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(Día Internacional del Refugiado) En el año 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, Juan Ramón Jiménez viajó por tierra y mar desde Madrid hasta Nueva York para casarse con la escritora y lingüista Zenobia Camprubí Aymar, que provenía de una acomodada familia catalano-puertorriqueña. La crónica de su viaje transatlántico la plasma en un diario íntimo que llega a ser una de sus obras más reconocidas por su audacia literaria, titulada: Diario de un poeta recién casado. Se divide en seis partes, en las que el autor documenta sus impresiones cotidianas al viajar desde Madrid hasta su pueblo natal de Moguer en la provincia de Huelva, y luego a Cádiz; desde Cádiz hasta Nueva York (donde se casa el 2 de marzo, y donde pasa buena parte de su residencia en los Estados Unidos entre enero y julio); y luego desde Nueva York de regreso a Madrid vía Cádiz y Moguer. El 20 de junio Juan Ramón y Zenobia desembarcan en Cádiz, donde comienza la quinta parte del diario, titulada «España». «¡Patria y alma! —exclama el poeta—. / Una abriga a la otra... / de la cuna a la muerte. / ... Ahora que el cuerpo entró en su patria, / el alma se le entra. / ¡Así, bien lleno! ¡Así, todo completo! / ¡Con mi alma, en mi patria!» Los recién casados visitan el colegio de San Luis Gonzaga en el Puerto de Santa María donde estudió Juan Ramón, y luego van a Moguer. Como es de esperar, allí la familia los recibe con cariño y con regalos de bodas. El 30 de junio, durante el retorno a Sevilla con destino a Madrid, el poeta le dedica a su madre los siguientes versos: ¡Qué bien le viene al corazón su primer nido! ¡Con qué alegre ilusión torna siempre volando a él; con qué descuido se echa en su fresca ramazón, rodeado de fe, de paz, de olvido! ... ¡Y con qué desazón vuelve a dejarlo, pobre y desvalido! ¡Parece que, en un trueque de pasión, el corazón se trae, roto, el nido, [y] se queda en el nido, roto, el corazón!1 Veinte años después, celebrado ya su Aniversario de Porcelana, la guerra civil de 1936 sorprendió a Juan Ramón y a Zenobia en Madrid, desde donde lograron volver a marcharse a América. Exiliado voluntario, en 1958 el poeta, ahora Premio Nobel español, murió en la isla de Puerto Rico sin haber querido volver a su patria, también roto el corazón por el fallecimiento de su esposa un año y medio antes que él.2 Quiera Dios que quienes añoramos nuestra patria desde lejos, al recordar nuestro primer nido determinemos más bien ocupar para siempre el glorioso nido que Jesucristo fue a preparar para los que nos hagamos ciudadanos de la patria celestial. Así podremos decir junto con los salmistas de Israel: ¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Mi Dios y rey, Dios del universo, cerca de tu altar gorriones y golondrinas hallan lugar para sus nidos y allí ponen a sus polluelos. Felices quienes moran en tu casa y te alaban sin cesar.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado (1916) (Madrid: Casa Editorial Calleja, 1917), pp. 220, 233; Enrique González Duro, Biografía interior de Juan Ramón Jiménez (Madrid: Ediciones Libertarias, 2002), p. 116; Wikipedia, s.v. «Zenobia Camprubí» En línea 18 diciembre 2018. 2 Diego Marín, Literatura española, Tomo 2: Época moderna (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1968), p. 308. 3 Sal 84:1-2 (NVI), 3 (TLA), 5 (BLPH)
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Estoy separada del papá de mi hija de quince años, pero ahora me está resultando difícil lograr que ella quiera ir a verlo cuando le tocan visitas con su hermanito. Ella me dice que su papá le echa la culpa de cosas que le pasan a él con su actual pareja, y que le dice cosas poco honrosas de mí.... Yo he hablado varias veces con él respecto a que no le diga cosas que no corresponden a nuestros hijos, pero no me hace caso, y eso los está afectando.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Los conflictos personales y las cicatrices emocionales nunca son una justificación para herir a los demás, especialmente a nuestros propios hijos. No hay excusa alguna para degradar al cónyuge en la presencia de hijos inocentes. Esa manera de hablar refleja inmadurez y egoísmo. »El apóstol Pablo enseñó que debemos velar no sólo por nuestros propios intereses sino también por los intereses de los demás.1 Si bien muchos padres sostienen que sus hijos ocupan el primer lugar, no reconocen que sus propios conflictos personales y cicatrices emocionales han distorsionado la capacidad que tienen de ser objetivos.... »Lo que no sabemos es si existe una orden judicial que especifique las condiciones para las visitas de los hijos con el padre. Si hay un acuerdo legal, entonces usted necesitaría acudir al sistema judicial para modificarlo. »Sin embargo, si no existe ningún acuerdo legal, entonces usted tiene más opciones. La mejor opción sería que consultara a un consejero familiar profesional. Su hija podría contarle lo que siente al consejero, y usted luego podría seguir el consejo que él diera. »Si no puede acudir a un consejero profesional, le recomendamos que apoye la decisión de su hija en cuanto a que haya menos visitas con el padre siempre y cuando ella comprenda que usted no puede servir de mediadora entre ellos. Ella misma debe negociar con él de una manera respetuosa y sin acusarlo de nada. Sin embargo, al hacerlo es importante que cuando ella hable con él sobre las visitas, se limite a hablar sólo sobre la siguiente visita y que no trate de dejar de verlo indefinidamente. »Moral y éticamente, los derechos paternos tienen el mismo valor legal que los derechos maternos, a menos que haya evidencia de abuso. Para modificar esos derechos, usted tendría que contratar a un abogado y obtener la aprobación de parte del sistema judicial. Algunos juzgados bien pudieran tener en cuenta los deseos de una quinceañera, mientras que otros no....» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 847. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Fil 2:4
(Antevíspera del Día Internacional del Refugiado) «Yo no sé de ustedes... pero yo nací en un país... donde los rubios, trigueñitos, morenitos y negritos éramos todos iguales. Donde jugábamos tranquilos y no sabíamos distinguir quién era rico o pobre, porque ni lo uno ni lo otro era pecado. Donde en la escuela éramos sólo niños, que respetábamos los símbolos patrios y no nos preguntábamos por qué eran así, porque siempre fueron los mismos. Donde los vecinos se querían y se respetaban. Donde los maestros eran maestros.... Donde la honradez era una virtud, no una manera de ser pobre. Donde el Himno Nacional no nos hacía llorar.... Donde vivíamos toda nuestra vida, y el que se iba al exterior, era para estudiar. »... Ahora... mi hija casi no habla español.... Mi hermana mayor se la pasa encerrada en un cuarto, en un país donde el inglés y la soledad rigen tu vida.... »... Quiero... comer pastelitos todos los días. Quiero quejarme del calor.... Quiero atragantarme un pan con queso a las tres de la madrugada. Quiero ver a mis amigos, y no tener que usar el messenger más nunca. Quiero tomarme un café en una taza pequeña.... No quiero trabajar en Carnavales, Semana Santa o la Feria. Quiero hablar en español todo el tiempo, y que no me pregunten: “¿Y de dónde eres tú?” Quiero hacer cola en un banco, y quiero que se vaya la luz cuando llueva. Quiero aburrirme del pan de jamón.... Quiero que mi hija crezca como crecí yo.... »Quiero pasear sin amargura por la calle de tu recuerdo, y rescatar por fin al niño perdido en mi pensamiento. Porque el tiempo y la memoria juegan juntos en nuestra historia. Se me fue toda una vida, y tu imagen no se me borra. Quiero volver sin mirar atrás, poder vivir para perdonar; quiero sentir, quiero regresar.... »Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde... definitivamente.» He ahí los sentimientos, si no del todo razonables, al menos bien sinceros, de una mujer que hace años no vive en su país de origen y lo extraña terriblemente. Con ella podemos identificarnos todos los que hemos vivido largo tiempo fuera de nuestro terruño. No tiene ella que insistir para convencernos de la verdad que encierra el refrán al que alude: «Nadie sabe el bien que tiene hasta que lo pierde.» Pues para los que la hemos vivido, es una realidad patente e inexorable. Para superar esa nostalgia, nos puede servir de mucho meditar en casos como el de Job el patriarca. Luego de perder lo que más valoraba en la vida —sus hijos, su salud y el respaldo de su esposa—, Job llegó a la conclusión de que a Dios también lo había perdido. Y exclamó: «¡Cómo añoro los meses que se han ido, los días en que Dios me cuidaba!... ¡Qué días aquellos, cuando... Dios bendecía mi casa con su íntima amistad! Cuando aún estaba conmigo el Todopoderoso...»1 Lo cierto es que Dios no había desamparado a Job, sino que lo había puesto a prueba. Pero Job salió de esa prueba victorioso, y Dios lo bendijo muchísimo más en sus últimos años que en sus primeros.2 Si algo hemos de añorar, más vale que, al igual que Job, añoremos lo que más vale: la grata compañía del Dios Todopoderoso, fruto de la íntima amistad con la que Él desea bendecirnos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Job 29:2,4,5 2 Job 42:10‑17
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «He vivido toda mi vida en un ambiente familiar marcado por la violencia verbal y física, lo que me ha llevado a dudar en iniciar mi propia familia.... »Recuerdo que, a los cuatro años, mi madre me golpeaba, y esos castigos me dejaron heridas profundas que me han llevado a tener ciertas adicciones no químicas que alivian mi dolor. Reconozco que necesito ayuda.... »A veces quisiera irme lejos y rehacer mi vida, pero temo por mi padre. No quiero dejarlo solo con mi madre... que es muy abusiva con él.... No me perdonaría si algo sucediera y yo no estuviera ahí para evitarlo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Hay que tener valor para reconocer el dolor y las adicciones, y lo felicitamos por hacerlo. El contarnos su caso es un primer paso valiente que está dando, y tenemos la confianza de que tendrá ese mismo valor para dar los pasos que siguen. »El haber sufrido abuso emocional, verbal y físico ha hecho que su cerebro se altere químicamente. Usted se ha visto obligado a gastar toda su energía sólo para sobrevivir en su desafiante entorno familiar, y eso ha dado como resultado que su cerebro se mantenga en un constante estado de “luchar o huir”. Las sustancias químicas en su cerebro que hacen que siempre esté listo para luchar o huir son beneficiosas, pero esas sustancias en exceso pueden hacerle daño. Usted mismo se ha impuesto las adicciones que tiene con el fin de tratar de contrarrestar ese daño. »Usted admite que necesita ayuda, así que ¡búsquela hoy mismo! Haga una cita con un médico y pídale que lo refiera a un profesional que tenga experiencia en el tratamiento de casos de trauma constante.... »Lo respetamos y admiramos por querer proteger a su padre. Pero creemos que usted está atrapado en un círculo vicioso de abuso, y eso le impide reconocer con claridad todas las opciones que tiene. Necesita a un profesional que lo ayude a escapar de ese círculo. »Dios no planeó que usted creciera en semejante caos. Él quiere estar cerca de usted y de todos los que hemos tenido infancias traumáticas y una ausencia total de estabilidad. Él comprende nuestras debilidades y quiere sanarnos. El apóstol Juan declaró que “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”.1 »Ese Hijo de Dios es Jesucristo, quien sacrificó su vida en una cruz por usted y por mí. No tenemos que purificarnos nosotros mismos y luego pedirle a Dios que nos perdone. Podemos más bien pedirle perdón y luego permitir que Él nos muestre cómo es que necesitamos cambiar. Él está esperando que usted se lo pida en oración ahora mismo. Él es su Padre amoroso que anhela acompañarlo todos los días de su vida.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 846. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 3:17 (NVI)
(Víspera del Día Internacional de la Bañera) ¿Acaso el darse un baño puede causar la muerte de una persona? Ese bien pudo haber sido el diagnóstico forense en el caso del ermitaño iraní Amou Haji, considerado el hombre más sucio del mundo. Ya había cumplido los noventa y cuatro años cuando murió, pero sucedió casualmente poco tiempo después de bañarse tras haber pasado más de sesenta de esos años sin tomar una ducha o asearse. A lo largo de su vida, Haji había evitado bañarse por temor a enfermarse. No es de extrañar, entonces, que no tuviera esposa ni parientes cercanos. En un documental de 2013 titulado «La extraña vida de Amou Haji», se dio a conocer en el mundo entero, con la piel cubierta de mugre y el cabello enmarañado. Reveló que había experimentado «contratiempos emocionales en su juventud» que lo llevaron a aislarse y a detestar la idea misma de bañarse o de sentir el agua sobre la piel. Y por si eso fuera poco, en vez de ingerir comida y bebidas frescas, ¡su alimento favorito era el puercoespín podrido; tomaba cinco litros de agua al día, que recogía de charcos cercanos, en una lata de aceite oxidada; comía animales muertos que conseguía atropellados; y fumaba excrementos de animales en una pipa vieja! Uno de los médicos que examinaron a Haji antes de su muerte concluyó que pudo mantenerse saludable debido a haber desarrollado un fuerte sistema inmunológico después de décadas de vivir en semejantes condiciones.1 Fue así como aquel ermitaño iraní vivió en carne propia la frase proverbial: «La cáscara guarda el palo», que quiere decir que es la corteza (la cáscara) la que protege (o, guarda) al árbol (o, palo) de cualquier agresión externa. La sabiduría popular coincidió nuevamente con la experiencia científica, ya que una amplia gama de inmunólogos y médicos consienten en que el exceso de limpieza hace que el sistema inmune del cuerpo humano pierda funcionalidad o se debilite hasta hacerlo más vulnerable. La idea es que si nos aseamos con demasiada frecuencia, perderemos parte de la barrera protectora de la piel, quedando así expuestos a los ataques de bacterias, virus u otros patógenos «desconocidos» por nuestro sistema inmunitario.2 ¿Será que nos conviene, entonces, huir del agua «como gato escaldado»? ¡Claro que no! Debemos más bien, sin exceso, aprovecharla al máximo. Y así como necesitamos el aseo bien medido para nuestro cuerpo, también necesitamos el aseo para nuestro espíritu. Pues todos nosotros somos como un trapo sucio, tal como nos describe el profeta Isaías, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.3 No dejemos que ninguna idea descabellada nos lleve a esperar un día más para tomarnos ese baño espiritual que tanta falta nos hace. Aprovechemos más bien, ahora mismo, la limpieza espiritual que procede de reconocer ante Dios que hemos pecado, tal como nos explica el apóstol Juan, seguros de que Dios, que es fiel y justo, perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Su comida favorita era el puercoespín podrido: muere “el hombre más sucio del mundo” a los 94 años, poco tiempo después de bañarse tras pasar más de medio siglo sin asearse», Diario El Universo, 26 octubre 2022 En línea 22 noviembre 2022; Juan Espinoza, «Muere el hombre más sucio del mundo: ¿Cómo murió Amou Haji?», Ahora Mismo, 25 octubre 2022 En línea 22 noviembre 2024. 2 Luis Rivero, «La cáscara guarda el palo», Periódico El Día: La opinión de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 18 julio 2020 En línea 22 noviembre 2024. 3 Is 64:6 4 1Jn 1:9
«¡Con cuánta pena me negué a la pretensión de mi hija Nené de que le comprara aquella lujosa muñeca que caminaba, abría y cerraba los ojos y decía “papá” y “mamá”!... Era una belleza. Lo único que la afeaba era esa horrible etiqueta que... decía... $32.50. »La compra estaba... fuera de nuestro alcance.... En aquella trágica época... vi... entrar a dos hombres en una guarapera y pedir un guarapo de a [centavo] y dos vasos.... »Había que apelar a la convicción. Al hacerlo cometí el mayor de los errores... de razonarle a mi hija de esta forma: —Hija mía, ya tú eres mayor, casi una mujercita, y puedes darte cuenta de la situación. Las cosas no están para comprar una muñeca tan cara. Tú sabes que la Escuela Normal está cerrada y no me pagan el sueldo. Ahora tampoco gano nada en el Sanatorio. Nos cuesta mucho trabajo obtener lo necesario para vivir. Más adelante, cuando las cosas mejoren, yo te prometo comprarte una así. »Mi razonamiento produjo una reacción inesperada. No hubo resistencia, ni insistió más en su petición, pero grandes sollozos interrumpían su respiración y sus lindos ojos negros eran un inagotable manantial de lágrimas. —Pero hija mía —le dije—, sé razonable. Date cuenta de que no es posible complacerte en tu deseo. ¿Qué más quisiera yo que darte gusto? »Y mi pequeña hija, entre sollozo y sollozo, me hizo sentir apesadumbrado y culpable, al contestarme: —Pero papá, si yo no lloro por la muñeca, sino por cómo están las cosas.»1 Así concluye la anécdota del eminente escritor y médico cubano Mario Dihigo, que fue profesor y director de la Escuela Normal para Maestros de Matanzas y miembro de la Federación Médica de Cuba durante el régimen de Machado, y ejerció su profesión en una de las plazas del Sanatorio de la Colonia Española. Casi todos nosotros podemos identificarnos con esa patética escena que describe en su obra titulada Cosas de muchachos. Todos, incluso nuestro Padre celestial y su Hijo Jesucristo. Aunque muchos lo desconozcan, el Hijo de Dios, durante la semana de su Pasión, lloró por Jerusalén, no porque no pudiera pagar el precio de su rescate, sino por cómo estaban las cosas. «¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz!», le dijo desconsoladamente Cristo a aquella ciudad escogida, y le advirtió que iba a ser arrasada por no reconocer el tiempo que Dios había dispuesto para salvarla.2 Así mismo llora por nosotros actualmente, por todos los que no hemos permitido que Él nos abrace y nos muestre su gran amor. Aceptemos hoy mismo el precio que pagó para salvarnos. Sólo así disfrutaremos de la paz interior que Él vino a traernos.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mario E. Dihigo y Rosa Dihigo Beguiristain, Cosas de muchachos (Miami: Ediciones Universal, 1998), pp. 51‑54. 2 Lc 19:41‑44 3 Jn 14:27
«Me llamo Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso. Soy hija de Catalina Alfonso, a quien todos le decían “Ollita”, y de Simón Cruz. Nací en La Habana, Cuba, en la sección más pobre de un barrio de clase media y trabajadora donde vivían personas de todas las razas y colores.» Así comienza Celia Cruz su autobiografía titulada: Celia: Mi vida, publicada cerca del final de su vida. Remontándose a los inicios de su carrera artística, la famosa diva guarachera rememora: «Antes de [que cantara con] la legendaria Sonora Matancera, [me di a conocer en todos lados], pero a la única persona que tuve que convencer de eso fue a mi papá. Para mí fue algo importante nunca ocultarle mi carrera. Además, yo lo que quería era que estuviera orgulloso de mí. No era nada raro que las muchachas se escondieran de los padres si querían ser artistas, ya que en esa época no estaba bien visto ser mujer en el mundo del espectáculo. La gente solía decir: “¡Ay, qué vergüenza! Tenemos una artista en la familia.” »... [Yo] nunca estuve de acuerdo con... que todas las mujeres artistas fueran indecentes. Eso nunca fue cierto, ni siquiera en los tiempos de mi papá. La que tenía talento y vergüenza se podía valer de eso.... Desgraciadamente, hay muchas muchachas débiles que hacen un millón de cosas intentando realizar sus sueños. Me da mucha lástima ver eso, porque la verdad es que no hay sino que respetarse a uno mismo para que los demás te respeten. »Gracias a Dios, me di cuenta de muy pequeña que vale más la amabilidad que la belleza, y vale más la dedicación que una conexión. Con esa filosofía seguí mi trayectoria como me la entregaba el destino, y mi familia —con la excepción de Simón— siempre me lo aplaudió. Mi papá se avergonzaba de mí, y ni siquiera le decía a nadie que yo existía; pero gracias a Dios un día todo eso cambió. »Simón estaba trabajando, y uno de sus compañeros de trabajo le enseñó un periódico y le [dijo]: “¡Mira, Simón! Esta muchachita tiene el mismo apellido que tú. ¿Ella es algo tuyo?” Y mi papá le contestó reciamente: “Pues sí, es mi hija. ¿Y qué?” Cuando Simón vio que el periódico hablaba de mí, de mi talento y nada más, entendió que nunca fui lo que se había imaginado. Se dio cuenta de que yo seguía siendo la niña educada que él y Ollita [mi mamá] habían criado. Esa noche, cuando regresó a casa, hablamos a solas. Me explicó por qué había estado tan opuesto a mi carrera de artista, y por primera vez pude comprender su punto de vista. También me dijo que confiaba en mí, y que de ese día en adelante más nunca me negaría.... Hoy día, todavía se me llenan los ojos de lágrimas cuando pienso en esa conversación.»1 Así como Simón Cruz negó por un tiempo a su amada hija Celia delante de los demás, también Simón Pedro negó a su amado Señor Jesucristo. De modo que Cristo bien pudo haber negado a Pedro delante su Padre celestial. Pero Cristo ya había rogado más bien por Pedro, así como ruega hoy por nosotros, para que no le fallara la fe, de modo que, después de arrepentirse, Pedro pudiera más bien fortalecer la fe de sus hermanos.2 Más vale que cada uno de nosotros determine que esa intercesión divina no ha de ser en vano. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Celia Cruz con Ana Cristina Reymundo, Celia: Mi vida (New York: HarperCollins, 2004), pp. 11,46-48. 2 Mt 10:33; 26:69-75; Lc 22:31-34; Ro 8:34; Heb 7:25; 1P 1:5-9,20-21; 5:8-9; 2P 2:1; 1Jn 2:1
«Triste es decirlo, pero hay que convenir en que la vida matrimonial de [José] Martí no fue feliz —escribe Blanche Zacharie de Baralt en su obra titulada El Martí que yo conocí—. Carmen, su esposa, tenía opiniones políticas diametralmente opuestas a las suyas y le reprochaba sus ideas revolucionarias. Criada en un medio de holgura, si no de opulencia, por un padre, aunque cubano, partidario del Gobierno de España, se oponía a que Martí se entregara por completo a la independencia de Cuba. Le repugnaba vivir en el exilio y la pobreza: lo atormentaba quejándose porque [él] dedicaba sus mejores energías al servicio de su país, en lugar de trabajar por el bienestar económico de su familia. »Varias veces [Carmen] lo dejó en Nueva York, volviendo a casa de su padre en Camagüey, donde la vida era más cómoda, pero llevando consigo al hijo, que equivalía a sacarle a Martí la sangre de su corazón. El padre desolado escribía versos al chicuelo, en parte para consolarse de su ausencia», comenta Zacharie de Baralt.1 Pero fue durante la ausencia de Martí mismo en 1881, establecido temporalmente en Caracas, la cuna de Bolívar, distante allí del hijo, que se inspiró para escribir un pequeño libro de poemas titulado Ismaelillo y hacerle la siguiente dedicatoria: «Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.» Los siguientes versos del poema de Ismaelillo titulado «Musa traviesa» destilan con elocuencia y ternura la esencia del amor paterno: ¡Pudiera yo, hijo mío, quebrando el arte universal, muriendo mis años dándote, envejecerte súbito, la vida ahorrarte! ¡Mas no: que no verías en horas graves entrar el sol al alma y a los cristales!2 Ese hijo, José Francisco Martí Zayas Bazán, también conocido por los cubanos como El Ismaelillo, Pepito o Pepe, llegó a ser un político y militar merecedor del grado de teniente por su arrojo y valentía en la toma de Victoria de las Tunas; más adelante ascendido a capitán; años después ascendido primero a Comandante, luego a Coronel, posteriormente a Jefe de Estado Mayor, finalmente a General y póstumamente a Mayor General, habiendo desempeñado el cargo de Secretario de Guerra y Marina. Fue así como el hijo de Martí se esforzó al máximo por honrar la memoria de su padre, quien el primero de abril de 1895, en la última carta que le escribió, le encargó: «Hijo: / Esta noche salgo para Cuba. Salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo. / Tu / José Martí.» En lo que atañe a nosotros, más vale que reconozcamos que Dios espera de nuestra parte algo muy parecido como hijos suyos: que seamos justos, compasivos y humildes al andar por el camino que nos ha trazado.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Blanche Zacharie de Baralt, El Martí que yo conocí, Centro de Estudios Martianos, 1980, pp. 43-44 En línea 25 noviembre 2024. 2 José Martí, «Musa traviesa», Ismaelillo (La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2018), pp. 6,10,20 En línea 25 noviembre 2024. 3 Mi 6:8
«Nadie enganchó su carro a una estrella con más firme propósito de alcanzar la meta, sean cuales fueren la altura y la dificultad del camino, que José Martí.... Hombre de vastísima cultura... era, sin embargo, de origen humilde, de familia modestísima. »Su padre, Mariano Martí, vino a Cuba, de Valencia, como soldado. España recompensaba el servicio de Ultramar con buen sueldo y ascenso rápido. No tardó en llegar a oficial subalterno de artillería. Después de dos años, se casó con una joven canaria, Leonor Pérez. Su primer hijo, José Martí, nació en La Habana el 28 de enero de 1853. »Más tarde fue transferido Mariano de la artillería al cuerpo de policía, y así, por ironía de la suerte, José Martí, el archirrebelde, el conspirador, empezó su vida como hijo de oficial español de policía.» Así, en la obra titulada El Martí que yo conocí, comienza Blanche Zacharie de Baralt a describir la relación que tuvo José Martí con su padre Mariano. José, apodado Pepe, no había aún cumplido los diecisiete años cuando «fue condenado a seis meses de trabajos forzados [por haber escrito]... folletos donde exponía los agravios de los cubanos y una carta [en oposición] a las milicias españolas. Vistieron al adolescente... con el traje de presidiario [y] le impusieron un cinturón de hierro del cual pendía una pesada cadena, remachada a un grillete en el tobillo, de modo que cada paso que daba era una tortura. Lo asignaron a una cuadrilla que trabajaba desde la madrugada hasta la caída de la tarde, en las canteras, bajo el ardiente sol tropical, apaleándolo cuando sus fuerzas flaqueaban. »[Su padre] Mariano, desolado de pensar que un guardián de la paz [como él], en nombre del rey, tuviese un hijo insurrecto, tenía, no obstante, el corazón lacerado por los sufrimientos del muchacho. Él y su angustiada esposa imploraban la clemencia oficial. Día por día buscaban quien pudiera influir en las autoridades en favor de su hijo, hasta que, por fin, después de muchos meses afanosos, logró Mariano que un amigo influyente se condoliese de la juventud y de los sufrimientos del reo, consiguiendo que fuese conmutada la pena de presidio por la de exilio [en España].»1 Gracias a Dios, todos podemos recurrir así mismo a Uno que aboga por nosotros hasta hoy, implorándole clemencia en nuestro favor. Se trata de su Hijo Jesucristo, quien dio su vida como rescate por todos y es el único Mediador entre Dios el Padre y cada uno de nosotros.2 De ahí que cuando uno de sus discípulos, Tomás, le preguntó cómo podían ellos conocer el camino que conduce al hogar de su Padre, Jesús le respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Blanche Zacharie de Baralt, El Martí que yo conocí, Centro de Estudios Martianos, 1980, pp. 12-14 En línea 20 diciembre 2024. 2 1Ti 2:5-6 3 Jn 14:1-6
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «He tenido discusiones con el padre de mi hija porque no le he podido perdonar que, cuando estaba embarazada, dudó de su paternidad. »Ahora se volvió a encontrar con la niña, pero... aunque todo está bien, me matan esos recuerdos día a día. Lloro, y a veces no puedo dormir. Todavía recuerdo las cosas como si hubieran sido ayer. Siento que si nosotros dos seguimos peleando vamos a afectar a la niña.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Al parecer, usted está muy afligida. Se siente tan devastada que no ha estado dispuesta a perdonar. »Quizá crea en el subconsciente que el padre de su hija debe pagar las consecuencias por haber desconfiado de usted. Sabe usted que él la hirió emocionalmente, y por eso cree que, si lo perdonara, él ya no tendría que afrontar las consecuencias. A usted le parece que, si continúa negándose a perdonarlo, tarde o temprano tal vez él sienta algo del dolor que está sintiendo usted. »Esta manera de pensar le parece lógica a usted; él debe sufrir así como está sufriendo usted. Pero el problema es que, en vez de herirlo a él, usted está haciendo que él piense que es difícil razonar con usted. Le está robando usted constantemente el gozo de estar con la hija, convirtiendo ese tiempo feliz en un requisito que él tiene que cumplir. Es casi como si lo estuviera obligando a hacer penitencia.... »Cuando insistimos en no perdonar, somos nosotros los que perdemos. Según ciertos estudios médicos, el negarse a perdonar va acompañado de ansiedad, estrés, enojo y hostilidad. Esas emociones pueden tener efectos negativos en nuestro ritmo cardíaco, nuestra presión arterial, y en nuestra capacidad de combatir las enfermedades.1 Y esos efectos aumentan el riesgo de depresión, enfermedad del corazón y diabetes. En cambio, el perdonar reduce los niveles de estrés y mejora la salud física. »Jesucristo enseñó: “No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.”2 Esa enseñanza, junto con otras en la Biblia, dejan en claro que Dios nos perdonará nuestros pecados sólo después de que nosotros hayamos perdonado a otros por lo que nos han hecho. De ahí que, cuando le pedimos a Dios, en el nombre de su Hijo Jesucristo, que perdone nuestros pecados, debemos asegurarnos primero de que hemos perdonado a los demás. »El perdón no es un sentimiento; es una opción. Así que le recomendamos que tome la decisión de perdonar al padre de su hija no sólo porque Cristo enseñó que debemos hacerlo, sino también porque el perdonar mejorará su salud, y porque quiere que Dios la perdone por los pecados que ha cometido usted.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 726. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Forgiveness: Your Health Depends on It» [El perdonar: Su salud depende de ello], Health [Salud], Johns Hopkins Medicine En línea 31 marzo 2022. 2 Lc 6:37
(Antevíspera del Día Nacional de Puerto Rico: 2o. domingo de junio) (Canción cantada por Carlos Rey en audio y en video) Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad, ¡ay!, para la ciudad. Lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de felicidad, ¡ay!, de felicidad. Piensa remediar la situación del hogar que es toda su ilusión, sí. Y alegre el jibarito va pensando así, diciendo así, cantando así por el camino: «Si yo vendo la carga, mi Dios querido, un traje a mi viejita voy a comprar.» Y alegre también su yegua va al presentir que aquel cantar es todo un himno de alegría; y en eso les sorprende la luz del día, y llegan al mercado de la ciudad. Pasa la mañana entera sin que nadie quiera su carga comprar, su carga comprar. Todo, todo está desierto, el pueblo está lleno de necesidad, de necesidad. Se oye este lamento por doquier de mi desdichada Borinquen, sí. Y triste, el jibarito va pensando así, diciendo así, llorando así por el camino: «¿Qué será de Borinquen, mi Dios querido? ¿Qué será de mis hijos y de mi hogar?» Borinquen, la tierra del Edén, la que, al cantar, el gran Gautier llamó la Perla de los Mares; ahora que tú te mueres con tus pesares, déjame que te cante yo también. «¿Quién es el jibarito del «Lamento borincano»? —pregunta el profesor Tomás Jiménez de la Universidad Interamericana de Puerto Rico con motivo del Centenario del Compositor Rafael Hernández en 1991—. El jibarito es Rafael... nacido en el barrio del Tamarindo, [en Aguadilla],... del Puerto Rico de aquellos que no tenían lo suficiente para poder vivir plenamente.... »Pero... ese Jibarito es también el que todos llevamos en el corazón. Y por eso su “Lamento borincano” es también el nuestro»,1 concluye el profesor Jiménez. Menos mal que podemos comenzar a «remediar la situación» ahora mismo, clamando a «nuestro Dios querido», como lo hizo el profeta Isaías: «Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. ¡Considera, por favor, que todos somos tu pueblo!»2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Tomás Jiménez, «Lamento borincano» En línea 16 noviembre 2007. 2 Is 64:8,9
(Día Internacional de los Niños Inocentes Víctimas de Agresión) En el año 1949 llegó la violencia a Titiribí en el departamento colombiano de Antioquia. Entró por medio de las autoridades, quienes encarcelaban a sus enemigos políticos, y luego los llevaban en las horas de la madrugada y los arrojaban a las aguas del río Cauca. Así desaparecieron varios líderes de la comunidad. Los sicarios políticos se apostaban en los caminos que llegaban al pueblo, y allí sembraban el terror. En el paraje La Meseta fueron asesinados un padre de familia junto con dos hijos suyos. Por eso no es de extrañarse lo que sucedió cuando llegaron algunos de esos bárbaros a una casucha del lugar. Allí se encontraron con un niño de catorce años, y le preguntaron cuál era su partido político, esperando que respondiera: «liberal» o «conservador». Pero el muchacho, consciente del peligro que representaba cualquiera de las dos respuestas, les contestó: «Digan ustedes primero.» A uno de los verdugos le cayó en gracia aquella respuesta con la que les había salido el adolescente, y la celebró perdonándoles la vida a él y a sus padres y demás familiares. Además, el ingenio del joven también salvó su casa, pues no fue incendiada como tantas otras de la localidad.1 Esta anécdota sociopolítica la cuenta el periodista colombiano Hemel Ramírez en su obra titulada El diablo estuvo aquí. Es un título bastante apropiado, sobre todo cuando se toma en cuenta lo que Jesucristo mismo dijo acerca del diablo, a quien compara con un ladrón de ovejas: «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.»2 Con esto Cristo nos da a entender lo siguiente: Si en el camino nos encontramos con el diablo, que como archienemigo de nuestra alma la acecha sin darle cuartel, podemos estar seguros de que tiene la intención de despojarnos de lo que más vale y de destruirnos del todo. En cambio, si nos encontramos con Cristo, que como gran amigo de nuestra alma la busca para salvarla eternamente, no debemos dudar de que quiere revestirnos de lo que más vale: una razón para vivir, y una vida en la cual ver realizada esa razón. De modo que si el diablo nos pregunta: «¿De qué parte estás tú?», no ganaremos nada con responder: «Diga usted primero,» porque con él esa salida no garantizará en absoluto que saldremos ilesos. Más bien, nos asegurará todo lo contrario: Él tomará la decisión, la cual nos llevará irremediablemente a una muerte espiritual violenta y eterna. Ahora bien, si el que nos hace esa pregunta es Dios, tampoco ganaremos nada con responder: «Diga usted primero», pero por una razón diametralmente opuesta: A diferencia del diablo, Dios ha optado por no violar nuestro libre albedrío. Lo que Él espera y desea es que respondamos de corazón: «¡Estoy de tu parte, Señor!» Así podrá decirse de nuestra vida: «¡Ahí estuvo Dios!» Al fin y al cabo, Él dio su vida para que nosotros tengamos vida, y la tengamos en abundancia.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Hemel Ramírez B., El diablo estuvo aquí (Medellín: Editorial Gloria, n.d.), pp. 119-20. 2 Jn 10:10
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Soy un joven que me casé... con una mujer que tenía dos [hijas]. El mayor de los problemas es que yo tengo mal carácter, por [lo que] me enojo [fácilmente]. [Pero] nunca la he golpeado. Cuando salimos de paseo, la niña pequeña siempre regresa llorando, y eso me molesta demasiado. »Quisiera que me aconseje cómo cambiar el carácter.» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Es interesante que usted ha llegado a comprender que tiene el deseo de cambiar, pero que no ha logrado hacerlo hasta ahora por su propia cuenta. El enojo lo lleva adentro, y no ha podido dominarlo. »No siempre el enojo es algo malo. Debiéramos enojarnos a causa de que hay personas alrededor del mundo que se están muriendo de hambre y gobernantes corruptos que persiguen y matan a su propio pueblo. Y debiéramos sentir enojo cuando los que cometen delitos no reciben ningún castigo y cuando los niños son víctimas de abuso. »Pero el enojo que usted lleva adentro no es enojo que se justifica; no tiene ningún buen propósito. Al contrario, causa problemas en su familia. Entonces ¿por qué no ha podido usted dominarlo? El apóstol Pablo contestó esa pregunta hace dos mil años cuando dijo: “Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.”1 El pecado no es un concepto popularmente aceptado. Algunos creen que es arcaico o condenatorio. Pero es el pecado lo que nos impulsa a todos a hacer cosas que no quisiéramos hacer. Y nos induce a no hacer lo que sí queremos hacer. Es el producto de la naturaleza pecaminosa con la que nacimos todos. Usted describió perfectamente los síntomas de esa naturaleza pecaminosa: no poder cambiar lo que uno quiere cambiar. »Está bien que asista a grupos de apoyo para personas que están luchando por dominar el enojo, y que haga determinados ejercicios que lo ayuden a dominarlo. Sin embargo, el paso más eficaz que puede dar es pedirle a Dios que le perdone su pecado y que tome el control de su vida. Después que Él lo haya limpiado de todo ese pecado, usted tendrá que seguir esforzándose por dominar su enojo. Pero tendrá a Dios en su vida para ayudarlo. Él le recordará lo que de veras importa. Le recordará que cosas insignificantes como el llanto de los niños pueden ser enojosas, pero que son de esperarse. Le ayudará a recordar que necesita concentrarse en las cosas buenas y no en las cosas malas. Y lo ayudará a cambiar por completo su perspectiva de la vida, que a su vez mitigará el enojo que usted siente. »Dios nos ama lo suficiente como para darnos soluciones a nuestros problemas. Esas soluciones podemos encontrarlas cuando cultivamos una relación personal con Dios. Él envió a su Hijo Jesucristo a este mundo a tomar nuestro lugar al morir en la cruz por nuestros pecados. ¡Aproveche lo que le ofrece! »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 125». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 7:20
(Víspera del Día de Aprecio por los Padres de Crianza en los Estados Unidos de América) —Mamá, Luis eh... huérfano, ¿verdad? No eh hijo suyo... —¡Luis eh mihijo[, Juanita]! ¡Eh mihijo! —Sí, mamá, ya sé. Eh como si fuera su hijo. Pero eh hijo de mi padre y de.... —¿Y tú, cómo lo supihte[, Juanita]? —En el barrio la gente hablaba... —Y te lo tenían que decir a ti. ¡La gente eh mala, mala! —¿Y qué mah da? Yo soy mujer, mamá. Entiendo de ehtah cosah. A máh que no importa. Luis eh mi hermano. Siempre ha sío mi hermano. Aunque él no lo sepa, yo... —¡Pero lo sabe[, Juanita]! ¡Eso eh lo tremendo, que lo sabe! —¿Lo sabe? —Sí, nunca me lo ha dicho. Esah cosah no hay que decirla. Pero lo sabe. Y me quiere máh por eso.... ¿Por qué tú creeh que se ehtasaja trabajando como un animal? Porque quiere darme la felisidá a la brava. Porque piensa que pa mí la felisidá eh tener cosah que anteh yo no tenía. ¡Pobre hijo mío! ¡Qué poquito sabe de la felisidá! —¿Y por qué no habla con él[, mamá]? —¿Y qué voy a desirle? Tengo mieo de que puea adivinar máh de la cuenta. —Pero él ya sabe... —Lo que él adivina no eh máh que la mitad. Pero no sabe la verdá, toa la verdá. —¿Qué verdá, mamá? —Juanita, ehto no lo sabe nadie. Ni siquiera la mala gente del barrio. Y Luis no debe saberlo. No debe saberlo nunca. —No lo sabrá, mamá. Se lo juro por Dióh Santísimo. —Tu pae tuvo una quería anteh de casarse conmigo. Poco dehpuéh del casorio me dijo que tenía... un hijo de ella, que si yo quería criarlo él lo reconosería y le daría nombre. Le dije que sí. Lo trajo y lo bautisamoh como si fuera nuehtro. La mujer aquella se enquerió con otro, y un día me la encontré en el pueblo. Me dijo entonseh una cosa tremenda. Que Luis no era hijo de mi marío, que ella ehtaba ensinta cuando conoció a mi hombre. Dende entonseh toa mi vida la dediqué a evitar que el difunto se enterara de la verdá. Porque pa él, con lo agentao y pretensioso que era con lah mujereh, eso hubiera sío un gorpe terrible. Y murió sin saberlo. Murió queriendo a Luis máh que a ninguno de uhtedeh. —¡Mamá, uhté eh una santa! —¡Una santa! ¡Una santa! Si hubiera sío una santa hubiera podío jaser el milagro de darle la felisidá a ese hijo mío. Hubiera podío jaser que no sintiera la farta de una madre. Pero Luis siempre ha sío un huéfano. ¿No lo veh perdío en ehte mundo que no eh el dél? ¿No te dah cuenta que se la pasa buhcando, como un cabrito perdío que no encuentra a su madre? —¿Será eso lo que buhca..., mamá? —No sé[, Juanita]. No sé. Sólo sé que se me ehtá volviendo loco. Loco de pena porque no encuentra lo que buhca.1 En este drama puertorriqueño que lleva por título La carreta, el autor René Marqués presenta con notable fidelidad a las mujeres de la familia campesina que lo protagonizan, entre las que se destaca la madre de cincuenta años. Es extraordinaria y conmovedora la ternura con que Doña Gabriela trata a Luis, su hijo de crianza. Sólo le falta comprender que el Dios Santísimo, por el que jura su hija Juanita, es lo que Luis busca, sin encontrarlo. Porque Dios es padre del huérfano,2 y se compadece de él y lo ayuda.3 El Padre celestial defiende la causa del huérfano y de la viuda, y los sostiene.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 René Marqués, La carreta (San Juan, Puerto Rico: Editorial Cultural, 1983), pp. 160‑62. 2 Sal 68:5 3 Os 14:3; Sal 10:14 4 Dt 10:18; Sal 68:5; 146:9
«Muchas cosas sucedieron durante la Campaña de 1948.... Durante el ataque aéreo a San Isidro...., olvidando el almuerzo y el peligro, nuestros soldados tiraban a los aviones, en serio. Tiraban con rifles Mauser, pero no alcanzaban la altura de los atacantes, que se jugaban la vida constantemente, un poquito más arriba de la balacera. »La altura era una de las causas de la mala puntería de los aviadores. Y las bombas se les iban gastando en vano, después del vuelo desde San José hasta San Isidro, que no era corto para aquellas naves pequeñas. »Los pilotos necesitaban bajar más, aun aumentando el peligro de que nuestra riflería los alcanzara. Y nosotros necesitábamos que bajaran un poquito, para poder pegarles, aunque con eso mejoraran ellos su puntería, y [fuera mayor] nuestro riesgo. »Pronto imaginamos una manera de hacer bajar los aviones y ponerlos a nuestro alcance. Ordenamos parar el fuego de los Mauser, y sigilosamente subimos una ametralladora de trípode al árbol más alto, amarrándola, junto con el operador, con pedazos de mecate, a las ramas de la copa. La máquina de calibre 30 tenía más alcance que los rifles, y disparaba más tiros. Además tendría... su blanco más cerca, más bajito. »¡Dicho y hecho! »“¡Paren el fuego! ¡Paren el fuego!” hubo que gritar muchas veces. Pero un ejército de patriotas voluntarios no suele ser muy disciplinado. Y... una de las órdenes más difíciles de acatar es la de parar el fuego, cuando ya la gente ha entrado en calor.... »... El problema se complicó... porque, cuando yo ordenaba que pararan el fuego, un soldado nuestro bien escondido no sé dónde, gritaba: “¡Denles [duro], muchachos! Cuantas más bombas de esas caen, ¡más‑se‑goza!” »Por fin... a las avionetas se les acabaron las bombas, y se tuvieron que ir de regreso a San José sin hacernos ni un rasguño. Misión cumplida, misión perdida. »Tocaron las cornetas al son de “terminó el peligro”. Muchos de nuestros hombres que estaban tirados boca abajo en las zanjas preparadas [de antemano] se incorporaron, y casi fue innecesario dar la orden de almuerzo. »Pero entonces me buscó en carrera doña Andrea Venegas, la heroica Jefe de Cocina,... con una noticia peor que la venida de los aviones enemigos. ¡Por el momento no había almuerzo! »“Cuando usted ordenó tantas veces que apagáramos el fuego y que apagáramos el fuego, le echamos baldes de agua a los fogones.”»1 Así nacen las palabras y los cuentos es el título que le puso el popular ex presidente de Costa Rica José Figueres a la pequeña obra suya de la que procede esta simpática anécdota histórica, escrita en 1977. Y así como en 1948 en San Isidro, Costa Rica, doña Andrea apagó el fuego de los fogones debido a que entendió mal lo que su jefe militar quería que hiciera, también hay quienes actualmente apagan el fuego del Espíritu Santo a causa de que entienden mal la voluntad de Dios, su Jefe espiritual. Pues Dios quiere que nos preocupemos más bien de que en nuestro fogón no deje de arder el fuego de su presencia, no sea que nos quedemos con hambre espiritual.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Figueres, Así nacen las palabras y los cuentos (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1977), pp. 135‑41. 2 1Ts 5:19
«En el caso costarricense, la posibilidad de “piropear”... constituye... un elemento revelador del quehacer popular y de la idiosincrasia del pueblo. Ahora bien, el piropo ha sufrido un desgaste en su uso. En sus inicios... los emisores [y] los receptores [se conocían].... [Pero] al [dejar de conocerse] la mayoría... el piropo pasaría al anonimato, y sus enunciados originarios de galantería positiva se convertirían en contenidos distintos, conducentes más bien a la degradación... [con] rasgos como el ingenio, la picardía, la sátira... el... chiste... y el vacilón como categorías... en el enfrentamiento diario a muchas situaciones.... »El piropo es, en principio, un mensaje lingüístico que tiene como finalidad esencial despertar una reacción concreta en el destinatario. La respuesta puede ser negativa o positiva, de acuerdo con la intencionalidad del emisor del discurso.... »En buena parte de los casos, el hombre abre el proceso; pero en muchas situaciones la mujer, o inicia el mensaje o responde coherentemente a lo planteado por el hombre: »—¡Adiós, Ricura! »—¿Qué le pasa, mechudo? »Esa ingeniosa respuesta se la dio una decidida muchacha a un sujeto que no tenía un solo cabello en la cabeza.... »... Emilia Prieto se interesó en recuperar [los siguientes] piropos de corte tradicional, [algunos en verso]: »“Si así son las flores, mi profesión es jardinero.” »“Como la luna en el cielo o la rosa en el vergel tenés el candor de un lirio y la gracia de un clavel.” »“La sonrisa de tus labios tiene dulzura infinita, y cuando veo tu sonrisa toda pena se me quita.” »“Sentí tu presencia un día al llegar a este lugar. Muñeca, ¡qué lindo sería que formáramos un hogar!” »... [He aquí otros piropos] del hombre a la mujer: »—¡Amor, eres un castigo para cualquier hombre!... »—Adiós, linda. ¡Con esos ojos iluminas mi vida!... »—¡Juguemos ajedrez: usted la dama, yo el rey!... »—Suegra, vaya con Dios, que yo voy con su hija.... »—No le pida más a Dios, porque ya se lo dio todo.... »—Si la belleza fuera pecado, usted no tendría perdón de Dios....1 Así trata el profesor costarricense Guillermo Barzuna el tema del piropo en su obra titulada Caserón de teja: Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica. ¡Qué interesante es observar cómo la cultura religiosa está tan arraigada en la cultura popular que hasta da como resultado piropos que aluden a Dios! Pero ¿será una teología sana la que resulta de todo eso? Menos mal que, si bien no se crearon con ese fin, algunos piropos sí se prestan para la reflexión espiritual. Por ejemplo, ¿es posible recibir tanta bendición de Dios, ya sea física, material o espiritual, que no haga falta pedirle más? Tal vez... El salmista David presenta a Dios como quien colma de bienes nuestra vida, y nos rejuvenece como a las águilas,2 y San Pablo lo describe como quien «puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir».3 Pero, en definitiva, ¡Dios sí nos concedería el perdón, con tal que se lo pidiéramos, si la belleza con que nos haya creado fuera tan deslumbrante que se juzgara pecado! Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Guillermo Barzuna, «Tradición, seducción y decadencia en el piropo costarricense», Caserón de teja: Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica (San José, Costa Rica: Editorial Nueva Década, 1989), pp. 40‑48. 2 Sal 103:5 3 Ef 3:20
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Esperé hasta los cuarenta años para casarme, pero estoy casi seguro de que me equivoqué.... Estos casi seis años de casado han sido tormentosos.... Los dos nos hemos maltratado verbalmente.... No me puedo poner de acuerdo en nada con ella porque siempre se forma una discusión.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Hasta cumplir los cuarenta años usted sin duda estaba bien ajustado a su vida de soltero, habiéndose acostumbrado a la libertad de no tener que consultar a nadie más en su toma de decisiones. Así que no debiera sorprenderlo que haya sido un gran ajuste el tener que hacer tantos cambios en su vida diaria para adaptarse a una esposa, después de muchos años de haber hecho todo por sí solo. Es normal que se le esté haciendo difícil realizar esos cambios.... »Usted dice que cree que se equivocó. Estamos de acuerdo. Fue un error pensar que pudiera incorporar a una esposa en su vida sin reconocer todas las maneras en que necesitaría cambiar y toda la independencia a la que tendría que renunciar. Sin embargo, sospechamos que usted tendría muchas de las mismas dificultades si se hubiera casado con otra mujer.... »En vez de enfocarse en su infelicidad, le recomendamos que se concentre en salvar su matrimonio. El primer paso es hacer todos los sacrificios necesarios para comenzar a valerse de consejería profesional. Ustedes dos necesitan recibir instrucción y práctica sobre cómo comunicar de una manera positiva lo que quieren y lo que necesitan.... »No estamos culpándolo por todos los problemas en su matrimonio, pero usted es el que nos está pidiendo ayuda. Es importante dejar de enfocarse en quién tiene la culpa y pensar más bien en cómo puede usted mejorar su futuro. Al margen de cómo responde su esposa, usted puede seguir la enseñanza del apóstol Pablo de que el hombre debe amar a la esposa de la misma manera en que Jesucristo ama a la iglesia.1 »¿Qué hizo Cristo a favor de la iglesia? Él sacrificó su vida y murió voluntariamente en una cruz para perdonar el pecado. »A veces parece más fácil morir por una persona que vivir por ella. Es porque se muere una sola vez, y luego todo termina. En cambio, se vive cada día, todo el día, día tras día tras día... »Piense en tres cosas que usted puede hacer por su esposa hoy que demostrarán que la ama. No pregunte lo que ella va a hacer por usted, y no mantenga el puntaje de lo hecho. Simplemente muéstrele hoy su amor, sin que importe cómo ella responda. Luego añada otras tres cosas mañana, y así sucesivamente. Pídale a Dios que le muestre cómo de veras amarla y valorarla sin esperar en absoluto que ella vaya a corresponder.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 724. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ef 5:25
(Víspera del Aniversario de la Muerte de Amado Nervo) «Una niebla espesa inundaba la ciudad de Montevideo. Aquel 24 de mayo de 1919 parecía mimetizarse con el llanto de la gente, que brindaba un último adiós al inigualable poeta mexicano Amado Nervo. »El joven ministro [de Obras Públicas, Humberto] Pittamiglio, se ubicó a un costado del orador, el ministro de Relaciones Exteriores, Daniel Muñoz, quien emocionado plasmaba una semblanza del hombre que unas horas antes dejara de existir en el Parque Hotel, lugar donde residía como jefe de la misión diplomática de México en Uruguay. »Con voz encendida pero visiblemente dolorido, Muñoz enlazó la figura del diplomático con la poesía misma y con esa suerte de imán que tiene el Río de la Plata para los poetas que parecen encontrar en sus olas a la musa inspiradora que acicateará su pluma.... »Pittamiglio escuchó atentamente el largo discurso que Muñoz traía preparado.... Su mente se alejó de pronto al evocar la suave voz de su madre leyendo poemas en torno a la mesa familiar. Recordó cuán cerca de Dios se sentía cuando escuchaba su canto melodioso.... »Cuando el acto en el [C]ementerio [Central] llegó a su fin, el nutrido grupo que había acompañado la ceremonia se dispersó rápidamente, llevando los sombreros y abrigos húmedos por la tupida niebla que seguía cubriendo el lugar.»1 Así relata los sucesos de aquel día la escritora uruguaya Mercedes Vigil en su Historia de Humberto Pittamiglio: El alquimista de la rambla Wilson. Amado Nervo era, sin lugar a dudas, uno de los más excelsos poetas con el don de hacernos a todos sentirnos muy cerca de Dios. Reconociendo la soberanía divina, tres años antes él había compuesto el siguiente poema titulado «Me marcharé...», en el que vislumbraba el día de su muerte: Me marcharé, Señor, alegre o triste; mas resignado, cuando al fin me hieras. Si vine al mundo porque tú quisiste, ¿no he de partir sumiso cuando quieras? Un torcedor tan sólo me acongoja, y es haber preguntado el pensamiento, sus porqués a la vida... ¡mas la hoja quiere saber dónde la lleva el viento! Hoy, empero, ya no pregunto nada: cerré los ojos y, mientras el plazo llega en que se termine la jornada, mi inquietud se adormece en la almohada de la resignación, en tu regazo.2 Dos años más tarde, Amado Nervo volvió a abordar el tema de querer saber la respuesta a los interrogantes de la vida, menos de un año y medio antes de «marcharse» de este mundo, en un poema al que le puso por título «Comprensión». A todos nos serviría de mucho tomar en serio estos versos, como si fueran consejos desde su lecho de muerte: ¿Por qué empeñarse en saber cuando es tan fácil amar? Dios no te manda entender; no pretende que su mar sin playas pueda caber en tu mínimo pensar. Dios sólo te pide amor: dale todo el tuyo, y más, siempre más, con más ardor, con más ímpetu... ¡Verás cómo, amándole mejor, mejor le comprenderás!3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mercedes Vigil, El alquimista de la rambla Wilson: La historia de Humberto Pittamiglio, Edición revisada y ampliada (Buenos Aires: Random House Mondadori, 2012), pp. 57-59. 2 Obras selectas de Amado Nervo (Guadalajara: EdiGonvill, 1976), p. 415. 3 Ibíd, p. 502.
(Antevíspera del Aniversario de la Muerte de Amado Nervo) Era el 25 de noviembre de 1915. Amado Nervo, el ilustre poeta mexicano, terminó de escribir estos versos y les puso por título: «El vaso»: Pobre amigo, ya pronto se vaciará tu vaso. No pienses que fue un vaso más grande que los otros. Hay en el mundo tanto dolor, que toca mucho a cada alma; la tuya recibió su porción bien servida...; mas, ¡ay!, cuántas almas mejores padecieron la dura preferencia de Cristo, que sólo a los más grandes concede el privilegio de los grandes dolores.1 Tal vez el poeta Nervo, al afirmar que el dolor es un privilegio, estuviera pensando en las palabras de Santiago en su epístola universal, de que debemos considerarnos dichosos cuando tengamos que enfrentarnos a diversas pruebas;2 o en la declaración de San Pablo de que «los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento».3 Y tal vez, al referirse al dolor que se padece alrededor del mundo, estuviera recordando las palabras de aliento de San Pedro, de que nuestros hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos, y que estos sufrimientos sólo durarán un poco de tiempo.4 Así como se vaciaría pronto el vaso del dolor de aquel «pobre amigo» de Amado Nervo, también habría de vaciarse pronto el vaso del poeta mismo; sólo tres años y medio después de dirigirle esos versos. Y lo cierto es que muy pronto, más pronto de lo que muchos nos imaginamos, ha de vaciarse igualmente el vaso de cada uno de nosotros. Gracias a Dios, San Pablo afirma que en nada se comparan nuestros sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.5 Pero es San Juan quien nos describe esa gloria. Dice así: «Vi... la ciudad santa, la nueva Jerusalén... Oí una potente voz que... decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! ... Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor...”».6 El mismo Dios que nos concede el privilegio del sufrimiento pasajero nos ofrece también la dicha de la gloria eterna sin dolor alguno. Pero sólo enjugará las lágrimas de los que nos identifiquemos con Él tanto en la agonía como en el éxtasis. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Obras selectas de Amado Nervo (Guadalajara: EdiGonvill, 1976), p. 410. 2 Stg 1:2 3 2Co 4:17 4 1P 5:9 5 Ro 8:18 6 Ap 21:2‑4
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace dos años recibí la peor noticia de mi vida. Mi hijo... estaba atravesando una enfermedad prácticamente incurable para la ciencia: cáncer [en los huesos]. Estuvo en tratamiento por dos años.... Finalmente, mi amado hijo falleció.... Cuando recibí la noticia, me dolió mucho.... Renegué de Dios, y luego tuve que pedirle perdón.... »Cuando hablo de [mi hijo], siento tristeza y dolor aun. Sé que lo voy a ver algún día, pero lo extraño mucho y lloro. ¿Qué debo hacer cuando vienen los recuerdos?» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »¡Lamentamos mucho la pérdida que usted ha sufrido! La muerte de un hijo es la más dolorosa de todas porque parece prematura.... »Al igual que hacen muchos, al principio usted le echó la culpa a Dios. Después de la muerte prematura de una persona, queremos echarle la culpa a alguien. Queremos que alguien sea responsable para que podamos desahogarnos con esa persona. Pero usted llegó a comprender que no fue Dios quien causó la enfermedad ni la muerte de su hijo. Nuestro medio ambiente, nuestra herencia genética y nuestro estilo de vida pueden contribuir a explicar el origen de algunos tipos de cáncer, pero hasta la fecha hay mucho que se desconoce acerca de otros tipos. Tal como usted dio a entender, la ciencia no ha descubierto aún todas las curas. »¡Desde luego que usted todavía extraña a su hijo! Y por supuesto que llora y que la abruman los recuerdos! Él creció en su vientre y en su corazón, y luego, de repente, le fue arrebatado. Es de esperarse que usted sienta esa tristeza y ese dolor por el resto de su vida.... »Nosotros tenemos unos amigos que perdieron a su hijo, Charlie, a causa de una enfermedad que sufrió cuando tenía doce años. Charlie tenía muchos amiguitos que a menudo carecían de comida. Así que él acostumbraba darles su propio almuerzo, aunque con eso él se quedara con hambre. Después que Charlie murió, sus padres se sintieron devastados, como era de esperarse, pero sintieron que Dios quería que siguieran dándoles comida a los niños hambrientos tal como lo hubiera hecho Charlie. De alimentar a unos pocos pasaron a darles comida a muchos, hasta que fundaron una organización que se llama “La comida de Charlie”, que actualmente alimenta a centenares de niños en América Central, África y Asia. No ha desaparecido su dolor, pero los padres de Charlie lo han convertido en algo que salva a otros niños del hambre y de la muerte.... »Pídale a Dios que la ayude a descubrir una manera de cambiar la vida de otra persona en memoria de su hijo. Pues Santiago el apóstol enseñó que “la religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”.1 »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 124». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 1:27
(130 Aniversario de la Muerte de José Martí) Era la noche del 26 de abril de 1895. Hacía quince días lo habían nombrado mayor general del Ejército Libertador de Cuba. José Martí firmó la carta que acababa de escribirles «a Carmen Miyares y sus hijos» y procuró conciliar el sueño. No lo sabía, pero seguramente lo presentía: estaba a escasos veintitrés días de caer herido de muerte en la acción de Dos Ríos, no muy lejos de allí en la misma jurisdicción de Guantánamo. En la carta había dicho: «Yo escribo en mi hamaca, a la luz de una vela de cera, sujeta junto a mis rodillas por una púa clavada en tierra.... Sentía anoche piedad en mis manos, cuando ayudaba a curar a los heridos.... Esta jornada valiente de ayer cerró una marcha a pie de trece días continuos, por las montañas agrias o ricas de Baracoa, la marcha de los seis hombres que se echaron sin guía, por la tierra ignorada y la noche, a encararse triunfantes contra España. »Éramos treinta cuando abrazamos a José Maceo. Dejamos atrás orden y cariño. No sentíamos ni en el humor ni en el cuerpo la angustiosa fatiga, los pedregales a la cintura, los ríos o los muslos, el día sin comer, la noche en el capote por el hielo de la lluvia, los pies rotos.... Envío del cielo libre un saludo de orgullo por nuestra patria, tan bella en sus hombres como en su naturaleza.... No soy inútil ni me he hallado desconocido en nuestros montes; pero poco hace en el mundo quien no se siente amado.»1 De veras es admirable que, en esta carta personal, José Martí, apóstol de la independencia cubana, dé a entender que lo que siente en el alma y en el cuerpo no son las privaciones físicas, sino la piedad y el amor. Descarta el hambre, el dolor, el frío y la fatiga, mientras que destaca la piedad que administra con las manos al hacer las veces de enfermero, y el amor que devengan sus acciones en favor de su pueblo. En esto Martí se asemeja a San Pablo, apóstol de los gentiles. En su segunda carta a los corintios, Pablo les recuerda las privaciones que ha sufrido —azotes, cárceles, tumultos, trabajos pesados, desvelos y hambre—, y su servicio piadoso, por amor a Dios, en favor de su pueblo. Y así como Martí, lo que estima Pablo es el afecto que sienten por él quienes de veras lo conocen.2 La mejor forma de rendirles homenaje a estos magnos apóstoles de la historia sagrada y universal es seguir su ejemplo. Desestimemos nosotros también las privaciones físicas que nos toquen, y estimemos más bien el amor de los que de veras nos conocen. Aceptemos a Cristo y el incomparable amor que nos mostró mediante su muerte en la cruz por nosotros, y así nos armaremos de un amor compasivo que nos asegurará el afecto de quienes mejor nos conocen en este mundo y en el más allá. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Martí, Cartas de José Martí, «A Carmen Miyares y sus hijos» (Cerca de Guantánamo, 26 de abril de 1895), reproducido en A Propósito de José Martí y su obra (Bogotá: Editorial Norma, 1994), pp. 18-19. 2 2Co 6:3–7:16
Antes de llegar a ser emperador, atravesó los Alpes con sus tropas rumbo a España. Allí se encontró con unos montañeses que acaloradamente disputaban sobre quién ejercía autoridad sobre cierta aldea. Los ayudantes del general se rieron a carcajadas de aquella contienda por considerarla insignificante. Pero el futuro caudillo de Roma les cortó la mofa con estas palabras: «No os burléis; también yo preferiría ser cabeza en esta aldea que brazo en Roma.» De allí el refrán que dice: «Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.»1 Si bien no nos sorprende que Julio César prefiriera ser un pez gordo a ser uno de tantos, es de veras sorprendente la actitud de Jesucristo en cuanto a eso. A diferencia del césar, el Hijo de Dios, que es Señor de señores y Rey de reyes,2 escoge la vía de mayor resistencia y de menor importancia. Ya es cabeza de león, incluso ostenta el título de «León de Judá»,3 cuando opta por ser cola de ratón. El Hijo de Dios tiene las opciones de ser cabeza o cola de león o de ratón, cualquiera de las cuatro, es decir, de seguir siendo Rey del universo, o de ser uno de los ángeles del cielo, o príncipe de este mundo o un simple mortal, ¡y sin embargo prefiere ser cola de ratón! ¿Acaso no es eso lo que escoge cuando se hace hombre y habita entre nosotros?4 Es a eso precisamente a lo que se refiere San Pablo cuando nos dice que nuestra actitud debe ser como la de Jesucristo.5 Él sabe que va en contra de nuestra naturaleza humana, que se parece a la de Julio César, pues opta más bien por ser cabeza y no cola cuando se le da la oportunidad de escoger. Tanto es así que a los discípulos más allegados a Cristo les costó mucho trabajo aprender esa lección. En cierta ocasión los dos hermanos Jacobo y Juan tuvieron el atrevimiento de pedirle a Jesús que les concediera que en su reino uno de ellos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los otros diez discípulos, desde luego, al oír semejante petición se indignaron contra ellos. Jesús aprovechó la ocasión para decirles a todos: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»6 En otras palabras y a modo de refrán, a diferencia de Julio César, Cristo nos enseña que «el que quiera ser cabeza de león, más vale que se haga cola de ratón». Porque es mediante el servicio que se obtiene el mayor beneficio posible en esta vida. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Junceda, Del dicho al hecho (Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 58. 2 Ap 17:14 3 Ap 5:5 4 Jn 1:14; Fil 2:6-11 5 Fil 2:5 6 Mr 11:35-45
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace dieciséis años... quedé embarazada [sin estar casada]. Para tratar de enmendar ese error, decidí formar una familia con el padre de mi hijo.... »Nos casamos sólo por lo civil... y ahora tengo un hijo más con él, pero está con la idea de hacer la boda por la iglesia [a la que él pertenece].... Además, me exige que mis hijos y yo [vayamos con él a su iglesia en vez de la nuestra].... Yo me he opuesto… [porque] pienso que eso los puede confundir.... Desde entonces sólo hemos tenido discusiones que nos lastiman y nos alejan más.... »No puedo más con la presión psicológica y emocional.... Él me dice que lo estoy perjudicando y que no puede pensar en el futuro si seguimos así.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Al parecer, su esposo estuvo de acuerdo en que se casaran por lo civil y que usted y sus hijos asistieran a una iglesia de una religión distinta a la de él. Pero ahora, después de dieciséis largos años, ya no está satisfecho con esa boda civil ni con que usted y sus hijos vayan a una iglesia diferente. »Su hijo mayor ahora es un adolescente, y es posible que el hermano menor también lo sea. Como usted los ha llevado a su iglesia toda su vida, teme que otra religión pudiera confundirlos. »Muchos adolescentes pasan por una etapa en la que cuestionan la religión. Parecen tener una necesidad comprensible de aclarar lo que creen en vez de aceptar simplemente lo que se les ha enseñado. El escuchar a sus padres discutir sobre la religión bien pudiera hacer que quieran abandonar por completo a Dios. Y tienen el derecho absoluto de preguntarse por qué su padre mostró interés en la religión ahora y no hace dieciséis años. Es del todo posible que escuchar todas esas discusiones en casa pudiera ser más perjudicial para su fe que visitar una iglesia distinta. »En aras de salvar su matrimonio y proveer un hogar para sus hijos en el que haya paz, le recomendamos que traten de ponerse de acuerdo. Tanto usted como su esposo pueden ceder un poco en lo que quieren a fin de llegar a un acuerdo. »Ya que usted es una adulta y no es probable que otra religión la confunda, comience diciéndole a su esposo que lo acompañará a la iglesia de él si él no insiste en que los muchachos vayan con usted. Y dígale que usted seguirá asistiendo a su propia iglesia como de costumbre. (Por supuesto, eso no quiere decir que usted esté dispuesta a cambiar de religión, pero no ofende a Dios que usted le ore a Él dentro de una iglesia diferente.) »Sin embargo, el apóstol Pablo enseñó que si su esposo no quiere que lleguen a un acuerdo, sino desea más bien dejarla, debe usted permitir que él se vaya.1 Así mismo, si él no acepta los votos matrimoniales que ya le hizo, él tiene la libertad de irse. Pero debe ser él, y no usted, quien le ponga fin al matrimonio.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 842. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Co 7:15
Corría el año de 1887. Había dejado atrás a su amada Nicaragua y ahora, a los veinte años de edad, se encontraba en Chile ocupando el cargo de inspector de la Aduana de Valparaíso. Pero siempre tenía tiempo para lo que lo apasionaba: su vocación literaria. Entre el 11 de febrero y el 25 de septiembre logró escribir en Valparaíso y publicar en La Época de Santiago las seis piezas en verso de la primera versión de su trascendental obra Azul.1 He aquí algunos versos selectos de la primera de esas piezas, a la cual Rubén Darío tituló «Ananké»: Y dijo la paloma: ... —¡Soy feliz! porque es mía la floresta, donde el misterio de los nidos se halla; porque el alba es mi fiesta y el amor mi ejercicio y mi batalla. ¡Feliz, porque de dulces ansias llena calentar mis polluelos es mi orgullo; porque en las selvas vírgenes resuena la música celeste de mi arrullo; porque no hay una rosa que no me ame, ni pájaro gentil que no me escuche, ni garrido cantor que no me llame!... —¿Sí? —dijo entonces un gavilán infame, y con furor se la metió en el buche. Entonces el buen Dios, allá en su trono (mientras Satán, por distraer su encono, aplaudía a aquel pájaro zahareño), se puso a meditar. Arrugó el ceño, y pensó, al recordar sus vastos planes, y recorrer sus puntos y sus comas, que cuando creó palomas no debía haber creado gavilanes.2 En estos versos el joven poeta Rubén Darío incursiona en el campo de la teología. Lo cierto es que a todos nos intriga la temática de los cazadores y sus víctimas. Pero ¿hay respuesta a esta aparente injusticia de la creación? Se cuenta el caso de un misionero en la selva ecuatorial que se topa de repente con un león muerto de hambre. El hombre de Dios cae súbitamente de rodillas y clama: «¡Padre celestial, no permitas que este león me haga ningún daño! ¡Te ruego que me protejas como siempre lo has hecho!» ¿Cuál no será su sorpresa cuando alza la vista y ve al león mirando al cielo en actitud de acción de gracias mientras dice: «Te doy gracias, oh Dios mi Creador, por el alimento que me has provisto. Gracias por tenerme en cuenta una vez más. ¡Y yo que casi dudo de tu providencia divina!» Digan lo que digan, cada moneda tiene dos caras. Cuando Dios creó la paloma, el gavilán, el hombre y el león, determinó que el estado de ánimo de sus criaturas dependería totalmente de la decisión de cada una de ellas. Aunque no pudieran siempre controlar sus circunstancias, nada ni nadie podría jamás controlar su actitud frente a ellas. De modo que todos somos tan felices como decidimos serlo. Pero conste que la única decisión que nos garantiza la felicidad duradera es la de cederle control de nuestra mente al Señor Jesucristo.3 Sólo así podremos tener la actitud de Cristo, el Hijo de Dios, que se inmoló para que nosotros pudiéramos disfrutar de la felicidad eterna.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Rubén Darío, Poesía, 2a ed. (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1985), p. LVIII. 2 Darío, pp. 172-73. 3 Ro 12:2 4 Fil 2:5‑8
Un hombre borracho y perverso tenía un hijo que, a pesar de los esfuerzos de la madre por guiarlo por el camino del bien, se dejó arrastrar por toda suerte de vicios y malas compañías. El joven llegó a ser uno de los peores criminales de su tiempo. Cuando cometió un horrible asesinato, lo juzgaron y lo condenaron a muerte. Su madre, ya viuda, sufría más que él por esa situación. Los miembros de la sociedad en que vivía se sintieron satisfechos por la sentencia, pues pensaron que se había hecho justicia. Sin embargo, la madre no desmayó. Al contrario, solicitó un indulto, pero le fue negado. Cuando fusilaron a su hijo, ella pidió su cuerpo, pero no se lo entregaron porque era costumbre enterrar a los ajusticiados en el patio de la cárcel. Aquella madre pasó muchos años haciendo memoria de su hijo. Recordaba su sonrisa, su melodiosa voz de niño y su inocencia infantil, pero nunca llegó a aceptar que era un criminal. Lejos de eso, antes de su propia muerte la fiel y abnegada madre pidió que la sepultaran junto a su hijo en el patio de la cárcel. Y en honor a su lealtad y su amor de madre, le concedieron su petición. En este mundo no hay amor como el amor de una madre. Ella lo sufre todo por su hijo. Aunque él sea rebelde, ella le muestra cariño. Aunque sea perverso, ella le brinda su amor. Y aunque la sociedad lo juzgue y lo condene, ella tiene siempre la esperanza de que su hijo se volverá de su mal camino. Con todo, el amor de la madre no puede compararse con el amor de Dios. La madre quiere tanto a su hijo que hace caso omiso de su maldad para seguir amándolo, y hay momentos en que no quiere siquiera saber el monto de sus maldades. En cambio, Dios está tan consciente de lo vil que es nuestro pecado que, en vez de hacer caso omiso de él, da su vida en nuestro lugar para salvarnos de las terribles consecuencias de ese pecado y ofrecernos vida eterna. «Porque tanto amó Dios al mundo —dice el Evangelio según San Juan—, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.»1 Así como la madre del joven criminal de nuestra historia, Dios también se hizo sepultar entre los malvados2 a fin de identificarse con un ser querido en medio de una prisión. Pero en el caso de Dios no era por un solo ser querido sino por toda la humanidad, ni era la prisión de un solo lugar sino de este mundo pecador. Porque mediante la muerte Él se identificó con todos nosotros en nuestro pecado a fin de darle muerte simbólica a ese pecado para que también pudiéramos resucitar con Él y así disfrutar de la vida eterna que vino a darnos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 3:16 2 Is 53:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo una familia que consiste de una niña de doce años y dos niños, y de mi compañero, quien es el padre de todos mis hijos.... Lamentablemente, él abusó sexualmente de nuestra hija. Cuando yo me enteré, él, arrepentido, se humilló y recibió a Cristo en su corazón, le pidió perdón a mi hija y me pidió perdón también a mí.... »Mi madre quiere que yo lo denuncie y ya no siga con él.... Yo sé que debemos perdonar, pero también pienso en mi hija. No sé si ella necesita ayuda. Ella dice que lo perdona y que no quiere que suframos.... ¿Cómo hago para olvidar y que mi familia se reconstruya?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Tiene razón al decir que debemos perdonar. Es tan importante que Jesucristo enseñó que si no les perdonamos a otros sus pecados, nuestro Padre celestial no nos perdonará los pecados nuestros.1> »Sin embargo, Cristo no dijo que el perdón incluye fiarnos de la persona que nos ha hecho daño, ni que debemos ponernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos en peligro de volver a ser víctimas de abuso. »Nadie excepto Dios sabe la verdad en cuanto a si el compañero suyo fue sincero cuando le pidió a Dios que lo perdonara. Muchos de los que abusan sexualmente de los niños dirán lo que sea para evitar ser castigados.... Pero, lamentablemente, la mayoría de ellos no dejan de cometer semejante abuso. »Un hombre capaz de abusar sexualmente de su propia hija es más que un simple depredador sexual y más que un simple pedófilo. Él cometió incesto, lo que significa que su mente es capaz de dejar completamente de lado el amor paterno normal y considerar más bien a su propia hija como un objeto sexual y como un medio para satisfacer sus propios deseos.... »Como si eso fuera poco, él luego la engañó a usted logrando que lo protegiera y encubriera su conducta desviada, valiéndose del concepto bíblico del perdón como una trampa. Y consiguió que usted lo eligiera a él con toda su perversidad en lugar de su inocente hija. »Tenga la seguridad de que su hija nunca lo olvidará.... Él la despojó de lo que nunca podrá ser restaurado. Ella va a necesitar ayuda profesional si es que usted quiere que ella alguna vez llegue a comprender que aún sigue siendo la criatura inocente, pura y hermosa que era antes de ser víctima de ese despojo. »Siga hoy mismo el consejo de su mamá. Denuncie lo ocurrido ante las autoridades. ¡Proteja a su hija! ¡Y póngale fin a semejante engaño!» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 841. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 6:15
(Aniversario de la Muerte de José María Heredia) Un cierto avaro compró de manzanas dos o un ciento, y en un oscuro aposento de todos las escondió. El avaro cada día las manzanas visitaba: si alguna podrida hallaba, suspirando la comía.... Su hijo que, según se piensa, radiaba el pobre de hambriento, descubrió con gran contento de su padre la despensa.... La llave, pues, le quitó: abre el cuarto, y entra ansioso. Y su diente vigoroso en las manzanas cebó.... En esto su padre entró, y como le halló comiendo, «¡Ah, bribón! ¿Qué estás haciendo?», furioso le preguntó.... «Si no me entregas, mal hijo, las manzanas, te hago ahorcar.» Sin suspender el mascar, el bribonzuelo le dijo:... «Yo muy bien he procedido; ningún daño os he causado: las podridas he dejado, y las buenas he comido.»1 En esta imitación de Florián que hace el poeta cubano José María Heredia, el avaro que compró las manzanas y las escondió pronto aprendió que Dios las creó para que el hombre las comiera; de lo contrario, se pudren. Para mantener oculto su plan egoísta de guardarlas para sí y no compartirlas con nadie, tuvo que comerse las que se iban pudriendo, no fuera que el olor de ellas lo delatara. Su hijo le sacó la partida cuando descubrió el escondite de las manzanas y comenzó a comerse las buenas. Aun cuando el padre acaparador lo pescó en el acto y quiso condenarlo sin piedad, el hijo tenía toda la razón al contestarle tranquilamente que no estaba sino haciéndole el favor de comerse las buenas antes que se pudrieran. Así su padre mezquino no tendría que pasar el suplicio de comerse esas mismas manzanas cuando estuvieran podridas. Definitivamente a ese padre avaro «le salió el tiro por la culata». La moraleja de ese cuento en verso se halla en esta estrofa del poema jocoso del mismo autor titulado Le cayó la lotería: avaro que el talego debajo de tierra esconde, y se lo roban de donde enterrado lo tenía, le cayó la lotería.2 Aquí la expresión «le cayó la lotería» significa todo lo contrario a «se ganó la lotería». Tal vez haya influido en Heredia la enseñanza de San Pablo de que por la avaricia, que es idolatría, viene el castigo de Dios.3 El avaro es idólatra porque adora sus posesiones. Y el único digno de nuestra adoración es Dios.4 No es de extrañarse entonces que el apóstol Pablo también asevere que «ni los ladrones ni los avaros... heredarán el reino de Dios.»5 Es decir, tanto al ladrón del cuento como a su miserable víctima les espera el mismo fin. Más vale que adoremos únicamente a Dios, dándole oportunidad a su Hijo Jesucristo a que reine en nuestro corazón en lugar de las cosas de este mundo. Sólo así podremos asegurar la entrada en el reino de los cielos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José María Heredia, «Cuento», Obra poética, Edición crítica de Ángel Augier (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1993), pp. 308-09. 2 Heredia, «Le cayó la lotería», pp. 307-08. 3 Col 3:5-6 4 Éx 20:3-5 5 1Co 6:10; Ef 5:5
The Author Events Series presents Jaap de Roode | Doctors by Nature: How Ants, Apes, and Other Animals Heal Themselves REGISTER Ages before the dawn of modern medicine, wild animals were harnessing the power of nature's pharmacy to heal themselves. Doctors by Nature reveals what researchers are now learning about the medical wonders of the animal world. In this visionary book, Jaap de Roode argues that we have underestimated the healing potential of nature for too long and shows how the study of self-medicating animals could impact the practice of human medicine. Drawing on illuminating interviews with leading scientists from around the globe as well as his own pioneering research on monarch butterflies, de Roode demonstrates how animals of all kinds--from ants to apes, from bees to bears, and from cats to caterpillars--use various forms of medicine to treat their own ailments and those of their relatives. We meet apes that swallow leaves to dislodge worms, sparrows that use cigarette butts to repel parasites, and bees that incorporate sticky resin into their hives to combat pathogens. De Roode asks whether these astonishing behaviors are learned or innate and explains why, now more than ever, we need to apply the lessons from medicating animals--it can pave the way for healthier livestock, more sustainable habitats for wild pollinators, and a host of other benefits. Doctors by Nature takes readers into a realm often thought to be the exclusive domain of humans, exploring how scientists are turning to the medical knowledge of the animal kingdom to improve agriculture, create better lives for our pets, and develop new pharmaceutical drugs. Jaap de Roode is Samuel Candler Dobbs Professor of Biology at Emory University, where he is director of the Infectious Diseases across Scales Training Program, which trains graduate students in interdisciplinary science to study and control infectious disease. The 2024/25 Author Events Series is presented by Comcast. Because you love Author Events, please make a donation when you register for this event to ensure that this series continues to inspire Philadelphians. Books will be available for purchase at the library on event night! All tickets are non-refundable. (recorded 4/22/2025)
¡Qué ciego es el mundo!, madre, ¡qué ciegos los hombres son! Piensan, madre, que no existe más luz que la luz del sol. Madre, al cruzar los paseos cuando por las calles voy, oigo que hombres y mujeres de mí tienen compasión; que juntándose uno a otro hablan bajando la voz, y que dicen: «¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.» Mas yo no soy ciega, madre; no soy ciega, madre, no. Hay en mí una Luz divina que brilla en mi corazón. El Sol que a mí me ilumina es de eterno resplandor; mis ojos, madre, son ciegos..., pero mi espíritu... no. Cristo es mi Luz, es el día cuyo brillante arrebol no se apaga de la noche en el sombrío crespón. Tal vez por eso no hiere el mundo mi corazón cuando dicen: «¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.» Hay muchos que ven el cielo y el transparente color de las nubes, de los mares la perpetua agitación, mas cuyos ojos no alcanzan a descubrir al Señor, que tiene a leyes eternas sujeta la creación. No veo lo que ellos ven, ni ellos lo que veo yo: ellos ven la luz del mundo; yo veo la luz de Dios. Y siempre que ellos murmuran: «¡Pobre ciega!», digo yo: «¡Pobres ciegos!, que no ven más luz que la luz del sol...» Este hermoso poema de autoría desconocida se titula «La niña ciega». Pero bien pudiera llevar por título «La niña vidente», pues nos abre los ojos a la dicha de la vista espiritual en contraste con la desdicha de la ceguera espiritual. Por lo general, los que no hemos perdido la vista pensamos únicamente en la función física de los ojos. Y sin embargo lo cierto es que es muy importante la vista espiritual. Si bien la niña ciega identifica a Jesucristo como la Luz divina que brilla en su corazón, es porque Él mismo se identificó, cuando vivió entre nosotros, como la Luz del mundo. Cristo dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.»1 Si queremos tener esa Luz de la vida, no tenemos siquiera que disfrutar de la vista física. Basta con que permitamos que Cristo nos ilumine, como el Sol al que se refiere la niña ciega, que nunca se oculta porque «es de eterno resplandor». Si le pedimos a Cristo que nos alumbre de este modo, y lo seguimos como Él nos invita a que lo hagamos, se cumplirá en nosotros su promesa de que no andaremos en tinieblas. Descubramos al Señor, como lo descubrió la niña ciega pero vidente. Así no nos importará si brillamos o no con luces propias, ya que tendremos la Luz más brillante del mundo, la Luz de la vida. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 8:12
«Mis primeros recuerdos emergen de una sensación acariciante y melodiosa.... La voz entrañable de mi madre orientaba mis pensamientos....»1 Así comienza su autobiografía titulada Ulises criollo el eminente escritor y estadista mexicano José Vasconcelos. Junto a su padre, ya casi terminado el siglo diecinueve, la madre del pequeño José había habitado el inhóspito desierto de Sonora como pionera, entregando cuerpo, alma y espíritu por el bien de su familia. «Gira el rollo deteriorado de las células de mi memoria —continúa Vasconcelos—; pasan zonas ya invisibles y, de pronto, una visión imborrable. Mi madre retiene sobre las rodillas el tomo de Historia Sagrada. Comenta la lectura y cómo el Señor hizo el mundo de la nada, creando primero la luz, en seguida la tierra con los peces, las aves y el hombre. Un solo Dios... y la primera pareja en el Paraíso. Después, la caída, el largo destierro y la salvación por obra de Jesucristo; reconocer al Cristo, alabarlo; he allí el propósito del hombre sobre la tierra. Dar a conocer su doctrina entre los gentiles, los salvajes; tal es la suprema misión.»2 «Si vienen los apaches y te llevan consigo, tú nada temas —le decía ella—: vive con ellos y sírveles; aprende su lengua y háblales de Nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros y por ellos, por todos los hombres. Lo importante es que no olvides: hay un Dios todopoderoso, y Jesucristo es su único hijo. Lo demás se irá arreglando solo. Cuando crezcas un poco más y aprendas a reconocer los caminos, toma hacia el sur, llega hasta México, pregunta allí por tu abuelo... Esteban Calderón de Oaxaca; en México lo conocen; te presentas, le dará gusto verte; le cuentas cómo escapaste cuando nos mataron a nosotros... Ahora bien, si no puedes escapar o pasan los años y prefieres quedarte con los indios, puedes hacerlo; únicamente no olvides que hay un solo Dios padre y Jesucristo su único hijo; eso mismo dirás entre los indios...»3 Llega el día en que se invierten los papeles, y las lágrimas con que se cortó el discurso de la madre aquel día ya no las derrama la madre sino el hijo, que acaba de recibir un telegrama: «Avisen Carmita grave, no hay esperanzas.» Y antes de poder siquiera responder, le comunican otro mensaje: «Resígnate.... Te acompañamos en tu pena.»4 «“No ames lo que se ha de morir —había dicho ella tantas veces—; sólo al Dios eterno has de amar.” ... En ese momento, sin embargo, por primera vez —confiesa Vasconcelos—, vaciló mi fe y no sabía si creer o no creer en el más allá de las almas.... Y martillaba mi mente la evidencia brutal de que jamás volvería a contemplar el rostro amado.» A pesar de reflexiones como éstas que lo desgarran, Vasconcelos resuelve sus dudas respecto al más allá, en el que halla consuelo, pues concluye: «Mi madre había cumplido su tarea y se iba al cielo.»5 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Vasconcelos, Textos: Una antología general (México: SEP/UNAM, 1982), p. 9. 2 Ibíd., p. 11. 3 Ibíd., pp. 11,12. 4 Ibíd., p. 34. 5 Ibíd., pp. 35,36.
Ismael Cerna era sobrino del Mariscal Vicente Cerna, quien había sido depuesto como presidente de Guatemala. Ismael empleaba sus dotes de poeta para combatir, mediante la prensa y otras actividades, al entonces presidente, el general Justo Rufino Barrios. Lo cierto es que no comulgaba en absoluto con el régimen de Barrios. Tanto insistió en atacarlo el joven Cerna, que el presidente Barrios resolvió mandarlo a la cárcel por actividades subversivas. En la cárcel el joven poeta, inspirado por quién sabe qué, le envió un nuevo poema al presidente en el que lo calificaba de tirano. Y como si eso fuera poco, retó a Barrios a que le quitara la vida. El presidente, después de leer el poema detenidamente, mandó llamar al poeta para que se lo leyera en voz alta. Cerna no se acobardó, sino que lo hizo con la voz vibrándole de emoción. Barrios quedó admirado de la actuación del poeta y le dijo: —Estos versos no son malos, joven. Cerna replicó: —Si son buenos o malos no lo sé, puesto que sólo los he sentido. Barrios le preguntó entonces: —¿Le gustaría estar libre? Pero Cerna le contestó: —A usted no le pido nada. —Está bien —concluyó Barrios—, está libre. ¡Váyase! La historia me hará justicia aunque usted no lo haga. Cerna salió de la cárcel y también del país en exilio voluntario, y no volvió sino hasta después de la muerte de Barrios. Pero no se quedó callado. En un aniversario de la muerte del exmandatario, aprovechó la ocasión para subir a la tribuna y recitar los siguientes versos: Yo que de tu implacable tiranía una víctima fui, yo que en mi encono quisiera maldecirte todavía, no olvido que en un instante en tu abandono quisiste engrandecer la patria mía, y en nombre de esa patria te perdono.1 Tal vez haya influido en Ismael Cerna el siguiente consejo que San Pablo les dio a los efesios: «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.»2 Todos necesitamos el perdón, tanto el darlo como el recibirlo. Los que no somos perdonadores somos perdedores. Y los que no recibimos el perdón de Dios perdemos la vida eterna que Él nos dio al morir en la cruz. Para recibir ese perdón divino y la vida eterna que lo acompaña, basta con que oremos el padrenuestro así como Cristo nos enseñó que hiciéramos: «Padre, ... perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Óscar Hugo Álvarez Gómez, Anécdotas del General de División Don Justo Rufino Barrios, 2a ed. (Guatemala: Editorial del Ejército, 1984), pp. 65-66. 2 Ef 4:31‑32 3 Lc 11:4
«El administrador [de la hacienda, don José Antonio,] invitó al Jefe [del Resguardo] y al periodista [secretario de la Municipalidad] a pasar la noche en su casa. »Doña Rosita, que aguardaba ansiosa el regreso de su marido, atendió a las visitas con solemne cortesía.... Aprovechando la presencia del representante del periódico... hábilmente sacó a relucir todos sus conocimientos, no olvidó las disimuladas alusiones al colegio en que se había educado y a la posición social de su familia y, ya refiriéndose a los acontecimientos del día, criticó las depravadas costumbres de la gente de la hacienda.... »—Eso mismo ocurre en todos los rincones del país —afirmó... doña Rosita, generalizando—. ¡Ah, señores, desconsuela el grado de corrupción al que se ha llegado en nuestros días! ¿Hacia dónde vamos? Al precipicio, señores, al caos... ¡Ah, qué ejemplar, qué apacible y sosegada vida la que hacían nuestros abuelos! ¿Y por qué hoy tanta miseria? ¿Por qué tanta impiedad y perversión? Por la ignorancia.... ¡Luz y más luz es lo que se necesita!... Pero instrucción cristiana, se entiende. ¡Moral cristiana, señores! Si se quiere evitar mayores males, hay que combatir la criminal indiferencia religiosa del pueblo.... »Hay que saber educar para no tener que castigar; éste es un principio muy cristiano. El hombre, o se endereza de niño o no se endereza nunca. Hay que ir directamente a la Escuela. Hay que entronizar allí [a Jesucristo], para que ilumine y guíe con su infinita sabiduría los pasos del maestro... para que inculque en los infantiles corazones el santo temor a Dios, para que los enseñe a... pensar un poco más en el espíritu, a despegarse de la tierra para acercarse a Dios.»1 ¡Con razón que a doña Rosita, que es el personaje femenino más cuidadosamente caracterizado en la novela Gentes y gentecillas, su autor costarricense Carlos Luis Fallas la calificara de «perversa, chismosa, ridículamente vanidosa y afectada»! También tiene razón el profesor Víctor Manuel Arroyo en el prólogo al decir de doña Rosita: «Es una rara mezcla de hipocresía y de perversidad. Está en el grupo de la “gente” y tiene el peor concepto de la “gentecilla”.» Sin embargo, tal vez porque con frecuencia Dios se vale de ciertas personas malpensadas y menos pensadas para enseñarnos grandes lecciones morales y espirituales, doña Rosita misma tiene razón al decir que necesitamos «luz y más luz», instrucción y moral cristiana, para evitar que mayores males trastornen a nuestra sociedad. Más paradójico aun es que Fallas haya puesto en boca de doña Rosita palabras afines a las de uno de los hombres más sabios de la historia universal. Se trata del rey Salomón, quien afirma en sus proverbios: «Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.... El temor del Señor es el principio del conocimiento... [y] de la sabiduría.... Prolonga la vida... [y] evita el mal.... Es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos».2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Carlos Luis Fallas, Gentes y gentecillas (San José: Editorial Costa Rica, 1994), pp. 256-58. 2 Pr 1:7; 9:10; 10:27; 16:6; 14:26; 15:33; 19:23; 22:6
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Después de diez años de casados, mi esposa se sintió muy atraída por un muchacho atractivo y mucho más joven, que llegaba a la casa para vendernos pan. Pasaban a veces hasta cuarenta minutos platicando en frente de nuestra casa. Yo le decía a mi esposa que no era correcto lo que hacía, pero ella me respondía que era sólo una amistad inofensiva. Se lo advertí muchas veces, hasta que llegaron al punto de que se veían afuera y, según me comentó, se besaban.... No sé qué hacer.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »... Es importante reconocer que su esposa sí optó por contarle a usted acerca del beso. Ella pudo haber guardado el secreto y haber seguido la relación amistosa con el joven, pero decidió más bien contárselo a usted. Como ella se lo confesó, vamos a suponer que está arrepentida y que quiere reparar la relación entre ustedes dos. »Es posible que usted esté enojado con ella debido a que no acató su advertencia en cuanto a lo inapropiadas que eran las largas conversaciones que tenía con el joven. ¿Acaso estaba ella tratando de desquitarse por algo que usted hizo, tal como una relación que usted tuvo o está sosteniendo con otra mujer? ¿O estaba procurando que usted se pusiera celoso porque ella siente que usted no le está prestando suficiente atención? Ella bien pudiera sentirse insegura por estar envejeciendo o por su apariencia física, y la atención que le estaba prestando el joven la hizo sentirse más segura de sí misma. »No hay duda alguna de que lo que hizo su esposa no fue lo correcto y que esa brecha en la confianza pudiera destruir su matrimonio, si usted lo permite. Pero como nos está pidiendo un consejo, creemos que quiere salvarlo. »¿Puede usted perdonar a su esposa de una vez y para siempre y no volver nunca a echárselo en cara? Recuerde que Jesucristo dijo que si usted no perdona los pecados de los demás, el Padre celestial no perdonará los pecados suyos.1 Él estaba enseñando que para que cualquiera de nosotros sea perdonado por nuestros pecados, tenemos que estar dispuestos a perdonar a los demás. »Nosotros creemos que es fundamental que usted y su esposa asistan por lo menos a unas cuantas sesiones de terapia matrimonial a fin de que un consejero pueda ayudarles a los dos a fijarse límites con relación al futuro. Sin un mediador, creemos que les resultará muy difícil salir airosos de esta situación tan complicada. »Aún más importante, le recomendamos que los dos vuelvan a comprometerse mutuamente y que le pidan a Dios que los una de nuevo. Pídanle que les ayude a encontrar recursos para fortalecer su matrimonio. Muchas iglesias grandes u organizaciones comunitarias ofrecen talleres para matrimonios o incluso grupos de terapia matrimonial que pudieran ser de gran ayuda para ustedes.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 840. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 6:15
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi esposo y yo tenemos treinta y dos años de edad, y poco más de un año de casados. Antes de casarnos decidimos que tendríamos dos hijos... pero ahora quiero posponer ese embarazo porque disfruto mucho de la vida con mi esposo y del tiempo a su lado. El otro motivo es por las finanzas. Ahora tenemos lo necesario, pero con un bebé nuestros ingresos serían insuficientes. »Ya lo conversé con mi esposo, y él está de acuerdo en posponer el embarazo unos meses.... ¿Es pecado este sentimiento mío de apatía hacia la maternidad? ¿Cómo lo puedo cambiar? Es que no encuentro nada que me haga desear ser madre.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »No hay nada en absoluto en la Biblia que requiera que las mujeres sean madres.... Y en definitiva no es un pecado que [usted no tenga el deseo de serlo]. »Sin embargo, debido a que usted y su esposo decidieron antes de casarse que tendrían dos hijos, creemos que si usted ahora le dijera que no quiere tener hijos, con eso estaría violando el acuerdo. Si él considera importante el tener hijos, tal como parece, entonces usted hizo lo indebido al casarse con él si no iba a ser consecuente con el plan de hacer todo lo posible por tenerlos. »Ahora bien, la decisión de tener hijos no implica necesariamente tenerlos en seguida. Nosotros creemos que es prudente que los cónyuges pasen tres, cuatro o cinco años juntos antes de tenerlos. Eso da margen para que se concentren en su matrimonio y lleguen a conocerse mejor. También da margen para que los dos trabajen fuera del hogar a fin de ahorrar dinero para cuando lleguen esos hijos. »Como usted sabe, muchas mujeres ahora tienen bebés poco antes e incluso poco después de cumplir los cuarenta años. Por supuesto, corren más riesgos las que quedan embarazadas siendo ya mayores, y algunas mujeres no tienen la misma energía que cuando eran más jóvenes para correr detrás de niños pequeños. Sin embargo, otras descubren que pueden disfrutar de sus hijos aún más a causa de la vida que han llevado hasta antes de tenerlos. »En el caso suyo, a usted aún le quedan algunos años antes de tener que preocuparse por el riesgo de complicaciones en el embarazo. Y si bien es cierto que, por lo general, después de cumplir treinta años la fertilidad comienza a menguar un poco,1 no deja de haber una probabilidad muy alta de quedar embarazada hasta cerca de los cuarenta años. »Le recomendamos que usted y su esposo oren juntos todos los días y le pidan a Dios que los guíe. Pídanle que les ayude a llegar a un acuerdo que ambos aprueben por igual. Determinen que será una conversación con Dios y no con todos sus amigos y familiares que piensan que saben lo que más les conviene a ustedes.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 720. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Am I Too Old to Have Kids? What to Know About Fertility and Aging [¿Soy demasiado vieja para tener hijos? Lo que hay que saber acerca de la fertilidad y el envejecimiento»], Healthline [Datos sobre la salud] En línea 28 febrero 2022.
En el puerto de El Grove en Pontevedra, España, vivía un sacerdote llamado Meco que tenía la mala costumbre de portarse con las mujeres como si no hubiera hecho votos de celibato. El tal Meco piropeaba a cuanta mujer le caía bien, y hacía caer en su trampa a las señoras que eran fácil presa de sus galanteos y hasta a algunas que no lo eran. Cierto día el padre Meco perdió los estribos y forzó a una mujer. Las compañeras de la víctima, al enterarse, hicieron causa común y salieron en persecución del descarado clérigo. Cuando le dieron caza, lo ajusticiaron ahí mismo. Según cuenta la crónica, lo colgaron de una higuera, pero hay quienes insisten en que lo colgaron de un campanario. De cualquier manera, de una vez por todas acabaron con la galantería y con la vida vergonzosa del sacerdote. Los vecinos del lugar frustraron todo intento que se hizo por averiguar quién fue el autor del crimen, pues se confabularon y, cada vez que los interrogaban, respondían: «Lo matamos todos nosotros.» Con eso impidieron que concluyera satisfactoriamente la investigación.1 En el caso de la muerte de Meco hubo dos grupos de personas interesadas. Mientras las unas impedían que llegara a saberse oficialmente quiénes eran los autores del crimen, las otras se morían de las ganas por saberlo. De ahí que surgiera el dicho: «¿Quién mató a Meco?» Las consumía una curiosidad natural, lo cual no tiene nada de extraño. Ante un crimen pasional como ese, lo que sí nos extrañaría es que se mostraran indiferentes. Siendo así, ¿por qué será que hay tantas personas que desconocen el crimen pasional más grande que jamás haya perpetrado la humanidad? ¿Acaso no es eso lo que sucedió cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por nuestros pecados, colgado en una cruz? Al fin y al cabo, ¿quién mató a Jesús? Esa es la pregunta que exige respuesta. Tal vez la razón por la que tantos evitamos encarar esa pregunta es que la respuesta nos señala a nosotros mismos. Al igual que los vecinos de Pontevedra, debemos responder: «¡Lo matamos todos nosotros!», sólo que en el caso de ellos no era necesariamente la verdad, mientras que en el nuestro sí lo es. Cuando San Pedro acusó a los judíos de matar a Jesús, crucificándolo por medio de hombres malvados,2 en cierto sentido nos estaba señalando a la vez a nosotros, pues fueron los pecados nuestros, junto con los de la humanidad de todos los tiempos, la causa fundamental de su muerte en la cruz. Sin embargo, si bien es cierto que los autores del crimen de la Pasión de Cristo somos nosotros, el Autor intelectual de esa Pasión es Él. Nosotros dimos el golpe mortal, eso sí, pero fue Cristo quien dio el golpe de gracia; pues fue por su gracia que a todos nosotros que lo matamos nos salvó de la condenación de ese crimen que Él sabe que cometimos3 y que por lo tanto no tenemos que ocultar. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 50. 2 Hch 2:22‑23 3 Ef 2:8
El 25 de febrero de 1610, el rey Felipe III creó el Tribunal de la Inquisición en el distrito del Nuevo Reino de Granada, costas de Tierra Firme, Barlovento, la Española y el territorio de la Audiencia de Santo Domingo. Para administrar el Tribunal del Santo Oficio comisionó a la orden de los dominicos y designó como centro la ciudad de Cartagena de Indias. No fue sino hasta el 2 de febrero de 1614 que se realizó el primer auto de fe en Cartagena de Indias. Fueron sancionados un hechicero, Juan Lorenzo; un fraile, Diego Piñeros; un carpintero, Andrés Cuevas; un buhonero, Juan Mercader; un señor acusado de hacer pacto con el diablo, Luis Andrea; y un portugués, Francisco Rodríguez Cabral. La causa de la sanción de aquel portugués fue sin duda una de las más dignas de comentario de todas: rezaba mal el credo. Rodríguez Cabral no decía que nuestro Señor Jesucristo «resucitó de entre los muertos» sino que «resucitó a los muertos».1 ¡Valga la diferencia semántica! Aquí cabe señalar que esa diferencia entre resucitar «de entre los muertos» y resucitar «a los muertos» es más que un juego de palabras. Si aceptamos la veracidad del relato de los evangelios, las únicas posibilidades que existen son creer que Cristo resucitó a otros pero no resucitó Él mismo, o que resucitó a otros y también resucitó Él mismo. El que Cristo resucitara a otros antes de su propia muerte implica que tenía el poder para resucitar Él mismo en caso de morir. En otras palabras, no tiene lógica creer que Cristo pudo resucitar a otros, pero que Él mismo no pudo haber resucitado. Al contrario, pudiera argumentarse que el hecho de que don Francisco Rodríguez Cabral creyera que Jesús resucitó a los muertos implica que tuvo que haber creído también que resucitó de entre los muertos, es decir, que Cristo mismo resucitó. ¿Quién hubiera pensado que habrían de tener más fe en la posibilidad de resurrección los jefes entre los judíos que los discípulos mismos de Jesús? Fueron esos dirigentes judíos quienes recordaron y tomaron en serio las palabras proféticas de Cristo respecto a que resucitaría tres días después de ser entregado, condenado a muerte, azotado y crucificado. «Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron —afirma San Pablo—. Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros.»2 Para que esto suceda tenemos que confesar que Jesucristo es el Señor y creer que resucitó de entre los muertos.3 Así podremos salvarnos de la sanción capital del Inquisidor divino en el Tribunal supremo que nos espera. Y así podremos resucitar para ser transformados con un cuerpo incorruptible e inmortal.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Javier Ocampo López, Supersticiones y agüeros colombianos (Bogotá: El Áncora Editores, 1989), pp. 61‑62. 2 1Co 15:20; 6:14 3 Ro 10:9 4 1Co 15:52-53
«Hacía ocho años que tenía en jaque a todo el Cibao. Se presentaba de improviso en Santiago, desaparecía y al otro día abaleaba un soldado en Salcedo.... Se dijo que era brujo; que cuando lo quería, se hacía invisible. Se le temía como a un dios implacable. El Gobierno despachó cientos de hombres tras él, y el ejército llenaba la cárcel de pobres campesinos, sospechosos de encubrirle. Nada.... »... Me llenó de sorpresa verlo tan sereno... como si no fuera el objeto de una caza feroz y larga. Llevaríamos más de media hora allí. Él había contado innumerables episodios de su vida y parecía muy cansado. Tenía una voz triste.... Él era campesino, joven.... »—Quique. Quizá yo pueda serle útil sin faltarle a mi conciencia. »—No, amigo, no tiene que faltarle; sólo lo quería pa conversar con usté. Me parece que no voy a durar mucho, y como de mí se habla tanto, no quería morirme sin que siquiera un hombre supiera que de no acosarme como un perro con rabia, esto se hubiera evitao.... »... Torné a verlo. Ni miraba ni se movía. Negro, triste y perseguido... »—No piense mal, Quique. ¿Por qué va a morirse usté? »—Es que tengo que morirme, amigo.... He pasao muchos años poniéndole el frente al diablo y llevándome en claro a muchos vagamundos; pero hace unos quince días que me pasó una cosa muy mala, y dende entonces ni an duermo.... Quique había estado rondando por Licey en pos de un compadre enfermo, y los soldados lo velaron. Ellos no acertaban nunca, porque la fama de Quique les hacía temblar el pulso a los mejores. Además, no se cuidaban de que hubiera o no gente. Mejor si la había, porque así se propalaba la noticia de que se había enfrentado al temible Quique Blanco, y eso, claro, podía proporcionar algún ascenso. Así, ese día una niña cruzaba cerca del fuego. La cogió una bala de Quique. Él la vio caer, y de golpe sintió que se le aflojaba el corazón. »—Dende ese día ando como loco, amigo. Cierro los ojos y la veo cayendo. Era una pobre criatura. No me lo perdono, amigo, y quisiera tener el poder de Dios pa devolvérsela a su mama.... »—¿Usté tiene hijos, Quique? —pregunté. »—No, amigo. Si hubiera tenío uno... »Adiviné el resto. En su lógica primitiva, dar su hijo en pago de la muerta era una solución. ¡Y eso lo pensaba él, que no sabía cómo se quiere a un hijo!... »Dos días después... me encontré con la noticia de que un muchacho de Moca había sorprendido a Quique Blanco durmiendo y le había destrozado la cabeza de un tiro con el revólver del propio muerto. Más tarde supe que habían paseado el cadáver por todos los pueblos del Cibao, para que la gente no creyera que seguía vivo.»1 Este cuento del ilustre escritor cibaeño Juan Bosch, uno de sus Cuentos escritos antes del exilio y por lo tanto antes de que llegara a ser presidente de la República Dominicana, nos recuerda que Dios sí dio a su Hijo en pago de la muerte que merecía cada uno de nosotros a causa de nuestro pecado, y que, a diferencia de lo que sucedió luego de que mataron a Quique Blanco, no había cadáver suyo que pudiera pasearse por los pueblos de Judea o de Galilea «para que la gente no creyera que seguía vivo». Porque Jesucristo resucitó,2 y hoy quiere que lo busquemos de todo corazón para que lleguemos a conocerlo en persona como Él realmente es, un Dios poderoso pero clemente y compasivo.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Juan Bosch, «La verdad», Cuentos escritos antes del exilio (Santo Domingo: Edición Especial, 1974), pp. 38‑47. 2 Jn 3:16‑17; Ro 4:25; 6:23; 1Co 15:3‑4 3 Éx 34:6; Neh 9:17; Sal 86:15
Este ladrón es Jesús, y este ladrón Barrabás. ¿A cuál de los dos queréis que os entregue en libertad? Es necesario elegir, por toda la eternidad, entre un ladrón verdadero y este ladrón: la Verdad. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. El uno roba los bienes, el otro la voluntad; aquél para su provecho, éste para nuestra paz; el primero por malicia, el segundo por bondad; Jesús para nuestro bien, para su bien Barrabás. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. El uno por lo de aquí y el otro por lo de allá, cada cual según su amor, cada cual según su afán, ambos despojan al hombre de su vida y su caudal: Barrabás, de todo el oro, y Jesús de todo el mal. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. Los dos esperan al hombre sin cansarse de esperar: Barrabás, días y noches, Jesús, una eternidad; cada cual a su manera, cada cual en su lugar: uno en las encrucijadas y otro en la cruz de verdad. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás.1 Con estos llamados «Versos de la Semana Mayor», el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez nos lleva a la conocida escena del juicio de Jesucristo, el Hijo de Dios, ante Poncio Pilato, el gobernador de Judea. Lo hace con licencia poética propia del caso, por medio de Pilato, como si éste fuera un vidente que quisiera revelarnos sus pensamientos. Porque lo que Bernárdez pone en boca de Pilato no lo pudo haber sabido aquel gobernador romano con antelación al juicio. Pilato ni siquiera recibe el famoso recado de su esposa sino hasta después de haber comenzado el juicio, cuando ya le ha preguntado por primera vez a la multitud si quiere que le suelte a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo. Y lo único que manda a decirle su esposa en ese recado es que no se meta con Jesús, al que ella llama justo, pues por causa de Él, ella acaba de sufrir mucho en un sueño.2 Lo que hace Pilato, en la pluma de Bernárdez, es enfocar de un modo inusitado, pero bien pensado, la decisión funesta de la multitud. Con voz profética, le hace ver al pueblo judío que la verdad del caso es que no les corresponde escoger entre un justo y un ladrón, sino de cierto modo entre dos ladrones. Barrabás roba los bienes por malicia, para su provecho y su propio bien, mientras que Jesús roba la voluntad por bondad, para nuestro bien y para que tengamos paz. No es que Jesús nos robe la voluntad en el sentido de quitarnos el libre albedrío con que nos creó, sino todo lo contrario. Él nos roba la voluntad en el sentido de darnos la opción de permitir que, en nuestra vida, se haga su voluntad divina en lugar de la nuestra. Bernárdez, en voz de Pilato, tiene razón acerca de la Verdad. Cristo, por amor, quiere despojarnos de todo mal para darnos, en su lugar, vida eterna. Y nos espera «sin cansarse de esperar», con los brazos abiertos, como lo ha hecho desde el momento en que dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario hasta hoy, más de dos siglos después de que resucitó y se sentó a la derecha del Padre en la gloria celestial.3 Ahora sólo nos toca decidir: ¿Vamos a darle a aquel Jesús plena libertad en nuestra vida? Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Francisco Luis Bernárdez, «Jesús y Barrabás», Versos de la Semana Mayor, pp. 140‑41; tomado de Antología poética (Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002, Colección Austral [Edición digital basada en la 3a ed. de Buenos Aires, Espasa Calpe, 1951]) En línea 9 agosto 2007. 2 Mt 27:17‑19 3 Ro 8:34
Me dijeron: —¿Lo conoces? Respondí: —No sé quién es. Y el gallo, que me escuchaba, cantó, por primera vez, con una voz tan potente que, sobre la tierra fiel, arrastraba como un viento mis promesas de papel. El gallo cantó tres veces, y otras tantas te negué. —¿Estabas con Jesucristo? —Jamás estuve con él. Y el gallo, que me escuchaba, cantó por segunda vez, conmoviendo con su canto la tierra bajo mis pies, pero no el alma dormida como una piedra en mi ser. El gallo cantó tres veces, y otras tantas te negué. —¿Eres uno de los suyos? —Ni lo soy ni lo seré. Y el gallo, que me escuchaba, cantó por tercera vez, para que el mundo supiera que ya estaba por nacer un día que no sería de arena, como mi fe. El gallo cantó tres veces, y otras tantas te negué. Después de escuchar tres veces mi traición y el canto aquél, el Señor clavó los ojos en mi corazón infiel, y los hundió tan adentro que de dolor desperté, y ante la noche sagrada lloré por primera vez. El gallo cantó tres veces, y otras tantas te negué.1 Así narra en verso el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez la historia del gallo de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Lo hace de manera excepcional desde el punto de vista del apóstol Pedro: el mismo Pedro que quiso caminar con Cristo sobre el lago de Galilea, pero no tuvo suficiente fe para lograrlo;2 el mismo Pedro que no pudo mantenerse despierto en el huerto de Getsemaní mientras Cristo velaba en oración;3 el mismo Pedro que, por no comprender que Cristo tenía que morir por los pecados del mundo, le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote cuando Judas entregó a Cristo en manos de sus enemigos.4 Esa misma noche, mientras aquellos enemigos procesaban a Cristo injustamente a fin de crucificarlo, Pedro lo negó tres veces,5 ¡a pesar de que Cristo mismo le había dicho que iba a hacerlo y Pedro le había asegurado que eso jamás sucedería!6 Pero esa es la parte del relato de Bernárdez que ha hecho historia, acuñada en dichos y refranes, que conocen hasta los que no son seguidores de Cristo. La parte que está en tela de juicio, en la que se toma licencia poética el escritor argentino, es la frase al final del poema en la que dice que, cuando el gallo de la Pasión cantó por tercera vez, Pedro lloró por vez primera. No podemos saber con certeza si fue por primera vez, porque el texto bíblico no arroja luz sobre esto. Pero tratándose del que, al parecer, era el más valiente de los apóstoles, es probable que esa haya sido la primera vez que Pedro llorara y, más aún, «amargamente», como dicen las Sagradas Escrituras.7 Menos mal que Pedro permitió que se rompiera el dique de sus lágrimas, pues a causa de su arrepentimiento sincero Jesucristo lo restituyó, preguntándole tres veces si de veras lo amaba. Con eso Cristo le dio a entender que ya lo había perdonado por las tres negaciones.8 Y con eso Pedro pudo experimentar en carne propia la veracidad de la bienaventuranza de Cristo que dice: «Dichosos los que lloran, porque serán consolados.»9 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Francisco Luis Bernárdez, «El gallo», Versos de la Semana Mayor, pp. 138‑39; tomado de Antología poética (Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002, Colección Austral [Edición digital basada en la 3a ed. de Buenos Aires, Espasa Calpe, 1951]) En línea 9 agosto 2007. 2 Mt 14:22-33; Mr 6:45‑51; Jn 6:15‑21 3 Mt 26:36‑46; Mr 14:32‑42; Lc 22:40‑46 4 Mt 26:51‑56; Lc 22:49‑53 5 Mt 26:69‑75; Mr 14:66‑72; Lc 22:55‑62; Jn 18:16‑18,25‑27 6 Mt 26:31‑35; Mr 14:27‑31; Lc 22:31‑34 7 Mt 26:75; Lc 22:62 8 Jn 21:4‑19 9 Mt 5:4
Jean-Pierre Chopin, profesor de educación física de veintiocho años, estaba en el segundo piso de un edificio, observando a un niño de cinco años que jugaba en el balcón del séptimo piso de un edificio de apartamentos enfrente. Todo esto ocurría en París, capital de Francia. De pronto Chopin sintió el impulso de bajar hasta la acera de enfrente. Así que bajó velozmente las escaleras, cruzó la calle al vuelo, y llegó a la otra acera justo a tiempo para recibir al niño en sus brazos. «Fue igual que agarrar una pelota de raquetbol», dijo luego el profesor. El niño, Rafik Meliani,1 se había salvado de milagro. Sin lugar a dudas, esto fue más que casualidad, más que una combinación feliz de circunstancias favorables. Aquí intervino Dios directamente, movilizando al profesor francés para llegar al lugar preciso, la acera de enfrente, en el momento oportuno, el momento mismo en que el niño caía. Algo parecido sucedió para que fuera posible la salvación de cada uno de nosotros. Fue en el momento oportuno, el tiempo señalado por Dios mismo, que su Hijo Jesucristo vino a nuestro encuentro. El apóstol Pablo nos explica que nosotros estábamos sometidos a los poderes que dominan este mundo, pero que cuando llegó el día señalado por Dios, Él envió a su Hijo, que nació de una mujer y se sometió a la ley de los judíos, para rescatarnos a los que estábamos bajo esa ley y adoptarnos como hijos suyos.2 Y fue en el lugar preciso, el lugar de nuestra muerte inminente, que Cristo nos halló. Así que nuestra salvación no fue producto de un acto improvisado que ocurrió por casualidad. Ni resultó de una feliz combinación de circunstancias propicias, como algunos pudieran pensar. San Pablo también dice categóricamente que Dios, desde antes de crear el mundo, nos eligió por medio de Cristo.3 Eso quiere decir que la crucifixión de Cristo fue un sacrificio contemplado, planeado con infinito cuidado y profetizado con lujo de detalles aun antes de que el mundo existiera. De modo que además de ocurrir en el momento oportuno, ocurrió en el lugar preciso al que Él vendría para salvarnos. La cruz en la que murió nuestro Salvador significa condenación porque Él se dejó condenar para que no fuera necesario condenarnos a nosotros. Por eso dice el Evangelio según Juan que Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él.4 Y la cruz es símbolo de maldición y de muerte porque nosotros merecíamos tanto la maldición como la muerte a causa de nuestros pecados. Sin embargo, Cristo vino en el momento oportuno y murió en nuestro lugar en la cruz del Calvario, el lugar preciso, salvándonos de la muerte segura una sola vez y para siempre. A eso se debe que su sacrificio no tenga que repetirse. Tiene eficacia universal y eterna. Más vale que nos apropiemos de ese sacrificio de una vez por todas. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Profesor salva de la muerte a un niño», Diario La Nación, San José, Costa Rica En línea 16 octubre 2024. 2 Gá 4:3-5 3 Ef 1:4a (TLA) 4 Jn 3:17
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Durante siete años [he tenido un noviazgo] con una buena mujer. Estamos a punto de casarnos, pero siento que no podré serle fiel, ya que me atraen otras mujeres. He pensado inclusive en terminar mi relación. No lo hago porque sé que ella sufriría mucho. Lo malo es que no siento atracción por ella.» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Gracias por ser sincero con nosotros y consigo mismo. Usted dice que ha tenido un noviazgo con una mujer por la que no siente ninguna atracción. Y sin embargo está dispuesto a casarse con ella porque no quiere hacerla sufrir, aunque no dice que la ama. »¿Cuánto sufrirá ella al enterarse de que usted se siente atraído por otras mujeres y no por ella? No hay duda de que le causará mucho sufrimiento; pero le será mucho más fácil reponerse si se entera antes de casarse con usted. Pues si no se enterara sino hasta después de que se casaran, usted entonces la haría sufrir aún más debido a que ella ya no tendría la oportunidad de buscar a un hombre que la ame y que sí sienta atracción por ella. »Usted la llama una buena mujer y da a entender que no quiere hacerla sufrir. ¿Acaso no merece ella un hombre que le sea fiel y que siempre esté pensando en ella y no en otras mujeres? Le recomendamos que usted le muestre este consejo y le diga que, sin duda alguna, ella merece mucho más de lo que usted puede darle. »Nos entristece que usted le haya hecho perder siete años de vida a esa buena mujer al no sentir ninguna atracción por ella. Respetamos el que no quiera hacerla sufrir, pero eso es precisamente lo que usted ya ha logrado al hacerla creer que la ama lo suficiente como para casarse con ella. »Usted no estará listo para casarse hasta que esté tan enamorado que ni siquiera considere la posibilidad de tener alguna relación con otras mujeres. El matrimonio es para amigos íntimos que se tienen confianza, se respetan y sienten atracción mutua que es mayor que cualquier atracción que sientan por los demás. La descripción de un hombre y una mujer fundiéndose en un solo ser1 es el modelo de lo que Dios quiso que fuera el matrimonio. Es evidente que usted no está listo para unirse a esa mujer haciendo semejante compromiso sagrado. »Creemos que muchos adultos que forman parte de nuestra audiencia tienen noviazgos por conveniencia. El hombre sigue saliendo con su novia porque no ha encontrado a otra mujer que le guste más. La mujer sigue con su novio porque él la cuida y la protege, o porque todas sus amigas ya están casadas y ella siente que se va a quedar solterona. Algunos que ya han tenido relaciones sexuales antes de casarse se sienten atrapados y confundidos. Ya es hora de que pongan fin a esos noviazgos que tarde o temprano les han de causar aún más pena y sufrimiento. La vida no es un cuento de hadas. Son muchos los que no viven felices por siempre. »Con afecto fraternal, »Linda y Carlos Rey.» Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 121». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Gn 2:24; Mr 10:7‑9
El accidente fue terrible. Una camioneta que iba a noventa kilómetros por hora se estrelló contra un autobús escolar. Sucedió en el estado de Iowa el 10 de noviembre de 1984. En la camioneta viajaban dos hombres, de apellidos Noonan y Lake. Los acompañaban sus hijas Patricia Noonan de dieciséis años, y Shawn Lake de catorce. A la madre de Shawn, llamada Colleen, le informaron que su esposo había muerto en el choque junto con el señor Noonan y Patricia, mientras que Shawn había sobrevivido, aunque había quedado desfigurada y en estado de coma. Colleen encontró a su hija en el hospital, vendada de pies a cabeza. Allí, junto a su cabecera, se mantuvo orando catorce días, hasta que la joven abrió los ojos y habló. ¡Pero no era Shawn sino Patricia! Era un caso de identificación equivocada.1 «No importa que esa joven no sea mi hija —manifestó Colleen Lake—; yo igual le seguiré mostrando amor de madre.» He aquí una historia con detalles patéticos. Una madre se pasa dos semanas a la cabecera de quien cree que es su hija. Mujer fiel y seguidora de Cristo, se pasa el tiempo orando por ese cuerpo juvenil destrozado. Por fin sus oraciones hallan respuesta. La joven despierta, sólo para aclarar que se llama Patricia Noonan, no Shawn Lake. Sin embargo, el amor materno de Colleen sigue inalterable. No importa que sea la hija de otra y no la suya. En medio de las desgracias comunes, la solidaridad humana se hace más firme, más sólida, más profunda y —valga la redundancia— más humana, y el amor se perfecciona y halla inmejorables motivos para expresarse. ¿Qué sería de este mundo si no hubiera amor: amor de madre, amor de padre, amor de esposo y esposa, de hijos y de nietos? ¿Cómo estaría de contaminado el ambiente moral del mundo si no existiera el amor de novios o el amor de hermanos? Tal vez nos invadirían todos los demonios que pueblan los aires, y nos atormentarían más de lo que actualmente nos atormentan. El amor es la esencia de la vida porque es la esencia de Dios nuestro Creador. Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo: «Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos.»2 Y a las pocas horas lo demostró, dando su vida por nosotros en la cruz del Calvario. Por eso San Juan, quien lo vio sufrir y morir en esa cruz, dijo que Dios es amor.3 Cristo fue la personificación misma del amor: el amor encarnado. Ahora nos corresponde a nosotros amar a los demás tal como Cristo nos amó a nosotros. Por eso San Juan, antes de declarar que Dios es amor, afirmó que el que no ama, no conoce a Dios.4 Lo cierto es que, así como Dios ayudó a Colleen Lake, la madre de Shawn, en medio de su propio dolor, a amar a una joven desfigurada que no era su hija, Él también quiere y puede ayudarnos a nosotros a amar a nuestros semejantes. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Identity Switch Marks Crash Survivor “Dead”» [Identificación contraria señala “muerta” a una víctima de un choque], Diario New York Times, 27 noviembre 1984 En línea 16 octubre 2024. 2 Jn 15:13 3 Jn 19:26-27; 1Jn 4:8 4 Ibíd.
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace dieciséis meses mi esposa decidió separarse de mí. Me dijo que era porque ya no me quería... pero yo creo que era más porque... yo en ese momento estaba sin empleo, sin dinero para poder aportar a la casa.... »Cambié el número de mi móvil, y no he vuelto a hablar con ella ni con los niños [porque] ella me decía que yo los maltrataba psicológicamente por preguntarles cómo estaban... o por qué no me llamaban.... Ella sólo me llamaba para pedirme dinero.... He tomado la decisión de [mudarme a otro país] para hacer una nueva vida y un futuro para mis niños. Espero su consejo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Como sin duda ya sabe, el consejo que damos se basa en principios bíblicos, así que comencemos con algunos de esos principios. El apóstol Santiago, que era hermano de Jesucristo, enseñó que decirle a alguien: “Que le vaya bien”, pero no darle lo que necesita físicamente, no sirve para nada.1 El apóstol Pablo le escribió a su compañero de trabajo, Timoteo, que quien no cuida de su familia es peor que quien nunca ha creído en Dios.2 »Sin embargo, ¿acaso lo único que importa es satisfacer con dinero las necesidades físicas de sus hijos? ¡De ninguna manera! El padre de familia es la persona que debe ser un modelo para sus hijos de cómo es Dios. Al hijo que ha sido abandonado por su papá le será difícil creer que Dios es un Padre que nunca lo abandonará. Es más, las estadísticas demuestran que es más probable que abuse de las drogas y del alcohol, abandone la escuela, y padezca de problemas físicos y emocionales ese hijo que no cuenta con la presencia del padre.3 »... A pesar de eso, usted cambió el número de su teléfono porque le es difícil tener que tratar con su esposa y está enojado con ella por haberlo acusado de maltrato psicológico. Lo que usted ha hecho es la definición misma de abandono. »Ahora usted quiere hacer una nueva vida, presuntamente no sólo para sí mismo sino también para el futuro de sus hijos. Tristemente, usted no comprende que, si los abandona ahora, es probable que ellos no vayan a desear tener una relación con usted en el futuro. »Este es el consejo nuestro que usted dice que está esperando: Ponga a un lado su enojo y sus sentimientos heridos, y piense más bien en lo que más les conviene a sus hijos. Llame o envíele un mensaje de texto a cada uno por lo menos una vez a la semana y asegúrele que lo ama. Si su esposa no permite que visite a sus hijos, válgase del sistema judicial de su país y presente una petición de que se le conceda el derecho de visitarlos. »Cuando se comunique con sus hijos, no trate de hacer que se sientan culpables por no haberlo llamado o no haber hecho otras cosas que usted les ha aconsejado que hagan. El adulto es usted. Debe llamarlos por teléfono o enviarles mensajes de texto, ya sea que respondan o que no respondan nunca.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 718. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 2:15-16 (TLA) 2 1Ti 5:8 (TLA) 3 “The Consequences of Fatherlessness” [Las consecuencias de criarse sin padre] En línea 9 febrero 2022.
El afinador de pianos Cuando los González se trasladaron a uno de los mejores barrios de la capital, comenzaron a vender algunas de las cosas que no encajaban con la nueva casa. Vendieron los muebles porque, además de anticuados, no iban a hacer juego con los nuevos que necesitaban comprar. Se deshicieron de la alfombra debido a que era demasiado pequeña y estaba muy desgastada. Y decidieron cambiar el automóvil a causa de que el nuevo vecindario era diferente y mucho más aristocrático. Hubieran vendido también el piano de no haber sido por Jaime, el menor de los hijos, que insistió en que lo dejaran quedarse con él. —Es mejor venderlo —dijo el padre—. Está tan viejo que da vergüenza. ¡Y suena mal! Pero Jaime, interesado en que el piano se quedara con la familia, repuso: —¿Por qué no llamamos al afinador para que nos dé su opinión? Esa misma tarde, llegó el afinador y examinó el piano. Por la noche, mientras la familia cenaba, se oyó una dulcísima melodía en la sala. El padre dejó de comer y le preguntó a su esposa: —Estamos estrenando piano, ¿no? —No, querido —respondió ella—; es el mismo piano. El afinador lo arregló esta tarde, y ahora nuestro viejo piano nos regala su música. Desde ese día en adelante, el piano ocupó un lugar de preferencia en la casa de la familia González. Así como el piano es un instrumento diseñado para ser tocado armónicamente, Dios diseñó al hombre y a la mujer para que fueran el fruto de una perfecta armonía de elementos físicos, morales y espirituales. Pero el pecado desafinó esa armonía, y perdieron la comunión con Dios y con sus semejantes, incluso con los miembros de su propia familia. Por eso envió Dios a su Hijo Jesucristo a este mundo para morir por los pecados de toda la humanidad. No había otro modo de restaurar la armonía que se había perdido. De cierto modo, entonces, Cristo es el afinador del corazón humano. Todos los que permitimos que Él toque las teclas de nuestro corazón con sus manos benditas venimos a ser instrumentos de armonía constante. En cambio, los que no le damos la oportunidad de afinar nuestro corazón llegamos a ser como pianos disonantes de los que sus dueños quieren deshacerse y quienes los escuchan quieren alejarse. La buena noticia es que, para tener el corazón afinado, sólo tenemos que invitar a Cristo a que venga para afinarlo. Y gracias a Dios, a diferencia de los mejores afinadores de este mundo, que con buena razón cobran una suma considerable por sus servicios, Cristo, el Afinador por excelencia, está dispuesto a hacerlo gratuitamente. De modo que no hay nadie que carezca de los medios para contratar sus servicios, aunque viva en el barrio más pobre del mundo. Porque fue para eso que Cristo dio su vida por nosotros, y es por eso que está ahora llamándonos a cada uno en particular y tocando con insistencia a la puerta de nuestro corazón. ¡Más vale que respondamos abriéndole la puerta de par en par e invitándolo a entrar!1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ap 3:20
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo cuarenta y tres años, y con el paso del tiempo he notado que mi madre muestra indicios de ser una persona narcisista, dramática, manipuladora, que quiere absorbernos con las situaciones que crea. »A pesar de ser cristiana, es una persona que no tiene contentamiento, que continuamente se queja. Para ella, ser buena hija es dejar que nos manipule y nos maneje como marionetas. También siento que quiere estar por encima de la autoridad de mi esposo.... Entiendo que debemos respetar a los padres, pero me siento agotada y no dispuesta a seguir dejándome manipular.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡Cuánto sentimos la manera en que se porta su mamá y cómo la trata a usted! Y sentimos aún más el hecho de que ella profese ser seguidora de Cristo y, sin embargo, se porte de ese modo. Lamentablemente, ella es una de las muchas personas que asisten a la iglesia, leen la Biblia e incluso oran, pero no les hacen caso a las enseñanzas de la Biblia ni ponen en práctica los principios bíblicos en su vida diaria. »El apóstol Santiago enseñó: “El que escucha la palabra, pero no la pone en práctica, es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida enseguida de cómo es.”1 A medida que su mamá lee las enseñanzas en la Biblia, Dios trata de mostrarle cómo ponerlas en práctica. Pero en vez de hacerlo, ella cierra la Biblia y vuelve a hacer las cosas a su propia manera. Sólo Dios puede juzgar lo que hay en el corazón de ella, y nosotros en definitiva no vamos a juzgarla. »Si su mamá no se ha portado siempre como lo está haciendo ahora, la animamos a que la lleve a un médico para que le haga una prueba de habilidades cognitivas. Sin embargo, usted da a entender que ella ha estado portándose así por mucho tiempo, de modo que es probable que no se trate de la aparición de una afección médica. »Hay casos muy parecidos al suyo que hemos tratado antes debido a que su dilema es común. Por favor, lea, escuche o vea los Casos 20 y 155 en www.conciencia.net para enterarse del consejo que les dimos a esos hijos adultos. »Tal como usted insinúa, el plan de Dios es que un hombre y su esposa dejen a sus padres y se unan el uno al otro. Eso se complica cuando los recién casados viven bajo el mismo techo con los padres. Y es aún más complicado cuando los padres cuidan a los hijos de la pareja o la apoyan económicamente. El respetar y honrar a padre y madre no significa vivir con ellos, así que si usted y su esposo aún no viven independientemente, creemos que es muy importante que busquen un nuevo lugar donde vivir.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 837. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 1:23-24
The Author Events Series presents Katie Kitamura | Audition: A Novel REGISTER In Conversation with Adam Dalva One woman, the performance of a lifetime. Or two. An exhilarating, destabilizing Möbius strip of a novel that asks whether we ever really know the people we love. Two people meet for lunch in a Manhattan restaurant. She's an accomplished actress in rehearsals for an upcoming premiere. He's attractive, troubling, young-young enough to be her son. Who is he to her, and who is she to him? In this compulsively readable, brilliantly constructed novel, two competing narratives unspool, rewriting our understanding of the roles we play every day – partner, parent, creator, muse – and the truths every performance masks, especially from those who think they know us most intimately. Taut and hypnotic, Audition is Katie Kitamura at her virtuosic best. Katie Kitamura is the author of four previous novels, most recently A Separation and Intimacies, which was longlisted for the National Book Award and the PEN/Faulkner Award and was a finalist for a Joyce Carol Oates Prize. She is a recipient of the Rome Prize in Literature, a Lannan fellowship, and many other honors, and her work has been translated into twenty-one languages. She teaches in the creative writing program at New York University. Adam Dalva's writing has appeared in The New Yorker, The Paris Review, and The New York Review of Books. He serves on the board of the National Book Critics Circle and is a Contributing Fiction Editor of The Yale Review. The 2024/25 Author Events Series is presented by Comcast. Because you love Author Events, please make a donation when you register for this event to ensure that this series continues to inspire Philadelphians. Books will be available for purchase at the library on event night! All tickets are non-refundable. (recorded 4/9/2025)
—¿Cuántos años lleva pescando, don Ventura? —Llevo cuarenta y seis años pescando. Era un muchachito cuando empecé. Siempre andaba solito con una figa que hacíamos de varilla, pescando por los mangles para ayudar a la familia. Éramos muchos. —¿Y qué pescaba por allí? —Guanábano, langostines, pargo, róbalo... Había mucha pesca.... Antes el agua era bien clarita [y] se veía el carrucho.... Mi pai tenía una embarcación y nos tirábamos por allá buscando carrucho. Éramos tres hermanos pescando sin ropa, como Dios nos mandó al mundo. ¡Cómo gozábamos!... —Don Ventura, ¿la pesca le da lo suficiente como para mantener a la familia? —Te digo que ayer vendí cuatro ensartitas de pescao, con cuatro libras cada una. Algo es algo, y con mis cuatro hijos, recibo cupones. El problema es que ahora uno tiene que ir lejos para pescar lo suficiente para mantener la familia. »Antes, no. Antes se cogía mucho pescao, pero muchacha, ahora el pescao está corriendo, huyendo. En este mes deben venir los grandes a comer. Y para las Navidades la pesca está muy buena. »Cuando más se afloja la pesca es para la Semana Santa, ¡cuando más gente come pescao! Y es curioso. En Semana Santa, como en Navidades, tú ves las iglesias llenitas y la fila de carros causa tapón. Fuera de ese tiempo no se ve más de un par de carros estacionados por la iglesia. ¡Pero Dios es pa’ todo tiempo!1 Tiene toda la razón Ventura Pagán, de Boquerón, Cabo Rojo, uno de los pescadores comerciales de Puerto Rico a quienes entrevistó María Benedetti entre 1991 y 1995. Por una parte, es irónico que la pesca sea más floja alrededor de Semana Santa, ¡precisamente cuando más personas comen pescado! Y por otra, es curioso que haya tantos más feligreses que acuden a las iglesias en Semana Santa que en las otras cincuenta y una semanas del año. Pues si bien Dios se alegra de que le dediquemos toda una semana año tras año, se alegraría muchísimo más si le dedicáramos todo el año día tras día, reconociendo, como bien lo asegura don Ventura, que Dios es para todo tiempo. No es que Dios necesite que nosotros lo busquemos todo el santo año, sino que nosotros necesitamos buscarlo a Él todo el año para ser santos, no necesariamente santos en el sentido de ser perfectos sino de estar libres de toda culpa.2 Por eso nos exhorta San Pedro: «Sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó.»3 El que nos llamó, al que se refiere San Pedro, es Dios mismo. Y nos sigue llamando, no sólo en los días festivos religiosos sino todos los días, tanto entre semana como los domingos, llamándonos no sólo a todos mediante el repicar de las campanas de las iglesias, sino a cada uno, a la puerta de nuestro corazón. Dios, en la persona de su Hijo Jesucristo, nos invita hoy mismo a que tomemos con Él el alimento espiritual que nos ha preparado, así como después de su resurrección invitó a sus discípulos a que comieran con Él el pescado que les proveyó milagrosamente. Pues quiere que nosotros, al igual que Pedro en aquella ocasión, lo amemos más que a nadie y lo sigamos fielmente todos los días de nuestra vida.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 María Benedetti, «Pescando de cordel con don Ventura», Palabras de pescadores: Entrevistas con pescadores comerciales de Puerto Rico 1991‑1995 (Mayagüez: Sea Grant Publicaciones, 1997), pp. 7‑10. 2 Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (Vigésima Segunda Edición). 3 1P 1:15 4 Ap 3:20; Jn 21:1-22
Siempre ha habido personas que les dedican una buena parte de su tiempo a los juegos de azar. Y siempre ha habido espectadores en esos salones de juego, apostados alrededor de las mesas, que han experimentado de cerca la agonía y el éxtasis de los que están arriesgando el dinero. En la antigüedad se le llamaba «pagar el barato» a la costumbre de dar, como propina, una pequeña parte de las ganancias a los sirvientes y a esos mirones. Era como si se lo merecieran por haber hecho acto de presencia y nada más. Actualmente se sigue esa costumbre en los casinos, bingos y otras salas de juego, donde es casi obligado dar una propina al crupier, a los empleados del establecimiento e incluso a los compañeros de mesa y mirones, cuando la ganancia que se obtiene es grande. Pero en los casos en que alguien se gana la lotería, y sus allegados, sobre todo los que estuvieron presentes durante la compra del billete, piensan que el afortunado jugador debe compartir con ellos aunque sea una pequeña parte de sus ganancias, se supone que el que así procede lo hace de buena gana y no por obligación. En cambio, antiguamente ocurría que cuando un ganador no cumplía con aquella costumbre que ya se había arraigado en la cultura del juego, los defraudados acompañantes solían exigírselo hasta con amenazas. Algunos llegaban al extremo de contratar a matones que vivían de eso. ¡Era el colmo de la presunción! De ahí que se acuñara la expresión «cobrar el barato», que enfoca a la persona que predomina por el miedo que les infunde a otras.1 A pesar de que representan dos extremos de conducta, hay algo muy importante que tienen en común una sala de juego y la antesala de la cruz de Cristo. Así como abundan los espectadores en los salones de juego, también los hay ante esa escena de la cruz, en términos específicos, todos nosotros. Pero a diferencia del juego de antaño, no fue un juego sino una batalla lo que libró Cristo por nuestra alma al morir en nuestro lugar y así ganar la victoria sobre el mal. Y no fue al azar sino premeditada esa victoria, planeada desde antes que naciéramos. Y los espectadores que reconocemos que la aparente derrota es en realidad una singular victoria nos hacemos acreedores no a una propina de la ganancia sino a la ganancia entera. Cada uno de nosotros gana todo, porque Cristo no se queda con nada más que la satisfacción de haber ganado en favor de nosotros. Así Cristo nos desarma de cualquier razón para «cobrar el barato» y exigirle que nos pague del fruto de su victoria; al contrario, es Él quien nos busca para invitarnos a que la aceptemos.2 No nos exige que aceptemos la salvación del alma, que es lo que ganó; más bien, nos la ofrece con amor y nos trata de tal manera que, lejos de tenerle miedo, lo amemos de todo corazón.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 85. 2 Ap 3:20 3 Jn 3:16
(13 de abril: Día Internacional del Beso) Para Billy Larson fue un beso placentero, delicioso, fantástico. Era un beso comprado, eso sí, un beso obtenido de una mujer de la calle. Pero para el incauto joven, era hasta ese momento el mejor beso de su vida. En cambio, para Margarita Santos, la muchacha que se lo vendía, ese beso era otra cosa, ya que junto con el beso le pasó al joven una diminuta cápsula llena de un poderoso narcótico. Cuando Billy quedó profundamente dormido, Margarita lo despojó de todo su dinero. Era el truco que usaba para atrapar a sus víctimas. Por lo general el beso es una expresión de amor. Es caricia típica del género humano. Sin embargo, con todo el afecto humano, el romanticismo y el amor que se le imprima, el beso depende de las intenciones del corazón. Aunque no esté necesariamente teñido del color de un lápiz labial, no deja de estar teñido de los sentimientos del corazón. Hay besos muy amorosos, sentimentales, ardientes, patéticos, como el beso que se deposita tiernamente en la frente de la madre moribunda. Hay besos pérfidos, como los que se dan con una falsa declaración de amor a la persona que se dice amar y sin embargo se odia. Hay besos traicioneros y hay besos fríos; besos que se dan por obligación y besos que encubren una pasión morbosa; besos legítimos, como los que se dan a la esposa, a los hijos y a los nietos; y besos ilegítimos, prohibidos, como los que se dan a la prostituta o a la mujer ajena. Cualquiera que sea el caso, la calidad, el color, la pasión y la esencia de los besos que damos dependen siempre de lo que guardamos en el corazón, ya que del corazón mana la vida misma, según lo afirma el sabio Salomón.1 En esa misma estrofa del libro de los Proverbios, Salomón nos da a entender que la calidad de nuestro corazón no sólo determina la calidad de nuestros besos sino también la de nuestras palabras, intenciones y acciones.2 Tal vez lo haya aprendido de la experiencia de su padre, el rey David. ¿Acaso no era Salomón el hijo que Betsabé le dio a David después que David cometió adulterio con ella?3 Cuando David se arrepintió de ese adulterio y del mortal engaño del que fue culpable, le rogó a Dios que limpiara por completo su corazón. David sabía que lo que lo alejaba de la presencia de Dios era la condición sucia de su corazón. Y sabía lo que evidentemente no sabían Billy Larson y Margarita Santos: que Dios se deleita en sanar el corazón quebrantado, perdonar el corazón arrepentido y limpiar el corazón sucio.4 Pues de haber tenido un corazón limpio como el que le da Dios a todo el que se lo pide, ni Billy hubiera caído en la trampa, ni Margarita se la hubiera tendido con un beso. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Pr 4:23 2 Pr 4:24‑27 3 2S 12:24 4 2S 12:13; Sal 51:10,16‑17
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi esposo y yo tenemos medio año de casados.... Durante los ocho años del noviazgo hubo violencia y embriaguez por parte de él.... Yo he permanecido fiel, pero mi esposo no.... Apenas lo descubrí... no aguanté más, ya que antes me había hecho muchas cosas, como humillaciones y golpes. Pero es la primera vez que descubro una infidelidad.... »Me he ido de mi casa y, afortunadamente, no tenemos hijos que padezcan esta situación. Pero no sé cómo actuar, o si hice bien en irme.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡Cuánto sentimos lo que ha sufrido! Es evidente que cometió un grave error al hacer caso omiso del comportamiento previo de su esposo y decidir casarse con él de todos modos. Sin duda usted se convenció, así como se convencen muchas otras mujeres, de que él cambiaría después del matrimonio. »Sin embargo, él no cambió, y es probable que no cambie hasta que se sienta lo bastante mal como para querer algo diferente. Por supuesto, Dios tiene el poder para ayudarlo a convertirse en un nuevo hombre, pero Dios no obliga a nadie a que reciba su ayuda. Su esposo tiene que desear la ayuda de Dios y pedírsela él mismo. »En cuanto a si hizo bien en irse, hay dos razones por las que creemos que sí hizo lo debido. En primer lugar, si su esposo la ha golpeado en el pasado, entonces usted corre peligro a su lado. Tal vez usted no espere que aumente la violencia de él, hiriéndola más que hasta ahora. Pero él es una persona que no tiene dominio propio, así que pudiera rápidamente pasar de golpearla a matarla, sobre todo si está borracho. Usted, al igual que cualesquiera otras personas que corren semejante peligro, necesitan tomar las medidas necesarias para protegerse. »La segunda razón por la que creemos que usted hizo lo debido es que su esposo le fue infiel, y es muy probable que vuelva a serlo. Aunque muchos matrimonios pueden salvarse luego de haber sufrido una infidelidad, la violencia de la que ha sido víctima hace que sea imprudente darle otra oportunidad a su esposo.... »Jesucristo enseñó que el divorcio se justifica si es por infidelidad.1 En el caso de usted nos preguntamos si tal vez pudiera obtener una anulación legal, ya que ha estado casada muy poco tiempo. Eso dependerá de las leyes en su país, así que sugerimos que consulte a un abogado. »Recuerde que Dios la ama y desea lo mejor para usted. Ponga su confianza en Él para que le dé la fortaleza y la sabiduría que necesita para el futuro.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 717. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 5:32