verdad tan liberadora? Y, ¿cómo respondemos a ese amor tan incondicional? Este tipo de amor debería acercarnos más a Él, hacernos más dependientes de Él y más obedientes a Su Palabra, para experimentar Sus bendiciones. Recuerda siempre que, “a pesar de todo”, Él te ama. La Biblia dice en Deuteronomio 7:9, “9 Reconoce, por lo tanto, que el Señor tu Dios es verdaderamente Dios. Él es Dios fiel, quien cumple su pacto por mil generaciones y derrama su amor inagotable sobre quienes lo aman y obedecen sus mandatos” (NTV).
"Con el tiempo todo se revela: las mentiras más escondidas, las razones más verdaderas y las personas más falsas". No importa cuánto te esfuerces por ocultar algo, como dice el viejo proverbio: "La verdad siempre sale a la luz". Este es un principio inmutable. A veces, lo mejor es permanecer en silencio, ya que el tiempo se encargará de hablar y gritar las verdades en el momento menos esperado, pero siempre preciso. Vivir en la verdad es crucial, porque al omitirla nos convertimos en esclavos de la mentira. La mentira tiene un límite, mientras que la verdad siempre llega. La verdad es como la luna: puede estar oculta un tiempo, pero siempre acaba mostrándose. Por eso, vive y practica la verdad constantemente, ya que, tarde o temprano, quienes mienten son descubiertos y pierden el respeto y el honor de los demás. ¿Qué hacer si has ocultado algo? Confiesa, por más difícil que sea. Habla siempre con la verdad, aunque no sea bien recibida. Espera antes de actuar. Sé genuino y auténtico en tu integridad, recordando que la vida lo cobra y lo paga todo. No sigas viviendo bajo la sombra de la mentira, ya que solo te hundirá más en la ilusión. En cambio, la luz de la verdad siempre te llevará hacia una vida plena. La Biblia dice en Juan 8:32, “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (RV1960).
Hay cosas que no tienen sentido. Por ejemplo, noticias inesperadas, situaciones imprevistas, relaciones quebrantadas, oportunidades perdidas, entre otras. Nuestra mente intenta racionalizar, procesar y darle sentido a todo. Sin embargo, hay cosas que solo ocurren bajo el designio de Dios. Incluso el científico Albert Einstein afirmó: “Cada día sabemos más, pero entendemos menos”. En resumen, no todo tiene una explicación lógica o coherente. ¿Qué decir de los milagros, las sorpresas, las pruebas, las luchas, las victorias, las derrotas, los premios inmerecidos, las maravillas inesperadas, los sueños cumplidos y las situaciones incoherentes, pero al mismo tiempo, coherentes? Al final, no todo tiene una explicación, pero sí un propósito. Lo que para nosotros parece carecer de sentido, para Dios lo tiene. Él conoce los tiempos, las personas, los eventos y cada proceso. Así que, lo que para nosotros no tiene sentido, para Él sí lo tiene. Por lo tanto, confiemos en Él, escuchemos Su voz, aprendamos de cada aspecto de nuestra vida y preguntemos: Señor, ¿qué quieres que yo haga? La Biblia dice en Job 42:2, “2 Yo conozco que todo lo puedes, Y que no hay pensamiento que se esconda de ti” (RV1960).
Hace ya algunos años, al atravesar una prueba de fe como familia, encontramos consuelo en una canción titulada: “Ya no soy un esclavo del temor” (No Longer Slaves). En medio de los desafíos físicos, emocionales, espirituales y relacionales, nos llegan noticias inesperadas, se pierden relaciones significativas, las oportunidades parecen escasas, las opciones disminuyen y el tiempo parece estar en nuestra contra. Sin embargo, debemos recordar que Dios está trabajando en nuestras vidas. Lo primero que aparece en nuestra vida es el temor: el miedo a lo incierto, a perder lo que más amamos, a sentir que no podemos hacer más de lo que ya hemos intentado, a la idea de no seguir adelante, y muchos otros temores. Sin embargo, como hijos de Dios, no podemos permitir que el temor nos esclavice. Somos hijos del gran Rey, y Él actúa en nuestro mejor interés. Dios está obrando a nuestro favor, incluso cuando las pruebas son dolorosas. Él está refinando nuestras vidas y realizando algo grandioso en nosotros. Aunque no siempre comprendamos Su plan, debemos descansar en el amor de Dios. Él es nuestro Padre y tiene los mejores planes reservados para nosotros. Por lo tanto, no te dejes dominar por el temor; ¡vive abrazado a las promesas de Dios! La Biblia dice en 1 Juan 4:18, “18 sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor” (NTV).
C. S. Lewis, el célebre escritor cristiano, afirmó: “Apunta al cielo y tendrás la tierra por añadidura. Apunta a la tierra y no tendrás ninguna de las dos”. ¿Hacia dónde estás dirigiendo tu enfoque? Seguramente, a menudo te enfocas en lo terrenal: en los afanes de la vida, las grandes ocupaciones, las innumerables responsabilidades, los múltiples compromisos y las relaciones con quienes nos rodean. Hemos desviado nuestra atención, y ahí radica la raíz de muchos de nuestros problemas. Es esencial dirigir nuestros esfuerzos hacia lo que Dios desea para nosotros. Debemos amar a Dios para poder amar verdaderamente a los demás. Necesitamos conocer a Dios para entender nuestro propósito y evitar divagar sin rumbo. Servir es fundamental, ya que en el servicio encontramos la grandeza que proviene de ayudar a otros. Es crucial recordar que nuestra experiencia en esta vida determina nuestra eternidad, porque cada acción que tomamos resuena en la eternidad. En resumen, es vital tener presente que no hay tristeza en la tierra que el cielo no pueda sanar, es decir, que nuestra eternidad siempre puede restaurar lo que falta. La Biblia dice en 2 Corintios 4:18, “18 Así que no miramos las dificultades que ahora vemos; en cambio, fijamos nuestra vista en cosas que no pueden verse. Pues las cosas que ahora podemos ver pronto se habrán ido, pero las cosas que no podemos ver permanecerán para siempre” (NTV).
Hay un canto cristiano antiguo muy popular cuyo coro dice: “Agradecimiento hay en mi corazón, canto de alegría elevo con mi voz, muchas son las cosas que mi Dios me ha dado y en agradecimiento le sirvo a mi Señor”. Aún en medio de los procesos difíciles, sé agradecido, ya que el agradecimiento abrirá la puerta que traerá todas las demás bendiciones. Como dice una frase: “Si una persona no es agradecida con lo que tiene ahora, difícilmente lo será cuando lo obtenga” (Frank A. Clark). Una actitud de agradecimiento debe siempre ocupar un lugar importante en nuestra vida. Los estudios demuestran que las personas agradecidas son más felices, porque en lugar de enfocarse en lo que les falta, agradecen por lo que tienen, logrando así experimentar plenitud y alcanzar la madurez emocional. Desarrollar una actitud de agradecimiento nos ayuda a crecer y trascender, ya que la raíz de todo bien se encuentra en el principio de la gratitud. Entonces, ¿por qué estás agradecido(a) hoy? Haz una lista de las cosas por las que te sientes agradecido, fomenta una cultura de agradecimiento y dale gracias a Dios. Verás cómo sales reconfortado, animado y desafiado. La Biblia dice en el Salmo 75:1, “¡Te damos gracias, oh Dios! Te damos gracias porque estás cerca; por todas partes, la gente habla de tus hechos maravillosos” (NTV).
Una frase que suelo compartir dice: "Visión sin acción es pura ilusión". A menudo encuentro personas llenas de entusiasmo que me comparten sus visiones. Los escucho con atención para motivarlos, pero suelo preguntarles: ¿Qué pasos estás tomando para hacer realidad esa visión? Muchas veces, el entusiasmo se desvanece y la respuesta es débil o imprecisa, mostrando una falta de claridad. Puedes tener la visión más inspiradora, pero si no das un paso intencional para cumplirla, se quedará en una simple ilusión. El mundo está lleno de soñadores que se alimentan de visiones, pero carecen de la acción necesaria. Aquí hay algunos consejos para poner en marcha tu visión. Primero, asegúrate de que tu visión esté alineada con la de Dios, a través de Su Palabra, la oración y el consejo sabio. Segundo, desarrolla un plan de acción con pasos claros y sencillos. Detalla cada etapa, los recursos, la formación que requieres y calcula los costos relacionales, físicos y espirituales. Tercero, invita a otros a unirse a tu visión. Recuerda que solo puedes ir rápido, pero acompañado llegarás más lejos. Finalmente, busca siempre la guía de Dios, quien conoce lo mejor para tu vida y tu futuro. La Biblia dice en Santiago 2:17 , “Como pueden ver, la fe por sí sola no es suficiente. A menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil” (NTV).
El reconocido misionero y escritor William Carey afirmó: “Espera grandes cosas de Dios y emprende grandes cosas para Dios”. ¿Qué es lo que esperamos realmente de Dios? ¿Cómo medimos nuestra fe? ¿Qué acciones emprendemos en nuestro servicio a Él? Estas preguntas nos invitan a reflexionar sobre la inmensidad de nuestro Dios y la verdadera dimensión de nuestra fe. A menudo, aunque decimos esperar cosas grandes de Dios, nuestra creencia es débil. Dudamos de Su capacidad para actuar a nuestro favor y tememos que, al emprender algo según Su voluntad, los resultados no serán sorprendentes. Reconocemos que Dios es poderoso, pero no vivimos esperando experimentar la plenitud de Su grandeza. La clave no radica en cuán grande es nuestra fe, sino en la grandeza del Dios en quien confiamos. Ese Dios es Jesús, el Hijo de Dios resucitado, que está a la diestra del Padre y tiene todo el poder para obrar “en y a través” de nosotros. ¿Qué te detiene? Confía en Sus promesas y realiza aquello que Dios ha puesto en tu corazón. Te aseguro que te asombrarás de lo que Él hará. La Biblia dice en Salmo 37:7,“ Quédate quieto en la presencia del Señor, y espera con paciencia a que él actúe. No te inquietes por la gente mala que prospera, ni te preocupes por sus perversas maquinaciones” (NTV).
Yo tengo una frase que comparto mucho que dice: “Es mejor hacer lo correcto y no lo conveniente”. A menudo, es más fácil hacer lo que nos convenga al momento, especialmente si no estamos afectando a nadie a nuestro alrededor. Pensamos que aunque no hagamos un daño notorio, hacer lo que conviene es lo mejor. Sin embargo, no todo lo que parece ser bueno es bueno y no todo lo que nos conviene es ético. Por otro lado, hacer lo correcto no es siempre lo más fácil y lo más aplaudido. El hacer lo correcto es contracultura y contracorriente. Es decir la verdad aunque duela. Es pronunciar un sí cuando es necesario. Es pararse firme con un “no” cuando sea lo indicado. Es regirse por principios, valores e ideales. Es permanecer en la verdad y no aceptar vivir bajo ninguna mentira. Es no vivir esclavo del pasado, ni de los errores del ayer, sino confiar, vivir en la verdad y proseguir hacia delante con una postura de fe. Es seguir la voz de Dios y hacer caso omiso a la voz del mundo, de la carne y del mismo enemigo. Entonces, ¿estas dispuesto(a) a hacer lo correcto y no solo lo que te conviene? La Biblia dice en 1 de Corintios 10:23, “23 Ustedes dicen: «Se me permite hacer cualquier cosa», pero no todo les conviene. Dicen: «Se me permite hacer cualquier cosa», pero no todo trae beneficio” (NTV).
Una vez escuché una frase que me llamó profundamente la atención: “Deja de preocuparte por lo que te hace llorar y empieza a valorar aquello que te hace sonreír”. ¿Qué es lo que realmente te hace sonreír en la vida? ¿Es tu familia, tus amigos, tu trabajo, tus pasatiempos, tus sueños, o las pequeñas victorias cotidianas? Tal vez son esos momentos de superación, en los que, a pesar de los errores y desaciertos del pasado, logras encontrar un motivo para sonreír. A menudo, incluso aprendemos a reírnos de aquellos pesares y aflicciones que alguna vez nos causaron lágrimas, porque hemos encontrado lecciones valiosas en medio de ellos. Tómate un momento para evaluar qué es lo que trae una sonrisa a tu rostro y busca formas de aprovecharlo al máximo. Si en este momento no encuentras muchas razones para sonreír, recuerda que Dios tiene el poder de transformar tu lamento en gozo, tu tristeza en alegría, y tu llanto en risa. Él puede llenar tu corazón con cánticos de júbilo y otorgarte una paz que sobrepasa todo entendimiento, embelleciendo tu vida de una manera especial. Una de las mejores maneras de recibir este gozo es a través de la oración. Cuando oramos, damos gracias a Dios, confesamos nuestras faltas, presentamos nuestras necesidades, y elevamos nuestras peticiones por los demás. En ese acto de comunión con Dios, nuestras preocupaciones se desvanecen, y nuestro corazón se llena de un gozo divino. Es un gozo que no depende de las circunstancias, sino que proviene directamente de lo alto, transformando nuestra mente y llenando nuestro ser con paz y alegría. La Biblia dice en Filipenses 4:6, “6 No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho” (NTV).
"El mejor maestro es el tiempo, sin necesidad de que hagas preguntas, te da las mejores respuestas". ¿Cuántas veces el tiempo te ha mostrado si estabas en lo correcto o no? El tiempo tiene dos características esenciales: “nos proporciona una perspectiva única y sana las heridas del corazón”. A medida que pasan los días, comenzamos a ver las situaciones de manera diferente. Los dolores, aciertos y desaciertos de ayer adquieren un nuevo significado cuando los miramos a través del lente del tiempo. El tiempo también tiene un poder curativo. Con el transcurrir de los días, las batallas que alguna vez parecían inmensas ya no tienen la misma importancia. Incluso las cosas que más nos molestaban llegan a hacernos reír. ¿Por qué sucede esto? Porque el tiempo ha hecho su trabajo de sanar y restaurar. Como dijo Benjamín Franklin: “¿Amas la vida? Pues si amas la vida, no malgastes el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida”. En ocasiones, como dice el dicho, simplemente necesitamos "darle tiempo al tiempo". Hay quienes darían todo por un poco más de tiempo, mientras que nosotros, que lo tenemos, a menudo no lo valoramos. Por eso, recordemos que, muchas veces, "el mejor maestro" que podemos tener es el tiempo mismo. La Biblia dice en Eclesiastés 3:11, “Sin embargo, Dios lo hizo todo hermoso para el momento apropiado. Él sembró la eternidad en el corazón humano, pero aun así el ser humano no puede comprender todo el alcance de lo que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin” (NTV).
"Normalmente le damos más importancia a lo que podría pasar en el futuro que a lo que está sucediendo ahora mismo". Sin embargo, es esencial entender que el pasado ya se ha ido, el futuro aún no ha llegado, pero el presente es el único momento que verdaderamente poseemos. Una buena actitud sería: “aprender del pasado, prepararnos para el futuro, pero, sobre todo, vivir plenamente en el presente”. En lugar de esperar el momento perfecto, debemos tomar el momento que tenemos y hacerlo perfecto. De esta forma, el pasado se convierte en una experiencia que el presente aprovecha y que el futuro perfeccionará. Aquí hay algunos consejos: no permitas que el pasado te encadene ni te atormente; aprende de él y evita cometer los mismos errores. Aprovecha el presente e invierte tu tiempo sabiamente. No vivas con prisa, porque la carrera solo deja cansancio. Escucha el consejo de aquellos que ya han recorrido el mismo camino. Permite que Dios te guíe mientras transitas el sendero de la vida. Espera con fe lo que está por venir. Finalmente, aprende de los niños, que viven como si no tuvieran pasado ni futuro, disfrutando del presente como si fuera su mayor tesoro, algo que a menudo olvidamos hacer. Ora al Señor diciendo: "En tus manos están mis tiempos". La Biblia dice en Oseas 12:6, “Y tú, vuelve a tu Dios, practica la misericordia y la justicia, y espera siempre en tu Dios” (LBLA).
"Podemos perder algunas batallas, pero lo que no podemos permitir es que el espíritu de derrota se apodere de nosotros como si la guerra ya estuviera perdida". En esta vida, las derrotas a menudo se convierten en lecciones necesarias para nuestro crecimiento. Es vital entender que antes de entrar en cualquier batalla, debemos estar convencidos del motivo que nos impulsa a luchar. Algunas batallas no valen el esfuerzo, mientras que otras requieren toda nuestra tenacidad y perseverancia para ser conquistadas. Es fundamental evaluar nuestras batallas y hacernos preguntas como: ¿Vale la pena luchar esta batalla? ¿Cuál es el verdadero motivo? ¿Es mejor pelearla o dejarla ir? ¿Cómo afectará a las personas o relaciones que me rodean? ¿Estoy preparado, tengo la experiencia y el respaldo necesario para enfrentarla? ¿Cuáles serán los costos y qué ganaré o perderé al final? Estas preguntas te ayudarán a decidir si una batalla merece tu tiempo y energía. Dios nos recuerda constantemente que, cuando estamos en Su voluntad, Él pelea nuestras batallas. La victoria y la gloria estarán de nuestro lado porque le pertenecen a Él. Permite que sea Dios quien luche por ti. ¿Estás dispuesto a dejar que Él pelee tus batallas? La Biblia dice en Jeremías 15:20, “Pelearán contra ti como un ejército en ataque, pero yo te haré tan seguro como una pared de bronce fortificada. Ellos no te conquistarán, porque estoy contigo para protegerte y rescatarte. ¡Yo, el Señor, he hablado!” (NTV)
Hay personas que siempre se enfocan en lo negativo. Incluso cuando todo va bien, buscan algún aspecto malo para destacar. Esta actitud de centrarse en lo negativo y en las dificultades nos impide ver las maravillas que Dios realiza en y a través de nosotros. Como dice un dicho: “Una mente negativa nunca producirá una vida positiva”. Curiosamente, requiere el mismo esfuerzo ser negativo que ser positivo, pero los resultados son radicalmente distintos. Es cierto que una actitud positiva no es la solución para todo ni resolverá todos tus problemas, pero puede cambiar muchas situaciones y será lo suficientemente impactante como para que el esfuerzo valga la pena. Está demostrado que las malas actitudes y la negatividad afectan negativamente las relaciones y dejan consecuencias significativas. Nuestro Padre celestial desea que desarrollemos la mente de Cristo, una mente que confía en Sus promesas, que espera lo mejor y que acepta lo que viene como parte de Su plan divino. Por lo tanto, “adopta una actitud positiva”. ¡Los beneficios serán notables en tu vida! La Biblia dice en 1 Crónicas 16:11-12, “11 Busquen al Señor y su fuerza, búsquenlo continuamente. 2 Recuerden las maravillas y los milagros que ha realizado, las resoluciones que ha dictado” (NTV).
Hay más de 900 definiciones de liderazgo, pero si pudiera resumirlas en una palabra, elegiría "influencia". El liderazgo, en esencia, es influencia. La tarea del líder es guiar a las personas desde donde están hacia donde no han estado, y para ello, el líder debe caminar junto a ellas. Como dijo Aristóteles: "El que nunca ha aprendido a obedecer no puede ser un buen comandante". El líder es un defensor de la verdad y trabaja para que otros la busquen. Un gran líder no siempre lleva a las personas a donde quieren ir, sino a donde deben estar. El Señor Jesús ha sido, es y será el mejor ejemplo de un líder. Nos mostró una renuncia inquebrantable, un sacrificio sin igual y una entrega constante. Él encarnó el servicio, la perseverancia y la constancia. Mostró fidelidad a Su visión y un trabajo abnegado para alcanzarla. Nos enseñó la negación de sí mismo por el bien de otros. Nos brindó un amor inagotable, incondicional e inquebrantable. Nos mostró la esencia de un liderazgo de servicio y transformación, evidenciando que servir empieza desde adentro. La verdadera esencia del líder radica en su propósito de servir, porque un verdadero líder sabe morir a sí mismo para vivir el propósito para el que fue llamado. La Biblia dice en Marcos 10:45,“ 45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (RV1960).
¡Estás haciendo el ridículo! Esa fue la expresión que usó un hijo al gritarle a su mamá en medio de la cancha, cuando ella estaba emocionada por su desempeño. Me pareció un poco grosero de su parte referirse así a su madre. Creo que el que realmente hizo el ridículo fue él, porque la gente lo reprendió por su actitud. Pero ¿cuántas veces hacemos el ridículo? ¿Cuántas veces olvidamos a quienes nos rodean y actuamos de manera tonta? ¿Cuántas veces nos ridiculizamos solos? Una frase que me quedó grabada dice: "Nada muestra tan claramente el carácter de una persona como lo que revela cuando hace el ridículo". Normalmente, se refleja lo que hay en el corazón, porque, como dicen las Escrituras: "De la abundancia del corazón, habla la boca" (Mateo 12:34). A veces, hacemos el ridículo con nuestras expresiones faciales, corporales y, aún más, con nuestras decisiones. Aquí van algunos consejos para no hacer el ridículo: piensa antes de actuar y hablar, recuerda que siempre hay alguien a tu alrededor (hay una audiencia), evalúa que tus palabras tienen poder, reconoce que tus acciones afectan a otros y, sobre todo, ten presente que Dios está con nosotros siempre. La Biblia dice en el Salmo 84:11, “Pues el Señor Dios es nuestro sol y nuestro escudo; él nos da gracia y gloria. El Señor no negará ningún bien a quienes hacen lo que es correcto” (NTV).