Reflejos de su gloria es un programa que tiene como objetivo compartir las enseñanzas de las Escrituras, celebrando la gloria de Dios, con el deseo de reflejar su carácter con cada enseñanza.
Recuerda sus promesasSubiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará. Mateo 21:17-19 Jesús había pasado tres años de su vida enseñando a sus discípulos, preparándolos para el día en que la promesa de redención se culminaría con la muerte y resurrección del Mesías. Los discípulos no parecían estar listos para este mensaje, por esto los vemos insistendo en hablar de temas triviales como quién sería el mayor en el reino De Dios. El reino de los cielos había llegado, y Jesús, el mayor de todos iba a entregar su cuerpo para tomar sobre sí el pecado de todos nosotros. Al seguir leyendo los evangelios, leemos que cuando entraron en Jerusalén, Jesús sobre un pollino, algunos recibieron a Jesús con palmas y mantos, como la profecía había señalado siglos antes, pero los doce no parecen relacionarlo.Los discípulos no parecían entender durante toda la semana los eventos que llevarían a Jesús al momento de su muerte, aunque camino a Jerusalén, Jesús les había dicho que sería apresado, condenado, azotado y crucificado. Durante la celebración de la Semana Santa reflexionaremos sobre los eventos de esta semana. Pero en este día, al llegar al final de los evangelios, notemos que los discípulos, como nos puede suceder a nosotros, estaban confundidos con las promesas que Jesús les había hecho y con los eventos que estaban viviendo. Ellos estaban con Jesús cuando este les dijo que uno de ellos lo traicionaría, mas ellos no sabían quién sería. Cuando Judas trajo al grupo de soldados al jardín donde lo apresarían, Pedro reaccionó para intentar rescatar a su maestro, y este le tuvo que parar, porque como había indicado, este había sido el plan desde la eternidad. Cuando Jesús estaba siendo acusado y escarnecido, algunos de sus discípulos huyeron y el mismo Pedro que dijo que moriría por Él, le negó para protegerse a sí mismo. Vemos a Jesús ante Pilato, y el pueblo entero pidiendo su crucifixión. Y al fin Jesús, clavado en una cruz, mientras muchos miraban, unos contentos, otros llorando, y los que le conocían, “y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.” (Lucas 23: 49).Su cuerpo inerte fue bajado de la cruz y sepultado por José de Arimatea, el cual había creído en Jesús, y las mismas mujeres que seguían al maestro y habían contemplado lo ocurrido ayudaron a preparar su cuerpo. Mas aún así no parecía que sus seguidores entendieran todo lo que estaba sucediendo, porque al tercer día, cuando Cristo resucitó de la tumba, todos recibieron la noticia con sorpresa, a pesar de que Cristo les había dicho que estas cosas ocurrirían. Los ángeles les tuvieron que repetir: “Acordaos de lo que os habló, …”Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.”¡Entonces ellas se acordaron de sus palabras!Esta es una preciosa reflexión. Por fin, por la obra del Espíritu, todo lo que habían oído tenía sentido. Ahora entendían que su maestro, el Mesías prometido, estaba cumpliendo delante de sus ojos todo lo prometido. Jesús resucitó, victorioso sobre la muerte. Se presentó ante muchos en su cuerpo glorificado, y ascendió al Padre, tal como había sido anunciado. Es este Jesús el que ha abierto el camino de cada pecador al Padre Santo, para que todos podamos experimenta vida eterna en Cristo. Veremos más adelante detalles de estos eventos de redención, pero ahora meditemos en esta verdad: Dios siempre cumple lo que promete. Los seguidores de Jesús tenían toda la información necesaria para entender lo que estaba sucediendo, pero no podían ver lo que Cristo estaba haciendo, hasta que sus ojos fueron abiertos. Pídele a Dios que abra los ojos de tu entendimiento, para que veas y entiendas lo que Dios ha hecho por ti. Vive la vida aquí consciente de la obra de Cristo y disfruta de las promesas de Dios día a día.
Feliz NavidadCon esta introducción del relato del nacimiento de Jesús desde los evangelios y con motivo de la celebración de la Navidad hemos comenzado el estudio del Nuevo Testamento. Espero que en este próximo año desees seguir estudiando la Palabra de Dios. Te animo a dedicar un tiempo antes del final del año para contemplar lo que has vivido y sentido este último año, lo que has conseguido y lo que te has quedado sin alcanzar. Acaba tu tiempo de reflexión estableciendo algunas metas personales para el año que viene y pídele a Dios a cumplirlas. Pídele que lo puedas conocer a Él más y mejor, para disfrutar de una vida plena.Estos días navideños muchos celebrarán esperanza mientras otros se resentirán por la hipocresía que observan a su alrededor o por la pena que llevan dentro. Procura disfrutar de manera reflexiva estos días de celebración, con tus seres queridos, confiando en Dios cuando las circunstancias te lleven a perder la paz; descansa en Su amor cuando la ausencia de un ser amado haga estos días difíciles de disfrutar. Dios conoce tu situación, quiere ser parte activa de tu vida y Él ha dado mucho para tener una relación contigo. Llevale a Él tus luchas y permítele que te dé Su paz y su luz. El Rey de Reyes se ha dado a conocer. Aprovecha estos días para seguir conociéndolo mejor. Te deseo de corazón una Feliz Navidad y un año lleno de Dios.
Preparación para la NavidadHemos llegado a diciembre. Un año más, quisiera compartir unas reflexiones con el deseo de preparar nuestros corazones para celebrar la Navidad de forma que traiga gloria a Dios. Este año las Navidades serán distintas a las de otros años. Sin embargo, no significa que han de ser menos especiales. Si no perdemos de vista el verdadero significado de la Navidad, puede incluso que podamos recordar estas Navidades de forma muy especial. Después de todo, la primera Navidad no fue como nosotros la solemos celebrar. Recordemos que María y José estaban solos, lejos de su casa y sus familiares, intentando cumplir los requisitos del censo impuesto por los gobernantes romanos. A través de los más de 2000 años de historia desde esa Navidad, dudo que cada año todos los cristianos hayan podido celebrar la Navidad con familiares y amigos, de la manera que la mayoría pensamos que se ha de hacer. Quizá este año podremos recordar con mejor perspectiva a aquellos que llegado este tiempo del año sufren soledad o enfermedad, o no tienen para fiestas y convites. Aceptemos el reto este año. Tomemos tiempo cada día de este mes para leer en la Palabra de Dios sobre la razón genuina por la que celebramos la Navidad. Compartamos con alguien cada día lo que Dios nos ha mostrado sobre el propósito de esta celebración tan especial. Y demos gracias cada día por algo que Dios nos ha regalado, porque a diferencia de la celebración tradicional, Dios nos da regalos todos los días del año. Espero que esta colección de 15 reflexiones publicadas entre semana hasta llegar a la fecha de la celebración del nacimiento de Cristo sea de bendición para tu vida y para la de los que te rodean.
De Génesis a Apocalipsis Hemos llegado al final del libro de Apocalipsis. Desde que comenzamos este viaje a través de la Biblia, hemos contemplado a Dios y descubierto su buena voluntad para la humanidad. Hemos visto que nos creó para que tuviéramos comunión con él. Pero esta comunión fue arruinada cuando el hombre quiso tomar las riendas de su destino.Así como el ángel Satanás se había rebelado contra Dios, queriendo ser él mismo un dios, el ser humano despreció la voluntad de Dios para seguir la suya propia.La Palabra de Dios nos presenta a Jesucristo desde el Génesis hasta el Apocalipsis, mostrando a la humanidad el plan de rescate que Dios ofrece. Vez tras vez hemos visto cómo a pesar del amor y la paciencia de Dios, todos, incluso los que deseamos a Dios, caemos en la trampa de la vieja serpiente, queriendo el control que solo pertenece a Dios. Mas Cristo, el Cordero, siempre ha estado ahí, ofreciendo salvación a todo el que la pide. Al final del libro de Apocalipsis leemos cómo Dios establecerá un reino eterno, en el que no existirá mal ni sufrimiento. La descripción de este nuevo cielo y esta nueva tierra en estos últimos capítulos nos recuerda al mundo que Dios creó en el principio.Narra Juan: “Después me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (22:1-5).Esta nueva creación se asemeja al huerto donde Dios puso al ser humano al principio de la creación. Sin embargo, aquí no habitará solo una familia, sino que las multitudes que han confiado en Cristo disfrutarán este paraíso por la eternidad. En el principio, el hombre vivía en un huerto rodeado por ríos, donde había todo tipo de árboles, donde Dios venía y paseaba con ellos diariamente, y el hombre y la mujer llevaban en sí la imagen de Dios. Y esta ciudad celestial que describe Juan en Apocalipsis, tiene el río que brota del trono de Dios, y a uno y otro lado del río el árbol de Vida que da un fruto diferente cada mes del año. ¡Ya quisiera yo un árbol así en mi casa! Y encima, sus hojas curarán todas las enfermedades. Este era el plan de Dios para su creación original. Dios nos creó para que pudiéramos disfrutar de Él y de sus regalos. ¡Cuántos miles de años hemos desperdiciado por nuestra rebelión! Mas Dios, que es grande en misericordia, ha orquestado los acontecimientos para traer justicia a la Tierra. ¿Por qué no antes? ¿Por qué tanto sufrimiento? El que confía en él para salvación, verá su rostro, y entonces, si esas dudas no han sido disipadas a la luz de su gloria, podremos pedirle que resuelva cualquier duda, así como enjugará toda lágrima que hasta allí llegue, porque allí “ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.” (21:4)¿Y quién podrá disfrutar de este nuevo hogar?En los versículos 7 y 8 del capítulo 21, Juan escucha al ángel decir: “El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.” En 27 leemos que “no entrará en la ciudad ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.” Nos dice el texto los que no entrarán. No habrá allí inmundicia, abominación o mentira, y no entrarán por tanto cobardes, incrédulos, abominables, homicidas, fornicarios, hechiceros, idólatras, o mentirosos. Todos los que eligieron esto sobre Dios irán al lago de fuego y azufre. xxY el texto confirma que los que estén inscritos en el libro de la vida entrarán en la ciudad, y que los vencedores heredarán todas las cosas.En el versículo 5, El Señor Jesús dijo: “Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin.”La última vez que vimos a Cristo decir “Hecho está” fue en la cruz del Calvario, cuando voluntariamente dio su vida para salvar a todos los que entrarán a morar en esta nueva creación.En el versículo 6 dice también “Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.” Como leemos en los evangelios (Juan 4:14), Jesús sigue dando su agua viva a todo aquel que se declare sediento y en necesidad. Entonces, ¿Hasta qué punto podemos declararnos vencedores los herederos, como dice el texto? Obviamente no vencemos por nuestros propios méritos. Una vez más, los vencedores son aquellos que han puesto su fe en el Cordero, los que han sido inscritos en el libro de la vida del Cordero. A todos nosotros, Dios nos declara vencedores en el nombre de aquel que nos amó y dio su vida por nosotros (Romanos 8:37). Y para los que en él confían, “no habrá más maldición” (22:3-5):En el Edén, Adán y Eva vivían disfrutando de las bendiciones de su Creador hasta que escucharon la voz de la serpiente antigua y decidieron dejar a Dios para seguir su propio camino. Ahí entró la maldición en el mundo, nos recuerda Pablo en Romanos. Por un hombre, Jesús, vino al mundo el antídoto a esa maldición generalizada. Cristo trajo salvación que puede ser para todo el que la desee, mas la maldición generalizada estará presente en el mundo hasta ese día en que el mal será erradicado eternamente. En la nueva creación de los redimidos por Cristo ya no habrá más maldición, “y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.” Pertenecientes a los redimidos por el Cordero, tendremos todas nuestras necesidades satisfechas. “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.”Juan acaba el libro anunciando la venida inminente de Cristo. “Y el Espíritu y la Esposa (que es la iglesia) dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.”Aquí lo tenemos, una invitación abierta, no solo para disfrutar a Cristo en esta vida, sino también para pertenecer a los habitantes de este prometido hogar celestial. La condición es tan sólo reconocer nuestra sed, y querer tomar del agua viva que se nos ofrece. En los evangelios leemos que todo aquel que ve su necesidad de Cristo y pide por fe que este la supla, tiene vida eterna. Arrepentimiento y fe son el único requisito, porque la obra ya se hizo en el Calvario. ¡Hecho está!Dijo Jesús en Juan 4:14: “el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” Habiendo oído lo que Dios ha hablado en su Palabra, ¿reconocerás tu sed y pedirás a Cristo que te dé del agua viva?
La VictoriaEn los capítulos 17-20 de Apocalipsis leemos sobre la derrota del sistema del Anticristo, el reino milenario de Cristo y la victoria final del Cordero. El capítulo 17 comienza con el anuncio de la destrucción de Babilonia, con la cual el Anticristo y sus seguidores se habían engrandecido, participando de pecados contra la santidad de Dios. La describe Juan como “una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.” La describe el versículo 18 como “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra,” dando a entender que ejerce influencia sobre los gobernantes de todo el mundo.Vio Juan que venía montada sobre el dragón, que si recuerdas, es Satanás, la serpiente antigua. En estos tiempos, Satanás llevará en sus lomos a esta institución descrita aquí con atuendo ostentoso y “ébria de la sangre de los santos.” A esta se le atribuyen crímenes contra los cristianos, refiriéndose a aquellos que han perdido su vida por causa del evangelio. Y nos dice Juan que está sentada sobre siete montes, y siete reyes. Muchos son los que han intentado asignar la identidad de estos personajes a personas y entidades de nuestra esfera mundial. En los tiempos en que se escribió el Apocalipsis, el Imperio romano dominaba el mundo. Muchos creyeron que este era el rey actual del que hablaba el texto y el que estaba por venir vendría pronto. En cada siglo se ha pensado que pronto llegaría el momento del cumplimiento, mas Dios todavía sigue dando oportunidad al pecador para arrepentirse.En nuestros días también podríamos entender que el tiempo del fin está cerca. Es cierto que en las Escrituras vemos que el gobierno del Anticristo tendrá influencia global, pero también es verdad que durante décadas, o podríamos decir siglos, han sido muchos los que han pensado que diferentes instituciones globalistas como la Unión Europea, las Naciones Unidas o el nuevo orden mundial del que hablan los políticos actuales pueden ser el cumplimiento de estas profecías. Lo cierto es que nuestra sociedad va en la dirección de unificar criterios a nivel mundial, pero no podemos afirmar con seguridad que este es el momento del cumplimiento de la profecía de Apocalipsis. Dios nos dice que vendrá como ladrón en la noche, pero al mismo tiempo, nos da señales para que notemos que el fin está cerca. Leemos en el capítulo 17 que diez reyes vendrán con un un mismo propósito, y apoyarán el gobierno del Anticristo, que recibirá el poder de toda la tierra. Vemos también que Babilonia, la ciudad que los ha hecho ricos, será destruída en una hora. Dios hará que esto suceda, aunque no sabemos si será por un desastre natural o por obra humana. Lo cierto es que hoy día no nos cuesta imaginar, con el armamento existente en el mundo, cómo esto podría llegar a suceder tal como lo narra el libro. Tras la caída de Babilonia, el Anticristo y sus vasallos pensarán que la victoria era de ellos. Mas nos narra Juan en el capítulo 19 que oyó “una gran voz de una gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro; porque sus juicios son verdaderos y justos” (19:1); ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado” (19:6-7).Entonces un caballo blanco entró en la escena que Juan contemplaba, seguido de un ejército celestial; y el que montaba el caballo “se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea” (19:11). Este sí era el genuíno vencedor, no como aquel caballo blanco del primer sello. Vendrá con su ropa teñida en sangre, mas no es la sangre de otro, sino la suya propia, pues su sangre es la que ha dado la victoria sobre la muerte y el pecado. Este es el Verbo de Dios que Juan había presentado en el primer capítulo del evangelio. “Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (19:13-16).Vinieron ante él reunidos la bestia, y los reyes de la tierra con sus ejércitos, para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. Mas el ejército de Cristo los venció, “y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo” (19:19-21).En este punto pensaríamos que esto marcaría el fin del maligno, Satanás, pero leemos en el capítulo 20 que este no es destruído en esta escena, sino apresado y atado durante 1000 años, tiempo en el que Cristo mismo reinará en la tierra. Aquellos que hayan permanecido fieles a Dios, no tomando la marca de la bestia, podrán disfrutar un gobierno justo donde el mal no reina. Mas leemos que después de 1000 años, Satanás será soltado, y muchos le volverán a seguir. Por muy increíble que parezca, después de tener un sistema bueno y justo ya establecido, la gente se habrá olvidado de todo el mal que había llevado al mundo al caos 1000 años atrás. Cuando Satanás sea soltado, vendrá y engañará a los reinos y nos dice el versículo 9 que “subieron sobre la anchura de la tierra, y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada;” Mas en este momento, descendió de Dios mismo “fuego del cielo, y los consumió.” Y entonces, “el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos” (20:10).Entonces el gran juicio del trono blanco tendrá lugar, y todos los habitantes de toda la tierra y de todos los tiempos se presentarán ante el gran trono, y serán todos juzgados, cada uno según sus obras, mas por sus obras nadie será declarado justo. Y nos dice Juan que “la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (20:14-15). Este es el lago de fuego que algunos quieren negar, pensando que Dios no podría enviar a nadie a tal lugar. Mas una vez más, si somos honestos al leer lo que Dios ha mostrado en la Biblia, llegamos a la conclusión de que el carácter Santo de Dios no puede permitir que el mal siga y siga por la eternidad. Solo cuando el maligno y todos los que le siguen en su corazón sean echados en el lago de fuego podremos decir que el mal que ha atormentado a la humanidad durante siglos y siglos ha sido erradicado para siempre.Como hemos visto, ni 1000 años de cadena perpetua del maligno podrá conseguir que los humanos busquen la bondad de Dios. Sin duda, como expresa la Palabra, el mal no está solo en Satanás, sino que está en cada uno de nosotros, y no hay justo ni aun uno. Solo Cristo, el Cordero redentor, el Fiel y Verdadero, Rey de Reyes y Señor de Señores que vendrá triunfante sobre el mal, es verdaderamente justo. Él, como leímos en la escena celestial, es el único digno de traer el juicio sobre la tierra, y establecer su reino eterno. Y tenemos la certeza de que lo hará. La victoria de Cristo es segura, y aquellos que le sigamos, disfrutaremos la victoria eterna con Él.
Hacia la batalla finalNos narra Juan que los 144.000, arpas en mano, cantaban un cántico nuevo delante del trono de Dios (14:1-3). Y “los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, en pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios, cantaban el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? pues sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán y te adorarán, porque tus juicios se han manifestado” (15:2-4).Y vio Juan a un ángel “que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,” y decía: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.” (14:6-7)¿Por qué cantaban estos? Un ángel anunció la respuesta: “¡Ha caído Babilonia!” (14:8) Por fin había llegado el momento de la destrucción de Babilonia, nombre simbólico a través de la Biblia para el sistema del maligno. A través de la historia, Babilonia se había referido no solo a la ciudad de los caldeos sino también a Roma y el sistema mundial que establecerá el anticristo. Y nos narra Juan diciendo: “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.” (14:14)Había llegado el tiempo de la siega. Era tiempo de hacer justicia sobre la tierra, y el dragón, con todos sus seguidores, tendría que enfrentar la ira santa del Todopoderoso. “Del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles” (15:6-8).La primera copa traería la ira de Dios sobre la tierra, causando pestes y enfermedades. La segunda copa sería derramada sobre el mar. El agua de los mares se corromperá y seres marinos morirán. La tercera copa derramará la ira de Dios sobre los ríos; y habrá escasez de agua para todos los seres terrestres. La cuarta copa afectará al sol. Nos dice Juan que el sol aumentará su capacidad de calor. ¿Imaginas que la capa de ozono que tanto luchamos por proteger se abriera? Los efectos serían catastróficos. La quinta copa será derramada sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrirá en tinieblas y experimentaran dolores terribles, probablemente causados por las quemaduras solares. Y nos dice Juan que estos que sufrían “no se arrepintieron de sus obras” (16:11). En medio de todo este sufrimiento, los habitantes de la tierra, en lugar de clamar al único que los podría librar de todo esto, dice la Biblia que lo maldecirán. Podemos preguntarnos si tal ira es apropiada o si el castigo es desmesurado, pero Dios nos da la respuesta. Recordemos que Dios es el único ser enteramente Justo y por lo tanto su ira también es justa. Leemos en los salmos cómo este castigo es el castigo justo contra aquellos que dieron muerte a los profetas de Dios (Sal. 19.9, 119.137, 145.17).Vio Juan entonces que el sexto angel derramó su copa en el río Éufrates, y se secó el cauce del río, dejando el camino libre para las tropas que vendrían del oriente para la batalla. Entonces, el dragón, que es Satanás, la bestia que es Anticristo y el falso profeta, con espíritus diabólicos y con señales, persuadirán a ”los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día ante el Dios Todopoderoso” (16:14). Y entonces, en los extensos campos de Armagedón, en tierra de Israel, será derramada la última copa, anunciando la batalla final. Hace un tiempo pudimos pasear por Israel, pasando por estas tierras. En el GPS se puede incluso contemplar la inmensa planicie donde se han llevado a cabo guerras en el pasado, y donde la gran batalla de Armagedón tendrá lugar. Nos dice el texto que la séptima copa será derramada por el aire. Juan nos lo narra en pasado, porque está contando aquello que Dios le permitió ver en visión. Dice: “Entonces hubo relámpagos y voces y truenos, y un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra. Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira. Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados. Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.” Este texto habla de la subida del nivel del mar, de modo que las islas desaparecerán, y habla de desastres naturales que no podrán contenerse. La gran Babilonia futura será derrotada en aquel día, al mismo tiempo que este mundo se enfrenta a su destrucción. Todo esto me hace pensar en el gran esfuerzo humano y la cantidad de medios materiales que el ser humano está invirtiendo para “salvar el planeta.” Dios nunca nos pidió que salváramos el planeta, porque sabe que eso va más allá de nuestro poder. Nos pidió que cuidáramos la creación, y cada uno somos responsables por cómo hacemos esto. Pero el sistema mundial sigue realizando esfuerzos fútiles intentando salvar el planeta, y mientras, hemos estado descuidando el estado moral de la población mundial. Cuando Dios envió a Jonás a Nínive, dijo que si se arrepentían, Dios no enviaría el castigo que les había anunciado. En el segundo libro de Crónicas Dios pactó con Salomón diciendo: “si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14). Dios siempre oye al alma arrepentida, mas a los soberbios los resiste, y estos serán humillados. No hay esperanza para Satanás y sus seguidores. El juicio es inminente. Sin embargo, hay esperanza para el individuo; hay una salida para todo aquel que reconoce la autoridad divina y viene a Cristo arrepentido. Dios ofrece gratuitamente una salvación integral que ha costado la vida de su Hijo. Es su deseo que ninguno perezca, y sin embargo, la decisión final es personal para cada individuo. Leemos en el último libro de la Biblia que los habitantes que hayan endurecido sus corazones hasta el final, no tendrán escape, porque han rechazado la gracia de Dios. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en Su nombre, nos dice el mismo apóstol Juan en su evangelio, que el Todopoderoso nos ha dado derecho de ser llamados hijos de Dios. Ante toda esta información privilegiada que Dios nos ha dejado, ¿qué harás tú hoy?
Siete personajes de la tribulaciónEl libro de Apocalipsis contiene aquellas cosas que son y las que han de ser. Los primeros capítulos del libro contienen las cartas a las siete iglesias, que representan a la iglesia de Dios en esta era cristiana. Sin embargo, Juan vio también aquellas cosas que todavía están por ocurrir. Le dice Cristo en el versículo 19 del primer capítulo: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.”Hemos descrito lo que Juan vio al abrírsele la puerta al cielo. Vio al Padre en su trono, a ángeles, ancianos y multitudes que lo adoraban, y vio a Cristo, el Cordero, el cual era el único digno de abrir el libro que traería el juicio sobre la tierra. Hemos leído de lo que el libro revelaba, de cómo habrá guerras, plagas y desastres naturales como jamás hemos visto, el resultado de la rebeldía humana y la maldad del anticristo. Dios soltará a aquellos seres que se rebelaron contra Él en el principio y estos traerán destrucción a la tierra como jamás se ha experimentado en la historia del mundo. Los capítulos 12-14 nos presentan una visión de siete personajes que Juan vio en esta escena y que estarán presentes en los eventos de los últimos tres años y medio de la tribulación. En primer lugar ve una lucha entre una mujer y un dragón. El escenario de esta gran señal es el cielo.En el 12:1 leemos de “una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Y estando encinta, clamaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento.” Esta mujer que Juan vió es la representación de Israel, el pueblo de Dios. La segunda parte de la tribulación está enfocada en Israel, y aquí vemos que el pueblo de Dios experimentará gran dolor. De esta mujer vino el Mesías, el que se sentará en el trono de David su padre. Nos dice el texto que la mujer, el pueblo escogido de Dios, es guardada en el desierto durante 1,260 días para su protección; estos son el tiempo y tiempos y medio tiempo del versículo 14, que es la segunda parte de la tribulación. Dios protegerá a Israel de manera milagrosa para que el segundo personaje que encontramos en esta escena, el dragón, no pueda destruirla. Leemos en el versículo 3 de “un gran dragón escarlata, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete diademas;” En el libro de Daniel, capítulos 7 y 8 leemos también sobre este dragón, que es Satanás. Este dragón rojo, venía con intención de matar y destruir. Leemos en el texto que “su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese.” La misión de este personaje, su gran deseo, es acabar con el pueblo de Dios y con el Hijo prometido.Este Hijo es el tercer personaje que vemos en esta escena. El “hijo varón que regirá con vara de hierro a todas las naciones” es Jesucristo, el heredero del trono. Y nos dice el texto que este que reinaría “fue arrebatado para Dios y para su trono.” (12:5) De este modo, aunque Satanás quería por todos los medios evitar que Jesucristo reine, no lo conseguiría. La muerte y resurrección de Cristo sellaron su reino eterno en el cielo y también un reino físico aquí en esta tierra al final de esta gran tribulación, en cumplimiento de las profecías mesiánicas del Antiguo Testamento. El cuarto personaje es el Arcángel Miguel, el cual encontramos también en los capítulos 10 y 12 de Daniel. Su nombre significa ¿Quién como Yahvé? Este principal de los ángeles de Dios junto con ángeles a su mando es el elegido para hacer guerra contra Satanás y sus ángeles.En los versículos 7-9 del capítulo 12 leemos: Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles; pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.”Notemos que Satanás, al que atribuímos mucho poder, no pelea directamente con Dios. Satanás nunca llegará a la altura de Dios; recordemos que este es un ángel, y además, aquí podemos ver que Miguel, aquel que como su nombre indica reconoce a Dios como el Todopoderoso, es el que vence al dragón, la serpiente antigua del Edén, Satanás el acusador. Narra Juan en los versículos 10-12: “Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte. Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos.” Cuando Satanás es echado de la escena celestial vendrá a la Tierra con venganza, a dañar a aquellos que adoran al Cordero. Este tiempo de persecución será como nada que se haya vivido jamás en cualquier lugar de la tierra, porque el diablo, sabiendo que no le queda mucho tiempo para su juicio final, vendrá con gran ira contra el pueblo de Dios y contra aquellos que guardan sus mandamientos y el testimonio de Jesucristo (12:17).Estos son el quinto personaje, aquellos que serán salvos durante la tribulación gracias al testimonio de los 144000 judíos que compartirán el evangelio con los que no conocían a Cristo en el momento del rapto. Nosotros creemos que aquellos que han sido salvos por fe a través de la historia iremos con Cristo en las nubes cuando éste venga a rescatarnos, antes de que todo esto que leemos acontezca. En ese momento, estaremos en la escena celestial del trono, alabando a Dios. El sexto y el séptimo personaje son la bestia del mar y la bestia de la tierra, de las que leemos en el capítulo 13. La bestia del mar (13:1-10) representa el anticristo. Es una bestia parecida a las bestias de las visiones de Daniel, pero esta cabeza tiene una herida de muerte que ha sido sanada. Esta cabeza recibirá autoridad del dragón, Satanás mismo, durante 42 meses, que son tres años y medio, durante los cuales blasfemará contra Dios y hará guerra contra los santos. Junto con esta, vemos otra bestia que sale de la tierra (13:11-18). Esta bestia es la representación del falso profeta que acompañará al anticristo. Este falso profeta promoverá la adoración mundial del anticristo mediante varias señales poderosas, y conseguirá el control del mundo, diseñando y exigiendo una marca en la mano derecha o en la frente de los fieles al anticristo. En este momento, todo será sombrío aquí en la tierra.Pero a pesar de la furia de Satanás y la destrucción que este ocasionará junto a su anticristo y el falso profeta, el pueblo de Dios prevalecerá por medio de “la paciencia y la fe de los santos” (13:10). Recordemos que Cristo jamás nos prometió que nuestro tiempo en este mundo sería fácil. Todos enfrentamos tribulaciones y dificultades, en menor o mayor grado. Pero lo que siempre nos prometió Cristo es que estaría con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Hoy contamos con su presencia y su fuerza para todo lo que nos toque enfrentar. Su gracia es más que suficiente para todo lo que nos pueda venir hoy, e igualmente será suficiente para aquella generación que deba vivir este momento de tribulación hacia el desenlace final de la historia humana. Podemos afirmar con el apóstol Pablo que “Con Cristo, somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó.” (Romanos 8:37)
Los sellos y las trompetasAl comienzo del capítulo 6 de Apocalipsis nos encontramos en la escena celestial del trono de Dios, rodeado de los cuatro seres descritos anteriormente, de los 24 ancianos en sus tronos, con sus arpas y las copas llenas de las oraciones de los santos, y una multitud que alababa a Dios y al Cordero. Juan y todas las huestes celestiales estaban a punto de ser testigos del contenido del rollo sellado que sólo el Cordero es digno de abrir.Sin embargo, al final del capítulo leemos este texto: “Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?”¿Qué iría a desatar el Cordero para que todos, del más débil al más fuerte, del más pobre al más rico, del más indefenso al más poderoso deseara esconderse del rostro de Dios?El Cordero se disponía a abrir los sellos. Cuando pensamos en los siete sellos en el pergamino, no debemos imaginar una línea de sellos en el borde, cada uno reforzando la función del otro. Históricamente sabemos que se empleaban múltiples sellos en los documentos oficiales para controlar el acceso al material más confidencial. El que rompía el primer sello de un documento podía empezar a leerlo hasta llegar al siguiente sello, donde sólo una persona que más autoridad podría romperlo para seguir leyendo. No obstante, aquí vemos que el Cordero tiene autoridad de romper todos los sellos del documento para revelar los eventos finales de este sistema mundial bajo la maldición del pecado.Nos narra Juan cómo el Cordero abrió cada uno de los sellos. Al abrir el primero, Juan vio un caballo blanco que era el anticristo declarándose a sí mismo vencedor. El segundo sello reveló un caballo bermejo que tenía potestad de quitar la paz de la tierra y después, en el tercer sello, un caballo negro que traía el hambre generalizada a toda la Tierra. El cuarto sello reveló un caballo amarillo que tenía autoridad para matar la cuarta parte de la Tierra. Estos primeros cuatro sellos narran los eventos al principio de los últimos 7 años profetizados por Daniel (9:27). El anticristo que había prometido paz al mundo trajo en su lugar guerra, hambre y muerte.Cuando el Cordero abrió el quinto sello, vio Juan las almas de todos los que habían muerto por causa del evangelio, y estos clamaban a gran voz: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.” En este momento, los líderes mundiales que en un principio parecían haber traído paz al mundo, ahora se quitarán la careta, y la persecución será horrible. Al hambre, pestes y guerras se le sumarán los desastres naturales que se desatarán con el sexto sello, cuando, como Juan describe “he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra…”Pero justo en este momento, en medio de los desastres naturales de los primeros sellos, encontramos una escena consoladora. En el capítulo 7 Juan ve a un ángel con el sello de Dios que baja a la tierra para marcar los seguidores de Dios en la tierra. Es el cumplimiento de la profecía de Zacarías cuando Israel por fin reconocerá a su Mesías traspasado y se convertirá (Zacarías 12:10). Juan ve 12.000 sellados de cada tribu que salen por toda la tierra dando testimonio de Dios en medio de esta tribulación. El resultado de su testimonio es una gran multitud vestida de ropas blancas de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas delante del trono y en la presencia del Cordero (7:9).En el capítulo ocho volvemos al séptimo sello. Cuando se abrió, hubo silencio en el cielo como de media hora, y a siete ángeles puestos en pie delante del trono, a los cuales se les dio siete trompetas, y antes de que estos comenzaran a tocar las siete trompetas, vio Juan cómo un ángel se presentó ante el altar con las oraciones de todos los que invocan a Dios. Nos dice el texto que “se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones,” mostrando una vez más que Dios oye las oraciones constantes de sus hijos aquí en la tierra. Y en medio de un gran estruendo sonaron las siete trompetas, una detrás de otra. Una plaga terrible en la tierra acompañaba el sonido de cada trompeta: granizo y fuego sobre la tierra y el mar, causando gran destrucción, astros caídos del cielo, causando muerte en tierra y mar, el sol y la luna dañados. Continuaron sonando la quinta y la sexta trompeta, y cayó otro gran astro, esta vez sobre tierra, causando la destrucción de parte de la atmósfera, dejando humo, oscuridad, y plagas de insectos destructores a la orden del maligno. Estos fenómenos tan horrendos me hacen pensar en las plagas de Egipto que leemos en Éxodo. Y nos dice el texto que aún así, aquellos que no murieron, no se arrepintieron.Juan estaba viendo ante sus ojos la maqueta de la destrucción del mundo como lo conocemos. Los desastres naturales que más hemos lamentado en diferentes zonas geográficas a lo largo de la historia del mundo, ocurrirán de golpe y a nivel mundial, cuando todo el mundo estará dirigido por un solo orden mundial. Esto lo anuncia la Biblia, y podemos creer que así será. Y es ante todo esto que esos versículos que hemos leído al principio tendrán lugar. El que entienda, se dará cuenta de que las oportunidades que habían tenido de buscar refugio bajo las alas del Altísimo ya habrán pasado. Creemos con gran esperanza que aquellos que hemos creído en Cristo no tendremos que experimentar estos eventos. Apocalipsis 3:10 indica que el arrebatamiento de la iglesia descrito en 1 Tesalonicenses 4 (16-17) ocurrirá, antes de desatar estos sellos. Cristo vendrá en las nubes para tomar consigo a aquellos que arrepentidos, han puesto su confianza en Él. (Los que hayan muerto, resucitarán primero y los que en ese momento estén vivos se unirán a Cristo en las nubes.)La visión de los sellos y las trompetas es aterradora. Pero jamás debemos perder de vista el que está revelando estas verdades, el Cordero. La rebeldía del ser humano habrá llegado a su culminación y todo conducirá al gran enfrentamiento entre Cristo y anticristo. La buena noticia para nosotros es que no hay ningún misterio en el desenlace de este enfrentamiento. Nuestro Salvador saldrá victorioso sobre todos los que le han rechazado su oferta de salvación y han vivido en rebeldía.Aunque muchas veces desde nuestra perspectiva limitada, parece que el mal triunfa sobre el bien, sabemos que pronto vendrá el día de la derrota final del mal.
El Trono y el Cordero¿Has intentado describir algún lugar precioso o alguna experiencia espectacular? Ante tal tarea, a uno le faltan las palabras, e incluso las fotografías que hayas podido tomar se quedan cortas a la hora de reflejar lo vivido. Cuando leemos los capítulos 4 y 5 de Apocalipsis, es difícil imaginar lo que Juan vio. Este intenta describirlo utilizando objetos y sonidos que nosotros podríamos visualizar, pero lo cierto es que cualquier descripción de algo tan extraordinario sería insuficiente para comunicar la experiencia. La puerta del cielo se abrió, y Juan oyó una gran voz que le decía: “Sube acá. Y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas” (4:1). Juan vio un trono, y a Alguien sentado en el trono. El apóstol no podía describir al que estaba en el trono como uno describe a una persona, porque el ser que vio era indescriptible en términos humanos. Como en las otras ocasiones en que un ser humano pudo ver la gloria de Dios, Juan la describe haciendo referencia a luz y sonido. Nos dice que era semejante a la piedra de jaspe y cornalina; estaba rodeado por un luminosos arco iris semejante en aspecto a la esmeralda; del trono salían relámpagos y truenos y voces. En el Antiguo Testamento leemos de varios profetas que tuvieron visiones de Dios, como por ejemplo Moisés, Isaías o Ezequiel. Sus descripciones de la gloria de Dios siempre incluían también la luz y el sonido de su voz. En Lucas 2:9 leemos que la gloria de Dios rodeó de resplandor a los pastores en la primera Navidad, y estos tuvieron gran temor. Grande y potente es el Señor, y su gloria es indescriptible.Juan continúa describiendo la escena. “Alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi sentados en los tronos a veinticuatro ancianos, vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en sus cabezas” (4:4). “Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y junto al trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos delante y detrás” (Apocalipsis 4:6). No tenemos claro quienes son estos 24, pero podemos afirmar que representan a Israel en sus doce tribus y a la iglesia de Dios en los doce apóstoles. Entendemos que los cuatro seres vivientes son seres angélicos que están al servicio de Dios. Cabe comentar que la descripción de estos seres se asemeja bastante a la que leemos en el libro del profeta Ezequiel.Todos estos alababan a Dios sin cesar. Los cuatro seres decían: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir,” y los veinticuatro que estaban en los tronos replicaban haciendo reverencia: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (4:8,11).Esta escena describe la satisfacción eterna, donde una sola actividad puede traer satisfacción total y perpetua al ser. Como humanos incapaces de sentirnos satisfechos por cualquier actividad disponible aquí en la Tierra, somos propensos a poner en duda que un día podamos alcanzar total satisfacción en la constante alabanza a Dios. Aquellos que dicen barbaridades como “¡qué aburrido debe ser estar en el cielo!” no tienen ni idea de lo que es la verdadera satisfacción que Dios ha prometido a cada alma que se entrega a Cristo. Juan nos dice al principio del capítulo que el que estaba sentado en el trono tenía en sus manos un rollo, escrito por ambos lados, sellado con siete sellos. Y nos dice Juan que vio “un ángel fuerte que pregonaba a gran voz diciendo: “¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?” Y nos dice que nadie era capaz de abrir el libro, ni aun mirarlo” (5:3). Esto le causó a Juan tanta tristeza que comenzó a llorar. Mas uno de los ancianos en su trono le dijo: “No llores, He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (5:5).Juan miró y el León de Judá estaba ahí, como el Cordero inmolado. Este contraste entre la fuerza y la compasión de nuestro Salvador Jesucristo es una imagen preciosa. Este Cordero estaba ahí, presente, ante ellos; era el único digno de tomar el libro y abrir los sellos. Cuando hubo tomado el libro, todos los presentes, con arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos, alababan al Cordero diciendo: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” (5:9).¿Has notado que nuestras oraciones estarán presentes en esta escena divina? Me fascina notar que “todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos” (5:8) Estas representan nuestras oraciones. ¿Alguna vez has parado a pensar en tus oraciones como incienso en las copas de oro celestiales? Sigamos honrando a Dios con nuestras oraciones de fe. Nos dice Juan que cuando miró, he aquí que había con estos una multitud de ángeles, y todos juntos “decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (5:12).Por si todo esto fuera poco, además de todos estos que alababan, “todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, (exclamaron): Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (5:13).¿Puedes imaginar esta escena? Se me ponen los pelos de punta al pensarlo. Cuando el juicio de Dios venga sobre la Tierra, el único digno de dar el primer paso es Cristo. El que proveyó la salvación para los que en él hemos confiado marcará el inicio de los eventos que llevarán al día del Señor. Pero todo aquel que ha confesado a Cristo como Salvador participará de este evento tan especial, donde toda honra y gloria es atribuída al Cordero. Damos gracias por su poder, y damos gracias por su amor redentor. A Él sea toda la gloria ahora y para siempre
Literatura apocalípticaEl libro de Apocalipsis suele llamar la atención del lector por su carácter apocalíptico. Este tipo de literatura profética se caracteriza por su simbolismo y el origen de su mensaje. Encontramos ejemplos de literatura apocalíptica en el Antiguo Testamento, en los libros de Daniel, Ezequiel o Zacarías. La descripción de las visiones que estos recibieron de parte de Dios están repletas de simbolismo para anunciar la profecía que más tarde se cumpliría. En el libro de Daniel, por ejemplo, encontramos una visión de una estatua hecha de varios materiales que representaban los diferentes imperios que encontramos en la historia, empezando por Babilonia y pasando por los Medos y Persas, Grecia, el imperio romano y el reino futuro de anticristo. Otras de las profecías de los libros apocalípticos están aún por cumplirse, y el libro de Apocalipsis hace alusión a las visiones que estos hombres describieron en sus libros. La profecía que Juan transmite en su libro presenta las visiones que éste tuvo durante su exilio en la isla de Patmos. Las visiones que comparte incluyen imágenes tomadas del Antiguo Testamento así como otras relacionadas a estas que ocurrirán en un futuro. El ángel del Señor, Cristo mismo, reveló a Juan aquellas cosas que fueron, las que son, y las que han de ser, como dice el versículo 19 del primer capítulo. Tras las cartas dirigidas a las siete iglesias en los primeros capítulos de Apocalipsis, encontramos 18 capítulos de literatura apocalíptica, es decir, revelación las visiones que Cristo presentó a Juan sobre lo que ocurrirá en la Tierra en los últimos tiempos. Algunos, al ver los tiempos difíciles que estamos experimentando en la Tierra han comentado que debemos estar en los últimos tiempos. Eso es difícil de confirmar, pero lo cierto es que al leer estos capítulos del libro de Apocalipsis podemos afirmar que lo peor está aún por llegar. Si piensas que estos son tiempos malos, recuerda lo que Jesús dijo a sus discípulos antes de su ascensión, cuando preguntaron sobre el fin de todas las cosas: Dijo Jesús:“oiréis de guerras y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca; pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores. Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.”Este texto de Mateo (24:6-13) describe las tribulaciones que han de acontecer. Es cierto que mucho de esto ya está presente, y que hay lugares en la Tierra en que todo esto ya acontece, pero la situación se va a generalizar. Cuánto tiempo Dios esperará, no lo sabemos, pues nos recuerda 2 Pedro 3:9 que el Señor retarda su venida por amor-- por su paciencia y misericordia hacia aquellos que aún han de creer en Él.Dios no nos ha dado el libro de Apocalipsis para que podamos especular sobre cómo y cuándo sucederá todo. Dios nos ha dado este libro para alentarnos. Nos proporciona consuelo en la aflicción y la certeza de que Dios tiene el control sobre todos los eventos históricos. Esto no significa que Dios apruebe las acciones de líderes y sociedades. Como ya hemos visto a través de la Biblia, Dios permite las injusticias de este mundo, incluso contra sus hijos, pero no aprueba ninguna injusticia; toda injusticia y maldad tendrá su retribución justa. Mientras tanto, Dios ha prometido fortalecer a sus hijos durante las aflicciones, y fielmente lo lleva haciendo durante siglos. Como nos muestra el libro de Apocalipsis, todo llegará a buen fin. No seamos soberbios, demandando de Dios solo favores. Recordemos que la maldad en este mundo es lo que el ser humano comenzó y lo que sigue anhelando constantemente. Mas Dios, muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros,” nos dice Romanos 5:8. No lo olvidemos. El mal lo hemos buscado nosotros; la salvación es don de Dios. Es mi intención presentar el contenido del libro, mostrando las conexiones con los otros pasajes proféticos e históricos de la Biblia. Si estás buscando un calendario específico sobre el fin del mundo, no vas a salir satisfecha con lo que yo pueda compartir. Pero si deseas comprender mejor el simbolismo y las promesas que Cristo nos ha dejado aquí plasmadas, te invito a leer y escuchar, pidiéndole al Señor que su Espíritu Santo que nos guíe a lo que Dios tiene para cada una de nosotras aquí y ahora. Contemplaremos la gloria de Cristo reflejada en las diferentes visiones. Veremos en estas páginas al que es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. ¡A Él sea toda la gloria!
Mensaje a las iglesiasEn los capítulos 2 y 3 del libro de Apocalipsis encontramos siete cartas dirigidas a las siete iglesias de Asia menor. Estas ciudades siguen estando en el mapa en la zona de Turquía, y están bastante cerca una de la otra. Seguramente Juan había hecho la ruta desde Éfeso, hasta Laodicea pasando por Esmirna, Pèrgamo, Tiatira, Sardis y Filadelfia. Estas cartas tienen como propósito animar a los creyentes de entonces y a los de ahora a permanecer firmes en las dificultades. Las cartas son similares en estructura, incluyendo alabanza sobre lo que están haciendo bien, amonestación por lo que han descuidado, ánimo para seguir adelante en la transformación cristiana, y anticipación de aquellas cosas que nos esperan cuando venga Cristo. ¿Quién es el que escribió a las iglesias? Juan era el que las redactó, pero era Jesús el que les habló por medio de Juan. Entre los siete candeleros que Juan había visto en su visión, caminaba Cristo. Este Jesús, nos dice el texto, es el que estaba hablando a las iglesias. Lo vemos presentado como el remitente en la introducción de cada una de las cartas. “El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro” (2:1). “El primero y el postrero, el que estuvo muerto y vivió” (2:8) “El que tiene la espada aguda de dos filos” (2:12). El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido” (2:18). El que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas” (Apocalipsis 3:1) El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (3:7). El Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios” (3:14). Este es nuestro Salvador, el Cristo. El mensaje que envió a las siete iglesias con la alabanza, la amonestación, el ánimo y la anticipación es aplicable también a la iglesia de Cristo a través de la historia y por todo el mundo. Por esto Juan finaliza cada carta con la misma exhortación: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”A la iglesia en Éfeso los elogió por su sana doctrina. Eran firmes en sus creencias, y sabían cómo identificar a los falsos maestros. Éfeso era una iglesia clave en la zona, siendo la base desde donde el apóstol Pablo había divulgado el evangelio. Jesús los alaba por su constancia en la doctrina, pero les recrimina algo, y es que, en todo su afán por preservar la doctrina, habían descuidado su relación personal con Dios. Ese primer amor existente en el comienzo de su fe se había calcificado, llevándolos quizá hacia el legalismo. Estos debían recordar que la clave del cristianismo no es la religión, sino una relación vibrante con el Salvador. Jesús los anima a revivir este amor, porque les aguardaba el árbol de vida. Nosotros tenemos la misma promesa; por lo tanto, vivamos ahora disfrutando una íntima comunión con Cristo. A Esmirna, Jesús los alaba por su entereza durante el sufrimiento. Al parecer los judíos habían blasfemado contra ellos, e incluso parece que habían sufrido tribulación en el ámbito personal y económico. Parece que habían reaccionado bien a todas estas aflicciones, y el Señor no tiene nada que recriminarles. Los anima, recordándoles, como Pablo había escrito a los corintios, que esta leve tribulación momentánea puede producir en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. (4:17)Los anima a perseverar, anticipando la promesa de la corona de vida, que como nos recuerda Santiago 1:12, está reservada para los que le aman.Pérgamo era una ciudad donde las prácticas paganas abundaban, y la iglesia en esa ciudad debía destacar por su resistencia a tales prácticas. Juan habla de un cristiano que por su fiel testimonio había perdido la vida. En medio de este ambiente, algunos creyentes habían enfriado, y se habían infiltrado en la iglesia prácticas paganas, incluyendo la participación en banquetes donde se hacían sacrificios a dioses paganos. El Señor los amonesta, animándolos a arrepentirse y apartarse de los que manchaban el nombre de Dios con sus acciones. Dios les daría mucho más de lo que ellos tuvieran que dejar por amor de Cristo. Tenían asegurado el maná escondido, haciendo referencia a la provisión de Dios para su pueblo durante sus años de peregrinación en el desierto. Tendrían además, la bendición de pertenecer a los redimidos de Dios. Esta es la promesa que cada uno de sus hijos tenemos. La iglesia de Tiatira es alabada por sus buenas obras de amor, fe, servicio y paciencia. Sus obras de amor iban en aumento. Sin embargo, Jesús los amonesta por tolerar actos de idolatría e inmoralidad. Estos, a diferencia de Éfeso, tenían mucha obra social, pero les faltaba la firmeza en la doctrina de la santificación y la separación del mal. Debían ser firmes en su fe, reteniendo sus obras de amor, pero sin descuidar los principios establecidos por Dios, porque a los que permanecieran firmes les esperaba la estrella de la mañana.A tan solo 48 kilómetros al sureste de Tiatira se encontraba la iglesia de Sardis. Estos cristianos habían descuidado la santificación y el amor, y Jesús los acusa de apatía, de no mostrar señales de vida espiritual. Sólo algunos parecían estar verdaderamente vivos. Es interesante recordar que el Señor Jesús, que sabe todo y ve todo, sabe quién está guardando la fe y quien se está quedando dormido. Les insta a arrepentirse, con la promesa de que Dios confesará el nombre de los que en Él permanecen. Dice el el 3:3, “recuerda lo que has oído y guárdalo.” ¡Qué buena instrucción para cada una de nosotras. Para la iglesia en Filadelfia Cristo no tiene amonestación. Los alaba por perseverar en la fe, por guardar la Palabra y por honrar Su nombre. Esta no era una iglesia imponente, pero el Señor les dice que aunque tienen poca fuerza, Él mismo los defenderá mostrando a todos que Él los ama. A los que en Él permanecen les espera la corona de vida, un lugar junto al Padre en la nueva Jerusalén, y un nombre nuevo en la preciosa familia de Dios. Los de la iglesia de Laodicea no reciben alabanza, ya que Cristo los describe como tibios, que ni están dentro, ni están fuera. Se separaban de los pecadores, pero no se les podía identificar como santos. Estaban acomodados en su propia práctica religiosa y no tenían el fuego del Espíritu en sus vidas. Pero Cristo los amaba, y en su amor les dice: “Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé pues celoso y arrepiéntete!” (3:19)Esto mismo ofrece Cristo a aquellos que estén tibios, a los dormidos, a los que no muestran vida en el Espíritu. Arrepiéntete y ven a Él. Cristo dice: “He aquí yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu sigue diciendo a las iglesias.
Introducción al libro de Apocalipsis El último libro de la Biblia es muy conocido, al menos por nombre. Se han escrito libros, se han hecho películas que aluden a este nombre, pero podríamos afirmar que el contenido del libro se conoce poco.Juan es el autor de este libro que se escribió en modo de carta circular para que pasara de una iglesia a otra en la zona de Asia menor, por lo que hoy día es Turquía. Creemos que fue escrita por el apóstol Juan por los años 90 después de Cristo. Éste fue apresado por predicar el evangelio a las iglesias mencionadas aquí, y más tarde exiliado a la isla de Patmos por la causa de Cristo. El Señor lo cuidó, a pesar de su avanzada edad, y en la isla, tuvo unas visiones que plasmó en el lienzo para formar parte de la Palabra inspirada por Dios. Juan comienza presentando el propósito del libro, de “manifestar … las cosas que deben suceder.” Juan nos dice que él mismo puede dar testimonio de la Palabra de Dios, que también ha sido testigo de la vida, muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo, y ahora había recibido de manera especial una visión de aquellas cosas que estaban reservadas para un futuro.Juan se dispone a compartir estas cosas con los lectores y afirma en el versículo 3: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escrita; porque el tiempo está cerca.” A continuación Juan escribe a las siete iglesias que están en Asia, presentando al Señor Jesús, el cual él les había predicado antes de su exilio. Ahora, en la isla, Juan había escuchado mensaje de Dios y visto a Cristo. ¿Quién era este Cristo? El versículo 8 lo presenta, y en el segundo capítulo nos lo describe en detalle. Dijo la voz: “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso. 1:8 (ver 2:11)Este era “Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra.” Juan da gloria a su nombre diciendo: “Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:5-6)Juan ve una visión de las siete iglesias, representadas por siete candeleros, y en medio de estos estaba el Salvador. Te invito a leer este primer capítulo de Apocalipsis, porque la descripción de Cristo entre su iglesia en los versículos 12-18 es poderosa:Este Cristo que la Biblia nos ha presentado desde el principio se ve reflejado en este libro de forma magnífica, porque aunque hemos visto su gloria en el Antiguo y el Nuevo Testamento, lo mejor aún está por venir. Este Cristo que fue anunciado por los profetas, que se reveló a muchos, que vino a vivir entre su pueblo, volverá a buscar a los suyos y reinará por la eternidad. Este Cristo Todopoderoso vendrá una segunda vez a traer juicio y justicia a la Tierra. Dice Juan en el 1:7 “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén.”En Isaías (45:22-23), en Romanos (14:11), en Filipenses (2:9-11), leemos que un día toda rodilla se doblará ante él, y toda lengua confesará que Jesús es Señor. Apocalipsis nos muestra aquellas cosas que han sido, las que son, y las que han de ser.En el versículo 19 Juan oye: “Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.” le dijo en Señor. En este libro encontramos primeramente el mensaje de Dios a siete iglesias que son representativas de los cristianos en la Tierra. Dios nos presenta a Cristo en medio de su iglesia, poderoso y compasivo. Vemos a Cristo una vez más como león de Judá y como el cordero que quita el pecado del mundo. Dios nos permite ver los eventos que debemos resistir antes de su venida en gloria, pero acaba el libro mostrándonos la esperanza eterna que tenemos asegurada. Así como en el principio Dios puso al ser humano en el perfecto ambiente para disfrutar de Su comunión, al acabar la revelación divina, veremos al ser humano en un lugar perfecto, disfrutando de la gloria de Dios, pero esta vez, redimidos por Cristo, por siempre seguros en Él. Si no has leído este libro, intenta leerlo a la vez que sigues estas reflexiones, y que el Espíritu Santo de Dios nos muestre los tesoros que ha compartido con nosotros.
Esperando su venidaDespués de advertir a los cristianos de la necesidad de discernir entre cristianos verdaderos y aquellos que venían a confundirlos para su propia ganancia, Judas concluye la carta animándolos, recordándoles que a pesar de los engañadores que se pudieran presentar en el camino, Dios, que es Todopoderoso, es capaz de guardarnos de cualquier mal. Gracias a Dios, como ya nos decía Pablo en Romanos 8, podemos vivir esta vida con gozo y confianza, sabiendo que nada ni nadie puede arrebatarnos de la mano de nuestro Dios. Una vez suyos, siempre suyos. Por este motivo debemos disfrutar de esta vida sabiamente, al mismo tiempo que esperamos con ganas el día en que estaremos con Él para toda la eternidad. Judas, hablando con los destinatarios de su carta, los anima en el versículo 17: ”Pero vosotros, amados, tened memoria de las palabras que antes fueron dichas por los apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.” El cristiano genuino debe mantener frescas en la mente las palabras que Dios nos ha dejado. Tenemos una colección de 66 libros inspirados por Dios. Este tesoro debe estar activamente obrando en nuestras vidas. Debe permanecer presente y funcional en nuestros hogares, como Dios pidió a su pueblo en Deuteronomio 6. El cristiano que vive esperando la venida del Señor demuestra las verdades que encontramos en los versículos 20-21. El 21 nos presenta el imperativo que une las diferentes acciones que presenta el apóstol. Dice así: “conservaos en el amor de Dios.”¿Qué nos está pidiendo el Señor? ¿Cómo podemos conservarnos? La Palabra de Dios nos enseña que vendrá el día en que estaremos cara a cara ante el Salvador, ya sea porque llegue el momento de nuestra muerte o porque estemos aquí cuando Cristo venga a buscar a su pueblo e inicie los tiempo finales, de los que hablaremos cuando leamos el libro del Apocalipsis. En su segunda venida, en el juicio final, todos compareceremos ante él, y en primer lugar, lo que determinará el veredicto no tendrá que ver con nuestras obras en la Tierra, sino si hemos confiado en Cristo para salvación. Mientras esperamos la venida de nuestro Señor, Dios nos pide que nos conservemos en el amor de Dios. Ya hemos leído en múltiples cartas sobre su amor, que dio su vida para darnos perdón, para hacer posible un veredicto favorable por medio de Cristo. Dios nos pide que permanezcamos en Cristo, conservados en el amor de Dios, disfrutando de su amor y amando a los que nos rodean como Dios nos ha amado. Con ese encargo hubiera sido suficiente, pero Judas enumera tres maneras en las que podemos guardarnos de este modo: edificándonos en la fe, orando en el Espíritu y esperando en su misericordia. En primer lugar, lo hacemos edificándonos sobre nuestra santísima fe, dice el texto. Leímos que Cristo era la piedra angular, sobre la cual su iglesia debía edificarse. Pedro compartía cómo podíamos ir edificándonos sobre nuestra fe: 2 Pedro 1:5-7 dice: “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.” Si no estamos edificando, nos estamos deteriorando. Es importante que día a día vayamos avanzando, de gloria en gloria, como decía Pablo, hasta el día glorioso en que nos encontremos en la presencia de nuestro Señor. En segundo lugar, Judas nos dice que nos conservamos en el amor de Dios orando en el Espíritu Santo. Tenemos el privilegio de poder estar en constante contacto con Dios por medio de la oración. No debemos descuidar nuestro tiempo personal con Dios, porque es vital para mantener una relación cercana y dinámica con nuestro Creador y Salvador. Gracias al Espíritu Santo de Dios, sabemos cómo pedir y somos guiados en la voluntad divina. En tercer lugar, nos conservamos en el amor de Dios esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. La misma fe que nos salvó es la esperanza que nos sostiene en Cristo. En los momentos de dificultad, cuando la duda puede quitarnos la paz y el gozo del Espíritu, nuestra sólida esperanza en la misericordia de nuestro Señor nos guarda en Cristo para vida eterna. Romanos 8:32 nos conforta diciendo: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?Por eso podemos decir con el salmista: “Si el Señor es mi Pastor, NADA me faltará”Así que, sigamos firmes en la fe, seguros de la esperanza venidera. Y mientras tanto, aquí en la Tierra, edifiquémonos unos a otros en Cristo. Los versículos 22 y 23 dicen:“A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne.”¿Conoces a alguien que esté pasando por dudas en este momento? Recuérdale la verdad del evangelio. ¿Tienes conocidos que no han confiado en Cristo para salvación y van camino de la perdición eterna? Sálvalos, dice Judas. No es que tú los puedas salvar personalmente, pero puedes ofrecerles la salida que está disponible en Cristo. Y los otros, los que no quieren saber de Dios, ten misericordia de ellos, pide a Dios que los reprenda, pero tú teme, manteniendo una distancia segura, asegurándote de no caer tú en los mismos pecados. Judas habla del peligro de contagio; en los tiempos que vivimos podemos entender esta referencia. Ten misericordia, pero también un temor sano que te mantenga limpia. Quizá pienses que esta tarea de conservarnos en la fe es difícil; tienes razón. Pero una vez más, lo que es imposible para nosotros, es posible en el Señor. Por lo que Judas acaba la carta recordándonos que Dios es poderoso para guardarnos hasta el fin. “A aquel que es poderoso para guardar(n)os sin caída, y presentar(n)os sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”
Historias de advertencia La carta de Judas provee varias historias como ilustración para que los creyentes a los que escribía supieran qué comportamientos debían evitar y cómo identificar a aquellos que seguían dichas conductas. En el versículo 11 dice:“¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré.” (11)Judas les lleva en un viaje en la historia judía para repasar algunas historias del Antiguo Testamento que reflejaban actitudes que no agradan a Dios. Ya leímos en la carta de Juan sobre Caín, de cómo su rebeldía y su envidia lo llevó a pecar contra Dios y su hermano. Judas advierte de los que siguen el camino de Caín, recordándonos con esta mera alusión lo terrible que es el camino de la rebeldía. Cuando Dios envió a Caín a tierra desconocida, este fue, se llevó consigo a los que formarían su familia y su círculo de amistades, y construyó una ciudad donde la violencia reinaba. Qué triste, que en lugar de arrepentirse y aprender de sus errores, siguió su propio camino a la perdición. ¡Ay de ellos que siguen este mismo camino! dice Judas.Continúa haciendo alusión a Balaam, el cual por lucro, hizo alianza con los que venían contra Dios y su pueblo. Recordemos la historia de Balaam, ese profeta del que leemos en Números 22-24. El rey Balaac quería que este maldijera al pueblo de Israel. Balaam, profeta al servicio del Dios de Israel, quería las riquezas y fama que Balaac le estaba ofreciendo, pero temía ofender al Dios verdadero. Sin embargo, el amor al dinero lo llevó camino a maldecir al pueblo. Tal era su empeño, que Dios usó a su asna para sacarlo de su terca actitud, mas este golpeó al pobre animal mientras ésta milagrosamente le hablaba. Esta historia sería graciosa si no ilustrara la necedad del hombre que insiste en ir por su propio camino y buscar su propia ganancia pensando que puede engañar a Dios. Como Balaam hay muchos, y cualquiera de nosotros podríamos caer en el mismo error. Ay de los que siguen su propia necedad y se alejan de Dios a pesar de las advertencias divinas. El tercer ejemplo es el de Coré, personaje que encontramos en el capítulo 16 de Números. Tristemente, este hombre de la tribu de Leví se rebeló contra el plan de Dios, y organizó un grupo para enfrentarse a Moisés y Aarón, los líderes que Dios había puesto para guiar al pueblo. El argumento de Coré era que todos ellos eran santos, y por lo tanto, ellos elegirían quién los liderarían. Era cierto que Dios los había apartado para el ministerio, ya que eran parte de la tribu de los sacerdotes, pero se estaban rebelando contra Dios buscando más gloria y poder para ellos en lugar de glorificar a Dios en la posición que Dios les había dado. Dios, tras advertirles y darles oportunidad de arrepentirse, trajo juicio sobre los rebeldes que decidieron seguir el camino de Coré. ¡Ay de aquellos que todavía hoy buscan gloria para sí mismos, anteponiendo su voluntad a la de Dios!De los tales sigue diciendo Judas:“Estos son manchas en vuestros ágapes, que comiendo impúdicamente con vosotros se apacientan a sí mismos; nubes sin agua, llevadas de acá para allá por los vientos; árboles otoñales, sin fruto, dos veces muertos y desarraigados; fieras ondas del mar, que espuman su propia vergüenza; estrellas errantes, para las cuales está reservada eternamente la oscuridad de las tinieblas.” (12-13)Son palabras fuertes, pero qué fuerte es volverse contra el Todopoderoso. Esto es lo que hicieron los ángeles caídos, y por ello aguardan “su juicio en el gran día” (6).Judas da también el ejemplo de Sodoma y Gomorra, ciudades que despreciaron la gracia de Dios para deleitarse en pecados que Dios condenaba. Estas también “fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno” (7).“No obstante, de la misma manera también estos soñadores (de los que habla Judas en su día) mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores.Siglos más tarde había personas así entre los verdaderos cristianos, y hoy día, los años han pasado, pero los mismos pecados siguen vigentes. Aquellos que pecan de este modo, no solo caen ellos mismos, sino como en cada una de las historias que comparte la carta, llevan consigo a muchos que los siguen a la perdición. De estos advertía Judas a las iglesias.Desde el principio Dios ha advertido de estos errores y del fin de aquellos que insisten en rebelarse contra Dios. Enoc, el que anduvo con Dios y no vio muerte aquí en la Tierra, séptimo desde Adán, profetizó también diciendo: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él. Estos son murmuradores, querellosos, que andan según sus propios deseos, cuya boca habla cosas infladas, adulando a las personas para sacar provecho” (Judas 15-16).Gracias a Dios esto no ha de ser el fin. Dios ha provisto la salida; Él ha ofrecido perdón y reconciliación. Ante tal ofensa al Dios Santo, este ofrece perdón de pecados a todo aquel que viene a Él arrepentido. Estos ejemplos nos muestran a los que no quisieron volverse a Dios, mas en la Palabra también leemos de los que le recibieron, de los que creen en su nombre. A cada uno que le hemos recibido, Dios nos ha declarado Hijos de Dios (1 Juan 1:9). Dichoso todo aquel que pone su confianza en Dios (Salmo 40:4).
Esta carta es la última de las epístolas en el Nuevo Testamento. La consideramos una epístola general, porque no va dirigida a una iglesia o persona en particular. Desconocemos los destinatarios de la carta, pero sabemos que eran cristianos, probablemente judíos, que conocían bien el Antiguo Testamento y otros escritos de tradición judía. Judas hace referencia a múltiples historias que estos conocían para describir en detalle algunos falsos profetas que iban de iglesia en iglesia contagiando a los cristianos con enseñanzas falsas que traían confusión. La carta fue escrita alrededor del año 70 después de Cristo. Este Judas, claro está, no es el mismo Judas que vendió al Señor Jesús por 30 piezas de plata y que después, no pudiendo vivir con lo que había hecho, en lugar de arrepentirse y seguir a Cristo, se quitó la vida cobardemente. Este Judas, autor de la carta es el hermano de Jacobo, también conocido como Santiago, escritor de la carta de Santiago. Estos dos eran hermanos de Jesús por parte de madre, nos dicen las Escrituras. Aunque no habían seguido a su hermano el Maestro durante su vida en la Tierra, después de ver al Señor morir en la cruz y ver su testimonio de resurrección, creyeron en todo lo que su hermano había dicho y siguieron en el camino del evangelio, compartiendo con muchos la verdad de la Palabra. Judas, en esta carta había pensado escribir sobre la fe que era común a cada uno, basada en la muerte y resurrección de Cristo, recibida por la fe, sin mérito propio, y gracias a la misericordia de Dios y su amor hacia el pecador arrepentido. Sin embargo, Dios le había guiado hacia otro tema, uno que por desgracia se debía tratar debido al peligro que suponía para los creyentes en diferentes lugares. Por este motivo, en el primer versículo, Judas les dice que a pesar de “la gran solicitud que tenía de escribirles acerca de la común salvación, le había sido necesario escribirles exhortándolos a que lucharan ardientemente a favor de “la fe que ha sido una vez dada a los santos.”La fe en Cristo que tenemos por la gracia de Dios es valiosa, y no debemos permitir que los que vienen sembrando dudas en la mente minen la tierra fértil que ha sido sembrada. Lo peor de todo, como dice Judas en el versículo 4, es que muchos de estos vienen “encubiertamente”, engañando, haciéndose pasar por cristianos que conocen al Salvador, pero como veíamos en las otras cartas, con sus vidas mostraban lo mismo. De estos leíamos en las cartas de Pedro (2 Pedro 2:1-3), en las de Pablo a Timoteo (2 Timoteo 3:1-9), y en las de Juan (1 Juan 4:1-3). Incluso el Señor Jesús advirtió sobre este tipo de persona en Mateo 7 (15-19). Curiosamente, el hermano del Señor habla de ellos como previamente reservados para condenación, haciendo resonar en nuestra mente lo que leemos del otro Judas, falso discípulo de Jesús, que a pesar de andar y comer con Jesús y sus discípulos, no era en realidad parte de ellos, como nos confirma Juan 6:70. Judas Iscariote era un ladrón, que sustraía dinero de la bolsa de los discípulos, como nos dice Juan 12:6. Este, llegada la oportunidad, traicionó al que le había acogido como uno de los suyos, aún sabiendo lo que este acabaría haciendo, como vemos en Juan 13:26. El autor de la carta desvela a estos engañadores para que los cristianos puedan estar alertados, y desechando tales enseñanzas, puedan recordar las palabras de los apóstoles del Señor Jesucristo y seguir sus enseñanzas. Judas nos recuerda que estamos aquí ahora, pero anticipando la vida eterna que Cristo nos ha prometido. Por esto, cada uno de nosotros, desechando las enseñanzas contrarias a la verdad del evangelio, debemos, como dicen los versículos 20 y 21, ir “edificándonos sobre nuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservados en el amor de Dios y esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna.”Judas acaba su carta con una doxología que quiero compartir exaltando el nombre de mi Señor: “a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén.”
El guardián de mi hermanoVarias secciones de las cartas de Juan hablan del amor. Cuando leemos del primer versículo del capítulo 3, “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” nos viene a la mente Juan 3:16, donde leemos que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”El apóstol Juan deja claro que Dios mostró su amor hacia la humanidad ofreciendo la vida de su Hijo amado para proveer salvación para todo aquel que lo recibe; por Él tenemos vida eterna.1 Juan 3:16 nos dice que Dios nos ha dado a conocer su amor a través de este acto y nos instruye a hacer lo mismo hacia otros diciendo: “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”“En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.” (1 Juan 3:10)Esta es una afirmación muy drástica. Juan nos explica que desde el principio hemos oído este mensaje: “Que nos amemos unos a otros.” y continúa con la siguiente advertencia: “No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano.” (3:11-12).Juan nos lleva al principio, al libro de Génesis, donde leemos que Caín, el hijo de los primeros habitantes de la Tierra, tuvo envidia contra su hermano, porque éste obedecía a Dios y recibía la aprobación del cielo. Caín estaba enojado con él, y Dios vino a su misma presencia y le preguntó en el versículo 6: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante?” Caín no contestó las preguntas de Dios, sino que en su orgullo, atacó a su hermano quitándole la vida. Dios volvió a hablar con CaÍn, esta vez preguntándole:“¿Dónde está Abel tu hermano?”Dios sabía lo que había sucedido, pero quería que Caín se diera cuenta de su pecado. Sin embargo Caín actuó con la misma ira con la que había actuado con Abel.“Y él respondió: No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?” (4:9) Basándonos en la enseñanza a través de la Biblia podríamos contestar sin titubear: ¡por supuesto! Pero vemos que Dios no siente la necesidad de contestarle. Por supuesto que tenía la responsabilidad de mirar por el bienestar de su hermano Abel. Como leemos en Juan, desde el principio, el plan de Dios era que así como él nos ama, nos amemos unos a otros. Dios no vino a quitar vida, sino a dar su vida por nosotros. Caín sabía que había pecado cuando en lugar de amar a su hermano, lo había atacado por envidia. La carta de Juan nos recuerda: “No seas como Caín.” Los que son de Dios aman como Dios ama. Es más; el versículo 14 del capítulo 3 dice:“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.”Juan da dos muestras de la salvación; una es que el que conoce a Dios no vive en pecado, desobedeciendo a Dios. La otra es que el que conoce a Dios de verdad ama a su hermano. Leemos en 1 Juan 4:20: “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?”1 Juan 4:7-11 nos enseña: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.”¡Qué preciosa y clara explicación! Deja claro que Dios nos ha amado, y en su amor nos ha mostrado cómo amar a nuestro prójimo. Si amamos a Dios, reflejaremos su amor hacia nuestros hermanos. Dios en su amor, da de sí para el bien de cada uno de nosotros. Su amor debe ser evidente en nuestras vidas. Aquellos que nos hemos beneficiado de Su amor podemos dar de nosotros mismos a nuestros hermanos, a los que lo son en la sangre y aquellos que Dios ha puesto en nuestro camino. Si cada uno miramos por el bien de nuestro hermano, no habrá lugar para la envidia. “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros.” Dejemos que el Espíritu Santo siga produciendo su fruto de amor en nosotros para que otros vean el amor de Cristo.
AnticristosEs muy probable que todos hayamos oído del Anticristo, este personaje que en los últimos tiempos se levantará en la esfera política mundial y después de traer una supuesta paz mundial se declarará a sí mismo “salvador del mundo,” demandando fidelidad y honra a su persona. En el libro de Apocalipsis veremos más sobre estos eventos, pero en la Palabra de Dios no solo se habla de un anticristo, sino de anticristos en plural. ¿A quienes se refiere el apóstol Juan cuando habla de los anticristos? Como la palabra indica, estas son personas que niegan a Cristo y al mismo tiempo desean para sí mismos todo lo que Cristo le pertenece. Déjame explicarme. Estos procuran por todos los medios deshacerse de la idea del Dios de la Biblia, para crear ellos su propia idea de la deidad. De estos ha habido, hay y habrá muchos en la historia de la humanidad. Recordemos a los emperadores romanos que se declaraban a sí mismos dioses. Nerón mató a cientos de cristianos en los circos y en la hoguera porque honraban a Cristo y no a él. Como este hemos tenido demasiados en la corta historia de la humanidad. Pero estos personajes, aunque no tengan renombre mundial o una gran esfera de influencia, siguen existiendo. Juan los identifica de forma sencilla en el 2:22 “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.” Estas personas niegan al Padre y al Hijo, y viven según su propia mentira. Algunos miran al cielo y dicen “si Dios existe…..” Dios ya ha dicho que existe; no hay base para negar esta realidad. Como creación suya, deberíamos poder identificarlo, sentirlo, y aceptarlo, pero sin embargo nos permitimos el lujo de cuestionar su existencia. Incluso muchos afirman que debe haber “algo” que gobierne el universo, dejando lugar a seres extraterrestres que puedan controlar nuestro destino. Este pensamiento es claramente “antiDios” y “anticristo”. Están también aquellos que dicen que creen en Dios, pero no creen en el Hijo, el Salvador del mundo, Dios encarnado. Desprecian su deidad y lo relegan a un segundo plano. Estos también son anticristos según el versículo. “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.” Es innegable que uno viene con el otro, y son indivisibles. Uno puede ir predicando por las calles que cree en Dios y negar la deidad de Cristo, pero la Biblia es clara en cuanto a esto; tal persona no tiene al Padre, vive engañada y engañando, y es al fin de cuentas un anticristo, porque niega la verdadera identidad de Cristo. Esto no lo digo yo para juzgar ni insultar a nadie; es la Palabra de Dios. Juan ya advertía a los cristianos del primer siglo con estas palabras: Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.”Si ellos podían reconocer que estaban en los últimos tiempos, cuánto más nosotros, veinte siglos más tarde. Ya hemos dicho que Dios espera pacientemente para que aquellos que han de ser salvos vengan al conocimiento de Cristo, pero los que tenemos al Santo morando en nosotros podemos discernir por la Palabra entre aquellos que son de Dios, y aquellos que lo niegan, ya sea en palabra o en hechos. En el capítulo 4 describe el espíritu de los que son “anti-Cristo” para que podamos nosotros identificarlos:“En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:2-3). “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo.” (1 Juan 2:22)Para el Señor la verdad es extremadamente importante, porque Él es La verdad (Juan 14:6). El mismo apóstol nos recuerda en el capítulo dos de la primera carta que “ninguna mentira procede de la verdad.” Si Dios es Verdad, y su Palabra es Verdad, aquello que se desvía de la verdad es lógicamente mentira. No vivamos en la mentira, haciendo para nosotros dioses falsos, negando al Padre y al Hijo. Es más, no caigamos en el error de creer que esto es una verdad relativa, que cada cual puede decidir si es o no cierta. Una verdad discutible, por definición, no es verdad. Vivimos en un mundo en el que la relatividad reina, pero este es el mundo del que Dios nos advierte que no pertenecemos si hemos confiado en Cristo. Creemos en el Absoluto, el Dios del Universo, y su Palabra es Verdad, como Él es Verdad. Cualquier desviación de esta afirmación, según las palabras del apóstol, son anti-Cristo. Juan nos anima en los versículos 24-25 del capítulo 2: “Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.”¿Crees esto? Seamos luces en este mundo que apunten a la verdad, al Cristo, para que todo aquel que en Él crea pueda disfrutar de la promesa de la vida eterna con el Padre y con el Hijo.
El mundo y sus deseos “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:15-17Estos tres versículos de la Biblia tienen grandes verdades prácticas para la vida del cristiano, porque describen en una frase relativamente corta las luchas que experimentamos en nuestra vida cotidiana aquí en la Tierra. Nos dice Juan que todo lo que nos tienta a desviarnos de Dios en este mundo no proviene de Dios, sino del mismo mundo en que vivimos. Santiago ya nos advertía del error de pensar que Dios nos da malas cosas cuando dijo en el capítulo 1:13-15: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. (Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte).”Es fácil para el ser humano culpar a Dios por cada dificultad en esta vida, pero lo cierto es que no necesitamos a nadie, ni siquiera al maligno, para meternos en problemas, porque como Dios ha enseñado, el mal mora en cada corazón y este mundo caído está lleno de maldad. Esta realidad va en contra de la tendencia prevalente de pensar que somos buenos por naturaleza, y que nos hacemos malos por lo que vamos recibiendo en nuestra experiencia. Si fuera así, ¿de dónde viene el mal entonces? Dios nos explica que el mal viene de nuestro interior, y que no hay nada fuera del cuerpo que contamine al hombre (lo vemos en las enseñanzas de Jesús en Mateo 15 y Marcos 7). Este pensamiento no es muy popular porque pone la responsabilidad sobre la propia persona. Veamos cómo los mismos deseos naturales que Dios nos ha dado para disfrutar en Su voluntad, pueden ser pervertidos para hacernos caer cuando le desobedecemos.Dice Juan que “todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” El mundo al que se refiere es el sistema en el que vivimos, el cual formamos todos nosotros. Las categorías que Juan identifica en el texto son los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. Como la Biblia es un libro que está perfectamente interconectado, es muy interesante ver estas tres categorías en la primera tentación documentada en Génesis, el primer libro del Antiguo Testamento y las tentaciones de Jesús en Mateo y Lucas, en el Nuevo Testamento. Cuando la serpiente tentó a Eva en el Huerto del Edén, esta experimentó las tres categorías de deseos aquí mencionadas. Nos dice Génesis 3:6 “Vio, pues, la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió;”En primer lugar percibió que el fruto era bueno para comer. Las necesidades de la carne son importantes para nosotros; tenemos que comer, dormir y relacionarnos; y Dios nos ha dado tanto las necesidades como el deleite mientras las satisfacemos. Sin embargo, dentro de este regalo, corremos el peligro de desear satisfacer estas necesidades fuera de la voluntad del Señor, ya sea porque no es lo que Dios tiene para nosotros o porque no es el momento de disfrutarlo. El fruto del árbol que Dios había prohibido parecía bueno para comer. No parecía que lo que Dios había prohibido fuera en sí malo, por lo que la serpiente aprovecha este deseo natural en Eva para convencerla. Por supuesto que los árboles que sí podían comer también tenían frutos buenos para comer. No era que Dios no estaba satisfaciendo las necesidades de Adán y Eva; no, pero Eva comenzó a pensar que si Dios no le daba ese fruto, no la amaba. ¿Has pensado de manera similar en algún momento?Satanás, que ha cambiado poco su táctica, vino a Jesús en el desierto para tentarlo, y la primera tentación es semejante a la que funcionó con Eva. Le propuso que a petición suya convirtiera las piedras en pan y saciara el hambre de 40 días de ayuno. ¡Qué propuesta tan amable! Por supuesto que Jesús lo podría haber hecho; sin embargo Jesús, a diferencia de Eva, no cayó en la trampa de interponer sus propios deseos de la carne o los del mismo Satanás al plan de Dios para su vida en ese momento. Volviendo al texto de Génesis, leemos que en segundo lugar, Eva vio que el fruto “era agradable a los ojos”. No solo parecía el fruto prohibido bueno para el cuerpo, sino que además tenía buena pinta; podríamos decir que le entró por los ojos a Eva. Lo cierto es que nuestras primeras impresiones suelen percibirse por los ojos. Edén era el lugar más bello de la Tierra. Una vez más, no es que Eva no estuviera rodeada de belleza, pero esta cosa única que ella no podía tener era lo que le atraía. El Señor Jesús tuvo la misma tentación, cuando Satanás “le mostró todos los reinos del mundo y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.” (Lucas 4:5-6; Mateo 4:8-9)¡Qué vistas tendría Jesús desde el alto monte! Pero Él sabía que todo eso sería suyo un día. Ahora no era el momento, y sin duda, no al precio de postrarse ante Satanás. Jesús se sometería al Padre y esperaría el momento perfecto en la voluntad de Dios. Jesús es el ejemplo perfecto para nosotros cuando somos tentados a adelantarnos a los tiempos de Dios o a violar sus condiciones. Su plan es perfecto, y hacemos bien en llevar a Dios todo aquello que nos entra por los ojos para poder discernir si en verdad es o no lo que Dios quiere para nosotros ahora o en cualquier momento. En tercer lugar, Eva, al ver el fruto, notó que “era codiciable para alcanzar la sabiduría.”¿Quién no querría sabiduría, verdad? ¿Es malo desear las cosas buenas de la vida? Sabiduría, riquezas, buen nombre, influencia, ¿qué hay de malo en querer disfrutar lo que podría ser un regalo de Dios? Una vez más, volvamos al contexto donde vivía Eva. Leemos en Génesis que Dios caminaba con ellos en el huerto diariamente. Si Eva quería más sabiduría, podía ir directamente a la fuente. Dios ya les daba el conocimiento del bien. ¿Qué nos haría pensar que el fruto del conocimiento del mal aportaría algo a la sabiduría de Eva? Una vez más vemos que Eva anheló la satisfacción de sus deseos fuera de la voluntad de Dios, deseando las vanidades de la vida y despreciando los deseos de su Dios. Cualquiera de nosotros podemos encontrarnos intentando alcanzar la vanagloria de la vida, codiciando para nosotros mismos conocimiento, fama, poder o influencia sin atender a los deseos de Dios. Jesús nos mostró cómo hacer frente a esta tentación. Satanás lo llevó al pináculo del templo y le invitó a tirarse para que sus ángeles vinieran a recogerlo en el aire. Menudo espectáculo hubiera sido, ¿verdad? Todos los presentes hubieran podido comprobar el poder de Jesús sobre las huestes celestiales. Sin embargo, este no era el plan de Dios. ¿Por qué seguiría Cristo el plan del enemigo? Jesús era el Dios Verdadero. No tenía por qué demostrar su Omnipotencia. Jesús resucitaría de la tumba venciendo a la muerte, pero ahora no era la voluntad del Padre que hiciera alarde de su poder. Y así Jesús reprobó a Satanás y este huyó. En las tentaciones de Eva y Jesús vemos estas tres categorías de deseos que pueden ser usados en nuestra contra. Notemos que donde Eva cayó, Jesús se mantuvo firme. Sigamos el ejemplo del Maestro y usemos la misma Palabra de Dios para resistir hasta el final, porque como dice Juan, “el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”
Un mensaje para todos En la introducción de las cartas de Juan pudimos ver que Dios, a través del apóstol nos recuerda que Dios es luz y amor, y esa luz y ese amor deben ser evidentes en las vidas de los que proclamamos su nombre. Ahora bien, es posible que al escuchar esto te venga a la mente alguno que llamándose cristiano vive más como un diablo, dirías tú. Es importante que ante estos ejemplos de incongruencia, lleguemos a la conclusión, como nos muestra Juan, que esta persona no conoce a Dios de verdad, porque como leíamos en 1 Juan 2:6, “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” Esta afirmación supone un reto para el creyente y una prueba de identificación para aquellos que están buscando a Dios. Dios es luz, Dios es fiel, y Dios es justo. No puedes juzgar a Dios por las acciones de los hombres. Busca tú a Dios directamente, y pide que esta persona conozca al Señor y que su vida refleje el carácter santo de Dios. Recordemos que la Palabra de Dios tiene un mensaje para cada uno de nosotros, y presenta al Salvador. Aunque es ta primera carta de Juan no viene con un destinatario claro, el apóstol sí nos nos dice para quién es el mensaje en esta carta. En el capítulo 2 leemos los diferentes grupos a los que Juan dirige su mensaje, incluyendo a aquellos que acaban de oír el evangelio, aquellos que ya llevan muchos años, y aquellos que guían a los más jóvenes. El mensaje va dirigido a cada uno. En primer lugar, escribe a los que llama “hijitos”: “Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.” Dice además: “Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.”Es posible que alguien que acaba de conocer a Cristo sienta lo difícil que es vivir una vida según los principios de Dios en un mundo que vive totalmente opuesto a Dios. Juan les recuerda que si han abrazado la obra de a Cristo, sus pecados han sido perdonados, y pueden ir creciendo en santidad, por la obra del Espíritu Santo de Dios. Así que, ya sea que seas tú el novato en los caminos del Señor, o que veas a otros luchando por ser mejor cada día, en lugar de desanimarnos o de juzgar, recordemos que el que nos ha perdonado los pecados es fiel y justo para limpiarnos. Podemos ir avanzando, y como en la aurora, Su luz puede ir aumentando en nuestras vidas. En segundo lugar, Juan escribe a los que llevan más tiempo en el camino: “Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio.” y “Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio.”Estos a los que Juan se refiere como a Padres, conocen al Padre, y han podido experimentar personalmente a Dios en su andar a través de los años. Sin embargo, es fácil que con la confianza, olvidemos que aquel que nos llamó es Santo. No podemos descuidarnos en nuestro andar con Dios, porque es fácil adquirir una cultura cristiana y olvidar el carácter de Dios. Somos cristianos porque Cristo nos ha salvado y vivimos la vida cristiana, no porque esa es nuestra cultura o tradición, sino porque vivimos como Él vivió. Aquellos que conocemos a Dios ya muchos años deberíamos poder ayudar a los hijitos y los jóvenes en el camino.Este es el otro grupo al que escribe Juan—a los jóvenes. “Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno.” Y también dice “Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.”¡Qué bendición son aquellos que están creciendo en el Señor, y que están en una época de su vida cristiana en la que reciben las luchas con ánimo en Cristo. Estos están viviendo en la Palabra, y cuando vienen los dardos del maligno, hacen uso inmediato de la armadura de Dios, y con la Espada de la Palabra de Dios han vencido y vencen al maligno, y este huye. Así deberíamos cada uno, hijitos, padres y jóvenes en el Señor, aprovechar los recursos que Dios nos ha dado para crecer en nuestra vida cristiana. Si no has confiado en Cristo para salvación, te animo a mirar al Salvador, a entregarte a Él para perdón de pecados, porque Su luz alumbrará cada rincón de tu vida. Seguro que cada una de las que hemos confiado en Cristo para salvación estamos en uno de estos grupos. Sea que hayas conocido a Dios hace poco, sea que estés en la etapa más vigorosa de tu vida cristiana, o sea que seas del grupo que por tu experiencia en la fe cristiana y tu fidelidad a Dios eres de pilar de apoyo a los más jóvenes, todos debemos recordar estas cosas: que nuestros pecados han sido perdonados en Cristo, que podemos vencer al maligno por la Palabra de Dios, y que nuestro conocimiento de Dios puede ir en aumento cada día de nuestras vidas aquí en la Tierra. Esta sección en el capítulo 2 acaba con un mensaje para todos los que son de Dios; dicen los versículos 15-17:“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.”Analizaremos estas tres categorías que presenta Juan al describir los ataques de lo que denomina “el mundo”, pero veamos aquí la relación con el mensaje de Pedro cuando dice en el 1:24-25 “Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. (Isaías 40:8) Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.”Este mundo que conocemos pasará, y nosotros, los que hemos confiado en Cristo para salvación, permaneceremos, según ha dicho en su Palabra (1 Juan 2:24). Así que vivamos aquí para traer gloria a nuestro Salvador, disfrutando así de las promesas del fiel y justo Dios.
La luz y las tinieblas 1 de Juan presenta varias premisas que debemos analizar. En primer lugar afirma que aquel que conoce a Cristo vive de forma que agrada a Dios. Lo vemos presentado en el versículo 6 donde dice: “Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;”En el 5 ya afirmaba que Dios es luz. Como Dios personifica la luz, es imposible que haya tinieblas en él. En el momento en que un rayo de luz entra en un cuarto oscuro, las tinieblas dan lugar a la luz. En el momento en que Dios entra en una vida, debería ser igual. Dios no entra tan solo como una luz tenue, sino que su luz es capaz de disipar las tinieblas de manera indiscutible. En 2 Pedro 1:19 leíamos: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;” Proverbios 4:18 dice que “la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.” Sea que tu vida cambie de inmediato o que la luz de Cristo vaya alumbrando tu vida de forma creciente, no hay lugar a duda que una vida con Cristo es una vida de luz. Por esta lógica, una vida de tinieblas, argumenta Juan, demuestra la ausencia de Cristo. El que dice que pasa tiempo con Dios y anda en tinieblas, miente, dice Juan. En el capítulo 2 reitera: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;”El que dice que permanece en Cristo, dice 1 Juan 2:6 “debe andar como él anduvo.” El que no guarda las normas de Dios no puede fardar de su relación con Dios. Si dice que conoce a Dios y vive en pecado, miente, dice Juan. El apóstol aclara que esto no significa que una vez que conocemos a Dios ya nunca pecamos. El que dice que nunca peca, dice Juan, no solo se engaña a sí mismo, sino que está llamando a Dios mentiroso, porque Dios ha declarado que todos somos pecadores (1 Juan 1:10, Romanos 3:10). Sin embargo, cuando reconocemos nuestro pecado, podemos encontrar una resolución, porque Cristo ya ha provisto el perdón de pecados. 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” La realidad es que pecamos, muchas veces sin pensarlo incluso, pero tenemos la certeza de que cuando confesamos nuestro pecado de corazón, Dios es fiel a su Palabra y es justo para perdonarnos y limpiarnos, para que nuestra luz vaya en aumento, hasta que el día del Señor esclarezca. En el capítulo 2 leemos que Cristo mismo es nuestro abogado defensor. Él además es el que ya ha provisto el perdón, no solo por nuestros pecados, dice el versículo 2:2, sino también por los de todo el mundo.Juan declara que la luz en nuestra vida y en nuestro andar diario en Cristo es evidencia de nuestra relación con Dios, y además está directamente relacionado con nuestra relación con otros. Juan insiste en el capítulo 2:9-11: “El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.” Está claro; si vivimos en luz, se notará en nuestras relaciones con los que nos rodean. Cuidado con nuestras afirmaciones. Como vimos en las cartas de Pedro, nuestro hablar debe ir apoyado de nuestro andar. Si decimos conocer a Dios, debemos vivir una vida en la que la luz de Dios brille, andar como Cristo anduvo, y reflejar la luz que Dios nos ha dado para el bien de los que nos rodean. Si no vivimos así, somos mentirosos, y los primeros engañados seremos nosotros mismos. Como declaró el Señor Jesús en el sermón del monte: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.”
El mensaje de JuanHacia el final del Nuevo Testamento encontramos entre las epístolas generales tres cartas del apóstol Juan, el cual se llama a sí mismo “el amado” y “el anciano”. Juan era el más joven del grupo íntimo del Señor Jesús, y ahora, muchos años más tarde, ya anciano, escribía a varias congregaciones pequeñas en la zona de Asia Menor. La primera carta es la más larga y también la más general, probablemente con la intención de que se pasara entre las diferentes congregaciones de creyentes. Las otras dos cartas especifican a quién iban dirigidas; la segunda va dirigida a un grupo de cristianos que se reunía en una casa. Juan les habla del amor de Dios, pero les advierte de algunos que vendrían hablando de Dios aún viviendo en contradicción con la Palabra de Dios; a estos no debían recibir abiertamente, sino que debían comprobar quienes eran en verdad seguidores de la fe cristiana. La tercera carta va dirigida a Gayo, un hombre de otro grupo de creyentes que se congregaban en otra casa. Juan le pide que en el amor de Dios esté preparado para recibir a aquellos que sinceramente vendrían predicando el evangelio. Ambos grupos debían observar y comprobar así que el hablar y el andar de aquellos que llegaban a sus congregaciones fuera digno del Salvador. La primera epístola de Juan es una especie de sermón que repasa las enseñanzas de Cristo. Tanto el contenido como la forma se asemejan al Evangelio de Juan. El apóstol, en esta carta circular presenta a Cristo como Dios, venido al mundo a traer luz y amor. Juan quiere con sus escritos animarnos a vivir según las enseñanzas del Maestro, reflejando su luz y su amor al mundo en el que vivimos. El libro comienza con el siguiente mensaje: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.”El apóstol nos dice desde el principio que nos va a anunciar aquello que había ocurrido y que ellos habían visto con sus ojos y palpado con sus manos. El protagonista principal iba a ser el Verbo de Vida, Jesucristo, la vida eterna que habiendo estado con el Padre había sido manifestada al mundo para salvación. El apóstol también nos da específicamente tres razones por las que estaba escribiendo estas cosas: En primer lugar dice que era para que pudiéramos tener comunión con ellos, los que habían andado y vivido con Jesús. En segundo lugar, dice que escribía para que nuestro gozo fuera cumplido. Más tarde, en el capítulo 5 nos dice que escribía para que creyéramos en el nombre del Hijo de Dios y podamos tener la certeza de que tenemos vida eterna. (5:13; Juan 20:31)Sin duda, las epístolas de Juan son de gran valor para conocer al Dios de la Biblia. Nos presenta el contraste entre la luz y las tinieblas, nos muestra el amor de Dios y nos reta a vivir ese amor con aquellos que nos rodean. En esencia, nos muestra al Verdadero, al Verbo de Vida, el único camino a la vida eterna (5:20). A través del estudio del contenido de este corto escrito, veremos la esencia del Verbo, el único que nos puede otorgar el perdón de pecados y nos ofrece una nueva vida en Él.
Siempre preparados¿Alguna vez te han hecho una pregunta sobre Dios o la Biblia que no sabías contestar? Claro que ni tú ni yo nos consideramos teólogos en el sentido más estricto de la palabra, pero basados en la etimología de la palabra, si “teo” significa Dios y “logo” habla de conocimiento, debemos concluir que todos los que conocemos a Dios y estamos creciendo en el conocimiento de Dios podemos considerarnos teólogos crecientes, y deberíamos aprender para poder contestar esas preguntas, algunas sinceras, y otras, hasta malintencionadas. Pedro estaba viviendo una época difícil en Roma. El emperador romano odiaba a los cristianos y quería deshacerse de ellos. Muchos ciudadanos no los veían con buenos ojos, y vemos que grandes números de cristianos habían tenido que salir de Roma para proteger sus vidas. En este clima, leemos que Pedro los anima a predicar el evangelio con sus vidas y a estar preparados para defender su fe cuando alguno les preguntara. En primer lugar, Pedro les pide que vivan para Dios, andando dignamente, absteniéndose de todo aquello que contradice la santidad de Dios y “manteniendo buena su manera de vivir” (1 Pedro 2:11-12).Pedro, en el capítulo tres describe la actitud que a Dios le agrada, para que cada persona que confiese el nombre de Dios pueda vivir con una conciencia limpia, sabiendo que su andar y su hablar están en concordancia con las Escrituras. En 1 Pedro 3:15 Pedro les dice: “estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.”Incluso en el clima hostil en el que vivía Pedro y estos creyentes a los que las cartas iban dirigidas en primer lugar, podían echar mano de las Escrituras y rogar al Espíritu Santo que les mostrara aquello que Dios ya les había dado en Su Palabra, para poder defender su fe con una conciencia tranquila. Estos cristianos podían soportar persecución injusta sin renunciar a su fe en Dios, porque la Palabra que Dios ha dado es digna de toda confianza. Como leemos en 2 Pedro 1:19-21 “Tenemos (también) la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.El Señor mismo describe en Su Palabra que estos santos hombres de Dios fueron directamente guiados por el Espíritu Santo de Dios, de modo que lo que escribieron es Palabra de Dios. Nosotros podemos confiar en la veracidad de la Biblia, igual que los creyentes que recibieron esta carta de Pedro. Podemos ver cómo las profecías del Antiguo Testamento sobre la primera venida del Mesías se cumplieron perfectamente en Jesús. Esto debería darnos aún más confianza en el resto de las promesas de la Palabra de Dios. Cuando leemos de la segunda venida de Cristo y su victoria final sobre Satanás y el anticristo, podemos tener la certeza de que se cumplirá todo lo que Dios ha dicho en su Palabra. Por lo tanto, como dice el apóstol, debemos tener total confianza en la Biblia y prepararnos para usarla para dar una contestación a las personas que nos preguntan sobre la razón de la esperanza que hay en nosotros. Estos creyentes tenían el Antiguo Testamento y estaban recibiendo porciones del Nuevo. Si ellos en su día tenían todo lo necesario para presentar su fe en Cristo, mucho más nosotros que tenemos la Palabra de Dios completa a nuestro alcance y podemos echar mano de esta cada vez que queramos. Que nuestro andar y nuestro hablar den fe de nuestra relación personal con Cristo.
No te olvides Somos propensos a olvidarnos de momentos claves en nuestras vidas, tomando a la ligera favores recibidos, grandes logros personales o momentos memorables. En definitiva, nuevas experiencias nos bombardean y nuestra mente acaba centrada solo en lo que está sucediéndonos en el momento. Por esta tendencia humana, el Señor nos escribe a través de Pedro para decirnos que el que no está creciendo en el conocimiento de Cristo, si es salvo, ha olvidado el regalo que Dios le ha dado. Dice 2 Pedro 1:9: “Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.” (2 Pedro 1:9)¿De qué cosas está hablando? Fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal, amor. El que no vive creciendo en la fe dada por el Espíritu Santo, no puede ver más allá de sí mismo, ha olvidado aquello que ha recibido de lo alto y que debe haber transformado su vida. Es por esto que nos pide que “hagamos firme nuestra vocación.” Es decir, que confirmemos día a día el llamamiento de Dios. En los versículos 12 y 13 vemos que Pedro les quiere ayudar a recordar aquello que han adquirido. Dice así: “Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;”Pedro amaba a sus hermanos, y mostraba este amor recordándoles las verdades del evangelio. El apóstol había dedicado su vida a compartir lo que había vivido y aprendido a los pies de Jesús. Les había dado a conocer el poder de Cristo y Su prometida venida, anunciada desde antaño por la profecía más segura, inspirada por el mismo Espíritu Santo. Ahora Pedro sabía que le quedaban pocos días de vida, pero mientras tuviera aliento, amonestaría a los creyentes, despertando a los que se estaban durmiendo, trayendo a la memoria el gran regalo de Dios al mundo y todo lo necesario que Dios nos ha dado para triunfar en nuestra vida cristiana. En los versículos 3-4 afirma: “todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina.” Participantes de la naturaleza divina; ¿cómo podemos olvidar esto y vivir como los que no han gustado la gracia de Dios? Pero es no solo posible, sino fácil olvidarnos, con todo el ruido que aborda nuestra mente y con todas las distracciones que la vida nos presenta. Es por esto que Pedro dice que debemos poner toda diligencia para mantenernos firmes y adelante. Pedro nos advierte sobre aquellos que desprecian a Dios para seguir lo que su propia carne les dicta, y andan en concupiscencia e inmundicia. 2 Pedro 2:10 les llama “atrevidos y contumaces,” tercos, rebeldes y sin miedo a hablar mal de las potestades superiores. Estos son, según el versículo 17: “ fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre.” Y la Palabra dice que recibirán “el galardón de su injusticia, la perdición.” No quisiéramos ser nosotros los que recibamos tal “premio de maldad” (2 Pedro 2:13-15). Estos que van en contra de las verdades de la Biblia, nos dice el capítulo 3, versículo 5, ignoran la verdad voluntariamente, mas nosotros no tenemos que ser ignorantes. Contemplando tal peligro y la segura venida de nuestro Señor, Pedro escribe estas dos cartas, para que sabiendo la verdad de antemano podamos permanecer firmes. Nos dice en el 3:2 que escribe “para que tengamos memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles.” No olvidemos las palabras de Cristo mismo cuando dijo en Juan 8:32: “conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Tenemos todo lo necesario para crecer. No olvidemos estas verdades. Afirmemos nuestra fe en la verdad del evangelio, y como leemos en el último versículo de las cartas de Pedro, “crezcamos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.”
No te conformesA veces hay que conformarse, pero es triste ver que a menudo somos capaces de conformarnos demasiado. Nos conformamos con lo que somos y con cómo estamos, porque es más fácil dejar las cosas como están que intentar mejorarlas. El cambio requiere esfuerzo, pero el cambio, si es para bien, vale la pena el esfuerzo. El Señor nos pide que permanezcamos en Él, el cual nunca cambia, pero es su voluntad que haya cambio en nosotros. Nos pide que vayamos transformándonos de gloria en gloria, hasta llegar a la misma imagen de nuestro Señor. Esto es tarea difícil, por no decir que es imposible sin la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas. 1 Pedro 1:16 declara: “Sed santos, porque yo soy santo.” Esta es una meta a la que no creo que podamos decir que hemos llegado, ¿verdad? Para ponernos manos a la obra nos pide Pedro en el versículo 13 que “ciñamos los lomos de nuestro entendimiento.” Los romanos utilizaban túnicas que se mantenían sujetas por el cinto, y cuando uno iba a realizar algún trabajo, debían asegurar bien la túnica para que no les molestara. Pedro pide esto porque al igual que para cualquier trabajo, el trabajo en nuestro interior demanda que nos apretemos el cinturón. El apóstol continúa pidiendo que seamos sobrios, manteniéndonos centrados y serios en cuanto a nuestra tarea, y esperando por completo en la promesa de la gracia que Cristo traerá cuando sea manifestado, dice el texto. ¿Por qué debemos hacer esto? ¿Con qué propósito? Pedro explica que el que nos ha llamado a una vida santa es él mismo santo. “Como aquel que nos llamó es santo, sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir.” (1 Pedro 1:15)Es por este llamado que no podemos conformarnos a nuestros deseos naturales, acomodándonos a lo que somos, y sin mirar adelante.Vamos adelante hacia esta vida santa porque Cristo nos ha rescatado por su sangre, nos ha destinado para salvación, ha purificado nuestras almas, y quiere seguir haciéndolo por medio de Su Palabra viva y eterna. En el capítulo 2 nos dice a los que hemos gustado de la gracia de Dios: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” Este alimento es Su Palabra. Pedro describe situaciones en las que en lugar de conformarnos a lo natural, podemos permitir que Dios haga un cambio en nosotros para bien. En el trato con otros, Dios pide que mostremos respeto y honra incluso a aquellos que no son agradables, mostrándoles así el amor de Dios. Leemos en 1 Pedro 3:8-9: “sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición.” De lo que hemos recibido, damos, confiando en que Dios nos protegerá de todo mal, “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a sus oraciones; Pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal.” (1 Pedro 3:12)Cada persona que se dice llamar cristiana debe buscar la paz y seguirla y debe mostrar respeto a su prójimo, ya sea desde una posición de autoridad o no. A cada uno, en el capítulo 1 de la segunda carta dice el apóstol: “Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”Esto no se cultiva conformándonos a lo que ya somos, sino buscando a Dios día a día. Comenzando por la fe, vamos recibiendo las virtudes que son fruto del Espíritu Santo de Dios a través de la Palabra viva de Dios. Y así, en lugar de ser ociosos, preocupados por nuestra propia agenda personal, iremos creciendo en el conocimiento de nuestro Señor a la vez que somos transformados en su imagen. He aquí el bello plan de Dios para tu vida; he aquí la belleza de la salvación y la santificación.
Manteniendo el Buen NombrePedro, en su carta a los cristianos les pide que por su conducta traigan honra a Dios. En el imperio romano el clima social era hostil hacia los creyentes. Había gente que intentaba encontrar en los cristianos razón para destruirlos, por lo que los acusaban falsamente. Pero Pedro, con el deseo de que el nombre de Dios se mantuviera puro les escribe diciendo:“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. (1 Pedro 2:11-13)Había mucho a lo que no podrían someterse en buena conciencia, pero en todo aquello que no manchara el nombre del Señor, Pedro les exhorta: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana.” Esto incluía a aquellos que hacían las leyes, y de forma mucho más práctica, a los que venían a velar por su cumplimiento, es decir, como nuestras fuerzas policiales. Y Dios les pide que se sometan, no porque las instituciones siempre tuvieran razón o porque Dios aprobara lo que estaban haciendo, sino para que no pudieran encontrar nada de qué acusarlos. Esto no era una petición a los creyentes a que aprobaran todo lo que los gobernadores estaban defendiendo. Los cristianos debían mantener su conducta casta y defender las leyes morales de Dios. Sin embargo, su conducta no debía destacar por la defensa de ciertas posiciones políticas, ni siquiera por la defensa de sus derechos sociales, sino más bien por la defensa de la ley moral de Dios. Esto era duro para muchos. Mas Pedro les recuerda: “Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios.En Gálatas Pablo afirmaba que en el fruto del Espíritu no hay condenación. Los cristianos perseguidos podían vivir libremente en el fruto del Espíritu, y Dios se encargaría de su estancia en esta vida y de mantener firme la herencia eterna que les esperaba al pasar a la próxima. Por lo cual Pedro podía decirles sin temor estas palabras que seguro sonaban peligrosas para algunos:“Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey.”Estas verdades me las recuerdo a mí misma al mismo tiempo que las comparto contigo, porque sabemos que los que nos dirigen en este mundo, no siempre harán las cosas para nuestro bien, pero recordemos las palabras de José a sus hermanos en Génesis 50:20: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien.” Podemos honrar a las autoridades, siempre y cuando estemos confiando en que Dios es Soberano sobre toda autoridad humana. Nuestro respeto a las autoridades no significa que estamos de acuerdo con lo que esta persona está haciendo. Al contrario, es nuestra obligación como creyentes ir a Dios, llevándole todas nuestras cargas, incluidas aquellas que nos pueda imponer un gobernante injusto. Pedro, cuando escribía esta carta, ya temía por su vida. Sabemos por la tradición secular que Pedro murió a manos del gobierno romano. Creo que podemos decir que Pedro no estaba conforme con las autoridades romanas. Pero este vivió temiendo a Dios, honrando a todos, amando a sus hermanos, y honrando al rey. Esto lo pudo hacer porque entendía que sobre cualquier autoridad humana reina el Señor, y por causa de Su nombre, podía vivir y morir manteniendo el buen nombre de Cristo. Examinemos nuestra actitud hacia los que nos rodean. Si tememos a Dios correctamente, Él nos dará lo que necesitamos para honrar como Dios quiere, amar como Él quiere, y en definitiva, vivir como Él quiere.
Las cartas de PedroSi hubieras tenido que salir del lugar donde vivías porque había inestabilidad política y social, y hubieras además huído de un clima de persecución por tus creencias, seguro que recibirías con gratitud una carta de ánimo. Las cartas de Pedro iban dirigidas en primera instancia a los cristianos que habían sido dispersados por las diferentes regiones de lo que ahora es Turquía. Roma estaba revuelta y moralmente corrupta. Había llegado a tal punto que los judíos se referían a esta con el nombre de Babilonia, haciendo memoria de la ciudad corrupta de antaño. Pedro les escribía con la ayuda de Silvano, como leemos en 1 Pedro 5:12. Este era posiblemente el mismo Silas que acompañó al apóstol Pablo en sus viajes misioneros y que habría ayudado a establecer algunas de estas congregaciones formadas por gentiles y judíos. El ministerio de Pedro había sido mayormente a los de etnia judía, pero vemos que Pedro se dirige aquí, a través de Silvano, un hermano que había dado su tiempo y dedicación junto con Pablo para presentar el evangelio a los gentiles, y anima tanto a judíos como a gentiles que habían reconocido a Jesucristo como Señor a vivir la fe cristiana a pesar de las dificultades que estos estaban viviendo, y a no seguir la conducta de “los gentiles”, refiriendose a aquellos que vivían su vida independientemente de la ley moral de Dios. Pedro les recuerda a los destinatarios desde el primer saludo de su carta, que habían sido “elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo.” No eran prófugos que no tenían quien los defendiera. Dios estaba al tanto de su situación y estaban cubiertos en Cristo. En Roma, los cristianos ya estaban sufriendo abiertamente a manos de un gobierno corrupto que se había declarado abiertamente en contra del Dios verdadero. La persecución ya había comenzado a notarse en las regiones romanas de Asia Menor, y los cristianos ya estaban siendo perseguidos. Pedro les recuerda que aunque por un poco de tiempo serían afligidos, en Cristo les esperaba una herencia incorruptible que duraría eternamente. Esta esperanza viva había sido prometida al pueblo de Dios por los profetas, y Dios la había extendido a todo aquel que creyera en Cristo como Señor. En 2ª de Pedro les confirma que el Señor vendría, como había prometido. La esperanza de la que hablaba al comienzo de la primera carta se mantenía en la segunda carta, y se mantiene hasta hoy día. No podemos ignorar lo que leemos en el capítulo 3 versículo 8, “para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.” El Señor no ha venido, pero Él cumplirá su promesa. Descansando en esta herencia que nos espera, podemos, al igual que los cristianos del primer siglo, vivir según la voluntad de Dios, y no seguir las corrientes que van y vienen. Sí, en los momentos de frustración podemos preguntarnos, ¿por qué no viene ya? ¿a qué espera? Nos contesta el versículo 9: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.”La razón por la que Cristo aún no ha venido es porque todavía hay gente que no ha creído, pero que va a creer; va a arrepentirse de su error, y acercarse al Salvador. Puede que seas tú a quien espera, o puede que sea a un ser querido tuyo. Pero no va a esperar para siempre. Sabemos que un día descenderá, y aquellos que confían en Cristo irán a morar con Él en gloria. Pedro acaba su segunda epístola animando a sus lectores a examinarse y guardarse, no vaya a ser que sean “arrastrados por el error de los inicuos,” y les exhorta diciendo: “Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.
¿Hacedores o jueces?La epístola de Santiago presenta dos tipos de personas, los hacedores y los jueces. En el capítulo cuatro, versículos 11 dice: ”Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.”En el capítulo 1, versículo 22 nos instaba a ser hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores. Luego, en el capítulo 3, versículo 11 nos reta diciendo : “¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre.”Aquel que es un hacedor, se hace notar, no por su palabrería, sino por su conducta justa, que refleja el carácter de Dios. Pero todos corremos el riesgo de convertirnos en jueces, más que hacedores. Pensamos que somos dignos de analizar la conducta de otros y decidir si ellos están cumpliendo las leyes de Dios. Con esto no me refiero a la evaluación continua de nuestro andar con Dios con ánimo de avanzar y ayudar a otros en el camino, sino a la actitud que dicta sentencias contra otros al mismo tiempo que se enorgullece de su propia conducta piadosa.Esta actitud nos lleva a murmurar contra otros cristianos, ya sea en voz alta o internamente. Santiago nos advierte que cuando hacemos esto, no estamos siendo hacedores, sino que nos hemos ascendido a nosotros mismos al puesto de juez. Y nos reprende el versículo 12 del capítulo 4 diciendo: “Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”Esta actitud de jueces nos lleva a pensar que nosotros somos más sabios, comparándonos con otros. Produce celos y contiendas que nos llevan a pecar. Nuestras pasiones, nuestros juicios, nuestra propia sabiduría personal nos lleva a crear conflictos interpersonales en lugar de buscar la paz y llevar a otros a que conozcan a Dios, el único que les puede salvar. En el capítulo 3 se nos advierte:“Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”Saniago 4:1 nos explica el origen de los conflictos:“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.”En lugar de mantenernos limpios de la supuesta sabiduría de este mundo, caemos en el juego del maligno y dejamos que nos persuada. Sin embargo, la salida de esta actitud la tenemos en el mismo texto. Dicen los versículos 6-8:“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”Con esta actitud de humildad, resistiendo la soberbia diabólica que quiere apoderarse de nosotros, podemos acercarnos a Dios para oír y hacer su voluntad. Cuando nos declaramos hacedores, dejamos de juzgar y ponemos todo nuestro esfuerzo en tener buena conducta y ayudar a otros a que sigan el camino de la fe. El libro de Santiago acaba con una preciosa verdad que nos anima a vivir así. “Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.” (Santiago 5:19-20)Esto lo podemos hacer cuando somos hacedores y no jueces. Vivamos así, tengamos paciencia y afirmemos nuestros corazones, nos dice Santiago 5:8; “porque la venida del Señor se acerca.”
Como en un espejoSi en el versículo 19 del primer capítulo el apóstol nos pedía que fuéramos prontos para oír, en el 22 nos deja claro que primeramente debemos prestar oídos atentos y dispuestos a lo que Dios tiene que decirnos. Santiago nos reta a desechar inmundicia y recibir la palabra dada por Dios, esto es, la Biblia. Pero no nos reta solo a oírla, sino a ponerla en práctica. Dice: “sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.”Una vez más, Santiago nos recuerda lo fácil que es engañarnos a nosotros mismos, creyendo que estamos bien, cuando en realidad, tenemos un problema. No solo no atendemos al mensaje, sino que nos hacemos maestros a nosotros mismos, proclamando nuestra propia teoría y enseñanza. Esto no es de sabios, y Dios advierte que solo trae condenación. Santiago compara al que oye la Palabra y no la hace, con alguien que se mira en un espejo, ve que está despeinado y sucio, y considerando la cruda realidad, se da la vuelta y se marcha sin arreglarse. Sin embargo, el versículo 25 nos muestra la mejor opción, esto es, mirarse, ver lo que hay que cambiar, y arreglar estas cosas que hemos percibido al atender a la Palabra. Dice: “Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.”Bienaventurado, afortunado o dichoso; el que escucha atentamente a la voz de Dios, y no esconde sus problemas detrás de discursos vanos será dichoso, porque estará dejando que Dios obre en él y a través de él. Vimos en la reflexión anterior que desacreditamos a Dios cuando abrimos nuestra boca para maldecir a Dios o a otros. El capítulo 3 nos advierte del peligro de usar nuestra lengua inconstantemente, repartiendo bendición ahora y un minuto más tarde derramando inmundicia. Del mismo modo, nos dice el capítulo 2 que desacreditamos a Dios cuando hacemos acepción de personas, prefiriendo a unos cuando nos conviene y desechando a otros que nos incomodan. Santiago 2:8-9 dice: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores.” ¿Como podemos decir que somos buenos oidores, si al oír de Dios que debemos amar al prójimo y compartir con ellos a Cristo, decidimos quien merece nuestra atención y quien no es digno de esta?No vale decir que somos buenos oidores cuando no estamos dispuestos a obedecer lo que Dios ha dicho en su Palabra. Si decimos que somos cristiano pero no vivimos según su voluntad, estamos dando mensajes contradictorios. “La fe sin obras es muerta” nos dice Santiago, porque “la fe se perfecciona por las obras”. Entendamos bien que las buenas obras no nos “cancelan” el pecado, pero debemos dudar de una fe que no se demuestra en la conducta personal. Nuestra vida debe reflejar la imagen de Dios.La Palabra de Dios es como un espejo que Dios nos ha dejado. Cuando nos ponemos delante de su Palabra Dios nos muestra nuestra condición real, tal como Él nos ve. Tenemos entonces dos opciones; o vamos a Él y dejamos que nos transforme a su imagen, día a día, poco a poco, o nos damos la vuelta, ignorando lo que nos está mostrando, y vamos por nuestro propio camino, endureciendo nuestros corazones y alejándonos de aquel que puede darnos la salvación del alma. El espejo en sí no nos cambia, pero sí nos muestra la perfecta imagen del Salvador y nuestras imperfecciones. Nos presenta también el proceso de la transformación. Es necesario que nos miremos cada día en el espejo que Dios ha provisto, para que el Espíritu de Dios nos vaya transformando. En la segunda carta a los Corintios el apóstol Pablo lo expresaba de esta forma: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”Sigamos adelante, de gloria en gloria, hacia la imagen misma de nuestro Señor. Gracias a Dios por su Palabra y por la obra de su Espíritu en nuestras vidas.
Prontos para oír, tardos para hablarAlguien ha dicho que Dios nos ha dado dos oídos, pero solo una boca, para que escuchemos más de lo que hablamos. Santiago, como buen libro de sabiduría, nos dice en el primer capítulo “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.” (1:19-20).En el contexto del primer capítulo, Santiago está hablando de nuestra reacción ante Dios cuando no entendemos sus propósitos. Nos es fácil quejarnos de las pruebas que experimentamos en esta vida. Pero hacemos bien en frenar nuestra lengua y aprender a escuchar a Dios. Este principio también opera en nuestras relaciones interpersonales, como nos muestra Santiago especialmente en el capítulo 3. Todos hemos experimentado esa sensación que queda después de haber dicho lo que no debíamos en un momento de descuido o frustración. Solemos ser muy rápidos a la hora de defendernos o excusarnos. Al mismo tiempo somos capaces de condenar a otros con nuestras palabras. Pero como hemos leído en el texto, nuestra ira nunca obra la justicia de Dios. Como regla general, somos sabios cuando tardamos en responder, cuando escuchamos atentamente y con paciencia, y luego consideramos nuestra reacción antes de abrir la boca. Por eso Santiago dice: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.”Podemos caer en el error de profesar fe en Dios, y al abrir la boca, desacreditar al Dios justo y amoroso que profesamos. El capítulo 3 de Santiago nos muestra que podemos deshonrar a Dios cuando usamos nuestra lengua para maldecir o herir a otros.La manera más fácil de ofender es con nuestra lengua. Dice el texto: “ todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.”Es demasiado fácil abrir la boca y dejar que salgan palabras que dañan. Como dice el texto, si existiera alguien que nunca ofendiera con su lengua, sería una persona perfecta. Sin embargo, encontramos que esta lengua con la que alabamos a alguien en un momento dado, es capaz de herir incluso a aquellos que más amamos. Santiago 3:9-10 declara: “Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.”Santiago nos da ejemplos del poder de la lengua. La asemeja al freno que ponemos en la boca del caballo, y que nos permite controlar todo el cuerpo. Nos pone también el ejemplo del timón en un barco, un pequeño instrumento que controla toda la embarcación. Así, del mismo modo, este miembro tan pequeño de nuestro cuerpo puede condicionar cómo nos conducimos y cómo somos vistos por los que nos rodean. Santiago compara la influencia de la lengua con la de una pequeña llama. Hemos visto los grandes fuegos que puede ocasionar una colilla mal apagada. Y del mismo modo, una lengua que no está bajo el control del Espíritu Santo, puede causar incendios que destruyan amistades e incluso alejen a la gente de Dios. Notemos la incongruencia. Con ella bendecimos, y con ella maldecimos. Imagina que llegas a una fuente de agua dulce, pero hoy ha amanecido mal y solo da agua amarga. Si la fuente es impredecible, no podemos fiarnos de su pureza. La sabiduría de Dios se hace evidente en el cristiano que escucha la Palabra de Dios y la hace. La verdadera religión se evidencia en una vida controlada por el Espíritu Santo. Así que si vamos a proclamar el nombre de Dios, cuidemos nuestra lengua, para no desacreditar a nuestro Salvador. Aprendamos a escuchar más y pidamos a Dios que controle nuestra lengua para que lo que salga de nuestra boca refleje correctamente el carácter de nuestro Señor.
Los regalos de Dios ¿A quién no le gusta recibir regalos? La Biblia nos enseña que debemos ser agradecidos, ya que no hay nada de lo que tenemos que no nos haya sido dado. Dios nos ha dado multitud de regalos, y todos, todos pueden considerarse buenos. Esta es la afirmación que encontramos en Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.”Lo que vemos aquí es que todo lo bueno que recibimos, viene de parte de Dios, y todo lo que desciende de Dios es bueno. Ahora bien, esto no parece cierto en muchas ocasiones. Es fácil percibir las cosas que Dios permite en nuestras vidas como malas, pero eso es engañoso. Es por esto que el versículo anterior a esta afirmación advierte: “Amados hermanos míos, no erréis.” Nos equivocamos cuando calificamos de malo algo que Dios permite en nuestras vidas. Es cierto que cuando estamos pasando por situaciones difíciles, nos cuesta creer que un Dios bueno podría permitir que aquellos que le aman sufran adversidad. Sin embargo, en ningún momento nos ha prometido Dios que si le seguimos estaremos libres de sufrimiento. Al contrario; Jesús dijo a sus seguidores: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33b)No nos engañemos ni caigamos en el error de pensar que alguien que nos ama nos libra de toda dificultad. Nunca funciona así. El entrenador que quiere que su discípulo mejore su marca le hará pasar por ejercicios graduados para que a través de la dificultad supere su forma personal y mejore los resultados. El profesor que quiere ayudar a su alumno a mejorar, le preparará ejercicios que al momento no parecen ni provechosos ni agradables, pero lo hace sabiendo que el resultado será motivo de alegría y satisfacción. Por eso Santiago dice en los primeros versículos del primer capítulo: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.”Está diciendo justo esto; cuando pasemos por las pruebas que ciertamente vendrán, considerémoslo un motivo de gozo, no por estar en la situación de prueba en sí, sino por lo que ésta producirá en nosotros. El apóstol sabe que para tener esta actitud necesitamos paciencia y confianza. Al soportar la prueba con buena actitud, desarrollamos aquello que en el momento parece que nos falta. Y así, prueba a prueba, llegaremos al resultado que Dios ha dispuesto, que vayamos siendo transformados más a Su imagen, sin que nada nos falte de su parte. Dios nos ha dado todo lo que necesitamos. El versículo 18 nos anima con esta verdad: “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” Llegamos a ser sus hijos por el nuevo nacimiento en Cristo. Y lo que Dios comienza, siempre lo lleva a buen fin. Los regalos de Dios son buenos, son completos, y además, los da sin reproche. ¿Te han dado alguna vez algo con condiciones, y que además luego han venido para echártelo en cara? Esto es lo que Satanás hace siempre. Él da para engatusar, y luego viene para culpar y demandar. Debemos huir de los que así dan. Dios da de Su amor a la humanidad. Nos ha dado vida, ha provisto salvación, y nos regala su gracia para cada día. Santiago 4:6 al 10 dice: “Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará.”¡Hay motivo de gozo! ¡Él te quiere exaltar! Deja lo que te impide disfrutar de los regalos de Dios, ven a Él humildemente, trayendo ante Dios todo aquello que te ata, para ser purificada, y deja que Su gracia transforme tu corazón y tu vida. Nunca te arrepentirás de recibir sus regalos.