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(Día del Estreno del Himno Nacional de Cuba) (Himno cantado por Carlos Rey en audio y en video) Si bien fue el 13 de agosto de 1867 que Francisco Vicente Aguilera y Francisco Maceo Osorio, reunidos clandestinamente en Bayamo para preparar un levantamiento armado en pro de la independencia del imperio español, le pidieron a Pedro Felipe Perucho Figueredo Cisneros que compusiera un himno que «fuese como La Marsellesa de los revolucionarios cubanos», no fue sino hasta el 20 de octubre de 1868 que se estrenó. Al lado del Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes en el marco de la toma de Bayamo —que fue la primera victoria del Ejército Libertador— Perucho, sentado en la montura de su caballo, al escuchar entonar su marcha instrumentada por el maestro Manuel Muñoz Cedeño, escribió la letra del Himno de Bayamo, que el pueblo cantó jubiloso al pasar de mano en mano la hoja escrita. El 12 de agosto de 1870, el Mayor General Perucho Figueredo murió fusilado en Santiago de Cuba, cantando La Bayamesa, el Himno Nacional Cubano, con la frente erguida. Esta es la versión de La Bayamesa que publicó el prócer José Martí el 25 de junio de 1892 en su periódico Patria, que armonizó el musicógrafo Emilio Agramonte por encargo de Martí, y que fue revisada en 1898 por el compositor Antonio Rodríguez Ferrer,1 tal como se canta actualmente: Al combate corred, bayameses, que la patria os contempla orgullosa. No temáis una muerte gloriosa, que morir por la patria es vivir. En cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido. Del clarín escuchad el sonido. ¡A las armas, valientes, corred! El apóstol Pablo, consciente de las batallas que se libran por la libertad física, que es temporal, le instó a su discípulo Timoteo a que peleara la buena batalla de la fe e hiciera suya la vida eterna.2 Es que San Pablo sabía que esa es la única manera de obtener la libertad espiritual, que dura para siempre. Y Timoteo probablemente ya sabía que el requisito de aquel apóstol para pelear esa «buena batalla de la fe» era ponerse la armadura de Dios, que consiste no sólo en el escudo de la fe, sino también en el cinturón de la verdad, la coraza de justicia, el calzado dispuesto para anunciar la buena noticia de la paz, el casco de la salvación y la espada del Espíritu Santo, que es la palabra de Dios.3 De ahí que yo mismo como hijo de esta patria, consciente de que tenemos a nuestra disposición esas armas espirituales que pueden librarnos de las cadenas del pecado,4 interprete también la segunda estrofa de nuestro Himno de Bayamo como un llamado urgente a pelear sin tregua esa buena batalla espiritual: En cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido. Del clarín escuchad el sonido. ¡A las armas, valientes, corred! Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jesús Gómez Cairo, «Breve historia del Himno Nacional de Cuba», La Jiribilla: Revista de cultura cubana, 20 octubre 2021 En línea 22 abril 2025. 2 1Ti 6:12 3 Ef 6:11-17 4 Jn 8:34-36; Ro 6:15-23
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace veinte años vivía con mis padres. Ellos no se llevaban bien. Mi madre estaba enferma, y yo la cuidaba. »Mi padre tenía otra familia, y me dijo que me fuera de la casa porque, si no me iba yo, se iría él. Como yo no quería que mi madre sufriera si se iba mi padre, [regresé inmediatamente al país] natal de ella.... »[Mi madre murió hace catorce años, y] ahora mi padre y su nueva y joven mujer quieren venir a vivir conmigo... debido a la situación actual [en su país]. »¿Debo recibirlos en mi apartamento? Ellos nunca han querido que yo vaya a pasar vacaciones [en su casa]... ya que yo no me llevo bien con esa nueva mujer.... [Ella y mi padre aún odian] a mi madre, [catorce años después de] su fallecimiento.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Usted no menciona por qué desea un consejo de nuestra parte... pero suponemos que es porque le importa el mandamiento bíblico que nos enseña a honrar a padre y madre.1 De ahí que quiera saber si el honrar a su padre significa que tiene que permitir que él la trate a usted como a él le plazca y luego aún poder obtener los beneficios de ser un padre digno de honra. »Nosotros creemos que el mandamiento bíblico de honrar a nuestros padres se refiere a mucho más que una relación biológica. Por ejemplo, en algunas familias los que crían a los niños son los abuelos. En otras familias, los niños han sido adoptados, por lo que sus padres no tienen ninguna relación biológica con ellos. En muchos hogares el padre biológico está ausente del todo, y la madre biológica cría sola a los niños. Por eso, el honrar a padre y madre quiere decir honrar a quienes fueron responsables de cuidarlo a uno hasta ser mayor de edad. »La Biblia también enseña que debemos ayudar en lo posible a nuestros familiares ancianos desvalidos.2 Sin embargo, no hay ninguna enseñanza que diga que tenemos que permitir que vivan con nosotros. »Para algunas personas y en algunas culturas, parece natural que un padre necesitado o enfermo sea atendido por un hijo adulto en la casa del padre o en la del hijo. Pero la responsabilidad primaria de un hijo adulto que está casado es su cónyuge y su propia familia, tal como enseñó el apóstol Pablo. El hijo adulto debe dejar a su padre y a su madre, y unirse a su esposa.3 Esa enseñanza deja en claro que el dejar a sus padres y vivir por su propia cuenta no es una forma de deshonrarlos. »Le recomendamos que honre a su padre tratándolo con respeto cuando se comunique con él. Si él necesita ayuda económica, y usted tiene los recursos para ayudarlo, envíele determinada cantidad mensualmente. A lo mejor, la otra familia de él ayudará de la misma manera.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 745. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Éx 20:12 2 1Ti 5:8 3 Ef 5:31
(Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza) Dice la historia que, cuando el rey Jorge VI de Inglaterra cumplió seis años de edad, recibió muchísimos regalos. Sus padres, sus tíos, sus amiguitos y todos sus súbditos se esforzaron por mostrarle al pequeño su cariño y devoción. Casi todos los regalos eran importados de Francia, España, Italia y otros países. A los criados encargados de cuidar al entonces príncipe Jorge les costó mucho trabajo desempacar, armar y mostrarle a su pequeño señor los lindos obsequios que le habían sido enviados. La verdad es que el modelo de algunos de los juguetes era para el uso exclusivo del simpático chiquitín, pues todavía no se había construido un juguete igual para lanzar al mercado. Una mañana en que los criados del palacio estaban jugando con el príncipe, notaron que había perdido interés en aquella montaña de juguetes. Lo había cautivado una escena callejera que podía ver desde una ventana de su habitación. Pasaban frente al palacio un limpiabotas y su hijo de seis años. A falta de juguetes, el hombre había atrapado una rata viva, le había atado un cordel al pescuezo y se la había dado a su hijo para que jugara con ella. El niño se sentía feliz con su juguete vivo. Cuando el pequeño príncipe, tras las rejas del palacio, vio esto, se le olvidó todo lo que él tenía. Perdió interés en todos sus juguetes y en las demás cosas del mundo entero. Lo único que quería era una rata viva como esa. ¿Qué tiene que ver con nosotros esta anécdota? Que todos somos como el pequeño príncipe de Inglaterra. Aunque tengamos todo lo habido y por haber, y hasta más de lo que necesitemos, siempre habrá algo nuevo que desearán nuestros ávidos ojos. Ponemos todo nuestro afecto en algún objeto de esta vida y, una vez que lo hemos obtenido y disfrutado, lo tiramos a un lado porque queremos otro diferente. Nunca quedamos satisfechos. Siempre queremos algo más o mejor. Jesucristo conocía este defecto humano. Por eso dijo que la vida de una persona no depende de la abundancia de los bienes que posee.1 No importa cuánto tengamos. Las cosas materiales no satisfacen como las que son espirituales. Sólo Cristo satisface la sed del alma. Por eso le dijo a la samaritana a la que le pidió agua de un pozo: «Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua que da vida.... Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.»2 Si realmente deseamos saciar nuestra sed espiritual, basta con que respondamos como la samaritana: «Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Lc 12:15 2 Jn 4:13‑14 3 Jn 4:15
«¿Se ha imaginado lo que podría ser una celebración de despedida cuando muera? ... ¿Qué tal si de la misma forma en que se anuncia la llegada de un bebé a la familia, también se nos anunciara la partida del abuelo nueve meses antes? —pregunta el humorista colombiano José Ordóñez en su obra titulada Primer libro de José Ordóñez a los aburridos—. Lo primero que harían las mujeres de la familia, incluso la esposa, las hijas y las nietas, sería organizar una “fiesta de despedida”», responde el talentoso cómico, que ha batido repetidas veces su propio récord mundial de chistes. Y luego describe la fiesta, dando vuelo a su fecunda imaginación: «Para la ocasión, el lugar se vería lleno de letreros alusivos a la celebración, como por ejemplo: “¡Que te vaya [bien]!” “¿Vuelves?” “¡Nos vemos al otro lado!”... Globos y serpentinas colgarían para la alegre celebración, mientras que algunos gladiolos se repartirían con buen gusto por toda la casa. Una torta grande de pasas y ciruelas negras se encontraría sobre el ataúd.... Se cambiaría el gélido minuto de silencio por la música preferida del futuro finado; él podría escuchar lo que siempre le encantó mientras espera la muerte.» Si supiéramos el día de nuestra muerte, «se verían entierros con orquestas, grupos de vallenatos [y] mariachis... cantando alegres... —continúa Ordóñez—. En lo más álgido de la fiesta entrarían de sorpresa los mariachis cantando: »Estas son las mortajitas que le dieron a David el día, que de estar tan viejo, a él se le dio por morir. »¡Morite, viejo, morite! Mira que ya anocheció. Y ya los grillos se aprestan a cantarte en tu panteón.... »Otra de las ventajas de saber la fecha en que vamos a fallecer es que podríamos escoger el lugar. Si los papás nos escogen dónde es que nacemos, nosotros decidimos dónde moriremos.... »... Si supiera que hoy es el día de mi muerte, llamaría a esos que sé que he ofendido y les pediría que me perdonaran, pues me daría tristeza saber que no me podrían recordar con agrado. »Si hoy fuera el día de mi muerte, dejaría todas mis cuentas canceladas, pues no me gustaría que mis hijos tuvieran que responder por las mismas, [y] miraría a mi esposa a los ojos y con un sonoro beso le diría: “¡Gracias, ha sido un placer compartir la vida contigo!” »Querido Dios... si hoy vinieras por mí, te agradecería por haberme enviado aquí a conocer a gente maravillosa, a beber con sed, a comer con hambre, a besar con entusiasmo, a sentir arrepentimiento, a luchar sin fuerzas, a vivir con pasión. Te pediría que me dejaras ver por última vez a mi familia de pie en la puerta de mi casa, para que se despidieran con la mano mientras admiro que el sol está en el poniente y refleja la cruz sobre mi casa. »¡Quizá éste no sea el día de mi muerte, quizá haya muchos más, pero hoy viviré como si fuera el último de mis días! »¿Y tú qué harás?»1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Ordóñez, Primer libro de José Ordóñez a los aburridos (Miami, Florida: Editorial Vida, 2009), pp. 47-50.
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Desde hace unos tres años tengo [deseos] de quitarme la vida, ya que desde niño mi vida fue muy dura. Salí a trabajar de mi casa a los siete años. Ahí me trataban como si fuera un animal. A los diez años fui a otro lugar. Ahí quisieron abusar de mí. Entonces escapé de mi ciudad. Tuve que viajar en camión treinta y seis horas sin comer, con frío.… Luego me dediqué a robar, pero después de dos años pude superar ese vicio. Aún me acuerdo [de] todo mi pasado, y cada vez que me acuerdo, quiero quitarme la vida.… »Prefiero estar aislado y solo, sin que nadie me diga nada. ¡Por favor, ayúdenme!» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Gracias por haber tenido la confianza de escribirnos. Sabemos que es probable que le haya costado trabajo contarnos su caso, pero nos alegra de que se haya animado a hacerlo. El hecho de que haya pedido ayuda es el primer paso para recuperarse de la manera desastrosa en que se le trató cuando era niño. »Tenga la seguridad de que Dios no quiso que a usted se le tratara así. No fue esa su voluntad, ni le agradó en absoluto. Es más, cuando su Hijo Jesucristo anduvo en esta tierra, solía emplear como ejemplo a un niño, y dijo que a cualquiera que hiciera tropezar a un pequeño, más le valdría que lo arrojaran a lo profundo del mar para que se ahogara.1 Con eso Jesús daba a entender que el hacerles daño a los niños es un pecado que Dios castigará con la mayor severidad. »El plan de Dios es que cada niño tenga una madre y un padre amorosos que lo cuiden, lo críen y lo amen. Sin embargo, los padres de usted no siguieron ese plan de Dios para la vida de ellos.... Así que lo trataron como no debiera jamás tratarse a un niño. Sus problemas pasados y presentes son la consecuencia natural de los pecados que cometieron sus padres. »¿Es justo que usted sufra por los pecados de ellos? ¡No, de ninguna manera! Pero la vida no es justa. Siempre que las personas puedan tomar sus propias decisiones, escogerán mal con frecuencia, y sus decisiones tarde o temprano harán que otros sufran.... »Usted no puede cambiar su pasado, pero sí puede cambiar su futuro. No puede escapar de lo que ya ha sufrido, pero sí puede comenzar una nueva vida. En primer lugar, acepte el hecho de que Dios lo ama y tiene un plan maravilloso para usted. Luego pídale que le perdone sus pecados y que lo acompañe todos los días por el resto de su vida. Cuando hable con Él en oración, sentirá que Él lo estrecha entre sus tiernos brazos, y sentirá también su amor profundo. »Le sugerimos que consulte a un médico y le hable de sus pensamientos acerca del suicidio. Es probable que usted necesite algún medicamento que lo ayude a regular cualquier desequilibrio químico que pudiera haber en su cuerpo. »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 134». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 18:2-6; Lc 17:1-2
(Día Mundial contra la Pena de Muerte) «... Fidel Murillo... se unió a nuestro grupo en los Llanos de Río Grande.... El hombre venía con una fama de ladrón, salteador de caminos y haciendas, incluso se rumoraba que debía ya varias vidas. Al parecer, andaba huyendo de la columna que comandaba el Coronel Sotomayor, quien tenía orden de capturarlo. »Este Coronel Sotomayor fue el que había tratado de apresarme; y al no dar conmigo mandó a quemar mis ranchos en El Cacao, y guindar por los cabellos a mi viejita, tal como también había hecho con la madre de Murillo.... »El Capitán Sotomayor, a cargo de treinta hombres, tiene la misión de capturar[me] a [mí,] Victoriano Lorenzo, indio montaraz que anda alzado por las montañas de Penonomé... y su cholada.... Según informes fidedignos, no son muchos y andan mal armados, por lo que será fácil someterlos. »A eso de las cuatro de la tarde de ese mismo día, nos dio alcance la “Columna Campo Serrano”, comandada por el Coronel Sotomayor, y ahí mismo, en los Llanos de Río Grande, trabamos combate.... Un fuego nutrido, intenso, empezó a salir de ambos bandos, causando bajas y heridos de lado y lado.... Uno de los tiros dio directamente en el ojo izquierdo del Coronel Sotomayor, quien cayó muerto al instante, produciendo la rendición total de la tropa enemiga. »Una vez que llegamos hasta donde estaban los veinte soldados con las manos en alto (algunos agitaban pañuelitos blancos), Fidel Murillo se adelantó con un machete y de un tajo le cortó la cabeza al Coronel Sotomayor. »Enseguida di orden de que se le pusiera bajo arresto, por irrespeto al cadáver de un militar caído en combate.... »Finalmente decidí soltar a Murillo, después de hacerle dar unos azotes y advertirle que no volviera a decir que pertenecía a mi ejército o que actuaba en su nombre. »Él siguió cometiendo sus fechorías, cada vez más graves.... Por el General Heliodoro Vernaza me enteré [de] la última «hazaña» del malhechor...: »“[Abusó] carnalmente de una niña, sobrina mía, General Lorenzo —declaró Vernaza—, y yo le pido encarecidamente que se le dé a este forajido el castigo que se merece. De no ser así, no sé con qué cara voy a presentarme ante mi familia, principalmente mi pobre hermana, quienes esperan que el Ejército de la Revolución, bajo cuyo nombre se ampara este sinvergüenza, le dé un castigo ejemplar.” »—No se preocupe, General Vernaza, enseguida reuniremos al Estado Mayor, para considerar la denuncia presentada por usted.... »La decisión del Estado Mayor, y no mía... fue la de fusilar a Fidel Murillo, allí mismo, en la Plaza Pública de Santa Fe... a las cinco de la tarde.»1 En medio de la injusticia de haber sido acusado el General Victoriano Lorenzo del homicidio de Fidel Murillo, en este cuento histórico escrito por el profesor panameño Juan Antonio Gómez, en su obra titulada Del tiempo y la memoria, sobresale la justicia pronta y severa que se hace en el caso de una niña víctima de abuso sexual. Menos mal que, si bien la justicia actual suele ser muy lenta y tolerante comparada con aquella de hace ya más de un siglo, Dios hará justicia en el juicio final. Pues Jesucristo mismo advirtió que al que hace tropezar siquiera a un solo niño, «más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello».2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Juan Antonio Gómez P., Del tiempo y la memoria (Cuentos históricos) (Panamá: Editorial Portobelo, 2005), pp. 79,80,81. 2 Lc 17:2; Mt 18:1-5; Mr 9:36-42
(30 Aniversario de la Inauguración del Monumento El Huevo de Colón en Sevilla, España) «Estando Cristóbal Colón a la mesa con muchos nobles españoles, uno de ellos le dijo: “Sr. Colón, incluso si vuestra merced no hubiese encontrado las Indias Occidentales, no nos habría faltado una persona que hubiese emprendido una aventura similar a la vuestra aquí en España, que es tierra pródiga en grandes hombres muy entendidos en cosmografía y literatura.” Colón no respondió a estas palabras, pero luego de pedir que le trajeran un huevo, lo puso sobre la mesa y dijo: “Señores, apuesto con cualquiera de ustedes a que no serán capaces de poner este huevo de pie como yo lo haré... sin ayuda alguna.” Todos lo intentaron sin éxito. Cuando el huevo volvió a Colón, éste lo golpeó sutilmente contra la mesa aplastando la curvatura de su base, lo que permitió dejarlo de pie. [Entonces] todos los presentes... entendieron lo que quería decirles: que después de hecha y vista la hazaña, cualquiera sabe cómo hacerla.»1 De esta historia legendaria que cuenta Girolamo Benzoni en su controvertida obra titulada Historia del Nuevo Mundo, publicada en Venecia en 1565, procede la expresión popular «como el huevo de Colón», que el Diccionario de la Real Academia Española define como «cosa que aparenta tener mucha dificultad, pero resulta ser fácil al conocer su artificio».2 Aun en el caso de quienes no conozcan la expresión, es probable que alguna vez se les haya mostrado la solución a un problema mucho más fácil de lo que se imaginaban, y hayan exclamado: «¡Ahhhh! ¡Veeee!» El mismo día en que Jesucristo resucitó, dos de sus seguidores iban camino a un pueblo cerca de Jerusalén. Mientras conversaban acerca de lo ocurrido en los últimos días, Jesús se les acercó, comenzó a caminar con ellos y, como no lo reconocieron, le contaron: «A Jesús, el profeta de Nazaret... los sacerdotes principales y nuestros líderes lograron que los romanos lo mataran, clavándolo en una cruz. Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que murió. »Esta mañana, algunas de las mujeres de nuestro grupo... fueron muy temprano a la tumba, [pero] no encontraron el cuerpo de Jesús.... [Entonces] unos ángeles se les aparecieron y les dijeron que Jesús está vivo. [Después] algunos hombres del grupo fueron a la tumba... pero ellos tampoco vieron a Jesús. »“[Es que] no pueden entender? [—les dijo Jesús—.] ... ¿No sabían ustedes que el Mesías tenía que sufrir antes de subir al cielo para reinar?” Luego Jesús les explicó todo lo que la Biblia decía acerca de él.... [Más tarde,] cuando se sentaron a comer, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. Entonces los dos discípulos pudieron reconocerlo, ¡pero Jesús desapareció!»3 Fue así como por fin entendieron, y lo que se dijeron el uno al otro bien pudiera resumirse como si hubieran exclamado: «¡Ahhhh! ¡Veeee!» Gracias a Dios, ahora cada uno de los que creemos en su Hijo Jesucristo podemos disfrutar actualmente de un renacimiento espiritual y gozar eternamente de un renacimiento físico «como la resurrección de Cristo».4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Wikipedia, s.v. «Huevo de Colón» En línea 22 marzo 2025. 2 Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española En línea 4 abril 2025. 3 Lc 24:13-32 (TLA) 4 Jn 3:1-16; 10:10; 1Co 15:12-23; 1Ts 4:13-18
(12 de octubre: Día del Encuentro entre dos Culturas — República Dominicana) «En 1508, cuando las autoridades [españolas] realizaron el primer censo de indios, apenas quedaban sesenta mil indios de los cuatrocientos mil que había cuando [Cristóbal] Colón pisó por primera vez la isla [Española, hoy República Dominicana] —señala el reconocido historiador dominicano Frank Moya Pons—.... Durante todo ese tiempo, los españoles creyeron que la población indígena nunca se extinguiría, y la manejaron como si fuera un recurso natural inagotable, como animales de caza de los que se podía disponer a su antojo, y matar por placer para satisfacer sus instintos más primitivos.... »En otro censo tomado en 1510 sólo se registraron treinta y tres mil quinientos veintitrés indios —continúa Moya Pons—. Familias enteras desaparecían día tras día. Muchas se suicidaban en masa, y en numerosos casos mataban a sus propios hijos. Aquellos que huían a los montes morían de hambre y de frío en las montañas. Entretanto, los españoles acentuaban las mudanzas de comunidades enteras para suplir con mano de obra a las minas que perdían sus trabajadores de la noche a la mañana.... »En 1517 solamente quedaban once mil taínos vivos. En diciembre de 1518 se desató una epidemia de viruelas, la primera en el Nuevo Mundo, que hizo morir más de ocho mil indios, quedando unos dos mil quinientos sobrevivientes en toda la isla. La mayoría de estos últimos indios también murió en los años siguientes, con excepción de unos quinientos individuos que huyeron a las montañas en 1519 encabezados por el cacique Enriquillo, un joven nitaíno educado por los frailes franciscanos en Santo Domingo. »Enriquillo y su grupo se mantuvieron alzados en las serranías del suroeste de la Española, haciendo una guerra de guerrillas a los españoles hasta que convinieron en firmar las paces en 1533 y fueron asentados en un lugar llamado Boyá después de haber forzado a las autoridades a reconocerles su libertad y a dejarlos tranquilos para siempre. Sin embargo, este tardío triunfo les sirvió de muy poco, pues hacía mucho tiempo que los indios de la Española habían perdido su capacidad para reproducirse, y poco tiempo después quedaron extinguidos para siempre.... »[Así como preguntaron los] frailes dominicos... Pedro de Córdoba... Antonio Montesinos y... Bartolomé de las Casas [a partir de 1511,] ... todavía [hoy debiéramos sentir la obligación de preguntarnos nosotros]: ¿Es que no eran seres humanos? ¿Es que no tenían almas? ¿Es que no eran también hijos de Dios?»1 No nos queda más que señalar lo mejor que pudiera resultar de esas increpantes interrogaciones retóricas del historiador Moya Pons al final de su conferencia titulada «El choque del descubrimiento del Nuevo Mundo»: ¡que sería eternamente valioso si nos llevaran a cada uno a descubrir que, sin excepción alguna, a todos los que recibimos a Jesucristo el Hijo de Dios y creemos en Él, nos concede el privilegio de llegar a ser hijos de Dios y de disfrutar de una nueva vida ahora y de un nuevo mundo incomparable por la eternidad!2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Frank Moya Pons, «El choque del descubrimiento», Revista Ciencia y Sociedad, Vol. XVII, Núm. 3, Julio-Septiembre 1992, pp. 230-33,238-39,241. 2 Jn 1:12; 3:1-16; 10:10
(Día del Arquitecto en España) En la undécima carta de las veintiuna que conforman la biografía novelada que se titula Yo, Gaudí —escrita por el productor musical barcelonés Xavier Güell, tataranieto de Eusebio Güell, quien financió la mayoría de los proyectos del famoso arquitecto catalán— Antoni Gaudí le escribe a su joven amigo Alfonso Trías acerca del obispo Grau. Gaudí conocía a Alfonso desde su niñez, ya que Alfonso era hijo del abogado Martí Trías, su vecino del Parque Güell. «El obispo Grau fue mi consejero espiritual, además de mi amigo — escribe Gaudí—. Tenía un corazón de oro, y... en cualquier situación, por difícil que fuera, podías confiar en él.... »[Cuando yo me encontraba trabajando en el palacio Güell, Grau me dijo:] “El palacio episcopal de Astorga ha sido reducido a escombros.... Quiero construir un nuevo palacio cuanto antes.... Una vez le oí [a usted] decir que para edificar el templo de la Sagrada Familia se proponía seguir la tradición mediterránea.... Eso es justamente lo que me propongo hacer....” »Acepté el encargo... [y] meses más tarde le envié los planos.... [Pero los] expertos en arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid... [consideraron] que en el proyecto había muchos defectos.... Viajé a Astorga bastante enfadado... [pero] a mi llegada... quedé sorprendido al descubrir sobre el terreno que mis cálculos iniciales, llevados a cabo a través de fotografías, estaban equivocados. No me costó reconocerlo, [así que] le dije que haría las rectificaciones oportunas. »Grau me miró complacido [y respondió:] “Compruebo que, además de tener gran talento, es usted humilde. ¡Alabado sea Dios por ello! ... Con [la humildad] la vida se ve de otra manera.... Lo contrario de la humildad no es la soberbia, como se piensa, sino el empecinamiento. ¡Hay tantos tercos en este mundo! ...” »[Yo] no estaba de acuerdo con la última parte de su reflexión —aclara Gaudí—.... Para mí, lo opuesto a la humildad sí es la soberbia. Esta es siempre gratuita y no reporta satisfacción alguna; cuando uno tiene la desgracia de creerse superior es que no lo es en absoluto. Por el contrario, la obstinación, cualidad si no igual al menos parecida a la de la terquedad, en múltiples ocasiones procura beneficios. »Mi vida es un claro ejemplo de ello.... He luchado por ir más allá de lo permitido.... Todo eso habría sido imposible sin obstinación. Te diré algo más: estoy convencido de que sin ella no se puede crear. No enfrentarse a las cosas con obstinación implica pereza, falta de carácter. Cuando uno sabe lo que quiere, se [llena de] entusiasmo; en cambio, cuando duda, no encuentra nunca la hora de empezar.»1 Quiera Dios que aprendamos, tanto de Grau como de Gaudí, que si queremos alcanzar metas grandes y maravillosas, más vale que seamos humildes, poniendo todo nuestro empeño con obstinación pero sin que importen nuestros propios intereses, pues la Biblia dice que «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes».2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Xavier Güell, Yo, Gaudí (Narrativa) (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2019), pp. 135-46. 2 Stg 4:6 (TLA); cf. Pr 3:34 (TLA) y Fil 2:3-11
La encomienda sólo decía «La Oroya», así que la terminal de autobuses de Huancayo, Perú, remitió la caja a esa localidad. Era una caja de cartón, bien envuelta. Pero como permaneció dos días en La Oroya sin que nadie la reclamara, la devolvieron a Huancayo. Tampoco la reclamó nadie en Huancayo, así que, como olía mal, dieron aviso a la policía. Cuando por fin abrieron la caja, descubrieron que adentro estaba el cadáver descompuesto de un joven, muerto de un balazo en el rostro. Luego de considerar las opciones, decidieron publicar el siguiente aviso: «Encomienda con un muerto adentro se halla en la estación de policía. Quien se crea con derecho a ella, puede venir a reclamarla.» He aquí uno de esos muertos pobres e ignorados que permanecerán en el anonimato, quizá para siempre, hasta que en el día final se aclaren todas las cosas. Sólo podía deducirse que aquel joven desconocido había sido asesinado, envuelto en una frazada y colocado de cuclillas en una caja de cartón, y que lo habían despachado a La Oroya porque tal vez era de esa localidad. ¿Quién lo mató? ¿Quién envolvió su cuerpo en el paquete? ¿Quién lo despachó en Huancayo? ¿Quiénes eran su padre y su madre? ¿Tenía amigos, esposa, novia? Nada de esto llegó a saberse. Sólo se sabía que estaba muerto, y que tendría que ser enterrado en alguna tumba de misericordia. Hay personas que pasan toda la vida solas, ignoradas, abandonadas, tristes, como si no tuvieran nombre ni destino que no fuera trágico. Forman parte de una gran compañía de seres humanos casi invisibles —entre ellos hombres, mujeres y niños— pobres, ignorantes, desvalidos, indefensos. Sufren viviendo porque viven sufriendo física, social y emocionalmente, y mueren en el misterio del anonimato. ¿Habrá alguien que tenga compasión de ellos? Sí, lo hay. Se trata de Jesucristo, el Hijo de Dios. Nadie los comprende como Él. Fue precisamente para identificarse con ellos que se hizo hombre y nació de la forma más humilde posible, en un pesebre, y murió de la forma más humillante posible, colgado semidesnudo en una cruz. Sintiéndose abandonado tanto por su Padre como por sus mejores amigos, dio su vida por todo el que alguna vez habría de sentirse abandonado. Uno de esos amigos, Mateo, escribió en su biografía acerca de Cristo: «Jesús recorría todos los pueblos y aldeas... sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.»1 En el capítulo anterior Jesús se había identificado con esas multitudes desatendidas como Hijo del hombre: «Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —había declarado—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.»2 De ahí que posteriormente nos hiciera la invitación a todos, y en particular a los que difícilmente soportan la vida que llevan: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.... Aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 9:36 2 Mt 8:20 3 Mt 11:28-29
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo dieciocho años de casada. Lo que motivó el matrimonio fue un embarazo. Yo tenía veinticinco años. »Durante los primeros cuatro años, mi marido salía de fiesta los fines de semana y llegaba tarde y con tragos de más. Él ha sido muy irresponsable en lo económico. Es una persona grosera. Me trata con malas palabras y me dice gorda, fea.... Siento que estoy llevando una carga y que ya no lo quiero. »Estoy buscando a Dios y visitando una iglesia cristiana, pero mi esposo no quiere asistir. Espero un consejo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Sentimos mucho que su esposo la haya tratado de tal manera que usted sienta que está llevando una carga pesada. Los insultos de él la han debilitado, haciendo que esa carga sea aún más pesada. Así que no es de extrañarse que usted ya no sienta el amor que tuvo por él. »La razón que usted aduce para haberse casado con su esposo da a entender que no lo habría elegido a él si no hubiera quedado embarazada. Lamentablemente, eso es lo que suele ocurrir cuando se concibe a un bebé antes de que la pareja se case. El embarazo da como resultado un matrimonio que no está basado en amor y respeto mutuos. Por supuesto, esa es una opción muchísimo mejor que la de matar al bebé mediante el aborto, pero un matrimonio desigual conduce, por lo general, a décadas de infelicidad. A eso se debe que aboguemos con firmeza por abstenerse de la intimidad sexual hasta después de la boda. »Como obviamente no puede volver atrás y cambiar lo sucedido ni las decisiones que tomó, es hora de que piense en lo que más les conviene a su hijo y a usted. »Nosotros no sólo creemos que el asistir a una iglesia cristiana, tal como ha estado haciendo, es un paso positivo, sino también le recomendamos que asista a clases especiales sólo para mujeres, así como a los grupos pequeños de estudio bíblico. Sin embargo, tenga presente que no todo el que asiste a una iglesia cristiana es un seguidor de Cristo, y que no todo seguidor de Cristo ha estudiado la Biblia lo suficiente como para darle buenos consejos.... »Si usted es seguidora de Cristo y comienza a obedecer sus enseñanzas, puede pedirle sabiduría en cuanto a cómo obtener ayuda para su matrimonio, y pedirle que le dé discernimiento, que es la capacidad de percibir si una persona es lo que parece ser. Él puede ayudarle a encontrar recursos disponibles donde usted vive, pero también le recomendamos que busque consejería profesional. »Además, como seguidora de Cristo, cuando comience a poner en práctica las enseñanzas de Él, usted se convierte en una nueva persona. Cuanto más su esposo la vea como esa nueva persona, más se interesará en conocer lo que ha producido ese cambio en su vida.»1 Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 862. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 2Co 5:17; 1Co 7:12-16; 1P 2:12
(Día Internacional de las Personas de Edad) «Fue a la vuelta de la esquina de aquella calle, que ni él ni ella habían recorrido nunca con frecuencia en pasados tiempos; menos aún en los últimos años.... Se encontraron de pronto frente a frente, y se vieron y se detuvieron, a la par, de golpe; y se miraron.... Se vieron sonriéndose el uno al otro con una sonrisa que se dilataba y demoraba sin que ellos lo pensaran. »—¡María!... »—¡Joaquín!... »Y se miraron un momento —un siglo— tal como no creyeron nunca verse. Eso ha hecho el tiempo con nosotros. El paño amarillento de sol, de mal dormir, de mal comer, y de los amaneceres sin esperanza, tuyo, María. El rostro como empequeñecido y con tajos en las mejillas, tuyo, Joaquín. Unos tajos que estuvieron siempre ahí como golpes de gubia, pero que ahora lo parecían de veras. Las ropas raídas y las uñas gastadas de animal que escarba para comer, de ella. Los hombros encorvados, las arrugas plisándole, aviejándole, los párpados, en las comisuras, de él.... »Luego vendrían las preguntas, y la imagen presente se iría diluyendo en una creciente lejanía, de días desperdiciados.... »—¿Te casaste? »—No; ¿y tú? »—Tampoco. »Pausa. »—¿Trabajas? »—Sí... Soy sereno en los sótanos de un almacén. Entro a las diez de la noche; a las seis de la mañana dejo mi turno. Recién apagué mi farol. ¿Y tú? »—Trabajo por horas en varias casas. No me falta trabajo, no creas. Y me tratan bien siempre. Casi siempre.... »—¿Dónde vas?... »—Al mercado. Me desvié un poco de mi camino, esta mañana. Me cansé de ir siempre por el mismo. Se me ocurrió cambiar, hoy; Y ya ves. Dios quería juntarnos. »—Sí. Dios seguramente. »—¡Tengo tantas cosas de que hablarte! »—Y yo. Ahora iba a la pensión a desayunar y dormir; pero puedo dejar de ir. Hablar. Hablar contigo. Hablarnos. »—Pero yo no puedo. Voy al mercado. Tengo que volver a la casa pronto —con pánico—. No puedo tardar. Tengo que estar a punto en la cocina.... »—Nos vemos luego, entonces. »—¿Dónde?... »—Donde tú digas. »—La plaza aquella, ¿ves? Seis cuadras de aquí. Llevo a los niños a pasear por la tarde. Entonces sí, tengo tiempo. Tendremos tiempo. »—Estaré allí. »Pero no se movían.... »Fue ella quien tuvo que romper el encanto: »—Hasta luego. »Le sonrió y echó a andar... canasta al brazo, volviéndose a veces. El quedó aún en el sitio, viéndola irse. Hasta que dobló la esquina tras volverse una vez más y dirigirle un saludo que él respondió apenas porque le sonreía, y sonriendo siguió, sin pensar que ella ya no podía ver su sonrisa. »Ahora él también echó a andar. Con los pies aligerados, con todo el cuerpo aligerado: no sabía cómo; pero le costaba menos caminar.... Es verdad lo que decía la vieja. Dios aprieta, pero no ahoga. Algún día nos sonríe la felicidad. »... María.»1 Con este cuento titulado «El nombre de María», la escritora hispano-paraguaya Josefina Plá nos hace vivir la experiencia del afortunado reencuentro de dos seres sencillos que, a pesar de haber sido maltratados por los años, era como si se hubieran conservado el uno para la otra, la una para el otro, toda la vida, sin saberlo. Y Dios sí quería juntarlos. «Sí. Dios seguramente.» Porque el Padre celestial desea dar cosas buenas a sus hijos aún más que los que somos padres deseamos dárselas a los nuestros.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Josefina Plá, Cuentos completos, Ed. Miguel Ángel Fernández (Editorial El Lector, 1996), pp. 421-23. 2 Mt 7:11
(Víspera del Día Internacional de las Personas de Edad) «Hace poco... se me ocurrió que me tenía que casar con un viejo —escribe Hebe Uhart en su relato titulado «Un posible marido viejo»—. Fue por unos días no más. Yo me imaginaba un viejo redondo, sólido, de más de sesenta años, no un hombre medio viejo. El viejo tendría lo que se llama experiencia de la vida, y yo haría lo que se me antojara. Él me querría, me protegería, me acompañaría cuando yo lo precisara, y se iría enseguida cuando viera que importunaba. »Y en los momentos en que no supiera qué hacer, recurriría a la experiencia del viejo para que me distrajera, para que inventara en qué pasar el tiempo... Es decir, en la experiencia de la vida nunca creí demasiado; más bien, esperaba del viejo la falta de ansiedad y eficacia. No se me ocurría ni por un momento que yo podría ser malísima con él y rencorosa, tan mala como para hacerlo enfermar o morir; o que el viejo fuera maniático, y yo tuviera que decirle siempre qué hora era o si hacía buen o mal tiempo. »Ya casi me había olvidado de todo eso cuando una tarde, en un bar, nos encontrábamos un grupo de gente conocida.... Apareció entonces un viejo de unos sesenta años.... »... Noté que... se encontraba lúcido, lo cual era conveniente.... »Empezamos a hablar del mundo y de la vida.... »... El viejo empezó a contarme la muerte de su padre, que, según yo imaginaba, debía haber sucedido como cuarenta años atrás, pero había sucedido hacía sólo dos años, y él me dijo: »—No te imaginás cómo me quebrantó, che. »Yo pensé: “El padre debía de tener noventa y ocho años”. Y me contó cómo le quería prolongar la vida a toda costa. Me contó que el padre se quería morir porque sufría mucho, y él le prolongaba la vida con inyecciones, con consejos, etc. Y el padre le decía: »—Dejame morir, por favor.»1 ¡Qué transparencia la que muestra la escritora argentina Hebe Uhart, con la que tantos podemos identificarnos! ¡Y qué difícil es aceptar la muerte de un ser querido, incluso cuando éste ha vivido largos años y ha llegado la hora de su partida de este mundo! Pero tanto o más difícil aún es aceptar que la vida se prolongue cuando se está sufriendo y la muerte representa el alivio anhelado. Gracias a Dios, lo que puede ayudarnos a aceptar la muerte o la prolongación de la vida es la relación que hemos cultivado con su Hijo Jesucristo, tal como se valió de ella el apóstol Pablo. Al escribirles a los filipenses sobre el tema, San Pablo les dijo: «Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.... Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo.»2 Quiera Dios que, al igual que el sufrido apóstol, cuando a nosotros nos llegue la hora, podamos decir lo mismo que él le escribió a Timoteo, su «hijo en la fe»3: «El tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Hebe Uhart, «Un posible marido viejo», Relatos reunidos (Buenos Aires: Alfaguara, 2010), pp. 179-81. 2 Fil 1:21,23-24 3 1Ti 1:2 4 2Ti 4:6b-8
(Último domingo de septiembre: Día Internacional de la Biblia) «Para mí —escribió Pablo Neruda en 1954— los libros fueron como la misma selva en que me perdía, en que continuaba perdiéndome. Eran otras flores deslumbradoras, otros altos follajes sombríos, misterioso silencio, sonidos celestiales, pero también la vida de los hombres más allá de los cerros, más allá de los helechos, más allá de la lluvia. »Por ese tiempo —continúa narrando Neruda— llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos, y zapatos de tacón bajo.... Era la directora del liceo. Venía de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes.... La vi muy pocas veces, porque yo temía el contacto de los extraños a mi mundo. »... Tenía una sonrisa ancha y blanca en su rostro moreno por la sangre y la intemperie... sonrisa entre pícara y fraternal y... ojos que se fruncían picados por la nieve o la luz de la pampa. »No me extrañó cuando de entre sus ropas sacerdotales sacaba libros que me entregaba y que fui devorando. Ella me hizo leer los primeros grandes nombres de la literatura rusa que tanta influencia tuvieron sobre mí. »Luego se vino al Norte. No la eché de menos porque ya tenía miles de compañeros, las vidas atormentadas de los libros. Ya sabía dónde buscarlos.»1 Ese amor a los libros del que habla el poeta chileno Pablo Neruda, que le inculcó aquella maestra de escuela a temprana edad en Temuco, culminó en 1971 cuando se le concedió el Premio Nobel de Literatura. Pero Neruda no fue el primer poeta chileno en obtener el ansiado premio; fue el segundo. Ya hacía un cuarto de siglo, en 1945, que había obtenido el Premio Nobel su antigua mentora, que fuera por un tiempo directora de aquel liceo en Temuco, Gabriela Mistral. A propósito del amor a los libros, Gabriela misma lo practicó a lo largo y ancho de su ilustre carrera literaria y diplomática. Pero hubo un libro en particular que mereció su más alto aprecio. En el año 1919 la Mistral le regaló un hermoso ejemplar de ese magistral libro, la Santa Biblia, al Liceo No. 6 de Santiago de Chile, donde ejerció como directora. En sus páginas dejó escrita esta confesión de fe, a modo de dedicatoria, respecto al Libro Sagrado: Libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora. Bueno y amigo para mi corazón, fuerte, poderoso compañero. Tú me has enseñado la inmensa belleza y el sencillo candor, la verdad terrible y sencilla en breves cantos. Mis mejores amigos no han sido gentes de mis tiempos; han sido los que tú me diste: David, Rut, Job, Raquel y María. Con los míos éstos son mis gentes, los que rondan en mi corazón y en mis oraciones, los que me ayudan a amar y a bien padecer... Siempre eres fresco, recién conocido... Yo te amo todo, desde el nardo de la parábola hasta el adjetivo crudo de los Números.2 Así como Pablo Neruda aprendió de Gabriela Mistral a buscar la grata compañía de los libros, aprendamos también nosotros de aquella poetisa de América a buscar la grata compañía del Libro por excelencia que ella tanto amaba. En cualquier tiempo y a cualquier hora, podemos acudir a él como fuerte y poderoso compañero. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Pablo Neruda (Isla Negra, 1954), Infancia y poesía, reproducido en Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada (Bogotá: Editorial Norma, 1990), pp. 25-26, tomado del diario El Tiempo, Lecturas Dominicales, Bogotá, octubre 31 de 1971. 2 Bruno Rosario Candelier, «El lenguaje bíblico en la lírica americana», TeoLiterária, Vol. 4, No. 7, 2014, pp. 113-14 En línea 13 mayo 2020.
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi esposo es un hombre muy trabajador. A lo largo de los años ha logrado tener su propia empresa y varias propiedades hermosas. Me casé con él por amor, pero me siento muy lastimada porque antes de casarnos firmamos un acuerdo donde yo renuncié a todos mis derechos como esposa. »Él tiene una niña de cinco años, fruto de su exesposa. Hace poco tiempo hablamos del tema, y me hizo saber que todo lo que posee le pertenece a su hija. Yo comprendo que es lo correcto, pero me preocupa un día llegar a mi vejez y no tener nada propio.... »Actualmente soy ama de casa, y también lo apoyo medio tiempo en su empresa.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Es evidente que su esposo contrató a un abogado para formular el acuerdo prematrimonial, pero al parecer usted no tuvo ningún abogado que representara sus propios intereses legales. De ser así, no hubo nadie que le advirtiera sobre las consecuencias de firmar ese documento. »El mejor consejo que podemos darle es que haga el sacrificio que sea necesario para poder contratar a su propio abogado. Usted necesita asesoría legal propia de su país en particular. Como nos ha contado su caso de manera anónima, no sabemos en qué país vive, y aunque lo supiéramos, eso no quiere decir que conoceríamos sus leyes. »Sin embargo, sí estamos de acuerdo con el deseo que tiene su esposo de proveer para la hija. Ojalá que todos los padres asumieran la responsabilidad de proveer para los hijos, tanto emocional como económicamente. Por el contrario, como usted probablemente sabe, los hombres suelen abandonar a los hijos al mismo tiempo, o poco después, que se separan de la madre de ellos. El esposo suyo ha demostrado que es un hombre honorable en este sentido. »Podemos comprender su preocupación en cuanto a no tener nada propio en su vejez. ¿Está usted recibiendo algún sueldo de la empresa de su esposo por el trabajo que desempeña allí? Debido a que la empresa no le pertenece a usted, lo justo es que se le pague por separado por esas horas de trabajo. Si fuera así, usted podría ahorrar parte de ese dinero para su futuro. Ese es otro asunto que puede consultar con un abogado. »No hay ningún caso como el suyo en la Biblia, pero hay principios bíblicos que nos pueden servir de guía en casi toda situación. El apóstol Pablo enseñó que los hombres deben proveer económicamente para sus familias,1 pero usted al parecer optó por firmar un documento que la priva de esa provisión. Renunciar a sus derechos legales también se menciona en la Biblia,2 y es una práctica aceptable. »Además de recibir algún sueldo por su trabajo fuera del hogar y de consultar a un abogado, le instamos a que le pida a Dios que la guíe y le dé sabiduría en cuanto a los planes para su futuro. Puede confiar en Él como su guía si se dispone a seguirlo.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 861. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Ti 5:8 2 Gn 25:31-33
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Cuando yo tenía veinte años, iba a la iglesia y me emocionaba con las alabanzas, pero llevaba una vida de espaldas a Dios.... Empecé a hablar con una mujer casada que iba a la iglesia y, en conversaciones no debidas, me mandó una foto seductora.... »Aun cuando le pedí perdón a Dios [y han pasado ya seis años], mi conciencia me hace sentir aún culpable. »No sé si tengo la responsabilidad de hablar sobre ese hecho. No quisiera hablar con el esposo, y no sé si su esposa se arrepintió. »Hoy en día estoy felizmente casado con la novia que tuve en ese tiempo. A ella le confesé todo, y ella me perdonó.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Nos alegra mucho que haya comprendido la importancia de confesarle su falta a la que ahora es su esposa y que, a causa de eso, no tenga nada que ocultarle. Si más personas siguieran ese ejemplo, habría muchos más matrimonios felices. »También es maravilloso que le haya confesado sus pecados a Dios y le haya pedido perdón por la doble vida que estaba llevando. Muchas personas, al igual que usted, asisten a la iglesia y disfrutan de los cantos y de los amigos, pero tan pronto como salen de la iglesia, viven conforme a sus propias reglas. No están siguiendo a Jesucristo, el Hijo de Dios, ni están viviendo como Dios ha diseñado que vivamos. »Al parecer, la mujer que le envió la foto estaba llevando también una doble vida, asistiendo a la iglesia y viviendo a la vez conforme a sus propios deseos. Esperamos que ella se lo haya confesado posteriormente a Dios y al esposo, pero de cualquier manera usted no es responsable por la decisión que ella haya tomado al respecto. »El hecho de que usted aún se sienta culpable no significa que deba contarle a nadie más acerca de lo que ocurrió. Era importante que se lo contara a su esposa, tal como hizo, pero nadie necesita saberlo. Lo que hizo la otra mujer es algo entre ella y Dios. »Lo que indican sus sentimientos de culpabilidad es que tiene un corazón sensible ante Dios. Usted pecó (tal como pecamos todos) y pidió perdón. Y sabemos que Dios lo ha perdonado porque el apóstol Juan escribió que «si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».1 »Así que, como le pidió perdón a Dios, usted ya no es culpable. Los sentimientos de culpa no han desaparecido, pero no se puede fiar de esos sentimientos. Los sabios prestan atención y optan por obedecer las Sagradas Escrituras incluso cuando sus sentimientos pudieran impulsarlos a hacer lo contrario.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 860. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9 (NVI)
(Día Mundial sin Automóvil) En vez de ser un día común y corriente, el 28 de enero de 1896 resultó ser todo lo contrario —un día descomunal y sorprendente— para un agente de policía del pueblo de Paddock Wood en el condado de Kent, Inglaterra. Mientras hacía su recorrido habitual en bicicleta, lo pasó velozmente —¡a casi 13 kilómetros por hora, cuatro veces la velocidad máxima permitida!— un conductor llamado Walter Arnold, que tampoco llevaba la escolta de banderas exigida en esos casos para desplazarse en una zona urbana en un vehículo motorizado. Y por si eso fuera poco, estaba conduciendo él solo un vehículo no tirado por animales, y en el que no aparecía su nombre y dirección, siendo que la ley también exigía que hubiera por lo menos tres personas al mando debidamente identificadas. El policía desventajado no logró alcanzarlo para detenerlo y multarlo sino hasta después de perseguirlo durante unos 8 kilómetros, sin ocurrírsele jamás que el señor Arnold, a quien por fin había logrado cazar, habría de ser el primero en la historia de la automoción en ser multado por exceso de velocidad: ¡a 8 raudas millas por hora! Lo que no debió haber sorprendido a nadie es que Walter Arnold no era un conductor común y corriente, sino uno de los primeros vendedores de vehículos de Inglaterra, y que aprovechó al máximo la publicidad que generó esa multa por exceso de velocidad manejando «un carruaje sin caballos».1 Tanto es así que tampoco habría sido sorprendente si Arnold, en el lugar donde otros ponían su nombre y dirección, hubiera puesto más bien una leyenda que rezara: «Si algún día la velocidad me mata, no llores porque estaba sonriendo», o que en tal caso hubiera pedido que en su lápida pusieran una placa con la inscripción jocosa: «Lo multaron tantas veces por exceso de velocidad que por fin le ofrecieron un pase de temporada.» Sin embargo, por algo será que se haya popularizado el refrán que dice: «Más corre un galgo que un mastín, pero si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo.»2 Es que, en realidad, nuestra carrera no es de velocidad sino de resistencia. A eso se debe que el sabio Maestro del libro de Eclesiastés afirme que ha observado que «en esta vida no son los más veloces los que ganan la carrera», y que el autor de la Carta bíblica a los Hebreos sostenga que «debemos dejar de lado el pecado, que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia».3 Por último, hay otro dicho sabio que reza: «Si quieres andar y llegar rápido, anda solo; si quieres andar y llegar lejos, anda acompañado.» Más vale, entonces, que le pidamos a Dios no sólo que nos perdone y nos limpie de todo pecado, sino también que su Hijo Jesucristo nos acompañe durante todo el recorrido, tal como ha prometido hacerlo, para que al final de nuestros días podamos declarar al igual que el apóstol Pablo: «¡He terminado la carrera y me he mantenido fiel!»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Eleonora Pilastro, «Bizarre story of the horseless carriage charged with first speeding offence», Guiness World Records [Récords Mundiales Guiness], 29 enero 2024 En línea 5 abril 2025; «First person charged with a speeding offence» [La primera persona multada por exceso de velocidad], Guiness World Records [Récords Mundiales Guiness] En línea 5 abril 2025; Miriam Bibby, «Walter Arnold and the World’s First Ever Speeding Ticket» [Walter Arnold y la primera multa por exceso de velocidad en el mundo], Historic UK [El Reino Unido Histórico] En línea 5 abril 2025. 2 José Luis Álvarez Martínez, Saber y sabor de los refranes españoles, Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Tomo XXVIII, Año 2020, pp. 78-79 En línea 5 abril 2025. 3 Ec 9:11; Heb 12:1 (TLA) 4 Mt 28:20; 2Ti 4:7; 1Jn 1:9
(Antevíspera del Día del Amor y de la Amistad en Colombia) Amanecía en el desolado desierto de Atacama, en la frontera entre Perú y Chile. El viento helado de la cordillera batía las dunas y los cactos, arremolinando el polvo implacable. El sol salía detrás de las montañas, sobrepasando una faja de pesadas nubes enrojecidas. En un pequeño hotel de la frontera, los huéspedes se preparaban para ir a sus trabajos, a sus oficinas, a sus compras y negocios. Las empleadas del hotel abrían los cuartos desocupados para hacer las tareas de limpieza y tender las camas, y las cocineras preparaban el desayuno. Uno de los cuartos permanecía cerrado. Lo ocupaba una pareja de adolescentes que había llegado la noche anterior: Nora Mamaní, de quince años, y José Turpo, de dieciséis. No habían salido del cuarto desde que lo alquilaron a eso de la medianoche. Al mediodía los llamaron para almorzar, pero nadie contestó. Llamaron más fuerte, y no hubo respuesta alguna. Entonces forzaron la puerta y hallaron a los dos jóvenes tendidos en la cama. Ambos habían bebido medio litro de insecticida fosforado, y habían muerto. ¿A qué se debió aquel trágico desenlace? Es una historia que no deja de repetirse, siguiendo los mismos patrones de la tragedia de Romeo y Julieta. Una pareja de adolescentes se enamora. Sus padres se oponen a que se casen debido a su edad y su falta de madurez. Así que los jóvenes huyen juntos, resueltos a ponerle punto final al drama. En algunos casos, como el de Nora y José, su destino es un hotel en la frontera, donde toman la funesta determinación de suicidarse. Es una decisión trágica, que no resuelve nada, sino que hunde a dos tiernas almas en el abismo de una noche sin aurora. La ironía del caso del que se suicida por amor es que bien pudiera canalizar ese amor hacia el Ser Supremo que es la personificación misma del amor. De hacerlo así, comprobaría lo que afirma la Biblia: que Dios es amor, y que como prueba de su amor envió al mundo a su Hijo Jesucristo a dar su vida por nosotros. Y por si eso fuera poco, Cristo se identifica perfectamente con el que siente que sus padres o amigos íntimos lo han abandonado y que el mundo no lo comprende,1 pues eso fue lo que sintió Él mientras agonizaba en la cruz.2 Más vale que cada uno le entreguemos nuestra vida a Aquel que entregó la suya por nosotros.3 Pidámosle que nos dé sabiduría, y que nos ayude a tener paciencia y a confiar en Él y en el porvenir incomparable que nos tiene preparado.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 26:31,56; Mr 14:27,29,30,50; Jn 1:11; 6:66‑68; 10:6; 12:16; 13:7; 20:9 2 Mt 27:46; Mr 15:34; Lc 23:34 3 Jn 3:16 4 Jn 14:1‑3
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace quince años dejé embarazada a una mujer que me amaba. Yo estaba casado y separado. Me comentaron un chisme acerca de ella, y tal vez lo conveniente para mí en ese momento fue dejarla a su suerte y regresar con mi esposa. Nunca traté de hacer ningún acercamiento a ella ni a mi hija, pero tenía ese dolor en mi corazón.... Nunca me ocupé de por lo menos sus necesidades económicas. »Al cabo de este tiempo, la he buscado. Su madre me ha perdonado, pero mi hija no quiere saber de mí.... Yo comprendo que todo lo que hacemos tiene un precio, pero de verdad este es muy doloroso. Por favor, ¿qué debo hacer?» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Usted dice que comprende que nuestra conducta tiene consecuencias, pero pensamos que usted en realidad no lo comprende. ¡Es increíble que al parecer usted crea que esta jovencita (que si bien es su hija biológica, no puede considerársele en realidad como su hija) debiera no sólo comprender lo que usted le ha hecho, sino también perdonarlo! ¿De veras ha meditado en su conducta y ha aceptado la responsabilidad de sus hechos? No es esa la impresión que nos ha dado. »En primer lugar, usted tuvo relaciones íntimas con una mujer que no era su esposa. Nunca hay nada bueno que pueda resultar de semejante conducta irresponsable e inmoral.... »Luego, cuando esa relación dejó de ser conveniente, usted abandonó a la mujer embarazada y regresó con su esposa. ¿Acaso le dijo a su esposa que le había sido infiel? ¿Fue sincero con ella, o la usó tal y como usó a la otra mujer, sin jamás ser sincero y honrado? No sabemos si usted aún está casado, pero no nos sorprendería que su matrimonio al fin hubiera fracasado y que ahora, una vez más, le es conveniente comenzar a pensar en su hija biológica y en cómo lo que usted ha hecho ha afectado la vida de ella. »¿Ha pensado acerca de lo que siente alguien que no sabe quién es su padre biológico, pero que sí crece sabiendo que su padre biológico se aprovechó de su mamá y luego la abandonó para que afrontara la vida en total desamparo como una madre soltera? ¿No le parece que una niña crecería con enojo y rencor en el corazón hacia tal hombre? ¿Acaso no es obvio que un individuo capaz de hacer tales cosas no es el hombre que una jovencita quisiera como padre? »Dios está dispuesto a perdonarnos a pesar de las cosas despreciables que hayamos hecho.1 Pero no espere que esta jovencita lo perdone en el futuro próximo. Tal vez algún día ella llegue a tener una relación personal con Dios y entonces cuente con la ayuda de Él para afrontar el rencor y el resentimiento. De ser así, a la postre ella pudiera perdonarlo. Es probable que esa sea la única esperanza para usted.... »Ojalá hubiéramos podido darle un consejo más agradable, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 132». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi hija menor de dieciséis años empezó a tener relaciones sexuales con su novio. Yo antes le había aconsejado que protegiera su pureza.... Pero en su teléfono pude ver los mensajes con su novio, y me enteré de que me mentía cuando me pedía permiso. En vez de hacer lo que me decía, se iba con su novio de veintiún años y tenía relaciones íntimas con él.... »Quiero prohibirle el uso del teléfono o las salidas. ¿Qué puedo hacer... para que ella [no vuelva a caer en ese error]? No quiero que me siga engañando y siga en pecado.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »¡Cuánto sentimos su situación y lo que su hija ha optado por hacer! Tristemente, el cerebro de ella aún está en desarrollo, así que, como usted bien lo sabe, ella no tiene la capacidad de comprender del todo las consecuencias de sus acciones. »Antes que nada, todos tenemos que aceptar el hecho de que es imposible proteger completamente a nuestros hijos.... Tienen influencia sobre ellos sus maestros, sus compañeros de estudio, la literatura a la que están expuestos, la Internet, y la televisión, las películas, los podcasts y la música. Lamentablemente, la cultura que nos rodea ejerce mucha más influencia sobre los adolescentes que la que tienen sus padres.... »La Biblia no trata sobre los métodos de disciplina de los hijos, pero dice con claridad que las relaciones sexuales deben reservarse para después del matrimonio.1 También enseña que los padres tienen la responsabilidad de disciplinar a sus hijos.2 A partir de estos dos principios podemos determinar que usted en definitiva debe disciplinar a su hija y tratar de evitar que ella siga teniendo relaciones sexuales. »Sin embargo, es muy delicado mantener el equilibrio en este asunto. Nosotros tuvimos esa experiencia con un hijo que se fugó de la casa cuando era adolescente. Lo hizo como su manera de negarse a obedecer nuestra disciplina. A otros padres les ha sucedido que sus hijos han amenazado con hacerse daño. Por esas razones no podemos decirle específicamente cómo proteger a su hija mediante la disciplina. Le recomendamos encarecidamente que acuda a consejería profesional de parte de una persona que tenga un punto de vista bíblico. »Sería prudente de su parte que se abstenga de culpar al novio o de hablarle mal de él a su hija. De lo contrario, ella se sentirá obligada a protegerlo de usted y a favorecerlo a él y no a usted. En lugar de causar que eso suceda, invítelo a su casa para que pueda llegar a conocerlo. Permita que su hija reciba la visita de él en la casa cuando usted esté allí también, y que sea en un lugar público de la casa y no en la habitación de ella. Trate de descubrir cualidades buenas en él.... Cuando usted diga cosas buenas acerca del novio, será más probable que ella se dé cuenta de los defectos que él tenga.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 859. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Co 7:2, Heb 13:4 2 Pr 19:18
(Día de la Independencia de Guatemala) (Himno cantado por Carlos Rey en audio y en video) Si bien Guatemala se independizó de España oficialmente el 15 de septiembre de 1821, no fue sino hasta 1896, setenta y cinco años después, que se juzgó necesario que tuviera un himno nacional. Ese año, durante el gobierno del general José María Reyna Barrios, se convocó a un certamen en el que resultó premiada la música de un compositor guatemalteco y la letra de un poeta anónimo. El compositor era Rafael Álvarez Ovalle, oriundo de San Juan Comalapa, Chimaltenango. Pero no se conocía aún la identidad del autor de esa letra del Himno Nacional de Guatemala cuando se estrenó el 14 de marzo de 1897 en el Teatro Colón. No fue sino hasta 1910 que se descubrió que era el poeta cubano José Joaquín Palma, originario de San Salvador de Bayamo, quien había formado parte del jurado que premió su composición literaria. En julio de 1911, el gobierno guatemalteco le rindió tributo al poeta Palma con un desfile que partió del teatro Colón hacia su residencia poco antes de su muerte, y el 15 de septiembre de ese mismo año le rindió homenaje al maestro Álvarez condecorándolo con corona de plata, medallas y ofrendas florales. En 1934, se aprobaron ligeras modificaciones en algunos de los versos del poema original de José Joaquín Palma, según las anotaciones hechas por el gramático jalapaneco José María Bonilla Ruano.1 He aquí la primera estrofa y el primer coro del himno como se cantan actualmente: ¡Guatemala feliz...! que tus aras no profane jamás el verdugo; ni haya esclavos que laman el yugo ni tiranos que escupan tu faz. Si mañana tu suelo sagrado lo amenaza invasión extranjera, libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará. Libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará; que tu pueblo con ánima fiera antes muerto que esclavo será. Gracias a Dios, a Él le importa lo mismo o aún más que al pueblo guatemalteco que se cumpla el deseo del poeta: que Guatemala sea feliz porque sus gobernantes se dediquen a hacer felices a sus conciudadanos; que sus altares no se manchen jamás con la sangre de sus hijos ni con actos indignos que empañen la gloria de su nombre; y que nadie sea humillado, sino que se respete la vida, la integridad física y la libertad de cada uno, cualquiera que sea su condición social.2 Porque Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo a ser humillado en una cruz y a morir por nuestros pecados, pagando así el precio de nuestro rescate, para que nosotros no tengamos que ser esclavos de nada ni de nadie, sino que seamos verdaderamente libres.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Alfredo Arango, Análisis de la letra del Himno Nacional de Guatemala (Guatemala: Editorial Piedra Santa, 2002). pp. 1-3,8; «109 Aniversario del Himno Nacional de Guatemala», deGUATE.com (Directorio Electrónico de Guatemala), 14 marzo 2006 En línea 30 octubre 2008. 2 Arango, p. 9. 3 Is 53:7; Mt 20:28; Mr 10:45; Fil 2:6-8; 1Ti 2:5-6; Heb 9:11-12
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Soy un hombre de sesenta y siete años, con más de cuarenta de casado. He cometido muchos errores de los que me arrepiento, sobre todo de haber sido infiel en varias ocasiones. Estoy consciente del daño que he causado y de haber lastimado a mi esposa, a mis hijas y a mi hijo. No quiero perder a mi familia, ni mucho menos perderme yo. Espero en la misericordia de mi Señor Jesucristo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Debe de haber alguna razón por la que actualmente teme perder a su familia, y la única causa posible que usted nos ofrece es su infidelidad a su esposa. Por eso suponemos que usted volvió a serle infiel hace muy poco.... »Usted dice que espera en la misericordia de su Señor Jesucristo, pero parece que no está seguro si Él le tendrá misericordia una vez más, sobre todo porque esta no es la única vez que usted ha sido infiel, pues admite que ha sido infiel varias veces.... »En definitiva, cualquier cónyuge que ha sido víctima de engaño “en varias ocasiones” tiene motivo para desconfiar de su pareja infiel. No podemos ni imaginarnos lo devastada que ha de sentirse su esposa después de darle a usted tantas oportunidades de enmendarse y comenzar de nuevo. ¿Acaso hay algo que pudiera darle a ella motivo para pensar que usted no volverá jamás a serle infiel? »Jesucristo enseñó que la inmoralidad sexual es razón suficiente para divorciarse del cónyuge.1 Por eso creemos que su esposa tiene una razón válida para separarse e incluso divorciarse de usted. Sin embargo, eso no quiere decir que le aconsejaríamos a ella que lo haga, sino más bien que le pida a Dios que la ayude a decidir qué hacer ahora. »El caso suyo es particularmente inquietante debido a que usted se refiere a Jesucristo como si lo conociera, y espera que Él siga mostrándole su misericordia divina. Sin embargo, a pesar de llamarlo su Señor, usted sigue cometiendo el mismo pecado vez tras vez. »Usted ha sido la clase de persona a la que otros tildan de hipócrita. Dice las palabras debidas, pero su conducta no las respalda.... »No se espera que el que ama a Cristo y tiene una relación personal con Él sea perfecto o que nunca peque. Sin embargo, con el tiempo el verdadero seguidor de Cristo peca cada vez menos a medida que se esfuerza por obedecer los Diez Mandamientos. Conforme habla regularmente con Dios al orar y escucha a Dios al leer la Biblia, el verdadero seguidor de Cristo progresa en el dominio propio y en la obediencia a lo que ésta dice.... »Tan pronto como usted esté de veras dispuesto a cambiar, Dios lo perdonará si se lo pide. Pero no espere que Él quite las consecuencias naturales de lo que usted ha hecho.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 740. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 19:9
(15 de septiembre: Aniversario del Acta de Independencia Centroamericana) Era el 14 de septiembre de 1821, víspera del día en que se había convocado a una reunión en el Palacio de Gobierno de Guatemala entre autoridades de las provincias y representantes de la universidad, de la Iglesia y de las autoridades civiles a fin de decidir si Centroamérica habría de separarse de España. Uno de ellos, que apoyaba decididamente las aspiraciones independentistas, era el guatemalteco Pedro Molina. Esa víspera, su esposa, María Dolores Bedoya, mostrando lo solidaria que era con él en sus convicciones políticas, visitó los barrios más habitados de la ciudad, invitó a su vez al pueblo a una reunión frente al palacio con el propósito de llenar la plaza en apoyo a la independencia, y se encargó de que hubiera música y fuegos artificiales para festejar la esperada proclama. Durante la histórica reunión del día siguiente, mientras los cincuenta y seis miembros de la junta presentaban sus argumentos a favor y en contra de la declaración de independencia, Bedoya arengaba al pueblo en la plaza. Pero al comenzar a repetirse los argumentos para retrasar la proclama de independencia, comenzaron también a oírse en el recinto explosiones de pólvora, cohetes y música. Fue tal la algarabía que los opositores a la independencia creyeron que había estallado la revolución y se apresuraron a proclamarla.1 En el prólogo del acta misma de independencia redactada por José Cecilio del Valle consta que llegaron al acuerdo «congregados todos en el mismo salón; leídos los oficios expresados; discutido y meditado detenidamente el asunto, y oído el clamor de “¡Viva la independencia!” que repetía lleno de entusiasmo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores y antesala de este palacio...»2 Por eso algunos historiadores sostienen que la agitación del pueblo de parte de María Dolores Bedoya contribuyó a que se proclamara la independencia centroamericana. Y por eso en algunas ciudades centroamericanas en la víspera del 15 de septiembre los niños celebran un desfile con faroles iluminados.3 Entre otras cosas, en el acta «se acordó... que siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo..., el Señor Jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias, que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.... [y] que [siendo] la paz y sosiego... la primera necesidad de los pueblos cuando pasan de un gobierno a otro,... los que estando unidos en el sentimiento general de la independencia deben estarlo también en todo lo demás, sofocando pasiones individuales que dividen los ánimos y producen funestas consecuencias.»4 Quiera Dios que así como en el siglo diecinueve el aludido Jefe Político Gabino Gaínza, último gobernador español en Centroamérica, no sólo firmó el acta sino que logró que las autoridades españolas aceptaran la nueva situación pacíficamente sin que tuviera que derramarse sangre en batalla alguna,5 también nosotros en el siglo veintiuno sofoquemos pasiones individuales y busquemos la paz. Pues si buscamos la paz y la seguimos, sostiene San Pedro, podremos «gozar de días felices».6 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Independencia de Centroamérica», La Nación En línea 6 septiembre 2008; Luis Arritola, «Mujeres insurgentes», La Opinión En línea 10 abril 2009. 2 «Acta de Independencia del 15 de septiembre de 1821» En línea 10 febrero 2009. 3 «México y América Central festejan casi dos siglos de independencia», La Opinión En línea 10 abril 2009; Wikipedia, s.v. «María Dolores Bedoya» En línea 10 abril 2009. 4 «Acta de Independencia del 15 de septiembre de 1821». 5 «Independencia de Centroamérica», La Nación. 6 1P 3:10-11
En los días posteriores al 11 de septiembre de 2001, hubo dirigentes religiosos en los Estados Unidos que emitieron el juicio de que el ataque terrorista ocurrido en aquel nefasto día representaba el castigo de Dios infligido a una nación en extremo pecaminosa. Así Dios, de manera inequívoca, le llamaba la atención a aquella superpotencia mundial. Según esos líderes eclesiásticos, Dios no tuvo que hacer más que valerse del odio que albergan en el corazón tantos individuos contra el país que consideran culpable del deterioro moral que cunde en todo el mundo. Contra ese juicio tajante se pronunció con firmeza el periodista estadounidense Cal Thomas el 19 de septiembre ante su público nacional. A su columna escrita como respuesta a semejante concepto de Dios, le puso por título «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». En la primera parte de su exposición bíblica, Thomas cita varios pasajes del Nuevo Testamento. De ahí pasa al Antiguo Testamento, del que se vale con maestría para desarrollar el siguiente argumento teológico con el que le pone punto final al asunto: «Dios no habría destruido las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra si allí se hubieran encontrado sólo diez justos (Génesis 18:32). ¿Acaso los que creen que el ataque terrorista representaba el juicio de Dios piensan que había menos de diez personas justas en Nueva York y en el Pentágono cuando se estrellaron esos aviones contra aquellos edificios? »Dios permite que ocurran cosas malas a pesar de que Él, por naturaleza, sólo hace el bien y saca de lo malo algo bueno. ¿Cómo sabemos esto? ... El Salmo 5 dice: “Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo.” José, a quien sus hermanos habían vendido como esclavo y sin embargo llegó a ser el brazo derecho del faraón y el proveedor de alimento a los hambrientos, les dijo a sus hermanos: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20). »En Génesis 18:25, Abraham intercede por la vida de los habitantes de Sodoma. En sus esfuerzos por lograr que Dios perdone a esa gran ciudad, Abraham dice algo importante acerca del carácter de Dios que tal vez debieran considerar aquellos que creen que Dios ha castigado a los Estados Unidos de América mediante un ataque terrorista: “¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?” »Claro que sí hará justicia. El mal existe, pero su autor no es Dios. El mundo está perdido y ocurren cosas malas. Pero Dios ha provisto la forma de que nosotros, simples seres humanos, seamos restaurados si le prestamos atención.»1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Cal Thomas, “When calamity is deemed divine,” The Washington Times, 19 septiembre 2001.
El 19 de septiembre de 2001, apenas una semana después del ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, el periodista estadounidense Cal Thomas, en su columna publicada a nivel nacional, se pronunció acerca del tema en un artículo titulado «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». He aquí la primera parte de su comentario: «... Dos dirigentes religiosos... dieron a entender que los ataques terroristas de la semana pasada se debieron al juicio de Dios.... »Pero... no son ellos los primeros en vincular el castigo divino a acontecimientos temporales. Abraham Lincoln dijo que la Guerra Civil estadounidense se debió a la esclavitud y a que los Estados Unidos de América se habían olvidado de Dios y estaban intoxicados de un éxito ininterrumpido, y se sentían demasiado orgullosos como para orar al Dios que nos creó. Alejandro Soljenitsyn dijo que el comunismo ahogó a la Unión Soviética durante siete décadas porque su pueblo se había olvidado de Dios. »En la medida en que las calamidades, ya sean naturales o provocadas por los seres humanos, nos llevan a la reflexión y a reorganizar la vida de tal modo que ese mal nos impulsa a hacer el bien, hasta el horror [del 11 de septiembre] puede tener efectos redentores y de ese modo personas inocentes no habrán muerto en vano.... »Hay quienes creen que los Estados Unidos de América es una nación especial, escogida por Dios para recibir una bendición excepcional. Eso es idolatría.... En Isaías 40, Dios dice que a sus ojos todas las naciones son como “una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza”, pues “no son nada”. Esta afirmación es motivo de humildad y no de fanatismo religioso. »Hay otros interrogantes. Cuando el apóstol Pablo visitó la antigua ciudad de Corinto, prevalecía una inmoralidad desenfrenada. El culto a Afrodita fomentó la prostitución en nombre de la religión. En determinado momento, según [la edición de estudio de] la Nueva Versión Internacional de la Biblia, “mil prostitutas servían en su templo”. ¿Acaso no bastaba ese estilo de vida para que Dios enviara un meteorito que arrasara la ciudad? Sin embargo, a pesar de semejante maldad, Dios no envió su juicio sino que envió a su Hijo en el acto de amor más grande que jamás se haya visto. “Cuando todavía éramos pecadores”, dice la Sagrada Escritura, Dios envió a Jesucristo a morir por nosotros (Romanos 5:8). »Si bien ese mismo Libro sagrado trata acerca de un juicio final en el que todo el mundo tendrá que comparecer ante Dios, así como advierte sobre las consecuencias inmediatas del pecado —desde la enfermedad física hasta la angustia emocional y la muerte—, también dice que Dios “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).»1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Cal Thomas, “When calamity is deemed divine,” The Washington Times, 19 septiembre 2001.
(2o. domingo de septiembre: Día de los Abuelos en Puerto Rico) Era una tarde nublada del 19 de octubre de 2019. Habían transcurrido veintiocho años desde que adoptamos a nuestro hijo Josué a los once años de edad. Su madre biológica era puertorriqueña. Si no hubiera sido por eso, es probable que no lo habríamos adoptado, ya que habíamos puesto la condición de que tuviera sangre hispanoamericana. Ahora yo tenía la dicha de acompañar a su hijo Zachary, nuestro nieto, a un partido de fútbol estadounidense. Es que esa tarde de octubre jugaba como local la Universidad de Miami, donde estudiaba él, becado por haber prestado el servicio militar durante cinco años. Antes de abordar el autobús que lleva a los estudiantes al estadio, mi nieto Zach me mostró con merecido orgullo el hermoso plantel de la universidad. Cuando llegamos al estadio, aprovechamos una merienda típica que se les sirve gratis a los estudiantes antes del partido. A mediados del juego, el doctor Julio Frenk, rector de la universidad, comenzó a subir por los escalones precisamente por el pasillo donde estábamos sentados nosotros. Zach no se dio cuenta, y yo no habría reconocido al doctor Frenk de no haber sido por una mujer amable que nos informó que él estaba por pasar y ofreció sacarnos una foto con él, asegurándonos de que él se detendría para tomar la foto si se lo pedíamos. Zach sí lo conocía y lo tenía en alta estima, así que se lo agradecimos mucho a la mujer. En efecto, el rector Frenk se detuvo, nos saludó muy cordialmente luego de que Zach me presentó como su abuelo que estaba de visita, y permitió que la mujer nos tomara la foto. Perdimos el partido, pero nos divertimos mucho, creando un recuerdo que conservaré como un tesoro el resto de mi vida. Y por si todo eso fuera poco, esa noche los dos tuvimos el gusto de disfrutar de una rica cena cubana con Luis Bernal Lumpuy, mi gran amigo y colega desde hace treinta y cinco años. Tengo que confesar que, cuando eso sucedió, yo no estaba enterado de las impresionantes credenciales del doctor Frenk: eminente médico cirujano; ex Decano de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Harvard; ex Asociado Principal en el Programa de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates; ex Secretario de Salud de México; ex Director Ejecutivo encargado de Pruebas Científicas e Información para las Políticas en la Organización Mundial de la Salud con sede en Ginebra, Suiza; y ex Director General Fundador del Instituto Nacional de Salud Pública de México, entre muchos otros logros y títulos que ostenta. Cuatro de los veintitrés libros que ha escrito hasta la fecha son novelas para niños y jóvenes que explican el funcionamiento del cuerpo humano. Gracias a Dios, al igual que el doctor Frenk, al subir por el pasillo de nuestra vida Él, como nuestro Médico Cirujano divino, está dispuesto a detenerse y a tomarse una foto con nosotros. Pero conste que luego de ese momento trascendental en que llegamos a conocerlo personalmente, Dios, quien nos creó a todos, está también dispuesto a caminar a nuestro lado el resto de nuestra vida. Sólo que, para que eso suceda, somos nosotros a quienes corresponde dar el permiso.1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mi 6:8; Mt 28:20; Jn 1:35-51; Ap 3:20
«Gustavo, mi querido Gustavo... ¡qué cosas tan tristes y desgarradoras han pasado desde que no estás tú...! »Escribo esto para ti, con el corazón enlutado, presa de una tristeza angustiosa, inmensa, indecible,... y quiero que sepas todo, todo lo que ella me dejó dicho para ti. »He llorado y sufrido tanto, Gustavo, que secos, casi sin lágrimas, están mis ojos, y mi corazón marchito... »¡Ay, Dios mío! ¡Ay, nuestra Blanca, nuestra adorada Blanca para siempre ida... a quien tanto amamos y que tanto nos amó! ¡Cómo me duele el corazón al acordarme de mi inolvidable amiga!... »Con fiebre, y ya gravemente enferma, [Blanca] llegó a casa de su aya, la viejita Mauricia, que tú conoces. El doctor Gámez fue a verla y a prestarle sus servicios como médico y como amigo.... »El pesar que le causó tu separación, los ultrajes recibidos y el aire frío y húmedo que azotó su rostro después de haber sufrido y llorado tanto, agravaron a Blanca.... »[Su] estado... empeoraba cada vez más.... El doctor Gámez no ocultaba su desesperación, viendo que las medicinas no hacían el efecto [deseado] y que ella se agravaba de manera alarmante. »Un día la encontré más triste que nunca; había llorado mucho…. La estreché [entre] mis brazos largamente y... lloré con llanto inconsolable... »“¡Cuán desgraciada soy! —me dijo—. Aun en mi soledad me persigue la calumnia... ¡Al borde del sepulcro, soy mancillada!... »... ”¡Ah, Gustavo [—exclamó Blanca—], si supieras hasta dónde han perseguido y lastimado a la que no tiene más crimen que amarte, que haberse conservado pura entre tanta inmundicia...! ... He preferido el sacrificio de mi vida al de mi honor;... porque antes que el vicio dorado he querido la pobreza humilde, pura, consagrada a mi amor, a mi corazón y a mi conciencia; a ti, Gustavo... ¡Oh, religión...! ¡Oh, justicia...! ¡Oh, caridad...! Y el Cristo,... ese Cristo que ensalzan como modelo de caridad y de justicia, ¿por qué permite que pasen cosas tan abominables en este mundo? ¿Por qué deja que muera mancillada la inocencia y que viva, triunfante, la maldad...? ¡Oh, misterio, impenetrable misterio...! ¡Oh, caos, profundo caos!...” »Y como si ella misma sintiera ese caos que invocaba, dobló su cabeza y cerró los ojos.»1 Con esta carta que lee Gustavo, escrita por su prima, termina el trágico romance entre Blanca y Gustavo creado por la novelista hondureña Lucila Gamero de Medina en su obra clásica titulada Blanca Olmedo. Pero ya que, al parecer, las interrogaciones retóricas de Blanca Olmedo al final de su vida reflejan una válida inquietud personal de la autora misma,2 con mayor razón merecen respuesta. ¿Por qué permite Cristo que pasen cosas tan abominables en este mundo? Porque si hubiera decidido no permitir que tales cosas pasen, habría tenido que crearnos sin la libertad de tomar decisiones propias, tanto las que nos ocasionaran la mayor dicha como las que nos causaran la más dura pena. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Lucila Gamero de Medina, Blanca Olmedo (Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2008), pp. 326-29. 2 Ibíd., Prólogo, pp. 9,16. Según lo que escribió la autora en su Autobiografía en 1949 y en una página previa al inicio de la novela misma, podemos deducir que Blanca Olmedo contiene un marcado elemento autobiográfico, hasta en lo que atañe a sus inquietudes de carácter religioso.
«Mi tía Rogelia vive en la calle del Olvido No. 101. Regordeta y rellenota de carnes y de ideas tétricas y apocalípticas, es sin embargo una de las madres modelos en esta sucia y dichosa ciudad de San José. Siete veces bendijo Dios su matrimonio, y mis siete primas representan esas siete bendiciones. »¡Qué lástima que la juventud no sea eterna! Por desgracia, mis primitas fueron jóvenes, y la menor (veintisiete años) es ya una juventud en conserva. La mayor colea los cuarenta, y entra en los helados confines de la vejez: y a todo esto, ni un marido que se presente.... »¡Pobre tía Rogelia, presidiendo semejante regimiento de solteronas! Sí, la palabra es dura, pero exacta. Mis primas representan en sus dolorosos extremos las tres clases conocidas hasta aquí de solteronas. En ese calvario hay tres estaciones. En la primera, la paciente es aún amiga de la humanidad, porque aún conserva alguna esperanza de un matrimonio in extremis. En la segunda, adiós a los hombres y sus engaños. El fuego sagrado del corazón es empleado y consumido en una lora, un gato o un perrito. Los efluvios de su alma, no comprendidos ni aun quizás apercibidos por ese animal sin plumas que se llama el hombre, han encontrado un ser peludo, emplumado o escamado, que las comprenda, las quiera y las acaricie. En la tercera época solteril, ya no son bastantes los cariños de Coscolina, ni los brincos del [perrito] Cook. Las monerías de la gatilla Filis no hacen ya sonreír a su desventurada dueña. El amor que es reconcentrado y abstracto en la solterona de tercer grado es, pues, esencialmente devoto y religioso. »Para mis primas, todo joven que visita una casa, es o novio o seductor de alguna hija de la misma. Para ellas ningún matrimonio se hace por amor, sino por interés, u obligados por las circunstancias. Toda mujer bella o graciosa es tonta o coqueta; los hombres que no las atienden son mal educados, y si esos mismos hombres atienden a otras, es con malos fines. En una palabra: son mis primas las siete plagas de Egipto; las siete peores vecinas; y aunque en cada familia se encuentran tipos semejantes o parecidos, es de esperarse, para la tranquilidad pública, que no todos tengan las abundantes dotes que adornan a las hijas de mi tía Rogelia.»1 ¿Quién hubiera pensado que un estadista y magistrado de la talla de don Manuel Argüello Mora de Costa Rica fuera capaz de describir por escrito, de una forma tan transparente, a miembros de su propia familia? Tal vez se deba a que lo hizo bajo el seudónimo de Simplicio Cucufate. Fue así como publicó una serie de ocho cuadros en la revista «Costa Rica Ilustrada» en 1887, poniéndole por título general «Mi familia».2 Menos mal que Dios no juzga así a las solteronas del mundo, generalizando y exagerando a propósito al referirse a ellas. Más bien, «el Señor es compasivo y justo —dice el salmista—; nuestro Dios es todo ternura».3 De ahí que a toda mujer considerada solterona, Dios le dice, al igual que a las viudas y a los huérfanos: «Si te quejas ante mí, yo atenderé a tu clamor, pues soy un Dios compasivo.»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Manuel Argüello Mora, Obras literarias e históricas, 1a. ed. (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1963), pp. 408‑10. 2 Ibíd., p. 405; Simplicio Cucufate, «Mi familia, Parte 2a.: Los hijos de doña Rogelia», Costa Rica Ilustrada, San José, 22 octubre 1887, pp. 133-35. 3 Sal 116:5 4 Éx 22:22,27
(Natalicio de Luis Bernal Lumpuy) Los siguientes versos compuestos por un autor desconocido, y que tradujo del inglés el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy, llevan por título Historia de una oveja perdida: Mucho amaba el pastor a su ovejita, y siempre la cuidaba con ternura... Con mirada amorosa la seguía mientras ella saltaba en la llanura. Al sentarse junto al rebaño que cuidaba que dócilmente su voz obedecía, pensaba con tristeza en su ovejita, la que una y otra vez se le perdía. Es cierto que la ovejita cariñosa adoraba a su pastor sin una queja, pero a veces se apartaba del camino como a menudo hacen las ovejas. A su amada ovejita extraviada llamábala el pastor con tierna voz: “Vuelve, pequeñita, porque no estás segura a menos que estés donde estoy yo.” Pero pronto la ovejita se olvidaba y se le descarriaba irreflexiva, y sin darse cuenta de sus actos, del lado del pastor pronto se iba. Hasta que un día, con bondad y tino, tomó el pastor su vara con firmeza, y lo que Él hizo entonces parecía algo cruel a los ojos de la oveja. Tan fuerte fue el golpe de la vara que le quebró una pata a la ovejita, y la dejó cojeando por el prado donde antes saltaba espigadita. Entonces, extenuada, adolorida, de rodillas cayó, y en la quietud contempló a su pastor como diciendo: “¿Quisieras explicarme tu actitud?” Vio el amor en los ojos del pastor que bañaban de lágrimas el rostro, mientras con ternura le sanaba las fracturas de su hueso roto. Al sentirse desamparada por completo, sin poder siquiera levantarse, se entregó sin reservas en los brazos de su pastor, donde podía arrobarse. Después, día tras día, hasta que fue sanada, se mantuvo alejada del rebaño, llevada en los brazos del pastor y acunada y protegida como antaño. El pastor con cariño susurraba palabras a su ahora atento oído... Estaba escuchando la dulzura que las otras ovejas no han sentido. Sintió el afecto del cordial abrazo que le dio el pastor de corazón sincero... Y fue para su debilidad y su quebranto como una nueva bendición del cielo. El pastor satisfizo plenamente cada necesidad de la ovejita, que aprendió al fin en su dolor y angustia una enseñanza que nunca olvidaría. Por fin su hueso roto fue sanado, y una vez más anduvo saltarina... Adondequiera que el pastor guiaba, la ovejita alegre lo seguía. . . . . . . . . . . Las cuerdas del amor la ataron tanto en su hora de dolor y de amargura que ya no quiso apartarse de los brazos que una vez la sanaron con ternura. Tal vez te sientas quebrantado hoy, y no entiendas por qué fuiste golpeado por la vara de un Pastor tan amoroso. ¿Será que no crees que vino de su mano? Él sólo trata, con ese tierno golpe, de apartarte del bullicio por un tiempo, acunarte en sus brazos amorosos y acercarte a su regazo con su ejemplo. Observa la mirada del Pastor amante, y busca su rostro con amor y anhelo... Prueba en la hora del quebranto el poder de su gracia y su consuelo. Cuando en sus brazos tiernos te refugies y sientas cada día su mano fuerte, ¡con sus cuerdas de amor te atará el alma para que nunca vuelvas a perderte!1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Autor desconocido, «Historia de una oveja perdida», traducción del inglés «Story of a Straying Lamb» de Luis Bernal Lumpuy, 1998.
«Ella nunca pudo recordar la discusión ni su propio alegato. La voz de él, de eso sí estaba segura, la invadió con [insultos, llamándola] depresiva, repulsiva, compulsiva, negativa... egoísta, individualista, materialista, majadera [y] aventurera.... [Y] recordaba... el portazo con que se fue para siempre.... »Empezó a recuperarse lentamente porque [junto con] los ejercicios de autoconfianza, afirmación y “yo puedo salir adelante sola”, se [manifestaban] muy fuertes los otros de rencor, de revancha, de desdén y de «a mí no me puede hacer esto». La fueron aliviando las pastillas de... la dulzura con que contaba las atrocidades del monstruo, a quien, después de darle todo, se largó con una cualquiera. Pronto se dio cuenta de que su historia era idéntica a la de miles de mujeres [con] caras ajadas y tristes.... »Un día contó que él había vuelto humilde y arrepentido, seguro de que ella era la única. Inventó salidas y encuentros... acercamientos y cortejos. Compró ropa nueva, apareció con regalos, cambió de peinado, acentuó el maquillaje [y] adquirió un lenguaje pintoresco.... Dejó definitivamente de quejarse de los hombres. Tenía tanta suerte: el suyo era ideal. »Después de que lo instaló de nuevo en la casa, pasó por una larga etapa de aprendizaje para ser habilidosa y amable... para ser feliz... y desalojar todo lo amargo. »... Sólo hubo cabida para lo perfecto: la sonrisa sincera, el regocijo de la compañía, la conversación afirmativa, la mirada directa y profunda. »... Lejos [quedaron] el pleito, la llamada de atención, el gesto brusco, el reproche.... Logró establecer una comunicación perfecta, ese adivinar [de] los gestos de que hablan las recetas del amor.... Los gastos se redujeron, las comidas se simplificaron... la limpieza se facilitó y desaparecieron las largas jornadas de sospechas [e] indagaciones.... Él simplemente estaba ahí y no se iría jamás.... »Todo iba perfecto porque... estaban juntos con su mejor y más brillante sonrisa de espejo, aunque a ella le preocupaba la insignificancia de ese hombre feo, sin la menor gracia, carente de ingenio... poco emocional, salvo cuando se enfurecía y la insultaba.... Ahora ella no le permitía enojo, ni furia ni resentimiento alguno porque [ella] dirigía la escena, era capaz de embellecerlo y amarlo, de cortejarlo... manipuladora de lo ya ajeno, encerrada dentro de sus hábitos y manías de crear un edén para el desdén.»1 Así resuelve su difícil situación la mujer anónima del cuento «El edén del desdén», publicado por la escritora costarricense Carmen Naranjo en su obra de cuentos titulada Otro rumbo para la rumba. Lamentablemente es propio del caso el que aquella protagonista de la historia se diera cuenta de que «su historia era idéntica a la de miles de mujeres». Pero ¿acaso hay alguna solución aparte de «crear un edén para el desdén»? Sí, la hay. La clave es que cada hombre que vive con una de esas mujeres descubra que el plan divino es que él se case y llegue a ser un solo cuerpo con su esposa, y que ella lo respete, consciente de que él la ama al extremo de estar dispuesto a dar la vida por ella.2 Así, juntos crearán un paraíso en su hogar, en el que florezcan el cariño y el aprecio mutuo. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Carmen Naranjo, «El edén del desdén», Otro rumbo para la rumba (San José, Costa Rica: EDUCA, 1989), pp. 167-71. 2 Ef 5:25-33
«Sólo conocía a los hombres en su momento más deshumanizado.... [en] que no tomaban de ella sino el instante de su sed, como un jarro de agua de la laguna.... »Pero, en un momento imprevisible para todos, la inconcebible regeneración comenzó.... Nadie volvió a traspasar la estera. Pero nadie creyó en su voluntad de purificación. De nada le valió. El pasado impuro y cercano la tenía presa en su jaula como a una cotorra.... Salu’í seguía siendo para todos la [prostituta] de la laguna.... La iban a expulsar del campo.... [Pero] en eso cayó la guerra, y la evacuación de la población civil salvó [del destierro] a la pecadora.... »Al día siguiente entró a trabajar en el hospital.... Y ahora estaba allí... en medio de repentinos fogonazos. »Todo el convoy se ponía en movimiento con un apuro ciego y desordenado.... »[Algún tiempo después], a media mañana, los camiones llegaban a un nuevo cañadón.... »—La entrada [al temido paso] Garganta de Tigre.... »Ahora se escuchaba más cercano el intermitente cañoneo... »—¡Avión enemigo!... »Un júnker..., al descubrir el convoy, [bajó en picada] sobre él con un poderoso rugido ametrallándolo a quemarropa.... Un aguatero y el furgón sanitario forcejeaban para desprenderse de las huellas, pero ya el avión volvía en una pasada rasante escupiendo fuego, y lanzando ahora también una bomba, que cayó sin explotar cerca del sanitario. Sus tripulantes saltaron enloquecidos y huyeron hacia el boscaje. El camillero cayó tumbado por la ráfaga. El camión aguador estaba inmóvil en la cuneta. A través del parabrisas hecho añicos, se veía al conductor caído de bruces sobre el volante, la cabeza empapada por la sangre.... »Aquino tendió de repente su brazo hacia el sanitario. »—¡Miren eso! »Entre las ruedas se veía un bulto oscuro y cilíndrico. Era la bomba que había caído sin estallar. »—¡Puede reventar en cualquier momento!... »En un súbito impulso, Salu’í salió [disparada] hacia el furgón. Su decisión fue tan rápida, que Aquino nada pudo hacer para impedirla. Sólo alcanzó a gritarle: »—¡No vayas! ¡Es peligroso! »Ella siguió corriendo sin hacerle caso y llegó al vehículo.... Rebuscó en el interior... Sacó un botiquín de primeros auxilios, cargó en un brazo medicamentos, paquetes de venda, todo lo que pudo, y regresó a escape hacia el bosque, en momentos en que el avión hacía una nueva pasada ametrallando el abra. La rápida estela de nubecitas de polvo cruzó mordiendo el camino muy cerca de ella.... »Los camioneros estaban asombrados.... »—No acaba uno de conocer a la gente —dijo... Silvestre [más tarde]...— Creí que lo tuyo era un capricho no más.... ¡Estás naciendo de nuevo, Salu’í!1 Así narra el autor paraguayo Augusto Roa Bastos, en su novela Hijo de hombre, uno de los episodios de la Guerra del Chaco con Bolivia, guerra en la que él mismo participó como voluntario a la edad de catorce años. Gracias a Dios, a Él no le tenemos que comprobar que nos hemos regenerado para tener su aprobación. Al contrario, como Dios no envió a su Hijo Jesucristo al mundo para condenarnos sino para salvarnos, nos trata como trató a la mujer sorprendida en adulterio a quien los fariseos querían apedrear. Al pecador arrepentido Dios lo acepta tal como es, lo regenera Él mismo mediante el nuevo nacimiento espiritual y le dice que no vuelva a pecar.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Augusto Roa Bastos, Hijo de hombre (New York: Penguin Books, 1996), pp. 228-43. 2 Jn 3:3-17; 8:1-11
«En la estación había mucha gente esperando.... »[Ana y José] subieron [al autobús]... ante el grupo de gente que entre gritos y empujones trataban de subirse.... »—¿Qué se le va a hacer? —[dijo] José... —. Nunca he podido irme sentado; siempre que pasa por aquí viene lleno. »Por una ventanilla del autobús, que aún seguía detenido, apareció el ayudante que, mientras señalaba, gritó: »—¡Hey! Ese chavo de camisa azul, ¡córrase... córrase!... »Un señor trataba de irse al fondo. Caminó por donde Ana y José, luego donde una señora, a la que sin intención machucó. La señora dio un brinco y, en voz muy alta, dijo: »—...El de abajo es el mío, fíjese... »—Disculpe, no fue mi intención —respondió el señor, muy apenado.... »—¡Vámonos, que ya es tarde! —gritó alguien desde los últimos asientos. »—Si se quieren ir, ¡córranse, pues! —gritó el ayudante desde afuera.... »[Luego, dirigiéndose al conductor, dijo:] »—¡Hey, apagá... que esta gente no se quiere correr!... »Éste apagó el bus y, [mientras miraba por el retrovisor y encendía un cigarrillo, amenazó]: »—¡Se corren... o aquí vamos a amanecer!... Yo no tengo urgencia.... »La gente iba muy apretada; algunos colgaban de la puerta del autobús. El conductor dio unas instrucciones más, luego encendió el motor. »—Vaya, dale, vos, ponele que ahí viene la siete cuarenta y cinco —gritó el cobrador. »Empezaron a avanzar lentamente. Otro autobús se aproximaba a la estación.... »... Un joven de camisa blanca y corbata negra..., muy asustado, miró a la señora que iba a la par, y dijo: »—Por favor, doña, agarre esa gallina, que me va picoteando. »La señora, sin decir palabra, cumplió la petición.... »—¡Próxima, próxima! —gritaba un señor que venía al fondo—. ¡Próxima! ¿Para dónde... me llevas? »El autobús se detuvo tres cuadras después de la estación. »—¡Bájele... bájele: Pasaje, pasaje en mano el que baja! »—... ¿Querés que pague? ¿Acaso yo me bajaba aquí?... »El cobrador sonaba unas monedas. »—¡Pasaje! —dijo a uno que venía colgado de la puerta. »—...Esperate... ¡Vos querés que me mate por veinte centavos!... »—¡Pasaje! —dijo a una señora que venía de pie. »—No... te debería... pagar —[contestó] ella—; ¡tanto que se tardan y una aquí como idiota viene parada! »—¿Y acaso es el asiento el que paga? Se paga el viaje, pero no el asiento —contestó algo molesto. »[En eso] llegaron a la siguiente estación....»1 ¡Con ese viaje en autobús sí que nos identificamos muchos de nosotros, sobre todo los que vivimos en una de las metrópolis de nuestra querida Iberoamérica! Quien la relata es el autor hondureño Roberto Quesada, en su obra de cuentos titulada El desertor. Menos mal que Jesucristo, el Conductor divino, al morir en la cruz por nuestros pecados, pagó tanto el viaje como el asiento de cada uno de los pasajeros que vamos con Él rumbo a la vida eterna por el camino de la vida plena.2 Pero conste que Él nos advierte en la Biblia, su Guía de Transporte, que es angosto el camino que conduce a esa vida, y que son pocos los que la encuentran.3 Más vale, entonces, que abordemos ese autobús cuanto antes, para que podamos comenzar de una vez a disfrutar de ese viaje sin igual con destino a la estación final. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Roberto Quesada, El desertor (Cuentos), «El loco de la calle Herrera» (Tegucigalpa, Honduras: Litografía López, 2008). pp. 119-24. 2 1P 1:18-19; Jn 10:10 3 Mt 7:14
En este mensaje tratamos el caso de una adolescente que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue: «Tengo quince años. A mí me gusta entrar al chat. En una de esas, conocí a un chico que me pidió que fuera su novia, y yo acepté. Ese mismo día nos conocimos. Él me pidió tener relaciones íntimas, y yo accedí. Esto lo hice porque me sentía sola. Luego de eso, me sentí mal. Había fallado a Dios y a mi familia. »Creo que Dios jamás me perdonará y que no merezco el amor que Él me da. No sé cómo alcanzar el perdón de Dios.» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »¡Cuánto lamentamos tu situación! Aprendiste demasiado tarde que hay algunas decisiones a las que no se les puede dar marcha atrás. Jamás podrás volver a ser virgen, y por eso estás tan apenada. »A pesar de las imágenes sexuales que nos rodean, los programas de televisión y las películas, la pornografía en la Internet, y la proliferación de actividad sexual entre adolescentes, en lo profundo de tu ser ahora reconoces que entregaste algo muy valioso. Y como no hubo sentimientos de amor de por medio, no pasó mucho tiempo sin que te dieras cuenta del terrible error que cometiste.... »Sin embargo, ¡tenemos buenas noticias para ti! Dijiste que les fallaste a Dios y a tu familia, y que ya no mereces el amor de Dios. Tienes razón. Pero es igual para todo ser humano. Todos les hemos fallado a Dios y a nuestra familia, y ninguno de nosotros merece el perdón.1 Es por eso precisamente que Dios el Padre tuvo que entregar a su único Hijo Jesucristo para pagar el precio por lo que hemos hecho. Por eso Cristo tuvo que morir en la cruz. ¡No lo merecemos! ¡Pero Él lo hizo por nosotros porque nos ama!2 Cuando le pidas perdón, Él te perdonará. Quedarás completamente limpia y sin pecado.3 »... Te recomendamos que nunca más chatees con desconocidos por Internet. Con todo y el gran error que cometiste, debes estar agradecida de que aquel tipo no resultó ser un homicida. Chatear por Internet es una actividad muy peligrosa. Casi a diario sabemos de casos en los que alguien fingió ser otra persona a fin de cometer un delito, incluso un asesinato. Te rogamos que te comuniques únicamente con personas a las que conozcas, y que nunca accedas a encontrarte con un desconocido por ninguna razón. Con el tiempo, comprenderás que hay hombres perversos que están al acecho en la Internet, a fin de aprovecharse de la ingenuidad de muchachos y de jovencitas como tú. »En cuanto a la soledad que sientes, has aprendido que puede llevarte a tomar malas decisiones. Haz planes para reunirte con otras personas en un ambiente seguro. Hazte miembro de un club o de un equipo deportivo o de un grupo de jóvenes. Dona tu tiempo como voluntaria en una obra de caridad o en un hospital. Tal vez no suceda de inmediato, pero tarde o temprano conocerás a personas como tú con las que podrás cultivar una amistad confiable. »¡Mantente a salvo y protegida! »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace que dice: «Caso 131» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 3:23 2 Jn 3:16 3 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Cuando tenía seis años, mi hermano y yo sufrimos abuso sexual [por parte de un tío]. Otros muchachos nos incitaron a abusar sexualmente de nuestra hermana, pero no lo hicimos. »Luego, cuando tenía diez años y mi hermano entre ocho y nueve, caímos en una práctica de incesto, pero al tener uso de razón nos dimos cuenta de lo grave que fue lo que hicimos. ¿Creen que Dios pueda perdonarnos? Este pecado ha traído mucho dolor y vergüenza.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Cuando su tío abusó de usted, lo expuso a algo que no debió haber aprendido a tan temprana edad. No obstante, después que usted fue víctima de esa terrible conducta, fue casi inevitable que la imitara o simulara repetirla usted mismo.... »Sin embargo, cuando a niños inocentes se les expone a la actividad sexual, ya sea como víctimas de abuso o viéndola en la vida real o en las películas, con frecuencia esos niños comienzan a simular lo que han visto. No se debe a que tales niños sean malvados; se debe a que esa es la naturaleza del desarrollo infantil.... »Dios, quien nos creó, también planeó que tuviéramos una década, más o menos, para poder practicar la vida antes de llegar a ser eternamente responsables de los errores que cometiéramos. Durante ese lapso de tiempo, el cerebro se desarrolla por etapas, según el acreditado psicólogo del desarrollo humano Jean Piaget. Antes de los siete años aproximadamente, los niños no tienen la capacidad de distinguir por completo entre lo verdadero y lo imaginario. A partir de los siete años hasta más o menos los once, los niños son capaces de comprender las cosas que pueden tocar y ver, pero sólo gradualmente comenzarán a desarrollar la capacidad de comprender lo abstracto, tal como las consecuencias del bien y del mal. »¿Acaso el Dios que lo creó a usted, el mismo que creó el proceso del desarrollo del cerebro, no comprendería cuando usted simuló lo que había aprendido? Claro que sí comprendió, y por eso no lo considera a usted responsable de lo que su cerebro no podía asimilar. »El apóstol Juan escribió que si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdonará esos pecados.1 Desde luego, la confesión requiere sentir verdadero remordimiento por lo que hemos hecho. Usted ha manifestado que siente mucha vergüenza por lo que hizo, aunque ahora sepa que Dios no lo consideró responsable durante esa etapa del desarrollo de su cerebro. De modo que la respuesta a su pregunta es que sí, yo sé que Dios lo ha perdonado por cualquier cosa de la que pudo considerársele responsable.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 856. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9
(Antevíspera del Día del Abuelo en Argentina) «Esta mañana iba sentado en el autobús que me lleva de Alajuela a San José, cuando entró una jovencita acompañada de un campesino que, al parecer, era su abuelo. Ella ocupó un asiento vacío detrás del mío, y le dijo a su acompañante que se sentara en el que estaba a mi lado.... »Este campesino era sumamente rústico.... Su rostro revelaba una vida de trabajo rudo bajo el sol, y su fisonomía no era nada agradable. Andaba sin afeitarse, con las uñas sucias, aunque con ropa aseada. Llevaba un sombrero que acentuaba su origen. Miraba nervioso a todas partes y se agarraba del asiento como el que nunca ha montado en autobús.... Huyéndoles a las personas del pasillo, se acercaba demasiado a mí, y casi me tocaba la cabeza con el ala de su sombrero. Me sentí molesto. »En medio de mi desagrado, sentí un toque del cielo.... Se me ocurrió que aquel campesino bien pudiera haber sido uno de mis abuelos, a quienes nunca conocí, y que eran campesinos como él, y tal vez igualmente rústicos. Antonio y Rafael, que así se llamaban, nunca salieron del campo, y allí murieron relativamente jóvenes sin haber conocido a casi ninguno de sus nietos. Gastaron su vida bajo el sol, tras las yuntas de bueyes, y doblados al surco a fin de mantener a su familia. »Ese campesino también podía ser yo mismo si mis padres no se hubieran ido a la ciudad antes de yo nacer. Si hubieran seguido viviendo en el campo, ahora yo sería un rústico guajiro cubano.... »En ese momento el autobús pasó frente a un pequeño cementerio cerca del aeropuerto. Contemplé las cruces y pensé en la muerte. Me di cuenta de que, al final, tanto el cuerpo de ese rústico campesino costarricense como el de este guajiro cubano pulido por las circunstancias de la vida y bendecido por la misericordia de Dios van a ir al mismo sitio. Allí los gusanos no van a preguntar si sabíamos historia, literatura o psicología. A ellos no les importa si uno cultiva la tierra o si escribe versos. Se lo comen a uno de todos modos. Allí terminan el desprecio de los ricos por los pobres y la envidia de los pobres por los ricos. »Volví a mirar el rostro del campesino.... Lo vi un poco diferente. Era un ser humano a quien Dios ama. Era un hombre tan valioso como yo ante los ojos del Creador.... »Llegamos a la capital de Costa Rica. El autobús se detuvo.... ¡Qué bueno si me hubiera atrevido a saludar a aquel hombre de campo! Me hubiera gustado decirle aunque fuera: “Me llamo Luis. ¿Cómo se llama usted?” ... El campesino, sumamente nervioso, trató de ponerse de pie.... La jovencita que lo acompañaba lo sujetó y le dijo: “Espérese, don Luis.” »Y don Luis bajó casi de la mano por quien parecía su nieta. El otro Luis lo contempló por última vez, pidiéndole a Dios que bendijera a su tocayo....»1 Si bien muchos nos identificamos con el trasfondo y la experiencia que nos cuenta Luis Bernal Lumpuy en estas reflexiones, lo que más nos hace falta es tener esa actitud ante la vida, que lo lleva a concluir: «Volví a pensar en Dios, agradecido. Volví a darle gracias porque me ha permitido ver, tener y disfrutar de cosas que no vieron, ni tuvieron ni disfrutaron mis abuelos ni mis padres.»2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Bernal Lumpuy, «Hoy me acordé de mis abuelos», artículo inédito enviado al autor por correo electrónico en 1998 a modo de archivo adjunto, publicado en 2010 por Luis Bernal Lumpuy como uno de los capítulos de su libro Crónicas breves de un viajero cualquiera, pp. 13-14. 2 Ibíd.
(Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) Hace más de cinco siglos, el conquistador español Hernán Cortés «mandó hacer un banquete... en señal de alegrías de... haber ganado» en la toma de Tenochtitlan, la antigua capital del Imperio Azteca ubicada en la actual Ciudad de México. «Y para hacer la fiesta mandó convidar a todos los capitanes y soldados que le pareció que era bien tener [en] cuenta.... [Después] que habían alzado las mesas, salieron a danzar las damas que había, con los galanes cargados con sus armas, que era para reír...» Así describe en parte Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, aquella cena celebratoria que se dio el 13 de agosto de 1521. A continuación el acreditado cronista español nombra a las mujeres selectas invitadas, entre ellas María de Estrada, Beatriz Bermúdez de Velasco e Isabel Rodríguez.1 Aunque Isabel, al igual que María y Beatriz, sin duda tuvo que tomar las armas y combatir en las batallas en las que participó, particularmente durante el Sitio de Tenochtitlan, lo que la distinguió a ella fue el rol de médica que desempeñó. En 1520, Isabel y su esposo Miguel Rodríguez de Guadalupe se unieron a la expedición de Hernán Cortés y, después de las bajas sufridas durante la Noche Triste y de la victoria obtenida en la Batalla de Otumba, ella comenzó a coordinar y a entrenar a voluntarias entre las mujeres, tanto españolas como indígenas aliadas, con las que creó un cuerpo de enfermería para acompañar de continuo a los combatientes. Según el catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España, «como eran tan continuas las refriegas, salían de la una parte y de la otra muchos heridos, de tal manera que no había día que, especialmente de los indios amigos, no saliesen cientos heridos, a los cuales una mujer española, que se decía Isabel Rodríguez, lo mejor que ella podía les ataba las heridas y se las santiguaba “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios verdadero, el cual te cure y sane”, y esto no lo hacía más de dos veces, y muchas veces no más de una, y acontecía que aunque tuviesen pasados los muslos, iban sanos otro día a pelear... pues por mano de aquella mujer [Dios] daba salud y esfuerzo a tantos heridos...»2 ¡Con razón que doña Isabel tenía tanto éxito en la sanidad de sus pacientes! No pretendía que era la mano de ella la que sanaba sino la mano de Dios, a quien ella invocaba y atribuía toda cura y sanidad. Aquella médica abnegada sin duda recordaba cada vez lo mismo que recordaba el apóstol Pedro al referirse a la profecía de Isaías unos 700 años antes de la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz del Calvario: que Cristo fue herido por nuestras rebeliones y maldades, que hizo suyos nuestros pecados al sufrir y morir en nuestro lugar, y que sufrió esas heridas para que nosotros pudiéramos ser sanados. Sólo hace falta que clamemos a Él pidiéndole que perdone nuestros pecados y nos sane por completo, tanto física como espiritualmente.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1632, Manuscrito Remón, Crónicas de América-2 (Editor Digital: Himali, Conversión a pdf: 2018), pp. 849-50 En línea 23 febrero 2025. 2 Francisco Cervantes de Salazar, Crónicas de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXV, Edición digital (de Manuel Magallón) basada en la de Madrid, Atlas, 1971, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes En línea 23 febrero 2025; Manuel Orozco y Berra, Historia antigua y de la conquista de México, Tomo Cuarto, (México: Tipografía de Gonzalo A. Esteva, 1880), pp. 619-20 En línea 23 febrero 2025. 3 Is 53:5; 1P 2:24; 1Jn 1:9
(Víspera del Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) En el año 2012, el Museo Naval en Madrid, España, montó una exposición sobre las «Mujeres en la conquista y colonización de América». Según su propia presentación, la emprendió a fin de abordar «por primera vez la presencia y participación activa de la mujer en la conformación del Nuevo Mundo, un tema poco estudiado y mucho menos conocido. La mujer ocupó puestos destacados en la conquista de América.... Treinta mujeres acompañaron a Colón en su tercer viaje [y] más de 300 llegaron a Santo Domingo en el primer cuarto del siglo XVI.... »La mujer española del siglo XVI vivía supeditada a la tutela del varón y desprovista de toda relevancia intelectual. Su lugar era el hogar, donde ejercía de buena esposa y madre cristiana. Pero las españolas que emigraron a América escaparon a este rol femenino sobreponiéndose a un destino marcado. Arrancaron sus raíces para replantarlas en un mundo desconocido.»1 Una de esas mujeres era Beatriz Bermúdez de Velasco, conocida también como La Bermuda. Junto con su esposo, Francisco de Olmos, se unió al conquistador español Hernán Cortés después de llegar a México con la expedición de Pánfilo de Narváez en 1520. El catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar, en su Crónica de la Nueva España, describe textualmente cómo fue que La Bermuda ganó su reputación durante el asedio de Tenochtitlan: «Beatriz Bermúdez, que acababa de llegar de otro real, viendo así españoles como indios amigos todos revueltos, que venían huyendo, saliendo a ellos en medio de la calzada con una rodela de indios y una espada española y una celada en la cabeza... les dijo: “¡Vergüenza [de] españoles...! ¿Qué es esto que vengáis huyendo de una gente tan vil, a quien tantas veces habéis vencido? Volved... a ayudar y socorrer a vuestros compañeros que quedan peleando, haciendo lo que deben; y si no, por Dios os prometo de no dejar pasar [vivo a ninguno] de vosotros; que los que de tan ruin gente vienen huyendo merecen que mueran a manos de una flaca mujer como yo.” »Fue tal la vergüenza que sintieron los soldados españoles y el efecto de las palabras de Beatriz, que volvieron, hacia los enemigos, ya victoriosos, dando lugar a la batalla más sangrienta y reñida que jamás hasta entonces se había visto.... Finalmente, los españoles vencieron, poniendo en huida a los enemigos, siguiendo el alcance hasta donde los compañeros estaban peleando, a los cuales ayudaron de tal manera que todos salieron aquel día vencedores... de donde se entenderá lo mucho que una mujer tan valerosa como esta hizo y puede hacer con hombres que tienen más cuenta con la honra que con la vida, cuales entre todas las naciones suelen ser los españoles», concluye el cronista castellano.2 ¿Será posible que, en el fragor de aquella batalla, La Bermuda tuviera fresca en la memoria el relato bíblico en que el muchacho David hubiera querido así mismo arengar a los soldados israelitas amedrentados por el gigante Goliat?3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Museo Naval. Armada Española, «No fueron solos: Mujeres en la conquista y colonización de América», julio 2012 En línea 20 febrero 2025. 2 Francisco Cervantes de Salazar, Cronica de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXIX, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Edición Digital de Manuel Magallón basada en la de Madrid: Atlas, 1971) En línea 2 marzo 2025; Hispanopedia, s.v. «Beatriz Bermúdez de Velasco» En línea 20 febrero 2025. 3 1S 17
(Antevíspera del Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) «Para quienes consideren que los hechos de armas son y han sido tarea exclusiva de hombres... el caso de la andaluza (o quizás cántabra) María [de] Estrada reviste especial interés.» Así comienza Manuel Lucena Giraldo, reconocido historiador español especialista en la Historia de América, un artículo publicado en el Diario ABC sobre aquella mujer aguerrida.1 El conquistador Francisco de Estrada, hermano de María, había acompañado a Cristóbal Colón como grumete, de modo que es probable que en 1509, cuando Francisco regresó al Nuevo Mundo para instalarse de forma permanente, María haya viajado con él.2 Como por entonces ella tenía ya entre treinta y cuarenta años, sus compañeros le habrían de poner el sobrenombre de «La vieja». Después de llegar a Cuba y de casarse con Pedro Sánchez Farfán, María participó en combates en la actual Matanzas y, según el doctor Lucena Giraldo, «hasta es posible que su hermosura la salvara de morir, pues un cacique la tomó para sí... hasta que los españoles se recuperaron de la derrota y volvió con su marido a Trinidad, al sur de la isla.» De Cuba a Veracruz, y de ahí a la sangrienta batalla de Otumba y al asalto final de Tenochtitlan, hay varios testigos oculares que constatan el papel que jugó María de Estrada en la conquista de México, mostrando desde el principio una capacidad guerrera que incluía hasta la invocación del apóstol Santiago en los asaltos. Por ejemplo, el cronista español-tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo describe a María «con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuera, que a los propios nuestros ponía espanto». Así mismo, el catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar recuerda que, después de la mortífera «Noche Triste» en la que murieron cientos de españoles e indígenas aliados, cuando el conquistador español Hernán Cortés ordenó que las mujeres que formaban parte de sus tropas se quedaran a descansar en la ciudad de Tlaxcala, María le reclamó: «No es bien, señor capitán, que mujeres dejen a sus maridos yendo a la guerra. Donde ellos murieren, moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los españoles que hasta las mujeres saben pelear.»3 En lugar de sorprendernos, lo justo es que reconozcamos que, con ese arrojo, María de Estrada estaba siguiendo cabalmente el ejemplo de dos mujeres protagonistas del libro de los Jueces en la Biblia: la jueza Débora, que en calidad de comandante militar ordenó a su comandante Barac que atacara las tropas del general cananeo Sísara y lo acompañó porque él insistió que no iría sin ella; y Jael, la valerosa mujer que engañó a Sísara luego de vencido todo su ejército, y lo mató atravesándole la sien con una estaca, llevándose así la gloria de la victoria tal y como Débora había predicho que sucedería.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Manuel Lucena Giraldo, «María Estrada conquista México», Diario ABC, 4 agosto 2009 En línea 19 febrero 2025. 2 Wikipedia, s.v. «María de Estrada» En línea 19 febrero 2025. 3 Lucena Giraldo; Francisco Cervantes de Salazar, Cronica de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXVI, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Edición Digital de Manuel Magallón basada en la de Madrid: Atlas, 1971) En línea 2 marzo 2025. 4 Jue 4-5
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo un hermano a quien su esposa abandonó por maltrato físico y psicológico.... Ahora vive con otra mujer.... Él es machista y manipulador.... »Actualmente vivo en la casa de mis padres con él. Toda la vida él me ha maltratado verbalmente.... La última vez me agredió físicamente. He optado por mantenerlo siempre a distancia.... [Para mí es muy difícil] que él viva bajo el mismo techo, y por esa razón quiero irme muy pronto de casa, [aunque signifique] que debo dejar de cuidar a mi madre. No lo soporto.... ¿Será que no lo he perdonado?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Sentimos mucho lo que ha estado sufriendo. Ha sido herida emocional y físicamente por su hermano, y tiene pocas esperanzas de que él intente cambiar su actitud y su conducta. Vivir bajo el mismo techo está impidiendo que usted tenga paz en su propio hogar. Usted no lo menciona, pero sería normal que también hubiera sentido ansiedad en cuanto a lo que su hermano hará la próxima vez. »Creemos que es una buena idea que se mude de esa casa. Tal vez pueda elaborar un horario para visitar y ayudar a su mamá cuando su hermano no se encuentre, de modo que no tenga que lidiar con él. »Es obvio que usted reconoce que el no perdonarlo le haría más daño a usted que a él. Así que se pregunta si el deseo que tiene de alejarse de su hermano es señal de que no lo ha perdonado, a pesar de haberlo intentado. ¿Cree usted que el perdón genuino hubiera hecho que el comportamiento de su hermano fuera más tolerable? Si usted de veras lo hubiera perdonado, ¿cree que consentiría entonces con que él la maltratara? ¡No, claro que no! Perdonar sinceramente a una persona no significa que pudiera llegar a gustarle o a tolerar su comportamiento. Perdonar a su hermano no requiere que mantenga una relación con él. »Consideremos lo que enseñó el apóstol Pablo. Algunas de las enseñanzas de San Pablo se encuentran en las cartas que él le escribió a su discípulo Timoteo. Dos de esas cartas forman parte de la Biblia. En la segunda carta, Pablo le advirtió a Timoteo que se cuidara de un hombre llamado Alejandro. Al parecer, Alejandro había perjudicado de alguna manera a Pablo, y Pablo estaba preocupado de que Alejandro trataría también de perjudicar a Timoteo. Así que Pablo le advirtió a Timoteo que tuviera cuidado y que se protegiera de Alejandro.1 »San Pablo no dijo nada en cuanto a perdonar a Alejandro porque ese asunto no tenía nada que ver. Simplemente le advirtió a Timoteo que se alejara del peligro. »Eso mismo le aconsejamos a usted. Para su propia protección y seguridad, le recomendamos que haga todo lo que pueda para mantenerse alejada de su hermano.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 735. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 2Ti 4:15
(Víspera del Día Internacional de las Poblaciones Indígenas) Entre los indios chocóes, cuando fallece un niño los padres creen que su espíritu regresará. En vez de serles motivo de aliento o de consuelo, les infunde temor el regreso de esa indefensa criatura porque suponen que viene a llevarse a uno de sus hermanos. Y como si eso fuera poco, la presencia del espíritu de ese inocente ser querido implica que morirán, uno tras otro, los próximos hijos que nazcan. A esto se debe que le lleven a la tumba todos los objetos que han formado parte de su vida, tales como sus juguetes, utensilios y asientos. Además de pintarse todo el cuerpo, los trastornados padres cambian los vestidos que llevan puestos: la madre los cambia con una amiga y el padre con un pariente. Piensan que así el espíritu del pequeño no podrá reconocerlos, y por lo tanto no les hará daño. No pueden cambiar vestidos con cualquiera, porque las personas con las que cambian podrían sufrir personalmente o en su familia las consecuencias que los padres procuran evitar. Según los antropólogos Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda, es por esa razón que la madre cambia su faldellín con el de una mujer que ya no concibe o es estéril, y el padre su taparrabo con el de un anciano.1 ¡Qué triste es sumarle a la desgracia de la pérdida de un hijo el espanto de su reaparición con malas intenciones! La vida es cruel, ¡pero eso es el colmo! Es particularmente infeliz cuando se reconoce que Dios nuestro Creador nos desea todo lo contrario en semejantes circunstancias. Él envió al mundo a una indefensa criatura a que naciera en un pesebre, para que posteriormente muriera como nuestro inocente ser querido, clavado en una cruenta cruz. Ése que se hizo pequeño y murió por nosotros es su único Hijo, Jesucristo. Y los únicos hermanos que tiene somos los que por la fe aceptamos ser adoptados como hijos de su Padre, que sólo así llega a ser «el Padre nuestro que está en el cielo». Mediante su muerte ese Hijo de Dios nos salva de la muerte eterna. Viene otra vez a llevarse a sus hermanos, pero lo hace con el fin de darnos vida eterna a nosotros y a futuros hermanos que nazcan de nuevo al aceptarlo como su Salvador personal. Así queda enterrada la vieja naturaleza de nuestra vida pasada. A Dios no lo engañamos con cualquier cambio de indumentaria. Más vale que sigamos el consejo de San Pablo: que nos quitemos el ropaje de la vieja naturaleza y nos pongamos el de la nueva.2 Así cuando Cristo regrese, nos reconocerá y nos llevará a estar con Él y con nuestros seres queridos que ya estén con Él en gloria. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Javier Ocampo López, Supersticiones y agüeros colombianos (Bogotá: El Áncora Editores, 1989), p. 147, tomado de Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda, «Ciclo vital y chamanismo entre los indios del Chocó», Revista colombiana de antropología (Bogotá: Vol. XXV, 1984-85), pp. 114-15. 2 Col 3:5-11
(Aniversario de la Muerte de Rosario Castellanos en el Centenario de su Nacimiento) En la letra de la canción de Gabino Palomares titulada «La maldición de Malinche» —[la] «de brindar al extranjero nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan, nuestro dinero»—, el cantautor mexicano utiliza a la Malinche «como metáfora de la traición a la patria.... La canción remite, por supuesto, al personaje histórico de la Malinche, la mujer que sirvió de traductora [al conquistador español Hernán] Cortés, y presenta el malinchismo como una enfermedad que sufre el mexicano de ver al enemigo como amigo, de no prestar atención a la posible traición de la que se hace partícipe....» Así comienza la comunicadora social colombiana Natalia Roldán Rueda su tesis de Maestría en Literatura en 2012 de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, titulada: «Maldición de Malinche». «Pero al mismo tiempo — señala más adelante—, la Malinche ha sido identificada como la primera madre del mestizaje, con lo cual se hace imposible separarla de la descendencia actual.... »[En] El laberinto de la soledad, de Octavio Paz... la traidora se transforma... en la mujer violada, pero... responsable de las desgracias del pueblo que habita el antiguo territorio azteca.... Carlos Fuentes, [a su vez,] revisa la propuesta de [Octavio Paz] e intenta renovar la interpretación que se hace de la Malinche, pero... al final vuelve a responsabilizar a la indígena del surgimiento del mestizaje y de la destrucción del pueblo azteca. »[En cambio, la escritora mexicana Rosario Castellanos, en] la obra de teatro El eterno femenino... y su poema “Malinche”... plantea que la atribución de rasgos negativos a la Malinche no se debe simplemente a su papel como traductora, informante, amante o madre, sino a su posición como mujer.... »Mientras que Paz y Fuentes se instalan cómodamente en las interpretaciones tradicionales de la indígena, Castellanos revisa, con ironía, de dónde vienen esas interpretaciones y cómo estas señalan la posición [machista] del mexicano frente a la mujer.... La Malinche... deja de ser considerada la responsable de todas las desgracias del pueblo mexicano.... [Ella] no sólo piensa, actúa y es capaz de contradecir al hombre, sino que tiene un pasado que oculta una historia dramática en la que esa mujer conocida como la traidora de México en realidad fue traicionada y, en esa medida, ella es la víctima de la historia, no la victimaria», concluye la periodista colombiana.1 Gracias a Dios, si bien todos, sin excepción, nacimos bajo la maldición del pecado y vivimos actualmente bajo esa maldición y su consecuencia, que es la muerte misma, tenemos la esperanza de vida plena y eterna si clamamos a Dios pidiéndole perdón por nuestros pecados y ponemos nuestra fe en su Hijo Jesucristo.2 Pues según el apóstol Pablo, cuando Cristo murió en la cruz por nosotros, «nos rescató de la maldición de la ley haciéndose maldición por causa nuestra, porque la Escritura dice: “Maldito todo el que muere colgado de un madero.”»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Natalia Roldán Rueda, «Maldición de Malinche: Visiones y reivindicaciones de la Malinche en la obra de Octavio Paz, Carlos Fuentes y Rosario Castellanos», Tesis de Maestría en Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, 6 agosto 2012, pp. 1,3,16,17,18,107 En línea 19 febrero 2025. 2 Dt 21:23; Sal 51:5; Jn 3:16; 10:10; Ro 3:23; 6:23; 1Jn 1:9 3 Gá 3:13 (DHH)
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Papá tiene setenta y dos años. Está perseguido por la justicia debido a tocamientos indebidos que cometió... en contra de una chica de dieciséis años. Lo ayudamos porque no sabíamos todo lo que había ocurrido, pero lo condenaron a diez años de cárcel y anda escondido.... »Ahora papá quiere prácticamente... que nos hagamos cargo de él. Yo ya tengo cuarenta y seis años. Ya no soy el niño que él antes manipulaba, pero mi amor por Cristo me tiene en un dilema en cuanto a cómo proceder. Él abusaba de mí y me golpeaba mucho, pero yo lo perdoné.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Por una parte, sentimos mucho el cruel abuso que sufrió durante su niñez y las dificultades que está afrontando actualmente con su padre. Por otra parte, nos alivia saber que ha sentido la paz perfecta debido a que ama a Jesucristo, el Hijo de Dios, y es seguidor de Él. »De hecho, por ser seguidor de Cristo usted se preocupa en cuanto a quebrantar uno de los Diez Mandamientos, el que nos manda que honremos a padre y madre. »Su caso es uno de esos en los que parece imposible obedecer dos o más leyes de Dios al mismo tiempo. Usted quiere honrar a su padre conforme al mandamiento bíblico, y sin embargo vive en un país que tiene leyes y autoridades establecidas para hacer cumplir esas órdenes judiciales. Con relación a esas leyes, el apóstol Pablo enseñó que los que se oponen a la autoridad se rebelan contra lo que Dios ha ordenado, y serán castigados.1 ¿Entonces cómo es posible honrar al padre y someterse a las leyes del gobierno al mismo tiempo? ... »Honrar no significa que los hijos tienen la obligación de cubrir los gastos irresponsables o la conducta delictiva de los padres. Se nos han contado muchos casos en los que padres imprudentes e irresponsables han tratado de valerse de ese mandamiento para exigirles a sus hijos que los sostengan económicamente e incluso que paguen sus deudas. En el caso suyo, su padre está tratando de tergiversarlo a propósito a fin de exigirles que lo oculten de las autoridades. ¡Eso no es honrar! »Las leyes difieren de un país a otro, pero en muchos países usted estaría infringiendo la ley al respaldar de esa manera a su padre. Le recomendamos que le advierta que la próxima vez que lo vea, usted tendrá que llamar a la policía e informarle dónde se encuentra. Él se enojará mucho y lo atacará verbalmente con todas las armas de manipulación que tiene en su arsenal, así que usted debe determinar de antemano que ninguna de las palabras que él le lance tienen poder para hacerle daño.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 854. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 13:2
«Creció muy cerca del mar, en Chiquimulilla, en la costa sur [de Guatemala], pero no fue hasta que cumplió dieciocho años de edad que se atrevió a desafiarlo. Jorge Marroquín se fue con sus amigos, Ernesto Ramos y Macario Salguero, en una tiburonera de veinticinco pies que lucía más imponente en tierra que rodeada [por el] mar. Salieron por dos días y dos noches a navegar por las aguas donde... a veces las mantarrayas, que parecían pesar una tonelada, se acercaban perezosamente a la pequeña embarcación; donde súbitamente comenzaban a soplar vientos que en tierra jamás se habían sentido. »Los tres muchachos no llevaban más que un viejo pedazo de plástico para resguardarse de los chubascos y lluvias que aparecían de la nada. No lo usaban para protegerse del sol porque su oscura piel, aunque aún joven, ya estaba curtida por el sol. »Iban a cazar tiburones como lo han hecho los pescadores de la costa sur durante siglos. Con un gran anzuelo agarraban al tiburón y con su propia fuerza los tres luchaban con [el fiero pez] para subirlo al barco. Llevaban su amansalocos, un enorme garrote para pegarle al tiburón y someterlo para que lentamente muriera fuera del agua. »Aún fuera de su elemento, el tiburón podía ser peligroso. Habían escuchado las historias y visto los resultados de lo que sucede cuando un hombre se enfrenta a un tiburón sin el amansalocos. Viejos pescadores que deambulaban por las calles del pueblo sin un brazo o sin una pierna, que fueron agarrados, desprevenidos, por el animal que ya en sus últimas aún lograba abrir su enorme boca y clavar sus enfilados dientes en el cuerpo del hombre que se había atrevido a sacarlo de su mar.... »Una vez Jorge se perdió por seis días en el mar abierto. Estaba pescando [—cuenta Jorge—], cuando de repente se armó un chubasco con vientos y lluvias tan intensos que él y sus compañeros no podían hacer más que esconderse bajo su pedazo de plástico.... »... Vio que las costas de su tierra se iban acercando después de días en alta mar, conforme las corrientes lo acercaron... a tierra [Jorge aún no sabe por qué, pero invoca el dulce nombre de Jesucristo para agradecérselo]. Cuenta cómo se tiró al agua para nadar hacia tierra y preguntarle a alguien en la playa dónde estaban.... Un niño en la playa le dijo [que había llegado a la frontera con El Salvador], pero le preguntó cómo no se lo comieron los tiburones que nadaban en la zona cuando se arrojó al agua. [Jorge] recuerda el terror que sintió al meterse al agua para nadar de nuevo porque tenía que llegar a su tiburonera y sus compañeros. Cuando llegó al barco, le preguntaron dónde estaba. Les dijo que les diría, pero que antes lo sacaran del agua. »El tiburón se acercaba.»1 Así termina de contar el corresponsal de origen guatemalteco Harris Whitbeck, en la pintoresca obra titulada Guatemala inédita, la historia del intrépido pescador Jorge Marroquín. Hizo bien Jorge al agradecerle a Jesucristo su salvación en alta mar. Es que a su pueblo Dios le dice, por medio del profeta Isaías: «No temas.... Porque el que te hizo... es el Señor Todopoderoso.... El terror se apartará de ti, y no se te acercará.»2 Pero conste que Dios espera de nosotros que invoquemos su nombre y le demos las gracias en toda situación, tanto en las buenas como en las malas circunstancias de la vida.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Harris Whitbeck, «Mar abierto», Guatemala inédita (Bogotá, D.C.: Villegas Editores, 2006), pp. 88-89. 2 Is 54:4,5,14 3 Is 55:6; 1Ts 5:18
«No es posible dejar de hablar de las Cataratas [del Iguazú] sin apuntar algunos datos numéricos, sobre todo si se atiende a que la gran mayoría de los lectores iberoamericanos desconoce la existencia de estas grandes reservas de fuerza y de riqueza.... »La zona de las cataratas comprende una superficie de setenta y cinco mil hectáreas.... La línea de los torrentes mide en conjunto dos mil setecientos metros. Corresponden seiscientos metros de saltos al Brasil y dos mil cien a la Argentina. La altura máxima de las caídas es de ochenta metros y la mínima de cincuenta y seis. Las potencias son: máxima, de 6.985.170 caballos de vapor; la media, 1.214.807, y la mínima, 132.400. El volumen medio de agua es de 6.300.000 metros cúbicos por hora. El cauce del río nace a novecientos metros sobre el nivel del mar, y al desembocar en Paraná tiene noventa metros de altura sobre el mar, repartido ese desnivel en una extensión de 1.320 kilómetros. Además de los grandes saltos, que son doce o quince, se cuentan hasta setenta saltos o chorros relativamente pequeños. »Sólo la caída central del salto Unión, ligada al Floriano, tiene una línea de caídas casi el doble de la del Niágara y una altura también doble. Se calcula que el volumen de agua es tres veces mayor que el del Niágara. También la caída africana de Victoria en el Zambeze es menor en volumen de altura, aunque aquel salto tiene una altura de ciento diecisiete metros.... A simple vista se observa en el Iguazú una grandiosidad de proporciones que supera desde luego al Niágara.»1 Así resume José Vasconcelos, autor y Ministro de Educación de México, los extraordinarios atributos de las Cataratas del Iguazú con motivo de su viaje a la región a fines de octubre de 1922.2 «De regreso... llegamos a Concordia —cuenta Vasconcelos luego de haberlas visto—... y allí nos recibieron de una manera triunfal; parecía que veníamos de descubrir las cataratas. Los periodistas nos pedían impresiones para transmitirlas por telégrafo a Buenos Aires; la prensa local nos dedicaba saludos; un diario de la región afirmó que antes que diplomáticos éramos artistas, puesto que abandonábamos las comodidades de Buenos Aires para ir a gozar con la contemplación de la naturaleza. En la Escuela Normal hubo una de esas fiestas en las que se siente pasar el soplo arrebatado del entusiasmo; canciones patrióticas, discursos vehementes... Pellicer leyendo entre grandes y calurosos aplausos la poesía que acababa de componer al Iguazú...»3 No hay duda alguna: hizo bien Vasconcelos al dedicarle tiempo a la contemplación de la naturaleza. Y si bien, según el famoso escritor mexicano, «no es posible dejar de hablar de las cataratas sin apuntar algunos datos numéricos», tampoco debiera ser posible hacerlo sin aludir a algunos conceptos teológicos al respecto. Es que, según San Pablo, lo que se puede conocer acerca del Artista Divino que las creó es evidente al contemplarlas. «Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó».4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Vasconcelos, Textos: Una antología general, De la raza cósmica, «El Iguazú» (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 172‑73. 2 Claude Fell, José Vasconcelos, los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario, «Argentina» (México, D.F.: UNAM, 1989) pp. 606-16, nota 190. 3 Ibíd, pp. 174-75. 4 Ro 1:19,20
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace dos años me casé. Estamos en un proceso de separación. Mi esposa me dijo que me dejaba por la situación económica. Me aclaró que me amaba, pero sólo en tiempos buenos en que hubiera dinero. Ella insiste en el divorcio. ¿Qué puedo hacer?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Sentimos mucho que su matrimonio se esté disolviendo. Sin embargo, lo que nos cuenta suscita más preguntas que respuestas. »Si bien usted sostiene que ella quiere irse debido a su situación económica, no dice por qué su situación es peor que antes. Ella le dijo que lo amaba cuando había dinero. ¿A qué se debió, entonces, que se acabara el dinero o dejara de haberlo? ¿Perdió uno de los dos su empleo? ¿Está uno de los dos demasiado enfermo para trabajar? ¿Ha estado alguno gastando dinero sin prudencia? ¿Han tenido que saldar deudas del pasado? ¿Acaso uno de los dos es adicto al juego? »Sus respuestas a esas preguntas tal vez no tengan nada que ver con la razón por la que su esposa quiere el divorcio, y sin embargo, por otra parte, es posible que aclaren sus verdaderos móviles. Como usted no ofrece ninguna otra explicación, parece que cree que a su esposa le importa más el dinero que cualquier otra cosa. ¿Es esa la clase de mujer con la que usted pensó que se estaba casando, o piensa más bien que ella ha cambiado en apenas dos años? »Nosotros no lo conocemos a usted ni conocemos a su esposa, pero nos parece que hay aspectos de su caso que no nos está contando. A pesar de eso, usted quiere que le digamos lo que puede hacer, y sí tenemos algunas sugerencias. »Sus opciones legales dependen del país en que vive. Si su país exige que las dos partes consientan para poder divorciarse, entonces no consienta sino hasta que usted y su esposa hayan acudido a la consejería o a la conciliación. Un consejero o mediador puede ayudarles a los dos a que aprendan a manejar un presupuesto de sus ingresos con mayor eficiencia y a resolver sus diferencias de un modo más positivo. Es posible que el sistema judicial de su país ofrezca servicios de conciliación gratuitos o a un costo reducido. »Para salvar su matrimonio, ambos van a tener que empeñarse en lograrlo. Le recomendamos que se esfuerce ahora, incluso mientras ella sigue convencida de la ruptura del matrimonio, porque si usted no está dispuesto a hacer su parte primero, entonces es probable que ella nunca se disponga a hacer la suya. »La mejor manera de tener la sabiduría para determinar qué hacer es consultar a Dios, nuestro Padre celestial. Él sabe precisamente los pasos que usted debe dar. Santiago el apóstol enseñó: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, pídasela a Dios, y él se la dará, pues Dios da a todos generosamente sin menospreciar a nadie.”1 Eso quiere decir que cuando usted le pida a Dios sinceramente que tome control de su vida, que perdone sus pecados y que le dé sabiduría, Él lo hará.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 734. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 1:5
«Salimos de Buenos Aires por la tarde... con Carlos Pellicer y Julio Torri, los poetas, [a fines de octubre de 19221]. Nunca hubo excursión más hermosa.... »La mañana del tercer día estuvo dominada por esa emoción que precede a los grandes sucesos. Se nos había dicho que a la una atracaríamos en Puerto Aguirre, para llegar, después de una hora [en] automóvil, delante de las cataratas [del Iguazú].... El barco tuerce para internarse en la corriente del Iguazú, y a poco andar atraca [en] un pequeño muelle de descarga. No podría seguir muy adelante, río arriba, porque ya cerca de las cataratas la corriente es torrencial y el lecho del río pedregoso. Serían las dos de la tarde cuando pisamos la tierra colorada y húmeda de la margen derecha.... Apresuradamente trepamos a un Ford.... Una hora, tal vez menos, saltamos por un camino que se abre paso entre la maraña de los árboles. »A cada instante creemos percibir el ruido de las aguas.... Nos apeamos del coche.... Llevando la vista hacia el fondo distante, la vimos; allí está siempre, no hace ruido; nos deja suspensos; es como una larga loma azulosa y nevada que se desmoronara sin cesar y armoniosamente sobre otro volumen líquido que rueda con silenciosa majestad hasta perderse en el abismo. Hierven las espumas, primero blancas y hacia el fondo amarillentas; son como dos o tres planos de agua que caen; por encima está la claridad de los cielos, por todo alrededor los verdes de la selva. Sólo después de un instante de mirar se da uno cuenta de que hay algo inmenso que se está cayendo, que lleva siglos de estar cayendo, y se tiene la impresión de una continua y melodiosa catástrofe.... »Pasado el primer asombro, los guías nos aconsejan que aprovechemos la luz de la tarde para dar un paseo a pie por una especie de parque natural y agreste que queda, barranco abajo, por enfrente de las caídas.... Comenzamos a cruzar por entre árboles de talla, entre bambúes, palmeras y arbustos. Saltando sobre el cauce de un sinnúmero de pequeñas corrientes, atravesando otras más anchas en puentes improvisados con maderas, vemos correr chorros, canales y ríos de aguas que se disgregan un tanto para verterse por los desfiladeros de la gran barranca, en donde cada cuerda líquida agrega su trino y su iris a la sinfonía de las masas que caen. »... Faldeamos el barranco en descenso, hasta que llegamos a la base misma del salto Bossetti.... Más allá... se miran las aguas del San Martín, partidas en una sucesión de cascadas que se quiebran en dos niveles y caen a plomo alrededor de un vasto anfiteatro. Los chorros remedan en determinados sitios un inmenso órgano de tubos líquidos y de armonías celestiales.»2 ¡No cabe duda de que esta magistral descripción de José Vasconcelos, eximio prosista y Ministro de Educación de México, es una de las más hermosas que jamás se haya escrito acerca de una de las maravillas de la naturaleza creadas por Dios! De veras vale la pena leer la crónica completa del viaje en su obra La raza cósmica. ¿Acaso cuando publicó esas elocuentes palabras en 1925 pudo haberse imaginado que sus herederos culturales aún disfrutaríamos de ellas en pleno siglo veintiuno? «Hay momentos en que se siente que todo es palabrerío —reflexionó Vasconcelos luego de haber visto las Cataratas del Iguazú—... Sin embargo, hay dentro de mí una dicha infinita por haber contemplado en su esencia las grandes palabras sagradas: naturaleza, virtud, fuerza, belleza, amor.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Claude Fell, José Vasconcelos, los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario, «Argentina» (México, D.F.: UNAM, 1989) pp. 606-16, nota 190. 2 José Vasconcelos, Textos: Una antología general, De la raza cósmica, «El Iguazú» (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 148‑61. 3 Ibíd., p. 171.
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo veintinueve años. Llevaba varios meses en un noviazgo y teníamos planes de casarnos... pero mi novio confesó que ya ha tenido relaciones sexuales. Eso es algo muy importante para mí porque siempre me guardé, así que decidí terminar la relación. ¿Cómo puedo saber si tomé una buena decisión?» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Antes que nada, la felicitamos por mantener su pureza. Sabemos que no debe haber sido fácil y que ha tenido que estar muy decidida para lograrlo. Usted no lo dice, pero suponemos que su relación con Dios es lo que ha influido en que se haya mantenido firme. »Nos resulta imposible contestar su pregunta en cuanto a si tomó la decisión acertada o no debido a que no hay pautas bíblicas que corresponden a su situación en particular. Por supuesto, no hay duda de que usted ha seguido el plan de Dios sobre la pureza antes del matrimonio, a diferencia de su exnovio. Pero ese no es el único factor pertinente para considerar. »Es encomiable que su exnovio haya sido sincero con usted a pesar de saber que el serlo pudiera poner en peligro el noviazgo. El valor y la franqueza que él demostró bien pudieran ser señales de que ha cambiado desde que sostuvo relaciones con esa otra mujer. Es posible que él haya reconocido ese pecado y le haya pedido a Dios que lo perdonara. De ser así, entonces sabemos que Dios lo perdonó, pues el apóstol Juan nos enseñó que si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos perdonará y nos limpiará de toda maldad, como si nunca hubiéramos pecado.1 »Si su exnovio en realidad fue sincero al pedir y recibir el perdón de Dios, entonces ese es un ejemplo de cómo puede usted perdonarlo también. Sin embargo, el hecho de perdonarlo no quiere decir que deba casarse con él. Si usted se da cuenta de que es capaz de perdonar pero no de olvidar, entonces es mejor no seguir con el noviazgo. »¿Cómo puede usted entonces saber si él está sinceramente arrepentido y ha cambiado de modo que no es el mismo de antes? Afortunadamente, hay una manera fácil de comprobarlo. Cuando estaban ustedes juntos, ¿alguna vez trató él de mostrarle afecto de una manera que usted consideró inapropiada o dudosa? ¿Alguna vez tuvo usted que decirle que dejara de hacer algo que la hacía sentirse molesta? Si no fue así, eso indica que se portó como un caballero, por lo que puede estar segura de que sí cambió como resultado del perdón que recibió de parte de Dios, y que él resolvió no volver a cometer el mismo error. »Por el contrario, si usted siempre tenía que mantenerse en guardia cuando estaba con él, y si parecía que él no valoraba su pureza, entonces es posible que él se arrepintió momentáneamente y que en realidad no cambió. De ser así, eso tendría mucha importancia.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 853. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9
«El 31 de enero de 1542, el gobernador llegó con su gente a un río que se llama Iguazú, luego de andar ocho jornadas... sin hallar ningún lugar poblado de indígenas. El río Iguazú, que corre del este al oeste, es el primero que pasaron al principio... cuando salieron de la costa del Brasil.... Allí le informaron al gobernador que a los portugueses que Martín Alfonso de Sosa había enviado a descubrir aquella tierra, algunos indígenas los habían matado mientras cruzaban en canoas entre el río Paraná y el río Iguazú. Y le avisaron que ahora los estaban aguardando a ellos para atacarlos y matarlos también cuando cruzaran el río. »Por eso el gobernador... se embarcó con ochenta hombres en unas canoas que compró de los indígenas de la región, y navegó río abajo por el Iguazú hasta el Paraná, habiendo mandado que el resto de la gente y los caballos se fueran por tierra y que se encontraran con él en la ribera del río Paraná. Resultó que la corriente del río Iguazú comenzó a arrastrar las canoas con mucha furia, ya que muy cerca de donde se embarcó, el río da un salto por unas rocas muy altas, y el agua cae con tanta fuerza que el sonido del golpe se oye desde muy lejos y la espuma del agua se eleva a una altura de más de dos lanzas. Por eso el gobernador juzgó necesario que salieran de las canoas, las sacaran del agua y las llevaran por tierra hasta pasar el salto. Les tocó llevarlas en hombros más de media legua, pasando muy grandes trabajos. »Salvado aquel mal paso, volvieron a meter en el agua las canoas y siguieron río abajo hasta que llegaron al río Paraná. Gracias a Dios, la gente y los caballos que iban por tierra, así como el gobernador y la gente que iba con él en las canoas, llegaron al mismo tiempo. En la ribera del río estaba esperándolos un gran número de indígenas guaraníes. Pintados de muchas maneras y colores, estaban cubiertos de plumas de papagayos y almagrados. Parecían todo un escuadrón con sus arcos y sus flechas en las manos.... El modo en que llegó el gobernador con su gente les infundió temor... y muchos de los indígenas les ayudaron a cruzar el río. A pesar de lo ancho, lo profundo y lo torrentoso que era el río Paraná por la parte en que lo cruzaron, toda la gente y sus caballos, en balsas hechas juntando las canoas de dos en dos, lograron cruzarlo en el espacio de dos horas, salvo un hombre que se ahogó cuando se volcó la canoa en que iba y se lo llevó la corriente.»1 Fue así como el gobernador de Río de la Plata, el explorador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca, descubrió aquel día esa maravilla de la naturaleza que son las Cataratas del Iguazú. Pero ¿por qué se le honra a don Álvar Núñez como el descubridor de las cataratas? ¿Será porque quienes ya las conocían no estaban en condiciones de darlas a conocer al mundo, como lo hizo el escribano español Pero Hernández, secretario del explorador? ¿O será más bien porque aquellos indígenas temían que otros las explotarían y arruinarían si supieran de su esplendor y su grandeza? No dejemos que nos suceda lo mismo a nosotros con relación al Creador de aquellas cataratas. Aclamemos a Dios a oídos del mundo, como lo hicieron los salmistas de Israel: «Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad.... Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que fluyan entre las montañas.»2 «Un abismo llama a otro abismo, con el estruendo de tus cataratas...»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios [adaptado al español contemporáneo] (México, D.F.: Editorial Océano de México, 2001), pp. 174-77. 2 Sal 104:1,10 (NVI) 3 Sal 42:7 (El Libro del Pueblo de Dios)
(Día de la Proclama de Independencia del Perú) Tan pronto como ocupó Lima, el General en Jefe del Ejército Libertador del Perú, don José de San Martín, reunió a Cabildo Abierto. Los notables de la ciudad allí presentes suscribieron el Acta de la Independencia del Perú que, en resumen, decía: «En la Ciudad de los Reyes, el quince de julio de mil ochocientos veintiuno... Todos los señores concurrentes, por sí y satisfechos de la opinión de los habitantes de la capital, dijeron: Que la voluntad general está decidida por la independencia del Perú de la dominación española y de cualquiera otra extranjera....» Trece días después, el 28 de julio de 1821, convocado el pueblo peruano [aquí] en la Plaza Mayor de Lima, que desde aquel entonces se conoce también como la Plaza de Armas, don José de San Martín pronunció las siguientes palabras con las que proclamó la independencia del Perú: «El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa, que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!» El 6 de agosto, un patriota argentino que llegó al grado de brigadier, amigo y paisano de San Martín, reseñó los acontecimientos de ese histórico día. En una carta a su esposa Pilar Spano, don Tomás Guido escribió: «El 28 del mes anterior se juró en esta capital la Independencia del Perú. No he visto en América un concurso ni más lucido ni más numeroso. Las aclamaciones eran un eco continuado de todo el pueblo.... Yo fui uno de los que pasearon ese día el estandarte del Perú independiente.... Jamás podría premio alguno ser más lisonjero para mí, que ver enarbolado el estandarte de la libertad en el centro de la ciudad más importante de esta parte de América, cumpliendo el objeto de nuestros trabajos en la campaña....» Según el historiador peruano Jorge Basadre, el objetivo de la campaña por la independencia al que se refiere Guido se resume en las palabras simbólicas de San Martín, palabras que marcan un hito histórico, pues anuncian el principio de «la voluntad de los pueblos».1 San Martín, el libertador que luchó por nuestra libertad física temporal, tenía toda la razón: los pueblos, en general, quieren ser libres. Y Dios defiende la justicia de esa causa porque nos creó con libre albedrío. Pero eso quiere decir que podemos optar por rechazar la independencia del dominio del pecado que ganó para nosotros su Hijo Jesucristo, el Libertador que luchó por nuestra libertad espiritual eterna. Más vale que, por los méritos de Cristo, hagamos nuestra esa victoria, de modo que podamos proclamar con la misma convicción que tenía San Martín al proclamar la independencia peruana: «Yo, desde este momento, soy libre espiritualmente por mi propia voluntad y por la voluntad de Dios. ¡Viva la independencia del dominio del pecado! ¡Viva la libertad espiritual! ¡Viva la patria celestial!» Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 ADONDE.COM: BUSCADOR PERUANO, «San Martín y la independencia del Perú», 30 octubre 2003 ; Francisco Loyúdice, «Influencia italiana en la sociedad argentina» En línea 30 oct 2003.
«Yo maldije a mi hija mayor» En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace veinte años mi esposo se quedó sin trabajo, y estábamos pasando mucha necesidad. Teníamos tres hijos. La mayor tenía dos años, la segunda uno, y el bebé recién nacido. Yo entré en una etapa depresiva. Mis hijos eran muy inquietos y [exigentes], y en un momento de ira yo maldije a mi hija mayor. »Desde entonces me he sentido atormentada porque pienso que no hay perdón para mí y que mi hija va a estar bajo maldición toda su vida. ¡Por favor, necesito saber qué hacer!» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Su hija mayor debe ya tener veintidós años, y sin embargo usted no se refiere a ella como una mujer adulta. ¿Acaso está sufriendo ella problemas en su vida que le han hecho pensar a usted que es a causa de haberla maldecido hace dos décadas? Suponemos que esto es lo que usted cree, ya que nos ha pedido ayuda. »Es importante que comprenda que hay distintas clases de maldiciones. Hay un tipo de maldición que se da cuando una persona insulta a otra. Las palabras sólo tienen poder al recibirlas la persona. Por ejemplo, si una persona insulta a otra, pero la otra no habla el mismo idioma, entonces esas palabras no tienen poder. En cambio, si la otra persona sí habla el mismo idioma, entonces las palabras pueden hacer que sienta temor o se sienta ofendida. »Hay una segunda clase de maldición que se daba comúnmente en los tiempos bíblicos del Antiguo Testamento. Esa clase de maldición equivalía por lo general a un castigo. Cuando Dios maldijo a Caín, el hijo de Adán y Eva, por haber matado a su hermano Abel, era lo mismo que decir que Dios castigó a Caín por el homicidio que había cometido.1 »Hay un tercer tipo de maldición que se encuentra también en el Antiguo Testamento. Es el deseo de que le vaya mal a otra persona. Puede incluso ser un deseo que forma parte de una oración dirigida a Dios. Todas las oraciones imprecatorias que hizo el rey David contra sus enemigos en el libro de los Salmos en la Biblia corresponden a esa clase de maldición. Sin embargo, Dios no está obligado a hacer que se cumplan esos deseos, aun cuando se hayan pedido en oración. »Hay un cuarto tipo de maldición que invoca el poder sobrenatural de Satanás. Las religiones que derivan su poder de Satanás tienen seguidores que acostumbran maldecir a los demás. En la Biblia, con frecuencia a esas personas se les llamaba hechiceras, brujas, pitonisas y adivinas. Quienes han dedicado su vida a Dios no tienen que preocuparse de ser maldecidas por tales personas, ya que a su familia Dios la protege de malvados poderes sobrenaturales. »Cuando usted dice que maldijo a su hija hace veinte años, ¿estaba invocando a Satanás para maldecirla sobrenaturalmente? ¿O estaba usted simplemente abrumada por el estrés de tener tres hijos pequeños y las palabras que pronunció se debían más bien al enojo y a la frustración que estaba sintiendo? Dios la perdonará por esa ira y por las palabras que dijo estando enojada. Y a no ser que haya invocado a Satanás, esas palabras no han ejercido poder sobrenatural alguno sobre su hija.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 733. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Gn 4:10-16