Este podcast está dedicado a los cuentos, mitos y leyendas del mundo.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.uan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo que estaba rodado de montañas y arboles de colores. Estos árboles no solo ofrecían un arcoíris de colores también susurraban y cantaban cuando el viento de la tarde los movía lentamente. Allí en aquel pueblo había una niña que se llamaba luna. Su madre la había nombrado así porque había nacido en luna llena y sus ojos eran grandes como ella. La niña había crecido en aquel pueblo y cuando ya tenía 10 años su madre le había dado permiso de explorar un poco más allá de su casa. La niña tomo a su perrita Zhitzu llamada lilo y se dirigió al bosque cercano. El bosque la recibió con cantos y melodías que ella desconocía pero que su perrita lilo seguía. Lilo no era una perrita cualquiera era especial. Si bien no hablaba humano si tenía su propio lenguaje que solo Luna entendía. Era capaz de expresar con pequeños sonidos lo que quería decir. Cuando Luna entro al bosque noto que sus boticas rojas de piedras brillantes comenzaban a producir cientos de brillos que iluminaban el camino por donde iban. Lilo por su parte saltaba y corría feliz de poder estar en un bosque lleno de olores que ella no conocía. De pronto lilo se paro y señalando una luz que salía debajo de una piedra comenzó a llamar a Luna con sus sonidos de perrita. Luna corrió hasta donde estaba luna y vio con sus propios ojos que había un farol de apariencia muy antigua que producía una luz suave pero que en su interior no había ninguna vela. Al estirar la mano par tocar aquella luz oyó una voz que le dijoSoy el farol de los deseos. Y solo los corazones buenos y puros pueden verme. Tu y tu perrita han llegado a mi gracias a sus buenos sentimientos Die que deseas. Luna sin pensarlo dijo . He soñado siempre conocer un dragón. Pero no un dragón cualquiera. Quiero que este dragón no produzca miedo con su llamarada, quiero que de su boca salgan burbujas multicolores que floten y se puedan ver en todas partes. Inmediatamente el farol comenzó a brillar más y más y de entre los arboles salió un bello dragón multicolor con su boca abierta y de ella miles de burbujas de colores llenaron el bosque y flotaron hasta la copa de los arboles donde se dispersaron por todo el valle. Y cientos de niños del pueblo salieron a jugar con ellas. Luna vio que efectivamente ese farol era mágico así que lo tomo y regresando a su casa comenzó a pensar que nuevos deseos podría pedir. Sin embargo cuando Luna y Lilo regresaron a su casa con el farol en su mano este dejo de brillar. Luna no entendía que era lo que sucedía y al día siguiente le pidió otro deseo al farol pero esto no encendía ni respondía a sus deseos. Lilo había notado igualmente que aquel farol que habían encontrado en el bosque había perdido su brillo. De pronto su cabecita de perrita tuvo una idea. El farol no debía salir del bosque. Su ambiente natural era allí debajo de los arboles y cuando Luna lo saco del bosque este perdió su magia. Debía hacerle entender a Luna que debían regresar el farol al bosque. Lilo comenzó a producir los sonidos que solo ella sabía producir y Luna comenzó a escucharlos hasta que vio que su perrita había cogido en su boca el farol y había corrido hasta la puerta parándose allí mientras producía esos sonidos tiernos como de marranito que ella sabía producir. Luna entendió que había hecho algo indebido había querido llevarse la luz a su hogar sin entender que la luz tenía su propio hogar. El bosque encantado. Debía regresarla de nuevo a aquel mágico lugar. Tomo la lampara, abrió la puerta y corriendo entro al bosque. Allí en el sitio exacto donde había encontrado aquel farol lo dejo. Y este inmediatamente volvió a
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la Barcelona del siglo XIV un rey llamado Pedro el ceremonioso que decidio construir una iglesia que tuviera el campanario más alto de la región. El proyecto tenía pues un campanario de forma octagonal con una altura que fácilmente superaría cualquier otra construcción de aquella Barcelona del los años 1300. Habiéndose recibido el donativo del rey Pedro III la institución decide contratara lo antes posible a los constructores y la obra inicia conmemorando el espíritu religioso de la ciudad. Aquella iglesia se erigiría como símbolo de fe y poder y se consagraría a la virgen del pino. Llamándola santa Maria del PI. Nombre que conserva en la actualidad. Se dice que las obras de construcción de la torre de la iglesia se comenzaron en el año 1379 gracias a la donación del Rey Pedro y se contrato un primer arquitecto. Cuando la construcción de la torre inicio, los obreros notaron que permanentemente comenzaban a aparecer problemas en la construcción. Cada vez que los obreros empezaban a levantar la estructura, algo ocurría: grietas, derrumbes, accidentes inexplicables Alguna vez la torre se cayo por su propio peso, se agrietaban sus paredes o simplemente no mantenía la armonía necesaria para mantenerse en pie. . Finalmente después de el intento de varios arquitectos fue contratado El maestro de obras, un hombre llamado Bartome más quien desde el inicio comenzó a obsesionarse con la obra. Decía que el monte de piedra que venia de las canteras de Montjuïc, con el que se construía la torre, tenía memoria y que por esta razón la torre no quería ser terminada. Sin embargo era tal su resolución que decidio encontrar una manera para superar estos problemas. Una noche sin luna, Bartome subió solo a la torre inacabada. Encendió velas negras, trazó símbolos en la piedra y pronunció palabras que no aprendió en ningún libro cristiano. Invocó al diablo, El diablo interesado siempre en quien lo invocara se hizo presente allí mismo y preguntándole a Bartome por que era invitado este respondió. Quiero tener tu ayuda en la construcción de esta torre del campanario. Te daría mi alma a cambio de que las piedras se presten para trabajar juntas en este proyecto. El diablo sonriendo escucho claramente que Bartome Más le ofrecía el alma y como el diablo nunca rechaza un trato así, acepto de inmediato pero colocando una garantía más. Le ayudaría a Bartome pero no esperaría a que el campanario se terminara. Debía recibir el alma del arquitecto cuando la escalera de caracol que se encontraría dentro de aquella torre octagonal llegara al peldaño 100. Allí cuando llegara el diablo reclamaría el alma de aquel hábil constructor. Y así comenzaron de nuevo la construcción de campanario. Y todo comenzó a salir a la perfección. Tanto así que los trabajadores no entendían como ahora si su construcción crecía y crecía sin ningun problema. Ellos pensaban que aquella torre no se construiría jamás y que estaba realmente maldecida. Lo que no sabía es que el bueno de Bartome realmente se estaba jugando su alma en dicha torre. Pero metro a metro la torre iba creciendo y en su interior escalón a escalón la escalera iba igualmente creciendo acercándose al numero 100 que se había pactado con el demonio. Bartome veía su obra creciendo y en su alma un plan comenzaba a fraguarse. Sabía que debido al pacto en cuanto la escalera llegara al escalón 100 perdería el alma y el amaba su vida como era actualmente. Así que tramo un trampa al demonio.. Construyó la torre hasta el escalón noventa y nueve, y luego sin dar explicaciones a los obreros detuvo la obra. Y Dedicó el resto de su vida a trabajar
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un joven noble llamado Raymondin de poitier que regresaba a su casa cruzando los bosques de Coulombiers, pero aquel caballero regresaba con el alma rota. Durante una caceria había accidentalmente atravezado con su lanza a su tio el conde de poitier, y el peso del crimen lo hundía en la desesperación. La luna llena filtraba su luz entre los robles del bosque , y el viento parecía murmurar palabras antiguas que sonaban a recriminación por aquel crimen. Allí en medio del bosque vio algo que parecía una mujer. Al acercarse la vio con más detalles y sus ojos no podían creer lo que tenían al frente: una mujer de cabellos dorados como el trigo maduro, piel pálida como la niebla, y ojos que brillaban con un fulgor azul profundo, como si contuvieran un lago en su interior, el Joven Raimondo nunca había visto una mujer más bella y bajándose de su caballo se acercó a la fuente de mármol donde la joven estaba apoyada. La joven con voz angelical dijo —Soy Mélusine Y puedo darte fortuna, poder y redención.Y especialmente la redención que tu alma necesita en este momento. Pero debes prometerme una cosa: cada sábado, no me buscaras, no me veras y no me nombraras.Deberas dejarme a solas y no intentaras estar conmigo. Como recompensa te construire el más bello palacio que te puedas imaginar y vivire contigo. Pero recuerda los sábados no me tendrás. El joven Raymondin, que ya se encontraba totalmente hechizado por la belleza y el misterio de aquella mujer, aceptó sin dudar aquel extraño pacto que la mujer le ofrecia. De regreso a poitier Mélusine cumplió su promesa. En una sola noche, con ayuda de fuerzas invisibles, levantó el castillo de Lusignan, que tiene torres que parecen brotar de la tierra como si fueran espigas de piedra. No era un castillo común. Las torres tenían formas espirales, como caracoles de piedra. Las ventanas eran ojivales, pero en cada vitral se dibujaban escenas que aún no habían ocurrido. Las columnas estaban talladas con serpientes, dragones, lunas y mujeres aladas. En el centro, una fuente de mármol blanco brotaba agua que nunca se secaba.Los aldeanos decían que el castillo había sido construido por manos invisibles, que por la noche se oyeron cantos en lenguas perdidas, y que Mélusine hablaba con las piedras. La pareja se traslado a esl castillo y dicen que vivieron años maravillosos. Que tuvieron muchos hijos. Mélusine los amaba con ternura, y Raymondin los protegía con orgullo. El pueblo veneraba a la pareja aunque algo raro notaban de ella. La dama del Castillo nunca asistía a misa y que nadie, absolutamente nadie la había visto un sábado. Ella simplemente desaparecía como humo los sábados. Pero la duda es una sombra que crece en silencio en el alma de los incautos. Así que Un sábado Raymondin impulsado por los rumores de su pueblo y la curiosidad propia de un hombre decidí que debía espiar a su mujer cuando ella se encerraba en la más alta de las torres. En aquella torre había una habitación que se cerraba por dentro y desde la cual algunas veces se oían ruidos extraños, La puerta de aquella habitación era de grueso roble y por casualidad solo tenía una pequeña fisura que dejaba salir la luz interior. Raymondin acercó sus ojos a la fisura y allí pudo observar que sucedia en la habitación de la torre. Lo que vio lo dejó sin aliento: Mélusine estaba sumergida en la fuente de mármol, su cuerpo desnudo y resplandeciente... pero desde la cintura hacia abajo, su cuerpo era el de una una serpiente alada, con escamas de esmeralda y una cola que se enroscaba como un río encantado.Aquella visión lo lleno de espanto y de un salto retrocedio haciendo
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez hombre llamado Elias que siempre habia vivido de acuerdo a lo que la vida esperaba de el. Pero el no sabía si había vivido de acuerdo a lo que el había esperado de la vida. Y ahora Elias estaba muriendo. Realmente Elias agradecia de que sus momentos finales no fueran dramáticos, que simplemente se fuera apagando lentamente como quien apaga lentamente una lámpara al final de una larga noche. Había vivido mucho, amado bien, y claramente había cometido suficientes errores como para llenar horas y horas de confesionario en la iglesia a la que solía asistir. Ahora, en su lecho de muerte, no pensaba en arrepentimientos ya que era tarde, pensaba más bien en los destinos que tendría.Frente a él en aquellos momentos finales , dos puertas flotaban en el aire. Una estaba hecha de nubes suaves con un marco dorado y de ella salia una briza que olía a jazmín. Sobre la puerta un letrero que decía Cielo: Clima perfecto, silencio eterno. La otra, de hierro forjado, tenía llamas que bailaban como si tuvieran vida propia y desde la cual salia un olorcillo como a azufre. Sobre ella en letra más o menos burdas un letrero con la siguiente inscripción : Infierno: Clima complicado, risas garantizadas.Elías que había sido católico desde niño frunció el ceño y costernado ijo . “¿Y si quiero un poco de ambos?”, En ese preciso momento Apareció entonces un ser vistiendo una túnica gris que por su apariencia no era ángel ni tampoco un demonio era indescifrable. Se prenento a Elias con mucha cortesia y le dijo. Mi nombre es hiatus y estoy aquí para ayudarte a tomar la decisión de cual umbral quieres cruzar. Tenemos muchos indecisos siempre. Dime porque tienes esa cara de no saber hacia donde coger.Elias dijo —El cielo tiene buen clima, pero creo que todos allá quieren ser virtuosos permanentemente lo que creo que los hace un poco serios y poco dado a divertirse. Y yo creo haber tenido suficiente de tratar de ser como otros en la vida de la que vengo. Esta bien… dijo hiatus. Te entiendo pero debes decidir lo antes posible. Por su parte El infierno… bueno, he oído que los poetas, los músicos malditos, los humoristas y y los filósofos que preguntaban demasiado están todos allí ya que poco se preocuparon por que esperaban los otros de ellosHiatus sonrió mientras una expresión de impaciencia crecía en el. —Bueno ¿Y qué buscas tú, Elías?—La verdad yo quisiera tener una buena conversación por toda la eternidad. Ahh Y café. Si hay café en alguno de los dos, me inclino por ese.Hiatus sorprendido por la respuesta tomo a Elias de la mano y lo condujo a un lugar que no aparecía en los mapas celestiales ni en los registros infernales: Allí sobre una pequeña puerta de madera oscura estaba un aviso que decía .La Cafetería del Umbral. Allí, entre mesas y tazas, se reunían los que aún no habían decidido aún el camino. En una esquina, Dante discutía con Nietzsche sobre el sentido del castigo. En otra, Dali y Picaso pintaban retratos de almas que aún no sabían quiénes eran y ciertamente las imágenes hacían honor a su fama de pintores y del alma de los retratados.Elías pidió un café oscuro, sin azúcar. Lo bebió lentamente, mientras observaba que a su alrededor estaban todos contando sus historias particulares. Aquellos que habían amado demasiado, los que habían odiado con intensidad pero se arrepentían de haberlo hecho, los que habían vivido con curiosidad y que ahora se dedicaban a contar cuentos a los que los querían oír. En fin había mucha gente que no se decidían. Al final, cuando hiatus volvió a preguntarle , Elías respondió:—No quiero elegir. Quiero quedarme
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn lo mas profundo de océano existe un reino llamado salmarina. Este reino no es como los reinos que existen en la superficie. Este reino marino esta construido de columnas de nacar y techos de coral milenario. Sus palacios no tienen muros sino membranas de agua que vibran con las mareas y crean una música que solo los peces pueden oír. En las puertas hay pulpos que con sus multiples tentáculos se abren y cierran a deseo de los habitantes de los palacios. Los pasillos de los palacios están iluminados por cardúmenes de peces que irradian una luz tan brillante que todos pueden seguir los multiples corredores que llevan a los cientos de aposentos del palacio. Allí en aquel reino marítimo de Salmarina vive una reina llamada Thesalia que es descendiente de los seres más antiguos de la tierra. Su corona esta hecha de estrellas de mar y se dice que su capa esta hecha de algas marinas que se entretejen hasta formar una tela de multiples colores. La reina tenía tres hijas sirenae que era capaz de generar tormentas con su voz. Y que era la responsable de mantener la superficie del mar libre de todos aquellos seres que podrían crearles problemas a los peces. Coral la encargada de cuidar la memoria del mar tejiendo los surcos de los corales para que todos los recuerdos se almacenen allí por toda la eternidad. Y ondina. La más pequeña y más silenciosa de las tres. Ondina era curiosa desde que nacio pero aún no sabía cual seria su super poder. Un día se presento ante su madre la reina y le dijo. Madre quiero saber porque el mar llora. Quiero saber porque las olas cuando llegan a la playa producen aquel gemido que nos hace recordar la tristeza. La madre comprendió que su hija ondina tenía un don especial. Podia profundizar en los más profundos secretos y encontrar una razón para todo lo que sucedia. Ondina podía leer las corrientes de el mar como si fueran versos que nade más entendía y buscar en ellos las verdades ocultas. Su madre entonces decidio enviar a su hija a lo más profundo del océano, donde vivía el guardián del abismo. El ser que mantenía los secretos. Allí en el abismo las corrientes del mar arrastraban todas las tristeza que los hombres de la superficie creaban. Hasta allí llegaban las cartas tristes, las promesas rotas, las lagrima de despedida y en especial las mentiras de todos los colores y formas. Se guardaban allí en el abismo porque estas no debian ser compartidas con los seres del mar ya que los podían contaminar. Ondina llego entonces donde el guardián del abismo y le pregunto. Me ha dicho mi madre la reina que tu conoces porque las olas del mar lloran y gimen como si tuvieran un gran dolor. El guardián del abismo abrio sus grandes ojos, sorprendido de ver una niña allí en las profundidades y con voz lenta le dijo. Mi niña me estas preguntando algo que nadie antes me había preguntado y he de decirte que la respuesta es difícil de escuchar pero igualmente importante para todos los seres de la tierra. Aquí en el abismo se almacenan todos las tristezas que se crean en la superficie, pero estas tristezas no llegan aquí por si solas, hay que traerlas. La única manera es ir por ellas y arrebatarlas desde las orillas de las playas para que así el alma de los que sufren puedan olvidarlas. Has oído como el mar golpea las rocas de las playas y produce un sonido de dolor. Ese es realmente el grito de las tristezas cuando saben que ya no podrán vivir más en la superficie. Ellas quieren continuar en el alma de los hombres pero la función del mar es traer las tristezas al abismo para que la alegría pueda nacer. Por eso oyes aquel gemido pero no e
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una pareja que por una convicción profunda con la naturaleza había decidido vivir en un bosque en una casa solar inteligente. Ambos tenían profesiones que les permitía trabajar remoto y que habían diseñado su casa con autonomía energética su única conexión con el mundo era su antena satelital para el servicio de internet. Ambos trabajaban como influencers y tenía cada uno su propio canal de youtube y sus propias cuentas de Instagram, X, Facebook, whatsapp, tiktok, telegram, pinteres y linkedln. En fin su vida desde aquel bosque era idealmente virtual. Después de varios años tuvieron una hija a la que llamaron Aurora, en honor a aquel amanecer que siempre veían desde su balcon con vista al valle. Aurora les recordaba los hermosos colores de aquellos primeros momentos del día. La niña de carita preciosa y pelo como el sol mismo mostro desde los primeros días una alegría que contagiaba a todos los que la conocían. Sus padres decidieron hacer un baby shower virtual por Google meet y para ello mandaron cientos de e vites para que todos aquellos que conocían pudieran asistir y conocer a la bella aurora. Pero como siempre pasa por error o por olvido programado, dejaron por fuera de sus lista de invitados a una tia lejana que era medio bruja y que su vida era medio oscura, como quien dice tenía una mala vibración. El día del babi shower virtual por Google Meet todos los invitados se hicieron presentes y todos se manifestaron con algún detalle para la niña que la mayoría de las veces era un translado de dinero por Zelle. Pero en medio de la reunión y sin saberse como apareció la imagen de la tia lejana que debió hackear el sistema para auto invitarse. Esta familiar lejana medio bruja entro a la reunión y como quien no quiere la cosa dijo. Que niña linda es aurora lastima que cuando cumpla 15 anos se pinchara y caera en un mundo profundo sin wifi.Sin Wifi gritaron todos al unisono. Como puede ser posible. Pero en ese momento la tia bruja se desconecto y no fue posible reestablecer la señal con ella. Los padres un poco perturbados consultaron con una guru de bienestar y esta les dijo que no se preocuparan que no había forma en este mundo de que alguien no tuviera acceso a la red virtual o al wifi. Así que los padres se relajaron y siguieron produciendo contenido virtual para sus canales de social media. Los padres de todas maneras decidieron bloquear a la tía enviándola a la blacklist del servidor y por simple precaución eliminaron todas las agujas del hogar (incluyendo las de los cursos de bordado digital), y criaron a Aurora en una burbuja de mindfulness y playlists curadas donde su vida era documentada con filtros calidos y hashtags cuidadosamente seleccionados tales como #auroracrece, #niñadelsol, etc.Pero el tiempo paso y después de 15 anos llegaba el dia de su cumpleaños, Aurora emocionada por llegar a se quinceañera comenzó a revisar su Instagram, su Facebook y comenzo a prepararse para leer todos los comentarios de sus amigos, seguidores y admiradores. Así que cuando comenzo a revisar sus mensajes y a contar sus likes vio que un popup apareció de improviso en su teléfono celular. Este popup decía "¿Quieres saber quién eres realmente?" dale click a este boto (el boton tenía la forma de una nota clavada con un alfiler) La joven Aurora dio clic y algo en su interior sucedió. Su mente cayo en un eterno Scroll, si bien estaba viva sus pensamientos y recuerdos eran vividos mensajes que ella trataba de leer y entender. Sus ojos se movían de arriba abajo como si estuviera leyendo la pantalla de su teléfono mientras con sus dedos abria y cerraba apli
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en el Quito colonial una joven de nombre Bella Aurora. La joven vivía en el corazón mismo de Quito, desde su balcón se podían escuchar claramente las campanas de la Catedral cuando estas tocaban a misa marcando los ritmos de aquella población. Su belleza era tal que los vecinos decían que el sol se demoraba en salir solo para verla despertar. Era hija única, criada entre tapices bordados, libros de canto y jardines de geranios. Su voz, dulce y clara, voz que cruzaba sin dificultad los muros gruesos y llegaba a los oídos de todos aquellos que pasaban por debajo del balcón de la casa 1028.En el medio de la ciudad estaba la plaza mayor, que luego se conocería como la plaza de la independencia. Allí como era la costumbre de la época se celebraban las más importantes de las fiestas y entre ellas las muy tradicionales corridas de toro que enmarcaban las múltiples fiestas religiosas de la señorial ciudad. Durante una de aquellas fiestas se programa una gran corrida de toros y como era costumbre la crema y nata de la sociedad debía hacerse presente en los palcos alrededor del ruedo. Siendo que ya Bella aurora ya había sido presentada en sociedad sus padres decidieron llevarla a la corrido para mostrarle a toda la gente prestante de Quito cuan bella era sus hija Aurora. Ella aunque tímida acepto y gracias al acompañamiento de su madre que le escogió un bello mantón de color marfil y una preciosa peineta de nácar que le hacia juego con su vestido de núbil doncella, salió simplemente radiante hacia la plaza. Camino junto a sus padre por las calles empedradas de la sin igual Quito. Los transeúntes paraban y se enmudecían al ver la belleza de aquella joven que iluminaba su paso con su sonrisa y su gracia al caminar..La plaza estaba llena. Con prontitud se dirigieron a su palco que se encontraba en el lado sur de la plaza, justo debajo de la gran catedral de quito. Desde allí podrían observan en detalle los acontecimientos taurinos. El aire olía a pólvora, sudor y flor de naranjo y la expectación crecía con cada segundo mientras los toreros desfilaban por la arena. Finalmente los primeros clarines sonaron, y de la puerta de toriles emergió un toro negro, enorme, de pelaje brillante como obsidiana y ojos que no parecían de este mundo. Aquel astado era realmente imponente y al salir todos los asistentes simplemente callaron. Pero aquella bestia negra No corrió. No embistió. Simplemente caminó con lentitud, como si cada paso fuera parte de un ritual antiguo. Todos miraban con estupor sin comprender porque ese animal recorría la plaza tomando su tiempo e ignorando la presencia de el torero que ya se acercaba a el con el capote desplegado con sus dos brazos extendidos. Pero el Toro negro siguió dando la vuelta a la plaza mirando al público allí presente. De pronto al llegar frente a la catedral se detuvo, justo al frente del palco donde Aurora lo observaba curiosa. Y en ese instante sus ojos de animal se cruzaron con la mirada dulce de la joven. El toro estaba mirando a Aurora y solo a ella. Pero no era una mirada animal. Fue una mirada larga, profunda, como si la conociera desde antes de nacer. Como si supiera que el destino le tenía preparado aquel encuentro. .La joven sintió un escalofrío en todo su cuerpo. No podía apartar su mirada de aquel toro negro que se encontraba a escaso metros de ella. Su respiración se cortó. El mundo se volvió borroso. Y cayó al suelo, desmayada.Sus padres, alarmados, la tomaron en brazos y salieron de la plaza entre murmullos y miradas. La llevaron a casa, donde los criados encendieron velas, prepararon agua de toronjil y rezaron oraciones antiguas. Bella Aurora no
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre hombre de edad madura y alma contenida que vivía en una casa de piedra y madera que parecía construida para guardar secretos. Este hombre llamado Nuri cultivaba el respeto como otros cultivan jardines: Con paciencia y silencio. Su esposa, joven y de belleza inquieta, se movía por los pasillos como una melodía que no terminaba de encajar en la partitura de aquel hogar, sus gestos siempre parecían contener algo más que no se rebelaba. La diferencia de edad entre ellos no era solo cronológica: era atmosférica. Él vivía en la pausa que producen los años y ella en el vértigo de la juventud. Él en la contemplación, ella en la urgencia.Una tarde, Nuri regresó antes de lo habitual. El sol aún no se había escondido del todo, y los corredores de la casa estaban teñidos de un dorado melancólico y el aire tenía ese aroma espeso que traen los secretos que aún no se han descubierto. Al entrar, fue recibido por su sirviente más antiguo, un hombre que había servido a tres generaciones de la familia. —Señor —dijo con voz baja, como si temiera que las paredes escucharan—. Vuestra esposa está en sus aposentos con el cofre de la señora madre, aquel que podría esconder un hombre. El grande, el que tiene doble fondo. No permite que nadie se acerque. He oído susurros. Y pasos. Pero no los suyos. Nuri lo miró largo rato. No dijo nada. Subió las escaleras con la calma de quien sabe que está a punto de perder algo ya que puede encontrar una verdad que no quiere reconocer.La puerta de la habitación estaba entreabierta. Dentro, su esposa estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada contra el cofre con rostro pálido y ojos humedos. Su cabello caía desordenado, y sus manos temblaban sobre sus rodillas. El cofre, de madera oscura y herrajes antiguos, parecía más un altar que un mueble.Y el silencio entre ambos era más pesado que el mismo mueble.—¿Me mostrarías qué hay dentro? —preguntó Nuri, sin levantar la voz.Ella lo miró. Sus ojos no eran de culpa, sino de tristeza.—¿Lo preguntas por lo que te dijo el sirviente, o porque ya no confías en mí?—Lo pregunto porque el silencio entre nosotros se ha vuelto insoportable y necesito conocer la verdad de nuestra relación. —Está cerrado —dijo ella.—¿Y la llave?Ella la sacó de su escote, con un gesto lento, casi ritual.—Despide al sirviente —pidió—. Solo entonces te la daré.Nuri bajó. Le pidió al sirviente que se fuera. No por obedecer a su esposa, sino porque entendía que el juego en el que se había metido tenía otras reglas que el debía obedecer. Cuando volvió, ella le entregó la llave sin decir palabra. Luego salió de la habitación, caminando como quien deja atrás una parte de sí, mientras su alma lloraba por no saber que le esperaba en el futuro. Nuri se quedó solo. El cofre frente a él. La llave en su mano.y un silencio se apodero de todo el aposento. .Con pasos lentos se acercó al cofre decidido a enfrentar su destino. Y con resolución decidio no abrir aquel cofre que retaba su vida. Pero No por miedo. No por debilidad. Sino porque entendía que hay verdades que, al ser vistas, destruyen más que el engaño mismo.Desde el balcon de su habitación llamo a a cuatro jardineros. Les pidió que trajeran una carreta. Y que con mucho cuidado bajaran el cofre y luego lo llevaran hasta el rincón más alejado posible de su finca, allí donde los árboles crecían torcidos y la tierra olía a humedad. En ese lugar debían abrir un hoyo lo suficientemente profundo para enterrar aquel cofre que podría llevar su destino. Y así lo hicieron los empleados. Allí lo enterraron. Sin abrirlo. Sin preguntar.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre que entro al despacho de el párroco del pueblo. Su cara era de un dolor profundo, un dolor que posiblemente no era causado por algo físico, era un dolor del alma. El hombre apenas se sentó comenzo a decir Padre Anoche, ya entrada la bruma, cuando los perros del pueblo ladraban a sombras que no se veían, vino a visitarme un arcángel. El sacerdote extranado solo alcanzo a decir…. Dices que un arcángel te visito Si padre era un arcángel. Pero Para no espantarme, tomó la forma de una mujer joven, vestida con una tunica que flotaba con cada paso como si no necesitara caminar y con un brillo que básicamente la cubria por completo. Entró sin tocar la puerta. El viento le abrió paso, y ella se sentó junto a mi en un sillón de mimbre que siempre cruje como si recordara los cuerpos que lo han habitado. Su rostro estaba fatigado, con aquella expresión que tienen las almas cuando han cruzado siglos y silencios.Quise contarle mis penas: hablarle de mi hijo que partió sin decir adiós, de mi esposa que murió hace tanto, de la tierra que he cultivado pero que ya no da lo que daba, o de el miedo a que mi alma se oxide de tanto esperar a que el día final me llegue. Pero bastó que me mirara para sentir que ella sabía y conocía cada una de mis penurias. Sus ojos eran como miel tibia, y en ellos había una ternura que no pedía explicaciones. Me miró con amor limpio, como quien ama sin poseer, como quien acompaña sin pedir nada a cambio.Permanecia en silencio junto a mi. Allí sentada. Pero su silencio era más elocuente que cualquier sermón. En él se sentía la pesadumbre de la derrota , el dolor de los que rezan sin respuesta, la esperanza de los que siembran sin saber si habrá cosecha.Entonces comprendí. Ella no venía a consolarme, ni a salvarme. Venía a compartir la soledad. La suya era una soledad antigua, como la de los campanarios que ya no llaman a misa, como la de los santos que nadie recuerda. Y sin embargo, su presencia era un acto de solidaridad profunda que comenzo a cubrirme el alma.Pensé que venía a ofrecerme la muerte que era la que había estado esperando. Pero esta no traía espada ni trompeta como en sus homilías suele describir la parca. Solo tenía una mano suave y un gesto leve. Pense que quizá había olvidado sus armas, o quizás había entendido que para ciertos hombres, la muerte no necesita ceremonia.De pronto se levanto sin ruido, la silla en la que estaba no crujio como lo suele hacer el mimbre y eso me parecio muy extraño. Alzó la mano derecha y con el índice me tocó el costado, justo donde el alma se asoma al cuerpo. Fue un roce suave, como el de una hoja que cae después de desprenderse de un arbol. Pero ese toque fue definitivo.Desde entonces, llevo en el pecho un escozor que no se cura. No es dolor, ni nostalgia. Es la marca de la ausencia. La certeza de que fui tocado por algo que no pertenece a este mundo y que abrio la herida de la soledad sin muerte. Y aunque nadie me crea, padre yo sé que anoche, , un arcángel cansado vino a visitarme disfrazado de mujer.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn el corazón de la Sierra de los Ecos, donde los cerros se alzan como guardianes de los secretos del tiempo, vivía una comunidad de animales que caminaban. No volaban, no nadaban, no trepaban más allá de lo necesario. Caminaban. Eran criaturas del suelo, del polvo, de la rutina. El llano era su mundo, y el cielo, apenas una promesa lejana.Entre ellos vivía un mono distinto. No por su especie, sino por su deseo. Se llamaba Turi, y desde joven había sentido que el mundo lo ignoraba. No era fuerte como el jaguar, ni sabio como la tortuga, ni ágil como el venado. Pero tenía algo que pocos tenían: ambición . Quería ser visto como un artista. No por lo que hacía, sino por lo que decía haber hecho.Una mañana, mientras paseaba por la ladera del Cerro del Silencio, Turi encontró un tronco caído. Era viejo, retorcido, con raíces expuestas como dedos de un cadáver vegetal. Nadie lo había tocado en años. Pero Turi lo miró con otros ojos. Su instinto lo llevo a ver algo que posiblemente otros que habían pasado por allí no habían visto. La oportunidad de sobresalir de forma inmediata sin mayor esfuerzo. —No necesito transformarlo —murmuró—. Solo necesito elevarlo.Y así nació su plan. No tallaría, no pintaría, no esculpiría aquel tronco ya que no sabría como hacerlo. Solo colocaría el tronco en un lugar inaccesible, y dejaría que la distancia hiciera el resto.Durante tres días, Turi empujó el tronco cuesta arriba. Lo hizo en secreto, evitando que otros lo vieran. El camino era arduo: piedras sueltas, espinas, niebla espesa. A veces se detenía a hablar consigo mismo:—Cuando lo vean allá arriba, no verán un tronco. Verán lo que yo les diga que es. Ese es el plan.Finalmente, llegó a la cima. El Cerro del Silencio era un lugar sagrado, donde el viento no hablaba y las aves no cantaban. Allí, colocó el tronco de pie, como si fuera una figura ancestral. Lo rodeó de piedras, lo limpió un poco, y lo dejó.Al regresar al llano, Turi convocó a todos los animales. Se subió a una roca y habló con voz firme:—¡Amigos! Durante años me he dedicado a cultivar un nuevo arte. Lejos de la vista de todos ustedes le he dedicado días enteros a aprender el difícil arte de la escultura. Inicie con barro y y luego con mucho cuidado he aprendido como moldear figuras a partir de la madera y finalmente pase a trabajar con herramientas que yo mismo he creado para extraer imágenes de los bloques de granito que tenemos en lo alto del cerro del silencio . Hoy y después de casi un año de trabajo arduo, les presento mi obra maestra. Miren hacia el Cerro. ¿Ven esa figura que se alza entre las nubes? ¡Es una estatua! ¡Una creación única! ¡La hice yo!Los animales miraron. Desde tan lejos, solo se veía una silueta oscura, apenas distinguible. Pero el tono del mono era solemne, casi místico y con sus seguridad les transmitía la creencia. Y así comenzaron los murmullos entre aquellos animales que nunca habían visto una obra de arte. —¡Qué artista! —¡Qué visión! —¡Qué genio! Claramente se ve el esfuerzo del creador. El jaguar asintió. La tortuga cerró los ojos en señal de respeto. El venado dijo que había sentido “una energía especial” que emanaba de aquella figura en lo alto del cerro. Y así, Turi fue celebrado. Los animales comenzaron a sentirse afortunados de tene a Turi viviendo con ellos. Le ofrecieron los frutos más dulces, lo invitaron a danzas nocturnas, y hasta le pidieron que enseñara su “técnica”.Turi ya convertido en una celebridad entre los animales se dedicaba a hablaba de inspiración, de forma, de trascendencia. Pero aunque Nadie entendía, todos asentían y movían la cabeza para lucir interesantes e
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez En una granja con más drama que una telenovela venezolana una pata que en sus tiempos libres se dedicaba a ser Influencer . La pata en cuestión que realmente se creía muy global aunque solo tenía 3000 mil seguidores estaba muy emocionada. Hacia unos días había recibido 4 huevos por el servicio de delivery. Lo había hecho así porque una amiga le había dicho que la mejor manera para mantener la línea de juventud era encargar los huevos en vez de tenerlos directamente. Pues después de recibir los huevos finalmente los puso en su nido hecho con productos reciclables y allí los puso al cuidado de una lamparita que les diera calor y luz. Ella estaba demasiada ocupada con sus clases de pilates para dedicarle el tiempo a sus huevitos. Después de unos días Sus huevos estaban por eclosionar ( que es como llaman los habitantes del siglo pasado a la acción de reventarse internamente para nacer. Y esto la hacia demasiado feliz. Tanto que ya tenía los nombres listos: Sunny, Honey, Cutie otro que ella no sabía de donde había salido ya que era un poco rarito y diferente. Siempre sospecho que el servicio de delivery se habia equivocado., en fin este huevo no tenía nombre aún Cuando por fin eclosionaron (de nuevo esa palabreja horrible) y los patitos nacieron eran sencillamente adorables y ella preparo su cámara y sus luces para tomarles las fotos de instagram. Amarillos, redonditos, con ese look de “recién salidos del spa”. Pero el último... el último parecía un glitch. Ya que era Gris, desgarbado, con cara de “no me cargó bien la textura que deseaba y tampoco me funciono el filtro que queria”.Sunny lo miró y dijo: —¿Ese es nuestro hermano o un NPC que se nos metio sin saber? Honey soltó: —Literalmente no da vibes de pato. Cutie solo lo grabó para subirlo a sus stories con el sticker de “diferentico”.La mamá Pata intentó defenderlo: —Cada uno tiene su belleza interior. Pero incluso ella dudaba mientras lo colocaba con el tag #DiferentePeroEspecial en su Instagram.El patito, que aún no tenía nombre porque nadie se lo quiso dar, empezó a sentir que no encajaba. En la granja lo ignoraban, lo empujaban en la fila del maíz, y hasta el gallo le decía: —Bro, tu estética es muy low-res para este corral.Intentó hacer amigos con las gallinas nada que ver, pero ellas solo aceptaban aves con plumas brillantes y posturas perfectas. —Tu aura está desalineada —le dijeron mientras hacían la postura del huevo cósmico.Un día salió a caminar por su propia cuenta y Pasó por un estanque donde nadaban cisnes, elegantes como si fueran modelos de perfume francés. Se acercó tímido, pero ellos lo miraron como si fuera un pop-up de antivirus. —No aceptamos patitos con energía de “antes del cambio”.El patito se alejó, triste, y se refugió en un rincón del bosque. Ahí, sin Wi-Fi ni likes, empezó a conocerse. Leía hojas como si fueran libros, hablaba con el viento, y se grababa monólogos que nadie veía. Pero algo dentro de él empezaba a florecer. Se sentía raro pero como no tenía social media no había nadie que le hiciera ciber bulling y su su autoestima se libero de lo toxico del ambiente social en que vivía anteriormente. Pasó el invierno. Frío, largo, introspectivo. El patito sobrevivió comiendo lo que encontraba y soñando con ser aceptado. Pero en primavera, algo cambió.Se miró en el agua y... ¡plot twist! Ya no era gris ni torpe. Era absolutamente hermoso. Ya no tenía figurita de pato, era grande y esbelto y era blanco como la nieve del invierno. Era realmente un cisne. Un cisne de esos que parecen salidos de una campaña de Dior. Cuello largo, plumaje blanco con reflejos dorados, mirada profunda como
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en un pueblo del centro mismo del pais una tradición que después de muchas generaciones aún se conservaba en aquella región dedicada exclusivamente a la agricultura. Era la mañana del 27 de junio y esta amaneció clara y soleada con el calor lozano de un día de pleno estío; las plantas mostraban profusión de flores y la hierba tenía un verdor intenso. La gente del pueblo empezó a congregarse en la plaza, entre la oficina de correos y el banco, alrededor de las diez; en algunos pueblos había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el día 26, pero en aquel pueblecito, donde apenas había trescientas personas, todo el asunto ocupaba apenas un par de horas, de modo que podía iniciarse a las diez de la mañana y dar tiempo todavía a que los vecinos volvieran a sus casas a comer.Los niños fueron los primeros en acercarse, por supuesto. La escuela acababa de cerrar para las vacaciones de verano y la sensación de libertad producía inquietud en la mayoría de los pequeños; tendían a formar grupos pacíficos durante un rato antes de romper a jugar con su habitual bullicio, y sus conversaciones seguían girando en torno a la clase y los profesores, los libros y las reprimendas. Bobby Martin ya se había llenado los bolsillos de piedras y los demás chicos no tardaron en seguir su ejemplo, seleccionando las piedras más lisas y redondeadas; Bobby, Harry Jones y Dickie Delacroix acumularon finalmente un gran montón de piedras en un rincón de la plaza y lo protegieron de las incursiones de los otros chicos. Las niñas se quedaron aparte, charlando entre ellas y volviendo la cabeza hacia los chicos, mientras los niños más pequeños jugaban con la tierra o se agarraban de la mano de sus hermanos o hermanas mayores.Pronto empezaron a reunirse los hombres, que se dedicaron a hablar de sembrados y lluvias, de tractores e impuestos, mientras vigilaban a sus hijos. Formaron un grupo, lejos del montón de piedras de la esquina, y se contaron chistes sin alzar la voz, provocando sonrisas más que carcajadas. Las mujeres, con descoloridos vestidos de andar por casa y suéteres finos, llegaron poco después de sus hombres. Se saludaron entre ellas e intercambiaron apresurados chismes mientras acudían a reunirse con sus maridos. Pronto, las mujeres, ya al lado de sus maridos, empezaron a llamar a sus hijos y los pequeños acudieron a regañadientes, después de la cuarta o la quinta llamada. Bobby Martin esquivó, agachándose, la mano de su madre cuando pretendía agarrarlo y volvió corriendo, entre risas, hasta el montón de piedras. Su padre lo llamó entonces con voz severa y Bobby regresó enseguida, ocupando su lugar entre su padre y su hermano mayor. La lotería -igual que los bailes en la plaza, el club juvenil y el programa de la fiesta de Halloween- era dirigida por el señor Summers, que tenía tiempo y energía para dedicarse a las actividades cívicas.El señor Summers era un hombre jovial, de cara redonda, que llevaba el negocio del carbón, y la gente se compadecía de él porque no había tenido hijos y su mujer era una gruñona. Cuando llegó a la plaza portando la caja negra de madera, se levantó un murmullo entre los vecinos y el señor Summers dijo: «Hoy llego un poco tarde, amigos». El administrador de correos, el señor Graves, venía tras él cargando con un taburete de tres patas, que colocó en el centro de la plaza y sobre el cual instaló la caja negra el señor Summers. Los vecinos se mantuvieron a distancia, dejando un espacio entre ellos y el taburete, y cuando el señor Summers preguntó: «¿Alguno de ustedes quiere echarme una mano?», se produjo un instante de vacilación hasta que dos de los hombres, el señor Martin y su hijo mayor, Bax
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez hace algunos siglos en el corazón de las Tierras Altas, un diminuto pueblo llamado Advie. Este pueblo quedaba donde Irlanda se funde con la bruma y los suspiros del viento que provienen del mar del norte. Advie No aparecía en los mapas, y quienes lo conocían decían que estaba protegido por los antiguos, por espíritus del bosque y pactos olvidados. Las colinas verdes se ondulaban como un mar dormido, y los bosques eran tan espesos que la luz del sol apenas tocaba el suelo.En ese rincón encantado vivía Aine, una joven cuya belleza no era solo física, sino profundamente espiritual. Su cabello dorado parecía tejido por el sol del equinoccio, y sus ojos azules contenían la nostalgia de los lagos antiguos. Aine no caminaba: danzaba entre los árboles, hablaba con los ciervos, y tejía coronas de flores que duraban más allá de su estación. Era la hija del bosque, la guardiana de la esperanza.Un día, el destino le presentó a Eamon, un pastor de mirada clara y manos curtidas por el trabajo. Él tocaba una flauta de madera que había tallado él mismo, y sus melodías hacían que los pájaros se acercaran y los lobos se alejaran. Su amor fue inmediato, como si sus almas se reconocieran de vidas anteriores. Se encontraban en un claro secreto, donde los robles formaban un círculo perfecto, y allí juraron amor eterno bajo la luna de Samhain.Pero la guerra llegó como una sombra que cubrió toda Irlanda. Eamon fue llamado a luchar, y en la víspera del Día de Todos los Santos, prometió regresar un año después, al anochecer, en el mismo claro donde se habían jurado amor. Aine esperó. Y esperó. Cada año, en esa misma fecha, vestida de blanco, con una corona de flores silvestres, se sentaba en la roca del claro, mirando hacia el sendero por donde él debía volver.Los aldeanos comenzaron a acompañarla en silencio, dejando velas encendidas y canciones suaves. Pero el año prometido llegó, y Eamon no volvió. Las noticias hablaban de muerte, de traición, de cuerpos sin nombre. Aine, devastada, caminó sola al bosque en una noche sin luna. Nunca regresó.Desde entonces, cada 1 de noviembre, cuando la niebla cubre Advie como un sudario, aparece una figura entre los árboles. La llaman La Dama de Advie. Su vestido blanco parece hecho de luz y rocío, con encajes que se desvanecen como humo. Su rostro está cubierto por un velo, pero sus ojos brillan con una tristeza que atraviesa el alma.Los que la han visto juran que ella camina sin tocar el suelo. Que su caminar le permite flotar entre los helechos y las flores del bosque. Que cuando canta es un gaelico antiguo que no permite ser traducido por los habitantes modernos de la isla pero que se siente como un lamento profundo por un amor perdido. En ocasiones extiende la mano haciendo un gesto de invitación a los viajeros que encuentra invitándolos a seguirlas bosque adentro. Se cuenta que quienes en una arrebato de locura deciden seguirla son llevados a un claro en el bosque donde el tiempo se detiene y que una vez allí la dama de Advie les pregunta si tienen algún deseo que no hubieran realizado. Los ingenuos que has osado responderle pueden ver cumplido su deseo cuando vuelven de aquel lugar pero que a cambio la dama les hace pagar un precio significativamente alto. Algunos narran como desde ese momento pierden la alegría y la esperanza y que luego comienzan a vivir una vida tan gris que solo es cubierta por un manto de tristeza que los hace pensar en quitarse la vida. Quienes han sido tocados por su mirada dicen que sienten una marca invisible en el alma. Sin embargo aquellos que resisten a los encantos de la Dama reconocen
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en un mundo previo al actual mundo un vasto océano de luz y la tierra aún no existía, En aquel océano de luz los orishas danzaban en armonía ya que vivían en el reino celeste donde todo era inmutable, donde también recidia el gran dios Olodumare, el que todo lo ve, el que todo lo sabe. Desafortunadamente bajo este mundo perfecto había otro donde solo había caos y oscuridad. Olodumare contemplaba el vacío bajo el cielo y pensó: —Es hora de crear un mundo donde la vida pueda florecer. Pero no lo haré solo.Llamó a Obatalá, el más sabio y sereno de los orishas. Su túnica era blanca como la espuma del mar, y su voz tenía el tono de la brisa que acaricia las hojas. Olodumare le habló:—Obatalá, tú eres justo, paciente y puro. Te encomiendo la creación de la tierra y de los seres humanos. Toma esta bolsa de arena sagrada, esta cadena de oro, y esta calabaza con barro divino. Desciende y da forma al mundoObatalá aceptó con humildad. Se colgó la bolsa al hombro, tomó la calabaza con ambas manos, y descendió por la cadena de oro que colgaba desde el cielo como si fuera una gota de luz y a medida que bajaba, el aire se volvía más denso, más oscuro, más silencioso.Cuando llegó al punto más bajo, arrojó la arena sagrada. La arena se expandió como una isla flotante el agua, formando la primera tierra firme: Ile Ife, el corazón del mundo, la ciudad sagrada, el ombligo del mundoEl viento sopló por primera vez. Las aves cantaron sin haber sido creadas aún y El tiempo comenzó a latir.Obatalá se arrodilló sobre la tierra virgen, Abrio la calabaza y vertió el barro sobre la arena, y con dedos suaves comenzó a moldear figuras humanas. Sus dedos danzaban como ramas en el viento, dando forma a cabezas, torsos, brazos, piernas. Cada figura era única, cada rostro tenía una expresión distinta: alegría, melancolía, asombro.Pero el sol ardía con fuerza, y Obatalá, agotado, decidió descansar bajo una palmera. Allí encontró una vasija con vino de palma que era dulce y embriagador. Bebió un poco… luego otro poco… y otro más. El vino de palma era un elixir que le llenaba todos los sentidos, y pronto Obatalá comenzó a moldear con manos torpes.Las figuras que creó en ese estado eran diferentes: unas tenían piernas más cortas, otras brazos torcidos, algunas rostros desfigurados. Cuando terminó, se tumbó bajo la palmera y cayó en un sueño profundo.Al despertar, vio lo que había hecho. Su corazón se llenó de tristeza, sentía vergüenza —¿Qué he hecho? —dijo—. He fallado en mi tarea. He creado seres incompletos.Subió al cielo por la cadena de oro y se presentó ante Olodumare, con lágrimas en los ojos. —Perdóname. He deshonrado tu encargo.Pero Olodumare no lo reprendió. En cambio, le habló con ternura:—Obatalá, tú no has fallado. Has revelado una verdad profunda: la vida no es perfecta, pero es sagrada. —Los que tú creaste en tu embriaguez no son errores. Son parte del equilibrio. Ellos enseñarán humildad, fortaleza y amor. Ellos también tienen alma, propósito y belleza.—Desde hoy, tú serás el protector de todos los que nacen diferentes. Serás su guía, su consuelo, su fuerza. Y para recordar este momento, nunca más beberás vino. Solo agua fresca será tu ofrenda.Las figuras moldeadas por Obatalá yacían sobre la tierra de Ife, inmóviles, como estatuas dormidas. Pero Olodumare, viendo que la forma estaba lista, envió a Orunmila, el orisha de la sabiduría y el destino, para que les soplara el aliento vital.Orunmila caminó entre los cuerpos de barro, y uno por uno, les susurró palabras antiguas, palabras que no se pronuncian, sino que se sie
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn las tierras de green wood donde los sauces lloraban sobre ríos de niebla había un reino donde la medición del tiempo había sido prohibida por decreto real ya que se decía que aquellos que median los meses y los anos perdían el interés en lo realmente importante. Su vida interna. En dicho reino los días se relacionaban solamente por el color del cielo al atardecer. Los mapas eran dibujados con tinta de luciérnaga para que solamente pudieran durar un corto tiempo y todo tuviera que ser descubierto de nuevo cada día ya que los caminos cambiaban de lugar según el humor de los arboles del bosque. Allí en aquel mundo vivía un joven llamado Sorin y tenía un tgrabajo muy importante. El era el escriba de la abadia y por ello debía siempre estar atento a todo lo que sucedia en la región y dentro de la abadia. Su oficio era copiar manuscritos en la abadía de San eustaquio, pero el alma de sorin tenía un secreto profundo. Dentro de si quería algo más que tinta y pergamino: deseaba cruzar el Umbral. El Umbral era una puerta de piedra negra, oculta en el bosque de los Susurros, que según las leyendas, conectaba el mundo visible con el Reino de las Verdades Olvidadas. Solo podía cruzarla quien respondiera correctamente al Guardián, una criatura que no era bestia ni hombre, sino una pregunta encarnada.Una noche de luna nueva, Sorin robó una lámpara de aceite y partió hacia el bosque. Tras horas de caminar entre árboles que murmuraban su nombre pudo finalmente llegar al lugar más oscuro y profundo del bosque y allí encontró el umbral. Era: una puerta de obsidiana flotante, sostenida por cadenas de luz líquida. Frente a ella, y allí frente a ella un ser extraño y misterioso El guardianl Guardián no tenía forma fija. Era una amalgama de máscaras flotantes, cada una representando una emoción humana. Su voz era como el eco de pensamientos no dichos. A veces parecía un anciano, otras veces un niño, y otras, una sombra sin rostro.. Todo era misterioso y cambiante a medida que cada una de las mascaras reemplazaba la anterior mientras las otras giraban sobre su cabeza como planetas alrededor del sol. —¿Qué buscas, escriba? —preguntó el Guardián, con voz que parecía venir de todas direcciones.—La verdad que se esconde tras las palabras —respondió sorin. Quiero conocer que se esconde detrás de cada una de las historias de los libros que copio. El guardián cambio de nuevo su mascara y dijo Qué es más real, lo que se recuerda o lo que nunca ocurrió pero se sueña cada noche?El joven Sorin recordó la frase que alguna vez su madre le dijo. La verdad eres tu y sus sueñosEl joven respondió. Lo que se sueña con fidelidad es más real que lo que se recuerda con duda.—Entonces dime: ¿qué pesa más, la mentira que salva una vida o la verdad que la condena?Elian dudó. recordó al abad, que decía que la verdad era luz, aunque quemara. Finalmente, respondió:—Pesa más la intención que la palabra. Una mentira que nace del amor es más liviana que una verdad que nace del orgullo.El Guardián se quitó una máscara: la de la duda. Y detrás, no había rostro, sino un espejo.sorin se vio a sí mismo, pero con ojos que no eran suyos: ojos antiguos, como si llevara siglos esperando ese momento.—Has respondido como quien ha vivido más de una vida —dijo el Guardián—. Puedes cruzar.Al cruzar,sorin no encontró oro ni monstruos, sino una biblioteca suspendida en el vacío, donde los libros flotaban como medusas en un océano infinito. Cada tomo tenía una cerradura que solo se abría con una emoción pura: un llanto sincero, una carcajada sin motivo, un miedo sin razón aparent
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez, en la era de los grandes reinos cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y los ríos hablaban en sueños,, vivía el rey Sagara, poderoso y orgulloso. Deseando afirmar su supremacía, ordenó a sus 60,000 hijos que buscaran el caballo robado de un ritual sagrado.Este caballo había sido robado por Indra y llevado a Patala cerca de la ermita de el sabio Kapila. Los hijos de Sagara viajaron hasta la ermita de dicho sabio y rodearon y profanaron el santuario donde el sabio estaba meditando en silencio e ignorante de lo que estaba sucediendo Cuando Kapila abrio los ojos y vio los 60 mil hijos de Sagara alrededor Kapila, . Su mirada era fuego.“La ignorancia es la mayor ofensa,” dijo, y con un solo pensamiento, redujo a cenizas a los 60,000 hijos.Sus almas quedaron atrapadas en el mundo intermedio, sin poder ascender ni reencarnar. El linaje de Sagara quedó maldito.Generaciones después, nació Bhagiratha, último heredero de esa estirpe. No era guerrero ni conquistador, sino un hombre de profunda compasión. Al conocer el destino de sus ancestros, juró liberarlos. Bhagiratha, joven pero sabio, decidió romper el ciclo.Renunció al trono, vistió ropas de corteza, y se retiró a las montañas del Himalaya, donde el cielo toca la tierra donde el aire es delgado y los pensamientos se vuelven claros como cristal.. Allí, entre glaciares y vientos que hablan en lenguas antiguas, meditó durante mil años, inmóvil como una roca, su mente fija en la redención y alimentándose solo de luz y voluntadLos dioses lo observaron. Brahma, el creador, descendió en un rayo de luz.Los dioses lo observaron. Brahma, el creador, se conmovió por su devoción y le ofreció una solución: haría que Ganga, el río celestial que fluía entre las estrellas, descendiera a la tierra para purificar las cenizas de sus ancestros. Pero había un problema:“Si Ganga cae directamente, su fuerza destruirá la tierra. Solo Shiva, el señor de la transformación, puede contenerla.”Bhagiratha comenzó una nueva penitencia, esta vez dirigida a Shiva, el dios que habita en la frontera entre la vida y la muerte. Shiva, con su piel cenicienta y su cabello como raíces cósmicas, meditaba en el monte Kailash. Las plegarias llegaron hasta Shiva quien . Abrió su tercer ojo, y el universo tembló.Con voz profunda y grave el dios dijo “Acepto tu suplica ”, dijo. “Que Ganga caiga sobre mí.”Y así ocurrió. Los cielos se abrieronDesde los reinos celestiales, Ganga, la diosa del río, descendió. , Ganga descendió como una serpiente de luz, una corriente de agua que brillaba con estrellas. Su cuerpo era agua luminosa, su voz era canto, su mirada era compasión. Pero también era orgullosa.“¿Por qué debo descender al mundo de los hombres?”, preguntó. Bhagiratha respondió: “Para liberar a los que sufren. Para unir cielo y tierra.”Ganga aceptó. Cayó como un torrente de estrellas. Pero justo antes de tocar la tierra, Shiva la atrapó en su cabello, enredándola en sus trenzas como quien guarda una flor de una tormenta o un relámpago en una caja de madera.La diosa se agitó, furiosa. Shiva sonrió, y con un gesto, liberó una hebra de su cabello De esa hebra nació el río Ganga, que serpenteó por las montañas, siguió a Bhagiratha por valles y desiertos, hasta llegar al lugar donde yacían las cenizas de sus ancestros. Al tocar la tierra, el agua cantó.y Las almas de aquellos 60000 antepasados de Bhagiratha se elevaron como pájaros, libres al fin.Desde entonces, Ganges es más que un río. Es madre, es diosa, es puente e
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en el centro de las montañas antioqueñas un Pueblo llamado Santa Rosa de Osos donde los habitantes tenia un misterio que cubria a todos ellos. Allí en lo alto de las montañas antioqueñas, donde la neblina baja como un manto espeso al caer la tarde cubriendo las casas con techos de teja roja, mientras las gallinas cruzan las calles empedradas, y los faroles parpadean como si tuvieran miedo de la noche y donde el frio sube siempre acompañado de un manto que cubre el parque principal y la calle que conduce hasta el seminario donde los sacerdotes de la región son educados.Los habitantes viven tranquilos, pero hay una regla que nadie rompe: nadie entra al bosque que por el sendero viejo conduce hasta el pueblo de entrerios Y mucho menos cuando el sol se esconde detrás del cerro tutelar del pueblo. Y No es por superstición, sino por respeto y el miedo a el hojarrasquin del monte aquel ser legendario que todos conocen.Don Efraín era un hombre de manos duras y corazón terco. Leñador de toda la vida, conocía cada árbol por su nombre. Pero también tenía fama de arrogante. Decía que el monte era suyo, que los espíritus eran cuentos de viejas, y que el Hojarasquín no era más que una invención para mantener a los niños obedientes.Una tarde de agosto, cuando el cielo se puso gris como ceniza y el viento dejó de soplar, Don Efraín decidió entrar al bosque por el sendero viejo. Llevaba su machete afilado, una linterna de mano, y un costal para cargar leña. Ignoró las advertencias de doña Lola, la mujer sabia del pueblo que al verlo pasar le dijo con voz temblorosa:—Ese sendero no se pisa sin permiso. El monte tiene memoria, y el Hojarasquín no perdona.Don Efraín se rió, escupió al suelo y se perdió entre los árboles.Además aquella tarde Don Efraín cometio un error aún más grave. Entro al monte por el camino de Riogrande y debido a el afán que tenía para llegar a lo profundo del bosque antes de que el sol se ocultara no dejo ninguna ofrenda en la piedra de los rezos, como todo caminante lo hace, para congraciarse con la virgen para que los proteja o simplemente como señal de humildad ante el hojarrasquin del monte. Apenas entro a el bosque las campanas de la basílica se oyeron sonar llamando a misa o simplemente como una advertencia a Don Efrain que no quería reconocer lo que podía sucederle. Esa noche, el pueblo se quedó sin sueño. Los perros aullaban mirando hacia el monte. Las gallinas no se subieron a dormir. Y en la plaza, el farol del centro parpadeaba como si algo lo soplara desde lejos. Don Efrain no había regresado de su aventura y todos se miraban entre si sin saber que hacer. Nadie se atrevia entrar al bosque ya oscuro y todos sentían que debian esperar el amanecer para iniciar la búsqueda. Durante la noche alguien… un forastero que venia de la ciudad a visitar a su abuela pregunto. Y quien es el hojarrasquin del monte del que ustedes hablan. Todos los allí presentes en la plaza del pueblo lo miraron extranado y Dona Lola con voz baja le contesto. Mijito El hojarrasquin No es hombre ni una bestia, pero tiene algo de los dos. Su cuerpo es como un tronco viejo, cubierto de hojas secas, bejucos y musgo, y sus ojos brillan como brasas cuando se enoja.Nadie sabe de dónde salió, pero nuestros antepasados cuentan que nació del dolor de los árboles talados sin razón, del llanto de los animales cazados por deporte, y del silencio que dejó el río cuando lo contaminaron. El monte, cansado de tanto abuso, lo creó para que lo defendiera. El Hojarasquín no habla, pero se hace entender. Cuando alguien entra al bosque con malas intenciones —a tumbar ár
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez En los albores del mundo, cuando los dioses aún caminaban entre los hombres y el cielo era joven una diosa llamada Eos, que era la diosa del amanecer. Eos Hija de los titanes Hiperión (la luz celestial) y Tea (la visión divina), Eos era una de las deidades más radiantes del panteón griego. Su piel brillaba como el oro pálido del alba, y su cabello fluía como hilos de fuego rosado. Eos era tan bella que Cada mañana, montada en su carro tirado por corceles alados, y abría las puertas del cielo para anunciar la llegada del sol.Pero Eos no era solo una diosa de la luz. Era también una criatura de deseo, de anhelos profundos. Había sido maldecida por Afrodita, la diosa del amor, por haber amado al dios Ares. Como castigo, Afrodita la condenó a enamorarse eternamente de mortales, sabiendo que su amor siempre estaría marcado por la tragedia.Un día, mientras sobrevolaba las colinas de Frigia, Eos vio a un joven príncipe troyano llamado Titono. Estaba solo, tocando la lira bajo un olivo, y su voz era tan dulce como el canto de las aves al amanecer. Su belleza era serena, sin arrogancia, y su alma parecía brillar con una luz propia.Eos descendió del cielo como una brisa perfumada. El aire se volvió cálido, las flores se abrieron a su paso, y el tiempo pareció detenerse. Titono, al verla, cayó de rodillas, no por miedo, sino por asombro ya que nunca había visto un ser más hermonos.. Ella lo tomó de la mano y lo llevó consigo, envuelto en una nube de luz dorada, hasta su palacio en los confines del oriente, donde el día nace.El palacio de Eos era una maravilla más allá de la comprensión humana. Sus muros estaban hechos de nubes doradas, sus jardines flotaban sobre lagos de luz líquida, y las estrellas se apagaban suavemente al tocar sus torres. Allí, Eos y Titono vivieron un amor apasionado y tierno. Ella le enseñó los secretos del cielo, le cantó canciones antiguas, y lo colmó de placeres divinos.Pero Eos, aunque inmortal, no era ajena al miedo. Cada día que pasaba, veía una arruga más en el rostro de Titono, una cana más en su cabello. El tiempo, que no tocaba a los dioses, sí dejaba su huella en los mortales.Desesperada por conservar a su amado, Eos subió al Olimpo y se postró ante Zeus.—Padre de los dioses —suplicó—, concédele a Titono la inmortalidad, para que nunca me sea arrebatado por la muerte.Zeus, conmovido por su amor, accedió. Pero Eos, en su prisa, olvidó pedir la juventud eterna.Al principio, todo parecía perfecto. Pero los años pasaron, y Titono comenzó a envejecer sin cesar. Su cuerpo se encorvó, su voz se volvió temblorosa, sus ojos se nublaron. Eos lo cuidaba con ternura infinita, pero no podía detener la maldición que ella misma había provocado.Titono, inmortal pero cada vez más débil, se convirtió en una sombra de lo que fue. Ya no podía hablar, solo emitir un murmullo constante, como el canto de un insecto al atardecer. Eos, rota por el dolor, pidió a los dioses que lo liberaran de su sufrimiento.Algunas versiones dicen que lo encerró en una cámara dorada, donde vivía como un susurro. Otras, más simbólicas, cuentan que lo transformó en una cigarra, para que pudiera cantar eternamente bajo el sol, su voz un eco del amor que compartieron.Desde entonces, cada amanecer es más que el inicio de un nuevo día. Es el recuerdo de un amor que desafió al tiempo, pero que fue vencido por él. Eos sigue cruzando el cielo cada mañana, su carro iluminando el mundo, mientras el canto de las cigarras acompaña su paso, como un lamento suave y eterno.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pastor humilde que vivía en lidia en lo que hoy es Turquía. Aquel pastor se llamaba Gyges y era reconocido en toda la región como un hombre bueno dedicado únicamente a el cuidado de su rebano de ovejas. Gyges había sido pobre toda su vida pero siempre se decía a si mismo que nada necesitaba más allá de su humilde hogar y las ovejas que el daban la alimentación diaria y la lana para cubrir sus necesitades básicas. Pero Gyges estaba a punto de encontrarse consigo mismo sin saberlo. Una mañana cuando el pastor estaba cuidando a las ovejas se empezó a sentir un trepidar de la tierra. Las ovejas se movían asustadas y todos la tierra donde Gyges estaba parado salto. Gyges cayo al suelo y al pararse bien como delante de si había un gran agujero que se había formado justo allí. Con mucho cuidado se acercó y vio que el agujero era muy profundo y que en el fondo de aquella profundidad había algo que brillaba. Curioso decidio adentrarse en aquel agujero atraído por el brillo de aquel objeto que podía ver reflejado por los rayos de sol de aquel medio día. Con dificultad bajo las escarpadas paredes del agujero y al llegar a la base misma encontró algo que le sorprendió. Un enorme caballo de metal brillante se encontraba frente a sus ojos. El caballo era del tamaño de su humilde hogar y en su torso se veía una puerta entreabierta. Con algo de dificultad Gyges subio hasta la puerta y cruzándola vio un ser gigantesco con forma de hombre. El ser estaba muerto, y al examinarlo vio que tenía entre sus manos una anillo de oro. Gyges tomo el anillo y lo examino. Era un circulo perfecto, sin ninguna marca y con un brillo espectacular. Sabiendo que nadie había allí simplemente se puso el anillo en uno de sus dedos y salió de allí antes de que aquella gruta se cerrara. Al regresar a la superficie Gyges tomo sus pocas pertenencias y arreando las ovejas llego de nuevo a su hogar. Luego partió hacia el pueblo sabiendo que no podría contarle a nadie lo que le había pasado. Allí entro a una taberna y comenzó a departir con sus amigos como usualmente lo hacia. Sin embargo algo sorprendente sucedió. Mientras hablaba movió accidentalmente el anillo haciéndolo girar y de repente noto que sus amigos miraban hacia donde había estado y actuaban como si el no estuviera allí. Se dio cuenta que sus amigos ya no lo veían. Se aparto un poco y moviendo de nuevo el anillo vio como los otros asistentes al bar lo saludaban como si hubiera recién llegado. Se había hecho visible de nuevo. Comprendió lo que había sucedido. Este era un anillo mágico. Si lo movía se hacia invisible y si lo volvía a girar se hacia visible de nuevo. Regresando a su humilde hogar se acostó a analizar lo que le había sucedido y como podría servirle aquello que tenía . Su primer instinto era regresar el anillo a la grieta y olvidarse de ello, pero durante la noche su alma fue modificándose mientras pensaba que podía hacer si permanecía invisible. Gyges había sido siempre un hombre honrado y justo, pero ahora sabía que si nadie lo veía podría actuar sin que nadie se diera cuenta y nadie lo podría juzgar. Y en su ser comenzó a crecer un lucha interna entre el bien y el mal. Al amanecer ya tenía un plan en su mente. Probaría su invisibilidad en el sitio más resguardado de toda la región. En el palacio del Rey de Lidia. Allí habían cientos de guardias siempre atentos, pero quería probar si bajo el influjo de aquel anillo podría recorrer el palacio sin que nadie lo detectara. Y así se lo propuso y salió temprano rumbo al palacio. Al llegar a la puerta de aquel palacio movió el anillo y caminando entre los guardias de la puerta principal pudo entrar sin ningún problema ya
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la Cantabria de lo que hoy es espana un apacible pueblo llamado Liergarnes, este pueblo enclavado entre las montañas y que es bañado por el río Miera recuerda a que hace muchos siglos , vivía una familia trabajadora. Ellos eran Francisco de la Vega y María de Casar, quienes tenían cuatro hijos a los que estaban criando con todas las normas católicas que el tiempo ofrecia. Uno de los hijos se llamaba Francisco y se dice que era un joven de carácter tranquilo, pero algo distraído, pero sin duda era fuerte y sano. La desgracia llevo a que el padre muriera a temprana edad y así Su madre, al quedar viuda, decidió envia a Francisco a Bilbao para que aprendiera el oficio de carpintero, con la esperanza de que tuviera un futuro mejor Eran los anos de 1674 y en esas épocas ser carpintero era una ocupación noble y muy importante lo que le aseguraba un buen futuro., Resulta que Francisco establecido en Bilbao decidio convocar a algunos amigos para que se fueran a nadar al río Nervión .que cruza la ciudad de Bilbao. En la víspera de San Juan, una noche cargada de simbolismo mágico y supersticiones Con gran arrojo Francisco no lo pensó dos veces y de buenas a primeras se Se lanzó al agua dejando atrás a sus amigos y dicen las crónicas de ese tiempo que sus amigos pese a que esperaron y esperaron en la orilla no vieron salir a su compañero Francisco y ellos aseguraron que el nunca salió de allí. Simplemente desapareció. Todos asumieron que La corriente lo arrastró, y aunque lo buscaron intensamente, no hubo rastro. Se pensó que había muerto ahogado y llegando a lierganes le contaron la mala nueva a su madre que desconsolada, lo lloró como perdido para siempre.Pasaron Cinco años y en 1679, comenzaron a circular rumores extraños. En las costas del Canal de la Mancha, en Dinamarca, y finalmente en Cádiz, marineros y pescadores afirmaban haber visto a un ser humanoide nadando con increíble agilidad. Tenía aspecto de hombre, pero su piel parecía cubierta de escamas, y sus movimientos eran más de pez que de persona. Todos en estos lugares pensaron que no eran más que habladurías y cuentos de pescadores que como es sabido les gusta hablar de más y exagerar las historias cuando están tomando en los bares del puerto. Pero para sorpresa de todos unos pescadores en Cadiz tirando y recogiendo las redes alcanzaron a ver un ser que realmente tenía forma de hombre pero nadaba como pez, además siempre se escondia detrás de las redes y trataba de liberar a los peces que eran atrapadas .Los pescadores de Cadiz cansados de este juego decidieron capturarlo y tirando trozos de pan fueron acercándolo a la embarcación para finalmente tirarle encima las redes de pesca. Allí lo atraparon y para su asombro era ciertamente un hombre que poseía escamas y una piel como la de un ser del agua, tenía en sus manos y pies membranas que unian sus dedos y parecía capaz de respiran bajo el agua Lo sacaron del agua, lo pusieron en la barca y Lo llevaron al convento de San Francisco, donde los frailes intentaron comunicarse con él. El ser no hablaba, no comía más que pescado crudo, y parecía vivir en un estado de semiinconsciencia. los frailes intentaron arrancarle los espíritus malignos que pudieran estar poseyéndole, pero lo único que consiguieron sacarle fue una palabra tras varios días de intentos : “Liérganes”.Nadie en Cádiz conocía ese nombre, pero un hombre de la región de La Montaña (nombre el conocían en aquellas épocas a Cantabria) reconoció el topónimo. Tras llevar noticias al pueblo y preguntar si había tenido lugar alg
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez, en un tiempo muy antiguo, un mundo completamente distinto al que conocemos hoy. En aquella Tierra reinaba una paz verdadera. Los dioses y diosas de las selvas, seres sabios y poderosos, cuidaban con amor a los hombres. No solo los protegían, sino que también creaban todo lo necesario para que su vida fuera hermosa y plena.A estos dioses les encantaba transformarse en humanos. Lo hacían para caminar entre los indios, enseñarles, compartir con ellos y disfrutar de su compañía. Era su forma de mostrar cariño y de mantener el equilibrio entre el cielo y la Tierra.Una noche serena, la Luna —a quien los guaraníes llaman Yasi, su diosa protectora— decidió pasear por el cielo. Desde lo alto, contemplaba el sueño profundo del bosque. Las aguas se deslizaban en silencio, los árboles dormían, y la montaña vestía su manto azul de noche.Yasi se deleitaba con la belleza de la selva. Sus rayos plateados iluminaban los ríos, que brillaban como espejos encantados. Las arenas resplandecían como si fueran polvo de estrellas, y los arbustos parecían joyas de plata dormida. Todo respiraba una calma mágica, como si el mundo entero estuviera soñando con ella.La selva dormía profundamente, envuelta en el suave manto de la noche. Los animalitos del bosque, agotados tras un día de actividad, descansaban en sus escondites secretos. Durante las horas en que el Sol recorría los senderos del cielo, cada criatura tenía una misión que cumplir. Algunos debían recolectar frutos, otros construir nidos, y no faltaban quienes debían cuidar a los más pequeños o vigilar los caminos. Buscar el sustento diario no siempre era fácil, y muchos tenían que ingeniárselas con astucia y paciencia para lograrlo.En ese momento de calma, la Luna —la diosa Yasi— seguía su camino por el cielo, ya más allá de la mitad de su recorrido nocturno. Su luz plateada acariciaba las copas de los árboles y hacía brillar los ríos como si fueran hilos de cristal.De pronto, una pequeña nube se acercó flotando suavemente. Era Araí, a quien los guaraníes llaman “pequeño cielo”.—¡Hola, Yasi! —saludó la nube con alegría. —¡Hola, Araí! —respondió la Luna con una sonrisa luminosa—. ¿Qué haces a estas horas por los caminos del cielo?—Debo ir al otro lado del bosque, y como pronto amanecerá, he preferido caminar ahora. No me gusta encontrarme con el Sol. Siempre me deslumbra con su brillo y a veces me hace perder el rumbo.—Está bien, dijo Yasi con dulzura. —Si quieres, te acompaño. Cuando el Sol despierte y comience su viaje, ya estaremos casi al otro lado. Y si nos damos prisa, incluso podremos pasear un rato por allá.—¿Y cómo lo haremos? —preguntó Araí, intrigada.—Muy sencillo —respondió Yasi con picardía—. ¡Nos convertiremos en dos indias!Los ojos de Araí brillaron de emoción.—¡Qué divertido! Nunca he hecho eso. ¡Me encantaría!—Entonces no hay nada más que hablar. ¡Vamos! —exclamó Yasi.Y así, entre risas y destellos de magia, la Luna y la pequeña nube descendieron del cielo, dispuestas a vivir una aventura entre los hombres, con el corazón lleno de alegría y el espíritu de la selva guiando sus pasos.Cuando el Sol hizo su aparición, las sombras de la noche se desvanecieron como si nunca hubieran existido. Sus rayos dorados comenzaron a deslizarse entre las ramas de los árboles, iluminando cada rincón de la selva con su luz cálida y poderosa. El calor, su fiel compañero, salió también de su escondite, extendiéndose por la tierra húmeda, despertando a la vida que dormitaba bajo el rocío.La humed
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez En una ciudad lejana de un país muy lejano, tres hombres que venían de tres lugares diferentes de la Tierra, de pronto en el cruce de tres caminos llegaron al mismo tiempo y se encontraron una moneda de cobre. Primero pensaron en repartírsela en partes iguales, pero uno de ellos observó:-¿Repartir una moneda de cobre? ¡Sería una lástima! Ya que no valdría para nada lo que obtengamos de ella más bien Demosla a aquel de nosotros que sepa decir la mentira más gorda.Los otros dos aceptaron y él comenzó, entonces, a contar su historia. Hela aquí:-Mi tío es guardián de una mezquita. Ayer fui a reunirme con él porque necesitaba decirme algo y ¿qué pensáis que ocurrió? En cuanto nos fuimos a dormir mi tio y yo , se levantó una ventisca que sopló y resoplo cada vez más fuerte hasta que se transformó en un terrible ventarrón casi un huracan. Tan terrible era este viento que, en un momento determinado, toda la ciudad se elevo por los aires , toda la ciudad con sus mezquitas, sus casas, los jardines, las palmeras, las caravanas de camellos y hasta la tierra en la que estaba la ciudad y solamente dejo caer las casas muchos kilómetros lejos de allí. Despertamos por la mañana en nuestra casa y nadie se dio cuenta de nada. Pero yo subí a la torre más alta de la mezquita y, mirando a mi alrededor desde una distancia de varios kilómetros, divisé esta moneda en el cruce de estos 3 caminos así que . He venido aquí a propósito para recogerla ya que ciertamente esta en mi destino que sea mia. -De ninguna manera -dijo el segundo extranjero. Has contado una mentira muy gorda, pero la mía lo es más aún.- Veréis, mi abuelo vive en una pequeña aldea costera, donde el mar canta todo el día y las redes de pesca cuelgan como banderas al viento. Es un hombre sabio, de barba blanca y manos curtidas por la sal. Ayer fui a visitarlo, como suelo hacer de vez en cuando, y lo encontré en su cabaña de madera, justo al borde del agua.Pero esta vez, algo era distinto. La casa estaba impecable: el suelo relucía, las ollas brillaban, y un delicioso aroma a especias flotaba en el aire. Me sorprendí, porque mi abuelo nunca ha sido muy ordenado. Le pregunté qué había pasado, y con una sonrisa traviesa me dijo:—Tengo una nueva criada.—¿Una criada? —pregunté, extrañado.—Sí —respondió—. La pesqué hace diez días.Y entonces, de la cocina, salió nadando en el aire —como si el agua invisible del mar la envolviera— un pez plateado, con escamas que brillaban como espejos al sol. Tenía ojos grandes y expresivos, y se movía con una gracia que parecía casi humana.—¿Ese es… tu criada? —balbuceé.—¡Claro! —dijo mi abuelo, orgulloso—. La he amaestrado. Barre el suelo con su cola, friega los platos con sus aletas, cocina mejor que cualquier chef, y hasta va al mercado. La gente ya se ha acostumbrado a verla nadar por las calles con una cesta en la boca.No podía creer lo que veía. Pero lo más increíble vino después. Tras una jornada de pesca, regresamos a casa y encontramos la mesa puesta con una comida exquisita: arroz con azafrán, pescado al limón (¡no de su especie, por supuesto!), pan recién horneado y dátiles rellenos de nueces.Después de comer, el pez subió a la terraza de la casa, donde mi abuelo tiende sus redes. Desde allí, con su aguda vista marina, divisó a varios kilómetros de distancia esta ciudad y una pequeña moneda de cobre en el suelo.Bajó nadando por el aire y me dijo con voz burbujeante:—He visto algo brillante en el cruce de tres caminos. Es una moneda de cobre. Ve y cógela. Puede que te sirva para algo.Y así fue como emprendí el viaje. He ven
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn la antigua ciudad de El Cairo, donde las calles bullían de comerciantes, mendigos, sabios y charlatanes, vivía un cadí —un juez— que era la vergüenza de toda la ciudad. No había justicia que no se pudiera comprar con unas monedas, ni sentencia que no se pudiera torcer con un buen soborno. Era un hombre sin escrúpulos, hábil en el arte de la trampa y la mentira.Su fama de corrupto llegó tan lejos que un día fue destituido de su cargo. Sin el poder del tribunal, y sin ninguna intención de trabajar honestamente, se encontró en la miseria. Solo le quedaba un esclavo: Mubárik, un pícaro de lengua afilada y mente rápida, tan tramposo como su amo.Un día, desesperado por conseguir dinero, el cadí le dijo a Mubárik:—Sal a la calle y busca a alguien que necesite resolver un pleito. Aún hay quienes no saben que ya no soy juez. ¡Podemos sacarles unas monedas!Mubárik, que ya había hecho ese tipo de encargos, ideó un plan: provocaría a alguien rico, fingiría ser la víctima y lo llevaría ante su amo para sacarle dinero. Vio venir a un caballero elegante, apoyado en su bastón, y le hizo una zancadilla. El hombre cayó en un charco de barro. Furioso, se levantó, pero al reconocer a Mubárik como esclavo del cadí, prefirió evitar problemas.—¡Así Alá ahuyente a Satán! —murmuró, y se marchó.Mubárik comprendió que su plan no funcionaría: los que sabían que el cadí ya no era juez no caerían, y los que no lo sabían, le temerían. Mientras pensaba en otra trampa, vio pasar a un criado con una fuente en la cabeza. Llevaba un pato relleno, adornado con berenjenas, tomates y pepinillos. En aquella época, muchos no tenían horno en casa y llevaban su comida a hornear a panaderías.El criado dejó la fuente en el horno y dijo que volvería en una hora. Mubárik, que no podía quitarle los ojos al pato, se acercó al hornero y le dijo:—Entrégame ese pato. Es de mi amo.-¡Pero ese pato no es de tu amo! -dijo el hornero, que lo conocía bien.-¡Cómo que no! -se indignó Mubárik. Si yo mismo crié a su madre pata, la vi poner el huevo, contemplé como mi patito rompía el cascarón y lo cebé hasta que estuvo lo bastante grande. ¡Yo mismo lo sacrifiqué y lo rellené y lo adorné con verduras!-Por Alá que me has convencido -dijo el dueño del horno. Pero ¿qué le digo a la persona que me lo trajo cuando lo venga a buscar?-No vendrá -aseguró muy suelto Mubárik. Es uno de nuestros criados y ahora está haciendo otro encargo. Por eso me han enviado a mí. Quien te trajo el pato es un hombre muy bromista, siempre dispuesto a reírse. Si llegara a venir, (por error, claro) le dirás que al meter la fuente en el horno, el pato dio un salto y graznando como loco se echó a volar y se escapó. ¡Ya verás cómo se divierte!El dueño del horno no podía parar de reírse con la broma de Mubárik. Sacó el pato, que ya estaba bien dorado, y se lo entregó sin dudar. ¡Qué banquete se dieron Mubárik y su amo con tan delicioso platillo!Entretanto, el hombre que había entregado la fuente no tardó en volver a buscarlo. Y cuando escuchó la historia de que el pato se había escapado volando, no le hizo ni pizca de gracia. Estaba furioso, acusó al dueño del horno de ladrón y palabra va, palabra viene, terminaron a golpes.La situación se ponía cada vez más interesante y rápidamente se formó un corrillo de curiosos que no querían perderse la pelea. Entre ellos había una mujer embarazada. El dueño del horno tomó impulso para pegarle a su rival, el criado lo esquivó y la pobre mujer terminó recibiendo un puñetazo en pleno vientre.Algún comedido corrió a contarle a su marido lo que había pasado. El hombre tomó un g
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comErase una vez una familia muy pobre, compuesta por los padres, Florencio y Amaranta, y por sus dos hijos, Florencito y Amarantita. Tenía tal necesidad la familia, que todas las mañanas se veía obligado el buen Florencio a ir hasta el matadero para comprar a muy bajo precio las tripas de las reses allí sacrificadas. A la postre, y dada la destreza culinaria de Amaranta, las tripas se convertían en un alimento de grato sabor.Tenían una vecina, llamada Mariquita, que un día se dirigió a la choza de Florencio y Amaranta para pedirles un poco de sal. Al ver a Amaranta guisando aquellas repugnantes tripas, le dijo:-Las compra Florencio en el matadero que hay cerca del cemen-terio, ¿verdad?-Así es -respondió Amaranta.Entonces Mariquita les contó que aquellas tripas no eran de animales, sino de fantasmas.-¡Qué cosas dices! -exclamó el buen Florencio echándose a reír.-Es verdad -insistió Mariquita. El cura es el que hace eso; es un brujo.Poco después murió Mariquita.Una mañana en la que Florencio iba al matadero, vio venir hacia él una manada de toros. Cuando llegaron a su altura, oyó algo en extremo curioso: un toro le preguntaba a otro, en el idioma de los cristiapos, si era la primera vez que iba al matadero. El toro preguntado respondió que no; que era la tercera vez que lo mataban.Al poco rato vio pasar a una hermosa vaca, de cuyos ojos brotaban abundantes lágrimas que resbalaban por su hocico, y que lanzaba suspiros de mujer atribulada.Florencio se dirigió a ella y le preguntó qué le sucedía. La vaca contestó que lloraba porque estaba muerta.-¿No me conoces? -dijo. Soy Mariquita. He muerto por contaros que el cura convierte a la gente en 'reses.Entonces contó a Florencio cómo el cura, todas las noches, iba al camposanto y mediante un extraño poder que tenía convertía a los muertos en ganado, los llevaba al matadero y se enriquecía así vendiendo su carne.En cuanto llegó a su choza, Florencio contó a su Amaranta la conversación que tuviese con la vaca. Amaranta creyó todo aquello; mas como Florencio no terminara de creérselo, decidió ir a preguntárselo en persona al cura. A pesar de la oposición de ella, no cejó en su empeño.Al día siguiente, muy temprano, se encaminó a la iglesia en busca del cura. Amaranta le siguió hasta la puerta.El cura le recibió muy bien y le preguntó por el motivo de su visita.-¿Es verdad que usted convierte a los muertos en reses? -le preguntó el buen Florencio.El cura aseguró que aquello era una patraña. Luego trató de sonsacar a Florencio quién le había dicho semejante cosa. Al enterarse de que había sido la difunta Mariquita, frunció el ceño.Luego preguntó a Florencio si había comentado con alguien aquella falsa historia.-Sólo con mi Amaranta -dijo el buen hombre.Aquello supuso el fin del infeliz Florencio. Amaranta esperó mucho rato a la puerta de la iglesia, sin que su marido apareciese. Al cabo de un tiempo, vio a un precioso toro negro con manchas blancas en el rabo y en el pecho que salía de la iglesia y que se alejaba. Cansada de esperar, volvió a su casa. Florencio no regresó. Todos creyeron que había muerto y la gente empezó a llamar a su esposa la viuda Amaranta.Ella se tuvo que poner a trabajar para sacar adelante a sus hijos. Por ayudar a la recolección a sus vecinos, recibía algún dinero y con eso vivía.Una mañana, en la que se hallaba segando en el campo, se le acercó un hombre muy hermoso. Amaranta sintió gran extrañeza por aquella súbita presenpia de hombre tan bello.-Dedícate a tejer cintas -dijo el extraño, y también cinturones y fajas, que ya verá
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn un rincón verde y encantado del mundo, vivía un joven llamado Mateo. Tenía el cabello como el trigo al sol, una sonrisa que derretía corazones y un alma tan generosa que hasta los animales del bosque lo saludaban con cariño.Un día, con su hacha al hombro y una canción en los labios, Mateo se adentró en el bosque a cortar leña. Pero no había avanzado mucho cuando escuchó un "croac... croac..." muy débil. Se asomó a un hoyo y encontró a tres sapos completamente deshidratados, como si fueran pasas con patas.—¡Pobrecillos! —exclamó Mateo—. ¡El sol casi los convierte en pasasSin pensarlo, buscó hojas grandes y frescas, y los cubrió con cuidado, como si fueran bebés verdes. Luego, siguió su camino, sin saber que acababa de cambiar su destino.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez al inicio de los tiempos, una Tierra que aún estaba aprendiendo a respirar, los árboles eran jóvenes, los ríos cantaban canciones nuevas y el cielo no tenía luna. En ese tiempo mágico, los seres que hoy forman parte del cuerpo humano vivían como amigos separados.El Brazo era fuerte y valiente. Le encantaba lanzar flechas, trepar árboles y construir cosas con ramas y piedras.El Pie era rápido y curioso. Corría por los campos, saltaba sobre los ríos y exploraba cada rincón del mundo.La nariz iba saltando de ser en ser experimentando el olor de todos los elementos de la creación. Y la Boca era alegre y sabia. Sabía contar historias, cantar canciones y hacer reír a todos con sus palabras dulces.Los cuatro eran inseparables. Iban juntos a todas partes, compartían frutas, aventuras y secretos. Pero, aunque se querían, el Brazo a veces sentía celos de la boca. Pensaba: "¿Por qué todos escuchan a la Boca? ¿Por qué todos la admiran por hablar, si yo soy el que trabaja y caza?" Un día, mientras paseaban por un bosque lleno de mariposas, llegaron a una charca muy extraña. El agua era tan quieta que parecía un espejo. No había ranas, ni peces saltando, ni pájaros cantando cerca. Todo estaba en silencio.El Pie se detuvo y dijo:—He oído que esta charca es mágica… pero peligrosa. Dicen que quien entra en ella, nunca vuelve.La Boca se acercó al borde y, de pronto, vio algo moverse bajo el agua. ¡Era un pez dorado! Sus escamas brillaban como el sol.—¡Qué hermoso! —exclamó—. Quiero atraparlo.Como no tenía arco ni flechas, le pidió al Brazo que le prestara los suyos. El Brazo, con una sonrisa que escondía un pensamiento oscuro, se los dio.La Boca apuntó… ¡y disparó! Pero la flecha falló y se hundió en el agua.—¡Oh no! Perdí tu flecha —dijo la Boca, preocupada.El Brazo frunció el ceño.—Entonces entra y búscala.—¿Qué? ¡Pero sabes que esta charca es peligrosa!—No me importa. Quiero mi flecha., no tus disculpas. Quiero Mi flecha.La Boca, asustada, pidió ir a su casa para hablar con su madre. El Brazo aceptó, pero solo por un momento. En la aldea, la familia de la Boca preparó regalos: collares de semillas, frutas dulces, telas tejidas con amor. Fueron a casa del Brazo y se arrodillaron.—Perdónanos. Te daremos todo esto por tu flecha.Pero el Brazo no aceptó nada. Solo quería que la Boca entrara en la charca.La Boca, con el corazón latiendo fuerte, miró a su madre. Ella la abrazó y le dijo:—Eres valiente. Haz lo correcto, pero cuídate.Y así, la Boca se despidió y caminó sola hacia la charca. La Boca se sumergió. El agua estaba fría y oscura, pero ella no se detuvo. Bajó y bajó y el agua enpezo a entrar en su cuerpo de boca… hasta que, de pronto, todo cambió.¡Había llegado a una aldea mágica bajo el agua! Las casas eran de conchas, las calles de arena brillante, y en el cielo submarino flotaban luces suaves como luciérnagas y curiosamente allí el agua no la ahogaba.Un demonio viejo, con barba de algas y ojos como faroles, la esperaba.—¿Qué haces aquí, pequeña?—Perdí una flecha. Vine a buscarla.El demonio la miró con sorpresa. Nadie había hablado con tanta sinceridad antes.—Eres valiente. Puedes ir a esa casa. Allí está tu flecha… y otras cosas hermosas. Elige lo que quieras.La Boca entró y vio muchas luces flotando como globos. Eran redondas, suaves, y cada una brillaba con una luz distinta de diferentes colores. Una de ellas, pequeña y plateada, le pareció especial.Tomó la
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez En un rincón remoto de la costa ártica, donde el hielo se extiende hasta el horizonte y el viento canta canciones antiguas entre los témpanos, una anciana inuit con su nieto, Kautaluk. El muchacho era huérfano: sus padres habían muerto en una tormenta de nieve, y desde entonces, solo el calor del cuerpo de su abuela lo protegía de las noches heladas.Vivían en un pequeño iglú, construido con esfuerzo y amor, pero sin pieles para abrigarse ni carne para alimentarse. A veces, los vecinos más compasivos les dejaban un trozo de grasa o un poco de pescado seco. Pero la mayoría del tiempo, Kautaluk y su abuela sobrevivían con lo que otros desechaban.Kautaluk era menudo, de mirada profunda y silenciosa. Algunos lo respetaban por su dignidad, pero muchos lo despreciaban por su debilidad. Los niños lo empujaban, los adultos lo ignoraban. A veces, cuando entraba en un iglú, alguien lo levantaba del suelo tirándole de la nariz, como si fuera un muñeco. El dolor físico era fuerte, pero el desprecio dolía más.Una noche, tras regresar con el rostro enrojecido por las lágrimas y el frío, Kautaluk se acurrucó junto a su abuela. El silencio era absoluto. Entonces, una luz suave llenó el iglú. Una figura alta, envuelta en pieles de luz, apareció ante él: el Gran Espíritu de la Tierra.—Kautaluk —dijo con voz como el crujido del hielo—, has soportado el dolor con humildad. Esta noche te doy un regalo: la fuerza de los glaciares, la voluntad del viento. Úsala con sabiduría.Y desapareció.Kautaluk no dijo nada. Esa misma noche, salió al exterior. El cielo estaba despejado, las estrellas titilaban como brasas. Caminó hasta donde yacían las piedras más grandes del campamento. Una a una, las levantó con facilidad y las arrojó contra los iglús de quienes lo habían humillado. Luego encontró un tronco gigantesco, arrastrado por el mar, y lo colocó frente a la entrada del iglú de su peor enemigo.Al amanecer, el poblado despertó en confusión. Nadie podía entender cómo habían llegado allí esas rocas y ese árbol. “¡Ningún ser humano podría haber hecho esto!”, murmuraban.Kautaluk solo observaba, en silencio.Días después, el Gran Espíritu volvió a visitarlo en sueños:—Pronto vendrá una osa blanca con sus dos crías. Sus pieles os darán calor.Y así fue. Una mañana, una osa y sus cachorros fueron avistados en el hielo. Los cazadores corrieron con sus lanzas. Kautaluk, con las botas de su abuela, los siguió. Pronto los adelantó. Los hombres se burlaban:—“¡Ese pobre huérfano! ¡Lo van a devorar!”Pero Kautaluk no se detuvo. Con una fuerza sobrehumana, agarró a los osos por las patas y los golpeó contra el hielo. Murieron al instante. Los cargó sobre sus hombros y los llevó al iglú de su abuela. Los cazadores, atónitos, lo siguieron.—Aquí hay comida para todos —dijo Kautaluk—, pero primero quitad las pieles. Mi abuela y yo haremos sacos de dormir.Los hombres obedecieron sin rechistar. Luego, Kautaluk repartió la carne entre todos. Por primera vez, fue invitado a cada iglú. Le ofrecieron los mejores trozos, pero él, con humildad, pidió solo los más duros, los que siempre había comido.Con el tiempo, Kautaluk deseó formar su propio hogar. Se enamoró de la hija de su peor perseguidor. Para asegurarse de que nadie volviera a humillarlo, hizo una última demostración de poder: colocó árboles gigantes contra los iglús de todos los que lo habían maltratado. Si se movían, serían aplastados.El miedo se apoderó del poblado. Pero Kautaluk, con calma, retiró los árboles uno por uno.—No quiero venganza —dijo—. Solo justicia.A los
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez un camionero llamado elias que conducia por la ruta 5 de chile Era una noche sin luna cuando Elías Llevaba horas sin ver un alma, y el cansancio comenzaba a nublarle la vista. La ruta 5 es posiblemente la más importante de chile ya que atrevieza todo chile a lo largo. Son 3400 kilometros cruzando desde el sur de chile hasta las frontera con peru y Bolivia. Elias era un camionero ya curtido y había recorrido muchas veces esta ruta pero este día estaba especialmente cansado. De pronto, una bruma espesa descendió del cielo, cubriendo el camino. Al atravesarla, Elías vio algo imposible: una ciudad resplandeciente en medio del desierto. Pese a haber recorrido muchas veces esta ruta no recordaba esta ciudad y estaba absolutamente seguro de que seguía la ruta 5 como marcaban todas las señales de la carretera. Sin embargo esta ciudad estaba allí. Las calles estaban empedradas con piedras que brillaban como estrellas. Las casas, de arquitectura antigua, parecían sacadas de un cuento. Había música en el aire, risas, aromas de pan recién horneado y flores que no deberían crecer en ese lugar. Un cartel de hierro forjado colgaba sobre la entrada: "Bienvenido a Tololo Pampa".Elías, incrédulo, fue recibido por una mujer de ojos dorados y voz suave. “Has llegado en el momento justo”, le dijo. “Hoy celebramos el Festival de la Niebla”. Lo llevaron a una plaza donde danzaban figuras vestidas con trajes de siglos pasados. Comió, bebió, y rió como no lo hacía desde joven. Una joven de piel luminosa, que se presentó como Tololo, lo tomó de la mano y le mostró la ciudad. “Este lugar vive entre los sueños y el olvido”, le susurró. “Solo aparece cuando el mundo lo necesita”. Después de danzar y comer como nunca lo había hecho la mujer de nuevo lo tomo por la mano y lo llevo a una posada bien organizada y confortable y con olor a madera perfumada. Pero al despertar, Elias no entendía que había pasado. No se encontraba en ninguna posada y solo estaba en el desierto rodeado de soledad. todo había desaparecido. No había ciudad, ni calles, ni música. Solo el desierto, inmenso y silencioso. A su lado, sobre la arena, descansaba una pequeña caja de madera tallada con símbolos extraños. Dentro, una piedra que brillaba con la misma luz que las calles de la ciudad. Y a lo lejos ve caminado un gigantesco minero que se aleja de allí acompañado de aquella bella joven que lo había recibido la noche anterior. Extranado Elias continuo su viaje hasta la ciudad de Copiapo que se encontraba a menos de 50 kilometros de allí y al entrar se dirigió a un bar. Allí comento su experiencia del día anterior y todos en el bar lo tildaron de loco. Pero un señor de mucha edad se acercó a el y le dijo. Hijo mio has estado en Tololo Pampa. Ese pueblo existio hace muchos anos y desaparecio con todos sus habitantes en un aluvión de la montana .Mi abuelo me contó sobre ella y te puedo asegurar que solo se aparece a los viajeros de vez en cuando. El minero que viste se llama pata larga y es el guardián de la princesa Tololo pampa que da origen al nombre del pueblo fantasma. La leyenda dice que si alguien ve a Patalarga tendrá buena fortuna por el resto de la vida. Dicen que Tololo Pampa volverá a aparecer. Por ahora Muchos viajeros, mineros y habitantes del norte de Chile aseguran haber vivido esta experiencia. Algunos lo ven como un mito, otros como una advertencia, y unos pocos como una bendición. Lo cierto es que la leyenda sigue viva, transmitida de generación en generación, alimentando el misterio de un pueblo que aparece solo cuando el destino lo permite. En cuanto a Elias
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en Mongolia rey llamado Yerteger que se encontraba furiosos porque pese a que quería un pájaro ninguno de sus guardias y servidores había podido traer al palacio dicho pájaro maravilloso y a todos los que regresaban con las manos vacias los mandaba a asotar. Lo más sorprendente del pájaro era que no se ocultaba ni huía. Todos sabían exactamente dónde se encontraba. El camino para llegar a él no era sencillo, pero tampoco imposible. Consistía en ascender hasta la cima de una alta montaña. Allí, posado en la rama de un majestuoso pino, el pájaro cantaba y gorjeaba alegremente. Además, tenía la capacidad de hablar. No era la rapidez de sus alas lo que hacía tan difícil atraparlo, sino su extraordinaria inteligencia. Tantos habían intentado capturarlo que habían terminado por abrir un sendero en la vegetación de la montaña. El rey era joven y valiente.-No volveré a enviar a nadie -dijo a sus cortesanos. Estoy harto de escuchar excusas. Esta vez iré yo mismo a buscar ese famoso pájaro. Montando uno de sus mejores caballos, especialmente entrenado para trepar por los senderos montañosos, el rey llegó sin dificultad hasta el majestuoso pino milenario. El pájaro imposible no hizo el menor intento de escapar. Al contrario, se posó voluntariamente sobre el hombro de Su Majestad, quien se llenó de alegría al ver que lo había conseguido con tanta facilidad. -Muy respetado rey -dijo entonces el pájaro. Me has atrapado fácilmente. Y podrás llevarme a tu palacio sin dificultad, con tal de que cumplas una condición. Por el camino no debes hablar, ni suspirar, ni lanzar exclamaciones. l rey le pareció que cumplir con esa condición sería muy sencillo. Así que ambos comenzaron el descenso de la montaña. Durante el trayecto, el pájaro imposible empezó a narrar un cuento: Cuentan los que saben que en un país distante vivía un cazador junto a su madre y su fiel perro. Un día, mientras cazaba con su perro, se encontró con una carreta varada en el camino debido a un eje roto. Su dueño estaba muy preocupado, ya que el vehículo estaba cargado de joyas y monedas de oro y plata. No podía alejarse en busca de ayuda porque temía que alguien le robara sus valiosas pertenencias. —Usted parece una persona honesta —le dijo el dueño de la carreta al cazador—. Por favor, quédese aquí cuidando mi carreta mientras voy a la aldea a buscar a alguien que me ayude a repararla.El cazador aceptó y se quedó esperando junto a su perro. Sin embargo, las horas pasaban y empezaba a anochecer, pero el dueño de la carreta no regresaba. La madre del cazador era mayor y estaba enferma, por lo que el cazador tenía que volver para prepararle la comida.—Quédate aquí. No dejes que nadie se lleve ni una sola moneda —le dijo al perro—. ¡Y no te muevas hasta que yo vuelva!El perro, fiel y excelente guardián, cuidó de que el buey que arrastraba la carreta no se moviera del lugar y estuvo dando vueltas alrededor del vehículo durante horas, sin permitir que nadie se acercara.Mientras tanto, el dueño de la carreta, después de recorrer varias aldeas, finalmente encontró a alguien capaz de repararla. Cuando regresó, ya era de noche. Al ver al buen perro, se dio cuenta de que era un animal único. Muy agradecido, le puso unas cuantas monedas de plata en la boca para que se las llevara al cazador.El perro volvió alegremente a su casa y dejó las monedas a los pies de su amo. Pero el cazador se enfureció.—¡Te dije que cuidaras la carreta! ¡Y en lugar de eso, tú mismo has robado estas monedas! ¡Ahora verás!Tomando un palo, le dio al pobre animal una tremenda paliza
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una ve en la antigua Persia un sha, conocido por su curiosidad y deseo de rodearse de sabiduría pero igualmente por su impulsividad y su capacidad de crear dolor y sufrimiento a aquellos que le aconsejaban., Este rey se entero que el sabio Nasrudín estaba viajando por el país. Nasrudín era famoso por sus enseñanzas y su capacidad para transmitir profundas verdades de manera sencilla y a menudo humorística. Siendo el sha un hombre culto Decidio que era importante tenerlo en su corte, por lo que dio la orden a sus exploradores para que lo localizaran y lo trajeran al palacio a la menor brevedad.Los exploradores obedientes salieron del palacio y empezaron a recorrer el pais. Durante varios meses fueron de pueblo en pueblo y de región en región , buscando al santo en mercados, parques y caminos. Finalmente, encontraron a Nasrudín sentado plácidamente en un pequeño parque durmiendo a la sombra de una fuente de agua. Cumpliendo lo ordenado tomaron al sabio y lo llevaron al esplendor del palacio del sha. Nasrudín fue alojado en habitaciones lujosas, con todas las comodidades que el palacio podía ofrecer, su habitación era mucho más grande que cualquiera de las posadas donde hubiera estado en toda su vida.Cuando El sha fue informado de que el Sabio estaba ya en palacio y , ansioso por escuchar las palabras del sabio santo no podía aguantar más la espera y finalmente , visitó las habitaciones de Nasrudín. Al entrar vio al sabio sentado en su cama y Con gran reverencia y curiosidad se acercoa el y le preguntó:—Dime, oh santo venerado, ¿Tu que has orado y pedido con gran humildad a nuestro dios qué palabras has escuchado de labios de Alá?Nasrudín, con una sonrisa enigmática y una mirada tranquila, respondió:—Mucho he escuchado en mi vida directamente de Ala y todas y cada una de sus palabras las tengo grebadas en mi alma pero se también que Solo las últimas serán de interés para vos, alteza. Alá acaba de susurrarme algo al oído.El sha, intrigado y deseoso de conocer la revelación, preguntó con urgencia:—¿Qué te ha dicho nuestro Dios?Nasrudín, manteniendo su serenidad, contestó:—Acaba de decirme que la prudencia y la sabiduría en el h abla son esenciales para alcazar la paz y la felicidad. Por lo tanto me aconsejo que tenga cuidado con lo que te digo, para poder quedarme en el Paraíso que Él ha encontrado hoy para mí.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una mujer llamada Brigida de Kildare nacida en el siglo V en irlanda en el reino de Leinster Su padre era un rey irlandés y su madre una esclava cristiana. Desde joven Brigida mostro una gran devoción religioas y una gran inclinación para ayudar a los necesitados. Cuando fue adulta Brigida decidio consagra su vida a la religión y debido a esto decidio construir un convento en la región de Leinster. En aquel tiempo el rey de Leinster era un hombre conocido por su avaricia y por su paganismo. Pero Brigida sabía que el era el dueño de todos los terrenos que ella podría utilizar para la construcción de su convento. Decidida se presento ante el rey de Leinster y con toda calma le pidió que le donara un terreno. El rey que no era muy afecto a la religión simplemente se negó a la petición y ordeno que retiraran a la mujer de su vista. Cierto día, la Santa tuvo una idea para que este rey escarmentara por su codicia, así que de nuevo se dirigió al rey solicitándole que le concediera solamente la tierra que pudiera cubrir su capa. A pesar de sus recelos, el rey cansado de la petición y solamente para zafarse definitivamente de Brigida acepto que le daría el área que la capa de la santa cubriera.La santa pues cito al rey a lo alto de una pequeña colina en la planicie de Curragh en el condado de Kildare. Allí apareció el rey un poco curioso ya que sabía que con el área que ocupara una capa nunca se podría construir un convento. Allí frente al rey Brigida se quito su capa y la entrego a cuatro asistentes que llevaba consigo. Cada una de las asistentes tomo una punta de la capa y a la orden de Brigida comenzaron a jalar y a caminar en cada una de los puntos cardinales, a medida que las asistentes caminaban la prenda de la que estaba hecha la capa se iba extendiendo y extendiendo aumentando su área con cada minuto que pasaba. El rey asombrado veía como la pequeña capa iba aumentando su tamaño de forma inesperado y veía como otras mujeres se unian a la otras ayudando a tirar más y más la tela de la capa. Allí en medio de la planicie de Curragh la sombra creada por la capa cubria ya casi la mitad del área de aquel amplio terreno y el rey no comprendía como su promesa se convertia en una pesadilla. El rey consternado preguntó a la que luego seria Santa Brígida qué estaba ocurriendo. La Santa le dirigió una de sus miradas más duras y le contestó que estaba cubriendo con su capa todo su territorio, para castigarle por su inmensa mezquindad. El rey sobresaltado se dio cuenta de que el enojo de la Santa podía ser muy peligroso, por lo que accedió a darle una parcela de terreno y a ser más generoso en el futuro.Santa Brígida asintió no sin antes advertirle que si en alguna ocasión volvía a sus antiguos hábitos, le recordaría las virtudes elásticas de su capa.Dicen que fue tanto el impacto que tuvo aquel milagro sobre la vida del rey que este no solo dono el terreno sino que se convirtió al catolicismo. Y así después de una vida de ayuda a los damnificados Brigida fundo su propio convento desde donde se dice que curaba a los enfermos y llevo a irlanda el catolicismo y se convirtió en santa en el siglo VII y se convirtió en su santa patrona.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un campesino del África profunda que estaba trabajando su pequeña parcela como lo hacia todos los días. De pronto vio algo que le llamo la atención. Vio un ser extraño. Oscuro y misterioso. De las historias que había oído de sus abuelos supo inmediatamente de que se trataba. Era la discordia. Esta había llegado a su tierra y estaba plantando semillas en su parcela Aunque podría haber intervenido, decidió no hacerlo y simplemente la observó desde la distancia. La discordia trabajó meticulosamente, sembrando cada semilla con cuidado. Cuando terminó y se fue, el campesino, preocupado por las consecuencias, pasó toda la noche recogiendo las peligrosas semillas con la ayuda de una pequeña lampara de aceite.. Sin decir nada a su familia, se las llevó a su casa y las escondió.Al día siguiente, el campesino intentó deshacerse de las semillas de la discordia de varias maneras. Primero, les dio un puñado a las gallinas, pensando que podrían comérselas. Sin embargo, apenas las gallinas picotearon las semillas, comenzaron a pelear furiosamente entre ellas, resultando en una lucha a muerte. El campesino intentó separarlas, pero terminó con las manos y los brazos cubiertos de crueles picotazos. Desesperado por encontrar otra forma de deshacerse de las semillas, tiró un puñado al río. Pero esto solo causó que los peces, las anguilas e incluso los hipopótamos se agitaran, creando olas enormes que inundaron parte de la llanura.Otro día, tuvo la idea de triturar algunas semillas y pedirle a su esposa que le preparara una torta sin decirle de qué se trataba. Cuando comenzó a comer la torta, encontró que estaba mal cocida y demasiado salada, y empezó a reprochárselo a su esposa. Ella, que también había probado la torta, respondió gritando que si él la encontraba mal preparada, era porque él era un tonto algo que ella siempre había sospechado. La discusión se intensificó tanto que fue necesaria la intervención de los vecinos para separarlos.Pasaron unas semanas y, poco a poco, recobraron la calma. Sin embargo, el campesino, que había perdido el sueño y la sonrisa, solo pensaba en las semillas que le quedaban. Consideró hacer un viaje a un país lejano, pero como era un buen hombre, pensó que esos países ya tenían suficientes semillas de discordia. También pensó en tirar el saco de semillas al mar, pero temió crear una tempestad sin igual. Finalmente, decidió no hacerlo. Finalmente decidio plantar las semillas de discordia en su terreno entre otros de sus sembrados y esperar que sucedería Cuando aparecieron los primeros brotes en su campo, se alegró al ver que tendría una cosecha excepcional. Mientras en los campos vecinos arrancaban las malas hierbas, él no tenía nada que hacer. Su cosecha crecía espléndida y sana, y todas las mañanas veía aumentar su prosperidad. Se dejó llevar por la ociosidad y aprovechó para visitar a unos primos que vivían a tres días de camino.A su regreso, su esposa e hijos lo recibieron con lamentos. En pocas horas, una bandada de aves había devastado su campo, dejando ni un solo brote ya que cuando comían de los frutos de la discordia perdían el juicio y comenzaban a atacar los otros plantios. . Los sabios del pueblo explicaron que en los otros campos siempre había alguien trabajando, haciendo ruido con sus herramientas, lo que mantenía alejadas a las aves En el campo del campesino, al no haber nadie, las aves se dirigieron allí y algo extraño las hizo acabar con todos los plantios. Esa noche, el campesino se levantó sin hacer ruido, y se fue al pueblo a comprar más semillas para plantar. . Al volver al pueblo, vio a lo lejos que la discordia plantaba semilla
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez En un lejano reino una mujer llamada llamada Isabel que desafortunadamente había quedado viuda con una niña pequeña llamada, Sofía. Isabel era conocida por su sabiduría en toda la región pero en especial se reconocia su amor incondicional hacia Sofía. La vida en el reino era pacífica y feliz, hasta que un día, un temible dragón apareció en el horizonte, sembrando el caos y el miedo entre sus habitantes.El dragón, con sus escamas brillantes y sus ojos ardientes, volaba sobre el reino, lanzando llamaradas que destruían todo a su paso. Sus rugidos resonaban como truenos, y su aliento de fuego convertía los campos en cenizas. Isabel, al ver el peligro inminente, tomó a Sofía de la mano y corrieron hacia el bosque cercano. Sabía que debían encontrar un lugar seguro para esconderse. Mientras corrían, Isabel le contaba a Sofía historias de valentía y esperanza para mantenerla tranquila.El bosque era denso y oscuro, con árboles altos que bloqueaban la luz del sol. Isabel conocía un lugar secreto: una cueva oculta detrás de una cascada. Había descubierto la cueva cuando era niña y sabía que sería el refugio perfecto. Sin embargo, el camino hacia la cueva era difícil y lleno de obstáculos, con raíces traicioneras y rocas afiladas.Mientras avanzaban, Sofía tropezó con una raíz y se lastimó el pie. El dolor era intenso y no podía caminar. Isabel, sin dudarlo, y haciendo un gran esfuerzo que solo una madre puede hacer la cargó en sus brazos. Aunque estaba cansada y el camino era empinado, el amor por su hija le daba la fuerza necesaria para seguir adelante. Cada paso era una lucha, pero Isabel no se rendía.La noche cayó y el bosque se llenó de sonidos inquietantes: el ulular de los búhos, el crujido de las ramas y el lejano rugido del dragón. Isabel, con Sofía en brazos, avanzaba con cuidado, evitando al dragón que patrullaba la zona desde el cielo. Finalmente, llegaron a la cascada. El rugido del agua era ensordecedor, pero Isabel sabía que detrás de esa cortina de agua estaba su salvación.Con gran esfuerzo, Isabel cruzó la cascada y entró en la cueva. Estaban a salvo, al menos por el momento. Isabel encendió una pequeña vela que llevaba consigo y revisó el pie de Sofía. Aunque estaba hinchado y dolorido, no parecía estar roto. Isabel improvisó una venda con un trozo de tela y le dijo a Sofía que descansara.Pasaron varios días en la cueva. Isabel salía en busca de comida y agua, siempre con cuidado de no ser vista por el dragón. Mientras tanto, Sofía se recuperaba lentamente. Isabel le contaba historias y le enseñaba sobre las plantas y los animales del bosque para mantener su ánimo alto. Le hablaba de cómo los árboles se comunicaban entre sí y cómo las estrellas guiaban a los viajeros perdidos.Finalmente, el dragón se cansó de dar vueltas alrededor de la zona y decidio volar a otra región El peligro pasó y Isabel y Sofía pudieron regresar a su hogar. El reino estaba en ruinas, pero la gente comenzó a reconstruirlo con esperanza y determinación. Sofía, agradecida por el amor y la valentía de su madre, le dijo: "Gracias, mamá. Tu amor me ha salvado."Isabel sonrió y respondió: "Siempre te protegeré, hija. Mi amor por ti es más fuerte que cualquier peligro."Pero justo cuando pensaban que todo había terminado, el dragón regresó, esta vez con una actitud diferente. En lugar de atacar, el dragón se posó frente a Isabel y Sofía y habló con una voz profunda y resonante: "Mujer te he visto como cargabas a tu hija hasta la cueva detrás de la cascada He visto el amor y la valentía que has mostrado y con ello has regresado mi confianza en los hombres a los que consideraba viles y cruel. Ya
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comEn un pequeño pueblo rodeado de colinas secas y campos agrietados por el sol, vivía un matrimonio de campesinos con muchos hijos. Eran tan pobres que apenas tenían qué comer. Su casita, hecha de barro y madera vieja, crujía con cada viento fuerte, y el humo de la chimenea salía como un suspiro cansado.La tierra que cultivaban era dura y estéril. Por más que sembraban, nada crecía. La vaca, vieja y flaca, ya no daba leche. Los cerdos, que alguna vez fueron su esperanza, no engordaban ni aunque les dieran de comer tres veces al día. Y como si eso no fuera suficiente, el alcalde del pueblo —un hombre rico, arrogante y de corazón de piedra— no dejaba de atormentarlos.Un día les exigía pagar impuestos que no podían costear. Otro día, les quitaba una cabra diciendo que había comido pasto de un campo ajeno. Y como castigo, el campesino tenía que trabajar toda la semana para el dueño de esa tierra, sin recibir ni una moneda a cambio.Una noche, mientras todos dormían, el campesino se quedó despierto, mirando el techo agujereado de su casa. Escuchaba el viento colarse por las rendijas y el suave respirar de sus hijos. Con un suspiro profundo, pensó:—No puedo seguir así. Esta vida es demasiado dura. Es mejor que nos vayamos a otro lugar. No creo que la miseria se venga con nosotros.A la mañana siguiente, sin decir mucho, comenzó a preparar el traslado. Cargó en un viejo carro todo lo que tenían: una olla abollada, una manta con remiendos, un par de sillas cojas y una caja con algunas herramientas. Enganchó a la vaca, que caminaba con lentitud, y justo cuando estaban por partir, una voz aguda y temblorosa salió de la chimenea:—¡Espera, campesino! ¡No me dejes aquí!El campesino se detuvo en seco. De la chimenea comenzó a salir una figura extraña, como una sombra sin forma, que se arrastraba con dificultad. Tenía dedos largos y huesudos, y su voz era como el crujido de las ramas secas.—¿Y tú quién eres? —preguntó el campesino, con los ojos muy abiertos.—Soy la Miseria —dijo la figura—. He vivido tantos años contigo que ya te considero parte de mi familia. No me puedes dejar aquí sola. Quiero ir contigo, donde sea que vayas.El campesino se rascó la oreja, pensativo. «¡Vaya por Dios! Me quiero escapar de la miseria y ahora resulta que quiere venirse conmigo como si fuera una amiga de toda la vida.»Pero entonces, se le ocurrió una idea.—Está bien —dijo en voz alta—. Puedes venir con nosotros. Pero antes, ¿me ayudas a cargar una tabla pesada que está en el fondo del patio?—Claro, claro —respondió la Miseria, arrastrándose hasta el muro donde estaba apoyada una gruesa tabla de encina.El campesino tomó un hacha y la clavó en una raja de la tabla. —Mira —le dijo—, tú tira del hacha de ese lado, y yo del otro.La Miseria, confiada, metió sus dedos largos en la raja. En ese momento, el campesino retiró el hacha con rapidez. ¡Zas! La tabla se cerró de golpe, atrapando los dedos de la Miseria.—¡Ay, ay, ay! —gritó la Miseria—. ¡Suéltame! ¡Esto duele!Pero el campesino no le hizo caso. Subió al carro, dio un chasquido a la vaca, y se alejó a toda prisa, dejando atrás los lamentos de la Miseria.Desde ese día, todo cambió. En medio del camino, encontró una bolsa llena de monedas de oro. Con ese dinero, compró una granja en un país lejano, donde la tierra era fértil, los animales sanos y el cielo siempre azul. En pocos años, se convirtió en el campesino más rico y respetado de la región. Sus hijos crecieron fuertes y felices, y la miseria nunca más volvió a tocar su puerta.¿Y qué pasó con la Miseria?Pues bien, poco después de que el campesino
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía unva vez en el mundo maya en lo que hoy es yucatan Mexico dos dioese llamados Hun Hunahpú, y Vucub Hunahpú, que bajaban a la tierra para jugar a la pelota. Los dos dioses pasaban la eternidad jugando a la pelota y sin saberlo producían mucho ruido. En el inframundo donde vivían los señores de la oscuridad el ruido producido por la pelota les causa mucha irritación y para solucionar esto llamaron a los dos hermanos a que descendieran para allí ser probados. La invitación realmente era una excusa para castigar a los dos jóvenes dioses, así que en el camino al inframundo capturaron a los dos dioses y después de someterlos a pruebas muy crueles los sacrificaron. Pero lo que no sabían los señores de Xibalba que era como se llamaba el inframundo era que Hun Hunahpu había encontrado una doncella en el inframundo llamada Ixquic y que antes de ser ejecutado había dejado embarazada. La joven embarazada subio a la tierra y allí permaneció hasta que dio a luz a un par de gemelos que salieron igualitos a su padre Hun Hunahpu. La doncella llamo a sus hijos Xbalanqué y Hunahpú. Un día los dos muchachos estaban en el campo y cazaron un ratón. El ratón les pidió que lo dejaran ir pero ellos se negaron así que les dijo.Les dire un gran secreto si me dejan ir. Los gemelos lo soltaron y antes de salir corriendo el ratón les dijo. Ustedes son jugadores de pelota. Su padre y su tio fueron atrapados y traicionados en el inframundo. Su deber es aprender a jugar a la pelota y así podrán vengar a la familiaAl llegar a casa los muchachos preguntaron que era el juego de pelota, pero su madre les dijo que si jugaban los monstruos del inframundo podrían quitarle la vida. La pelota estaba en lo alto de su casa pegada al techo imposible de alcanzar, por lo que los muchachos aprovecharon que su madre había salido a traer agua para llamar al ratón y le pidieron que subiera al techo y cortara las ataduras que sostenían la pelota en el techo. El ratón agradecido subio diestramente como solo los ratones lo saben hacer. Y con sus dientes corto las cuerdas. La pelota se precipito y hunahpu la recibió entre sus manos e inmediatamente comenzaron a jugar a la pelota. Tanto en presencia física como en su gusto por el juego de pelota. Y de nuevo emprendieron a jugar como lo había hecho su padre y su tio. Y como había sucedido anteriormente el sonido de la pelota de nuevo irritaba a los amos del inframundo quienes decidieron invitar a los gemelos al inframundo. Los monstruos de el inframundo enviaron un gavilan con la invitación. Los gemelos crecieron con habilidades extraordinarias, y se dice que cuando supieron del destino de su padre, habían decidido vengarlo y restaurar el equilibrio del mundo. Así qu aceptaron el desafío de los señores de Xibalbá y emprendieron el peligroso viaje al inframundo. En su camino, los gemelos enfrentaron muchas trampas y pruebas ya que les toco enfrentar a un ser llamado siete guacamayo que era tenía el poder sobre el sol y la luna. Y que tenía la presencia de 7 seres guacamayos juntos Los hermanos usando sus cerbatanas lanzaron sus puyas hasta matar a cada una de las 7 guacamayas que existían en siete guacamayo. Luego llegaron a las puertas del inframundo donde hay cuatro senderos uno real y los otros tres imaginarios. Se sentaron a esperar hasta que vieron salir humo por uno de ellos y supieron que ese era el real. Entrando al inframundo entraron a una cueva oscura donde un monstruo les entrego una par de antorchas con la advertencia de que podrían usarlas pero debian regresarlas como las h
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pueblo del Japón llamado Matsuyama, situado en la provincia japonesa de Echigo, Allí en aquel pueblo vivía una pareja de jóvenes campesinos que habían pasado toda su vida cultivando para sobrevivir. La pareja tenía una pequeña niña y Su vida giraba en torno a su pequeña quien era la luz y alegría de sus días. Un día, el esposo tuvo que emprender un viaje a la capital para resolver unos asuntos importantes y con tristeza de despidió de su esposa y su hija. Nunca había salido de su pequeña parcela pero el asunto requería que fuera a la capital. La esposa, preocupada por la distancia y el desconocido mundo que su marido iba a enfrentar, se sintió aliviada cuando él le prometió regresar lo antes posible y traer hermosos regalos para ella y su hija.El tiempo pasó lentamente para la esposa, cada día parecía una eternidad. Ella y su pequeña niña se sentaban al atardecer a esperar ver a su esposo y padre, pero pasaron muchos días sin saber de su paradero. Finalmente, después de una larga espera, vio a su esposo regresar. La alegría llenó su corazón al verlo sano y salvo. El esposo llego feliz y deseoso de contarle a su esposa de las maravillas que había visto en la capital. Y rápidamente se sentó a relatarle las increíbles experiencias y las cosas extraordinarias que había visto en la capital, mientras su hija jugaba feliz con los juguetes que él le había traído."Para ti," dijo el esposo a su mujer, "te he traído un regalo muy especial que sé que te va a sorprender. Míralo y dime qué ves dentro."El regalo era un objeto redondo, blanco por un lado, adornado con delicados pájaros y flores, y por el otro, muy brillante y terso hecho de un metal muy pulido.. La esposa, que nunca había visto un espejo, quedó fascinada y sorprendida al contemplar a una joven alegre que no conocía en la imagen que reflejaba aquel metal maravilloso. El esposo se echó a reír al ver la expresión de asombro en el rostro de su esposa."¿Qué ves?" le preguntó con una sonrisa traviesa."Veo a una hermosa joven que me mira y mueve los labios como si quisiera hablarme." Esto debe ser magia. Nunca había visto a esta joven. "Querida," dijo el esposo, "lo que ves es tu propio rostro reflejado en esta lámina de metal Se llama espejo y en la ciudad es un objeto muy común." Es algo que nunca habíamos visto y que ciertamente puede causar impresión ya que nunca nos habíamos mirado a un espejo.La esposa quedó encantada con aquel maravilloso regalo. Lo guardó con sumo cuidado en una cajita y solo de vez en cuando lo sacaba para contemplarse. Le costaba trabajo reconocer en aquella imagen su propia imagen así que también le causaba un poco de temor mirarse. Pasaron los años y la niña hija de los dos creció, convirtiéndose en una hermosa y cariñosa joven que cada vez se parecía más a su madre. Sin embargo, la madre nunca le mostró el espejo ni le habló de él, para que no se vanagloriara de su propia belleza. Incluso el padre olvidó el espejo, ya que este estaba bien guardado en la cajita de su esposa..Un día, la madre enfermó gravemente. A pesar de los cuidados y atenciones de su esposo e hija, su salud empeoró. Comprendiendo que la muerte se acercaba, llamó a su hija y le pidió que trajera la cajita donde guardaba el espejo. Con voz suave y amorosa, le dijo:"Hija mía, sé que pronto voy a morir, pero no te entristezcas. Cuando ya no esté contigo, espera diez anos y abre esta caja y allí encontraras un objeto mágico míralo y allí me podras ver y te darás cuenta de que, aunque desde muy lejos, siempre estaré velando por ti."Al morir la madre, la joven obedientemente espero los diez años que su madre le había pedido y fi
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la región del Tolima Grande en Colombia un campesino que tenía una esposa muy hermosa con la que tuvo tres hijos. Aquel campesino trabajaba en una hacienda muy grande cuyo dueño era un señor soltero que había vivido siempre y que por azares de la vida no había podido conseguir esposa. El dueño de la hacienda, deseando encontrar una esposa, le pidió a uno de sus vaqueros de confianza que fuera a la quebrada y escogiera a la más bella de las lavandera y le trajera el dato de quien era. El vaquero observó a todas detenidamente y distinguió a la esposa de su compañero y amigo, quien era la más joven y hermosa. Era tan bella que la luz de la luna no se comparaba con su piel y sus ojos eran de un verde esmeralda.. El vaquero regresó y le dio al patrón toda la información sobre la mujer.Paso el tiempo y Durante una de las "vaquerías", el esposo de la bella mujer se quejó al vaquero de que su esposa estaba fría y menos cariñosa, y que ya no le arreglaba la ropa con el mismo cuidado de antes. Además Vivía de mal genio y nunca quería estar con el. El vaquero, conocedor del secreto, le contó la historia de como el patrón sabía de su mujer y le pidió perdón por llevarle el dato de la mujer a su jefe. El esposo, entristecido y traicionado, agradeció a su compañero por su franqueza y se fue a pensar a solas sobre el asunto.El esposo planeó una forma de enterarse que estaba realmente sucediendo y le dijo a su esposa que se iba para el pueblo porque su patrón lo mandaba a comprar unos alimentos para los animales y que no regresaría esa noche. Se despidió de ella y de sus hijos, montó su caballo y salió por diversos lugares para matar el tiempo esperando que cayera la noche. Llegó a la cantina y bebió unos tragos de aguardiente. A las nueve de la noche se fue a pie por entre el monte a espiar a su mujer.A las diez de la noche, la mujer, viendo que su marido no llegaba, salió de su casa y tomo el camino que llevaba a la hacienda del patrón El marido, al ver que la mujer se dirigía por el camino a la casa grande de su jefe, salió de su escondite, llegó a la casa, encontró a los niños dormidos y se acostó. A la madrugada, la mujer infiel llegó tranquila y serena. El esposo le preguntó de dónde venía, y ella le contestó que de lavar unas ropitas. "¿De noche?", dijo su marido yo no te puede creer eso. Sin embargo deseaba confirmar lo que ya sospechaba. A los pocos días, el esposo inventó otro viaje. Montó su caballo, dio varias vueltas por un potrero y luego lo guardó en una pesebrera vecina. Ya de noche, se escondió en la platanera frente a su casa. Esa noche, la mujer no salió, pero llegó el patrón a visitarla. Cuando el hacendado llegó a la puerta, la mujer salió a recibirlo y se arrojó en sus brazos besándolo y acariciándolo.El enfurecido esposo, viendo todo, brincó con el machete en alto y, sin dar tiempo al enamorado de librarse del abrazo, le quitó la vida con un solo machetazo. La mujer, horrorizada, quiso huir, pero el marido le dio un tremendo machetazo a la cadera que la dejó sin una pierna. Ambos murieron casi a la misma hora. Al vaquero lo enviaron a la cárcel, pero cuando salió, volvió por sus tres hijos y le prendió fuego a la casa.En la región esta historia creo mucha preocupación porque se dice que a partir de aquel momento una presencia maligna achecha a aquellos que viajan solos por los bosques y las praderas . Se dice que una mejer con una sola pierna vive entre los matorrales de la selva y en las cumbres de la llanura. Algunos dicen que es una mujer bellísima que llama a los hombres solitarios en el bosque y los atrae para enamorarlos Sin embargo, avanza hacia la oscuridad de
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una niña que creía en la magia. Esta niña había visto como las manos de su madre hacían magia real. Real. Cuando la niña tenía fiebre y estaba acostada en su cama veía como su madre se acercaba a ella y abrazándola con el amor que solo una madre puede tener la curaba de sus dolencias. Inmediatamente la niña sentía como su malestar comenzaba a desaparecer y al día siguiente ya podía levantarse de su cama y jugar con sus muñecas. Cuando algo le dolía las manos mágicas de su madre la acariciaban tiernamente y el dolor y la hinchazón empezaban a desaparecer. Su madre tenía el poder curativo en sus manos y ella lo sabía. Un día la niña se acercó a su madre y le dijo al oído. Mami yo sé que tú eres un ser mágico. Se que tus manos tienen algo extraño que me hace curar mis dolores y mis fiebres. Dime que es. La madre simplemente sonrió y mientras le acariciaba su pelo le dijo. Mi amor algún día te contare el secreto que ha pasado de generación en generación desde mi tu bisabuelo. Por ahora siente que tu bisabuelo te esta cuidando. La niña que obviamente nunca conoció a su bisabuelo no entendió lo que su madre quería decirle, pero se fue a jugar sabiendo que llegaría el día en que su madre le contaría aquel secreto. Pasaron los días y los meses y los años y cuando la niña ya tenía casi diez años se acercó de nuevo a la mama y con voz decidida le dijo. Mama ya casi voy a cumplir mis diez años y ya soy grande para entender muchas cosas, incluso aquel secreto que hace algunos años me dijiste que me dirías sobre la magia que hay en tus manos. La madre que sabía que ese día llegaría se sentó en su silla preferida y llamando a su hija para que se sentara junto a ella le dijo. Mi amor. Ya eres grande y sabrás comprender lo que te voy a contar. Efectivamente mis manos tienen el don de curar a mis seres queridos y en especial a ti. Pero mis manos son como las manos de otro ser humano cualquiera. La capacidad de curarte en tus momentos de fiebre o golpes viene de una protección que tu bisabuelo me regalo y que como podrás ver ha sido muy efectiva. Mama …. Dijo la niña. Mi bisabuelo pero como es posible eso. Es posible y te voy a contar la historia. Tu bisabuelo era un hombre muy bueno y justo y yo tuve el placer de conocerlo cuando era muy pequeña ya que era mi abuelo y cuando lo visitábamos se sentaba conmigo en el suelo y me contaba cuentos. Muchos muchos cuentos. Tu bisabuelo tenía una mirada limpia y una risa contagiosa. Pero además tenía algo que era relativamente común en aquellas épocas y que ahora no se usa. Mama y que era eso que el tenía. La madre sonriendo dijo. Tu abuelo tenía un par de dientes de oro. De oro…. De veras como es posible eso. La madre sonrió de nuevo y acariciando a su hija le señaló sus dientes blancos. Anteriormente cuando las personas perdían un diente muchas veces se los reemplazaban por dientes hechos de oro. Y tu abuelo entre sus dientes tenía dientes dorados, hermosos y brillantes. Tan brillantes que yo me maravillaba de verlo sonreír cuando estaba conmigo. Yo curiosa tocaba sus dientes de oros y el jugaba conmigo a morderme mis deditos. Era muy divertido y además nos reíamos mucho. Yo amaba a tu bisabuelo y siempre iba a visitarlo cuando podía. Pero con el paso de los años los dientes de oro fueron reemplazados por dientes artificiales y el dentista de tu bisabuelo le sugirió un cambio de dientes por otros que fueran blancas. Mi abuelo le dijo a mi mama tu abuela que el aceptaría removerse los dientes de oro y ser reemplazados por otros blancos únicamente si esos dientes se guardar
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHace muchos años, en un pequeño y tranquilo pueblo, vivía un hombre llamado Juan. Juan era conocido por ser amable y trabajador, y estaba casado con una mujer llamada María, quien era muy querida por todos en el pueblo. Sin embargo, Juan tenía un secreto oscuro que nadie conocía: cada noche, cuando el sol se ocultaba y la luna brillaba en el cielo, Juan se transformaba en un mosquito.Durante el día, Juan llevaba una vida normal, trabajando en los campos y compartiendo momentos felices con María. Pero cuando la noche caía, su cuerpo cambiaba y se convertía en un pequeño insecto con alas, atraído irresistiblemente por la sangre. Cada noche, Juan volaba hacia su esposa y, sin poder contenerse, la picaba para alimentarse de su sangre.María, sin saber lo que ocurría, despertaba cada mañana con ronchas dolorosas en su piel. Al principio, pensó que eran simples picaduras de insectos, pero con el tiempo, comenzó a sentirse cada vez más débil. Su salud se deterioraba rápidamente; había perdido mucho peso, su piel se había vuelto amarilla y sus fuerzas la abandonaban. A pesar de su estado, Juan continuaba picándola cada noche, incapaz de resistir la tentación.Finalmente, María cayó gravemente enferma. Su fiebre era alta y no mejoraba con los remedios tradicionales. Los días pasaban y su condición empeoraba, hasta que un fatídico día, María murió. Juan estaba devastado por la pérdida de su amada esposa, y el pueblo entero se sumió en la tristeza. Nadie entendía la causa de su muerte, así que los aldeanos decidieron investigar.Con el tiempo, Juan comenzó a ponerse cada vez más nervioso. La gente del pueblo notó su comportamiento extraño y empezó a sospechar de él, especialmente cuando otros habitantes comenzaron a despertar con ronchas similares a las de María. Desesperados por encontrar respuestas, los aldeanos acudieron a un brujo conocido por sus conocimientos sobre lo sobrenatural.En el pequeño pueblo, el brujo era conocido por sus vastos conocimientos sobre lo sobrenatural y lo oculto. Vivía en una cabaña apartada, rodeada de hierbas medicinales y objetos místicos que utilizaba en sus rituales.El brujo había heredado sus habilidades de sus ancestros, quienes también habían sido curanderos y sabios. Desde joven, había mostrado un talento especial para comunicarse con los espíritus y entender los secretos de la naturaleza. La gente del pueblo acudía a él en busca de ayuda para curar enfermedades, resolver problemas y protegerse de las fuerzas malignas. El brujo, tras escuchar las preocupaciones de la gente, realizó un ritual para descubrir la verdad. Les dijo que la causa de las ronchas y enfermedades era un insecto pequeño, molesto, con alas, que se alimentaba de sangre. Finalmente, reveló que el insecto era Juan, el hombre que había matado a su esposa. El brujo no solo reveló la identidad del culpable, sino que también les dio la solución para acabar con él. Sabía que Juan, en su forma de mosquito, no podía ser derrotado por medios convencionales. Después de que el brujo revelara la verdad sobre Juan, los aldeanos se sintieron traicionados y llenos de ira. Decidieron que debían capturar a Juan y hacer justicia por la muerte de María y las enfermedades que estaban sufriendo. Se organizaron en grupos y comenzaron a buscarlo por todo el pueblo y sus alrededores.Juan, consciente de que su secreto había sido descubierto, intentó esconderse. Pasó la noche en un lugar apartado, esperando que la furia de los aldeanos se calmara. Sin embargo, al día siguiente, Juan decidió regresar al pueblo, pensando que podría explicar su situación y pedir perdón.Cuando los aldeanos vieron a Juan, lo
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez en En el Japón feudal hace muchos cientos de anos un señor feudal llamado Hansaemón. Hanasemon era un daimyo, un noble guerrero que de acuerdo a su noble estirpe gobernaba sobre vastas tierras y tenía numerosos vasallos. Su castillo, construido en lo alto de una colina, estaba rodeado de jardines zen y bosques de bambú, reflejando la belleza y serenidad de la naturaleza japonesa. El castillo, con sus torres y muros de piedra, era un símbolo de poder y protección y todos en las tierras alrededor lo veneraban. Una noche, durante el festival de la cosecha, el señor Hansaemón organizó un gran banquete en el salón principal de su castillo. Las paredes del salón estaban decoradas con biombos pintados con escenas de la vida samurái y la naturaleza. Los invitados, vestidos con elegantes kimonos de seda, disfrutaban de una variedad de platos tradicionales acompañados de sake servido en delicadas copas de porcelana.El sake, un símbolo de hospitalidad y refinamiento, era preparado con arroz cultivado en los campos del daimyo y fermentado siguiendo técnicas ancestrales. A todos los invitados las copas llenas de sake les ofrecia el mayor de los placeres ya que pronto sentían un alivio de sus preocupaciones diarias. Mientras el señor Hansaemón bebía su sake con gran entusiasmo, pasaba por allí una mosca, que atraída por el aroma dulce del vino de arroz, se dejo caer dentro de la copa de aquel señor feudal . Sin darse cuenta el señor Hansaemón acercó sus labios a la copa y con un movimiento rapido bebio su sake y se tragó la mosca junto con el sake.Hansaemon sintió un poco raro su trago pero estando ya de por si un poco borraco no le presto atención pero Pronto, comenzó a sentir una incomodidad en su estómago, pues la mosca revoloteaba y zumbaba, causando gran molestia. Preocupado, el señor Hansaemón llamó a su médico personal, un sabio conocido por sus conocimientos en el arte de curar, que vivía en un templo cercano. El médico, vestido con su kimono de seda y portando un abanico de papel se acercó a el Señor Hansaemon y colocando un tubo de bambu sobre la barriga de su paciente escucho atentamente el revolotear de la mosca en el estomago del Señor Hansaemon. Luego con toda ceremonia dijo. Su señoria he de informarle que hay una mosca en su interior. Una mosca. Protesto Hansaemon… como es posible yo no entiendo como llego allí, Pero digame como voy a ser para deshacerme de ella. Me causa mucha molestia. El Medico lentamente le dijo. —El mejor remedio para su problema es tragarse una rana viva. La rana se comerá a la mosca.Una Rana ….. Seguro que eso solucionara mi problema. Si dijo el Medico. Es conocido el apetito que tienen las ranas por las moscas. Sin duda rápidamente la rana se comera la mosca. El señor Hansaemón ordenó a sus samuráis que cazaran una rana fuerte y sana en el jardín del castillo. Los jardines del castillo, diseñados siguiendo principios zen, eran hogar de diversas criaturas, incluyendo ranas que croaban en los estanques de agua. Con una bella rana verde aparecieron los samuráis después de algunos minutos y se la presentaron a su señor. Hansaemon la miro con mucho desprecio pero siguiendo el consejo de su medio les pidió que la pusieran en su boca para así tragársela. Con gran dificultad como se pueden imaginar, el señor Hansaemón logró tragarse la rana. Y Tal como había dicho el médico, cuando la rana llego al estomago vio la mosca revoloteando y abriendo su boca de rana saco una larga lengua que atrapo a la mosca y se la comio en un santiamén.. Pero ahora el señor Hansaemon tenía otro problema. En su estomago tenía una rana que como sabemos
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una jovencita de 15 años de edad que vivía en la isla de gran canaria. La joven de gran belleza era pretendida por cuanto varón había en la isla, pero el corazón de la joven pertenecia a otro joven de la misma edad llamado Ivan. Todos conocían la idílica relación entre los jóvenes y sabían que ambos solían tomar largos paseos hasta un árbol frondoso que por su edad se presentaba fuerte y vigoroso y que era posiblemente el más viejo de toda la isla. in embargo, los tiempos no eran favorables para los amores adolescentes. Por aquellas épocas en España se vivía una sociedad estricta y conservadora, y las relaciones entre jóvenes eran vistas con desconfianza. La prudencia debía ser su guía, pero todos sabemos que el primer amor es a menudo imprudente y descuidado. Pero como dice el dicho, pueblo chico infierno grande, Los rumores comenzaron a circular, alimentados por la envidia y los prejuicios de los vecinos. Y pronto se supo en toda la isla que los dos jóvenes tenían un romance. La familia de Casandra pronto se vio señalada y criticada por permitir una relación que muchos consideraban insana y antinatural.A pesar de las dificultades, Casandra e Iván continuaron viéndose en secreto. Su amor era fuerte y apasionado, y no podían imaginar la vida sin el otro. Paso el tiempo y ambos muchachos solían escaparse de sus padres y de la mirada de los vecinos para encontrarse futrivamente debajo de aquel gigantesco pino que sobresalía sobre las montanas de el municipio de Tejeda y cerca a el juncal. Allí en aquel hermoso paraje desde donde se veía las aguas de la represa de las niñas a sus pies, los jóvenes se juraron amor eterno como suelen hacerlo los enamorados. Pronto casandra comprendió que había quedado embarazado y pese a los prejuicios de la población y la tristeza de sus padres decidieron que tendrían el hijo o hija a toda costa. Así valientemente continuaron con el embarazo hasta que unos meses más tarde y Fruto de su relación nacieron dos mellizos, un niño y una niña. Y pese La llegada de los bebés debería haber sido un momento de alegría para la pareja, se dice que para Casandra, fue el inicio de una crisis emocional muy profunda y que debido a esto Cassandra comenzó a dudar del amor de Iván, temiendo que él la abandonara cuando ella envejeciera y perdiera su belleza. Así que en su desespero decidio invocar al y pedirle que que impidiera que Ivan le llegara a abandonar en el futuro. Era una noche oscura y tormentosa, con el cielo cubierto de nubes negras que amenazaban con desatar una lluvia torrencial. El viento soplaba con fuerza, haciendo que las ramas del árbol donde había conocido el amor se agitaran violentamente. Casandra, con el corazón lleno de desesperación, se dirigió al árbol. El lugar estaba envuelto en una atmósfera inquietante, con sombras que parecían moverse por sí solas y el sonido del trueno resonando en la distancia.Casandra llevaba consigo una pequeña bolsa de cuero, en la que guardaba los elementos necesarios para el ritual con el cual invocaría la presencia del diablo. . Con manos temblorosas, sacó una vela negra, un cuchillo de plata y un pequeño frasco de sangre. Colocó la vela en el suelo, justo al pie del árbol, y la encendió. La llama parpadeaba en la oscuridad, proyectando sombras siniestras en el tronco del árbol. Con el cuchillo, Casandra trazó un círculo alrededor de la vela, murmurando palabras antiguas y olvidadas.El aire se volvió más frío y pesado, y una presencia oscura comenzó a manifestarse. El Diablo, astuto y sibilino, apareció ante ella en una forma que solo ella podía ver. Su figura era imponente y aterradora, con ojos que brillaba
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un pastor que vivía en una pequeña aldea en lo que hoy es el pais vaco en España Su hogar estaba rodeada de colinas verdes y prados floridos En el pueblo reconocían Este pastor por su dedicación y amor hacia su rebaño de ovejas. Cada oveja tenía un nombre especial que él mismo les había dado, y conocía sus personalidades y peculiaridades. Había una oveja llamada Blanca, que siempre era la primera en seguirlo, y otra llamada Luna, que tenía una mancha en forma de media luna en su lana. También estaba Estrella, que siempre se quedaba atrás, observando el cielo, y Nube, cuya lana era tan blanca y esponjosa que parecía una nube en el cielo.Cada mañana, el pastor se levantaba al amanecer y, con la ayuda de su fiel perro pastor, abría el redil para llevar a las ovejas a pastar. Caminaban juntos por senderos cubiertos de rocío, mientras el sol comenzaba a asomarse por el horizonte. El pastor siempre se aseguraba de que sus ovejas encontraran los mejores pastos y bebieran agua fresca de los arroyos que serpenteaban por los prados. Les hablaba con cariño, les cantaba canciones y les contaba historias mientras pastaban.Un día, sin embargo, el pastor no apareció. Las ovejas esperaron pacientemente, pero en lugar de su querido cuidador, un viejo huraño con el ceño fruncido y una actitud distante llegó para llevarlas a pastar. Este hombre no conocía los nombres de las ovejas ni les prestaba la misma atención. Las ovejas se sintieron inquietas y desorientadas, extrañando el cariño y la calidez de su pastor. El viejo huraño las llevaba a pastos menos verdes y no se preocupaba por su bienestar.El perro pastor, que también echaba de menos a su amo, se acercó a las ovejas y les explicó con tristeza: "El pastor está muy enfermo. El doctor cree que no vivirá mucho." Las ovejas, al escuchar esto, se llenaron de preocupación y tristeza. Blanca, Luna, Estrella y Nube se miraron entre sí, sabiendo que debían hacer algo para ayudar a su querido pastor.Esa noche, cuando el nuevo pastor hubo regresado a su casa, las ovejas decidieron hacer algo. Con la ayuda de el perro pastor que siempre las vigilaba, salieron de su corral sigilosamente y se dirigieron en silencio a la casa del pastor enfermo, que estaba situada al borde del pueblo, rodeada de árboles frondosos. Se reunieron bajo su ventana y, con un sentimiento profundo de amor y lealtad, empezaron a balar suavemente. Sus balidos eran como una melodía triste pero llena de esperanza. Blanca lideraba el grupo, mientras Luna, Estrella y Nube se unían a ella en un coro de balidos.El pastor, acostado en su cama, escuchó los balidos de sus queridas ovejas. Aunque estaba débil y febril, comprendió cuánto lo querían y cuánto lo echarían de menos si él muriera. Este gesto de cariño le dio fuerzas y esperanza. Con lágrimas en los ojos, el pastor sintió una renovada determinación de luchar contra su enfermedad. Recordó los días felices en los prados, las historias que les contaba a las ovejas y los momentos de paz que compartían.A partir de esa noche, el pastor comenzó a mejorar poco a poco. Cada día se sentía un poco más fuerte, motivado por el amor de sus ovejas. Su recuperación fue lenta pero constante, y cada mañana, al escuchar los balidos de sus ovejas desde su ventana, sentía que su salud mejoraba un poco más. El perro pastor también estaba siempre a su lado, vigilando y cuidando de él.Después de unas semanas, finalmente pudo levantarse de la cama. Con la ayuda de su perro pastor, salió al aire libre y respiró profundamente el aire fresco de la mañana. Con una sonrisa en el rostro y una nueva energía, volvió a salir con sus ovejas a los prados. Las ovejas, felic
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en los principios de los tiempos en un mundo del pacifico de Colombia un grupo de habitantes que vivían entre la selva de el abundante vegetación. La tribu tenía que ocultarse bajo la sombra de los grandes arboles porque en ese tiempo el sol era gigantesco. El sol que permanecía constantemente en el cielo y su luz era tan brillante que no dejaba ver nada una vez se salía de la pequeña sombra que producía la vegetación. Además el calor era insoportable lo que hacia más duro el salir a trabajar o pescar o hacer cualquier actividad humana. En aquella tribu había un hombre llamado Oro que desde pequeño se había destacado por su valentía desde muy joven. El joven dijo un día. Yo voy a tomar mi honda y me dirigiré a lo más alto de las montanas que veo en el horizonte y desde allí empezare a arrojar piedras al sol. Debemos castigarlo para que no moleste más a nuestra tribu. Así que oro salió presuroso por entre la selva y cruzando ríos y quebradas llego al borde mismo de aquella cordillera que veía a lo lejos, La cordillera occidental de los andes. Con dificultad ya que era hombre de selva comenzó a escalar las altas montanas hasta que llego a la más alta y allí comenzó a recoger cuanta piedra veía a su alrededor. El sol por su parte ignorante de la presencia de oro seguía iluminando la tierra con su gigantesca bola de fuego y calor. Oro Tomo pues la primera piedra y con su destreza cargo su honda para luego con todas sus fuerzas enviar aquella piedra contra el sol. Vico pus oro como su piedra volaba hasta las alturas y allí vio como el sol recibía el golpe. De pronto desde el sol vio que unas pocas chispas de color cayeron en las montanas Oro recogió otra guijarro y de nuevo repitió el proceso. Una vez más la piedra golpeo el gigantesco disco amarillo y de nuevo algunas pedazos del sol cayeron esta vez en el medio de la selva. Y siguió Oro lanzando piedras al sol y cada vez caían más y más pequeños pedazos de sol a la selva, las montanas y las quebradas y ríos de la región. Oro noto que con cada uno de los golpes el sol iba perdiendo tamaño y que el calor iba disminuyendo lentamente. Una vez lanzo una piedra tan grande que golpeo tan fuerte al sol que una bola grande se desprendió y quedo flotando también en el cielo. Era la luna. Así que a medida que oro golpeaba con las piedras de su honda el sol iba reduciendo su tamaño y algunos de sus pedazos caían a la tierra y otros se quedaban flotando en el cielo como estrellas. Cuando ya aquel sol quedo reducido a la dimensión actual, oro sintió que la temperatura ya había bajado para permitirle salir, caminar y trabajar sin el agobiante calor que antes experimentaba. Bajo pues Oro a su pueblo al lado de el gran rio Atrato y allí estaban todos sus habitantes esperándolo. En sus manos tenían una piedras brillantes de color sol que habían caído y se habían enterrado en la selva y que habían caído en los ríos y eran arrastrados hasta la orilla. Estas piedras eran bellas y lo suficientemente maleables para hacer pequeñas figuras. Todos recibieron a Oro con gran algarabía y le pusieron a Oro una corona hecha de estas piedra y las llamaron las piedras de oro. En honor a su joven héroe que les había librado de la incandescente presencia de un sol tan grande que no les permitía salir de la selva. Se dice que por esta razón la selva, los ríos y las montanas del pacifico de Colombia tiene tanto oro disponible y fácil de recuperar.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabia una vez un joven llamado Juan pereza Juan Pereza era el único hijo de un matrimonio que vivía en el campo. Su madre le encargaba todos los días cuidar las ovejas y le advertía que no se acercara a una laguna cercana, ya que era peligrosa. La laguna era conocida por ser "brava", y la madre temía que algo malo pudiera suceder si Juan o las ovejas se acercaban demasiado. La advertencia de la madre era clara: "No vayas a la laguna y no dejes que las ovejas se acerquen a ella."Un día, mientras Juan estaba cerca de la laguna, vio a un martín pescador que se acercó, cazó un pequeño pez y se fue volando. En su vuelo, el pez se le escapó y cayó fuera de la laguna. Juan, curioso, se acercó a ver el pez, que estaba agonizando y llorando. El pez le habló a Juan, rogándole que lo devolviera al agua. Juan, siendo perezoso, no quería hacerlo, pero finalmente, después de mucho rogar, accedió. Rezongando, levantó al pez y lo tiró a la laguna.El pez, agradecido, le dijo a Juan que esperara, ya que le iba a regalar una virtud. El pez se sumergió en el fondo de la laguna y al rato regresó con una escama mágica. Le dijo a Juan que esa escama tenía el poder de concederle cualquier deseo. Juan guardó la escama y se fue a buscar las ovejas. Además de cuidar las ovejas, su madre le había ordenado que todos los días debía volver con una carga de leña.A la tarde, Juan sacó la escama y pidió: "Por la virtud del pescadito, que me hagáis llegar a casa una tremenda carga de leña y las ovejas." Y así fue. Juan llevó a casa las ovejas y una gran carga de leña rodando, y encima de la carga de leña iba él.Después de esto, Juan decidió irse a otro lugar y llegó a un reino donde había un rey. El rey había dispuesto buscarle matrimonio a su hija, quien nunca reía. El rey prometió que quien lograra hacerla reír se casaría con ella. Juan decidió intentar su suerte y se fue a aquel pueblo.Juan fue al monte y preparó un carro y una yunta de bueyes que eran sapos. Por disposición del rey, todos los que querían hacer reír a la princesa debían pasar frente a ella. Primero pasaron los príncipes, saludándola y haciéndole chistes, pero ninguno logró hacerla reír. Luego pasaron los doctores y abogados, pero tampoco consiguieron hacerla reír. Después pasó la clase baja, pero tampoco tuvieron éxito.Finalmente, llegó el turno de Juan Pereza. Con su carro cargado de leña y los sapos tirando de él, pasó frente a la princesa. Al ver esta escena tan rara, la princesa se rió por primera vez. El rey, sorprendido, ordenó que detuvieran a Juan Pereza y decretó que él debía casarse con la princesa. Sin embargo, para no matarlos a ambos, el rey los desterró a una montaña lejana, llena de árboles.En la montaña, la princesa lloraba amargamente, pero Juan la consoló. Le preguntó si tenía hambre y ella respondió que sí. Juan le dijo que cerrara los ojos y, usando la escama mágica, pidió: "Escamita, por la virtud del pescadito, que se me representen los manjares más lindos del mundo." Al abrir los ojos, la princesa vio los mejores manjares y se sirvió. Estaban mejor que en el palacio del rey.Pasaron el día y llegó la noche. La princesa preguntó qué harían ahora. Juan le dijo que no se preocupara, que tendrían una casa. Le pidió que cerrara los ojos nuevamente y pidió: "Escamita, por la virtud del pescadito, que se me represente un palacio de puro vidrio, en el medio del mar, mejor que el palacio del rey, con todos sus vasallos completos y la guardia nacional a la puerta del palacio de cristal." Al abrir los ojos, la princesa vio el palacio de cristal en medio del mar, mucho más lindo que el del rey.Al día siguiente, el rey, desde su observatori
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en la antigua Grecia por el año 492 antes de cristo un ejército persa que era en su momento el más poderoso del Asia y Europa. Este ejercito estaba comandado por Darío I rey de Persia. En años anteriores Darío había intentado atacar a las ciudades Jonias y estas habían recibido apoyo de Atenas y Eretría lo que llevo a Darío a dirigir su mirada hacia estas dos ciudades, especialmente Atenas que tenía un lugar privilegiado en el poderío griego. Tal era la atención que tenía Darío por castigar a loa atenienses que había ordenado a todos sus ayudantes de sus cuarteles que le dijeran con cada comida. "¡Gran rey, no te olvides de los atenienses!" Cuando finalmente Daria decidio comenzar la que se llamaría la primera guerra médica (por lo de Medas no por lo de doctores médicos) su intención era llegar a Atenas. Intento un desembarco marítimo para cercar a Atenas Sin embargo la flota fue destruida por una tormenta y no pudieron continuar con su cometido. Al año siguiente Darío I mandó embajadores a toda Grecia exigiendo su sumisión. Fueron muchas las que aceptaron, pero Atenas y Esparta se negaron matando al embajador. Este sería el desencadenante de una nueva campaña militar llevada a cabo por Darío. Así que saliendo de lo que hoy es Turquía atravesó por el estrecho de los Dardanelos que lleva al mar de Mármara y alli entro en los terrenos de tracia. Siguiendo su campaña llego a el norte de lo que hoy es Grecia en el año 492 ac el general Mardonio se apoderó de lo que en su época se llamaba tracia y luego Macedonia lo que hoy llamamos macedonia del norte. Su campaña triunfante lo situaba así en la frontera de Tesalia Finalmente En el año 490 a. C., el ejército persa partió hacia la costa griega bajo el mando de Artafernes y Datis. Desembarcaron en la bahía de Maratón, adecuada, debido a su gran extensión, para el despliegue de todas las tropas persas. Éstas superaban en número a las atenienses, por lo que Milcíades, general ateniense, envió a Filípides a pedir ayuda a Esparta, quien pospuso el envío de tropas hasta la finalización de sus juegos. La Batalla de Maratón era pues decisiva para la supervivencia de Atenas y temerosos de su resultado los atenienses estaba dispuestos a inmolarse en caso de perderla ya que sabían que si los persas entraban en su ciudad la quemarían y los harían esclavos Milcíades el general Ateniense decidió atacar rápidamente. Colocó a sus tropas en una formación que parecía débil en el centro pero fuerte en los flancos. Cuando los persas atacaron, el centro griego retrocedió, atrayendo a los persas hacia el interior. Luego, los flancos griegos rodearon a los persas, atrapándolos y causando una gran derrota.La batalla fue feroz. Los griegos, aunque en menor número, lucharon con valentía y determinación. La estrategia de Milcíades funcionó perfectamente, y los persas fueron rodeados y derrotados. Los ancianos, mujeres y niños atenienses se encontraban en la acrópolis de Atenas esperando noticias de la batalla, así que Milcíades envió a Filípides a proclamar la noticia. Éste recorrió corriendo los aproximadamente 40 kilómetros que separaban Maratón de Atenas ya que sabía que si no llegaba a tiempo para evitar la inmolación publica de viejos, mujeres y niños la victoria seria pírrica y al llegar exclamó: Cuando llego a las puertas de Atenas alcanzo a decir "¡Alegraos atenienses, hemos vencido!" Los Atenienses se habían librado del terrible destino que les esperaba pero la fortuna no estaría con aquel mensajero ya que nada más a
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez Un pobre campesino que soñó tres noches seguidas que al pie de una mata situada a corta distancia de su casa, estaba enterrado un saco lleno de oro.‑Es muy posible ‑pensó que mi sueño no sea verdadero, pero no me costará nada ir a cavar un poco por allí. Y si encuentro un tesoro, bien recompensado quedará mi trabajo.A nadie comunicó sus intenciones, de igual modo como tampoco había referido su sueño. Al obscurecer del día siguiente, tomó una azada y se dirigió a la mata que viera en sueños. En cuanto hubo dado algunos azadonazos, tropezó con algo duro y ello le dió la esperanza de que había hecho un importante hallazgo.En efecto, al poco rato puso al descubierto un saco lleno de lingotes de oro y de magníficas piedras preciosas. Contento a más no poder, se cargó el tesoro al hombro, aunque a causa del peso apenas podía andar y, mientras tanto, pensé en lo que haría con aquella riqueza.Al llegar a la casa, se dirigió al establo y dejó el saco frente a las tres vacas que tenía, pues deseaba evitar la posibilidad de que algún vecino se enterase de lo ocurrido.Anduvo acertado al tomar esta precaución, porque, al entrar en su casa, vió a dos desconocidos sentados ante el fuego y que, al parecer, no tenían ninguna prisa por marcharse. Aquellos viajeros hablaban muy bien inglés, pero, en cambio, desconocían el dialecto que usaban el campesino y su mujer. Por eso el primero pudo dirigirse a la segunda y en voz baja y seguro de no ser comprendido más que por ella, le dijo:‑En el establo tengo un magnífico tesoro. Es un saco lleno de lingotes de oro y de piedras preciosas.‑¡Oh, tráelo aquí! ‑contestó ella. ¡No sabes cuánto me gustaría ver eso!‑No quiero que nadie se entere de mi hallazgo -replicó él. Espera a que se hayan marchado estos dos hombres. Entonces traeré el saco aquí.En cuanto se hubieron marchado los dos viajeros, marido y mujer fueron a contemplar el saco y ambos se quedaron pasmados y sin saber lo que les pasaba.‑¿Has escupido sobre el tesoro? ‑preguntó la mujer.‑No ‑contestó él.Entonces ella le demostró que había cometido una grave equivocación.‑¿Cómo es posible? ‑preguntó sorprendido el marido.‑Mi padre ‑le dijo la mujer ‑era muy entendido en esas cosas y con frecuencia le oí decir que esos tesoros suelen estar encantados y que si no se tornan las precauciones debidas pueden desaparecer por completo. En cambio, cuando el que hace el hallazgo tiene la precaución de escupir sobre el tesoro, no hay duda de que ya no sufre ninguna transformación.‑Sería una verdadera lástima ‑replicó él que, después de haberlo traído aquí y de que tengo la espalda molida por el peso, desapareciese sin quedar nada. Por ahora no hay, afortunadamente, la menor señal de que el tesoro haya de desaparecer, sino que, por el contrario, pesa lo mismo que antes y estoy seguro de que hay aquí más de doscientas libras de oro y joyas.Luego ambos se dirigieron al establo y pudieron observar que las tres vacas tiraban de sus ronzales como si quisieran huir.‑No hay duda de que tienen miedo del contenido del saco ‑observó la mujer. El ganado tiene más sentido común de lo que parece y muchas veces ve cosas que los hombres no son capaces de descubrir.‑Mira, no digas más tonterías acerca de las vacas -observó el marido. Fíjate en ese hermoso saco que está lleno a más no poder.Pero cuando estuvieron a menor distancia de aquel saco, la mujer profirió un grito de miedo.-¿Qué demonios has traído aquí? ‑preguntó al marido. Estoy segura de que dentro del saco hay algo vivo. Ten la seguridad de que ahí no hay ningún tesoro.‑¡Cál
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comUn joven peregrino fue llevado por Dios de visita al infierno. Al regresar, un anciano le instó a contar lo que había visto mientras iba y venia del infierno—Cuéntame lo que has visto —dijo el anciano.—Vi un puente de plata —contestó el peregrino—. Bajo el puente había una caldera enorme donde hervían cabezas humanas. Sobre ellas volaban águilas que las sometían a tortura con sus picos.El anciano asintió con gravedad.—Ese es el eterno tormento que hay en el infierno ¿Qué más has visto?—Después pasaba yo por un pueblo donde se oían alegres canciones y diversión. Pregunté: “¿A qué se debe esta alegría?”. Me contestaron que habían tenido una muy buena cosecha, y que vivían en la abundancia.El anciano sonrió.—Es la gente de Dios que vienen subiendo lentamente al cielo. están dispuestos a dar de comer a todo el mundo; ningún pobre se alejaba de sus casas sin quedar bien atendido.—Después vi a dos perras que se peleaban en un camino. Quise separarlas, pero no logré hacerlo.El anciano frunció el ceño.—Eran dos nueras. ¿Qué pasó después?—En otro pueblo, vi lágrimas y tristeza. “¿Por qué están tan tristes?”, pregunté. Y me contestaron: “Porque el granizo estropeó nuestros campos, y ahora ya nada nos queda”.El anciano suspiró.—Allí es donde vive la gente que no conoce la sinceridad y la honestidad—Después vi cómo se peleaban dos cerdos. Quise separarlos, pero no logré hacerlo.—Se trata de hermanos que no estaban de acuerdo. ¿Qué más viste?—Estuve en una pradera maravillosa. Podría estar allí tres días sin moverme, contemplando tanta hermosura.El anciano sonrió nuevamente.—Es el paraíso, en el otro mundo; pero es difícil llegar ahí.
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez una modista que era reconocida por su habilidad para cocer elegantes vestidos. Esta modista era usualmente llamada por la princesa cuando iba a participar de una fiesta en aquel reino.La costurera hábil y dedicada recibió el emisario de la princesa en su taller con el urgente llamado para que fuera lo antes posible a las habitaciones de la reina para que le cociera un vestido de fiesta. Raudo salió la costurera hacia el castillo con sus equipo de cocer y allí encontró junto a la princesa una bella tela de tonos plateados y dorados que estaba lista para ser cortada y cocida formando el vestido. La Costurera tomo las medidas de la princesa, y con agilidad corto la tela utilizando para ellos los patrones de un excelente y majestuoso vestido. Allí mismo saco con gran pulcritud la aguja y un carrete de hilo de igual color que la tela. Tomando uno a uno los pedazos de tela cortados y con hábiles manos empezó a juntar los pedazos de aquella tela suave, sedosa y brillante. Mientras la costurera trabajaba, la aguja que la costurera tenía en sus manos comenzó a dirigirse hacia el hilo que tenía pasando por su orificio mientras que orgullosa de su papel en la faena de configuración de vestidos le decía.:Oye tu señor hilo, te has dada cuenta como la costurera esta totalmente pendiente de mi. Yo soy la única que le puedo ofrecer a ella la habilidad de pasar entre los sedosos pliegues de la tela. Soy yo la que va de aquí para allá en sus dedos, pegadita a ellos, perforando hacia abajo y hacia arriba, sin duda alguna yo soy la que tengo el poder de crear la magia. El hilo, sin responder, simplemente continuaba su camino. Cada orificio que la aguja abria por la aguja era llenado en seguida por él, sin decir nada. Simplemente permanecía atento y callado. Su función era cumplir con su trabajo y sabía que no debía prestar atención a nada más y menos a palabras necias. silencioso y activo, como quien sabe lo que hace y sabiendo que nada ganaba tratando de debatir con las palabras insensatas. La aguja, viendo que no le respondía, también calló y prosiguió su camino a lo largo de aquel bello vestido. Y era todo silencio en la salita de costura; no se oía más que el plicplic-plicplic de la aguja en la tela.La costurera trabajó incansablemente, día tras día. Cuando caía el sol, doblaba la prenda hasta el otro día y cuando salía el sol prosiguió con su tarea, hasta que el cuarto día terminó su obra y aguardó la velada del baile.Llegó esa noche, y la princesa se preparó para el evento. La costurera como es la costumbre le ayudo a vestirse prestando atención a cada detalle y para ello llevaba siempre la aguja en su pechera para que rápidamente pudiera solucionar algún detalle de ultimo momentoMientras terminaba el vestido de la bella dama, tirando de un lado y de otro, recogiendo de aquí o de allá, alisando, abotonando, abrochando… el hilo, para mofarse de la aguja, le preguntó:Hoja Aguja llego el momento final —Y bien, dígame ahora quién irá al baile en el cuerpo de la princesa, quien hace parte del vestido y la elegancia de la princesa. Quien va a acompañar a la princesa en cada momento mientras baila con los diplomáticos más importantes de la región. Quien escuchara la música y podrá danzar con cada tonada. Pero usted mi querida aguja volverá al oscuro cajon del costurero donde deberá permanecer mucho tiempo hasta que haya otro vestido. Yo en cambio estaré con la princesa disfrutando de palacio. La aguja no dijo nada; pero un alfiler, —Espero que hayas aprendido, la lección. Te ufanas de hacer tu trabajo y no entiendes que solo debes sentirte orgullosa de ti misma, sea po
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez un hombre llamado Sybha. que vivía en la india en un pueblo o que se llenaba de flores y pájaros durante la primavera. Sybha, un hombre humilde y trabajador pocas veces tenía la fortuna de tener algo más que lo necesario para comer durante un día. Pero aquel día , tuvo la suerte de conseguir una olla repleta de harina de arroz. Con mucho cuidado, Corrio a su casa y con mucho cuidado la colgó de un clavo en la pared, justo al lado de su cama, de manera que al acostarse no la perdiera de vista.Esa noche, la luna brillaba intensamente en el cielo, pero Sybha no pudo dormir. Estaba demasiado emocionado por su buena fortuna. Estos eran los pensamientos que le quitaban el sueño:"Esa olla que me han dado los dioses está llena de harina de arroz. Como ahora estamos en una época de escasez de alimentos, podré venderla por cincuenta monedas de plata. Con esas monedas podre salir al mercado de animales y me compraré dos cabras. Se que las Las cabras crían cada seis meses, por lo que en poco tiempo tendré un rebaño que pondré llevar al mercado para venderlas Con lo que me den por esas cabras podre comprare algunas vacas. Cuando las vacas hayan parido, voy a vender las terneras. Con las vacas compraré búfalos Con los búfalos podre criarlos y hacerlos fuertes y los llevare a vender y comprare una buena recua de yeguas embarazados. Cuando las yeguas hayan tenido cría, seré dueño de muchos caballos. Vendiendo los caballos tendré gran cantidad de oro. Por el oro me darán una casa de tres pisos. Entonces vendrá a mi casa un gran señor, y me pedirá que sea socio en sus negocios. Con el me hare muy rico y tendre un establo lleno de caballos y múltiplos trabajadores que me cuidaran mis caballos. Y si alguno de ellos maltrata algún caballo le dare un puntapie. Y acto seguido mando la pierna simulando el puntapieTan metido estaba el hombre en sus pensamientos, que dio un puntapié en el aire y rompió la olla, quedando completamente cubierto por la harina de arroz. La harina se esparció por toda la habitación, cubriendo los muebles y el suelo, y Sybha quedó blanco como un fantasma.Al escuchar el ruido, su esposa se despertó sobresaltada y, al ver a su marido cubierto de harina, no pudo contener la risa. Entre carcajadas, le dijo:· ¡Sybha! ¿Qué has hecho? ¡Pareces un espíritu de arroz!Sybha, avergonzado y frustrado, le explicó sus pensamientos y planes. Su esposa, aún riendo, le respondió con ternura:· Mi querido esposo, soñar no está mal, pero no olvides vivir en el presente. A veces, los planes más elaborados pueden desmoronarse con un simple error. Aprendamos de esto y sigamos adelante juntos.Con esas palabras, Sybha se sintió un poco mejor. Aunque sus sueños de riqueza se habían desvanecido, sabía que tenía a su esposa a su lado para apoyarlo. Y entonces quedó claro que aquel que hace planes para un futuro demasiado lejano, puede llegar a quedar en blanco como Sybha. .
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez Hace mucho tiempo, Ra, el señor de todos los dioses, aún reinaba sobre la Tierra como faraón. Vivía en un enorme palacio a orillas del majestuoso río Nilo, cuyas aguas eran la fuente de vida para todo Egipto. El palacio estaba adornado con columnas de piedra tallada y decorado con frescos que narraban las hazañas de los dioses. Todos los habitantes de Egipto acudían a presentarle sus respetos, llevando ofrendas de oro, incienso y mirra. Los cortesanos, vestidos con túnicas de lino fino y joyas de lapislázuli, no dudaban en complacerlo, y él pasaba el tiempo cazando en los vastos desiertos, jugando a juegos de mesa como el senet y celebrando fastuosas fiestas en los jardines del palacio. ¡Una vida realmente placentera!Pero un día llegó a palacio un cortesano que le contó una conversación que había oído mientras estaba navegando por el Nilo. . A las orillas del Nilo vio a Thot, el dios de la sabiduría y la magia, sentado junto a la Nut. El cortesano pudo oír cuando Thot le decía a la diosa que algún día su hijo sería faraón de Egipto. Ra se puso muy furioso ya que pensaba que Nadie salvo él era digno de ser faraón. . Caminaba de un lado a otro en la sala del trono, cuyas paredes estaban cubiertas de jeroglíficos sagrados, gritando -¡Cómo se atreve Thot a decir eso! ¡Ningún hijo de Nut me destronará! Reflexionó sobre ello largo tiempo, al cabo del cual, tras invocar sus poderes mágicos, lanzó la siguiente maldición:Ningún hijo de Nut nacerá en ningún día ni en ninguna noche de ningún año". La noticia pronto se extendió entre los dioses. Todos decían que debido a esa maldición no podría nunca Nut tener un hijo porque cerraba las oportunidades de procrear en algún día del año. Cuando Nut se enteró de la maldición, se sintió muy apesadumbrada. Deseaba un hijo, pero sabía que la magia de Ra era muy poderosa. ¿Cómo podría romper el maleficio? La única persona que podía ayudarla era Thot, el más sabio de todos los dioses, así que fue a verlo.Cuando Nut llego donde Thot este se compadeció inmediatamente de ella La veía llorar desconsoladamente y se encontraba muy demacrada. Cuando Nut le explicó que su deseo de tener una hijo se hacia imposible debido a la maldición de Ra. Thot que era un ser inteligente y sabio le dijo. No puedo romper la maldición de Ra, pero puedo tratar de evitarla. Espera aquí que voy a hablar con el dios Luna. Thot sabía que Jonsu, el dios Luna, era jugador, así que lo retó a una partida de senet que era un juego que se jugaba en un tablero con 30 casillas y piezas para dos jugadores Jonsu no pudo resistirse ya que su pasión por el juego era bien conocida y rápidamente cedió al desafío.¡Oh, Thot! -exclamó-. ¡Tal vez seas el dios más sabio, pero yo soy el mejor jugador de senet! No he perdido ninguna partida en toda la eternidad así que Jugaré contigo y te ganaréLos dos se sentaron a jugar en una mesa de ébano incrustada con marfil. Thot Gano esa primera partida y Jonsu en un arranque de furia dijo. Has tenido suerte, Thot - Apuesto una hora de mi luz a que te gano la siguiente partidaThot sonriendo le acepto la siguiente partida de Senet y esta vez Thot volvió a ganarle a Jonsu una nueva hora de luz. Y obviamente Jonsu volvió a retar a Thot a nuevas partidad y todas y cada una de ellas las iba perdiendo ante el inteligente y hábil Thot. En total Thot le había ganado a Jonsu la luz equivalente a 5 días así que con gran cortesía se levantó de la mesa llevando consigo la luz de esos días y comenzó a caminar lejos de el confundido dios Jonsu Jonsu que nunca había sido derrotado leva
Hacer click aquí para enviar sus comentarios a este cuento.Juan David Betancur Fernandezelnarradororal@gmail.comHabía una vez en un pequeño pueblo, un talentoso escultor llamado Arturo. Arturo era conocido por su habilidad para crear figuras de cera que parecían tan reales que la gente a menudo se detenía a admirarlas, maravillados por su realismo. Sin embargo, Arturo tenía un sueño secreto: crear una figura de cera que fuera una réplica exacta de sí mismo.Durante meses, Arturo trabajó incansablemente en su taller. Cada día, se miraba en el espejo, estudiando cada línea y cada arruga de su rostro. Con manos hábiles y ojos atentos, esculpió la cera, asegurándose de que cada detalle fuera perfecto. Finalmente, después de mucho esfuerzo, la figura estuvo terminada. Era tan realista que parecía que Arturo tenía un gemelo.Arturo decidió mostrar su obra maestra al pueblo. Colocó la figura en la plaza principal, donde todos podían verla. La gente se reunió alrededor, asombrada por la semejanza. "¡Es increíble!", exclamaban. "¡Es como si Arturo estuviera aquí mismo, pero hecho de cera!"Pero Arturo tenía un plan secreto. Esa noche, cuando el pueblo estaba en silencio y todos dormían, Arturo se deslizó hasta la plaza. Con cuidado tomo la figura de cera y la llevo a un cobertizo cercano donde Arturo almacenaba sus instrumentos. Allí , se cambió de ropa con la figura de cera y luego dejando a la figura en el cobertizo con sus vestimentas de artista tomo el lugar de la figura en el pedestal. La figura de cera, ahora vestida con los atuendos de Arturo, permaneció inmóvil oculta a todos los lugareños mientras Arturo se hacia el inmóvil esperando que salieran los habitantes y pasaran frente.a el, Salió el sol y todos los habitantes comenzaron a desempeñar sus funciones cotidianas. El sacerdote paso frente a Arturo vestido con la ropa de la figura de cera y sin mirarlo siquiera siguió su camino rumbo a la iglesia. Allí toco las campanas de misa y muchos habitantes del pueblo salieron de sus casas rumbo a la misa, pasando al frente de Arturo y ninguno se percato que era Arturo el representado allí. Pero con las horas Arturo comenzo a sentirse cansado y decidio desenmascarar su patrana. Pero para su sorpresa no podía moverse. Por mucho que lo intentaba su cuerpo no respondia y cada uno de sus musculos permanecia inmóvil y tieso. Ni siquiera sus ojos se podían mover. Al mismo instante . La figura de cera comenzó a moverse. Primero, parpadeó, luego estiró los brazos y finalmente tuvo la capacidad de mover sus articulaciones, vacilando se acercó a la puerta de cobertizo y lo abrio. Por primera vez recibía la luz en sus ojos ya animados. . La gente del pueblo sl verlo lo saludaba …. Hola Arturo . Bonito día. Cierto. La figura de cera, ahora con vida, caminaba por la plaza, saludando a todos con una sonrisa.Arturo, aunque petrificado, podía ver y oír todo lo que sucedía a su alrededor. Observaba con asombro cómo su creación se desenvolvía en el mundo. La figura de cera, con su nueva identidad, exploraba el pueblo, descubriendo cada rincón y disfrutando de la vida que Arturo había dejado atrás.Sin embargo, no todo era perfecto. La figura de cera, al darse cuenta de su nueva libertad, comenzó a desarrollar deseos y ambiciones propias. Quería ser más que una simple réplica de Arturo; quería ser reconocida por sus propios méritos. Empezó a cambiar su apariencia, a vestirse de manera diferente y a tomar decisiones que Arturo nunca hubiera tomado.La gente del pueblo comenzó a notar estos cambios y algunos empezaron a sospechar. "¿Qué le ha pasado a Arturo?", se preguntaban. "No parece el mismo de antes". La figura de cera, sintiendo la presión de las expectativas de la gente, comenzó a actuar de manera errática, tratando