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En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Tengo veintiséis años, y mi esposa, treinta. Estos años han sido difíciles debido a problemas económicos. A mí varias veces me ha costado conseguir empleo porque aún no tengo una carrera universitaria, y eso ha sido muy problemático en nuestra relación. Mi esposa es licenciada, por lo que le ha sido más fácil obtener empleo y ha tenido muchas veces que hacerse cargo de lo que me corresponde a mí.... Tenemos un hermoso bebé de tres años.... »Ella no quiere estar conmigo por todo lo que ha pasado, y la entiendo. Sé que me odia porque ya me lo ha dicho con sus palabras.... Ella me repite que busque otra mujer, que ella quiere tener nuevas experiencias. Pero mientras estemos casados, para mí la única mujer que debo mirar es a ella porque la sigo amando aunque ella no sienta lo mismo por mí, y también porque temo a Dios.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Cuando usted dice que teme a Dios, creemos que se está refiriendo al debido respeto que le tiene. Es decir, usted respeta a Dios y sus Diez Mandamientos, y jamás quisiera quebrantar el mandamiento que nos advierte que no cometamos adulterio. »Usted está optando por intentar salvar su matrimonio porque no quiere quebrantar el mandamiento, pero también porque ama a su familia. Quiere que su bebé tenga la ventaja y la seguridad de crecer en un hogar con padre y madre. Esa es una prioridad muy importante. »Ahora bien, la idea de que es necesario haber hecho una carrera universitaria para encontrar un empleo estable es infundada. En todos los países la mayoría de la población no tiene un título universitario y sin embargo esas personas logran encontrar empleos que no lo requieren. Usted dice que varias veces le ha costado conseguir empleo, dando a entender que ha tenido varios empleos pero ninguno por mucho tiempo. »¿Por qué dejó esos empleos que tenía? ¿Renunció, o lo despidieron? Nosotros conocemos a personas que con frecuencia cambian de empleo, y usualmente se debe a que no han podido llevarse bien con sus patrones, o no les gusta obedecer órdenes, o piensan que el trabajo que están haciendo es demasiado insignificante para ellas. Si usted ha renunciado a trabajos o ha sido despedido por cualesquiera de esas razones, entonces podemos comprender por qué su esposa está frustrada con usted. »Es muy bueno el respeto que siente hacia Dios y el deseo que tiene de obedecer los Diez Mandamientos, pero Dios quiere que sepa que lo ama y desea lo mejor para usted y su familia. Él no es un Dios distante que está esperando castigarlo por los pecados que usted ha cometido, sino más bien un Dios cercano que lo ama más de lo que usted es capaz de comprender. De hecho, Él lo ama a usted, y nos ama a nosotros, a tal grado que estuvo dispuesto a sacrificar a su único Hijo para pagar el castigo por todos nuestros pecados. Pídale directamente en oración que lo ayude y que le dé sabiduría para saber cómo proceder.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 863. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Día del Arquitecto en España) En la undécima carta de las veintiuna que conforman la biografía novelada que se titula Yo, Gaudí —escrita por el productor musical barcelonés Xavier Güell, tataranieto de Eusebio Güell, quien financió la mayoría de los proyectos del famoso arquitecto catalán— Antoni Gaudí le escribe a su joven amigo Alfonso Trías acerca del obispo Grau. Gaudí conocía a Alfonso desde su niñez, ya que Alfonso era hijo del abogado Martí Trías, su vecino del Parque Güell. «El obispo Grau fue mi consejero espiritual, además de mi amigo — escribe Gaudí—. Tenía un corazón de oro, y... en cualquier situación, por difícil que fuera, podías confiar en él.... »[Cuando yo me encontraba trabajando en el palacio Güell, Grau me dijo:] “El palacio episcopal de Astorga ha sido reducido a escombros.... Quiero construir un nuevo palacio cuanto antes.... Una vez le oí [a usted] decir que para edificar el templo de la Sagrada Familia se proponía seguir la tradición mediterránea.... Eso es justamente lo que me propongo hacer....” »Acepté el encargo... [y] meses más tarde le envié los planos.... [Pero los] expertos en arquitectura en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid... [consideraron] que en el proyecto había muchos defectos.... Viajé a Astorga bastante enfadado... [pero] a mi llegada... quedé sorprendido al descubrir sobre el terreno que mis cálculos iniciales, llevados a cabo a través de fotografías, estaban equivocados. No me costó reconocerlo, [así que] le dije que haría las rectificaciones oportunas. »Grau me miró complacido [y respondió:] “Compruebo que, además de tener gran talento, es usted humilde. ¡Alabado sea Dios por ello! ... Con [la humildad] la vida se ve de otra manera.... Lo contrario de la humildad no es la soberbia, como se piensa, sino el empecinamiento. ¡Hay tantos tercos en este mundo! ...” »[Yo] no estaba de acuerdo con la última parte de su reflexión —aclara Gaudí—.... Para mí, lo opuesto a la humildad sí es la soberbia. Esta es siempre gratuita y no reporta satisfacción alguna; cuando uno tiene la desgracia de creerse superior es que no lo es en absoluto. Por el contrario, la obstinación, cualidad si no igual al menos parecida a la de la terquedad, en múltiples ocasiones procura beneficios. »Mi vida es un claro ejemplo de ello.... He luchado por ir más allá de lo permitido.... Todo eso habría sido imposible sin obstinación. Te diré algo más: estoy convencido de que sin ella no se puede crear. No enfrentarse a las cosas con obstinación implica pereza, falta de carácter. Cuando uno sabe lo que quiere, se [llena de] entusiasmo; en cambio, cuando duda, no encuentra nunca la hora de empezar.»1 Quiera Dios que aprendamos, tanto de Grau como de Gaudí, que si queremos alcanzar metas grandes y maravillosas, más vale que seamos humildes, poniendo todo nuestro empeño con obstinación pero sin que importen nuestros propios intereses, pues la Biblia dice que «Dios se opone a los orgullosos, pero brinda su ayuda a los humildes».2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Xavier Güell, Yo, Gaudí (Narrativa) (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2019), pp. 135-46. 2 Stg 4:6 (TLA); cf. Pr 3:34 (TLA) y Fil 2:3-11
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace cuatro meses conocí a una mujer de veintisiete años, y me gusta mucho. Ella ha sufrido demasiado. Mataron a su papá, y tuvo noviazgos que destrozaron más su corazón. Ella dice que tiene el corazón lleno de amargura y enojo, un corazón duro. Dice que me quiere, pero no puede [demostrármelo] porque su corazón no se lo permite. A mí me duele verla así, y ruego a Dios todos los días por ella. »El único medio por el que nos comunicamos es WhatsApp. Hoy ya no me permite verla. Yo la amo. ¡Me duele verla sufrir, y no sé qué hacer!» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »El tener compasión de los demás y mostrar empatía por ellos es una virtud admirable. La compasión y la empatía siempre son cualidades positivas. »Sin embargo, aunque usted hace bien al tener compasión, corre peligro al creer que es quien puede rescatar a esta mujer de su situación actual y lograr que deje de sufrir. Es cierto que una amistosa relación afectiva con usted la ayudará a comprender que no todos los hombres son como los que la hicieron sufrir antes.... Pero no es aconsejable que usted considere tener un noviazgo con ella. No está lista, y tal vez no lo esté por algunos años. »Usted ha conocido a esta mujer sólo por cuatro meses, y ahora se está comunicando con ella únicamente por mensajes de texto, sin la posibilidad de verla ni de hablar con ella en persona. Por eso, lo más probable es que el decir que la ama significa que usted quiere rescatarla y lograr que ella deje de sufrir. Sin embargo, no significa que usted la conoce lo bastante bien como para haber descubierto cuáles son las cualidades del carácter, los valores, las prioridades ni las creencias de ella. »Comprendo por qué se siente desesperado por ayudar a esta mujer. Yo he sentido lo mismo muchas veces al ser confrontada con personas que están sufriendo. Y al igual que las personas en todas partes que tienen un buen corazón, me encantaría poder ponerle fin a todo el sufrimiento en el mundo. Dios también quisiera, y Él sí podría lograrlo. Pero como Él es sabio y bondadoso, sabe que con frecuencia lo que más nos conviene es afrontar las consecuencias naturales de nuestra conducta pasada. Si Dios eliminara esas consecuencias naturales, no dejaríamos de cometer los mismos errores vez tras vez, hiriendo a muchas otras personas en el proceso. »Esta mujer no hizo nada para causar la trágica muerte del padre de ella, así que obviamente no fue una consecuencia natural que ella sufriera esa pérdida. Pero es posible que ella haya tomado decisiones que le acarrearon los otros problemas que está afrontando, y usted debe permitir que los resuelva sin presionarla de manera alguna.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 743. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
La encomienda sólo decía «La Oroya», así que la terminal de autobuses de Huancayo, Perú, remitió la caja a esa localidad. Era una caja de cartón, bien envuelta. Pero como permaneció dos días en La Oroya sin que nadie la reclamara, la devolvieron a Huancayo. Tampoco la reclamó nadie en Huancayo, así que, como olía mal, dieron aviso a la policía. Cuando por fin abrieron la caja, descubrieron que adentro estaba el cadáver descompuesto de un joven, muerto de un balazo en el rostro. Luego de considerar las opciones, decidieron publicar el siguiente aviso: «Encomienda con un muerto adentro se halla en la estación de policía. Quien se crea con derecho a ella, puede venir a reclamarla.» He aquí uno de esos muertos pobres e ignorados que permanecerán en el anonimato, quizá para siempre, hasta que en el día final se aclaren todas las cosas. Sólo podía deducirse que aquel joven desconocido había sido asesinado, envuelto en una frazada y colocado de cuclillas en una caja de cartón, y que lo habían despachado a La Oroya porque tal vez era de esa localidad. ¿Quién lo mató? ¿Quién envolvió su cuerpo en el paquete? ¿Quién lo despachó en Huancayo? ¿Quiénes eran su padre y su madre? ¿Tenía amigos, esposa, novia? Nada de esto llegó a saberse. Sólo se sabía que estaba muerto, y que tendría que ser enterrado en alguna tumba de misericordia. Hay personas que pasan toda la vida solas, ignoradas, abandonadas, tristes, como si no tuvieran nombre ni destino que no fuera trágico. Forman parte de una gran compañía de seres humanos casi invisibles —entre ellos hombres, mujeres y niños— pobres, ignorantes, desvalidos, indefensos. Sufren viviendo porque viven sufriendo física, social y emocionalmente, y mueren en el misterio del anonimato. ¿Habrá alguien que tenga compasión de ellos? Sí, lo hay. Se trata de Jesucristo, el Hijo de Dios. Nadie los comprende como Él. Fue precisamente para identificarse con ellos que se hizo hombre y nació de la forma más humilde posible, en un pesebre, y murió de la forma más humillante posible, colgado semidesnudo en una cruz. Sintiéndose abandonado tanto por su Padre como por sus mejores amigos, dio su vida por todo el que alguna vez habría de sentirse abandonado. Uno de esos amigos, Mateo, escribió en su biografía acerca de Cristo: «Jesús recorría todos los pueblos y aldeas... sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban agobiadas y desamparadas, como ovejas sin pastor.»1 En el capítulo anterior Jesús se había identificado con esas multitudes desatendidas como Hijo del hombre: «Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —había declarado—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.»2 De ahí que posteriormente nos hiciera la invitación a todos, y en particular a los que difícilmente soportan la vida que llevan: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso.... Aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma.»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 9:36 2 Mt 8:20 3 Mt 11:28-29
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo dieciocho años de casada. Lo que motivó el matrimonio fue un embarazo. Yo tenía veinticinco años. »Durante los primeros cuatro años, mi marido salía de fiesta los fines de semana y llegaba tarde y con tragos de más. Él ha sido muy irresponsable en lo económico. Es una persona grosera. Me trata con malas palabras y me dice gorda, fea.... Siento que estoy llevando una carga y que ya no lo quiero. »Estoy buscando a Dios y visitando una iglesia cristiana, pero mi esposo no quiere asistir. Espero un consejo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Sentimos mucho que su esposo la haya tratado de tal manera que usted sienta que está llevando una carga pesada. Los insultos de él la han debilitado, haciendo que esa carga sea aún más pesada. Así que no es de extrañarse que usted ya no sienta el amor que tuvo por él. »La razón que usted aduce para haberse casado con su esposo da a entender que no lo habría elegido a él si no hubiera quedado embarazada. Lamentablemente, eso es lo que suele ocurrir cuando se concibe a un bebé antes de que la pareja se case. El embarazo da como resultado un matrimonio que no está basado en amor y respeto mutuos. Por supuesto, esa es una opción muchísimo mejor que la de matar al bebé mediante el aborto, pero un matrimonio desigual conduce, por lo general, a décadas de infelicidad. A eso se debe que aboguemos con firmeza por abstenerse de la intimidad sexual hasta después de la boda. »Como obviamente no puede volver atrás y cambiar lo sucedido ni las decisiones que tomó, es hora de que piense en lo que más les conviene a su hijo y a usted. »Nosotros no sólo creemos que el asistir a una iglesia cristiana, tal como ha estado haciendo, es un paso positivo, sino también le recomendamos que asista a clases especiales sólo para mujeres, así como a los grupos pequeños de estudio bíblico. Sin embargo, tenga presente que no todo el que asiste a una iglesia cristiana es un seguidor de Cristo, y que no todo seguidor de Cristo ha estudiado la Biblia lo suficiente como para darle buenos consejos.... »Si usted es seguidora de Cristo y comienza a obedecer sus enseñanzas, puede pedirle sabiduría en cuanto a cómo obtener ayuda para su matrimonio, y pedirle que le dé discernimiento, que es la capacidad de percibir si una persona es lo que parece ser. Él puede ayudarle a encontrar recursos disponibles donde usted vive, pero también le recomendamos que busque consejería profesional. »Además, como seguidora de Cristo, cuando comience a poner en práctica las enseñanzas de Él, usted se convierte en una nueva persona. Cuanto más su esposo la vea como esa nueva persona, más se interesará en conocer lo que ha producido ese cambio en su vida.»1 Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 862. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 2Co 5:17; 1Co 7:12-16; 1P 2:12
(Día Internacional de las Personas de Edad) «Fue a la vuelta de la esquina de aquella calle, que ni él ni ella habían recorrido nunca con frecuencia en pasados tiempos; menos aún en los últimos años.... Se encontraron de pronto frente a frente, y se vieron y se detuvieron, a la par, de golpe; y se miraron.... Se vieron sonriéndose el uno al otro con una sonrisa que se dilataba y demoraba sin que ellos lo pensaran. »—¡María!... »—¡Joaquín!... »Y se miraron un momento —un siglo— tal como no creyeron nunca verse. Eso ha hecho el tiempo con nosotros. El paño amarillento de sol, de mal dormir, de mal comer, y de los amaneceres sin esperanza, tuyo, María. El rostro como empequeñecido y con tajos en las mejillas, tuyo, Joaquín. Unos tajos que estuvieron siempre ahí como golpes de gubia, pero que ahora lo parecían de veras. Las ropas raídas y las uñas gastadas de animal que escarba para comer, de ella. Los hombros encorvados, las arrugas plisándole, aviejándole, los párpados, en las comisuras, de él.... »Luego vendrían las preguntas, y la imagen presente se iría diluyendo en una creciente lejanía, de días desperdiciados.... »—¿Te casaste? »—No; ¿y tú? »—Tampoco. »Pausa. »—¿Trabajas? »—Sí... Soy sereno en los sótanos de un almacén. Entro a las diez de la noche; a las seis de la mañana dejo mi turno. Recién apagué mi farol. ¿Y tú? »—Trabajo por horas en varias casas. No me falta trabajo, no creas. Y me tratan bien siempre. Casi siempre.... »—¿Dónde vas?... »—Al mercado. Me desvié un poco de mi camino, esta mañana. Me cansé de ir siempre por el mismo. Se me ocurrió cambiar, hoy; Y ya ves. Dios quería juntarnos. »—Sí. Dios seguramente. »—¡Tengo tantas cosas de que hablarte! »—Y yo. Ahora iba a la pensión a desayunar y dormir; pero puedo dejar de ir. Hablar. Hablar contigo. Hablarnos. »—Pero yo no puedo. Voy al mercado. Tengo que volver a la casa pronto —con pánico—. No puedo tardar. Tengo que estar a punto en la cocina.... »—Nos vemos luego, entonces. »—¿Dónde?... »—Donde tú digas. »—La plaza aquella, ¿ves? Seis cuadras de aquí. Llevo a los niños a pasear por la tarde. Entonces sí, tengo tiempo. Tendremos tiempo. »—Estaré allí. »Pero no se movían.... »Fue ella quien tuvo que romper el encanto: »—Hasta luego. »Le sonrió y echó a andar... canasta al brazo, volviéndose a veces. El quedó aún en el sitio, viéndola irse. Hasta que dobló la esquina tras volverse una vez más y dirigirle un saludo que él respondió apenas porque le sonreía, y sonriendo siguió, sin pensar que ella ya no podía ver su sonrisa. »Ahora él también echó a andar. Con los pies aligerados, con todo el cuerpo aligerado: no sabía cómo; pero le costaba menos caminar.... Es verdad lo que decía la vieja. Dios aprieta, pero no ahoga. Algún día nos sonríe la felicidad. »... María.»1 Con este cuento titulado «El nombre de María», la escritora hispano-paraguaya Josefina Plá nos hace vivir la experiencia del afortunado reencuentro de dos seres sencillos que, a pesar de haber sido maltratados por los años, era como si se hubieran conservado el uno para la otra, la una para el otro, toda la vida, sin saberlo. Y Dios sí quería juntarlos. «Sí. Dios seguramente.» Porque el Padre celestial desea dar cosas buenas a sus hijos aún más que los que somos padres deseamos dárselas a los nuestros.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Josefina Plá, Cuentos completos, Ed. Miguel Ángel Fernández (Editorial El Lector, 1996), pp. 421-23. 2 Mt 7:11
(Víspera del Día Internacional de las Personas de Edad) «Hace poco... se me ocurrió que me tenía que casar con un viejo —escribe Hebe Uhart en su relato titulado «Un posible marido viejo»—. Fue por unos días no más. Yo me imaginaba un viejo redondo, sólido, de más de sesenta años, no un hombre medio viejo. El viejo tendría lo que se llama experiencia de la vida, y yo haría lo que se me antojara. Él me querría, me protegería, me acompañaría cuando yo lo precisara, y se iría enseguida cuando viera que importunaba. »Y en los momentos en que no supiera qué hacer, recurriría a la experiencia del viejo para que me distrajera, para que inventara en qué pasar el tiempo... Es decir, en la experiencia de la vida nunca creí demasiado; más bien, esperaba del viejo la falta de ansiedad y eficacia. No se me ocurría ni por un momento que yo podría ser malísima con él y rencorosa, tan mala como para hacerlo enfermar o morir; o que el viejo fuera maniático, y yo tuviera que decirle siempre qué hora era o si hacía buen o mal tiempo. »Ya casi me había olvidado de todo eso cuando una tarde, en un bar, nos encontrábamos un grupo de gente conocida.... Apareció entonces un viejo de unos sesenta años.... »... Noté que... se encontraba lúcido, lo cual era conveniente.... »Empezamos a hablar del mundo y de la vida.... »... El viejo empezó a contarme la muerte de su padre, que, según yo imaginaba, debía haber sucedido como cuarenta años atrás, pero había sucedido hacía sólo dos años, y él me dijo: »—No te imaginás cómo me quebrantó, che. »Yo pensé: “El padre debía de tener noventa y ocho años”. Y me contó cómo le quería prolongar la vida a toda costa. Me contó que el padre se quería morir porque sufría mucho, y él le prolongaba la vida con inyecciones, con consejos, etc. Y el padre le decía: »—Dejame morir, por favor.»1 ¡Qué transparencia la que muestra la escritora argentina Hebe Uhart, con la que tantos podemos identificarnos! ¡Y qué difícil es aceptar la muerte de un ser querido, incluso cuando éste ha vivido largos años y ha llegado la hora de su partida de este mundo! Pero tanto o más difícil aún es aceptar que la vida se prolongue cuando se está sufriendo y la muerte representa el alivio anhelado. Gracias a Dios, lo que puede ayudarnos a aceptar la muerte o la prolongación de la vida es la relación que hemos cultivado con su Hijo Jesucristo, tal como se valió de ella el apóstol Pablo. Al escribirles a los filipenses sobre el tema, San Pablo les dijo: «Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia.... Me siento presionado por dos posibilidades: deseo partir y estar con Cristo, que es muchísimo mejor, pero por el bien de ustedes es preferible que yo permanezca en este mundo.»2 Quiera Dios que, al igual que el sufrido apóstol, cuando a nosotros nos llegue la hora, podamos decir lo mismo que él le escribió a Timoteo, su «hijo en la fe»3: «El tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida.»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Hebe Uhart, «Un posible marido viejo», Relatos reunidos (Buenos Aires: Alfaguara, 2010), pp. 179-81. 2 Fil 1:21,23-24 3 1Ti 1:2 4 2Ti 4:6b-8
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «En mis casi treinta años de vida he tenido dos novios, pero en ambas relaciones me fue bastante mal. Sufrí humillaciones, burlas, mentiras y engaños. Después de mi última relación, acudí a terapia psicológica un par de veces. »Los dos hombres rehicieron su vida, y... no puedo dejar de sentirme enojada al ver que son aparentemente felices con alguien más. »Soy una mujer profesional, independiente, honesta y amable; pero esto me ha llevado a cuestionarme a mí misma y mi valor.... ¿Cómo puedo sanar el dolor de sentir que no fui lo suficiente valiosa para que me amaran o respetaran?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »... Al parecer, las humillaciones y los engaños que sufrió sucedieron durante un lapso de tiempo en su primer noviazgo, y luego sucedieron durante otro lapso de tiempo en su segundo noviazgo. Ese largo proceso pudiera asemejarse a un lavado de cerebro. Esos hombres poco a poco hicieron que usted comenzara a cuestionarse a sí misma y a preguntarse si merecía que la trataran de ese modo.... »Lo que usted sufrió fue horrible. Sin embargo, las lecciones que aprendió pueden prepararla para un futuro mejor. Este es el momento de mirar hacia adelante y no al pasado. ¿Cómo puede evitar que esto vuelva a suceder? »En primer lugar, le servirá saber que Dios la ama y la valora como hija de Él. Es más, Él la ama tanto que no esperó hasta que usted se arrepintiera de cualquier pecado en su vida. Más bien, se adelantó y dio a su único Hijo para que muriera en una cruz y así pagara por los pecados que usted y yo hemos cometido, todo porque nos ama. Él es nuestro Padre celestial que se preocupa mucho por el trato que estamos recibiendo. »En segundo lugar, comprenda que es mejor no tener ninguna relación sentimental que tener una abusiva. Muchas mujeres permiten que se les maltrate porque creen erróneamente que es mejor quedarse con cualquier hombre que con ninguno. Esa manera de pensar es peligrosa, como usted ya ha descubierto. »En tercer lugar, preste atención a las señales de advertencia. Si un tipo trata mal a la mamá, a la hermana, a los amigos o incluso a desconocidos, es probable que la trate así también a usted. Si él arremete contra cualquiera, es probable que arremeta así mismo contra usted. Y si les miente a los demás, sin duda le mentirá a usted también. »Por último, determine ponerle fin a cualquier relación sentimental —por buena que le parezca— después de la primerísima vez que un tipo le falte al respeto o le mienta. ¡Corra, y no mire atrás!» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 742. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Último domingo de septiembre: Día Internacional de la Biblia) «Para mí —escribió Pablo Neruda en 1954— los libros fueron como la misma selva en que me perdía, en que continuaba perdiéndome. Eran otras flores deslumbradoras, otros altos follajes sombríos, misterioso silencio, sonidos celestiales, pero también la vida de los hombres más allá de los cerros, más allá de los helechos, más allá de la lluvia. »Por ese tiempo —continúa narrando Neruda— llegó a Temuco una señora alta, con vestidos muy largos, y zapatos de tacón bajo.... Era la directora del liceo. Venía de nuestra ciudad austral, de las nieves de Magallanes.... La vi muy pocas veces, porque yo temía el contacto de los extraños a mi mundo. »... Tenía una sonrisa ancha y blanca en su rostro moreno por la sangre y la intemperie... sonrisa entre pícara y fraternal y... ojos que se fruncían picados por la nieve o la luz de la pampa. »No me extrañó cuando de entre sus ropas sacerdotales sacaba libros que me entregaba y que fui devorando. Ella me hizo leer los primeros grandes nombres de la literatura rusa que tanta influencia tuvieron sobre mí. »Luego se vino al Norte. No la eché de menos porque ya tenía miles de compañeros, las vidas atormentadas de los libros. Ya sabía dónde buscarlos.»1 Ese amor a los libros del que habla el poeta chileno Pablo Neruda, que le inculcó aquella maestra de escuela a temprana edad en Temuco, culminó en 1971 cuando se le concedió el Premio Nobel de Literatura. Pero Neruda no fue el primer poeta chileno en obtener el ansiado premio; fue el segundo. Ya hacía un cuarto de siglo, en 1945, que había obtenido el Premio Nobel su antigua mentora, que fuera por un tiempo directora de aquel liceo en Temuco, Gabriela Mistral. A propósito del amor a los libros, Gabriela misma lo practicó a lo largo y ancho de su ilustre carrera literaria y diplomática. Pero hubo un libro en particular que mereció su más alto aprecio. En el año 1919 la Mistral le regaló un hermoso ejemplar de ese magistral libro, la Santa Biblia, al Liceo No. 6 de Santiago de Chile, donde ejerció como directora. En sus páginas dejó escrita esta confesión de fe, a modo de dedicatoria, respecto al Libro Sagrado: Libro mío, libro en cualquier tiempo y en cualquier hora. Bueno y amigo para mi corazón, fuerte, poderoso compañero. Tú me has enseñado la inmensa belleza y el sencillo candor, la verdad terrible y sencilla en breves cantos. Mis mejores amigos no han sido gentes de mis tiempos; han sido los que tú me diste: David, Rut, Job, Raquel y María. Con los míos éstos son mis gentes, los que rondan en mi corazón y en mis oraciones, los que me ayudan a amar y a bien padecer... Siempre eres fresco, recién conocido... Yo te amo todo, desde el nardo de la parábola hasta el adjetivo crudo de los Números.2 Así como Pablo Neruda aprendió de Gabriela Mistral a buscar la grata compañía de los libros, aprendamos también nosotros de aquella poetisa de América a buscar la grata compañía del Libro por excelencia que ella tanto amaba. En cualquier tiempo y a cualquier hora, podemos acudir a él como fuerte y poderoso compañero. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Pablo Neruda (Isla Negra, 1954), Infancia y poesía, reproducido en Pablo Neruda, Veinte poemas de amor y una canción desesperada (Bogotá: Editorial Norma, 1990), pp. 25-26, tomado del diario El Tiempo, Lecturas Dominicales, Bogotá, octubre 31 de 1971. 2 Bruno Rosario Candelier, «El lenguaje bíblico en la lírica americana», TeoLiterária, Vol. 4, No. 7, 2014, pp. 113-14 En línea 13 mayo 2020.
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi esposo es un hombre muy trabajador. A lo largo de los años ha logrado tener su propia empresa y varias propiedades hermosas. Me casé con él por amor, pero me siento muy lastimada porque antes de casarnos firmamos un acuerdo donde yo renuncié a todos mis derechos como esposa. »Él tiene una niña de cinco años, fruto de su exesposa. Hace poco tiempo hablamos del tema, y me hizo saber que todo lo que posee le pertenece a su hija. Yo comprendo que es lo correcto, pero me preocupa un día llegar a mi vejez y no tener nada propio.... »Actualmente soy ama de casa, y también lo apoyo medio tiempo en su empresa.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Es evidente que su esposo contrató a un abogado para formular el acuerdo prematrimonial, pero al parecer usted no tuvo ningún abogado que representara sus propios intereses legales. De ser así, no hubo nadie que le advirtiera sobre las consecuencias de firmar ese documento. »El mejor consejo que podemos darle es que haga el sacrificio que sea necesario para poder contratar a su propio abogado. Usted necesita asesoría legal propia de su país en particular. Como nos ha contado su caso de manera anónima, no sabemos en qué país vive, y aunque lo supiéramos, eso no quiere decir que conoceríamos sus leyes. »Sin embargo, sí estamos de acuerdo con el deseo que tiene su esposo de proveer para la hija. Ojalá que todos los padres asumieran la responsabilidad de proveer para los hijos, tanto emocional como económicamente. Por el contrario, como usted probablemente sabe, los hombres suelen abandonar a los hijos al mismo tiempo, o poco después, que se separan de la madre de ellos. El esposo suyo ha demostrado que es un hombre honorable en este sentido. »Podemos comprender su preocupación en cuanto a no tener nada propio en su vejez. ¿Está usted recibiendo algún sueldo de la empresa de su esposo por el trabajo que desempeña allí? Debido a que la empresa no le pertenece a usted, lo justo es que se le pague por separado por esas horas de trabajo. Si fuera así, usted podría ahorrar parte de ese dinero para su futuro. Ese es otro asunto que puede consultar con un abogado. »No hay ningún caso como el suyo en la Biblia, pero hay principios bíblicos que nos pueden servir de guía en casi toda situación. El apóstol Pablo enseñó que los hombres deben proveer económicamente para sus familias,1 pero usted al parecer optó por firmar un documento que la priva de esa provisión. Renunciar a sus derechos legales también se menciona en la Biblia,2 y es una práctica aceptable. »Además de recibir algún sueldo por su trabajo fuera del hogar y de consultar a un abogado, le instamos a que le pida a Dios que la guíe y le dé sabiduría en cuanto a los planes para su futuro. Puede confiar en Él como su guía si se dispone a seguirlo.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 861. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Ti 5:8 2 Gn 25:31-33
En este mensaje tratamos el caso de una mujer que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue: «Mi madre... se quedó embarazada de mí hace treinta y siete años. Mi padre es casado y tiene cuatro hijos. Él engañó [a mi madre diciéndole] que era divorciado. »Nunca he contado con él. Suele verme cuando tiene cargos de conciencia. Él piensa que yo debo aceptar la situación, y punto. El que me oculte ante el mundo no piensa que está mal. »Actualmente estoy felizmente casada. Tengo tres hijos hermosos, y abrí las puertas de mi casa a mi padre, tratando de mejorar la relación y limpiar mi corazón; pero él es muy frío. A mis hijos los conoció porque yo [se lo pedí]. Realmente no veo verdadero amor en él hacia mí, y mucho menos hacia mis hijos.... »Quiero saber cuál debe ser mi comportamiento y relación con mi padre que no ofendan a Dios, pues actualmente he preferido alejarme de él para no seguir sufriendo y no seguir sintiendo su frialdad y fingido cariño.» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »Nos entristece que a usted le haya tocado soportar tanto. No es justo que ningún hijo sienta que carece de amor y de aceptación, cualquiera que sea su edad. El hecho de que usted tenga treinta y siete años no quiere decir que el dolor deje de sentirse. »Al parecer usted es una mujer atenta y amorosa que se preocupa por hacer lo correcto con relación a su padre biológico y lo correcto a los ojos de Dios. La felicitamos por su actitud a pesar del dolor que siente. Usted es una persona que tiene la madurez necesaria para evitar que sus emociones determinen su conducta. »Sin embargo, hay algo en que está equivocada. Usted nos ha dado la impresión de que cree que su padre biológico debiera formar parte de su vida a pesar de la manera en que la trata. En eso no estamos de acuerdo con usted. Ese hombre aportó el elemento biológico que le dio a usted la vida, pero de ninguna manera la ha tratado como lo hace un verdadero padre. Usted no tiene ninguna obligación ni razón para volver a verlo, ni seguir siendo objeto de su frialdad. Y en definitiva no debe exponer a sus hijos a su indiferencia. »Sin embargo, no va a ganar nada con enojarse, tratarlo mal o guardarle rencor. No hay duda de que a usted le sobran motivos para sentir enojo y resentimiento, pero bien sabe que esas emociones son negativas y no agradan a Dios. De modo que así como Dios está dispuesto a perdonarnos a nosotros por todas las cosas horribles y malvadas que hemos hecho, también usted debe perdonar a su padre biológico. »Pero tenga por seguro que el perdonarlo de ninguna manera quiere decir que usted debe permitir que él la hiera a usted o lastime a su familia una y otra vez. Usted puede tomar la decisión de perdonar, y luego recordarse a sí misma, cada vez que piensa en él, que usted ha optado por perdonarlo. Pídale a Dios que la perdone por cualquier pensamiento pecaminoso y que haga que sus malos recuerdos se vayan desvaneciendo.... »Le deseamos lo mejor, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace que dice: «Caso 133» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Cuando yo tenía veinte años, iba a la iglesia y me emocionaba con las alabanzas, pero llevaba una vida de espaldas a Dios.... Empecé a hablar con una mujer casada que iba a la iglesia y, en conversaciones no debidas, me mandó una foto seductora.... »Aun cuando le pedí perdón a Dios [y han pasado ya seis años], mi conciencia me hace sentir aún culpable. »No sé si tengo la responsabilidad de hablar sobre ese hecho. No quisiera hablar con el esposo, y no sé si su esposa se arrepintió. »Hoy en día estoy felizmente casado con la novia que tuve en ese tiempo. A ella le confesé todo, y ella me perdonó.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Nos alegra mucho que haya comprendido la importancia de confesarle su falta a la que ahora es su esposa y que, a causa de eso, no tenga nada que ocultarle. Si más personas siguieran ese ejemplo, habría muchos más matrimonios felices. »También es maravilloso que le haya confesado sus pecados a Dios y le haya pedido perdón por la doble vida que estaba llevando. Muchas personas, al igual que usted, asisten a la iglesia y disfrutan de los cantos y de los amigos, pero tan pronto como salen de la iglesia, viven conforme a sus propias reglas. No están siguiendo a Jesucristo, el Hijo de Dios, ni están viviendo como Dios ha diseñado que vivamos. »Al parecer, la mujer que le envió la foto estaba llevando también una doble vida, asistiendo a la iglesia y viviendo a la vez conforme a sus propios deseos. Esperamos que ella se lo haya confesado posteriormente a Dios y al esposo, pero de cualquier manera usted no es responsable por la decisión que ella haya tomado al respecto. »El hecho de que usted aún se sienta culpable no significa que deba contarle a nadie más acerca de lo que ocurrió. Era importante que se lo contara a su esposa, tal como hizo, pero nadie necesita saberlo. Lo que hizo la otra mujer es algo entre ella y Dios. »Lo que indican sus sentimientos de culpabilidad es que tiene un corazón sensible ante Dios. Usted pecó (tal como pecamos todos) y pidió perdón. Y sabemos que Dios lo ha perdonado porque el apóstol Juan escribió que «si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad».1 »Así que, como le pidió perdón a Dios, usted ya no es culpable. Los sentimientos de culpa no han desaparecido, pero no se puede fiar de esos sentimientos. Los sabios prestan atención y optan por obedecer las Sagradas Escrituras incluso cuando sus sentimientos pudieran impulsarlos a hacer lo contrario.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 860. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9 (NVI)
(Día Mundial sin Automóvil) En vez de ser un día común y corriente, el 28 de enero de 1896 resultó ser todo lo contrario —un día descomunal y sorprendente— para un agente de policía del pueblo de Paddock Wood en el condado de Kent, Inglaterra. Mientras hacía su recorrido habitual en bicicleta, lo pasó velozmente —¡a casi 13 kilómetros por hora, cuatro veces la velocidad máxima permitida!— un conductor llamado Walter Arnold, que tampoco llevaba la escolta de banderas exigida en esos casos para desplazarse en una zona urbana en un vehículo motorizado. Y por si eso fuera poco, estaba conduciendo él solo un vehículo no tirado por animales, y en el que no aparecía su nombre y dirección, siendo que la ley también exigía que hubiera por lo menos tres personas al mando debidamente identificadas. El policía desventajado no logró alcanzarlo para detenerlo y multarlo sino hasta después de perseguirlo durante unos 8 kilómetros, sin ocurrírsele jamás que el señor Arnold, a quien por fin había logrado cazar, habría de ser el primero en la historia de la automoción en ser multado por exceso de velocidad: ¡a 8 raudas millas por hora! Lo que no debió haber sorprendido a nadie es que Walter Arnold no era un conductor común y corriente, sino uno de los primeros vendedores de vehículos de Inglaterra, y que aprovechó al máximo la publicidad que generó esa multa por exceso de velocidad manejando «un carruaje sin caballos».1 Tanto es así que tampoco habría sido sorprendente si Arnold, en el lugar donde otros ponían su nombre y dirección, hubiera puesto más bien una leyenda que rezara: «Si algún día la velocidad me mata, no llores porque estaba sonriendo», o que en tal caso hubiera pedido que en su lápida pusieran una placa con la inscripción jocosa: «Lo multaron tantas veces por exceso de velocidad que por fin le ofrecieron un pase de temporada.» Sin embargo, por algo será que se haya popularizado el refrán que dice: «Más corre un galgo que un mastín, pero si el camino es largo, más corre el mastín que el galgo.»2 Es que, en realidad, nuestra carrera no es de velocidad sino de resistencia. A eso se debe que el sabio Maestro del libro de Eclesiastés afirme que ha observado que «en esta vida no son los más veloces los que ganan la carrera», y que el autor de la Carta bíblica a los Hebreos sostenga que «debemos dejar de lado el pecado, que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia».3 Por último, hay otro dicho sabio que reza: «Si quieres andar y llegar rápido, anda solo; si quieres andar y llegar lejos, anda acompañado.» Más vale, entonces, que le pidamos a Dios no sólo que nos perdone y nos limpie de todo pecado, sino también que su Hijo Jesucristo nos acompañe durante todo el recorrido, tal como ha prometido hacerlo, para que al final de nuestros días podamos declarar al igual que el apóstol Pablo: «¡He terminado la carrera y me he mantenido fiel!»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Eleonora Pilastro, «Bizarre story of the horseless carriage charged with first speeding offence», Guiness World Records [Récords Mundiales Guiness], 29 enero 2024 En línea 5 abril 2025; «First person charged with a speeding offence» [La primera persona multada por exceso de velocidad], Guiness World Records [Récords Mundiales Guiness] En línea 5 abril 2025; Miriam Bibby, «Walter Arnold and the World’s First Ever Speeding Ticket» [Walter Arnold y la primera multa por exceso de velocidad en el mundo], Historic UK [El Reino Unido Histórico] En línea 5 abril 2025. 2 José Luis Álvarez Martínez, Saber y sabor de los refranes españoles, Boletín de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Tomo XXVIII, Año 2020, pp. 78-79 En línea 5 abril 2025. 3 Ec 9:11; Heb 12:1 (TLA) 4 Mt 28:20; 2Ti 4:7; 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Últimamente me he sentido muy deprimida. Tengo un empleo que paga bien, pero no me queda tiempo para mí. Quisiera tener tiempo para salir, tener novio y formar una familia, pero tengo miedo porque ya no hay hombres buenos. »Me hace falta tener mi propia familia. Quisiera ser madre y no quedarme sola, pero tampoco quiero tener que conformarme con un hombre que no me valore. Siempre he deseado un matrimonio estable.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡Felicitaciones! Usted es una de las pocas personas que tienen sus prioridades en el orden correcto. La mayoría piensa que es mejor conformarse con una persona que no les conviene, que no tener a nadie a su lado. »Miles de mujeres nos han escrito pidiendo consejo sobre cómo ser felices con un hombre que no las valora. Han comenzado a convivir, o se han casado, con un hombre debido a la atracción física, la estabilidad económica, la soledad o el embarazo. Muy tarde han llegado a comprender que tienen sus prioridades invertidas. El hombre con quien se conformaron las ha maltratado, siendo infiel, abusivo y adicto, o las ha abandonado del todo. ¡Con razón que usted piensa que ya no hay hombres buenos! ... »Nuestra primera sugerencia para hallar a un hombre “bueno” es que usted determine por adelantado que no tendrá una relación íntima con ningún hombre sino hasta después de casarse. Los hombres que la presionen para que tengan relaciones sexuales antes del amor mutuo y del compromiso no son los “buenos” que usted quiere hallar. En cambio, el hombre que la valore comprenderá y aceptará esa decisión que usted ha tomado. »En segundo lugar, cuando usted vea a un hombre que le parezca interesante, propóngase conversar con él informalmente. Hágale preguntas acerca de su trabajo, su familia, sus sueños y sus creencias. Fíjese si él muestra interés en el trabajo, la familia, los sueños y las creencias de usted, y si le hace preguntas al respecto. »El peor ambiente para conocer a un hombre “bueno” es en un club o en una fiesta. Esos entornos no contribuyen a llegar a conocer a una persona. Al contrario, se prestan para las emociones eufóricas y la comunicación superficial. »Los mejores ambientes para conocer a los hombres buenos son las actividades de las organizaciones con los mismos valores y las mismas creencias que tiene usted. Algunos ejemplos son los grupos comunitarios, las bellas artes y los albergues para animales. Un magnífico lugar para conocer a alguien pudiera ser una iglesia cristiana, pero tenga presente que no todo el que asiste a una iglesia cristiana es seguidor de Cristo. De hecho, algunas de las personas más engañosas frecuentan iglesias y otras organizaciones con el fin de asechar a los ingenuos.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 741. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Víspera del Día de los Novios en Argentina) «Soy una ladrona de joyas, reclamada por la justicia —fueron las palabras de Elizabeth Noon, una joven británica, dirigidas a su novio Roberto Stevens—. No puedo casarme con esta mancha en la conciencia. Voy a entregarme a la justicia.» Roberto amaba mucho a Elizabeth, y no quería perderla. No podía concebir que esa mujer bella y tierna, que se había ganado su amor y respeto, fuera una ladrona. Cuando la joven se presentó en el juzgado, Roberto pidió la palabra. «Estoy dispuesto a casarme con Elizabeth tan pronto acabe esto —le dijo al juez—. Ella es muy trabajadora; le aseguro que formaremos una familia respetable.» El juez y el jurado se conmovieron tanto que condenaron a Elizabeth a pagar una suma de libras esterlinas de multa por cada delito cometido, y la dejaron en libertad para ir a casarse. El amor del novio había hecho el milagro. Arrepentida y renovada, Elizabeth, del brazo de su novio, salió de aquel tribunal rumbo a su boda. Anécdotas como esta refrescan un poco el ambiente sofocante en que vivimos. He aquí un novio que ama a su novia al extremo de que la perdona y quiere darle su nombre y sacarla del tribunal en el que se le condena para poder llevarla al hogar que le tiene preparado. Así es la historia de Cristo y su amor por su novia, que es la iglesia, el núcleo de personas a quienes Él redimió. La Biblia emplea los símbolos del novio y la novia para describir la relación que tienen Cristo y los creyentes en Él. Cristo es el prometido que ama entrañablemente a cada uno de esos creyentes que conforman su futura esposa, al extremo de que los perdona, los redime y quiere sacarlos de la cárcel del pecado para llevarlos al hogar que les tiene preparado. Sólo que Cristo hace mucho más que cualquier novio ejemplar de esta tierra. Él ofrece su vida misma al derramar su sangre para comprar la libertad y la vida de su novia cuando está muerta en delitos y pecados. Al igual que el novio de Elizabeth, Cristo le tiene preparado a su novia, la iglesia compuesta por sus redimidos, un hogar maravilloso. Es una mansión construida a prueba del tiempo, pues ha de permanecer en pie toda la eternidad, perfecta, limpia y pura. En ella no puede entrar, ni entrará jamás, nada sucio. Sólo entrarán los que hayan permitido que la sangre de Cristo los purifique simbólicamente de sus pecados. A diferencia del amor de Roberto, los amores de este mundo suelen fallar. En cambio, el amor de Cristo nunca falla. Cualquiera pensaría que solamente las personas más privilegiadas tienen acceso a él, y sin embargo está a disposición de todos. Basta con que invitemos a Cristo a que nos muestre su amor, para que Él nos perdone, nos redima y nos saque de la cárcel del pecado rumbo a las bodas que ha planeado antes de llevarnos a la mansión que nos ha preparado en el cielo. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Antevíspera del Día del Amor y de la Amistad en Colombia) Amanecía en el desolado desierto de Atacama, en la frontera entre Perú y Chile. El viento helado de la cordillera batía las dunas y los cactos, arremolinando el polvo implacable. El sol salía detrás de las montañas, sobrepasando una faja de pesadas nubes enrojecidas. En un pequeño hotel de la frontera, los huéspedes se preparaban para ir a sus trabajos, a sus oficinas, a sus compras y negocios. Las empleadas del hotel abrían los cuartos desocupados para hacer las tareas de limpieza y tender las camas, y las cocineras preparaban el desayuno. Uno de los cuartos permanecía cerrado. Lo ocupaba una pareja de adolescentes que había llegado la noche anterior: Nora Mamaní, de quince años, y José Turpo, de dieciséis. No habían salido del cuarto desde que lo alquilaron a eso de la medianoche. Al mediodía los llamaron para almorzar, pero nadie contestó. Llamaron más fuerte, y no hubo respuesta alguna. Entonces forzaron la puerta y hallaron a los dos jóvenes tendidos en la cama. Ambos habían bebido medio litro de insecticida fosforado, y habían muerto. ¿A qué se debió aquel trágico desenlace? Es una historia que no deja de repetirse, siguiendo los mismos patrones de la tragedia de Romeo y Julieta. Una pareja de adolescentes se enamora. Sus padres se oponen a que se casen debido a su edad y su falta de madurez. Así que los jóvenes huyen juntos, resueltos a ponerle punto final al drama. En algunos casos, como el de Nora y José, su destino es un hotel en la frontera, donde toman la funesta determinación de suicidarse. Es una decisión trágica, que no resuelve nada, sino que hunde a dos tiernas almas en el abismo de una noche sin aurora. La ironía del caso del que se suicida por amor es que bien pudiera canalizar ese amor hacia el Ser Supremo que es la personificación misma del amor. De hacerlo así, comprobaría lo que afirma la Biblia: que Dios es amor, y que como prueba de su amor envió al mundo a su Hijo Jesucristo a dar su vida por nosotros. Y por si eso fuera poco, Cristo se identifica perfectamente con el que siente que sus padres o amigos íntimos lo han abandonado y que el mundo no lo comprende,1 pues eso fue lo que sintió Él mientras agonizaba en la cruz.2 Más vale que cada uno le entreguemos nuestra vida a Aquel que entregó la suya por nosotros.3 Pidámosle que nos dé sabiduría, y que nos ayude a tener paciencia y a confiar en Él y en el porvenir incomparable que nos tiene preparado.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 26:31,56; Mr 14:27,29,30,50; Jn 1:11; 6:66‑68; 10:6; 12:16; 13:7; 20:9 2 Mt 27:46; Mr 15:34; Lc 23:34 3 Jn 3:16 4 Jn 14:1‑3
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Hace quince años dejé embarazada a una mujer que me amaba. Yo estaba casado y separado. Me comentaron un chisme acerca de ella, y tal vez lo conveniente para mí en ese momento fue dejarla a su suerte y regresar con mi esposa. Nunca traté de hacer ningún acercamiento a ella ni a mi hija, pero tenía ese dolor en mi corazón.... Nunca me ocupé de por lo menos sus necesidades económicas. »Al cabo de este tiempo, la he buscado. Su madre me ha perdonado, pero mi hija no quiere saber de mí.... Yo comprendo que todo lo que hacemos tiene un precio, pero de verdad este es muy doloroso. Por favor, ¿qué debo hacer?» Este es el consejo que le dimos: «Estimado amigo: »Usted dice que comprende que nuestra conducta tiene consecuencias, pero pensamos que usted en realidad no lo comprende. ¡Es increíble que al parecer usted crea que esta jovencita (que si bien es su hija biológica, no puede considerársele en realidad como su hija) debiera no sólo comprender lo que usted le ha hecho, sino también perdonarlo! ¿De veras ha meditado en su conducta y ha aceptado la responsabilidad de sus hechos? No es esa la impresión que nos ha dado. »En primer lugar, usted tuvo relaciones íntimas con una mujer que no era su esposa. Nunca hay nada bueno que pueda resultar de semejante conducta irresponsable e inmoral.... »Luego, cuando esa relación dejó de ser conveniente, usted abandonó a la mujer embarazada y regresó con su esposa. ¿Acaso le dijo a su esposa que le había sido infiel? ¿Fue sincero con ella, o la usó tal y como usó a la otra mujer, sin jamás ser sincero y honrado? No sabemos si usted aún está casado, pero no nos sorprendería que su matrimonio al fin hubiera fracasado y que ahora, una vez más, le es conveniente comenzar a pensar en su hija biológica y en cómo lo que usted ha hecho ha afectado la vida de ella. »¿Ha pensado acerca de lo que siente alguien que no sabe quién es su padre biológico, pero que sí crece sabiendo que su padre biológico se aprovechó de su mamá y luego la abandonó para que afrontara la vida en total desamparo como una madre soltera? ¿No le parece que una niña crecería con enojo y rencor en el corazón hacia tal hombre? ¿Acaso no es obvio que un individuo capaz de hacer tales cosas no es el hombre que una jovencita quisiera como padre? »Dios está dispuesto a perdonarnos a pesar de las cosas despreciables que hayamos hecho.1 Pero no espere que esta jovencita lo perdone en el futuro próximo. Tal vez algún día ella llegue a tener una relación personal con Dios y entonces cuente con la ayuda de Él para afrontar el rencor y el resentimiento. De ser así, a la postre ella pudiera perdonarlo. Es probable que esa sea la única esperanza para usted.... »Ojalá hubiéramos podido darle un consejo más agradable, »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego el enlace que dice: «Caso 132». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Mi hija menor de dieciséis años empezó a tener relaciones sexuales con su novio. Yo antes le había aconsejado que protegiera su pureza.... Pero en su teléfono pude ver los mensajes con su novio, y me enteré de que me mentía cuando me pedía permiso. En vez de hacer lo que me decía, se iba con su novio de veintiún años y tenía relaciones íntimas con él.... »Quiero prohibirle el uso del teléfono o las salidas. ¿Qué puedo hacer... para que ella [no vuelva a caer en ese error]? No quiero que me siga engañando y siga en pecado.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »¡Cuánto sentimos su situación y lo que su hija ha optado por hacer! Tristemente, el cerebro de ella aún está en desarrollo, así que, como usted bien lo sabe, ella no tiene la capacidad de comprender del todo las consecuencias de sus acciones. »Antes que nada, todos tenemos que aceptar el hecho de que es imposible proteger completamente a nuestros hijos.... Tienen influencia sobre ellos sus maestros, sus compañeros de estudio, la literatura a la que están expuestos, la Internet, y la televisión, las películas, los podcasts y la música. Lamentablemente, la cultura que nos rodea ejerce mucha más influencia sobre los adolescentes que la que tienen sus padres.... »La Biblia no trata sobre los métodos de disciplina de los hijos, pero dice con claridad que las relaciones sexuales deben reservarse para después del matrimonio.1 También enseña que los padres tienen la responsabilidad de disciplinar a sus hijos.2 A partir de estos dos principios podemos determinar que usted en definitiva debe disciplinar a su hija y tratar de evitar que ella siga teniendo relaciones sexuales. »Sin embargo, es muy delicado mantener el equilibrio en este asunto. Nosotros tuvimos esa experiencia con un hijo que se fugó de la casa cuando era adolescente. Lo hizo como su manera de negarse a obedecer nuestra disciplina. A otros padres les ha sucedido que sus hijos han amenazado con hacerse daño. Por esas razones no podemos decirle específicamente cómo proteger a su hija mediante la disciplina. Le recomendamos encarecidamente que acuda a consejería profesional de parte de una persona que tenga un punto de vista bíblico. »Sería prudente de su parte que se abstenga de culpar al novio o de hablarle mal de él a su hija. De lo contrario, ella se sentirá obligada a protegerlo de usted y a favorecerlo a él y no a usted. En lugar de causar que eso suceda, invítelo a su casa para que pueda llegar a conocerlo. Permita que su hija reciba la visita de él en la casa cuando usted esté allí también, y que sea en un lugar público de la casa y no en la habitación de ella. Trate de descubrir cualidades buenas en él.... Cuando usted diga cosas buenas acerca del novio, será más probable que ella se dé cuenta de los defectos que él tenga.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 859. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Co 7:2, Heb 13:4 2 Pr 19:18
(Día de la Independencia de Guatemala) (Himno cantado por Carlos Rey en audio y en video) Si bien Guatemala se independizó de España oficialmente el 15 de septiembre de 1821, no fue sino hasta 1896, setenta y cinco años después, que se juzgó necesario que tuviera un himno nacional. Ese año, durante el gobierno del general José María Reyna Barrios, se convocó a un certamen en el que resultó premiada la música de un compositor guatemalteco y la letra de un poeta anónimo. El compositor era Rafael Álvarez Ovalle, oriundo de San Juan Comalapa, Chimaltenango. Pero no se conocía aún la identidad del autor de esa letra del Himno Nacional de Guatemala cuando se estrenó el 14 de marzo de 1897 en el Teatro Colón. No fue sino hasta 1910 que se descubrió que era el poeta cubano José Joaquín Palma, originario de San Salvador de Bayamo, quien había formado parte del jurado que premió su composición literaria. En julio de 1911, el gobierno guatemalteco le rindió tributo al poeta Palma con un desfile que partió del teatro Colón hacia su residencia poco antes de su muerte, y el 15 de septiembre de ese mismo año le rindió homenaje al maestro Álvarez condecorándolo con corona de plata, medallas y ofrendas florales. En 1934, se aprobaron ligeras modificaciones en algunos de los versos del poema original de José Joaquín Palma, según las anotaciones hechas por el gramático jalapaneco José María Bonilla Ruano.1 He aquí la primera estrofa y el primer coro del himno como se cantan actualmente: ¡Guatemala feliz...! que tus aras no profane jamás el verdugo; ni haya esclavos que laman el yugo ni tiranos que escupan tu faz. Si mañana tu suelo sagrado lo amenaza invasión extranjera, libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará. Libre al viento tu hermosa bandera a vencer o a morir llamará; que tu pueblo con ánima fiera antes muerto que esclavo será. Gracias a Dios, a Él le importa lo mismo o aún más que al pueblo guatemalteco que se cumpla el deseo del poeta: que Guatemala sea feliz porque sus gobernantes se dediquen a hacer felices a sus conciudadanos; que sus altares no se manchen jamás con la sangre de sus hijos ni con actos indignos que empañen la gloria de su nombre; y que nadie sea humillado, sino que se respete la vida, la integridad física y la libertad de cada uno, cualquiera que sea su condición social.2 Porque Dios envió a su Hijo Jesucristo al mundo a ser humillado en una cruz y a morir por nuestros pecados, pagando así el precio de nuestro rescate, para que nosotros no tengamos que ser esclavos de nada ni de nadie, sino que seamos verdaderamente libres.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Alfredo Arango, Análisis de la letra del Himno Nacional de Guatemala (Guatemala: Editorial Piedra Santa, 2002). pp. 1-3,8; «109 Aniversario del Himno Nacional de Guatemala», deGUATE.com (Directorio Electrónico de Guatemala), 14 marzo 2006 En línea 30 octubre 2008. 2 Arango, p. 9. 3 Is 53:7; Mt 20:28; Mr 10:45; Fil 2:6-8; 1Ti 2:5-6; Heb 9:11-12
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Soy un hombre de sesenta y siete años, con más de cuarenta de casado. He cometido muchos errores de los que me arrepiento, sobre todo de haber sido infiel en varias ocasiones. Estoy consciente del daño que he causado y de haber lastimado a mi esposa, a mis hijas y a mi hijo. No quiero perder a mi familia, ni mucho menos perderme yo. Espero en la misericordia de mi Señor Jesucristo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Debe de haber alguna razón por la que actualmente teme perder a su familia, y la única causa posible que usted nos ofrece es su infidelidad a su esposa. Por eso suponemos que usted volvió a serle infiel hace muy poco.... »Usted dice que espera en la misericordia de su Señor Jesucristo, pero parece que no está seguro si Él le tendrá misericordia una vez más, sobre todo porque esta no es la única vez que usted ha sido infiel, pues admite que ha sido infiel varias veces.... »En definitiva, cualquier cónyuge que ha sido víctima de engaño “en varias ocasiones” tiene motivo para desconfiar de su pareja infiel. No podemos ni imaginarnos lo devastada que ha de sentirse su esposa después de darle a usted tantas oportunidades de enmendarse y comenzar de nuevo. ¿Acaso hay algo que pudiera darle a ella motivo para pensar que usted no volverá jamás a serle infiel? »Jesucristo enseñó que la inmoralidad sexual es razón suficiente para divorciarse del cónyuge.1 Por eso creemos que su esposa tiene una razón válida para separarse e incluso divorciarse de usted. Sin embargo, eso no quiere decir que le aconsejaríamos a ella que lo haga, sino más bien que le pida a Dios que la ayude a decidir qué hacer ahora. »El caso suyo es particularmente inquietante debido a que usted se refiere a Jesucristo como si lo conociera, y espera que Él siga mostrándole su misericordia divina. Sin embargo, a pesar de llamarlo su Señor, usted sigue cometiendo el mismo pecado vez tras vez. »Usted ha sido la clase de persona a la que otros tildan de hipócrita. Dice las palabras debidas, pero su conducta no las respalda.... »No se espera que el que ama a Cristo y tiene una relación personal con Él sea perfecto o que nunca peque. Sin embargo, con el tiempo el verdadero seguidor de Cristo peca cada vez menos a medida que se esfuerza por obedecer los Diez Mandamientos. Conforme habla regularmente con Dios al orar y escucha a Dios al leer la Biblia, el verdadero seguidor de Cristo progresa en el dominio propio y en la obediencia a lo que ésta dice.... »Tan pronto como usted esté de veras dispuesto a cambiar, Dios lo perdonará si se lo pide. Pero no espere que Él quite las consecuencias naturales de lo que usted ha hecho.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 740. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mt 19:9
(15 de septiembre: Aniversario del Acta de Independencia Centroamericana) Era el 14 de septiembre de 1821, víspera del día en que se había convocado a una reunión en el Palacio de Gobierno de Guatemala entre autoridades de las provincias y representantes de la universidad, de la Iglesia y de las autoridades civiles a fin de decidir si Centroamérica habría de separarse de España. Uno de ellos, que apoyaba decididamente las aspiraciones independentistas, era el guatemalteco Pedro Molina. Esa víspera, su esposa, María Dolores Bedoya, mostrando lo solidaria que era con él en sus convicciones políticas, visitó los barrios más habitados de la ciudad, invitó a su vez al pueblo a una reunión frente al palacio con el propósito de llenar la plaza en apoyo a la independencia, y se encargó de que hubiera música y fuegos artificiales para festejar la esperada proclama. Durante la histórica reunión del día siguiente, mientras los cincuenta y seis miembros de la junta presentaban sus argumentos a favor y en contra de la declaración de independencia, Bedoya arengaba al pueblo en la plaza. Pero al comenzar a repetirse los argumentos para retrasar la proclama de independencia, comenzaron también a oírse en el recinto explosiones de pólvora, cohetes y música. Fue tal la algarabía que los opositores a la independencia creyeron que había estallado la revolución y se apresuraron a proclamarla.1 En el prólogo del acta misma de independencia redactada por José Cecilio del Valle consta que llegaron al acuerdo «congregados todos en el mismo salón; leídos los oficios expresados; discutido y meditado detenidamente el asunto, y oído el clamor de “¡Viva la independencia!” que repetía lleno de entusiasmo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores y antesala de este palacio...»2 Por eso algunos historiadores sostienen que la agitación del pueblo de parte de María Dolores Bedoya contribuyó a que se proclamara la independencia centroamericana. Y por eso en algunas ciudades centroamericanas en la víspera del 15 de septiembre los niños celebran un desfile con faroles iluminados.3 Entre otras cosas, en el acta «se acordó... que siendo la Independencia del Gobierno Español la voluntad general del pueblo..., el Señor Jefe Político la mande publicar para prevenir las consecuencias, que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo.... [y] que [siendo] la paz y sosiego... la primera necesidad de los pueblos cuando pasan de un gobierno a otro,... los que estando unidos en el sentimiento general de la independencia deben estarlo también en todo lo demás, sofocando pasiones individuales que dividen los ánimos y producen funestas consecuencias.»4 Quiera Dios que así como en el siglo diecinueve el aludido Jefe Político Gabino Gaínza, último gobernador español en Centroamérica, no sólo firmó el acta sino que logró que las autoridades españolas aceptaran la nueva situación pacíficamente sin que tuviera que derramarse sangre en batalla alguna,5 también nosotros en el siglo veintiuno sofoquemos pasiones individuales y busquemos la paz. Pues si buscamos la paz y la seguimos, sostiene San Pedro, podremos «gozar de días felices».6 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 «Independencia de Centroamérica», La Nación En línea 6 septiembre 2008; Luis Arritola, «Mujeres insurgentes», La Opinión En línea 10 abril 2009. 2 «Acta de Independencia del 15 de septiembre de 1821» En línea 10 febrero 2009. 3 «México y América Central festejan casi dos siglos de independencia», La Opinión En línea 10 abril 2009; Wikipedia, s.v. «María Dolores Bedoya» En línea 10 abril 2009. 4 «Acta de Independencia del 15 de septiembre de 1821». 5 «Independencia de Centroamérica», La Nación. 6 1P 3:10-11
En los días posteriores al 11 de septiembre de 2001, hubo dirigentes religiosos en los Estados Unidos que emitieron el juicio de que el ataque terrorista ocurrido en aquel nefasto día representaba el castigo de Dios infligido a una nación en extremo pecaminosa. Así Dios, de manera inequívoca, le llamaba la atención a aquella superpotencia mundial. Según esos líderes eclesiásticos, Dios no tuvo que hacer más que valerse del odio que albergan en el corazón tantos individuos contra el país que consideran culpable del deterioro moral que cunde en todo el mundo. Contra ese juicio tajante se pronunció con firmeza el periodista estadounidense Cal Thomas el 19 de septiembre ante su público nacional. A su columna escrita como respuesta a semejante concepto de Dios, le puso por título «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». En la primera parte de su exposición bíblica, Thomas cita varios pasajes del Nuevo Testamento. De ahí pasa al Antiguo Testamento, del que se vale con maestría para desarrollar el siguiente argumento teológico con el que le pone punto final al asunto: «Dios no habría destruido las antiguas ciudades de Sodoma y Gomorra si allí se hubieran encontrado sólo diez justos (Génesis 18:32). ¿Acaso los que creen que el ataque terrorista representaba el juicio de Dios piensan que había menos de diez personas justas en Nueva York y en el Pentágono cuando se estrellaron esos aviones contra aquellos edificios? »Dios permite que ocurran cosas malas a pesar de que Él, por naturaleza, sólo hace el bien y saca de lo malo algo bueno. ¿Cómo sabemos esto? ... El Salmo 5 dice: “Tú no eres un Dios que se complazca en lo malo.” José, a quien sus hermanos habían vendido como esclavo y sin embargo llegó a ser el brazo derecho del faraón y el proveedor de alimento a los hambrientos, les dijo a sus hermanos: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20). »En Génesis 18:25, Abraham intercede por la vida de los habitantes de Sodoma. En sus esfuerzos por lograr que Dios perdone a esa gran ciudad, Abraham dice algo importante acerca del carácter de Dios que tal vez debieran considerar aquellos que creen que Dios ha castigado a los Estados Unidos de América mediante un ataque terrorista: “¡Lejos de ti el hacer tal cosa! ¿Matar al justo junto con el malvado, y que ambos sean tratados de la misma manera? ¡Jamás hagas tal cosa! Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?” »Claro que sí hará justicia. El mal existe, pero su autor no es Dios. El mundo está perdido y ocurren cosas malas. Pero Dios ha provisto la forma de que nosotros, simples seres humanos, seamos restaurados si le prestamos atención.»1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Cal Thomas, “When calamity is deemed divine,” The Washington Times, 19 septiembre 2001.
El 19 de septiembre de 2001, apenas una semana después del ataque terrorista contra las torres gemelas de Nueva York y el Pentágono de Washington, el periodista estadounidense Cal Thomas, en su columna publicada a nivel nacional, se pronunció acerca del tema en un artículo titulado «Cuando se juzga que la calamidad viene de Dios». He aquí la primera parte de su comentario: «... Dos dirigentes religiosos... dieron a entender que los ataques terroristas de la semana pasada se debieron al juicio de Dios.... »Pero... no son ellos los primeros en vincular el castigo divino a acontecimientos temporales. Abraham Lincoln dijo que la Guerra Civil estadounidense se debió a la esclavitud y a que los Estados Unidos de América se habían olvidado de Dios y estaban intoxicados de un éxito ininterrumpido, y se sentían demasiado orgullosos como para orar al Dios que nos creó. Alejandro Soljenitsyn dijo que el comunismo ahogó a la Unión Soviética durante siete décadas porque su pueblo se había olvidado de Dios. »En la medida en que las calamidades, ya sean naturales o provocadas por los seres humanos, nos llevan a la reflexión y a reorganizar la vida de tal modo que ese mal nos impulsa a hacer el bien, hasta el horror [del 11 de septiembre] puede tener efectos redentores y de ese modo personas inocentes no habrán muerto en vano.... »Hay quienes creen que los Estados Unidos de América es una nación especial, escogida por Dios para recibir una bendición excepcional. Eso es idolatría.... En Isaías 40, Dios dice que a sus ojos todas las naciones son como “una gota de agua en un balde, como una brizna de polvo en una balanza”, pues “no son nada”. Esta afirmación es motivo de humildad y no de fanatismo religioso. »Hay otros interrogantes. Cuando el apóstol Pablo visitó la antigua ciudad de Corinto, prevalecía una inmoralidad desenfrenada. El culto a Afrodita fomentó la prostitución en nombre de la religión. En determinado momento, según [la edición de estudio de] la Nueva Versión Internacional de la Biblia, “mil prostitutas servían en su templo”. ¿Acaso no bastaba ese estilo de vida para que Dios enviara un meteorito que arrasara la ciudad? Sin embargo, a pesar de semejante maldad, Dios no envió su juicio sino que envió a su Hijo en el acto de amor más grande que jamás se haya visto. “Cuando todavía éramos pecadores”, dice la Sagrada Escritura, Dios envió a Jesucristo a morir por nosotros (Romanos 5:8). »Si bien ese mismo Libro sagrado trata acerca de un juicio final en el que todo el mundo tendrá que comparecer ante Dios, así como advierte sobre las consecuencias inmediatas del pecado —desde la enfermedad física hasta la angustia emocional y la muerte—, también dice que Dios “no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan” (2 Pedro 3:9).»1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Cal Thomas, “When calamity is deemed divine,” The Washington Times, 19 septiembre 2001.
(2o. domingo de septiembre: Día de los Abuelos en Puerto Rico) Era una tarde nublada del 19 de octubre de 2019. Habían transcurrido veintiocho años desde que adoptamos a nuestro hijo Josué a los once años de edad. Su madre biológica era puertorriqueña. Si no hubiera sido por eso, es probable que no lo habríamos adoptado, ya que habíamos puesto la condición de que tuviera sangre hispanoamericana. Ahora yo tenía la dicha de acompañar a su hijo Zachary, nuestro nieto, a un partido de fútbol estadounidense. Es que esa tarde de octubre jugaba como local la Universidad de Miami, donde estudiaba él, becado por haber prestado el servicio militar durante cinco años. Antes de abordar el autobús que lleva a los estudiantes al estadio, mi nieto Zach me mostró con merecido orgullo el hermoso plantel de la universidad. Cuando llegamos al estadio, aprovechamos una merienda típica que se les sirve gratis a los estudiantes antes del partido. A mediados del juego, el doctor Julio Frenk, rector de la universidad, comenzó a subir por los escalones precisamente por el pasillo donde estábamos sentados nosotros. Zach no se dio cuenta, y yo no habría reconocido al doctor Frenk de no haber sido por una mujer amable que nos informó que él estaba por pasar y ofreció sacarnos una foto con él, asegurándonos de que él se detendría para tomar la foto si se lo pedíamos. Zach sí lo conocía y lo tenía en alta estima, así que se lo agradecimos mucho a la mujer. En efecto, el rector Frenk se detuvo, nos saludó muy cordialmente luego de que Zach me presentó como su abuelo que estaba de visita, y permitió que la mujer nos tomara la foto. Perdimos el partido, pero nos divertimos mucho, creando un recuerdo que conservaré como un tesoro el resto de mi vida. Y por si todo eso fuera poco, esa noche los dos tuvimos el gusto de disfrutar de una rica cena cubana con Luis Bernal Lumpuy, mi gran amigo y colega desde hace treinta y cinco años. Tengo que confesar que, cuando eso sucedió, yo no estaba enterado de las impresionantes credenciales del doctor Frenk: eminente médico cirujano; ex Decano de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Harvard; ex Asociado Principal en el Programa de Salud Global de la Fundación Bill y Melinda Gates; ex Secretario de Salud de México; ex Director Ejecutivo encargado de Pruebas Científicas e Información para las Políticas en la Organización Mundial de la Salud con sede en Ginebra, Suiza; y ex Director General Fundador del Instituto Nacional de Salud Pública de México, entre muchos otros logros y títulos que ostenta. Cuatro de los veintitrés libros que ha escrito hasta la fecha son novelas para niños y jóvenes que explican el funcionamiento del cuerpo humano. Gracias a Dios, al igual que el doctor Frenk, al subir por el pasillo de nuestra vida Él, como nuestro Médico Cirujano divino, está dispuesto a detenerse y a tomarse una foto con nosotros. Pero conste que luego de ese momento trascendental en que llegamos a conocerlo personalmente, Dios, quien nos creó a todos, está también dispuesto a caminar a nuestro lado el resto de nuestra vida. Sólo que, para que eso suceda, somos nosotros a quienes corresponde dar el permiso.1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Mi 6:8; Mt 28:20; Jn 1:35-51; Ap 3:20
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Mi madre ha ido perdiendo la memoria. Cuido de ella veinticuatro horas al día los siete días de la semana. Ahora se mantiene en cama. Mi padre falleció [hace unos años, y ella me confunde con] él.... »Las pocas veces que mi tía la puede cuidar para que yo salga, me pongo melancólico porque vienen recuerdos de cuando la podía llevar de paseo. »Quisiera continuar haciéndolo, pero es difícil. Ella pesa bastante, y yo padezco de la espalda. Además, no siempre se anima para que la ayudemos entre varios a llevarla de paseo. Me da tristeza no poder pasearla ni sacarla al patio.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »¡Qué buen hijo ha sido usted! Ninguna madre pudiera pedir más de parte de su hijo. Usted se ha dedicado a cuidar de ella de la mejor manera posible y de proveerle una vida buena. Con eso de veras está cumpliendo con el mandamiento de honrar a padre y madre. De hecho, son pocos los hijos adultos capaces de hacer lo que usted ha hecho. »El envejecer no es fácil para quien está envejeciendo, como tampoco lo es para quienes le rodean. Los hijos varones a quienes antes su padre o madre cargaban en brazos, ahora deben cargar ellos mismos a papá o mamá. Hijos e hijas que antes recibían alimentos de parte de sus padres, ahora tienen que ser quienes los proveen. A los hijos a quienes antes se les llevaba de paseo, ahora les toca planear las salidas ellos mismos. Es como si todas las cosas estuvieran invertidas. »Nos alegra saber que su tía a veces ofrece su ayuda para que usted pueda salir y atender sus asuntos. Es muy importante que usted forme una red de parientes y amigos que puedan ayudar, aunque sólo sea por una hora, para que usted pueda disfrutar de algún tiempo para sí mismo. Por mucho que desee lo mejor para su mamá, debe tener presente que, tarde o temprano, ella ha de morir. (Lamentablemente, a todos nos espera eso mismo.) ¿Qué hará usted cuando su mamá ya no esté? ¿Será como si todo en la vida de usted estuviera volviendo a invertirse? »Con frecuencia los que cuidan de un ser querido descuidan su propia salud física y mental al hacerlo. Por eso le instamos a que busque servicios sociales en su comunidad que puedan brindarle ayuda. Pídale a su médico que le recomiende a un consejero o un programa para los que cuidan a otros como lo hace usted. Sin ayuda profesional, usted pudiera llegar a sufrir de depresión clínica. »Le rogamos que recuerde que, si bien es cierto que su papá murió hace algunos años, usted todavía tiene a un Padre celestial que lo ama y desea lo mejor para usted. Él no quiere que usted se queme como una bombilla por cuidar a otros sin cesar. Quiere más bien que usted mantenga la mente sana en un cuerpo sano.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 739. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
«Gustavo, mi querido Gustavo... ¡qué cosas tan tristes y desgarradoras han pasado desde que no estás tú...! »Escribo esto para ti, con el corazón enlutado, presa de una tristeza angustiosa, inmensa, indecible,... y quiero que sepas todo, todo lo que ella me dejó dicho para ti. »He llorado y sufrido tanto, Gustavo, que secos, casi sin lágrimas, están mis ojos, y mi corazón marchito... »¡Ay, Dios mío! ¡Ay, nuestra Blanca, nuestra adorada Blanca para siempre ida... a quien tanto amamos y que tanto nos amó! ¡Cómo me duele el corazón al acordarme de mi inolvidable amiga!... »Con fiebre, y ya gravemente enferma, [Blanca] llegó a casa de su aya, la viejita Mauricia, que tú conoces. El doctor Gámez fue a verla y a prestarle sus servicios como médico y como amigo.... »El pesar que le causó tu separación, los ultrajes recibidos y el aire frío y húmedo que azotó su rostro después de haber sufrido y llorado tanto, agravaron a Blanca.... »[Su] estado... empeoraba cada vez más.... El doctor Gámez no ocultaba su desesperación, viendo que las medicinas no hacían el efecto [deseado] y que ella se agravaba de manera alarmante. »Un día la encontré más triste que nunca; había llorado mucho…. La estreché [entre] mis brazos largamente y... lloré con llanto inconsolable... »“¡Cuán desgraciada soy! —me dijo—. Aun en mi soledad me persigue la calumnia... ¡Al borde del sepulcro, soy mancillada!... »... ”¡Ah, Gustavo [—exclamó Blanca—], si supieras hasta dónde han perseguido y lastimado a la que no tiene más crimen que amarte, que haberse conservado pura entre tanta inmundicia...! ... He preferido el sacrificio de mi vida al de mi honor;... porque antes que el vicio dorado he querido la pobreza humilde, pura, consagrada a mi amor, a mi corazón y a mi conciencia; a ti, Gustavo... ¡Oh, religión...! ¡Oh, justicia...! ¡Oh, caridad...! Y el Cristo,... ese Cristo que ensalzan como modelo de caridad y de justicia, ¿por qué permite que pasen cosas tan abominables en este mundo? ¿Por qué deja que muera mancillada la inocencia y que viva, triunfante, la maldad...? ¡Oh, misterio, impenetrable misterio...! ¡Oh, caos, profundo caos!...” »Y como si ella misma sintiera ese caos que invocaba, dobló su cabeza y cerró los ojos.»1 Con esta carta que lee Gustavo, escrita por su prima, termina el trágico romance entre Blanca y Gustavo creado por la novelista hondureña Lucila Gamero de Medina en su obra clásica titulada Blanca Olmedo. Pero ya que, al parecer, las interrogaciones retóricas de Blanca Olmedo al final de su vida reflejan una válida inquietud personal de la autora misma,2 con mayor razón merecen respuesta. ¿Por qué permite Cristo que pasen cosas tan abominables en este mundo? Porque si hubiera decidido no permitir que tales cosas pasen, habría tenido que crearnos sin la libertad de tomar decisiones propias, tanto las que nos ocasionaran la mayor dicha como las que nos causaran la más dura pena. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Lucila Gamero de Medina, Blanca Olmedo (Tegucigalpa: Editorial Guaymuras, 2008), pp. 326-29. 2 Ibíd., Prólogo, pp. 9,16. Según lo que escribió la autora en su Autobiografía en 1949 y en una página previa al inicio de la novela misma, podemos deducir que Blanca Olmedo contiene un marcado elemento autobiográfico, hasta en lo que atañe a sus inquietudes de carácter religioso.
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Por dos años estuve con una mujer y, aunque nunca llegamos a formalizar el noviazgo, tuvimos relaciones íntimas. Durante ese tiempo también tuve relaciones sexuales con prostitutas... pero nunca se lo he dicho a mi pareja porque sé que la lastimaría mucho. »A causa de la culpa que siento, decidí terminar la relación porque creo que no la merezco. Ahora ella me pide volver. Yo me he alejado de Dios, y no sé qué hacer. ¿Debo decirle la verdad y dejarla ir, o simplemente debo irme sin decir nada para no herirla más? La culpa de haberle mentido me está consumiendo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Si su expareja es como la mayoría de las mujeres, cuando usted la dejó ella debió haber comenzado a imaginarse que no era lo bastante bonita ni inteligente para usted, o que no estaba a la altura de sus expectativas. Es casi seguro que esté dudando de sí misma a pesar de que ella no tuvo culpa alguna de lo sucedido. »Usted dice que sabe que la lastimaría mucho enterarse de que le fue infiel varias veces y de que le mintió al respecto. ¿Acaso el saber la verdad la lastimaría más de lo que usted ya la ha lastimado? Nosotros creemos que no. Suponemos que se enojaría, eso sí, pero que tarde o temprano lograría dejar de imaginarse que fue ella quien hizo algo malo. Así que la única opción buena es que tenga el valor de decirle todo lo que usted hizo. »También sería lo correcto de su parte ponerle fin a la relación. Usted definitivamente no está listo para comprometerse con una sola mujer. Y tampoco lo está para ser un hombre digno de confianza. Así que aun si ella estuviera dispuesta a perdonarlo y a restaurar la relación, usted cometería un grave error si reanudara la relación con ella. »Usted dice que cree que no la merece. Eso bien pudiera ser cierto, pero ¿quiere usted cambiar? ¿Le gustaría ser la clase de hombre que sí la merece? ¿Quiere dejar de sentir que la culpa lo está consumiendo? »Aun cuando usted ha pecado de muchas maneras, no hay ningún límite que impida que le pida perdón a Dios. Jesucristo, el Hijo de Dios, ya tomó el castigo que merece usted por lo que ha hecho. Él murió en una cruz a fin de pagar por los pecados que usted y yo hemos cometido. Si usted ora y le pide que lo perdone, podrá librarse de la culpa y comenzar una nueva vida como seguidor de Cristo. »Busque una iglesia a la que asistan personas que son seguidoras de Cristo. Hable con Dios regularmente mediante la oración, y permita que Él le hable mediante las palabras de la Biblia. Tome la decisión, con la ayuda de Dios, de mantenerse célibe hasta que se case con una mujer que sea seguidora de Cristo al igual que usted. En esa clase de matrimonio, usted podrá experimentar la relación que Dios planeó para usted, desde el principio.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 858. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
«Mi tía Rogelia vive en la calle del Olvido No. 101. Regordeta y rellenota de carnes y de ideas tétricas y apocalípticas, es sin embargo una de las madres modelos en esta sucia y dichosa ciudad de San José. Siete veces bendijo Dios su matrimonio, y mis siete primas representan esas siete bendiciones. »¡Qué lástima que la juventud no sea eterna! Por desgracia, mis primitas fueron jóvenes, y la menor (veintisiete años) es ya una juventud en conserva. La mayor colea los cuarenta, y entra en los helados confines de la vejez: y a todo esto, ni un marido que se presente.... »¡Pobre tía Rogelia, presidiendo semejante regimiento de solteronas! Sí, la palabra es dura, pero exacta. Mis primas representan en sus dolorosos extremos las tres clases conocidas hasta aquí de solteronas. En ese calvario hay tres estaciones. En la primera, la paciente es aún amiga de la humanidad, porque aún conserva alguna esperanza de un matrimonio in extremis. En la segunda, adiós a los hombres y sus engaños. El fuego sagrado del corazón es empleado y consumido en una lora, un gato o un perrito. Los efluvios de su alma, no comprendidos ni aun quizás apercibidos por ese animal sin plumas que se llama el hombre, han encontrado un ser peludo, emplumado o escamado, que las comprenda, las quiera y las acaricie. En la tercera época solteril, ya no son bastantes los cariños de Coscolina, ni los brincos del [perrito] Cook. Las monerías de la gatilla Filis no hacen ya sonreír a su desventurada dueña. El amor que es reconcentrado y abstracto en la solterona de tercer grado es, pues, esencialmente devoto y religioso. »Para mis primas, todo joven que visita una casa, es o novio o seductor de alguna hija de la misma. Para ellas ningún matrimonio se hace por amor, sino por interés, u obligados por las circunstancias. Toda mujer bella o graciosa es tonta o coqueta; los hombres que no las atienden son mal educados, y si esos mismos hombres atienden a otras, es con malos fines. En una palabra: son mis primas las siete plagas de Egipto; las siete peores vecinas; y aunque en cada familia se encuentran tipos semejantes o parecidos, es de esperarse, para la tranquilidad pública, que no todos tengan las abundantes dotes que adornan a las hijas de mi tía Rogelia.»1 ¿Quién hubiera pensado que un estadista y magistrado de la talla de don Manuel Argüello Mora de Costa Rica fuera capaz de describir por escrito, de una forma tan transparente, a miembros de su propia familia? Tal vez se deba a que lo hizo bajo el seudónimo de Simplicio Cucufate. Fue así como publicó una serie de ocho cuadros en la revista «Costa Rica Ilustrada» en 1887, poniéndole por título general «Mi familia».2 Menos mal que Dios no juzga así a las solteronas del mundo, generalizando y exagerando a propósito al referirse a ellas. Más bien, «el Señor es compasivo y justo —dice el salmista—; nuestro Dios es todo ternura».3 De ahí que a toda mujer considerada solterona, Dios le dice, al igual que a las viudas y a los huérfanos: «Si te quejas ante mí, yo atenderé a tu clamor, pues soy un Dios compasivo.»4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Manuel Argüello Mora, Obras literarias e históricas, 1a. ed. (San José, Costa Rica: Editorial Costa Rica, 1963), pp. 408‑10. 2 Ibíd., p. 405; Simplicio Cucufate, «Mi familia, Parte 2a.: Los hijos de doña Rogelia», Costa Rica Ilustrada, San José, 22 octubre 1887, pp. 133-35. 3 Sal 116:5 4 Éx 22:22,27
(Natalicio de Luis Bernal Lumpuy) Los siguientes versos compuestos por un autor desconocido, y que tradujo del inglés el poeta cubano Luis Bernal Lumpuy, llevan por título Historia de una oveja perdida: Mucho amaba el pastor a su ovejita, y siempre la cuidaba con ternura... Con mirada amorosa la seguía mientras ella saltaba en la llanura. Al sentarse junto al rebaño que cuidaba que dócilmente su voz obedecía, pensaba con tristeza en su ovejita, la que una y otra vez se le perdía. Es cierto que la ovejita cariñosa adoraba a su pastor sin una queja, pero a veces se apartaba del camino como a menudo hacen las ovejas. A su amada ovejita extraviada llamábala el pastor con tierna voz: “Vuelve, pequeñita, porque no estás segura a menos que estés donde estoy yo.” Pero pronto la ovejita se olvidaba y se le descarriaba irreflexiva, y sin darse cuenta de sus actos, del lado del pastor pronto se iba. Hasta que un día, con bondad y tino, tomó el pastor su vara con firmeza, y lo que Él hizo entonces parecía algo cruel a los ojos de la oveja. Tan fuerte fue el golpe de la vara que le quebró una pata a la ovejita, y la dejó cojeando por el prado donde antes saltaba espigadita. Entonces, extenuada, adolorida, de rodillas cayó, y en la quietud contempló a su pastor como diciendo: “¿Quisieras explicarme tu actitud?” Vio el amor en los ojos del pastor que bañaban de lágrimas el rostro, mientras con ternura le sanaba las fracturas de su hueso roto. Al sentirse desamparada por completo, sin poder siquiera levantarse, se entregó sin reservas en los brazos de su pastor, donde podía arrobarse. Después, día tras día, hasta que fue sanada, se mantuvo alejada del rebaño, llevada en los brazos del pastor y acunada y protegida como antaño. El pastor con cariño susurraba palabras a su ahora atento oído... Estaba escuchando la dulzura que las otras ovejas no han sentido. Sintió el afecto del cordial abrazo que le dio el pastor de corazón sincero... Y fue para su debilidad y su quebranto como una nueva bendición del cielo. El pastor satisfizo plenamente cada necesidad de la ovejita, que aprendió al fin en su dolor y angustia una enseñanza que nunca olvidaría. Por fin su hueso roto fue sanado, y una vez más anduvo saltarina... Adondequiera que el pastor guiaba, la ovejita alegre lo seguía. . . . . . . . . . . Las cuerdas del amor la ataron tanto en su hora de dolor y de amargura que ya no quiso apartarse de los brazos que una vez la sanaron con ternura. Tal vez te sientas quebrantado hoy, y no entiendas por qué fuiste golpeado por la vara de un Pastor tan amoroso. ¿Será que no crees que vino de su mano? Él sólo trata, con ese tierno golpe, de apartarte del bullicio por un tiempo, acunarte en sus brazos amorosos y acercarte a su regazo con su ejemplo. Observa la mirada del Pastor amante, y busca su rostro con amor y anhelo... Prueba en la hora del quebranto el poder de su gracia y su consuelo. Cuando en sus brazos tiernos te refugies y sientas cada día su mano fuerte, ¡con sus cuerdas de amor te atará el alma para que nunca vuelvas a perderte!1 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Autor desconocido, «Historia de una oveja perdida», traducción del inglés «Story of a Straying Lamb» de Luis Bernal Lumpuy, 1998.
«Ella nunca pudo recordar la discusión ni su propio alegato. La voz de él, de eso sí estaba segura, la invadió con [insultos, llamándola] depresiva, repulsiva, compulsiva, negativa... egoísta, individualista, materialista, majadera [y] aventurera.... [Y] recordaba... el portazo con que se fue para siempre.... »Empezó a recuperarse lentamente porque [junto con] los ejercicios de autoconfianza, afirmación y “yo puedo salir adelante sola”, se [manifestaban] muy fuertes los otros de rencor, de revancha, de desdén y de «a mí no me puede hacer esto». La fueron aliviando las pastillas de... la dulzura con que contaba las atrocidades del monstruo, a quien, después de darle todo, se largó con una cualquiera. Pronto se dio cuenta de que su historia era idéntica a la de miles de mujeres [con] caras ajadas y tristes.... »Un día contó que él había vuelto humilde y arrepentido, seguro de que ella era la única. Inventó salidas y encuentros... acercamientos y cortejos. Compró ropa nueva, apareció con regalos, cambió de peinado, acentuó el maquillaje [y] adquirió un lenguaje pintoresco.... Dejó definitivamente de quejarse de los hombres. Tenía tanta suerte: el suyo era ideal. »Después de que lo instaló de nuevo en la casa, pasó por una larga etapa de aprendizaje para ser habilidosa y amable... para ser feliz... y desalojar todo lo amargo. »... Sólo hubo cabida para lo perfecto: la sonrisa sincera, el regocijo de la compañía, la conversación afirmativa, la mirada directa y profunda. »... Lejos [quedaron] el pleito, la llamada de atención, el gesto brusco, el reproche.... Logró establecer una comunicación perfecta, ese adivinar [de] los gestos de que hablan las recetas del amor.... Los gastos se redujeron, las comidas se simplificaron... la limpieza se facilitó y desaparecieron las largas jornadas de sospechas [e] indagaciones.... Él simplemente estaba ahí y no se iría jamás.... »Todo iba perfecto porque... estaban juntos con su mejor y más brillante sonrisa de espejo, aunque a ella le preocupaba la insignificancia de ese hombre feo, sin la menor gracia, carente de ingenio... poco emocional, salvo cuando se enfurecía y la insultaba.... Ahora ella no le permitía enojo, ni furia ni resentimiento alguno porque [ella] dirigía la escena, era capaz de embellecerlo y amarlo, de cortejarlo... manipuladora de lo ya ajeno, encerrada dentro de sus hábitos y manías de crear un edén para el desdén.»1 Así resuelve su difícil situación la mujer anónima del cuento «El edén del desdén», publicado por la escritora costarricense Carmen Naranjo en su obra de cuentos titulada Otro rumbo para la rumba. Lamentablemente es propio del caso el que aquella protagonista de la historia se diera cuenta de que «su historia era idéntica a la de miles de mujeres». Pero ¿acaso hay alguna solución aparte de «crear un edén para el desdén»? Sí, la hay. La clave es que cada hombre que vive con una de esas mujeres descubra que el plan divino es que él se case y llegue a ser un solo cuerpo con su esposa, y que ella lo respete, consciente de que él la ama al extremo de estar dispuesto a dar la vida por ella.2 Así, juntos crearán un paraíso en su hogar, en el que florezcan el cariño y el aprecio mutuo. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Carmen Naranjo, «El edén del desdén», Otro rumbo para la rumba (San José, Costa Rica: EDUCA, 1989), pp. 167-71. 2 Ef 5:25-33
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Desde hace dos años he estado enamorada de un hombre de treinta y seis años, y yo tengo dieciocho. La primera vez que lo vi, sentí algo muy especial por él.... »[Recientemente volví a verlo.] Nos miramos, y esta vez me hizo sentir algo más fuerte. [Ahora me siento nerviosa, y hasta] me da vergüenza hablarle. No quiero acercarme a él por temor, sobre todo porque es mucho mayor. Él tampoco se me acerca ni me habla, pero sí me mira mucho.... Hay veces que tengo dudas por [la diferencia de edad]. Él terminó su carrera profesional, y yo apenas voy a empezar.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Fue una buena idea consultarnos acerca de sus sentimientos y su futuro. Pero le animamos a que consulte también a otras personas que hayan tenido por lo menos diez años de experiencia con relaciones sentimentales. »¿Cree que personas con una década de experiencia no comprenderían cómo se siente usted? ¿Le parece que esas personas serían demasiado maduras para identificarse con una adolescente como usted? »Si eso es lo que usted piensa, entonces tenga presente que es probable que el hombre en quien está interesada haya experimentado más de dos décadas de relaciones sentimentales. La primera relación adulta que él tuvo bien pudo haber sido el año en que usted nació. ¿No es entonces él quien es demasiado viejo para comprender cómo se siente usted? »No hay duda alguna de que usted se siente atraída por este hombre, y es probable que él se sienta atraído por usted. La atracción física puede compararse con pequeñas chispas de fuego o ligeras sacudidas de electricidad. Devolverle a él la mirada y saber que él la está mirando a usted hace que el cerebro suyo se encienda con reacciones químicas y eléctricas. Es una sensación fantástica, y claro que usted quiere que se prolongue y se intensifique.... »La atracción física es como hierba que no puede crecer a menos que se siembre y que luego reciba la cantidad necesaria de luz solar y de agua. Para que llegue a ser amor, la atracción física tiene que estar acompañada o seguida de tiempo valioso juntos y de comunicación sincera. La atracción física de por sí es una experiencia agradable, pero no es amor.... »Dejarse llevar por la atracción física sin tomar el tiempo para enamorarse es la razón por la que hay tantas relaciones sentimentales que terminan mal. Y es la razón por la que hay tantos hijos e hijas de madres solteras y de padres no casados, como también una de las razones por las que se nos hayan contado cientos de «Casos de la semana» que tienen que ver con un matrimonio desdichado.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 738. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
«Sólo conocía a los hombres en su momento más deshumanizado.... [en] que no tomaban de ella sino el instante de su sed, como un jarro de agua de la laguna.... »Pero, en un momento imprevisible para todos, la inconcebible regeneración comenzó.... Nadie volvió a traspasar la estera. Pero nadie creyó en su voluntad de purificación. De nada le valió. El pasado impuro y cercano la tenía presa en su jaula como a una cotorra.... Salu’í seguía siendo para todos la [prostituta] de la laguna.... La iban a expulsar del campo.... [Pero] en eso cayó la guerra, y la evacuación de la población civil salvó [del destierro] a la pecadora.... »Al día siguiente entró a trabajar en el hospital.... Y ahora estaba allí... en medio de repentinos fogonazos. »Todo el convoy se ponía en movimiento con un apuro ciego y desordenado.... »[Algún tiempo después], a media mañana, los camiones llegaban a un nuevo cañadón.... »—La entrada [al temido paso] Garganta de Tigre.... »Ahora se escuchaba más cercano el intermitente cañoneo... »—¡Avión enemigo!... »Un júnker..., al descubrir el convoy, [bajó en picada] sobre él con un poderoso rugido ametrallándolo a quemarropa.... Un aguatero y el furgón sanitario forcejeaban para desprenderse de las huellas, pero ya el avión volvía en una pasada rasante escupiendo fuego, y lanzando ahora también una bomba, que cayó sin explotar cerca del sanitario. Sus tripulantes saltaron enloquecidos y huyeron hacia el boscaje. El camillero cayó tumbado por la ráfaga. El camión aguador estaba inmóvil en la cuneta. A través del parabrisas hecho añicos, se veía al conductor caído de bruces sobre el volante, la cabeza empapada por la sangre.... »Aquino tendió de repente su brazo hacia el sanitario. »—¡Miren eso! »Entre las ruedas se veía un bulto oscuro y cilíndrico. Era la bomba que había caído sin estallar. »—¡Puede reventar en cualquier momento!... »En un súbito impulso, Salu’í salió [disparada] hacia el furgón. Su decisión fue tan rápida, que Aquino nada pudo hacer para impedirla. Sólo alcanzó a gritarle: »—¡No vayas! ¡Es peligroso! »Ella siguió corriendo sin hacerle caso y llegó al vehículo.... Rebuscó en el interior... Sacó un botiquín de primeros auxilios, cargó en un brazo medicamentos, paquetes de venda, todo lo que pudo, y regresó a escape hacia el bosque, en momentos en que el avión hacía una nueva pasada ametrallando el abra. La rápida estela de nubecitas de polvo cruzó mordiendo el camino muy cerca de ella.... »Los camioneros estaban asombrados.... »—No acaba uno de conocer a la gente —dijo... Silvestre [más tarde]...— Creí que lo tuyo era un capricho no más.... ¡Estás naciendo de nuevo, Salu’í!1 Así narra el autor paraguayo Augusto Roa Bastos, en su novela Hijo de hombre, uno de los episodios de la Guerra del Chaco con Bolivia, guerra en la que él mismo participó como voluntario a la edad de catorce años. Gracias a Dios, a Él no le tenemos que comprobar que nos hemos regenerado para tener su aprobación. Al contrario, como Dios no envió a su Hijo Jesucristo al mundo para condenarnos sino para salvarnos, nos trata como trató a la mujer sorprendida en adulterio a quien los fariseos querían apedrear. Al pecador arrepentido Dios lo acepta tal como es, lo regenera Él mismo mediante el nuevo nacimiento espiritual y le dice que no vuelva a pecar.2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Augusto Roa Bastos, Hijo de hombre (New York: Penguin Books, 1996), pp. 228-43. 2 Jn 3:3-17; 8:1-11
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Siendo cristiana, me casé con un ateo. Él es un hombre trabajador y responsable, y me apoya para que vaya a la iglesia y tenga una vida de oración, pero ha surgido un inconveniente: a él le gusta el rock metal. En verdad, ha sido un choque porque yo desearía que él tuviera tiempos de oración conmigo, pero como dije, él es ateo. Ahora no sé si me precipité al haberme casado.... No sé qué hacer.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Es tan asombroso como maravilloso que su esposo ateo la apoye para que asista a la iglesia y tenga una vida de oración. Esperamos que usted le reitere lo mucho que aprecia esa actitud de él. »Cuando los seguidores de Cristo están dispuestos a salir con personas y luego enamorarse de ellas a pesar de saber que esas personas no son seguidoras de Cristo, acaban por tener que afrontar problemas como el suyo. Usted ahora le ha dado prioridad a asistir a la iglesia y a su vida de oración. Pero cuando salió con un hombre ateo y luego se casó con él, la mayor prioridad suya no era buscar la voluntad de Dios para su vida sino tener un noviazgo. »La Biblia está llena de historias de personas que decían amar a Dios, pero se casaban con personas que adoraban a otros dioses o no adoraban a ninguno. Y en casi todos los casos, el seguidor de Dios tarde o temprano dejaba de seguirlo y comenzaba más bien a adorar a los ídolos y a las imágenes que adoraba el cónyuge. »Con ese patrón de conducta que hallamos repetidamente en la Biblia, usted nunca debió haber esperado que su esposo ateo orara con usted, asistiera a la iglesia con usted, ni escuchara la música que usted prefiere. Usted dice que ha sido un choque que él tenga esas preferencias, pero nosotros no nos explicamos cómo pudiera eso haberle chocado. ¿Acaso... es usted una de esas jóvenes ingenuas que piensan que van a poder cambiar a su esposo después de casarse? »Ya es hora de que encare la realidad. Su esposo no la engañó. Usted consintió en casarse con él estando consciente de que él era ateo. Él la aceptó a usted como seguidora de Cristo, y hasta la ha apoyado para que asista a la iglesia y ore. Y sin embargo, aunque usted lo aceptó como ateo, ahora no lo apoya a él en su música y en su falta de deseo de orar con usted. »¡Con razón que usted se pregunte si fue un error casarse con él! Sin embargo, no importa si fue o no un error. Usted prometió amarlo y serle fiel toda la vida, así que no puede reconsiderar esos votos sólo porque por fin ha comprendido las consecuencias de lo que hizo. »Sea agradecida por las maneras en que su esposo la apoya. No siga insistiendo en que él haga más de lo que usted desea. No trate de cambiarlo con sus palabras; hágalo más bien mediante la manera en que usted vive y en como lo trata. Él la está observando como la versión genuina de lo que es en realidad una persona seguidora de Cristo.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo se puede leer si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 857. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
«En la estación había mucha gente esperando.... »[Ana y José] subieron [al autobús]... ante el grupo de gente que entre gritos y empujones trataban de subirse.... »—¿Qué se le va a hacer? —[dijo] José... —. Nunca he podido irme sentado; siempre que pasa por aquí viene lleno. »Por una ventanilla del autobús, que aún seguía detenido, apareció el ayudante que, mientras señalaba, gritó: »—¡Hey! Ese chavo de camisa azul, ¡córrase... córrase!... »Un señor trataba de irse al fondo. Caminó por donde Ana y José, luego donde una señora, a la que sin intención machucó. La señora dio un brinco y, en voz muy alta, dijo: »—...El de abajo es el mío, fíjese... »—Disculpe, no fue mi intención —respondió el señor, muy apenado.... »—¡Vámonos, que ya es tarde! —gritó alguien desde los últimos asientos. »—Si se quieren ir, ¡córranse, pues! —gritó el ayudante desde afuera.... »[Luego, dirigiéndose al conductor, dijo:] »—¡Hey, apagá... que esta gente no se quiere correr!... »Éste apagó el bus y, [mientras miraba por el retrovisor y encendía un cigarrillo, amenazó]: »—¡Se corren... o aquí vamos a amanecer!... Yo no tengo urgencia.... »La gente iba muy apretada; algunos colgaban de la puerta del autobús. El conductor dio unas instrucciones más, luego encendió el motor. »—Vaya, dale, vos, ponele que ahí viene la siete cuarenta y cinco —gritó el cobrador. »Empezaron a avanzar lentamente. Otro autobús se aproximaba a la estación.... »... Un joven de camisa blanca y corbata negra..., muy asustado, miró a la señora que iba a la par, y dijo: »—Por favor, doña, agarre esa gallina, que me va picoteando. »La señora, sin decir palabra, cumplió la petición.... »—¡Próxima, próxima! —gritaba un señor que venía al fondo—. ¡Próxima! ¿Para dónde... me llevas? »El autobús se detuvo tres cuadras después de la estación. »—¡Bájele... bájele: Pasaje, pasaje en mano el que baja! »—... ¿Querés que pague? ¿Acaso yo me bajaba aquí?... »El cobrador sonaba unas monedas. »—¡Pasaje! —dijo a uno que venía colgado de la puerta. »—...Esperate... ¡Vos querés que me mate por veinte centavos!... »—¡Pasaje! —dijo a una señora que venía de pie. »—No... te debería... pagar —[contestó] ella—; ¡tanto que se tardan y una aquí como idiota viene parada! »—¿Y acaso es el asiento el que paga? Se paga el viaje, pero no el asiento —contestó algo molesto. »[En eso] llegaron a la siguiente estación....»1 ¡Con ese viaje en autobús sí que nos identificamos muchos de nosotros, sobre todo los que vivimos en una de las metrópolis de nuestra querida Iberoamérica! Quien la relata es el autor hondureño Roberto Quesada, en su obra de cuentos titulada El desertor. Menos mal que Jesucristo, el Conductor divino, al morir en la cruz por nuestros pecados, pagó tanto el viaje como el asiento de cada uno de los pasajeros que vamos con Él rumbo a la vida eterna por el camino de la vida plena.2 Pero conste que Él nos advierte en la Biblia, su Guía de Transporte, que es angosto el camino que conduce a esa vida, y que son pocos los que la encuentran.3 Más vale, entonces, que abordemos ese autobús cuanto antes, para que podamos comenzar de una vez a disfrutar de ese viaje sin igual con destino a la estación final. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Roberto Quesada, El desertor (Cuentos), «El loco de la calle Herrera» (Tegucigalpa, Honduras: Litografía López, 2008). pp. 119-24. 2 1P 1:18-19; Jn 10:10 3 Mt 7:14
En este mensaje tratamos el caso de una adolescente que «descargó su conciencia» en nuestro sitio www.conciencia.net. Lo hizo de manera anónima, como pedimos que se haga; así que, a pesar de que nunca se lo había contado a nadie, nos autorizó a que la citáramos, como sigue: «Tengo quince años. A mí me gusta entrar al chat. En una de esas, conocí a un chico que me pidió que fuera su novia, y yo acepté. Ese mismo día nos conocimos. Él me pidió tener relaciones íntimas, y yo accedí. Esto lo hice porque me sentía sola. Luego de eso, me sentí mal. Había fallado a Dios y a mi familia. »Creo que Dios jamás me perdonará y que no merezco el amor que Él me da. No sé cómo alcanzar el perdón de Dios.» Este es el consejo que le dimos: «Estimada amiga: »¡Cuánto lamentamos tu situación! Aprendiste demasiado tarde que hay algunas decisiones a las que no se les puede dar marcha atrás. Jamás podrás volver a ser virgen, y por eso estás tan apenada. »A pesar de las imágenes sexuales que nos rodean, los programas de televisión y las películas, la pornografía en la Internet, y la proliferación de actividad sexual entre adolescentes, en lo profundo de tu ser ahora reconoces que entregaste algo muy valioso. Y como no hubo sentimientos de amor de por medio, no pasó mucho tiempo sin que te dieras cuenta del terrible error que cometiste.... »Sin embargo, ¡tenemos buenas noticias para ti! Dijiste que les fallaste a Dios y a tu familia, y que ya no mereces el amor de Dios. Tienes razón. Pero es igual para todo ser humano. Todos les hemos fallado a Dios y a nuestra familia, y ninguno de nosotros merece el perdón.1 Es por eso precisamente que Dios el Padre tuvo que entregar a su único Hijo Jesucristo para pagar el precio por lo que hemos hecho. Por eso Cristo tuvo que morir en la cruz. ¡No lo merecemos! ¡Pero Él lo hizo por nosotros porque nos ama!2 Cuando le pidas perdón, Él te perdonará. Quedarás completamente limpia y sin pecado.3 »... Te recomendamos que nunca más chatees con desconocidos por Internet. Con todo y el gran error que cometiste, debes estar agradecida de que aquel tipo no resultó ser un homicida. Chatear por Internet es una actividad muy peligrosa. Casi a diario sabemos de casos en los que alguien fingió ser otra persona a fin de cometer un delito, incluso un asesinato. Te rogamos que te comuniques únicamente con personas a las que conozcas, y que nunca accedas a encontrarte con un desconocido por ninguna razón. Con el tiempo, comprenderás que hay hombres perversos que están al acecho en la Internet, a fin de aprovecharse de la ingenuidad de muchachos y de jovencitas como tú. »En cuanto a la soledad que sientes, has aprendido que puede llevarte a tomar malas decisiones. Haz planes para reunirte con otras personas en un ambiente seguro. Hazte miembro de un club o de un equipo deportivo o de un grupo de jóvenes. Dona tu tiempo como voluntaria en una obra de caridad o en un hospital. Tal vez no suceda de inmediato, pero tarde o temprano conocerás a personas como tú con las que podrás cultivar una amistad confiable. »¡Mantente a salvo y protegida! »Linda y Carlos Rey.» El consejo completo, que por falta de espacio no pudimos incluir en esta edición, puede leerse con sólo pulsar el enlace que dice: «Caso 131» dentro del enlace en www.conciencia.net que dice: «Casos». Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 3:23 2 Jn 3:16 3 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace unas semanas tomé la decisión de viajar [a otro país], dejando a mis hijos de veintiocho y treinta años. A los pocos días de mi viaje, mi hijo mayor se lanzó de un tercer piso y se mató. Así que regresé a [mi país], pero no tengo ánimo para nada. Le agradezco un buen consejo.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »¡No podemos ni imaginarnos la desesperación que usted está sintiendo! Perder a un hijo a cualquier edad es una agonía indescriptible, pero cuando ese hijo causó su propia muerte, el vacío que deja en sus seres queridos puede parecer peor que ser torturado. »La mayoría de las culturas occidentales han abandonado la práctica de hacer duelos como los descritos en la Biblia. En aquellos días, el pueblo se vestía con ropa de luto, demostrando así el dolor que sentía.... Su apariencia externa daba muestras de la aflicción que sentían por dentro. Además, era común que gimieran en voz alta por determinado tiempo.... »Esas demostraciones externas de duelo pudieran parecernos extrañas actualmente, pero cumplían el propósito de permitir el desahogo de las emociones y del dolor. Hoy día, por lo general, se espera que los dolientes derramen algunas lágrimas y luego reanuden su vida normal. Tienen que sufrir en silencio, solos, tal como lo está haciendo usted ahora. »Usted dice que no tiene el ánimo ni la motivación para hacer nada. ¡Claro que no! No ha tenido suficiente tiempo para afligirse. El llanto desgasta nuestro ánimo por completo cuando no tenemos maneras aceptables de demostrar todo lo que estamos sintiendo. »Le serviría de mucho hablar acerca de su hijo y de lo que usted está sintiendo. Le recomendamos que lo haga a menudo y honestamente con sus amigos y con sus familiares. Si eso no es posible, entonces una buena opción es que acuda a una consejera profesional.... »¿Por qué Dios no impidió que su hijo se hiciera daño? ¿Por qué no impide Dios que todos se lastimen a sí mismos o se suiciden? ¿Por qué no interviene e impide que tomemos una sobredosis de drogas o que nos maltratemos unos a otros? ¿Y qué del abuso infantil, del abuso conyugal y de los delitos violentos de todo tipo? ¿Acaso no debiera Dios eliminar nuestra capacidad de tomar esas malas decisiones dañinas? »Dios es un Padre amoroso que nos dio la vida, y que luego estableció las pautas para cómo vivir esa vida. Pero en vez de obligarnos a hacer las cosas de la manera que más nos conviene, Él nos dio la libertad para tomar nuestras propias decisiones. Eso es precisamente lo que usted hizo con su hijo mayor.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo puede leerse con sólo ingresar en el sitio www.conciencia.net y pulsar la pestaña que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 737. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Motivados por la Religión o las Creencias) Bernadete acababa de cumplir los diecisiete años de edad cuando recibió los resultados de las pruebas que confirmaban que padecía de una enfermedad cerebral. Sus padres creyeron que la muchacha podría encontrar alivio al someterse a un tratamiento especial, así que la llevaron a la casa de un tendero de nombre Emilio Bettio. Él les aseguró que el problema de Bernadete no era físico sino espiritual. Según el tendero, se trataba de una posesión demoniaca, y para librar del demonio a la infeliz era necesario azotarla fuertemente. Los desesperados padres dieron su consentimiento e hicieron arrodillar a la pobre Bernadete sobre una cama. Allí el tendero, sin compasión, descargó sobre ella dieciséis latigazos, y para darle un aspecto de piedad al castigo, con cada cuatro latigazos repetía: «En el nombre del Padre, en el nombre del Hijo, en el nombre del Espíritu Santo, Amén.» Los golpes fueron tan severos que la joven murió, y posteriormente, en Zurich, Alemania, se entabló juicio contra el verdugo Emilio Bettio: juicio por homicidio. Parece increíble que se cometiera semejante crimen en el nombre de Dios. Pero lo cierto es que lo mismo ocurrió tanto en las Cruzadas contra los infieles como en la llamada «Santa» Inquisición entre los siglos doce y diecinueve, y lamentablemente ocurre en el siglo veintiuno. Todavía hay quienes se valen del nombre de Dios para perpetrar toda clase de atrocidades. Algunos, motivados por su avidez de poder y control, engañan a otros que los siguen ciegamente. Otros se vuelven fanáticos de una causa por su propia cuenta, mientras que a otros los consume el deseo de ser el centro de atención por lo menos unos minutos. Los más fanáticos son capaces de llegar al extremo de suicidarse y a la vez matar a un sinnúmero de personas que poco o nada tienen que ver con las tales «causas» detrás de los hechos. ¿Por qué culparán a Dios de actos tan bárbaros? Porque así les dan a esos actos un aspecto de piedad. Es que saben que, si se hacen pasar por voceros de Dios y le atribuyen a Él la autoría intelectual, entonces se supone que a los demás no nos queda más remedio que tragarnos el cuento. ¿No es cierto que cuando alguien alega que Dios le dijo que tomara determinada medida, con eso se hace infalible? ¿Y quién de nosotros va a poner en tela de juicio la voluntad de Dios? El colmo de este engaño consiste en atribuirle la causa de la muerte al Autor de la vida. La verdad es que Jesucristo vino al mundo para erradicar la enfermedad de nuestra alma, librándonos así de la muerte y dándonos vida. Pero a diferencia de Emilio Bettio, Cristo no nos azota sin compasión ni nos pide que nos suicidemos o que azotemos o matemos a otros por su causa. Al contrario, Él mismo se dejó azotar y matar sin compasión por causa nuestra. Y por si eso fuera poco, nos asegura que si nos sometemos a su tratamiento especial de compasión y ternura, encontraremos alivio permanente para todo nuestro ser. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Cuando tenía seis años, mi hermano y yo sufrimos abuso sexual [por parte de un tío]. Otros muchachos nos incitaron a abusar sexualmente de nuestra hermana, pero no lo hicimos. »Luego, cuando tenía diez años y mi hermano entre ocho y nueve, caímos en una práctica de incesto, pero al tener uso de razón nos dimos cuenta de lo grave que fue lo que hicimos. ¿Creen que Dios pueda perdonarnos? Este pecado ha traído mucho dolor y vergüenza.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Cuando su tío abusó de usted, lo expuso a algo que no debió haber aprendido a tan temprana edad. No obstante, después que usted fue víctima de esa terrible conducta, fue casi inevitable que la imitara o simulara repetirla usted mismo.... »Sin embargo, cuando a niños inocentes se les expone a la actividad sexual, ya sea como víctimas de abuso o viéndola en la vida real o en las películas, con frecuencia esos niños comienzan a simular lo que han visto. No se debe a que tales niños sean malvados; se debe a que esa es la naturaleza del desarrollo infantil.... »Dios, quien nos creó, también planeó que tuviéramos una década, más o menos, para poder practicar la vida antes de llegar a ser eternamente responsables de los errores que cometiéramos. Durante ese lapso de tiempo, el cerebro se desarrolla por etapas, según el acreditado psicólogo del desarrollo humano Jean Piaget. Antes de los siete años aproximadamente, los niños no tienen la capacidad de distinguir por completo entre lo verdadero y lo imaginario. A partir de los siete años hasta más o menos los once, los niños son capaces de comprender las cosas que pueden tocar y ver, pero sólo gradualmente comenzarán a desarrollar la capacidad de comprender lo abstracto, tal como las consecuencias del bien y del mal. »¿Acaso el Dios que lo creó a usted, el mismo que creó el proceso del desarrollo del cerebro, no comprendería cuando usted simuló lo que había aprendido? Claro que sí comprendió, y por eso no lo considera a usted responsable de lo que su cerebro no podía asimilar. »El apóstol Juan escribió que si confesamos nuestros pecados, Dios nos perdonará esos pecados.1 Desde luego, la confesión requiere sentir verdadero remordimiento por lo que hemos hecho. Usted ha manifestado que siente mucha vergüenza por lo que hizo, aunque ahora sepa que Dios no lo consideró responsable durante esa etapa del desarrollo de su cerebro. De modo que la respuesta a su pregunta es que sí, yo sé que Dios lo ha perdonado por cualquier cosa de la que pudo considerársele responsable.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 856. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 1Jn 1:9
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Descubrí la infidelidad de la esposa de mi hermano. Ella me dio su teléfono para llevarlo a reparar, y de casualidad vi unas fotos indecentes en él y me di cuenta de que era con el esposo de mi hermana. Me molestó y los enfrenté, y les dije que se alejaran. No quise mencionárselo a mis hermanos, por no dañar a la familia, pero tengo dudas, ya que no sé si ellos han seguido viéndose. ¿Debo decírselo a mi familia?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »La situación en la que usted se encuentra es delicada y difícil, y nos entristece saberlo. La pregunta que nos hace es si debe o no contársela a su familia. En otras palabras, usted quiere saber si sería malo no contarle a su familia. »Como usted sabe, nosotros basamos nuestras respuestas en la Palabra de Dios, que es la Biblia, y la enseñanza que contiene. Hay muchas lecciones que nos enseñan a confrontar la maldad, que es precisamente lo que usted ya hizo cuando habló con la esposa de su hermano y el esposo de su hermana. »Ahora el problema es que no sabe si le pusieron fin a la relación ilícita, consignándola al pasado, o si sigue vigente. Lo más importante es que usted no lo sabe. Cuando no se sabe algo, no hay nada que decir. Las suposiciones y la especulación son chismes que no deben propagarse. »¿Procedió usted mal cuando decidió no contarles a su hermano y a su hermana luego de enterarse de esa relación ilícita? Algunas personas creen que la lealtad a la familia biológica es uno de los valores más preciados, y que esa lealtad requeriría que usted revelara lo que descubrió. Sin embargo, no sabemos de ninguna enseñanza bíblica que indique que tiene la obligación de contarle a su familia todo lo que usted sabe. Por supuesto, la Biblia enseña que debe siempre decir la verdad, pero no tiene que revelar todo lo que sepa o piense a menos que se le pregunte. »Usted explica que lo que más le preocupaba era el bienestar de los miembros de la familia, y por eso no se lo ha contado a sus hermanos. Estamos de acuerdo en que debe permitírseles a los culpables confesar sus propias infidelidades sin que usted intervenga. En el mejor de los casos, las dos parejas culpables acatarían la advertencia que usted les dio y comenzarían de una vez a reparar el daño causado en sus matrimonios respectivos. Si eso sucede, usted tal vez habrá evitado perjudicar aún más a sus hermanos, como también a sus sobrinos. »Pase lo que pase, creemos que usted no tiene la responsabilidad de intervenir, y que usted no tendrá la culpa si las cosas no salen bien. Y la próxima vez que lleve un teléfono para que sea reparado, le recomendamos que resista la tentación de ver lo que contiene.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 736. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Antevíspera del Día del Abuelo en Argentina) «Esta mañana iba sentado en el autobús que me lleva de Alajuela a San José, cuando entró una jovencita acompañada de un campesino que, al parecer, era su abuelo. Ella ocupó un asiento vacío detrás del mío, y le dijo a su acompañante que se sentara en el que estaba a mi lado.... »Este campesino era sumamente rústico.... Su rostro revelaba una vida de trabajo rudo bajo el sol, y su fisonomía no era nada agradable. Andaba sin afeitarse, con las uñas sucias, aunque con ropa aseada. Llevaba un sombrero que acentuaba su origen. Miraba nervioso a todas partes y se agarraba del asiento como el que nunca ha montado en autobús.... Huyéndoles a las personas del pasillo, se acercaba demasiado a mí, y casi me tocaba la cabeza con el ala de su sombrero. Me sentí molesto. »En medio de mi desagrado, sentí un toque del cielo.... Se me ocurrió que aquel campesino bien pudiera haber sido uno de mis abuelos, a quienes nunca conocí, y que eran campesinos como él, y tal vez igualmente rústicos. Antonio y Rafael, que así se llamaban, nunca salieron del campo, y allí murieron relativamente jóvenes sin haber conocido a casi ninguno de sus nietos. Gastaron su vida bajo el sol, tras las yuntas de bueyes, y doblados al surco a fin de mantener a su familia. »Ese campesino también podía ser yo mismo si mis padres no se hubieran ido a la ciudad antes de yo nacer. Si hubieran seguido viviendo en el campo, ahora yo sería un rústico guajiro cubano.... »En ese momento el autobús pasó frente a un pequeño cementerio cerca del aeropuerto. Contemplé las cruces y pensé en la muerte. Me di cuenta de que, al final, tanto el cuerpo de ese rústico campesino costarricense como el de este guajiro cubano pulido por las circunstancias de la vida y bendecido por la misericordia de Dios van a ir al mismo sitio. Allí los gusanos no van a preguntar si sabíamos historia, literatura o psicología. A ellos no les importa si uno cultiva la tierra o si escribe versos. Se lo comen a uno de todos modos. Allí terminan el desprecio de los ricos por los pobres y la envidia de los pobres por los ricos. »Volví a mirar el rostro del campesino.... Lo vi un poco diferente. Era un ser humano a quien Dios ama. Era un hombre tan valioso como yo ante los ojos del Creador.... »Llegamos a la capital de Costa Rica. El autobús se detuvo.... ¡Qué bueno si me hubiera atrevido a saludar a aquel hombre de campo! Me hubiera gustado decirle aunque fuera: “Me llamo Luis. ¿Cómo se llama usted?” ... El campesino, sumamente nervioso, trató de ponerse de pie.... La jovencita que lo acompañaba lo sujetó y le dijo: “Espérese, don Luis.” »Y don Luis bajó casi de la mano por quien parecía su nieta. El otro Luis lo contempló por última vez, pidiéndole a Dios que bendijera a su tocayo....»1 Si bien muchos nos identificamos con el trasfondo y la experiencia que nos cuenta Luis Bernal Lumpuy en estas reflexiones, lo que más nos hace falta es tener esa actitud ante la vida, que lo lleva a concluir: «Volví a pensar en Dios, agradecido. Volví a darle gracias porque me ha permitido ver, tener y disfrutar de cosas que no vieron, ni tuvieron ni disfrutaron mis abuelos ni mis padres.»2 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Luis Bernal Lumpuy, «Hoy me acordé de mis abuelos», artículo inédito enviado al autor por correo electrónico en 1998 a modo de archivo adjunto, publicado en 2010 por Luis Bernal Lumpuy como uno de los capítulos de su libro Crónicas breves de un viajero cualquiera, pp. 13-14. 2 Ibíd.
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Hace unos siete años, conocí a un chico en mi trabajo. Yo estaba soltera [con un hijo de tres años], pero él tenía pareja y una hija. Con el tiempo... él dejó a su pareja e hija, y se fue a vivir conmigo. Ahora tenemos un pequeño de dos añitos.... »Me gustaría mucho casarme para estar bien con Dios... pero a la vez, no sé si casarme, ya que siento que mi pareja no ama a Dios como yo quisiera.... Sé que, si no me caso, sigo en fornicación, pero tampoco quiero dejar a mi segundo hijo sin su papá.... No sé qué es lo mejor: si casarme o si quedarme sola con mis niños.» Este es el consejo que le dio mi esposa: »Estimada amiga: »Quisiéramos ayudarle, pero ¡hay tantas cosas que no sabemos! ¿Qué pasó con el padre de su primer hijo? ¿Tiene ese hijo actualmente una relación con él? ¿Y qué de la hija de su pareja? ¿Tiene él una relación con ella? ¿La apoya él económicamente? ¿Aún quiere la mamá de esa hija estar con él? »¡Las respuestas a todas esas preguntas son importantes! La hija de su pareja necesita al papá igual que lo necesita su hijo menor. Y su hijo mayor también necesita al papá. La vida entera de esa niña y de esos dos niños está siendo afectada por las decisiones que usted ha tomado. La decisión de tener relaciones sexuales sin la cobertura del matrimonio es como pasar un semáforo en rojo, esperando no sufrir un choque. Tal vez tenga suerte una o dos veces, pero si no deja de pasar los semáforos en rojo sin detener la marcha, tarde o temprano sufrirá las consecuencias. »Usted ahora está afrontando esas consecuencias. Y sus hijos son las inocentes víctimas que también sufrirán consecuencias. ¿Entonces qué es lo mejor para la niña y los dos niños? »Usted dice que su pareja no ama a Dios como usted quisiera.... ¿Será él un modelo positivo en el hogar y respaldará las enseñanzas bíblicas? ... Incluso si él está de acuerdo con la fe de su familia ahora, no hay garantía alguna de que se mantendrá de acuerdo en el futuro. »¿Comprende usted la importancia que tiene la relación de su pareja con la hija que él dejó? Cuando ella viene a su casa, ¿puede usted tratarla igual que a los dos niños? ¿Y consiente que su pareja use una buena parte de sus ingresos para sustentarla económicamente? »Nosotros no podemos decirle lo que usted debe hacer, pero sí podemos decirle lo que no debe hacer. No siga viviendo en pareja ni teniendo relaciones sexuales con ningún hombre con quien no esté casada. Y no les diga a sus hijos que usted es una seguidora de Jesucristo, el Hijo de Dios, mientras que hace caso omiso de sus enseñanzas.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. El consejo completo se puede leer si se ingresa en el sitio www.conciencia.net y se pulsa la pestaña que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 855. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net
(Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) Hace más de cinco siglos, el conquistador español Hernán Cortés «mandó hacer un banquete... en señal de alegrías de... haber ganado» en la toma de Tenochtitlan, la antigua capital del Imperio Azteca ubicada en la actual Ciudad de México. «Y para hacer la fiesta mandó convidar a todos los capitanes y soldados que le pareció que era bien tener [en] cuenta.... [Después] que habían alzado las mesas, salieron a danzar las damas que había, con los galanes cargados con sus armas, que era para reír...» Así describe en parte Bernal Díaz del Castillo, en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, aquella cena celebratoria que se dio el 13 de agosto de 1521. A continuación el acreditado cronista español nombra a las mujeres selectas invitadas, entre ellas María de Estrada, Beatriz Bermúdez de Velasco e Isabel Rodríguez.1 Aunque Isabel, al igual que María y Beatriz, sin duda tuvo que tomar las armas y combatir en las batallas en las que participó, particularmente durante el Sitio de Tenochtitlan, lo que la distinguió a ella fue el rol de médica que desempeñó. En 1520, Isabel y su esposo Miguel Rodríguez de Guadalupe se unieron a la expedición de Hernán Cortés y, después de las bajas sufridas durante la Noche Triste y de la victoria obtenida en la Batalla de Otumba, ella comenzó a coordinar y a entrenar a voluntarias entre las mujeres, tanto españolas como indígenas aliadas, con las que creó un cuerpo de enfermería para acompañar de continuo a los combatientes. Según el catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España, «como eran tan continuas las refriegas, salían de la una parte y de la otra muchos heridos, de tal manera que no había día que, especialmente de los indios amigos, no saliesen cientos heridos, a los cuales una mujer española, que se decía Isabel Rodríguez, lo mejor que ella podía les ataba las heridas y se las santiguaba “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios verdadero, el cual te cure y sane”, y esto no lo hacía más de dos veces, y muchas veces no más de una, y acontecía que aunque tuviesen pasados los muslos, iban sanos otro día a pelear... pues por mano de aquella mujer [Dios] daba salud y esfuerzo a tantos heridos...»2 ¡Con razón que doña Isabel tenía tanto éxito en la sanidad de sus pacientes! No pretendía que era la mano de ella la que sanaba sino la mano de Dios, a quien ella invocaba y atribuía toda cura y sanidad. Aquella médica abnegada sin duda recordaba cada vez lo mismo que recordaba el apóstol Pedro al referirse a la profecía de Isaías unos 700 años antes de la muerte de Jesucristo, el Hijo de Dios, en la cruz del Calvario: que Cristo fue herido por nuestras rebeliones y maldades, que hizo suyos nuestros pecados al sufrir y morir en nuestro lugar, y que sufrió esas heridas para que nosotros pudiéramos ser sanados. Sólo hace falta que clamemos a Él pidiéndole que perdone nuestros pecados y nos sane por completo, tanto física como espiritualmente.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, 1632, Manuscrito Remón, Crónicas de América-2 (Editor Digital: Himali, Conversión a pdf: 2018), pp. 849-50 En línea 23 febrero 2025. 2 Francisco Cervantes de Salazar, Crónicas de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXV, Edición digital (de Manuel Magallón) basada en la de Madrid, Atlas, 1971, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes En línea 23 febrero 2025; Manuel Orozco y Berra, Historia antigua y de la conquista de México, Tomo Cuarto, (México: Tipografía de Gonzalo A. Esteva, 1880), pp. 619-20 En línea 23 febrero 2025. 3 Is 53:5; 1P 2:24; 1Jn 1:9
(Víspera del Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) En el año 2012, el Museo Naval en Madrid, España, montó una exposición sobre las «Mujeres en la conquista y colonización de América». Según su propia presentación, la emprendió a fin de abordar «por primera vez la presencia y participación activa de la mujer en la conformación del Nuevo Mundo, un tema poco estudiado y mucho menos conocido. La mujer ocupó puestos destacados en la conquista de América.... Treinta mujeres acompañaron a Colón en su tercer viaje [y] más de 300 llegaron a Santo Domingo en el primer cuarto del siglo XVI.... »La mujer española del siglo XVI vivía supeditada a la tutela del varón y desprovista de toda relevancia intelectual. Su lugar era el hogar, donde ejercía de buena esposa y madre cristiana. Pero las españolas que emigraron a América escaparon a este rol femenino sobreponiéndose a un destino marcado. Arrancaron sus raíces para replantarlas en un mundo desconocido.»1 Una de esas mujeres era Beatriz Bermúdez de Velasco, conocida también como La Bermuda. Junto con su esposo, Francisco de Olmos, se unió al conquistador español Hernán Cortés después de llegar a México con la expedición de Pánfilo de Narváez en 1520. El catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar, en su Crónica de la Nueva España, describe textualmente cómo fue que La Bermuda ganó su reputación durante el asedio de Tenochtitlan: «Beatriz Bermúdez, que acababa de llegar de otro real, viendo así españoles como indios amigos todos revueltos, que venían huyendo, saliendo a ellos en medio de la calzada con una rodela de indios y una espada española y una celada en la cabeza... les dijo: “¡Vergüenza [de] españoles...! ¿Qué es esto que vengáis huyendo de una gente tan vil, a quien tantas veces habéis vencido? Volved... a ayudar y socorrer a vuestros compañeros que quedan peleando, haciendo lo que deben; y si no, por Dios os prometo de no dejar pasar [vivo a ninguno] de vosotros; que los que de tan ruin gente vienen huyendo merecen que mueran a manos de una flaca mujer como yo.” »Fue tal la vergüenza que sintieron los soldados españoles y el efecto de las palabras de Beatriz, que volvieron, hacia los enemigos, ya victoriosos, dando lugar a la batalla más sangrienta y reñida que jamás hasta entonces se había visto.... Finalmente, los españoles vencieron, poniendo en huida a los enemigos, siguiendo el alcance hasta donde los compañeros estaban peleando, a los cuales ayudaron de tal manera que todos salieron aquel día vencedores... de donde se entenderá lo mucho que una mujer tan valerosa como esta hizo y puede hacer con hombres que tienen más cuenta con la honra que con la vida, cuales entre todas las naciones suelen ser los españoles», concluye el cronista castellano.2 ¿Será posible que, en el fragor de aquella batalla, La Bermuda tuviera fresca en la memoria el relato bíblico en que el muchacho David hubiera querido así mismo arengar a los soldados israelitas amedrentados por el gigante Goliat?3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Museo Naval. Armada Española, «No fueron solos: Mujeres en la conquista y colonización de América», julio 2012 En línea 20 febrero 2025. 2 Francisco Cervantes de Salazar, Cronica de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXIX, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Edición Digital de Manuel Magallón basada en la de Madrid: Atlas, 1971) En línea 2 marzo 2025; Hispanopedia, s.v. «Beatriz Bermúdez de Velasco» En línea 20 febrero 2025. 3 1S 17
(Antevíspera del Aniversario de la Caída de Tenochtitlan) «Para quienes consideren que los hechos de armas son y han sido tarea exclusiva de hombres... el caso de la andaluza (o quizás cántabra) María [de] Estrada reviste especial interés.» Así comienza Manuel Lucena Giraldo, reconocido historiador español especialista en la Historia de América, un artículo publicado en el Diario ABC sobre aquella mujer aguerrida.1 El conquistador Francisco de Estrada, hermano de María, había acompañado a Cristóbal Colón como grumete, de modo que es probable que en 1509, cuando Francisco regresó al Nuevo Mundo para instalarse de forma permanente, María haya viajado con él.2 Como por entonces ella tenía ya entre treinta y cuarenta años, sus compañeros le habrían de poner el sobrenombre de «La vieja». Después de llegar a Cuba y de casarse con Pedro Sánchez Farfán, María participó en combates en la actual Matanzas y, según el doctor Lucena Giraldo, «hasta es posible que su hermosura la salvara de morir, pues un cacique la tomó para sí... hasta que los españoles se recuperaron de la derrota y volvió con su marido a Trinidad, al sur de la isla.» De Cuba a Veracruz, y de ahí a la sangrienta batalla de Otumba y al asalto final de Tenochtitlan, hay varios testigos oculares que constatan el papel que jugó María de Estrada en la conquista de México, mostrando desde el principio una capacidad guerrera que incluía hasta la invocación del apóstol Santiago en los asaltos. Por ejemplo, el cronista español-tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo describe a María «con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuera, que a los propios nuestros ponía espanto». Así mismo, el catedrático castellano Francisco Cervantes de Salazar recuerda que, después de la mortífera «Noche Triste» en la que murieron cientos de españoles e indígenas aliados, cuando el conquistador español Hernán Cortés ordenó que las mujeres que formaban parte de sus tropas se quedaran a descansar en la ciudad de Tlaxcala, María le reclamó: «No es bien, señor capitán, que mujeres dejen a sus maridos yendo a la guerra. Donde ellos murieren, moriremos nosotras, y es razón que los indios entiendan que somos tan valientes los españoles que hasta las mujeres saben pelear.»3 En lugar de sorprendernos, lo justo es que reconozcamos que, con ese arrojo, María de Estrada estaba siguiendo cabalmente el ejemplo de dos mujeres protagonistas del libro de los Jueces en la Biblia: la jueza Débora, que en calidad de comandante militar ordenó a su comandante Barac que atacara las tropas del general cananeo Sísara y lo acompañó porque él insistió que no iría sin ella; y Jael, la valerosa mujer que engañó a Sísara luego de vencido todo su ejército, y lo mató atravesándole la sien con una estaca, llevándose así la gloria de la victoria tal y como Débora había predicho que sucedería.4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Manuel Lucena Giraldo, «María Estrada conquista México», Diario ABC, 4 agosto 2009 En línea 19 febrero 2025. 2 Wikipedia, s.v. «María de Estrada» En línea 19 febrero 2025. 3 Lucena Giraldo; Francisco Cervantes de Salazar, Cronica de la Nueva España, Libro quinto, Cap. CLXVI, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (Edición Digital de Manuel Magallón basada en la de Madrid: Atlas, 1971) En línea 2 marzo 2025. 4 Jue 4-5
En este mensaje tratamos el siguiente caso de una mujer que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net, autorizándonos a que la citáramos: «Tengo un hermano a quien su esposa abandonó por maltrato físico y psicológico.... Ahora vive con otra mujer.... Él es machista y manipulador.... »Actualmente vivo en la casa de mis padres con él. Toda la vida él me ha maltratado verbalmente.... La última vez me agredió físicamente. He optado por mantenerlo siempre a distancia.... [Para mí es muy difícil] que él viva bajo el mismo techo, y por esa razón quiero irme muy pronto de casa, [aunque signifique] que debo dejar de cuidar a mi madre. No lo soporto.... ¿Será que no lo he perdonado?» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimada amiga: »Sentimos mucho lo que ha estado sufriendo. Ha sido herida emocional y físicamente por su hermano, y tiene pocas esperanzas de que él intente cambiar su actitud y su conducta. Vivir bajo el mismo techo está impidiendo que usted tenga paz en su propio hogar. Usted no lo menciona, pero sería normal que también hubiera sentido ansiedad en cuanto a lo que su hermano hará la próxima vez. »Creemos que es una buena idea que se mude de esa casa. Tal vez pueda elaborar un horario para visitar y ayudar a su mamá cuando su hermano no se encuentre, de modo que no tenga que lidiar con él. »Es obvio que usted reconoce que el no perdonarlo le haría más daño a usted que a él. Así que se pregunta si el deseo que tiene de alejarse de su hermano es señal de que no lo ha perdonado, a pesar de haberlo intentado. ¿Cree usted que el perdón genuino hubiera hecho que el comportamiento de su hermano fuera más tolerable? Si usted de veras lo hubiera perdonado, ¿cree que consentiría entonces con que él la maltratara? ¡No, claro que no! Perdonar sinceramente a una persona no significa que pudiera llegar a gustarle o a tolerar su comportamiento. Perdonar a su hermano no requiere que mantenga una relación con él. »Consideremos lo que enseñó el apóstol Pablo. Algunas de las enseñanzas de San Pablo se encuentran en las cartas que él le escribió a su discípulo Timoteo. Dos de esas cartas forman parte de la Biblia. En la segunda carta, Pablo le advirtió a Timoteo que se cuidara de un hombre llamado Alejandro. Al parecer, Alejandro había perjudicado de alguna manera a Pablo, y Pablo estaba preocupado de que Alejandro trataría también de perjudicar a Timoteo. Así que Pablo le advirtió a Timoteo que tuviera cuidado y que se protegiera de Alejandro.1 »San Pablo no dijo nada en cuanto a perdonar a Alejandro porque ese asunto no tenía nada que ver. Simplemente le advirtió a Timoteo que se alejara del peligro. »Eso mismo le aconsejamos a usted. Para su propia protección y seguridad, le recomendamos que haga todo lo que pueda para mantenerse alejada de su hermano.» Con eso termina lo que recomienda Linda, mi esposa. Este caso y este consejo pueden leerse e imprimirse si se pulsa la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego se busca el Caso 735. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 2Ti 4:15
(Víspera del Día Internacional de las Poblaciones Indígenas) Entre los indios chocóes, cuando fallece un niño los padres creen que su espíritu regresará. En vez de serles motivo de aliento o de consuelo, les infunde temor el regreso de esa indefensa criatura porque suponen que viene a llevarse a uno de sus hermanos. Y como si eso fuera poco, la presencia del espíritu de ese inocente ser querido implica que morirán, uno tras otro, los próximos hijos que nazcan. A esto se debe que le lleven a la tumba todos los objetos que han formado parte de su vida, tales como sus juguetes, utensilios y asientos. Además de pintarse todo el cuerpo, los trastornados padres cambian los vestidos que llevan puestos: la madre los cambia con una amiga y el padre con un pariente. Piensan que así el espíritu del pequeño no podrá reconocerlos, y por lo tanto no les hará daño. No pueden cambiar vestidos con cualquiera, porque las personas con las que cambian podrían sufrir personalmente o en su familia las consecuencias que los padres procuran evitar. Según los antropólogos Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda, es por esa razón que la madre cambia su faldellín con el de una mujer que ya no concibe o es estéril, y el padre su taparrabo con el de un anciano.1 ¡Qué triste es sumarle a la desgracia de la pérdida de un hijo el espanto de su reaparición con malas intenciones! La vida es cruel, ¡pero eso es el colmo! Es particularmente infeliz cuando se reconoce que Dios nuestro Creador nos desea todo lo contrario en semejantes circunstancias. Él envió al mundo a una indefensa criatura a que naciera en un pesebre, para que posteriormente muriera como nuestro inocente ser querido, clavado en una cruenta cruz. Ése que se hizo pequeño y murió por nosotros es su único Hijo, Jesucristo. Y los únicos hermanos que tiene somos los que por la fe aceptamos ser adoptados como hijos de su Padre, que sólo así llega a ser «el Padre nuestro que está en el cielo». Mediante su muerte ese Hijo de Dios nos salva de la muerte eterna. Viene otra vez a llevarse a sus hermanos, pero lo hace con el fin de darnos vida eterna a nosotros y a futuros hermanos que nazcan de nuevo al aceptarlo como su Salvador personal. Así queda enterrada la vieja naturaleza de nuestra vida pasada. A Dios no lo engañamos con cualquier cambio de indumentaria. Más vale que sigamos el consejo de San Pablo: que nos quitemos el ropaje de la vieja naturaleza y nos pongamos el de la nueva.2 Así cuando Cristo regrese, nos reconocerá y nos llevará a estar con Él y con nuestros seres queridos que ya estén con Él en gloria. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Javier Ocampo López, Supersticiones y agüeros colombianos (Bogotá: El Áncora Editores, 1989), p. 147, tomado de Roberto Pineda Giraldo y Virginia Gutiérrez de Pineda, «Ciclo vital y chamanismo entre los indios del Chocó», Revista colombiana de antropología (Bogotá: Vol. XXV, 1984-85), pp. 114-15. 2 Col 3:5-11
(Aniversario de la Muerte de Rosario Castellanos en el Centenario de su Nacimiento) En la letra de la canción de Gabino Palomares titulada «La maldición de Malinche» —[la] «de brindar al extranjero nuestra fe, nuestra cultura, nuestro pan, nuestro dinero»—, el cantautor mexicano utiliza a la Malinche «como metáfora de la traición a la patria.... La canción remite, por supuesto, al personaje histórico de la Malinche, la mujer que sirvió de traductora [al conquistador español Hernán] Cortés, y presenta el malinchismo como una enfermedad que sufre el mexicano de ver al enemigo como amigo, de no prestar atención a la posible traición de la que se hace partícipe....» Así comienza la comunicadora social colombiana Natalia Roldán Rueda su tesis de Maestría en Literatura en 2012 de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, titulada: «Maldición de Malinche». «Pero al mismo tiempo — señala más adelante—, la Malinche ha sido identificada como la primera madre del mestizaje, con lo cual se hace imposible separarla de la descendencia actual.... »[En] El laberinto de la soledad, de Octavio Paz... la traidora se transforma... en la mujer violada, pero... responsable de las desgracias del pueblo que habita el antiguo territorio azteca.... Carlos Fuentes, [a su vez,] revisa la propuesta de [Octavio Paz] e intenta renovar la interpretación que se hace de la Malinche, pero... al final vuelve a responsabilizar a la indígena del surgimiento del mestizaje y de la destrucción del pueblo azteca. »[En cambio, la escritora mexicana Rosario Castellanos, en] la obra de teatro El eterno femenino... y su poema “Malinche”... plantea que la atribución de rasgos negativos a la Malinche no se debe simplemente a su papel como traductora, informante, amante o madre, sino a su posición como mujer.... »Mientras que Paz y Fuentes se instalan cómodamente en las interpretaciones tradicionales de la indígena, Castellanos revisa, con ironía, de dónde vienen esas interpretaciones y cómo estas señalan la posición [machista] del mexicano frente a la mujer.... La Malinche... deja de ser considerada la responsable de todas las desgracias del pueblo mexicano.... [Ella] no sólo piensa, actúa y es capaz de contradecir al hombre, sino que tiene un pasado que oculta una historia dramática en la que esa mujer conocida como la traidora de México en realidad fue traicionada y, en esa medida, ella es la víctima de la historia, no la victimaria», concluye la periodista colombiana.1 Gracias a Dios, si bien todos, sin excepción, nacimos bajo la maldición del pecado y vivimos actualmente bajo esa maldición y su consecuencia, que es la muerte misma, tenemos la esperanza de vida plena y eterna si clamamos a Dios pidiéndole perdón por nuestros pecados y ponemos nuestra fe en su Hijo Jesucristo.2 Pues según el apóstol Pablo, cuando Cristo murió en la cruz por nosotros, «nos rescató de la maldición de la ley haciéndose maldición por causa nuestra, porque la Escritura dice: “Maldito todo el que muere colgado de un madero.”»3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Natalia Roldán Rueda, «Maldición de Malinche: Visiones y reivindicaciones de la Malinche en la obra de Octavio Paz, Carlos Fuentes y Rosario Castellanos», Tesis de Maestría en Literatura en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, 6 agosto 2012, pp. 1,3,16,17,18,107 En línea 19 febrero 2025. 2 Dt 21:23; Sal 51:5; Jn 3:16; 10:10; Ro 3:23; 6:23; 1Jn 1:9 3 Gá 3:13 (DHH)
En este mensaje tratamos el caso de un hombre que «descargó su conciencia» de manera anónima en nuestro sitio www.conciencia.net y nos autorizó a que lo citáramos, como sigue: «Papá tiene setenta y dos años. Está perseguido por la justicia debido a tocamientos indebidos que cometió... en contra de una chica de dieciséis años. Lo ayudamos porque no sabíamos todo lo que había ocurrido, pero lo condenaron a diez años de cárcel y anda escondido.... »Ahora papá quiere prácticamente... que nos hagamos cargo de él. Yo ya tengo cuarenta y seis años. Ya no soy el niño que él antes manipulaba, pero mi amor por Cristo me tiene en un dilema en cuanto a cómo proceder. Él abusaba de mí y me golpeaba mucho, pero yo lo perdoné.» Este es el consejo que le dio mi esposa: «Estimado amigo: »Por una parte, sentimos mucho el cruel abuso que sufrió durante su niñez y las dificultades que está afrontando actualmente con su padre. Por otra parte, nos alivia saber que ha sentido la paz perfecta debido a que ama a Jesucristo, el Hijo de Dios, y es seguidor de Él. »De hecho, por ser seguidor de Cristo usted se preocupa en cuanto a quebrantar uno de los Diez Mandamientos, el que nos manda que honremos a padre y madre. »Su caso es uno de esos en los que parece imposible obedecer dos o más leyes de Dios al mismo tiempo. Usted quiere honrar a su padre conforme al mandamiento bíblico, y sin embargo vive en un país que tiene leyes y autoridades establecidas para hacer cumplir esas órdenes judiciales. Con relación a esas leyes, el apóstol Pablo enseñó que los que se oponen a la autoridad se rebelan contra lo que Dios ha ordenado, y serán castigados.1 ¿Entonces cómo es posible honrar al padre y someterse a las leyes del gobierno al mismo tiempo? ... »Honrar no significa que los hijos tienen la obligación de cubrir los gastos irresponsables o la conducta delictiva de los padres. Se nos han contado muchos casos en los que padres imprudentes e irresponsables han tratado de valerse de ese mandamiento para exigirles a sus hijos que los sostengan económicamente e incluso que paguen sus deudas. En el caso suyo, su padre está tratando de tergiversarlo a propósito a fin de exigirles que lo oculten de las autoridades. ¡Eso no es honrar! »Las leyes difieren de un país a otro, pero en muchos países usted estaría infringiendo la ley al respaldar de esa manera a su padre. Le recomendamos que le advierta que la próxima vez que lo vea, usted tendrá que llamar a la policía e informarle dónde se encuentra. Él se enojará mucho y lo atacará verbalmente con todas las armas de manipulación que tiene en su arsenal, así que usted debe determinar de antemano que ninguna de las palabras que él le lance tienen poder para hacerle daño.» Con eso termina lo que Linda, mi esposa, recomienda en este caso. El caso completo puede leerse con sólo pulsar la pestaña en www.conciencia.net que dice: «Casos», y luego buscar el Caso 854. Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Ro 13:2
«Creció muy cerca del mar, en Chiquimulilla, en la costa sur [de Guatemala], pero no fue hasta que cumplió dieciocho años de edad que se atrevió a desafiarlo. Jorge Marroquín se fue con sus amigos, Ernesto Ramos y Macario Salguero, en una tiburonera de veinticinco pies que lucía más imponente en tierra que rodeada [por el] mar. Salieron por dos días y dos noches a navegar por las aguas donde... a veces las mantarrayas, que parecían pesar una tonelada, se acercaban perezosamente a la pequeña embarcación; donde súbitamente comenzaban a soplar vientos que en tierra jamás se habían sentido. »Los tres muchachos no llevaban más que un viejo pedazo de plástico para resguardarse de los chubascos y lluvias que aparecían de la nada. No lo usaban para protegerse del sol porque su oscura piel, aunque aún joven, ya estaba curtida por el sol. »Iban a cazar tiburones como lo han hecho los pescadores de la costa sur durante siglos. Con un gran anzuelo agarraban al tiburón y con su propia fuerza los tres luchaban con [el fiero pez] para subirlo al barco. Llevaban su amansalocos, un enorme garrote para pegarle al tiburón y someterlo para que lentamente muriera fuera del agua. »Aún fuera de su elemento, el tiburón podía ser peligroso. Habían escuchado las historias y visto los resultados de lo que sucede cuando un hombre se enfrenta a un tiburón sin el amansalocos. Viejos pescadores que deambulaban por las calles del pueblo sin un brazo o sin una pierna, que fueron agarrados, desprevenidos, por el animal que ya en sus últimas aún lograba abrir su enorme boca y clavar sus enfilados dientes en el cuerpo del hombre que se había atrevido a sacarlo de su mar.... »Una vez Jorge se perdió por seis días en el mar abierto. Estaba pescando [—cuenta Jorge—], cuando de repente se armó un chubasco con vientos y lluvias tan intensos que él y sus compañeros no podían hacer más que esconderse bajo su pedazo de plástico.... »... Vio que las costas de su tierra se iban acercando después de días en alta mar, conforme las corrientes lo acercaron... a tierra [Jorge aún no sabe por qué, pero invoca el dulce nombre de Jesucristo para agradecérselo]. Cuenta cómo se tiró al agua para nadar hacia tierra y preguntarle a alguien en la playa dónde estaban.... Un niño en la playa le dijo [que había llegado a la frontera con El Salvador], pero le preguntó cómo no se lo comieron los tiburones que nadaban en la zona cuando se arrojó al agua. [Jorge] recuerda el terror que sintió al meterse al agua para nadar de nuevo porque tenía que llegar a su tiburonera y sus compañeros. Cuando llegó al barco, le preguntaron dónde estaba. Les dijo que les diría, pero que antes lo sacaran del agua. »El tiburón se acercaba.»1 Así termina de contar el corresponsal de origen guatemalteco Harris Whitbeck, en la pintoresca obra titulada Guatemala inédita, la historia del intrépido pescador Jorge Marroquín. Hizo bien Jorge al agradecerle a Jesucristo su salvación en alta mar. Es que a su pueblo Dios le dice, por medio del profeta Isaías: «No temas.... Porque el que te hizo... es el Señor Todopoderoso.... El terror se apartará de ti, y no se te acercará.»2 Pero conste que Dios espera de nosotros que invoquemos su nombre y le demos las gracias en toda situación, tanto en las buenas como en las malas circunstancias de la vida.3 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 Harris Whitbeck, «Mar abierto», Guatemala inédita (Bogotá, D.C.: Villegas Editores, 2006), pp. 88-89. 2 Is 54:4,5,14 3 Is 55:6; 1Ts 5:18
«No es posible dejar de hablar de las Cataratas [del Iguazú] sin apuntar algunos datos numéricos, sobre todo si se atiende a que la gran mayoría de los lectores iberoamericanos desconoce la existencia de estas grandes reservas de fuerza y de riqueza.... »La zona de las cataratas comprende una superficie de setenta y cinco mil hectáreas.... La línea de los torrentes mide en conjunto dos mil setecientos metros. Corresponden seiscientos metros de saltos al Brasil y dos mil cien a la Argentina. La altura máxima de las caídas es de ochenta metros y la mínima de cincuenta y seis. Las potencias son: máxima, de 6.985.170 caballos de vapor; la media, 1.214.807, y la mínima, 132.400. El volumen medio de agua es de 6.300.000 metros cúbicos por hora. El cauce del río nace a novecientos metros sobre el nivel del mar, y al desembocar en Paraná tiene noventa metros de altura sobre el mar, repartido ese desnivel en una extensión de 1.320 kilómetros. Además de los grandes saltos, que son doce o quince, se cuentan hasta setenta saltos o chorros relativamente pequeños. »Sólo la caída central del salto Unión, ligada al Floriano, tiene una línea de caídas casi el doble de la del Niágara y una altura también doble. Se calcula que el volumen de agua es tres veces mayor que el del Niágara. También la caída africana de Victoria en el Zambeze es menor en volumen de altura, aunque aquel salto tiene una altura de ciento diecisiete metros.... A simple vista se observa en el Iguazú una grandiosidad de proporciones que supera desde luego al Niágara.»1 Así resume José Vasconcelos, autor y Ministro de Educación de México, los extraordinarios atributos de las Cataratas del Iguazú con motivo de su viaje a la región a fines de octubre de 1922.2 «De regreso... llegamos a Concordia —cuenta Vasconcelos luego de haberlas visto—... y allí nos recibieron de una manera triunfal; parecía que veníamos de descubrir las cataratas. Los periodistas nos pedían impresiones para transmitirlas por telégrafo a Buenos Aires; la prensa local nos dedicaba saludos; un diario de la región afirmó que antes que diplomáticos éramos artistas, puesto que abandonábamos las comodidades de Buenos Aires para ir a gozar con la contemplación de la naturaleza. En la Escuela Normal hubo una de esas fiestas en las que se siente pasar el soplo arrebatado del entusiasmo; canciones patrióticas, discursos vehementes... Pellicer leyendo entre grandes y calurosos aplausos la poesía que acababa de componer al Iguazú...»3 No hay duda alguna: hizo bien Vasconcelos al dedicarle tiempo a la contemplación de la naturaleza. Y si bien, según el famoso escritor mexicano, «no es posible dejar de hablar de las cataratas sin apuntar algunos datos numéricos», tampoco debiera ser posible hacerlo sin aludir a algunos conceptos teológicos al respecto. Es que, según San Pablo, lo que se puede conocer acerca del Artista Divino que las creó es evidente al contemplarlas. «Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó».4 Carlos ReyUn Mensaje a la Concienciawww.conciencia.net 1 José Vasconcelos, Textos: Una antología general, De la raza cósmica, «El Iguazú» (México: SEP/UNAM, 1982), pp. 172‑73. 2 Claude Fell, José Vasconcelos, los años del águila, 1920-1925: educación, cultura e iberoamericanismo en el México postrevolucionario, «Argentina» (México, D.F.: UNAM, 1989) pp. 606-16, nota 190. 3 Ibíd, pp. 174-75. 4 Ro 1:19,20