Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn la antigua ciudad de El Cairo, donde las calles bullían de comerciantes, mendigos, sabios y charlatanes, vivía un cadí —un juez— que era la vergüenza de toda la ciudad. No había justicia que no se pudiera comprar con unas monedas, ni sentencia que no se pudiera torcer con un buen soborno. Era un hombre sin escrúpulos, hábil en el arte de la trampa y la mentira.Su fama de corrupto llegó tan lejos que un día fue destituido de su cargo. Sin el poder del tribunal, y sin ninguna intención de trabajar honestamente, se encontró en la miseria. Solo le quedaba un esclavo: Mubárik, un pícaro de lengua afilada y mente rápida, tan tramposo como su amo.Un día, desesperado por conseguir dinero, el cadí le dijo a Mubárik:—Sal a la calle y busca a alguien que necesite resolver un pleito. Aún hay quienes no saben que ya no soy juez. ¡Podemos sacarles unas monedas!Mubárik, que ya había hecho ese tipo de encargos, ideó un plan: provocaría a alguien rico, fingiría ser la víctima y lo llevaría ante su amo para sacarle dinero. Vio venir a un caballero elegante, apoyado en su bastón, y le hizo una zancadilla. El hombre cayó en un charco de barro. Furioso, se levantó, pero al reconocer a Mubárik como esclavo del cadí, prefirió evitar problemas.—¡Así Alá ahuyente a Satán! —murmuró, y se marchó.Mubárik comprendió que su plan no funcionaría: los que sabían que el cadí ya no era juez no caerían, y los que no lo sabían, le temerían. Mientras pensaba en otra trampa, vio pasar a un criado con una fuente en la cabeza. Llevaba un pato relleno, adornado con berenjenas, tomates y pepinillos. En aquella época, muchos no tenían horno en casa y llevaban su comida a hornear a panaderías.El criado dejó la fuente en el horno y dijo que volvería en una hora. Mubárik, que no podía quitarle los ojos al pato, se acercó al hornero y le dijo:—Entrégame ese pato. Es de mi amo.-¡Pero ese pato no es de tu amo! -dijo el hornero, que lo conocía bien.-¡Cómo que no! -se indignó Mubárik. Si yo mismo crié a su madre pata, la vi poner el huevo, contemplé como mi patito rompía el cascarón y lo cebé hasta que estuvo lo bastante grande. ¡Yo mismo lo sacrifiqué y lo rellené y lo adorné con verduras!-Por Alá que me has convencido -dijo el dueño del horno. Pero ¿qué le digo a la persona que me lo trajo cuando lo venga a buscar?-No vendrá -aseguró muy suelto Mubárik. Es uno de nuestros criados y ahora está haciendo otro encargo. Por eso me han enviado a mí. Quien te trajo el pato es un hombre muy bromista, siempre dispuesto a reírse. Si llegara a venir, (por error, claro) le dirás que al meter la fuente en el horno, el pato dio un salto y graznando como loco se echó a volar y se escapó. ¡Ya verás cómo se divierte!El dueño del horno no podía parar de reírse con la broma de Mubárik. Sacó el pato, que ya estaba bien dorado, y se lo entregó sin dudar. ¡Qué banquete se dieron Mubárik y su amo con tan delicioso platillo!Entretanto, el hombre que había entregado la fuente no tardó en volver a buscarlo. Y cuando escuchó la historia de que el pato se había escapado volando, no le hizo ni pizca de gracia. Estaba furioso, acusó al dueño del horno de ladrón y palabra va, palabra viene, terminaron a golpes.La situación se ponía cada vez más interesante y rápidamente se formó un corrillo de curiosos que no querían perderse la pelea. Entre ellos había una mujer embarazada. El dueño del horno tomó impulso para pegarle a su rival, el criado lo esquivó y la pobre mujer terminó recibiendo un puñetazo en pleno vientre.Algún comedido corrió a contarle a su marido lo que había pasado. El hombre tomó un g
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comErase una vez una familia muy pobre, compuesta por los padres, Florencio y Amaranta, y por sus dos hijos, Florencito y Amarantita. Tenía tal necesidad la familia, que todas las mañanas se veía obligado el buen Florencio a ir hasta el matadero para comprar a muy bajo precio las tripas de las reses allí sacrificadas. A la postre, y dada la destreza culinaria de Amaranta, las tripas se convertían en un alimento de grato sabor.Tenían una vecina, llamada Mariquita, que un día se dirigió a la choza de Florencio y Amaranta para pedirles un poco de sal. Al ver a Amaranta guisando aquellas repugnantes tripas, le dijo:-Las compra Florencio en el matadero que hay cerca del cemen-terio, ¿verdad?-Así es -respondió Amaranta.Entonces Mariquita les contó que aquellas tripas no eran de animales, sino de fantasmas.-¡Qué cosas dices! -exclamó el buen Florencio echándose a reír.-Es verdad -insistió Mariquita. El cura es el que hace eso; es un brujo.Poco después murió Mariquita.Una mañana en la que Florencio iba al matadero, vio venir hacia él una manada de toros. Cuando llegaron a su altura, oyó algo en extremo curioso: un toro le preguntaba a otro, en el idioma de los cristiapos, si era la primera vez que iba al matadero. El toro preguntado respondió que no; que era la tercera vez que lo mataban.Al poco rato vio pasar a una hermosa vaca, de cuyos ojos brotaban abundantes lágrimas que resbalaban por su hocico, y que lanzaba suspiros de mujer atribulada.Florencio se dirigió a ella y le preguntó qué le sucedía. La vaca contestó que lloraba porque estaba muerta.-¿No me conoces? -dijo. Soy Mariquita. He muerto por contaros que el cura convierte a la gente en 'reses.Entonces contó a Florencio cómo el cura, todas las noches, iba al camposanto y mediante un extraño poder que tenía convertía a los muertos en ganado, los llevaba al matadero y se enriquecía así vendiendo su carne.En cuanto llegó a su choza, Florencio contó a su Amaranta la conversación que tuviese con la vaca. Amaranta creyó todo aquello; mas como Florencio no terminara de creérselo, decidió ir a preguntárselo en persona al cura. A pesar de la oposición de ella, no cejó en su empeño.Al día siguiente, muy temprano, se encaminó a la iglesia en busca del cura. Amaranta le siguió hasta la puerta.El cura le recibió muy bien y le preguntó por el motivo de su visita.-¿Es verdad que usted convierte a los muertos en reses? -le preguntó el buen Florencio.El cura aseguró que aquello era una patraña. Luego trató de sonsacar a Florencio quién le había dicho semejante cosa. Al enterarse de que había sido la difunta Mariquita, frunció el ceño.Luego preguntó a Florencio si había comentado con alguien aquella falsa historia.-Sólo con mi Amaranta -dijo el buen hombre.Aquello supuso el fin del infeliz Florencio. Amaranta esperó mucho rato a la puerta de la iglesia, sin que su marido apareciese. Al cabo de un tiempo, vio a un precioso toro negro con manchas blancas en el rabo y en el pecho que salía de la iglesia y que se alejaba. Cansada de esperar, volvió a su casa. Florencio no regresó. Todos creyeron que había muerto y la gente empezó a llamar a su esposa la viuda Amaranta.Ella se tuvo que poner a trabajar para sacar adelante a sus hijos. Por ayudar a la recolección a sus vecinos, recibía algún dinero y con eso vivía.Una mañana, en la que se hallaba segando en el campo, se le acercó un hombre muy hermoso. Amaranta sintió gran extrañeza por aquella súbita presenpia de hombre tan bello.-Dedícate a tejer cintas -dijo el extraño, y también cinturones y fajas, que ya verá
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn un rincón verde y encantado del mundo, vivía un joven llamado Mateo. Tenía el cabello como el trigo al sol, una sonrisa que derretía corazones y un alma tan generosa que hasta los animales del bosque lo saludaban con cariño.Un día, con su hacha al hombro y una canción en los labios, Mateo se adentró en el bosque a cortar leña. Pero no había avanzado mucho cuando escuchó un "croac... croac..." muy débil. Se asomó a un hoyo y encontró a tres sapos completamente deshidratados, como si fueran pasas con patas.—¡Pobrecillos! —exclamó Mateo—. ¡El sol casi los convierte en pasasSin pensarlo, buscó hojas grandes y frescas, y los cubrió con cuidado, como si fueran bebés verdes. Luego, siguió su camino, sin saber que acababa de cambiar su destino.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez al inicio de los tiempos, una Tierra que aún estaba aprendiendo a respirar, los árboles eran jóvenes, los ríos cantaban canciones nuevas y el cielo no tenía luna. En ese tiempo mágico, los seres que hoy forman parte del cuerpo humano vivían como amigos separados.El Brazo era fuerte y valiente. Le encantaba lanzar flechas, trepar árboles y construir cosas con ramas y piedras.El Pie era rápido y curioso. Corría por los campos, saltaba sobre los ríos y exploraba cada rincón del mundo.La nariz iba saltando de ser en ser experimentando el olor de todos los elementos de la creación. Y la Boca era alegre y sabia. Sabía contar historias, cantar canciones y hacer reír a todos con sus palabras dulces.Los cuatro eran inseparables. Iban juntos a todas partes, compartían frutas, aventuras y secretos. Pero, aunque se querían, el Brazo a veces sentía celos de la boca. Pensaba: "¿Por qué todos escuchan a la Boca? ¿Por qué todos la admiran por hablar, si yo soy el que trabaja y caza?" Un día, mientras paseaban por un bosque lleno de mariposas, llegaron a una charca muy extraña. El agua era tan quieta que parecía un espejo. No había ranas, ni peces saltando, ni pájaros cantando cerca. Todo estaba en silencio.El Pie se detuvo y dijo:—He oído que esta charca es mágica… pero peligrosa. Dicen que quien entra en ella, nunca vuelve.La Boca se acercó al borde y, de pronto, vio algo moverse bajo el agua. ¡Era un pez dorado! Sus escamas brillaban como el sol.—¡Qué hermoso! —exclamó—. Quiero atraparlo.Como no tenía arco ni flechas, le pidió al Brazo que le prestara los suyos. El Brazo, con una sonrisa que escondía un pensamiento oscuro, se los dio.La Boca apuntó… ¡y disparó! Pero la flecha falló y se hundió en el agua.—¡Oh no! Perdí tu flecha —dijo la Boca, preocupada.El Brazo frunció el ceño.—Entonces entra y búscala.—¿Qué? ¡Pero sabes que esta charca es peligrosa!—No me importa. Quiero mi flecha., no tus disculpas. Quiero Mi flecha.La Boca, asustada, pidió ir a su casa para hablar con su madre. El Brazo aceptó, pero solo por un momento. En la aldea, la familia de la Boca preparó regalos: collares de semillas, frutas dulces, telas tejidas con amor. Fueron a casa del Brazo y se arrodillaron.—Perdónanos. Te daremos todo esto por tu flecha.Pero el Brazo no aceptó nada. Solo quería que la Boca entrara en la charca.La Boca, con el corazón latiendo fuerte, miró a su madre. Ella la abrazó y le dijo:—Eres valiente. Haz lo correcto, pero cuídate.Y así, la Boca se despidió y caminó sola hacia la charca. La Boca se sumergió. El agua estaba fría y oscura, pero ella no se detuvo. Bajó y bajó y el agua enpezo a entrar en su cuerpo de boca… hasta que, de pronto, todo cambió.¡Había llegado a una aldea mágica bajo el agua! Las casas eran de conchas, las calles de arena brillante, y en el cielo submarino flotaban luces suaves como luciérnagas y curiosamente allí el agua no la ahogaba.Un demonio viejo, con barba de algas y ojos como faroles, la esperaba.—¿Qué haces aquí, pequeña?—Perdí una flecha. Vine a buscarla.El demonio la miró con sorpresa. Nadie había hablado con tanta sinceridad antes.—Eres valiente. Puedes ir a esa casa. Allí está tu flecha… y otras cosas hermosas. Elige lo que quieras.La Boca entró y vio muchas luces flotando como globos. Eran redondas, suaves, y cada una brillaba con una luz distinta de diferentes colores. Una de ellas, pequeña y plateada, le pareció especial.Tomó la
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez En un rincón remoto de la costa ártica, donde el hielo se extiende hasta el horizonte y el viento canta canciones antiguas entre los témpanos, una anciana inuit con su nieto, Kautaluk. El muchacho era huérfano: sus padres habían muerto en una tormenta de nieve, y desde entonces, solo el calor del cuerpo de su abuela lo protegía de las noches heladas.Vivían en un pequeño iglú, construido con esfuerzo y amor, pero sin pieles para abrigarse ni carne para alimentarse. A veces, los vecinos más compasivos les dejaban un trozo de grasa o un poco de pescado seco. Pero la mayoría del tiempo, Kautaluk y su abuela sobrevivían con lo que otros desechaban.Kautaluk era menudo, de mirada profunda y silenciosa. Algunos lo respetaban por su dignidad, pero muchos lo despreciaban por su debilidad. Los niños lo empujaban, los adultos lo ignoraban. A veces, cuando entraba en un iglú, alguien lo levantaba del suelo tirándole de la nariz, como si fuera un muñeco. El dolor físico era fuerte, pero el desprecio dolía más.Una noche, tras regresar con el rostro enrojecido por las lágrimas y el frío, Kautaluk se acurrucó junto a su abuela. El silencio era absoluto. Entonces, una luz suave llenó el iglú. Una figura alta, envuelta en pieles de luz, apareció ante él: el Gran Espíritu de la Tierra.—Kautaluk —dijo con voz como el crujido del hielo—, has soportado el dolor con humildad. Esta noche te doy un regalo: la fuerza de los glaciares, la voluntad del viento. Úsala con sabiduría.Y desapareció.Kautaluk no dijo nada. Esa misma noche, salió al exterior. El cielo estaba despejado, las estrellas titilaban como brasas. Caminó hasta donde yacían las piedras más grandes del campamento. Una a una, las levantó con facilidad y las arrojó contra los iglús de quienes lo habían humillado. Luego encontró un tronco gigantesco, arrastrado por el mar, y lo colocó frente a la entrada del iglú de su peor enemigo.Al amanecer, el poblado despertó en confusión. Nadie podía entender cómo habían llegado allí esas rocas y ese árbol. “¡Ningún ser humano podría haber hecho esto!”, murmuraban.Kautaluk solo observaba, en silencio.Días después, el Gran Espíritu volvió a visitarlo en sueños:—Pronto vendrá una osa blanca con sus dos crías. Sus pieles os darán calor.Y así fue. Una mañana, una osa y sus cachorros fueron avistados en el hielo. Los cazadores corrieron con sus lanzas. Kautaluk, con las botas de su abuela, los siguió. Pronto los adelantó. Los hombres se burlaban:—“¡Ese pobre huérfano! ¡Lo van a devorar!”Pero Kautaluk no se detuvo. Con una fuerza sobrehumana, agarró a los osos por las patas y los golpeó contra el hielo. Murieron al instante. Los cargó sobre sus hombros y los llevó al iglú de su abuela. Los cazadores, atónitos, lo siguieron.—Aquí hay comida para todos —dijo Kautaluk—, pero primero quitad las pieles. Mi abuela y yo haremos sacos de dormir.Los hombres obedecieron sin rechistar. Luego, Kautaluk repartió la carne entre todos. Por primera vez, fue invitado a cada iglú. Le ofrecieron los mejores trozos, pero él, con humildad, pidió solo los más duros, los que siempre había comido.Con el tiempo, Kautaluk deseó formar su propio hogar. Se enamoró de la hija de su peor perseguidor. Para asegurarse de que nadie volviera a humillarlo, hizo una última demostración de poder: colocó árboles gigantes contra los iglús de todos los que lo habían maltratado. Si se movían, serían aplastados.El miedo se apoderó del poblado. Pero Kautaluk, con calma, retiró los árboles uno por uno.—No quiero venganza —dijo—. Solo justicia.A los
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez un camionero llamado elias que conducia por la ruta 5 de chile Era una noche sin luna cuando Elías Llevaba horas sin ver un alma, y el cansancio comenzaba a nublarle la vista. La ruta 5 es posiblemente la más importante de chile ya que atrevieza todo chile a lo largo. Son 3400 kilometros cruzando desde el sur de chile hasta las frontera con peru y Bolivia. Elias era un camionero ya curtido y había recorrido muchas veces esta ruta pero este día estaba especialmente cansado. De pronto, una bruma espesa descendió del cielo, cubriendo el camino. Al atravesarla, Elías vio algo imposible: una ciudad resplandeciente en medio del desierto. Pese a haber recorrido muchas veces esta ruta no recordaba esta ciudad y estaba absolutamente seguro de que seguía la ruta 5 como marcaban todas las señales de la carretera. Sin embargo esta ciudad estaba allí. Las calles estaban empedradas con piedras que brillaban como estrellas. Las casas, de arquitectura antigua, parecían sacadas de un cuento. Había música en el aire, risas, aromas de pan recién horneado y flores que no deberían crecer en ese lugar. Un cartel de hierro forjado colgaba sobre la entrada: "Bienvenido a Tololo Pampa".Elías, incrédulo, fue recibido por una mujer de ojos dorados y voz suave. “Has llegado en el momento justo”, le dijo. “Hoy celebramos el Festival de la Niebla”. Lo llevaron a una plaza donde danzaban figuras vestidas con trajes de siglos pasados. Comió, bebió, y rió como no lo hacía desde joven. Una joven de piel luminosa, que se presentó como Tololo, lo tomó de la mano y le mostró la ciudad. “Este lugar vive entre los sueños y el olvido”, le susurró. “Solo aparece cuando el mundo lo necesita”. Después de danzar y comer como nunca lo había hecho la mujer de nuevo lo tomo por la mano y lo llevo a una posada bien organizada y confortable y con olor a madera perfumada. Pero al despertar, Elias no entendía que había pasado. No se encontraba en ninguna posada y solo estaba en el desierto rodeado de soledad. todo había desaparecido. No había ciudad, ni calles, ni música. Solo el desierto, inmenso y silencioso. A su lado, sobre la arena, descansaba una pequeña caja de madera tallada con símbolos extraños. Dentro, una piedra que brillaba con la misma luz que las calles de la ciudad. Y a lo lejos ve caminado un gigantesco minero que se aleja de allí acompañado de aquella bella joven que lo había recibido la noche anterior. Extranado Elias continuo su viaje hasta la ciudad de Copiapo que se encontraba a menos de 50 kilometros de allí y al entrar se dirigió a un bar. Allí comento su experiencia del día anterior y todos en el bar lo tildaron de loco. Pero un señor de mucha edad se acercó a el y le dijo. Hijo mio has estado en Tololo Pampa. Ese pueblo existio hace muchos anos y desaparecio con todos sus habitantes en un aluvión de la montana .Mi abuelo me contó sobre ella y te puedo asegurar que solo se aparece a los viajeros de vez en cuando. El minero que viste se llama pata larga y es el guardián de la princesa Tololo pampa que da origen al nombre del pueblo fantasma. La leyenda dice que si alguien ve a Patalarga tendrá buena fortuna por el resto de la vida. Dicen que Tololo Pampa volverá a aparecer. Por ahora Muchos viajeros, mineros y habitantes del norte de Chile aseguran haber vivido esta experiencia. Algunos lo ven como un mito, otros como una advertencia, y unos pocos como una bendición. Lo cierto es que la leyenda sigue viva, transmitida de generación en generación, alimentando el misterio de un pueblo que aparece solo cuando el destino lo permite. En cuanto a Elias
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en Mongolia rey llamado Yerteger que se encontraba furiosos porque pese a que quería un pájaro ninguno de sus guardias y servidores había podido traer al palacio dicho pájaro maravilloso y a todos los que regresaban con las manos vacias los mandaba a asotar. Lo más sorprendente del pájaro era que no se ocultaba ni huía. Todos sabían exactamente dónde se encontraba. El camino para llegar a él no era sencillo, pero tampoco imposible. Consistía en ascender hasta la cima de una alta montaña. Allí, posado en la rama de un majestuoso pino, el pájaro cantaba y gorjeaba alegremente. Además, tenía la capacidad de hablar. No era la rapidez de sus alas lo que hacía tan difícil atraparlo, sino su extraordinaria inteligencia. Tantos habían intentado capturarlo que habían terminado por abrir un sendero en la vegetación de la montaña. El rey era joven y valiente.-No volveré a enviar a nadie -dijo a sus cortesanos. Estoy harto de escuchar excusas. Esta vez iré yo mismo a buscar ese famoso pájaro. Montando uno de sus mejores caballos, especialmente entrenado para trepar por los senderos montañosos, el rey llegó sin dificultad hasta el majestuoso pino milenario. El pájaro imposible no hizo el menor intento de escapar. Al contrario, se posó voluntariamente sobre el hombro de Su Majestad, quien se llenó de alegría al ver que lo había conseguido con tanta facilidad. -Muy respetado rey -dijo entonces el pájaro. Me has atrapado fácilmente. Y podrás llevarme a tu palacio sin dificultad, con tal de que cumplas una condición. Por el camino no debes hablar, ni suspirar, ni lanzar exclamaciones. l rey le pareció que cumplir con esa condición sería muy sencillo. Así que ambos comenzaron el descenso de la montaña. Durante el trayecto, el pájaro imposible empezó a narrar un cuento: Cuentan los que saben que en un país distante vivía un cazador junto a su madre y su fiel perro. Un día, mientras cazaba con su perro, se encontró con una carreta varada en el camino debido a un eje roto. Su dueño estaba muy preocupado, ya que el vehículo estaba cargado de joyas y monedas de oro y plata. No podía alejarse en busca de ayuda porque temía que alguien le robara sus valiosas pertenencias. —Usted parece una persona honesta —le dijo el dueño de la carreta al cazador—. Por favor, quédese aquí cuidando mi carreta mientras voy a la aldea a buscar a alguien que me ayude a repararla.El cazador aceptó y se quedó esperando junto a su perro. Sin embargo, las horas pasaban y empezaba a anochecer, pero el dueño de la carreta no regresaba. La madre del cazador era mayor y estaba enferma, por lo que el cazador tenía que volver para prepararle la comida.—Quédate aquí. No dejes que nadie se lleve ni una sola moneda —le dijo al perro—. ¡Y no te muevas hasta que yo vuelva!El perro, fiel y excelente guardián, cuidó de que el buey que arrastraba la carreta no se moviera del lugar y estuvo dando vueltas alrededor del vehículo durante horas, sin permitir que nadie se acercara.Mientras tanto, el dueño de la carreta, después de recorrer varias aldeas, finalmente encontró a alguien capaz de repararla. Cuando regresó, ya era de noche. Al ver al buen perro, se dio cuenta de que era un animal único. Muy agradecido, le puso unas cuantas monedas de plata en la boca para que se las llevara al cazador.El perro volvió alegremente a su casa y dejó las monedas a los pies de su amo. Pero el cazador se enfureció.—¡Te dije que cuidaras la carreta! ¡Y en lugar de eso, tú mismo has robado estas monedas! ¡Ahora verás!Tomando un palo, le dio al pobre animal una tremenda paliza
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una ve en la antigua Persia un sha, conocido por su curiosidad y deseo de rodearse de sabiduría pero igualmente por su impulsividad y su capacidad de crear dolor y sufrimiento a aquellos que le aconsejaban., Este rey se entero que el sabio Nasrudín estaba viajando por el país. Nasrudín era famoso por sus enseñanzas y su capacidad para transmitir profundas verdades de manera sencilla y a menudo humorística. Siendo el sha un hombre culto Decidio que era importante tenerlo en su corte, por lo que dio la orden a sus exploradores para que lo localizaran y lo trajeran al palacio a la menor brevedad.Los exploradores obedientes salieron del palacio y empezaron a recorrer el pais. Durante varios meses fueron de pueblo en pueblo y de región en región , buscando al santo en mercados, parques y caminos. Finalmente, encontraron a Nasrudín sentado plácidamente en un pequeño parque durmiendo a la sombra de una fuente de agua. Cumpliendo lo ordenado tomaron al sabio y lo llevaron al esplendor del palacio del sha. Nasrudín fue alojado en habitaciones lujosas, con todas las comodidades que el palacio podía ofrecer, su habitación era mucho más grande que cualquiera de las posadas donde hubiera estado en toda su vida.Cuando El sha fue informado de que el Sabio estaba ya en palacio y , ansioso por escuchar las palabras del sabio santo no podía aguantar más la espera y finalmente , visitó las habitaciones de Nasrudín. Al entrar vio al sabio sentado en su cama y Con gran reverencia y curiosidad se acercoa el y le preguntó:—Dime, oh santo venerado, ¿Tu que has orado y pedido con gran humildad a nuestro dios qué palabras has escuchado de labios de Alá?Nasrudín, con una sonrisa enigmática y una mirada tranquila, respondió:—Mucho he escuchado en mi vida directamente de Ala y todas y cada una de sus palabras las tengo grebadas en mi alma pero se también que Solo las últimas serán de interés para vos, alteza. Alá acaba de susurrarme algo al oído.El sha, intrigado y deseoso de conocer la revelación, preguntó con urgencia:—¿Qué te ha dicho nuestro Dios?Nasrudín, manteniendo su serenidad, contestó:—Acaba de decirme que la prudencia y la sabiduría en el h abla son esenciales para alcazar la paz y la felicidad. Por lo tanto me aconsejo que tenga cuidado con lo que te digo, para poder quedarme en el Paraíso que Él ha encontrado hoy para mí.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una mujer llamada Brigida de Kildare nacida en el siglo V en irlanda en el reino de Leinster Su padre era un rey irlandés y su madre una esclava cristiana. Desde joven Brigida mostro una gran devoción religioas y una gran inclinación para ayudar a los necesitados. Cuando fue adulta Brigida decidio consagra su vida a la religión y debido a esto decidio construir un convento en la región de Leinster. En aquel tiempo el rey de Leinster era un hombre conocido por su avaricia y por su paganismo. Pero Brigida sabía que el era el dueño de todos los terrenos que ella podría utilizar para la construcción de su convento. Decidida se presento ante el rey de Leinster y con toda calma le pidió que le donara un terreno. El rey que no era muy afecto a la religión simplemente se negó a la petición y ordeno que retiraran a la mujer de su vista. Cierto día, la Santa tuvo una idea para que este rey escarmentara por su codicia, así que de nuevo se dirigió al rey solicitándole que le concediera solamente la tierra que pudiera cubrir su capa. A pesar de sus recelos, el rey cansado de la petición y solamente para zafarse definitivamente de Brigida acepto que le daría el área que la capa de la santa cubriera.La santa pues cito al rey a lo alto de una pequeña colina en la planicie de Curragh en el condado de Kildare. Allí apareció el rey un poco curioso ya que sabía que con el área que ocupara una capa nunca se podría construir un convento. Allí frente al rey Brigida se quito su capa y la entrego a cuatro asistentes que llevaba consigo. Cada una de las asistentes tomo una punta de la capa y a la orden de Brigida comenzaron a jalar y a caminar en cada una de los puntos cardinales, a medida que las asistentes caminaban la prenda de la que estaba hecha la capa se iba extendiendo y extendiendo aumentando su área con cada minuto que pasaba. El rey asombrado veía como la pequeña capa iba aumentando su tamaño de forma inesperado y veía como otras mujeres se unian a la otras ayudando a tirar más y más la tela de la capa. Allí en medio de la planicie de Curragh la sombra creada por la capa cubria ya casi la mitad del área de aquel amplio terreno y el rey no comprendía como su promesa se convertia en una pesadilla. El rey consternado preguntó a la que luego seria Santa Brígida qué estaba ocurriendo. La Santa le dirigió una de sus miradas más duras y le contestó que estaba cubriendo con su capa todo su territorio, para castigarle por su inmensa mezquindad. El rey sobresaltado se dio cuenta de que el enojo de la Santa podía ser muy peligroso, por lo que accedió a darle una parcela de terreno y a ser más generoso en el futuro.Santa Brígida asintió no sin antes advertirle que si en alguna ocasión volvía a sus antiguos hábitos, le recordaría las virtudes elásticas de su capa.Dicen que fue tanto el impacto que tuvo aquel milagro sobre la vida del rey que este no solo dono el terreno sino que se convirtió al catolicismo. Y así después de una vida de ayuda a los damnificados Brigida fundo su propio convento desde donde se dice que curaba a los enfermos y llevo a irlanda el catolicismo y se convirtió en santa en el siglo VII y se convirtió en su santa patrona.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un campesino del África profunda que estaba trabajando su pequeña parcela como lo hacia todos los días. De pronto vio algo que le llamo la atención. Vio un ser extraño. Oscuro y misterioso. De las historias que había oído de sus abuelos supo inmediatamente de que se trataba. Era la discordia. Esta había llegado a su tierra y estaba plantando semillas en su parcela Aunque podría haber intervenido, decidió no hacerlo y simplemente la observó desde la distancia. La discordia trabajó meticulosamente, sembrando cada semilla con cuidado. Cuando terminó y se fue, el campesino, preocupado por las consecuencias, pasó toda la noche recogiendo las peligrosas semillas con la ayuda de una pequeña lampara de aceite.. Sin decir nada a su familia, se las llevó a su casa y las escondió.Al día siguiente, el campesino intentó deshacerse de las semillas de la discordia de varias maneras. Primero, les dio un puñado a las gallinas, pensando que podrían comérselas. Sin embargo, apenas las gallinas picotearon las semillas, comenzaron a pelear furiosamente entre ellas, resultando en una lucha a muerte. El campesino intentó separarlas, pero terminó con las manos y los brazos cubiertos de crueles picotazos. Desesperado por encontrar otra forma de deshacerse de las semillas, tiró un puñado al río. Pero esto solo causó que los peces, las anguilas e incluso los hipopótamos se agitaran, creando olas enormes que inundaron parte de la llanura.Otro día, tuvo la idea de triturar algunas semillas y pedirle a su esposa que le preparara una torta sin decirle de qué se trataba. Cuando comenzó a comer la torta, encontró que estaba mal cocida y demasiado salada, y empezó a reprochárselo a su esposa. Ella, que también había probado la torta, respondió gritando que si él la encontraba mal preparada, era porque él era un tonto algo que ella siempre había sospechado. La discusión se intensificó tanto que fue necesaria la intervención de los vecinos para separarlos.Pasaron unas semanas y, poco a poco, recobraron la calma. Sin embargo, el campesino, que había perdido el sueño y la sonrisa, solo pensaba en las semillas que le quedaban. Consideró hacer un viaje a un país lejano, pero como era un buen hombre, pensó que esos países ya tenían suficientes semillas de discordia. También pensó en tirar el saco de semillas al mar, pero temió crear una tempestad sin igual. Finalmente, decidió no hacerlo. Finalmente decidio plantar las semillas de discordia en su terreno entre otros de sus sembrados y esperar que sucedería Cuando aparecieron los primeros brotes en su campo, se alegró al ver que tendría una cosecha excepcional. Mientras en los campos vecinos arrancaban las malas hierbas, él no tenía nada que hacer. Su cosecha crecía espléndida y sana, y todas las mañanas veía aumentar su prosperidad. Se dejó llevar por la ociosidad y aprovechó para visitar a unos primos que vivían a tres días de camino.A su regreso, su esposa e hijos lo recibieron con lamentos. En pocas horas, una bandada de aves había devastado su campo, dejando ni un solo brote ya que cuando comían de los frutos de la discordia perdían el juicio y comenzaban a atacar los otros plantios. . Los sabios del pueblo explicaron que en los otros campos siempre había alguien trabajando, haciendo ruido con sus herramientas, lo que mantenía alejadas a las aves En el campo del campesino, al no haber nadie, las aves se dirigieron allí y algo extraño las hizo acabar con todos los plantios. Esa noche, el campesino se levantó sin hacer ruido, y se fue al pueblo a comprar más semillas para plantar. . Al volver al pueblo, vio a lo lejos que la discordia plantaba semilla
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez En un lejano reino una mujer llamada llamada Isabel que desafortunadamente había quedado viuda con una niña pequeña llamada, Sofía. Isabel era conocida por su sabiduría en toda la región pero en especial se reconocia su amor incondicional hacia Sofía. La vida en el reino era pacífica y feliz, hasta que un día, un temible dragón apareció en el horizonte, sembrando el caos y el miedo entre sus habitantes.El dragón, con sus escamas brillantes y sus ojos ardientes, volaba sobre el reino, lanzando llamaradas que destruían todo a su paso. Sus rugidos resonaban como truenos, y su aliento de fuego convertía los campos en cenizas. Isabel, al ver el peligro inminente, tomó a Sofía de la mano y corrieron hacia el bosque cercano. Sabía que debían encontrar un lugar seguro para esconderse. Mientras corrían, Isabel le contaba a Sofía historias de valentía y esperanza para mantenerla tranquila.El bosque era denso y oscuro, con árboles altos que bloqueaban la luz del sol. Isabel conocía un lugar secreto: una cueva oculta detrás de una cascada. Había descubierto la cueva cuando era niña y sabía que sería el refugio perfecto. Sin embargo, el camino hacia la cueva era difícil y lleno de obstáculos, con raíces traicioneras y rocas afiladas.Mientras avanzaban, Sofía tropezó con una raíz y se lastimó el pie. El dolor era intenso y no podía caminar. Isabel, sin dudarlo, y haciendo un gran esfuerzo que solo una madre puede hacer la cargó en sus brazos. Aunque estaba cansada y el camino era empinado, el amor por su hija le daba la fuerza necesaria para seguir adelante. Cada paso era una lucha, pero Isabel no se rendía.La noche cayó y el bosque se llenó de sonidos inquietantes: el ulular de los búhos, el crujido de las ramas y el lejano rugido del dragón. Isabel, con Sofía en brazos, avanzaba con cuidado, evitando al dragón que patrullaba la zona desde el cielo. Finalmente, llegaron a la cascada. El rugido del agua era ensordecedor, pero Isabel sabía que detrás de esa cortina de agua estaba su salvación.Con gran esfuerzo, Isabel cruzó la cascada y entró en la cueva. Estaban a salvo, al menos por el momento. Isabel encendió una pequeña vela que llevaba consigo y revisó el pie de Sofía. Aunque estaba hinchado y dolorido, no parecía estar roto. Isabel improvisó una venda con un trozo de tela y le dijo a Sofía que descansara.Pasaron varios días en la cueva. Isabel salía en busca de comida y agua, siempre con cuidado de no ser vista por el dragón. Mientras tanto, Sofía se recuperaba lentamente. Isabel le contaba historias y le enseñaba sobre las plantas y los animales del bosque para mantener su ánimo alto. Le hablaba de cómo los árboles se comunicaban entre sí y cómo las estrellas guiaban a los viajeros perdidos.Finalmente, el dragón se cansó de dar vueltas alrededor de la zona y decidio volar a otra región El peligro pasó y Isabel y Sofía pudieron regresar a su hogar. El reino estaba en ruinas, pero la gente comenzó a reconstruirlo con esperanza y determinación. Sofía, agradecida por el amor y la valentía de su madre, le dijo: "Gracias, mamá. Tu amor me ha salvado."Isabel sonrió y respondió: "Siempre te protegeré, hija. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier peligro."Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, el dragón regresó, esta vez con una actitud diferente. En lugar de atacar, el dragón se posó frente a Isabel y Sofía y habló con una voz profunda y resonante: "Mujer te he visto como cargabas a tu hija hasta la cueva detrás de la cascada He visto el amor y la valentía que has mostrado y con ello has regresado mi confianza en los hombres a los que consideraba viles y cruel. Ya
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn un pequeño pueblo rodeado de colinas secas y campos agrietados por el sol, vivía un matrimonio de campesinos con muchos hijos. Eran tan pobres que apenas tenían qué comer. Su casita, hecha de barro y madera vieja, crujía con cada viento fuerte, y el humo de la chimenea salía como un suspiro cansado.La tierra que cultivaban era dura y estéril. Por más que sembraban, nada crecía. La vaca, vieja y flaca, ya no daba leche. Los cerdos, que alguna vez fueron su esperanza, no engordaban ni aunque les dieran de comer tres veces al día. Y como si eso no fuera suficiente, el alcalde del pueblo —un hombre rico, arrogante y de corazón de piedra— no dejaba de atormentarlos.Un día les exigía pagar impuestos que no podían costear. Otro día, les quitaba una cabra diciendo que había comido pasto de un campo ajeno. Y como castigo, el campesino tenía que trabajar toda la semana para el dueño de esa tierra, sin recibir ni una moneda a cambio.Una noche, mientras todos dormían, el campesino se quedó despierto, mirando el techo agujereado de su casa. Escuchaba el viento colarse por las rendijas y el suave respirar de sus hijos. Con un suspiro profundo, pensó:—No puedo seguir así. Esta vida es demasiado dura. Es mejor que nos vayamos a otro lugar. No creo que la miseria se venga con nosotros.A la mañana siguiente, sin decir mucho, comenzó a preparar el traslado. Cargó en un viejo carro todo lo que tenían: una olla abollada, una manta con remiendos, un par de sillas cojas y una caja con algunas herramientas. Enganchó a la vaca, que caminaba con lentitud, y justo cuando estaban por partir, una voz aguda y temblorosa salió de la chimenea:—¡Espera, campesino! ¡No me dejes aquí!El campesino se detuvo en seco. De la chimenea comenzó a salir una figura extraña, como una sombra sin forma, que se arrastraba con dificultad. Tenía dedos largos y huesudos, y su voz era como el crujido de las ramas secas.—¿Y tú quién eres? —preguntó el campesino, con los ojos muy abiertos.—Soy la Miseria —dijo la figura—. He vivido tantos años contigo que ya te considero parte de mi familia. No me puedes dejar aquí sola. Quiero ir contigo, donde sea que vayas.El campesino se rascó la oreja, pensativo. «¡Vaya por Dios! Me quiero escapar de la miseria y ahora resulta que quiere venirse conmigo como si fuera una amiga de toda la vida.»Pero entonces, se le ocurrió una idea.—Está bien —dijo en voz alta—. Puedes venir con nosotros. Pero antes, ¿me ayudas a cargar una tabla pesada que está en el fondo del patio?—Claro, claro —respondió la Miseria, arrastrándose hasta el muro donde estaba apoyada una gruesa tabla de encina.El campesino tomó un hacha y la clavó en una raja de la tabla. —Mira —le dijo—, tú tira del hacha de ese lado, y yo del otro.La Miseria, confiada, metió sus dedos largos en la raja. En ese momento, el campesino retiró el hacha con rapidez. ¡Zas! La tabla se cerró de golpe, atrapando los dedos de la Miseria.—¡Ay, ay, ay! —gritó la Miseria—. ¡Suéltame! ¡Esto duele!Pero el campesino no le hizo caso. Subió al carro, dio un chasquido a la vaca, y se alejó a toda prisa, dejando atrás los lamentos de la Miseria.Desde ese día, todo cambió. En medio del camino, encontró una bolsa llena de monedas de oro. Con ese dinero, compró una granja en un país lejano, donde la tierra era fértil, los animales sanos y el cielo siempre azul. En pocos años, se convirtió en el campesino más rico y respetado de la región. Sus hijos crecieron fuertes y felices, y la miseria nunca más volvió a tocar su puerta.¿Y qué pasó con la Miseria?Pues bien, poco después de que el campesino
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía unva vez en el mundo maya en lo que hoy es yucatan Mexico dos dioese llamados Hun Hunahpú, y Vucub Hunahpú, que bajaban a la tierra para jugar a la pelota. Los dos dioses pasaban la eternidad jugando a la pelota y sin saberlo producían mucho ruido. En el inframundo donde vivían los señores de la oscuridad el ruido producido por la pelota les causa mucha irritación y para solucionar esto llamaron a los dos hermanos a que descendieran para allí ser probados. La invitación realmente era una excusa para castigar a los dos jóvenes dioses, así que en el camino al inframundo capturaron a los dos dioses y después de someterlos a pruebas muy crueles los sacrificaron. Pero lo que no sabían los señores de Xibalba que era como se llamaba el inframundo era que Hun Hunahpu había encontrado una doncella en el inframundo llamada Ixquic y que antes de ser ejecutado había dejado embarazada. La joven embarazada subio a la tierra y allí permaneció hasta que dio a luz a un par de gemelos que salieron igualitos a su padre Hun Hunahpu. La doncella llamo a sus hijos Xbalanqué y Hunahpú. Un día los dos muchachos estaban en el campo y cazaron un ratón. El ratón les pidió que lo dejaran ir pero ellos se negaron así que les dijo.Les dire un gran secreto si me dejan ir. Los gemelos lo soltaron y antes de salir corriendo el ratón les dijo. Ustedes son jugadores de pelota. Su padre y su tio fueron atrapados y traicionados en el inframundo. Su deber es aprender a jugar a la pelota y así podrán vengar a la familiaAl llegar a casa los muchachos preguntaron que era el juego de pelota, pero su madre les dijo que si jugaban los monstruos del inframundo podrían quitarle la vida. La pelota estaba en lo alto de su casa pegada al techo imposible de alcanzar, por lo que los muchachos aprovecharon que su madre había salido a traer agua para llamar al ratón y le pidieron que subiera al techo y cortara las ataduras que sostenían la pelota en el techo. El ratón agradecido subio diestramente como solo los ratones lo saben hacer. Y con sus dientes corto las cuerdas. La pelota se precipito y hunahpu la recibió entre sus manos e inmediatamente comenzaron a jugar a la pelota. Tanto en presencia física como en su gusto por el juego de pelota. Y de nuevo emprendieron a jugar como lo había hecho su padre y su tio. Y como había sucedido anteriormente el sonido de la pelota de nuevo irritaba a los amos del inframundo quienes decidieron invitar a los gemelos al inframundo. Los monstruos de el inframundo enviaron un gavilan con la invitación. Los gemelos crecieron con habilidades extraordinarias, y se dice que cuando supieron del destino de su padre, habían decidido vengarlo y restaurar el equilibrio del mundo. Así qu aceptaron el desafío de los señores de Xibalbá y emprendieron el peligroso viaje al inframundo. En su camino, los gemelos enfrentaron muchas trampas y pruebas ya que les toco enfrentar a un ser llamado siete guacamayo que era tenía el poder sobre el sol y la luna. Y que tenía la presencia de 7 seres guacamayos juntos Los hermanos usando sus cerbatanas lanzaron sus puyas hasta matar a cada una de las 7 guacamayas que existían en siete guacamayo. Luego llegaron a las puertas del inframundo donde hay cuatro senderos uno real y los otros tres imaginarios. Se sentaron a esperar hasta que vieron salir humo por uno de ellos y supieron que ese era el real. Entrando al inframundo entraron a una cueva oscura donde un monstruo les entrego una par de antorchas con la advertencia de que podrían usarlas pero debian regresarlas como las h
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo del Japón llamado Matsuyama, situado en la provincia japonesa de Echigo, Allí en aquel pueblo vivía una pareja de jóvenes campesinos que habían pasado toda su vida cultivando para sobrevivir. La pareja tenía una pequeña niña y Su vida giraba en torno a su pequeña quien era la luz y alegría de sus días. Un día, el esposo tuvo que emprender un viaje a la capital para resolver unos asuntos importantes y con tristeza de despidió de su esposa y su hija. Nunca había salido de su pequeña parcela pero el asunto requería que fuera a la capital. La esposa, preocupada por la distancia y el desconocido mundo que su marido iba a enfrentar, se sintió aliviada cuando él le prometió regresar lo antes posible y traer hermosos regalos para ella y su hija.El tiempo pasó lentamente para la esposa, cada día parecía una eternidad. Ella y su pequeña niña se sentaban al atardecer a esperar ver a su esposo y padre, pero pasaron muchos días sin saber de su paradero. Finalmente, después de una larga espera, vio a su esposo regresar. La alegría llenó su corazón al verlo sano y salvo. El esposo llego feliz y deseoso de contarle a su esposa de las maravillas que había visto en la capital. Y rápidamente se sentó a relatarle las increíbles experiencias y las cosas extraordinarias que había visto en la capital, mientras su hija jugaba feliz con los juguetes que él le había traído."Para ti," dijo el esposo a su mujer, "te he traído un regalo muy especial que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro."El regalo era un objeto redondo, blanco por un lado, adornado con delicados pájaros y flores, y por el otro, muy brillante y terso hecho de un metal muy pulido.. La esposa, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven alegre que no conocía en la imagen que reflejaba aquel metal maravilloso. El esposo se echó a reír al ver la expresión de asombro en el rostro de su esposa."¿Qué ves?" le preguntó con una sonrisa traviesa."Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme." Esto debe ser magia. Nunca había visto a esta joven. "Querida," dijo el esposo, "lo que ves es tu propio rostro reflejado en esta lámina de metal Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy común." Es algo que nunca habíamos visto y que ciertamente puede causar impresión ya que nunca nos habíamos mirado a un espejo.La esposa quedó encantada con aquel maravilloso regalo. Lo guardó con sumo cuidado en una cajita y solo de vez en cuando lo sacaba para contemplarse. Le costaba trabajo reconocer en aquella imagen su propia imagen así que también le causaba un poco de temor mirarse. Pasaron los años y la niña hija de los dos creció, convirtiéndose en una hermosa y cariñosa joven que cada vez se parecía más a su madre. Sin embargo, la madre nunca le mostró el espejo ni le habló de él, para que no se vanagloriara de su propia belleza. Incluso el padre olvidó el espejo, ya que este estaba bien guardado en la cajita de su esposa..Un día, la madre enfermó gravemente. A pesar de los cuidados y atenciones de su esposo e hija, su salud empeoró. Comprendiendo que la muerte se acercaba, llamó a su hija y le pidió que trajera la cajita donde guardaba el espejo. Con voz suave y amorosa, le dijo:"Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté contigo, espera diez anos y abre esta caja y allí encontraras un objeto mágico míralo y allí me podras ver y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti."Al morir la madre, la joven obedientemente espero los diez años que su madre le había pedido y fi
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la región del Tolima Grande en Colombia un campesino que tenía una esposa muy hermosa con la que tuvo tres hijos. Aquel campesino trabajaba en una hacienda muy grande cuyo dueño era un señor soltero que había vivido siempre y que por azares de la vida no había podido conseguir esposa. El dueño de la hacienda, deseando encontrar una esposa, le pidió a uno de sus vaqueros de confianza que fuera a la quebrada y escogiera a la más bella de las lavandera y le trajera el dato de quien era. El vaquero observó a todas detenidamente y distinguió a la esposa de su compañero y amigo, quien era la más joven y hermosa. Era tan bella que la luz de la luna no se comparaba con su piel y sus ojos eran de un verde esmeralda.. El vaquero regresó y le dio al patrón toda la información sobre la mujer.Paso el tiempo y Durante una de las "vaquerías", el esposo de la bella mujer se quejó al vaquero de que su esposa estaba fría y menos cariñosa, y que ya no le arreglaba la ropa con el mismo cuidado de antes. Además Vivía de mal genio y nunca quería estar con el. El vaquero, conocedor del secreto, le contó la historia de como el patrón sabía de su mujer y le pidió perdón por llevarle el dato de la mujer a su jefe. El esposo, entristecido y traicionado, agradeció a su compañero por su franqueza y se fue a pensar a solas sobre el asunto.El esposo planeó una forma de enterarse que estaba realmente sucediendo y le dijo a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba a comprar unos alimentos para los animales y que no regresaría esa noche. Se despidió de ella y de sus hijos, montó su caballo y salió por diversos lugares para matar el tiempo esperando que cayera la noche. Llegó a la cantina y bebió unos tragos de aguardiente. A las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte a espiar a su mujer.A las diez de la noche, la mujer, viendo que su marido no llegaba, salió de su casa y tomo el camino que llevaba a la hacienda del patrón El marido, al ver que la mujer se dirigía por el camino a la casa grande de su jefe, salió de su escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. A la madrugada, la mujer infiel llegó tranquila y serena. El esposo le preguntó de dónde venía, y ella le contestó que de lavar unas ropitas. "¿De noche?", dijo su marido yo no te puede creer eso. Sin embargo deseaba confirmar lo que ya sospechaba. A los pocos días, el esposo inventó otro viaje. Montó su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se escondió en la platanera frente a su casa. Esa noche, la mujer no salió, pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo.El enfurecido esposo, viendo todo, brincó con el machete en alto y, sin dar tiempo al enamorado de librarse del abrazo, le quitó la vida con un solo machetazo. La mujer, horrorizada, quiso huir, pero el marido le dio un tremendo machetazo a la cadera que la dejó sin una pierna. Ambos murieron casi a la misma hora. Al vaquero lo enviaron a la cárcel, pero cuando salió, volvió por sus tres hijos y le prendió fuego a la casa.En la región esta historia creo mucha preocupación porque se dice que a partir de aquel momento una presencia maligna achecha a aquellos que viajan solos por los bosques y las praderas . Se dice que una mejer con una sola pierna vive entre los matorrales de la selva y en las cumbres de la llanura. Algunos dicen que es una mujer bellísima que llama a los hombres solitarios en el bosque y los atrae para enamorarlos Sin embargo, avanza hacia la oscuridad de
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una niña que creía en la magia. Esta niña había visto como las manos de su madre hacían magia real. Real. Cuando la niña tenía fiebre y estaba acostada en su cama veía como su madre se acercaba a ella y abrazándola con el amor que solo una madre puede tener la curaba de sus dolencias. Inmediatamente la niña sentía como su malestar comenzaba a desaparecer y al día siguiente ya podía levantarse de su cama y jugar con sus muñecas. Cuando algo le dolía las manos mágicas de su madre la acariciaban tiernamente y el dolor y la hinchazón empezaban a desaparecer. Su madre tenía el poder curativo en sus manos y ella lo sabía. Un día la niña se acercó a su madre y le dijo al oído. Mami yo sé que tú eres un ser mágico. Se que tus manos tienen algo extraño que me hace curar mis dolores y mis fiebres. Dime que es. La madre simplemente sonrió y mientras le acariciaba su pelo le dijo. Mi amor algún día te contare el secreto que ha pasado de generación en generación desde mi tu bisabuelo. Por ahora siente que tu bisabuelo te esta cuidando. La niña que obviamente nunca conoció a su bisabuelo no entendió lo que su madre quería decirle, pero se fue a jugar sabiendo que llegaría el día en que su madre le contaría aquel secreto. Pasaron los días y los meses y los años y cuando la niña ya tenía casi diez años se acercó de nuevo a la mama y con voz decidida le dijo. Mama ya casi voy a cumplir mis diez años y ya soy grande para entender muchas cosas, incluso aquel secreto que hace algunos años me dijiste que me dirías sobre la magia que hay en tus manos. La madre que sabía que ese día llegaría se sentó en su silla preferida y llamando a su hija para que se sentara junto a ella le dijo. Mi amor. Ya eres grande y sabrás comprender lo que te voy a contar. Efectivamente mis manos tienen el don de curar a mis seres queridos y en especial a ti. Pero mis manos son como las manos de otro ser humano cualquiera. La capacidad de curarte en tus momentos de fiebre o golpes viene de una protección que tu bisabuelo me regalo y que como podrás ver ha sido muy efectiva. Mama …. Dijo la niña. Mi bisabuelo pero como es posible eso. Es posible y te voy a contar la historia. Tu bisabuelo era un hombre muy bueno y justo y yo tuve el placer de conocerlo cuando era muy pequeña ya que era mi abuelo y cuando lo visitábamos se sentaba conmigo en el suelo y me contaba cuentos. Muchos muchos cuentos. Tu bisabuelo tenía una mirada limpia y una risa contagiosa. Pero además tenía algo que era relativamente común en aquellas épocas y que ahora no se usa. Mama y que era eso que el tenía. La madre sonriendo dijo. Tu abuelo tenía un par de dientes de oro. De oro…. De veras como es posible eso. La madre sonrió de nuevo y acariciando a su hija le señaló sus dientes blancos. Anteriormente cuando las personas perdían un diente muchas veces se los reemplazaban por dientes hechos de oro. Y tu abuelo entre sus dientes tenía dientes dorados, hermosos y brillantes. Tan brillantes que yo me maravillaba de verlo sonreír cuando estaba conmigo. Yo curiosa tocaba sus dientes de oros y el jugaba conmigo a morderme mis deditos. Era muy divertido y además nos reíamos mucho. Yo amaba a tu bisabuelo y siempre iba a visitarlo cuando podía. Pero con el paso de los años los dientes de oro fueron reemplazados por dientes artificiales y el dentista de tu bisabuelo le sugirió un cambio de dientes por otros que fueran blancas. Mi abuelo le dijo a mi mama tu abuela que el aceptaría removerse los dientes de oro y ser reemplazados por otros blancos únicamente si esos dientes se guardar
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHace muchos años, en un pequeño y tranquilo pueblo, vivía un hombre llamado Juan. Juan era conocido por ser amable y trabajador, y estaba casado con una mujer llamada María, quien era muy querida por todos en el pueblo. Sin embargo, Juan tenía un secreto oscuro que nadie conocía: cada noche, cuando el sol se ocultaba y la luna brillaba en el cielo, Juan se transformaba en un mosquito.Durante el día, Juan llevaba una vida normal, trabajando en los campos y compartiendo momentos felices con María. Pero cuando la noche caía, su cuerpo cambiaba y se convertía en un pequeño insecto con alas, atraído irresistiblemente por la sangre. Cada noche, Juan volaba hacia su esposa y, sin poder contenerse, la picaba para alimentarse de su sangre.María, sin saber lo que ocurría, despertaba cada mañana con ronchas dolorosas en su piel. Al principio, pensó que eran simples picaduras de insectos, pero con el tiempo, comenzó a sentirse cada vez más débil. Su salud se deterioraba rápidamente; había perdido mucho peso, su piel se había vuelto amarilla y sus fuerzas la abandonaban. A pesar de su estado, Juan continuaba picándola cada noche, incapaz de resistir la tentación.Finalmente, María cayó gravemente enferma. Su fiebre era alta y no mejoraba con los remedios tradicionales. Los días pasaban y su condición empeoraba, hasta que un fatídico día, María murió. Juan estaba devastado por la pérdida de su amada esposa, y el pueblo entero se sumió en la tristeza. Nadie entendía la causa de su muerte, así que los aldeanos decidieron investigar.Con el tiempo, Juan comenzó a ponerse cada vez más nervioso. La gente del pueblo notó su comportamiento extraño y empezó a sospechar de él, especialmente cuando otros habitantes comenzaron a despertar con ronchas similares a las de María. Desesperados por encontrar respuestas, los aldeanos acudieron a un brujo conocido por sus conocimientos sobre lo sobrenatural.En el pequeño pueblo, el brujo era conocido por sus vastos conocimientos sobre lo sobrenatural y lo oculto. Vivía en una cabaña apartada, rodeada de hierbas medicinales y objetos místicos que utilizaba en sus rituales.El brujo había heredado sus habilidades de sus ancestros, quienes también habían sido curanderos y sabios. Desde joven, había mostrado un talento especial para comunicarse con los espíritus y entender los secretos de la naturaleza. La gente del pueblo acudía a él en busca de ayuda para curar enfermedades, resolver problemas y protegerse de las fuerzas malignas. El brujo, tras escuchar las preocupaciones de la gente, realizó un ritual para descubrir la verdad. Les dijo que la causa de las ronchas y enfermedades era un insecto pequeño, molesto, con alas, que se alimentaba de sangre. Finalmente, reveló que el insecto era Juan, el hombre que había matado a su esposa. El brujo no solo reveló la identidad del culpable, sino que también les dio la solución para acabar con él. Sabía que Juan, en su forma de mosquito, no podía ser derrotado por medios convencionales. Después de que el brujo revelara la verdad sobre Juan, los aldeanos se sintieron traicionados y llenos de ira. Decidieron que debían capturar a Juan y hacer justicia por la muerte de María y las enfermedades que estaban sufriendo. Se organizaron en grupos y comenzaron a buscarlo por todo el pueblo y sus alrededores.Juan, consciente de que su secreto había sido descubierto, intentó esconderse. Pasó la noche en un lugar apartado, esperando que la furia de los aldeanos se calmara. Sin embargo, al día siguiente, Juan decidió regresar al pueblo, pensando que podría explicar su situación y pedir perdón.Cuando los aldeanos vieron a Juan, lo
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez en En el Japón feudal hace muchos cientos de anos un señor feudal llamado Hansaemón. Hanasemon era un daimyo, un noble guerrero que de acuerdo a su noble estirpe gobernaba sobre vastas tierras y tenía numerosos vasallos. Su castillo, construido en lo alto de una colina, estaba rodeado de jardines zen y bosques de bambú, reflejando la belleza y serenidad de la naturaleza japonesa. El castillo, con sus torres y muros de piedra, era un símbolo de poder y protección y todos en las tierras alrededor lo veneraban. Una noche, durante el festival de la cosecha, el señor Hansaemón organizó un gran banquete en el salón principal de su castillo. Las paredes del salón estaban decoradas con biombos pintados con escenas de la vida samurái y la naturaleza. Los invitados, vestidos con elegantes kimonos de seda, disfrutaban de una variedad de platos tradicionales acompañados de sake servido en delicadas copas de porcelana.El sake, un símbolo de hospitalidad y refinamiento, era preparado con arroz cultivado en los campos del daimyo y fermentado siguiendo técnicas ancestrales. A todos los invitados las copas llenas de sake les ofrecia el mayor de los placeres ya que pronto sentían un alivio de sus preocupaciones diarias. Mientras el señor Hansaemón bebía su sake con gran entusiasmo, pasaba por allí una mosca, que atraída por el aroma dulce del vino de arroz, se dejo caer dentro de la copa de aquel señor feudal . Sin darse cuenta el señor Hansaemón acercó sus labios a la copa y con un movimiento rapido bebio su sake y se tragó la mosca junto con el sake.Hansaemon sintió un poco raro su trago pero estando ya de por si un poco borraco no le presto atención pero Pronto, comenzó a sentir una incomodidad en su estómago, pues la mosca revoloteaba y zumbaba, causando gran molestia. Preocupado, el señor Hansaemón llamó a su médico personal, un sabio conocido por sus conocimientos en el arte de curar, que vivía en un templo cercano. El médico, vestido con su kimono de seda y portando un abanico de papel se acercó a el Señor Hansaemon y colocando un tubo de bambu sobre la barriga de su paciente escucho atentamente el revolotear de la mosca en el estomago del Señor Hansaemon. Luego con toda ceremonia dijo. Su señoria he de informarle que hay una mosca en su interior. Una mosca. Protesto Hansaemon… como es posible yo no entiendo como llego allí, Pero digame como voy a ser para deshacerme de ella. Me causa mucha molestia. El Medico lentamente le dijo. —El mejor remedio para su problema es tragarse una rana viva. La rana se comerá a la mosca.Una Rana ….. Seguro que eso solucionara mi problema. Si dijo el Medico. Es conocido el apetito que tienen las ranas por las moscas. Sin duda rápidamente la rana se comera la mosca. El señor Hansaemón ordenó a sus samuráis que cazaran una rana fuerte y sana en el jardín del castillo. Los jardines del castillo, diseñados siguiendo principios zen, eran hogar de diversas criaturas, incluyendo ranas que croaban en los estanques de agua. Con una bella rana verde aparecieron los samuráis después de algunos minutos y se la presentaron a su señor. Hansaemon la miro con mucho desprecio pero siguiendo el consejo de su medio les pidió que la pusieran en su boca para así tragársela. Con gran dificultad como se pueden imaginar, el señor Hansaemón logró tragarse la rana. Y Tal como había dicho el médico, cuando la rana llego al estomago vio la mosca revoloteando y abriendo su boca de rana saco una larga lengua que atrapo a la mosca y se la comio en un santiamén.. Pero ahora el señor Hansaemon tenía otro problema. En su estomago tenía una rana que como sabemos
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una jovencita de 15 años de edad que vivía en la isla de gran canaria. La joven de gran belleza era pretendida por cuanto varón había en la isla, pero el corazón de la joven pertenecia a otro joven de la misma edad llamado Ivan. Todos conocían la idílica relación entre los jóvenes y sabían que ambos solían tomar largos paseos hasta un árbol frondoso que por su edad se presentaba fuerte y vigoroso y que era posiblemente el más viejo de toda la isla. in embargo, los tiempos no eran favorables para los amores adolescentes. Por aquellas épocas en España se vivía una sociedad estricta y conservadora, y las relaciones entre jóvenes eran vistas con desconfianza. La prudencia debía ser su guía, pero todos sabemos que el primer amor es a menudo imprudente y descuidado. Pero como dice el dicho, pueblo chico infierno grande, Los rumores comenzaron a circular, alimentados por la envidia y los prejuicios de los vecinos. Y pronto se supo en toda la isla que los dos jóvenes tenían un romance. La familia de Casandra pronto se vio señalada y criticada por permitir una relación que muchos consideraban insana y antinatural.A pesar de las dificultades, Casandra e Iván continuaron viéndose en secreto. Su amor era fuerte y apasionado, y no podían imaginar la vida sin el otro. Paso el tiempo y ambos muchachos solían escaparse de sus padres y de la mirada de los vecinos para encontrarse futrivamente debajo de aquel gigantesco pino que sobresalía sobre las montanas de el municipio de Tejeda y cerca a el juncal. Allí en aquel hermoso paraje desde donde se veía las aguas de la represa de las niñas a sus pies, los jóvenes se juraron amor eterno como suelen hacerlo los enamorados. Pronto casandra comprendió que había quedado embarazado y pese a los prejuicios de la población y la tristeza de sus padres decidieron que tendrían el hijo o hija a toda costa. Así valientemente continuaron con el embarazo hasta que unos meses más tarde y Fruto de su relación nacieron dos mellizos, un niño y una niña. Y pese La llegada de los bebés debería haber sido un momento de alegría para la pareja, se dice que para Casandra, fue el inicio de una crisis emocional muy profunda y que debido a esto Cassandra comenzó a dudar del amor de Iván, temiendo que él la abandonara cuando ella envejeciera y perdiera su belleza. Así que en su desespero decidio invocar al y pedirle que que impidiera que Ivan le llegara a abandonar en el futuro. Era una noche oscura y tormentosa, con el cielo cubierto de nubes negras que amenazaban con desatar una lluvia torrencial. El viento soplaba con fuerza, haciendo que las ramas del árbol donde había conocido el amor se agitaran violentamente. Casandra, con el corazón lleno de desesperación, se dirigió al árbol. El lugar estaba envuelto en una atmósfera inquietante, con sombras que parecían moverse por sí solas y el sonido del trueno resonando en la distancia.Casandra llevaba consigo una pequeña bolsa de cuero, en la que guardaba los elementos necesarios para el ritual con el cual invocaría la presencia del diablo. . Con manos temblorosas, sacó una vela negra, un cuchillo de plata y un pequeño frasco de sangre. Colocó la vela en el suelo, justo al pie del árbol, y la encendió. La llama parpadeaba en la oscuridad, proyectando sombras siniestras en el tronco del árbol. Con el cuchillo, Casandra trazó un círculo alrededor de la vela, murmurando palabras antiguas y olvidadas.El aire se volvió más frío y pesado, y una presencia oscura comenzó a manifestarse. El Diablo, astuto y sibilino, apareció ante ella en una forma que solo ella podía ver. Su figura era imponente y aterradora, con ojos que brillaba
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pastor que vivía en una pequeña aldea en lo que hoy es el pais vaco en España Su hogar estaba rodeada de colinas verdes y prados floridos En el pueblo reconocían Este pastor por su dedicación y amor hacia su rebaño de ovejas. Cada oveja tenía un nombre especial que él mismo les había dado, y conocía sus personalidades y peculiaridades. Había una oveja llamada Blanca, que siempre era la primera en seguirlo, y otra llamada Luna, que tenía una mancha en forma de media luna en su lana. También estaba Estrella, que siempre se quedaba atrás, observando el cielo, y Nube, cuya lana era tan blanca y esponjosa que parecía una nube en el cielo.Cada mañana, el pastor se levantaba al amanecer y, con la ayuda de su fiel perro pastor, abría el redil para llevar a las ovejas a pastar. Caminaban juntos por senderos cubiertos de rocío, mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte. El pastor siempre se aseguraba de que sus ovejas encontraran los mejores pastos y bebieran agua fresca de los arroyos que serpenteaban por los prados. Les hablaba con cariño, les cantaba canciones y les contaba historias mientras pastaban.Un día, sin embargo, el pastor no apareció. Las ovejas esperaron pacientemente, pero en lugar de su querido cuidador, un viejo huraño con el ceño fruncido y una actitud distante llegó para llevarlas a pastar. Este hombre no conocía los nombres de las ovejas ni les prestaba la misma atención. Las ovejas se sintieron inquietas y desorientadas, extrañando el cariño y la calidez de su pastor. El viejo huraño las llevaba a pastos menos verdes y no se preocupaba por su bienestar.El perro pastor, que también echaba de menos a su amo, se acercó a las ovejas y les explicó con tristeza: "El pastor está muy enfermo. El doctor cree que no vivirá mucho." Las ovejas, al escuchar esto, se llenaron de preocupación y tristeza. Blanca, Luna, Estrella y Nube se miraron entre sí, sabiendo que debían hacer algo para ayudar a su querido pastor.Esa noche, cuando el nuevo pastor hubo regresado a su casa, las ovejas decidieron hacer algo. Con la ayuda de el perro pastor que siempre las vigilaba, salieron de su corral sigilosamente y se dirigieron en silencio a la casa del pastor enfermo, que estaba situada al borde del pueblo, rodeada de árboles frondosos. Se reunieron bajo su ventana y, con un sentimiento profundo de amor y lealtad, empezaron a balar suavemente. Sus balidos eran como una melodía triste pero llena de esperanza. Blanca lideraba el grupo, mientras Luna, Estrella y Nube se unían a ella en un coro de balidos.El pastor, acostado en su cama, escuchó los balidos de sus queridas ovejas. Aunque estaba débil y febril, comprendió cuánto lo querían y cuánto lo echarían de menos si él muriera. Este gesto de cariño le dio fuerzas y esperanza. Con lágrimas en los ojos, el pastor sintió una renovada determinación de luchar contra su enfermedad. Recordó los días felices en los prados, las historias que les contaba a las ovejas y los momentos de paz que compartían.A partir de esa noche, el pastor comenzó a mejorar poco a poco. Cada día se sentía un poco más fuerte, motivado por el amor de sus ovejas. Su recuperación fue lenta pero constante, y cada mañana, al escuchar los balidos de sus ovejas desde su ventana, sentía que su salud mejoraba un poco más. El perro pastor también estaba siempre a su lado, vigilando y cuidando de él.Después de unas semanas, finalmente pudo levantarse de la cama. Con la ayuda de su perro pastor, salió al aire libre y respiró profundamente el aire fresco de la mañana. Con una sonrisa en el rostro y una nueva energía, volvió a salir con sus ovejas a los prados. Las ovejas, felic
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en los principios de los tiempos en un mundo del pacifico de Colombia un grupo de habitantes que vivían entre la selva de el abundante vegetación. La tribu tenía que ocultarse bajo la sombra de los grandes arboles porque en ese tiempo el sol era gigantesco. El sol que permanecía constantemente en el cielo y su luz era tan brillante que no dejaba ver nada una vez se salía de la pequeña sombra que producía la vegetación. Además el calor era insoportable lo que hacia más duro el salir a trabajar o pescar o hacer cualquier actividad humana. En aquella tribu había un hombre llamado Oro que desde pequeño se había destacado por su valentía desde muy joven. El joven dijo un día. Yo voy a tomar mi honda y me dirigiré a lo más alto de las montanas que veo en el horizonte y desde allí empezare a arrojar piedras al sol. Debemos castigarlo para que no moleste más a nuestra tribu. Así que oro salió presuroso por entre la selva y cruzando ríos y quebradas llego al borde mismo de aquella cordillera que veía a lo lejos, La cordillera occidental de los andes. Con dificultad ya que era hombre de selva comenzó a escalar las altas montanas hasta que llego a la más alta y allí comenzó a recoger cuanta piedra veía a su alrededor. El sol por su parte ignorante de la presencia de oro seguía iluminando la tierra con su gigantesca bola de fuego y calor. Oro Tomo pues la primera piedra y con su destreza cargo su honda para luego con todas sus fuerzas enviar aquella piedra contra el sol. Vico pus oro como su piedra volaba hasta las alturas y allí vio como el sol recibía el golpe. De pronto desde el sol vio que unas pocas chispas de color cayeron en las montanas Oro recogió otra guijarro y de nuevo repitió el proceso. Una vez más la piedra golpeo el gigantesco disco amarillo y de nuevo algunas pedazos del sol cayeron esta vez en el medio de la selva. Y siguió Oro lanzando piedras al sol y cada vez caían más y más pequeños pedazos de sol a la selva, las montanas y las quebradas y ríos de la región. Oro noto que con cada uno de los golpes el sol iba perdiendo tamaño y que el calor iba disminuyendo lentamente. Una vez lanzo una piedra tan grande que golpeo tan fuerte al sol que una bola grande se desprendió y quedo flotando también en el cielo. Era la luna. Así que a medida que oro golpeaba con las piedras de su honda el sol iba reduciendo su tamaño y algunos de sus pedazos caían a la tierra y otros se quedaban flotando en el cielo como estrellas. Cuando ya aquel sol quedo reducido a la dimensión actual, oro sintió que la temperatura ya había bajado para permitirle salir, caminar y trabajar sin el agobiante calor que antes experimentaba. Bajo pues Oro a su pueblo al lado de el gran rio Atrato y allí estaban todos sus habitantes esperándolo. En sus manos tenían una piedras brillantes de color sol que habían caído y se habían enterrado en la selva y que habían caído en los ríos y eran arrastrados hasta la orilla. Estas piedras eran bellas y lo suficientemente maleables para hacer pequeñas figuras. Todos recibieron a Oro con gran algarabía y le pusieron a Oro una corona hecha de estas piedra y las llamaron las piedras de oro. En honor a su joven héroe que les había librado de la incandescente presencia de un sol tan grande que no les permitía salir de la selva. Se dice que por esta razón la selva, los ríos y las montanas del pacifico de Colombia tiene tanto oro disponible y fácil de recuperar.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez un joven llamado Juan pereza Juan Pereza era el único hijo de un matrimonio que vivía en el campo. Su madre le encargaba todos los días cuidar las ovejas y le advertía que no se acercara a una laguna cercana, ya que era peligrosa. La laguna era conocida por ser "brava", y la madre temía que algo malo pudiera suceder si Juan o las ovejas se acercaban demasiado. La advertencia de la madre era clara: "No vayas a la laguna y no dejes que las ovejas se acerquen a ella."Un día, mientras Juan estaba cerca de la laguna, vio a un martín pescador que se acercó, cazó un pequeño pez y se fue volando. En su vuelo, el pez se le escapó y cayó fuera de la laguna. Juan, curioso, se acercó a ver el pez, que estaba agonizando y llorando. El pez le habló a Juan, rogándole que lo devolviera al agua. Juan, siendo perezoso, no quería hacerlo, pero finalmente, después de mucho rogar, accedió. Rezongando, levantó al pez y lo tiró a la laguna.El pez, agradecido, le dijo a Juan que esperara, ya que le iba a regalar una virtud. El pez se sumergió en el fondo de la laguna y al rato regresó con una escama mágica. Le dijo a Juan que esa escama tenía el poder de concederle cualquier deseo. Juan guardó la escama y se fue a buscar las ovejas. Además de cuidar las ovejas, su madre le había ordenado que todos los días debía volver con una carga de leña.A la tarde, Juan sacó la escama y pidió: "Por la virtud del pescadito, que me hagáis llegar a casa una tremenda carga de leña y las ovejas." Y así fue. Juan llevó a casa las ovejas y una gran carga de leña rodando, y encima de la carga de leña iba él.Después de esto, Juan decidió irse a otro lugar y llegó a un reino donde había un rey. El rey había dispuesto buscarle matrimonio a su hija, quien nunca reía. El rey prometió que quien lograra hacerla reír se casaría con ella. Juan decidió intentar su suerte y se fue a aquel pueblo.Juan fue al monte y preparó un carro y una yunta de bueyes que eran sapos. Por disposición del rey, todos los que querían hacer reír a la princesa debían pasar frente a ella. Primero pasaron los príncipes, saludándola y haciéndole chistes, pero ninguno logró hacerla reír. Luego pasaron los doctores y abogados, pero tampoco consiguieron hacerla reír. Después pasó la clase baja, pero tampoco tuvieron éxito.Finalmente, llegó el turno de Juan Pereza. Con su carro cargado de leña y los sapos tirando de él, pasó frente a la princesa. Al ver esta escena tan rara, la princesa se rió por primera vez. El rey, sorprendido, ordenó que detuvieran a Juan Pereza y decretó que él debía casarse con la princesa. Sin embargo, para no matarlos a ambos, el rey los desterró a una montaña lejana, llena de árboles.En la montaña, la princesa lloraba amargamente, pero Juan la consoló. Le preguntó si tenía hambre y ella respondió que sí. Juan le dijo que cerrara los ojos y, usando la escama mágica, pidió: "Escamita, por la virtud del pescadito, que se me representen los manjares más lindos del mundo." Al abrir los ojos, la princesa vio los mejores manjares y se sirvió. Estaban mejor que en el palacio del rey.Pasaron el día y llegó la noche. La princesa preguntó qué harían ahora. Juan le dijo que no se preocupara, que tendrían una casa. Le pidió que cerrara los ojos nuevamente y pidió: "Escamita, por la virtud del pescadito, que se me represente un palacio de puro vidrio, en el medio del mar, mejor que el palacio del rey, con todos sus vasallos completos y la guardia nacional a la puerta del palacio de cristal." Al abrir los ojos, la princesa vio el palacio de cristal en medio del mar, mucho más lindo que el del rey.Al día siguiente, el rey, desde su observatori
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la antigua Grecia por el año 492 antes de cristo un ejército persa que era en su momento el más poderoso del Asia y Europa. Este ejercito estaba comandado por Darío I rey de Persia. En años anteriores Darío había intentado atacar a las ciudades Jonias y estas habían recibido apoyo de Atenas y Eretría lo que llevo a Darío a dirigir su mirada hacia estas dos ciudades, especialmente Atenas que tenía un lugar privilegiado en el poderío griego. Tal era la atención que tenía Darío por castigar a loa atenienses que había ordenado a todos sus ayudantes de sus cuarteles que le dijeran con cada comida. "¡Gran rey, no te olvides de los atenienses!" Cuando finalmente Daria decidio comenzar la que se llamaría la primera guerra médica (por lo de Medas no por lo de doctores médicos) su intención era llegar a Atenas. Intento un desembarco marítimo para cercar a Atenas Sin embargo la flota fue destruida por una tormenta y no pudieron continuar con su cometido. Al año siguiente Darío I mandó embajadores a toda Grecia exigiendo su sumisión. Fueron muchas las que aceptaron, pero Atenas y Esparta se negaron matando al embajador. Este sería el desencadenante de una nueva campaña militar llevada a cabo por Darío. Así que saliendo de lo que hoy es Turquía atravesó por el estrecho de los Dardanelos que lleva al mar de Mármara y alli entro en los terrenos de tracia. Siguiendo su campaña llego a el norte de lo que hoy es Grecia en el año 492 ac el general Mardonio se apoderó de lo que en su época se llamaba tracia y luego Macedonia lo que hoy llamamos macedonia del norte. Su campaña triunfante lo situaba así en la frontera de Tesalia Finalmente En el año 490 a. C., el ejército persa partió hacia la costa griega bajo el mando de Artafernes y Datis. Desembarcaron en la bahía de Maratón, adecuada, debido a su gran extensión, para el despliegue de todas las tropas persas. Éstas superaban en número a las atenienses, por lo que Milcíades, general ateniense, envió a Filípides a pedir ayuda a Esparta, quien pospuso el envío de tropas hasta la finalización de sus juegos. La Batalla de Maratón era pues decisiva para la supervivencia de Atenas y temerosos de su resultado los atenienses estaba dispuestos a inmolarse en caso de perderla ya que sabían que si los persas entraban en su ciudad la quemarían y los harían esclavos Milcíades el general Ateniense decidió atacar rápidamente. Colocó a sus tropas en una formación que parecía débil en el centro pero fuerte en los flancos. Cuando los persas atacaron, el centro griego retrocedió, atrayendo a los persas hacia el interior. Luego, los flancos griegos rodearon a los persas, atrapándolos y causando una gran derrota.La batalla fue feroz. Los griegos, aunque en menor número, lucharon con valentía y determinación. La estrategia de Milcíades funcionó perfectamente, y los persas fueron rodeados y derrotados. Los ancianos, mujeres y niños atenienses se encontraban en la acrópolis de Atenas esperando noticias de la batalla, así que Milcíades envió a Filípides a proclamar la noticia. Éste recorrió corriendo los aproximadamente 40 kilómetros que separaban Maratón de Atenas ya que sabía que si no llegaba a tiempo para evitar la inmolación publica de viejos, mujeres y niños la victoria seria pírrica y al llegar exclamó: Cuando llego a las puertas de Atenas alcanzo a decir "¡Alegraos atenienses, hemos vencido!" Los Atenienses se habían librado del terrible destino que les esperaba pero la fortuna no estaría con aquel mensajero ya que nada más a
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez Un pobre campesino que soñó tres noches seguidas que al pie de una mata situada a corta distancia de su casa, estaba enterrado un saco lleno de oro.‑Es muy posible ‑pensó que mi sueño no sea verdadero, pero no me costará nada ir a cavar un poco por allí. Y si encuentro un tesoro, bien recompensado quedará mi trabajo.A nadie comunicó sus intenciones, de igual modo como tampoco había referido su sueño. Al obscurecer del día siguiente, tomó una azada y se dirigió a la mata que viera en sueños. En cuanto hubo dado algunos azadonazos, tropezó con algo duro y ello le dió la esperanza de que había hecho un importante hallazgo.En efecto, al poco rato puso al descubierto un saco lleno de lingotes de oro y de magníficas piedras preciosas. Contento a más no poder, se cargó el tesoro al hombro, aunque a causa del peso apenas podía andar y, mientras tanto, pensé en lo que haría con aquella riqueza.Al llegar a la casa, se dirigió al establo y dejó el saco frente a las tres vacas que tenía, pues deseaba evitar la posibilidad de que algún vecino se enterase de lo ocurrido.Anduvo acertado al tomar esta precaución, porque, al entrar en su casa, vió a dos desconocidos sentados ante el fuego y que, al parecer, no tenían ninguna prisa por marcharse. Aquellos viajeros hablaban muy bien inglés, pero, en cambio, desconocían el dialecto que usaban el campesino y su mujer. Por eso el primero pudo dirigirse a la segunda y en voz baja y seguro de no ser comprendido más que por ella, le dijo:‑En el establo tengo un magnífico tesoro. Es un saco lleno de lingotes de oro y de piedras preciosas.‑¡Oh, tráelo aquí! ‑contestó ella. ¡No sabes cuánto me gustaría ver eso!‑No quiero que nadie se entere de mi hallazgo -replicó él. Espera a que se hayan marchado estos dos hombres. Entonces traeré el saco aquí.En cuanto se hubieron marchado los dos viajeros, marido y mujer fueron a contemplar el saco y ambos se quedaron pasmados y sin saber lo que les pasaba.‑¿Has escupido sobre el tesoro? ‑preguntó la mujer.‑No ‑contestó él.Entonces ella le demostró que había cometido una grave equivocación.‑¿Cómo es posible? ‑preguntó sorprendido el marido.‑Mi padre ‑le dijo la mujer ‑era muy entendido en esas cosas y con frecuencia le oí decir que esos tesoros suelen estar encantados y que si no se tornan las precauciones debidas pueden desaparecer por completo. En cambio, cuando el que hace el hallazgo tiene la precaución de escupir sobre el tesoro, no hay duda de que ya no sufre ninguna transformación.‑Sería una verdadera lástima ‑replicó él que, después de haberlo traído aquí y de que tengo la espalda molida por el peso, desapareciese sin quedar nada. Por ahora no hay, afortunadamente, la menor señal de que el tesoro haya de desaparecer, sino que, por el contrario, pesa lo mismo que antes y estoy seguro de que hay aquí más de doscientas libras de oro y joyas.Luego ambos se dirigieron al establo y pudieron observar que las tres vacas tiraban de sus ronzales como si quisieran huir.‑No hay duda de que tienen miedo del contenido del saco ‑observó la mujer. El ganado tiene más sentido común de lo que parece y muchas veces ve cosas que los hombres no son capaces de descubrir.‑Mira, no digas más tonterías acerca de las vacas -observó el marido. Fíjate en ese hermoso saco que está lleno a más no poder.Pero cuando estuvieron a menor distancia de aquel saco, la mujer profirió un grito de miedo.-¿Qué demonios has traído aquí? ‑preguntó al marido. Estoy segura de que dentro del saco hay algo vivo. Ten la seguridad de que ahí no hay ningún tesoro.‑¡Cál
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comUn joven peregrino fue llevado por Dios de visita al infierno. Al regresar, un anciano le instó a contar lo que había visto mientras iba y venia del infierno—Cuéntame lo que has visto —dijo el anciano.—Vi un puente de plata —contestó el peregrino—. Bajo el puente había una caldera enorme donde hervían cabezas humanas. Sobre ellas volaban águilas que las sometían a tortura con sus picos.El anciano asintió con gravedad.—Ese es el eterno tormento que hay en el infierno ¿Qué más has visto?—Después pasaba yo por un pueblo donde se oían alegres canciones y diversión. Pregunté: “¿A qué se debe esta alegría?”. Me contestaron que habían tenido una muy buena cosecha, y que vivían en la abundancia.El anciano sonrió.—Es la gente de Dios que vienen subiendo lentamente al cielo. están dispuestos a dar de comer a todo el mundo; ningún pobre se alejaba de sus casas sin quedar bien atendido.—Después vi a dos perras que se peleaban en un camino. Quise separarlas, pero no logré hacerlo.El anciano frunció el ceño.—Eran dos nueras. ¿Qué pasó después?—En otro pueblo, vi lágrimas y tristeza. “¿Por qué están tan tristes?”, pregunté. Y me contestaron: “Porque el granizo estropeó nuestros campos, y ahora ya nada nos queda”.El anciano suspiró.—Allí es donde vive la gente que no conoce la sinceridad y la honestidad—Después vi cómo se peleaban dos cerdos. Quise separarlos, pero no logré hacerlo.—Se trata de hermanos que no estaban de acuerdo. ¿Qué más viste?—Estuve en una pradera maravillosa. Podría estar allí tres días sin moverme, contemplando tanta hermosura.El anciano sonrió nuevamente.—Es el paraíso, en el otro mundo; pero es difícil llegar ahí.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una modista que era reconocida por su habilidad para cocer elegantes vestidos. Esta modista era usualmente llamada por la princesa cuando iba a participar de una fiesta en aquel reino.La costurera hábil y dedicada recibió el emisario de la princesa en su taller con el urgente llamado para que fuera lo antes posible a las habitaciones de la reina para que le cociera un vestido de fiesta. Raudo salió la costurera hacia el castillo con sus equipo de cocer y allí encontró junto a la princesa una bella tela de tonos plateados y dorados que estaba lista para ser cortada y cocida formando el vestido. La Costurera tomo las medidas de la princesa, y con agilidad corto la tela utilizando para ellos los patrones de un excelente y majestuoso vestido. Allí mismo saco con gran pulcritud la aguja y un carrete de hilo de igual color que la tela. Tomando uno a uno los pedazos de tela cortados y con hábiles manos empezó a juntar los pedazos de aquella tela suave, sedosa y brillante. Mientras la costurera trabajaba, la aguja que la costurera tenía en sus manos comenzó a dirigirse hacia el hilo que tenía pasando por su orificio mientras que orgullosa de su papel en la faena de configuración de vestidos le decía.:Oye tu señor hilo, te has dada cuenta como la costurera esta totalmente pendiente de mi. Yo soy la única que le puedo ofrecer a ella la habilidad de pasar entre los sedosos pliegues de la tela. Soy yo la que va de aquí para allá en sus dedos, pegadita a ellos, perforando hacia abajo y hacia arriba, sin duda alguna yo soy la que tengo el poder de crear la magia. El hilo, sin responder, simplemente continuaba su camino. Cada orificio que la aguja abria por la aguja era llenado en seguida por él, sin decir nada. Simplemente permanecía atento y callado. Su función era cumplir con su trabajo y sabía que no debía prestar atención a nada más y menos a palabras necias. silencioso y activo, como quien sabe lo que hace y sabiendo que nada ganaba tratando de debatir con las palabras insensatas. La aguja, viendo que no le respondía, también calló y prosiguió su camino a lo largo de aquel bello vestido. Y era todo silencio en la salita de costura; no se oía más que el plicplic-plicplic de la aguja en la tela.La costurera trabajó incansablemente, día tras día. Cuando caía el sol, doblaba la prenda hasta el otro día y cuando salía el sol prosiguió con su tarea, hasta que el cuarto día terminó su obra y aguardó la velada del baile.Llegó esa noche, y la princesa se preparó para el evento. La costurera como es la costumbre le ayudo a vestirse prestando atención a cada detalle y para ello llevaba siempre la aguja en su pechera para que rápidamente pudiera solucionar algún detalle de ultimo momentoMientras terminaba el vestido de la bella dama, tirando de un lado y de otro, recogiendo de aquí o de allá, alisando, abotonando, abrochando… el hilo, para mofarse de la aguja, le preguntó:Hoja Aguja llego el momento final —Y bien, dígame ahora quién irá al baile en el cuerpo de la princesa, quien hace parte del vestido y la elegancia de la princesa. Quien va a acompañar a la princesa en cada momento mientras baila con los diplomáticos más importantes de la región. Quien escuchara la música y podrá danzar con cada tonada. Pero usted mi querida aguja volverá al oscuro cajon del costurero donde deberá permanecer mucho tiempo hasta que haya otro vestido. Yo en cambio estaré con la princesa disfrutando de palacio. La aguja no dijo nada; pero un alfiler, —Espero que hayas aprendido, la lección. Te ufanas de hacer tu trabajo y no entiendes que solo debes sentirte orgullosa de ti misma, sea po
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre llamado Sybha. que vivía en la india en un pueblo o que se llenaba de flores y pájaros durante la primavera. Sybha, un hombre humilde y trabajador pocas veces tenía la fortuna de tener algo más que lo necesario para comer durante un día. Pero aquel día , tuvo la suerte de conseguir una olla repleta de harina de arroz. Con mucho cuidado, Corrio a su casa y con mucho cuidado la colgó de un clavo en la pared, justo al lado de su cama, de manera que al acostarse no la perdiera de vista.Esa noche, la luna brillaba intensamente en el cielo, pero Sybha no pudo dormir. Estaba demasiado emocionado por su buena fortuna. Estos eran los pensamientos que le quitaban el sueño:"Esa olla que me han dado los dioses está llena de harina de arroz. Como ahora estamos en una época de escasez de alimentos, podré venderla por cincuenta monedas de plata. Con esas monedas podre salir al mercado de animales y me compraré dos cabras. Se que las Las cabras crían cada seis meses, por lo que en poco tiempo tendré un rebaño que pondré llevar al mercado para venderlas Con lo que me den por esas cabras podre comprare algunas vacas. Cuando las vacas hayan parido, voy a vender las terneras. Con las vacas compraré búfalos Con los búfalos podre criarlos y hacerlos fuertes y los llevare a vender y comprare una buena recua de yeguas embarazados. Cuando las yeguas hayan tenido cría, seré dueño de muchos caballos. Vendiendo los caballos tendré gran cantidad de oro. Por el oro me darán una casa de tres pisos. Entonces vendrá a mi casa un gran señor, y me pedirá que sea socio en sus negocios. Con el me hare muy rico y tendre un establo lleno de caballos y múltiplos trabajadores que me cuidaran mis caballos. Y si alguno de ellos maltrata algún caballo le dare un puntapie. Y acto seguido mando la pierna simulando el puntapieTan metido estaba el hombre en sus pensamientos, que dio un puntapié en el aire y rompió la olla, quedando completamente cubierto por la harina de arroz. La harina se esparció por toda la habitación, cubriendo los muebles y el suelo, y Sybha quedó blanco como un fantasma.Al escuchar el ruido, su esposa se despertó sobresaltada y, al ver a su marido cubierto de harina, no pudo contener la risa. Entre carcajadas, le dijo:· ¡Sybha! ¿Qué has hecho? ¡Pareces un espíritu de arroz!Sybha, avergonzado y frustrado, le explicó sus pensamientos y planes. Su esposa, aún riendo, le respondió con ternura:· Mi querido esposo, soñar no está mal, pero no olvides vivir en el presente. A veces, los planes más elaborados pueden desmoronarse con un simple error. Aprendamos de esto y sigamos adelante juntos.Con esas palabras, Sybha se sintió un poco mejor. Aunque sus sueños de riqueza se habían desvanecido, sabía que tenía a su esposa a su lado para apoyarlo. Y entonces quedó claro que aquel que hace planes para un futuro demasiado lejano, puede llegar a quedar en blanco como Sybha. .
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez Hace mucho tiempo, Ra, el señor de todos los dioses, aún reinaba sobre la Tierra como faraón. Vivía en un enorme palacio a orillas del majestuoso río Nilo, cuyas aguas eran la fuente de vida para todo Egipto. El palacio estaba adornado con columnas de piedra tallada y decorado con frescos que narraban las hazañas de los dioses. Todos los habitantes de Egipto acudían a presentarle sus respetos, llevando ofrendas de oro, incienso y mirra. Los cortesanos, vestidos con túnicas de lino fino y joyas de lapislázuli, no dudaban en complacerlo, y él pasaba el tiempo cazando en los vastos desiertos, jugando a juegos de mesa como el senet y celebrando fastuosas fiestas en los jardines del palacio. ¡Una vida realmente placentera!Pero un día llegó a palacio un cortesano que le contó una conversación que había oído mientras estaba navegando por el Nilo. . A las orillas del Nilo vio a Thot, el dios de la sabiduría y la magia, sentado junto a la Nut. El cortesano pudo oír cuando Thot le decía a la diosa que algún día su hijo sería faraón de Egipto. Ra se puso muy furioso ya que pensaba que Nadie salvo él era digno de ser faraón. . Caminaba de un lado a otro en la sala del trono, cuyas paredes estaban cubiertas de jeroglíficos sagrados, gritando -¡Cómo se atreve Thot a decir eso! ¡Ningún hijo de Nut me destronará! Reflexionó sobre ello largo tiempo, al cabo del cual, tras invocar sus poderes mágicos, lanzó la siguiente maldición:Ningún hijo de Nut nacerá en ningún día ni en ninguna noche de ningún año". La noticia pronto se extendió entre los dioses. Todos decían que debido a esa maldición no podría nunca Nut tener un hijo porque cerraba las oportunidades de procrear en algún día del año. Cuando Nut se enteró de la maldición, se sintió muy apesadumbrada. Deseaba un hijo, pero sabía que la magia de Ra era muy poderosa. ¿Cómo podría romper el maleficio? La única persona que podía ayudarla era Thot, el más sabio de todos los dioses, así que fue a verlo.Cuando Nut llego donde Thot este se compadeció inmediatamente de ella La veía llorar desconsoladamente y se encontraba muy demacrada. Cuando Nut le explicó que su deseo de tener una hijo se hacia imposible debido a la maldición de Ra. Thot que era un ser inteligente y sabio le dijo. No puedo romper la maldición de Ra, pero puedo tratar de evitarla. Espera aquí que voy a hablar con el dios Luna. Thot sabía que Jonsu, el dios Luna, era jugador, así que lo retó a una partida de senet que era un juego que se jugaba en un tablero con 30 casillas y piezas para dos jugadores Jonsu no pudo resistirse ya que su pasión por el juego era bien conocida y rápidamente cedió al desafío.¡Oh, Thot! -exclamó-. ¡Tal vez seas el dios más sabio, pero yo soy el mejor jugador de senet! No he perdido ninguna partida en toda la eternidad así que Jugaré contigo y te ganaréLos dos se sentaron a jugar en una mesa de ébano incrustada con marfil. Thot Gano esa primera partida y Jonsu en un arranque de furia dijo. Has tenido suerte, Thot - Apuesto una hora de mi luz a que te gano la siguiente partidaThot sonriendo le acepto la siguiente partida de Senet y esta vez Thot volvió a ganarle a Jonsu una nueva hora de luz. Y obviamente Jonsu volvió a retar a Thot a nuevas partidad y todas y cada una de ellas las iba perdiendo ante el inteligente y hábil Thot. En total Thot le había ganado a Jonsu la luz equivalente a 5 días así que con gran cortesía se levantó de la mesa llevando consigo la luz de esos días y comenzó a caminar lejos de el confundido dios Jonsu Jonsu que nunca había sido derrotado leva
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en un pequeño pueblo, un talentoso escultor llamado Arturo. Arturo era conocido por su habilidad para crear figuras de cera que parecían tan reales que la gente a menudo se detenía a admirarlas, maravillados por su realismo. Sin embargo, Arturo tenía un sueño secreto: crear una figura de cera que fuera una réplica exacta de sí mismo.Durante meses, Arturo trabajó incansablemente en su taller. Cada día, se miraba en el espejo, estudiando cada línea y cada arruga de su rostro. Con manos hábiles y ojos atentos, esculpió la cera, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Finalmente, después de mucho esfuerzo, la figura estuvo terminada. Era tan realista que parecía que Arturo tenía un gemelo.Arturo decidió mostrar su obra maestra al pueblo. Colocó la figura en la plaza principal, donde todos podían verla. La gente se reunió alrededor, asombrada por la semejanza. "¡Es increíble!", exclamaban. "¡Es como si Arturo estuviera aquí mismo, pero hecho de cera!"Pero Arturo tenía un plan secreto. Esa noche, cuando el pueblo estaba en silencio y todos dormían, Arturo se deslizó hasta la plaza. Con cuidado tomo la figura de cera y la llevo a un cobertizo cercano donde Arturo almacenaba sus instrumentos. Allí , se cambió de ropa con la figura de cera y luego dejando a la figura en el cobertizo con sus vestimentas de artista tomo el lugar de la figura en el pedestal. La figura de cera, ahora vestida con los atuendos de Arturo, permaneció inmóvil oculta a todos los lugareños mientras Arturo se hacia el inmóvil esperando que salieran los habitantes y pasaran frente.a el, Salió el sol y todos los habitantes comenzaron a desempeñar sus funciones cotidianas. El sacerdote paso frente a Arturo vestido con la ropa de la figura de cera y sin mirarlo siquiera siguió su camino rumbo a la iglesia. Allí toco las campanas de misa y muchos habitantes del pueblo salieron de sus casas rumbo a la misa, pasando al frente de Arturo y ninguno se percato que era Arturo el representado allí. Pero con las horas Arturo comenzo a sentirse cansado y decidio desenmascarar su patrana. Pero para su sorpresa no podía moverse. Por mucho que lo intentaba su cuerpo no respondia y cada uno de sus musculos permanecia inmóvil y tieso. Ni siquiera sus ojos se podían mover. Al mismo instante . La figura de cera comenzó a moverse. Primero, parpadeó, luego estiró los brazos y finalmente tuvo la capacidad de mover sus articulaciones, vacilando se acercó a la puerta de cobertizo y lo abrio. Por primera vez recibía la luz en sus ojos ya animados. . La gente del pueblo sl verlo lo saludaba …. Hola Arturo . Bonito día. Cierto. La figura de cera, ahora con vida, caminaba por la plaza, saludando a todos con una sonrisa.Arturo, aunque petrificado, podía ver y oír todo lo que sucedía a su alrededor. Observaba con asombro cómo su creación se desenvolvía en el mundo. La figura de cera, con su nueva identidad, exploraba el pueblo, descubriendo cada rincón y disfrutando de la vida que Arturo había dejado atrás.Sin embargo, no todo era perfecto. La figura de cera, al darse cuenta de su nueva libertad, comenzó a desarrollar deseos y ambiciones propias. Quería ser más que una simple réplica de Arturo; quería ser reconocida por sus propios méritos. Empezó a cambiar su apariencia, a vestirse de manera diferente y a tomar decisiones que Arturo nunca hubiera tomado.La gente del pueblo comenzó a notar estos cambios y algunos empezaron a sospechar. "¿Qué le ha pasado a Arturo?", se preguntaban. "No parece el mismo de antes". La figura de cera, sintiendo la presión de las expectativas de la gente, comenzó a actuar de manera errática, tratando
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un joven llamado Miguel que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques. Miguel era un chico curioso y aventurero, siempre explorando los rincones más recónditos de su entorno. Un día, mientras caminaba por un sendero poco transitado en el bosque, tropezó con algo duro y cayó al suelo. Al levantarse, vio que había una piedra grande y sucia, cubierta de barro y hojas secas. La piedra producía en miguel un atractivo especial pero no sabía que era. Se veía como una piedra normal y cuando trato de golpearla contra otras piedras notaba que esta era especialmente dura. Miguel, intrigado por la piedra, la recogió y la observó detenidamente. Era opaca y sin brillo, y parecía no tener ningún valor, pero si le intrigaba que esta piedra era realmente dura. Era sucia y pesada pero de nuevo Miguel sentía que había algo especial en ella. Sin embargo, su curiosidad lo llevó a llevársela a casa.Decidio meterla en su sombrero y como pesaba este sombrero con esa piedra adentro. Con cada paso sentía que no valía la pena cargar dicha piedra hasta su casa, que más bien la dejaría a la vera del camino para no sufrir el peso de tener que llevarla. Y así lo hizo, la saco de su sombrero y la tiro al lado del camino. Al caer la piedra produjo un sonido extraño y al golpear con otra piedra esta otra se quebró. Miguel no había visto nunca una piedra que al golpear pudiera producir otra fractura inmediatamente. Eso si era extraño. De nuevo sintió que algo importante sucedía con esta piedra que había encontrado. Comenzó a restregarla contra todo aquello que encontraba alrededor y efectivamente veía que todo cedía a la fuerza y dureza de su piedra. Era increíble era dura como nada más. Al llegar, decidió limpiarla para ver si había algo especial en ella. Con un balde de agua y un cepillo, comenzó a frotar la piedra con cuidado. Y algunas piezas de barro comenzaron a caer de la roca pero la piedra en si estaba intacta. A medida que la suciedad se iba desprendiendo, Miguel notó que la superficie de la piedra era lisa y tenía un brillo tenue. Esto lo motivó a seguir limpiando con más esmero. Pasaron horas y Miguel no se daba por vencido. Su padre le había regalado en su cumpleaños un equipo de pulir que tenía abandonado y decidio utilizarlo. Lo saco de debajo de la cama y lo puso sobre la mesa de estudio de su cuarto. Allí fue sacando una a una las herramientas que tenía y se preparo para realmente pulir aquella piedra. Utilizó diferentes herramientas para pulir la piedra, desde paños suaves hasta productos especiales para pulir y algún que otro material de pulido para elementos duros. Debía desentrañar el misterio de aquella piedra. Con cada pasada, la piedra se volvía más y más resplandeciente. Miguel estaba cada vez más emocionado, pues la piedra comenzaba a mostrar destellos de luz que nunca había visto antes. Finalmente, después de mucho esfuerzo y dedicación, Miguel se dio cuenta de que la piedra no era común y corriente. Honestamente no entendía que sucedía. Aquella piedra que había encontrado tirada en el camino sucia y fea realmente comenzaba a mostrar un brillo extraño. Su excitación fue subiendo ya que comprendía que detrás de ese primer vistazo que tanto le disgustaba ya podía intuir que algo hermoso se podría ocultar bajo ese caparazón de suciedad. Algo que no se imaginaba. De pronto su corazón comenzó a latir con toda intensidad. Recordó que alguna vez había visto una pequeña piedra como esta en el museo. No lo podía creer. Podía ser un diamante. Un diamante de ese tamaño era increíble y más increíble que se encontrara tirado entre otras miles de piedras. Pero este e
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en las selvas de lo que hoy es Guainía en Colombia una princesa que era hija de el cacique. La belleza de la joven era tan resplandeciente que opacaba el amanecer sobre los ríos que cruzaban aquellas tierras de agua y cielo. Dicen que su piel era tan suave como los pétalos de las flores y sus ojos reflejaban los misterios y los colores de las selva. La princesa llamada Inírida tenía muchos pretendientes, entre ellos el viento del norte que le prometía riquezas, el viento del sur que le prometía tierras fértiles y bosques sin fin, el viento del este que le ofrecia el poder sobre los animales de la selva y el viento del oeste que le ofrecía aventuras por todos los ríos de sus tierras. Además había allí tres hermanos poderoso que igualmente se sentían enamorados de ella, El príncipe Mavicure, el príncipe mono y el príncipe pajarito. Cada un quería hacerla esposa y pare ello hacían grandes hazanas llevándole grandes regalos y cubriéndola con lisonjas y cuidados. Desencantados los tres hermanos decidieron atraparla pero Inírida que conocía muy bien la selva se internó y los hermanos salieron a perseguirla. Inírida suplico a los dioses que la protegiera de los tres hermanos y los dioses intervinieron transformando a los tres hermanos en 3 cerros de piedras que hoy llevan el nombre de los tres hermanos Un día llego a aquellas tierras un hombre que al verla se enamoro profundamente y decidio que ella seria suya. El hombre que conocía muy bien la selva sabía que había una planta llamada puzana que le permitiría enamorar a la esquiva joven. Con ella preparo un brebaje y se lo dio a la joven. Desafortunadamente la receta causo en la joven el efecto contrario y la princesa perdió el juicio y salió huyendo a toda prisa de su aldea. Llevada por el éxtasis y la demencia Inírida corrió de nuevo a la selva y en su carrera llego hasta el lugar donde los tres hermanos habían sido convertidos en montanas rocosas y con agilidad subió a los alto de el cerro pajarito y allí en lo alto se desmayo. El joven trato de seguirla pero la piedra resbalosa como el jabón evito que se acercara a la princesa. Allí al despertar Inírida vio ante sus ojos la magnitud de la selva verde a sus pies y decidio vivir para siempre allí. Y desde allí gobernar el transcurrir de aquellas tierras. Y cuentan que los dioses la veían llorar todos los días al caer la noche mientras ella miraba la oscuridad profunda de la selva desde lo alto de aquella roca gigantesca. Y así el cerro pajarito se tiñe de plata cuando las laderas dejan caer las lagrimas de plata de la princesa solitaria. Pero una noche los dioses hicieron bajar las estrellas del firmamento y todas rodearon a la princesa triste y sus lagrimas transportaron piedra abajo las estrellas del firmamento. Y cuando llego el día en la base de la montana entre los claros que deja la espesura de aquella selva comenzó a salir una flor de color rojo en forma de estrella. Una flor que durante todo el ano permanece florecida y que va cambiando de color a medida que la princesa cambia de emociones, Siendo más brillante si ella esta alegre y más apagada si el princesa esta triste. Y dicen los indios Puinabes habitantes de aquella que durante el anos le cantan a la princesa Inírida para que mantenga el color rojo brillante en la flor de Inírida. La más bella flor de la amazonia.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un indio Chippewa llamado Nanabozho que regresó a su cabaña en lo que hoy es la provincia de Ontario. Nanaboso después de un largo viaje, echó de menos a su joven primo que vivía con él. Llamó al primo por su nombre, pero no recibió respuesta. Mirando a su alrededor en la arena en busca de huellas, Nanabozho se sobresaltó por el rastro de la Gran Serpiente. Entonces supo que su primo había sido capturado por su enemigo.Nanabozho recogió su arco y sus flechas y siguió el rastro de la serpiente. Pasó el gran río, escaló montañas y cruzó valles hasta llegar a las orillas de un lago profundo y sombrío. Ahora se llama Lago Manitou, Lago de los Espíritus y también el Lago de los Diablos. El rastro de la Gran Serpiente conducía a la orilla del agua.Nanabozho podía ver, en el fondo del lago, la casa de la Gran Serpiente. Estaba llena de espíritus malignos, que eran sus siervos y sus compañeros. Sus formas eran monstruosas y terribles. La mayoría de ellos, al igual que su amo, se parecían a los espíritus. En el centro de este horrible grupo estaba la Gran Serpiente en persona, enroscando su aterradora longitud alrededor del primo de Nanabozho.La cabeza de la Serpiente era roja como la sangre. Sus ojos feroces brillaban como el fuego. Todo su cuerpo estaba armado con escamas duras y relucientes de todos los colores y matices. Mirando hacia abajo a estos espíritus retorcidos del mal, Nanabozho decidió que se vengaría de ellos por la muerte de su primo.Dijo a las nubes: "¡Desaparece!" Y las nubes se perdieron de vista.—¡Vientos, quietos de una vez! Y los vientos se calmaron.Cuando el aire sobre el lago de los espíritus malignos se había estancado, Nanabozho le dijo al sol: "Brilla sobre el lago con toda la fiereza que puedas. Haz hervir el agua".De esta manera, pensó Nanabozho, obligaría a la Gran Serpiente a buscar la fresca sombra de los árboles que crecían en las orillas del lago. Allí se apoderaría del enemigo y se vengaría.Después de dar sus órdenes, Nanabozho tomó su arco y flechas y se colocó cerca del lugar donde pensó que las serpientes vendrían a disfrutar de la sombra. Luego se transformó en el tocón roto de un árbol marchito.Los vientos se calmaron, el aire se estancó y el sol lanzó rayos calientes desde un cielo sin nubes. Con el tiempo, el agua del lago se agitó y las burbujas subieron a la superficie. Los rayos del sol habían penetrado hasta el hogar de las serpientes. Mientras el agua burbujeaba y espumaba, una serpiente levantó la cabeza por encima del centro del lago y miró alrededor de las orillas. Pronto otra serpiente salió a la superficie. Ambos escucharon los pasos de Nanabozho, pero no lo escucharon en ninguna parte."Nanabozho está durmiendo", se decían unos a otros. Y luego se sumergieron bajo las aguas, que parecían silbar al cerrarse sobre los espíritus malignos.Poco después, el lago se volvió más turbulento. Su agua hervía desde sus mismas profundidades, y las olas calientes se estrellaban salvajemente contra las rocas de sus orillas. Pronto la Gran Serpiente llegó lentamente a la superficie del agua y se movió hacia la orilla. Su cresta de color rojo sangre brillaba. El reflejo de sus escamas era cegador, tan cegador como el brillo de un bosque cubierto de aguanieve bajo el sol invernal. Fue seguido por todos los espíritus malignos. Tan grande era su número que pronto cubrieron las orillas del lago.Cuando vieron el tocón roto del árbol marchito, sospecharon que podría ser uno de los disfraces de Nanabozho. Conocían su astucia. Una de las serpientes se acercó al tocón, lo rodeó con su cola y trató de arrastrarlo hacia el lago. Nanabozho apenas
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre muy rico que vivía en Noruega que era soltero y ya estaba entrado en años. El viejo rico un día se despertó con la idea de que pese a su dinero no era feliz y que necesitaba de una mujer que lo acompañara. Sabía que era Era viejo, feo y gordo, pero que tenía mucho oro guardado en un escondrijo, prestaba plata a interés y sacaba buena renta de sus tierras. Debido a esto pensó que su dinero seria suficiente para conseguir una mujer. Su plan era simple, iría al pueblo y buscaría las mujeres más bellas que pudiera encontrar y que fueran pobres. Pensaba que cualquier mujer se sentiría feliz de tenerlo como esposo ya que el le ofrecería una estabilidad económica por el resto de su vida. Llegando al pueblo puso los ojos en la hija de un campesino que llevaba las verduras al mercado local. Siempre iba acompañado de su hija y ella era muy bella. Además el campesino era uno de sus labriegos así que no podría oponerse. El viejo feo y gordo se acercó a la muchacha y con gran pompa le dijo. -Quiero casarme contigo -le propuso como si le estuviera haciendo un gran honor.La joven lo miro de arriba abajo y con la altivez que tiene la juventud le contesto -Yo quiero muchas cosas -. Pero esa en particular no. Muy amable señor por por haber pensado en mí, pero por favor, piense en otra que yo no estoy disponible.El rico hacendado que estaba acostumbrado a darse todos los gustos y que nadie lo rechazara se enojo con la respuesta de la muchacha y mandó llamar al padre de la chica.El padre era un arrendatario de una de sus parcelas y que además le debía dinero se sintió intimidado por tener que hablar con el viejo ricachon pero no tenía otra alternativaAl llegar el viejo le dijo -Si me das la mano de tu hija, me olvido de la plata que te presté. Si te niegas, te quedarás sin trabajo ya que te echare de mis tierras e irás a la cárcel por deudor.El pobre hombre no tenía mucha elección. Con todo el amor de padre se acercó a su hija y la Trató de convencer de todas las maneras posibles, pero la muchacha le suplicó llorando que no la obligara.-No quiero a ese viejo horrible ni aunque me regale una pila de oro. Desesperado por las amenazas del hacendado, el padre corrio donde el rico y le contó que su hija se negaba a participar en dicho matrimonio. El hacendado le dijo. Tengo un plan para esto. Pero deberas participar y ocultar a tu hija mis verdaderas intencionesEl rico caballero haría todos los preparativos para la boda: el día señalado, estarían allí el párroco, los invitados, el banquete. Mandaría ir a buscar a la muchacha fingiendo que la necesitaba para un trabajo. Y cuando la joven llegara a su casa, la encerraría en una habitación con ayuda de sus sirvientes, y luego mandaria a sus sirvientes a que la vistan de novia y la bajaran a la recepción donde el sacerdtote del pueblo la casaria en un santiamén y así se encontraría casada sin haberlo pensado.Y así fue. El día llegó, todo estaba listo para la boda y solo faltaba que llegara la novia. Por si la joven se rebelaba, el hacendado envió en su busca a uno de los más fuertes trabajadores que si bien era grande y fornido no era muy inteligente. Como contaba con la colaboración del padre de la moza, no consideró necesario darle explicaciones al joven trabajador ya que sabía que el haría todo lo que se le ordenara. Así que le ordeno Mira muchacho Debes ir a ver al labriego que trabaja en la parcela del sur y decirle que te entregue lo que me prometió -le dijo. Vete ahora mismo y no preguntes. Solo dile lo que te acabo de decir El muchacho, un poco asustado por el
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un rey que había crecido soberbio y arrogante. Un día salió a cabalgar con su hijo y los dioses decidieron castigarlo. En un recodo del camino su hijo se adentro en un bosque y el rey no lo volvió a ver. El destino, cruel e implacable, le arrancó al pequeño en tierras lejanas, y con el peso de su deber sobre los hombros y llorando de amargura , el monarca no tuvo más remedio que seguir su camino.Antes de partir, Le pidió a una anciana campesina que vigilara el bosque y cuando su hijo apareciera le entregara una caja con una nota adentro. , entregándole una caja sellada con un mandato solemne: Cuida a mi hijo y algún día volvere por el y si no vuelvo entregale esta caja y con ella me podrá encontrar. “Pero los años pasaron… y el rey nunca volvió.El niño creció sin conocer su origen, sin el amor de un padre ni el calor de un hogar real. Su único anhelo era encontrar al hombre que lo había abandonado sin una explicación. Un día, con la determinación de quien ha vivido en la sombra demasiado tiempo, se presentó ante la anciana saliendo del bosque y le pregunto si alguien lo había buscado. La anciana, con los ojos empañados por el peso del tiempo, le entregó la caja y le contó lo que le había dicho el rey. —Tu padre dejó esto para ti. Pero te advierto… sin ella, jamás lo hallarás.El joven emprendió su viaje con el corazón lleno de esperanza, pero la vida pronto le mostraría su lado más despiadado. No tardó en ser golpeado por el hambre, el cansancio y la sed. El calor abrasador del llano lo consumía cuando encontró a un hombre con un cántaro de agua.—Por favor… un sorbo… —rogó el joven con la voz quebrada.El hombre lo miró con frialdad. —Agua… solo a cambio de lo que llevas en esa caja.El príncipe titubeó. Aquella caja era su única conexión con su pasado… pero su cuerpo no resistiría mucho más. Con el alma hecha pedazos, la entregó. Sintió que se arrancaba a sí mismo de su destino.El hombre, en su codicia, corrió al palacio y, mostrando la caja como si fuera un trofeo, proclamó ser el hijo perdido del rey. La desesperación del monarca lo cegó y, sin sospechar, lo acogió como su legítimo heredero.Mientras tanto, el verdadero príncipe vagaba sin rumbo, derrotado y solo. Hasta que, en un pozo, encontró una última oportunidad: un mono que, con ojos llenos de inteligencia, le ofreció un pacto. —Si me das agua, cuando lo necesites, yo te ayudaré.El joven, con el poco aliento que le quedaba, ofreció su última muestra de bondad, con mucho esfuerzo retiro punados de agua del pozo y se lo daba al mono. . Y el mono, agradecido, le dejó un cabello con un mensaje enigmático: "Llámame cuando lo necesites."Los días se volvieron semanas, y el príncipe llegó a la ciudad, sin nombre, sin pasado, sin futuro. Encontró trabajo como vendedor de hortalizas y pasó cada día frente al palacio, observando desde la distancia la vida que le fue arrebatada. Las princesas, al verlo, sintieron un escalofrío en sus almas. Había algo en sus ojos… algo familiar.Cuando finalmente entró al palacio como jardinero, el impostor sintió el miedo reptar en su pecho. Temblaba de ira y de inseguridad. Debía eliminarlo.—Padre —susurró con veneno—, el jardinero dice que puede domar la mula salvaje que nadie ha montado jamás.El rey, ansioso de espectáculo, lo llamó de inmediato. —Si no lo logras, morirás —sentenció con voz implacable.El joven, sin esperanza, invocó al mono. Y el fiel amigo respondió. Con su ayuda, no solo dominó a la bestia, sino que la cabalgó hasta el palco real, arrancando vítores del pueblo.El impostor apretó los di
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en Venecia un pescador llamado orio es una ciudad de secretos y sombras, de amores imposibles y promesas rotas. En el laberinto de sus callejuelas, hay un lugar donde los susurros del pasado aún resuenan: el Sotoportego del Preti, un pasaje cubierto cerca de la iglesia de Santa Marina. En su muro de piedra desgastada, un ladrillo rojo en forma de corazón destaca entre los demás, un testimonio silencioso de un amor condenado: el amor de Orio y Menusina.Orio era un pescador veneciano, humilde y solitario, que pasaba sus días entre las aguas de la laguna y los mercados de Rialto. Había perdido a su familia en una tormenta y, desde entonces, su única compañía era el mar. Aunque muchas mujeres lo miraban con interés, él soñaba con un amor que sintiera en lo más profundo de su alma.Una noche de otoño, mientras regresaba en su góndola bajo la luz de la luna, vio a una mujer sentada en los escalones de piedra del Sotoportego del Preti. Su cabello negro caía en suaves ondas sobre sus hombros y su piel era tan pálida como la luz reflejada en los canales. Vestía un elegante traje de terciopelo azul oscuro y sus ojos brillaban como dos estrellas atrapadas en la penumbra.—¿Estás perdida, madonna? —preguntó Orio, deteniéndose junto a ella.La mujer alzó la vista y lo observó con tristeza.—No estoy perdida, pero tampoco soy libre —respondió en un susurro—. Mi nombre es Menusina.Orio quedó hechizado por su belleza y misterio. Desde aquella noche, regresó al mismo lugar y encontró a Menusina esperándolo. Hablaban durante horas, paseaban juntos por los canales y, poco a poco, el pescador se enamoró de ella.Finalmente, le pidió que fuera su esposa.Menusina aceptó, pero con una única condición:—Cada viernes al anochecer, debo desaparecer hasta el amanecer. No puedes seguirme, no puedes preguntarme a dónde voy ni intentar descubrir mi secreto. Si lo haces, me perderás para siempre.Orio, cegado por el amor, juró que respetaría su deseo.Durante meses, vivieron en una felicidad aparente. Menusina llenó la vida de Orio de amor y alegría, y él creyó haber encontrado en ella su destino. Sin embargo, cada viernes al caer la noche, su esposa desaparecía sin dar explicaciones.Los vecinos murmuraban.—No es una mujer como las demás —decían—. Algo oscuro la acompaña.La duda comenzó a roer el corazón de Orio. ¿Qué le ocultaba Menusina? ¿Era realmente suya, o pertenecía a otro mundo?Una noche de viernes, incapaz de resistir más la incertidumbre, decidió seguirla.Siguiendo las sombras de Venecia, Orio vio a Menusina dirigirse de nuevo al Sotoportego del Preti. Allí, bajo la tenue luz de un farol, se arrodilló frente a un ladrillo rojo en forma de corazón incrustado en la pared de piedra.Orio, oculto entre las sombras, contuvo la respiración mientras su esposa apoyaba las manos sobre la piedra y susurraba palabras en un idioma desconocido.De pronto, el ladrillo comenzó a brillar con un resplandor carmesí. La piedra pareció temblar, y una sombra oscura emergió de la pared, como si algo aguardara desde el otro lado.—Has vuelto, Menusina… El pacto no puede romperse.La voz no era humana. Era profunda, gutural, como el eco de un pozo sin fondo.Orio sintió un escalofrío recorrerle la espalda.En ese momento, Menusina giró y lo vio.Su rostro se llenó de desesperación.—¡No! ¡Orio, me seguiste! —gritó con angustia—. ¡Has roto tu promesa!La sombra creció y se extendió hacia ella.—Él ha descubierto la verdad. Ahora, tu dest
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez En la luminosa ciudad de Córdoba, donde las calles estrechas estaban perfumadas por el azahar de los naranjos y el murmullo de las fuentes susurraba entre los muros blancos un medico médico cuya fama se extendía más allá de las tierras de Al-Ándalus. Su nombre era Farah, y su sabiduría no solo se reflejaba en sus vastos conocimientos de la medicina, sino también en su inmenso corazón.Farah atendía a todos aquellos que llegaban a su puerta, sin importar su condición. Los ricos le pagaban con oro, pero a los pobres les daba su ciencia sin pedir nada a cambio, pues creía firmemente en que la salud era un derecho de todos. Sin embargo, aunque su compasión era infinita, el tiempo no lo era.Una noche, cuando el médico Farah ya había cerrado su consulta y apenas le quedaban fuerzas tras una jornada agotadora, alguien llamó insistentemente a la puerta. Farah abrió y vio a un hombre desaliñado, con el rostro demacrado por la enfermedad y los ojos inyectados en desesperación.—¡Doctor, necesito que me atienda ahora mismo! —exclamó el hombre con voz rasposa.El médico, con paciencia, le explicó que ya era tarde y se sentía tan cansado que no tendría la inteligencia y la paz del alma para poder curarlo y que debía regresar al día siguiente para que pudiera atenderlo debidamente. Pero estas palabras encendieron una furia ciega en el enfermo. Su desesperación se transformó en enojo, y su enojo en odio.—¡Eres un impostor! ¡Solo ayudas a quien te conviene! —gritó, antes de alejarse dando un portazo.Farah suspiró, pero no dijo nada. Sabía que la enfermedad no solo afectaba al cuerpo, sino también al alma.A la mañana siguiente, cuando el médico acompañaba al sultán Orah en su majestuosa carroza, recorriendo los mercados bulliciosos donde mercaderes ofrecían sus especias y sedas, el mismo hombre apareció de repente. Como una tormenta desatada, se interpuso en el camino y, con voz llena de rabia, comenzó a insultar a Farah sin piedad.—¡Hipócrita! ¡Charlatán! ¡No eres más que un falso sabio!El sultán, sorprendido por semejante insolencia, frunció el ceño y, sin dudarlo, se volvió hacia el médico.—¡Esto es una afrenta imperdonable! —exclamó Orah con tono severo—. Farah, te ordeno que le arranques el corazón a este hombre.El médico inclinó la cabeza en señal de obediencia y no dijo nada. Pero en su mente, una idea comenzaba a tomar forma.En los días que siguieron, Farah se dedicó en secreto a cumplir la orden del sultán, pero no con un bisturí, sino con la dulzura y la paciencia de un verdadero sanador.Cada mañana, envió a su sirviente con un jarro de leche fresca para el hombre. Al poco tiempo, pagó su alquiler, evitando que lo echaran de su hogar. También se aseguró de que recibiera los medicamentos necesarios para su recuperación. Día tras día, el enfermo, que había esperado castigo y desprecio, solo recibió bondad. Y esa bondad, como una lluvia suave sobre tierra reseca, comenzó a transformar su corazón.Al principio, el hombre no entendía. Su orgullo le hacía resistirse a aceptar ayuda de aquel a quien había despreciado. Pero la insistencia de Farah fue más fuerte que su rencor. Poco a poco, la dureza de su alma se fue desmoronando y, cuando por fin la salud regresó a su cuerpo, algo más había cambiado en él.Pasaron algunas semanas, y un día, mientras el sultán y el médico paseaban de nuevo por la ciudad, un hombre se acercó corriendo. Esta vez, en lugar de insultos, sus labios pronunciaron palabras de gratitud.—¡Oh, gran Farah! ¡Que Alá te bendiga por siempre! No solo curaste mi cuerpo, sino que salvaste mi alma. ¡Eres el más noble de lo
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre llamado Pelayo. Que al tercer día había matado tantos cangrejos dentro de la casa que tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era a causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas. Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error. — Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia. Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo. El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionario
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una mujer llamada Eva que sentía que vivía en una pesadilla. A Eva la perseguia el Amor. Nunca podrá decirse que la infeliz Eva omitió ningún medio lícito de zafarse de aquel ser llamado Amor, que la perseguía sin dejarle punto de reposo.Empezó poniendo tierra en medio, viajando para romper el hechizo que sujeta al alma a los lugares donde por primera vez se nos aparece el Amor. Precaución inútil, tiempo perdido; pues el pícaro Amor se subió a la zaga del coche, se agazapó bajo los asientos del tren, más adelante se deslizó en el saquillo de mano, y por último en los bolsillos de la viajera. En cada punto donde Eva se detenía, sacaba el Amor su cabecita maliciosa y le decía con sonrisa picaresca y confidencial: «No me separo de ti. Vamos juntos.»Entonces Eva, que no se dormía, mandó construir una altísima torre bien resguardada con cubos, bastiones, fosos y contrafosos, defendida por guardias veteranos, y con rastrillos y macizas puertas chapeadas y claveteadas de hierro, cerradas día y noche. Pero al abrir la ventana de su alta torre , un anochecer que se asomó agobiada de tedio a mirar el campo y a gozar la apacible y melancólica luz de la luna saliente, el rapaz Amor se coló en la estancia; y si bien Eva le expulsó de ella y colocó rejas dobles, con agudos pinchos, y se encarceló voluntariamente, sólo consiguió Eva que el amor entrase por las hendiduras de la pared, por los canalones del tejado o por el agujero de la llave.Furiosa, hizo tapar las grietas y cerrar los intersticios, creyéndose a salvo de atrevimientos y demasías; mas no contaba con lo ducho que es en tretas y picardihuelas el Amor. El muy maldito se disolvió en los átomos del aire, y envuelto en ellos se le metió en boca y pulmones, de modo que Eva se pasó el día respirándole, exaltada, loca, con una fiebre muy semejante a la que causa la atmósfera sobresaturada de oxígeno.Ya fuera de tino, desesperando de poder tener a raya al malvado Amor, Eva comenzó a pensar en la manera de librarse de él definitivamente, a toda costa, sin reparar en medios ni detenerse en escrúpulos. Entre el Amor y Eva, la lucha era a muerte, y no importaba el cómo se vencía, sino sólo obtener la victoria.Eva se conocía bien, no porque fuese muy reflexiva, sino porque poseía instinto sagaz y certero; y conociéndose, sabía que era capaz de engatusar con mañas y zalamerías al mismo diablo, que no al Amor, de suyo inflamable y fácil de seducir. Se Propúso pues, chasquear al Amor, y desembarazarse de él sobre seguro y traicioneramente, asesinándole.Preparó sus redes y anzuelos, y poniendo en ellos cebo de flores y de miel dulcísima, atrajo al Amor haciéndole graciosos guiños y dirigiéndole sonrisas de embriagadora ternura y palabras entre graves y mimosas, en voz velada por la emoción, de notas más melodiosas que las del agua cuando se destrenza sobre guijas o cae suspirando en morisca fuente.El Amor acudió volando, alegre, gentil, feliz, aturdido y confiado como niño, impetuoso y engreído como mancebo, plácido y sereno como varón vigoroso.Eva le acogió en su regazo; acaricióle con felina blandura; le sirvió golosinas; le arrulló para que se adormeciese tranquilo, y así que le vio calmarse recostando en su pecho la cabeza, se preparó a estrangularle, apretándole la garganta con rabia y brío.Un sentimiento de pena y lástima la contuvo, sin embargo, breves instantes. ¡Estaba tan lindo, tan divinamente hermoso el condenado Amor aquel! Sobre sus mejillas de nácar, palidecidas por la felicidad, caía una lluvia de rizos de oro, finos como las mismas hebras de la luz; y de su boca purpúrea, risueña aún, de entre la doble sarta de piñones mondados de s
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez, en un reino digital de nuestro ciber espacio , tres influencers que vivían y trabajaban en diferentes dominios de internet. Uno llamado Melchor vivía en el ciber mundo de Europa, el otro llamado gaspar en el ciber mundo del Asia y otro llamado Baltazar vivía en el ciber mundo del África. Estos influencer eran famosos por toda las plataformas de los medio sociales ya que permanentemente estaban haciendo posting en youtube, instagran, Facebook, x y otros muchos. Estaban generalmente muy ocupados y tenían muchos seguidores. De pronto cada uno vio como empezaban a aparecer miles de posting hablando de una estrella real que había aparecido en el cielo. Los tres que nunca se habían interesado por el firmamento y sus maravillas por estar siempre frente al computador decidieron salir a mirar las estrellas y allí frente a sus ojos vieron que era verdad. Había una estrella a lo lejos que era muy, pero muy brillante. Cada uno por su cuenta pensó. Uyyy no lo puedo creer. Tengo que ser yo el primero que me haga una selfie con esa estrella pero desde bien cerca. Y cada uno arranco su viaje. Consultaron en su GPS la mejor ruta y que debian utilizar y curiosamente los cálculos le daban a los tres que llegarían el día 6 de enero. Y así cada uno hizo las reservas por internet y se montaron en sus respectivos vehículos rumbo a ese lugar que internet les calculaba. Lo que los tres pensaban era que esa estrella debía estar sobre un tremendo palacio donde seguramente había nacido una mega estrella de la música o un super deportista que seria el mejor de todos en la historia. Pero cada uno pensaba que debía ser el primero en hacerse el selfie con dicha futura maravilla y su estrellaMelchor, el experto en seguridad cibernética, decidió llevar un regalo especial: un cofre digital lleno de criptomonedas, perfecto para el futuro rey de los medios sociales. Gaspar, el gurú de la inteligencia artificial, creó un incienso digital que difundía una fragancia relajante en el entorno virtual, algo nunca visto anteriormente y que pensaba que si tenía éxito podría ofrecerlo más adelante en amazon. Baltasar, el mago de los gadgets, llevó una dispositivo que producia un calor muy especial y que además emitia un olor a mirra , Pensaba que este seria capaz capaz de curar a sus usuarios de cualquier molestia física con solo acercarlo al cuerpo. El viaje fue lleno de retos cibernéticos, en muchos lugares no había internet o la recepción era muy mala, en algunos lugares estaban bloqueados los contenidos y no había referencia de como seguir. En otros lugares el gps se perdia y en otros simplemente no había energía y los cargadores de los celulares se descargaban y les tocaba seguir simplemente preguntando a los habitantes. Los tres descubrieron que la gente en el mundo real era más agradable que en el ciber espacio. Finalmente se encontraron los tres afuera de belen y como allí no había internet ni celular ni energía les toco seguir simplemente la estrella para que los guiara. . Allí, encontraron Un niño jesus en una humilde cueva rodeado por sus dos padres, un buey, un caballo, un burrito y una ovejita. Y un grupito de pastores. Su sorpresa fue impresionante Ciertamente había un mundo real con personas reales y todas podían vivir sin internet. "¡Hola, somos los magos influencers!", dijeron con entusiasmo. María y José, los, los recibieron con una mezcla de sorpresa y gratitud. Melchor entregó las criptomonedas, asegurando que el futuro rey estuviera financieramente seguro. Gaspar activó el incienso digital, llenando el lugar de una fragancia relajante que mejoró el ambiente a cueva , Baltasar, con una sonrisa tecnológica, inst
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comBienvenidos a habia una vez…. Feliz ano nuevo. Hoy voy a hacer un cuento que tiene dos cuentos iguales pero muy diferentes. Había una vez, en tres lugares muy distantes de belen , tres sabios reyes. Uno de ellos vivía en el África profunda, el otro vivía en el Asia y el otro vivía en lo que hoy es Europa. Todos tres eran grandes astrónomos y conocían a la perfeccion el firmamento y sus estrellas. Pero un día vieron que una estrella aparecía y brillaba en la noche como ninguna otra lo había hecho antes. Cada uno consulto sus documentos para ver si dicha estrella se había reportado anteriormente y se dieron cuenta que esta estrella era nueva. Algo extraordinario había sucedido. Nunca habían visto aparecer una estrella tan bien definida y brillante de un día para otro. Debía estar marcando un acontecimiento maravilloso y único. Comprendieron que esta estrella anunciaba el nacimiento de un Rey muy especial, un niño que traería paz y amor al mundo.Decidieron seguir la estrella, y recogiendo sus cosas iniciaron el viaje cada uno por su cuenta y comenzaron a viajar hacia la dirección que les marcaba aquel astro. Melchor de origen europeo decidio llevar consigo un regalo que representara la dignidad de un rey universal. Y se le ocurrió llevar oro para dignificar aquel nuevo rey. Gaspar que venia del Asia, sabía que aquel niño que había nacido debía ser ensalzado y por ello llevo en incienso que se utiliza para pedir al cielo glorias. Por su parter Balthazar que venia de el África quería llevarle algo que le aliviara las penurias de la vida y para ello escogio la mirra que se utilizaba para curar las molestias del cuerpo y que se utilizaba como bálsamoEl viaje de cada uno fue largo y lleno de aventuras, pero la esperanza y la fe de los Reyes Magos les dio fuerzas para seguir adelante. Finalmente, se encontraron los 3 a las afueras de belen y comprendiendo que aquella estrella marcaba efectivamente un nacimiento glorioso decidieron acercarse con humildad a aquel palacio que suponían tenía la estrella sobre si. Cual seria su sorpresa cuando al llegar vieron que la estrella iluminaba una pequeña gruta que servia de establo y que allí estaba una pareja con un bebe rodeados de unos cuantos pastores, un buey, un caballo, un burro y una oveja. Allí, encontraron al niño Jesús en un pesebre, arropado en pañales y rodeado de animales.Con gran reverencia, los Reyes Magos ofrecieron sus regalos al niño y se arrodillaron ante él. María y José, los padres del niño, los recibieron con gratitud y asombro. Los Reyes Magos sabían que habían presenciado un milagro y que ese niño cambiaría el destino del mundo.Después de pasar una noche en el establo, los Reyes Magos se despidieron y regresaron a sus tierras, llevando consigo la bendición de haber visto al Rey de reyes. Jamás olvidaron aquella estrella brillante y el niño que trajo esperanza a la humanidad.Y así, cada año, recordamos la visita de los Reyes Magos el 6 de enero, celebrando su viaje y los regalos que trajeron para honrar al niño Jesús
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez en un pequeño pueblo de Judea una familia que después de haber recorrido muchos kilómetros habían logrado conseguir pasar la noche en una pequeña gruta que servia de establo para algunos animales. La familia estaba esperando el nacimiento de su bebe y sabían que el momento seria pronto. Aquella noche era una noche fría y el único recurso que tenían para protegerse era el heno que le daban a aquellos pocos animales que vivían allí. Si bien las circunstancias no eran las ideales para tener un bebe La futura madre sabía que todo saldría bien ya que su futuro hijo había sido enviado por Dios y Dios siempre estaba con ellos. Sin embargo, el frio de la noche la hacia tiritar y su esposo solo podía abrazarla para darle un poco de calor. En los campos cercanos vivía un un joven pastor llamado David. David era conocido por su humildad y su corazón generoso. Aunque no tenía mucho, siempre estaba dispuesto a compartir lo poco que tenía con los demás. Durante aquella noche fia de Invierno, David se dedicaba a cuidar a sus ovejas y se encontraba fuera de su pequeña tienda de campaña vigilando el tranquilo deambular de las ovejas dentro del corral que les había preparado. La luz de la luna se reflejaba sobre el blanco cuerpo de sus ovejas y esto hacia a David feliz ya que podía vigilar mejor a todo el rebaño. De pronto sus ojos se fueron apartando de sus ovejas y una luz extraña le llamo la atención en el firmamento. David conocía muy bien el mapa de estrellas ya que había pasado gran parte de su vida contemplando las estrellas en el campo. Esta estrella no había estado allí antes y realmente era muy brillante, tan brillante que opacaba las estrellas a su alrededor. La estrella además producia una luz que claramente se dirigía a algún sitio cercano. Curioso decidio seguir esa luz y ver que era lo que indicaba. David recorrio varios kilómetros hasta que a lo lejos se veía el poblado de Belen donde vivían sus padres pero la luz parecía caer sobre pequeña colina que se separaba de aquel poblado. Allí habían algunas grutas que se usaban como establo para los animales pero en este caso era claro que la estrella parecía haberse posado sobre una de las grutas. Curioso y con un poco de temor siguió recorriendo el camino que lo llevaba cerca de las grutas y de pronto oyo un ruido como de un bebe. Más extrañado aún se acercó a inspeccionar la gruta de donde provenia aquel sonido inconfundible. Lentamente se asomo a la gruta y vio allí que entre la paja que se le daba a los animales para comer había una pareja con un bebe en sus manos. No sabía sus nombres y porque estaban allí pero David sabía que aquel era un momento glorioso y que estaba ante algo muy especial. Sabía que debía ayudar a aquella pareja y aquel niño indefenso. Con mucho cuidado se acercó a la pareja y sacándose de sus hombros el pobre manto de lana que lo acompanaba cuando salia a la interperie se lo ofrecio a la madre. Esta lo miro con mucha emoción y reconociendo en David un ser generoso acepto el manto y suavemente lo puso sobre el cuerpo del bebe recién nacido. El bebe sonrio al sentir el suave y cálido toque de aquel manto y de sus sabios salieron unos cuantos sonidos de placer. David no podía dejar de mirar aquel bebe, reconocia en el un ser que traería un nuevo mensaje al mundo. Pese a estar en un lugar humilde y rodeado por un par de humildes animales había algo en su mirada y en su gesto que le traía una sensación de paz. Sin saber porque se arrodillo a un lado de aquel bebe y las manos del bebe se extendieron para toc
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.com
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una ciudad llamada Luna Gris, Se llamaba así porque la niebla que bajaba de las montanas se enroscaba entre los edificios como fantasmas y la luna cuando salia no brillaba en todo su esplendor sino que se veía gris y triste. En esa ciudad la gente caminaba con la mirada baja, la Navidad había perdido su brillo. Las luces parpadeaban sin alegría, los villancicos sonaban huecos y los regalos se entregaban sin emoción. La esperanza parecía haberse esfumado, dejando tras de sí una sensación de vacío y desilusión. En un pequeño taller de las afueras de la ciudad, trabajaba un zapatero llamado Elías. Sus manos, marcadas por el tiempo y el trabajo, habían conocido la dureza del cuero y la frialdad de las herramientas. Elías había perdido a su esposa hacía unos años y, desde entonces, la tristeza se había instalado en su corazón, como una sombra persistente. La Navidad, que antes era un tiempo de alegría, se había convertido en un recordatorio doloroso de su pérdida. Este año, Elías no tenía ningún deseo de celebrar la Navidad. No había adornado su taller, ni había preparado ninguna cena especial. Se limitaba a trabajar en silencio, intentando ahogar su tristeza en el ritmo repetitivo de su oficio. Una tarde, mientras Elías trabajaba en un par de botas viejas, una niña llamada Sofía entró a su taller. Sofía, de ojos brillantes y sonrisa traviesa, era la hija de un vecino. Siempre radiante de alegría, era una pequeña chispa de luz en la sombría ciudad de Luna Gris."Buenas tardes, señor Elías," dijo Sofía con voz dulce. "Mi mamá me dijo que usted hace los mejores zapatos de la ciudad." Elías levantó la vista, sorprendido por la visita de la niña. Sus ojos, cansados y apagados, se encontraron con los de Sofía, que brillaban con una alegría contagiosa."Sí, hago zapatos," respondió Elías con voz ronca. "Pero no creo que sean muy especiales." Sofía sonrió y se acercó a la mesa de trabajo de Elías y con su suave voz murmuro "Yo creo que sí," dijo con convicción. "Yo creo que usted hace zapatos con magia." Elías se sintió conmovido por las palabras de la niña. La magia era algo que había dejado de creer hacía mucho tiempo. "¿Qué te gustaría que te hiciera?" preguntó Elías con curiosidad.La niña manteniendo la voz baja le dijo como si fuera un secreto. "Quiero unos zapatos que me hagan volar," respondió Sofía con los ojos llenos de ilusión.Elías sonrió con tristeza. "No creo que pueda hacer eso," dijo. "Pero puedo hacer unos zapatos que te hagan sentir feliz." Sofía sonrió y asintió con entusiasmo.Durante los días siguientes, Elías trabajó en los zapatos de Sofía con una dedicación que no sentía hacía mucho tiempo. Utilizó el cuero más suave, las puntadas más finas y los colores más brillantes. Mientras trabajaba, recordaba la alegría que sentía su esposa al ver los zapatos nuevos que el hacia.En la víspera de Navidad, los zapatos de Sofía estaban listos. Elías se los entregó con una sonrisa que había olvidado que existía. Sofía, al verlos, gritó de alegría. Se los puso de inmediato y comenzó a correr por el taller, riendo y saltando y abriendo los brazos como alas como si de verdad pudiera volar. La alegría de Sofía era contagiosa. Cuando elias vio a aquella niña como si volara con sus zapatos sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón. Era como si la magia de la Navidad, que había creído perdida, estuviera volviendo a su vida. Esa noche, mientras caminaba por las calles de Luna Gris, Elías notó algo inusual. La gento lo miraba a el y le agradecían.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un valle que se llenaba de luciérnagas cuando caia la noche y por eso era llamado el valle de las Luciérnagas, En dicho valle la nieve caia como polvo de estrellas y los arboles se llenaban de copos de nieve que resplandecían con la luz de la luna. Allí en medio de aquel valle vivían los habitantes de un pequeño poblado que valoraban mucho la bondad sobre todas las cosas Sin embargo, en una colina aledaña que llamaban la colina silenciosa vivía un anciano llamado Silas. Silas era un viejo ermitaño que no se relacionaba con nadie y del que se decía que tenía el corazón frio y duro como una piedra. Lo que no sabían es que aquel viejo tenía una amargura que le había congelado el corazón. Silas, en otros tiempos, había sido un hombre generoso y alegre, conocido por su habilidad para tallar juguetes de madera que llenaban de felicidad a los niños del valle. Pero una gran desilusión, una traición que le había calado hasta los huesos, le había llevado a recluirse en su cabaña en la colina, lejos de la vida y de la alegría. Cada Navidad, mientras el valle se llenaba de luces y risas, Silas se encerraba en su soledad, dejando que el resentimiento se alimentara como un fuego oscuro y se encerraba en lo más profundo de su cabaña para no oír o ver la felicidad de los habitantes de aquel pueblo en el valle. En el corazón del valle, vivía una niña llamada Iris, cuyos ojos brillaban con la misma luz que las luciérnagas que daban nombre a su hogar. Iris, a pesar de su corta edad, poseía una sabiduría que iba más allá de sus años. Observaba el mundo con atención y sentía una profunda empatía por todos los seres vivos. Un día mientras caminaba con su padre cerca a la cabaña de Silas lo vio en la puerta regando las plantas y le pregunto a su padre quien era el. El padre le contó la historia de Silas y como cuando el era niño era Silas quien le regalaba los mejores juguetes de madera. Y el recordaba con mucho cariño la bondad de aquel hombre hoy encerrado en su casa alejado de la sociedad. Iris vio en los ojos de aquel hombre una mirada triste que le impacto. Este año, la tristeza de Silas le preocupaba más que los adornos navideños o los regalos.Iris no entendía por qué Silas, que había sido tan generoso en el pasado, se había cerrado al mundo. Decidió que debía hacer algo. No sabía cómo, pero su corazón le decía que la bondad era la llave para derretir el hielo que había congelado el alma del anciano. Con la llegada de la Navidad, Iris ideó un plan. Reclutó a sus jóvenes amigos, , y les propuso crear un regalo especial para Silas. No sería un juguete tallado con madera, ni un adorno brillante. Sería un regalo hecho con la bondad y el cariño de sus corazones.Durante días, los niños trabajaron en secreto. Recogieron las frutas más rojas y dulces del bosque, cosieron pequeñas bolsas de tela con retazos de sus propios vestidos, y escribieron cartas llenas de palabras amables. Cada acción era un acto de bondad, un intento de transmitir la calidez que sentían hacia el solitario anciano. En la víspera de Navidad, mientras la nieve caía suavemente sobre el valle, Iris y sus amigos subieron hasta la cabaña de Silas. Dejaron los regalos en la puerta, con un pequeño cartel que decía: "Para Silas, con el cariño de los niños del Valle de las Luciérnagas". Luego, se escondieron entre los árboles, esperando que el anciano saliera. Pasaron las horas y, finalmente, la puerta de la cabaña se abrió. El anciano Silas salió con cautela como siempre pero sus ojos vieron algo que no se esperaba. Una docena de pequeños paquetes de frutilla con notas pegadas, su rost
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo llamado Cedro Alto, donde los árboles milenarios susurraban como si contaran sus secretos al viento y las casas se protegían de el viento bajo la sombra de las montañas, En este pueblo la Navidad era un tiempo de tradiciones arraigadas y corazones cálidos. Sin embargo, este año, un joven llamado Esteban se sentía ajeno a la alegría festiva. Esteban vivía con su abuelo, un anciano relojero de manos temblorosas y ojos sabios. El abuelo se pasaba los días reparando relojes antiguos, escuchando el tic-tac de las historias del tiempo. Esteban, aunque amaba a su abuelo, se sentía frustrado por su propia incapacidad para comprender el valor de las tradiciones. Para él, la Navidad se había convertido en una repetición monótona de adornos, villancicos y cenas familiares y honestamente no le veía ningun sentido. Este año, Esteban había decidido no participar en la celebración. No tenía ningún interés en las muestras de afecto, ni los regalos, ni en las luces que parpadeaban sin cesar. Se sentía desconectado de la magia que todos parecían disfrutar. En su lugar, se refugió en el taller de su abuelo, observando en silencio cómo las manos del anciano manipulaban las piezas diminutas de los relojes. Una tarde, mientras Esteban miraba con desgano el trabajo de su abuelo, éste le entregó un pequeño reloj de bolsillo antiguo. El reloj estaba roto y su esfera, opaca por el tiempo, apenas dejaba ver las agujas. "Este reloj," dijo el abuelo con una voz suave, "es especial. No marca el tiempo como los demás, sino que marca las pequeñas cosas, los momentos que realmente importan."Esteban tomó el reloj con curiosidad. "¿Pero qué momentos marca?" preguntó con escepticismo. "Eso," respondió el abuelo con una sonrisa enigmática, "depende de ti, Esteban. Debes aprender a escuchar el tic-tac del corazón y descubrir los momentos que verdaderamente te hacen feliz." Esteban, sin entender del todo, guardó el reloj en su bolsillo. Esa noche, mientras el resto del pueblo celebraba y cantaba villancicos de la novena de navidad, él se sentó solo en la ventana, observando las luces de las casas como si fueran estrellas lejanas. Sintió un profundo vacío, una sensación de que se estaba perdiendo algo importante. En ese momento, recordó las palabras de su abuelo y sacó el reloj de su bolsillo. Al tocar la esfera fría, notó que la aguja minutera se había movido ligeramente. Esteban, intrigado, decidió salir a la calle. Caminó sin rumbo fijo, dejando que el destino lo guiara. Mientras vagaba por las calles silenciosas, vio a una joven sentada sola en un banco del parque. La joven, llamada Clara, estaba llorando. Esteban, recordando la soledad que él mismo sentía, se acercó a ella."¿Qué te pasa?" preguntó con timidez.Clara le contó que había perdido su collar favorito, un regalo de su abuela fallecida. Esteban, movido por la empatía, decidió ayudarla. Juntos, buscaron en la nieve durante horas, hasta que, finalmente, Esteban encontró el collar entre las hojas caídas de un arbusto y ambos simplemente se pusieron a reir de alegría por haber encontrado el collar y la joven abrazo con ternura a esteban. La alegría de Clara al recuperar su tesoro fue contagiosa. Al ver su sonrisa, Esteban sintió una punzada de calidez en el pecho. Miró el reloj y notó que la aguja minutera se había movido de nuevo. Esta vez, entendió lo que su abuelo quería decir. El reloj no marcaba el tiempo, sino los momentos en los que el corazón latía con más fuerza: los momentos de conexión, de empatía, de alegría compartida. A partir de esa n
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo llamado Colores Brillantes, donde las casas parecían cajas de colores derretidos y la nieve caía en suaves copos de todos los colores del arcoíris, en este pueblo vivía una niña llamada Cassie . Cassie adoraba la Navidad más que a nada en el mundo. No por los regalos o las luces, sino por la sensación cálida y burbujeante que le inundaba el corazón, una especie de cosquilleo mágico que llamaba "La Felicidad de Navidad". Sin embargo, este año, Cassie notaba que la "Felicidad de Navidad" no brillaba con la misma intensidad pese a que ella quería ser feliz. A pesar de los árboles adornados con luces y grandes bolas de colores, los villancicos cantados a todo pulmón y las galletas de mantequilla con forma de estrella, Cassie sentía un vacío que no podía explicar. Sus amigos también parecían un poco tristes y apagados, como si a la magia le faltara una pizca de su ingrediente secreto. Una tarde, mientras paseaba por el parque, Cassie vio algo inusual. En un rincón sombrío, lejos de las luces navideñas, había un anciano que Cassie conocía ya que siempre estaba en el parque. Pero esta vez estaba sentado en un banco , con la mirada perdida . Se llamaba Don Sol, y aunque su nombre evocaba calor, su rostro transmitía tristeza que semejaba frialdad. Cassie , con la curiosidad que la caracterizaba, se acercó a él."¿Por qué estás tan triste, Don Sol?" preguntó Cassie con dulzura. Don Sol suspiró. "He perdido mi 'Chispa de Alegría'," respondió con voz apagada. "Antes, sentía la misma felicidad navideña que tú, pero ahora, parece que se ha ido para siempre."Cassie sintió un nudo en el estómago. Si alguien como Don Sol, que parecía irradiar bondad, había perdido su "Chispa de Alegría", ¿qué esperanza había para ella y para el resto del pueblo? Decidió que debía hacer algo. Cassie se embarcó en una misión para encontrar la "Chispa de Alegría" de Don Sol. Primero, reunió a sus amigos y les explicó la situación. Juntos, decidieron buscar pistas en los lugares más felices del pueblo: la heladería, donde los helados de mil colores siempre arrancaban sonrisas; la tienda de juguetes, donde la risa de los niños resonaba en cada rincón; y la plaza principal, donde los músicos tocaban melodías alegres. Pero la "Chispa de Alegría" no aparecía por ningún lado. Cassie y sus amigos se sentían desanimados. La "Felicidad de Navidad" parecía más escurridiza que nunca. Entonces, Cassie recordó algo que su abuela le había dicho: "La verdadera felicidad no se encuentra, se crea." Con una nueva chispa de esperanza, Cassie y sus amigos decidieron cambiar su estrategia. En lugar de buscar la felicidad, empezarían a regalarla. Comenzaron a crear pequeños actos de bondad: ayudaron a la anciana de la tienda de dulces a ordenar sus caramelos, regalaron dibujos a los niños solitarios, e incluso organizaron un pequeño concierto de navidad improvisado en el parque para animar a los vecinos. Mientras hacían estas acciones, Cassie comenzó a sentir algo extraño. No era la "Felicidad de Navidad" que conocía, sino algo más profundo y poderoso: la alegría de hacer felices a los demás. Y para su sorpresa, esta nueva sensación comenzó a irradiarse hacia sus amigos, quienes sonreían con una luz especial en los ojos. Finalmente, Cassie y sus amigos se acercaron a Don Sol. Le contaron sobre su aventura y los actos de bondad que habían realizado. Le ofrecieron una taza de chocolate caliente y le obsequiaron una pequeña guirnalda hecha a mano, llena de corazones de papel. Don Sol tomó la guirnalda con manos temblorosas y, mientras miraba l
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo en el recóndito valle de los Suspiros, donde el viento silbaba melodías entre los arboles. Allí vivía una comunidad unida por la tradición y el respeto a la naturaleza. La Navidad, en este lugar, era un tiempo de recogimiento y sencillez, muy alejado del bullicio y la ostentación de las grandes ciudades. En aquel pueblo vivía una joven llamada Elena, Elena era una joven tejedora de manos delicadas y corazón generoso. Elena vivía con su abuela, la anciana y sabia Rosalía, en una cabaña de adobe con vistas al río congelado. A diferencia de otras familias, que gastaban sus ahorros en adornos y banquetes, Elena y Rosalía dedicaban su tiempo y energía a crear con sus manos regalos sencillos pero llenos de significado. Cada año, Elena tejía bufandas y gorros con la lana de las ovejas de la aldea, utilizando tintes naturales que obtenía de pequeñas frutillasy las plantas del bosque. Rosalía, por su parte, moldeaba con paciencia pequeñas figuras de barro, representando a los animales del valle y los personajes de las leyendas locales. Juntos, creaban tesoros humildes, que no costaban dinero, pero que llevaban consigo el calor de sus corazones. Este año, sin embargo, una sombra se cernía sobre el valle. Una gran tormenta de nieve había azotado la región, dejando incomunicadas a muchas familias y dificultando la llegada de provisiones. El espíritu navideño parecía haberse desvanecido bajo el manto blanco y frío. En el pueblo, el alcalde, un hombre adinerado acostumbrado a las grandes celebraciones, se sentía frustrado por la forma como los habitantes del pueblo se sentían tristes. Para solucionarlo decidio organizar una gran fiesta, con luces y música, y convoco a la gente a la plaza del pueblo para que entre todos pudieran pasar la navidad. pero la gente parecía más preocupada por la escasez y el frío que por la diversión. Él, que siempre había asociado la Navidad con el lujo, se sentía desconcertado ante la falta de alegría. Mientras tanto, Elena y Rosalía, ajenas a la frustración del alcalde, continuaban con sus labores. Con la misma calma de siempre, tejiendo y moldeando, como si la tormenta no fuera más que una pausa en el ritmo de sus vidas. Pero este año, en lugar de crear regalos para todos, decidieron hacer algo diferente: crear una manta gigante de retazos, utilizando todos los restos de lana y tela que tenían. Cuando la noche de Navidad llegó, la plaza del pueblo comenzó a llenarse. De todas partes, un poco a regañadientes los habitantes con mucho frio se fueron acercando pero al llegar allí se dieron cuenta que debido a la feroz tormenta los músicos no habían llegado y que por dicha razón la fiesta se había cancelado. Todos se sentían aún más desconsolados. Estaban allí en medio de la plaza, con frio y sin saber como celebrar la navidad juntos. Elena y Rosalía, con la manta doblada cuidadosamente en su canasta, decidieron abrirla y extenderla. A medida que la iban extendiendo iba saliendo más y más y los habitantes del pueblo si bien no entendían como sucedia fueron colocándose la manta sobre ellos recibiendo el calor de la lana. Los rostros cansados se iluminaban con una sonrisa al sentir el calor de la lana y la ternura del gesto. De pronto rosalia abrio su canasto y saco algunas de las figuras de barro para regalarsela a los niños . Los niños, al ver las figuras de barro, olvidaban por un momento su hambre y su frío y se precipitaron a recibir su regalo. Entre la extrañeza y la excitación todos finalmente olvidaron el extraño suceso de que de ese para de canastos salia una manta interminable y cientos de figura
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.com Había una vez un viejo artesano llamado Elias tenía un pequeño taller de juguetes, escondido entre calles adoquinadas y casas de más de 100 anos de antigüedad. Elias había creado un lugar mágico ya que por muchos años había fabricado miles y miles de juguetes para los niños del pueblo. Había llegado el tiempo de navidad y como siempre el taller de Elias se comenzaba a llenar de padres y madres que iban a buscar algún juguete que sirviera de regalo de navidad para sus hijos. El taller era un lugar vivo y entre comentarios y risas Elias veía como los padres definían que regalo comprar y los niños recorrían el taller buscando algún regalo especial que quisieran tener. Allí habían muñecas de trapo, soldaditos de plomo y caballos de madera que se balanceaban con gran ritmo. Todos los juguetes de aquel taller habían sido fabricados por Elias y para el cada uno de ellos era especial Entre los asistentes aquel día estaba su nieta Sofia. Sofia era una niña de escasos 10 años que aprovechaba que había salido temprano del colegio y se escabullía de su casa para ir al taller del abuelo a jugar con los juguetes que el tenía allí. Pero aquel día era diferente. Sofia no estaba jugando con ninguno de los juguetes. Sofia estaba parad junto a Elias con la mirada atenta en los movimientos de su abuelo mientras este estaba puliendo un trompo de madera. Sofia había alguna vez había visto a su abuelo lanzar el trompo y le encantaba perseguirlo por todo el piso mientras el trompo saltaba de un lado a otro. En este caso sofia estaba mirando como su abuelo trabajaba con sus manos y como le dedicaba el tiempo a cada detalle Los ojos de Sofia, siempre curiosos, se veían esta vez maravillados. De pronto se acercó a su abuelo y le dijo. Abuelo yo quiero aprender a hacer juguetes como tu. El abuelo sorprendido por aquella repentina petición de su nieta paro de pulir el trompo y dos lagrimas comenzaron a caer de sus ojos llegando hasta la blanca barba. Sus ojos brillaban y en su cara se instalo una sonrisa. Elías, con su barba blanca, dos lagrimas de felicidad y la sonrisa amable, aceptó encantado. Pero le advirtió a Sofía que la creación de juguetes requería algo más que habilidad, requería paciencia, una virtud que según él era un ingrediente esencial para la magia de la Navidad. Cuando ya los compradores se habían retirado Sofia y su abuelo se dirigieron al taller donde estaban los instrumentos de fabricación y Elias con voz dulce le dijo. Aquí te empezare a enseñar a hacer juguetes. Los primeros intentos de Sofía fueron un caos. Con la ayudad de su abuelo empezó a aprender a cortar suavemente la madera, pero esta se astillaba, aprendio a pintar los caballos de madera pero la pintura se corría y se regaba, aprendio a ensamblar las piezas de las muñecas pero algunas de partes se quebraban durante el proceso. Sofia se sentía frustrada, quería que las cosas salieran bien de inmediato, y le costaba comprender por qué Elías, sin importar cuánto se tardara, no perdía la calma ni la sonrisa. Elías, con su infinita paciencia, le recordaba a Sofía que la belleza de un juguete no solo estaba en su apariencia final, sino en cada paso del proceso. Con paciencia Le enseñó a apreciar los pequeños detalles, a valorar los intentos fallidos como oportunidades de aprendizaje, y a no apresurarse ni frustrarse si las cosas no salían perfectas a la primera.Pasaron las semanas y la Navidad se acercaba. Sofía, siguiendo las enseñanzas de Elías, comenzó a ver los resultados de su esfuerzo. Los p
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pequeño pueblo rodeado de montanas nevadas y allí en las afueras del pueblo vivía una pareja con sus tres pequeños hijos. Juan y Ana eran los padres y tenían sus hijos llamados Pedro de 10, Lucia de 8 Y Miguel de solo 5 años. Como era costumbre la familia siempre viajaba al pueblo en la navidad para empezar la novena de navidad y así reunirse con sus abuelos. Esto era muy importante para la familia porque siempre había un ambiente cálido en la casa de los abuelos y los niños tenían la oportunidad de escuchar historias de su abuelo y luego compartían una deliciosa cena. Pero aquel ano algo era un poco diferente. Desde hacia dos días había estado nevando y las carreteras estaban cerradas por la acumulación de nieve. Ana y Juan observaban el nivel de la nieve y sabían que de continuar así no podrían salir de su casa para ir al pueblo. Los niños ansiosos no paraban de preguntar cuando saldrían para la casa de los abuelos y honestamente Juan no sabía que responderles. La tristeza comenzó a invadir la casa y los niños que se había hecho mucha ilusión de la reunión tradicional con los abuelos comenzaron a llorar. Juan y Ana decidieron intervenir y rápidamente comenzaron a inventar juegos que sirvieran como entretenimiento a los 3 niños, pero después de una hora ya lo niños de nuevo preguntaban cuando podrían salir a ver a los abuelos. Finalmente y después de observar que la nieve seguía cayendo decidieron que había que prepararse para pasar la primera noche de novena en su casa en el campo. Reuniendo a sus hijos les encomendaron que trajeran todo lo que tuvieran que se pudiera utilizar como adorno y tomando unos cordeles comenzaron a colgar en las paredes cuanto juguete había en la casa. Por su parte Ana se metió en la cocina y con gran inventiva fue buscando productos para preparar una comida de navidad que fuera inolvidable. Los niños ayudaron a hacer galletas y a colgar las medias junto a la chimenea ya que sabían que santa bajaría por ella les podría dejar sus regalos en las medias. Como era navidad se sentaron junto a la chimenea y Juan comenzó a contar algunas historias que le había oído a sus padres. Pero con cada historia los niños pedían que los llevaran donde el abuelo ya que el era mejor cuenta cuentos. Ana que usualmente no contaba sus propias historias de su infancia decidio traer algunos recuerdos y compartirlos con los niños que la miraban asombrados reconociendo que su madre también fue una niña. No podían creer las historias que ella les contaba. Y entre historia y cuentos la noche comenzó a pasar y finalmente Ana decidio que ya era hora de comer, aunque no había mucho para la cena. De repente, escucharon un golpe en la puerta. Inicialmente pensaron que era alguna rama de un árbol que había caído, pero pronto oyeron otra vez el golpe. Juan corrió hasta la puerta y de un solo movimiento la abrió . Allí estaban sus padres y sus suegros Los abuelos de los 3 niños que se habían imaginado que sus hijos y nietos no se atreverían a salir mientras nevara, pero ellos que habían vivido tantos anos en aquella región sabían que siempre se podía caminar desde el pueblo hasta la montana donde vivían sus hijos. Los abuelos venían bien preparados para la nevada y en un trineo traían muchas bolsas. Allí los niños gritaron de emoción, ver a los abuelos era una gran satisfacción pero ver que además venían con regalos de navidad era lo mejor. Los abuelos entraron abriendo un caja que traían sacaron todos los elementos para una gran comida de navidad. La bolsas las dejaron cerradas mientra
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en un mundo Maorí en lo que hoy son la polinesias dos dioses que de tanto mirarse se enamoraron Eran Ranginui o rangi el padre cielo y Papatuanuku o papa la madre tierra. Cuando ambos se enamoraron decidieron unirse en un abrazo fuerte y continuo. Tan fuerte y tan continuo que comenzaron a tener hijos pero estos permanecían entre ellos dos viviendo una oscuridad perpetua. Los hijos anhelaban vivir en la luz. Uno de los hijos llamado Tane se rebela con la situación y sugiere a los otros hermanos que deben separar a sus padre y a su madre para que ellos puedan disfrutar de la vida luz. Su plan es que su padre Rangi pueda vivir lejos de ellos y que su madre en cambio los acompañe cuidándolos. Los hermano de Tane oyen el plan y deciden poner el plan en acción. El primero es Rongo, el dios de la comida quien intenta suavemente separarlos pero no lo logra, luego lo sigue Tangaroa este dios unió esfuerzos con Haumia el dios de la comida salvaje. Ambos tratan con más energía pero el abrazo entre sus padres continua y sus esfuerzos son inútiles. Rangi y papa continúan unidos en un abrazo amoroso permanente. Tane que es el dios de los bosques y los pájaros observa como sus hermanos intentan separar a los padres tomando una posición erguida y utilizando sus respectivos brazos. Tane se acuesta boca arriba y haciendo un gran esfuerzo con sus piernas logra que cada uno de los musculos de su cuerpo le ayuden a hacer presión sobre los dos padres. De esta manera logra que uno de los dos padres pierda la fuerza y comience a separarse del otro De pronto con un grito de dolor que retumba por cielo y tierra, Ranginui y Papatuanuku se separan. Guerra en el Cielo y en la Tierra Comienza allí una tragedia donde Rangi y papa comienzan a llorar el uno por el otro. Separados viven mirándose y lamentándose. Y así los hijos de Rangi y Papa ven la luz finalmente y logran tener espacio para moverse por primera vez. Mientras que los otros hijos han aceptado la separación, Tawhirimatea, el dios de las tormentas y los vientos, se enfada porque los padres han sido separados. No puede soportar escuchar los gritos de sus padres, ni ver las lágrimas de Rangi cuando se separa, por lo que promete a sus hermanos que de ahora en adelante, tendrán que lidiar con su ira. Tawhirimatea vuela para unirse a Rangi, y desde allí se dedica a demostrar su frustración con sus propios descendientes los vientos que envía a cada punto de la tierra. Así que reuniendo a sus hijos, vientos y nubes llena la tierra de chubascos feroces, remolinos, tormentas, nubes espesas, niebla y huracanes de fuertes vientos y lluvias. Los vientos y las tormentas muestran su poderío castigando de esta manera a los bosque y pájaros de Tane creando caos y tumbando los arboles que caen al suelo y se descomponen sirviendo de alimento para nuevas plantas e insecto Luego Tawhirimatea dirige su ira contra los océanos y enormes olas formando remolinos hasta que Tangaroa, el dios del mar, huye presa del pánico con su hijo Punga y hasta el día de hoy Tawhirimatea azota los mares con sus vientos. , Tangaroa, tiene dos hijos, Ikatere, padre de los peces y Tu-te-wanawana), el ancestro de de los reptiles. Aterrorizados por la embestida de Tawhirimatea, los peces buscan refugio en el mar y los ríos. y los reptiles en los bosques. Así es como Tane suministra a los descendientes de Tumatauenga el creador de los hombres canoas, anzuelos y redes para atrapar a los descendientes de Tangaroa. Tangaroa por su parte contraataca inundando canoas y arrasando casas, tierras
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comLa esperanza de navidad Había una vez un pueblo de pescadores localizado en el norte del continente en el que vivían no más de un centenar de familias. En ese pueblo vivía una niña llamada clara con su padre y su madre. Clara sabía que la navidad se acercaba a ellos ya que había comenzado a caer nieve y los vientos del norte hacían difícil la pesca, pero todos los pescadores sabían que era necesario obtener la comida para el difícil invierno que se acercaba. Aquel día Clara estaba muy preocupada porque su padre había salido a pescar desde el día anterior y no había vuelto por la noche. Durante todo el día clara se había sentado en la playa a observar el horizonte esperando ver la llegada de su padre pero ya la tarde estaba terminando y no había ninguna señal de el barco de su padre. Su madre se veía igualmente preocupada pero siempre le decía que siempre que tuviera una preocupación debía pedir a Dios ya que el siempre los oía. Y que nunca nunca se debía perder la esperanza. Su abuela le había contado múltiples historias de una estrella que era la enviada a dirigir a los que se habían perdido y que muchas veces era la que rescataba a los pescadores perdidos en el mar. Pero le advertía que esa estrella mágica solo aparecía cuando se le pedía con todo el corazón. Clara allí sentada en la orilla del mar y recordando las palabras de su abuela comenzó a pedir fervientemente por el regreso de su padre, pero no veía ninguna estrella brillante ya que las nubes de la borrasca que se avecinaba cubrían todas las estrella. Pero Clara seguía aferrada a la esperanza y cerrando los ojos pedía que su padre volviera sano y salvo. Pasaron varias hora y el pueblo tenía el compromiso de prender ese día las luces del árbol de navidad y como era tradicional se reunían en el centro del parque principal y todos colgaban sus adornos. Clara con su abrigo rojo y la bufanda tejida por su abuela se acercó lentamente al árbol y con sus manitas llevo una pequeña vela que serviría como adorno y luego pidió una vez más por su padre. La vela comenzó a brillar mientras algunas copos de nieve caían. De cada uno de los copos que se acercaban a la vela empezaba a brillar una luz cálida que se hacia cada vez más y más fuerte a medida que la nevada comenzaba. De pronto una luz extraña subió por el árbol y se dirigió hacia lo alto de las nubes y sin saberse como un claro se hizo entre las nubes y allí en lo alto del firmamento apareció una estrella que brillaba como nunca había sucedido anteriormente. Las familias veían aquello y no comprendían que sucedía pero esa estrella hacia de faro e comenzó a iluminar el mar. De pronto se escucho un murmullo entre los asistentes y uno grito…. Una luz en el mar … Una luz en el mar. Todos corrieron a la playa y efectivamente vieron como en medio de la oscuridad del océano había una luz que se acercaba lentamente. La figura de un bote se iba definiendo alrededor de la luz y con cada segundo el corazón de clara se llenaba de esperanza. La misma esperanza de la que su abuela le hablaba tanto. De pronto la figura se transformo en un bote y en el bote estaba su papa con una sonrisa enorme y los brazos abiertos. Salto a la playa y dijo. Gracias. Gracias la estrella de navidad me ha guiado hasta aca. Sin ella no podría haber encontrado el camino. Esa noche, mientras la familia y el pueblo se reunía alrededor del árbol, Clara comprendió que la esperanza es el regalo más poderoso de todos. Y cada Navidad, recordaba mirar al cielo y agradecer por la estrella que había traído a su padre de