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(Día Internacional del Refugiado) En el año 1916, en medio de la Primera Guerra Mundial, Juan Ramón Jiménez viajó por tierra y mar desde Madrid hasta Nueva York para casarse con la escritora y lingüista Zenobia Camprubí Aymar, que provenía de una acomodada familia catalano-puertorriqueña. La crónica de su viaje transatlántico la plasma en un diario íntimo que llega a ser una de sus obras más reconocidas por su audacia literaria, titulada: Diario de un poeta recién casado. Se divide en seis partes, en las que el autor documenta sus impresiones cotidianas al viajar desde Madrid hasta su pueblo natal de Moguer en la provincia de Huelva, y luego a Cádiz; desde Cádiz hasta Nueva York (donde se casa el 2 de marzo, y donde pasa buena parte de su residencia en los Estados Unidos entre enero y julio); y luego desde Nueva York de regreso a Madrid vía Cádiz y Moguer. El 20 de junio Juan Ramón y Zenobia desembarcan en Cádiz, donde comienza la quinta parte del diario, titulada «España». «¡Patria y alma! —exclama el poeta—. / Una abriga a la otra... / de la cuna a la muerte. / ... Ahora que el cuerpo entró en su patria, / el alma se le entra. / ¡Así, bien lleno! ¡Así, todo completo! / ¡Con mi alma, en mi patria!» Los recién casados visitan el colegio de San Luis Gonzaga en el Puerto de Santa María donde estudió Juan Ramón, y luego van a Moguer. Como es de esperar, allí la familia los recibe con cariño y con regalos de bodas. El 30 de junio, durante el retorno a Sevilla con destino a Madrid, el poeta le dedica a su madre los siguientes versos: ¡Qué bien le viene al corazón su primer nido! ¡Con qué alegre ilusión torna siempre volando a él; con qué descuido se echa en su fresca ramazón, rodeado de fe, de paz, de olvido! ... ¡Y con qué desazón vuelve a dejarlo, pobre y desvalido! ¡Parece que, en un trueque de pasión, el corazón se trae, roto, el nido, [y] se queda en el nido, roto, el corazón!1 Veinte años después, celebrado ya su Aniversario de Porcelana, la guerra civil de 1936 sorprendió a Juan Ramón y a Zenobia en Madrid, desde donde lograron volver a marcharse a América. Exiliado voluntario, en 1958 el poeta, ahora Premio Nobel español, murió en la isla de Puerto Rico sin haber querido volver a su patria, también roto el corazón por el fallecimiento de su esposa un año y medio antes que él.2 Quiera Dios que quienes añoramos nuestra patria desde lejos, al recordar nuestro primer nido determinemos más bien ocupar para siempre el glorioso nido que Jesucristo fue a preparar para los que nos hagamos ciudadanos de la patria celestial. Así podremos decir junto con los salmistas de Israel: ¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Mi Dios y rey, Dios del universo, cerca de tu altar gorriones y golondrinas hallan lugar para sus nidos y allí ponen a sus polluelos. Felices quienes moran en tu casa y te alaban sin cesar.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Juan Ramón Jiménez, Diario de un poeta recién casado (1916) (Madrid: Casa Editorial Calleja, 1917), pp. 220, 233; Enrique González Duro, Biografía interior de Juan Ramón Jiménez (Madrid: Ediciones Libertarias, 2002), p. 116; Wikipedia, s.v. «Zenobia Camprubí» En línea 18 diciembre 2018. 2 Diego Marín, Literatura española, Tomo 2: Época moderna (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1968), p. 308. 3 Sal 84:1-2 (NVI), 3 (TLA), 5 (BLPH)
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Estoy separada del papá de mi hija de quince años, pero ahora me está resultando difícil lograr que ella quiera ir a verlo cuando le tocan visitas con su hermanito. Ella me dice que su papá le echa la culpa de cosas que le pasan a él con su actual pareja, y que le dice cosas poco honrosas de mí.... Yo he hablado varias veces con él respecto a que no le diga cosas que no corresponden a nuestros hijos, pero no me hace caso, y eso los está afectando.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Los conflictos personales y las cicatrices emocionales nunca son una justificación para herir a los demás, especialmente a nuestros propios hijos. No hay excusa alguna para degradar al cónyuge en la presencia de hijos inocentes. Esa manera de hablar refleja inmadurez y egoísmo. »El apóstol Pablo enseñó que debemos velar no sólo por nuestros propios intereses sino también por los intereses de los demás.1 Si bien muchos padres sostienen que sus hijos ocupan el primer lugar, no reconocen que sus propios conflictos personales y cicatrices emocionales han distorsionado la capacidad que tienen de ser objetivos.... »Lo que no sabemos es si existe una orden judicial que especifique las condiciones para las visitas de los hijos con el padre. Si hay un acuerdo legal, entonces usted necesitaría acudir al sistema judicial para modificarlo. »Sin embargo, si no existe ningún acuerdo legal, entonces usted tiene más opciones. La mejor opción sería que consultara a un consejero familiar profesional. Su hija podría contarle lo que siente al consejero, y usted luego podría seguir el consejo que él diera. »Si no puede acudir a un consejero profesional, le recomendamos que apoye la decisión de su hija en cuanto a que haya menos visitas con el padre siempre y cuando ella comprenda que usted no puede servir de mediadora entre ellos. Ella misma debe negociar con él de una manera respetuosa y sin acusarlo de nada. Sin embargo, al hacerlo es importante que cuando ella hable con él sobre las visitas, se limite a hablar sólo sobre la siguiente visita y que no trate de dejar de verlo indefinidamente. »Moral y éticamente, los derechos paternos tienen el mismo valor legal que los derechos maternos, a menos que haya evidencia de abuso. Para modificar esos derechos, usted tendría que contratar a un abogado y obtener la aprobación de parte del sistema judicial. Algunos juzgados bien pudieran tener en cuenta los deseos de una quinceañera, mientras que otros no....» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 847. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Fil 2:4
(Antevíspera del Día Internacional del Refugiado) «Yo no sé de ustedes... pero yo nací en un país... donde los rubios, trigueñitos, morenitos y negritos éramos todos iguales. Donde jugábamos tranquilos y no sabíamos distinguir quién era rico o pobre, porque ni lo uno ni lo otro era pecado. Donde en la escuela éramos sólo niños, que respetábamos los símbolos patrios y no nos preguntábamos por qué eran así, porque siempre fueron los mismos. Donde los vecinos se querían y se respetaban. Donde los maestros eran maestros.... Donde la honradez era una virtud, no una manera de ser pobre. Donde el Himno Nacional no nos hacía llorar.... Donde vivíamos toda nuestra vida, y el que se iba al exterior, era para estudiar. »... Ahora... mi hija casi no habla español.... Mi hermana mayor se la pasa encerrada en un cuarto, en un país donde el inglés y la soledad rigen tu vida.... »... Quiero... comer pastelitos todos los días. Quiero quejarme del calor.... Quiero atragantarme un pan con queso a las tres de la madrugada. Quiero ver a mis amigos, y no tener que usar el messenger más nunca. Quiero tomarme un café en una taza pequeña.... No quiero trabajar en Carnavales, Semana Santa o la Feria. Quiero hablar en español todo el tiempo, y que no me pregunten: “¿Y de dónde eres tú?” Quiero hacer cola en un banco, y quiero que se vaya la luz cuando llueva. Quiero aburrirme del pan de jamón.... Quiero que mi hija crezca como crecí yo.... »Quiero pasear sin amargura por la calle de tu recuerdo, y rescatar por fin al niño perdido en mi pensamiento. Porque el tiempo y la memoria juegan juntos en nuestra historia. Se me fue toda una vida, y tu imagen no se me borra. Quiero volver sin mirar atrás, poder vivir para perdonar; quiero sentir, quiero regresar.... »Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde... definitivamente.» He ahí los sentimientos, si no del todo razonables, al menos bien sinceros, de una mujer que hace años no vive en su país de origen y lo extraña terriblemente. Con ella podemos identificarnos todos los que hemos vivido largo tiempo fuera de nuestro terruño. No tiene ella que insistir para convencernos de la verdad que encierra el refrán al que alude: «Nadie sabe el bien que tiene hasta que lo pierde.» Pues para los que la hemos vivido, es una realidad patente e inexorable. Para superar esa nostalgia, nos puede servir de mucho meditar en casos como el de Job el patriarca. Luego de perder lo que más valoraba en la vida —sus hijos, su salud y el respaldo de su esposa—, Job llegó a la conclusión de que a Dios también lo había perdido. Y exclamó: «¡Cómo añoro los meses que se han ido, los días en que Dios me cuidaba!... ¡Qué días aquellos, cuando... Dios bendecía mi casa con su íntima amistad! Cuando aún estaba conmigo el Todopoderoso...»1 Lo cierto es que Dios no había desamparado a Job, sino que lo había puesto a prueba. Pero Job salió de esa prueba victorioso, y Dios lo bendijo muchísimo más en sus últimos años que en sus primeros.2 Si algo hemos de añorar, más vale que, al igual que Job, añoremos lo que más vale: la grata compañía del Dios Todopoderoso, fruto de la íntima amistad con la que Él desea bendecirnos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Job 29:2,4,5 2 Job 42:10‑17
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «He vivido toda mi vida en un ambiente familiar marcado por la violencia verbal y física, lo que me ha llevado a dudar en iniciar mi propia familia.... »Recuerdo que, a los cuatro años, mi madre me golpeaba, y esos castigos me dejaron heridas profundas que me han llevado a tener ciertas adicciones no químicas que alivian mi dolor. Reconozco que necesito ayuda.... »A veces quisiera irme lejos y rehacer mi vida, pero temo por mi padre. No quiero dejarlo solo con mi madre... que es muy abusiva con él.... No me perdonaría si algo sucediera y yo no estuviera ahí para evitarlo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Hay que tener valor para reconocer el dolor y las adicciones, y lo felicitamos por hacerlo. El contarnos su caso es un primer paso valiente que está dando, y tenemos la confianza de que tendrá ese mismo valor para dar los pasos que siguen. »El haber sufrido abuso emocional, verbal y físico ha hecho que su cerebro se altere químicamente. Usted se ha visto obligado a gastar toda su energía sólo para sobrevivir en su desafiante entorno familiar, y eso ha dado como resultado que su cerebro se mantenga en un constante estado de “luchar o huir”. Las sustancias químicas en su cerebro que hacen que siempre esté listo para luchar o huir son beneficiosas, pero esas sustancias en exceso pueden hacerle daño. Usted mismo se ha impuesto las adicciones que tiene con el fin de tratar de contrarrestar ese daño. »Usted admite que necesita ayuda, así que ¡búsquela hoy mismo! Haga una cita con un médico y pídale que lo refiera a un profesional que tenga experiencia en el tratamiento de casos de trauma constante.... »Lo respetamos y admiramos por querer proteger a su padre. Pero creemos que usted está atrapado en un círculo vicioso de abuso, y eso le impide reconocer con claridad todas las opciones que tiene. Necesita a un profesional que lo ayude a escapar de ese círculo. »Dios no planeó que usted creciera en semejante caos. Él quiere estar cerca de usted y de todos los que hemos tenido infancias traumáticas y una ausencia total de estabilidad. Él comprende nuestras debilidades y quiere sanarnos. El apóstol Juan declaró que “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él”.1 »Ese Hijo de Dios es Jesucristo, quien sacrificó su vida en una cruz por usted y por mí. No tenemos que purificarnos nosotros mismos y luego pedirle a Dios que nos perdone. Podemos más bien pedirle perdón y luego permitir que Él nos muestre cómo es que necesitamos cambiar. Él está esperando que usted se lo pida en oración ahora mismo. Él es su Padre amoroso que anhela acompañarlo todos los días de su vida.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 846. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 3:17 (NVI)
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace nueve meses conocí [a una mujer] por las redes sociales.... Tuvimos sexo virtual. Ella habló con su [líder espiritual], y me bloqueó. Estoy destrozado por el daño que les causé a ella y a sus padres. »Quiero ir a su país y pedir perdón. Ya le pedí perdón a Dios.... Sé lo grave de mi error, y lloro mucho por el mal que hice. Yo la amo, y estoy dispuesto a casarme con ella. ¿Debo ir a buscarla?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »[Si bien] las relaciones sentimentales por Internet a veces se convierten en noviazgos... la Internet puede también ser un lugar muy peligroso. Los depredadores hacen búsquedas a fin de encontrar personas ingenuas y tratar de cometer delitos económicos, reclutar para fines terroristas, y traficar a personas.... »Nos preocupa mucho que usted esté dispuesto a casarse con una mujer a quien nunca ha conocido. Está convencido de que ella es genuina y de que usted le ha hecho daño, y tal vez tenga razón. Pero ¿qué tal si ella ha hecho lo mismo con otros hombres? ... ¿Qué tal si ya está casada y tuvo que bloquearlo a usted debido a que el esposo se enteró de usted? ... »Vamos a suponer, sin embargo, que usted tiene razón, que ella es quien dice ser, y que lo bloqueó para evitar el volver a tener sexo virtual. ¿Qué debe hacer usted? »Nos alegra que usted ya le haya pedido perdón a Dios. Eso es lo primero que le aconsejaríamos que hiciera. ¿Le pidió también a Dios que le indicara cómo evitar el volver a hacerlo? Es que el perdón sólo se recibe cuando estamos de veras arrepentidos de nuestros pecados. El arrepentirse significa detenerse, darse vuelta y tomar el rumbo contrario. »Cuando esa mujer lo bloqueó, hizo que fuera fácil ponerle fin a la relación que habían cultivado. Pero en vez de darse vuelta y tomar el rumbo contrario, usted ahora quiere buscarla. Se ha convencido de que pedirle perdón en persona sanaría de alguna manera el daño causado. »Usted nos pide un consejo, pero no le va a gustar: Deje de soñar acerca de un futuro con esa mujer... y no vuelva jamás a tratar de comunicarse con ella. »Para su propia seguridad, le recomendamos que no vuelva a considerar una relación sentimental con ninguna mujer que viva lejos de usted. Está bien que usted y una mujer se conozcan por Internet, pero no es sino hasta que se vean y se comuniquen en persona que van a poder de veras conocerse. También le recomendamos que se reúna con futuras amistades en grupos y en lugares públicos. Nunca vaya solo ni a algún lugar apartado para encontrarse con una persona a quien aún no conozca.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 727. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Víspera del Día Internacional de la Bañera) ¿Acaso el darse un baño puede causar la muerte de una persona? Ese bien pudo haber sido el diagnóstico forense en el caso del ermitaño iraní Amou Haji, considerado el hombre más sucio del mundo. Ya había cumplido los noventa y cuatro años cuando murió, pero sucedió casualmente poco tiempo después de bañarse tras haber pasado más de sesenta de esos años sin tomar una ducha o asearse. A lo largo de su vida, Haji había evitado bañarse por temor a enfermarse. No es de extrañar, entonces, que no tuviera esposa ni parientes cercanos. En un documental de 2013 titulado «La extraña vida de Amou Haji», se dio a conocer en el mundo entero, con la piel cubierta de mugre y el cabello enmarañado. Reveló que había experimentado «contratiempos emocionales en su juventud» que lo llevaron a aislarse y a detestar la idea misma de bañarse o de sentir el agua sobre la piel. Y por si eso fuera poco, en vez de ingerir comida y bebidas frescas, ¡su alimento favorito era el puercoespín podrido; tomaba cinco litros de agua al día, que recogía de charcos cercanos, en una lata de aceite oxidada; comía animales muertos que conseguía atropellados; y fumaba excrementos de animales en una pipa vieja! Uno de los médicos que examinaron a Haji antes de su muerte concluyó que pudo mantenerse saludable debido a haber desarrollado un fuerte sistema inmunológico después de décadas de vivir en semejantes condiciones.1 Fue así como aquel ermitaño iraní vivió en carne propia la frase proverbial: «La cáscara guarda el palo», que quiere decir que es la corteza (la cáscara) la que protege (o, guarda) al árbol (o, palo) de cualquier agresión externa. La sabiduría popular coincidió nuevamente con la experiencia científica, ya que una amplia gama de inmunólogos y médicos consienten en que el exceso de limpieza hace que el sistema inmune del cuerpo humano pierda funcionalidad o se debilite hasta hacerlo más vulnerable. La idea es que si nos aseamos con demasiada frecuencia, perderemos parte de la barrera protectora de la piel, quedando así expuestos a los ataques de bacterias, virus u otros patógenos «desconocidos» por nuestro sistema inmunitario.2 ¿Será que nos conviene, entonces, huir del agua «como gato escaldado»? ¡Claro que no! Debemos más bien, sin exceso, aprovecharla al máximo. Y así como necesitamos el aseo bien medido para nuestro cuerpo, también necesitamos el aseo para nuestro espíritu. Pues todos nosotros somos como un trapo sucio, tal como nos describe el profeta Isaías, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.3 No dejemos que ninguna idea descabellada nos lleve a esperar un día más para tomarnos ese baño espiritual que tanta falta nos hace. Aprovechemos más bien, ahora mismo, la limpieza espiritual que procede de reconocer ante Dios que hemos pecado, tal como nos explica el apóstol Juan, seguros de que Dios, que es fiel y justo, perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Su comida favorita era el puercoespín podrido: muere “el hombre más sucio del mundo” a los 94 años, poco tiempo después de bañarse tras pasar más de medio siglo sin asearse», Diario El Universo, 26 octubre 2022 En línea 22 noviembre 2022; Juan Espinoza, «Muere el hombre más sucio del mundo: ¿Cómo murió Amou Haji?», Ahora Mismo, 25 octubre 2022 En línea 22 noviembre 2024. 2 Luis Rivero, «La cáscara guarda el palo», Periódico El Día: La opinión de Tenerife, Santa Cruz de Tenerife, 18 julio 2020 En línea 22 noviembre 2024. 3 Is 64:6 4 1Jn 1:9
«¡Con cuánta pena me negué a la pretensión de mi hija Nené de que le comprara aquella lujosa muñeca que caminaba, abría y cerraba los ojos y decía “papá” y “mamá”!... Era una belleza. Lo único que la afeaba era esa horrible etiqueta que... decía... $32.50. »La compra estaba... fuera de nuestro alcance.... En aquella trágica época... vi... entrar a dos hombres en una guarapera y pedir un guarapo de a [centavo] y dos vasos.... »Había que apelar a la convicción. Al hacerlo cometí el mayor de los errores... de razonarle a mi hija de esta forma: —Hija mía, ya tú eres mayor, casi una mujercita, y puedes darte cuenta de la situación. Las cosas no están para comprar una muñeca tan cara. Tú sabes que la Escuela Normal está cerrada y no me pagan el sueldo. Ahora tampoco gano nada en el Sanatorio. Nos cuesta mucho trabajo obtener lo necesario para vivir. Más adelante, cuando las cosas mejoren, yo te prometo comprarte una así. »Mi razonamiento produjo una reacción inesperada. No hubo resistencia, ni insistió más en su petición, pero grandes sollozos interrumpían su respiración y sus lindos ojos negros eran un inagotable manantial de lágrimas. —Pero hija mía —le dije—, sé razonable. Date cuenta de que no es posible complacerte en tu deseo. ¿Qué más quisiera yo que darte gusto? »Y mi pequeña hija, entre sollozo y sollozo, me hizo sentir apesadumbrado y culpable, al contestarme: —Pero papá, si yo no lloro por la muñeca, sino por cómo están las cosas.»1 Así concluye la anécdota del eminente escritor y médico cubano Mario Dihigo, que fue profesor y director de la Escuela Normal para Maestros de Matanzas y miembro de la Federación Médica de Cuba durante el régimen de Machado, y ejerció su profesión en una de las plazas del Sanatorio de la Colonia Española. Casi todos nosotros podemos identificarnos con esa patética escena que describe en su obra titulada Cosas de muchachos. Todos, incluso nuestro Padre celestial y su Hijo Jesucristo. Aunque muchos lo desconozcan, el Hijo de Dios, durante la semana de su Pasión, lloró por Jerusalén, no porque no pudiera pagar el precio de su rescate, sino por cómo estaban las cosas. «¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz!», le dijo desconsoladamente Cristo a aquella ciudad escogida, y le advirtió que iba a ser arrasada por no reconocer el tiempo que Dios había dispuesto para salvarla.2 Así mismo llora por nosotros actualmente, por todos los que no hemos permitido que Él nos abrace y nos muestre su gran amor. Aceptemos hoy mismo el precio que pagó para salvarnos. Sólo así disfrutaremos de la paz interior que Él vino a traernos.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mario E. Dihigo y Rosa Dihigo Beguiristain, Cosas de muchachos (Miami: Ediciones Universal, 1998), pp. 51‑54. 2 Lc 19:41‑44 3 Jn 14:27
«Me llamo Úrsula Hilaria Celia Caridad Cruz Alfonso. Soy hija de Catalina Alfonso, a quien todos le decían “Ollita”, y de Simón Cruz. Nací en La Habana, Cuba, en la sección más pobre de un barrio de clase media y trabajadora donde vivían personas de todas las razas y colores.» Así comienza Celia Cruz su autobiografía titulada: Celia: Mi vida, publicada cerca del final de su vida. Remontándose a los inicios de su carrera artística, la famosa diva guarachera rememora: «Antes de [que cantara con] la legendaria Sonora Matancera, [me di a conocer en todos lados], pero a la única persona que tuve que convencer de eso fue a mi papá. Para mí fue algo importante nunca ocultarle mi carrera. Además, yo lo que quería era que estuviera orgulloso de mí. No era nada raro que las muchachas se escondieran de los padres si querían ser artistas, ya que en esa época no estaba bien visto ser mujer en el mundo del espectáculo. La gente solía decir: “¡Ay, qué vergüenza! Tenemos una artista en la familia.” »... [Yo] nunca estuve de acuerdo con... que todas las mujeres artistas fueran indecentes. Eso nunca fue cierto, ni siquiera en los tiempos de mi papá. La que tenía talento y vergüenza se podía valer de eso.... Desgraciadamente, hay muchas muchachas débiles que hacen un millón de cosas intentando realizar sus sueños. Me da mucha lástima ver eso, porque la verdad es que no hay sino que respetarse a uno mismo para que los demás te respeten. »Gracias a Dios, me di cuenta de muy pequeña que vale más la amabilidad que la belleza, y vale más la dedicación que una conexión. Con esa filosofía seguí mi trayectoria como me la entregaba el destino, y mi familia —con la excepción de Simón— siempre me lo aplaudió. Mi papá se avergonzaba de mí, y ni siquiera le decía a nadie que yo existía; pero gracias a Dios un día todo eso cambió. »Simón estaba trabajando, y uno de sus compañeros de trabajo le enseñó un periódico y le [dijo]: “¡Mira, Simón! Esta muchachita tiene el mismo apellido que tú. ¿Ella es algo tuyo?” Y mi papá le contestó reciamente: “Pues sí, es mi hija. ¿Y qué?” Cuando Simón vio que el periódico hablaba de mí, de mi talento y nada más, entendió que nunca fui lo que se había imaginado. Se dio cuenta de que yo seguía siendo la niña educada que él y Ollita [mi mamá] habían criado. Esa noche, cuando regresó a casa, hablamos a solas. Me explicó por qué había estado tan opuesto a mi carrera de artista, y por primera vez pude comprender su punto de vista. También me dijo que confiaba en mí, y que de ese día en adelante más nunca me negaría.... Hoy día, todavía se me llenan los ojos de lágrimas cuando pienso en esa conversación.»1 Así como Simón Cruz negó por un tiempo a su amada hija Celia delante de los demás, también Simón Pedro negó a su amado Señor Jesucristo. De modo que Cristo bien pudo haber negado a Pedro delante su Padre celestial. Pero Cristo ya había rogado más bien por Pedro, así como ruega hoy por nosotros, para que no le fallara la fe, de modo que, después de arrepentirse, Pedro pudiera más bien fortalecer la fe de sus hermanos.2 Más vale que cada uno de nosotros determine que esa intercesión divina no ha de ser en vano. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Celia Cruz con Ana Cristina Reymundo, Celia: Mi vida (New York: HarperCollins, 2004), pp. 11,46-48. 2 Mt 10:33; 26:69-75; Lc 22:31-34; Ro 8:34; Heb 7:25; 1P 1:5-9,20-21; 5:8-9; 2P 2:1; 1Jn 2:1
«Triste es decirlo, pero hay que convenir en que la vida matrimonial de [José] Martí no fue feliz —escribe Blanche Zacharie de Baralt en su obra titulada El Martí que yo conocí—. Carmen, su esposa, tenía opiniones políticas diametralmente opuestas a las suyas y le reprochaba sus ideas revolucionarias. Criada en un medio de holgura, si no de opulencia, por un padre, aunque cubano, partidario del Gobierno de España, se oponía a que Martí se entregara por completo a la independencia de Cuba. Le repugnaba vivir en el exilio y la pobreza: lo atormentaba quejándose porque [él] dedicaba sus mejores energías al servicio de su país, en lugar de trabajar por el bienestar económico de su familia. »Varias veces [Carmen] lo dejó en Nueva York, volviendo a casa de su padre en Camagüey, donde la vida era más cómoda, pero llevando consigo al hijo, que equivalía a sacarle a Martí la sangre de su corazón. El padre desolado escribía versos al chicuelo, en parte para consolarse de su ausencia», comenta Zacharie de Baralt.1 Pero fue durante la ausencia de Martí mismo en 1881, establecido temporalmente en Caracas, la cuna de Bolívar, distante allí del hijo, que se inspiró para escribir un pequeño libro de poemas titulado Ismaelillo y hacerle la siguiente dedicatoria: «Hijo: Espantado de todo, me refugio en ti. Tengo fe en el mejoramiento humano, en la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.» Los siguientes versos del poema de Ismaelillo titulado «Musa traviesa» destilan con elocuencia y ternura la esencia del amor paterno: ¡Pudiera yo, hijo mío, quebrando el arte universal, muriendo mis años dándote, envejecerte súbito, la vida ahorrarte! ¡Mas no: que no verías en horas graves entrar el sol al alma y a los cristales!2 Ese hijo, José Francisco Martí Zayas Bazán, también conocido por los cubanos como El Ismaelillo, Pepito o Pepe, llegó a ser un político y militar merecedor del grado de teniente por su arrojo y valentía en la toma de Victoria de las Tunas; más adelante ascendido a capitán; años después ascendido primero a Comandante, luego a Coronel, posteriormente a Jefe de Estado Mayor, finalmente a General y póstumamente a Mayor General, habiendo desempeñado el cargo de Secretario de Guerra y Marina. Fue así como el hijo de Martí se esforzó al máximo por honrar la memoria de su padre, quien el primero de abril de 1895, en la última carta que le escribió, le encargó: «Hijo: / Esta noche salgo para Cuba. Salgo sin ti, cuando debieras estar a mi lado. Al salir, pienso en ti. Si desaparezco en el camino, recibirás con esta carta la leontina que usó en vida tu padre. Adiós. Sé justo. / Tu / José Martí.» En lo que atañe a nosotros, más vale que reconozcamos que Dios espera de nuestra parte algo muy parecido como hijos suyos: que seamos justos, compasivos y humildes al andar por el camino que nos ha trazado.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Blanche Zacharie de Baralt, El Martí que yo conocí, Centro de Estudios Martianos, 1980, pp. 43-44 En línea 25 noviembre 2024. 2 José Martí, «Musa traviesa», Ismaelillo (La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2018), pp. 6,10,20 En línea 25 noviembre 2024. 3 Mi 6:8
«Nadie enganchó su carro a una estrella con más firme propósito de alcanzar la meta, sean cuales fueren la altura y la dificultad del camino, que José Martí.... Hombre de vastísima cultura... era, sin embargo, de origen humilde, de familia modestísima. »Su padre, Mariano Martí, vino a Cuba, de Valencia, como soldado. España recompensaba el servicio de Ultramar con buen sueldo y ascenso rápido. No tardó en llegar a oficial subalterno de artillería. Después de dos años, se casó con una joven canaria, Leonor Pérez. Su primer hijo, José Martí, nació en La Habana el 28 de enero de 1853. »Más tarde fue transferido Mariano de la artillería al cuerpo de policía, y así, por ironía de la suerte, José Martí, el archirrebelde, el conspirador, empezó su vida como hijo de oficial español de policía.» Así, en la obra titulada El Martí que yo conocí, comienza Blanche Zacharie de Baralt a describir la relación que tuvo José Martí con su padre Mariano. José, apodado Pepe, no había aún cumplido los diecisiete años cuando «fue condenado a seis meses de trabajos forzados [por haber escrito]... folletos donde exponía los agravios de los cubanos y una carta [en oposición] a las milicias españolas. Vistieron al adolescente... con el traje de presidiario [y] le impusieron un cinturón de hierro del cual pendía una pesada cadena, remachada a un grillete en el tobillo, de modo que cada paso que daba era una tortura. Lo asignaron a una cuadrilla que trabajaba desde la madrugada hasta la caída de la tarde, en las canteras, bajo el ardiente sol tropical, apaleándolo cuando sus fuerzas flaqueaban. »[Su padre] Mariano, desolado de pensar que un guardián de la paz [como él], en nombre del rey, tuviese un hijo insurrecto, tenía, no obstante, el corazón lacerado por los sufrimientos del muchacho. Él y su angustiada esposa imploraban la clemencia oficial. Día por día buscaban quien pudiera influir en las autoridades en favor de su hijo, hasta que, por fin, después de muchos meses afanosos, logró Mariano que un amigo influyente se condoliese de la juventud y de los sufrimientos del reo, consiguiendo que fuese conmutada la pena de presidio por la de exilio [en España].»1 Gracias a Dios, todos podemos recurrir así mismo a Uno que aboga por nosotros hasta hoy, implorándole clemencia en nuestro favor. Se trata de su Hijo Jesucristo, quien dio su vida como rescate por todos y es el único Mediador entre Dios el Padre y cada uno de nosotros.2 De ahí que cuando uno de sus discípulos, Tomás, le preguntó cómo podían ellos conocer el camino que conduce al hogar de su Padre, Jesús le respondió: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie llega al Padre sino por mí.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Blanche Zacharie de Baralt, El Martí que yo conocí, Centro de Estudios Martianos, 1980, pp. 12-14 En línea 20 diciembre 2024. 2 1Ti 2:5-6 3 Jn 14:1-6
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «He tenido discusiones con el padre de mi hija porque no le he podido perdonar que, cuando estaba embarazada, dudó de su paternidad. »Ahora se volvió a encontrar con la niña, pero... aunque todo está bien, me matan esos recuerdos día a día. Lloro, y a veces no puedo dormir. Todavía recuerdo las cosas como si hubieran sido ayer. Siento que si nosotros dos seguimos peleando vamos a afectar a la niña.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Al parecer, usted está muy afligida. Se siente tan devastada que no ha estado dispuesta a perdonar. »Quizá crea en el subconsciente que el padre de su hija debe pagar las consecuencias por haber desconfiado de usted. Sabe usted que él la hirió emocionalmente, y por eso cree que, si lo perdonara, él ya no tendría que afrontar las consecuencias. A usted le parece que, si continúa negándose a perdonarlo, tarde o temprano tal vez él sienta algo del dolor que está sintiendo usted. »Esta manera de pensar le parece lógica a usted; él debe sufrir así como está sufriendo usted. Pero el problema es que, en vez de herirlo a él, usted está haciendo que él piense que es difícil razonar con usted. Le está robando usted constantemente el gozo de estar con la hija, convirtiendo ese tiempo feliz en un requisito que él tiene que cumplir. Es casi como si lo estuviera obligando a hacer penitencia.... »Cuando insistimos en no perdonar, somos nosotros los que perdemos. Según ciertos estudios médicos, el negarse a perdonar va acompañado de ansiedad, estrés, enojo y hostilidad. Esas emociones pueden tener efectos negativos en nuestro ritmo cardíaco, nuestra presión arterial, y en nuestra capacidad de combatir las enfermedades.1 Y esos efectos aumentan el riesgo de depresión, enfermedad del corazón y diabetes. En cambio, el perdonar reduce los niveles de estrés y mejora la salud física. »Jesucristo enseñó: “No juzguen, y no se les juzgará. No condenen, y no se les condenará. Perdonen, y se les perdonará.”2 Esa enseñanza, junto con otras en la Biblia, dejan en claro que Dios nos perdonará nuestros pecados sólo después de que nosotros hayamos perdonado a otros por lo que nos han hecho. De ahí que, cuando le pedimos a Dios, en el nombre de su Hijo Jesucristo, que perdone nuestros pecados, debemos asegurarnos primero de que hemos perdonado a los demás. »El perdón no es un sentimiento; es una opción. Así que le recomendamos que tome la decisión de perdonar al padre de su hija no sólo porque Cristo enseñó que debemos hacerlo, sino también porque el perdonar mejorará su salud, y porque quiere que Dios la perdone por los pecados que ha cometido usted.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 726. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Forgiveness: Your Health Depends on It» [El perdonar: Su salud depende de ello], Health [Salud], Johns Hopkins Medicine En línea 31 marzo 2022. 2 Lc 6:37
(Antevíspera del Día Nacional de Puerto Rico: 2o. domingo de junio) (Canción cantada por Carlos Rey en audio y en video) Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad, ¡ay!, para la ciudad. Lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de felicidad, ¡ay!, de felicidad. Piensa remediar la situación del hogar que es toda su ilusión, sí. Y alegre el jibarito va pensando así, diciendo así, cantando así por el camino: «Si yo vendo la carga, mi Dios querido, un traje a mi viejita voy a comprar.» Y alegre también su yegua va al presentir que aquel cantar es todo un himno de alegría; y en eso les sorprende la luz del día, y llegan al mercado de la ciudad. Pasa la mañana entera sin que nadie quiera su carga comprar, su carga comprar. Todo, todo está desierto, el pueblo está lleno de necesidad, de necesidad. Se oye este lamento por doquier de mi desdichada Borinquen, sí. Y triste, el jibarito va pensando así, diciendo así, llorando así por el camino: «¿Qué será de Borinquen, mi Dios querido? ¿Qué será de mis hijos y de mi hogar?» Borinquen, la tierra del Edén, la que, al cantar, el gran Gautier llamó la Perla de los Mares; ahora que tú te mueres con tus pesares, déjame que te cante yo también. «¿Quién es el jibarito del «Lamento borincano»? —pregunta el profesor Tomás Jiménez de la Universidad Interamericana de Puerto Rico con motivo del Centenario del Compositor Rafael Hernández en 1991—. El jibarito es Rafael... nacido en el barrio del Tamarindo, [en Aguadilla],... del Puerto Rico de aquellos que no tenían lo suficiente para poder vivir plenamente.... »Pero... ese Jibarito es también el que todos llevamos en el corazón. Y por eso su “Lamento borincano” es también el nuestro»,1 concluye el profesor Jiménez. Menos mal que podemos comenzar a «remediar la situación» ahora mismo, clamando a «nuestro Dios querido», como lo hizo el profeta Isaías: «Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano. ¡Considera, por favor, que todos somos tu pueblo!»2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Tomás Jiménez, «Lamento borincano» En línea 16 noviembre 2007. 2 Is 64:8,9
En este mensaje tratamos el caso de un joven que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Soy un adolescente... y quiero que mi futuro sea exitoso, así que he empezado a jugar fútbol para ver si logro hazañas en el deporte. Me hace falta experiencia y entrenamiento, pero quiero destacarme... y tengo miedo de que Dios me diga que no....» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Te felicitamos por tener interés en el plan de Dios para tu vida. Lamentablemente, estás confundido sobre cómo descubrir cuál es su voluntad divina. »Esa no es la manera como Dios trata a los que tenemos una relación personal con Él. Más bien disfrutamos de la ventaja de hablar directamente con Dios mediante la oración y de escuchar directamente a Dios mediante la oración y el estudio de la Biblia. Nos comunicamos con Dios y fortalecemos la relación que tenemos con Él a fin de estar atentos cuando Él quiere que nos detengamos o que tomemos otro rumbo. »El Hermano Pablo empleaba una comparación para explicar cómo podemos saber lo que Dios quiere que hagamos. Según el Hermano Pablo, Dios se comunica con nosotros mediante una señal tal como un semáforo. La luz permanece verde casi todo el tiempo, pero de vez en cuando cambia a rojo. Nosotros debemos avanzar en la vida, siguiendo los principios enseñados en la Biblia, tomando decisiones y fijándonos metas que procuramos alcanzar. »Así como cuando manejamos y todas las luces están en verde, seguimos sin detenernos. Pero cuando Dios quiere que procedamos de otro modo, nos cambia la luz a roja para que nos detengamos. Debido a que estamos prestando atención, sabemos cuándo nos está hablando y sabemos que hemos visto una luz roja. »Cuando Dios cambia la luz a roja, nos sentimos inquietos en cuanto a lo que estamos haciendo o planeando hacer. No importan nuestros esfuerzos para tratar de justificar nuestras acciones o nuestro plan, Dios se vale de la voz de nuestra conciencia para que sintamos esa inquietud.... »Aunque sabemos que Dios es mucho más que un amigo, imaginémonos que Él es como uno de nuestros mejores amigos. ¿Es posible saber cómo va a reaccionar ese amigo ante determinada situación? La respuesta depende de lo bien que lo conozcamos y cuánto tiempo hayamos pasado con él. Lo mismo sucede con Dios: cuando pasamos tiempo con Él en oración y aprendemos de Él mediante la lectura de la Biblia, sabemos cuándo Él nos está hablando. »De modo que si te gusta el fútbol, juega fútbol. Adquiere la experiencia y el entrenamiento que quieres y necesitas. Juega porque lo disfrutas y porque es un ejercicio saludable. Juega para pasar tiempo con tus amigos y para divertirte. Y no te preocupes por si el fútbol profesional pudiera ser tu carrera. Solamente sigue adelante pasando una por una las luces verdes.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 845. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Día Internacional de los Niños Inocentes Víctimas de Agresión) En el año 1949 llegó la violencia a Titiribí en el departamento colombiano de Antioquia. Entró por medio de las autoridades, quienes encarcelaban a sus enemigos políticos, y luego los llevaban en las horas de la madrugada y los arrojaban a las aguas del río Cauca. Así desaparecieron varios líderes de la comunidad. Los sicarios políticos se apostaban en los caminos que llegaban al pueblo, y allí sembraban el terror. En el paraje La Meseta fueron asesinados un padre de familia junto con dos hijos suyos. Por eso no es de extrañarse lo que sucedió cuando llegaron algunos de esos bárbaros a una casucha del lugar. Allí se encontraron con un niño de catorce años, y le preguntaron cuál era su partido político, esperando que respondiera: «liberal» o «conservador». Pero el muchacho, consciente del peligro que representaba cualquiera de las dos respuestas, les contestó: «Digan ustedes primero.» A uno de los verdugos le cayó en gracia aquella respuesta con la que les había salido el adolescente, y la celebró perdonándoles la vida a él y a sus padres y demás familiares. Además, el ingenio del joven también salvó su casa, pues no fue incendiada como tantas otras de la localidad.1 Esta anécdota sociopolítica la cuenta el periodista colombiano Hemel Ramírez en su obra titulada El diablo estuvo aquí. Es un título bastante apropiado, sobre todo cuando se toma en cuenta lo que Jesucristo mismo dijo acerca del diablo, a quien compara con un ladrón de ovejas: «El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.»2 Con esto Cristo nos da a entender lo siguiente: Si en el camino nos encontramos con el diablo, que como archienemigo de nuestra alma la acecha sin darle cuartel, podemos estar seguros de que tiene la intención de despojarnos de lo que más vale y de destruirnos del todo. En cambio, si nos encontramos con Cristo, que como gran amigo de nuestra alma la busca para salvarla eternamente, no debemos dudar de que quiere revestirnos de lo que más vale: una razón para vivir, y una vida en la cual ver realizada esa razón. De modo que si el diablo nos pregunta: «¿De qué parte estás tú?», no ganaremos nada con responder: «Diga usted primero,» porque con él esa salida no garantizará en absoluto que saldremos ilesos. Más bien, nos asegurará todo lo contrario: Él tomará la decisión, la cual nos llevará irremediablemente a una muerte espiritual violenta y eterna. Ahora bien, si el que nos hace esa pregunta es Dios, tampoco ganaremos nada con responder: «Diga usted primero», pero por una razón diametralmente opuesta: A diferencia del diablo, Dios ha optado por no violar nuestro libre albedrío. Lo que Él espera y desea es que respondamos de corazón: «¡Estoy de tu parte, Señor!» Así podrá decirse de nuestra vida: «¡Ahí estuvo Dios!» Al fin y al cabo, Él dio su vida para que nosotros tengamos vida, y la tengamos en abundancia.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Hemel Ramírez B., El diablo estuvo aquí (Medellín: Editorial Gloria, n.d.), pp. 119-20. 2 Jn 10:10
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Soy un joven que me casé... con una mujer que tenía dos [hijas]. El mayor de los problemas es que yo tengo mal carácter, por [lo que] me enojo [fácilmente]. [Pero] nunca la he golpeado. Cuando salimos de paseo, la niña pequeña siempre regresa llorando, y eso me molesta demasiado. »Quisiera que me aconseje cómo cambiar el carácter.» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Es interesante que usted ha llegado a comprender que tiene el deseo de cambiar, pero que no ha logrado hacerlo hasta ahora por su propia cuenta. El enojo lo lleva adentro, y no ha podido dominarlo. »No siempre el enojo es algo malo. Debiéramos enojarnos a causa de que hay personas alrededor del mundo que se están muriendo de hambre y gobernantes corruptos que persiguen y matan a su propio pueblo. Y debiéramos sentir enojo cuando los que cometen delitos no reciben ningún castigo y cuando los niños son víctimas de abuso. »Pero el enojo que usted lleva adentro no es enojo que se justifica; no tiene ningún buen propósito. Al contrario, causa problemas en su familia. Entonces ¿por qué no ha podido usted dominarlo? El apóstol Pablo contestó esa pregunta hace dos mil años cuando dijo: “Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí.”1 El pecado no es un concepto popularmente aceptado. Algunos creen que es arcaico o condenatorio. Pero es el pecado lo que nos impulsa a todos a hacer cosas que no quisiéramos hacer. Y nos induce a no hacer lo que sí queremos hacer. Es el producto de la naturaleza pecaminosa con la que nacimos todos. Usted describió perfectamente los síntomas de esa naturaleza pecaminosa: no poder cambiar lo que uno quiere cambiar. »Está bien que asista a grupos de apoyo para personas que están luchando por dominar el enojo, y que haga determinados ejercicios que lo ayuden a dominarlo. Sin embargo, el paso más eficaz que puede dar es pedirle a Dios que le perdone su pecado y que tome el control de su vida. Después que Él lo haya limpiado de todo ese pecado, usted tendrá que seguir esforzándose por dominar su enojo. Pero tendrá a Dios en su vida para ayudarlo. Él le recordará lo que de veras importa. Le recordará que cosas insignificantes como el llanto de los niños pueden ser enojosas, pero que son de esperarse. Le ayudará a recordar que necesita concentrarse en las cosas buenas y no en las cosas malas. Y lo ayudará a cambiar por completo su perspectiva de la vida, que a su vez mitigará el enojo que usted siente. »Dios nos ama lo suficiente como para darnos soluciones a nuestros problemas. Esas soluciones podemos encontrarlas cuando cultivamos una relación personal con Dios. Él envió a su Hijo Jesucristo a este mundo a tomar nuestro lugar al morir en la cruz por nuestros pecados. ¡Aproveche lo que le ofrece! »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 125». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 7:20
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo veintisiete años de casada.... Hace diez años [mi esposo me fue infiel, y yo lo perdoné]. Parecía ya un buen cristiano y buen padre y esposo, hasta que [cometió] de nuevo otra infidelidad. Ahora [mis dos hijos adolescentes y yo lo despedimos] de la casa... y él se fue sin pedir ninguna disculpa.... »¿Qué me aconseja? ... No tengo ni cara para asistir a [la iglesia], ya que lo hacía desde hace muchos años junto a él.... Me siento como una viuda que ha perdido a su esposo. Es como si él ya estuviera muerto para mí.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡Sentimos mucho lo que les ha pasado a usted y a sus hijos! Sabemos que sufrirá largo tiempo por lo que ha hecho su esposo.... »Lo más importante que usted necesita hacer es cambiar el diálogo que está sosteniendo consigo misma. Usted se ha convencido de que tiene vergüenza de asistir a la iglesia sin su esposo porque eso hará que todo el mundo se entere de lo que le ha sucedido. Usted se está imaginando que todos los de la iglesia hablarán mal de usted a espaldas suyas y que se sentirá avergonzada. »Todos tenemos pensamientos ocultos, que contribuyen a lo que sentimos, y tanto nuestros pensamientos ocultos como nuestros sentimientos influyen en lo que hacemos y decimos. En vez de convencerse de que debe mantenerse alejada de la iglesia para que los que asisten no hablen mal de usted, le recomendamos que se diga a sí misma la verdad: que ¡no es usted quien ha hecho algo malo! El que debe sentirse avergonzado es su esposo y no usted. No tiene usted por qué esconderse o mantenerse alejada de la iglesia. Este no es el momento de aislarse, a pesar de que sienta la tentación de hacerlo. »Usted dice que su esposo parecía un buen cristiano. Tal vez lo fuera. Tal vez el corazón y la conducta de él eran cabalmente lo que parecían. El solo hecho de que le falló a Dios y la engañó a usted no quiere decir que él estaba fingiendo ser cristiano. Algunos de los cristianos más consagrados le han fallado a Dios. Es más, la Biblia está llena de historias de personas que amaban a Dios y luego le dieron la espalda. »Ahora bien, su esposo simplemente pudo haber estado fingiendo que era cristiano. Hay muchos que asisten a la iglesia y fingen que aman a Dios de todo corazón. Tenga por seguro que a Dios no lo pueden engañar. Pero el solo hecho de que algunos son hipócritas no quiere decir que todos los que asisten a la iglesia sean hipócritas. »Hay algunos en su iglesia que son verdaderos seguidores de Cristo. Ellos van a querer consolarla, tal como Cristo quiere llenarla de su paz divina. Recuerde que usted no necesita mantener en secreto lo ocurrido, ya que no fue usted quien cometió la falta.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 725. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Víspera del Día de Aprecio por los Padres de Crianza en los Estados Unidos de América) —Mamá, Luis eh... huérfano, ¿verdad? No eh hijo suyo... —¡Luis eh mihijo[, Juanita]! ¡Eh mihijo! —Sí, mamá, ya sé. Eh como si fuera su hijo. Pero eh hijo de mi padre y de.... —¿Y tú, cómo lo supihte[, Juanita]? —En el barrio la gente hablaba... —Y te lo tenían que decir a ti. ¡La gente eh mala, mala! —¿Y qué mah da? Yo soy mujer, mamá. Entiendo de ehtah cosah. A máh que no importa. Luis eh mi hermano. Siempre ha sío mi hermano. Aunque él no lo sepa, yo... —¡Pero lo sabe[, Juanita]! ¡Eso eh lo tremendo, que lo sabe! —¿Lo sabe? —Sí, nunca me lo ha dicho. Esah cosah no hay que decirla. Pero lo sabe. Y me quiere máh por eso.... ¿Por qué tú creeh que se ehtasaja trabajando como un animal? Porque quiere darme la felisidá a la brava. Porque piensa que pa mí la felisidá eh tener cosah que anteh yo no tenía. ¡Pobre hijo mío! ¡Qué poquito sabe de la felisidá! —¿Y por qué no habla con él[, mamá]? —¿Y qué voy a desirle? Tengo mieo de que puea adivinar máh de la cuenta. —Pero él ya sabe... —Lo que él adivina no eh máh que la mitad. Pero no sabe la verdá, toa la verdá. —¿Qué verdá, mamá? —Juanita, ehto no lo sabe nadie. Ni siquiera la mala gente del barrio. Y Luis no debe saberlo. No debe saberlo nunca. —No lo sabrá, mamá. Se lo juro por Dióh Santísimo. —Tu pae tuvo una quería anteh de casarse conmigo. Poco dehpuéh del casorio me dijo que tenía... un hijo de ella, que si yo quería criarlo él lo reconosería y le daría nombre. Le dije que sí. Lo trajo y lo bautisamoh como si fuera nuehtro. La mujer aquella se enquerió con otro, y un día me la encontré en el pueblo. Me dijo entonseh una cosa tremenda. Que Luis no era hijo de mi marío, que ella ehtaba ensinta cuando conoció a mi hombre. Dende entonseh toa mi vida la dediqué a evitar que el difunto se enterara de la verdá. Porque pa él, con lo agentao y pretensioso que era con lah mujereh, eso hubiera sío un gorpe terrible. Y murió sin saberlo. Murió queriendo a Luis máh que a ninguno de uhtedeh. —¡Mamá, uhté eh una santa! —¡Una santa! ¡Una santa! Si hubiera sío una santa hubiera podío jaser el milagro de darle la felisidá a ese hijo mío. Hubiera podío jaser que no sintiera la farta de una madre. Pero Luis siempre ha sío un huéfano. ¿No lo veh perdío en ehte mundo que no eh el dél? ¿No te dah cuenta que se la pasa buhcando, como un cabrito perdío que no encuentra a su madre? —¿Será eso lo que buhca..., mamá? —No sé[, Juanita]. No sé. Sólo sé que se me ehtá volviendo loco. Loco de pena porque no encuentra lo que buhca.1 En este drama puertorriqueño que lleva por título La carreta, el autor René Marqués presenta con notable fidelidad a las mujeres de la familia campesina que lo protagonizan, entre las que se destaca la madre de cincuenta años. Es extraordinaria y conmovedora la ternura con que Doña Gabriela trata a Luis, su hijo de crianza. Sólo le falta comprender que el Dios Santísimo, por el que jura su hija Juanita, es lo que Luis busca, sin encontrarlo. Porque Dios es padre del huérfano,2 y se compadece de él y lo ayuda.3 El Padre celestial defiende la causa del huérfano y de la viuda, y los sostiene.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 René Marqués, La carreta (San Juan, Puerto Rico: Editorial Cultural, 1983), pp. 160‑62. 2 Sal 68:5 3 Os 14:3; Sal 10:14 4 Dt 10:18; Sal 68:5; 146:9
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Me siento terrible y súper culpable. Quisiera suicidarme.... Por alguna razón que no entiendo, empezó a atraerme mi prima. Una noche estábamos juntos y le hice algunos tocamientos que no debí hacer, pero me contuve y no llegamos a nada. »Luego, en una salida familiar, con una cámara escondida intenté grabarla desnuda, y se dio cuenta. Ahora me odia, y yo me odio más. Ella dice que me perdona... pero no me siento bien.... Volví a la iglesia de la que me había alejado, pero... siento que soy un fraude.... Siento que he destruido no sólo a mi prima y a mi familia sino también mi confianza en mí mismo. Sinceramente me doy asco.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Hizo lo correcto al pedirle perdón a su prima, pero aunque ella lo perdone, usted no debe esperar que ella vuelva a tenerle confianza. Sería insensato que ella confiara en usted después de haberla engañado de esa manera tan extrema. Las mujeres que son prudentes saben que tienen que permanecer vigilantes para evitar situaciones en que algunos tipos se aprovecharían de ellas. Pedir perdón es lo correcto, pero eso nunca aminora el peligro. »Por supuesto, es de esperarse que usted no se sienta bien al ser considerado una persona no digna de confianza o algo peor, pero es la consecuencia natural de lo que hizo. No espere que nadie lo consuele por sentirse tan mal, y no busque llamar la atención al amenazar con suicidarse. Usted no es la víctima. Suicidarse sería una manera cobarde de evitar las consecuencias naturales de su comportamiento. »Lo que usted le ha hecho a su prima es sólo parte de su problema. Es... casi seguro que usted pasa mucho tiempo viendo imágenes pornográficas. Está obsesionado con la apariencia física de mujeres desnudas. Esa obsesión ha nublado su capacidad de pensar a tal grado que ni siquiera consideró cómo es que sus acciones afectarían la relación con su prima.... »La buena noticia es que Dios sí lo perdonará si usted está sinceramente arrepentido. Pero Él sabe los pensamientos que usted tiene en secreto, y si usted es un fraude, no podrá engañarlo. Su asistencia a la iglesia —aun si es sin falla— , no ocultará lo que hay en su corazón. »Sin embargo, el solo hecho de hacer las paces con Dios no basta en el caso suyo. Hace falta que acuda a un médico y le cuente acerca de los pensamientos compulsivos y suicidas que ha tenido. Él podrá referirlo a un especialista que tenga experiencia en casos como el suyo. Le rogamos que busque ayuda profesional esta semana. No lo aplace. Todo su futuro depende de lo que haga al respecto.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 844. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
«Muchas cosas sucedieron durante la Campaña de 1948.... Durante el ataque aéreo a San Isidro...., olvidando el almuerzo y el peligro, nuestros soldados tiraban a los aviones, en serio. Tiraban con rifles Mauser, pero no alcanzaban la altura de los atacantes, que se jugaban la vida constantemente, un poquito más arriba de la balacera. »La altura era una de las causas de la mala puntería de los aviadores. Y las bombas se les iban gastando en vano, después del vuelo desde San José hasta San Isidro, que no era corto para aquellas naves pequeñas. »Los pilotos necesitaban bajar más, aun aumentando el peligro de que nuestra riflería los alcanzara. Y nosotros necesitábamos que bajaran un poquito, para poder pegarles, aunque con eso mejoraran ellos su puntería, y [fuera mayor] nuestro riesgo. »Pronto imaginamos una manera de hacer bajar los aviones y ponerlos a nuestro alcance. Ordenamos parar el fuego de los Mauser, y sigilosamente subimos una ametralladora de trípode al árbol más alto, amarrándola, junto con el operador, con pedazos de mecate, a las ramas de la copa. La máquina de calibre 30 tenía más alcance que los rifles, y disparaba más tiros. Además tendría... su blanco más cerca, más bajito. »¡Dicho y hecho! »“¡Paren el fuego! ¡Paren el fuego!” hubo que gritar muchas veces. Pero un ejército de patriotas voluntarios no suele ser muy disciplinado. Y... una de las órdenes más difíciles de acatar es la de parar el fuego, cuando ya la gente ha entrado en calor.... »... El problema se complicó... porque, cuando yo ordenaba que pararan el fuego, un soldado nuestro bien escondido no sé dónde, gritaba: “¡Denles [duro], muchachos! Cuantas más bombas de esas caen, ¡más‑se‑goza!” »Por fin... a las avionetas se les acabaron las bombas, y se tuvieron que ir de regreso a San José sin hacernos ni un rasguño. Misión cumplida, misión perdida. »Tocaron las cornetas al son de “terminó el peligro”. Muchos de nuestros hombres que estaban tirados boca abajo en las zanjas preparadas [de antemano] se incorporaron, y casi fue innecesario dar la orden de almuerzo. »Pero entonces me buscó en carrera doña Andrea Venegas, la heroica Jefe de Cocina,... con una noticia peor que la venida de los aviones enemigos. ¡Por el momento no había almuerzo! »“Cuando usted ordenó tantas veces que apagáramos el fuego y que apagáramos el fuego, le echamos baldes de agua a los fogones.”»1 Así nacen las palabras y los cuentos es el título que le puso el popular ex presidente de Costa Rica José Figueres a la pequeña obra suya de la que procede esta simpática anécdota histórica, escrita en 1977. Y así como en 1948 en San Isidro, Costa Rica, doña Andrea apagó el fuego de los fogones debido a que entendió mal lo que su jefe militar quería que hiciera, también hay quienes actualmente apagan el fuego del Espíritu Santo a causa de que entienden mal la voluntad de Dios, su Jefe espiritual. Pues Dios quiere que nos preocupemos más bien de que en nuestro fogón no deje de arder el fuego de su presencia, no sea que nos quedemos con hambre espiritual.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Figueres, Así nacen las palabras y los cuentos (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1977), pp. 135‑41. 2 1Ts 5:19
«En el caso costarricense, la posibilidad de “piropear”... constituye... un elemento revelador del quehacer popular y de la idiosincrasia del pueblo. Ahora bien, el piropo ha sufrido un desgaste en su uso. En sus inicios... los emisores [y] los receptores [se conocían].... [Pero] al [dejar de conocerse] la mayoría... el piropo pasaría al anonimato, y sus enunciados originarios de galantería positiva se convertirían en contenidos distintos, conducentes más bien a la degradación... [con] rasgos como el ingenio, la picardía, la sátira... el... chiste... y el vacilón como categorías... en el enfrentamiento diario a muchas situaciones.... »El piropo es, en principio, un mensaje lingüístico que tiene como finalidad esencial despertar una reacción concreta en el destinatario. La respuesta puede ser negativa o positiva, de acuerdo con la intencionalidad del emisor del discurso.... »En buena parte de los casos, el hombre abre el proceso; pero en muchas situaciones la mujer, o inicia el mensaje o responde coherentemente a lo planteado por el hombre: »—¡Adiós, Ricura! »—¿Qué le pasa, mechudo? »Esa ingeniosa respuesta se la dio una decidida muchacha a un sujeto que no tenía un solo cabello en la cabeza.... »... Emilia Prieto se interesó en recuperar [los siguientes] piropos de corte tradicional, [algunos en verso]: »“Si así son las flores, mi profesión es jardinero.” »“Como la luna en el cielo o la rosa en el vergel tenés el candor de un lirio y la gracia de un clavel.” »“La sonrisa de tus labios tiene dulzura infinita, y cuando veo tu sonrisa toda pena se me quita.” »“Sentí tu presencia un día al llegar a este lugar. Muñeca, ¡qué lindo sería que formáramos un hogar!” »... [He aquí otros piropos] del hombre a la mujer: »—¡Amor, eres un castigo para cualquier hombre!... »—Adiós, linda. ¡Con esos ojos iluminas mi vida!... »—¡Juguemos ajedrez: usted la dama, yo el rey!... »—Suegra, vaya con Dios, que yo voy con su hija.... »—No le pida más a Dios, porque ya se lo dio todo.... »—Si la belleza fuera pecado, usted no tendría perdón de Dios....1 Así trata el profesor costarricense Guillermo Barzuna el tema del piropo en su obra titulada Caserón de teja: Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica. ¡Qué interesante es observar cómo la cultura religiosa está tan arraigada en la cultura popular que hasta da como resultado piropos que aluden a Dios! Pero ¿será una teología sana la que resulta de todo eso? Menos mal que, si bien no se crearon con ese fin, algunos piropos sí se prestan para la reflexión espiritual. Por ejemplo, ¿es posible recibir tanta bendición de Dios, ya sea física, material o espiritual, que no haga falta pedirle más? Tal vez... El salmista David presenta a Dios como quien colma de bienes nuestra vida, y nos rejuvenece como a las águilas,2 y San Pablo lo describe como quien «puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir».3 Pero, en definitiva, ¡Dios sí nos concedería el perdón, con tal que se lo pidiéramos, si la belleza con que nos haya creado fuera tan deslumbrante que se juzgara pecado! Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Guillermo Barzuna, «Tradición, seducción y decadencia en el piropo costarricense», Caserón de teja: Ensayos sobre patrimonio y cultura popular en Costa Rica (San José, Costa Rica: Editorial Nueva Década, 1989), pp. 40‑48. 2 Sal 103:5 3 Ef 3:20
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Esperé hasta los cuarenta años para casarme, pero estoy casi seguro de que me equivoqué.... Estos casi seis años de casado han sido tormentosos.... Los dos nos hemos maltratado verbalmente.... No me puedo poner de acuerdo en nada con ella porque siempre se forma una discusión.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Hasta cumplir los cuarenta años usted sin duda estaba bien ajustado a su vida de soltero, habiéndose acostumbrado a la libertad de no tener que consultar a nadie más en su toma de decisiones. Así que no debiera sorprenderlo que haya sido un gran ajuste el tener que hacer tantos cambios en su vida diaria para adaptarse a una esposa, después de muchos años de haber hecho todo por sí solo. Es normal que se le esté haciendo difícil realizar esos cambios.... »Usted dice que cree que se equivocó. Estamos de acuerdo. Fue un error pensar que pudiera incorporar a una esposa en su vida sin reconocer todas las maneras en que necesitaría cambiar y toda la independencia a la que tendría que renunciar. Sin embargo, sospechamos que usted tendría muchas de las mismas dificultades si se hubiera casado con otra mujer.... »En vez de enfocarse en su infelicidad, le recomendamos que se concentre en salvar su matrimonio. El primer paso es hacer todos los sacrificios necesarios para comenzar a valerse de consejería profesional. Ustedes dos necesitan recibir instrucción y práctica sobre cómo comunicar de una manera positiva lo que quieren y lo que necesitan.... »No estamos culpándolo por todos los problemas en su matrimonio, pero usted es el que nos está pidiendo ayuda. Es importante dejar de enfocarse en quién tiene la culpa y pensar más bien en cómo puede usted mejorar su futuro. Al margen de cómo responde su esposa, usted puede seguir la enseñanza del apóstol Pablo de que el hombre debe amar a la esposa de la misma manera en que Jesucristo ama a la iglesia.1 »¿Qué hizo Cristo a favor de la iglesia? Él sacrificó su vida y murió voluntariamente en una cruz para perdonar el pecado. »A veces parece más fácil morir por una persona que vivir por ella. Es porque se muere una sola vez, y luego todo termina. En cambio, se vive cada día, todo el día, día tras día tras día... »Piense en tres cosas que usted puede hacer por su esposa hoy que demostrarán que la ama. No pregunte lo que ella va a hacer por usted, y no mantenga el puntaje de lo hecho. Simplemente muéstrele hoy su amor, sin que importe cómo ella responda. Luego añada otras tres cosas mañana, y así sucesivamente. Pídale a Dios que le muestre cómo de veras amarla y valorarla sin esperar en absoluto que ella vaya a corresponder.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 724. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ef 5:25
(Víspera del Aniversario de la Muerte de Amado Nervo) «Una niebla espesa inundaba la ciudad de Montevideo. Aquel 24 de mayo de 1919 parecía mimetizarse con el llanto de la gente, que brindaba un último adiós al inigualable poeta mexicano Amado Nervo. »El joven ministro [de Obras Públicas, Humberto] Pittamiglio, se ubicó a un costado del orador, el ministro de Relaciones Exteriores, Daniel Muñoz, quien emocionado plasmaba una semblanza del hombre que unas horas antes dejara de existir en el Parque Hotel, lugar donde residía como jefe de la misión diplomática de México en Uruguay. »Con voz encendida pero visiblemente dolorido, Muñoz enlazó la figura del diplomático con la poesía misma y con esa suerte de imán que tiene el Río de la Plata para los poetas que parecen encontrar en sus olas a la musa inspiradora que acicateará su pluma.... »Pittamiglio escuchó atentamente el largo discurso que Muñoz traía preparado.... Su mente se alejó de pronto al evocar la suave voz de su madre leyendo poemas en torno a la mesa familiar. Recordó cuán cerca de Dios se sentía cuando escuchaba su canto melodioso.... »Cuando el acto en el [C]ementerio [Central] llegó a su fin, el nutrido grupo que había acompañado la ceremonia se dispersó rápidamente, llevando los sombreros y abrigos húmedos por la tupida niebla que seguía cubriendo el lugar.»1 Así relata los sucesos de aquel día la escritora uruguaya Mercedes Vigil en su Historia de Humberto Pittamiglio: El alquimista de la rambla Wilson. Amado Nervo era, sin lugar a dudas, uno de los más excelsos poetas con el don de hacernos a todos sentirnos muy cerca de Dios. Reconociendo la soberanía divina, tres años antes él había compuesto el siguiente poema titulado «Me marcharé...», en el que vislumbraba el día de su muerte: Me marcharé, Señor, alegre o triste; mas resignado, cuando al fin me hieras. Si vine al mundo porque tú quisiste, ¿no he de partir sumiso cuando quieras? Un torcedor tan sólo me acongoja, y es haber preguntado el pensamiento, sus porqués a la vida... ¡mas la hoja quiere saber dónde la lleva el viento! Hoy, empero, ya no pregunto nada: cerré los ojos y, mientras el plazo llega en que se termine la jornada, mi inquietud se adormece en la almohada de la resignación, en tu regazo.2 Dos años más tarde, Amado Nervo volvió a abordar el tema de querer saber la respuesta a los interrogantes de la vida, menos de un año y medio antes de «marcharse» de este mundo, en un poema al que le puso por título «Comprensión». A todos nos serviría de mucho tomar en serio estos versos, como si fueran consejos desde su lecho de muerte: ¿Por qué empeñarse en saber cuando es tan fácil amar? Dios no te manda entender; no pretende que su mar sin playas pueda caber en tu mínimo pensar. Dios sólo te pide amor: dale todo el tuyo, y más, siempre más, con más ardor, con más ímpetu... ¡Verás cómo, amándole mejor, mejor le comprenderás!3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mercedes Vigil, El alquimista de la rambla Wilson: La historia de Humberto Pittamiglio, Edición revisada y ampliada (Buenos Aires: Random House Mondadori, 2012), pp. 57-59. 2 Obras selectas de Amado Nervo (Guadalajara: EdiGonvill, 1976), p. 415. 3 Ibíd, p. 502.
(Antevíspera del Aniversario de la Muerte de Amado Nervo) Era el 25 de noviembre de 1915. Amado Nervo, el ilustre poeta mexicano, terminó de escribir estos versos y les puso por título: «El vaso»: Pobre amigo, ya pronto se vaciará tu vaso. No pienses que fue un vaso más grande que los otros. Hay en el mundo tanto dolor, que toca mucho a cada alma; la tuya recibió su porción bien servida...; mas, ¡ay!, cuántas almas mejores padecieron la dura preferencia de Cristo, que sólo a los más grandes concede el privilegio de los grandes dolores.1 Tal vez el poeta Nervo, al afirmar que el dolor es un privilegio, estuviera pensando en las palabras de Santiago en su epístola universal, de que debemos considerarnos dichosos cuando tengamos que enfrentarnos a diversas pruebas;2 o en la declaración de San Pablo de que «los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento».3 Y tal vez, al referirse al dolor que se padece alrededor del mundo, estuviera recordando las palabras de aliento de San Pedro, de que nuestros hermanos en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos, y que estos sufrimientos sólo durarán un poco de tiempo.4 Así como se vaciaría pronto el vaso del dolor de aquel «pobre amigo» de Amado Nervo, también habría de vaciarse pronto el vaso del poeta mismo; sólo tres años y medio después de dirigirle esos versos. Y lo cierto es que muy pronto, más pronto de lo que muchos nos imaginamos, ha de vaciarse igualmente el vaso de cada uno de nosotros. Gracias a Dios, San Pablo afirma que en nada se comparan nuestros sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros.5 Pero es San Juan quien nos describe esa gloria. Dice así: «Vi... la ciudad santa, la nueva Jerusalén... Oí una potente voz que... decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! ... Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor...”».6 El mismo Dios que nos concede el privilegio del sufrimiento pasajero nos ofrece también la dicha de la gloria eterna sin dolor alguno. Pero sólo enjugará las lágrimas de los que nos identifiquemos con Él tanto en la agonía como en el éxtasis. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Obras selectas de Amado Nervo (Guadalajara: EdiGonvill, 1976), p. 410. 2 Stg 1:2 3 2Co 4:17 4 1P 5:9 5 Ro 8:18 6 Ap 21:2‑4
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Estoy comprometida y amo a mi futuro esposo, pero hay cosas que me han herido. En varias ocasiones, cuando él ha estado furioso, me ha levantado la mano y me ha alzado la voz. Siempre se justifica diciendo que yo lo hice enojar. »Él está muy ansioso por casarse, pero yo ahora tengo miedo y no sé si realmente debo hacerlo.... Él dice que está orando mucho para cambiar, pero pienso que, si ya lo hizo una vez, ¿lo hará siempre? ... Además, está hundido en las deudas, y aún no tenemos ni casa adonde iremos a vivir. ¿Qué consejo me dan?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Usted dice que tiene miedo de casarse. Nosotros creemos que teme hacerlo precisamente porque Dios quiere advertirle que corre peligro.... Le rogamos que considere nuestro consejo como una seria advertencia y que posteriormente nos haga saber que se está protegiendo. »Su prometido bien pudiera ser un hombre amoroso y maravilloso. Y tal vez tenga un poco de mal carácter. Pero cuando él le dice que usted tiene la culpa de que le haya levantado la mano y alzado la voz, eso es abuso psicológico. Demuestra que él no se hace responsable de sus acciones, sino que la culpa a usted por lo que él ha hecho. »Parece muy bueno que él le esté pidiendo a Dios que lo ayude a dejar de ser abusivo, pero esta es la clase de comportamiento que no cambia simplemente como resultado de la oración. Por supuesto, Dios lo perdonará si él está sinceramente arrepentido, pero el ser perdonado, y luego cambiar, son dos cosas diferentes. Su prometido ni siquiera comprende que echarle la culpa a usted por lo que él ha hecho es tan errado como alzarle la voz y levantarle la mano. »Suponemos que él también culpe a otros por el monto de sus deudas. Es probable que no asuma ninguna responsabilidad por tomar malas decisiones económicas, tal vez pensando que simplemente ha tenido mala suerte. »Le rogamos que nos escuche con mucho cuidado. El hecho de que él la culpe a usted es suficiente razón para que usted termine el noviazgo. Pero también lo es la falta de control sobre el enojo y las deudas en que él ha incurrido. Esas son tres razones completamente diferentes por las que usted debe ponerle fin al noviazgo. En el juego de béisbol, uno queda fuera después de tres strikes. ¡Por favor, salga de ese compromiso hoy mismo! »Por lo general, las personas que son abusivas —ya sea física, sexual o psicológicamente— no tienen la intención de serlo. Pueden decidir cambiar, orar para cambiar, y prometer cambiar. Pueden llorar y estar genuinamente arrepentidas de lo que han hecho. También pueden ser muy sinceras, pero quienes las rodean deben protegerse y apartarse, de ser posible. Los abusadores necesitan constante ayuda profesional.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 843. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace dos años recibí la peor noticia de mi vida. Mi hijo... estaba atravesando una enfermedad prácticamente incurable para la ciencia: cáncer [en los huesos]. Estuvo en tratamiento por dos años.... Finalmente, mi amado hijo falleció.... Cuando recibí la noticia, me dolió mucho.... Renegué de Dios, y luego tuve que pedirle perdón.... »Cuando hablo de [mi hijo], siento tristeza y dolor aun. Sé que lo voy a ver algún día, pero lo extraño mucho y lloro. ¿Qué debo hacer cuando vienen los recuerdos?» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »¡Lamentamos mucho la pérdida que usted ha sufrido! La muerte de un hijo es la más dolorosa de todas porque parece prematura.... »Al igual que hacen muchos, al principio usted le echó la culpa a Dios. Después de la muerte prematura de una persona, queremos echarle la culpa a alguien. Queremos que alguien sea responsable para que podamos desahogarnos con esa persona. Pero usted llegó a comprender que no fue Dios quien causó la enfermedad ni la muerte de su hijo. Nuestro medio ambiente, nuestra herencia genética y nuestro estilo de vida pueden contribuir a explicar el origen de algunos tipos de cáncer, pero hasta la fecha hay mucho que se desconoce acerca de otros tipos. Tal como usted dio a entender, la ciencia no ha descubierto aún todas las curas. »¡Desde luego que usted todavía extraña a su hijo! Y por supuesto que llora y que la abruman los recuerdos! Él creció en su vientre y en su corazón, y luego, de repente, le fue arrebatado. Es de esperarse que usted sienta esa tristeza y ese dolor por el resto de su vida.... »Nosotros tenemos unos amigos que perdieron a su hijo, Charlie, a causa de una enfermedad que sufrió cuando tenía doce años. Charlie tenía muchos amiguitos que a menudo carecían de comida. Así que él acostumbraba darles su propio almuerzo, aunque con eso él se quedara con hambre. Después que Charlie murió, sus padres se sintieron devastados, como era de esperarse, pero sintieron que Dios quería que siguieran dándoles comida a los niños hambrientos tal como lo hubiera hecho Charlie. De alimentar a unos pocos pasaron a darles comida a muchos, hasta que fundaron una organización que se llama “La comida de Charlie”, que actualmente alimenta a centenares de niños en América Central, África y Asia. No ha desaparecido su dolor, pero los padres de Charlie lo han convertido en algo que salva a otros niños del hambre y de la muerte.... »Pídale a Dios que la ayude a descubrir una manera de cambiar la vida de otra persona en memoria de su hijo. Pues Santiago el apóstol enseñó que “la religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo”.1 »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 124». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Stg 1:27
(130 Aniversario de la Muerte de José Martí) Era la noche del 26 de abril de 1895. Hacía quince días lo habían nombrado mayor general del Ejército Libertador de Cuba. José Martí firmó la carta que acababa de escribirles «a Carmen Miyares y sus hijos» y procuró conciliar el sueño. No lo sabía, pero seguramente lo presentía: estaba a escasos veintitrés días de caer herido de muerte en la acción de Dos Ríos, no muy lejos de allí en la misma jurisdicción de Guantánamo. En la carta había dicho: «Yo escribo en mi hamaca, a la luz de una vela de cera, sujeta junto a mis rodillas por una púa clavada en tierra.... Sentía anoche piedad en mis manos, cuando ayudaba a curar a los heridos.... Esta jornada valiente de ayer cerró una marcha a pie de trece días continuos, por las montañas agrias o ricas de Baracoa, la marcha de los seis hombres que se echaron sin guía, por la tierra ignorada y la noche, a encararse triunfantes contra España. »Éramos treinta cuando abrazamos a José Maceo. Dejamos atrás orden y cariño. No sentíamos ni en el humor ni en el cuerpo la angustiosa fatiga, los pedregales a la cintura, los ríos o los muslos, el día sin comer, la noche en el capote por el hielo de la lluvia, los pies rotos.... Envío del cielo libre un saludo de orgullo por nuestra patria, tan bella en sus hombres como en su naturaleza.... No soy inútil ni me he hallado desconocido en nuestros montes; pero poco hace en el mundo quien no se siente amado.»1 De veras es admirable que, en esta carta personal, José Martí, apóstol de la independencia cubana, dé a entender que lo que siente en el alma y en el cuerpo no son las privaciones físicas, sino la piedad y el amor. Descarta el hambre, el dolor, el frío y la fatiga, mientras que destaca la piedad que administra con las manos al hacer las veces de enfermero, y el amor que devengan sus acciones en favor de su pueblo. En esto Martí se asemeja a San Pablo, apóstol de los gentiles. En su segunda carta a los corintios, Pablo les recuerda las privaciones que ha sufrido —azotes, cárceles, tumultos, trabajos pesados, desvelos y hambre—, y su servicio piadoso, por amor a Dios, en favor de su pueblo. Y así como Martí, lo que estima Pablo es el afecto que sienten por él quienes de veras lo conocen.2 La mejor forma de rendirles homenaje a estos magnos apóstoles de la historia sagrada y universal es seguir su ejemplo. Desestimemos nosotros también las privaciones físicas que nos toquen, y estimemos más bien el amor de los que de veras nos conocen. Aceptemos a Cristo y el incomparable amor que nos mostró mediante su muerte en la cruz por nosotros, y así nos armaremos de un amor compasivo que nos asegurará el afecto de quienes mejor nos conocen en este mundo y en el más allá. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Martí, Cartas de José Martí, «A Carmen Miyares y sus hijos» (Cerca de Guantánamo, 26 de abril de 1895), reproducido en A Propósito de José Martí y su obra (Bogotá: Editorial Norma, 1994), pp. 18-19. 2 2Co 6:3–7:16
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Soy una joven de veinticuatro años y vivo con mis padres.... Mi madre... se enojó [mucho porque no logré] ser médica, y me compara con mi hermana menor, quien pudo completar sus estudios antes que yo. »He caído en una depresión por no hacerla feliz con mi carrera y mi vida.... Yo trato de dirigirme a ella con respeto... pero ella no se siente honrada. »Tengo trabajo y sigo asistiendo a la escuela. Le he dicho que quiero mudarme para independizarme, pero ella lo toma a mal y me dice que no me mude sino hasta que me case.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Comprendemos por qué se siente descorazonada. Por lo general, cuando alguna persona a quien amamos está decepcionada de nosotros, eso hace que nos sintamos mal. Esa sensación de deficiencia nos lleva entonces a tener pensamientos recurrentes que ponen en tela de juicio todo lo que creemos acerca de quiénes somos. Y cuando dudamos de nosotros mismos, es muy difícil estar motivados acerca del futuro. »... Es posible que [su mamá] la presione a usted debido a que ella nunca logró lo que quiso en su propia vida y, como resultado, quiere que, a diferencia de ella, usted no tenga que arrepentirse de nada a lo largo de su vida. O tal vez crea que le corresponde a ella como mamá suya ejercer presión cuando usted no obtiene los logros que ella piensa que usted es capaz de alcanzar. »Los padres que tienen hijos adultos deben pasar de ser proveedores, protectores y maestros, a ser amigos cercanos que los animan. Sin embargo, algunos padres nunca llegan a comprender que ese cambio en la relación es saludable. Y otros padres dejan que influyan en ellos su propia inseguridad y personalidad dominante, o su propia inmadurez y egoísmo. »Su mamá concibe que ella la protege al mantenerla en casa hasta que usted se case. Pero ¿qué tal si usted decide no casarse? ... Los hijos adultos que siguen viviendo con los padres a veces descubren que con el paso de los años se vuelve cada vez más difícil independizarse. »Si usted cuenta con los recursos económicos necesarios para vivir por su propia cuenta, entonces creemos que el mudarse e independizarse es una opción aceptable. No obstante, esa decisión la debe tomar conforme a su contexto cultural, ya que algunas culturas no permiten que las mujeres vivan por su propia cuenta. »Usted dice que, a pesar de dirigirse a su mamá con respeto, ella no se siente honrada por usted. Ya que uno de los Diez Mandamientos es honrar a padre y madre, le aconsejamos que siempre honre a su mamá. Sin embargo, honrarla no significa obedecerla o estar de acuerdo con ella en todas las cosas. Ni significa que usted esté obligada a ejercer la profesión que ella desea que practique.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 723. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
Antes de llegar a ser emperador, atravesó los Alpes con sus tropas rumbo a España. Allí se encontró con unos montañeses que acaloradamente disputaban sobre quién ejercía autoridad sobre cierta aldea. Los ayudantes del general se rieron a carcajadas de aquella contienda por considerarla insignificante. Pero el futuro caudillo de Roma les cortó la mofa con estas palabras: «No os burléis; también yo preferiría ser cabeza en esta aldea que brazo en Roma.» De allí el refrán que dice: «Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.»1 Si bien no nos sorprende que Julio César prefiriera ser un pez gordo a ser uno de tantos, es de veras sorprendente la actitud de Jesucristo en cuanto a eso. A diferencia del césar, el Hijo de Dios, que es Señor de señores y Rey de reyes,2 escoge la vía de mayor resistencia y de menor importancia. Ya es cabeza de león, incluso ostenta el título de «León de Judá»,3 cuando opta por ser cola de ratón. El Hijo de Dios tiene las opciones de ser cabeza o cola de león o de ratón, cualquiera de las cuatro, es decir, de seguir siendo Rey del universo, o de ser uno de los ángeles del cielo, o príncipe de este mundo o un simple mortal, ¡y sin embargo prefiere ser cola de ratón! ¿Acaso no es eso lo que escoge cuando se hace hombre y habita entre nosotros?4 Es a eso precisamente a lo que se refiere San Pablo cuando nos dice que nuestra actitud debe ser como la de Jesucristo.5 Él sabe que va en contra de nuestra naturaleza humana, que se parece a la de Julio César, pues opta más bien por ser cabeza y no cola cuando se le da la oportunidad de escoger. Tanto es así que a los discípulos más allegados a Cristo les costó mucho trabajo aprender esa lección. En cierta ocasión los dos hermanos Jacobo y Juan tuvieron el atrevimiento de pedirle a Jesús que les concediera que en su reino uno de ellos se sentara a su derecha y el otro a su izquierda. Los otros diez discípulos, desde luego, al oír semejante petición se indignaron contra ellos. Jesús aprovechó la ocasión para decirles a todos: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.»6 En otras palabras y a modo de refrán, a diferencia de Julio César, Cristo nos enseña que «el que quiera ser cabeza de león, más vale que se haga cola de ratón». Porque es mediante el servicio que se obtiene el mayor beneficio posible en esta vida. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Junceda, Del dicho al hecho (Barcelona: Ediciones Obelisco, 1991), p. 58. 2 Ap 17:14 3 Ap 5:5 4 Jn 1:14; Fil 2:6-11 5 Fil 2:5 6 Mr 11:35-45
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace dieciséis años... quedé embarazada [sin estar casada]. Para tratar de enmendar ese error, decidí formar una familia con el padre de mi hijo.... »Nos casamos sólo por lo civil... y ahora tengo un hijo más con él, pero está con la idea de hacer la boda por la iglesia [a la que él pertenece].... Además, me exige que mis hijos y yo [vayamos con él a su iglesia en vez de la nuestra].... Yo me he opuesto… [porque] pienso que eso los puede confundir.... Desde entonces sólo hemos tenido discusiones que nos lastiman y nos alejan más.... »No puedo más con la presión psicológica y emocional.... Él me dice que lo estoy perjudicando y que no puede pensar en el futuro si seguimos así.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Al parecer, su esposo estuvo de acuerdo en que se casaran por lo civil y que usted y sus hijos asistieran a una iglesia de una religión distinta a la de él. Pero ahora, después de dieciséis largos años, ya no está satisfecho con esa boda civil ni con que usted y sus hijos vayan a una iglesia diferente. »Su hijo mayor ahora es un adolescente, y es posible que el hermano menor también lo sea. Como usted los ha llevado a su iglesia toda su vida, teme que otra religión pudiera confundirlos. »Muchos adolescentes pasan por una etapa en la que cuestionan la religión. Parecen tener una necesidad comprensible de aclarar lo que creen en vez de aceptar simplemente lo que se les ha enseñado. El escuchar a sus padres discutir sobre la religión bien pudiera hacer que quieran abandonar por completo a Dios. Y tienen el derecho absoluto de preguntarse por qué su padre mostró interés en la religión ahora y no hace dieciséis años. Es del todo posible que escuchar todas esas discusiones en casa pudiera ser más perjudicial para su fe que visitar una iglesia distinta. »En aras de salvar su matrimonio y proveer un hogar para sus hijos en el que haya paz, le recomendamos que traten de ponerse de acuerdo. Tanto usted como su esposo pueden ceder un poco en lo que quieren a fin de llegar a un acuerdo. »Ya que usted es una adulta y no es probable que otra religión la confunda, comience diciéndole a su esposo que lo acompañará a la iglesia de él si él no insiste en que los muchachos vayan con usted. Y dígale que usted seguirá asistiendo a su propia iglesia como de costumbre. (Por supuesto, eso no quiere decir que usted esté dispuesta a cambiar de religión, pero no ofende a Dios que usted le ore a Él dentro de una iglesia diferente.) »Sin embargo, el apóstol Pablo enseñó que si su esposo no quiere que lleguen a un acuerdo, sino desea más bien dejarla, debe usted permitir que él se vaya.1 Así mismo, si él no acepta los votos matrimoniales que ya le hizo, él tiene la libertad de irse. Pero debe ser él, y no usted, quien le ponga fin al matrimonio.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 842. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Co 7:15
Corría el año de 1887. Había dejado atrás a su amada Nicaragua y ahora, a los veinte años de edad, se encontraba en Chile ocupando el cargo de inspector de la Aduana de Valparaíso. Pero siempre tenía tiempo para lo que lo apasionaba: su vocación literaria. Entre el 11 de febrero y el 25 de septiembre logró escribir en Valparaíso y publicar en La Época de Santiago las seis piezas en verso de la primera versión de su trascendental obra Azul.1 He aquí algunos versos selectos de la primera de esas piezas, a la cual Rubén Darío tituló «Ananké»: Y dijo la paloma: ... —¡Soy feliz! porque es mía la floresta, donde el misterio de los nidos se halla; porque el alba es mi fiesta y el amor mi ejercicio y mi batalla. ¡Feliz, porque de dulces ansias llena calentar mis polluelos es mi orgullo; porque en las selvas vírgenes resuena la música celeste de mi arrullo; porque no hay una rosa que no me ame, ni pájaro gentil que no me escuche, ni garrido cantor que no me llame!... —¿Sí? —dijo entonces un gavilán infame, y con furor se la metió en el buche. Entonces el buen Dios, allá en su trono (mientras Satán, por distraer su encono, aplaudía a aquel pájaro zahareño), se puso a meditar. Arrugó el ceño, y pensó, al recordar sus vastos planes, y recorrer sus puntos y sus comas, que cuando creó palomas no debía haber creado gavilanes.2 En estos versos el joven poeta Rubén Darío incursiona en el campo de la teología. Lo cierto es que a todos nos intriga la temática de los cazadores y sus víctimas. Pero ¿hay respuesta a esta aparente injusticia de la creación? Se cuenta el caso de un misionero en la selva ecuatorial que se topa de repente con un león muerto de hambre. El hombre de Dios cae súbitamente de rodillas y clama: «¡Padre celestial, no permitas que este león me haga ningún daño! ¡Te ruego que me protejas como siempre lo has hecho!» ¿Cuál no será su sorpresa cuando alza la vista y ve al león mirando al cielo en actitud de acción de gracias mientras dice: «Te doy gracias, oh Dios mi Creador, por el alimento que me has provisto. Gracias por tenerme en cuenta una vez más. ¡Y yo que casi dudo de tu providencia divina!» Digan lo que digan, cada moneda tiene dos caras. Cuando Dios creó la paloma, el gavilán, el hombre y el león, determinó que el estado de ánimo de sus criaturas dependería totalmente de la decisión de cada una de ellas. Aunque no pudieran siempre controlar sus circunstancias, nada ni nadie podría jamás controlar su actitud frente a ellas. De modo que todos somos tan felices como decidimos serlo. Pero conste que la única decisión que nos garantiza la felicidad duradera es la de cederle control de nuestra mente al Señor Jesucristo.3 Sólo así podremos tener la actitud de Cristo, el Hijo de Dios, que se inmoló para que nosotros pudiéramos disfrutar de la felicidad eterna.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Rubén Darío, Poesía, 2a ed. (Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1985), p. LVIII. 2 Darío, pp. 172-73. 3 Ro 12:2 4 Fil 2:5‑8
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace menos de un año me casé. Amo a mi esposa... pero hemos tenido problemas, ya que cuando hay algo que nos disgusta y nos hace pelear, intento resolver para no dejar que pase y poder dormir con tranquilidad y en [armonía]. Pero ella se queda callada en vez de resolver, y eso me molesta mucho, por lo que me hace actuar de mala manera, no pegándole pero sí ignorándola en varias ocasiones. »¿Cómo puedo hacer, o cuál es la manera para que yo pueda hablar con ella sin disgustarnos? ¿Cómo puedo llevar una conversación sin herirla?» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »... Por lo general, las mujeres y los hombres responden al conflicto de modos distintos. Algunos expertos dicen que el promedio de palabras dichas cada día por las mujeres llega a veinticinco mil, mientras que el promedio entre los hombres es de sólo diez mil palabras al día. Las mujeres son propensas a querer hablar acerca de sus emociones y de los pormenores de cada situación, mientras que los hombres tienden a querer ir al grano, identificar el problema y resolverlo cuanto antes. Ni una ni otra alternativa es la correcta o la incorrecta, sino que entre los cónyuges debe haber acuerdos. »Cuando una mujer (o un hombre) se niega a hablar acerca de un problema, por lo general hay algo del pasado que está afectando esa conducta presente. Muchas veces las mujeres no hablan porque se han dado cuenta de que los hombres en realidad no quieren oír todos los pormenores ni las emociones. Y sin embargo ellas pudieran convencerse de que no se vislumbra ninguna solución del problema sin exponerse al proceso de expresar sus sentimientos y de ser oídas y comprendidas por su esposo. Los esposos no quieren más que resolver los problemas y evitarse todo el parloteo.... »Nosotros estamos totalmente de acuerdo con el principio bíblico que dice que no debemos permitir que el sol se ponga estando aún enojados.1 Al principio de nuestro matrimonio, tratamos de resolver todo conflicto antes de dormirnos cada noche. ¡Sí que perdimos sueño! Un día nos dimos cuenta de que podíamos dormirnos sin haber llegado todavía a un acuerdo, pero no sin antes habernos pedido perdón el uno al otro por palabras que nos habíamos dicho enojados y habernos puesto de acuerdo sobre una hora del día siguiente en que volveríamos a tratar el asunto. Aprendimos que podíamos superar nuestro enojo y concentrarnos en solucionar el problema específico. »En cada discusión, las parejas pueden mostrarse respeto mutuo por sus opiniones particulares respectivas, emplear palabras amables, y escuchar sin interrumpir, aun cuando no estén de acuerdo en los pormenores. Tal vez requiera meses de práctica de estos principios sencillos, pero si se dedica a hacerlo, su esposa tarde o temprano comenzará a comunicarle sus pensamientos y sus sentimientos. »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, se puede leer si se pulsa el enlace que dice: «Caso 123» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ef 4:26
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Llevo cinco años de noviazgo, pero a veces siento como si lo que hago no satisface las expectativas de mi novio. Siempre habla de [lo que a él le interesa, y] siempre se hace lo que él quiere.... [Y hay ocasiones en que] le doy mi opinión sobre algo, y me dice que lo [acepte tal como es él].» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Lamentamos que haya optado por mantener un noviazgo con un hombre que sólo piensa en sí mismo. Al actuar como si los deseos y las opiniones de usted poco le interesaran, él hace que sienta que usted no vale nada. »Ese hombre tal vez sienta que la ama, pero la definición que él tiene del amor ni siquiera considera... lo que usted necesita. Al contrario, todo gira en torno a lo que necesita y quiere él. »¿Puede entonces usted ayudar a su novio a comprender que el verdadero amor respeta y valora a la otra persona? No. Él dice más bien que usted debe aceptarlo tal como es: incapaz de amarla de la manera como necesita ser amada. Usted tiene que aceptar el hecho de que él nunca valorará lo que usted opina ni lo que le importa. Y usted tiene que aceptar el hecho de que optar por vivir con él siempre será lo mismo que vivir dedicada a servirle. »Sin embargo, le tenemos buenas noticias: ¡Hay otra opción! Usted no tiene que seguir siendo la novia de este hombre. No tiene que dejar que él siga menospreciándola y faltándole al respeto. »No trate de convencerse de que él va a cambiar. Ni siquiera considere casarse con él o tener un bebé con él. Nosotros creemos que usted debe más bien ponerle fin al noviazgo antes de que empeore la situación. »Podemos imaginarnos su respuesta: “Yo lo amo de todos modos. No soporto la posibilidad de dejarlo. No quiero estar sola. Y no quiero herirlo.” Pero si usted se enfoca en lo que está sintiendo, dejará que esas emociones arruinen su vida. Esas emociones le están impidiendo reconocer la verdad de que un futuro con este novio sería un futuro miserable y lleno de remordimiento. »Si quiere saber cómo es el verdadero amor, considere lo que Jesucristo hizo por nosotros. En vez de salvar su propia vida, Jesús optó por dar su vida en una cruz. Lo hizo por lo mucho que nos ama. Él murió por nuestros pecados para que no tuviéramos que afrontar el castigo eterno. Antepuso lo que necesitamos nosotros a lo que necesitaba Él. Eso es lo que hace el verdadero amor. »Muchas mujeres en su situación cierran los ojos ante la realidad y se dejan llevar por sus emociones. Y después nos cuentan su caso y nos piden ayuda. ¡Le rogamos que no se convierta en una de esas mujeres!» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 722. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
Un hombre borracho y perverso tenía un hijo que, a pesar de los esfuerzos de la madre por guiarlo por el camino del bien, se dejó arrastrar por toda suerte de vicios y malas compañías. El joven llegó a ser uno de los peores criminales de su tiempo. Cuando cometió un horrible asesinato, lo juzgaron y lo condenaron a muerte. Su madre, ya viuda, sufría más que él por esa situación. Los miembros de la sociedad en que vivía se sintieron satisfechos por la sentencia, pues pensaron que se había hecho justicia. Sin embargo, la madre no desmayó. Al contrario, solicitó un indulto, pero le fue negado. Cuando fusilaron a su hijo, ella pidió su cuerpo, pero no se lo entregaron porque era costumbre enterrar a los ajusticiados en el patio de la cárcel. Aquella madre pasó muchos años haciendo memoria de su hijo. Recordaba su sonrisa, su melodiosa voz de niño y su inocencia infantil, pero nunca llegó a aceptar que era un criminal. Lejos de eso, antes de su propia muerte la fiel y abnegada madre pidió que la sepultaran junto a su hijo en el patio de la cárcel. Y en honor a su lealtad y su amor de madre, le concedieron su petición. En este mundo no hay amor como el amor de una madre. Ella lo sufre todo por su hijo. Aunque él sea rebelde, ella le muestra cariño. Aunque sea perverso, ella le brinda su amor. Y aunque la sociedad lo juzgue y lo condene, ella tiene siempre la esperanza de que su hijo se volverá de su mal camino. Con todo, el amor de la madre no puede compararse con el amor de Dios. La madre quiere tanto a su hijo que hace caso omiso de su maldad para seguir amándolo, y hay momentos en que no quiere siquiera saber el monto de sus maldades. En cambio, Dios está tan consciente de lo vil que es nuestro pecado que, en vez de hacer caso omiso de él, da su vida en nuestro lugar para salvarnos de las terribles consecuencias de ese pecado y ofrecernos vida eterna. «Porque tanto amó Dios al mundo —dice el Evangelio según San Juan—, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.»1 Así como la madre del joven criminal de nuestra historia, Dios también se hizo sepultar entre los malvados2 a fin de identificarse con un ser querido en medio de una prisión. Pero en el caso de Dios no era por un solo ser querido sino por toda la humanidad, ni era la prisión de un solo lugar sino de este mundo pecador. Porque mediante la muerte Él se identificó con todos nosotros en nuestro pecado a fin de darle muerte simbólica a ese pecado para que también pudiéramos resucitar con Él y así disfrutar de la vida eterna que vino a darnos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 3:16 2 Is 53:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo una familia que consiste de una niña de doce años y dos niños, y de mi compañero, quien es el padre de todos mis hijos.... Lamentablemente, él abusó sexualmente de nuestra hija. Cuando yo me enteré, él, arrepentido, se humilló y recibió a Cristo en su corazón, le pidió perdón a mi hija y me pidió perdón también a mí.... »Mi madre quiere que yo lo denuncie y ya no siga con él.... Yo sé que debemos perdonar, pero también pienso en mi hija. No sé si ella necesita ayuda. Ella dice que lo perdona y que no quiere que suframos.... ¿Cómo hago para olvidar y que mi familia se reconstruya?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Tiene razón al decir que debemos perdonar. Es tan importante que Jesucristo enseñó que si no les perdonamos a otros sus pecados, nuestro Padre celestial no nos perdonará los pecados nuestros.1> »Sin embargo, Cristo no dijo que el perdón incluye fiarnos de la persona que nos ha hecho daño, ni que debemos ponernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos en peligro de volver a ser víctimas de abuso. »Nadie excepto Dios sabe la verdad en cuanto a si el compañero suyo fue sincero cuando le pidió a Dios que lo perdonara. Muchos de los que abusan sexualmente de los niños dirán lo que sea para evitar ser castigados.... Pero, lamentablemente, la mayoría de ellos no dejan de cometer semejante abuso. »Un hombre capaz de abusar sexualmente de su propia hija es más que un simple depredador sexual y más que un simple pedófilo. Él cometió incesto, lo que significa que su mente es capaz de dejar completamente de lado el amor paterno normal y considerar más bien a su propia hija como un objeto sexual y como un medio para satisfacer sus propios deseos.... »Como si eso fuera poco, él luego la engañó a usted logrando que lo protegiera y encubriera su conducta desviada, valiéndose del concepto bíblico del perdón como una trampa. Y consiguió que usted lo eligiera a él con toda su perversidad en lugar de su inocente hija. »Tenga la seguridad de que su hija nunca lo olvidará.... Él la despojó de lo que nunca podrá ser restaurado. Ella va a necesitar ayuda profesional si es que usted quiere que ella alguna vez llegue a comprender que aún sigue siendo la criatura inocente, pura y hermosa que era antes de ser víctima de ese despojo. »Siga hoy mismo el consejo de su mamá. Denuncie lo ocurrido ante las autoridades. ¡Proteja a su hija! ¡Y póngale fin a semejante engaño!» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 841. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 6:15
(Aniversario de la Muerte de José María Heredia) Un cierto avaro compró de manzanas dos o un ciento, y en un oscuro aposento de todos las escondió. El avaro cada día las manzanas visitaba: si alguna podrida hallaba, suspirando la comía.... Su hijo que, según se piensa, radiaba el pobre de hambriento, descubrió con gran contento de su padre la despensa.... La llave, pues, le quitó: abre el cuarto, y entra ansioso. Y su diente vigoroso en las manzanas cebó.... En esto su padre entró, y como le halló comiendo, «¡Ah, bribón! ¿Qué estás haciendo?», furioso le preguntó.... «Si no me entregas, mal hijo, las manzanas, te hago ahorcar.» Sin suspender el mascar, el bribonzuelo le dijo:... «Yo muy bien he procedido; ningún daño os he causado: las podridas he dejado, y las buenas he comido.»1 En esta imitación de Florián que hace el poeta cubano José María Heredia, el avaro que compró las manzanas y las escondió pronto aprendió que Dios las creó para que el hombre las comiera; de lo contrario, se pudren. Para mantener oculto su plan egoísta de guardarlas para sí y no compartirlas con nadie, tuvo que comerse las que se iban pudriendo, no fuera que el olor de ellas lo delatara. Su hijo le sacó la partida cuando descubrió el escondite de las manzanas y comenzó a comerse las buenas. Aun cuando el padre acaparador lo pescó en el acto y quiso condenarlo sin piedad, el hijo tenía toda la razón al contestarle tranquilamente que no estaba sino haciéndole el favor de comerse las buenas antes que se pudrieran. Así su padre mezquino no tendría que pasar el suplicio de comerse esas mismas manzanas cuando estuvieran podridas. Definitivamente a ese padre avaro «le salió el tiro por la culata». La moraleja de ese cuento en verso se halla en esta estrofa del poema jocoso del mismo autor titulado Le cayó la lotería: avaro que el talego debajo de tierra esconde, y se lo roban de donde enterrado lo tenía, le cayó la lotería.2 Aquí la expresión «le cayó la lotería» significa todo lo contrario a «se ganó la lotería». Tal vez haya influido en Heredia la enseñanza de San Pablo de que por la avaricia, que es idolatría, viene el castigo de Dios.3 El avaro es idólatra porque adora sus posesiones. Y el único digno de nuestra adoración es Dios.4 No es de extrañarse entonces que el apóstol Pablo también asevere que «ni los ladrones ni los avaros... heredarán el reino de Dios.»5 Es decir, tanto al ladrón del cuento como a su miserable víctima les espera el mismo fin. Más vale que adoremos únicamente a Dios, dándole oportunidad a su Hijo Jesucristo a que reine en nuestro corazón en lugar de las cosas de este mundo. Sólo así podremos asegurar la entrada en el reino de los cielos. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José María Heredia, «Cuento», Obra poética, Edición crítica de Ángel Augier (La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1993), pp. 308-09. 2 Heredia, «Le cayó la lotería», pp. 307-08. 3 Col 3:5-6 4 Éx 20:3-5 5 1Co 6:10; Ef 5:5
¡Qué ciego es el mundo!, madre, ¡qué ciegos los hombres son! Piensan, madre, que no existe más luz que la luz del sol. Madre, al cruzar los paseos cuando por las calles voy, oigo que hombres y mujeres de mí tienen compasión; que juntándose uno a otro hablan bajando la voz, y que dicen: «¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.» Mas yo no soy ciega, madre; no soy ciega, madre, no. Hay en mí una Luz divina que brilla en mi corazón. El Sol que a mí me ilumina es de eterno resplandor; mis ojos, madre, son ciegos..., pero mi espíritu... no. Cristo es mi Luz, es el día cuyo brillante arrebol no se apaga de la noche en el sombrío crespón. Tal vez por eso no hiere el mundo mi corazón cuando dicen: «¡Pobre ciega!, que no ve la luz del sol.» Hay muchos que ven el cielo y el transparente color de las nubes, de los mares la perpetua agitación, mas cuyos ojos no alcanzan a descubrir al Señor, que tiene a leyes eternas sujeta la creación. No veo lo que ellos ven, ni ellos lo que veo yo: ellos ven la luz del mundo; yo veo la luz de Dios. Y siempre que ellos murmuran: «¡Pobre ciega!», digo yo: «¡Pobres ciegos!, que no ven más luz que la luz del sol...» Este hermoso poema de autoría desconocida se titula «La niña ciega». Pero bien pudiera llevar por título «La niña vidente», pues nos abre los ojos a la dicha de la vista espiritual en contraste con la desdicha de la ceguera espiritual. Por lo general, los que no hemos perdido la vista pensamos únicamente en la función física de los ojos. Y sin embargo lo cierto es que es muy importante la vista espiritual. Si bien la niña ciega identifica a Jesucristo como la Luz divina que brilla en su corazón, es porque Él mismo se identificó, cuando vivió entre nosotros, como la Luz del mundo. Cristo dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.»1 Si queremos tener esa Luz de la vida, no tenemos siquiera que disfrutar de la vista física. Basta con que permitamos que Cristo nos ilumine, como el Sol al que se refiere la niña ciega, que nunca se oculta porque «es de eterno resplandor». Si le pedimos a Cristo que nos alumbre de este modo, y lo seguimos como Él nos invita a que lo hagamos, se cumplirá en nosotros su promesa de que no andaremos en tinieblas. Descubramos al Señor, como lo descubrió la niña ciega pero vidente. Así no nos importará si brillamos o no con luces propias, ya que tendremos la Luz más brillante del mundo, la Luz de la vida. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Jn 8:12
«Mis primeros recuerdos emergen de una sensación acariciante y melodiosa.... La voz entrañable de mi madre orientaba mis pensamientos....»1 Así comienza su autobiografía titulada Ulises criollo el eminente escritor y estadista mexicano José Vasconcelos. Junto a su padre, ya casi terminado el siglo diecinueve, la madre del pequeño José había habitado el inhóspito desierto de Sonora como pionera, entregando cuerpo, alma y espíritu por el bien de su familia. «Gira el rollo deteriorado de las células de mi memoria —continúa Vasconcelos—; pasan zonas ya invisibles y, de pronto, una visión imborrable. Mi madre retiene sobre las rodillas el tomo de Historia Sagrada. Comenta la lectura y cómo el Señor hizo el mundo de la nada, creando primero la luz, en seguida la tierra con los peces, las aves y el hombre. Un solo Dios... y la primera pareja en el Paraíso. Después, la caída, el largo destierro y la salvación por obra de Jesucristo; reconocer al Cristo, alabarlo; he allí el propósito del hombre sobre la tierra. Dar a conocer su doctrina entre los gentiles, los salvajes; tal es la suprema misión.»2 «Si vienen los apaches y te llevan consigo, tú nada temas —le decía ella—: vive con ellos y sírveles; aprende su lengua y háblales de Nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros y por ellos, por todos los hombres. Lo importante es que no olvides: hay un Dios todopoderoso, y Jesucristo es su único hijo. Lo demás se irá arreglando solo. Cuando crezcas un poco más y aprendas a reconocer los caminos, toma hacia el sur, llega hasta México, pregunta allí por tu abuelo... Esteban Calderón de Oaxaca; en México lo conocen; te presentas, le dará gusto verte; le cuentas cómo escapaste cuando nos mataron a nosotros... Ahora bien, si no puedes escapar o pasan los años y prefieres quedarte con los indios, puedes hacerlo; únicamente no olvides que hay un solo Dios padre y Jesucristo su único hijo; eso mismo dirás entre los indios...»3 Llega el día en que se invierten los papeles, y las lágrimas con que se cortó el discurso de la madre aquel día ya no las derrama la madre sino el hijo, que acaba de recibir un telegrama: «Avisen Carmita grave, no hay esperanzas.» Y antes de poder siquiera responder, le comunican otro mensaje: «Resígnate.... Te acompañamos en tu pena.»4 «“No ames lo que se ha de morir —había dicho ella tantas veces—; sólo al Dios eterno has de amar.” ... En ese momento, sin embargo, por primera vez —confiesa Vasconcelos—, vaciló mi fe y no sabía si creer o no creer en el más allá de las almas.... Y martillaba mi mente la evidencia brutal de que jamás volvería a contemplar el rostro amado.» A pesar de reflexiones como éstas que lo desgarran, Vasconcelos resuelve sus dudas respecto al más allá, en el que halla consuelo, pues concluye: «Mi madre había cumplido su tarea y se iba al cielo.»5 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Vasconcelos, Textos: Una antología general (México: SEP/UNAM, 1982), p. 9. 2 Ibíd., p. 11. 3 Ibíd., pp. 11,12. 4 Ibíd., p. 34. 5 Ibíd., pp. 35,36.
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Llevo viviendo un buen tiempo con mi novia, y tenemos varios hijos en común. Hemos decidido casarnos, pero ella es católica y yo protestante. Ella sugiere que nos casemos dos veces para no tener conflictos, pero yo no estoy muy seguro. ¿Qué me recomiendan hacer?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »... En primer lugar, ¡lo felicitamos por decidir casarse! ... Cuando los cónyuges se dicen mutuamente los votos matrimoniales, se están comprometiendo a establecer un fundamento para todo el porvenir. Cada cónyuge le está asegurando al otro, como también a los hijos, de ese compromiso a la relación matrimonial.... »Si no tuvieran hijos, les recomendaríamos que decidan a qué clase de iglesia piensan asistir con ellos. Pero como ya los tienen y no los están llevando a ninguna iglesia, parece que tampoco han tomado una decisión acerca de eso. »Tal vez les sorprenda el hecho de que nosotros tenemos cuatro hijos casados y que ninguno de ellos se casó en una iglesia. En vez de optar por celebrar la boda en un edificio construido por manos humanas, cada uno prefirió que el clérigo los casara al aire libre, con el fondo de la naturaleza creada por Dios. »Si bien los líderes de algunas iglesias insisten en que hay que casarse en el edificio de ellos para que sea válido el matrimonio, la Biblia no dice nada respecto a dónde deben celebrarse las bodas. Nosotros hemos asistido a bodas en hogares, hoteles, parques y hasta frente al mar. El factor importante no es el lugar donde se dicen los votos sino más bien si se los están diciendo tanto a Dios como al cónyuge. »Así como el asistir a una iglesia no santifica a una persona, tampoco el casarse en un edificio bendice ni santifica ningún matrimonio. Dios no se fija en el local de la iglesia a la que asistimos ni en dónde nos casamos; Él se fija en nuestro corazón. ¿Le ha entregado usted su corazón a Dios? ¿Le ha pedido que perdone sus pecados y lo ayude a vivir conforme Él quiere que viva? »Le recomendamos que haga una búsqueda por Internet acerca de las diferencias entre las creencias católicas y las protestantes. (No le vamos a sugerir ningún sitio particular en la red porque creemos que no es prudente que avalemos la validez o confiabilidad de un sitio por encima de otro en este asunto.) A usted y a su novia les conviene estudiar cada doctrina y conversar acerca de las diferencias entre ellas. Es muy posible que uno de los dos o ambos nunca hayan examinado a fondo la fe que profesan. Esa conversación bien pudiera ayudarles a tomar ciertas decisiones sobre quién oficiará en la ceremonia de bodas y a qué iglesia pudieran comenzar a asistir junto con sus hijos.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 721. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
Ismael Cerna era sobrino del Mariscal Vicente Cerna, quien había sido depuesto como presidente de Guatemala. Ismael empleaba sus dotes de poeta para combatir, mediante la prensa y otras actividades, al entonces presidente, el general Justo Rufino Barrios. Lo cierto es que no comulgaba en absoluto con el régimen de Barrios. Tanto insistió en atacarlo el joven Cerna, que el presidente Barrios resolvió mandarlo a la cárcel por actividades subversivas. En la cárcel el joven poeta, inspirado por quién sabe qué, le envió un nuevo poema al presidente en el que lo calificaba de tirano. Y como si eso fuera poco, retó a Barrios a que le quitara la vida. El presidente, después de leer el poema detenidamente, mandó llamar al poeta para que se lo leyera en voz alta. Cerna no se acobardó, sino que lo hizo con la voz vibrándole de emoción. Barrios quedó admirado de la actuación del poeta y le dijo: —Estos versos no son malos, joven. Cerna replicó: —Si son buenos o malos no lo sé, puesto que sólo los he sentido. Barrios le preguntó entonces: —¿Le gustaría estar libre? Pero Cerna le contestó: —A usted no le pido nada. —Está bien —concluyó Barrios—, está libre. ¡Váyase! La historia me hará justicia aunque usted no lo haga. Cerna salió de la cárcel y también del país en exilio voluntario, y no volvió sino hasta después de la muerte de Barrios. Pero no se quedó callado. En un aniversario de la muerte del exmandatario, aprovechó la ocasión para subir a la tribuna y recitar los siguientes versos: Yo que de tu implacable tiranía una víctima fui, yo que en mi encono quisiera maldecirte todavía, no olvido que en un instante en tu abandono quisiste engrandecer la patria mía, y en nombre de esa patria te perdono.1 Tal vez haya influido en Ismael Cerna el siguiente consejo que San Pablo les dio a los efesios: «Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.»2 Todos necesitamos el perdón, tanto el darlo como el recibirlo. Los que no somos perdonadores somos perdedores. Y los que no recibimos el perdón de Dios perdemos la vida eterna que Él nos dio al morir en la cruz. Para recibir ese perdón divino y la vida eterna que lo acompaña, basta con que oremos el padrenuestro así como Cristo nos enseñó que hiciéramos: «Padre, ... perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos ofenden.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Óscar Hugo Álvarez Gómez, Anécdotas del General de División Don Justo Rufino Barrios, 2a ed. (Guatemala: Editorial del Ejército, 1984), pp. 65-66. 2 Ef 4:31‑32 3 Lc 11:4
«El administrador [de la hacienda, don José Antonio,] invitó al Jefe [del Resguardo] y al periodista [secretario de la Municipalidad] a pasar la noche en su casa. »Doña Rosita, que aguardaba ansiosa el regreso de su marido, atendió a las visitas con solemne cortesía.... Aprovechando la presencia del representante del periódico... hábilmente sacó a relucir todos sus conocimientos, no olvidó las disimuladas alusiones al colegio en que se había educado y a la posición social de su familia y, ya refiriéndose a los acontecimientos del día, criticó las depravadas costumbres de la gente de la hacienda.... »—Eso mismo ocurre en todos los rincones del país —afirmó... doña Rosita, generalizando—. ¡Ah, señores, desconsuela el grado de corrupción al que se ha llegado en nuestros días! ¿Hacia dónde vamos? Al precipicio, señores, al caos... ¡Ah, qué ejemplar, qué apacible y sosegada vida la que hacían nuestros abuelos! ¿Y por qué hoy tanta miseria? ¿Por qué tanta impiedad y perversión? Por la ignorancia.... ¡Luz y más luz es lo que se necesita!... Pero instrucción cristiana, se entiende. ¡Moral cristiana, señores! Si se quiere evitar mayores males, hay que combatir la criminal indiferencia religiosa del pueblo.... »Hay que saber educar para no tener que castigar; éste es un principio muy cristiano. El hombre, o se endereza de niño o no se endereza nunca. Hay que ir directamente a la Escuela. Hay que entronizar allí [a Jesucristo], para que ilumine y guíe con su infinita sabiduría los pasos del maestro... para que inculque en los infantiles corazones el santo temor a Dios, para que los enseñe a... pensar un poco más en el espíritu, a despegarse de la tierra para acercarse a Dios.»1 ¡Con razón que a doña Rosita, que es el personaje femenino más cuidadosamente caracterizado en la novela Gentes y gentecillas, su autor costarricense Carlos Luis Fallas la calificara de «perversa, chismosa, ridículamente vanidosa y afectada»! También tiene razón el profesor Víctor Manuel Arroyo en el prólogo al decir de doña Rosita: «Es una rara mezcla de hipocresía y de perversidad. Está en el grupo de la “gente” y tiene el peor concepto de la “gentecilla”.» Sin embargo, tal vez porque con frecuencia Dios se vale de ciertas personas malpensadas y menos pensadas para enseñarnos grandes lecciones morales y espirituales, doña Rosita misma tiene razón al decir que necesitamos «luz y más luz», instrucción y moral cristiana, para evitar que mayores males trastornen a nuestra sociedad. Más paradójico aun es que Fallas haya puesto en boca de doña Rosita palabras afines a las de uno de los hombres más sabios de la historia universal. Se trata del rey Salomón, quien afirma en sus proverbios: «Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará.... El temor del Señor es el principio del conocimiento... [y] de la sabiduría.... Prolonga la vida... [y] evita el mal.... Es un baluarte seguro que sirve de refugio a los hijos».2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Carlos Luis Fallas, Gentes y gentecillas (San José: Editorial Costa Rica, 1994), pp. 256-58. 2 Pr 1:7; 9:10; 10:27; 16:6; 14:26; 15:33; 19:23; 22:6
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Después de diez años de casados, mi esposa se sintió muy atraída por un muchacho atractivo y mucho más joven, que llegaba a la casa para vendernos pan. Pasaban a veces hasta cuarenta minutos platicando en frente de nuestra casa. Yo le decía a mi esposa que no era correcto lo que hacía, pero ella me respondía que era sólo una amistad inofensiva. Se lo advertí muchas veces, hasta que llegaron al punto de que se veían afuera y, según me comentó, se besaban.... No sé qué hacer.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »... Es importante reconocer que su esposa sí optó por contarle a usted acerca del beso. Ella pudo haber guardado el secreto y haber seguido la relación amistosa con el joven, pero decidió más bien contárselo a usted. Como ella se lo confesó, vamos a suponer que está arrepentida y que quiere reparar la relación entre ustedes dos. »Es posible que usted esté enojado con ella debido a que no acató su advertencia en cuanto a lo inapropiadas que eran las largas conversaciones que tenía con el joven. ¿Acaso estaba ella tratando de desquitarse por algo que usted hizo, tal como una relación que usted tuvo o está sosteniendo con otra mujer? ¿O estaba procurando que usted se pusiera celoso porque ella siente que usted no le está prestando suficiente atención? Ella bien pudiera sentirse insegura por estar envejeciendo o por su apariencia física, y la atención que le estaba prestando el joven la hizo sentirse más segura de sí misma. »No hay duda alguna de que lo que hizo su esposa no fue lo correcto y que esa brecha en la confianza pudiera destruir su matrimonio, si usted lo permite. Pero como nos está pidiendo un consejo, creemos que quiere salvarlo. »¿Puede usted perdonar a su esposa de una vez y para siempre y no volver nunca a echárselo en cara? Recuerde que Jesucristo dijo que si usted no perdona los pecados de los demás, el Padre celestial no perdonará los pecados suyos.1 Él estaba enseñando que para que cualquiera de nosotros sea perdonado por nuestros pecados, tenemos que estar dispuestos a perdonar a los demás. »Nosotros creemos que es fundamental que usted y su esposa asistan por lo menos a unas cuantas sesiones de terapia matrimonial a fin de que un consejero pueda ayudarles a los dos a fijarse límites con relación al futuro. Sin un mediador, creemos que les resultará muy difícil salir airosos de esta situación tan complicada. »Aún más importante, le recomendamos que los dos vuelvan a comprometerse mutuamente y que le pidan a Dios que los una de nuevo. Pídanle que les ayude a encontrar recursos para fortalecer su matrimonio. Muchas iglesias grandes u organizaciones comunitarias ofrecen talleres para matrimonios o incluso grupos de terapia matrimonial que pudieran ser de gran ayuda para ustedes.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 840. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 6:15
En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue: «Hace cinco años anduve con un hombre casado y tuvimos un hijo. Cuatro años después conocí al que ahora es mi esposo, y al que amo con todo mi corazón. Él quiere tomar a mi hijo como suyo.... Me dice que quiere que seamos una familia, y sólo él quiere ser su papá, ya que el verdadero papá de mi hijo no lo busca mucho.... »No sé qué hacer. Por un lado está mi hijo que tiene derecho de ver a su papá, y por otro mi esposo, y no quiero hacerlo a un lado.» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »¡Ha acertado usted al buscar este consejo de nuestra parte! Es que en nuestra propia familia tenemos experiencia con tres hijos adoptivos y dos padres biológicos. »En primer lugar, permítanos resaltar algo que usted dijo, y en lo que está equivocada. Usted dijo que el padre verdadero es el padre biológico. Eso no es cierto. El padre verdadero es el que arropa bien en la cama al niño cuando se acuesta de noche. El padre verdadero enjuga las lágrimas del niño y le limpia el rostro sucio. El padre verdadero se esfuerza en su trabajo a fin de proveerles un hogar seguro al niño y a la madre del niño. Y el padre verdadero abraza al niño y le dice: “Te amo.” »En el caso suyo, es obvio que su esposo es el verdadero padre del niño. El padre biológico es el que contribuyó en su ADN, pero eso no lo convierte en el padre verdadero. Pregúntese: “¿Cuál de estos hombres le ha mostrado amor a mi hijo? ¿Cuál de ellos quiere tener un futuro con mi hijo? ¿Y cuál de ellos quiere proveerle un hogar y darle amor a mi hijo?” El padre verdadero es ese hombre. »Usted está preocupada de que su hijo necesita conocer a su padre biológico. Tal vez algún día, cuando sea adulto, pueda ser así. Pero por ahora basta con su padre verdadero. Podemos decirle por experiencia propia que un hijo adoptivo puede crecer sano y feliz sin jamás haber conocido a sus padres biológicos. Y a muchos hijos adoptivos no les interesa, ni siquiera después de ser adultos, buscar y conocer a sus padres biológicos debido a que tienen la sabiduría necesaria para saber que tuvieron padres verdaderos desde el principio. »Le aconsejamos que le dé todo su apoyo a su esposo en el deseo que él tiene de adoptar legalmente a su hijo. Pídale al padre biológico que ceda formalmente los derechos de paternidad. Es probable que él acceda a su petición; pero si no lo hace, entonces él debe comenzar a sostener al niño económicamente cada vez que recibe su sueldo, y debe sacar tiempo para estar con su hijo puntualmente cada semana. Si él no está dispuesto a hacer esas dos cosas, usted debe consultar con un abogado en cuanto a solicitar que un juzgado haga que cesen los derechos de paternidad que él ha tenido. »Dios la ha bendecido a usted con un esposo amoroso que quiere ser un verdadero papá para su hijo. »¡Le deseamos que su familia sea feliz! »Linda y Carlos Rey.» Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 122». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Me casé y, a inicios de la pandemia, mi esposo migró solo a [otro país]. Mis dos hijos y yo nos quedamos. Con el paso del tiempo, me enteré de que tiene mujeres que paga por sexo. Él dice que sólo es eso, pero eso me partió el corazón y estoy devastada.... »Ahora él me dice que, si quiero que nuestra relación no se acabe, debo irme para estar con él, pero mis hijos no quieren viajar, así que no sé qué hacer. Si me quedo, sufriré por perder a mi esposo, y si me voy, ¿cómo dejaría a mis hijos? Cualquiera que sea la decisión que tome, saldré lastimada y perderé algo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡Usted tiene toda la razón! No hay decisión alguna que le permita tener todo a su favor. Así que es prudente de su parte pedir ayuda para hacer una elección tan trascendental. »Hay varios hechos que vamos a tener que suponer debido a que usted no los especifica. En primer lugar, suponemos que sus hijos tienen un padre que no es su esposo actual. De lo contrario, ¿por qué habría de querer un hombre (en este caso, su esposo) que sus propios hijos fueran abandonados por la mamá? Pero, si no son hijos de él, pudiera no importarle mucho si usted los abandona. Es más, tal vez una de las razones por las que su esposo se fue del país es que no se llevaba bien con los hijos suyos. »Por otro lado, si su esposo sí es el padre, entonces suponemos que esos hijos tienen la suficiente edad como para ser independientes. En ese caso, su esposo pudiera estar planeando ayudarles más adelante.... »Sin embargo, en realidad ninguna de nuestras suposiciones importan porque su esposo ya la ha engañado y ha quebrantado sus votos matrimoniales. Sería muy imprudente volver a confiar en él. Después de todo, él no está pidiéndole que vaya a estar con él porque la ama. La está amenazando más bien con que si usted no hace lo que él quiere, está listo para relacionarse con otras mujeres. Y así como ya la ha engañado, es muy probable que va a seguir haciéndolo. »Nosotros nunca recomendamos que los cónyuges vivan en diferentes países el uno del otro. Algo parecido a lo que le ha pasado a usted ha ocurrido en los casos de un sinnúmero de mujeres. »Cuando su esposo cometió adulterio, quebrantó los votos y la confianza que los mantenía unidos. En algunos matrimonios puede haber perdón y un nuevo comienzo, pero no creemos que haya esperanza en el caso suyo.... »En sus esfuerzos por salir adelante, pídale a Dios que la ayude, y confíe en su dirección divina. Lea el Nuevo Testamento de la Biblia y tome decisiones basadas en los principios que ahí aprenda.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 839. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi esposo y yo tenemos treinta y dos años de edad, y poco más de un año de casados. Antes de casarnos decidimos que tendríamos dos hijos... pero ahora quiero posponer ese embarazo porque disfruto mucho de la vida con mi esposo y del tiempo a su lado. El otro motivo es por las finanzas. Ahora tenemos lo necesario, pero con un bebé nuestros ingresos serían insuficientes. »Ya lo conversé con mi esposo, y él está de acuerdo en posponer el embarazo unos meses.... ¿Es pecado este sentimiento mío de apatía hacia la maternidad? ¿Cómo lo puedo cambiar? Es que no encuentro nada que me haga desear ser madre.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »No hay nada en absoluto en la Biblia que requiera que las mujeres sean madres.... Y en definitiva no es un pecado que [usted no tenga el deseo de serlo]. »Sin embargo, debido a que usted y su esposo decidieron antes de casarse que tendrían dos hijos, creemos que si usted ahora le dijera que no quiere tener hijos, con eso estaría violando el acuerdo. Si él considera importante el tener hijos, tal como parece, entonces usted hizo lo indebido al casarse con él si no iba a ser consecuente con el plan de hacer todo lo posible por tenerlos. »Ahora bien, la decisión de tener hijos no implica necesariamente tenerlos en seguida. Nosotros creemos que es prudente que los cónyuges pasen tres, cuatro o cinco años juntos antes de tenerlos. Eso da margen para que se concentren en su matrimonio y lleguen a conocerse mejor. También da margen para que los dos trabajen fuera del hogar a fin de ahorrar dinero para cuando lleguen esos hijos. »Como usted sabe, muchas mujeres ahora tienen bebés poco antes e incluso poco después de cumplir los cuarenta años. Por supuesto, corren más riesgos las que quedan embarazadas siendo ya mayores, y algunas mujeres no tienen la misma energía que cuando eran más jóvenes para correr detrás de niños pequeños. Sin embargo, otras descubren que pueden disfrutar de sus hijos aún más a causa de la vida que han llevado hasta antes de tenerlos. »En el caso suyo, a usted aún le quedan algunos años antes de tener que preocuparse por el riesgo de complicaciones en el embarazo. Y si bien es cierto que, por lo general, después de cumplir treinta años la fertilidad comienza a menguar un poco,1 no deja de haber una probabilidad muy alta de quedar embarazada hasta cerca de los cuarenta años. »Le recomendamos que usted y su esposo oren juntos todos los días y le pidan a Dios que los guíe. Pídanle que les ayude a llegar a un acuerdo que ambos aprueben por igual. Determinen que será una conversación con Dios y no con todos sus amigos y familiares que piensan que saben lo que más les conviene a ustedes.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 720. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Am I Too Old to Have Kids? What to Know About Fertility and Aging [¿Soy demasiado vieja para tener hijos? Lo que hay que saber acerca de la fertilidad y el envejecimiento»], Healthline [Datos sobre la salud] En línea 28 febrero 2022.
En el puerto de El Grove en Pontevedra, España, vivía un sacerdote llamado Meco que tenía la mala costumbre de portarse con las mujeres como si no hubiera hecho votos de celibato. El tal Meco piropeaba a cuanta mujer le caía bien, y hacía caer en su trampa a las señoras que eran fácil presa de sus galanteos y hasta a algunas que no lo eran. Cierto día el padre Meco perdió los estribos y forzó a una mujer. Las compañeras de la víctima, al enterarse, hicieron causa común y salieron en persecución del descarado clérigo. Cuando le dieron caza, lo ajusticiaron ahí mismo. Según cuenta la crónica, lo colgaron de una higuera, pero hay quienes insisten en que lo colgaron de un campanario. De cualquier manera, de una vez por todas acabaron con la galantería y con la vida vergonzosa del sacerdote. Los vecinos del lugar frustraron todo intento que se hizo por averiguar quién fue el autor del crimen, pues se confabularon y, cada vez que los interrogaban, respondían: «Lo matamos todos nosotros.» Con eso impidieron que concluyera satisfactoriamente la investigación.1 En el caso de la muerte de Meco hubo dos grupos de personas interesadas. Mientras las unas impedían que llegara a saberse oficialmente quiénes eran los autores del crimen, las otras se morían de las ganas por saberlo. De ahí que surgiera el dicho: «¿Quién mató a Meco?» Las consumía una curiosidad natural, lo cual no tiene nada de extraño. Ante un crimen pasional como ese, lo que sí nos extrañaría es que se mostraran indiferentes. Siendo así, ¿por qué será que hay tantas personas que desconocen el crimen pasional más grande que jamás haya perpetrado la humanidad? ¿Acaso no es eso lo que sucedió cuando Jesucristo, el Hijo de Dios, murió por nuestros pecados, colgado en una cruz? Al fin y al cabo, ¿quién mató a Jesús? Esa es la pregunta que exige respuesta. Tal vez la razón por la que tantos evitamos encarar esa pregunta es que la respuesta nos señala a nosotros mismos. Al igual que los vecinos de Pontevedra, debemos responder: «¡Lo matamos todos nosotros!», sólo que en el caso de ellos no era necesariamente la verdad, mientras que en el nuestro sí lo es. Cuando San Pedro acusó a los judíos de matar a Jesús, crucificándolo por medio de hombres malvados,2 en cierto sentido nos estaba señalando a la vez a nosotros, pues fueron los pecados nuestros, junto con los de la humanidad de todos los tiempos, la causa fundamental de su muerte en la cruz. Sin embargo, si bien es cierto que los autores del crimen de la Pasión de Cristo somos nosotros, el Autor intelectual de esa Pasión es Él. Nosotros dimos el golpe mortal, eso sí, pero fue Cristo quien dio el golpe de gracia; pues fue por su gracia que a todos nosotros que lo matamos nos salvó de la condenación de ese crimen que Él sabe que cometimos3 y que por lo tanto no tenemos que ocultar. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Gregorio Doval, Del hecho al dicho (Madrid: Ediciones del Prado, 1995), p. 50. 2 Hch 2:22‑23 3 Ef 2:8
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace más de quince años, conocí a una mujer con quien inicié una relación sentimental. Ella es diez años mayor que yo. En un principio todo era muy bonito.... Dos años después de iniciar la relación, tuvimos un hijo.... »Todo ese tiempo hemos vivido juntos, pero hemos tenido problemas y hemos estado a punto de separarnos. Sin embargo, yo siempre he luchado por no separarme de mi hijo. No nos hemos casado. Cada día la relación está más rota, pero el amor que ambos sentimos por nuestro hijo nos mantiene juntos a pesar de todos los problemas.... Siento que ni ella ni yo somos felices, y ya no sé qué hacer.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Admiramos mucho que usted diga: “el amor que ambos sentimos por nuestro hijo nos mantiene juntos a pesar de todos los problemas”. Los felicitamos a ambos por darle prioridad a las necesidades de su hijo por encima de las suyas propias. Los dos son realmente excepcionales al estar dispuestos a sacrificar lo que ustedes desean por el bienestar de su hijo. »Si bien es cierto que, debido a que no se han casado, sería menos complicado separarse, de todos modos necesitarían los servicios de un abogado para formalizar un acuerdo de custodia y manutención del hijo.... »Usted dice: “Siento que ni ella ni yo somos felices.” Eso se debe a que no están cumpliendo las expectativas del otro. Un consejero profesional pudiera servir de mediador para ayudarles a darse cuenta de esas expectativas y a expresarlas, a la vez que les enseña cómo comunicarse de una manera más positiva. »Sin embargo, si uno de los dos o ambos no están dispuestos a acudir a un consejero profesional, y si ninguno de los dos está interesado en reavivar la relación que tienen, entonces deben decidir juntos cómo proveerle a su hijo un hogar estable y tranquilo. »Por ejemplo, pueden ponerle punto final a su relación física, acordando cuidar a su hijo como compañeros de cuarto con una relación platónica. Al dejar de tener la expectativa de satisfacer las necesidades del otro, tendrán más tiempo para concentrarse en las necesidades de su hijo y hacerlo feliz. Tienen muy pocos años más hasta que el tiempo que pasen con él sea mucho más limitado. Aprovechen entonces al máximo cada día que tienen con él mientras puedan. »¿Está usted dispuesto a sacrificar una vida sentimental durante esos años con el fin de hacer lo debido por el bienestar de su hijo? ¿Está dispuesto a abstenerse de salir con otras mujeres a pesar de que usted y la madre de su hijo ya no tienen una relación romántica o física? ¿Está dispuesto a comunicarse serenamente con ella, como también a mantenerse calmado cuando no están de acuerdo, por el bien de su hijo? Lo único necesario para hacer todo eso es que el amor que le tiene a su hijo supere el amor que tiene por sí mismo.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 838. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
El 25 de febrero de 1610, el rey Felipe III creó el Tribunal de la Inquisición en el distrito del Nuevo Reino de Granada, costas de Tierra Firme, Barlovento, la Española y el territorio de la Audiencia de Santo Domingo. Para administrar el Tribunal del Santo Oficio comisionó a la orden de los dominicos y designó como centro la ciudad de Cartagena de Indias. No fue sino hasta el 2 de febrero de 1614 que se realizó el primer auto de fe en Cartagena de Indias. Fueron sancionados un hechicero, Juan Lorenzo; un fraile, Diego Piñeros; un carpintero, Andrés Cuevas; un buhonero, Juan Mercader; un señor acusado de hacer pacto con el diablo, Luis Andrea; y un portugués, Francisco Rodríguez Cabral. La causa de la sanción de aquel portugués fue sin duda una de las más dignas de comentario de todas: rezaba mal el credo. Rodríguez Cabral no decía que nuestro Señor Jesucristo «resucitó de entre los muertos» sino que «resucitó a los muertos».1 ¡Valga la diferencia semántica! Aquí cabe señalar que esa diferencia entre resucitar «de entre los muertos» y resucitar «a los muertos» es más que un juego de palabras. Si aceptamos la veracidad del relato de los evangelios, las únicas posibilidades que existen son creer que Cristo resucitó a otros pero no resucitó Él mismo, o que resucitó a otros y también resucitó Él mismo. El que Cristo resucitara a otros antes de su propia muerte implica que tenía el poder para resucitar Él mismo en caso de morir. En otras palabras, no tiene lógica creer que Cristo pudo resucitar a otros, pero que Él mismo no pudo haber resucitado. Al contrario, pudiera argumentarse que el hecho de que don Francisco Rodríguez Cabral creyera que Jesús resucitó a los muertos implica que tuvo que haber creído también que resucitó de entre los muertos, es decir, que Cristo mismo resucitó. ¿Quién hubiera pensado que habrían de tener más fe en la posibilidad de resurrección los jefes entre los judíos que los discípulos mismos de Jesús? Fueron esos dirigentes judíos quienes recordaron y tomaron en serio las palabras proféticas de Cristo respecto a que resucitaría tres días después de ser entregado, condenado a muerte, azotado y crucificado. «Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron —afirma San Pablo—. Con su poder Dios resucitó al Señor, y nos resucitará también a nosotros.»2 Para que esto suceda tenemos que confesar que Jesucristo es el Señor y creer que resucitó de entre los muertos.3 Así podremos salvarnos de la sanción capital del Inquisidor divino en el Tribunal supremo que nos espera. Y así podremos resucitar para ser transformados con un cuerpo incorruptible e inmortal.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Javier Ocampo López, Supersticiones y agüeros colombianos (Bogotá: El Áncora Editores, 1989), pp. 61‑62. 2 1Co 15:20; 6:14 3 Ro 10:9 4 1Co 15:52-53
«Hacía ocho años que tenía en jaque a todo el Cibao. Se presentaba de improviso en Santiago, desaparecía y al otro día abaleaba un soldado en Salcedo.... Se dijo que era brujo; que cuando lo quería, se hacía invisible. Se le temía como a un dios implacable. El Gobierno despachó cientos de hombres tras él, y el ejército llenaba la cárcel de pobres campesinos, sospechosos de encubrirle. Nada.... »... Me llenó de sorpresa verlo tan sereno... como si no fuera el objeto de una caza feroz y larga. Llevaríamos más de media hora allí. Él había contado innumerables episodios de su vida y parecía muy cansado. Tenía una voz triste.... Él era campesino, joven.... »—Quique. Quizá yo pueda serle útil sin faltarle a mi conciencia. »—No, amigo, no tiene que faltarle; sólo lo quería pa conversar con usté. Me parece que no voy a durar mucho, y como de mí se habla tanto, no quería morirme sin que siquiera un hombre supiera que de no acosarme como un perro con rabia, esto se hubiera evitao.... »... Torné a verlo. Ni miraba ni se movía. Negro, triste y perseguido... »—No piense mal, Quique. ¿Por qué va a morirse usté? »—Es que tengo que morirme, amigo.... He pasao muchos años poniéndole el frente al diablo y llevándome en claro a muchos vagamundos; pero hace unos quince días que me pasó una cosa muy mala, y dende entonces ni an duermo.... Quique había estado rondando por Licey en pos de un compadre enfermo, y los soldados lo velaron. Ellos no acertaban nunca, porque la fama de Quique les hacía temblar el pulso a los mejores. Además, no se cuidaban de que hubiera o no gente. Mejor si la había, porque así se propalaba la noticia de que se había enfrentado al temible Quique Blanco, y eso, claro, podía proporcionar algún ascenso. Así, ese día una niña cruzaba cerca del fuego. La cogió una bala de Quique. Él la vio caer, y de golpe sintió que se le aflojaba el corazón. »—Dende ese día ando como loco, amigo. Cierro los ojos y la veo cayendo. Era una pobre criatura. No me lo perdono, amigo, y quisiera tener el poder de Dios pa devolvérsela a su mama.... »—¿Usté tiene hijos, Quique? —pregunté. »—No, amigo. Si hubiera tenío uno... »Adiviné el resto. En su lógica primitiva, dar su hijo en pago de la muerta era una solución. ¡Y eso lo pensaba él, que no sabía cómo se quiere a un hijo!... »Dos días después... me encontré con la noticia de que un muchacho de Moca había sorprendido a Quique Blanco durmiendo y le había destrozado la cabeza de un tiro con el revólver del propio muerto. Más tarde supe que habían paseado el cadáver por todos los pueblos del Cibao, para que la gente no creyera que seguía vivo.»1 Este cuento del ilustre escritor cibaeño Juan Bosch, uno de sus Cuentos escritos antes del exilio y por lo tanto antes de que llegara a ser presidente de la República Dominicana, nos recuerda que Dios sí dio a su Hijo en pago de la muerte que merecía cada uno de nosotros a causa de nuestro pecado, y que, a diferencia de lo que sucedió luego de que mataron a Quique Blanco, no había cadáver suyo que pudiera pasearse por los pueblos de Judea o de Galilea «para que la gente no creyera que seguía vivo». Porque Jesucristo resucitó,2 y hoy quiere que lo busquemos de todo corazón para que lleguemos a conocerlo en persona como Él realmente es, un Dios poderoso pero clemente y compasivo.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Juan Bosch, «La verdad», Cuentos escritos antes del exilio (Santo Domingo: Edición Especial, 1974), pp. 38‑47. 2 Jn 3:16‑17; Ro 4:25; 6:23; 1Co 15:3‑4 3 Éx 34:6; Neh 9:17; Sal 86:15
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Mis ingresos como trabajador son precarios.... Mi cuñada emigró, nombró apoderada de sus bienes a mi esposa, y le asignó la responsabilidad de cuidar de su madre y su casa. A cambio, nos apoya económicamente.... »Esto ha motivado reproches de mi esposa, dándome a entender que, si mi situación económica fuera mejor, ella no tendría que asumir esa responsabilidad.... »La salud de mi esposa ha ido en detrimento por el estrés que le produce atender a su madre.... Todo eso ha generado a su vez discusiones entre nosotros, y en cada oportunidad me corre de la casa de su hermana, donde vivimos.... Siento que no tengo esposa porque ella duerme con su madre, y yo solo o con mi hijo de once años.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »... Usted cree que su esposa le echa la culpa a su situación económica de que tenga que cuidar de la mamá. Si otros miembros de la familia de ella están dispuestos a cuidar de la mamá, entonces su esposa pudiera tener razón de que su situación económica la está obligando a cuidar de ella como si fuera un empleo. En cambio, si nadie más está dispuesto a hacerlo, entonces su esposa tendría la obligación aun cuando el salario de usted fuera más que suficiente, y ella estaría culpándolo por sentirse frustrada y no porque usted tuviera culpa alguna.... »Nosotros hemos observado que, por lo general, la esposa (o pudiera ser el esposo) se queja de los ingresos del cónyuge porque cree que él no está esforzándose lo suficiente para trabajar, o porque ve que él se porta como si no tuviera nada importante que hacer. En el caso de usted, vamos a suponer que ella se está esforzando mucho en su trabajo y está muy estresada, pero ve que usted está asumiendo una inadecuada responsabilidad en el hogar, a pesar de que tiene tiempo de sobra. »Cuando usted no tiene trabajo, ¿cómo pasa el tiempo? ¿Hace las compras en el supermercado, prepara comidas, se encarga de la limpieza de la casa y cuida al hijo? ¿Le muestra a su esposa mediante sus acciones que usted se preocupa por el estrés y la salud de ella? Lo que usted dice es poco fiable si lo que hace no verifica que lo dice en serio. »Sin lugar a dudas, es problemático que su esposa esté durmiendo con la mamá de ella en vez de dormir con usted. Es importante que los cónyuges disfruten de tiempo juntos en privado, así que si hay otros familiares que viven cerca, tal vez puedan turnarse con su esposa cuidando de la mamá durante la noche. »Las Sagradas Escrituras enseñan que debemos honrar a nuestro padre y a nuestra madre, y cuidar de ellos. Pero también enseñan que los hijos adultos deben dejar a padre y madre y formar un nuevo hogar con su propio cónyuge. Le recomendamos que busque consejería profesional para resolver cómo hacer ambas cosas.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 719. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
Este ladrón es Jesús, y este ladrón Barrabás. ¿A cuál de los dos queréis que os entregue en libertad? Es necesario elegir, por toda la eternidad, entre un ladrón verdadero y este ladrón: la Verdad. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. El uno roba los bienes, el otro la voluntad; aquél para su provecho, éste para nuestra paz; el primero por malicia, el segundo por bondad; Jesús para nuestro bien, para su bien Barrabás. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. El uno por lo de aquí y el otro por lo de allá, cada cual según su amor, cada cual según su afán, ambos despojan al hombre de su vida y su caudal: Barrabás, de todo el oro, y Jesús de todo el mal. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás. Los dos esperan al hombre sin cansarse de esperar: Barrabás, días y noches, Jesús, una eternidad; cada cual a su manera, cada cual en su lugar: uno en las encrucijadas y otro en la cruz de verdad. —¿Queréis que os suelte a Jesús? —Suéltanos a Barrabás.1 Con estos llamados «Versos de la Semana Mayor», el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez nos lleva a la conocida escena del juicio de Jesucristo, el Hijo de Dios, ante Poncio Pilato, el gobernador de Judea. Lo hace con licencia poética propia del caso, por medio de Pilato, como si éste fuera un vidente que quisiera revelarnos sus pensamientos. Porque lo que Bernárdez pone en boca de Pilato no lo pudo haber sabido aquel gobernador romano con antelación al juicio. Pilato ni siquiera recibe el famoso recado de su esposa sino hasta después de haber comenzado el juicio, cuando ya le ha preguntado por primera vez a la multitud si quiere que le suelte a Barrabás o a Jesús, al que llaman Cristo. Y lo único que manda a decirle su esposa en ese recado es que no se meta con Jesús, al que ella llama justo, pues por causa de Él, ella acaba de sufrir mucho en un sueño.2 Lo que hace Pilato, en la pluma de Bernárdez, es enfocar de un modo inusitado, pero bien pensado, la decisión funesta de la multitud. Con voz profética, le hace ver al pueblo judío que la verdad del caso es que no les corresponde escoger entre un justo y un ladrón, sino de cierto modo entre dos ladrones. Barrabás roba los bienes por malicia, para su provecho y su propio bien, mientras que Jesús roba la voluntad por bondad, para nuestro bien y para que tengamos paz. No es que Jesús nos robe la voluntad en el sentido de quitarnos el libre albedrío con que nos creó, sino todo lo contrario. Él nos roba la voluntad en el sentido de darnos la opción de permitir que, en nuestra vida, se haga su voluntad divina en lugar de la nuestra. Bernárdez, en voz de Pilato, tiene razón acerca de la Verdad. Cristo, por amor, quiere despojarnos de todo mal para darnos, en su lugar, vida eterna. Y nos espera «sin cansarse de esperar», con los brazos abiertos, como lo ha hecho desde el momento en que dio su vida por nosotros en la cruz del Calvario hasta hoy, más de dos siglos después de que resucitó y se sentó a la derecha del Padre en la gloria celestial.3 Ahora sólo nos toca decidir: ¿Vamos a darle a aquel Jesús plena libertad en nuestra vida? Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Francisco Luis Bernárdez, «Jesús y Barrabás», Versos de la Semana Mayor, pp. 140‑41; tomado de Antología poética (Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002, Colección Austral [Edición digital basada en la 3a ed. de Buenos Aires, Espasa Calpe, 1951]) En línea 9 agosto 2007. 2 Mt 27:17‑19 3 Ro 8:34